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Antología Juarista - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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COLECCIÓN MAYOR<br />

Estado de México: Patrimonio de un Pueblo<br />

2010


GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO<br />

EDITOR<br />

CONSEJO CONSULTIVO DEL BICENTENARIO<br />

DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO<br />

ENRIQUE PEÑA NIETO<br />

Presidente<br />

LUIS ENRIQUE MIRANDA NAVA<br />

Vicepresidente<br />

ALBERTO CURI NAIME<br />

Secretario<br />

CÉSAR CAMACHO QUIROZ<br />

Coordinador General


odolfo garcía gutiérrez<br />

alfonso sánchez garcía<br />

COLECCIÓN MAYOR<br />

Estado de México: Patrimonio de un Pueblo<br />

2010


Enrique Peña Nieto<br />

Gobernador Constitucional<br />

Alberto Curi Naime<br />

Secretario de Educación<br />

Consejo Editorial: Luis Enrique Miranda Nava, Alberto Curi Naime, Raúl Murrieta Cummings,<br />

Agustín Gasca Pliego, David López Gutiérrez.<br />

Comité Técnico: Alfonso Sánchez Arteche, José Martínez Pichardo, Rosa Elena Ríos Jasso.<br />

Secretario Técnico: José Alejandro Vargas Castro.<br />

<strong>Antología</strong> <strong>Juarista</strong><br />

© Segunda edición. Secretaría de Educación <strong>del</strong> Estado de México<br />

DR © Gobierno <strong>del</strong> Estado de México<br />

Palacio <strong>del</strong> Poder Ejecutivo<br />

Lerdo poniente no. 300, colonia Centro, C.P. 50000,<br />

Toluca de Lerdo, Estado de México.<br />

ISBN: 978-607-495-000-7<br />

ISBN: 968-484-655-X (colección)<br />

© Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. 2010<br />

www.edomex.gob.mx/consejoeditorial<br />

consejoeditorial@edomex.gob.mx<br />

© Rodolfo García Gutiérrez<br />

Herederos de Rodolfo García Gutiérrez<br />

© Alfonso Sánchez García<br />

Herederos de Alfonso Sánchez García<br />

Número de autorización <strong>del</strong> Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal CE: 205/1/07/10<br />

Impreso en México<br />

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o<br />

procedimiento, sin la autorización previa <strong>del</strong> Gobierno <strong>del</strong> Estado de México, a través<br />

<strong>del</strong> Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal.


alfonso sánchez arteche


[ 011 ]<br />

01<br />

15<br />

29<br />

42<br />

PÓRTICO<br />

n 2008 se cumplió el sesquicentenario de que dio principio la<br />

Guerra de Reforma, desencadenada por dos causas: por la<br />

negativa de los conservadores a aceptar la Constitución<br />

Federal de los Estados Unidos Mexicanos, aprobada por el Congreso<br />

Constituyente el año anterior, y por las vacilaciones <strong>del</strong> entonces<br />

presidente de la república, Ignacio Comonfort, quien desconoció la<br />

vigencia de esa Carta Magna, que él mismo había promulgado y a la<br />

cual debía su investidura. Fue entonces cuando Benito Juárez recogió,<br />

en su caráer de presidente de la Suprema Corte de Justicia, la<br />

bandera de la legalidad, que había sido profanada, y se convirtió en el<br />

paladín indiscutible de los principios liberales, que se consumarían<br />

en 1859 con la emisión de las Leyes de Reforma, por las cuales quedó<br />

establecida la separación de Estado e Iglesia en México.<br />

El Estado de México, durante esa guerra —también llamada de Tres<br />

Años— fue escenario de episodios bélicos tan determinantes como<br />

las batallas de Calpulalpan y Xalatlaco, que decidieron el triunfo de<br />

los generales reformistas Jesús González Ortega, Felipe Berriozábal e<br />

Ignacio Zaragoza, entre los más destacados jefes que militaban al<br />

frente de las armas progresistas. Sin embargo, nuestra entidad no se<br />

caraerizó únicamente por esos sucesos militares, sino porque desde<br />

varias décadas atrás venía siendo uno de los centros políticos donde<br />

el liberalismo arraigó para propagarse hacia las más diversas<br />

regiones, gracias a ideólogos como José María Luis Mora, Lorenzo de<br />

Zavala, Francisco Modesto de Olaguíbel, Ignacio Ramírez El<br />

Nigromante y el insigne diputado constituyente de 1857, originario de<br />

Tenango <strong>del</strong> Valle, León Guzmán.<br />

Benito Juárez, como figura emblemática <strong>del</strong> partido liberal y como<br />

abanderado <strong>del</strong> orden constitucional, cruzó varias veces el territorio<br />

<strong>del</strong> Estado de México, aunque sin detenerse por mucho tiempo, en<br />

razón de las difíciles circunstancias que condicionaban sus<br />

accidentados itinerarios por la república. A cambio de ello, su<br />

presencia se hizo sentir en las simpatías que deertaba entre los<br />

ciudadanos partidarios <strong>del</strong> progreso, quienes en él veían al mejor<br />

defensor de las garantías individuales consagradas en el texto<br />

constitucional. Así fue como el juarismo se aclimató, cobró fuerza<br />

durante las guerras de Reforma e Intervención, se consolidó con el<br />

triunfo de la República sobre el Imperio y habría de perpetuarse más<br />

allá de la muerte <strong>del</strong> prócer.<br />

Precisamente para conmemorar el centenario luuoso de Benito Juárez,<br />

en 1972, el gobierno <strong>del</strong> profesor Carlos Hank González diuso la<br />

edición de la <strong>Antología</strong> juarista, conformada por sendos ensayos<br />

históricos de los profesores Rodolfo García Gutiérrez y Alfonso<br />

Sánchez García, así como una selección poética hecha por el<br />

bibliógrafo Gonzalo Pérez Gómez y una compilación de discursos


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60<br />

69<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

conmemorativos que realizó el archivónomo Leopoldo Sarmiento<br />

Rea. El antecedente <strong>del</strong> texto aportado por el maestro García<br />

Gutiérrez, notable prosista, fue el libro Liberalismo y liberales en el<br />

Estado de México, editado en 1957 por Cuadernos <strong>del</strong> Estado de<br />

México. En cuanto a la colaboración <strong>del</strong> maestro Sánchez García,<br />

periodista e historiador, consiste en una serie de apuntes que le<br />

habían servido como libro de texto para sus cursos en la preparatoria<br />

de la Universidad Autónoma <strong>del</strong> Estado de México, que dieron lugar<br />

a una primera edición, en tres volúmenes, de su Historia <strong>del</strong> Estado<br />

de México y también a la versión definitiva de ésta, publicada en 1974<br />

por el Gobierno <strong>del</strong> Estado de México.<br />

Es deseo expreso <strong>del</strong> gobernador Enrique Peña Nieto que sean<br />

difundidos ampliamente los más señalados valores históricos y<br />

culturales que enaltecen a México y que, por algún motivo<br />

trascendente, honran a nuestra entidad. Por ello es que, para<br />

conmemorar dignamente los ciento cincuenta años <strong>del</strong> inicio de la<br />

Guerra de Reforma, se realiza esta segunda edición de la <strong>Antología</strong><br />

juarista dentro de la <strong>Biblioteca</strong> <strong>Mexiquense</strong> <strong>del</strong> <strong>Bicentenario</strong>, en una<br />

presentación más sencilla y con un diseño gráfico aualizado.<br />

Hechos fundamentales, como los que significaron las luchas entre<br />

liberales y conservadores durante el siglo XIX, no deben ser olvidados<br />

por el costo que tuvieron en sangre, fatigas y penurias para el pueblo<br />

de México, <strong>del</strong> que los mejores hijos entregaron su vida combatiendo<br />

por un ideal superior, que era el de fundar un orden legal basado en el<br />

reeto a las libertades elementales <strong>del</strong> hombre y <strong>del</strong> ciudadano. El<br />

territorio <strong>del</strong> Estado de México también recogió el fértil tributo de los<br />

mártires de la Reforma, pero en un suelo previamente abonado por<br />

los precursores <strong>del</strong> liberalismo nacional. En honor de ellos, los<br />

grandes liberales cuyo prototipo es Juárez, esta obra está dedicada a<br />

perpetuar su memoria entre las nuevas generaciones de mexiquenses.


odolfo garcía gutiérrez


Melchor<br />

Múzquiz<br />

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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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i . los precursores<br />

ace melchor múrquiz en Santa Rosa, Coahuila, en 1790.<br />

Muere en México el 14 de diciembre de 1844. Deués de<br />

breves pero brillantes estudios en el famoso Colegio de San<br />

Ildefonso, abandona las aulas para unirse al movimiento de<br />

Independencia. Presta servicios en las provincias de Veracruz y<br />

Michoacán. Cae prisionero en la acción de Monte Blanco, pero más<br />

tarde es indultado por el gobierno colonial. Fue diputado al Congreso<br />

Nacional por el Estado de México y Presidente interino de la<br />

república, el año de 1832.<br />

Su auación como diputado se distingue por su oposición a los<br />

ascensos otorgados por la Regencia a personas de dudosa condua y<br />

que no habían prestado servicios a la causa insurgente. Poco deués<br />

de su representación popular, el presidente Guadalupe Vioria lo<br />

nombra comandante militar en el estado de Puebla.<br />

Su estadía al frente <strong>del</strong> gobierno de nuestra entidad está no sólo<br />

separada por el tiempo, sino por la disímbola importancia de sus dos<br />

administraciones. La segunda época es toda ella una constante<br />

oscilación entre los intereses políticos de Guerrero y Bustamante.<br />

No hay tiempo para otra cosa que para el duro batallar, pacificar y<br />

transar. No nos interesa, por tanto, esta segunda función.<br />

Melchor Múzquiz fue el primer gobernador que tuvo el Estado de<br />

México. Fue eleo deués de algunas peripecias con Gómez Pedraza,<br />

el 17 de septiembre de 1824. Fue el creador de la Administración <strong>del</strong><br />

Estado. Sus esfuerzos se enfocaron a la organización de la hacienda<br />

pública de la que fue jefe supremo, por decreto que él mismo expidió.<br />

La probidad de Múzquiz fue proverbial, y de ella hablan con encomio<br />

historiadores y biógrafos. En su primer año fiscal hubo en las arcas<br />

públicas un sobrante de cerca de trescientos cincuenta mil pesos.<br />

Múzquiz manejó grandes cantidades de dinero y, sin embargo, murió<br />

pobre. Su viuda, doña Joaquina Bezarez, para poder subsistir se vio<br />

obligada a abrir una escuela particular a la que concurrían niñas de la<br />

mejor sociedad de México.<br />

Durante la administración de Múzquiz se expidió el decreto <strong>del</strong> 18 de<br />

noviembre de 1824, por el que se creó el Distrito Federal y fue<br />

designada la ciudad de México como residencia de los Poderes de la<br />

Unión. Nuestro gobernante consideró este decreto como un atentado<br />

contra la naciente entidad. Protestó ante el Congreso Nacional y<br />

sostuvo durante más de un año la ilegitimidad de ese mandato.<br />

Solicitó ayuda a las legislaturas de los estados y encontró eco en la de<br />

Veracruz, que pidió la revocación <strong>del</strong> acuerdo.<br />

Pocas veces un gobernador nuestro ha demostrado tanta entereza en la<br />

defensa <strong>del</strong> territorio que administra. Aún con peligro de perder su


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

relevante posición política defendió la dignidad e integridad de<br />

nuestro estado. ¡Qué diferencia con los tiempos que hoy corren!<br />

Apenas hubo débiles protestas contra el Distrito Federal que nos<br />

saquea impunemente, como en el caso de las aguas <strong>del</strong> río Lerma, a<br />

cambio de cuya riqueza apenas nos ha dado las migas de unas<br />

cuantas escuelas.<br />

Cuando Múzquiz vio perdido el caso sugirió a la Legislatura que los<br />

Poderes se trasladaran fuera de la ciudad de México. Fue de este modo<br />

como acatando el decreto <strong>del</strong> 4 de enero de 1827, los Poderes se<br />

trasladaron a Texcoco el 1 de febrero <strong>del</strong> propio año. El primer decreto<br />

expedido en la nueva capital <strong>del</strong> estado fue el que autoriza al Ejecutivo<br />

el gasto de siete mil pesos para la apertura de un canal que debería unir<br />

la ciudad de Texcoco con el lago <strong>del</strong> mismo nombre, a fin de facilitar la<br />

comunicación con la ciudad de México. Es obvio que esa comunicación<br />

debería hacerse en embarcaciones a través <strong>del</strong> lago, pues de este modo<br />

la ruta resultaba mucho más corta que por el camino carretero.<br />

El artículo séptimo <strong>del</strong> decreto de traslado rezaba: “A cada uno de los<br />

individuos que hayan de trasladarse, y disfruten de dos mil pesos para<br />

arriba, se les ministrará en clase de auxilio para su establecimiento y<br />

viaje, una cantidad igual a la cuarta parte de su sueldo anual”.<br />

A quienes disfrutaban de menos de dos mil pesos se les suministró una<br />

tercera parte de su sueldo. Los diputados sólo recibieron doscientos<br />

cincuenta pesos cada uno.<br />

Fue también durante la administración de Múzquiz cuando se promulgó<br />

la primera Constitución Política <strong>del</strong> Estado de México. Tuvo en ella<br />

señalada participación el door José María Luis Mora, y contiene<br />

avanzadas ideas: garantizaba la libertad individual, proscribía la<br />

esclavitud, desconocía los títulos hereditarios y prohibía a las manos<br />

muertas adquirir bienes raíces. Este primer código estatal fue<br />

expedido el 14 de febrero de 1827 y publicado solemnemente el 26 <strong>del</strong><br />

mismo mes. “Poniendo la mano sobre los Santos Evangelios y<br />

levantando con la izquierda un crucifijo para besarlo” juró Múzquiz<br />

guardar y hacer guardar la Constitución. Los festejos para celebrar la<br />

promulgación duraron tres días y en ellos predominaron las<br />

ceremonias religiosas.<br />

Un manifiesto publicado por el Congreso Constituyente, pinta a lo vivo<br />

la situación <strong>del</strong> estado en 1824 y cuál era, gracias a los esfuerzos de la<br />

administración de Múzquiz, en 1827. En 1824 el estado, según el<br />

Congreso, no era otra cosa que una…<br />

extensión considerable de territorio poblada por hombres sin otro<br />

vínculo de unión que el de su coexistencia accidental. Los gérmenes


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124<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

de la discordia se hallaban earcidos por todas partes: las pocas<br />

autoridades que estaban al frente de la administración eran <strong>del</strong><br />

todo nulas por la falta de medios para hacerse obedecer y de manos<br />

subalternas que auxiliando sus operaciones, hiciesen al gobierno<br />

presente en todas partes y uniesen al último habitante <strong>del</strong> territorio<br />

con el centro de la autoridad <strong>del</strong> poder.<br />

No había jueces ni medios para pagarlos; los que hacían sus veces eran<br />

desatendidos y aún públicamente insultados; los salteadores y<br />

bandidos cuyas cuadrillas tomaban un caráer político, atacaban al<br />

ciudadano pacífico […] La división <strong>del</strong> territorio era tan heterogénea y<br />

tan fuera de todo arreglo y sistema, que para cada ramo había una<br />

particular, cuyo resultado necesario era la confusión y el desorden […]<br />

La educación pública se hallaba en el mayor abandono: las escuelas de<br />

primeras letras eran muy escasas, mal dotadas y peor dirigidas, sin<br />

estímulo paras los preceptores ni fomento para los niños […]<br />

El estado [concluía el Congreso] se ha formado, crecido y levantado a<br />

la sombra de sus benéficas leyes. Ese cadáver exánime se halla no<br />

sólo restituido a la vida, sino también lleno de vigor, de salud y lozanía.<br />

Los párrafos anteriores muestran elocuentemente cuál fue la ímproba<br />

tarea que tanto el gobernante como los legisladores llevaron al cabo<br />

en bien de nuestro estado y hasta qué punto, desentendiéndonos de<br />

sus esfuerzos, los hemos olvidado por tantos años.<br />

Por diferencias políticas, Múzquiz renunció al gobierno el día 7 de marzo<br />

de 1827. La política le arrebató el mando, lo que no pudo quitarle ni le<br />

quitará nunca es el mérito de haber sido el creador de la vida<br />

institucional de nuestra entidad. ¡Recibió un caos, entregó un estado!


José María<br />

Luis Mora<br />

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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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46<br />

ocos políticos habrá que hayan auado en el Estado de<br />

México, tan relevantes como el filósofo, escritor, orador y<br />

sociólogo, José María Luis Mora.<br />

No estuvo mucho tiempo entre nosotros este hombre eminente. Fue, en<br />

verdad, breve el lapso que participó en nuestra vida pública; pero la<br />

huella de su paso por nuestra entidad es imborrable. Fue diputado al<br />

primer Congreso Constitucional, en tiempos <strong>del</strong> ilustre general don<br />

Melchor Múzquiz. Ese primer Congreso nos dio la Constitución<br />

estatal de 1827, en la que se encuentran las primeras ideas<br />

progresistas <strong>del</strong> liberalismo en el Estado de México. En ese histórico<br />

documento, tuvo Mora una notable participación.<br />

En su obra inédita Breve Historia <strong>del</strong> Estado de México, el abogado e<br />

historiador Enrique González Vargas, señala como sigue los<br />

caraeres esenciales de ese interesante sistema legal:<br />

La Constitución <strong>del</strong> Estado de México, <strong>del</strong> 14 de febrero de 1827, es<br />

obra <strong>del</strong> notable sociólogo de la Reforma, licenciado José María Luis<br />

Mora, y es digna de formar parte de sus Obras sueltas, tanto por la<br />

originalidad que presenta en la evolución <strong>del</strong> Derecho Constitucional<br />

Mexicano como por lo avanzado, para su tiempo, de los principios<br />

renovadores de la sociedad mexicana.<br />

Esa Constitución consta de trescientos veintisiete artículos, sin<br />

transitorios, divididos en siete títulos, subdivididos a su vez en<br />

capítulos, con rubro.<br />

No sólo apunta ya las principales garantías individuales, sino que su<br />

agudo pensamiento denota también las bases de las garantías sociales;<br />

pues eecialmente el artículo noveno prohíbe las manos muertas. En<br />

el décimo primero establece que sólo el poder público tiene fuerza<br />

imperativa, y en el décimo cuarto, asienta el principio de que el poder<br />

público tiene facultades para intervenir en los asuntos eclesiásticos.<br />

Al establecer la célebre división de tres poderes, considera al<br />

Legislativo constituido por un sistema unicamaral integrado por<br />

elección indirea y popular, a razón de un diputado por cada<br />

cincuenta mil habitantes, o una fracción mayor de veinticinco mil;<br />

pero acotando que no podría tener menos de veintiún diputados.<br />

Al instituir la división política a base de municipalidades y partidos,<br />

remata en la elección general, señalando un eleor por cada cuatro<br />

mil habitantes o una fracción mayor de dos mil.<br />

Prohíbe que sean eleores primarios o secundarios, los empleados,<br />

los miembros <strong>del</strong> clero, los militares y los funcionarios.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Ordena que la Cámara debe sesionar ordinariamente dos veces al<br />

año y ser renovada parcialmente cada dos años, saliendo los elegidos<br />

en último lugar, y posteriormente los más antiguos. Esto era, como<br />

se derende de la exposición de motivos, para darle coherencia a la<br />

obra legislativa.<br />

Donde se refiere al Poder Ejecutivo, tiene rasgos muy originales,<br />

pues es una transición entre el sistema unipersonal, y algo que<br />

sugiere el sistema parlamentario de gabinete. En efeo, dione que<br />

el Poder Ejecutivo esté integrado por un gobernador y un consejo<br />

eleo por el Congreso. Por una sola vez, admite la reelección de<br />

gobernador. En la discusión de las leyes puede participar el<br />

Ejecutivo a través de sus consejeros. Los consejeros pueden ser<br />

reeleos y ser renovados por mitad, cada cuatrienio. El consejo<br />

puede nombrar un teniente gobernador, que conjuntamente con<br />

algunos consejeros, puede suplir al gobernador.<br />

En el sistema administrativo establece una diosición que considero<br />

también muy original, pues evita que el Ejecutivo tenga que<br />

intervenir en forma indirea para controlar a los ayuntamientos, lo<br />

que obliga a desvirtuar las votaciones o a imponer a personas<br />

desconocidas por las comunidades, o desconeadas de ellas. En<br />

efeo, instituye como base de la administración al ayuntamiento<br />

eleo, al que señala entre sus obligaciones la de vigilar los arreglos<br />

<strong>del</strong> repartimiento de tierras, al que concede una extraordinaria<br />

importancia; y por lo que ve al sistema gubernativo, dividido en<br />

prefeuras y subprefeuras, dione que represente al Ejecutivo en<br />

las localidades foráneas y le señala la obligación de informar sobre el<br />

cumplimiento <strong>del</strong> seor municipal.<br />

Los ayuntamientos deben establecerse en forma obligatoria en cada<br />

pueblo que cuente con más de cuatro mil habitantes, y forzosamente<br />

en las cabeceras de partido, sobre la base de un alcaide síndico y regidores.<br />

Por último, es también original la forma de renovación de los<br />

ayuntamientos, pues cada año deben ser reemplazados los alcaides, y<br />

por mitad el número de regidores. Estimo que este procedimiento<br />

facilitó la continuidad en la forma de administrar los asuntos de las<br />

comunidades, paliando las tensiones políticas.<br />

Hasta aquí lo que se refiere a la auación <strong>del</strong> door Mora en nuestro<br />

estado, en donde por cierto recibió el título de abogado, el cual<br />

agregó a los que ya ostentaba de door en Filosofía y Teología.<br />

Agreguemos ahora algunos datos biográficos: nace José María Luis<br />

Mora en Chamacuero, Guanajuato, en oubre de 1794. Su padre,<br />

según el propio Mora, fue hombre acaudalado. Estudió José en


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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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Querétaro, y a la edad de trece años prosiguió sus estudios en el<br />

Colegio de San Ildefonso, de México. En 1812 obtuvo el grado de<br />

bachiller en Filosofía. En sus días de alumno —dice el reor <strong>del</strong><br />

colegio— “fue de condua bastante buena”, e hizo sus estudios con<br />

tanta aplicación, que ocupó siempre “los primeros lugares”.<br />

En su época de vida estudiantil comenzó la guerra de Independencia.<br />

A la casa de su padre, don José Ramón de Mora, se presentó un<br />

enviado de Hidalgo a solicitarle un préstamo de ocho mil pesos para<br />

ayuda de la causa de Independencia. Don José Ramón quiso salvar el<br />

resto de su fortuna, y la depositó en los fondos de la iglesia <strong>del</strong><br />

Carmen de Celaya. ¡Previsión inútil! En efeo, cuando Hidalgo pasó<br />

por esa ciudad tomó ese dinero y el de otros depositantes, también<br />

para ayuda de la insurgencia.<br />

Es parca en facetas dramáticas la vida de Mora. Más que hombre de<br />

acción, fue un pensador social preocupado hondamente por alcanzar<br />

modos eficaces que hicieran posible el bienestar de los mexicanos.<br />

Estudioso acostumbrado a la profundidad <strong>del</strong> pensamiento y la<br />

claridad de los conceptos, define ante sus enemigos lo que entiende<br />

por “marcha política de progreso”:<br />

Aquélla [decía] que tiende a efeuar de una manera más o menos<br />

rápida la ocupación de los bienes <strong>del</strong> clero, la abolición de los<br />

privilegios de esta clase y de la milicia, la difusión de la educación<br />

pública en las clases populares, absolutamente independiente <strong>del</strong> clero,<br />

la supresión de los monacales, la absoluta libertad de las opiniones, la<br />

igualdad de los extranjeros con los naturales en los derechos civiles, y<br />

el establecimiento <strong>del</strong> jurado en las causas criminales.<br />

Como se ve, en unas cuantas palabras define Mora la esencia <strong>del</strong> credo<br />

liberal. Y es que Mora fue hombre de vastísimas leuras. De Europa<br />

nos llegó el liberalismo, y nos llegó subterráneamente, en los libros<br />

prohibidos a los que sólo tenían acceso unos cuantos inteleuales.<br />

Gracias a la Constitución eañola de 1812, carta de transitoria<br />

naturalización, adquiere la dorina liberal entre nosotros. Cuando<br />

Fernando VII invalida la vigencia de esa Carta, el Partido Escocés que<br />

se había propuesto mantener entre nosotros los principios liberales, se<br />

convierte, por temor a la Inquisición, en una sociedad secreta. Por fin,<br />

cuando México obtiene su libertad, nace a la vida pública otro partido,<br />

el Yorquino, notorio por sus exaltadas ideas. Estos dos partidos, en los<br />

que no se escasean los masones, juegan un papel de primera magnitud<br />

en los primeros años de nuestra vida política como nación.<br />

Parece que Mora, a pesar de sus ideas, no perteneció a ninguno<br />

de estos dos partidos. De otro modo, no hubiera escrito en<br />

El Observador [1827] un artículo en el que fustiga a las logias


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

escocesas y yorquinas: “El origen inmediato de nuestras desgracias<br />

[dice] no ha sido otro por cierto que la contienda ruidosa de dos de<br />

estas asociaciones, que han luchado hasta el último aliento por la<br />

posesión <strong>del</strong> poder”.<br />

Deués de su estancia entre nosotros, sigue Mora participando en la<br />

política nacional, cuando no como escritor, como diputado o como<br />

funcionario. Pero donde su talento se manifiesta en toda su<br />

brillantez, es como consejero de don Valentín Gómez Farías, en el<br />

gobierno de 1833 a 1834, que inicia, como se sabe, la Reforma en<br />

México. El programa liberal en el que Mora tomó una notoria<br />

participación, contenía revolucionarios propósitos, como el de la<br />

supresión de las leyes represivas de la prensa; la abolición de los<br />

privilegios <strong>del</strong> clero y la milicia; la supresión de los conventos; la<br />

destrucción <strong>del</strong> monopolio <strong>del</strong> clero en la educación pública; la<br />

abolición de la pena de muerte por <strong>del</strong>itos políticos y algo que<br />

representa una previsión genial de la injusta invasión<br />

norteamericana de 1847, o sea la preservación de la integridad de<br />

nuestro territorio absteniéndose de conceder irreflexivamente el<br />

establecimiento de colonias extranjeras.<br />

Pero mientras que Mora aconsejaba una acción enérgica y sorpresiva, en<br />

lo que hay que advertir su sagacidad política, Gómez Farías intentaba<br />

llevar a cabo pacíficamente la Reforma. Mientras tanto, el receloso<br />

Santa Anna, con el apoyo <strong>del</strong> clero y la milicia, contra quienes apuntaba<br />

con derechura uno de los principales propósitos reformistas, inició la<br />

reacción. Entonces Mora fue objeto de persecuciones que lo obligaron<br />

a expatriarse en Europa, hacia donde marchó en 1834. Se radicó en<br />

París añorando siempre la patria lejana, según se derende de la<br />

correondencia que sostuvo con sus amigos. En la capital de Francia<br />

escribió sus libros México y sus revoluciones y Obras sueltas, y vivió en<br />

situación tan precaria que en ocasiones estaba diuesto a trabajar<br />

hasta por el salario que se da a un criado.<br />

En los días de la invasión norteamericana, don Valentín Gómez Farías<br />

que era vicepresidente otra vez en el gobierno de Santa Anna,<br />

nombró a Mora “enviado extraordinario y ministro plenipotenciario<br />

de México en Inglaterra”. Minado por la tuberculosis, ejerció su cargo<br />

por breve tiempo.<br />

Aunque lo deseaba vehementemente, nunca pudo volver a la patria, por<br />

los peligros que para la integridad de su vida representaba su regreso.<br />

El door José María Luis Mora murió en París, el 14 de julio de 1850.<br />

Fecha relevante para el deceso de un hombre que tanto se significó en<br />

vida por las ideas revolucionarias que lo alentaron.


Lorenzo<br />

de Zavala<br />

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ombres hay que son tragedias vivientes. Otros, poseen el don<br />

carismático, “ángel”, como se dice ahora, por ignorante<br />

comodidad. Otros más, son hombres paradójicos, sublimes<br />

desterrados <strong>del</strong> Paraíso, cima y abismo. A este género pertenece<br />

Lorenzo de Zavala. Talento singular el de este yucateco metido por<br />

siempre en la intriga, la cábala, el escándalo. Pensador, político y<br />

hombre de acción, como lo fueron más tarde los liberales de 1857,<br />

desdeña el peligro y no le arredran ni las persecuciones ni los calabozos.<br />

Recibe Zavala una educación esmerada en la que no faltan latines y<br />

filosofías. Cuando es todavía un mozalbete, se adhiere al movimiento<br />

de la Independencia en su nativa Mérida, y se convierte en el<br />

promotor de las Juntas de San Juan. Como expone sus ideas<br />

libertarias con ostentoso desenfado, va a parar con todo y sus ideales<br />

a la prisión de San Juan de Ulúa. Cuando recobra la libertad, resulta<br />

eleo diputado por las Cortes Eañolas. Eíritu sagaz, su estancia<br />

en el Viejo Mundo le sirve para hacer preciosas observaciones.<br />

Diríase un Tocqueville a la inversa, atento para captar todo lo que<br />

ayude a madurar sus ideas democráticas.<br />

Zavala es un político nato. No puede vivir fuera <strong>del</strong> vértigo a que lo<br />

arrastran los partidos. Es diputado constituyente y presidente <strong>del</strong><br />

Congreso que dio a México la Carta de 1824. Cuando no salta de una<br />

Cámara a otra, ora como diputado, ora como senador, lo encontramos<br />

redaando artículos en el Águila mexicana, o desterrado<br />

voluntariamente en París, escribiendo su discutido Ensayo histórico.<br />

Afiliado al partido yorkino, hace triunfar a los suyos desde su encargo de<br />

direor de Elecciones, en Toluca, en 1826. En recompensa, sus<br />

protegidos y correligionarios lo eligen gobernador <strong>del</strong> Estado de<br />

México, puesto que habrá de ocupar en dos ocasiones. Toma<br />

posesión por primera vez el 8 de marzo de 1827.<br />

Sólo en el usufruo <strong>del</strong> poder pueden los hombres realizar su ideario y<br />

Zavala no quiere perder el tiempo. Diez días deués de su arribo<br />

declara propiedad <strong>del</strong> Estado los bienes de las Misiones de Filipinas, y<br />

se a<strong>del</strong>anta varios lustros a la Reforma. Prohíbe también la<br />

inhumación de cadáveres en las iglesias.<br />

Los caudillos sobrevivientes de la Independencia ostentan un<br />

furibundo sentimiento antihiano, y maquinan para que los<br />

estados decreten la expulsión de los eañoles. El Congreso <strong>del</strong><br />

Estado de México legisla en tal sentido. A sabiendas de que puede<br />

caer en desgracia —éste es el origen de sus desventuras—, Zavala se<br />

opone al decreto porque, según él, anula las promesas <strong>del</strong> Plan de<br />

Iguala, viola los Tratados de Córdoba y es contrario a las garantías<br />

que otorga la Constitución a los mexicanos. Además se destruyen


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

fortunas o se llevan fuera <strong>del</strong> territorio <strong>del</strong> estado. Esta oposición lo<br />

enemista con su partido y está a punto de caer de la gracia <strong>del</strong><br />

presidente Guerrero. Finalmente, no le queda otro remedio que<br />

doblegarse, y el decreto de expulsión se promulga.<br />

Más tarde, yorkinos y escoceses luchan por la presidencia de la<br />

república. Las pasiones se desatan; las ambiciones se desbocan.<br />

Tortuosas maniobras se ponen en marcha. En esta trama Zavala<br />

representa un papel importante. Nunca un gobernador <strong>del</strong> Estado de<br />

México ha desempañado una función tan relevante en la política<br />

nacional. Los partidos galantean con Zavala. Le ofrecen la<br />

vicepresidencia de la república; pero él se mantiene fiel a Guerrero, a<br />

pesar de todas las ofertas.<br />

Cuando sus enemigos triunfan, él se pone a salto de mata en los montes<br />

de Ocuilan con unos cuantos partidarios, hombre que no se deja<br />

vencer por los reveses, abruma las imprentas con manifiestos y<br />

artículos en contra de sus enemigos. Cuando quiere, regresa a<br />

México, y es reonsable de los excesos de la Acordada. Vuelve de<br />

nueva cuenta al Estado de México como gobernador y, bajo su influjo,<br />

de marzo a junio de 1833, el Congreso local realiza la tarea legislativa<br />

más brillante de periodo alguno en todos los tiempos. Expuesto a los<br />

azares de los partidos políticos, otra vez huye Zavala, ahora con<br />

rumbo a Zitácuaro, perseguido por un ejército, como si se tratara de<br />

un facineroso. Empero, regresa, deués de una transacción de<br />

partidos, todavía como gobernador. Aún tiene tiempo de mostrar un<br />

comportamiento generoso en extremo durante la epidemia de cólera<br />

que azota la entidad. Aún alcanza el honor de ser llamado<br />

Benemérito <strong>del</strong> Estado.<br />

Por fin, cansado de intrigas, ardides y persecuciones, decide ir como<br />

embajador de México ante Luis Felipe. De aquí en a<strong>del</strong>ante su estrella<br />

se eclipsa. Del alto sitial de benemérito habrá de pasar a la historia<br />

con el execrable baldón de traidor a la patria. Azuza a los texanos a la<br />

guerra contra México, y origina el desastre de 1847.<br />

Pero este traidor a la patria es a cambio uno de los grandes<br />

gobernadores <strong>del</strong> Estado de México. Pocas, muy pocas ocasiones, una<br />

administración ha sido tan fecunda como la suya. Crea el Instituto<br />

Científico y Literario, que ha de eerar más de cien años para<br />

convertirse en Universidad; funda la <strong>Biblioteca</strong> Pública; repara las<br />

carreteras de Veracruz y Toluca; construye un canal que conea a la<br />

ciudad de Texcoco con el lago <strong>del</strong> mismo nombre; nacionaliza las<br />

propiedades <strong>del</strong> duque de Monteleone y Terranova, descendiente de<br />

Cortés; suprime el monopolio <strong>del</strong> tabaco, antes estancado; distribuye<br />

entre los ayuntamientos terrenos baldíos; funda El Reformador,<br />

periódico oficial; excluye al clero de la enseñanza de la juventud.


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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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Es partidario de la colonización porque piensa que uno de los medios<br />

para salvar a México es el de poblar sus desiertas tierras. En contra de<br />

Lucas Alamán, sostiene que la economía nacional debe estar basada<br />

en la agricultura. Como avizora el peligro de una revolución motivada<br />

por la mala distribución de la tierra, divide haciendas por casi medio<br />

millón de pesos —cuantiosa para su tiempo— y las reparte entre más<br />

de cuarenta pueblos indígenas <strong>del</strong> valle de Toluca.<br />

Zavala el paradójico, benemérito y traidor. Maestro de los liberales de<br />

1857, y precursor <strong>del</strong> agrarismo mexicano.


Un decreto<br />

reformador<br />

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l liberalismo mexicano ha tenido en nuestra entidad,<br />

desde el principio de la Independencia, profundas raíces.<br />

Eminentes pensadores y militares lucharon en distintas<br />

épocas para ver triunfantes las ideas que encauzaron a la patria por<br />

los caminos <strong>del</strong> progreso.<br />

Los representantes populares que promulgaron en Texcoco la<br />

Constitución estatal de 1827 plantearon no pocas soluciones, en las<br />

que se encuentran los gérmenes de las ideas que habían de alcanzar<br />

su máxima expresión en el Congreso Constituyente de 1857.<br />

José María Luis Mora, diputado al Congreso que promulgó esa<br />

Constitución, reconocido hoy como uno de los ideólogos y<br />

precursores <strong>del</strong> liberalismo mexicano, iniró en esa asamblea<br />

numerosos decretos de una progresista ideología y luchó contra los<br />

fueros y privilegios de sacerdotes y militares. Sus ideas —que se<br />

pueden eigar a lo largo de sus escritos, así como en sus sabias<br />

intervenciones en los debates de la misma asamblea legislativa— no<br />

dejan lugar a dudas de que fue el más sagaz de los liberales<br />

mexicanos, por cuanto que supo señalar <strong>del</strong> modo más clarividente<br />

los lastres que frenaban el progreso de nuestra patria.<br />

El decreto número 7 <strong>del</strong> primer Congreso Constitucional de nuestra<br />

entidad, fechado en Texcoco el 22 de marzo de 1827 decía:<br />

El Congreso <strong>del</strong> Estado de México ha decretado lo siguiente:<br />

Art. 1. Se declaran pertenecientes al Estado de México todos los<br />

bienes que poseen en el mismo, los hoicios destinados para las<br />

misiones de Filipinas.<br />

Art. 2. Los que adquieran algunos en fraude de esta determinación,<br />

los perderán irremisiblemente y las autoridades a que toque velarán<br />

exaamente su cumplimiento.<br />

Art. 3. De los fondos <strong>del</strong> estado se mantendrán las iglesias que por<br />

cuenta de ellos se sostienen en él y se juzgue necesario que continúen.<br />

Art. 4. A los religiosos comprendidos en el artículo 1 se les<br />

ministrará por el gobierno, si residieren en los puntos <strong>del</strong> estado<br />

que aquel les designe, una pensión anual de cuatrocientos pesos<br />

cada uno para sus alimentos.<br />

Lo tendrá entendido […] dado en Texcoco a 22 de marzo de 1827.<br />

Este decreto, como es obvio, se anticipó con mucho a las leyes de<br />

Desamortización de los Bienes <strong>del</strong> Clero y fue expedido durante la


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

administración de Zavala, que no sólo se contentó con un liberalismo<br />

teórico, sino que puso en práica sus ideas, inclusive las agrarias,<br />

como lo comprueba el reparto de tierras que llevó a cabo en el valle<br />

de Toluca.<br />

En esto último Zavala se a<strong>del</strong>antó a los constituyentes de 1857, que<br />

pasaron como sobre ascuas por el problema de la repartición de la<br />

tierra; y también a la Revolución de 1910, que enarboló el reparto de<br />

la tierra como uno de sus más preciados ideales.<br />

Casi no es necesario recalcar, siguiendo la trayeoria liberal <strong>del</strong> Estado<br />

de México, que años antes de efeuada la Revolución de Ayutla,<br />

nuestra entidad, a través de Ignacio Ramírez y de toda la falange de<br />

jóvenes que acompañaron al gobernador Francisco Modesto de<br />

Olaguíbel, alimentaba desde entonces la llama <strong>del</strong> ideario liberal.<br />

Progresistas leyes fueron iniradas por Ramírez en el gobierno de<br />

Olaguíbel, como la abolición de las alcabalas, la Ley de Alumnos<br />

Municipales y la de la Libertad de los Municipios. Esto, sin contar<br />

con su labor docente en el Instituto Literario, donde formó un<br />

numeroso grupo de jóvenes con ideas avanzadas, entre los que<br />

destacaron Gumersindo Mendoza, Juan y Manuel Mateos, Joaquín<br />

Alcalde, José Fuentes y Muñíz, José María Condés de la Torre y,<br />

naturalmente, Ignacio Manuel Altamirano.<br />

También por este tiempo, estuvo en Toluca, siendo niño, el ilustre<br />

periodista liberal don Francisco Zarco.<br />

Posteriormente, cuando era gobernador Mariano Riva Palacio<br />

culminaron los trabajos <strong>del</strong> Congreso Constituyente de 1856-1857, y<br />

ese gobernante, quien era liberal, aunque moderado, ordenó fuera<br />

impresa en nuestra entidad la histórica Carta Magna. Representando<br />

a nuestro estado firmaron ese importante documento los diputados<br />

León Guzmán, en su caráer de vicepresidente <strong>del</strong> Congreso;<br />

Antonio Escudero, José L. Revilla, Julián Estrada, I. de la Peña y<br />

Barragán, Esteban Páez, Rafael María Villagrán, Francisco Fernández<br />

de Alfaro, Justino Fernández, Eulogio Barrera, Manuel Fernando Soto<br />

e Isidro Olvera, secretario <strong>del</strong> Congreso.<br />

Consta que Mariano Arizcorreta y Prisciliano Díaz González, aunque<br />

no aparecen como signatarios de esta Carta, tomaron parte en los<br />

debates <strong>del</strong> Congreso como representantes de nuestra entidad.<br />

Como es natural, no todos nuestros diputados tuvieron una auación<br />

destacada; pero tres tienen méritos suficientes para que el Estado de<br />

México pueda envanecerse de ellos, pues no en balde formaron parte<br />

de la generación más brillante que ha tenido nuestro país.


Línea 114<br />

El autor hace alusión al<br />

escándalo suscitado a raíz de<br />

que el Ayuntamiento cambió el<br />

nombre <strong>del</strong> Portal Reforma por<br />

el <strong>del</strong> poeta Horacio Zúñiga.<br />

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León Guzmán salvó la Constitución en los críticos momentos en que<br />

estuvo a punto de ser sustituida por el Código de 1824. Prisciliano Díaz<br />

González presentó ante el Congreso un elocuente voto particular en<br />

defensa de la integridad territorial <strong>del</strong> Estado de México. Isidoro<br />

Olvera estuvo, por sus ideas de redención social y de propiedad de la<br />

tierra, a la misma altura que Ponciano Arriaga, a quien nadie escatima<br />

sus enormes merecimientos de pensador y de sociólogo, que le han<br />

valido el merecido título de Padre de la Constitución.<br />

Estos son, someramente, en el campo <strong>del</strong> liberalismo, los timbres de<br />

orgullo de que pueda ufanarse nuestro estado. ¡Lástima que la<br />

culminación <strong>del</strong> año de la Constitución y <strong>del</strong> pensamiento liberal<br />

mexicano sorprenda a los liberales de esta ciudad, atizando una hoguera<br />

de inútiles discusiones. ¡Se hubiera podido hacer tanto, estudiando y<br />

divulgando el pensamiento de nuestros grandes reformadores, y<br />

aclarando muchos puntos oscuros de su auación política!<br />

Menos mal que eeran en lo porvenir generaciones más comprensivas<br />

que honrarán a nuestros eximios liberales, con el mismo fervor que<br />

ponen los pueblos civilizados en el culto de sus grandes hombres.


El liberalismo<br />

y la educación<br />

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acida la república a una vida independiente, una de las<br />

principales preocupaciones de los hijos <strong>del</strong> Estado de México<br />

fue la educación superior. No de otro modo los legisladores<br />

instituyeron en la primera Constitución estatal de 1827, que en el<br />

lugar donde se asentase la capital <strong>del</strong> naciente estado, debería haber<br />

un Instituto Literario. Sin embargo, este afán de nuestros primeros<br />

legisladores no se pudo llevar a cabo durante los primeros años de<br />

vida independiente. Fue hasta cuando los poderes se trasladaron de<br />

Texcoco al antiguo pueblo de San Agustín de las Cuevas, cuando el<br />

Primer Congreso Constitucional <strong>del</strong> estado se avocó a la discusión de<br />

lo que de hecho fue la primera ley orgánica <strong>del</strong> plantel.<br />

En la sesión <strong>del</strong> 15 de agosto de 1827, al dirigirse a los legisladores, el<br />

gobernador Lorenzo de Zavala decía:<br />

Uno de los establecimientos que más urgentemente deben llamar la<br />

atención <strong>del</strong> Congreso, es el de una casa de educación que proporcione<br />

a los hijos <strong>del</strong> estado los conocimientos de que por sistema <strong>del</strong> pasado<br />

gobierno carecieron hasta hoy los mexicanos. El artículo 228 de la<br />

Constitución prescribe la creación de un Instituto Literario en el lugar<br />

de la residencia de los supremos poderes, eerando que deberá<br />

abrazar todos los ramos de instrucción pública. El 13 atribuye al<br />

gobernador la obligación de promover la ilustración <strong>del</strong> estado, y el 32<br />

al Congreso de sistemar [sic] la educación pública. El ejecutivo ha<br />

comenzado a plantear los primeros cimientos de ese edificio moral.<br />

Dará cuenta en su tiempo con lo que ha hecho dentro <strong>del</strong> círculo de<br />

sus facultades, al Congreso correonde arreglar y formar el plan de<br />

instrucción pública. Este establecimiento es urgente, porque la<br />

ilustración es el más firme apoyo de las instituciones liberales, y porque<br />

es mengua <strong>del</strong> Estado de México carecer de un Instituto Literario al<br />

paso que otros se han apresurado a formarlo, y cuando estos dan idea<br />

<strong>del</strong> estado de civilización o ignorancia de las naciones.<br />

Concluía asegurando que la primera enseñanza para ambos sexos<br />

“estaba montada en San Agustín de las Cuevas como podía estar en<br />

lugar más culto e ilustrado de la República”.<br />

Ocupado el Primer Congreso Constitucional en discutir las medidas<br />

que deberían adaptarse para reprimir la sublevación de Montaño que<br />

tuvo su origen en territorio <strong>del</strong> estado, y en las diosiciones de<br />

expulsión de eañoles, la Comisión de Educación no había podido<br />

leer el diamen relativo a la creación <strong>del</strong> Instituto Literario, a esto se<br />

debió que el gobernador, en la sesión de clausura <strong>del</strong> periodo de<br />

sesiones, se dirigiera a los diputados en estos términos:<br />

Al aprobar el plan de establecimiento literario que el Ejecutivo ha<br />

tenido el honor de presentar al Congreso, deberá dar existencia moral


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

al grande, rico y heroico Estado de México. La separación de su antigua<br />

capital que por otra le ha traído muchas ventajas, le dejó sin estos<br />

grandes elogios y demás institutos literarios, que si bien se recienten de<br />

los tiempos en que se fundaron por el método de estudios adaptado en<br />

ellos, tienen sin embargo muchos elementos de sabiduría y virtud. Al<br />

levantar este establecimiento se va a dar atención, majestad y grandeza<br />

a pueblos que yacen en la oscuridad y olvido; a sacar a luz muchos<br />

ingenios agobiados bajo el peso de la superstición y de la ignorancia; y<br />

a generalizar la ilustración entre las clases que estaban condenadas a la<br />

ignominia y a la esclavitud. Naturalmente se obrará en principio con<br />

lentitud por la escasez general de profesores y de libros elementales;<br />

pero contando el gobierno con el celo de sus agentes, con la constancia<br />

de los direc–tores y con la aiva cooperación de los ciudadanos<br />

ilustrados que deseen ardientemente los progresos de las luces, no<br />

duda triunfar al fin de todos los obstáculos.<br />

Conjurada la sublevación de Montaño por la intervención <strong>del</strong> presidente<br />

Guerrero, pudo el Congreso Constitucional avocarse a tan importante<br />

asunto en la sesión <strong>del</strong> 15 de enero de 1828. El aa dice que “se leyó y<br />

puso a discusión en lo general, el diamen sobre la erección <strong>del</strong><br />

colegio”. El señor González Caraalmuro, en su caráer de presidente<br />

<strong>del</strong> Congreso, hizo recalcar “los felices efeos de la sabiduría de las<br />

naciones”, concluyó señalando las ventajas que los pueblos han<br />

obtenido con las ciencias y las artes, y terminó pidiendo que aprobase<br />

en lo general el diamen de erección <strong>del</strong> Instituto Literario.<br />

Don Epigmenio de la Piedra, que deués se había de distinguir por las<br />

brillantes proposiciones que hubieron de enriquecer lo que podría<br />

llamarse primera ley orgánica <strong>del</strong> Instituto Literario, comenzó por<br />

objetar el estado de la Hacienda Pública, que no podría soportar el<br />

pago de sueldo de todos los profesores, por lo que pedía que algunas<br />

cátedras se redujeran a una sola, como las de Gramática Latina y<br />

Castellana que podrían ser cubiertas por un solo profesor. Pugnaba<br />

por la unión de otras materias como la de Francés con Dibujo y la de<br />

Matemáticas con Filosofía.<br />

A los diputados que presentaron objeciones de tipo económico, el<br />

presidente <strong>del</strong> Congreso contestó diciendo:<br />

El estado es rico: cuenta con inmensos recursos, y puede que pongan<br />

a su diosición como unos cuarenta mil pesos que producen las<br />

temporalidades de los filipinos, cuya suma así como la de cuarta<br />

episcopal, no podrá tener otro destino más análogo a su fin que la<br />

educación cristiana y científica de la juventud.<br />

El primero de los artículos a discusión <strong>del</strong> diamen presentado por la<br />

Comisión de Educación, decía:


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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

El Congreso para dar cumplimiento al artículo 228 de la<br />

Constitución <strong>del</strong> estado, organiza provisionalmente y dota al<br />

Instituto Literario de instrucción pública pagando de los fondos <strong>del</strong><br />

estado las plazas de reor, maestro de aposentos, nueve catedráticos<br />

y portero de las escuelas de ambos sexos.<br />

El Presidente agregaba que, prescindiendo de la designación de reor,<br />

maestro de aposentos y catedráticos, en la que no podían menos que<br />

convenir todos los legisladores, era necesario el establecimiento de<br />

cátedras como las de Matemáticas y Dibujo, y las de Latinidad y Francés.<br />

El diputado Escudero opinaba que para acabar con los curanderos<br />

deberían impartirse en el nuevo colegio cátedras como las que<br />

enseñasen la “conservación de la salud, lo mismo que la obstetricia,<br />

higiene y anatomía”.<br />

En la sesión <strong>del</strong> 16 de enero de 1824 se aprobó la primera parte <strong>del</strong> artículo<br />

que dice: “El Primer Congreso Constitucional para comenzar a<br />

cumplir según lo permiten las auales circunstancias, el artículo 228<br />

de la Constitución <strong>del</strong> estado, funda, erige y organiza<br />

provisionalmente de sus fondos públicos, un instituto literario”.<br />

De las discusiones habidas se deduce que la principal preocupación de<br />

nuestros primeros legisladores fue la precaria situación <strong>del</strong> tesoro<br />

público. Este hecho se comprueba porque se aprobó, en casi todos los<br />

casos, que un mismo catedrático sirviera por un sólo sueldo dos<br />

clases o desempeñara alguna comisión extra.<br />

Previa discusión fue aprobado el siguiente personal para el naciente colegio:<br />

Un reor con $1,200, con obligación de servir también una cátedra.<br />

Un maestro de aposentos con $400 con obligación de atender también<br />

la mayordomía. Un portero con $120. Dos mozos con $192. Un<br />

catedrático de idioma Francés y direor de Dibujo con $700; y un<br />

ayudante en la dirección de Dibujo, con $200. Un direor de la Escuela<br />

Lancasteriana con $800; y su ayudante con $200. Para costos de aseo<br />

de dicha escuela, $60. Una direora de la Escuela Lancasteriana para<br />

niñas, $600. Una ayudanta con $200. Un catedrático de Matemáticas<br />

con $700. Por dos cátedras de Gramática Latina $1,200. Dos de<br />

Filosofía, $1,400. Un catedrático de Teología con $700. Una cátedra de<br />

Derecho Canónico y Civil, e Historia Eclesiástica, y otra de Derecho<br />

Constitucional, Público y Economía Política, con $700 cada una.<br />

En la parte relativa a los alumnos se aprobó lo que sigue:<br />

Habrá en el Instituto 24 becas de elección, tres por cada prefeura,<br />

y serán sostenidas por los fondos públicos que ministrarán $300


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

por cada una de ellas. Dichos niños serán eleos de la forma<br />

siguiente: cada Ayuntamiento de entre los niños que haya en sus<br />

municipalidades que sepan leer y escribir que sean de potencias<br />

claras y deejadas, bien inclinados, y de familias pobres, elegirá a<br />

la prefeura, en donde a presencia <strong>del</strong> Ayuntamiento de entre los<br />

niños todos de las municipalidades, se sacarán por suerte los tres<br />

de que habla el artículo anterior. En el caso de vacante de uno o<br />

más de estos niños, avisará el reor al gobernador, quien lo hará al<br />

prefeo o prefeos <strong>del</strong> distrito o distritos donde correondan las<br />

vacantes, para que se reemplacen a la mayor brevedad y en la forma<br />

y método que expresa el artículo anterior.<br />

Por lo que se refiere a los discípulos, los legisladores acordaron que:<br />

En el Instituto se recibirán niños pupilos, por la cantidad de $120<br />

anuales de colegiatura, de la que representarán un fiador, y pagarán<br />

por tercios a<strong>del</strong>antados, ministrándoseles por dicha cantidad lo que<br />

es costumbre en los colegios <strong>del</strong> Distrito Federal.<br />

También se admitirán pupilos en el Instituto, a quienes se les<br />

ministrará lo mismo que a los que vengan de las prefeuras, dando<br />

$300 en la misma forma y con las mismas precauciones que expuso<br />

el artículo anterior.<br />

Asimismo se admitirán pupilos, que pagarán 30 pesos de colegiatura<br />

anuales en la misma forma y términos que arriba se expresa, y por<br />

los que se les darán en el Instituto, habitación, libros, y demás útiles<br />

para la instrucción: pero los alimentos se los darán sus padres, y lo<br />

mismo los vestidos que serán conformes o iguales a los que se<br />

asignen a los alumnos <strong>del</strong> colegio.<br />

Esta proposición, como muchas de las anteriores, se debió a don<br />

Epigmenio de la Piedra, quien se mostró vivamente interesado en la<br />

fundación <strong>del</strong> Instituto, apoyado en estas razones:<br />

este artículo proporciona la instrucción y enseñanza a muchos jóvenes<br />

cuyos padres no tienen proporciones de erogar los gastos que los otros<br />

colegiales de quien se ha hablado en los artículos anteriores.<br />

Capenses se admitirán en todas las clases, cuantos se presentaren; y<br />

de éstos tendrán debido conocimiento los superiores <strong>del</strong> Instituto<br />

que según las constituciones deben tenerlo; [pues] facilita la<br />

enseñanza aun a los jóvenes de fuera <strong>del</strong> colegio, [como decía el<br />

señor González Caraalmuro].<br />

Trascribimos en seguida lo que los legisladores acordaron acerca de los<br />

servicios <strong>del</strong> Instituto:


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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

Ninguno de los que obtuvieren empleo o destino alguno, por el que<br />

disfruten algún otro sueldo o pensión, podrá obtener alguna plaza en<br />

el Instituto Literario, a no ser que renuncie la otra; y si algún<br />

individuo <strong>del</strong> Instituto fuere eleo popularmente, durante sus<br />

funciones no percibirá la pensión correondiente a la plaza <strong>del</strong><br />

Instituto, sino que se dará íntegra a quien le sustituya por<br />

nombramiento de la junta ineora <strong>del</strong> Instituto.<br />

Los diputados, ministros <strong>del</strong> Supremo Tribunal de Justicia, consejeros,<br />

gobernador y vicegobernador <strong>del</strong> estado, durante sus funciones, se<br />

deberán considerar como miembros <strong>del</strong> Instituto Literario, y todos<br />

reunidos formarán la Suprema Junta Ineora <strong>del</strong> Instituto, que el día<br />

10 de marzo de cada bienio, nombrará su presidente, dos secretarios y<br />

un tesorero. En el mismo día nombrará también de entre ellos mismos<br />

quince individuos, que formarán la Junta Ineora <strong>del</strong> Instituto, y a<br />

cargo de esta Junta Ineora <strong>del</strong> Instituto, estará velar sobre el<br />

puntual cumplimiento y fiel desempeño de las obligaciones reeivas<br />

de los empleados en el Instituto; cuidar de la buena inversión de sus<br />

fondos; <strong>del</strong> cumplimiento de los estatutos; fijar los rotulones<br />

convocando para las cátedras vacantes, y por votaciones hacer la<br />

calificación de idoneidad y suficiencia de los que hayan de premiarse.<br />

El diputado González Caraalmuro consideraba utilísimo este artículo<br />

porque:<br />

Dándole al colegio por miembros suyos a sujetos de representación y<br />

poder, y confirma y corrobora su subsistencia [la <strong>del</strong> Instituto] y la<br />

hace capaz de tantas mejoras, cuantas sean las que puedan darle las<br />

personas de que habla el artículo que por su ilustración y por el<br />

reeto que en el estado ocupan deben precisamente estar interesados<br />

en la educación de las luces.<br />

En lo relativo a la asistencia de alumnos y apertura de clases, el<br />

Congreso decía:<br />

No se abrirá ninguna cátedra hasta que no haya tres cursantes para<br />

ella, y el sueldo comenzará a correrles a los individuos empleados<br />

en el Instituto desde el momento en que se presenten a desempeñar<br />

sus funciones.<br />

Una comisión eecial <strong>del</strong> seno de este honorable Congreso,<br />

procederá conforme a su reglamento interior a formar a la mayor<br />

posible brevedad los estatutos, reglamentos y distribuciones que<br />

hayan de observarse en el Instituto, y a designar las obras o libros<br />

que hayan de adoptarse para la enseñanza.<br />

Por lo que ve a útiles escolares, el Congreso acordó lo que sigue:


[ 038 ]<br />

235<br />

242<br />

249<br />

252<br />

256<br />

261<br />

264<br />

273<br />

279<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Se designará el fondo necesario al Instituto para que en él se tenga<br />

un surtido competente de los utensilios necesarios a la instrucción<br />

de los niños, y de los libros que designen para la enseñanza, los que<br />

se darán a los pupilos por la colegiatura asignada en los artículos<br />

anteriores, y a los capenses o demás alumnos que ocurran por ellas al<br />

costo que tuvieron, procurando sea el más cómodo posible.<br />

Aunque no fue aprobado por el Congreso, don Epigmenio de la Piedra<br />

propuso un artículo para que hubiese en el colegio una cátedra de<br />

Medicina, dotada con $1,200, cuyo encargado asistiese, por la iguala<br />

de otros $300, a los enfermos dependientes <strong>del</strong> mismo plantel.<br />

Como es obvio, éste es el más remoto antecedente de la aual<br />

Escuela de Medicina.<br />

Por lo que se refiere a la Junta Direora <strong>del</strong> naciente colegio y a la<br />

oposición de cátedras, se aprobaron los siguientes artículos:<br />

En cumplimiento <strong>del</strong> decreto número “tantos” <strong>del</strong> Primer Congreso<br />

Constitucional <strong>del</strong> Estado de México, queda instalada esta suprema<br />

junta direora <strong>del</strong> Instituto Literario <strong>del</strong> mismo.<br />

La junta ineora con arreglo a la facultad que le da el mismo<br />

artículo fijará rotulones en las puertas <strong>del</strong> Instituto, y convocará por<br />

los periódicos a concurso para oposiciones a las cátedras que se han<br />

de proveer en esta ciudad.<br />

Al opositor que reuniere la mayoría absoluta de votos en la junta<br />

ineora, el gobierno expedirá gratis su título de catedrático o direor.<br />

En defensa y elogio <strong>del</strong> náhuatl, los señores Cardona, González<br />

Caraalmuro, Anaya y Castorena, hicieron la siguiente proposición:<br />

Pedimos que en atención a su belleza y mérito intrínseco <strong>del</strong> idioma<br />

mexicano, que en atención a la conveniencia y necesidad que hay de<br />

que por su medio se generalicen las luces y sentimientos, se<br />

establezca en el Instituto Literario de esta ciudad, una cátedra de este<br />

idioma, dotada con $600.<br />

El señor González Caraalmuro vigorizaba la proposición aduciendo que<br />

la lengua náhuatl es superior a la latina y sólo comparable a la griega,<br />

y que su enseñanza debía proporcionarse a la juventud mexicana y<br />

que, atendida la educación, nos hace iguales en pensamiento y en<br />

ideas, había de sacar a los indígenas <strong>del</strong> abatimiento en que yacían.<br />

Al cerrar su periodo de sesiones el Primer Congreso Constitucional, el<br />

gobernador don Lorenzo de Zavala aquilataba en todo su valor las<br />

tareas <strong>del</strong> Congreso en lo relativo a la erección <strong>del</strong> Instituto, diciendo:


[ 039 ]<br />

282<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

Habéis con todo trabajado en una materia importante. Penetrado el<br />

Congreso de que la base de felicidad social es la instrucción pública,<br />

y convencido de que sin ilustración no hay verdadera libertad,<br />

consagrasteis el tiempo preciso que os dejaban estas atenciones, a la<br />

discusión <strong>del</strong> decreto para el establecimiento de un instituto literario.<br />

Habéis concluido este decreto creador <strong>del</strong> edificio moral planteado<br />

por primera vez en el estado. ¿Quién podrá diutarnos esta gloria<br />

inmortal? Nuestros descendientes [agregaba proféticamente]<br />

recordarán con gratitud y admiración la energía e ilustración de los<br />

legisladores, que distraídos por tantas atenciones, no olvidaron<br />

atender a la educación pública, base y fundamento de la felicidad de<br />

los estados.


Decreto que<br />

ordena la<br />

fundación<br />

y erección<br />

<strong>del</strong> Instituto<br />

Literario<br />

[ 041 ]<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

01<br />

05<br />

10<br />

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41<br />

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45<br />

l ciudadano lorenzo de Zavala, gobernador <strong>del</strong> Estado<br />

Libre de México, a todos sus habitantes, sabed que el<br />

Congreso ha decretado lo siguiente:<br />

Artículo 1. Primer Congreso Constitucional para comenzar a cumplir<br />

según lo permitan las circunstancias, el artículo 228 de la<br />

Constitución <strong>del</strong> Estado, funda y erige de los fondos públicos <strong>del</strong><br />

mismo, y provisionalmente organiza un instituto literario que tendrá:<br />

Un reor que servirá alguna de las cátedras de facultad mayor,<br />

dotado anualmente con $1,200.<br />

Un catedrático de Teología, con la de $700 anuales.<br />

Un catedrático de Derecho Canónico y Civil, e Historia Eclesiástica,<br />

con la de $700 anuales.<br />

Un catedrático de Derecho Constitucional Público y Economía<br />

Política, con la de $700 anuales.<br />

Dos catedráticos de Filosofía, con $700 anuales cada uno.<br />

Un catedrático de Matemáticas, con $700 anuales.<br />

Dos catedráticos de Gramática Latina y Castellana, con la de $600<br />

anuales cada uno.<br />

Un catedrático de Idioma Mexicano, con la de $600 anuales.<br />

Un maestro de aposentos que hará también de mayordomo, con la<br />

dotación de $400 anuales.<br />

Un catedrático de Idioma Francés, que sea justamente direor de<br />

Dibujo, con la de $700 anuales.<br />

Un ayudante <strong>del</strong> mismo en la dirección de Dibujo, con la de $200<br />

anuales, y sesenta más para ayuda <strong>del</strong> aseo de la misma.<br />

Un ayudante de dicho direor, con la de $200 anuales.<br />

Una direora de la Escuela Lancasteriana para niñas, con la de $600 anuales.<br />

Un ayudante de la misma, con la de $200 anuales.<br />

Un facultativo de medicina y cirugía, dotado con $400 anuales para la<br />

asistencia de los individuos <strong>del</strong> Instituto Literario; a éste lo nombrará<br />

la Junta Ineora <strong>del</strong> mismo.


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91<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Un portero, con la de $120 anuales.<br />

Dos mozos, con la de $96 cada uno.<br />

Artículo 2. De cada una de las prefeuras <strong>del</strong> estado, vendrán tres niños<br />

al Instituto Literario, para cuyo sostén se ministrarán de los fondos<br />

públicos, $300 anuales por cada uno, para alimentos, vestidos, libros<br />

y utensilios.<br />

Artículo 3. Éstos serán elegidos en la forma siguiente: cada ayuntamiento<br />

de entre los niños que haya en sus municipalidades (prefiriendo los que<br />

sepan leer y escribir, que sean de potencias claras, bien inclinados y de<br />

familias pobres o indígenas) escogerá tres, de los que por suerte sacará<br />

uno, cuyo nombre lo remitirá a la prefeura reeiva donde a<br />

presencia <strong>del</strong> ayuntamiento de la cabecera <strong>del</strong> distrito, de entre todos<br />

aquellos cuyos nombres hayan remitido las municipalidades, se sacarán<br />

por suerte los tres de que habla el artículo anterior, y a los padres o<br />

superiores de los que la obtuvieron oficiará en el ao el prefeo para<br />

que a la mayor posible brevedad los conduzcan al colegio.<br />

Artículo 4. En el caso de vacante de una o más de estas becas, avisará el<br />

reor al gobernador, quien hará se llenen a la mayor brevedad, en la<br />

forma y método que expresa el artículo anterior.<br />

Artículo 5. Se admitirán pupilos en el Instituto, a quienes se ministrará lo<br />

mismo que a los que vengan de las prefeuras dotados por el estado,<br />

dando $300 anuales, que afianzarán y pagarán por tercios a<strong>del</strong>antados.<br />

Artículo 6. E igualmente se recibirán por $120 anuales de colegiatura,<br />

asegurados y pagados en la misma forma <strong>del</strong> anterior artículo, a quienes<br />

se asistirá como es costumbre en los colegios <strong>del</strong> Distrito Federal.<br />

Artículo 7. Asimismo se admitirán pupilos que pagarán $30 anuales de<br />

colegiatura, en la misma forma y términos que se expresan en el<br />

artículo 5, y por los que se darán en el Instituto, habitación, libros y<br />

demás útiles para la instrucción, pero sus padres o bienhechores les<br />

darán alimentos y vestidos, siendo estos últimos conformes o iguales<br />

a los que se siguen a los alumnos <strong>del</strong> colegio.<br />

Artículo 8. Se admitirán en todas las aulas escolares, de fuera o capenses<br />

para cursarlas, y de estos tendrán el debido conocimiento las<br />

superiores <strong>del</strong> Instituto.<br />

Artículo 9. Ninguno de los que obtuvieren empleo o destino por el que<br />

disfruten otro sueldo o pensión, podrá obtener alguna plaza en el<br />

Instituto Literario a no ser que renuncie a la otra; y si algún individuo<br />

de este colegio fuese eleo popularmente durante sus funciones, no


[ 043 ]<br />

95<br />

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115<br />

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126<br />

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136<br />

139<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

percibirá la pensión correondiente a la plaza <strong>del</strong> Instituto, sino que<br />

se dará íntegra a quien le sustituya en ella por nombramiento de la<br />

Junta Ineora.<br />

Artículo 10. El gobernador <strong>del</strong> estado, los diputados, teniente gobernador,<br />

consejeros, ministros <strong>del</strong> tribunal de justicia y tesoreros <strong>del</strong> estado,<br />

durante sus funciones, se deberán considerar como miembros <strong>del</strong><br />

Instituto Literario, y todos formarán la suprema Junta Direora <strong>del</strong><br />

mismo, que en el día 12 de marzo de cada bienio nombrará su presidente,<br />

dos secretarios y un tesorero. En el mismo día nombrará también de<br />

entre ellos mismos quince individuos que formarán la Junta Ineora<br />

<strong>del</strong> Instituto y al cargo de ésta estará velar sobre puntual cumplimiento<br />

y fiel desempeño de la obligación reeiva de los empleados en él:<br />

cuidar de la buena inversión de sus fondos y <strong>del</strong> cumplimiento de los<br />

estatutos; fijar rotulones convocando para oposiciones a las cátedras<br />

vacantes, y asistir a los exámenes u oposiciones de los pretendientes;<br />

y por votaciones hacer la calificación de idoneidad y suficiencia de los<br />

que hayan de obtener las cátedras. También hará anualmente la<br />

calificación <strong>del</strong> mérito de los niños que hayan de premiarse.<br />

Artículo 11. No se abrirá cátedra alguna hasta que no haya tres cursantes<br />

para ella y el sueldo comenzará a correr a los individuos empleados<br />

en el Instituto, desde el momento en que comiencen a desempeñar<br />

sus funciones.<br />

Artículo 12. Una comisión eecial <strong>del</strong> seno <strong>del</strong> Congreso nombrada<br />

conforme a su reglamento interior, procederá a formar a la mayor<br />

posible brevedad los estatutos y reglamentos que deben observarse<br />

en el Instituto Literario, y a designar las obras o libros que hayan de<br />

adaptarse para la enseñanza.<br />

Artículo 13. Se asignará el fondo necesario al Instituto para que tenga<br />

un surtido competente de los utensilios necesarios a la instrucción<br />

de los niños y de los libros que se elijan para la enseñanza, los que<br />

se darán a los pupilos por la colegiatura asignada en los artículos<br />

anteriores, y a los demás alumnos o capenses que ocurran por ellos<br />

al costo que tuvieren.<br />

Artículo 14. Se faculta al gobierno para contratar sobre el arrendamiento<br />

de la casa aualmente destinada al Instituto.<br />

Artículo 15. Éste seguirá en su localidad la de los Supremos Poderes<br />

<strong>del</strong> Estado.<br />

Artículo 16. El presidente de la Suprema Junta Direora en el ao de la<br />

instalación de ésta, dirá: “en cumplimiento <strong>del</strong> decreto número 95 <strong>del</strong><br />

primer congreso constitucional <strong>del</strong> estado libre y soberano de


142<br />

[ 044 ]<br />

145<br />

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157<br />

162<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

México, queda instalada esta suprema junta direora <strong>del</strong> Instituto<br />

Literario <strong>del</strong> mismo”.<br />

Artículo 17. La Junta Ineora con arreglo a la facultad que le da el<br />

mismo artículo que hará fijar rotulones en las puertas <strong>del</strong> colegio, y<br />

convocará por los periódicos a concurso para oposiciones a las<br />

cátedras que se han de proveer en esta ciudad.<br />

Artículo 18. Al opositor que reuniere la mayoría absoluta de votos en<br />

la Junta Ineora, el gobierno expedirá gratis su título de<br />

catedrático o direor.<br />

Artículo 19. Por esta vez el día 12 de abril se hará en todas las<br />

municipalidades la elección de los niños que conforme a este decreto<br />

deben venir al Instituto Literario, celebrándose en las prefeuras el<br />

sorteo el día 12 de mayo.<br />

Lo tendrá entendido el gobernador <strong>del</strong> estado, haciéndolo imprimir,<br />

publicar y ejecutar. Dado en la ciudad de Tlálpam a 18 de febrero de<br />

1828. Agustín Escudero, presidente; Luciano Castorena, diputado<br />

secretario; José María Velázquez de León, diputado secretario.<br />

Por tanto, mando se imprima, publique y circule a quienes toque cuidar<br />

de su ejecución. Dado en Tlálpam a 3 de marzo de 1828. Lorenzo de<br />

Zavala. José R. Malo, secretario.


Francisco<br />

Modesto de<br />

Olaguíbel<br />

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32<br />

44<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

n<br />

na nota esencial destaca en la vida pública de Olaguíbel; su<br />

patriotismo. Llega como gobernador al Estado de México en<br />

los días aciagos en que la república lucha contra la sublevación<br />

texana. La idea de mantener la integridad territorial lo obsesiona más<br />

que si hubiese sido el jefe de la nación. Por encima de todo, le preocupa<br />

el arbitrio de fondos para la guerra extranjera. No repara en los medios<br />

para llevar a cabo su propósito de iluminado. Cuando el convencimiento<br />

falla, cuando los resortes <strong>del</strong> patriotismo se entumecen en el corazón<br />

de los ricos, acude al préstamo forzoso. Lo que le interesa es ayudar al<br />

gobierno federal para que repela a los enemigos. Enemigos que han<br />

pasado de su humilde papel de colonos pedigüeños, al de limosneros<br />

con garrote, enhiestos, arrogantes, ingratos.<br />

No sólo la defensa de la patria brilla en su primer período gubernativo.<br />

Traslada a Toluca los poderes que el centralismo había establecido en<br />

la ciudad de México; deroga las leyes expedidas por ese repudiado y<br />

nefasto gobierno y, a<strong>del</strong>antándose a su tiempo, <strong>del</strong>imita legalmente la<br />

reonsabilidad de funcionarios y empleados públicos.<br />

Comprensivo y magnánimo con las aitudes a que arrastran los vaivenes<br />

de la política, mantiene en sus puestos a los empleados que sirvieron a<br />

los conservadores. Sus altos ideales patrióticos le señalan que debe<br />

ayudar al centro para repeler a los extranjeros; pero contesta airado<br />

cuando los ministros de Hacienda quieren dioner a su antojo de los<br />

fondos públicos <strong>del</strong> estado, exigiéndole onerosas exacciones.<br />

Tiene un sentido claro de lo que debe ser la honradez democrática. Se<br />

dirige al Colegio Eleoral para desenmascarar a quienes, empleando<br />

su nombre, tratan de ejercer presión para hacer designados miembros<br />

<strong>del</strong> Congreso local.<br />

Cuando ocupa constitucionalmente el gobierno <strong>del</strong> estado los<br />

acontecimientos políticos van de mal en peor. Al peligro extraño se<br />

suman las borrascas internas. Malos mexicanos agitan para pescar en<br />

río revuelto. Pero Olaguíbel es liberal; vale decir hombre de acción.<br />

Se hace nombrar coronel de la Guardia Nacional. Así, en su doble<br />

papel, abandona su escritorio de gobernante, y, al frente de su tropa,<br />

marcha a donde los descontentos y sublevados. Cuernavaca y<br />

Tlalnepantla lo ven pasar en apaciguadora misión. Pero los males y<br />

las penalidades no vienen solos. Todavía ha de defenderse de los<br />

ataques que le lanza un señor diputado, hipócrita y cauteloso, que<br />

más tarde habrá de ser gobernador.<br />

Olaguíbel es un elegido para sortear grandes calamidades. Durante su<br />

administración sobreviene la invasión de 1847. Su sino es contribuir,<br />

contribuir siempre; y sigue contribuyendo. Los oficios que turna al<br />

Ministerio de Guerra, no hablan más que de hombres y dinero,


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93<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

hombres y dinero, hombres y dinero. Ofrece premios a quienes<br />

fabriquen pólvora, fusiles y cañones; organiza juntas patrióticas para<br />

deertar los sentimientos <strong>del</strong> pueblo, reúne armas y recluta soldados.<br />

Hace que el teniente gobernador se traslade a Acapulco para convencer<br />

al general Álvarez a que auxilie con su ejército a los defensores de la<br />

ciudad de México, y a que traiga, por esos caminos de Dios, con<br />

ímprobos esfuerzos, pesadas piezas de artillería.<br />

Teniendo como faro a Olaguíbel, el Congreso local alcanza dimensiones<br />

de coloso. Su voz sibilina, cargada de grave elocuencia, se dirige a la<br />

nación para señalar los peligros —presentes y futuros— de la infame,<br />

oprobiosa, injusta invasión norteamericana.<br />

En admirable manifiesto, los diputados dicen:<br />

La usurpación que sólo por la violencia pretenden hacernos los<br />

Estados Unidos, está reconocida […] inicua por la prensa <strong>del</strong> mundo<br />

entero, por la misma de aquellas naciones que hacen a nuestro<br />

caráer las imputaciones más calumniosas e injustas. La causa de la<br />

guerra en el seno mismo de la república invasora, es sólo el interés de<br />

un partido empeñado en propagar la esclavitud doméstica […] Es la<br />

pretensión de sujetarnos al carro de su política, para que en lo<br />

a<strong>del</strong>ante no podamos hacer el más insignificante arreglo, sin obtener<br />

el previo beneplácito de esa nación, exclusivamente preocupada de<br />

intereses materiales. Si la invasión triunfa, veremos bien pronto<br />

turbada la <strong>del</strong>iciosa tranquilidad de nuestros campos por el<br />

chasquido <strong>del</strong> azote y los brutales gritos <strong>del</strong> mayoral de esclavos […]<br />

La suerte de nuestros compatriotas de Texas, Chihuahua, Monterrey<br />

y Veracruz, nos anuncian lo que nos eera de esa raza que nos<br />

derecia profundamente. Los anales de las conquistas de todos los<br />

países y todos los tiempos, nos enseñan lo que tiene que eerar la<br />

población dominada por la raza conquistadora […]<br />

Esta asamblea tiene la persuasión de que la clase de guerra que nos<br />

coronará con laureles de triunfo, es esa lucha de esfuerzos<br />

individuales, que se conoce con el nombre de guerra de guerrillas.<br />

Las ventajas de la disciplina, la superioridad de las armas, la<br />

provisión de todos los elementos necesarios para la guerra,<br />

desaparecen ante esa resistencia sorda y sin ostentación, que eía<br />

todos los descuidos, se aprovecha de todas las faltas, evita todos los<br />

encuentros desventajosos, hostiga sin cesar al enemigo, lo hiere de<br />

terror con sus ineerados y continuos ataques, y lo hace sucumbir<br />

sin gloria y sin fruto.<br />

El día en que los invasores no encuentren en toda la República un<br />

cuerpo regular con que medir sus fuerzas, y se vean rodeados de


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95<br />

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120<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

enjambres de enemigos ocultos que los pillen, los diezmen, los<br />

corten, y no les dejen ninguna hora un momento de descanso,<br />

maldecirán [el día] en que pusieron el pie en nuestras playas […]<br />

La República recogió tardíamente la enseñanza. Sin embargo, ésta fue la<br />

clase de guerra que se empleó en la invasión francesa. Pero volviendo<br />

a Olaguíbel, cuando la situación se tornó crítica, acudió con su<br />

ejército a las batallas de Molino <strong>del</strong> Rey y <strong>del</strong> Bosque de Chapultepec.<br />

Ya sabemos cuán inútil fue su sacrificio; como inútil el de todos los<br />

mexicanos que asistieron a la defensa de la patria.<br />

Pocos gobernadores han amado al instituto como Olaguíbel. Lo<br />

restableció. Lo hizo dirigir por Felipe Sánchez Solís. Reconstruyó su<br />

destartalado edificio.<br />

Solía comer con los alumnos y algunas veces deachaba los asuntos<br />

oficiales en la dirección <strong>del</strong> colegio. Cuando los norteamericanos<br />

entraron a Toluca, trasladó los poderes a Sultepec. Desde allí<br />

ordenó que el administrador de rentas siguiera entregando la ayuda<br />

pecuniaria que su gobierno había asignado al Instituto. Debido a la<br />

escasez de fondos, el servidor no pudo entregar más que cuarenta<br />

pesos, “arrancándolos de su maleta de desterrado”; Olaguíbel envió<br />

otros setenta pesos, excusándose sentidamente de no poder enviar<br />

mayor cantidad.<br />

Así quería a la juventud estudiosa este poblano singular, diplomático,<br />

profesor, periodista, militar y gobernador <strong>del</strong> Estado de México.


Los institutos<br />

de provincia<br />

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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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46<br />

n<br />

na de las ideas vertebrales <strong>del</strong> liberalismo mexicano, que<br />

quería hacer de nuestra patria una nación a imagen y<br />

semejanza de los países más civilizados y cultos de la época,<br />

fue la redención de la gran masa indígena y mestiza por medio de las<br />

luces de la educación.<br />

Nuestros primeros legisladores, muchos de ellos precursores <strong>del</strong><br />

liberalismo que hizo posible nuestra Carta Magna de 1857, se<br />

preocuparon igual que el resto de liberales <strong>del</strong> país por dotar a la<br />

niñez y a la juventud de centros docentes donde pudiesen cultivar su<br />

eíritu y contribuir con sus luces al desarrollo de nuestra nación.<br />

Veían, con profética claridad, que la independencia política que nos<br />

había arrancado de las garras <strong>del</strong> yugo eañol a un alto precio de<br />

sangre no podría alcanzar su expresión última, si no se manumitía<br />

también a las masas que habían permanecido en el más humillante<br />

estado de ignorancia.<br />

No de otro modo una de las preocupaciones fundamentales de los<br />

primeros legisladores de nuestro estado, eoleados por el genio de<br />

Lorenzo de Zavala, fue la de establecer, como ya lo había ordenado la<br />

Constitución estatal de 1827, un instituto literario y el de fortalecer<br />

este centro de instrucción con el establecimiento de una imprenta y<br />

de una biblioteca, elementos indiensables en la fecunda difusión<br />

<strong>del</strong> pensamiento.<br />

Fueron, pues, los institutos de provincia nacidos bajo el signo <strong>del</strong><br />

liberalismo almácigos donde germinaron y se difundieron innumerables<br />

ideas de progreso. Fue allí –como que en ellos impartieron enseñanza<br />

los mejores hombres de México– donde comenzó a tomar cuerpo la<br />

idea de que la independencia no había significado, salvo el pequeño<br />

paréntesis <strong>del</strong> gobierno de 1833, otra cosa que un cambio de personas<br />

en el poder. Todo, como por una lesiva inercia histórica, seguía como<br />

en la época colonial. Había censura de opiniones y represión de<br />

prensa, privilegios <strong>del</strong> clero y la milicia, intromisión de la iglesia en la<br />

política, y monopolio de la educación por el grupo clerical.<br />

Los institutos de provincia representaron en su tiempo la contrapartida<br />

a las instituciones educativas de tipo teológico, intransigentes y<br />

conservadoras. Y aunque el Instituto Literario <strong>del</strong> Estado de México<br />

no fue liberal en el estrio sentido <strong>del</strong> término, no pudo escapar al<br />

ineludible imperativo de su tiempo. Comenzó con un sello liberal.<br />

Liberales fueron quienes pensaron en su establecimiento y liberales<br />

quienes lo hicieron realidad.<br />

Pocos años deués de su fundación, liberal fue Ignacio Ramírez, el<br />

más excelso de quienes jamás hayan pisado el Instituto. Pero ya que


[ 050 ]<br />

48<br />

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62<br />

81<br />

86<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

nos ufanamos <strong>del</strong> liberalismo <strong>del</strong> más importante centro cultural de<br />

nuestro estado, es tiempo de que se intente, aunque sea en unas<br />

cuantas líneas trazadas a vuelta lápiz, averiguar cuál es el verdadero<br />

significado y trascendencia de las enseñanzas de El Nigromante en<br />

el Instituto.<br />

Fue un notable erudito y un brillante orador. Como lo primero, no pudo<br />

hacer otra cosa que informar con largueza a sus discípulos acerca de<br />

los últimos a<strong>del</strong>antos de la ciencia; y como lo segundo, cubrir su<br />

prédica con los vistosos ropajes de su elocuencia. Pero enseñar con<br />

veracidad, de acuerdo con los recientes progresos de un cuerpo de<br />

dorina, puede hacerlo cualquiera que sea erudito. ¡Y no eran pocos<br />

los que había en las filas de los conservadores!<br />

No es, por tanto, en esta faceta donde hay que buscar la trascendencia<br />

<strong>del</strong> paso de El Nigromante por el Instituto; sino en el signo político de<br />

sus enseñanzas; en su mensaje y ejemplo de maestro. Por Ramírez<br />

pudieron saber sus discípulos de literatura, que en arte las academias<br />

de México olían a rancio; que en esos años de lucha y creación de una<br />

patria nueva, ya no era tiempo de soñar en bucólicas Filis y Doroteas,<br />

y que había que introducir en el lenguaje poético el mundo de lo real<br />

y concreto, sin escapismos por la tronera de la cursilería. También<br />

por él aprendieron que, para “vulgarizar los experimentos es<br />

necesario multiplicar los gabinetes de Física y los laboratorios de<br />

Química”, que “la enseñanza profesional no debe comprender sino lo<br />

que es necesario, nada de latín, nada de idiomas muertos, nada de<br />

estudios metafísicos”, y que en México la educación de los indios es<br />

fundamental, porque si queremos “contar con ellos como ciudadanos,<br />

tenemos necesidad de comenzar por hacerlos hombres”, admirable<br />

lección que sigue vigente, sin que a pesar <strong>del</strong> tiempo transcurrido, el<br />

pensamiento de ese gran visionario se haya realizado con plenitud.<br />

Pero si en arte fue un revolucionario, o por lo menos un precursor que<br />

sirvió de ejemplo a quienes más tarde intentaron la formación de una<br />

literatura de tipo nacional, como sembrador de ideas no tuvo ni ha<br />

tenido igual dentro <strong>del</strong> Instituto.<br />

Su mensaje rebasó el ámbito estrecho <strong>del</strong> aula para invadir los amplios<br />

campos de la lucha política. No sólo supo formar buenos poetas y<br />

excelentes literatos y juristas. Su prédica liberal caló hondo en la<br />

mayoría de sus discípulos, algunos de ellos fueron a la guerra a<br />

sostener con las armas lo que antes habían escuchado y sostenido en<br />

la cátedra. En esto estriba la grandeza de Ramírez, por encima de las<br />

secas fórmulas de las ciencias y de las abstraas elucubraciones <strong>del</strong><br />

pensamiento, supo infundir entre quienes lo escucharon en el aula<br />

eeranza y fe en un mundo mejor.


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¡Qué contraste con lo que sucedió en la Revolución de 1910! En este año<br />

los institutenses fueron a la lucha, no porque sus mentores se los<br />

hubieran aconsejado, sino porque habían oído llegar hasta su plácido<br />

encierro el eco de las ideas libertarias que iban creciendo sobre el<br />

suelo patrio como el estruendo de un galope de monstruos.<br />

Los viejos maestros, hechos a la usanza y al conformismo de la época<br />

porfirista, se mantuvieron adormecidos en sus aulas, sordos al clamor<br />

de un pueblo que rompía sus cadenas de abyección y miseria.


Felipe<br />

Sánchez Solís<br />

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ntre las personas que más han influido para engrandecer el<br />

Instituto Científico y Literario, convertido hoy en universidad,<br />

destaca señeramente el licenciado Felipe Sánchez Solís.<br />

Originario de Nextlalpan, donde nació el 1º de mayo de 1816 supo de<br />

humildes oficios como los de milpero, pastor y arriero. Estudió en el<br />

Colegio de San Gregorio, de la ciudad de México, en donde fue<br />

condiscípulo y amigo de Ignacio Ramírez El Nigromante; y recibió su<br />

título profesional en el año de 1843.<br />

Pero más que sus escuetos datos biográficos, nos interesa destacar su<br />

brillante labor en pro de la educación en el Estado de México. En<br />

efeo, fue Felipe Sánchez Solís un decidido proteor de los jóvenes<br />

indígenas. Él mismo era indio, hablaba el náhuatl, y se sentía orgulloso<br />

de su estirpe. Se decía descendiente de tecutli Chiconcuatli, llegado al<br />

Valle de México en tiempo de Xólotl, y firmaba los escritos dirigidos a<br />

sus paisanos, con el nombre de nelton Chiconcuatli.<br />

De este modo se explica que cuando fue diputado en el Congreso<br />

durante el período de 1849 a 1851, hubiese propuesto y pugnado por la<br />

aprobación de la ley que obligaba a los municipios a enviar, a su costa,<br />

con caráer de becados, a los alumnos primarios más inteligentes y<br />

distinguidos; ley que favoreció en gran parte a niños y jóvenes<br />

indígenas.<br />

Nunca será suficientemente ensalzada esta benéfica ley que redimió de<br />

la ignorancia y miseria a numerosísimos jóvenes talentosos, quienes<br />

de otro modo se hubiesen frustrado en sus miserables villorrios,<br />

ocupados en humildes quehaceres campesinos. ¿O no hubiese sido<br />

éste el destino de Altamirano, sin la beca que lo trajo al Instituto?<br />

Felipe Sánchez Solís es una lección perenne de magisterio auténtico.<br />

Cuando fue direor, sin sueldo, <strong>del</strong> Instituto, puso en práica el<br />

pensamiento de Ramírez, quien creía que el resorte más seguro para<br />

formar la moralidad y los hábitos de la juventud es el buen ejemplo.<br />

En efeo, durante los aciagos días de la invasión norteamericana,<br />

cuando deués de ocupada la ciudad de México las fuerzas invasoras<br />

se posesionaron también de la ciudad de Toluca e incluso <strong>del</strong> edificio<br />

<strong>del</strong> Instituto, Sánchez Solís se retiró y ocultó con los alumnos<br />

becados en el rancho de la Virgen. Carente por completo de medios<br />

económicos para atender a la subsistencia de los alumnos indígenas,<br />

se dio a la tarea casi religiosa de recorrer las casas de las familias ricas<br />

de Toluca, “solicitando limosna para los gastos diarios <strong>del</strong> Instituto”.<br />

Como pedagogo al estilo de su tiempo, fue Sánchez Solís celosísimo en<br />

el cumplimiento <strong>del</strong> deber. Aunque casado y con hijos, había dejado a<br />

su familia en la ciudad de México, donde poseía una amplia casa en


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

las calles de San Felipe. Vivía en el Instituto con los alumnos becados<br />

y algunas veces solía comer con ellos en la misma mesa.<br />

Don Agustín González, el eminente pedagogo nuestro, que fue alumno<br />

municipal, refiere en su interesante libro Memorias de mi vida, que<br />

Sánchez Solís:<br />

Se levantaba a las seis de la mañana, y con infatigable celo recorría de<br />

día y de noche todos los departamentos <strong>del</strong> vasto e intrincado<br />

edificio vigilando a los alumnos. Casi diariamente, desde las nueve<br />

hasta las diez y media de la noche se paseaba por los dormitorios,<br />

acompañando al prefeo en turno. Como la más grave deficiencia<br />

<strong>del</strong> horario de los estudiantes, consistía en que no se les dejaba en los<br />

días de trabajo ni un solo momento de juego o aividad física libre,<br />

natural era que muchos de ellos burlando la vigilancia de prefeos y<br />

profesores, en vez de concurrir a sus cátedras… ‘pintaban el venado’,<br />

a lo cual llamábamos entonces ‘ir a salar la carne’.<br />

Los “salantes” eran siempre numerosos, sobre todo si se entiende que el<br />

edificio tenía cinco patios y además el jardín, y en varios de ellos<br />

había cuartos destartalados, así como escondrijos propios de aquella<br />

construcción conventual. Pero el infatigable direor, marchando a<br />

pasos cautelosos, se aparecía de improviso por todas partes, lo mismo<br />

en la cocina que en los talleres, ya sorprendiendo a un grupo de<br />

“cuajantes” –flojos que no estudiaban sus lecciones– entretenidos en<br />

jugar a las canicas o al “hoyito”, y a otro de “noveleros” que<br />

agazapados en algún rincón poco visible leían a Pablo y Virginia, o<br />

Los huérfanos de la aldea, fumando a la vez cigarrillos. A estos<br />

precoces fumadores solía restregarles los labios con la lumbre <strong>del</strong><br />

cigarro, así como dar fuertes tirones de orejas a todos aquellos a<br />

quienes sorprendía cometiendo alguna falta. La costumbre de<br />

acercarse a ellos por la ealda, y cautelosamente, le originaba<br />

algunas veces resultados imprevistos, como le aconteció que estando<br />

en el dormitorio uno de los alumnos más juiciosos y formales se<br />

había desnudado todo el tronco hasta la cintura para asearse y<br />

mientras metía en la jofaina rostro y cabeza emblanquecidos por el<br />

eumoso jabón, sintió una mano extraña que suavemente le tocaba<br />

por la ealda haciéndole cosquillas, y creyendo que se trataba de<br />

alguna maldad que intentaba hacerle cualquiera de sus amigos, le<br />

lanzó en alta voz y en tono indignado una picardía. Al oírla, el señor<br />

direor, cubriéndose escandalizado las orejas con ambas manos,<br />

exclamó: “¡Jesús, Jesús, hijito! ¡Y yo que tenía formado de usted un<br />

alto concepto!”<br />

No sólo fue Sánchez Solís un gran benefaor de la educación en el<br />

estado, ni fueron sólo alumnos de nuestra entidad quienes recibieron<br />

su ayuda –alojamiento, alimentación y vestido, en su casa de México–,


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sino de todos los rumbos de la república, como lo atestigua el hecho<br />

de que el Congreso de Nuevo León lo hubiese declarado ciudadano<br />

de ese estado, como testimonio de gratitud por su condua con los<br />

neoleoneses, al proteger a los jóvenes de dicha entidad fronteriza, que<br />

estaban en México, principalmente a los dedicados al estudio.<br />

Tal fue, en el ámbito de la educación, dicho en breves líneas, ese varón<br />

ejemplar, con quien el Estado de México está en deuda desde hace<br />

mucho tiempo.


Ideario<br />

pedagógico de<br />

Sánchez Solís<br />

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orre nuestro felipe Sánchez Solís fama de pedagogo<br />

excelente. Empero, otro pedagogo, también famoso, tiene para<br />

el antiguo direor <strong>del</strong> Instituto una opinión deeiva. ¿Qué<br />

hacer frente a dos juicios contradiorios? Vayamos al fondo de las<br />

cosas. Aquí, el fondo de un discurso pronunciado por el licenciado<br />

Felipe Sánchez Solís en la solemne distribución de premios verificada<br />

la noche <strong>del</strong> diez de diciembre de 1849. El folleto, publicado al año<br />

siguiente, es una rara pieza bibliográfica.<br />

Del discurso se derende que Sánchez Solís era partidario de una<br />

educación integral, es decir de cuerpo y eíritu. Afirma que la<br />

educación debe cimentarse sobre bases sólidas y que “formen el<br />

corazón” a la par que el entendimiento de los educandos, y los<br />

preparen “para empresas útiles a la causa pública, haciéndoles sentir<br />

el necesario enlace de la proeridad general con el interés privado”.<br />

Hay que estudiar el corazón de los educandos –decía–, para<br />

inculcarles los hábitos que deben hacer feliz o desgraciado su<br />

porvenir. Hay que infundir en los niños los primeros hábitos, y<br />

dirigir sus primeras sensaciones, porque de ellos depende la mayor<br />

o menor energía de la voluntad. A los “débiles, lentos, fríos o<br />

perezosos [agregaba] hay que formarles un caráer dócil, sumiso,<br />

amable, franco y reconocido, y a los inteligentes, evitarles las<br />

impresiones fuertes y penosas […] y mostrarles las virtudes que<br />

granjean la estimación pública, y presentarles los vicios que<br />

disminuyen el aprecio público”. En estas líneas, hasta el más romo<br />

de entendimiento advierte la intensión eminentemente política que<br />

orientaba la educación <strong>del</strong> Instituto en la época de Sánchez Solís. Se<br />

prepara bajo el ideario liberal a los más brillantes institutenses para<br />

el ejercicio futuro <strong>del</strong> poder.<br />

Régimen casi monástico tenían los institutos de provincia a mediados<br />

<strong>del</strong> siglo XIX. Sánchez Solís sustentaba, por tanto, ideas religiosas<br />

aplicables a la buena educación de los jóvenes. Creía que el mayor<br />

freno para las pasiones <strong>del</strong> hombre es el temor a un “ente que vigila<br />

nuestros más ocultos pensamientos, y castiga y premia las más<br />

pequeñas acciones con males o bienes perdurables”.<br />

Era enemigo de emplear el razonamiento para persuadir a los jóvenes.<br />

Estaba convencido de que a ellos hay que hablarles con el corazón más<br />

que con el entendimiento, porque son “más capaces de sentimiento que<br />

de raciocinio”. Creía que el trato social es indiensable en la<br />

educación. Por esto invitaba a los catedráticos institutenses a que<br />

acompañaran a sus discípulos a la hora de la comida, para que tuvieran<br />

“ejercicios práicos de urbanidad y trato social”. Y para que los<br />

“domésticos y subalternos no se descuidaran de la puntualidad y aseo<br />

<strong>del</strong> servicio”.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

En el comedor, no obstante que la situación <strong>del</strong> Instituto era precaria,<br />

tan precaria que más de una ocasión se vio en necesidad de pedir<br />

limosna para su sostenimiento, no se descuidaba la buena calidad de<br />

los elementos materiales. La vajilla es tan “decente –decía– como<br />

puede apetecerla el más cariñoso padre de familia”. ¡Qué contraste<br />

con las deortilladas y sucias vajillas de la mayoría de los internados<br />

auales, como se comprueba por las numerosas quejas que<br />

frecuentemente presentan los estudiantes, a las huelgas que muchas<br />

veces tienen su origen tanto en ese motivo, como en la pésima calidad<br />

de los alimentos!<br />

Era Sánchez Solís reetuoso de dejar libre curso a las inclinaciones <strong>del</strong><br />

educando. En efeo, afirmaba que a los jóvenes no se les debe<br />

“presionar a abrazar carrera para la que la Providencia les ha negado<br />

dones”. No descuidaba el diligente direor la educación artística de<br />

los alumnos. Había en 1849, en el Instituto, academias de pintura y<br />

música. Pelegrín Clavé y Vilar, direores de la Academia de San<br />

Carlos, visitaban frecuentemente el Instituto, invitados por Sánchez<br />

Solís, para que iluminaran con su consejo la buena marcha <strong>del</strong><br />

aprendizaje de los alumnos.<br />

Nada hay nuevo bajo el sol. Sánchez Solís es un precursor de la campaña<br />

de alfabetización en nuestra patria. Hacía que los alumnos internos<br />

enseñaran a los mozos <strong>del</strong> establecimiento “los ramos más precisos a<br />

su condición” e informaba con satisfacción de los buenos frutos que<br />

se habían logrado.<br />

En la “solemne” distribución de los premios no sólo recibían estímulo los<br />

jóvenes sobresalientes por su inteligencia, sino que se premiaba también<br />

a quienes más se habían distinguido “por sus arregladas costumbres”.<br />

En 1849 se hicieron algunas mejoras materiales al Instituto. Dio Sánchez<br />

Solís, públicamente, las gracias a las personas que lo auxiliaron<br />

económicamente. Los benefaores son, con el consabido don a guisa<br />

de nariguera, los señores González Arratia, Antonio Méndez, José<br />

Francisco Pliego, Antonio Mañón, Facundo Sosa y Ramón Martínez<br />

de Castro.<br />

Fue en el lapso 1847-1851 en que Sánchez Solís dirigió por primera vez el<br />

Instituto, cuando El Nigromante impartió clases en el plantel. Formó<br />

aquí una brillante generación liberal, en la que destacaron<br />

Gumersindo Mendoza, Juan y Manuel Mateos, Joaquín Alcalde, Jesús<br />

Fuentes y Muñíz, Luis Gómez Pérez y José María Condés de la Torre.<br />

En la biografía que Altamirano escribió de su maestro Ramírez dice que<br />

“los padres de algunos alumnos comisionaron a los señores Mañón y<br />

Juan Madrid, para que pidieran al direor <strong>del</strong> Instituto la separación


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de El Nigromante, porque enseñaba a la juventud ideas radicalmente<br />

liberales”. Y quizá ese señor Mañón, no sea otro que Antonio Mañón,<br />

a quien vemos aparecer en la lista de benefaores de quienes da<br />

cuenta Sánchez Solís en su discurso.<br />

Volvamos al mundo suborbital. Del Instituto egresaron el siglo pasado<br />

hombres con envidiable caudal de cultura. En las aulas <strong>del</strong> prócer<br />

colegio, bajo la mirada atenta de excelentes pedagogos y distinguidos<br />

profesores, adquirían los estudiantes una educación integral, como<br />

aquella que constituía el ideal de los griegos. ¡Cuánto hay, aunque no<br />

queramos, que aprender de las generaciones pasadas! Y es que en el<br />

Instituto de antaño se trabajaba. “No se pierde –decía el direor– un<br />

solo momento: desde el crepúsculo de la mañana hasta muy entrada<br />

la noche, es un constante trabajo.”<br />

Y desde el alba hasta la llegada de las sombras de la noche, trabajaban<br />

los estudiantes para medro eiritual propio, y para fama <strong>del</strong> plantel<br />

que un día figuró entre los primeros de la patria.


Manuel Alas<br />

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l estado de México era vastísimo. Heredero de la<br />

extensión territorial que le dejó la Colonia, sus dominios<br />

iban desde Acapulco hasta la Huasteca hidalguense. Cinco<br />

mutilaciones sufrió nuestra entidad. De las cinco salieron el<br />

Distrito Federal y los estados de Morelos e Hidalgo; y se formó en<br />

gran parte el estado de Guerrero.<br />

Varios hombres notables defendieron la integridad de su territorio.<br />

Entre ellos figuran Prisciliano María Díaz González y el ilustre liberal<br />

Manuel Alas, quien hizo brillante carrera política entre nosotros.<br />

Alas, hijo adoptivo <strong>del</strong> estado, y cuyos méritos apenas si se toman en<br />

cuenta, nace el 13 de abril de 1813, en uno de los socavones de la mina<br />

de Marqués Rayas, Guanajuato. Allí habían ido sus padres huyendo <strong>del</strong><br />

Panchón, pintoresco insurgente perseguidor de eañoles.<br />

Cursó la carrera de abogado en Guanajuato y Guadalajara, y obtuvo el<br />

título correondiente en México; en sus primeros años estudió latín<br />

y sobresalió en estudios de metafísica y ética. Como fue casi corriente<br />

en todos los liberales, fue hombre de acción y pensamiento. Sufrió<br />

prisiones y cargó grilletes. Vivió al borde <strong>del</strong> peligro, puso en juego su<br />

existencia y expuso a su familia al odio y a la venganza de sus<br />

enemigos. Lo liberal le venía de lejos. No en balde su primo hermano<br />

fue el filósofo de la Reforma, Melchor Ocampo; no en balde fue<br />

colaborador de Francisco Modesto de Olaguíbel, precursor <strong>del</strong><br />

liberalismo mexicano. Cuando en 1847 este notable gobernador<br />

traslada los poderes a Temascaltepec, es Alas el encargado de llevar<br />

los archivos para que no caigan en manos <strong>del</strong> invasor. Como premio a<br />

su hazaña, estuvo a punto de ser fusilado por apátridas.<br />

Más tarde lo encontramos como diputado, en la época de Santa Anna;<br />

pero mientras la mayoría de los hombres públicos que forman la<br />

corte <strong>del</strong> tirano está formada de truhanes, tahúres, galleros y<br />

proveedores de alcoba, él y el célebre diputado José Llaca son los<br />

únicos en desafiar desde la Cámara la omnipotencia de Santa Anna,<br />

acusándolo de autócrata anticonstitucional, revoltoso y orgiástico. El<br />

pueblo premia la valentía de sus representantes, aclamándolos<br />

mientras los lleva casi en vilo por las calles, deués de la sesión<br />

efeuada en un convento a hurtadillas de la policía.<br />

Entonces, pocas cabezas hay <strong>del</strong> movimiento liberal en el Estado de<br />

México. Los Guzmán, Plutarco González, Juan Saavedra y, ¡claro!,<br />

Manuel Alas. Durante la Revolución de Ayutla llega a coronel, y con<br />

las armas defiende sus ideas. Merodea por Temascaltepec y Villa <strong>del</strong><br />

Valle. Empero, no es, ni con mucho, un militar brillante. De cualquier<br />

modo, ponen dos mil pesos como precio a su cabeza. Más bien<br />

derrotado que viorioso, reonde a quienes le censuran que


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

siempre ande a salto de mata: “Pero perseguidos o persiguiendo, en<br />

más tierra sembraremos la semilla de la democracia y cosecharemos<br />

más abundantes frutos”.<br />

En la paz campirana o en el seno <strong>del</strong> hogar en Toluca, lo mismo que en<br />

la prisión o el destierro, nunca pierde su buen humor ni su agudeza<br />

de ingenio. Aprehendido en Toluca el año de 1854 por un esbirro de<br />

los conservadores, da con una pierna rota en la prisión de Santiago<br />

Tlaltelolco. Ni un solo día de los de su cautiverio ve la luz <strong>del</strong> sol.<br />

Cuando sale, tiene las piernas tan hinchadas que apenas cabe en los<br />

pantalones, más tarde se comenta en un círculo de amigos, que la<br />

tiranía envanece, engalla, hincha. A lo cual reonde Alas<br />

socarronamente: “Me consta, me consta”.<br />

Otra ocasión, casi en los umbrales de la muerte, envía el siguiente<br />

recado al direor <strong>del</strong> Monitor Republicano: “Diga usted a Vicente<br />

García Torres que ya tomé pasaje para el otro mundo, que voy en<br />

camino y aún puedo recibir encargos para la gente de bonete y demás<br />

que ande por el infierno o a donde yo vaya.”<br />

Manuel Alas ocupó provisionalmente la gubernatura <strong>del</strong> estado en el<br />

lapso comprendido entre julio y oubre de 1861. Entonces se efeuó<br />

una de las más importantes batallas –que no escaramuza de<br />

guerrilleros– que tuvieron por escenario la serranía de Las Cruces. En<br />

efeo, deués <strong>del</strong> combate de las lomas de San Miguel Calpulalpan, el<br />

país quedó, ni con mucho, pacificado. En las cercanías de la capital los<br />

reaccionarios seguían combatiendo como fieras heridas, y se ocultaban<br />

y fustigaban en los montes. La audacia de los regresistas llegó a tanto,<br />

que intentaban atacar a Toluca en los días en que el general González<br />

Ortega ocupaba esta plaza, y lo obligaban a salir a su encuentro. Fue en<br />

Jalatlaco donde sorprendió a las huestes de Márquez, y se libró una<br />

batalla en la que salieron vencedores los liberales.<br />

Veamos el parte rendido al gobernador <strong>del</strong> estado:<br />

Tianguistenco, agosto 14 de 1861<br />

Señor licenciado don Manuel Alas<br />

Mi querido amigo y compañero:<br />

No me fui hoy por Lerma porque la tropa está hecha pedazos y era<br />

necesario descansara hoy. Mañana quince <strong>del</strong> corriente pernoará<br />

mi división en Lerma, y el dieciséis subiré a la Sierra de las Cruces.<br />

Avísele esto al compañero Berriozábal. Buitrón fue también de los<br />

derrotados, así es que la reacción por estos rumbos acabó con sólo<br />

mandar algunas fuerzas pequeñas que recorran continuamente por<br />

estos pueblos. Hoy en la mañana vimos por distintos rumbos ir más<br />

de mil hombres diersos, sin armas, y en grupos de cinco o seis.


Línea 106<br />

Parte publicado en el periódico<br />

La Opinión Toluca, 26 de<br />

septiembre de 1909.<br />

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Nosotros recogimos el armamento que se hallaba tirado cerca de la<br />

iglesia, previniendo a los indios de Jalatlaco que recogieran todo lo<br />

que se hallaba por los barbechos y entre los arroyos, que sin duda<br />

pasa de mil fusiles. Les previne también los mandaran a Toluca. Esté<br />

usted muy pendiente de esto.<br />

Hasta las seis de la mañana que me vine de Jalatlaco, se habían<br />

levantado treinta y siete muertos <strong>del</strong> enemigo y siete nuestros.<br />

Murieron algunos jefes y oficiales reaccionarios. Mañana me veré<br />

aunque sean horas con usted. Voy a Toluca a recomendarle mis<br />

heridos. Mán<strong>del</strong>e este papelito al general Zaragoza, para que sepa<br />

mi movimiento.<br />

Jesús G. Ortega<br />

Las acciones más relevantes de Alas, además de su contribución a la causa<br />

liberal, son sin duda sus aos de protesta contra el establecimiento <strong>del</strong><br />

imperio de Maximiliano, o sus instancias contra la mutilación <strong>del</strong><br />

Estado de México que Juárez quería hacer en 1862. Se ha dicho siempre<br />

que los cercenamientos de nuestra entidad obedecieron a razones<br />

políticas; pero sin eecificarlos. Una reuesta se encuentra en la carta<br />

confidencial, que Juárez envió a Alas, como réplica a la protesta,<br />

también confidencial, que suscribieron éste y otros diputados, para que<br />

no se dividiera el estado en tres porciones independientes:<br />

La experiencia ha demostrado –decía Juárez– que en épocas de<br />

convulsiones, el estado de Toluca no puede estar bien gobernado por<br />

una sola autoridad. El mal no está en los hombres, si no en la<br />

inmensa extensión de ese estado. Entran y salen gobernantes a cual<br />

más de capaces y bien intencionados; pero no pueden pacificar al<br />

estado y entre tanto el gobierno general distrae sus hombres y<br />

recursos para detener el avance de los bandidos y evitar la disolución<br />

completa <strong>del</strong> estado. Cuautla, Las Cruces, Tulancingo y Tula están<br />

incesantemente plagados de reaccionarios y ladrones y el Gobierno<br />

de Toluca no los puede exterminar. Aualmente el traidor Mejía ha<br />

vuelto a invadir el distrito de Tula, y el gobierno general tiene que<br />

distraer parte de sus fuerzas que tenía destinadas a abatir al invasor<br />

extranjero, para liberar a los pueblos de aquel rumbo de las<br />

depredaciones de aquel bandido. Entonces no queda más arbitrio<br />

que establecer distritos militares, para que los jefes se encarguen de<br />

la pacificación de ellos, siendo los únicos reonsables y teniendo un<br />

radio proporcionado de mando, puedan con mayor éxito y con más<br />

celeridad lograr el objetivo, que es el restablecimiento de la paz.<br />

Los jefes deben tener todas las facultades necesarias para dioner de<br />

los recursos y para elegir a sus agentes, a fin de que puedan llenar su<br />

misión. Esto es lo que se ha acordado y esto durará mientras duren


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

las circunstancias. Restablecida la paz todo volverá al orden normal,<br />

pues no ha de ser eterno este estado excepcional que guarda el país.<br />

Y tenía razón el Presidente. No fue eterno el estado excepcional por el<br />

que atravesaba la patria; pero a pesar de sus seguridades, no se volvió<br />

al orden normal, y los temores de Alas se conformaron. En 1869, se<br />

llevaron a cabo la cuarta y quinta mutilaciones <strong>del</strong> Estado de México.<br />

Con las partes desmembradas, nacieron Hidalgo y Morelos, como<br />

entidades federativas.<br />

Alas ayudó al eminente jurisconsulto Alberto García a redaar la<br />

Constitución estatal de 1861, mo<strong>del</strong>o de sabiduría jurídica, según<br />

autorizadas opiniones. Por esa época, fundó y dirigió en la capital <strong>del</strong><br />

estado una sociedad filantrópica.<br />

Al triunfo de la Revolución de Tuxtepec, resultó magistrado, pero prefirió<br />

la tranquilidad de la vida hogareña. Aquí expiró, el año de 1889. Quiso<br />

descansar –gesto romántico– junto a la compañera de su vida, muerta<br />

tres años antes. En el atrio-panteón de Capultitlán una reja de fierro<br />

ciñe en apretado abrazo dos tumbas gemelas. Quienes estuvieron<br />

unidos en vida, permanecen unidos también en la muerte. El día en<br />

que alguien realice la idea de hacer una rotonda de hombres ilustres,<br />

desatará el nudo de una última voluntad sentimental, pero hará justicia<br />

a un hijo adoptivo que prestó eminentes servicios al Estado de México.


Nuestros<br />

constituyentes<br />

de 1857<br />

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o<br />

ii. ideario y a cción<br />

uál fue la auación de los representantes <strong>del</strong> Estado<br />

de México en el histórico Congreso que estruuró esa<br />

Carta Magna?<br />

Esta pregunta no abriga ningún interés bastardo ni el prurito de rebajar<br />

la valía de nuestros hombres, sino la intensión de colocarlos en el<br />

lugar que les correonda.<br />

Hecho el análisis de su auación, encontramos que Isidoro Olvera y León<br />

Guzmán fueron los más conicuos. Los demás, aunque brillantes en<br />

otros aeos, contribuyeron poco y algunas veces se opusieron a las<br />

avanzadas ideas que campeaban en el proyeo de Constitución.<br />

Mariano Arizcorreta, quien parece haber sido instrumento <strong>del</strong><br />

presidente Comonfort, estuvo a punto de dar contramarcha con el<br />

código liberal, pues puso en juego todas las ventajas que tuvo cuando<br />

fue presidente <strong>del</strong> Congreso, para restaurar la momificada Constitución<br />

de 1824. Con anterioridad había impugnado rudamente la libertad de<br />

conciencia, aunque si hemos de ser justos, tenemos que reconocer<br />

que no le faltaban ni elocuencia ni luces.<br />

Eulogio Barrera fue uno de los diputados que más intervino en los<br />

debates pero todas sus intervenciones fueron superficiales. Las de<br />

Antonio Escudero se caraerizaron porque siempre salió maltrecho<br />

y zaherido. El resto de los representantes tuvo una auación opaca, y<br />

diputado hubo que durante todo el período de sesiones intervino una<br />

sola vez en los debates.<br />

La auación <strong>del</strong> ilustre jurierito Prisciliano Díaz González, se redujo<br />

a la de un mero formalista. Quería que hubiera “más claridad, más<br />

precisión” en la redacción <strong>del</strong> articulado constitucional, y se pasó el<br />

tiempo proponiendo cambios de palabras. Sin embargo, lo redime su<br />

voto particular en defensa de la integridad territorial <strong>del</strong> estado.<br />

León Guzmán, a quien no sin razón se considera como el salvador <strong>del</strong><br />

Código de 1857, formó parte <strong>del</strong> grupo que presentó el proyeo de<br />

Constitución y es obvio que contribuyó con sus luces para redaarlo,<br />

pero ¿qué parte <strong>del</strong> eíritu de ese documento puede atribuírsele?<br />

Esto es algo que jamás podremos dilucidar. Sabemos, eso sí, que la<br />

redacción de los artículos es en su mayor parte obra suya. Pero si<br />

queremos saber, valiéndonos de su auación de los debates, cuál era<br />

su ideario, nos encontramos con que puede resumirse en unas<br />

cuantas palabras: fue adversario de la pena de muerte, quería —como<br />

Arriaga— la protección de la incipiente industria nacional, y<br />

aconsejaba que los extranjeros radicados en el país pagaran<br />

contribuciones. Además, sus intervenciones revelan que era hombre<br />

de mentalidad dialéica. Cuando intervenía era siempre para aclarar


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

ideas, para poner en orden las discusiones, para volver por el buen<br />

camino a los oradores extraviados. Si Prieto no nos hubiera dejado<br />

constancia de que era bilioso, se descubriría fácilmente por muchas<br />

de sus aitudes en los debates, cortantes y lacónicas.<br />

De todos nuestros representantes resulta Isidoro Olvera el más<br />

destacado, tan destacado como Ponciano Arriaga, cuyo ideario fue el<br />

más progresista de todo el Congreso Constituyente.<br />

Olvera fue hombre de cultura superior y autor de varios libros de<br />

medicina, que contenían ideas originales para su época. Su auación<br />

en el Congreso se distingue por el eíritu científico que en ella<br />

campea. No era partidario de la pena de muerte y en ese punto se<br />

a<strong>del</strong>antó a la legislación aual cuando apuntaba que “en materia<br />

criminal la jurirudencia admite circunstancias agravantes y<br />

atenuantes como la embriaguez, sin definirlas, sin aplicarlas y no lleva a<br />

examinar cuáles son los estados <strong>del</strong> alma que pueden producir <strong>del</strong>itos<br />

dignos de castigo”, y en otra parte de sus intervenciones agregaba que<br />

ante un hecho consumado no se decidiría a aplicar la pena de muerte<br />

antes de que el condenado hubiese sido examinado por un jurado de<br />

fisiologista, lo que equivale hoy a un jurado de psiquiatras.<br />

Por lo que se refiere al sufragio se oponía al voto direo “porque no se<br />

tendrá el voto <strong>del</strong> pueblo, sino de los particulares, no representando<br />

la verdadera opinión <strong>del</strong> país”, y agregaba: “la verdad es que el<br />

pueblo mexicano, en su inmensa mayoría, está muy lejos de la<br />

ilustración que se necesita para la elección direa”. Aquí se ve que<br />

pertenecía a los pocos liberales que toman en consideración la<br />

realidad <strong>del</strong> país.<br />

Pero donde verdaderamente raya a gran altura, en donde se comprueba<br />

que fue de los pocos diputados que querían hacer de la Constitución<br />

no sólo un código político, sino también un documento social, es en<br />

su proyeo de Ley Orgánica sobre el Derecho de Propiedad. Por éste<br />

sabemos que creía que la “tierra pertenece a todos los hombres” y que<br />

la usurpación de la misma condena a la miseria a generaciones<br />

enteras, y que “no hay propiedad legítima de terreno, si es mayor que<br />

la que pueda cultivar personalmente una familia”. Como se ve, no era<br />

ajeno al gran drama <strong>del</strong> pueblo mexicano que fue hasta antes <strong>del</strong><br />

triunfo de la Revolución de 1910 el de la carencia de tierras. No por<br />

falta de deseos se abstuvo de proponer en el Congreso una ley agraria,<br />

sino porque sabiéndose de la minoría liberal siempre vencida en la<br />

votación, sabía de antemano que su proposición estaba condenada al<br />

fracaso. Así se entiende cuando dice: “Sin embargo no porque sean<br />

tales mis convicciones en asunto de propiedad, debe eerarse de mí,<br />

que concluya proponiendo una ley agraria, según la estria<br />

significación de esta palabra”.


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En otra parte de su proyeo de Ley, decía:<br />

Hace más de diez años que en escritos anónimos unos y firmados<br />

otros, estoy inculcando a los ricos la idea de que ellos mismos, si<br />

fuere posible, dirigieran el drama [de los que reclaman justicia]<br />

sacrificando una corta porción de sus intereses para salvar el todo<br />

en vez de gastarla en necias revoluciones y resistencias armadas,<br />

buenas a lo más para disminuir temporalmente la acción, pero<br />

nunca para aniquilarla.<br />

Presentía que tarde o temprano los campesinos reclamarían por la<br />

fuerza lo que los ricos nunca les darían por su propia voluntad, y<br />

Zapata vino a demostrar cuánta era la razón que tenía.<br />

Por soluciones como la anterior, acomoda a Olvera el calificativo de<br />

“socialista al revés”, nombre que un escritor aplicaba a quienes querían<br />

aliviar el desequilibrio social de la repartición de la riqueza no por<br />

medios violentos, sino por el convencimiento religioso.<br />

Otras ideas no menos brillantes expuso Olvera en el Constituyente de<br />

1857; pero con las expuestas basta y sobra para acreditarlo no sólo<br />

como al más preclaro de nuestros representantes, sino como a uno de<br />

los más conicuos y sagaces de todo el país.


Un voto<br />

particular<br />

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a actuación de Prisciliano Díaz González en el Congreso<br />

Constituyente en 1857, a pesar de que no fue la de cualquier<br />

adocenado, estuvo siempre por debajo de su gran valía.<br />

De las biografías de León Guzmán y Prisciliano Díaz González se infiere<br />

que Mariano Arizcorreta tuvo influencia sobre ambos, relativa sobre<br />

el primero, decisiva sobre el segundo. Guzmán fue su protegido en el<br />

Instituto Literario de Toluca, y Díaz González hizo con él, en la<br />

misma ciudad, su práica forense. Sin embargo, las ideas liberales de<br />

León Guzmán discreparon de las de su proteor, tanto que por no<br />

presentarse a maniobras dentro <strong>del</strong> Congreso Constituyente, estuvo a<br />

punto de renunciar a la representación popular, porque pesaban en<br />

su conciencia por un lado los imperativos de la gratitud, y por el otro<br />

los deberes de su partido.<br />

En Díaz González la influencia de Arizcorreta pesó más y por más<br />

tiempo que en León Guzmán, como que tuvo en aquél, dentro <strong>del</strong><br />

Congreso, a uno de sus más elocuentes y decididos partidarios.<br />

Si quisiéramos poner en claro la filiación política de Díaz González, nos<br />

veríamos en grave aprieto. En 1847 fue nombrado diputado suplente<br />

por el Partido Federalista Puro de Toluca y, aunque de todos modos<br />

tendría que llegar a la Cámara, porque el propietario era diputado por<br />

otros colegios, renunció a su cargo, por consejo de Arizcorreta, a la<br />

razón gobernador <strong>del</strong> estado. Por esta aitud parecería que profesaba<br />

ideas conservadoras; pero esta presunción se ve desmentida, cuando<br />

más tarde se afilia a un grupo de jóvenes partidarios <strong>del</strong> Plan de Ayutla.<br />

Sin embargo, en la Guerra de Tres Años, fue secretario general en el<br />

gobierno <strong>del</strong> general Gregorio Callejo, alto encargo desde el que coniró<br />

a favor <strong>del</strong> Plan de Navidad, que airaba a la reconciliación de<br />

partidos. Durante el imperio de Maximiliano, lo encontramos también<br />

en Toluca como prefeo municipal. Cuando las armas nacionales<br />

triunfaron contra la intervención, se hizo juarista, pero se opuso,<br />

desde su encaño camaral, a las facultades extraordinarias solicitadas<br />

por el Presidente. En el gobierno de Lerdo fue porfirista y, finalmente,<br />

partidario de Vallarta, quien airaba a la presidencia de la república.<br />

Dicen sus biógrafos que Díaz González fue meritísimo abogado y notable<br />

orador, cualidad ésta que le fue en su tiempo muy celebrada, incluso<br />

por Altamirano que lo citaba en sus clases como mo<strong>del</strong>o de elocuencia.<br />

De su saber jurídico darán testimonio sus alegatos publicados en ocho<br />

volúmenes, el día en que alguien se decida a estudiarlos a fondo. En<br />

su calidad de presidente <strong>del</strong> Centro Correondiente de la Real<br />

Academia de Legislación y Jurirudencia fue designado para<br />

representar a México en el Congreso Jurídico Iberoamericano,<br />

efeuado en Madrid.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

De todos modos, por destacada que haya sido su vida pública, no queda<br />

otro remedio que reconocer que su auación en el Congreso<br />

Constituyente de hace cien años, estuvo por debajo de su prestigio de<br />

orador y de su saber de jurista. No obstante, pecaríamos de<br />

empecinados en no reconocer la gran valía de su voto particular en<br />

defensa de la integridad territorial <strong>del</strong> Estado de México.<br />

Pero para comprender en todos sus alcances los puntos medulares de<br />

ese voto, no está por demás ver cuál era la situación <strong>del</strong> estado por lo<br />

que ve a las mutilaciones territoriales que había sufrido.<br />

Hasta el momento de discutirse en el Congreso de 1857 los diámenes<br />

de la Comisión de Límites, el Estado de México había padecido ya<br />

tres segregaciones. Una para la erección <strong>del</strong> Distrito Federal, otra<br />

para la ampliación <strong>del</strong> mismo, y otra más para la formación <strong>del</strong><br />

estado de Guerrero.<br />

En el Congreso Constituyente de 1824 guió a los legisladores el criterio<br />

de que no deberían erigir estados demasiado extensos y ricos que más<br />

tarde alentaran ideas separatistas, ni tan pequeños que arrastraran<br />

una vida precaria.<br />

El Estado de México gozó siempre fama de potentado y, por el número<br />

de sus habitantes, por la feracidad de su suelo y por su antiguo<br />

apogeo minero, suscitó continuamente la codicia de entidades<br />

limítrofes. Tal era la situación en el Congreso de 1857. Querétaro<br />

deseaba los distritos de Texcoco y Tlalnepantla; y el estado de<br />

Iturbe, en proyeo también con el de Huejutla, y para hacer más<br />

crítica la situación, el estado de Guerrero reclamaba los distritos de<br />

Cuautla y Cuernavaca.<br />

Fue en estos momentos difíciles cuando elevó Díaz González su<br />

elocuente defensa. En ella decía:<br />

Aunque el aual presupuesto <strong>del</strong> estado expedido el doce de<br />

noviembre <strong>del</strong> año anterior –1856–, importa reeo <strong>del</strong> último que<br />

decretó la legislatura en 31 de mayo de 1852 una diferencia favorable<br />

de 85,341 pesos 4 reales, por economizarse hoy muchos gastos que<br />

son precisos en el renglón ordinario <strong>del</strong> estado no puede cubrirse el<br />

aual presupuesto con los ingresos, y por esto, señor, sufren tantas<br />

miserias los empleados de este mismo estado a quien por ironía tal<br />

vez se le llama hoy el estado coloso, el estado monstruo.<br />

Más a<strong>del</strong>ante agregaba:<br />

Por otra parte, señor, ¿quién podría decir con buena fe que las<br />

poblaciones <strong>del</strong> Estado de México están en su apogeo porque tenía


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éste, un sobrante en sus arcas en el año de 1852? No hay más que ver<br />

señor, ya no quiero decir, a los pueblos distantes que no conocerán<br />

muchos señores diputados, si no al menos a los que pueden observar<br />

en los caminos que conducen a esta capital. ¿Se desea noticia <strong>del</strong><br />

estado que guardan las poblaciones de Ixtapaluca, San Felipe <strong>del</strong><br />

Obraje y Lerma? Reondan por mí los señores diputados de<br />

Michoacán, que las han de ver visto al paso, pobres, arruinadas y<br />

acreditando con sus escombros y el triste aeo de sus casas, la<br />

miseria y abyección en que se encuentran. ¿Se requiere saber la<br />

miseria de Tlalnepantla, Cuautitlán, Tepeji <strong>del</strong> Río, Soyaniquilpan y<br />

Tula? Ocurro a los señores diputados de Jalisco y Querétaro, que al<br />

pasar las habrán percibido.<br />

Por lo que se refería a las pretensiones de Guerrero, decía:<br />

Yo no desconozco, señor, los muy buenos servicios que prestó este<br />

estado en contra de la tiranía, deseara que todos los estados procuraran<br />

repararle los mayores perjuicios que sufrió por obtener la libertad<br />

que hoy disfruta; pero que no sea el Estado de México quien con su<br />

perjucio incalculable se vea estrechado a presentar por todos el<br />

medio de remediar esos males…<br />

El voto finalizaba con esta conclusión que fue aprobada por la mayoría<br />

de los diputados: “El Estado de México conservará los límites que<br />

aualmente tiene”.


Ignacio Ramírez 01<br />

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l descubrimiento recientemente hecho en el Archivo<br />

<strong>del</strong> Tribunal Superior de Justicia, de la tesis profesional<br />

presentada por Ignacio Ramírez El Nigromante, destacado<br />

erudito, orador y reformista, pone de aualidad la figura de este<br />

hombre singular que una vez hizo temblar con su verbo fulgurante el<br />

glorioso recinto donde hace cien años se gestó la Constitución más<br />

trascedente y visionaria que ha tenido nuestro país.<br />

El Nigromante vivió en Toluca, allí se casó con doña Soledad Mateos y<br />

consumió parte de su vida sirviendo en puestos públicos y fue uno de<br />

los más coniucuos catedráticos <strong>del</strong> Instituto, en cuyas aulas dejó,<br />

pese a la incomprensión de la sociedad de su tiempo, parte <strong>del</strong><br />

oceánico caudal de conocimientos que había logrado atesorar en años<br />

de estudios en las bibliotecas de la ciudad de México.<br />

Ramírez, ya lo dijo Altamirano y se ha repetido hasta el cansancio, llegó<br />

al Instituto cuando tenía treinta y dos años de edad, pero “su cuerpo<br />

<strong>del</strong>gado y de talla más que mediana, se encorvaba ya como el de un<br />

anciano ‘agobiado por las vigilias <strong>del</strong> estudio’”.<br />

Su primera clase en el Instituto Literario de Toluca la impartió<br />

llegando de incógnito. A la salida lo eeraba, para “tener el gusto<br />

de saludarlo”, el direor <strong>del</strong> colegio, Felipe Sánchez Solís, algunos<br />

catedráticos y los alumnos curiosos que querían conocer de cerca al<br />

ilustre hombre cuyas cáusticas palabras habían levantado, a lo largo<br />

y a lo ancho de la república, polvaredas de discusiones y marejadas<br />

de rencores.<br />

A Ramírez lo trajo a Toluca don Francisco Modesto de Olaguíbel, quizá<br />

el mejor gobernante que hemos tenido. Vino en compañía de otros<br />

jóvenes talentosos, de ideas liberales, que deués se habrían de<br />

distinguir en los fastos de la historia patria.<br />

Ramírez tuvo, como secretario de Olaguíbel, una destacada auación.<br />

Se le debe el restablecimiento de la benéfica Ley de Alumnos<br />

Municipales que, propuesta por los legisladores de 1827, se había<br />

dejado en el olvido.<br />

Por consejo suyo desaparecieron las alcabalas, ese odioso estorbo que<br />

impedía el desenvolvimiento <strong>del</strong> comercio; se prohibieron los juegos de<br />

azar, y se planteó con asombrosa claridad el problema de la libertad de<br />

los municipios como base para lograr la redención de los indios.<br />

Su trayeoria en el Instituto fue brillante, como había sido en todas<br />

partes. Apasionado de la cátedra, elocuente y erudito, era capaz de<br />

mantener por eacio de varias horas la atención de sus discípulos,<br />

que lo escuchaban con embeleso. Pero si bien es cierto que estos lo


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

amaban, la sociedad de Toluca, recoleta y pacata, se hallaba<br />

escandalizada de sus ateísmo.<br />

Aunque estudios recientes han puesto al descubierto que el Instituto no<br />

tuvo a través de toda su historia sino un barniz de liberalismo,<br />

Ramírez logró dejar entre sus más seleos discípulos hondas<br />

raigambres <strong>del</strong> credo liberal. Alumnos suyos fueron Altamirano y<br />

Juan y Manuel Mateos, este último asesinado por Márquez en<br />

Tacubaya en el año de 1859.<br />

Pero a pesar de los entrañables afeos que El Nigromante logró<br />

sembrar en Toluca, pesó en su ánimo un profundo resentimiento<br />

hacia la ciudad que tan mal lo había tratado. Esta animadversión se<br />

hizo patente en el Congreso de 1856-1857, pues fue de los diputados<br />

que votaron por la mutilación <strong>del</strong> Estado de México. Pero es<br />

necesario aclarar y justificar las razones de su resentimiento.<br />

Hosco, decepcionado y escéptico deués de la Guerra de 1847, y tras de<br />

una breve estancia en Tlaxcala, Ramírez regresó a Toluca y se dedicó<br />

al ejercicio de su profesión, que en un medio hostil apenas le dejaba<br />

para vivir. Por instancias de Sánchez Solís, aceptó una cátedra de<br />

Filosofía <strong>del</strong> Derecho, y condescendió en impartir otra, gratuita,<br />

de Literatura.<br />

Mientras tanto, el partido moderado, con Mariano Riva Palacio a la<br />

cabeza, logró tener el poder. Ramírez fundó entonces un periódico<br />

llamado emis y Deucalión, donde con su elocuencia y causticidad<br />

acostumbradas, siguió luchando por la causa liberal. Ese periódico<br />

enderezó algunas críticas al gobierno en turno, y las hostilidades<br />

entre Ramírez y el gobernante se rompieron. Por este motivo, que se<br />

agravó con la publicación de un artículo titulado “A los indios”, fue<br />

arrestado y se le sentó en el banquillo de los acusados. Lo salvó su<br />

elocuencia, hasta el grado de que el público que presenciaba el<br />

proceso, prorrumpió en aplausos cuando terminó su defensa, y<br />

absuelto lo llevó en hombros hasta su casa.<br />

Por este incidente comenzó a gestarse contra Ramírez una lucha sorda<br />

por arrancarlo <strong>del</strong> Instituto. Un señor de apellido Mañón y otro<br />

llamado Juan Madrid, pidieron a Sánchez Solís la salida de Ramírez.<br />

Fracasó este primer intento, pero en ausencia <strong>del</strong> direor, que fue<br />

eleo diputado, se “separó –dice Altamirano– al catedrático que<br />

inoculaba a la juventud ideas nuevas y radicalmente liberales”.<br />

Vivió todavía algún tiempo en Toluca en condiciones difíciles, hasta<br />

que un día el erudito, el escéptico más que ateo, el mártir de todas las<br />

desventuras, el león de todos los combates, salió de Toluca, para<br />

seguir su trashumante y rebelde peregrinaje. Era el año de 1852 y lo


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95<br />

habían nombrado secretario general de Gobierno en el estado de<br />

Sinaloa. Allá en lo porvenir, a cinco años de distancia, para ungirlo<br />

en su consagración definitiva, lo estaba eerando el histórico<br />

Congreso de 1857.


Ramírez y<br />

el indio<br />

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amírez, el gran visionario y rebelde erudito, fue un gran<br />

defensor de los indios. A cien años de la época que conmovió<br />

con su dialéica genial, mucho de su pensamiento y de su<br />

ideario, sobre más de un importante tópico de la vida de nuestro<br />

país, sigue vigente en muchos de sus aeos.<br />

Todavía contemplamos hoy la entronización de pequeños grupos de<br />

explotadores por encima de una gran masa de explotados. Todavía, a<br />

la vuelta de la esquina, por encima de los buenos deseos de los<br />

teorizantes y de la política paternalista asumida por el gobierno,<br />

vemos el deprimente eeáculo de la explotación <strong>del</strong> indio por<br />

parte <strong>del</strong> extranjero que llega a renovar el drama de la Conquista, o el<br />

<strong>del</strong> mestizo ensoberbecido, o el <strong>del</strong> indígena empingorotado que se<br />

convierte en el principal expoliador de su raza.<br />

A veces las revisiones históricas o, dicho en otros términos, los<br />

exámenes coleivos de conciencia no pueden servir para otra cosa<br />

que para llenarnos de pesimismo y para inocularnos el virus de la<br />

decepción. No hemos avanzado mucho en la redención <strong>del</strong> indio.<br />

Primero fueron los encomenderos zafios y crueles; deués los<br />

caporales deiadados de las haciendas <strong>del</strong> Porfiriato, y hoy los<br />

capataces de las fábricas o de las grandes explotaciones imperialistas,<br />

los que siguen ultrajando la dignidad <strong>del</strong> indígena, considerándolo<br />

como bestia que debe cargar con todas las obligaciones, sin disfrutar<br />

de ninguno de todos los derechos.<br />

Hay ocasiones en que los movimientos progresistas dan impresión de<br />

haber dado contramarcha o de que, pasmados en la embriaguez <strong>del</strong><br />

triunfo, han descuidado la resolución de graves problemas.<br />

¿Quién niega hoy que la educación <strong>del</strong> indio es uno de los problemas<br />

medulares de México? Y es un problema que nos viene de lejos.<br />

Existía hace cien años, y perdura hoy, como la tenaz llaga de un mal<br />

incurable. Hemos mejorado en la construcción de escuelas y algo en<br />

la preparación de profesores, a pesar de que se sigue empleando a<br />

los improvisados. Pero los útiles escolares, el vestido y la<br />

alimentación de los educandos menesterosos, sigue constituyendo<br />

una grave causa de deserción escolar. Ramírez decía hace cien años,<br />

y parece que lo estuviera diciendo ahora:<br />

El gobierno debe mantener al alumno de la clase indigente. En los<br />

campos, el hijo <strong>del</strong> agricultor indígena y en las ciudades, el hijo <strong>del</strong><br />

artesano, mal alimentando, mal vestido, emprendiendo día a día los<br />

viajes largos de ida y vuelta, sin libros y útiles necesarios, puede<br />

asistir un mes, un año a la escuela; pero tarde o temprano desertará,<br />

aun cuando sólo sea para ayudar a sus padres o parientes a ganar una<br />

escasa subsistencia; medio millón de niños se encontrará en esa


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

situación deplorable. Pertenece a los estados remediar esa miseria,<br />

educar esa colonia tanto más laudable, cuanto que se compone de<br />

nuestros conciudadanos y puede salir de su cuna llevando la<br />

proeridad de la patria.<br />

Cuando plantea y justifica que la educación rural en México debe ser<br />

fundamentalmente la educación <strong>del</strong> indígena, dice:<br />

Existen en la república mexicana cinco o seis millones de habitantes<br />

que originariamente formaron veinte o treinta naciones diversas,<br />

siendo las unas el tipo de la barbarie y llegando las otras a un grado<br />

de civilización apenas inferior al de Japón o de la China; las<br />

instituciones de estos pueblos fueron destruidas por la Conquista;<br />

quedan los hombres y los idiomas, y algunos monumentos y vestigios,<br />

testigos de la antigua grandeza; esa mayoría de ciudadanos no ha<br />

mejorado con la Independencia.<br />

Pero donde raya a gran altura, donde se comprueba que escribió en<br />

favor <strong>del</strong> indio, un puñado de verdades pocas veces superadas, es<br />

cuando dice:<br />

Los indígenas nada saben; y sólo sirven de labradores o de soldados;<br />

los que dentro de ellos se levantan sobre su clase, forman<br />

excepciones marcadas. Sus recuerdos están en contradicción con lo<br />

presente; sus costumbres son humildes; sus necesidades, escasas; sus<br />

idiomas producen el aislamiento.<br />

Ellos tropiezan diariamente con magníficos edificios; pero tienen la<br />

costumbre de no habitar sino chozas donde no hay un rincón para<br />

la más ligera comodidad; pasan por la puerta de los teatros y no<br />

saben lo que brilla en la escena; el lujo de los aparadores, en las<br />

casas de modistas y en las perfumerías, no es para sus mujeres, no<br />

soechan que pudieran viajar en los coches que suelen<br />

atropellarlos; los prodigios <strong>del</strong> arte y de la ciencia les son<br />

incompresibles y les parecen monstruos; rompen el alambre<br />

telegráfico para ver salir la palabra; en los periódicos no descubren<br />

sino viñetas, el ferrocarril y los grandes buques les causan miedo;<br />

en las elecciones ven una eecie de leva; han llegado a tal<br />

postración que pasarían por animales desconocidos para sus<br />

emperadores y caciques, si estos se escaparan de su tumba.<br />

Cuánta pasión y cuánta fe hay en las siguientes palabras:<br />

[...] ellos [los indios] conservarán su traje; pero antes que termine el<br />

siglo, so pena de desaparecer en el siguiente, ellos deben figurar con<br />

toda la aividad de su inteligencia, con todo el entusiasmo de los


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nuevos intereses, en la industria, en la agricultura, en el comercio, en<br />

la política y en el teatro de la civilización y el progreso.<br />

Desgraciadamente ni sus predicciones ni sus deseos se han cumplido: los<br />

indígenas no han desaparecido, ni figuran en los nuevos intereses, a<br />

menos que no sea como masa de explotación perenne. No participan<br />

en la industria –que está en manos extrañas– sino como obreros. Han<br />

abandonado la agricultura para ir de esclavos a los lejanos campos de<br />

los nuevos conquistadores rubios, y no intervienen en el comercio sino<br />

como compradores, y en la política sólo sirven de comparsas.<br />

En otra parte de su ideario El Nigromante decía, refiriéndose también a<br />

los indios:<br />

¿Qué debemos, pues, enseñarles? ¿El Catecismo? La mayor parte de<br />

lo que este libro contiene, ellos lo saben y lo praican, sobre poco<br />

más o menos, como todos los pueblos <strong>del</strong> mundo. ¿Poesía? Esa es<br />

una iniración de ciertas circunstancias sociales, y se aviene mal<br />

con la esclavitud y la barbarie. ¿Historia? ¡Qué importa a la raza<br />

indígena lo que pasó hace veinte siglos en Grecia o Roma! La historia<br />

nacional no está por hacerse. ¿Metafísica? Con ella no mejoran el<br />

cultivo de sus tierras; con ella no robarán la industria de la seda a los<br />

franceses ni a los chinos; con ella no se aventurarán en el seno de los<br />

mares. ¿Será bastante que les enseñemos leura, escritura y algunas<br />

cuentas? Muchos de ellos han aprendido todo esto; y lo han olvidado<br />

por no tener qué leer, qué escribir, qué contar. No hay que cansarse;<br />

ellos deben saber lo que saben todos los pueblos ilustrados, lo que<br />

hoy se trata de enseñar a todas las clases.<br />

¡Qué grandiosa lección para lo presente! ¡Qué claridad heredada a una<br />

generación como la nuestra, acerca de uno de los más graves e<br />

inaplazables problemas de México!<br />

¡Ah, si quienes parecen interesarse por la educación elemental quisieran<br />

transformarla radicalmente! ¡Si además de escuelas normales de las<br />

que desertan profesores que no quieren encararse con el drama de la<br />

vida rural, hubiera en el mismo campo centros de adiestramiento,<br />

donde además de la instrucción primaria se enseñase a los niños<br />

campesinos cómo mejorar los cultivos, cómo plantar y hacer<br />

producir a los árboles frutales, cómo fomentar nuestra raquítica<br />

ganadería, cómo explotar aves, apiarios y gusanos de seda!<br />

De todos modos, la profética visión de nuestros grandes hombres sigue<br />

en pie, y seguimos teniendo eeranza de que ha de llegar el día en<br />

que la patria soñada se convierta en la patria realizada. Si no fuera de<br />

este modo, tendríamos que decir parangonando al poeta: “¡Manes de<br />

nuestros héroes, qué inútil fue vuestro sacrificio!”


El peregrino<br />

de Tixtla<br />

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l viejo instituto <strong>del</strong> estado, convertido hoy en<br />

universidad, ha visto pasar por sus aulas, lúcidas inteligencias<br />

que luego han brillado en los mejores momentos de la patria.<br />

De estos hombres que rebasaron el estrecho horizonte de una gloria<br />

aldeana fue Ignacio Manuel Altamirano, el Peregrino de Tixtla.<br />

Vida campesina hasta el filo de los catorce años, tuvo la suerte de<br />

encontrar en el Instituto de Toluca al notable erudito Ignacio Ramírez,<br />

bajo cuya paternal dirección se asomó por vez primera a los vastos<br />

horizontes <strong>del</strong> mundo de la cultura. Maestro, orador, periodista de<br />

combate, crítico teatral y novelista, a los treinta años –dice un<br />

renombrado crítico– gobernaba el mundo inteleual de México.<br />

No vale la pena repetir su llegada al Instituto, que por otra parte él ha<br />

referido magisterialmente. Cuando arribó a Toluca, sus ojos de<br />

campesino contemplaron una ciudad que debe haberle parecido<br />

demasiado grande, tanto como a cualquier provinciano las monstruosas<br />

urbes contemporáneas, como Nueva York, Londres o París.<br />

La capital <strong>del</strong> estado contaba entonces aproximadamente con cuatro mil<br />

habitantes. Se habían hecho algunas mejoras como la construcción<br />

de los portales y la introducción de agua potable, pero sus limitantes<br />

iban apenas de la Alameda hasta la Cortadura y de la iglesia <strong>del</strong><br />

Carmen a lo que hoy es la calle de Pensador Mexicano.<br />

Salvo pequeños descansos semanarios la estancia de Altamirano en<br />

Toluca –dos años– transcurrió dentro <strong>del</strong> Instituto, y apenas se veía<br />

interrumpida por breves salidas dominicales, o cuando asistía con sus<br />

compañeros a las ceremonias cívicas o religiosas.<br />

Casi toda su estancia en Toluca coincidió con el gobierno de don Mariano<br />

Riva Palacio, y es casi seguro que la mañana <strong>del</strong> 16 de septiembre de<br />

1851, asistió con sus condiscípulos y con sus maestros institutenses, a<br />

la solemne inauguración de la primera estatua erigida en el país al<br />

padre de la patria, don Miguel Hidalgo, hecho que ocurrió en el aual<br />

Jardín de los Mártires, donde cinco años antes, Francisco Zarco, casi<br />

niño, pronunció un fervoroso discurso patriótico, frente al gobernador<br />

Francisco Modesto de Olaguíbel.<br />

La noche <strong>del</strong> mismo 16 de septiembre de 1851 se inauguró también el<br />

teatro Principal. Un grabado de la época muestra el recinto<br />

pletórico de emperifolladas damas y elegantes caballeros. Este<br />

suceso que constituyó un hecho relevante para la sociedad<br />

tolucense, debe haber llegado a conmover, tras las paredes <strong>del</strong> viejo<br />

Instituto, la imaginación estudiantil. Fuera de estos sucesos sólo una<br />

que otra travesura pudo haber alterado el casi monástico ambiente,<br />

donde un pequeño grupo de estudiantes luchaba, bajo la custodia


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

de un celoso pedagogo, por aprender los principios de las ciencias<br />

más avanzadas de su época.<br />

Durante sus ocios dominicales, quizás haya ido a pasear a la Alameda,<br />

cuyos árboles comenzaban a ensanchar su follaje, pues habían sido<br />

plantados nueve años antes: pero más bien debemos imaginarlo de<br />

paseo por alguno de los áridos cerros de la sierrita de Toluca, con un<br />

dejo añorante de los ubérrimos alrededores de su pueblo natal.<br />

Una vez, quién sabe con qué subterfugios, con monedas ahorradas<br />

durante meses, fue a la capital de la república en diligencia, según nos<br />

lo ha transmitido amenamente en una crónica de viaje.<br />

Por esta época Altamirano tenía un caráer voluntarioso y era a<br />

menudo terco y obstinado. Su inteligencia era lúcida y siempre figuraba<br />

a la cabeza de sus compañeros de estudios.<br />

Aunque breve, la estancia de Altamirano en el Instituto dejó en su<br />

pensamiento un fecundo limo inteleual. En este plantel se deertó<br />

su vocación por el periodismo y recogió los primeros frutos de su<br />

ideología liberal que no había de abandonar hasta su muerte.<br />

El gran escritor salió <strong>del</strong> Instituto por algún pecadillo que sirvió de<br />

pretexto para ocultar la causa verdadera: su admiración por el<br />

iconoclasta Ramírez, metido en líos con el gobernador en turno. A su<br />

salida –llamémosle expulsión– <strong>del</strong> colegio, se agregó a una compañía<br />

dramática de la lengua, con la que llegó a la ciudad de México. Aquí<br />

lo recibió, náufrago de esa resaca de la vida, Felipe Sánchez Solís, el<br />

pedagogo indígena, el sempiterno de los estudiantes desvalidos.<br />

Mientras Altamirano estudiaba para gran hombre en el Colegio de<br />

Letrán, al otro lado <strong>del</strong> Monte de Las Cruces, quedaba la ciudad<br />

gélida y timorata que un día se eantó de la luz relandeciente de<br />

un astro. ¡Este astro era el solitario Nigromante, que se había<br />

quedado en Toluca para luchar con la eada de su dialéica<br />

implacable y mordaz contra una sociedad que se aferraba a los viejos<br />

cánones de una forma de vida anquilosada y decrépita!


León Guzmán<br />

Línea 28.<br />

Puede tratarse <strong>del</strong> rancho de<br />

San Isidro, en Nuevo León,<br />

donde según sus biógrafos murió<br />

León Guzmán.<br />

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oco debe quedar, en verdad, <strong>del</strong> epistolario familiar de<br />

León Guzmán, el insigne tenanguense que, con Isidoro Olvera<br />

y el potosino Ponciano Arriaga, fue uno de los más altos<br />

representativos <strong>del</strong> histórico Congreso Constituyente de 1856-1857.<br />

Presidente, secretario y miembro de la comisión que presentó el<br />

proyeo de esa Carta Magna, su intervención en los debates de las<br />

asambleas se vio por ese motivo considerablemente reducida. De<br />

todos modos, se le considera como el salvador de ese trascendental<br />

documento, pues lo defendió vigorosamente de las acometidas de<br />

los timoratos y escrupulosos diputados que abogaban por el<br />

establecimiento de la momificada Constitución de 1824, que tuvo<br />

para su tiempo ideas muy avanzadas, pero que en 1857 no podía ser<br />

otra cosa que una venerable reliquia de museo.<br />

Pero volvamos a las cartas. Sobre tres que están en poder de una de<br />

las descendientes de don León, hemos podido pasar nuestra mirada.<br />

Pero la que nos interesa es una larga epístola fechada en la ciudad de<br />

México, en agosto de 1873. Fue dirigida a sus hermanos G. [Guadalupe]<br />

Lucio Guzmán que, anciano y achacoso, residía a la sazón en Tenango<br />

<strong>del</strong> Valle. Le aconseja acerca de la venta de unas propiedades y campea<br />

en ella el mismo estilo lógico que caraerizó su oratoria que tanto<br />

lustre le dio en el Congreso de 1856-1857.<br />

En la misma carta, que es muy extensa –veinte páginas–, se entrevé<br />

también que León Guzmán, quizá a causa de sus desengaños<br />

políticos, añoraba la vida <strong>del</strong> campo. Menciona la compra de un<br />

rancho con huertas de lima, que le costó mil ochocientos pesos.<br />

Pensaba acrecentar el produo de sus huertas, plantando cafetos,<br />

cultivo acerca <strong>del</strong> cual albergaba grandes eeranzas, como puede<br />

verse por lo que decía a su hermano:<br />

Verás, por lo dicho, que lo que voy a hacer es exaamente lo mismo<br />

que te he aconsejado. Voy a comenzar por pequeñas experiencias:<br />

voy a sembrar café, como podría sembrar geranios o dalias, o<br />

cualquier otra planta. Si el resultado es bueno seguiré más en grande<br />

y con más dedicación…<br />

A pesar de su tono familiar, hay en sus líneas alguno que otro<br />

chiazo <strong>del</strong> ideario <strong>del</strong> gran hombre. Tenía, como otros ilustres<br />

talentos de su época, grandes temores hacia el imperialismo de los<br />

Estados Unidos. Esto revela cuál era el modo de pensar entre los<br />

inteleuales de su tiempo, cinco lustros deués de la infausta<br />

guerra de 1847, que costó a México gran parte de su territorio.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Con efeo, decía don León Guzmán, tratando de convencer a su hermano<br />

de que nadie sería capaz de otorgarle crédito ni confiarle sus fondos:<br />

[…] Todo el mundo sabe que cuando la Independencia o las<br />

instituciones corren peligro, yo soy de los primeros que vuelan a<br />

defenderlas. Se habla ya mucho de una nueva revolución; y hay el peligro<br />

para mí más grande, de que EU comience a realizar los proyeos<br />

ambiciosos que desde hace mucho tiempo tiene sobre México.<br />

Y agregaba: “Natural es que los hombres de dinero crean que yo he de<br />

tomar parte –en la revolución–; y no pueden olvidar que en ese caso,<br />

sacrificaré, como ya lo he hecho otras veces, mi pequeña fortuna.”<br />

En las líneas anteriores hasta el más lerdo advierte que a pesar de su<br />

edad –contaba 52 años–; no había perdido sus juveniles arrestos de<br />

rebeldía; no de otro modo al referirse a sus relaciones con el gobierno<br />

decía: “Saben que no estoy conforme con la marcha de la aual<br />

administración, y como Lerdo lo sabe también, todo el mundo tiene<br />

derecho para eerar que me persiga, que me destierre o por lo<br />

menos me mande al extranjero”.


El periodismo<br />

liberal<br />

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o hubo, ciertamente, un gran movimiento periodístico<br />

liberal en el Estado de México; pero muchas ideas libertarias<br />

y de progreso se realizaron en el territorio de nuestra entidad,<br />

y constituyeron uno de los antecedentes más vigorosos de la Reforma.<br />

Por otra parte, el estado se ufana hoy de haber contado entre sus hijos y<br />

residentes a periodistas tan notables como Alzate, el door José<br />

María Cos, Joaquín Fernández de Lizardi, Lorenzo de Zavala, José<br />

María Heredia, Ignacio Manuel Altamirano, Juan A. Mateos, El Payo<br />

<strong>del</strong> Rosario, Agustín González y José Vicente Villada.<br />

Entre los más remotos precursores de un diarismo hoy próero que<br />

asombra no poco a los habitantes de esta ciudad, se encuentran los<br />

primeros periódicos aparecidos en nuestro territorio. Se publican<br />

con grandes tropiezos, y difícilmente lograban subsistir durante un<br />

año. Sólo los periódicos oficiales pudieron en los primeros tiempos<br />

sostenerse por más de una década. Estos abuelos de nuestros diarios<br />

de hoy eran una miscelánea en la que se publicaban diosiciones<br />

gubernamentales, notas informativas, artículos científicos y<br />

gacetillas necrológicas.<br />

Hubo periodismo literario crecido al amparo de algún gran escritor o<br />

poeta; pero más comunes fueron los periódicos nacidos bajo los<br />

relámpagos de las luchas de partido o de las lides eleorales, y que,<br />

como es fácil comprender, estuvieron supeditados a los vaivenes de la<br />

política, o a los particulares intereses de los editores.<br />

Uno de los primeros periódicos de que se tiene noticia y que<br />

comprueba lo que se dice en el párrafo anterior fue El Ilustrador<br />

Nacional, que luchó por la Independencia y fue redaado por el<br />

door Cos, en el mineral de Sultepec, e impreso con grandes<br />

dificultades, pues se tuvieron que emplear tipos de madera y tinta<br />

hecha con añil.<br />

En 1821, el célebre autor de El Periquillo sarniento, dirigió primero en<br />

Tepotzotlán y deués en Naucalpan, El Diario Político Militar<br />

Mexicano, en el que se eigan algunas ideas que apuntan con<br />

derechura hacia el liberalismo.<br />

No constituye ninguna novedad repetir aquí que estos periódicos se<br />

hacían casi a salto de mata, y que las imprentas, como las armas y el<br />

parque, viajaban a lomo de mula y se emplazaban donde se podía,<br />

pues nada arredraba a los heroicos paladines de nuestra lucha<br />

libertaria por alcanzar sus nobles objetivos.<br />

Don José María Heredia, el gran poeta cubano avecindado en nuestra<br />

entidad, publicó en Tlalpan, cuando allí se encontraban los poderes


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

<strong>del</strong> estado, un periódico crítico literario, llamado Miscelánea. Otra<br />

publicación de la época fue El Fanal, publicado en Toluca cuando los<br />

poderes se trasladaron a esta ciudad.<br />

En el campo <strong>del</strong> periodismo cultural fue en el Instituto Científico y<br />

Literario, donde se ha realizado el esfuerzo más importante de todo<br />

el estado. Salvo cortas interrupciones desde el año de 1889 hasta<br />

1910, y deués eorádicamente, se publicó el Boletín <strong>del</strong> Instituto,<br />

cuya importancia cultural no ha tenido paralelo entre nosotros. Este<br />

esfuerzo que no puede tener otro calificativo que el de<br />

enciclopédico, por la variedad de ciencias que tomaban como tema<br />

sus articulistas, alcanzó una dimensión internacional, pues tenía<br />

canje con las más importantes revistas de su tipo que se publicaban<br />

en el mundo entero. Colaboraban notables sabios extranjeros y los<br />

profesores y alumnos más distinguidos <strong>del</strong> Instituto. Por cierto,<br />

entre sus principales y más destacados colaboradores contó con el<br />

sabio naturalista don Manuel Villada, que llegó a escribir notables<br />

artículos no sólo en el boletín, sino en las publicaciones de la<br />

dependencia antecesora de lo que hoy se llama Instituto Nacional<br />

de Antropología e Historia, como se puede comprobar fácilmente<br />

leyendo los índices bibliográficos de esta prócer institución. En una<br />

de sus mejores épocas dirigió el boletín el ilustre polígrafo don<br />

Agustín González, y lo auxilió en esta labor el deués licenciado<br />

Carlos A. Vélez.<br />

Época aciaga la de la Reforma y la de los años que la antecedieron, tenía<br />

suendida sobre los escritores la eada <strong>del</strong> cadalso o la centella de<br />

los anatemas. Ser entonces periodista significaba ser un gladiador, un<br />

combatiente heroico diuesto a todos los sacrificios y a todos los<br />

martirios. Periodistas de la insurgencia habían ido a podrirse a las<br />

cárceles o a paladear el amargo acíbar <strong>del</strong> destierro.<br />

Pero en el periodismo liberal <strong>del</strong> estado tenemos que mencionar,<br />

deués de la aparición <strong>del</strong> El Reformador, a Altamirano y a Ramírez.<br />

A falta de un liberalismo autóono, tenemos que conformarnos con<br />

el que vinieron a hacer ilustres liberales.<br />

Altamirano y Juan A. Mateos publicaron, cuando eran alumnos <strong>del</strong><br />

Instituto, un periódico que se llamó Los Papachos. Sus ejemplares son<br />

hoy rarísimos. Debe, sin embargo, haber traído alguno que otro<br />

pensamiento de tipo liberal, pues aunque ambos periodistas eran casi<br />

niños, fueron discípulos de Ramírez y deués connotados liberales.<br />

El que sí militó, como lo había hecho y lo hizo en todas partes en el<br />

periodismo combativo, fue El Nigromante. Allí están El Porvenir y<br />

su emis y Deucalión, impresos en Toluca por los años de 1851 y<br />

1852 y cuyos artículos allí publicados le valieron amenazas y


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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

persecuciones <strong>del</strong> gobernador en turno, que era nada menos que<br />

Mariano Riva Palacio.<br />

Estos son, si no los únicos, sí los más importantes de cuantos periódicos<br />

combativos se publicaron en la capital <strong>del</strong> estado, en la época que<br />

atendió a la Reforma.<br />

Aunque ni tan cáustico ni tan famoso como Ramírez, también estuvo<br />

por estos lares e hizo periodismo de lucha el escritor conocido con<br />

el nombre de El Payo <strong>del</strong> Rosario. Escribía este combatiente en el<br />

lenguaje <strong>del</strong> pueblo y pudo, por ese medio, interesar hondamente a<br />

sus leores.<br />

Como una reflexión final, podemos decir que aunque es verdad que el<br />

periodismo liberal fue ave de paso entre nosotros, queda de todos<br />

modos, como ejemplo para los periodistas de hoy, la vida y la obra de<br />

escritores de la Reforma, como el ilustre don Francisco Zarco o como<br />

Juan B. Morales, de quien se dice que, llevado a la presencia <strong>del</strong><br />

diador Santa Anna, quien intentaba amordazarlo, le reondió<br />

eartanamente diciéndole que no cejaría en su labor; pues sabía bien<br />

que lo peor que podría pasarle era terminar entre cuatro velas,<br />

tendido en un mísero petate.


El Payo <strong>del</strong><br />

Rosario<br />

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n el siglo xix, el periodismo en México fue de ideas, es decir,<br />

de combate. Los escritores se dejaban encarcelar o matar en<br />

defensa de sus pensamientos. La lucha fue enconada. De un<br />

lado los insurgentes, <strong>del</strong> otro, los realistas. Deués, de un bando los<br />

liberales; <strong>del</strong> otro, los conservadores. En ambos partidos hubo brillantes<br />

adalides. Destacaron, sin embargo, los de la facción progresista.<br />

Valientes hasta la temeridad, no tenían empacho en desafiar a la<br />

tiranía. Así eran estos hombres que lo dejaban todo: bienestar,<br />

familia, dinero, con tal de cumplir con el imperativo de su destino.<br />

Con Dávila Ibar y Eino, Pablo Villaviciencio forma las primeras<br />

barricadas <strong>del</strong> liberalismo mexicano. Villavicencio, mejor conocido<br />

como El Payo <strong>del</strong> Rosario, nació en el Real <strong>del</strong> Rosario, Sinaloa, el 7<br />

de enero de 1792. Dicen sus biógrafos que fue de cuna humilde. No<br />

tuvo, por tanto, ni medios económicos, ni tiempo de asistir a la<br />

escuela. Se formó por sí solo, como los autodidaas. Muy temprano<br />

comenzó su pública auación. Y fue con unos escritos polémicos en<br />

defensa de la Independencia, y en contra <strong>del</strong> obio Bernardo <strong>del</strong><br />

Eíritu Santo, quien desde el púlpito atacó a los insurgentes de<br />

Sinaloa. Al triunfo de la causa de Hidalgo, El Payo se estableció en la<br />

capital de la república. Allí, en periódicos y folletos, combatió a<br />

Iturbide, a los funcionarios venales, al clero mercenario y a la<br />

plutocracia parasitaria. Un folleto titulado Si no se van los ingleses<br />

hemos de ser sus esclavos, lo llevó prisionero a la fortaleza de San<br />

Diego, en donde su salud menguó para toda su vida.<br />

Payo <strong>del</strong> Rosario es engañoso pseudónimo. Nada tiene este “payo” de<br />

campesino rudo e ignorante. Sabe sus latines el hombre y también<br />

dorinas políticas y filosóficas, como que sus autores predileos son<br />

los enciclopedistas franceses. De sus artículos y folletos, sólo el título es<br />

popular, bullanguero, festivo: Zurra al papel embustero de la muerte de<br />

Guerrero: si el Presidente sigue como va, como subió bajará…<br />

Su bullente humorismo es casi siempre un ardid para ocultar sus<br />

argumentos que tienen la dialéica fuerza de un silogismo. Así se<br />

explica que hubiese sido un publicista temido, encarcelado,<br />

combatido. Mucho escribió El Payo <strong>del</strong> Rosario; pero sus libelos y<br />

folletos se encuentran en su mayoría –¡quien lo creyera!– en las<br />

principales bibliotecas de los Estados Unidos. La nuestra, es decir, la<br />

nacional, cuenta apenas con los cuarenta y ocho fascículos que<br />

constituyen la Colección Lafragua.<br />

A dos puntos de la geografía, o doblemente a uno, está unido el<br />

tránsito vital de los hombres: al lugar <strong>del</strong> nacimiento y al sitio de la<br />

muerte. Y a esta ciudad está ligado el deceso de El Payo <strong>del</strong> Rosario.<br />

Tierra tolucense cubre sus cenizas. ¿En el panteón de San Sebastián?<br />

¿En el de San Diego?


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Relatemos lo referente a su muerte. Desde su arraigo en México, su vida<br />

estuvo ligada a la de Lorenzo de Zavala, de quien fue compañero de<br />

logia y correligionario político. Por el desacuerdo entre Zavala y<br />

Guerrero, entonces presidente, El Payo fue a la cárcel, como<br />

consecuencia de un folleto denominado: Pobre <strong>del</strong> señor Guerrero,<br />

para de aquí al mes de enero.<br />

Cuando Zavala vino a Toluca como gobernador, por segunda vez, trajo a<br />

Villavicencio como secretario particular. Aquí escribió El Payo sus<br />

últimos folletos –¿en dónde encontrar alguno de ellos?– que se<br />

denominan: Viva Santa Anna y que mueran toditos sus enemigos,<br />

Conversación de don Prudencio con don Antonio y El Payo <strong>del</strong> Rosario<br />

en los Barrios de esta Capital (Toluca).<br />

Zavala fue inestable como político; adio más a las ideas que a los<br />

hombres, tenía que ser tratado con muchos miramientos. De aquí<br />

sus frecuentes rupturas y fricciones con los más encumbrados<br />

personajes de la política nacional. Enemistado con el régimen<br />

tiránico de Bustamante, éste le envió una fuerza armada, “para<br />

hacerlo entrar en razón”.<br />

Francisco Xavier Gaxiola, biógrafo ocasional de Villavicencio, relata el<br />

hecho en los términos siguientes:<br />

Atacado Zavala en Toluca por las fuerzas federales a las órdenes de<br />

[Mariano] Ortiz de la Peña, se organizó en su contra una débil<br />

resistencia y al huir de la población los principales personajes, El Payo<br />

fue comisionado por el gobernador para regresar a la casa de gobierno<br />

y recoger unos papeles de interés que se habían quedado olvidados en<br />

un escritorio. Una vez cumplida su comisión, Villavicencio se apresuró<br />

a incorporarse con su jefe y por desdicha se encontró con los enemigos<br />

en la antigua Calzada de los Arbolitos [hoy Avenida Independencia] y<br />

al ser reconocido fue asesinado cobardemente en unión de don José<br />

María Guillén, que lo acompañaba.<br />

Así fue tronchada, de golpe rudo, la vida de ese excepcional periodista<br />

de combate, a quien no “lo hicieron acallar ni las amenazas de sus<br />

enemigos ni las continuas prisiones, en las que parecen estaba<br />

como domiciliado”.<br />

“El Estado de México [dice Gaxiola], en premio a los servicios que<br />

prestó El Payo <strong>del</strong> Rosario, decretó el 21 de marzo de 1833 una<br />

pensión vitalicia a la viuda e hija <strong>del</strong> escritor mártir”.


Un monte<br />

fatídico<br />

Línea 14<br />

En El libro rojo, dice Ángel Pola<br />

que: “don Santos, pistola en<br />

mano, descendía la pendiente al<br />

paso de su caballo.<br />

”Se rompió la brida; se apeó a<br />

amarrarla y fue hecho prisionero.<br />

El Chato Alejandro le dio<br />

una lanzada.<br />

”Conducido entre filas, un indio<br />

apellidado Neri, le diaró un<br />

tiro por detrás, en el cerebelo”.<br />

Esta versión se confirma y enriquece<br />

con las investigaciones<br />

realizadas en 1905, por las<br />

autoridades de Lerma. Según<br />

este documento, los asesinos<br />

de don Santos Degollado<br />

fueron, además de Neri, Hilario<br />

Gutiérrez, y el que se hacía<br />

llamar general (Chato)<br />

Alejandro Gutiérrez. Se dice allí,<br />

también, que El Chato cortó el<br />

dedo en que Degollado llevaba<br />

un anillo.<br />

Ambas versiones coinciden en<br />

gran parte con la que recogió mi<br />

abuelo, José de los Reyes García<br />

Vázquez, quien nació y vivió<br />

con Ignacio Allende. Los datos<br />

que él obtuvo, los trasmitió de<br />

viva voz, a mi padre Pioquinto<br />

García Vázquez, y a mis tíos<br />

Hermenegildo y Saturnino, de<br />

los mismos apellidos.<br />

[ 091 ]<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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iii . l i beralismo y m ilicia<br />

l monte de las Cruces ha sido glorioso y fatídico para la<br />

historia de México. Aquí derrotó Hidalgo a Torcuato Trujillo;<br />

aquí murieron Leandro Valle y Santos Degollado.<br />

Desde el alto mirador que domina en toda su extensión los llanos de La<br />

Marquesa y Salazar, un clarín desgrana en la profundidad <strong>del</strong> valle las<br />

aciagas notas de un toque de retirada. Jefes y soldados toman por<br />

donde mejor les acomoda. El general y su asistente logran,<br />

milagrosamente, atravesar una larga hondonada boscosa hasta llegar<br />

a un paisaje denominado hoy La Cima. Aquí, en terreno laderoso y<br />

descampanado, les dan alcance unos cuantos reaccionarios, el general<br />

cae muerto. Un soldado le hace fuego por detrás con un rifle; otro lo<br />

remata, ya caído, diarándole en el pecho. Así fue el trágico fin de<br />

Santos Degollado.<br />

En los días que precedieron a su muerte, el mártir de Las Cruces se<br />

encontraba en México, ante “el gran jurado de la opinión y de la<br />

prensa”, que lo atacaba con acrimonia, echándole en cara, entre otros<br />

cargos, la derrota de La Estancia de las Vacas y el robo de la condua<br />

de Laguna Seca.<br />

Pero un general acostumbrado a las tormentas de los denuestos y los<br />

sinsabores de la campaña, no puede permanecer inaivo, máxime<br />

cuando la causa liberal, aunque vioriosa, se halla acosada<br />

constantemente por numerosas partidas de reaccionarios, que a veces<br />

tienen la osadía de llegar casi a las goteras de la capital.<br />

El Congreso, en una sesión célebre, otorga permiso a Degollado para<br />

salir a campaña, y el ministro de Guerra lo nombra jefe de las fuerzas<br />

que deben combatir a Zuloaga, Márquez, Buitrón, y otros jefes que<br />

merodean en la serranía de Las Cruces. Menguadas fuerzas ponen al<br />

mando <strong>del</strong> general, tan menguadas que él mismo, en su cuaderno de<br />

notas, las llama “una pequeña brigada”.<br />

El general tiene prisa. Sale para Tacubaya el 7 de junio y el 8 para<br />

Lerma. En los llanos de Salazar el enemigo tiene la osadía de<br />

sostener con él un tiroteo de dos horas. Llega a Toluca el 9 de junio<br />

de 1861. Acepta aquí el plan de campaña que le presenta el coronel<br />

O´Haran. La pequeña brigada de Degollado tiene muchas carencias,<br />

entre ellas la de parque. A México van los coroneles Cruz y<br />

O´Haran a gestionar el suministro de pertrecheros y haberes para la<br />

tropa. Logran su objetivo los enviados. Se informa a Degollado que<br />

el 15 de junio saldrá de Tacubaya un convoy militar al mando de los<br />

mismos Cruz y O´Haran. Don Santos considera que atenido a sus<br />

propias fuerzas, el convoy no podrá defenderse con éxito en caso de<br />

ser atacado. Decide, pues, protegerlo. El 14 <strong>del</strong> mismo mes sale<br />

Degollado de Toluca. Lo acompaña, parece que de mal grado, el


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

general Berriozábal, a la sazón gobernador <strong>del</strong> estado. En Lerma se<br />

les une, a las siete de la mañana, el coronel Félix Vega, jefe <strong>del</strong><br />

Batallón de Rifleros de San Luis. Juntas las tropas prosiguen su<br />

marcha hacia México.<br />

Antes de llegar al sitio llamado El Portezuelo, explica Degollado el plan<br />

de batalla: a) pequeña exploración para descubrir al enemigo<br />

emboscado; b) marcha sobre el camino real hasta los llanos de Salazar<br />

y desvío deués hacia la serranía, c) deejar de enemigos las alturas,<br />

descender deués por el oriente hasta La Pila, el lugar de mayor<br />

peligro para un ataque <strong>del</strong> enemigo, y d) en este punto eerar o ir al<br />

encuentro de O´Haran para custodiarlo hasta Toluca.<br />

Sin embargo, lo prudente era, antes de comenzar la ejecución <strong>del</strong> plan,<br />

tener noticia cierta de que O´Haran había salido de Tacubaya. Se<br />

eeró el paso de la diligencia que venía de México y se supo que a la<br />

hora <strong>del</strong> paso <strong>del</strong> carruaje por Tacubaya el convoy de O´Haran aún<br />

no había salido de esa población.<br />

La impaciencia acicatea a Degollado. Decide auar de inmediato. Sin<br />

embargo, el plan inicial no puede llevarse a cabo al pie de la letra.<br />

Las veredas que llevan hasta la cima de la serranía no son accesibles<br />

para los jinetes. Se opta por dividir la columna en dos partes. La<br />

infantería, compuesta por el Batallón de Rifleros, al frente de la cual<br />

irá Degollado, se internará en el monte; subirá por el einazo, y<br />

descenderá por el lado oriente hasta La Pila. Entretanto, la<br />

caballería, al mando de Berriozábal eerará hasta que los rifleros<br />

alcancen las alturas. Entonces proseguirá por el camino real hasta<br />

encontrar el convoy o hasta reunirse con Degollado en La Pila. La<br />

señal de que el Batallón de Rifleros ha logrado su objetivo será un<br />

toque de diana.<br />

No se conocen con exaitud los movimientos de la brigada desde El<br />

Portezuelo en a<strong>del</strong>ante, pero se infiere que caminó sin dividirse hasta<br />

llegar al puertecillo que da acceso a La Marquesa; fue aquí donde<br />

Degollado se separó de Berriozábal y tomó hacia el noreste, con<br />

rumbo a La Cima, y que reviró deués por una cañada honda,<br />

boscosa, que limita, por un lado, un cerro oblongo de poca altura, y<br />

por el otro las eminencias de Peña Pobre y Tepalcates.<br />

Deués de una angustiosa eera que anunció la presencia <strong>del</strong> enemigo<br />

oculto en el bosque, las tropas de Degollado aceleraron el ascenso y,<br />

deués de un encarnizado tiroteo, la descubierta al mando <strong>del</strong><br />

comandante Soberón logró llegar a la cima y, sin eerar más ordenó,<br />

precipitadamente, dar el toque de diana. Pero el enemigo tiroteó tan<br />

rudamente a quienes habían alcanzado la altura que, haciéndoles<br />

numerosos muertos y heridos, los puso en desbandada.


Línea 107<br />

Analizando objetivamente<br />

los documentos de la época,<br />

Berriozábal no queda exento de<br />

culpa en la muerte de Degollado.<br />

En efeo, hay más de un<br />

indicio para creer que el toque<br />

de diana, señal de que el camino<br />

de Las Cruces quedaba a salvo<br />

<strong>del</strong> ataque <strong>del</strong> enemigo, sólo<br />

existió en la imaginación de<br />

Berriozábal, quien en menos<br />

de un cuarto de hora de eera<br />

oyó un tiroteo y enseguida la<br />

diana prometida; pero debemos<br />

advertir, según el dicho de<br />

testigos presenciales, “que la<br />

diana únicamente la oyó el<br />

general Berriozábal”.<br />

Por otro lado, en el parte que<br />

este general rindió al ministro de<br />

Guerra, arroja sobre O´Haran la<br />

reonsabilidad de la muerte de<br />

Degollado, y afirma que<br />

desconocía el plan de guerra de<br />

éste. ¿Es posible que un general,<br />

que va como subalterno de otro,<br />

desconozca en el momento<br />

mismo de la acción, los planes<br />

guerreros de su jefe?<br />

Agrega Berriozábal, en el mismo<br />

parte que comentamos, que su<br />

caballería hubiese empleado<br />

cuatro horas y media en llegar<br />

hasta el lugar donde estaba<br />

acorralado Degollado. Quien<br />

conozca el antiguo trazo <strong>del</strong><br />

camino Toluca-México, en el<br />

tramo que va de Las Cruces a<br />

Cuajimalpa, tendrá que reconocer<br />

que esa afirmación no<br />

pasa de ser subterfugio. Pero hay<br />

más. En el informe que sobre la<br />

acción de Las Cruces rindió a<br />

Zaragoza el coronel Félix Vega,<br />

se acusa a Berriozábal, sin nombrarlo,<br />

de incumplimiento <strong>del</strong><br />

plan de campaña y, además, de<br />

condua poco militar.<br />

[ 093 ]<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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Berriozábal, que había oído la señal convenida, reanudó de inmediato la<br />

marcha. Devoró rápidamente gran parte <strong>del</strong> camino. Ignoraba el<br />

desastre de Soberón e ignoraba también que en otro picacho habían<br />

quedado acorralados Degollado y De la Vega, sin parque y sin auxilios.<br />

En situación tan deseerada se envió al ayudante Perfeo Soto a pedir<br />

socorro a Berriozábal, pero cuando el emisario logró darle alcance era<br />

ya demasiado tarde. Quizá Degollado suponía que el general y<br />

gobernante lo estaba eerando en La Pila; pero no, se había<br />

a<strong>del</strong>antado tanto que Soto lo alcanzó casi llegando al Contadero.<br />

¿Por qué no eeró Berriozábal a Degollado, en el sitio convenido? ¿Qué<br />

razones lo obligaron a seguir a<strong>del</strong>ante?<br />

El cadáver de Degollado, expuesto a la befa de la soldadesca, fue<br />

conducido a lomo de mula, casi desnudo –lo habían deojado de sus<br />

botas y su uniforme– hasta Huixquilucan. En este lugar tropas <strong>del</strong> jefe<br />

reaccionario Gálvez lo sepultaron, a contrapelo <strong>del</strong> cura, en el atrio de<br />

la iglesia de San Antonio, precisamente en el costado norte <strong>del</strong> templo.<br />

El 5 de julio de 1862, sus restos fueron exhumados por el general<br />

Francisco Alcalde, que se encontraba de paso en Huixquilucan. Un<br />

soldado que había presenciado el entierro, señaló el sitio donde<br />

yacían los huesos, que deués fueron llevados a México, y<br />

reinhumados con todos los honores en el Panteón de San Fernando.<br />

Posteriormente, no se sabe por qué razones los familiares pidieron el<br />

traslado de los deojos al Panteón Británico, de la Tlaxpana. De este<br />

lugar fueron de nueva cuenta trasladados a la Rotonda de los<br />

Hombres Ilustres, el 15 de junio de 1961, durante el gobierno <strong>del</strong><br />

licenciado don Adolfo López Mateos.<br />

La muerte de Leandro Valle completa la otra cara <strong>del</strong> drama. En efeo,<br />

para vengar la muerte de Degollado, el general Valle salió de la ciudad<br />

de México el 22 de junio de 1861, como jefe de una brigada punitiva.<br />

El pequeño ejército llegó a Cuajimalpa como a las tres de la tarde, y<br />

en esta población Valle giró órdenes para que O´Haran y González<br />

Ortega se incorporaran a él con sus fuerzas, en Tenango o en el<br />

camino a Toluca, según la posición que tomara el enemigo.<br />

Al día siguiente, al deejarse la niebla de la montaña, la brigada<br />

emprendió el camino a Toluca; pero al llegar al Monte de Las<br />

Cruces fue atacada por el enemigo. A pesar de la superioridad<br />

numérica de éste, Valle presentó una tenaz resistencia, pero al final<br />

de cuentas fue derrotado.<br />

Huía Valle con rumbo a México, cuando antes de llegar a la desviación<br />

que conduce a Chimalpita, un indio a quien apodaban El Ixtle,


[ 094 ]<br />

142<br />

147<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

oriundo de San Francisco Xochicuahutla, y que vivió deués en el<br />

barrio de Ignacio Allende, le salió al general por la ealda,<br />

encañonándolo con una escopeta vieja, al mismo tiempo que llamaba<br />

a sus compañeros para que lo auxiliaran.<br />

El prisionero fue conducido hasta Las Cruces. Aquí, por las órdenes de<br />

Márquez, fue fusilado por la ealda, en el costado sur de un edificio<br />

que se conocía entonces con el nombre de “Casa de la Nación”. Otro<br />

indígena llamado José Gregorio, lo colgó de la rama de un árbol. De<br />

aquí lo rescataron para trasladar su cadáver a la capital de la república.


El general<br />

Plutarco<br />

González<br />

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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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n el poder, Santa Anna se quitó la máscara. Las eeranzas<br />

que el pueblo había puesto en él se desmoronaron. Los fueros<br />

y privilegios reducidos durante el gobierno progresista de 1833<br />

renacieron tenazmente como la mala hierba. Un ejército oneroso<br />

–noventa mil hombres, según los historiadores de la época– era una<br />

enorme hidra que devoraba la economía <strong>del</strong> país. Para sostener tan<br />

monstruosa máquina de opresión, lo mismo que el boato de una corte<br />

de mentirijillas, se multiplicaron las contribuciones; y se llegó hasta el<br />

ridículo de cobrar impuestos hasta por las ventanas de las casas. La<br />

voluntad <strong>del</strong> país fue entonces la voluntad caprichosa de un hombre o<br />

de una sola camarilla, la de su Alteza Serenísima, el omnipotente<br />

Antonio López de Santa Anna.<br />

Frente a tal estado de cosas, se levantó a todo lo largo y ancho <strong>del</strong> país una<br />

hoguera de descontento. En Guerrero, cuna de patriotas esclarecidos,<br />

indómitos, amantes de la justicia y la libertad, se pronunció el general<br />

don Juan Álvarez, enarbolando como bandera el Plan de Ayutla.<br />

En el departamento de México “la causa de la libertad había hecho una<br />

importante adquisición con el esforzado adalid don Plutarco<br />

González quien figuraba en 1855 al frente de las tropas” que<br />

combatían la diadura santanista.<br />

Plutarco González nació en Toluca en 1812. Fue humilde su cuna, según<br />

quienes lo conocieron de cerca. Desconocemos a qué aividades<br />

haya dedicado los primeros años de su juventud. Lo que se sabe de<br />

cierto es que ingresó a la milicia antes de los treinta años de edad. En<br />

efeo, en 1835, era teniente en la Segunda Compañía <strong>del</strong> Regimiento<br />

Aivo de México, <strong>del</strong> cual se separó por “licencia absoluta”, en<br />

diciembre de 1837. En este mismo año ingresa como miembro <strong>del</strong><br />

Partido Progresista opositor al santanismo. En 1841 secunda el<br />

pronunciamiento <strong>del</strong> general Gabriel Valencia, y en 1847 toma parte<br />

en algunas acciones contra el invasor norteamericano.<br />

Durante la Revolución de Ayutla hace aiva campaña combatiendo a la<br />

reacción en los distritos que hoy forman el sur <strong>del</strong> estado. Obtienen<br />

señaladas viorias como la toma de Zacualpan y la de Sultepec,<br />

efeuada en abril de 1855. Por cierto que este suceso:<br />

Dio ocasión a una de las muchas injusticias que solía cometer el<br />

gobierno diatorial con los infelices pueblos. Cuarenta vecinos de<br />

aquel distrito fueron presos y conducidos a la capital, por<br />

suponérseles culpables de las demostraciones que se habían hecho<br />

allí contra la tiranía. Sin más averiguación, y sin tener en cuenta las<br />

amarguras de sus familias desoladas, aquellos honrados y pacíficos<br />

ciudadanos, casi todos ladrones, fueron encerrados en Santiago<br />

Tlatelolco, donde permanecieron hasta fines de julio.


Línea 48<br />

Historia de la Revolución de<br />

México, contra la diadura <strong>del</strong><br />

General Santa Anna. México,<br />

1856, p. 195.<br />

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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Por su destacada participación en la Revolución de Ayutla, don Juan<br />

Álvarez otorga a Plutarco González el grado de General de Brigada.<br />

Con esta jerarquía asume la gubernatura <strong>del</strong> estado, el 19 de agosto de<br />

1855, y la abandona, por dimisión, el 6 de enero de 1857. Durante el<br />

breve ejercicio de su administración, colaboran con él distinguidos<br />

liberales como el general Berriozábal y el licenciado Manuel Alas,<br />

quienes más tarde llegaron también a gobernar el estado. Época<br />

convulsa en la que administra Plutarco González, no da lugar a<br />

grandes obras de beneficio social. Es, por tanto, la pacificación <strong>del</strong><br />

estado, el principal empeño de su mandato.<br />

El alto cargo que desempeñó, “en nada alteró su modestia caraerística.<br />

[dice uno de sus panegiristas] En efeo, el poder le sienta mal, y para<br />

que se pueda lograr el progreso <strong>del</strong> estado” dimite a su elevada<br />

misión. Quizá pensó, como otros esclarecidos generales, que podía<br />

servir mejor como soldado que como gobernante.<br />

Al dejar el poder, retorna Plutarco González al ejercicio de las armas, y<br />

muere el 31 de oubre de 1857. Días antes –el 22– se pronunció la<br />

guarnición de Cuernavaca. Fue a someterla, pero los rebeldes huyeron.<br />

Los persiguió y fue precisamente en la cuesta <strong>del</strong> Platanillo –antiguo<br />

puerto de entrada al valle de Iguala–, donde perdió la vida en el combate<br />

que le presentaron los hermanos Cobos y Vicario, que formaban<br />

parte de las fuerzas <strong>del</strong> general reaccionario José María Moreno.<br />

Su muerte, en opinión de un historiador nuestro, don Miguel Salinas, se<br />

debió a que no escapó con oportunidad por haberse empeñado en<br />

salvar personalmente a su amigo íntimo, el oficial Lauro Cárdenas.<br />

Casi inmediatamente deués de este suceso, la partida que lo había<br />

derrotado y muerto fue vencida a su vez por Negrete. Este jefe<br />

levantó el campo y llevó el cadáver de don Plutarco a Cuernavaca. En<br />

este lugar fue embalsamado y posteriormente traído a Toluca por sus<br />

ayudantes Zavaleta, Peralta y Zimerman.<br />

Existe un folleto rarísimo, que no pude consultar, en donde se narran las<br />

peripecias <strong>del</strong> traslado. Empero, no es aventurado afirmar que éste se<br />

hizo por el antiguo camino de herradura que, pasando por Chalma y<br />

Malinalco, comunicaba a Cuernavaca con Tenancingo.<br />

El cadáver <strong>del</strong> eminente liberal fue sepultado, pese a la oposición <strong>del</strong> cura<br />

Merlín, en el antiguo cementerio de San Diego. En 1861, el gobierno<br />

<strong>del</strong> estado, presidido a la sazón, interinamente, por Manuel Alas,<br />

colocó una lápida en su tumba. Finalmente, en mayo de 1895, sus restos<br />

fueron exhumados, expuestos a la veneración pública en el Salón de<br />

Cabildos <strong>del</strong> Panteón General, en donde siguen hasta la fecha.


José Vicente<br />

Villada<br />

Línea 27<br />

En 1887 era Villada direor <strong>del</strong><br />

diario El Partido Liberal. Lanzó<br />

entonces la iniciativa para que<br />

toda la prensa liberal<br />

conmemorara el vigésimo<br />

quinto aniversario de la muerte<br />

<strong>del</strong> Benemérito. La iniciativa<br />

fue acogida con entusiasmo, y<br />

se llevó a cabo una manifestación<br />

pública en la que tomaron<br />

parte connotados personajes de<br />

la época, direivos y redaores<br />

de más de cuarenta periódicos,<br />

y el pueblo en general. De este<br />

modo, José Vicente Villada se<br />

convirtió en el iniciador <strong>del</strong> culto<br />

nacional a Juárez. Así se explica<br />

por qué cuando fue gobernador<br />

<strong>del</strong> estado, las ceremonias<br />

conmemorativas <strong>del</strong> 18 de julio,<br />

alcanzaron una extraordinaria<br />

solemnidad.<br />

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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

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Ae ignora cuándo vino al mundo José Vicente Villada. ¿Fue<br />

en 1840? ¿Fue en 1842? Lo que se sabe de fijo es que nació en<br />

la ciudad de México y que murió en Toluca, el 6 de mayo de<br />

1904. Fue comerciante, tipógrafo, periodista, militar liberal y<br />

gobernador <strong>del</strong> Estado de México. Gobernador benemérito<br />

durante quince años.<br />

Fulgurante fue Villada. Entró en el ejército como subteniente. Fue<br />

hecho prisionero en el sitio de Puebla, pero logró evadirse cuando<br />

era conducido a Veracruz. Tomó parte aiva en la guerra de<br />

intervención en Michoacán. Se distinguió heroicamente en el ataque<br />

a Morelia, en 1863, rescatando una bandera que había caído en<br />

manos <strong>del</strong> enemigo. Como premio a esta intrepidez, el general<br />

Berriozábal lo ascendió a comandante. En 1865 derrotó en Los Reyes<br />

al coronel Banderback, jefe de una columna de zuavos. Al entrar<br />

triunfante en Tacámbaro fue herido en la cabeza. En el albazo de<br />

Méndez fue hecho prisionero en compañía de los generales Arteaga<br />

y Salazar, y conducido con éstos y numerosos oficiales, a pie, a<br />

Uruapan, por un escabroso camino de 122 kilómetros de largo. El<br />

general Riva Palacio lo canjeó por un grupo de belgas. Volvió de<br />

nueva cuenta a la brega y por méritos a favor de la causa liberal, llegó<br />

a obtener el grado de General Brigadier.<br />

No sólo como militar se distinguió Villada; también como político. Fue,<br />

en varios periódos, diputado al Congreso de la Unión. Organizó<br />

entonces la primera gran manifestación a la memoria <strong>del</strong> Benemérito<br />

de las Américas. En sus ausencias de la Cámara como representante<br />

popular, dirigió La Revista Universal y El Partido Liberal. Defendió<br />

en ellos a Lerdo de Tejada, no importa que deués terminara –¡cosas<br />

de la política!– siendo partidario de Porfirio Díaz.<br />

El porfirismo, dicho a contrapelo de los panegiristas de la Revolución,<br />

dio excelentes gobernadores. Uno de ellos fue el general Villada.<br />

Mucho realizó en todos los ramos de su administración. Brilló en<br />

todas las facetas. Sin embargo, fue en tres donde alcanzó mayor<br />

lucimiento: como urbanista; como filántropo, y como proteor de la<br />

clase obrera:<br />

Emprendió y llevó a feliz término [dicen sus apologistas] obras que<br />

no podrá destruir el tiempo […] como el Palacio Legislativo, el<br />

Palacio de Gobierno, el Municipal, la hermosa Finca de la<br />

Exposición, el Hoital, el Instituto Científico, que modificó y<br />

mejoró, la Escuela Industrial, la correccional de hombres y la de<br />

mujeres, la Casa de Maternidad, el Asilo de Mendigos, la Escuela<br />

Normal para Profesoras, la Escuela de Artes y Oficios para Varones,<br />

el Departamento de Ingeniería, la magnífica <strong>Biblioteca</strong>, las oficinas<br />

<strong>del</strong> Consejo Superior de Salubridad, los tívolis para obreros.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

En efeo, Villada abrió calles –el Paseo Colón fue obra suya– trazó<br />

jardines, erigió edificios, levantó monumentos… Fue uno de los más<br />

grandes urbanistas de Toluca.<br />

Villada fue magnánimo, bondadoso, caritativo. No quería que los<br />

hombres bebieran alcohol; pero quería que los niños tomaran leche.<br />

Para lograr su deseo formó la sociedad denominada La Gota de Leche:<br />

Se dirigió personalmente [dicen sus partidarios], a todos los dueños<br />

de establos, solicitando de ellos la cantidad de aquel líquido que<br />

buenamente quisieran darle, sin detrimento de sus intereses, y así<br />

reunía la cantidad bastante para que se distribuyera entre más de<br />

quinientos niños pobres de la ciudad, distribución que hacían<br />

señoras y señoritas de lo más granado de Toluca, las cuales se<br />

turnaban para concurrir al Palacio Municipal a efeuar el reparto,<br />

en las primeras horas de la mañana, diariamente, bajo la vigilancia<br />

<strong>del</strong> propio gobernador, sin más requisito, que el que fueran a<br />

recibirla los niños, solos o acompañados de sus padres, o de las<br />

personas encargadas a su cuidado.<br />

Cuando por enfermedad los niños no podían recoger su leche, bastaba<br />

una constancia de su falta de salud, otorgada gratuitamente por los<br />

médicos <strong>del</strong> Consejo de Salubridad, para que pudieran recibirla por<br />

ellos otras personas. Esos médicos analizaban la leche antes de<br />

distribuirla, y tenían obligación de curar gratuitamente a los infantes<br />

antes de proporcionarles medicinas.<br />

Villada amaba entrañablemente a los niños. Cuando soechaba que<br />

algunos huérfanos no serían debidamente atendidos en los<br />

centros de beneficencia que él había fundado, los llevaba a vivir a<br />

su casa; los sentaba a su propia mesa, y los vestía y educaba a “sus<br />

expensas particulares”.<br />

Fue el general Villada un gran benefaor de la clase obrera. Sus leyes<br />

en defensa <strong>del</strong> trabajador en casos de accidentes laborales son de<br />

una modernidad asombrosa, y le acarrearon en su tiempo el<br />

calificativo de socialista. Para regenerar a la clase obrera y alejarla<br />

<strong>del</strong> alcoholismo, fundó en Toluca el tívoli para obreros. Fue el<br />

primer gobernante en la república que emprendió una campaña<br />

contra el vicio. El tívoli proporcionaba diversiones sanas y gratuitas<br />

a los trabajadores y sus familias; teatro, aos circenses, pláticas<br />

educativas…<br />

La idea de ese tívoli –dice un anónimo panegirista– fue suya<br />

exclusivamente, la llevó a cabo venciendo toda clase de obstáculos y,<br />

una vez realizada, la fomentaba en persona. Los domingos y días<br />

festivos se deojaba de la ceremoniosa levita y <strong>del</strong> sombrero de copa,


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115<br />

LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />

y vestido sencillamente… para asimilarse mejor a la indumentaria de<br />

los obreros, “de mis obreros”, como los llamaba cariñosamente:<br />

[…] Iba a mezclarse con ellos y estrechaba sus encallecidas manos y<br />

les hablaba, tuteándolos, por sus nombres, y les reñía afablemente<br />

cuando no habían concurrido a la fiesta anterior, y junto con ellos<br />

tomaba el refresco y asistía a la representación teatral y a la función<br />

acrobática y al baile campestre, siendo el primero en llegar y el<br />

último en retirarse de aquel honrado centro de reunión.<br />

En la esfera de la enseñanza el influjo de Villada es también muy digno<br />

de tomarse en cuenta. Su Ley Única de Enseñanza, expedida el 19 de<br />

junio de 1890, es un mo<strong>del</strong>o en su género. Establecía esta ley la<br />

obligatoriedad de la instrucción primaria, concedía acción popular<br />

para la vigilancia de las escuelas, señalaba penas a los padres y tutores<br />

que no cumplieran con el precepto de proporcionar instrucción a los<br />

niños, otorgaba premios a los preceptores que se distinguieran en la<br />

enseñanza, y les daba derecho a recibir su jubilación, de acuerdo con<br />

sus años de servicio.<br />

Por todo lo anterior, y además por lo que se nos ha quedado en el<br />

tintero, en 1895 el general José Vicente Villada fue declarado<br />

Benemérito <strong>del</strong> Estado de México. Digno ejemplo de lo que debe<br />

hacer un pueblo con los gobernadores que saben servirlo con<br />

honradez, con lealtad y con amor.


alfonso sánchez garcía


Triunfo de<br />

la Revolución<br />

de Ayutla.<br />

Constituyentes<br />

de 1857<br />

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uan álvarez, tomás Moreno, Florencio Villareal, Ignacio<br />

Comonfort, provocan la Revolución de Ayutla, pero no son en<br />

manera alguna sus ideólogos. Tomás Moreno fue analfabeto,<br />

Juan Álvarez apenas sabía leer y escribir, Villareal era un sacerdote de<br />

costumbres demasiado castrenses, Comonfort, si acaso, podía<br />

considerarse medianamente culto, a pesar de que su educación era<br />

eminentemente clerical.<br />

Juan Álvarez tenía muchas cuentas pendientes con la diadura centralista<br />

y conservadora que parecía burlarse cínicamente de los hombres <strong>del</strong> sur.<br />

En su último gobierno, el cojo Santa Anna, pone de ministros de<br />

Relaciones nada menos que a Lucas Alamán, el asesino inteleual<br />

de Vicente Guerrero y que se pasaba la vida preconizando una muerte<br />

igual para Juan Álvarez.<br />

Si se rasca hasta el fondo de la revolución, se verá que la iniciaron intrigas<br />

de tipo personalista, una larga cadena de crímenes y deseos de venganza<br />

como el extraordinario caso de don Faustino Villalva, <strong>del</strong> propio Moreno,<br />

los crímenes cometidos contra la familia de Álvarez, etcétera. Lo<br />

importante de estos caudillos es que se alían con la revolución<br />

inteleual, es decir, la vieja semilla de Mora, Zavala y Gómez Farías<br />

ya había dado fruto en sus mentes agrarias. Siempre les habían ganado<br />

la mano, porque ellos no sabían discutir leyes, porque no sabían manejar<br />

los instrumentos de la palabra, porque eran incapaces de desenvolverse<br />

con éxito en medio de las intrigas <strong>del</strong> gabinete. Pero en todas estas<br />

argucias parecían haber resultado unas fieras don Benito Juárez, don<br />

Melchor Ocampo, Prieto, el terrible Ramírez, el apocalíptico Zarco y<br />

su camada de cachorros de la talla de Altamirano y León Guzmán.<br />

La primera etapa fue en honor de los viejos guerrilleros federalistas,<br />

eecialmente <strong>del</strong> sur y de Michoacán. En ella encontró la muerte<br />

infausta, con exhibición de cabeza, el héroe michoacano, con grandes<br />

ligas en el Estado de México, don Gordiano Guzmán; también lucharon<br />

bravamente don Antonio Díaz Salgado, don Epitafio Huerta y otros de<br />

la vecina entidad tarasca que decidieron al campesino de Sultepec; y don<br />

Plutarco González tomó las armas en pro de la causa de la federación.<br />

Al mismo tiempo don Antonio Castañeda, que se había pronunciado<br />

por el rumbo de Zacualpan, infringía serios reveses a los santanistas,<br />

colaborando en muchas ocasiones con Díaz Salgado.<br />

Ante el embate frontal de los liberales, el gobierno no podía sostenerse<br />

mucho; en abril de 1855 ya sólo contaba con algunas plazas en el país<br />

y todos los estados habían entrado en efervescencia.<br />

En el Estado de México la causa de la libertad había hecho una<br />

importante adquisición con don Plutarco González que, desde el


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

principio <strong>del</strong> año, figuraba al frente de las fuerzas pronunciadas en<br />

ese departamento. Zacualpan y Sultepec no pudieron escaparse de<br />

ser tomadas por tan bizarro jefe, quien extendiendo sin cesar el área<br />

de sus operaciones llegó a poner en grandes aprietos a Toluca.<br />

Nacía también para la historia, luchando en Michoacán y México, el<br />

ilustre caudillo Santos Degollado.<br />

La Revolución de Ayutla fue un levantamiento popular. Nació de las<br />

guerrillas surianas, pero pronto tuvo el apoyo incondicional de todo el<br />

pueblo. Eecialmente, los mejores inteleuales <strong>del</strong> país se pusieron a<br />

las órdenes <strong>del</strong> federalismo. Incluso los tibios, como don Mariano Riva<br />

Palacio, que estuvo a punto de dar con sus huesos en la cárcel, debieron<br />

convencerse de que la verdad estaba <strong>del</strong> lado de los liberales puros.<br />

Por lo que toca al Plan de Ayutla, proclamado el 1º de marzo de 1854 y<br />

corregido en parte en Acapulco, cuando se sumaron a él Ignacio<br />

Comonfort y Juan Álvarez, sólo perseguía con un sentido claro el<br />

derrocamiento de Santa Anna y su diadura, la vuelta a la legalidad<br />

constitucional y el reconocimiento pleno que tiene el pueblo de escoger<br />

su mejor forma de gobierno y leyes, a través de sus representantes.<br />

Su evolución histórica es lo que interesa. Para fortuna de la patria, el<br />

siniestro caudillo jarocho salió rumbo a Veracruz el 9 de agosto de<br />

1855, se embarcó y por fortuna no se le volvió a encontrar durante<br />

algunos meses en el ámbito político <strong>del</strong> país. Rápidamente, Plutarco<br />

González se presentó en Toluca el 15 de agosto y fue designado<br />

gobernador provisional el 19.<br />

Todavía los liberales tibios, mal parchados al Plan de Ayutla, trataron de<br />

maniobrar y en México se amotinó la Guardia Militar y obligaron al<br />

comandante Díaz de la Vega a que convocara a los representantes de<br />

los estados y se eligiera presidente interino. El albazo triunfó y don<br />

Martín Carrera, liberal moderado, fue eleo presidente.<br />

Sin embargo, el tiempo de las maniobras había tocado su fin. Los<br />

revolucionarios <strong>del</strong> sur no se dejaron engañar, adujeron que la<br />

Revolución de Ayutla señalaba un jefe y que este jefe no podía ser<br />

otro que don Juan Álvarez. Comonfort convocó a otras elecciones en<br />

Cuernavaca (todavía <strong>del</strong> Estado de México) bajo la estria protección<br />

de Plutarco González.<br />

Esta vez los liberales puros salieron a<strong>del</strong>ante. No sólo sacaron a don<br />

Juan Álvarez en la presidencia, sino que llevaron a su gabinete a los<br />

siguientes personajes, cuyos nombres hablan por sí: Melchor<br />

Ocampo en Relaciones, Benito Juárez en Justicia, el honradísimo<br />

Guillermo Prieto en Hacienda, y en Guerra, naturalmente, don


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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Ignacio Comonfort, cuya candidatura empezaban a trabajar los puros<br />

seducidos por sus dotes de militar y diplomático. Recuérdese que fue<br />

Comonfort quien estuvo en los Estados Unidos para tramitar la ayuda<br />

de los exiliados en ese país.<br />

Pronto cayeron las caretas. Comonfort se declaró “moderado” poniendo<br />

una terrible zancadilla a Melchor Ocampo, quien tuvo que renunciar<br />

a su ministerio a fines de ese mismo mes de agosto. El resto de los<br />

puros maniobraron rápidamente y se juntaron alrededor de Juan<br />

Álvarez. Había terminado la guerra con olor a pólvora y empezaba la<br />

guerra con olor a tinta. La reacción dominada por el momento,<br />

trataría de aprovecharse de la debilidad de los tibios, pero los<br />

radicales no estaban diuestos a dejarse engañar otra vez.<br />

Juárez se a<strong>del</strong>antó a la mesa, pegó la primera bofetada y se montó en su<br />

macho. De ahí en a<strong>del</strong>ante sólo habrían de seguirle los que eran tan<br />

recios y tan intransigentes como él.<br />

El propio Estado de México no brilla con elendor en la lucha armada.<br />

Sus hombres no dieron la pelea grande en los campos de batalla,<br />

porque estaban preparándose para dar la pelea gris y sin laureles de la<br />

política. Antes debemos apuntar que Juan Álvarez, anciano y<br />

titubeante, dio lugar a que se escindiera el partido y se pusieron<br />

frente a frente el seor puro y el moderado. Sólo que los puros no<br />

estaban aún listos para el asalto al poder; Juárez tiró una carta y la<br />

perdió, decretando como ministro de Justicia la desaparición de los<br />

fueros religioso y militar.<br />

Fue la bomba de tiempo que acabó a Juan Álvarez. Por un lado, la propia<br />

Revolución de Ayutla no había tocado su fin y, por el otro, los<br />

conservadores clericales comenzaron a levantarse en armas en<br />

Guadalajara y Puebla.<br />

En diciembre de 1855, renunció Álvarez y ocupó la presidencia<br />

Comonfort con un gabinete de moderados: Lafragua, Luis de la Rosa,<br />

Manuel Payno, Siliceo y otros que habían andado lo mismo en las<br />

camarillas liberales que en las conservadoras. Juárez se guardó su<br />

decreto y recibió, como consolación, la gubernatura de Oaxaca, desde<br />

donde estuvo preparando nuevos golpes.<br />

Los reaccionarios clericales, que habían dejado de creer en todo, menos<br />

en sí mismos, no dejaron de hostigar a Comonfort pese a que se<br />

desembarazó de los puros. Al contrario, Puebla se convirtió en un<br />

hervidero de acuciadas pasiones por el cura Pelagio Labastida y el<br />

reaccionario Haro y Tamariz. El Presidente, en lo personal, los batió<br />

en Puebla y decretó la primera confiscación de bienes clericales que<br />

debía servir de base a la llamada Ley Lerdo. La curia no le perdonó a


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Comonfort esta “vileza”. Deués, cuando se echó en brazos de la<br />

curia, hasta su mamá debía regañarlo por estas infidencias a la Santa<br />

Iglesia Católica.<br />

Pero al mismo tiempo se reunió el Congreso Constituyente que debía<br />

determinar la forma de gobierno definitiva y redaar la ley<br />

correondiente. No se discutió el federalismo, pero sí la<br />

Constitución. A la sombra de Plutarco González habían conseguido<br />

llegar a la Cámara algunos personajes <strong>del</strong> liberalismo más extremo,<br />

así como otros que se nivelaban en la balanza de lo moderado.<br />

León Guzmán se significó entre los puros, igual que Isidoro Olvera. Los<br />

otros representantes fueron: Antonio Escudero, José L. Revilla, Julián<br />

Estrada, J. de la Peña y Barragán, Esteban Páez, Rafael María<br />

Villagrán, Francisco Fernández de Alfaro, Justino Fernández, Eulogio<br />

Barrera, Manuel Romero Rubio, Manuel de la Peña y Ramírez y<br />

Manuel Fernando Soto.<br />

Rodolfo García dice, en sus referencias al constituyente:<br />

Haciendo un análisis de su auación (de los diputados provincianos)<br />

encontramos que Isidoro Olvera y León Guzmán fueron los más<br />

conicuos. Los demás, aunque brillantes en otros aeos,<br />

contribuyeron poco y algunas veces se opusieron a las avanzadas<br />

ideas que campeaban en el proyeo de Constitución.<br />

Arizcorreta y Prisciliano Díaz González, que intervienen con<br />

frecuencia en los debates y aun en la redacción <strong>del</strong> nuevo Código,<br />

en virtud de sus irrefutables conocimientos jurídicos, no eran<br />

diputados propietarios. Pero hay que advertir que en esos tiempos<br />

trabajaban lo mismo los propietarios que los suplentes, aunque<br />

estos últimos no tenían voto.<br />

Una auación trascendental la tuvo el tenangueño León Guzmán en el<br />

momento en que el reaccionario Marcelino Castañeda promovió una<br />

moción en el sentido de que no hacía falta la redacción de una nueva<br />

Carta Magna, que era suficiente con volver al mamotreto de 1824, al<br />

cual los reaccionarios consideraban bueno precisamente porque jamás<br />

había servido para gobernar nada. Fue Arizcorreta quien hizo la<br />

proposición. En ese instante Guzmán se agigantó en su breve figura,<br />

realizando una formidable defensa <strong>del</strong> progreso y de la necesidad de un<br />

nuevo estatuto que incluyese ideas legislativas más avanzadas. Lo<br />

secundaron Ramírez, Ocampo, Prieto y otros extremistas, y por poco<br />

margen se pudo salvar la Constitución de 1857.<br />

Para comprender mejor esta circunstancia, es necesario juzgar las cosas<br />

desde el punto de vista <strong>del</strong> origen político de León Guzmán.


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Habiéndose recibido en el Colegio de San I<strong>del</strong>fonso, en México,<br />

Arizcorreta le dio oportunidad de hacer su práica de juzgar en<br />

Toluca, de doorarse y de tener una colocación como secretario<br />

escribiente <strong>del</strong> constitucional de 1841. Deués formó parte <strong>del</strong><br />

congreso liberal que disolvió Ceballos.<br />

Mientras don Ezequiel Montes huía, ante la presencia de los genízaros,<br />

Guzmán abordó la presidencia y puso en orden al resto de los<br />

representantes. Abandonaron el local sin violencia. Pero Guzmán y<br />

Olaguíbel maniobraron para seguir las <strong>del</strong>iberaciones en la casa de<br />

este último.<br />

Todo ello significa que el interés primario de Guzmán estaba en el<br />

pueblo. Supusieron sus enemigos que lo tendrían de su parte si<br />

lanzaban el proyeo a través de quien había sido proteor de<br />

Guzmán. Pero fallaron. De Eulogio Barrera dice Rodolfo García que<br />

fue el que más veces tomó la palabra pero que todas sus auaciones<br />

fueron superficiales.<br />

A quien reserva un sitio eecial el escritor toluqueño es a Isidoro<br />

Olvera, a quien juzga uno de los más talentosos y sabios legisladores<br />

que intervinieron en el histórico debate. Se opone a la pena de<br />

muerte argumentando razones que todavía son válidas hoy; no<br />

quiere el voto direo para las masas, porque piensa razonablemente<br />

que no diarán su voluntad sino la de sus muchos pastores. Se<br />

opone a la propiedad con criterio francés (Diderot) calificándola de<br />

ilegal, si, en el caso de la tierra, sobrepasa a la extensión que puede<br />

servir para el suficiente mantenimiento de una familia y preconiza la<br />

necesidad de una reforma agraria que los campesinos deberán<br />

conseguir alguna vez.<br />

La Constitución de 1857 se formuló con timidez. Ni siquiera se atrevió a<br />

ser completamente laica, no se le pudieron incluir asuntos como la<br />

libertad de creencias ni las leyes reformistas más avanzadas. Se quedó<br />

realmente a medias. Más tarde Juárez tendría que meter el<br />

reformismo dentro de la Constitución, en Veracruz y en el momento<br />

más deseerado de su carrera.<br />

Se juró el 5 de febrero de 1857 siendo Gómez Farías presidente de la<br />

Cámara, a quien llevaron cargando, y secretario de ella, don León<br />

Guzmán. Ahí estaba el presidente Comonfort jurándola. Todo<br />

parecía correr sobre ruedas en la política, aunque en lo militar las<br />

sublevaciones seguían proliferando. Sobre esa base Comonfort volvió<br />

a ser eleo presidente, ahora para un período constitucional de<br />

cuatro años. Esta vez los puros maniobraron hábilmente y<br />

consiguieron acomodar a don Benito Juárez nada menos que en la<br />

Suprema Corte de Justicia.


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235<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Con ser una revolución blanda, aun para su época, la de 1857 tuvo la<br />

virtud de aterrorizar a los curas y enardecer a sus corifeos. Desde que<br />

se estableció, los clericales se negaron a aceptarla. Los motines por el<br />

lema de “religión y fueros” comenzaron a oírse en todas partes. Y<br />

empezó la cruenta Guerra de Tres Años, la más feroz, la más terrible<br />

y sangrienta que habrá de registrar el convulsionado siglo XIX en<br />

nuestra patria


El estado,<br />

botín de Ayutla<br />

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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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t<br />

l último de los ciudadanos <strong>del</strong> Estado de México, tiene la<br />

necesidad de formular ante vuestra soberanía en un voto<br />

particular la defensa de ese desgraciado estado a quien más<br />

de una vez se ha hecho aparecer como el rico botín obtenido por la<br />

Revolución de Ayutla”.<br />

Las anteriores palabras <strong>del</strong> calimayense Prisciliano María Díaz González<br />

constituyen una excelente pista para comprender una de tantas<br />

razones por las cuales nuestra entidad fue sufriendo muy sensibles<br />

mermas de territorio en el curso de su procelosa historia.<br />

“El botín de Ayutla”, en primer lugar, porque se le consideraba un<br />

estado al que la fortuna había legado, desde la Colonia, las más<br />

cuantiosas e inagotables riquezas; en segundo lugar, porque se juzgó<br />

en el Constituyente de Comonfort, que la defensa <strong>del</strong> territorio,<br />

realizada, eecialmente por toluqueños, carecía de fundamentos<br />

legales y hasta morales; el propio Ramírez hizo amplia referencia a<br />

la falta de aividad revolucionaria <strong>del</strong> valle toluqueño, ya que ni<br />

había podido hacer aun el menor intento de detener la ola guerrera<br />

norteamericana, dejando que la capital cargara sola con el peso<br />

total de la contienda.<br />

De manera que durante el debate realizado para integrar debidamente la<br />

federación de entidades libres y soberanas, cayó sobre nuestro<br />

territorio el peligro de numerosas guadañas que trataban de<br />

seccionarlo, lo mismo en provecho de los seores reaccionarios<br />

deseosos de gloriar a Iturbide, que de los guerrerenses vencedores que<br />

pretendían cobrar su sangre y esfuerzos a costillas exclusivamente de<br />

nuestra entidad. Sigamos leyendo el voto particular de Díaz González:<br />

Casi día por día, señor, he tenido que luchar en la comisión en contra<br />

de las pretensiones terribles que por todas partes se han oído en<br />

contra <strong>del</strong> Estado de México. A favor de Querétaro se deseaba el<br />

distrito de Tula; los interesados por el estado <strong>del</strong> Valle, pretendían los<br />

distritos de Texcoco y Tlalnepantla; los <strong>del</strong> proyeado de Iturbide el<br />

de Huejutla y por último el estado de Guerrero, los de Cuautla y<br />

Cuernavaca. Perderá mi estado todo lo que se quiera; morirá, señor,<br />

tarde o temprano sucumbiendo al poder, al influjo de las<br />

pretensiones; pero llegada esta vez no faltará alguno de sus hijos que<br />

diga, parodiando las palabras <strong>del</strong> valiente defensor de Cartago<br />

dirigidas a Polibio: ‘Temo por otro de los estados de la República’.<br />

El licenciado Antonio Huitrón, Rodolfo García y otros juristas y escritores<br />

que han tratado con más o menos amplitud el asunto,<br />

coinciden en señalar una curiosa circunstancia: en 1852 el Estado de<br />

México había sido el único de la federación que presentaba un<br />

superávit en sus arcas. Tanto que el propio Díaz González debate


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

direamente la cuestión en su voto dirigido al presidente <strong>del</strong><br />

Congreso Constituyente:<br />

Por otra parte, señor, ¿quién podría decir con buena fe que las<br />

poblaciones <strong>del</strong> Estado de México están en apogeo porque tenía éste<br />

un soberano en sus arcas el año de 1852? No hay más, señor, que ver,<br />

ya no quiero decir a los pueblos distantes que no conocerán muchos<br />

señores diputados, sino al menos, a los que pueden observar en los<br />

caminos que conducen a esta capital.<br />

El hecho de que algunas administraciones honradas, como la <strong>del</strong><br />

maestro Olaguíbel, de don Mariano Arizcorreta y don Mariano Riva<br />

Palacio, hubiesen auado con probidad, incrementando los ingresos<br />

estatales, en ocasiones en prejuicio de los municipios, para tener en<br />

1852 unos centavos de sobra, había excitado grandemente las<br />

ambiciones de sus vecinos. Es el eterno caso <strong>del</strong> grande y fuerte al<br />

que varios chicos emprenden la tarea de quitarle, hasta que lo dejan<br />

más chico y pobre que ellos.<br />

Reeo a los guerrerenses decía Díaz González:<br />

Yo no desconozco, señor, los muy buenos servicios que prestó este<br />

estado en contra de la tiranía, desearía que todos los estados procuraran<br />

repararle los mayores perjuicios que sufrió para obtener la libertad<br />

que hoy disfruta; pero que no sea el Estado de México el que con<br />

perjuicio incalculable se vea obligado a presentar todos los medios de<br />

remediar esos males.<br />

Díaz González no era un luchador liberal puro, era simplemente un<br />

gran jurista enamorado de la ley. Fue quien de manera más<br />

decidida, vigorosa y formal, realizó la defensa de nuestro territorio<br />

en un momento en que la cuestión presentaba demasiadas<br />

complicaciones y einas.<br />

Pero ¿cuál fue la auténtica raíz de todos estos problemas? Ya señalamos<br />

al principio que la desafortunada medida de someter a México, la<br />

ciudad, al tratamiento de territorio, lo puso totalmente bajo la tutela<br />

de la federación y se negó para siempre a sus hombres al ejercicio de<br />

los más elementales derechos de ciudadanía, cierto es que entonces<br />

sometidos a la pérdida de sus derechos municipales y estatales,<br />

resultaba demasiado bochornosa.<br />

¿Cuáles eran las soluciones que se plantearon en 1857?:<br />

1. Que el Distrito Federal, con su jurisdicción de entonces, cerca de<br />

1,500 kilómetros cuadrados, se convirtiera en estado libre. Esta<br />

medida, en cierta forma, no acarreaba perjuicios para nuestra


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entidad, aunque sí para Querétaro, pues se pensaba en la ciudad “o en<br />

todo el estado”, a fin de trasladar a esa zona los poderes federales.<br />

2. Que se formara el estado <strong>del</strong> Valle de México, con capital en México,<br />

agregando al territorio metropolitano los de los distritos de Texcoco y<br />

Tlalnepantla. En ese caso, también la capital iría a dar a Querétaro.<br />

3. Que se devolviera su capital al Estado de México, es decir, la ciudad<br />

de México, pasando los poderes federales a Querétaro o a cualquier<br />

otra localidad, incluso Texcoco o Chalco. Claro que la mención de<br />

Querétaro compaginaba con el deseo de algunos legisladores de que<br />

el Distrito Federal quedara más al centro <strong>del</strong> país.<br />

La única medida que podía beneficiarnos era la última. Pero ni se<br />

mencionó en el Congreso, aparte de que ya se habían puesto oídos<br />

sordos a la solicitud de los ciudadanos <strong>del</strong> estado en el sentido de que<br />

se restituyera a la entidad su capital natural. En cambio las dos<br />

primeras propuestas se barajaron hasta el cansancio.<br />

Los liberales: Ramírez, Zarco, Prieto y otros, partieron en sus alegatos<br />

de la defensa virtual de la población capitalina. Para ellos era<br />

inevitable la creación de una nueva entidad con el nombre de<br />

“estado <strong>del</strong> Valle de México”, incluyendo Tlalnepantla, Texcoco y<br />

aun se perdían Cuautitlán y Chalco y otros distritos cercanos al DF.<br />

Huitrón demuestra que no le interesó un comino nuestra entidad,<br />

al contrario, tronaron contra Toluca, señalando en eecial su<br />

lejanía de los distritos aludidos y la torpeza y lentitud como las<br />

autoridades manejaban sus negocios en esas lejanas jurisdicciones;<br />

en cambio Texcoco y Tlalnepantla quedaban a un paso de distancia<br />

de la capital.<br />

Trataban también de desvirtuar el criterio de los conservadores que habían<br />

terminado por echarle a la “sibarítica ciudad”, todos los vicios y defeos<br />

de la república. Naturalmente, gracias a que los ultraliberales se<br />

pusieron en contra de nuestro estado, los conservadores terminaron<br />

por tomar su defensa. Al final de cuentas se estableció un decreto<br />

estilo perogrullo que ni quitó ni agregó nada, en ese momento, a<br />

nuestra extensión territorial.<br />

Hay que advertir que en esa ocasión, otro de los hombres, que aún<br />

siendo <strong>del</strong> DF, defendió encarnizadamente al estado, fue don Isidoro<br />

Olvera también presentando su voto particular. Esta defensa fue<br />

doble, porque al mismo tiempo que reconocía los derechos de los<br />

capitalinos, planteaba la injusticia de resolverlos a costillas de nuestra<br />

ya desmembrada entidad.<br />

Al fin de cuenta la cuestión se redujo a lo siguiente:


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

No se decretó que Querétaro fuese la capital de la república y menos<br />

todo el estado, lo cual fue puesto en evidencia por los liberales como<br />

una estupidez, pero tampoco se les regaló Tula a los queretanos.<br />

No se creó el estado de Iturbide, que habría sido un ridículo.<br />

Tampoco se concedió a los guerrerenses Cuautla y Cuernavaca, ya<br />

que aparte de debilitar al estado, se hubiese fortalecido en demasía a<br />

Juan Álvarez, y si de lo que se trataba era de evitar la presencia de<br />

estados ricos en el concierto de pobres o de estados poderosos<br />

capaces de someter a los pequeños, entonces fortalecer más a<br />

Guerrero resultaba un contrasentido. Máxime si hubiese tratado de<br />

deojar alguna vez a sus vecinos o de imponerles su política. En ese<br />

caso hubo otras entidades que siempre se creyeron reoras <strong>del</strong><br />

destino nacional, sin ir más lejos Veracruz, Puebla o Jalisco.<br />

Y para lavarse las manos, la comisión diaminadora <strong>del</strong> aeo<br />

geográfico determinó la creación <strong>del</strong> nuevo estado <strong>del</strong> Valle de<br />

México, exclusivamente con el territorio abarcado por la capital y con<br />

la condición irrecusable de que, antes de formarse la nueva entidad,<br />

debían salir <strong>del</strong> centro los poderes federales.<br />

De modo que mientras no salgan, no hay nuevo estado. Ya veremos que<br />

los Constituyentes de 1917, dando también una fabulosa vuelta de<br />

campaña, tornan a dejar las cosas en su sitio. Habrá Estado <strong>del</strong> Valle<br />

deués que la capital salga de México.<br />

Hay que advertir que si el corte se hubiese hecho en 1857, de todos<br />

modos le hubiese quedado una extensión considerable al Estado de<br />

México, incluyendo los que poseen hoy Hidalgo y Morelos. Si el corte<br />

se realizara en la aualidad, agregando, según lo dione el<br />

Constituyente de 1917, los distritos de Texcoco, Chalco, parte de<br />

Tlalnepantla, Cuautitlán, Otumba y Jilotepec, al <strong>del</strong> Valle, nuestro<br />

estado quedaría reducido a la peor de las miserias.<br />

También es de notarse el hecho de que durante el Constituyente de 1857<br />

se preparó la segregación, ya muy próxima, de Hidalgo y Morelos,<br />

prefigurando en el intento de Querétaro sobre Tula y la tajada que se<br />

querían llevar los surianos de Cuautla y Cuernavaca.


Plutarco<br />

González<br />

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partir de agosto de 1855 el bravo caudillo don Plutarco<br />

González se hizo cargo <strong>del</strong> gobierno revolucionario de<br />

nuestra entidad, empleando todas sus energías en el triunfo<br />

<strong>del</strong> Plan de Ayutla. En enero de 1866 atacó Toluca derrotando al<br />

general Mariano Salas. Instaló allí su gobierno y, sin descansar un<br />

solo día, prosiguió sus campañas militares para liquidar a las<br />

numerosas gavillas de guerrilleros reaccionarios que pululaban en<br />

todo el territorio.<br />

González se distinguió más que por una auación política destacada,<br />

que nunca pudo realizar, por su devoción a la causa federalista, su<br />

genio de militar y la simpatía que supo deertar no sólo entre sus<br />

tropas, sino aun entre el pueblo y, muy eecialmente, las capas<br />

inteleuales de la Revolución de Ayutla.<br />

Mientras Comonfort trataba de sofocar a los insurreos de Puebla, de<br />

Querétaro, de Veracruz y de muchos otros lugares, el Estado de<br />

México se atuvo a sus propias fuerzas y en esa forma quitó algo <strong>del</strong><br />

peso de la guerra al gobierno <strong>del</strong> centro.<br />

Para comprender mejor el panorama de esa época hay que señalar que los<br />

intentos legales de tipo reformista, en eecial la Ley Lerdo que se<br />

refería a la expropiación de los bienes exagerados <strong>del</strong> clero, originaron<br />

la intervención franca y descarada de los clanes religiosos quienes,<br />

antes de entregar sus bienes improduivos para la salvación de la<br />

nación, comenzaron a emplearlos para sostener facciones militares<br />

comandadas por jefes que, o bien, eran tipos fanáticos como el indio<br />

Tomás Mejía, o políticos de ambiciones desorbitadas como Miguel<br />

Miramón. Entre ambos quedaron colocados muchos oportunistas,<br />

liberales tibios y eecialmente gavilleros, cuya verdadera ocupación<br />

era la de salteadores de caminos y saqueadores de aldeas.<br />

Se dice que Miguel Miramón y Luis Osillo, los más jóvenes caudillos<br />

clericales, habían estado en la defensa de Chapultepec. De todas<br />

formas eran militares de carrera, discípulos muy distinguidos <strong>del</strong><br />

reaccionario general Bravo y nada dereciables como estrategas.<br />

Más peligroso aún resultaba Leandro Márquez, tipo venático, de gran<br />

capacidad militar, pero con una formación castrense que en verdad<br />

horroriza a los más templados. Tomás Mejía era un soldado cimarrón<br />

pero de gran audacia y habilidad, zorruno, matrero y cínico. Igual que<br />

sus cofrades, varias veces se rindieron, juraron no volver a tomar las<br />

armas contra el gobierno federal y, lógicamente, el buen hombre<br />

Comonfort les tomó la palabra como buena. Pocos días deués ya le<br />

estaban dando por la ealda.<br />

Muy notable en esta triste época se hizo el llamado general Marcelino<br />

Cobos, de una peligrosidad extraordinaria porque había asimilado


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

muy bien la lección guerrillera de los soldados <strong>del</strong> sur y la estuvo<br />

poniendo en práica con gran éxito dentro de nuestro estado.<br />

Desde luego, la gran burguesía se alió inmediatamente a la Iglesia en su<br />

defensa, eecialmente, de los bienes terrenales y de las obvenciones<br />

o tributos en contra de las propiedades particulares. Ya en el<br />

Congreso Constituyente, que trabajaba a todo vapor, los liberales<br />

habían expuesto ideas de lo más “exóticas”. Zarco, Ramírez y Olvera,<br />

entre otros, se inclinaban a considerar la propiedad privada como un<br />

robo; decían que poseer más de diez mil pesos ya era una injusticia,<br />

porque cualquier clan familiar, aun los más grandecitos, podrían vivir<br />

magníficamente con ese parvifundio o con ese capital.<br />

Reeo a las <strong>del</strong>iberaciones <strong>del</strong> Congreso, lo que más ardía a la<br />

reacción es que se debatiera reeo a la “libertad de credos”, que<br />

Olvera estuviera fomentando las ideas de “deojo agrario” y<br />

algunas otras que indiscutiblemente no pudieron hacerse ley. La<br />

abolición de los fueros, la incautación de los fondos píos, la<br />

desamortización de los bienes en manos muertas y la secularización<br />

<strong>del</strong> registro civil y los panteones, no se trataron precisamente en el<br />

Congreso. Ninguna ley verdaderamente reformista pasó a la<br />

Constitución. Se fueron quedando en decretos y más decretos, cuyo<br />

solo anuncio concitaba inmediatamente la reacción vengativa <strong>del</strong><br />

clero y los ricos colonialistas.<br />

Lo que es más, nunca hubieran creído que Comonfort llegara a tanto,<br />

porque conocían sus antecedentes, la religiosidad de su señora madre<br />

que ejercía en el hijo una tremenda influencia, en fin, porque estaban<br />

seguros de que tarde o temprano se desharía de la pandilla liberal de<br />

puros para aceptar las transacciones de siempre.<br />

Sin embargo, en un principio, el Presidente parecía determinado a dar la<br />

batalla con los puros y entonces la reacción no tuvo más remedio que<br />

organizarse en su contra. Para septiembre de 1856 empezaron los<br />

golpes de las gavillas.<br />

Al mismo tiempo que en Iguala, Diego Castrejón hacía rebelarse a su<br />

tropa, Joaquín Amaro Morales se levantaba por el rumbo de Valle de<br />

Bravo con más de doscientos hombres. A este último lo derrotó y<br />

diersó el general Plutarco González en El Salitre. Pero al mismo<br />

tiempo comenzaron a merodear el general Gutiérrez por Tulancingo<br />

y Cobos, Fernández de Lara y Grijalva en la Tierra Caliente.<br />

De mayores proporciones fueron la insurrección en Puebla, comandada<br />

por Miramón; la presencia en Querétaro de las gavillas de Tomás<br />

Mejía; la conjuración <strong>del</strong> Convento de San Francisco, en México, que<br />

originó la violenta clausura de esa institución religiosa y poco deués


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la conjuración de la profesa, abortada por don Juan Baz y en la que<br />

tomaron prisionero a Luis Osillo.<br />

He aquí una pintura cabal de la situación de esos días en el centro de<br />

la república:<br />

El 11 de oubre entró Gutiérrez en Pachuca a la cabeza de 200<br />

hombres de donde se retiró luego, deués de proporcionarse<br />

algunos recursos. Con diferencia de pocos días súpose que<br />

Fernández de Lara expedicionaba por Huamantla; que Luz Rocha<br />

había invadido la Villa <strong>del</strong> Carbón, Huehuetoca y Tequezquiz, que<br />

en Zomelahuacán, Veracruz, se habían pronunciado Becerra, Cura<br />

de las Vigas, el Diácono Martínez y el eañol Bobadilla;<br />

reaccionarios de Zacapoaxtla; que en Tulancingo habían hecho lo<br />

mismo Cobos y Baños, sorprendiendo el cuartel de la Guardia<br />

Nacional; que una partida de Mejía había ocupado por segunda vez<br />

a San Juan <strong>del</strong> Río, que fuerzas <strong>del</strong> mismo jefe habían entrado en<br />

San José de Iturbide, que 200 pronunciados se habían llevado al<br />

prefeo de la ciudad de Taxco; que la fuerza reaccionaria de<br />

Gutiérrez había sido derrotada en Zacatlán por el diputado don<br />

Manuel Fernando Soto; que el pronunciado Juan Vicario había<br />

entrado en Tepecoacuilco a Tetecala, etcétera.<br />

Por lo que podrá verse que se luchaba en algunas regiones importantes<br />

de nuestra entidad. Cierto es que Comonfort derrotó a los<br />

pronunciados en Puebla, en una batalla de cuarenta días que terminó<br />

en una capitulación tal, que no dejó contento a nadie. Mejía tampoco<br />

pudo resistir en la ciudad de Querétaro, de donde lo expulsó el<br />

general Manuel Doblado.<br />

El resto eran gavillas que don Plutarco González combatió sin cesar.<br />

Incluso, en enero de 1857 renunció a su cargo de gobernador, para<br />

entregarse de lleno a limpiar el territorio de facciosos clericales.<br />

Tomó su lugar el moderado don Mariano Riva Palacio, eecialmente<br />

designado por el presidente Comonfort.<br />

Desde un principio el general González se dió cuenta de que la reacción<br />

había dividido enormemente sus efeivos con el fin de hostigar a las<br />

tropas leales con golpes de guerrilla, dividiendo su acción, cansándolos<br />

en persecuciones eternas, en fin, una táica muy semejante a la<br />

seguida por la Revolución de Ayutla, de modo que procuró fortalecer,<br />

antes que otra cosa, la moral de los pueblos. En noviembre de 1856, los<br />

vecinos de San Cristóbal Ecatepec resistieron a más de trescientos<br />

forajidos, apoyados sólo por una pequeña guarnición. Más bravamente<br />

se defendió Tenango <strong>del</strong> Valle, que no dejó penetrar a la población a un<br />

fuerte grupo de reaccionarios que pretendían refaccionarse a costillas<br />

de los vecinos. No pudieron resistir, por ejemplo, Teotihuacán y


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Texcoco que fueron maltratados y saqueados ferozmente por la gavilla<br />

de Cobos, que luego volvió a perderse en la sierra. En tanto que Manuel<br />

Vicario seguía una campaña asoladora en las pequeñas poblaciones de<br />

Cuernavaca y Cuautla.<br />

Por desgracia, en estas contiendas suceden injusticias inevitables, en el<br />

sur y otros lugares <strong>del</strong> país fueron atacados y aun asesinados ciudadanos<br />

extranjeros, en eecial eañoles de los llamados gachupines a<br />

quienes las tropas de antiguos insurgentes <strong>del</strong> general Álvarez tenían<br />

una ojeriza considerable. Las deudas insolutas con Inglaterra, con<br />

Francia y los incidentes descritos, habían de acarrear, poco deués,<br />

otro de los grandes desastres de la patria.<br />

Por fin el 5 de febrero de 1857 se juró en la capital la Ley Fundamental<br />

de la República, con órdenes para que se hiciera lo mismo en todo el<br />

país, igual civiles que militares y religiosos. Hubo ciudades y estados<br />

enteros en que se suscitaron graves motines, la gente se negó a jurar<br />

la Constitución, chusmas comandadas por sacerdotes se echaron a la<br />

calle a cometer depredaciones al grito de “Religión y fueros” o <strong>del</strong><br />

simple lema “Viva la religión”; a pesar, ¡he aquí lo paradójico!, de que<br />

la tímida Carta Magna de 1857 no atentaba gran cosa contra los<br />

intereses clericales.<br />

En el estado no hubo problemas mayores. Toluca recibió en paz el nuevo<br />

documento. De acuerdo con ella, se eligió gobernador constitucional a<br />

don Mariano Riva Palacio y, poco deués, el general Plutarco González<br />

salía rumbo a Sultepec y Temascaltepec, quien limpió de gavillas<br />

reaccionarias. En Chalco, se hizo otra intentona por parte de Cobos,<br />

pero fue rechazado por pérdidas. Igual en Toluca, donde el propio<br />

Miramón trató de sorprender a las autoridades indudablemente solapado<br />

y sostenido por el clero. Todo se supo a tiempo y Miramón habría de<br />

jugar un papel importante en los destinos <strong>del</strong> estado. El coronel<br />

Berriozábal comenzó su vida militar al lado <strong>del</strong> general González.<br />

Hasta septiembre, el estado parecía estar en una etapa de pacificación<br />

completa. Pero las nuevas elecciones para presidente debían poner en<br />

aividad a los partidos y sus sicarios militares. Se creyó, antes de los<br />

comicios, que Comonfort preparaba un golpe de estado para<br />

convertir la república en una diadura “moderada”. Sin embargo, el<br />

propio Presidente aceleró las elecciones y fue eleo para un nuevo<br />

período constitucional de cuatro años. En este instante, la causa<br />

liberal gana una carta de trascendencia: la elección de don Benito<br />

Juárez como ministro de Gobernación y Justicia.<br />

En el mismo mes comenzó la formidable aividad de Marcelino Cobos<br />

en el Estado de México, penetrando desde Valle de Bravo y Amanalco,<br />

hasta Capulhuac y Santiago Tianguistenco. Su paso por estas


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poblaciones fue aterrador, lo que no podía robar, lo quemaba.<br />

En Tianguistenco lo alcanzó el general Tapia, quien le infringió una<br />

derrota considerable, tanto así que el deechado y vengativo jefe<br />

ordenó el fusilamiento de todo el cabildo de Capulhuac, que había<br />

tomado prisionero deués de una tenaz resistencia de los ediles.<br />

La tradición asegura que en esta etapa, mientras los habitantes de<br />

tendencias burguesas de Tianguistenco alentaron y protegieron a las<br />

tropas reaccionarias, Capulhuac luchó valerosamente al lado de la<br />

federación, al mando de Amado Guadarrama, que había desertado y<br />

que antes de alcanzar a Cobos cometió depredación y media en<br />

pequeñas poblaciones y rancherías.<br />

La aividad guerrillera de Cobos vino a demostrar que, con apoyo de<br />

masas, es posible perpetuar eternamente una campaña. Pese a la<br />

aparente derrota de Cobos en Santiago, pocos días deués aparece<br />

bien fortalecido en Tecualoya, que toma deués de una resistencia<br />

vigorosa <strong>del</strong> padre Díaz Leal y don José María García. Prosigue Cobos<br />

su marcha y pasa como rayo por Sultepec y Texcaltitlán y a poco se<br />

presenta en Chalco y Amecameca.<br />

Para conocer más a fondo a este jefe reaccionario que asoló el Estado de<br />

México entre 1856 y 1857, basta leer el siguiente párrafo <strong>del</strong> general<br />

Nicolás de la Portilla:<br />

Días hace que el anarquista Cobos juega la guerrilla por los montes,<br />

bosques y aerezas de estas inmediaciones, sin bajar al plan para<br />

proveerse en algún pueblo o hacienda, sino es cuando está bien<br />

cierto de que no se encuentra resistencia: huye veloz cuando lo<br />

persiguen; ni un momento compromete hecho de armas; por el<br />

contrario, lo elude a toda costa, con razón las mejores dorinas de<br />

autores militares no dan cuartel a esta clase de guerrilleros. Quiere<br />

cansar a las tropas <strong>del</strong> supremo gobierno y destruirlas, como sucede<br />

si la persecución es imprudente tanto más temible es la guerrilla, no<br />

sabiéndola contrariar cuando está empleada en guerra civil y<br />

naturalmente no le faltan confidentes y amigos la astucia <strong>del</strong><br />

engañador que es él puede ser fatal al que quiera engañar porque<br />

tomó la iniciativa.<br />

Al mismo tiempo las gentes de Cobos coniraban tranquilamente en<br />

Toluca. El 7 de septiembre se descubrió una conjura para un golpe<br />

que debía ser asestado a la ciudad el 15. La mayoría de los conjurados<br />

eran cobistas y sacerdotes.<br />

El propio general Plutarco González marchó al frente de sus tropas<br />

rumbo al sur, donde creía encontrar a Cobos, pues había noticias de<br />

que la guarnición de Cuernavaca al sublevarse, lo hacía de acuerdo


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

con el audaz guerrillero. El general González tomó Cuernavaca casi<br />

sin resistencia, los insurreos huyeron hacia Temixco y Soche. Pero<br />

esta vez el bravo caudillo liberal estaba decidido a liquidar al guerrillero<br />

conservador a como diera lugar, quizá desconociendo en gran parte<br />

la forma de pelea de Cobos. De otra manera hubiese avanzado con<br />

mayores preocupaciones.<br />

El 31 de oubre fue sorprendido por una emboscada en la llamada<br />

Cuesta <strong>del</strong> Platanillo donde, a pesar de luchar heroicamente,<br />

sucumbió junto a gran parte de su tropa. La muerte <strong>del</strong> general<br />

González conmocionó al Congreso, donde los liberales se lamentaron<br />

amargamente de la pérdida de un capitán tan bravo como firme en<br />

sus convicciones.<br />

Por fortuna, la brigada <strong>del</strong> general Miguel Negrete llegó a la Cuesta <strong>del</strong><br />

Platanillo a tiempo para vengar la derrota de los liberales. Dice el<br />

cronista que, aparte de la muy sensible muerte <strong>del</strong> general González,<br />

en el desastre sólo se perdió un cañón.<br />

Así encontró su fin uno de los liberales puros más connotados de la<br />

entidad, gran caudillo y excelente hombre.<br />

Comonfort no era el hombre indicado para llevar a la revolución<br />

reformista al pleno triunfo y volverla gobierno. Tenía miedo, incluso,<br />

de caer en el pecado y en las llamas <strong>del</strong> infierno con que lo<br />

amenazaban los sacerdotes desde el púlpito.<br />

Pronto se vio que había maniobrado hábilmente para llegar al poder a<br />

través de la Constitución, es decir, legalizándose en ella para<br />

traicionarla enseguida. En diciembre de 1857, siguiendo un plan<br />

preconcebido, Félix Zuloaga se puso en rebeldía con la guarnición<br />

que tenía a su mando en el cuartel de Tacubaya. Esto fue el 16, pero<br />

ya el 15, Juan José Baz había denunciado en las cámaras los turbios<br />

manejos <strong>del</strong> ministro Manuel Payno, a través de Zuloaga y algunos<br />

curas. Uno de ellos, confesor de la señora <strong>del</strong> general Langeber, que<br />

se encontraba en Toluca, la obligó a que llevara a su marido una nota<br />

escrita por Zuloaga con una posdata final de Payno. Al final de cuentas<br />

se dijo que la referida comunicación había sido totalmente apócrifa.<br />

Sin embargo, los hechos que prevenía sucedieron puntualmente.<br />

El 16 fue el levantamiento de Tacubaya, cuatro días más tarde<br />

Comonfort publicaba un manifiesto aceptando en todos sus puntos el<br />

plan reaccionario que pedía, precisamente, que Comonfort quedara<br />

en el poder. El Presidente dio entonces el salto al vacío. Vacío porque<br />

los liberales puros le retiraron en ese momento su adhesión, y porque<br />

los clericales, a quienes había combatido con decretos y con armas,<br />

no le tenían confianza.


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Quiso enredar en su carro a Juárez y don Benito le manifestó claramente<br />

que no lo seguiría. Por ese motivo, Juárez fue a la cárcel. Todavía en<br />

esas horas algunos liberales moderados, pero no con mayor visión,<br />

como José María Iglesias y Mariano Riva Palacio pedían al Presidente<br />

que enmendara el yerro que acababa de cometer y se apoyara<br />

verdaderamente en los “puros” y el pueblo que los seguía, que<br />

reetara la Constitución para poder salvarse él mismo. Pero<br />

Comonfort ya estaba en la cuesta. Los anatemas de su madre y la<br />

influencia de Payno y Enciso lo habían lanzado sin piedad.<br />

Desconoció la Constitución y disolvió las Cámaras. Quiso apoyarse<br />

en las entidades federativas, aunque sin ofrecer algún plan preciso de<br />

gobierno, por lo que muchos se negaron inmediatamente a colaborar.<br />

El Plan de Tacubaya sólo ofrecía, en apariencia, una continuidad<br />

posible: el centralismo; de tal modo, don Manuel Doblado en<br />

Guanajuato, deués Gutiérrez Zamora en Veracruz, don Epitafio<br />

Huerta en Michoacán y Parrodi en Jalisco, iniciaron abiertamente la<br />

lucha contra Comonfort.<br />

Le dolió muchísimo al Presidente que Gutiérrez Zamora, su compadre<br />

<strong>del</strong> alma, se hubiese puesto en rebeldía. Más tarde, esa circunstancia<br />

habría de salvar al propio Comonfort.<br />

Por lo que toca al Estado de México, Riva Palacio sólo ejerció funciones<br />

de gobernador constitucional de febrero a julio, cuando pidió<br />

permiso para atender el llamado de Comonfort que lo necesitaba en<br />

la capital para algunas importantes comisiones. Quedó en su lugar<br />

don Francisco Iturbe, otro moderado, que no soportando el terrible<br />

clamor <strong>del</strong> clero local, renunció en oubre. Tomó el cargo el<br />

licenciado José María Godoy, que sólo pudo permanecer unos días<br />

en el cargo.<br />

Comonfort pensaba regir, mientras el “pueblo decidía otra cosa”, a través<br />

de un Consejo de Gobierno formando por “notables” de los distintos<br />

estados de la federación. Este organismo se instaló con toda premura<br />

el 25 de diciembre representando en él a nuestra entidad el señor<br />

Gregorio Mier y Terán, de filiación derechista, a quien habían puesto<br />

como suplente nada menos que al licenciado Felipe B. Berriozábal.<br />

Confundido por la rapidez de los hechos, Berriozábal estuvo a punto<br />

de caer en la esfera reaccionaria.<br />

Este consejo no pudo hacer otra cosa que discutir banalidades. Poco<br />

habían de durar sus funciones. En enero, las fuerzas de la Ciuda<strong>del</strong>a<br />

se levantaron en armas contra Comonfort, acuciados por la curia que<br />

en ningún momento había creído en la sinceridad clerical <strong>del</strong><br />

Presidente. Los rebeldes recibieron refuerzos considerables y la<br />

presencia de los jefes Miramón y Osollo, aunque era el comandante<br />

De la Parra el que había iniciado las hostilidades. Quiso luchar


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Comonfort con los recursos que le quedaban y fue vencido. Se<br />

proclamó el Plan de la Ciuda<strong>del</strong>a, netamente reaccionario y se eligió a<br />

Félix Zuloaga.<br />

También Zuloaga quiso gobernar con su Consejo de Gobierno, pero ya<br />

no estuvo ahí Berriozábal, sino el aristócrata licenciado don Luis<br />

Chavarri, que representó a nuestro estado. Berriozábal, con algunas<br />

fuerzas que pudo ligar, se unió al general Degollado en Jalisco.<br />

Al sentirse perdido, Comonfort trató de recaer en brazos de los liberales<br />

puros. Incluso liberó a don Benito Juárez, creyendo que éste se iba a<br />

poner a sus órdenes. Pero cuando lo buscó, ya Juárez no estaba en<br />

México. Era tarde para todo. Nadie quedaba alrededor <strong>del</strong> Presidente<br />

que, casi por caridad de los reaccionarios, pudo salir de la capital y<br />

dirigirse a Veracruz. Entonces ya no iba tan enojado con su compadre<br />

Gutiérrez Zamora, quien le propició el viaje al extranjero.<br />

Se fue el hombre que pudo haber tomado el lugar de Juárez en la historia;<br />

pero dejó al país sumido en la mayor de las violencias que se habían<br />

experimentado hasta entonces, la sangrienta y descomunal guerra<br />

fratricida llamada de Reforma o de los Tres Años.


La Guerra<br />

de Reforma<br />

en el estado<br />

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a guarnición de Toluca, al mando de Emilio Langber no se<br />

ligó al Plan de la Ciuda<strong>del</strong>a, pese a las distintas presiones que<br />

ejercieron sobre ese militar elementos clericales, aun de su propia<br />

familia. De modo que el elemento juarista pudo maniobrar rápidamente<br />

para elegir gobernador interino al general Sabás Iturbide. Sin embargo,<br />

cuando estalló el motín de la Ciuda<strong>del</strong>a, Langber envió algunos<br />

elementos militares en ayuda de Comonfort. Fueron precisamente<br />

soldados <strong>del</strong> Batallón de Toluca los que formaron la escolta que<br />

acompañó al derrotado Presidente hasta el puerto de Veracruz.<br />

Dueños de la metrópoli, Miramón y Osillo comprendieron que era<br />

necesario abrirse rápidamente las puertas <strong>del</strong> Valle de Toluca y el<br />

primero salió en lo que habría de ser su primera campaña ya en el<br />

marco de la Guerra de Reforma. Eran muchos los efeivos que<br />

Miramón había diuesto, de modo que Iturbide y Langber, seguros<br />

de que no podían defender la plaza de Toluca, se replegaron hacia el<br />

suroeste para juntarse con las fuerzas michoacanas <strong>del</strong> general Pueblita.<br />

Le urgía en esos momentos a don Epitafio Huerta, gobernador de<br />

Michoacán, limpiar su territorio de reaccionarios de modo que<br />

Pueblita tenía órdenes de atacar Maravatío, donde se encontraba<br />

parapetado el guerrillero Marcelino Cobos. Fortalecido por el clero,<br />

Cobos no eeró a sus atacantes en la villa, sino que salió a recibirlos<br />

a campo abierto, donde pudo derrotarlos con cierta facilidad.<br />

Don Sabás Iturbide y Emilio Langber se replegaron entonces hasta<br />

Morelia, lugar en que se estableció el gobierno provisional <strong>del</strong> Estado<br />

de México, al que renunció Sabás Iturbide para dedicarse<br />

eecialmente a los asuntos militares, habiéndose designado para<br />

sustituirlo al honesto y aguerrido don Simón Guzmán.<br />

En Toluca, los reaccionarios establecieron una férula totalmente militar<br />

a cargo <strong>del</strong> general Mariano Salas. Y comenzaron los tres años de<br />

terror y angustia.<br />

Por lo que toca al general Sabás Iturbide, muy pronto regresó a Maravatío<br />

para cobrarse la deuda que tenía pendiente con Cobos, al que hizo<br />

correr hacia el estado de Guerrero, ocupando esta plaza que más tarde<br />

había de servir de escalón a la gran campaña <strong>del</strong> general Blanco.<br />

Reeo a los acontecimientos militares en el Estado de México, se<br />

puede decir que cobraron dos formas:<br />

1. La aividad de las guerrillas al mando de Esteban León, de Juan<br />

Carbajal, de Cravioto, de Rivera, etc., que bien solas o reforzando a los<br />

guerrilleros de Michoacán, de Guerrero, de Puebla o de Querétaro,<br />

estuvieron hostilizando constantemente al gobierno de Tacubaya.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

2. A la vez los gobiernos militares, siempre en campaña, intervinieron<br />

con eficacia y valor en las intentonas grandes y serias que se realizaron<br />

para tomar la capital y recuperar íntegramente el territorio <strong>del</strong> Estado<br />

de México.<br />

Puede decirse que la primera gran marcha ofensiva contra el centro la<br />

realizó el general Miguel Blanco, a base de una pequeña milicia de<br />

Nuevo León, ciertos efeivos proporcionados por Michoacán y el<br />

grueso de la división Estado de México al mando de don Simón<br />

Guzmán. Blanco se había derendido de la brigada Vidaurri, muy<br />

contra la voluntad <strong>del</strong> jefe norteño, para reforzar a Degollado en Jalisco.<br />

Ahí expuso su plan de campaña cuya base no era la utilización de<br />

grandes efeivos, sino el aprovechamiento <strong>del</strong> faor sorpresa y de los<br />

elementos liberales de la capital que coniraban alrededor de Lerdo de<br />

Tejada y que habían prometido a Degollado intervenir direamente en<br />

la lucha, si es que algún ejército juarista amagaba a la capital.<br />

Degollado no podía en ese momento desatender la defensa de Jalisco, de<br />

donde hacía poco había tenido que salir el presidente Juárez por la<br />

defección de Parrodi. De modo que coneó a Miguel Blanco con el<br />

gobernador de Michoacán. Don Epitafio Huerta también consideró<br />

faible el proyeo, si es que se arreglaba la intervención de las<br />

tropas al mando de Guzmán.<br />

En Morelia se entrevistó Blanco, primero con don Martín Raúl, quien le<br />

confirmó el ofrecimiento de los coniradores capitalinos, ya que<br />

estaba en esa población precisamente para solicitar que una brigada<br />

michoacana cayera sobre México y, enseguida, con don Simón<br />

Guzmán, quien no solamente le ofreció las tropas a su cargo, sino la<br />

movilización de los efeivos <strong>del</strong> sur, que se habían reunido con don<br />

Esteban León. Por su parte don Epitafio Huerta mandó órdenes a<br />

Zitácuaro para que la brigada de Puebla se sumara al proyeo <strong>del</strong><br />

general Blanco.<br />

Algo más hizo el gobernador michoacano, es decir, financió esta campaña<br />

con dinero que arrebató violentamente al clero. Ya se sabe que a estas<br />

personas no se les puede restar, sino de esa manera. Así formada<br />

aquella tropa de audaces guerrilleros, se presentó el 6 de oubre de<br />

1858 en Maravatío, donde Iturbide colaboró con lo que pudo. El 10 ya<br />

estaban en Ixtlahuaca y el mismo día recibió Blanco a las fuerzas de<br />

Pueblita en Almoloya, esa vez al mando <strong>del</strong> general Rómulo <strong>del</strong> Valle,<br />

ya que el primero había recibido una herida en la cabeza durante sus<br />

últimas acciones. Quien no llegó fue don Esteban León, que ya<br />

empezaba a dar muestras de estarse torciendo hacia la derecha.<br />

Al final se vio que la brigada Blanco sólo contaba con unos cuatro mil<br />

hombres y muy pocas municiones. Por ello no atacaron Toluca. Es


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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decir, Blanco hizo una tentativa para lograr que las fuerzas<br />

acantonadas en la ciudad salieran a campo abierto, donde creía poder<br />

batirlas, pero la guarnición, poco antes reforzada, no hizo aprecio de<br />

las instigaciones liberales.<br />

Tampoco en México se sumaron al ataque las fuerzas lerdistas, ya que<br />

habían salido con dirección a la hacienda de la Huerta para eerar<br />

ahí al general Blanco, pero tomando otro camino. De modo que no<br />

pudieron encontrarse. Como se sabe, el ataque fracasó pese a los<br />

encomiables esfuerzos de aquella tropa aguerrida. La Brigada Estado<br />

de México con la Brigada Michoacán tomaron el Castillo de<br />

Chapultepec y penetraron profundo a la capital, pero tuvieron que<br />

retirarse por falta de apoyos interiores.<br />

Toda la Brigada Blanco puso ealdas a la capital y el 18 y el 19 rindieron<br />

en Tianguistenco. Siguieron sin novedad hasta la hacienda de la<br />

Huerta, donde se les sumaron algunos elementos capitalinos y otros<br />

volvieron a seguir trabajando en la urbe.<br />

En Tlacotepec se encontraron con la sorpresa de que ya estaban ahí las<br />

fuerzas de Esteban León. Se les ordenó regresar a sus posiciones <strong>del</strong><br />

sur donde, deués de algunas campañas más o menos importantes,<br />

su jefe traicionó al liberalismo pasándose a la reacción.<br />

En Zitácuaro, el general Blanco entregó las fuerzas <strong>del</strong> Estado de<br />

México al general Guzmán; la Brigada Michoacana se dirigió a<br />

Morelia y el propio Blanco, con sus norteños, regresó a Guadalajara,<br />

donde lo requería urgentemente el general Degollado.<br />

Reeo a las fuerzas <strong>del</strong> estado, comandadas entre otros por el coronel<br />

Felipe B. Berriozábal, se ha dicho que cometieron la villanía de<br />

diarar contra los estudiantes <strong>del</strong> Colegio Militar instalado en<br />

Chapultepec. Los jóvenes (que no eran niños de ningún modo), igual<br />

que en 1847, habían determinado defender su bastión y, como<br />

entonces, habían soltado metralla por todas partes. La tropa liberal,<br />

que en un principio no sabía que se tratase de muchachos, avanzó y<br />

tomó el fuerte con todas las de la ley. Se reetó a quienes se<br />

entregaron. Se les detuvo prisioneros mientras duró la batalla y el 18,<br />

antes de salir de la capital la brigada, fueron puestos en libertad.<br />

En cuanto a la política, a fines de ese mismo año de 1858 se sublevó el<br />

general Echegaray contra Zuloaga, lo derrocó, para que al final de<br />

cuentas maniobrara Miramón quedándose en la presidencia, por<br />

cuenta de los reaccionarios. El clero y los ricos tenían una confianza<br />

desmedida en este joven de veintidós años, habilísimo militar a quien<br />

juzgaban como un pequeño Napoleón. El hecho demuestra, sin<br />

embargo, que la reacción estaba peligrosamente escondida. Desde


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

luego, el general Benito Haro, comandante militar en Toluca, se puso<br />

primero de parte de Echegaray y luego presentó sus reetos al<br />

general Miramón.<br />

Entre febrero y marzo se inició una serie de audaces tentativas para<br />

llegar a la capital, Berriozábal se interna hacia Valle de Bravo y<br />

Temascaltepec y en pocos días logra limpiar la región de gavillas<br />

reaccionarias. Cuando se entera <strong>del</strong> gran golpe que se prepara contra<br />

la capital <strong>del</strong> país y decide estar a la expeativa.<br />

Esta segunda intentona realizada en marzo tuvo como objetivo principal<br />

retener en el centro el mayor número posible de tropas conservadoras<br />

de modo que no pudieron hacerse hacia Veracruz en cantidades<br />

suficientes como para poner en peligro a Juárez y su gabinete. Fue<br />

idea de don Santos Degollado, quien para ese objeto se posesionó de<br />

Querétaro y Guanajuato. Contaba en realidad con pocos efeivos,<br />

pero eeraba que al entrar en el Valle de Toluca se le sumaría<br />

Berriozábal, que estaba en Temascaltepec; Carbajal, que acababa de<br />

ocupar los llanos de Apan; don Diego Álvarez y Villalba, que venían<br />

de Cuernavaca; Caamaño, Casales, Torres y otros guerrilleros<br />

diseminados en diferentes puntos <strong>del</strong> altiplano.<br />

Por lo que se refiere al ataque, se volvió a perpetrar igual que la vez<br />

anterior, pero con una resistencia más empecinada de los<br />

conservadores. Al poco tiempo se vio que resultaba muy difícil<br />

doblegar las defensas capitalinas y se pensó que era conveniente una<br />

retirada hacia Toluca, que podían tomar en virtud de que su<br />

guarnición, de cerca de mil hombres, se encontraba en ese momento<br />

defendiendo el Castillo de Chapultepec.<br />

Pero Degollado quiso hacer otra tentativa y atacó nuevamente. El<br />

fracaso fue total. A la derrota siguió una persecución implacable por<br />

parte de El Tigre de Tacubaya, Leonardo Márquez, que ese día se<br />

ganó a ley el remoquete, asesinando a los médicos y praicantes que<br />

habían concurrido al campo de batalla para ayudar a los heridos. Ahí<br />

murió Juan Manuel Mateos, compañero de banca de Altamirano e<br />

hijo ilustre <strong>del</strong> Instituto <strong>del</strong> estado. En la misma infausta ocasión<br />

fueron sacrificados el joven militar Arteaga, el poeta Covarrubias y<br />

otros notables jóvenes de ideas reformistas.<br />

De paso hacia Jalisco, Degollado dejó en el valle al general Francisco<br />

Tapia, quien, secundado por Iniesta y otros guerrilleros, tomó Toluca.<br />

Pero la ciudad no permaneció mucho tiempo en manos de los<br />

liberales, cuando más los meses de abril y mayo de 1859, ya que pocos<br />

días deués esta plaza era ocupada por don Antonio Ayesterán,<br />

político retrógrado de Toluca, que ya alguna vez había ocupado<br />

provisionalmente el cargo de gobernador. Alatriste, Carbajal, el


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propio Berriozábal en el sur, en fin, la mayor parte de los jefes<br />

revolucionarios que peleaban en nuestro territorio sufren en esta<br />

época una embestida frontal y colérica por parte de los reaccionarios<br />

que han visto a la urbe capitalina a punto de caer en manos liberales.<br />

Es ésta una época de derrotas y defecciones. Las ciudades y poblados<br />

cambian con extraordinaria rapidez de unas manos a otras. Mientras<br />

en lo político, la sociedad mexicana va a conmoverse con los manifiestos<br />

que lanzan Juárez y Miramón, cada uno defendiendo su causa y<br />

llamando a los mexicanos a engrosar las filas de sus reeivos partidos.<br />

Más a<strong>del</strong>ante la deseeración obliga a los contendientes a celebrar<br />

acuerdos internacionales no poco indecorosos: la reacción paa con<br />

Eaña (Tratado Mon-Alamonte) y el liberalismo con los Estados<br />

Unidos (Tratado McLane-Ocampo); se trata de ganar la guerra a toda<br />

costa, de doblegar, de vencer y de humillar al enemigo, no importa<br />

que se pongan en peligroso juego los intereses de la patria.<br />

Ya a principios de 1859, Berriozábal había obtenido el grado de Coronel<br />

de Caballería auxiliar <strong>del</strong> ejército y deués de sus campañas en la<br />

Villa <strong>del</strong> Valle, se le otorgó el águila de General de Brigada. Se unió a<br />

los liberales en el Bajío, que en abril infringieron a Miramón la grave<br />

derrota de Silao, de donde parte Berriozábal para ocupar Celaya y<br />

apoderarse de armas y municiones, así como otros pertrechos en<br />

cantidad considerable. Poco deués se reúne en Guanajuato con los<br />

generales Ampudia, Degollado y Pueblita, donde recibe instrucciones<br />

de incursionar otra vez en el valle de Toluca. Amaga al general Bruno<br />

Aguilar que se retira a Lerma, y los liberales ocupan brevemente la<br />

ciudad, haciéndose de pertrechos. Poco deués el general<br />

reaccionario Vélez se presenta a reforzar a Bruno Aguilar, pero<br />

cuando llega a Toluca ya no encuentra a Berriozábal, que ha partido<br />

nuevamente rumbo al Bajío.<br />

Hay que decir que estos movimientos táicos de los liberales tuvieron<br />

como principal objetivo proteger el puerto de Veracruz, sede de los<br />

poderes, residencia de Juárez y, por lo mismo, la presa más apetecida<br />

de los reaccionarios. Por otra parte, el Bajío y Jalisco tienen una<br />

importancia económica capital, son el granero <strong>del</strong> país, de modo que<br />

también se intensifican en lo posible las acciones tendientes a<br />

mantener la ocupación de esas regiones, que desde un principio se<br />

habían manifestado juaristas.<br />

Algunos de los llamados “triunfos <strong>del</strong> conservatorismo”, no fueron otra<br />

cosa que premeditadas escaramuzas. El tacubayista Alfaro, que<br />

persiguió Berriozábal hasta Celaya, anunció haber derrotado y<br />

diersado totalmente la división; no obstante, este caudillo vuelve a<br />

aparecer con sus fuerzas íntegras en la campaña que el general<br />

González Ortega emprende en toda la extensión de Jalisco y en la que<br />

Márquez sufrió una de sus peores derrotas.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Hasta el 27 de agosto, la División <strong>del</strong> Estado de México había estado<br />

bajo el mando <strong>del</strong> general Manuel Quijano, pero en esa fecha se<br />

designó comandante de la misma al general Berriozábal, a quien por<br />

suerte tocó decidir la batalla de Jalisco a favor de los liberales.<br />

Deués de una serie de movimientos en que una coalición de jefes<br />

de gran experiencia, además de González Ortega, logró envolver a las<br />

tropas de Márquez y Mejía, se le ordenó a Berriozábal que avanzara<br />

sobre Tepatitlán, pero en el camino se encontró esgrimiendo un<br />

pañuelo blanco a unos enviados de Márquez que venían a proponer<br />

un armisticio. Zaragoza, que mandaba las fuerzas liberales, se negó a<br />

todo arreglo. La reacción se desconcertó, las fuerzas liberales marcharon<br />

impertérritas sobre una muchedumbre de pobres soldados de leva<br />

que sólo sabían correr a esconderse.<br />

Deués de ese triunfo, el 12 de noviembre marchó Berriozábal, apoyado<br />

por fuerzas <strong>del</strong> general Degollado, de Querétaro hacia Toluca, a la que<br />

toma sin mucha resistencia. Pero esta vez no piensa abandonar la<br />

ciudad cualquiera que sea el tamaño de las fuerzas que mande la<br />

reacción en su contra. Antes bien, Berriozábal trabaja<br />

incansablemente pertrechándose, fortificando los puntos débiles,<br />

levantando la moral de sus tropas y, desde ese instante, procurando<br />

organizar a las autoridades <strong>del</strong> gobierno que la revolución había<br />

puesto en sus manos.<br />

Dos veces derrotada la facción conservadora en sus intentos de tomar<br />

Veracruz, aniquilada en el Bajío, la Huasteca y Jalisco, hostigada<br />

eternamente por las gavillas revolucionarias que en varias ocasiones<br />

habían ocupado lugares como Texcoco, Chalco o Tlalpan, trató en<br />

esos momentos de pedir una tregua. Decimos tregua porque ni los<br />

propios reaccionarios creían posible una paz en que subsistiesen con<br />

el mismo poder, la Iglesia y el Estado. Fallaron, por fortuna y por<br />

talento de los liberales, aquellas intentonas de paz y se intensificó<br />

notablemente la lucha.<br />

El propio Miramón se diuso a caer sobre Toluca, sorprendiendo en<br />

verdad a Berriozábal por medio de vestir a gran parte de su tropa con<br />

uniformes liberales y hacerlos atravesar los montes en diersión.<br />

Dice don José María Vigil:<br />

De esta manera Berriozábal no pudo saber nada <strong>del</strong> movimiento<br />

que contra él se efeuaba y la primera noticia que tuvo fue la<br />

presencia <strong>del</strong> general Negrete, que el 9 a las 12 <strong>del</strong> día penetraba a<br />

paso veloz, al frente de su división, hacia la Plaza de Armas de<br />

Toluca. La sorpresa de los liberales fue completa, Negrete se<br />

apoderó de la artillería y de la caballería casi sin diarar un tiro, en<br />

vano hizo Berriozábal una deseerada resistencia en el convento


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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de San Francisco, cuyas alturas tomó, pues agotadas sus<br />

municiones, se vio al fin estrechado a rendirse con 36 jefes y<br />

oficiales y 401 hombres de tropa. Igual suerte corrió el convento <strong>del</strong><br />

Carmen, en donde el hermano de Miramón, don Mariano, tomó<br />

prisionero al Batallón de la Reforma con toda su oficialidad.<br />

En suma, la artillería, el armamento, carros con municiones, vestuario,<br />

etc., todo cayó en poder de los conservadores. Entre los prisioneros<br />

se hallaban los generales don Santos Degollado, don Felipe Berriozábal<br />

y don Juan Gobantes; los coroneles don José Juárez y don Luis<br />

Legorreta; los comandantes de batallón y los de escuadrón don<br />

Jesús Salce, don Julio Cervantes, don Vicente Lebrija y don Carlos<br />

Morales; quince capitanes, un segundo ayudante, cinco tenientes,<br />

un subayudante, siete subtenientes, dos alfereces y mil trescientos<br />

diecinueve soldados.<br />

El general Berriozábal salió herido de la cabeza de aquella infortunada<br />

ocasión, dándose motivo para el alborozo de los reaccionarios de la<br />

capital. Los prisioneros fueron paseados por las avenidas principales<br />

ante la rechifla de los tacubayistas. Se dice que Miramón ordenó que<br />

fueran pasados por las armas todos los generales, pero que el embajador<br />

ecuatoriano Francisco Pacheco intercedió por las vidas de los prisioneros.<br />

Márquez asegura que fue él quien, desobedeciendo a Miramón, aplazó<br />

primero la orden para revocarla deués definitivamente.<br />

En esos días se presentó González Ortega en el valle con diez mil<br />

hombres amagando la capital. Miramón reunió las fuerzas que pudo,<br />

hay quien dice que sobrepasaban a los 16 mil, la mayoría levantados<br />

de leva y se dirigió a eerar al enemigo en las lomas de Calpulalpan.<br />

En dos horas de lucha Miramón quedó aniquilado. Hay quien<br />

atribuye la vioria al genio militar de Zaragoza, en cuyas manos se<br />

puso la dirección táica <strong>del</strong> combate. Sea lo que fuere, el juarismo<br />

dio la puntilla a los conservadores en esta histórica jornada.<br />

Miramón regresó a México asustadísimo, sacó a Berriozábal de la cárcel<br />

y lo hizo acompañar <strong>del</strong> reaccionario Ayestorena a fin de que<br />

conferenciaran con los jefes liberales una paz decorosa. González<br />

Ortega no aceptó propuesta alguna, en virtud de que Miramón no<br />

tenía investidura legal de ninguna eecie. En esas circunstancias, el<br />

Presidente conservador abandonó la ciudad seguido de Márquez,<br />

Zuloaga y unos mil quinientos hombres que fueron desertando en<br />

pelotones enteros por el camino. Entonces, Miramón, poco diuesto<br />

a enfrentarse a la vida guerrillera, volvió a la metrópoli para que lo<br />

escondieran los curas. Zuloaga y Márquez siguieron con rumbo<br />

desconocido. El 25 de diciembre las brigadas de Carbajal y Rivera<br />

pusieron pie a la capital de la república iniciando la entrada <strong>del</strong> Ejército<br />

Constitucionalista. Poco deués ya estaba ahí el ministro <strong>del</strong> Interior,


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

don Melchor Ocampo, organizando la administración y<br />

emprendiendo una embestida burocrática y militar en contra de<br />

todos los que habían servido al gobierno tacubayista.<br />

El 11 de enero de 1861, con toda discreción, entró a México el presidente<br />

Juárez, lanzando un manifiesto en que hacía saber a los mexicanos<br />

que su política invariable sería el reeto a la Constitución de 1857, la<br />

implantación íntegra de la Reforma y una amnistía política y militar<br />

hasta el grado en que fueran prudentemente aconsejables.<br />

Por lo que toca a Berriozábal, deués de su frustrada comisión ante<br />

González Ortega, a principios de diciembre, regresó a la capital,<br />

donde Miramón lo puso a cargo <strong>del</strong> ayuntamiento que debía entregar<br />

la urbe a los liberales. El general aprovechó la ocasión para que todo<br />

estuviese en orden, hasta el momento en que llegaron Juárez y su<br />

gabinete y se hicieron cargo de todo. Hay que advertir que<br />

Berriozábal fue sometido a juicio para “depurar su auación” durante<br />

los últimos días de la lucha en que se dejó sorprender por los<br />

reaccionarios en Toluca. Se dice que la acusación fue lanzada por<br />

Nicolás Romero, pero que no progresó en virtud <strong>del</strong> limpio<br />

expediente de Berriozábal y los testimonios a su favor que emitieron,<br />

entre otros, el propio general Santos Degollado que en su entrada a<br />

México lo había invitado a compartir honores.<br />

En los primeros días <strong>del</strong> triunfo liberal, se encargó <strong>del</strong> gobierno <strong>del</strong><br />

estado don Manuel Fernando Soto, pero el 21 de mayo de 1861 se<br />

reivindicó totalmente a Berriozábal, designándolo gobernador<br />

interino de esta entidad.<br />

A pesar de la derrota de Calpulalpan, los jefes reaccionarios y las gavillas<br />

de la misma filiación siguieron luchando denodadamente durante los<br />

primeros meses de 1861, escondidos en las montañas de Ocuilan y<br />

Malinalco, donde se les aplicaron algunos golpes aunque no<br />

definitivos, Esteban León fue expulsado de la Villa <strong>del</strong> Valle (de<br />

Bravo), en tanto que Nicolás Romero infringía una grave derrota en<br />

Tlalnepantla al jefe conservador Patricio Granados. Al huir, Márquez<br />

y Mejía fueron sorprendidos y destrozados en el Cazadero, mientras<br />

O’Haran había acabado con Izaliturria en Las Cruces.<br />

Pero la reacción no estaba derrotada. Sus golpes de ahogado habrían de<br />

ser terribles. Pronto se juntaron cerca de Michoacán Zuloaga y<br />

Márquez, y sorprendieron a don Melchor Ocampo en su hacienda, a<br />

quien tomaron preso y asesinaron proditoriamente. Durante unas<br />

maniobras, don Santos Degollado fue sorprendido por la gavilla de<br />

Buitrón, en los llanos de Salazar y asesinado de un tiro. Igual que, en<br />

los mismos días, Gálvez tomó prisionero a Leandro Valle en el Monte<br />

de Las Cruces y lo pasó por las armas.


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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Envalentonados por estos éxitos, los jefecillos reaccionarios comenzaron<br />

a reagruparse alrededor de la capital, a la que lanzaron algunos golpes<br />

sin importancia, pero psicológicamente peligrosos ya que el partido<br />

liberalista pasaba por una etapa de crisis virulenta. Se trataba de<br />

reconocer o no la legalidad de Juárez. Se le criticaban las facultades<br />

muy amplias que se le habían conferido y se hacían trabajos políticos<br />

alrededor <strong>del</strong> general González Ortega.<br />

El propio general Felipe B. Berriozábal abandonó temporalmente la<br />

gubernatura <strong>del</strong> estado para dedicarse a perseguir a los gavilleros<br />

conservadores, designándose para sustituirlo al licenciado Manuel<br />

Alas. Berriozábal, junto con el general Arteaga, atacó a Buitrón en<br />

Huixquilucan, donde le cobraron a buen precio la muerte de don<br />

Santos Degollado. Y poco deués González Ortega derrotó totalmente<br />

a Márquez en Jalatlaco, desalojando los alrededores de tropas infidentes.<br />

¿Podemos decir que termina en ese momento la Guerra de Reforma?<br />

No, cuando mucho un capítulo. Porque los juaristas insisten en llevar<br />

a<strong>del</strong>ante, a como dé lugar, sus planes de Reforma y la reacción clerical<br />

no les puede permitir tamaño lujo. Derrotada con las armas, la hueste<br />

conservadora emprende el viaje al continente europeo en busca de<br />

otras manos, de otros jefes, de otras armas extranjeras que les ayuden<br />

a doblegar al terco indio Juárez.<br />

Por lo que toca al Estado de México, Berriozábal vuelve a ocupar el<br />

gobierno estatal en oubre de 1861, donde permanece hasta que, a<br />

principios de abril de 1862, se incorpora con el Batallón de Toluca y la<br />

División <strong>del</strong> Estado de México a las fuerzas que habrán de dar por<br />

primera vez la cara al invasor extranjero en la ciudad de Puebla.


La Intervención<br />

Francesa<br />

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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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os últimos meses demostraron que el movimiento<br />

reaccionario tenía demasiadas cabezas. Cayeron muchas,<br />

pero otras se movilizaron sin interrupción, lo mismo en plan<br />

guerrero, que en el de la política. Napoleón El Pequeño, fue el<br />

siguiente paso de los conservadores. Este sátrapa, descendiente <strong>del</strong><br />

gran Corso, traicionó a la república francesa, se instaló un trono tan<br />

deforme como aparatoso y quiso emular las hazañas de su abuelo.<br />

Lo de pequeño no le viene a Luis por haber sido nieto de Napoleón, sino<br />

porque jamás pudo llegar ni a las suelas de su ilustre abuelo. Cuando<br />

llegó al trono de Francia tenía realmente muy poco territorio como<br />

para poder lucir emperador. Europa no estaba en plan de dejarse<br />

sorprender, igual que cuando el Corso. Por eso echó sus miras en<br />

América, máxime que los Estados Unidos, enfrascados en su guerra<br />

secesionista, estaban demasiado ocupados devorándose entre ellos<br />

para acordarse de la Dorina Monroe.<br />

El mezquino juego de las deudas, que Juárez trataba de dejar pendientes<br />

mientras reponía su presupuesto, inició la gran maniobra de El<br />

Pequeño. Tanto así, que los otros reclamantes, Inglaterra y Eaña, no<br />

quisieron hacerla de paleros y se retiraron a tiempo. En ese instante<br />

se declaró la maniobra imperialista, organizada y costeada en parte<br />

por los deechados conservadores.<br />

Sin embargo, mientras se realizaban las negociaciones en la esfera<br />

diplomática, los caudillos menores de la reacción proseguían su lucha<br />

guerrillera, concentrando la mayor parte de sus elementos en el<br />

altiplano, Michoacán, Puebla, Querétaro y Jalisco.<br />

En septiembre de 1861, se ordenó a los Ejércitos <strong>del</strong> Centro y a la<br />

División <strong>del</strong> Estado de México que se emplearan a fondo para<br />

eliminar los focos subversivos. Márquez había tomado Tianguistenco,<br />

donde fusiló a su manera de chacal a un grupo de patriotas que le<br />

habían hecho una tenaz y brava resistencia, entre ellos don Pablo<br />

Maya, jefe político <strong>del</strong> distrito de Tenango, que se había distinguido<br />

de joven por su acendrada ideología liberal.<br />

Hombre de gran cultura, ingeniero aivo que realizó numerosas obras<br />

en su región, Pablo Maya fue compañero de Altamirano, de Mateos,<br />

de Alcalde, de toda esa generación de institutenses que laaron<br />

positivismo puro y firmes ideas progresistas. Pronto se presentó en<br />

Santiago Tianguistenco el general O’Haran para vengar la derrota y el<br />

crimen, infringiendo un severo golpe al Tigre de Tacubaya, al que<br />

hizo replegarse hacia las montañas <strong>del</strong> norte.<br />

Al mismo tiempo, don Agustín Guzmán derrotaba en Arroyozarco a una<br />

triple partida comandada por Argüelles, Cobos y Negrete. Más


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

importante fue un segundo encuentro en Calpulalpan, donde el<br />

general Carbajal derrotó definitivamente a Marcelino Cobos y lo tomó<br />

prisionero. Cobos, que por la multitud de crímenes que había cometido<br />

independientemente de la guerra podía ser juzgado en plan sumario,<br />

sufrió la pena de muerte. No sabemos por qué razón deués de<br />

fusilado se le cortó la cabeza y se mandó empaquetada a México.<br />

El 12 de septiembre, el guerrillero Buitrón se atrevió a dar un golpe a<br />

Toluca, de donde fue rechazado enérgicamente por Berriozábal, a la<br />

sazón gobernador de la entidad. Iba huyendo Márquez cuando el<br />

general Tapia lo sorprendió e hizo trizas cerca de Pachuca.<br />

Poco deués las fuerzas de O’Haran y Aurelio Rivera se unieron para<br />

dar una batida, en Las Cruces, a las gavillas de José María Cobos<br />

(quien no era pariente <strong>del</strong> anterior), Gálvez, Buitrón y otros<br />

reaccionarios. En la hacienda <strong>del</strong> Veladero, Godoy Alcalá derrotó a<br />

Iguanazo. En fin, fueron echados <strong>del</strong> territorio, además de los jefes<br />

conservadores mencionados: Vera, expulsado por el coronel Domingo<br />

Arrieta, Lemus, Galván, La Madrid y otros de menor importancia.<br />

Un peligro mayor se cernía entonces sobre la cabeza de todos los<br />

mexicanos. Batidos en el campo de batalla, los conservadores habían<br />

conseguido otro objeto. La patria traicionada vio llegar al puerto de<br />

Veracruz las poderosas armas de Eaña, la primera, de Inglaterra, la<br />

segunda, y Francia, la tercera y única que se había de quedar.<br />

No vamos a repetir los harto conocidos incidentes de la conjura<br />

imperialista contra México, pero sí destacaremos algunos hechos<br />

esenciales. El amargo sabor de la derrota, la deseeración <strong>del</strong><br />

impotente, lanzaron a la reacción a una venta descarada de su<br />

patria. José María Hidalgo, Almonte, el cura Miranda, Gutiérrez<br />

Estrada, todos ellos fueron a negociar con la Corona eañola, con<br />

la Corona inglesa, ambas muy femeninas y con la turbia Corona<br />

de Francia.<br />

Eañoles y británicos sólo querían cobrar. En enero de 1862 se<br />

presentaron con su armada porque, según creían, Juárez se negaba a<br />

pagar, cuando México sólo pedía que lo eeraran un poco. En los<br />

Convenios de la Soledad, Isabel y Vioria se dieron cuenta de que<br />

México tenía un gobierno decente, pero empobrecido y, además,<br />

desconfiado de la aitud de Napoleón.<br />

Cínico como todos los diadores, Napoleón pasó por encima de los<br />

Convenios de la Soledad, deidió con una trompetilla a los<br />

cobradores exaltados y se diuso a intervenir nuestra patria. Los<br />

imperialistas jarochos recibieron al soberbio general conde de<br />

Lorencez con campanas al vuelo.


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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La guerra estaba declarada. Y ahora las fuerzas debían cambiar<br />

momentáneamente de nombre. Por un lado quedaban los patriotas,<br />

bien de color liberal puro o champurrados de tibio, y <strong>del</strong> otro se<br />

pusieron las fuerzas ultraconservadoras, las que soñaban con el<br />

status de la Colonia, los que creían que la solución de todos<br />

nuestros problemas era un “padrecito azar” o “un tata kaiser”, a fin<br />

de que las cosas tomaran el curso antaño establecido por la Iglesia y<br />

los señores feudales.<br />

Unos pelearán por México, por la república, y se llamarán republicanos,<br />

juaristas, chicanos. Otros pelearán por sus turbios intereses<br />

económicos que tratan de garantizar por medio de una Corona<br />

extranjera, por lo tanto firme y durable: éstos serán los imperialistas,<br />

conservadores, mochos, o como se les quiera llamar. Aparece un<br />

nuevo faor: los “franchutes”, soldados de paga, que vienen atraídos<br />

por el botín de las feraces tierras de América.<br />

Diría un cronista: “esta vulgar aventura”, es decir, la aventura<br />

imperialista (estuvo en boga todo el siglo pasado y principios <strong>del</strong> XX)<br />

tuvo éxito cuando dirigió sus garras hacia el centro africano, nidal de<br />

tribus casi en estado salvaje, o al sur de Asia y la Polinesia que<br />

también querían rebasar el neolítico. Tuvo éxito en los países árabes<br />

por tanto pachá inmoral (como nuestros Almontes y Mirandas) que<br />

entregaban su suelo a los ricos imperialistas, a cambio de que les<br />

dieran lo suficiente para seguir disfrutando de sus harenes edénicos.<br />

Se enfrentó a un Oriente estratificado, corrompido y en plena<br />

decadencia, y también pegó el imperialismo.<br />

No se tuvo en consideración que los felices tiempos de la conquista<br />

americana habían pasado tres y medio siglos atrás. Ahora los pueblos<br />

de este continente ya no estaban diuestos a tolerar ningún tutelaje<br />

europeo. Juárez decretó todo lo necesario, nombró general <strong>del</strong><br />

Ejército de Oriente y, poco más tarde, ministro de Guerra, al general<br />

Zaragoza y se diuso a defender a la patria.<br />

En febrero, el general Berriozábal pidió permiso para dejar la<br />

gubernatura que recayó en manos <strong>del</strong> licenciado Pascual González<br />

Fuentes. Este personaje sólo estuvo hasta marzo, cuando la situación<br />

obligó a Juárez a organizarse militarmente, por lo que fue nombrado,<br />

por el propio Juárez, gobernador y comandante militar de nuestra<br />

entidad el general Tomás O’Haran.<br />

Ya en febrero, Berriozábal había diuesto una movilización general de<br />

las fuerzas <strong>del</strong> estado, que tenían que concentrarse en Toluca; no<br />

obstante, acudió personalmente con una corta brigada a las<br />

cumbres de Acultzingo, donde el general Zaragoza tuvo su primer<br />

contao con Lorencez. El conde venía con más de seis mil


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

franceses, en tanto que Zaragoza no pudo reunir en esa ocasión ni<br />

dos mil hombres, por lo que, cuando vio que toda resistencia era<br />

inútil, ordenó que las tropas se replegaran hacia la ciudad de<br />

Puebla, donde eerarían al enemigo.<br />

El condecillo de Lorencez era tan fatuo, que consideró la maniobra de<br />

Acultzingo como una gran derrota <strong>del</strong> Ejército Republicano. Así lo<br />

anunció a sus jefes imperiales, con la visión europea <strong>del</strong> que juzga<br />

al pueblo de América como un clan de indios de pluma, taparrabo y<br />

huarache. Lorencez creía superar las hazañas de don Hernando y<br />

puede que hasta las de la Malinche. Él traía no trescientos forajidos<br />

habilitados de tropa, sino seis mil de “los mejores soldados <strong>del</strong><br />

mundo”. Pensaba hacer trizas a Zaragoza, a<strong>del</strong>antarse a Tenochtitlán,<br />

tomarla a sangre y fuego, entregarle un nuevo continente al pequeño<br />

Bonaparte. Algunos franceses creyeron sinceramente que venían a<br />

apalear encuerados y a cambiar cuentas por oro.<br />

En la acción <strong>del</strong> 5 de mayo, el pueblo <strong>del</strong> Estado de México va a tener<br />

una participación gloriosa.<br />

Aclaremos: ¿cuál pueblo?<br />

Queremos decir, el “pueblo en armas”, que desde años atrás combatía<br />

gallardo contra la reacción clerical. El pueblo organizado en<br />

batallones que perseguían a los chacales Márquez, Mejía, Buitrón,<br />

Cobos, el torvo Vicario y otros de su calaña. Este es el pueblo de<br />

Toluca, Metepec, Polotitlán, Tejupilco, Chalco, Texcoco, Valle de<br />

Bravo, etc., que fue a la Batalla <strong>del</strong> 5 de Mayo. Sin olvidar que en<br />

dichas brigadas tomaron parte algunos inteleuales de gran valía<br />

salidos <strong>del</strong> Instituto de Toluca.<br />

Decir, por ejemplo, “que ese día Puebla defendió a la patria” es decir una<br />

barbaridad. Los poblanos ricos eran quienes habían traído la peste<br />

armada de Francia. Dejaron morir de hambre al Ejército de Oriente…<br />

En fin, trabajaron para el extranjero seguidos de la clase sacerdotal y<br />

de sus inevitables corifeos, entre la pequeña burguesía y el pueblo<br />

ignorante y desorientado. Claro que los poblanos y patriotas<br />

estuvieron en la lucha. Imposible borrar de la contienda a los<br />

zacapoaxtlas y a la división poblana, formada por guerrilleros y<br />

soldados que también habían estado peleando fieramente contra la<br />

rabiosa clerigalía de Puebla.<br />

En cuanto Berriozábal se dio cuenta de lo que les eeraba en esa ciudad,<br />

se concentró con una brigada en Toluca. Dice la señora de Meyer:<br />

Ante la situación ya amenazadora <strong>del</strong> avance de las tropas invasoras,<br />

el Estado de México puso a la diosición de la Secretaría de Guerra


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una división a las órdenes <strong>del</strong> general Felipe Berriozábal, compuesta<br />

por tres brigadas. La primera brigada al mando <strong>del</strong> general Tomás<br />

O’Haran, compuesta por el batallón ligero de Toluca, batallón de<br />

Sultepec, lanceros de Toluca y lanceros de Ixtlahuaca con un efeivo<br />

de 1,400 hombres. Segunda brigada al mando <strong>del</strong> coronel Ignacio de la<br />

Peña y Barragán, formada por el segundo batallón ligero de Toluca,<br />

tiradores de Ocampo, escuadrones de Tlalnepantla y Cuautla, guardias<br />

nacionales de Chalco, Texcoco y Tlalnepantla, con un efeivo de 1,500<br />

hombres. Tercera brigada al mando <strong>del</strong> coronel Jesús Andrade,<br />

compuesta por los guardias nacionales de Huejutla, Huascazaloya,<br />

Zacualtipan y Pachuca, con un efeivo de 1,500 hombres.<br />

Según todas las informaciones, la División <strong>del</strong> Estado de México aportó<br />

algo más de 4 500 hombres bien equipados. Al llegar a Puebla se<br />

pusieron a las órdenes <strong>del</strong> general Zaragoza, que los distribuyó<br />

convenientemente, quedando Berriozábal al mando <strong>del</strong> Fijo de<br />

Veracruz y los dos ligeros de Toluca, dentro de la columna <strong>del</strong> general<br />

Negrete, antiguo jefe conservador que esa vez en Puebla se portó con<br />

real patriotismo y gallardía.<br />

El propio Berriozábal, en su bien pergeñado parte militar, nos da a<br />

conocer las acciones en que los efeivos a su cargo tomaron parte en<br />

la Batalla de Puebla.<br />

Lorencez había eerado que en el camino a Puebla se le unieran las<br />

facciones conservadoras. Pero sus jefes permanecieron a la<br />

expeativa, no obstante que Juan Almonte, autonombrado para dirigir<br />

los destinos imperiales, hizo todos los esfuerzos posibles por allegarlos<br />

a la causa. Es verdad que al final todos terminaron uncidos al carro de<br />

Napoleón, pero antes de entregarse pusieron sus condiciones. Hasta<br />

que se les garantizó el botín comenzaron a tomar parte más aiva en<br />

la lucha y a sumarse a los efeivos militares <strong>del</strong> invasor.<br />

En Orizaba se le agregó Márquez, pero jefes como Zuloaga, José María<br />

Cobos y Manuel Benavides prefirieron expatriarse. El Estado de<br />

México parecía limpio de reaccionarios, por lo que sus fuerzas<br />

pudieron acompañar al general Zaragoza en el frustrado ataque a<br />

Orizaba, al mismo tiempo que liquidaban a Echegaray tropas<br />

combinadas de Carbajal y Berriozábal, que lo sorprendieron en<br />

Iztapa, Veracruz. Buitrón hizo una intentona para apoderarse de<br />

Tianguistenco, en manos <strong>del</strong> general Leyva, pero fue rechazado y<br />

escarmentado. Dejó más de 200 prisioneros, artillería, armamento y<br />

equipo en cantidades considerables.<br />

La amenaza ya no fue de pronto <strong>del</strong> interior, la amenaza iba a<br />

agigantarse desde fuera. En el asedio a Orizaba nuestras tropas<br />

vuelven a cubrirse de laureles, según lo narra en sus partes el general


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Berriozábal, a quien tocó detener y rechazar una numerosa columna<br />

francesa. Aquel ataque no significó una vioria, fracasó el plan y la<br />

sorpresa; pero tampoco significó una derrota: los mexicanos<br />

pudieron retirarse en orden salvando todas sus pertenencias. El resto<br />

de 1862 había de transcurrir en una eecie de status. Los<br />

republicanos atacan Orizaba, de donde sale Lorencez a emprender<br />

alguna acción de importancia. Se hace el enfermo, pide su traslado a<br />

Francia, Napoleón reacciona y en septiembre llega a Veracruz el<br />

famoso mariscal Forey, inmisericorde y tremendo, que inaugura su<br />

mandato degradando oficiales, cesando a Juan Almonte como<br />

direor político de la invasión y reorganizando las tropas a las que<br />

trajo de refuerzo algo más de 12 mil hombres.<br />

La llegada de Forey hizo comprender a Juárez que el peligro eerado<br />

estaba allá; Napoleón ya no creía en verdad en los sueños dorados<br />

de Lorencez, ahora estaba decidido a emplear sus fuerzas en<br />

número mayor, hasta el fondo. En oubre, Juárez terminó de<br />

reorganizar militarmente a la nación. Presentía la derrota en los<br />

principios y la necesidad más tarde de una guerra permanente, bien<br />

en guerrillas, bien en tropas organizadas, por lo tanto, el país debía<br />

estar listo para todo.<br />

Ese mes apareció en Toluca, durante el gobierno de Ortiz de Zárate, el<br />

bando juarista por el cual se dividía la entidad en “distritos militares”.<br />

Tres se formaron: uno que abarcaba en eecial el Valle de Toluca, y<br />

los distritos <strong>del</strong> sur con quienes se comunicaba a través de la sierra:<br />

Sultepec, Temascaltepec, Tenango <strong>del</strong> Valle, Tenancingo, Toluca,<br />

Villa <strong>del</strong> Valle, Ixtlahuaca y Jilotepec, considerándose como la<br />

capital a Toluca.<br />

El segundo distrito militar abarcaba las poblaciones <strong>del</strong> norte: Tula,<br />

Ixmiquilpan, Zimapán, Huichapan, Aopan, Huazcozaloya, Pachuca,<br />

Huejutla, Zacualtipan, y el antiguo distrito de Apan, dejándose como<br />

capital Aopan.<br />

El tercero abarcó eecialmente el sur morelense: Jonacatepec,<br />

Yautepec, Morelos, Cuernavaca y Tetecala, considerándose como<br />

cabecera a Cuernavaca. Hay que apuntar que el resto de los distritos,<br />

es decir, los <strong>del</strong> valle, quedaron adscritos a la jefatura militar <strong>del</strong> DF.<br />

Los efeivos militares se distribuyen de modo práico y Berriozábal,<br />

con los batallones de Toluca y efeivos de Ixtlahuaca, Tenango, etc.,<br />

siguió en campaña junto con el Ejército de Oriente mandado por<br />

Zaragoza. Y más que todo eerando la embestida francesa.<br />

En efeo, en cuanto se organizó Forey, salió de Orizaba hacia Jalapa y<br />

de ahí se tiró direamente sobre Puebla. Zaragoza había muerto. Esa


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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vez se encargó a González Ortega defender la estratégica ciudad. Fue<br />

un sitio cruel y tormentoso, largo, infernal, que al fin se perdió por<br />

parte de los mexicanos.


Coterráneos<br />

en Puebla<br />

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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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a segunda vez que los franceses atacaron Puebla ya no<br />

estaba allí Lorencez, sino Forey, con 18 mil elementos de tropa<br />

escogida. Sin embargo, con menos hombres, con<br />

fortificaciones muy deficientes, casi sin alimentos, los defensores<br />

sostuvieron el sitio durante dos meses de infierno y balas, que<br />

terminaron en una derrota total y la captura de los principales jefes<br />

republicanos, incluyendo a González Ortega.<br />

En esa batalla crucial tomaron parte dos hombres con gran influencia en<br />

los destinos <strong>del</strong> estado: Berriozábal, de quien hemos hecho frecuente<br />

mención y José Vicente Villada, entonces capitán extraordinariamente<br />

joven para su cargo y para las aptitudes excepcionales que mostraba.<br />

Del primero, podemos decir que comandando las fuerzas de la división<br />

estatal, participó en facetas muy importantes de la lucha como la<br />

defensa <strong>del</strong> convento de San Agustín, la Calleja de los Loros y el<br />

encuentro en Pitiminí. Cooperó aivamente para hacer inexpugnable<br />

la manzana poblana que estuvo en manos <strong>del</strong> general Valle. Se<br />

encargó en gran parte de la defensa de los fuertes de Loreto y<br />

Guadalupe y, a principios de mayo, fue de los que trataban de<br />

convencer a González Ortega de romper el sitio y salvar al ejército.<br />

Pero el comandante general era de otras ideas.<br />

Además, se eeraban refuerzos <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro que no llegaron<br />

nunca. Comonfort sufrió una derrota a manos de Márquez antes de<br />

llegar la noche <strong>del</strong> 14 de mayo, Gonzáles Ortega reunió a los<br />

principales jefes: Negrete, Mendoza, Antillón, Paz, Berriozábal,<br />

Alatorre y Mejía [Ignacio] para determinar la forma de rendirse. Se<br />

resolvió al final de cuentas que se destruiría totalmente el equipo y<br />

armamentos útiles, entregándose las tropas restantes al enemigo, si<br />

éste aceptaba las condiciones de una rendición decorosa.<br />

Así sucedió. Forey tomó Puebla, hizo prisioneros a una cantidad<br />

considerable de jefes y soldados y trató de que firmaran un documento<br />

en que se comprometían a no volver a tomar las armas en contra <strong>del</strong><br />

ejército invasor. Todos se negaron. La viril reuesta aparece firmada<br />

por generales de la talla de Epitafio Huerta, Felipe Berriozábal, Francisco<br />

Paz, Florencio Antillón, Francisco Alatorre, Ignacio Mejía, Alejandro<br />

García, José M. Mora, Pedro Hinojosa, Francisco Lamadrid, Porfirio<br />

Díaz, Mariano Escobedo, Juan Bautista Caamaño —que pronto había<br />

de traicionar a la causa—, Luciano Prieto, Manuel G. Cosío y 1 400<br />

más, oficiales y jefes, que en una forma u otra, pronto volverían al<br />

campo de batalla.<br />

Entre los prisioneros que se negaron a firmar estaba José Vicente<br />

Villada, que poco antes se había juntado con el general Hinojosa a la<br />

Brigada Jalisco, que se destacó a los fuertes de Loreto y Guadalupe.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Villada peleó con bravura, según su demostrado caráer y arrojo.<br />

Hay que decir que este jefe no principió su carrera militar en las filas<br />

liberales, sino con el general Francisco A. Vélez, en la época en que<br />

este mílite se subordinó al gobierno tacubayista. Deués de los<br />

fracasos reaccionarios, Villada, que también fue un gran luchador<br />

periodístico, se retiró a Pachuca para dedicarse al comercio y a sus<br />

aficiones literarias.<br />

Iniciada la invasión <strong>del</strong> territorio nacional, el patriota que hubo siempre<br />

en el joven capitán de la milicia lo hizo salir de su encierro para<br />

incorporarse a las fuerzas defensoras. Vistos sus antecedentes, el<br />

general Doblado confirmó a Villada el grado de capitán y lo<br />

comisionó para que formara un batallón de voluntarios en la región<br />

minera de Pachuca.<br />

En febrero de 1862 tuvo un encuentro con Mejía cerca <strong>del</strong> mineral, pero<br />

eludió la lucha franca para reunirse con Doblado en México; este jefe lo<br />

comisionó, a su vez, para que se incorporara con su batallón al Ejército<br />

<strong>del</strong> Centro, mandado por Comonfort. Pero este jefe recibió tarde la<br />

orden de ayuda a Puebla. Quedó quieto por lo pronto. Por ello mismo,<br />

José Vicente, que era un volcán, pidió y obtuvo la autorización de<br />

Comonfort para sumarse al Ejército de Oriente que eeraba a los<br />

franceses en Puebla. Cerca de esta plaza, se incorporó a las fuerzas de<br />

Hinojosa y con ellas estuvo en lucha hasta caer prisionero.<br />

Puebla cayó el 17 y el 21. Berriozábal, Antillón, Díaz y Caamaño<br />

consiguieron escapar. Más a<strong>del</strong>ante también burlaron la vigilancia de<br />

sus captores el general Hinojosa y José Vicente Villada. Estos últimos<br />

huyeron a San Agustín <strong>del</strong> Palmar y se juntaron más tarde en<br />

Tehuacán donde procedieron a reorganizar sus fuerzas.<br />

Por lo que toca a Berriozábal, él se presentó rápidamente con el<br />

supremo gobierno, y Juárez, que atravesaba por una época de crisis<br />

ministerial desde la muerte de Zaragoza, lo nombró ministro de la<br />

guerra. Por lo que tocó al resto de los efeivos <strong>del</strong> Estado, se<br />

distribuyeron en eecial en el Ejército <strong>del</strong> Centro, de Comonfort, o<br />

quedaron adscritos a las brigadas que defendían los distritos militares<br />

de nuestra entidad. Berriozábal, que duró escasos dos meses en la<br />

Secretaría de Guerra, fue nombrado general de división y se le<br />

encargó nada menos que la gubernatura de Veracruz. En esa región<br />

estuvo hostigando a los franceses hasta el mes de septiembre que<br />

pasó al “Cantón de Reserva” en Aguascalientes y, finalmente, se le<br />

entregó la comandancia de la Cuarta División <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Norte.<br />

Por su lado, Hinojosa y Villada, deués de una terrible odisea, llagan a<br />

la capital, pero Juárez y su gabinete se habían trasladado a San Luis<br />

Potosí, en este lugar lo alcanzan y, mientras el general Hinojosa


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vuelve a tomar el mando de su división, la de Jalisco, Villada sirve a<br />

Juárez en algunas difíciles misiones cerca de la capital; más tarde se<br />

incorpora al 2º Batallón de Ligeros de Toluca, con el parte a defender<br />

las asoladas tierras michoacanas.<br />

Fue en esta época, diciembre de 1863, cuando Villada habría de acometer<br />

la empresa más formidable de su carrera. Salvó a la División <strong>del</strong> Centro<br />

de pararse a las filas <strong>del</strong> enemigo, ya que pudo saber afortunadamente<br />

de una conjura que estaban tramando los generales Uraga y Caamaño,<br />

el primero de triste historial y el segundo que se manchaba por<br />

primera vez las manos. Entonces, Villada maniobró con rapidez, habló<br />

con algunos jefes que le eran adios, los resolvió a derenderse con él<br />

<strong>del</strong> grueso de la división y ya en condiciones favorables arengó a la<br />

tropa, les dio a conocer la falacia de Uraga y Caamaño y los convenció<br />

para que lo quisieran en la lucha contra los invasores.<br />

Caamaño, que además era gobernador de Michoacán, quiso castigar<br />

a Villada y a sus gentes, pero cuando los buscó ya estaban bien<br />

guarnecidos en el sur terracalenteño. Dice uno de sus biógrafos:<br />

“De este modo 4 mil hombres quedaron bajo el mando de Villada<br />

durante muchos días, hasta que convocó a una junta de jefes, ante la<br />

cual renunció y propuso como jefe de la división al coronel<br />

Alejandro García”.<br />

Recordamos que entonces José Vicente sólo era capitán, por lo que su<br />

sentido <strong>del</strong> saber, su audacia y su arrojo y el don de mando que puso<br />

en evidencia los días en que comandó la división, le ganaron el<br />

grado de teniente coronel, que le confirió Arteaga, nuevo jefe <strong>del</strong><br />

Ejército <strong>del</strong> Centro cuando el joven Villada se incorporó a ese<br />

cuerpo, entregando de paso los 4 000 efeivos que había salvado de<br />

la traición.<br />

Volviendo al desastre de Puebla, se recuerda que originó la precipitada<br />

salida de Juárez hacia San Luis Potosí, por lo que el ejército invasor<br />

pudo entrar a la capital de la república el 10 de junio de 1862, sin<br />

encontrar resistencia alguna. Eso sí, se encontraron las campanas al<br />

vuelo, los arcos triunfales levantados por la reacción para que bajo<br />

ellos pasaran los franceses y traidores que les seguían. El primero en<br />

poner pie en la capital fue el Tigre de Tacubaya, todavía con las uñas<br />

llenas de sangre de mártires <strong>del</strong> liberalismo.<br />

Forey nombró un ayuntamiento con reaccionarios, integró una junta de<br />

“notables” que debía decidir el destino político de la patria y<br />

estableció firmemente su hegemonía militar. Los notables, no podían<br />

menos, votaron por la monarquía y ao seguido extendieron la<br />

invitación a Maximiliano, advirtiendo que si el rubio archiduque no<br />

podía aceptar: “La nación mexicana que se remite a la benevolencia


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

<strong>del</strong> su majestad Napoleón III, emperador de los franceses, para que le<br />

indique otro príncipe católico”.<br />

La noticia fue recibida con gran entusiasmo en los círculos retrógrados<br />

de la providencia. Desde luego, en Toluca, donde ya se eeraba con<br />

ansia el arribo <strong>del</strong> ejército invasor, igual que en todas partes <strong>del</strong> país,<br />

aquí tuvimos, incluso, nuestro Epigmenio de la Piedra, que deués<br />

de ser un hombre de cultivadas ideas liberales, desbarró <strong>del</strong> modo<br />

más increíble. Ya cuando estaba en Tenancingo, llegó a proponer, en<br />

su deseeración imperialista, que si no queríamos príncipes rubios y<br />

ojiverdes, ahí estaban para el caso los prietos descendientes de<br />

Moezuma, ideas que eran discutidas con euforia, casi sin reparar en<br />

la ridiculez que entrañaban, por los seleos círculos toluqueños.<br />

Por eso fue que el 5 de julio, cuando las columnas francesas penetraron<br />

como en desfile dominguero por las calles de Toluca, la reacción se<br />

echó a la calle para llenar de vítores al general Berthier, a cuya<br />

aproximación las fuerzas <strong>del</strong> general don Manuel Alas, gobernador y<br />

comandante <strong>del</strong> distrito, se habían retirado hacia el occidente.<br />

Forey había decidido limpiar el centro de tropas republicanas. De ahí<br />

que la aividad militar de los franceses se extendió con rapidez en<br />

todos los puntos importantes. Pronto ocuparon Monte Alto y Tepeji<br />

<strong>del</strong> Río la brigadas de Larrauri, de la división de Mejía; <strong>del</strong>egándose<br />

deués hacia Puebla en Ajusco, el general Leyva fue derrotado por el<br />

coronel imperialista Carranza, quien se llevó gran número de<br />

prisioneros y material. Vicario tomó Cuernavaca, replegando a las<br />

fuerzas de Juárez hasta los límites de la costa. Ya para el 18 de julio,<br />

los franceses estaban en Tenancingo. Rápidamente el coronel Aymerd<br />

tomó Pachuca y Tulancingo.<br />

Es verdad que los imperialistas tuvieron algunos descalabrados pero, en<br />

general, puede decirse que para el otoño de 1863 ya habían ocupado<br />

gran parte de nuestra región, por lo que las aividades militares en gran<br />

escala se dirigieron hasta los estados <strong>del</strong> norte y <strong>del</strong> sur, quedando<br />

sólo en las regiones escabrosas los grupos de guerrilleros que habían<br />

de hostigar constantemente a las fuerzas invasoras.<br />

Durante el otoño e invierno de 1863, Forey desató una furiosa ofensiva<br />

hacia el interior en que sus generales fueron tomando, sucesivamente:<br />

Querétaro, Morelia, Guadalajara y León, mientras Mejía avanzaba<br />

direamente sobre San Luis, cuya capital era abandonada por Juárez<br />

quien, con su gabinete, marchó hacia Saltillo.<br />

En esta etapa suceden algunos hechos de orden general muy<br />

significativos. Los conservadores se dan cuenta de la humillante<br />

condición de inferioridad, militar y política, en que los mantiene el


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mariscal Forey, quien también rechazaba gran parte de los puntos de<br />

vista <strong>del</strong> seor clerical.<br />

Se olvidaron los malinchistas de que Francia, con todo y estar<br />

constituida en imperio, por azares de la mala fortuna, había podido<br />

conservar una serie de conquistas ganadas por la Reforma. Por<br />

ejemplo, en Francia, la Iglesia tenía un claro sello oficial. Estaba no<br />

sólo separada, sino supeditada al Estado. Los curas no podían cobrar<br />

impuestos, ni siquiera obvenciones parroquiales. Trabajaban a sueldo.<br />

Y en relación con los demás, si los mexicanos pedían una monarquía<br />

moderna, era de eerarse que no tuviera las condiciones feudales<br />

que ricos y clero trataban de imponer. Estas cuestiones debían<br />

producir grietas irreparables en un sistema monárquico que en<br />

mucho contribuyeron a su destrucción final.<br />

El establecimiento de las tropas francesas en el país, y más tarde la<br />

institución de Maximiliano, creó entre los conservadores una<br />

situación más confusa y contradioria que aquella que había<br />

prevalecido durante los gobiernos republicanos. Algunos<br />

imperialistas terminan por creer a ciencia cierta que Maximiliano,<br />

más que para ellos, había venido a gobernar para los liberales.<br />

Comenzando porque el príncipe rubio era masón.<br />

En el momento en que los traidores fueron a ofrecerle la corona,<br />

Maximiliano era práicamente un prisionero. Archiduque y<br />

hermano <strong>del</strong> poderoso Francisco José de Austria y Hungría, desde<br />

muy joven manifestó sus tendencias democráticas, un acendrado<br />

amor a la cultura, al estudio y a la investigación teológica. Siendo<br />

jefe de la marina austriaca, se ligó con algunos nobles encariñados<br />

con la masonería. Trataba con deferencia a todo mundo, incluso a<br />

los subordinados más ínfimos, y se ganó la voluntad y cariño de la<br />

marinería, que colaboró con entusiasmo excepcional en los planes<br />

de reorganización trazados por Maximiliano para esa deficiente<br />

arma de un imperio sin costas. Realmente fue el creador de la<br />

marina imperial.<br />

Fue también gobernador <strong>del</strong> Lombardo Veneto, gozando de una<br />

popularidad arrolladora, tanta que acabó por granjearle la envidia de<br />

su propio hermano. Recuérdese que siendo archiduque, tenía derecho<br />

al trono en segundo lugar, de manera que sus enemigos acabaron por<br />

inventarle su conjura, apoyada por el pueblo, en que se lucharía por<br />

acabar con las instituciones imperiales, imponiendo a Maximiliano<br />

en el trono sobre base en una monarquía constitucional.<br />

Poco a poco se les fueron reduciendo los cargos de confianza, volvió a la<br />

marina en calidad de mueble y pronto se le confinó definitivamente


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

en Miramar, con serio peligro para su existencia y la de su eosa si<br />

abandonaba ese retiro. Tal es el triste momento de su vida en que lo<br />

encontró el grupo de reaccionarios que fueron a Miramar a ofrecerle<br />

una “verdadera” corona.<br />

Existen indicios bastante serios de que Maximiliano se resistía a<br />

emprender la aventura, pero fue fatalmente empujado por las<br />

ambiciones de Carlota Amelia, su mujer, que sufría eantosamente<br />

en el destierro y soñaba, febril, con llegar algún día a cernirse una<br />

corona imperial. Y México, deués de todo, era un país que tenía<br />

diez veces más territorio que todos los dominios de Francisco José.<br />

Para el emperador también era un excelente negocio, hizo renunciar al<br />

hermano a todos sus derechos al trono de Austria y Hungría y en<br />

pago le entregó una fuerte escolta de 6 000 hombres. Sin embargo, lo<br />

principal era que los conservadores le habían pintado a México como<br />

un pobre país, sometido a la tutela diatorial de unos salvajes<br />

indígenas comandados por el zapoteco Juárez y que, en cuanto su real<br />

planta tocara el suelo <strong>del</strong> país, todo el pueblo se levantaría para<br />

vitorearlo y apoyar a su salvador. Ya que de salvador venía a México<br />

este príncipe, último de los románticos que sí creyeron verdad eterna<br />

la predestinación de los seres de sangre azul para el gobierno de los<br />

pueblos; cuánto más, si el príncipe es también un hombre demócrata,<br />

liberal, capaz de sentir verdadero cariño por el pueblo.<br />

Maximiliano es todo un personaje <strong>del</strong> romanticismo decadente, su<br />

vida es una novela como mandada hacer para la radio, para la<br />

televisión; todo melodrama y un horrorísimo final de tragedia<br />

esquiliana. Si este rubio príncipe hubiese sido un déota de la<br />

crueldad, de la calaña de su hermano, culpable de la guerra de 1814,<br />

su vida estaría sobremontada y diluida en la de tantos tiranuelos,<br />

nacionales y extranjeros que vinieron a sojuzgar al país. Pero en<br />

Maximiliano hay una paradoja increíble que mete su vida a un<br />

marco de agudas truculencias. Se le puede pintar sin sonrojos<br />

patrióticos, como un buen hombre al que engañaron los<br />

reaccionarios, <strong>del</strong> que un déota como Francisco José trataba de<br />

deshacerse a toda costa y <strong>del</strong> que Napoleón se aprovechó como<br />

títere para sus ridículas ambiciones imperiales, tan ridículas como<br />

criminales y fracasadas.<br />

Podemos admitir, incluso, que Maximiliano fue verdaderamente<br />

demócrata, pero sus convicciones son totalmente borradas por su<br />

aitud imperial; sirvió de instrumento a la reacción y fue un<br />

instrumento de guerra. Culpable <strong>del</strong> asesinato de miles de mexicanos<br />

y de estas cosas no lo pueden exculpar sus pujos liberalistas. Al<br />

propio Maximiliano tener las ideas que tenía le costó la existencia.<br />

Como liberal fue de lo más peligroso para los liberales, y como


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conservador terminó por ganarse las soechas, la desconfianza y la<br />

animadversión plena de los conservadores.<br />

Todos esos fenómenos históricos cierran el camino de Maximiliano<br />

direamente hacia el paredón. A última hora, no lo quiso salvar<br />

nadie porque les había fallado a todos: al papa y a la Iglesia, al<br />

imperialismo francés y a los capitalistas mexicanos, le había fallado,<br />

incluso, a su hermanito, quien se negó terminantemente a que el<br />

archiduque derrotado volviera a su patria.<br />

Finiquitados los arreglos en Miramar, Maximiliano y Carlota pusieron<br />

pie en Veracruz el 28 de mayo de 1864 dentro de un ambiente de<br />

frialdad que los dejó asombrados. El 12 de junio entraron en la<br />

capital, donde la reacción ya les hizo algunas fiestas. Y en ese instante<br />

comenzó el fugaz último imperio que conoció la desgarrada patria.


Maximiliano<br />

en Toluca<br />

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esde julio de 1863, cuando el general Ignacio Alas<br />

abandonó Toluca para reunirse con los juaristas en el norte,<br />

dejó de existir la entidad federativa, el territorio se volvió<br />

departamento y se nombraron para dirigir sus destinos, por cuenta<br />

de los imperialistas, una serie de prefeos políticos que empezaron<br />

con don Manuel de la Sota Riva.<br />

Por cuenta de las diosiciones militares, en el primer distrito con<br />

cabecera en Toluca, se situaron tropas conservadoras al mando de<br />

Navarrete y Valdés, con algo más de 1 100 hombres; el infidente Cano<br />

ocupó Pachuca, con el coronel Antonio Domínguez, y el comandante<br />

José de la Peña pasó a Tula.<br />

Por lo que toca a las fuerzas liberales, los que no cayeron prisioneros en<br />

las últimas contiendas, como Ortiz de Zárate, o defeccionaron como<br />

el general O’Haran, se reunieron con los ejércitos <strong>del</strong> Centro, de Oriente<br />

y de Norte, según veremos más a<strong>del</strong>ante. El mando liberal de los<br />

distritos <strong>del</strong> Estado de México se dio al general José María Arteaga:<br />

[…] en esas condiciones estábamos cuando en el mes de oubre,<br />

Maximiliano vino al departamento de México a conocer algunos de<br />

sus pintorescos lugares, empezando por los miserablemente<br />

folklóricos de San Felipe <strong>del</strong> Obraje [hoy, dizque <strong>del</strong> Progreso] y de<br />

Ixtlahuaca. Para rematar en Toluca.<br />

Este viaje y la visita a Toluca son demasiado ilustrativos para conocer el<br />

estado de ánimo y la frecuencia de opinión en los distintos círculos<br />

sociales de la ciudad capital, y nos revelan algunos pormenores de la<br />

insólita manera de auar <strong>del</strong> príncipe rubio. La mejor descripción la<br />

tenemos en el maestro Miguel Salinas y, posiblemente, la única de<br />

caráer histórico, aparte de tradiciones y leyendas que circulan por<br />

ahí entre los herederos de los socialité que en esa época se encargaron<br />

de agasajar a la imperial pareja.<br />

Siendo muy jovencito, don Miguel Salinas vio y vivió aquella ocasión tan<br />

eecial que, años deués, nos narra con un dejo de melancolía,<br />

como si a él también le hubiese impresionado el relandor de la<br />

sangre azul. Se lamenta de las “groserías” de los “liberales” y <strong>del</strong><br />

payismo de algunos aristócratas, haciendo notar que la plutocracia<br />

toluqueña se quedó no poco decepcionada <strong>del</strong> príncipe rubio y su<br />

bellísima señora.<br />

Desde el principio hubo problemas, ya que Maximiliano salió<br />

primero, hizo el viaje hasta Michoacán, luego regresó a Ixtlahuaca<br />

y de ahí se carteó con la emperatriz pidiéndole que lo eerara en<br />

Toluca. Pero resultó que Carlota se a<strong>del</strong>antó un poquitín a los<br />

acontecimientos, por el afán de conocer las formidables haciendas


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

que se extendían a los lados <strong>del</strong> camino y llegó más temprano a<br />

Toluca. Nadie la salió a recibir. Los imperialistas que estaban<br />

preparando la “cuetería”, al volver el resto, se encontraron con que<br />

la augusta mujer ya estaba allí.<br />

¡Qué barbaridad! Los sicarios <strong>del</strong> imperialismo sudaron tinta para<br />

explicarle tamaña anomalía a su majestad y la llevaron rápidamente<br />

hasta la hacienda de Palmillas, donde se encontró con su real<br />

consorte bajo un arco que había costado a los ricos Montes de Oca<br />

más de cien mil pesos. Pero dejemos que el señor Salinas narre este<br />

emotivo encuentro: “cuando se acercó el monarca y divisó a su<br />

eosa, apeose <strong>del</strong> arrogante corcel que montaba, la señora bajó de su<br />

coche; ambos avanzaron hasta encontrarse, se unieron en estrecho<br />

abrazo y se besaron tiernamente.”<br />

¿Diga usted si no iba a conmover a la camarilla reaccionaria esta<br />

pareja de comediantes con tamañas dotes para el arte<br />

representativo? Por cierto que, seres tan refinados, se habían<br />

encontrado en estas ilustres tierras una nobleza cimarrona con<br />

todos los defeos <strong>del</strong> “novorriquismo”. En la capital las señoras<br />

acomodadas corrían a saludar a la emperatriz, la llenaban de<br />

abrazos y de saliva y algunas hasta llegaban a decirle: “¡Carlotita,<br />

pero está usted maravillosa!”<br />

No podemos olvidar que todavía en los inicios de la Independencia los<br />

nobles eañoles emigran en masa a la metrópoli y dejan sus<br />

haciendas rentadas a capataces blancos o medieros de su confianza.<br />

Más tarde y por virtud de la expulsión de magnates íberos y la<br />

consiguiente enajenación de sus bienes, los rentistas los pudieron<br />

adquirir en propiedad por diferentes medios, los cuales no está en<br />

nuestro plan dar a conocer el detalle.<br />

Esta generación de ricos que fue a recibir al rubio Maximiliano carecía<br />

en lo absoluto de los títulos, de la educación, de la cultura y el<br />

refinamiento innato en los déotas de la ilustración imperial. Por eso<br />

los emperadores gastaron demasiado tiempo, saliva y dinero, en su<br />

afán de crearse una corte decente, que no palideciera frente a las<br />

cortes de los más infelices principados de Europa. Ya que hasta ese<br />

momento la aristocracia “pulquera”, “lechera” y “gallera” <strong>del</strong> señor<br />

Santa Anna, se había preocupado mucho de eecular con el hambre<br />

y la guerra, pero muy poco de instruirse. Con otra, que los<br />

hacendados que llegaban a cierto grado de ilustración, se volvían<br />

liberales. No se sintió muy a gusto “Carlotita” en Toluca. Desde que<br />

llegó le hicieron pasar un mal rato. Eeraba un pueblo entero<br />

poniéndose a sus pies; y a su paso por las calles, hasta llegar al centro,<br />

sólo pudieron admirarla algunos borrachines trasnochados y las<br />

señoras que iban al tianguis a surtirse de vitualla.


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Por lo demás, mientras los imperialistas de corazón y los liberales tibios<br />

adornaron presuntamente las fachadas de sus casas, la gentes que estaban<br />

de parte de Juárez en plan sincero, se negaron a servir en la comparsa.<br />

Testigo personal de estas cosas, don Miguel Salinas dice emocionado:<br />

No he olvidado que en aquella mañana las calles de Toluca<br />

rebozaban de curiosos, y que las puertas, ventanas y azoteas<br />

contenían grupos compaos de personas. Al llegar el cortejo (hasta<br />

la Cortadura, en que estaban las puertas de la ciudad) avanzó lentamente<br />

[…] de cuando en cuando, una lluvia de flores caía sobre el<br />

coche imperial; al pasar éste frente a la casa de don Luis Goribar<br />

[hoy marcada con el número 40 de la avenida Independencia] el<br />

anciano dueño de la casa, coahuilense radicado en Toluca, lanzó<br />

desde su balcón, con voz muy robusta, un ¡Viva! a los emperadores.<br />

Parece ser que aquel grito fue tan único que por ello impresionó al<br />

narrador. Y no salió de la boca de un toluqueño, sino de un<br />

coahuilense que estaba en Toluca por casualidad. Al señor Salinas le<br />

pareció todo muy bien, hasta que al pasar la augusta pareja bajo uno<br />

de tantos balcones, ocupado por el maestro Mariano Oscoz, el buen<br />

Max se quitó el sombrero, inclinó la cabeza. Todos se quitaron el<br />

sombrero y contestaron el saludo, menos el profesor Oscoz que era<br />

liberal de hueso colorado. Considera el señor Salinas que estas faltas<br />

de urbanidad carreñesca pudieron haberle dado mala fama a Toluca,<br />

en virtud de que lo cortés no quita lo valiente cuando se trata de<br />

emperadores. Muchas veces las multitudes acuciadas por algún cura<br />

apedrearon y abuchearon a Juárez, que también solía ser muy atento<br />

y saludar con el chapó en la diestra… pero eso era otra cosa.<br />

La pareja paró y descansó en la elegante Casa <strong>del</strong> Risco, propiedad de<br />

los señores Pliego (en esos días de doña Chole) y que según estas<br />

referencias debe haber sido la mejorcita de la ciudad, quienes<br />

comenzaron como rentistas de los Condes de Regla, dueños <strong>del</strong><br />

Montepío, luego se agenciaron muy buenas haciendas, hicieron su<br />

gran casa… La Revolución se quedó con el inmueble y, mire usted lo<br />

que son las cosas, a la vuelta de algunos años volvió a tener que ver<br />

con los Condes de la Regla, puesto que ahí se instaló el Nacional<br />

Monte de Piedad.<br />

Por esos días era una casa de lo más chipen, en que se organizaron tres<br />

días de grandes besamanos y festejos. Por las noches, las guapas<br />

damitas de Toluca, <strong>del</strong> brazo de los guapos oficiales “franchutes”,<br />

salían a recorrer las calles con antorchas, contando y, naturalmente,<br />

sacándole el debido provecho a la oscuridad.<br />

Desde luego, Maximiliano visitó algunos lugares importantes, como el<br />

presidio, de donde echó fuera a todos los liberales presos por


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

razones políticas. Esto comenzó a saberles muy mal a los<br />

reaccionarios, pese a que no se sabe que libertase a ningún líder<br />

republicano de importancia.<br />

Y así, entre fiestas y fiestas, Max y Carlota conocieron Zinacantepec,<br />

San Buenaventura, Cacalomacán, las Chichipicas y otros importantes<br />

lugares, como Capultitlán, donde condecoraron a un sacerdote por<br />

tener una escuela maravillosa. Cosa que tampoco les cuadró a los<br />

imperialistas, que aseguraban que el mismo cura no le tenía el mismo<br />

cuidado a su iglesia. En el hoital condecoró con la Medalla de<br />

Mérito Civil (los emperadores son muy dados a esta bisutería) a<br />

varios médicos. No dejó de pasar por el Instituto, donde felicitó en<br />

eecial a ciertos profesores liberales, pero muy eficientes.<br />

En compensación conoció todas las iglesias importantes, pero ahí no<br />

señaló ni condecoró a nadie.<br />

En cuestiones políticas fue el acabose. Estaba como prefeo imperial el<br />

soldado santanista Santiago Cuevas, que había sucedido poco antes a<br />

De la Sota y Riva. Alguna crítica recibió por ahí de los labios imperiales,<br />

en virtud de sus métodos castrenses y de lo tortuoso que era, porque<br />

presentó su renuncia ante el emperador… y el emperador tuvo a bien<br />

aceptarla. ¡A él, a Cuevas, que eternamente fuera un sólido defensor de<br />

todas las sucias causas conservadoras! En fin, pasó el trámite y llegó el<br />

de nombrar nuevo prefeo, ¿en quién se fijó Maximiliano?... nada<br />

menos que en don Pascual González Fuentes, hijo de González Arratia,<br />

liberal connotado. Bueno es consignar que los liberales le echaron en<br />

cara su adhesión al imperio y que los imperialistas reprocharon al<br />

emperador que los hubiese relegado, poniendo en el mayor cargo <strong>del</strong><br />

departamento a un enemigo de su causa.<br />

Para colmo, la presidencia municipal de Toluca vino a recaer en el<br />

licenciado Prisciliano María Díaz González, liberal moderado y por<br />

mucho tiempo enemigo <strong>del</strong> conservadurismo.<br />

Cuando Maximiliano salió de Toluca, ya la reacción local lo deidió<br />

con menos entusiasmo. Las mentes clericales se llenaron de soechas,<br />

ricos y curas habían pensado que el emperador se echaría en sus<br />

brazos, sintiendo un derecio descomunal por los sucios liberales.<br />

¿Y qué había sucedido en concreto?, que el emperador se sentía más a<br />

gusto, más en confianza, con gente como González y don Prisciliano.<br />

Tres días antes de llegar a Toluca la reacción estaba inquieta<br />

únicamente por los detalles <strong>del</strong> recibimiento. En el fondo, había la<br />

mayor tranquilidad reeo a sus intereses: tres días deués de<br />

que Maximiliano salió de Toluca… ya ni los reaccionarios creían en<br />

el Imperio.


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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Así debía pasarle al príncipe rubio donde quiera que fuera. En la misma<br />

ciudad de Toluca, Maximiliano realizó cambios importantes en su<br />

gabinete; nombró a Luis Robles Pezuela para Guerra y a Juan de Dios<br />

Peza para Fomento. Ambos liberales moderados. Igual que Pedro<br />

Escudero y José Cortés Earza, liberales que entraron a ocupar las<br />

carteras de Justicia y Gobernación. De los ultraconservadores, que en<br />

un principio había tenido que admitir Maximiliano, sólo dejó en el<br />

puesto a Joaquín Vázquez de León para Hacienda.


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uando los reaccionarios tomaban el poder, las fuerzas<br />

liberales se echaban a la sierra y dejaban las ciudades<br />

abandonadas a su suerte. Y era en las ciudades donde, por<br />

fuerza, tenían que radicar cierto tipo de mexicanos de ideas progresistas,<br />

como los abogados, los médicos eminentes, los sabios y filósofos, los<br />

periodistas, la mayor parte de ellos incapaces de sostener un fusil y<br />

menos de hacer la tremenda vida <strong>del</strong> guerrillero en la montaña.<br />

Estos liberales eran además personajes imprescindibles: hacendistas<br />

como Urbano Fonseca o Fernando Ramírez, diplomáticos como<br />

Miguel Lerdo y Lafragua, juristas como Arizcorreta y Riva Palacio,<br />

hombres de empresa como González Arratia, es decir, gente de la que<br />

no pudieron prescindir ni los gobiernos blancos ni los rojos y de una<br />

reetabilidad tan grande que siempre que se les maltrató fue<br />

señalado de infame quien lo hizo.<br />

Algunas veces se negaron a colaborar. Otras lo hicieron con un claro<br />

sentido patriótico. Resultaba preferible que estuvieran ellos, y no los<br />

verdugos, en ciertos puestos clave de la relación oficial. Desde allí<br />

buscaron la forma de ayudar al pueblo, de remediar en lo posible sus<br />

males, de protegerlo de las mayores injusticias.<br />

No se les puede juzgar drásticamente sin pecar de searios. Hicieron su<br />

papel en las difíciles etapas de transición y formaron a su sombra toda<br />

una valiente generación de liberales intransigentes, que al suplirlos en<br />

la dirección <strong>del</strong> país supieron llevar las cosas hasta el fondo.<br />

De la dinastía de los Riva Palacio era don Vicente, soldado y escritor,<br />

quien deués de recibirse de abogado, al triunfo <strong>del</strong> Plan de Ayutla,<br />

ocupa varios cargos en el cabildo de la ciudad de México y el de<br />

diputado suplente para el Constituyente de 1857. Varias veces estuvo<br />

en la cárcel por haber combatido a la reacción durante la Guerra de<br />

Reforma. En 1861 llega a diputado-propietario y, en esos mismos días,<br />

el presidente Juárez le ofrece la cartera de Hacienda, que rechaza por<br />

no ser las finanzas su verdadera inclinación ni eecialidad.<br />

Al iniciarse la Intervención Francesa, don Vicente levanta y arma una<br />

numerosa guerrilla con sus propios centavos y se pone a las órdenes<br />

<strong>del</strong> general Zaragoza, a quien acompaña en algunas misiones posteriores<br />

al 5 de mayo. Muerto ese insigne militar, Riva Palacio se<br />

subordina a González Ortega, con quien toma parte en la defensa y<br />

caída de la plaza poblana. Huye antes de la rendición y alcanza a<br />

Juárez en San Luis Potosí.<br />

En virtud de su cultura y talento y de la valentía demostrada en<br />

acciones anteriores, el Presidente se fija en Riva Palacio para<br />

nombrarlo gobernador comandante militar <strong>del</strong> Estado de México,


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

hacia donde se dirige inmediatamente. En el camino va juntando<br />

hombres y haciéndose de armas y equipo. Participa en la toma de<br />

Zitácuaro y en el asalto al Tulillo y se establece definitivamente en<br />

las montañas michoacanas mientras se le presenta la oportunidad<br />

de lanzarse sobre Toluca.<br />

Ésta se había de presentar un poco tarde, ya que a mediados de 1863,<br />

Riva Palacio, Régules y otros patriotas que combatían en Michoacán<br />

sufrieron una serie de tremendas derrotas, al grado de que, poco<br />

deués, Berriozábal, siendo gobernador de esta entidad, dió bases<br />

orgánicas definitivas a fin de que se estableciera una eficiente<br />

organización guerrillera en las fragosidades de la montaña, en virtud<br />

de que resultaba casi imposible acometer empresas bélicas de mayor<br />

consideración y seriedad. Berriozábal fue un apasionado de la guerra<br />

de guerrillas e, incluso, llegó a escribir algunas notas en relación con<br />

la teoría y táica de dichas organizaciones militares.<br />

No obstante, con esa virtud pasmosa que tenía para levantar ejércitos de<br />

la nada, el general Régules pudo presentarse algunas ocasiones en el<br />

Valle de Toluca amagando Ixtlahuaca y aun la capital <strong>del</strong> estado. En<br />

agosto de 1863, por poco sorprende al general Aymar, que tuvo que<br />

pedir superadamente que le mandaran refuerzos desde el Distrito<br />

Federal En esa ocasión Régules había podido levantar más de 2 mil<br />

hombres regularmente equipados.<br />

Por el mismo tiempo, Zacualtipan se llenó de gloria al resistir<br />

numerosos ataques de los imperialistas, al grado de que casi<br />

arrasaron el lugar. Por su parte, el legendario Nicolás Romero penetra<br />

al Valle de Toluca para dirigirse al sur, pero lo sorprende el<br />

comandante Valdés y lo detienen momentáneamente. En tal ocasión<br />

el liberalismo hubo de sufrir la pérdida <strong>del</strong> bravo guerrillero local<br />

Crescencio Morales, pero también el comandante Valdés resultó<br />

gravemente herido. Poco más tarde, Romero hace otra tentativa sobre<br />

Toluca, pero en esta ocasión ya está en la plaza el general D´Hurbal,<br />

que lo rechaza con grandes pérdidas. No obstante, Romero avanza<br />

sobre el valle michoacano y se presenta en Morelia de donde también<br />

es rechazado. Poco antes Berriozábal se había retirado en esta ciudad.<br />

Por desgracia también Nicolás Romero muere en esa época; yendo<br />

rumbo a Apatzingán lo sorprenden los imperialistas, cae prisionero y<br />

es pasado por las armas.<br />

Todo 1864 y 1865 la pasan los patriotas en nuestra entidad haciendo la<br />

guerra de guerrillas o incorporados a otros ejércitos. Incluso los<br />

inteleuales que están en condiciones de hacerlo, toman las armas y<br />

se lanzan a la contienda. Altamirano lucha con Porfirio Díaz en<br />

Oaxaca; León Guzmán, que llega a capitán de caballería, combate al<br />

lado de los generales Negrete y Escobedo en las regiones <strong>del</strong> norte.


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En febrero de 1865, ya con el grado de teniente coronel, encontramos a<br />

José Vicente Villada tomando parte en las acciones de Michoacán,<br />

asimilando al Ejército <strong>del</strong> Centro que comandaba el general<br />

Arteaga. Tomó parte de la defensa de Villa de los Reyes, donde con<br />

una sola tropa, de unos 300 elementos, detuvo un ataque encarnizado<br />

de la reacción.<br />

En marzo se presentó frente a Cuitzeo y la tomó para asistir más tarde<br />

al general Régules cuando asedió a Tacámbaro, donde los franceses<br />

presentaban como blanco a la familia <strong>del</strong> comandante a fin de<br />

conseguir que los atacantes se retiraran. Régules pese a todo,<br />

penetró a Tacámbaro infringiendo una gran derrota a las tropas<br />

extranjeras. Villada fue el principal faor de esa vioria. Más tarde<br />

se retiró de Tacámbaro para auxiliar a Régules y Arteaga en el<br />

ataque que dieron al coronel Lemus en Uruapan, donde se<br />

consiguió penetrar gracias a un golpe de imaginación y estrategia de<br />

don José Vicente.<br />

Más tarde, los imperialistas se vengaron de esta derrota y <strong>del</strong> fusilamiento<br />

de Lemus, enviando contra Uruapan fuerzas muy superiores. La<br />

derrota fue total y los generales Arteaga y Salazar fueron fusilados.<br />

Así se hilaba en aquellos días.<br />

En dicha acción también cayó prisionero el coronel Villada, pero se<br />

salvó de morir gracias a que, poco tiempo antes, se había negado<br />

a realizar algunas ejecuciones de contados jefes imperialistas:<br />

Méndez lo dejó libre y Villada se reincorporó a las fuerzas <strong>del</strong> Estado<br />

de México, entonces bajo las órdenes de don Vicente Riva Palacio.<br />

A estas alturas es necesario recordar que a fines de 1863, el general<br />

Uraga, nombrado jefe <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro, presionó hasta<br />

conseguir la destrucción de Felipe Berriozábal como gobernador de<br />

Michoacán, en virtud de que ya tenía la intención de traicionar al<br />

gobierno y estaba seguro de que aquél no lo seguiría en su<br />

defección. Maniobró hábilmente y pudo conseguir que nombraran a<br />

Juan B. Caamaño.<br />

Meses deués, tanto Uraga como Caamaño, dieron la ealda a Juárez,<br />

originando la proeza <strong>del</strong> coronel Villada que salvó al Ejército <strong>del</strong><br />

Centro y lo volvió a poner al servicio de la república. Tocó entonces<br />

al general Riva Palacio hacerse cargo de la gubernatura de esa<br />

entidad, en la que sirvió sin dejar las armas. Finalmente, en 1865 y a<br />

raíz de la sentida muerte <strong>del</strong> general Arteaga, Riva Palacio recibió el<br />

nombramiento de general en jefe <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro, organización<br />

militar cambiante, amorfa y hasta ese momento llena de traidores,<br />

pero que al pasar a manos de Riva Palacio tuvo una aitud ejemplar y<br />

les infringió descalabros definitivos a los imperialistas.


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182<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Por lo que toca a Berriozábal, desaparece <strong>del</strong> mapa <strong>del</strong> estado y<br />

concentra sus esfuerzos en Tamaulipas donde participó en la toma de<br />

Matamoros y otras ciudades de importancia. Al final de la guerra<br />

volvió a servir al gobierno. Villada se incorporó al Ejército <strong>del</strong> Centro<br />

e inmediatamente participa, a fines de 1865, en varias negociaciones<br />

con el imperialista Méndez. Riva Palacio no parecía muy de acuerdo,<br />

pero Villada lo convenció, consiguiendo deués que todos los<br />

republicanos liberales se pusieran a sus órdenes.<br />

Desde sus comienzos, el comandante Villada se distinguió como un<br />

gran diplomático, excelente organizador, buen financiero y dotado<br />

de una gran facilidad para rehacer sus tropas, equipararlas y<br />

enaltecerles la moral. Aunque, desde luego, careció de la brillantez,<br />

de la magnética personalidad y el don de mando <strong>del</strong> general<br />

Vicente Riva Palacio, cuya carrera militar es tan meteórica como<br />

extraordinaria. En unos cuantos meses llegó a general y enseguida<br />

se hizo divisionario. Su talento, su honradez y su prestigio le<br />

ganaron la absoluta confianza y el pleno reconocimiento <strong>del</strong> señor<br />

Juárez que al encomendarle el Ejército <strong>del</strong> Centro tuvo una de sus<br />

medidas más afortunadas. Esta batería, que había estado fallando<br />

desde la cabeza, que no llegó al sitio de Puebla, que estuvo a punto<br />

de defeccionar, en manos de Riva Palacio se volvió un terrible<br />

instrumento de combate.<br />

A fines de 1866 ya había ocupado gran parte <strong>del</strong> Valle de Toluca y<br />

amenazaba adentrarse más allá de Lerma, en tanto que el guerrillero<br />

Fragoso trataba de cerrar la pinza atacando a Cuautitlán, Texcoco y<br />

Chalco. Forey trató de contrarrestar las avanzadas liberales y destacó<br />

hacia Lerma una división al mando de La Hayrie, quien hizo que se<br />

retirara Riva Palacio hacia sus posiciones de Michoacán. Pero 15 días<br />

deués regresó sobre Toluca y entonces el mariscal ya no tuvo más<br />

remedio que echar el resto al asador, mandando fuerte cantidad de<br />

tropas al mando de Delloye. Otra vez se retiró Riva Palacio, que en<br />

esa forma conseguía que los imperialistas se mantuvieran estancados<br />

en el Valle de Toluca, gran cantidad de efeivos que les estaban<br />

haciendo falta en el norte, donde Escobedo acababa de liberar a las<br />

entidades fronterizas, pudiendo Juárez radicar definitivamente en<br />

Chihuahua. También Corona les había quitado Jalisco. Díaz ya era<br />

dueño de Oaxaca y así sucesivamente.<br />

Por lo que toca a Ramón Corona, avanzó de Guadalajara hacia Morelia<br />

y tomó esa ciudad, donde fue recibido con gran entusiasmo por los<br />

patriotas. Ya se preparaba el gran asalto a la capital, por lo que el<br />

general Riva Palacio se retiró <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro, dejándolo en<br />

manos <strong>del</strong> general Régules y se decidió aivamente a organizar una<br />

brigada con hombres <strong>del</strong> Estado de México deseosos de recuperar<br />

su tierra natal.


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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Cuando Corona avanzó hacia México, Riva Palacio le avisó que tenía 1 000<br />

efeivos de caballería y que sólo eeraba equipar a sus infantes para<br />

caer sobre Toluca. El mismo mes de febrero de 1867 consiguió su<br />

objetivo y se presentó en Toluca donde barrió materialmente al general<br />

Delloye. Aunque no se tiene la fecha exaa, se sabe que fue nombrado<br />

gobernador de la entidad. Estuvo ejerciendo unos días, hasta que a<br />

fines de febrero, salió con toda su tropa, a ponerse a las órdenes <strong>del</strong><br />

general Corona, que marchaba al asedio de Querétaro, donde se<br />

había refugiado la corte imperial. Corte en plena decadencia, próxima<br />

a la extinción y cuyo fin había comenzado pocos meses antes, cuando<br />

Napoleón retiró sus tropas <strong>del</strong> país, cuando Carlota Amalia corrió<br />

por toda Europa buscando una ayuda que no le presentó nadie y<br />

terminó en la demencia. Ya sólo le quedaban al príncipe rubio,<br />

Puebla, la capital y Querétaro. Estaba jugando sus últimas cartas.<br />

Gente de alcurnia, nacida en el estado, tomó parte en esa lucha.<br />

Estuvieron ahí, además <strong>del</strong> general Riva Palacio, el ya brigadier<br />

Villada, el coronel Ignacio M. Altamirano y el terracalenteño don<br />

Eulalio Núñez. Y muchos héroes anónimos que reciben por lo menos<br />

la sombra de los laureles ganados por aquellos notables personajes.<br />

Las tropas <strong>del</strong> estado tomaron parte eecial en la toma de Casa<br />

Blanca y <strong>del</strong> convento de La Cruz, hazaña que abrió a los liberales las<br />

puertas de la cuidad.<br />

Deués de la guerra, el general Riva Palacio denegó los puestos que se<br />

le ofrecían y se retiró a la vida privada para triunfo y gloria de la<br />

literatura nacional, de la que es uno de los titanes más reconocidos.<br />

Su labor histórica, por lo demás, será difícilmente superada en<br />

mucho tiempo.<br />

Por lo que toca al Estado de México, deués de Lalane, en marzo tomó<br />

las riendas <strong>del</strong> poder el coronel Germán Contreras, quien estuvo<br />

hasta la elección constitucional <strong>del</strong> licenciado José María Martínez de<br />

la Concha, en diciembre de 1867.<br />

Un nuevo ciclo nacía para la patria.


El juarismo<br />

en la entidad<br />

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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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a reforma juarista se dirigió eecialmente en contra<br />

<strong>del</strong> clero político que acaparaba las dos terceras partes de la<br />

riqueza nacional, manteniéndola improduiva. En sus<br />

escritos, el door Mora trasluce la idea de que los reformistas, siendo<br />

cristianos, lo único que le criticaban al clero eran sus posturas<br />

anquilosadas, su tradicionalismo y su intervención definitiva en los<br />

destinos populares, cuando en otras partes <strong>del</strong> mundo y desde siglos<br />

atrás, la Iglesia había sido reducida a su verdadero papel, en virtud de<br />

reformas hechas por los propios soberanos.<br />

En cambio, Eaña y América se habían detenido en el tiempo. El clero<br />

era exaamente el mismo que regía en los tiempos de la Colonia.<br />

Tanto así que el propio Napoleón dio instrucciones a Maximiliano<br />

para que dejara en pie muchas de las reformas juaristas.<br />

Estudios más cuidadosos y por gente más preparada tendrán que poner<br />

en claro que durante la Guerra de Intervención fue solamente el clero<br />

y los clericales, es decir, la parte más podrida <strong>del</strong> conservadurismo,<br />

los que maniobraron para hacerse de un emperador. Medida<br />

contraproducente para ellos mismos. Maximiliano no resultó lo que<br />

creían. Perdieron la contienda en forma total. La extrema derecha de<br />

entonces quedó descabezada y desarticulada, y si la Iglesia pudo<br />

salvarse, fue porque se plegó a los diados <strong>del</strong> gobierno, porque los<br />

propios elementos oficiales eran católicos y porque se enconchó de<br />

manera conveniente hasta lograr otra oportunidad.<br />

Durante la lucha contra los franceses y el Imperio tomaron parte muy<br />

aiva, eficaz y hasta heroica, gentes de la reacción que cuidaban más<br />

que sus propios intereses, los intereses <strong>del</strong> clero. El partido republicano<br />

contó entonces con izquierdistas en extrema, con moderados y aun<br />

con un fuerte grupo de líderes conservadores. Sin ir más lejos, el general<br />

Negrete, que se portó a toda ley durante la lucha contra el Imperio.<br />

Haciendo balance de jefes, veremos que ni González Ortega, ni<br />

Escobedo, ni Corona, ni Arteaga, ni Régules, decíamos, ninguno<br />

pertenece al seor que ya entonces se podía llamar socialista.<br />

Cuando viene la paz y Juárez trata de hacer gobierno, estaba obligado a<br />

no pasar por alto los buenos servicios de tibios y conservadores.<br />

Máxime que muchos de ellos todavía portaban al frente una gran<br />

etiqueta de liberales, como Porfirio Díaz. Todos hallaron acomodo en<br />

el gobierno. Fueron gobernadores o jefes políticos o alcaldes y llevaron<br />

a<strong>del</strong>ante algunas de las ideas reformistas de don Benito.<br />

Ahora bien, ¿eran solamente transformaciones en el terreno religiosopolítico<br />

y económico-religioso las que se necesitaban? ¿Era suficiente<br />

con desamortizar los bienes <strong>del</strong> clero, separar la Iglesia <strong>del</strong> Estado,


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

correr a las monjas de los conventos, secularizar los panteones,<br />

suprimir los tribunales y las gabelas parroquiales, para conseguir una<br />

verdadera evolución <strong>del</strong> pueblo mexicano?<br />

Ya entonces se imponían reformas de otro tipo, una revolución más a<br />

fondo que tomara en cuenta los gremios de trabajadores, que realizara<br />

un principio verdadero de reforma agraria expropiado latifundios,<br />

que liquidara la discriminación social y racial. Pero Juárez y los<br />

hombres que lo siguieron en el gobierno sólo estaban decididos a<br />

llegar hasta cierto límite.<br />

La Reforma es apenas una revolución de tipo burgués y antifeudalista.<br />

Como veremos más a<strong>del</strong>ante, <strong>del</strong> propio movimiento surgen los<br />

plutócratas, eecialmente de las familias de los caudillos liberales, que<br />

habrán de echarse sobre los antiguos feudos, sobre las tierras de la<br />

Iglesia y aun sobre las comunidades indígenas, para integrar los grandes<br />

latifundios, las célebres haciendas que le dieron parte de su colorido a<br />

los valles de Toluca y México y a la fuerza regional de terrateniente.<br />

Dice don Mario Mena que no se le debe llamar Porfiriato, sino<br />

“Liberato”, ya que este régimen tuvo sus más profundas raíces en el<br />

señor Juárez y en los miembros “puros” <strong>del</strong> bizarro partido que<br />

venció a los franceses. Todos quienes vamos a encontrar en el turbio<br />

mangoneo de la riqueza mexicana, son juniors o nietos de los<br />

personajes que, como Ramírez, “entraban a los ministerios con una<br />

mano <strong>del</strong>ante y otra atrás y salían de la misma forma”, de donde nace<br />

el dicho popular: “Abuelo pobre, revolucionario, hijo tibio y<br />

millonario, nieto fatuo y reaccionario”. Contra esta última generación<br />

de juaristas, fue que tuvo que levantarse el pueblo en 1910.<br />

En las postrimerías de su gobierno, el propio don Benito se echó la<br />

enemistad política de gentes como El Nigromante, que le achacaba<br />

haber olvidado al indio y a las clases populares, para arrojarse en<br />

brazos de los plutócratas, de los ingleses y, al final, hasta <strong>del</strong> propio<br />

clero. Guzmán y otros pensadores insistían en que la reforma agraria<br />

de Juárez, en vez de beneficiar a los campesinos, los había perjudicado.<br />

Primero destruyó las comunidades de indios, las lotificó para<br />

entregarlas a los pobladores y luego se olvidó de que el caso no era<br />

entregar la tierra en fracciones, sino organizar a los campesinos, darles<br />

crédito, etc.; finalmente protegió la propiedad privada al no fijarle<br />

límites precisos. Es decir, los hacendados pudieron echarse mejor sobre<br />

las tierras comunales obligando a los poseedores particulares a que se<br />

las vendieran, puesto que ya no existía la autoridad comunal. También<br />

los gobernadores de indios se aprovecharon quedándose con tierras de<br />

la congregación, casándose con mujeres blancas y formando familias<br />

de mestizos que, con el tiempo, engrosaron burdamente la sociedad de<br />

afrancesado abalorio que nos dejó la ingrata conquista napoleónica.


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Hay que decir que parte de los liberales puros no se doblegaron jamás<br />

ante el dinero. Tuvimos la suerte de acompañar al poeta Rodolfo<br />

García en una ocasión que obtuvo, de una parienta, algunos<br />

documentos personales de León Guzmán. Pudimos ver que pese a los<br />

altos cargos que habían estado en su poder, al morir, sólo pudo legar a<br />

sus sobrinos (no se casó ni tuvo descendencia identificable) un<br />

pequeño rancho en Nuevo León y algo de dinero; total, cinco mil<br />

pesos cuando mucho.<br />

Pasó igual con otros. Lástima que sus herederos pobres, sin el mismo<br />

caráer, sí tuvieron oportunidad de obtener provecho de los méritos<br />

de sus ilustres antepasados.<br />

No sin razón el señor Juárez creía en ese instante que la tarea más<br />

urgente era la de pacificar al país y luego entrar en una etapa de<br />

recuperación económica, fortaleciendo la producción en el campo y<br />

sobre todo estableciendo comunicaciones e industrializando al país.<br />

En tiempos de este Presidente se inaugura el primer ferrocarril y se<br />

establecen algunas industrias, eecialmente de hilados y tejidos, que<br />

más tarde habrían de producir también los primeros grupos de<br />

trabajadores con ideas socialistas.<br />

Hay que reconocer sin el menor resabio los servicios que los juaristas<br />

prestaron a la patria. Pero tampoco se puede negar que el grupo fue<br />

la matriz donde se gestó el Porfiriato, al que Mena prefirió llamar<br />

“Liberato”. De 1867 en a<strong>del</strong>ante, las personas que ocuparán la<br />

gubernatura <strong>del</strong> Estado de México son, en general, liberales<br />

moderados, protagonistas, benefaores de la vida humana y muy<br />

consecuentes con los clanes hacendarios que por poco regresan al<br />

país a los tiempos de la Colonia.<br />

La lucha contra el Imperio tuvo que ser causa eminentemente popular. Se<br />

trataba <strong>del</strong> suelo de la patria misma. Don Miguel Salinas cuenta que una<br />

fría mañana de febrero, Toluca registró la vuelta <strong>del</strong> Ejército Republicano<br />

a cuya cabeza marchaba señorial don Vicente Riva Palacio. Al otro día se<br />

organizó un alborozo popular, muy distinto al que había provocado la<br />

real presencia de los emperadores. En lugar <strong>del</strong> príncipe rubio y su<br />

consorte muñeca, las chusmas vistieron a un jumento con los atributos<br />

reales y lo pasearon por las principales avenidas, infringiéndole los<br />

peores castigos. Tampoco iban esa vez los elegantes oficiales galos, ni las<br />

perfumadas señoritas que se besuqueaban en francés. Iba todo el pueblo<br />

y algunos liberales de buen humor. Por eso las gentes decentes que ayer<br />

abrían sus ventanas para arrojar flores al emperador y a su comitiva de<br />

gentilhombres, ahora cerraban sus puertas y ventanas con siete llaves y<br />

se ponían en los rincones a devanar las cuentas <strong>del</strong> rosario. Al señor<br />

Salinas, según cuenta, sólo lo dejaron ver la peregrinación liberal desde<br />

una rendija de su ventana.


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

Así empezó, así fue y así terminó la época imperial en Toluca. A los<br />

aristócratas los dejó nostálgicos, añorantes; al pueblo trabajador y a<br />

los inteleuales les dejó una positiva experiencia y una absoluta<br />

seguridad en las fuerzas <strong>del</strong> país. Juárez entró a México el mes de<br />

junio y comenzó a gobernar por decreto. El general González Arteaga<br />

hizo notar en repetidas ocasiones que don Benito había terminado su<br />

mandato y que, por lo tanto, a él, a González Arteaga, le tocaba<br />

gobernar como Presidente interino.<br />

Todos los liberales estaban de acuerdo en que, hasta el día de la<br />

reconquista <strong>del</strong> país, Juárez tenía derecho a seguir en el poder con<br />

facultades extraordinarias. No así en el momento en que se<br />

restableció la relativa paz, murió Maximiliano y se volvió a los<br />

lineamientos constitucionales. Sin embargo, el habilísimo intrigante<br />

don Sebastián Lerdo de Tejada maniobró en plan legal para que se<br />

justificara la presencia de Juárez en el gobierno.<br />

Porfirio Díaz, héroe de la guerra, campesino probo y político<br />

empecinado, se puso desde los primeros momentos de parte de lo<br />

que consideraba “La Ley” y estaba de acuerdo en que González<br />

Ortega debía ser el único y verdadero mandatario, mientras no se<br />

realizaran nuevas elecciones.<br />

<strong>Juarista</strong> sincero, Díaz no estaba en contra <strong>del</strong> vencedor de los<br />

franceses, sino en contra de Lerdo de Tejada, a quien profesaba una<br />

eecial animadversión. Pero, don Benito ya estaba muy fogueado y<br />

maniobró rápidamente para preparar y efeuar las elecciones. Para<br />

el mes de septiembre, por unanimidad, los congresos estatales<br />

volvían a señalar al salvador de la república, que en esos momentos<br />

estaba en el apogeo de su vida, de su habilidad y de su gloria, como<br />

Presidente constitucional.<br />

Juárez no tenía contrincante posible en esos momentos. Ni siquiera<br />

dio tiempo a sus pequeños enemigos para que se organizaran.<br />

Los tomó descuidados, y cuando sintieron el golpe, ya lo tenían<br />

encima; no obstante, algunas facciones militaristas de Puebla,<br />

Aguascalientes, San Luis Potosí, Jalisco y Zacatecas, comenzaron a<br />

insolentarse a raíz de la nueva elección favorable a don Benito. No<br />

olvidaremos su reorganización de las tropas que dejó, líquidas, en<br />

20 mil hombres, cuando había enrolado en la república más de<br />

100 mil.<br />

Los campesinos sinceros, los chinacos de verdad, volvieron con gusto a<br />

sus faenas. Pero las castas militares no querían abandonar el cuartel y<br />

erigieron como “salvador <strong>del</strong> soldado” nada menos que a don Porfirio<br />

Díaz, en los momentos en que este hombre todavía podía reputarse<br />

como liberal honesto.


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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Todavía en esas luchas no aparece personalmente don Porfirio. Lo que<br />

tiene de rebelde, lo tiene también de sagaz. Conoció las derrotas y<br />

sabe sufrirlas. Tiene cuatro años por <strong>del</strong>ante para vigorizar sus filas.<br />

La realidad le demuestra que tenía razón, ya que Juárez en la plenitud<br />

de su poderío descarga golpes fulminantes sobre Zacatecas, donde<br />

barren a los sublevados el general Sóstenes Rocha y el general<br />

Escobedo. Otros pronunciados diluyen sus partidas y se retiran a sus<br />

labores cotidianas.<br />

¡Por fin, el señor Juárez se va a dar el gusto de gobernador cuatro años,<br />

sin problemas interiores y exteriores de alta gravedad! Para torear<br />

problemas chicos, Juárez ha demostrado ser un experto. Ya sólo la<br />

muerte podrá arrancarlo de la silla.


Gobernadores<br />

juaristas<br />

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n el estado de México, las elecciones habían llevado a la<br />

gubernatura al licenciado José Martínez de la Concha, de<br />

amplísimo historial legislativo y a quien no podía reputarse de<br />

liberal puro. Al parecer, nuestra entidad estaba destinada a ser<br />

baluarte de los tradicionalistas. Los gobernantes que llegaban<br />

extremos, solían tener una permanencia muy breve en el mando.<br />

Maximiliano puso “moderados” y de la misma filiación puso Juárez.<br />

Una y mil veces se le ofreció el gobierno de nuestra entidad y otros<br />

honrosos cargos al general Vicente Riva Palacio y fue en verdad una<br />

lástima que no aceptara, pero el hombre no tenía madera oficial,<br />

como ya hemos visto.<br />

El licenciado Martínez de la Concha gobernó muy poco. Los años, o las<br />

enfermedades, lo estuvieron obligando a pedir muy repetidas licencias,<br />

a los cinco meses ya estaban llamando a suplirlo al licenciado<br />

Cayetano Gómez y Pérez. Este personaje también de gestión muy<br />

breve, al menos se preocupó por reorganizar la entidad en sus<br />

aeos políticos y administrativos más apremiantes. Proclamó un<br />

importante decreto que suprimía la división territorial por distritos<br />

militares, devolviendo su verdadera forma constitucional al estado.<br />

Renacieron los distritos y municipios, con algunas reformas diadas<br />

por la experiencia y se pusieron en marcha los resortes oficiales, que<br />

eran los más sólidos y quebrantados.<br />

A fines de septiembre cambió otra vez la cabeza <strong>del</strong> gobierno estatal,<br />

encargándose <strong>del</strong> poder, por otra licencia de Martínez de la Concha,<br />

el licenciado Antonio Zimbrón, en cuyo tiempo, según nos indica el<br />

maestro Romero, se emitió el decreto de declarar villa heroica a la de<br />

Tenango, atendiendo a los laureles ganados durante la guerra de<br />

Independencia por sus pobladores. Se creó también el distrito de<br />

Cuautitlán. Otro aeo de trascendencia fue la integración de la<br />

Sociedad General de Geografía y Estadística que había de avocarse a<br />

la difícil tarea de <strong>del</strong>imitar exaamente el territorio de nuestro estado.<br />

También el licenciado Zimbrón emitió la ley para que se restableciera<br />

en Toluca una agencia eecial encargada de recaudar los fondos <strong>del</strong><br />

Instituto Literario, e incrementarlos por todos los medios.<br />

Pero al fin, en 1869 se decidió a renunciar definitivamente Martínez de la<br />

Concha y el 26 de septiembre de 1869 ocupó la primera magistratura,<br />

por enésima vez, don Mariano Riva Palacio.<br />

¿Y qué había sido de las Leyes de Reforma en nuestra entidad?<br />

Por principio de cuentas, el señor Salinas asegura que el convento de<br />

San Francisco fue ocupado totalmente por las fuerzas liberales


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

cuando dio principio la Guerra de Reforma y se usó varias veces<br />

como fortín y cuartel. Desde la Guerra de la Independencia había<br />

comenzado a tener usos semejantes.<br />

En 1861, bajo el gobierno de Berriozábal, se realizó la exclaustración<br />

casi simultánea de las otras congregaciones de Toluca, contando en<br />

eecial a los carmelitas descalzos y a los mercedarios. La mayor<br />

parte de los edificios conventuales pasaron a poder <strong>del</strong> gobierno,<br />

mientras que los lugares de culto seguían abiertos a la comunidad.<br />

Puede verse, aun, que también dejaron en manos de los párrocos la<br />

mayoría de las casas curales.<br />

Igual pasó con los conventos carmelitanos de Tenancingo (se dice que<br />

inmediatamente le echaron mano a sus tierras los extranjeros<br />

Limantour), y los grandes monasterios de antigüedad secular como<br />

Tepotzotlán, Acolman, Chalma, Malinalco, Zinacantepec, Metepec,<br />

Calimaya y algunos otros.<br />

Las tierras incautadas se subastaron por las autoridades y comenzó, con<br />

esa raíz, el sistema hacendista de la república. Cierto es que las<br />

buenas gentes y los buenos párrocos solían decir que aquellas<br />

extensiones se harían infértiles porque eran “mal habidas” y “estaban<br />

malditas”. Pero los liberales no eran supersticiosos. Desde luego los<br />

Limantour no fueron en el Porfiriato ningunos mendigos. Y todavía<br />

no se sabe cómo le hicieron para conjurar el maleficio.<br />

El señor Salinas sigue con minucia la vida y milagros de las instituciones<br />

católicas de Toluca, da pelos y señales de sus edificios, de sus<br />

ornamentos, de sus santos, de sus priores, de sus letrados. Pero se<br />

niega a declarar francamente lo que pasó en 1861. Las fuerzas<br />

federales penetraron a los conventos y echaron fuera a sus habitantes.<br />

Allí se encontraron cosas tan santas como terribles, de manera que<br />

un velo de pudor vino a cubrir con toda rapidez el incidente.<br />

Entre otras cosas, pudo demostrarse que habían sido refugio de<br />

traidores, nido de coniraciones, arsenal y tesoro de los<br />

reaccionarios e imperialistas.<br />

No hay decretos estatales que hablen de la confiscación, todo se hizo<br />

con base en la Constitución de 1857 y las posteriores leyes reformistas<br />

diadas en Veracruz. Fue un movimiento federal. El estado<br />

práicamente se lavó las manos.<br />

Para 1869, la incautación por el gobierno de bienes en manos muertas y<br />

otras <strong>del</strong> mismo equipo reformista, ya eran viejas en la entidad, incluso<br />

comenzaron a reblandecerse. Los conventos persistían en casas<br />

particulares. El sacerdocio seguía influyendo definitivamente en los


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destinos de la comunidad. Los propios gobernadores liberales no<br />

pudieron prescindir de la ayuda <strong>del</strong> clero.<br />

Don Buenaventura Merlín, émulo de Orcillez y otros franciscanos que<br />

influyeron a beneficio de la comunidad, fue el faor determinante<br />

para que en tiempos de Riva Palacio se pudieran llevar a cabo algunas<br />

obras municipales. Este sacerdote urbanista, que construyó el gran<br />

tramo de portales que llevaba su nombre, que puso la primera piedra<br />

de catedral, tenía indudablemente algunas ideas avanzadas.<br />

Y no se puede decir que encontrara en los plutócratas de Toluca<br />

verdadero eco a sus proyeos. Da la impresión de que la burguesía<br />

toluqueña hubiese saboteado durante mucho tiempo la construcción<br />

de la catedral. Se comenzó la obra en 1870, bajo el gobierno blanco de<br />

don Mariano, deués siguieron cuarenta años de positiva paz. Paz<br />

absoluta en relación con los tormentosos tiempos pasados. Empero<br />

no se pudo construir la catedral planeada por el arquiteo don Ramón<br />

Rodríguez Arangoity, ilustre hijo de Toluca. A fin de cuentas, dichos<br />

planos fueron a parar al museo y la catedral se hizo como se pudo.<br />

Riva Palacio trató de remozar Toluca. Propició las obras de<br />

embellecimiento y se mandó levantar un palacio nuevo, también<br />

planeado por Arangoity, mientras los soldados de la guarnición<br />

limpiaban por su voluntad, aclaramos, el zócalo de impurezas y por vez<br />

primera en la historia se pudo plantar allí un grupo de árboles y hacer<br />

un jardín. Se abrió la Escuela de Artes y Oficios, se establecieron<br />

primarias para niños y niñas. Y en 1870 volvió a dirigir el Instituto don<br />

Felipe Sánchez Solís.<br />

Es en este tiempo en que se proyeaban las reformas educativas de<br />

nivel universitario, se eecifica debidamente lo que debe ser la<br />

instrucción secundaria y la preparatoria y se crean una serie de<br />

nuevas carreras como: Agricultura y Veterinaria, Comercio,<br />

Administración y de Ingenieros.<br />

Tanto la Escuela de Artes y Oficios como las nuevas carreras, obedecían<br />

a las necesidades de aquel momento en que la nación iba a comenzar<br />

a evolucionar positivamente. Se necesitaban técnicos para el campo y<br />

técnicos para la industria y la construcción. A todas estas reformas<br />

debía venir aparejada la inclusión en la nómina magisterial de<br />

maestros positivistas, afiliados al movimiento de Barreda y Justo<br />

Sierra y de los que todavía estamos oyendo hablar como de<br />

encumbrados personajes de la ciencia y la pedagogía.<br />

Es la generación de Agustín González, <strong>del</strong> vate Garza, de Villarello y<br />

Anselmo Camacho, <strong>del</strong> maestro Mier, etc., que se debía encargar de la<br />

preparación de las generaciones revolucionarias. Otra importante


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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

aportación de Riva Palacio es que realiza el sueño dorado de<br />

Arizcorreta: la promulgación <strong>del</strong> primer Código Civil para el<br />

Estado de México. Poco más tarde, en 1873, habrá de decretarse el<br />

Código Penal.<br />

En 1872 se promulga la Nueva Ley Orgánica <strong>del</strong> Instituto, en nivel muy<br />

superior al que había tenido, con lo que principió otra de las grandes<br />

épocas de la noble escuela.<br />

Pero Riva Palacio, hombre construivo, no supo o no quiso defender a<br />

la entidad, cuando en 1869 le aplicaron los dos últimos golpes de<br />

importancia. En menos de cuatro meses, quedaron fuera de nuestra<br />

jurisdicción 20 mil kilómetros cuadrados <strong>del</strong> norte y 7 mil <strong>del</strong> sur. El<br />

suceso pasó como desapercibido. ¿Qué habían alegado en su favor<br />

los hidalguenses? ¿Qué en contra <strong>del</strong> gobierno de Toluca? ¿Acaso<br />

estaban cobrando su parte en la Guerra de Intervención? ¿Pelearon<br />

y sufrieron menos las gentes <strong>del</strong> valle de Toluca, que las de los<br />

llanos morelenses?<br />

Puede significar algo el hecho de que, pocos años más tarde, la entidad<br />

de Morelos estaba en manos de 17 familias connotadas, que eran las<br />

dueñas efeivas de todo el territorio. Y por lo que se refiere a Hidalgo,<br />

el ferrocarril atravesaba más de ciento sesenta kilómetros por tierras<br />

que eran de la propiedad exclusiva de los Escandón. Así que los<br />

Escandón no eran de Hidalgo sino al revés…<br />

El hecho es que, durante 1869, el Estado de México redujo sus fronteras<br />

a lo que es hoy, con algo más que habrían de quitar para la engorda<br />

<strong>del</strong> Distrito Federal. No sabemos que hubiera protestas enconadas.<br />

Que el gobierno interpusiera algún recurso. Se concretó a ratificar lo<br />

más pronto posible los decretos federales. Así, los únicos estados que<br />

tienen nombre de personaje histórico: Guerrero, Morelos e Hidalgo,<br />

se integraron a costillas de nuestra entidad federativa.<br />

Don Prisciliano hubiera hecho una pregunta de lo más inoportuna: “¿es,<br />

señor, que se quiso convertir a esta infeliz entidad en botín de la<br />

Independencia… y sus herederos?”<br />

De Riva Palacio se dice generalmente que duró en el poder estatal de<br />

1869 a 1872, pero lo cierto es que gozó de innumerables licencias,<br />

cubiertas sin mayores apremios por don Valentín Gómez Tagle, que<br />

estuvo dos veces, Urbano Lechuga, Manuel Zomera y Piña y Antonio<br />

Zimbrón. Parece que don Mariano estaba en edad tan provea que<br />

tuvo que pedir permiso cinco veces “por enfermedad”.


Don Alberto<br />

García y<br />

José Zubieta<br />

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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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n honor al Estado de México, ya reducido a su máxima<br />

expresión, hay que decir que nunca dejó que los enemigos <strong>del</strong><br />

juarismo volvieran a sentar sus reales en su territorio, pues las<br />

administraciones locales se mantuvieron fieles a don Benito, pese a<br />

que don Porfirio, el héroe <strong>del</strong> 2 de abril, ganaba terreno en otros<br />

estados de la república.<br />

Los descalabros de la administración práicamente dirigida por Lerdo<br />

de Tejada eran atribuidos por el pueblo a la sagacidad, al orgullo<br />

desmedido y la indolencia de este funcionario que, al parecer, nunca<br />

contó con la simpatía pública. En cambio, don Porfirio, además de<br />

héroe, había sido un honrado y eficiente administrador. Al finalizar<br />

las hostilidades contra los imperialistas, el jefe oaxaqueño había sido<br />

el único en entregar un sobrante de 87 mil pesos, en tanto que el resto<br />

de los jefes habían tenido sólo pérdidas.<br />

Por ello, al iniciarse la nueva campaña eleoral en 1871, los únicos<br />

candidatos de consideración eran Juárez y don Porfirio. Se hicieron<br />

las elecciones, votaron las cámaras de los estados… y ninguno de los<br />

“muchos” candidatos tenía votos suficientes como para merecer la<br />

primera magistratura. Quedando en manos <strong>del</strong> Congreso de la Unión<br />

decir la última palabra. Y la dijo a favor de Juárez.<br />

Este sistema, no muy ortodoxo de elegirse, concitó el furor de los<br />

porfiristas que se levantaron en algunas entidades <strong>del</strong> país, al mando<br />

de generales de no poca importancia como Negrete, García de la<br />

Cadena, Donato Guerra, Treviño y otros.<br />

Al originarse las primeras acciones en Zacatecas y Tampico, Porfirio<br />

Díaz había permanecido en la capital en un extraño plan de<br />

indecisión. Por fin se dirigió a Oaxaca y en la hacienda de La Noria<br />

proclamó su plan revolucionario que, por cierto, lleva como principal<br />

membrete la “no reelección”.<br />

En una de sus partes asienta: “que ningún ciudadano se imponga y perpetúe<br />

en el poder, y ésta será la última revolución”. Cosa que demuestra que, en<br />

verdad, Díaz tuvo grandes e imperdonables defecciones. Empezó<br />

predicando contra lo que había de praicar deués.<br />

Rápidamente fue derrotada la Revolución de La Noria y don Porfirio se<br />

vio presionado a huir a los Estados Unidos.<br />

Con la nueva administración juarista, fue eleo gobernador constitucional<br />

<strong>del</strong> Estado de México el licenciado Jesús Alberto García, legislador de<br />

grandes dotes, que estaba en ese puesto cuando sorprendió al país, en<br />

julio de 1872, la súbita muerte <strong>del</strong> señor Juárez. El país se vistió de<br />

luto. Se rindieron grandes honores al héroe indiscutible de la Reforma


[ 170 ]<br />

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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

y la Guerra de Intervención. En Toluca, el seor estudiantil adoptó<br />

desde entonces la costumbre de celebrar eecialmente la fecha <strong>del</strong> 18<br />

de julio, en honor al ilustre desaparecido. Don Alberto García gobernó<br />

un año y meses con más o menos eficacia y sentido progresista.<br />

Entre los decretos que emitiera este ilustre abogado se nota su<br />

preocupación eecial por las cuestiones educativas. Creó las juntas<br />

de la instrucción pública, de las que dice Javier Romero Quiroz:<br />

Por decreto <strong>del</strong> 16 de oubre de 1873, publicado por el licenciado<br />

Alberto García gobernador constitucional <strong>del</strong> estado, se estableció<br />

en cada cabecera municipal y municipio, una Junta de Instrucción<br />

Pública, para nombrar preceptores, vigilar las escuelas, proponer al<br />

Ayuntamiento los gastos para libros, proponer el aumento de<br />

escuelas y dotaciones.<br />

Pocos meses deués, el licenciado Alberto García emite una serie de<br />

decretos en los cuales se a<strong>del</strong>anta a su época y aunque permanece en<br />

el laicismo de la enseñanza, revoluciona las formas ya que: “El<br />

artículo 2º declaró que la instrucción pública primaria en el estado,<br />

era obligatoria y gratuita para todos los menores de doce años y<br />

mayores de cinco.”<br />

Agrega Romero Quiroz: “esta ley es mo<strong>del</strong>o entre las de su tipo y debe<br />

ser conocida por todos los investigadores, comprendiendo todas las<br />

ramas de la instrucción pública y recaudaciones”.<br />

Las altas intrigas políticas, la muerte de Juárez y la llegada al pleno<br />

poder de don Sebastián Lerdo de Tejada, hacen que don Alberto<br />

García renuncie en oubre de 1873, quedando como gobernador el<br />

licenciado Celso Vicencio, hombre de la raza indígena pura, que<br />

había de destacarse en un gran periodo de nuestra historia política<br />

como precursor de la Reforma Agraria y benefaor de los indígenas.<br />

Hay que decir que el profesor Romero Quiroz está a punto de publicar<br />

un libro donde se refiere que Toluca no se llama “de Lerdo” por don<br />

Sebastián, sino por Miguel, hombre de gran personalidad desde la<br />

época prejuarista. Asegura el referido investigador que Toluca adoptó<br />

como la segunda parte de su nombre el apellido “Lerdo” en 1862, días<br />

en que don Sebastián era un oscuro liberal que había tomado parte<br />

muy relativa en la Guerra de Reforma, en tanto que don Miguel, ya<br />

había acumulado méritos como para merecer el homenaje.<br />

Este otro Lerdo de Tejada, don Sebastián, de gran inteligencia, fino para<br />

la intriga, era dominante y diatorial, no sólo sentía derecio por el<br />

pueblo y sus enemigos, sino aun por las leyes que estaban seguros de<br />

poder manejar a su antojo. Se hizo elegir con toda facilidad para un


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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periodo constitucional de 1872 a 1876 y prosiguió el mismo plan de<br />

trabajo de Juárez, ya que podía presumir de haber dirigido casi todos<br />

los aeos de la administración en el último lustro.<br />

En sus días se inauguró el primer ferrocarril, México-Veracruz, y las<br />

Leyes de Reforma pasaron al rango de constitucionales. Este último<br />

detalle acaecido el 26 de septiembre de 1873, tenía que levantar la ola<br />

de sangre en el país. Los curas de los estados de México y Michoacán<br />

levantaron en armas a las poblaciones y al grito de “viva Cristo Rey”,<br />

realizaron una serie de provocaciones en gran parte <strong>del</strong> Valle de<br />

Toluca. Estuvieron a punto de apoderarse de Zinacantepec y llegaron<br />

a las puertas de la capital. Fueron los primeros “cristeros” y ya la<br />

gente los llamaba con ese nombre.<br />

Más peligroso fue el levantamiento de El Tigre de Alicia, Manuel<br />

Losada, a quien dificultosamente pudo batir el general Rocha. Puede<br />

decirse que Lerdo también pudo pacificar relativamente el país y<br />

dedicarse a ciertas labores administrativas que eran de suma<br />

urgencia. Por su inhabilidad, no consiguió gran cosa. Aunque<br />

necesitaba fondos, no quiso aceptar dinero de los americanos<br />

temeroso de que, a la larga, el coloso <strong>del</strong> norte pudiera devorar a<br />

México. Tampoco trató con otras potencias europeas.<br />

Lerdo es de los presidentes que, por su aristocratismo, no es capaz de<br />

ligar a su carro a los liberales.<br />

En 1876, cuando se presentó la hora de las nuevas elecciones, ya<br />

Porfirio Díaz “estaba maduro”, todas las cosas se habían puesto en su<br />

favor. Aunque Lerdo, en una burda maniobra quiso reelegirse, Díaz<br />

lo liquidó con base en la Revolución de Tuxtepec, abanderada por la<br />

“no reelección” y que terminó por acaparar las simpatías generales<br />

en el país.<br />

El período lerdista, lo cubre en el Ejecutivo <strong>del</strong> estado el licenciado<br />

Alberto García, con una cantidad tal de licencias solicitadas y<br />

concedidas, que mueven a asombro. Desde 1872 hasta 1876, lo suplen<br />

por días o por meses, los siguientes personajes: Celso Vicencio,<br />

cuando se combatió a los cristeros, el licenciado Dionisio Villarello, el<br />

también licenciado Gumersindo Enríquez, otra vez Villarello por ser<br />

presidente de la Corte de Justicia <strong>del</strong> estado, finalmente un coronel<br />

Nolasco Ruis, poco antes de que resultara eleo para un período<br />

constitucional don Gumersindo Enríquez.<br />

¿Se trató de ausencias <strong>del</strong> licenciado García, por enfermedad, por viajes,<br />

por “catarros políticos”? De todos modos, cada vez que este<br />

gobernador volvía y tomaba las riendas <strong>del</strong> poder le bastaban unos<br />

cuantos meses para decretar cuestiones de importancia y revisar


[ 172 ]<br />

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176<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

minuciosamente la Hacienda. En 1875, este gobernador expidió el<br />

Código Penal para el Estado de México y, un poco más tarde, el<br />

Código de Procedimientos Judiciales.<br />

El 6 de marzo de 1876, el licenciado Gumersindo Enríquez fue eleo<br />

para un nuevo período gubernamental, que inició con mucho<br />

entusiasmo, pero que pronto habría de ser interrumpido por la<br />

Revolución de Tuxtepec. Deseoso de impulsar todas las ramas de la<br />

producción, Enríquez convocó en el mes de septiembre a la primera<br />

Exposición de Produos Naturales, Minería, Agricultura, Industria,<br />

Ciencias y Bellas Artes, dejando establecido por decreto que dicho<br />

trabajo se debía realizar cada dos años.<br />

Decreta a la vez que los produos sustanciales de la exhibición que<br />

puedan conservarse, integren un museo, el Museo Hidalgo, que<br />

podría considerarse como el más remoto antecedente de los museos<br />

de artes populares.<br />

Por desgracia, en esos mismos días el general Juan N. Mirafuentes se<br />

levantó en el Estado de México con la bandera de Tuxtepec y en<br />

rápida escaramuza, como sucedió en todo el país, se apoderó <strong>del</strong> valle<br />

y de la capital, que ocupó a fines de noviembre o principios de<br />

diciembre. Enríquez, lerdista connotado, tuvo que renunciar a la<br />

primera magistratura que inmediatamente pasó a manos <strong>del</strong> general<br />

porfirista Felipe N. Chacón.<br />

Poco deués, Chacón entregó el mando político y militar a<br />

Mirafuentes, quien fungió como interino hasta marzo de 1877,<br />

cuando fue eleo para un período constitucional. De este general se<br />

cuentan cosas interesantes sobre algo de cultura y algunos atributos<br />

de estadista. Pero muy pronto comenzó a enfermar, en 1879 pidió su<br />

primera licencia y un año deués murió, ya cuando el porfirismo<br />

estaba perfeamente instalado en el país.<br />

En este momento aparece en el horizonte político <strong>del</strong> estado otro juarista<br />

de gran significación, el licenciado José Zubieta, que ocupó por<br />

primera vez la gubernatura, supliendo a Mirafuentes, el 22 de abril de<br />

1880. Es cierto que Zubieta estaba en plan demasiado provisional, de<br />

emergencia, por mecánica de la que en septiembre entregó el poder<br />

al licenciado Juan Chávez Ganancia, que no estuvo ni dos meses al<br />

frente de los destinos de la entidad. Ganancia muere el 4 de<br />

noviembre y otra vez, automáticamente, vuelve a subir don José<br />

Zubieta. Pero como resultaba urgente volver a la constitucionalidad y<br />

hacer la reeiva consulta al Congreso a fin de que eligiese a quien<br />

debía terminar el período iniciado por Mirafuentes, unos días, subió<br />

al poder el door Mariano Zúñiga, ya como una carta que el<br />

licenciado Zubieta se estaba jugando para ganar las próximas


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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />

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elecciones. Y las ganó, por lo que pudo comenzar su primer período<br />

de gobierno constitucional el 20 de marzo de 1881 y lo terminó el 20<br />

de marzo de 1885. Seguro para no alterar el lema político de Tuxtepec,<br />

“no reelección”, en ese año se designa gobernador constitucional para<br />

un nuevo período al general Jesús Lalane. Pero ni siquiera inicia su<br />

gestión, pide permiso y, naturalmente, el mando vuelve a caer en<br />

manos de don José Zubieta, que varias veces es nombrado como<br />

interino; finalmente el 8 de septiembre de 1886 se le escoge para<br />

terminar el período constitucional que deberá concluir en 1889.<br />

En esas condiciones, Zubieta no dejó de gobernar un solo momento, fue<br />

nueve años el árbitro de los destinos políticos de la entidad y lo hizo<br />

con acierto en muchos ramos. Es el gobernador <strong>del</strong> estado que<br />

correonde al Bajo Porfirismo, la época en que todavía hasta don<br />

Porfirio era gente bastante liberal.<br />

Con Zubieta se termina en el Estado de México el verdadero juarismo,<br />

el construivo, el originado en la Reforma.


Índice 009<br />

alfonso sánchez arteche<br />

[ 175 ]<br />

015<br />

rodolfo garcía gutiérrez<br />

i. los precursores<br />

Melchor Múzquiz 017<br />

José María Luís Mora 021<br />

Lorenzo de Zavala 025<br />

Un decreto reformador 029<br />

El liberalismo y la educación 033<br />

Decreto que ordena la fundación<br />

y erección <strong>del</strong> Instituto Literario 041<br />

Francisco Modesto de Olaguíbel 045<br />

Los institutos de provincia 049<br />

Felipe Sánchez Solís 053<br />

Ideario pedagógico de Sánchez Solís 057<br />

Manuel Alas 061<br />

ii. ideario y acción<br />

Nuestros constituyentes de 1857 065<br />

Un voto particular 069<br />

Ignacio Ramírez 073<br />

Ramírez y el indio 077<br />

El peregrino de Tixtla 081<br />

León Guzmán 083


<strong>Antología</strong> <strong>Juarista</strong><br />

[ 176 ]<br />

ANTOLOGÍA JUARISTA<br />

El periodismo liberal 085<br />

El Payo <strong>del</strong> Rosario 089<br />

iii. liberalismo y milicia<br />

Un monte fatídico 091<br />

El general Plutarco González 095<br />

José Vicente Villada 097<br />

101<br />

alfonso sánchez garcía<br />

Triunfo de la Revolución de Ayutla. Constituyentes de 1857 103<br />

El estado, botín de Ayutla 109<br />

Plutarco González 113<br />

La Guerra de Reforma en el estado 121<br />

La Intervención Francesa 131<br />

Coterráneos en Puebla 139<br />

Maximiliano en Toluca 147<br />

Riva Palacio 153<br />

El juarismo en la entidad 159<br />

Gobernadores juaristas 165<br />

Don Alberto García y José Zubieta 169


Se terminó de imprimir en septiembre de 2010, en los talleres<br />

de XXXX. La edición consta de 3 000 ejemplares y estuvo<br />

al cuidado <strong>del</strong> Consejo Editorial de la Administración<br />

Pública Estatal. Redacción y corrección de estilo: Blanca<br />

Leonor Ocampo, María <strong>del</strong> Carmen Rivero Quinto e<br />

Iván Castañeda. Concepto editorial y diagramático:<br />

Juan Carlos Cué y Hugo Ortiz. Supervisión en<br />

imprenta: Pedro Ortega. En la formación<br />

se utilizaron las tipografías Warnock Pro,<br />

diseñada por Robert Slimbach para Abobe<br />

Systems Incorporated (en cuerpo de<br />

texto) y Spirare Littera, diseñada por<br />

Juan Carlos Cué para Small Caps<br />

Studio (en cabezas y títulos).

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