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tran que a ellas acudían hombres y especialmente muje­
res de todas las condiciones étnicas y clases sociales, lo
que nos da una idea de la utilidad y reconocimiento que
estas prácticas tenían por parte de la sociedad de la épo­
ca, que utilizaba la hechicería «como un satis factor de sus
necesidades espirituales y materiales, como magia y como
medicina». (Reyes, 1993: IX)
Conclusiones
Creo que es posible afirmar que las y los colimenses,
independientemente del grupo étnico y la clase social a la
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que pertenecieran, mantuvieron durante los más de tres
siglos que duró la Colonia, estrechas relaciones con unas
prácticas (llámense médicas, hechiceriles, mágicas) de las
cuales las mujeres fueron origen desde su trabajo históri­
co de cuidado de la familia y de creación y recreación de
la vida cotidiana, y que sustentaron mediante la experien­
cia de la relación entre ellas y algunos hombres. Estas
mujeres (llamadas con frecuencia brujas o hechiceras)
fueron en realidad sanadoras, verdaderas especialistas en
cuestiones médicas, mujeres sabias con amplios conoci­
mientos de partería y de herbolaria, provenientes (con
frecuencia) de una larga y ancestral tradición en la mate­
ria, compartida por hechiceras de un amplio territorio
que incluia buena parte de lo que actualmente es México.
Por ello, cuando pienso en Luisa de la Cruz, en María
López yen tantas otras, me las imagino siempre de casa
en casa, visitando a sus vecinas, conocidas, amigas, y ha-
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