ACDSee PDF Image. - Universidad de Colima

lo» (como las definen Carrillo y Zolla) que eran en rea­
lidad las acusadas de hechicería «por echar suertes con
granos de maíz para hacer el pronóstico de una enferme­
dad o rezar en el parto oraciones prohibidas ( ... ). Tam­
bién en 1571, se fundó la cátedra de medicina en la Real y
Pontificia Universidad a la que los indigenas ni hablar
de las mujeres tuvieron vedado el acceso» (Carrillo y
Zolla, 1998: 168). Los médicos y médicas indigenas si­
guieron siendo perseguidos por el poder médico a lo lar­
go de la Colonia, y en la primera mitad del siglo XVII
fueron censurados por el Real Protomedicato, organis­
mo que hasta 1831 fue el encargado de elaborar las listas
de los médicos y de otros profesionistas habilitados por
él para el ejercicio de la medicina. Asimismo, hasta por lo
menos la guerra de Independencia, los médicos indige­
nas fueron juzgados por el clero, como lo demuestran las
palabras del cura de Yaxcabá, Yucatán, que afirmaba que
«después de los ejemplares castigos de azotes y peniten­
cias que ejecuté en los delincuentes con arreglo a los su­
periores mandatos», los indios ya no recurrían a la su­
perstición para interpretar o tratar la enfermedad. «Por lo
que toca a las mujeres continúan esos autores mu­
chas de las médicas del pueblo (las que conocían de plan­
tas medicinales o de anatoITÚa, por ejemplo) fueron des­
calific;:adas por completo. Lo mismo sucedió con las ma­
dres de familia que, en su hogar, cumplían el papel de
médicas» (Carrillo y Zolla, 1998: 169), lo que nos habla
de una clara política de monopolización de la profesión
médica de profundas raíces sexistas, clasistas y racistas.
Con todo ello, se promovía la «superioridad» de la medi­
cina europea y un cambio de las mujeres a los varones
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