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La Gallinita Rabona<br />
Anónimo<br />
La Gallinita Rabona vivía en su casita al pie de una montaña.<br />
Al otro lado de la montaña vivía una zorra vieja y mala, que se creía muy lista.<br />
Vivía con su madre en una cueva oscura, que las dos zorras habían cavado entre<br />
las rocas y bajo las raíces de los árboles.<br />
Todas las mañanas al levantarse, decía la zorra:<br />
—Esa Gallinita Rabona debe de estar muy sabrosa.<br />
Y todo el día se lo pasaba pensando en cómo podría cazarla.<br />
Por la noche se dormía y soñaba que se comía a la hermosa Gallinita Rabona.<br />
Una mañana se levantó muy temprano, cogió un gran saco y le dijo a su madre:<br />
—Hoy voy a traer a la Gallinita Rabona. Prepara la olla grande, que esta noche<br />
tendremos una sabrosa cena.<br />
Andando, andando, llegó a la casa de la Gallinita Rabona, pero la gallina había ido<br />
por leña y estaba la casa sola.<br />
Entró la zorra por la ventana y se escondió debajo de la cama, pero se le veía el<br />
hocico negro.<br />
Se quiso esconder debajo de la mesa, pero se le veía la cola larga y pelona.<br />
Por fin se escondió detrás de la puerta.<br />
Cuando volvió la Gallinita Rabona, abrió la puerta y se encontró con la zorra.<br />
¡Ay, mi madre, qué susto!<br />
Dejó caer los palitos de leña que traía y, de un salto, se encaramó en una de las<br />
vigas del techo.<br />
—¡Baja! —gritó la zorra.<br />
—No, no bajaré hasta que te vayas.
—¿Que no bajas? Ahora verás.<br />
Y la zorra empezó a dar vueltas de prisa, de prisa, como si fuese un trompo. Y la<br />
cola parecía un ventilador.<br />
La zorra<br />
giraba y giraba.<br />
La cola<br />
Zumbaba y zumbaba.<br />
La cola, la cola<br />
sucia y despeinada,<br />
el hocico negro,<br />
los dientes de nácar,<br />
las patas bailando<br />
arremolinadas<br />
La cola, la cola,<br />
la cola pelada,<br />
silba que te zumba, zumba que te baila.<br />
¡Pobre Gallinita Rabona! De ver a la zorra se mareó y cayó al suelo aturdida.<br />
La zorra la metió en el saco y se fue corriendo, muy contenta, con su saco al<br />
hombro.<br />
Por el camino, la Gallinita Rabona lloraba de miedo dentro del saco, pero tuvo una<br />
idea feliz.
Buscó unas tijeritas que llevaba en el bolsillo, abrió con mucho cuidado un agujero<br />
en el saco y salió por allí. Después metió una piedra grande para que la zorra no se<br />
diera cuenta de que no estaba.<br />
La gallinita volvió corriendo a su casa y la zorra siguió su camino.<br />
Cuando llegó a la cueva, mamá zorra la esperaba a la puerta.<br />
—¿Está la olla preparada? —dijo la zorra.<br />
—Sí, ya está hirviendo el agua —respondió la madre.<br />
—Pues destápala, que allá voy. Se acercó a la olla, desató el saco y dejó caer la<br />
piedra. ¡Pum!...<br />
¡Qué susto! Saltó el agua hirviendo y les cayó encima a mamá zorra y a la hija.<br />
Y las dos tuvieron que estar en cama muchos días para curarse las quemaduras, y<br />
se les cayó el pelo, que daba lástima.<br />
Desde entonces ya no pensó más la zorra en cazar a la Gallinita Rabona.<br />
Fuente original: Había una vez…, 2000.<br />
Ilustraciones: Renier Quer (Réquer)<br />
Cotejo de obra: Leonid Torres Hebra.