Antología Juarista - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
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COLECCIÓN MAYOR<br />
Estado de México: Patrimonio de un Pueblo<br />
2010
GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO<br />
EDITOR<br />
CONSEJO CONSULTIVO DEL BICENTENARIO<br />
DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO<br />
ENRIQUE PEÑA NIETO<br />
Presidente<br />
LUIS ENRIQUE MIRANDA NAVA<br />
Vicepresidente<br />
ALBERTO CURI NAIME<br />
Secretario<br />
CÉSAR CAMACHO QUIROZ<br />
Coordinador General
odolfo garcía gutiérrez<br />
alfonso sánchez garcía<br />
COLECCIÓN MAYOR<br />
Estado de México: Patrimonio de un Pueblo<br />
2010
Enrique Peña Nieto<br />
Gobernador Constitucional<br />
Alberto Curi Naime<br />
Secretario de Educación<br />
Consejo Editorial: Luis Enrique Miranda Nava, Alberto Curi Naime, Raúl Murrieta Cummings,<br />
Agustín Gasca Pliego, David López Gutiérrez.<br />
Comité Técnico: Alfonso Sánchez Arteche, José Martínez Pichardo, Rosa Elena Ríos Jasso.<br />
Secretario Técnico: José Alejandro Vargas Castro.<br />
<strong>Antología</strong> <strong>Juarista</strong><br />
© Segunda edición. Secretaría de Educación <strong>del</strong> Estado de México<br />
DR © Gobierno <strong>del</strong> Estado de México<br />
Palacio <strong>del</strong> Poder Ejecutivo<br />
Lerdo poniente no. 300, colonia Centro, C.P. 50000,<br />
Toluca de Lerdo, Estado de México.<br />
ISBN: 978-607-495-000-7<br />
ISBN: 968-484-655-X (colección)<br />
© Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. 2010<br />
www.edomex.gob.mx/consejoeditorial<br />
consejoeditorial@edomex.gob.mx<br />
© Rodolfo García Gutiérrez<br />
Herederos de Rodolfo García Gutiérrez<br />
© Alfonso Sánchez García<br />
Herederos de Alfonso Sánchez García<br />
Número de autorización <strong>del</strong> Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal CE: 205/1/07/10<br />
Impreso en México<br />
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o<br />
procedimiento, sin la autorización previa <strong>del</strong> Gobierno <strong>del</strong> Estado de México, a través<br />
<strong>del</strong> Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal.
alfonso sánchez arteche
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PÓRTICO<br />
n 2008 se cumplió el sesquicentenario de que dio principio la<br />
Guerra de Reforma, desencadenada por dos causas: por la<br />
negativa de los conservadores a aceptar la Constitución<br />
Federal de los Estados Unidos Mexicanos, aprobada por el Congreso<br />
Constituyente el año anterior, y por las vacilaciones <strong>del</strong> entonces<br />
presidente de la república, Ignacio Comonfort, quien desconoció la<br />
vigencia de esa Carta Magna, que él mismo había promulgado y a la<br />
cual debía su investidura. Fue entonces cuando Benito Juárez recogió,<br />
en su caráer de presidente de la Suprema Corte de Justicia, la<br />
bandera de la legalidad, que había sido profanada, y se convirtió en el<br />
paladín indiscutible de los principios liberales, que se consumarían<br />
en 1859 con la emisión de las Leyes de Reforma, por las cuales quedó<br />
establecida la separación de Estado e Iglesia en México.<br />
El Estado de México, durante esa guerra —también llamada de Tres<br />
Años— fue escenario de episodios bélicos tan determinantes como<br />
las batallas de Calpulalpan y Xalatlaco, que decidieron el triunfo de<br />
los generales reformistas Jesús González Ortega, Felipe Berriozábal e<br />
Ignacio Zaragoza, entre los más destacados jefes que militaban al<br />
frente de las armas progresistas. Sin embargo, nuestra entidad no se<br />
caraerizó únicamente por esos sucesos militares, sino porque desde<br />
varias décadas atrás venía siendo uno de los centros políticos donde<br />
el liberalismo arraigó para propagarse hacia las más diversas<br />
regiones, gracias a ideólogos como José María Luis Mora, Lorenzo de<br />
Zavala, Francisco Modesto de Olaguíbel, Ignacio Ramírez El<br />
Nigromante y el insigne diputado constituyente de 1857, originario de<br />
Tenango <strong>del</strong> Valle, León Guzmán.<br />
Benito Juárez, como figura emblemática <strong>del</strong> partido liberal y como<br />
abanderado <strong>del</strong> orden constitucional, cruzó varias veces el territorio<br />
<strong>del</strong> Estado de México, aunque sin detenerse por mucho tiempo, en<br />
razón de las difíciles circunstancias que condicionaban sus<br />
accidentados itinerarios por la república. A cambio de ello, su<br />
presencia se hizo sentir en las simpatías que deertaba entre los<br />
ciudadanos partidarios <strong>del</strong> progreso, quienes en él veían al mejor<br />
defensor de las garantías individuales consagradas en el texto<br />
constitucional. Así fue como el juarismo se aclimató, cobró fuerza<br />
durante las guerras de Reforma e Intervención, se consolidó con el<br />
triunfo de la República sobre el Imperio y habría de perpetuarse más<br />
allá de la muerte <strong>del</strong> prócer.<br />
Precisamente para conmemorar el centenario luuoso de Benito Juárez,<br />
en 1972, el gobierno <strong>del</strong> profesor Carlos Hank González diuso la<br />
edición de la <strong>Antología</strong> juarista, conformada por sendos ensayos<br />
históricos de los profesores Rodolfo García Gutiérrez y Alfonso<br />
Sánchez García, así como una selección poética hecha por el<br />
bibliógrafo Gonzalo Pérez Gómez y una compilación de discursos
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
conmemorativos que realizó el archivónomo Leopoldo Sarmiento<br />
Rea. El antecedente <strong>del</strong> texto aportado por el maestro García<br />
Gutiérrez, notable prosista, fue el libro Liberalismo y liberales en el<br />
Estado de México, editado en 1957 por Cuadernos <strong>del</strong> Estado de<br />
México. En cuanto a la colaboración <strong>del</strong> maestro Sánchez García,<br />
periodista e historiador, consiste en una serie de apuntes que le<br />
habían servido como libro de texto para sus cursos en la preparatoria<br />
de la Universidad Autónoma <strong>del</strong> Estado de México, que dieron lugar<br />
a una primera edición, en tres volúmenes, de su Historia <strong>del</strong> Estado<br />
de México y también a la versión definitiva de ésta, publicada en 1974<br />
por el Gobierno <strong>del</strong> Estado de México.<br />
Es deseo expreso <strong>del</strong> gobernador Enrique Peña Nieto que sean<br />
difundidos ampliamente los más señalados valores históricos y<br />
culturales que enaltecen a México y que, por algún motivo<br />
trascendente, honran a nuestra entidad. Por ello es que, para<br />
conmemorar dignamente los ciento cincuenta años <strong>del</strong> inicio de la<br />
Guerra de Reforma, se realiza esta segunda edición de la <strong>Antología</strong><br />
juarista dentro de la <strong>Biblioteca</strong> <strong>Mexiquense</strong> <strong>del</strong> <strong>Bicentenario</strong>, en una<br />
presentación más sencilla y con un diseño gráfico aualizado.<br />
Hechos fundamentales, como los que significaron las luchas entre<br />
liberales y conservadores durante el siglo XIX, no deben ser olvidados<br />
por el costo que tuvieron en sangre, fatigas y penurias para el pueblo<br />
de México, <strong>del</strong> que los mejores hijos entregaron su vida combatiendo<br />
por un ideal superior, que era el de fundar un orden legal basado en el<br />
reeto a las libertades elementales <strong>del</strong> hombre y <strong>del</strong> ciudadano. El<br />
territorio <strong>del</strong> Estado de México también recogió el fértil tributo de los<br />
mártires de la Reforma, pero en un suelo previamente abonado por<br />
los precursores <strong>del</strong> liberalismo nacional. En honor de ellos, los<br />
grandes liberales cuyo prototipo es Juárez, esta obra está dedicada a<br />
perpetuar su memoria entre las nuevas generaciones de mexiquenses.
odolfo garcía gutiérrez
Melchor<br />
Múzquiz<br />
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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
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i . los precursores<br />
ace melchor múrquiz en Santa Rosa, Coahuila, en 1790.<br />
Muere en México el 14 de diciembre de 1844. Deués de<br />
breves pero brillantes estudios en el famoso Colegio de San<br />
Ildefonso, abandona las aulas para unirse al movimiento de<br />
Independencia. Presta servicios en las provincias de Veracruz y<br />
Michoacán. Cae prisionero en la acción de Monte Blanco, pero más<br />
tarde es indultado por el gobierno colonial. Fue diputado al Congreso<br />
Nacional por el Estado de México y Presidente interino de la<br />
república, el año de 1832.<br />
Su auación como diputado se distingue por su oposición a los<br />
ascensos otorgados por la Regencia a personas de dudosa condua y<br />
que no habían prestado servicios a la causa insurgente. Poco deués<br />
de su representación popular, el presidente Guadalupe Vioria lo<br />
nombra comandante militar en el estado de Puebla.<br />
Su estadía al frente <strong>del</strong> gobierno de nuestra entidad está no sólo<br />
separada por el tiempo, sino por la disímbola importancia de sus dos<br />
administraciones. La segunda época es toda ella una constante<br />
oscilación entre los intereses políticos de Guerrero y Bustamante.<br />
No hay tiempo para otra cosa que para el duro batallar, pacificar y<br />
transar. No nos interesa, por tanto, esta segunda función.<br />
Melchor Múzquiz fue el primer gobernador que tuvo el Estado de<br />
México. Fue eleo deués de algunas peripecias con Gómez Pedraza,<br />
el 17 de septiembre de 1824. Fue el creador de la Administración <strong>del</strong><br />
Estado. Sus esfuerzos se enfocaron a la organización de la hacienda<br />
pública de la que fue jefe supremo, por decreto que él mismo expidió.<br />
La probidad de Múzquiz fue proverbial, y de ella hablan con encomio<br />
historiadores y biógrafos. En su primer año fiscal hubo en las arcas<br />
públicas un sobrante de cerca de trescientos cincuenta mil pesos.<br />
Múzquiz manejó grandes cantidades de dinero y, sin embargo, murió<br />
pobre. Su viuda, doña Joaquina Bezarez, para poder subsistir se vio<br />
obligada a abrir una escuela particular a la que concurrían niñas de la<br />
mejor sociedad de México.<br />
Durante la administración de Múzquiz se expidió el decreto <strong>del</strong> 18 de<br />
noviembre de 1824, por el que se creó el Distrito Federal y fue<br />
designada la ciudad de México como residencia de los Poderes de la<br />
Unión. Nuestro gobernante consideró este decreto como un atentado<br />
contra la naciente entidad. Protestó ante el Congreso Nacional y<br />
sostuvo durante más de un año la ilegitimidad de ese mandato.<br />
Solicitó ayuda a las legislaturas de los estados y encontró eco en la de<br />
Veracruz, que pidió la revocación <strong>del</strong> acuerdo.<br />
Pocas veces un gobernador nuestro ha demostrado tanta entereza en la<br />
defensa <strong>del</strong> territorio que administra. Aún con peligro de perder su
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
relevante posición política defendió la dignidad e integridad de<br />
nuestro estado. ¡Qué diferencia con los tiempos que hoy corren!<br />
Apenas hubo débiles protestas contra el Distrito Federal que nos<br />
saquea impunemente, como en el caso de las aguas <strong>del</strong> río Lerma, a<br />
cambio de cuya riqueza apenas nos ha dado las migas de unas<br />
cuantas escuelas.<br />
Cuando Múzquiz vio perdido el caso sugirió a la Legislatura que los<br />
Poderes se trasladaran fuera de la ciudad de México. Fue de este modo<br />
como acatando el decreto <strong>del</strong> 4 de enero de 1827, los Poderes se<br />
trasladaron a Texcoco el 1 de febrero <strong>del</strong> propio año. El primer decreto<br />
expedido en la nueva capital <strong>del</strong> estado fue el que autoriza al Ejecutivo<br />
el gasto de siete mil pesos para la apertura de un canal que debería unir<br />
la ciudad de Texcoco con el lago <strong>del</strong> mismo nombre, a fin de facilitar la<br />
comunicación con la ciudad de México. Es obvio que esa comunicación<br />
debería hacerse en embarcaciones a través <strong>del</strong> lago, pues de este modo<br />
la ruta resultaba mucho más corta que por el camino carretero.<br />
El artículo séptimo <strong>del</strong> decreto de traslado rezaba: “A cada uno de los<br />
individuos que hayan de trasladarse, y disfruten de dos mil pesos para<br />
arriba, se les ministrará en clase de auxilio para su establecimiento y<br />
viaje, una cantidad igual a la cuarta parte de su sueldo anual”.<br />
A quienes disfrutaban de menos de dos mil pesos se les suministró una<br />
tercera parte de su sueldo. Los diputados sólo recibieron doscientos<br />
cincuenta pesos cada uno.<br />
Fue también durante la administración de Múzquiz cuando se promulgó<br />
la primera Constitución Política <strong>del</strong> Estado de México. Tuvo en ella<br />
señalada participación el door José María Luis Mora, y contiene<br />
avanzadas ideas: garantizaba la libertad individual, proscribía la<br />
esclavitud, desconocía los títulos hereditarios y prohibía a las manos<br />
muertas adquirir bienes raíces. Este primer código estatal fue<br />
expedido el 14 de febrero de 1827 y publicado solemnemente el 26 <strong>del</strong><br />
mismo mes. “Poniendo la mano sobre los Santos Evangelios y<br />
levantando con la izquierda un crucifijo para besarlo” juró Múzquiz<br />
guardar y hacer guardar la Constitución. Los festejos para celebrar la<br />
promulgación duraron tres días y en ellos predominaron las<br />
ceremonias religiosas.<br />
Un manifiesto publicado por el Congreso Constituyente, pinta a lo vivo<br />
la situación <strong>del</strong> estado en 1824 y cuál era, gracias a los esfuerzos de la<br />
administración de Múzquiz, en 1827. En 1824 el estado, según el<br />
Congreso, no era otra cosa que una…<br />
extensión considerable de territorio poblada por hombres sin otro<br />
vínculo de unión que el de su coexistencia accidental. Los gérmenes
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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
de la discordia se hallaban earcidos por todas partes: las pocas<br />
autoridades que estaban al frente de la administración eran <strong>del</strong><br />
todo nulas por la falta de medios para hacerse obedecer y de manos<br />
subalternas que auxiliando sus operaciones, hiciesen al gobierno<br />
presente en todas partes y uniesen al último habitante <strong>del</strong> territorio<br />
con el centro de la autoridad <strong>del</strong> poder.<br />
No había jueces ni medios para pagarlos; los que hacían sus veces eran<br />
desatendidos y aún públicamente insultados; los salteadores y<br />
bandidos cuyas cuadrillas tomaban un caráer político, atacaban al<br />
ciudadano pacífico […] La división <strong>del</strong> territorio era tan heterogénea y<br />
tan fuera de todo arreglo y sistema, que para cada ramo había una<br />
particular, cuyo resultado necesario era la confusión y el desorden […]<br />
La educación pública se hallaba en el mayor abandono: las escuelas de<br />
primeras letras eran muy escasas, mal dotadas y peor dirigidas, sin<br />
estímulo paras los preceptores ni fomento para los niños […]<br />
El estado [concluía el Congreso] se ha formado, crecido y levantado a<br />
la sombra de sus benéficas leyes. Ese cadáver exánime se halla no<br />
sólo restituido a la vida, sino también lleno de vigor, de salud y lozanía.<br />
Los párrafos anteriores muestran elocuentemente cuál fue la ímproba<br />
tarea que tanto el gobernante como los legisladores llevaron al cabo<br />
en bien de nuestro estado y hasta qué punto, desentendiéndonos de<br />
sus esfuerzos, los hemos olvidado por tantos años.<br />
Por diferencias políticas, Múzquiz renunció al gobierno el día 7 de marzo<br />
de 1827. La política le arrebató el mando, lo que no pudo quitarle ni le<br />
quitará nunca es el mérito de haber sido el creador de la vida<br />
institucional de nuestra entidad. ¡Recibió un caos, entregó un estado!
José María<br />
Luis Mora<br />
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ocos políticos habrá que hayan auado en el Estado de<br />
México, tan relevantes como el filósofo, escritor, orador y<br />
sociólogo, José María Luis Mora.<br />
No estuvo mucho tiempo entre nosotros este hombre eminente. Fue, en<br />
verdad, breve el lapso que participó en nuestra vida pública; pero la<br />
huella de su paso por nuestra entidad es imborrable. Fue diputado al<br />
primer Congreso Constitucional, en tiempos <strong>del</strong> ilustre general don<br />
Melchor Múzquiz. Ese primer Congreso nos dio la Constitución<br />
estatal de 1827, en la que se encuentran las primeras ideas<br />
progresistas <strong>del</strong> liberalismo en el Estado de México. En ese histórico<br />
documento, tuvo Mora una notable participación.<br />
En su obra inédita Breve Historia <strong>del</strong> Estado de México, el abogado e<br />
historiador Enrique González Vargas, señala como sigue los<br />
caraeres esenciales de ese interesante sistema legal:<br />
La Constitución <strong>del</strong> Estado de México, <strong>del</strong> 14 de febrero de 1827, es<br />
obra <strong>del</strong> notable sociólogo de la Reforma, licenciado José María Luis<br />
Mora, y es digna de formar parte de sus Obras sueltas, tanto por la<br />
originalidad que presenta en la evolución <strong>del</strong> Derecho Constitucional<br />
Mexicano como por lo avanzado, para su tiempo, de los principios<br />
renovadores de la sociedad mexicana.<br />
Esa Constitución consta de trescientos veintisiete artículos, sin<br />
transitorios, divididos en siete títulos, subdivididos a su vez en<br />
capítulos, con rubro.<br />
No sólo apunta ya las principales garantías individuales, sino que su<br />
agudo pensamiento denota también las bases de las garantías sociales;<br />
pues eecialmente el artículo noveno prohíbe las manos muertas. En<br />
el décimo primero establece que sólo el poder público tiene fuerza<br />
imperativa, y en el décimo cuarto, asienta el principio de que el poder<br />
público tiene facultades para intervenir en los asuntos eclesiásticos.<br />
Al establecer la célebre división de tres poderes, considera al<br />
Legislativo constituido por un sistema unicamaral integrado por<br />
elección indirea y popular, a razón de un diputado por cada<br />
cincuenta mil habitantes, o una fracción mayor de veinticinco mil;<br />
pero acotando que no podría tener menos de veintiún diputados.<br />
Al instituir la división política a base de municipalidades y partidos,<br />
remata en la elección general, señalando un eleor por cada cuatro<br />
mil habitantes o una fracción mayor de dos mil.<br />
Prohíbe que sean eleores primarios o secundarios, los empleados,<br />
los miembros <strong>del</strong> clero, los militares y los funcionarios.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Ordena que la Cámara debe sesionar ordinariamente dos veces al<br />
año y ser renovada parcialmente cada dos años, saliendo los elegidos<br />
en último lugar, y posteriormente los más antiguos. Esto era, como<br />
se derende de la exposición de motivos, para darle coherencia a la<br />
obra legislativa.<br />
Donde se refiere al Poder Ejecutivo, tiene rasgos muy originales,<br />
pues es una transición entre el sistema unipersonal, y algo que<br />
sugiere el sistema parlamentario de gabinete. En efeo, dione que<br />
el Poder Ejecutivo esté integrado por un gobernador y un consejo<br />
eleo por el Congreso. Por una sola vez, admite la reelección de<br />
gobernador. En la discusión de las leyes puede participar el<br />
Ejecutivo a través de sus consejeros. Los consejeros pueden ser<br />
reeleos y ser renovados por mitad, cada cuatrienio. El consejo<br />
puede nombrar un teniente gobernador, que conjuntamente con<br />
algunos consejeros, puede suplir al gobernador.<br />
En el sistema administrativo establece una diosición que considero<br />
también muy original, pues evita que el Ejecutivo tenga que<br />
intervenir en forma indirea para controlar a los ayuntamientos, lo<br />
que obliga a desvirtuar las votaciones o a imponer a personas<br />
desconocidas por las comunidades, o desconeadas de ellas. En<br />
efeo, instituye como base de la administración al ayuntamiento<br />
eleo, al que señala entre sus obligaciones la de vigilar los arreglos<br />
<strong>del</strong> repartimiento de tierras, al que concede una extraordinaria<br />
importancia; y por lo que ve al sistema gubernativo, dividido en<br />
prefeuras y subprefeuras, dione que represente al Ejecutivo en<br />
las localidades foráneas y le señala la obligación de informar sobre el<br />
cumplimiento <strong>del</strong> seor municipal.<br />
Los ayuntamientos deben establecerse en forma obligatoria en cada<br />
pueblo que cuente con más de cuatro mil habitantes, y forzosamente<br />
en las cabeceras de partido, sobre la base de un alcaide síndico y regidores.<br />
Por último, es también original la forma de renovación de los<br />
ayuntamientos, pues cada año deben ser reemplazados los alcaides, y<br />
por mitad el número de regidores. Estimo que este procedimiento<br />
facilitó la continuidad en la forma de administrar los asuntos de las<br />
comunidades, paliando las tensiones políticas.<br />
Hasta aquí lo que se refiere a la auación <strong>del</strong> door Mora en nuestro<br />
estado, en donde por cierto recibió el título de abogado, el cual<br />
agregó a los que ya ostentaba de door en Filosofía y Teología.<br />
Agreguemos ahora algunos datos biográficos: nace José María Luis<br />
Mora en Chamacuero, Guanajuato, en oubre de 1794. Su padre,<br />
según el propio Mora, fue hombre acaudalado. Estudió José en
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Querétaro, y a la edad de trece años prosiguió sus estudios en el<br />
Colegio de San Ildefonso, de México. En 1812 obtuvo el grado de<br />
bachiller en Filosofía. En sus días de alumno —dice el reor <strong>del</strong><br />
colegio— “fue de condua bastante buena”, e hizo sus estudios con<br />
tanta aplicación, que ocupó siempre “los primeros lugares”.<br />
En su época de vida estudiantil comenzó la guerra de Independencia.<br />
A la casa de su padre, don José Ramón de Mora, se presentó un<br />
enviado de Hidalgo a solicitarle un préstamo de ocho mil pesos para<br />
ayuda de la causa de Independencia. Don José Ramón quiso salvar el<br />
resto de su fortuna, y la depositó en los fondos de la iglesia <strong>del</strong><br />
Carmen de Celaya. ¡Previsión inútil! En efeo, cuando Hidalgo pasó<br />
por esa ciudad tomó ese dinero y el de otros depositantes, también<br />
para ayuda de la insurgencia.<br />
Es parca en facetas dramáticas la vida de Mora. Más que hombre de<br />
acción, fue un pensador social preocupado hondamente por alcanzar<br />
modos eficaces que hicieran posible el bienestar de los mexicanos.<br />
Estudioso acostumbrado a la profundidad <strong>del</strong> pensamiento y la<br />
claridad de los conceptos, define ante sus enemigos lo que entiende<br />
por “marcha política de progreso”:<br />
Aquélla [decía] que tiende a efeuar de una manera más o menos<br />
rápida la ocupación de los bienes <strong>del</strong> clero, la abolición de los<br />
privilegios de esta clase y de la milicia, la difusión de la educación<br />
pública en las clases populares, absolutamente independiente <strong>del</strong> clero,<br />
la supresión de los monacales, la absoluta libertad de las opiniones, la<br />
igualdad de los extranjeros con los naturales en los derechos civiles, y<br />
el establecimiento <strong>del</strong> jurado en las causas criminales.<br />
Como se ve, en unas cuantas palabras define Mora la esencia <strong>del</strong> credo<br />
liberal. Y es que Mora fue hombre de vastísimas leuras. De Europa<br />
nos llegó el liberalismo, y nos llegó subterráneamente, en los libros<br />
prohibidos a los que sólo tenían acceso unos cuantos inteleuales.<br />
Gracias a la Constitución eañola de 1812, carta de transitoria<br />
naturalización, adquiere la dorina liberal entre nosotros. Cuando<br />
Fernando VII invalida la vigencia de esa Carta, el Partido Escocés que<br />
se había propuesto mantener entre nosotros los principios liberales, se<br />
convierte, por temor a la Inquisición, en una sociedad secreta. Por fin,<br />
cuando México obtiene su libertad, nace a la vida pública otro partido,<br />
el Yorquino, notorio por sus exaltadas ideas. Estos dos partidos, en los<br />
que no se escasean los masones, juegan un papel de primera magnitud<br />
en los primeros años de nuestra vida política como nación.<br />
Parece que Mora, a pesar de sus ideas, no perteneció a ninguno<br />
de estos dos partidos. De otro modo, no hubiera escrito en<br />
El Observador [1827] un artículo en el que fustiga a las logias
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
escocesas y yorquinas: “El origen inmediato de nuestras desgracias<br />
[dice] no ha sido otro por cierto que la contienda ruidosa de dos de<br />
estas asociaciones, que han luchado hasta el último aliento por la<br />
posesión <strong>del</strong> poder”.<br />
Deués de su estancia entre nosotros, sigue Mora participando en la<br />
política nacional, cuando no como escritor, como diputado o como<br />
funcionario. Pero donde su talento se manifiesta en toda su<br />
brillantez, es como consejero de don Valentín Gómez Farías, en el<br />
gobierno de 1833 a 1834, que inicia, como se sabe, la Reforma en<br />
México. El programa liberal en el que Mora tomó una notoria<br />
participación, contenía revolucionarios propósitos, como el de la<br />
supresión de las leyes represivas de la prensa; la abolición de los<br />
privilegios <strong>del</strong> clero y la milicia; la supresión de los conventos; la<br />
destrucción <strong>del</strong> monopolio <strong>del</strong> clero en la educación pública; la<br />
abolición de la pena de muerte por <strong>del</strong>itos políticos y algo que<br />
representa una previsión genial de la injusta invasión<br />
norteamericana de 1847, o sea la preservación de la integridad de<br />
nuestro territorio absteniéndose de conceder irreflexivamente el<br />
establecimiento de colonias extranjeras.<br />
Pero mientras que Mora aconsejaba una acción enérgica y sorpresiva, en<br />
lo que hay que advertir su sagacidad política, Gómez Farías intentaba<br />
llevar a cabo pacíficamente la Reforma. Mientras tanto, el receloso<br />
Santa Anna, con el apoyo <strong>del</strong> clero y la milicia, contra quienes apuntaba<br />
con derechura uno de los principales propósitos reformistas, inició la<br />
reacción. Entonces Mora fue objeto de persecuciones que lo obligaron<br />
a expatriarse en Europa, hacia donde marchó en 1834. Se radicó en<br />
París añorando siempre la patria lejana, según se derende de la<br />
correondencia que sostuvo con sus amigos. En la capital de Francia<br />
escribió sus libros México y sus revoluciones y Obras sueltas, y vivió en<br />
situación tan precaria que en ocasiones estaba diuesto a trabajar<br />
hasta por el salario que se da a un criado.<br />
En los días de la invasión norteamericana, don Valentín Gómez Farías<br />
que era vicepresidente otra vez en el gobierno de Santa Anna,<br />
nombró a Mora “enviado extraordinario y ministro plenipotenciario<br />
de México en Inglaterra”. Minado por la tuberculosis, ejerció su cargo<br />
por breve tiempo.<br />
Aunque lo deseaba vehementemente, nunca pudo volver a la patria, por<br />
los peligros que para la integridad de su vida representaba su regreso.<br />
El door José María Luis Mora murió en París, el 14 de julio de 1850.<br />
Fecha relevante para el deceso de un hombre que tanto se significó en<br />
vida por las ideas revolucionarias que lo alentaron.
Lorenzo<br />
de Zavala<br />
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ombres hay que son tragedias vivientes. Otros, poseen el don<br />
carismático, “ángel”, como se dice ahora, por ignorante<br />
comodidad. Otros más, son hombres paradójicos, sublimes<br />
desterrados <strong>del</strong> Paraíso, cima y abismo. A este género pertenece<br />
Lorenzo de Zavala. Talento singular el de este yucateco metido por<br />
siempre en la intriga, la cábala, el escándalo. Pensador, político y<br />
hombre de acción, como lo fueron más tarde los liberales de 1857,<br />
desdeña el peligro y no le arredran ni las persecuciones ni los calabozos.<br />
Recibe Zavala una educación esmerada en la que no faltan latines y<br />
filosofías. Cuando es todavía un mozalbete, se adhiere al movimiento<br />
de la Independencia en su nativa Mérida, y se convierte en el<br />
promotor de las Juntas de San Juan. Como expone sus ideas<br />
libertarias con ostentoso desenfado, va a parar con todo y sus ideales<br />
a la prisión de San Juan de Ulúa. Cuando recobra la libertad, resulta<br />
eleo diputado por las Cortes Eañolas. Eíritu sagaz, su estancia<br />
en el Viejo Mundo le sirve para hacer preciosas observaciones.<br />
Diríase un Tocqueville a la inversa, atento para captar todo lo que<br />
ayude a madurar sus ideas democráticas.<br />
Zavala es un político nato. No puede vivir fuera <strong>del</strong> vértigo a que lo<br />
arrastran los partidos. Es diputado constituyente y presidente <strong>del</strong><br />
Congreso que dio a México la Carta de 1824. Cuando no salta de una<br />
Cámara a otra, ora como diputado, ora como senador, lo encontramos<br />
redaando artículos en el Águila mexicana, o desterrado<br />
voluntariamente en París, escribiendo su discutido Ensayo histórico.<br />
Afiliado al partido yorkino, hace triunfar a los suyos desde su encargo de<br />
direor de Elecciones, en Toluca, en 1826. En recompensa, sus<br />
protegidos y correligionarios lo eligen gobernador <strong>del</strong> Estado de<br />
México, puesto que habrá de ocupar en dos ocasiones. Toma<br />
posesión por primera vez el 8 de marzo de 1827.<br />
Sólo en el usufruo <strong>del</strong> poder pueden los hombres realizar su ideario y<br />
Zavala no quiere perder el tiempo. Diez días deués de su arribo<br />
declara propiedad <strong>del</strong> Estado los bienes de las Misiones de Filipinas, y<br />
se a<strong>del</strong>anta varios lustros a la Reforma. Prohíbe también la<br />
inhumación de cadáveres en las iglesias.<br />
Los caudillos sobrevivientes de la Independencia ostentan un<br />
furibundo sentimiento antihiano, y maquinan para que los<br />
estados decreten la expulsión de los eañoles. El Congreso <strong>del</strong><br />
Estado de México legisla en tal sentido. A sabiendas de que puede<br />
caer en desgracia —éste es el origen de sus desventuras—, Zavala se<br />
opone al decreto porque, según él, anula las promesas <strong>del</strong> Plan de<br />
Iguala, viola los Tratados de Córdoba y es contrario a las garantías<br />
que otorga la Constitución a los mexicanos. Además se destruyen
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fortunas o se llevan fuera <strong>del</strong> territorio <strong>del</strong> estado. Esta oposición lo<br />
enemista con su partido y está a punto de caer de la gracia <strong>del</strong><br />
presidente Guerrero. Finalmente, no le queda otro remedio que<br />
doblegarse, y el decreto de expulsión se promulga.<br />
Más tarde, yorkinos y escoceses luchan por la presidencia de la<br />
república. Las pasiones se desatan; las ambiciones se desbocan.<br />
Tortuosas maniobras se ponen en marcha. En esta trama Zavala<br />
representa un papel importante. Nunca un gobernador <strong>del</strong> Estado de<br />
México ha desempañado una función tan relevante en la política<br />
nacional. Los partidos galantean con Zavala. Le ofrecen la<br />
vicepresidencia de la república; pero él se mantiene fiel a Guerrero, a<br />
pesar de todas las ofertas.<br />
Cuando sus enemigos triunfan, él se pone a salto de mata en los montes<br />
de Ocuilan con unos cuantos partidarios, hombre que no se deja<br />
vencer por los reveses, abruma las imprentas con manifiestos y<br />
artículos en contra de sus enemigos. Cuando quiere, regresa a<br />
México, y es reonsable de los excesos de la Acordada. Vuelve de<br />
nueva cuenta al Estado de México como gobernador y, bajo su influjo,<br />
de marzo a junio de 1833, el Congreso local realiza la tarea legislativa<br />
más brillante de periodo alguno en todos los tiempos. Expuesto a los<br />
azares de los partidos políticos, otra vez huye Zavala, ahora con<br />
rumbo a Zitácuaro, perseguido por un ejército, como si se tratara de<br />
un facineroso. Empero, regresa, deués de una transacción de<br />
partidos, todavía como gobernador. Aún tiene tiempo de mostrar un<br />
comportamiento generoso en extremo durante la epidemia de cólera<br />
que azota la entidad. Aún alcanza el honor de ser llamado<br />
Benemérito <strong>del</strong> Estado.<br />
Por fin, cansado de intrigas, ardides y persecuciones, decide ir como<br />
embajador de México ante Luis Felipe. De aquí en a<strong>del</strong>ante su estrella<br />
se eclipsa. Del alto sitial de benemérito habrá de pasar a la historia<br />
con el execrable baldón de traidor a la patria. Azuza a los texanos a la<br />
guerra contra México, y origina el desastre de 1847.<br />
Pero este traidor a la patria es a cambio uno de los grandes<br />
gobernadores <strong>del</strong> Estado de México. Pocas, muy pocas ocasiones, una<br />
administración ha sido tan fecunda como la suya. Crea el Instituto<br />
Científico y Literario, que ha de eerar más de cien años para<br />
convertirse en Universidad; funda la <strong>Biblioteca</strong> Pública; repara las<br />
carreteras de Veracruz y Toluca; construye un canal que conea a la<br />
ciudad de Texcoco con el lago <strong>del</strong> mismo nombre; nacionaliza las<br />
propiedades <strong>del</strong> duque de Monteleone y Terranova, descendiente de<br />
Cortés; suprime el monopolio <strong>del</strong> tabaco, antes estancado; distribuye<br />
entre los ayuntamientos terrenos baldíos; funda El Reformador,<br />
periódico oficial; excluye al clero de la enseñanza de la juventud.
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Es partidario de la colonización porque piensa que uno de los medios<br />
para salvar a México es el de poblar sus desiertas tierras. En contra de<br />
Lucas Alamán, sostiene que la economía nacional debe estar basada<br />
en la agricultura. Como avizora el peligro de una revolución motivada<br />
por la mala distribución de la tierra, divide haciendas por casi medio<br />
millón de pesos —cuantiosa para su tiempo— y las reparte entre más<br />
de cuarenta pueblos indígenas <strong>del</strong> valle de Toluca.<br />
Zavala el paradójico, benemérito y traidor. Maestro de los liberales de<br />
1857, y precursor <strong>del</strong> agrarismo mexicano.
Un decreto<br />
reformador<br />
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l liberalismo mexicano ha tenido en nuestra entidad,<br />
desde el principio de la Independencia, profundas raíces.<br />
Eminentes pensadores y militares lucharon en distintas<br />
épocas para ver triunfantes las ideas que encauzaron a la patria por<br />
los caminos <strong>del</strong> progreso.<br />
Los representantes populares que promulgaron en Texcoco la<br />
Constitución estatal de 1827 plantearon no pocas soluciones, en las<br />
que se encuentran los gérmenes de las ideas que habían de alcanzar<br />
su máxima expresión en el Congreso Constituyente de 1857.<br />
José María Luis Mora, diputado al Congreso que promulgó esa<br />
Constitución, reconocido hoy como uno de los ideólogos y<br />
precursores <strong>del</strong> liberalismo mexicano, iniró en esa asamblea<br />
numerosos decretos de una progresista ideología y luchó contra los<br />
fueros y privilegios de sacerdotes y militares. Sus ideas —que se<br />
pueden eigar a lo largo de sus escritos, así como en sus sabias<br />
intervenciones en los debates de la misma asamblea legislativa— no<br />
dejan lugar a dudas de que fue el más sagaz de los liberales<br />
mexicanos, por cuanto que supo señalar <strong>del</strong> modo más clarividente<br />
los lastres que frenaban el progreso de nuestra patria.<br />
El decreto número 7 <strong>del</strong> primer Congreso Constitucional de nuestra<br />
entidad, fechado en Texcoco el 22 de marzo de 1827 decía:<br />
El Congreso <strong>del</strong> Estado de México ha decretado lo siguiente:<br />
Art. 1. Se declaran pertenecientes al Estado de México todos los<br />
bienes que poseen en el mismo, los hoicios destinados para las<br />
misiones de Filipinas.<br />
Art. 2. Los que adquieran algunos en fraude de esta determinación,<br />
los perderán irremisiblemente y las autoridades a que toque velarán<br />
exaamente su cumplimiento.<br />
Art. 3. De los fondos <strong>del</strong> estado se mantendrán las iglesias que por<br />
cuenta de ellos se sostienen en él y se juzgue necesario que continúen.<br />
Art. 4. A los religiosos comprendidos en el artículo 1 se les<br />
ministrará por el gobierno, si residieren en los puntos <strong>del</strong> estado<br />
que aquel les designe, una pensión anual de cuatrocientos pesos<br />
cada uno para sus alimentos.<br />
Lo tendrá entendido […] dado en Texcoco a 22 de marzo de 1827.<br />
Este decreto, como es obvio, se anticipó con mucho a las leyes de<br />
Desamortización de los Bienes <strong>del</strong> Clero y fue expedido durante la
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administración de Zavala, que no sólo se contentó con un liberalismo<br />
teórico, sino que puso en práica sus ideas, inclusive las agrarias,<br />
como lo comprueba el reparto de tierras que llevó a cabo en el valle<br />
de Toluca.<br />
En esto último Zavala se a<strong>del</strong>antó a los constituyentes de 1857, que<br />
pasaron como sobre ascuas por el problema de la repartición de la<br />
tierra; y también a la Revolución de 1910, que enarboló el reparto de<br />
la tierra como uno de sus más preciados ideales.<br />
Casi no es necesario recalcar, siguiendo la trayeoria liberal <strong>del</strong> Estado<br />
de México, que años antes de efeuada la Revolución de Ayutla,<br />
nuestra entidad, a través de Ignacio Ramírez y de toda la falange de<br />
jóvenes que acompañaron al gobernador Francisco Modesto de<br />
Olaguíbel, alimentaba desde entonces la llama <strong>del</strong> ideario liberal.<br />
Progresistas leyes fueron iniradas por Ramírez en el gobierno de<br />
Olaguíbel, como la abolición de las alcabalas, la Ley de Alumnos<br />
Municipales y la de la Libertad de los Municipios. Esto, sin contar<br />
con su labor docente en el Instituto Literario, donde formó un<br />
numeroso grupo de jóvenes con ideas avanzadas, entre los que<br />
destacaron Gumersindo Mendoza, Juan y Manuel Mateos, Joaquín<br />
Alcalde, José Fuentes y Muñíz, José María Condés de la Torre y,<br />
naturalmente, Ignacio Manuel Altamirano.<br />
También por este tiempo, estuvo en Toluca, siendo niño, el ilustre<br />
periodista liberal don Francisco Zarco.<br />
Posteriormente, cuando era gobernador Mariano Riva Palacio<br />
culminaron los trabajos <strong>del</strong> Congreso Constituyente de 1856-1857, y<br />
ese gobernante, quien era liberal, aunque moderado, ordenó fuera<br />
impresa en nuestra entidad la histórica Carta Magna. Representando<br />
a nuestro estado firmaron ese importante documento los diputados<br />
León Guzmán, en su caráer de vicepresidente <strong>del</strong> Congreso;<br />
Antonio Escudero, José L. Revilla, Julián Estrada, I. de la Peña y<br />
Barragán, Esteban Páez, Rafael María Villagrán, Francisco Fernández<br />
de Alfaro, Justino Fernández, Eulogio Barrera, Manuel Fernando Soto<br />
e Isidro Olvera, secretario <strong>del</strong> Congreso.<br />
Consta que Mariano Arizcorreta y Prisciliano Díaz González, aunque<br />
no aparecen como signatarios de esta Carta, tomaron parte en los<br />
debates <strong>del</strong> Congreso como representantes de nuestra entidad.<br />
Como es natural, no todos nuestros diputados tuvieron una auación<br />
destacada; pero tres tienen méritos suficientes para que el Estado de<br />
México pueda envanecerse de ellos, pues no en balde formaron parte<br />
de la generación más brillante que ha tenido nuestro país.
Línea 114<br />
El autor hace alusión al<br />
escándalo suscitado a raíz de<br />
que el Ayuntamiento cambió el<br />
nombre <strong>del</strong> Portal Reforma por<br />
el <strong>del</strong> poeta Horacio Zúñiga.<br />
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León Guzmán salvó la Constitución en los críticos momentos en que<br />
estuvo a punto de ser sustituida por el Código de 1824. Prisciliano Díaz<br />
González presentó ante el Congreso un elocuente voto particular en<br />
defensa de la integridad territorial <strong>del</strong> Estado de México. Isidoro<br />
Olvera estuvo, por sus ideas de redención social y de propiedad de la<br />
tierra, a la misma altura que Ponciano Arriaga, a quien nadie escatima<br />
sus enormes merecimientos de pensador y de sociólogo, que le han<br />
valido el merecido título de Padre de la Constitución.<br />
Estos son, someramente, en el campo <strong>del</strong> liberalismo, los timbres de<br />
orgullo de que pueda ufanarse nuestro estado. ¡Lástima que la<br />
culminación <strong>del</strong> año de la Constitución y <strong>del</strong> pensamiento liberal<br />
mexicano sorprenda a los liberales de esta ciudad, atizando una hoguera<br />
de inútiles discusiones. ¡Se hubiera podido hacer tanto, estudiando y<br />
divulgando el pensamiento de nuestros grandes reformadores, y<br />
aclarando muchos puntos oscuros de su auación política!<br />
Menos mal que eeran en lo porvenir generaciones más comprensivas<br />
que honrarán a nuestros eximios liberales, con el mismo fervor que<br />
ponen los pueblos civilizados en el culto de sus grandes hombres.
El liberalismo<br />
y la educación<br />
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acida la república a una vida independiente, una de las<br />
principales preocupaciones de los hijos <strong>del</strong> Estado de México<br />
fue la educación superior. No de otro modo los legisladores<br />
instituyeron en la primera Constitución estatal de 1827, que en el<br />
lugar donde se asentase la capital <strong>del</strong> naciente estado, debería haber<br />
un Instituto Literario. Sin embargo, este afán de nuestros primeros<br />
legisladores no se pudo llevar a cabo durante los primeros años de<br />
vida independiente. Fue hasta cuando los poderes se trasladaron de<br />
Texcoco al antiguo pueblo de San Agustín de las Cuevas, cuando el<br />
Primer Congreso Constitucional <strong>del</strong> estado se avocó a la discusión de<br />
lo que de hecho fue la primera ley orgánica <strong>del</strong> plantel.<br />
En la sesión <strong>del</strong> 15 de agosto de 1827, al dirigirse a los legisladores, el<br />
gobernador Lorenzo de Zavala decía:<br />
Uno de los establecimientos que más urgentemente deben llamar la<br />
atención <strong>del</strong> Congreso, es el de una casa de educación que proporcione<br />
a los hijos <strong>del</strong> estado los conocimientos de que por sistema <strong>del</strong> pasado<br />
gobierno carecieron hasta hoy los mexicanos. El artículo 228 de la<br />
Constitución prescribe la creación de un Instituto Literario en el lugar<br />
de la residencia de los supremos poderes, eerando que deberá<br />
abrazar todos los ramos de instrucción pública. El 13 atribuye al<br />
gobernador la obligación de promover la ilustración <strong>del</strong> estado, y el 32<br />
al Congreso de sistemar [sic] la educación pública. El ejecutivo ha<br />
comenzado a plantear los primeros cimientos de ese edificio moral.<br />
Dará cuenta en su tiempo con lo que ha hecho dentro <strong>del</strong> círculo de<br />
sus facultades, al Congreso correonde arreglar y formar el plan de<br />
instrucción pública. Este establecimiento es urgente, porque la<br />
ilustración es el más firme apoyo de las instituciones liberales, y porque<br />
es mengua <strong>del</strong> Estado de México carecer de un Instituto Literario al<br />
paso que otros se han apresurado a formarlo, y cuando estos dan idea<br />
<strong>del</strong> estado de civilización o ignorancia de las naciones.<br />
Concluía asegurando que la primera enseñanza para ambos sexos<br />
“estaba montada en San Agustín de las Cuevas como podía estar en<br />
lugar más culto e ilustrado de la República”.<br />
Ocupado el Primer Congreso Constitucional en discutir las medidas<br />
que deberían adaptarse para reprimir la sublevación de Montaño que<br />
tuvo su origen en territorio <strong>del</strong> estado, y en las diosiciones de<br />
expulsión de eañoles, la Comisión de Educación no había podido<br />
leer el diamen relativo a la creación <strong>del</strong> Instituto Literario, a esto se<br />
debió que el gobernador, en la sesión de clausura <strong>del</strong> periodo de<br />
sesiones, se dirigiera a los diputados en estos términos:<br />
Al aprobar el plan de establecimiento literario que el Ejecutivo ha<br />
tenido el honor de presentar al Congreso, deberá dar existencia moral
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
al grande, rico y heroico Estado de México. La separación de su antigua<br />
capital que por otra le ha traído muchas ventajas, le dejó sin estos<br />
grandes elogios y demás institutos literarios, que si bien se recienten de<br />
los tiempos en que se fundaron por el método de estudios adaptado en<br />
ellos, tienen sin embargo muchos elementos de sabiduría y virtud. Al<br />
levantar este establecimiento se va a dar atención, majestad y grandeza<br />
a pueblos que yacen en la oscuridad y olvido; a sacar a luz muchos<br />
ingenios agobiados bajo el peso de la superstición y de la ignorancia; y<br />
a generalizar la ilustración entre las clases que estaban condenadas a la<br />
ignominia y a la esclavitud. Naturalmente se obrará en principio con<br />
lentitud por la escasez general de profesores y de libros elementales;<br />
pero contando el gobierno con el celo de sus agentes, con la constancia<br />
de los direc–tores y con la aiva cooperación de los ciudadanos<br />
ilustrados que deseen ardientemente los progresos de las luces, no<br />
duda triunfar al fin de todos los obstáculos.<br />
Conjurada la sublevación de Montaño por la intervención <strong>del</strong> presidente<br />
Guerrero, pudo el Congreso Constitucional avocarse a tan importante<br />
asunto en la sesión <strong>del</strong> 15 de enero de 1828. El aa dice que “se leyó y<br />
puso a discusión en lo general, el diamen sobre la erección <strong>del</strong><br />
colegio”. El señor González Caraalmuro, en su caráer de presidente<br />
<strong>del</strong> Congreso, hizo recalcar “los felices efeos de la sabiduría de las<br />
naciones”, concluyó señalando las ventajas que los pueblos han<br />
obtenido con las ciencias y las artes, y terminó pidiendo que aprobase<br />
en lo general el diamen de erección <strong>del</strong> Instituto Literario.<br />
Don Epigmenio de la Piedra, que deués se había de distinguir por las<br />
brillantes proposiciones que hubieron de enriquecer lo que podría<br />
llamarse primera ley orgánica <strong>del</strong> Instituto Literario, comenzó por<br />
objetar el estado de la Hacienda Pública, que no podría soportar el<br />
pago de sueldo de todos los profesores, por lo que pedía que algunas<br />
cátedras se redujeran a una sola, como las de Gramática Latina y<br />
Castellana que podrían ser cubiertas por un solo profesor. Pugnaba<br />
por la unión de otras materias como la de Francés con Dibujo y la de<br />
Matemáticas con Filosofía.<br />
A los diputados que presentaron objeciones de tipo económico, el<br />
presidente <strong>del</strong> Congreso contestó diciendo:<br />
El estado es rico: cuenta con inmensos recursos, y puede que pongan<br />
a su diosición como unos cuarenta mil pesos que producen las<br />
temporalidades de los filipinos, cuya suma así como la de cuarta<br />
episcopal, no podrá tener otro destino más análogo a su fin que la<br />
educación cristiana y científica de la juventud.<br />
El primero de los artículos a discusión <strong>del</strong> diamen presentado por la<br />
Comisión de Educación, decía:
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El Congreso para dar cumplimiento al artículo 228 de la<br />
Constitución <strong>del</strong> estado, organiza provisionalmente y dota al<br />
Instituto Literario de instrucción pública pagando de los fondos <strong>del</strong><br />
estado las plazas de reor, maestro de aposentos, nueve catedráticos<br />
y portero de las escuelas de ambos sexos.<br />
El Presidente agregaba que, prescindiendo de la designación de reor,<br />
maestro de aposentos y catedráticos, en la que no podían menos que<br />
convenir todos los legisladores, era necesario el establecimiento de<br />
cátedras como las de Matemáticas y Dibujo, y las de Latinidad y Francés.<br />
El diputado Escudero opinaba que para acabar con los curanderos<br />
deberían impartirse en el nuevo colegio cátedras como las que<br />
enseñasen la “conservación de la salud, lo mismo que la obstetricia,<br />
higiene y anatomía”.<br />
En la sesión <strong>del</strong> 16 de enero de 1824 se aprobó la primera parte <strong>del</strong> artículo<br />
que dice: “El Primer Congreso Constitucional para comenzar a<br />
cumplir según lo permiten las auales circunstancias, el artículo 228<br />
de la Constitución <strong>del</strong> estado, funda, erige y organiza<br />
provisionalmente de sus fondos públicos, un instituto literario”.<br />
De las discusiones habidas se deduce que la principal preocupación de<br />
nuestros primeros legisladores fue la precaria situación <strong>del</strong> tesoro<br />
público. Este hecho se comprueba porque se aprobó, en casi todos los<br />
casos, que un mismo catedrático sirviera por un sólo sueldo dos<br />
clases o desempeñara alguna comisión extra.<br />
Previa discusión fue aprobado el siguiente personal para el naciente colegio:<br />
Un reor con $1,200, con obligación de servir también una cátedra.<br />
Un maestro de aposentos con $400 con obligación de atender también<br />
la mayordomía. Un portero con $120. Dos mozos con $192. Un<br />
catedrático de idioma Francés y direor de Dibujo con $700; y un<br />
ayudante en la dirección de Dibujo, con $200. Un direor de la Escuela<br />
Lancasteriana con $800; y su ayudante con $200. Para costos de aseo<br />
de dicha escuela, $60. Una direora de la Escuela Lancasteriana para<br />
niñas, $600. Una ayudanta con $200. Un catedrático de Matemáticas<br />
con $700. Por dos cátedras de Gramática Latina $1,200. Dos de<br />
Filosofía, $1,400. Un catedrático de Teología con $700. Una cátedra de<br />
Derecho Canónico y Civil, e Historia Eclesiástica, y otra de Derecho<br />
Constitucional, Público y Economía Política, con $700 cada una.<br />
En la parte relativa a los alumnos se aprobó lo que sigue:<br />
Habrá en el Instituto 24 becas de elección, tres por cada prefeura,<br />
y serán sostenidas por los fondos públicos que ministrarán $300
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por cada una de ellas. Dichos niños serán eleos de la forma<br />
siguiente: cada Ayuntamiento de entre los niños que haya en sus<br />
municipalidades que sepan leer y escribir que sean de potencias<br />
claras y deejadas, bien inclinados, y de familias pobres, elegirá a<br />
la prefeura, en donde a presencia <strong>del</strong> Ayuntamiento de entre los<br />
niños todos de las municipalidades, se sacarán por suerte los tres<br />
de que habla el artículo anterior. En el caso de vacante de uno o<br />
más de estos niños, avisará el reor al gobernador, quien lo hará al<br />
prefeo o prefeos <strong>del</strong> distrito o distritos donde correondan las<br />
vacantes, para que se reemplacen a la mayor brevedad y en la forma<br />
y método que expresa el artículo anterior.<br />
Por lo que se refiere a los discípulos, los legisladores acordaron que:<br />
En el Instituto se recibirán niños pupilos, por la cantidad de $120<br />
anuales de colegiatura, de la que representarán un fiador, y pagarán<br />
por tercios a<strong>del</strong>antados, ministrándoseles por dicha cantidad lo que<br />
es costumbre en los colegios <strong>del</strong> Distrito Federal.<br />
También se admitirán pupilos en el Instituto, a quienes se les<br />
ministrará lo mismo que a los que vengan de las prefeuras, dando<br />
$300 en la misma forma y con las mismas precauciones que expuso<br />
el artículo anterior.<br />
Asimismo se admitirán pupilos, que pagarán 30 pesos de colegiatura<br />
anuales en la misma forma y términos que arriba se expresa, y por<br />
los que se les darán en el Instituto, habitación, libros, y demás útiles<br />
para la instrucción: pero los alimentos se los darán sus padres, y lo<br />
mismo los vestidos que serán conformes o iguales a los que se<br />
asignen a los alumnos <strong>del</strong> colegio.<br />
Esta proposición, como muchas de las anteriores, se debió a don<br />
Epigmenio de la Piedra, quien se mostró vivamente interesado en la<br />
fundación <strong>del</strong> Instituto, apoyado en estas razones:<br />
este artículo proporciona la instrucción y enseñanza a muchos jóvenes<br />
cuyos padres no tienen proporciones de erogar los gastos que los otros<br />
colegiales de quien se ha hablado en los artículos anteriores.<br />
Capenses se admitirán en todas las clases, cuantos se presentaren; y<br />
de éstos tendrán debido conocimiento los superiores <strong>del</strong> Instituto<br />
que según las constituciones deben tenerlo; [pues] facilita la<br />
enseñanza aun a los jóvenes de fuera <strong>del</strong> colegio, [como decía el<br />
señor González Caraalmuro].<br />
Trascribimos en seguida lo que los legisladores acordaron acerca de los<br />
servicios <strong>del</strong> Instituto:
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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
Ninguno de los que obtuvieren empleo o destino alguno, por el que<br />
disfruten algún otro sueldo o pensión, podrá obtener alguna plaza en<br />
el Instituto Literario, a no ser que renuncie la otra; y si algún<br />
individuo <strong>del</strong> Instituto fuere eleo popularmente, durante sus<br />
funciones no percibirá la pensión correondiente a la plaza <strong>del</strong><br />
Instituto, sino que se dará íntegra a quien le sustituya por<br />
nombramiento de la junta ineora <strong>del</strong> Instituto.<br />
Los diputados, ministros <strong>del</strong> Supremo Tribunal de Justicia, consejeros,<br />
gobernador y vicegobernador <strong>del</strong> estado, durante sus funciones, se<br />
deberán considerar como miembros <strong>del</strong> Instituto Literario, y todos<br />
reunidos formarán la Suprema Junta Ineora <strong>del</strong> Instituto, que el día<br />
10 de marzo de cada bienio, nombrará su presidente, dos secretarios y<br />
un tesorero. En el mismo día nombrará también de entre ellos mismos<br />
quince individuos, que formarán la Junta Ineora <strong>del</strong> Instituto, y a<br />
cargo de esta Junta Ineora <strong>del</strong> Instituto, estará velar sobre el<br />
puntual cumplimiento y fiel desempeño de las obligaciones reeivas<br />
de los empleados en el Instituto; cuidar de la buena inversión de sus<br />
fondos; <strong>del</strong> cumplimiento de los estatutos; fijar los rotulones<br />
convocando para las cátedras vacantes, y por votaciones hacer la<br />
calificación de idoneidad y suficiencia de los que hayan de premiarse.<br />
El diputado González Caraalmuro consideraba utilísimo este artículo<br />
porque:<br />
Dándole al colegio por miembros suyos a sujetos de representación y<br />
poder, y confirma y corrobora su subsistencia [la <strong>del</strong> Instituto] y la<br />
hace capaz de tantas mejoras, cuantas sean las que puedan darle las<br />
personas de que habla el artículo que por su ilustración y por el<br />
reeto que en el estado ocupan deben precisamente estar interesados<br />
en la educación de las luces.<br />
En lo relativo a la asistencia de alumnos y apertura de clases, el<br />
Congreso decía:<br />
No se abrirá ninguna cátedra hasta que no haya tres cursantes para<br />
ella, y el sueldo comenzará a correrles a los individuos empleados<br />
en el Instituto desde el momento en que se presenten a desempeñar<br />
sus funciones.<br />
Una comisión eecial <strong>del</strong> seno de este honorable Congreso,<br />
procederá conforme a su reglamento interior a formar a la mayor<br />
posible brevedad los estatutos, reglamentos y distribuciones que<br />
hayan de observarse en el Instituto, y a designar las obras o libros<br />
que hayan de adoptarse para la enseñanza.<br />
Por lo que ve a útiles escolares, el Congreso acordó lo que sigue:
[ 038 ]<br />
235<br />
242<br />
249<br />
252<br />
256<br />
261<br />
264<br />
273<br />
279<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Se designará el fondo necesario al Instituto para que en él se tenga<br />
un surtido competente de los utensilios necesarios a la instrucción<br />
de los niños, y de los libros que designen para la enseñanza, los que<br />
se darán a los pupilos por la colegiatura asignada en los artículos<br />
anteriores, y a los capenses o demás alumnos que ocurran por ellas al<br />
costo que tuvieron, procurando sea el más cómodo posible.<br />
Aunque no fue aprobado por el Congreso, don Epigmenio de la Piedra<br />
propuso un artículo para que hubiese en el colegio una cátedra de<br />
Medicina, dotada con $1,200, cuyo encargado asistiese, por la iguala<br />
de otros $300, a los enfermos dependientes <strong>del</strong> mismo plantel.<br />
Como es obvio, éste es el más remoto antecedente de la aual<br />
Escuela de Medicina.<br />
Por lo que se refiere a la Junta Direora <strong>del</strong> naciente colegio y a la<br />
oposición de cátedras, se aprobaron los siguientes artículos:<br />
En cumplimiento <strong>del</strong> decreto número “tantos” <strong>del</strong> Primer Congreso<br />
Constitucional <strong>del</strong> Estado de México, queda instalada esta suprema<br />
junta direora <strong>del</strong> Instituto Literario <strong>del</strong> mismo.<br />
La junta ineora con arreglo a la facultad que le da el mismo<br />
artículo fijará rotulones en las puertas <strong>del</strong> Instituto, y convocará por<br />
los periódicos a concurso para oposiciones a las cátedras que se han<br />
de proveer en esta ciudad.<br />
Al opositor que reuniere la mayoría absoluta de votos en la junta<br />
ineora, el gobierno expedirá gratis su título de catedrático o direor.<br />
En defensa y elogio <strong>del</strong> náhuatl, los señores Cardona, González<br />
Caraalmuro, Anaya y Castorena, hicieron la siguiente proposición:<br />
Pedimos que en atención a su belleza y mérito intrínseco <strong>del</strong> idioma<br />
mexicano, que en atención a la conveniencia y necesidad que hay de<br />
que por su medio se generalicen las luces y sentimientos, se<br />
establezca en el Instituto Literario de esta ciudad, una cátedra de este<br />
idioma, dotada con $600.<br />
El señor González Caraalmuro vigorizaba la proposición aduciendo que<br />
la lengua náhuatl es superior a la latina y sólo comparable a la griega,<br />
y que su enseñanza debía proporcionarse a la juventud mexicana y<br />
que, atendida la educación, nos hace iguales en pensamiento y en<br />
ideas, había de sacar a los indígenas <strong>del</strong> abatimiento en que yacían.<br />
Al cerrar su periodo de sesiones el Primer Congreso Constitucional, el<br />
gobernador don Lorenzo de Zavala aquilataba en todo su valor las<br />
tareas <strong>del</strong> Congreso en lo relativo a la erección <strong>del</strong> Instituto, diciendo:
[ 039 ]<br />
282<br />
LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
Habéis con todo trabajado en una materia importante. Penetrado el<br />
Congreso de que la base de felicidad social es la instrucción pública,<br />
y convencido de que sin ilustración no hay verdadera libertad,<br />
consagrasteis el tiempo preciso que os dejaban estas atenciones, a la<br />
discusión <strong>del</strong> decreto para el establecimiento de un instituto literario.<br />
Habéis concluido este decreto creador <strong>del</strong> edificio moral planteado<br />
por primera vez en el estado. ¿Quién podrá diutarnos esta gloria<br />
inmortal? Nuestros descendientes [agregaba proféticamente]<br />
recordarán con gratitud y admiración la energía e ilustración de los<br />
legisladores, que distraídos por tantas atenciones, no olvidaron<br />
atender a la educación pública, base y fundamento de la felicidad de<br />
los estados.
Decreto que<br />
ordena la<br />
fundación<br />
y erección<br />
<strong>del</strong> Instituto<br />
Literario<br />
[ 041 ]<br />
LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
01<br />
05<br />
10<br />
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39<br />
41<br />
43<br />
45<br />
l ciudadano lorenzo de Zavala, gobernador <strong>del</strong> Estado<br />
Libre de México, a todos sus habitantes, sabed que el<br />
Congreso ha decretado lo siguiente:<br />
Artículo 1. Primer Congreso Constitucional para comenzar a cumplir<br />
según lo permitan las circunstancias, el artículo 228 de la<br />
Constitución <strong>del</strong> Estado, funda y erige de los fondos públicos <strong>del</strong><br />
mismo, y provisionalmente organiza un instituto literario que tendrá:<br />
Un reor que servirá alguna de las cátedras de facultad mayor,<br />
dotado anualmente con $1,200.<br />
Un catedrático de Teología, con la de $700 anuales.<br />
Un catedrático de Derecho Canónico y Civil, e Historia Eclesiástica,<br />
con la de $700 anuales.<br />
Un catedrático de Derecho Constitucional Público y Economía<br />
Política, con la de $700 anuales.<br />
Dos catedráticos de Filosofía, con $700 anuales cada uno.<br />
Un catedrático de Matemáticas, con $700 anuales.<br />
Dos catedráticos de Gramática Latina y Castellana, con la de $600<br />
anuales cada uno.<br />
Un catedrático de Idioma Mexicano, con la de $600 anuales.<br />
Un maestro de aposentos que hará también de mayordomo, con la<br />
dotación de $400 anuales.<br />
Un catedrático de Idioma Francés, que sea justamente direor de<br />
Dibujo, con la de $700 anuales.<br />
Un ayudante <strong>del</strong> mismo en la dirección de Dibujo, con la de $200<br />
anuales, y sesenta más para ayuda <strong>del</strong> aseo de la misma.<br />
Un ayudante de dicho direor, con la de $200 anuales.<br />
Una direora de la Escuela Lancasteriana para niñas, con la de $600 anuales.<br />
Un ayudante de la misma, con la de $200 anuales.<br />
Un facultativo de medicina y cirugía, dotado con $400 anuales para la<br />
asistencia de los individuos <strong>del</strong> Instituto Literario; a éste lo nombrará<br />
la Junta Ineora <strong>del</strong> mismo.
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72<br />
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80<br />
87<br />
91<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Un portero, con la de $120 anuales.<br />
Dos mozos, con la de $96 cada uno.<br />
Artículo 2. De cada una de las prefeuras <strong>del</strong> estado, vendrán tres niños<br />
al Instituto Literario, para cuyo sostén se ministrarán de los fondos<br />
públicos, $300 anuales por cada uno, para alimentos, vestidos, libros<br />
y utensilios.<br />
Artículo 3. Éstos serán elegidos en la forma siguiente: cada ayuntamiento<br />
de entre los niños que haya en sus municipalidades (prefiriendo los que<br />
sepan leer y escribir, que sean de potencias claras, bien inclinados y de<br />
familias pobres o indígenas) escogerá tres, de los que por suerte sacará<br />
uno, cuyo nombre lo remitirá a la prefeura reeiva donde a<br />
presencia <strong>del</strong> ayuntamiento de la cabecera <strong>del</strong> distrito, de entre todos<br />
aquellos cuyos nombres hayan remitido las municipalidades, se sacarán<br />
por suerte los tres de que habla el artículo anterior, y a los padres o<br />
superiores de los que la obtuvieron oficiará en el ao el prefeo para<br />
que a la mayor posible brevedad los conduzcan al colegio.<br />
Artículo 4. En el caso de vacante de una o más de estas becas, avisará el<br />
reor al gobernador, quien hará se llenen a la mayor brevedad, en la<br />
forma y método que expresa el artículo anterior.<br />
Artículo 5. Se admitirán pupilos en el Instituto, a quienes se ministrará lo<br />
mismo que a los que vengan de las prefeuras dotados por el estado,<br />
dando $300 anuales, que afianzarán y pagarán por tercios a<strong>del</strong>antados.<br />
Artículo 6. E igualmente se recibirán por $120 anuales de colegiatura,<br />
asegurados y pagados en la misma forma <strong>del</strong> anterior artículo, a quienes<br />
se asistirá como es costumbre en los colegios <strong>del</strong> Distrito Federal.<br />
Artículo 7. Asimismo se admitirán pupilos que pagarán $30 anuales de<br />
colegiatura, en la misma forma y términos que se expresan en el<br />
artículo 5, y por los que se darán en el Instituto, habitación, libros y<br />
demás útiles para la instrucción, pero sus padres o bienhechores les<br />
darán alimentos y vestidos, siendo estos últimos conformes o iguales<br />
a los que se siguen a los alumnos <strong>del</strong> colegio.<br />
Artículo 8. Se admitirán en todas las aulas escolares, de fuera o capenses<br />
para cursarlas, y de estos tendrán el debido conocimiento las<br />
superiores <strong>del</strong> Instituto.<br />
Artículo 9. Ninguno de los que obtuvieren empleo o destino por el que<br />
disfruten otro sueldo o pensión, podrá obtener alguna plaza en el<br />
Instituto Literario a no ser que renuncie a la otra; y si algún individuo<br />
de este colegio fuese eleo popularmente durante sus funciones, no
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95<br />
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136<br />
139<br />
LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
percibirá la pensión correondiente a la plaza <strong>del</strong> Instituto, sino que<br />
se dará íntegra a quien le sustituya en ella por nombramiento de la<br />
Junta Ineora.<br />
Artículo 10. El gobernador <strong>del</strong> estado, los diputados, teniente gobernador,<br />
consejeros, ministros <strong>del</strong> tribunal de justicia y tesoreros <strong>del</strong> estado,<br />
durante sus funciones, se deberán considerar como miembros <strong>del</strong><br />
Instituto Literario, y todos formarán la suprema Junta Direora <strong>del</strong><br />
mismo, que en el día 12 de marzo de cada bienio nombrará su presidente,<br />
dos secretarios y un tesorero. En el mismo día nombrará también de<br />
entre ellos mismos quince individuos que formarán la Junta Ineora<br />
<strong>del</strong> Instituto y al cargo de ésta estará velar sobre puntual cumplimiento<br />
y fiel desempeño de la obligación reeiva de los empleados en él:<br />
cuidar de la buena inversión de sus fondos y <strong>del</strong> cumplimiento de los<br />
estatutos; fijar rotulones convocando para oposiciones a las cátedras<br />
vacantes, y asistir a los exámenes u oposiciones de los pretendientes;<br />
y por votaciones hacer la calificación de idoneidad y suficiencia de los<br />
que hayan de obtener las cátedras. También hará anualmente la<br />
calificación <strong>del</strong> mérito de los niños que hayan de premiarse.<br />
Artículo 11. No se abrirá cátedra alguna hasta que no haya tres cursantes<br />
para ella y el sueldo comenzará a correr a los individuos empleados<br />
en el Instituto, desde el momento en que comiencen a desempeñar<br />
sus funciones.<br />
Artículo 12. Una comisión eecial <strong>del</strong> seno <strong>del</strong> Congreso nombrada<br />
conforme a su reglamento interior, procederá a formar a la mayor<br />
posible brevedad los estatutos y reglamentos que deben observarse<br />
en el Instituto Literario, y a designar las obras o libros que hayan de<br />
adaptarse para la enseñanza.<br />
Artículo 13. Se asignará el fondo necesario al Instituto para que tenga<br />
un surtido competente de los utensilios necesarios a la instrucción<br />
de los niños y de los libros que se elijan para la enseñanza, los que<br />
se darán a los pupilos por la colegiatura asignada en los artículos<br />
anteriores, y a los demás alumnos o capenses que ocurran por ellos<br />
al costo que tuvieren.<br />
Artículo 14. Se faculta al gobierno para contratar sobre el arrendamiento<br />
de la casa aualmente destinada al Instituto.<br />
Artículo 15. Éste seguirá en su localidad la de los Supremos Poderes<br />
<strong>del</strong> Estado.<br />
Artículo 16. El presidente de la Suprema Junta Direora en el ao de la<br />
instalación de ésta, dirá: “en cumplimiento <strong>del</strong> decreto número 95 <strong>del</strong><br />
primer congreso constitucional <strong>del</strong> estado libre y soberano de
142<br />
[ 044 ]<br />
145<br />
148<br />
152<br />
157<br />
162<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
México, queda instalada esta suprema junta direora <strong>del</strong> Instituto<br />
Literario <strong>del</strong> mismo”.<br />
Artículo 17. La Junta Ineora con arreglo a la facultad que le da el<br />
mismo artículo que hará fijar rotulones en las puertas <strong>del</strong> colegio, y<br />
convocará por los periódicos a concurso para oposiciones a las<br />
cátedras que se han de proveer en esta ciudad.<br />
Artículo 18. Al opositor que reuniere la mayoría absoluta de votos en<br />
la Junta Ineora, el gobierno expedirá gratis su título de<br />
catedrático o direor.<br />
Artículo 19. Por esta vez el día 12 de abril se hará en todas las<br />
municipalidades la elección de los niños que conforme a este decreto<br />
deben venir al Instituto Literario, celebrándose en las prefeuras el<br />
sorteo el día 12 de mayo.<br />
Lo tendrá entendido el gobernador <strong>del</strong> estado, haciéndolo imprimir,<br />
publicar y ejecutar. Dado en la ciudad de Tlálpam a 18 de febrero de<br />
1828. Agustín Escudero, presidente; Luciano Castorena, diputado<br />
secretario; José María Velázquez de León, diputado secretario.<br />
Por tanto, mando se imprima, publique y circule a quienes toque cuidar<br />
de su ejecución. Dado en Tlálpam a 3 de marzo de 1828. Lorenzo de<br />
Zavala. José R. Malo, secretario.
Francisco<br />
Modesto de<br />
Olaguíbel<br />
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44<br />
LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
n<br />
na nota esencial destaca en la vida pública de Olaguíbel; su<br />
patriotismo. Llega como gobernador al Estado de México en<br />
los días aciagos en que la república lucha contra la sublevación<br />
texana. La idea de mantener la integridad territorial lo obsesiona más<br />
que si hubiese sido el jefe de la nación. Por encima de todo, le preocupa<br />
el arbitrio de fondos para la guerra extranjera. No repara en los medios<br />
para llevar a cabo su propósito de iluminado. Cuando el convencimiento<br />
falla, cuando los resortes <strong>del</strong> patriotismo se entumecen en el corazón<br />
de los ricos, acude al préstamo forzoso. Lo que le interesa es ayudar al<br />
gobierno federal para que repela a los enemigos. Enemigos que han<br />
pasado de su humilde papel de colonos pedigüeños, al de limosneros<br />
con garrote, enhiestos, arrogantes, ingratos.<br />
No sólo la defensa de la patria brilla en su primer período gubernativo.<br />
Traslada a Toluca los poderes que el centralismo había establecido en<br />
la ciudad de México; deroga las leyes expedidas por ese repudiado y<br />
nefasto gobierno y, a<strong>del</strong>antándose a su tiempo, <strong>del</strong>imita legalmente la<br />
reonsabilidad de funcionarios y empleados públicos.<br />
Comprensivo y magnánimo con las aitudes a que arrastran los vaivenes<br />
de la política, mantiene en sus puestos a los empleados que sirvieron a<br />
los conservadores. Sus altos ideales patrióticos le señalan que debe<br />
ayudar al centro para repeler a los extranjeros; pero contesta airado<br />
cuando los ministros de Hacienda quieren dioner a su antojo de los<br />
fondos públicos <strong>del</strong> estado, exigiéndole onerosas exacciones.<br />
Tiene un sentido claro de lo que debe ser la honradez democrática. Se<br />
dirige al Colegio Eleoral para desenmascarar a quienes, empleando<br />
su nombre, tratan de ejercer presión para hacer designados miembros<br />
<strong>del</strong> Congreso local.<br />
Cuando ocupa constitucionalmente el gobierno <strong>del</strong> estado los<br />
acontecimientos políticos van de mal en peor. Al peligro extraño se<br />
suman las borrascas internas. Malos mexicanos agitan para pescar en<br />
río revuelto. Pero Olaguíbel es liberal; vale decir hombre de acción.<br />
Se hace nombrar coronel de la Guardia Nacional. Así, en su doble<br />
papel, abandona su escritorio de gobernante, y, al frente de su tropa,<br />
marcha a donde los descontentos y sublevados. Cuernavaca y<br />
Tlalnepantla lo ven pasar en apaciguadora misión. Pero los males y<br />
las penalidades no vienen solos. Todavía ha de defenderse de los<br />
ataques que le lanza un señor diputado, hipócrita y cauteloso, que<br />
más tarde habrá de ser gobernador.<br />
Olaguíbel es un elegido para sortear grandes calamidades. Durante su<br />
administración sobreviene la invasión de 1847. Su sino es contribuir,<br />
contribuir siempre; y sigue contribuyendo. Los oficios que turna al<br />
Ministerio de Guerra, no hablan más que de hombres y dinero,
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
hombres y dinero, hombres y dinero. Ofrece premios a quienes<br />
fabriquen pólvora, fusiles y cañones; organiza juntas patrióticas para<br />
deertar los sentimientos <strong>del</strong> pueblo, reúne armas y recluta soldados.<br />
Hace que el teniente gobernador se traslade a Acapulco para convencer<br />
al general Álvarez a que auxilie con su ejército a los defensores de la<br />
ciudad de México, y a que traiga, por esos caminos de Dios, con<br />
ímprobos esfuerzos, pesadas piezas de artillería.<br />
Teniendo como faro a Olaguíbel, el Congreso local alcanza dimensiones<br />
de coloso. Su voz sibilina, cargada de grave elocuencia, se dirige a la<br />
nación para señalar los peligros —presentes y futuros— de la infame,<br />
oprobiosa, injusta invasión norteamericana.<br />
En admirable manifiesto, los diputados dicen:<br />
La usurpación que sólo por la violencia pretenden hacernos los<br />
Estados Unidos, está reconocida […] inicua por la prensa <strong>del</strong> mundo<br />
entero, por la misma de aquellas naciones que hacen a nuestro<br />
caráer las imputaciones más calumniosas e injustas. La causa de la<br />
guerra en el seno mismo de la república invasora, es sólo el interés de<br />
un partido empeñado en propagar la esclavitud doméstica […] Es la<br />
pretensión de sujetarnos al carro de su política, para que en lo<br />
a<strong>del</strong>ante no podamos hacer el más insignificante arreglo, sin obtener<br />
el previo beneplácito de esa nación, exclusivamente preocupada de<br />
intereses materiales. Si la invasión triunfa, veremos bien pronto<br />
turbada la <strong>del</strong>iciosa tranquilidad de nuestros campos por el<br />
chasquido <strong>del</strong> azote y los brutales gritos <strong>del</strong> mayoral de esclavos […]<br />
La suerte de nuestros compatriotas de Texas, Chihuahua, Monterrey<br />
y Veracruz, nos anuncian lo que nos eera de esa raza que nos<br />
derecia profundamente. Los anales de las conquistas de todos los<br />
países y todos los tiempos, nos enseñan lo que tiene que eerar la<br />
población dominada por la raza conquistadora […]<br />
Esta asamblea tiene la persuasión de que la clase de guerra que nos<br />
coronará con laureles de triunfo, es esa lucha de esfuerzos<br />
individuales, que se conoce con el nombre de guerra de guerrillas.<br />
Las ventajas de la disciplina, la superioridad de las armas, la<br />
provisión de todos los elementos necesarios para la guerra,<br />
desaparecen ante esa resistencia sorda y sin ostentación, que eía<br />
todos los descuidos, se aprovecha de todas las faltas, evita todos los<br />
encuentros desventajosos, hostiga sin cesar al enemigo, lo hiere de<br />
terror con sus ineerados y continuos ataques, y lo hace sucumbir<br />
sin gloria y sin fruto.<br />
El día en que los invasores no encuentren en toda la República un<br />
cuerpo regular con que medir sus fuerzas, y se vean rodeados de
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95<br />
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110<br />
120<br />
LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
enjambres de enemigos ocultos que los pillen, los diezmen, los<br />
corten, y no les dejen ninguna hora un momento de descanso,<br />
maldecirán [el día] en que pusieron el pie en nuestras playas […]<br />
La República recogió tardíamente la enseñanza. Sin embargo, ésta fue la<br />
clase de guerra que se empleó en la invasión francesa. Pero volviendo<br />
a Olaguíbel, cuando la situación se tornó crítica, acudió con su<br />
ejército a las batallas de Molino <strong>del</strong> Rey y <strong>del</strong> Bosque de Chapultepec.<br />
Ya sabemos cuán inútil fue su sacrificio; como inútil el de todos los<br />
mexicanos que asistieron a la defensa de la patria.<br />
Pocos gobernadores han amado al instituto como Olaguíbel. Lo<br />
restableció. Lo hizo dirigir por Felipe Sánchez Solís. Reconstruyó su<br />
destartalado edificio.<br />
Solía comer con los alumnos y algunas veces deachaba los asuntos<br />
oficiales en la dirección <strong>del</strong> colegio. Cuando los norteamericanos<br />
entraron a Toluca, trasladó los poderes a Sultepec. Desde allí<br />
ordenó que el administrador de rentas siguiera entregando la ayuda<br />
pecuniaria que su gobierno había asignado al Instituto. Debido a la<br />
escasez de fondos, el servidor no pudo entregar más que cuarenta<br />
pesos, “arrancándolos de su maleta de desterrado”; Olaguíbel envió<br />
otros setenta pesos, excusándose sentidamente de no poder enviar<br />
mayor cantidad.<br />
Así quería a la juventud estudiosa este poblano singular, diplomático,<br />
profesor, periodista, militar y gobernador <strong>del</strong> Estado de México.
Los institutos<br />
de provincia<br />
[ 049 ]<br />
LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
01<br />
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13<br />
19<br />
27<br />
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46<br />
n<br />
na de las ideas vertebrales <strong>del</strong> liberalismo mexicano, que<br />
quería hacer de nuestra patria una nación a imagen y<br />
semejanza de los países más civilizados y cultos de la época,<br />
fue la redención de la gran masa indígena y mestiza por medio de las<br />
luces de la educación.<br />
Nuestros primeros legisladores, muchos de ellos precursores <strong>del</strong><br />
liberalismo que hizo posible nuestra Carta Magna de 1857, se<br />
preocuparon igual que el resto de liberales <strong>del</strong> país por dotar a la<br />
niñez y a la juventud de centros docentes donde pudiesen cultivar su<br />
eíritu y contribuir con sus luces al desarrollo de nuestra nación.<br />
Veían, con profética claridad, que la independencia política que nos<br />
había arrancado de las garras <strong>del</strong> yugo eañol a un alto precio de<br />
sangre no podría alcanzar su expresión última, si no se manumitía<br />
también a las masas que habían permanecido en el más humillante<br />
estado de ignorancia.<br />
No de otro modo una de las preocupaciones fundamentales de los<br />
primeros legisladores de nuestro estado, eoleados por el genio de<br />
Lorenzo de Zavala, fue la de establecer, como ya lo había ordenado la<br />
Constitución estatal de 1827, un instituto literario y el de fortalecer<br />
este centro de instrucción con el establecimiento de una imprenta y<br />
de una biblioteca, elementos indiensables en la fecunda difusión<br />
<strong>del</strong> pensamiento.<br />
Fueron, pues, los institutos de provincia nacidos bajo el signo <strong>del</strong><br />
liberalismo almácigos donde germinaron y se difundieron innumerables<br />
ideas de progreso. Fue allí –como que en ellos impartieron enseñanza<br />
los mejores hombres de México– donde comenzó a tomar cuerpo la<br />
idea de que la independencia no había significado, salvo el pequeño<br />
paréntesis <strong>del</strong> gobierno de 1833, otra cosa que un cambio de personas<br />
en el poder. Todo, como por una lesiva inercia histórica, seguía como<br />
en la época colonial. Había censura de opiniones y represión de<br />
prensa, privilegios <strong>del</strong> clero y la milicia, intromisión de la iglesia en la<br />
política, y monopolio de la educación por el grupo clerical.<br />
Los institutos de provincia representaron en su tiempo la contrapartida<br />
a las instituciones educativas de tipo teológico, intransigentes y<br />
conservadoras. Y aunque el Instituto Literario <strong>del</strong> Estado de México<br />
no fue liberal en el estrio sentido <strong>del</strong> término, no pudo escapar al<br />
ineludible imperativo de su tiempo. Comenzó con un sello liberal.<br />
Liberales fueron quienes pensaron en su establecimiento y liberales<br />
quienes lo hicieron realidad.<br />
Pocos años deués de su fundación, liberal fue Ignacio Ramírez, el<br />
más excelso de quienes jamás hayan pisado el Instituto. Pero ya que
[ 050 ]<br />
48<br />
54<br />
62<br />
81<br />
86<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
nos ufanamos <strong>del</strong> liberalismo <strong>del</strong> más importante centro cultural de<br />
nuestro estado, es tiempo de que se intente, aunque sea en unas<br />
cuantas líneas trazadas a vuelta lápiz, averiguar cuál es el verdadero<br />
significado y trascendencia de las enseñanzas de El Nigromante en<br />
el Instituto.<br />
Fue un notable erudito y un brillante orador. Como lo primero, no pudo<br />
hacer otra cosa que informar con largueza a sus discípulos acerca de<br />
los últimos a<strong>del</strong>antos de la ciencia; y como lo segundo, cubrir su<br />
prédica con los vistosos ropajes de su elocuencia. Pero enseñar con<br />
veracidad, de acuerdo con los recientes progresos de un cuerpo de<br />
dorina, puede hacerlo cualquiera que sea erudito. ¡Y no eran pocos<br />
los que había en las filas de los conservadores!<br />
No es, por tanto, en esta faceta donde hay que buscar la trascendencia<br />
<strong>del</strong> paso de El Nigromante por el Instituto; sino en el signo político de<br />
sus enseñanzas; en su mensaje y ejemplo de maestro. Por Ramírez<br />
pudieron saber sus discípulos de literatura, que en arte las academias<br />
de México olían a rancio; que en esos años de lucha y creación de una<br />
patria nueva, ya no era tiempo de soñar en bucólicas Filis y Doroteas,<br />
y que había que introducir en el lenguaje poético el mundo de lo real<br />
y concreto, sin escapismos por la tronera de la cursilería. También<br />
por él aprendieron que, para “vulgarizar los experimentos es<br />
necesario multiplicar los gabinetes de Física y los laboratorios de<br />
Química”, que “la enseñanza profesional no debe comprender sino lo<br />
que es necesario, nada de latín, nada de idiomas muertos, nada de<br />
estudios metafísicos”, y que en México la educación de los indios es<br />
fundamental, porque si queremos “contar con ellos como ciudadanos,<br />
tenemos necesidad de comenzar por hacerlos hombres”, admirable<br />
lección que sigue vigente, sin que a pesar <strong>del</strong> tiempo transcurrido, el<br />
pensamiento de ese gran visionario se haya realizado con plenitud.<br />
Pero si en arte fue un revolucionario, o por lo menos un precursor que<br />
sirvió de ejemplo a quienes más tarde intentaron la formación de una<br />
literatura de tipo nacional, como sembrador de ideas no tuvo ni ha<br />
tenido igual dentro <strong>del</strong> Instituto.<br />
Su mensaje rebasó el ámbito estrecho <strong>del</strong> aula para invadir los amplios<br />
campos de la lucha política. No sólo supo formar buenos poetas y<br />
excelentes literatos y juristas. Su prédica liberal caló hondo en la<br />
mayoría de sus discípulos, algunos de ellos fueron a la guerra a<br />
sostener con las armas lo que antes habían escuchado y sostenido en<br />
la cátedra. En esto estriba la grandeza de Ramírez, por encima de las<br />
secas fórmulas de las ciencias y de las abstraas elucubraciones <strong>del</strong><br />
pensamiento, supo infundir entre quienes lo escucharon en el aula<br />
eeranza y fe en un mundo mejor.
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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
¡Qué contraste con lo que sucedió en la Revolución de 1910! En este año<br />
los institutenses fueron a la lucha, no porque sus mentores se los<br />
hubieran aconsejado, sino porque habían oído llegar hasta su plácido<br />
encierro el eco de las ideas libertarias que iban creciendo sobre el<br />
suelo patrio como el estruendo de un galope de monstruos.<br />
Los viejos maestros, hechos a la usanza y al conformismo de la época<br />
porfirista, se mantuvieron adormecidos en sus aulas, sordos al clamor<br />
de un pueblo que rompía sus cadenas de abyección y miseria.
Felipe<br />
Sánchez Solís<br />
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ntre las personas que más han influido para engrandecer el<br />
Instituto Científico y Literario, convertido hoy en universidad,<br />
destaca señeramente el licenciado Felipe Sánchez Solís.<br />
Originario de Nextlalpan, donde nació el 1º de mayo de 1816 supo de<br />
humildes oficios como los de milpero, pastor y arriero. Estudió en el<br />
Colegio de San Gregorio, de la ciudad de México, en donde fue<br />
condiscípulo y amigo de Ignacio Ramírez El Nigromante; y recibió su<br />
título profesional en el año de 1843.<br />
Pero más que sus escuetos datos biográficos, nos interesa destacar su<br />
brillante labor en pro de la educación en el Estado de México. En<br />
efeo, fue Felipe Sánchez Solís un decidido proteor de los jóvenes<br />
indígenas. Él mismo era indio, hablaba el náhuatl, y se sentía orgulloso<br />
de su estirpe. Se decía descendiente de tecutli Chiconcuatli, llegado al<br />
Valle de México en tiempo de Xólotl, y firmaba los escritos dirigidos a<br />
sus paisanos, con el nombre de nelton Chiconcuatli.<br />
De este modo se explica que cuando fue diputado en el Congreso<br />
durante el período de 1849 a 1851, hubiese propuesto y pugnado por la<br />
aprobación de la ley que obligaba a los municipios a enviar, a su costa,<br />
con caráer de becados, a los alumnos primarios más inteligentes y<br />
distinguidos; ley que favoreció en gran parte a niños y jóvenes<br />
indígenas.<br />
Nunca será suficientemente ensalzada esta benéfica ley que redimió de<br />
la ignorancia y miseria a numerosísimos jóvenes talentosos, quienes<br />
de otro modo se hubiesen frustrado en sus miserables villorrios,<br />
ocupados en humildes quehaceres campesinos. ¿O no hubiese sido<br />
éste el destino de Altamirano, sin la beca que lo trajo al Instituto?<br />
Felipe Sánchez Solís es una lección perenne de magisterio auténtico.<br />
Cuando fue direor, sin sueldo, <strong>del</strong> Instituto, puso en práica el<br />
pensamiento de Ramírez, quien creía que el resorte más seguro para<br />
formar la moralidad y los hábitos de la juventud es el buen ejemplo.<br />
En efeo, durante los aciagos días de la invasión norteamericana,<br />
cuando deués de ocupada la ciudad de México las fuerzas invasoras<br />
se posesionaron también de la ciudad de Toluca e incluso <strong>del</strong> edificio<br />
<strong>del</strong> Instituto, Sánchez Solís se retiró y ocultó con los alumnos<br />
becados en el rancho de la Virgen. Carente por completo de medios<br />
económicos para atender a la subsistencia de los alumnos indígenas,<br />
se dio a la tarea casi religiosa de recorrer las casas de las familias ricas<br />
de Toluca, “solicitando limosna para los gastos diarios <strong>del</strong> Instituto”.<br />
Como pedagogo al estilo de su tiempo, fue Sánchez Solís celosísimo en<br />
el cumplimiento <strong>del</strong> deber. Aunque casado y con hijos, había dejado a<br />
su familia en la ciudad de México, donde poseía una amplia casa en
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
las calles de San Felipe. Vivía en el Instituto con los alumnos becados<br />
y algunas veces solía comer con ellos en la misma mesa.<br />
Don Agustín González, el eminente pedagogo nuestro, que fue alumno<br />
municipal, refiere en su interesante libro Memorias de mi vida, que<br />
Sánchez Solís:<br />
Se levantaba a las seis de la mañana, y con infatigable celo recorría de<br />
día y de noche todos los departamentos <strong>del</strong> vasto e intrincado<br />
edificio vigilando a los alumnos. Casi diariamente, desde las nueve<br />
hasta las diez y media de la noche se paseaba por los dormitorios,<br />
acompañando al prefeo en turno. Como la más grave deficiencia<br />
<strong>del</strong> horario de los estudiantes, consistía en que no se les dejaba en los<br />
días de trabajo ni un solo momento de juego o aividad física libre,<br />
natural era que muchos de ellos burlando la vigilancia de prefeos y<br />
profesores, en vez de concurrir a sus cátedras… ‘pintaban el venado’,<br />
a lo cual llamábamos entonces ‘ir a salar la carne’.<br />
Los “salantes” eran siempre numerosos, sobre todo si se entiende que el<br />
edificio tenía cinco patios y además el jardín, y en varios de ellos<br />
había cuartos destartalados, así como escondrijos propios de aquella<br />
construcción conventual. Pero el infatigable direor, marchando a<br />
pasos cautelosos, se aparecía de improviso por todas partes, lo mismo<br />
en la cocina que en los talleres, ya sorprendiendo a un grupo de<br />
“cuajantes” –flojos que no estudiaban sus lecciones– entretenidos en<br />
jugar a las canicas o al “hoyito”, y a otro de “noveleros” que<br />
agazapados en algún rincón poco visible leían a Pablo y Virginia, o<br />
Los huérfanos de la aldea, fumando a la vez cigarrillos. A estos<br />
precoces fumadores solía restregarles los labios con la lumbre <strong>del</strong><br />
cigarro, así como dar fuertes tirones de orejas a todos aquellos a<br />
quienes sorprendía cometiendo alguna falta. La costumbre de<br />
acercarse a ellos por la ealda, y cautelosamente, le originaba<br />
algunas veces resultados imprevistos, como le aconteció que estando<br />
en el dormitorio uno de los alumnos más juiciosos y formales se<br />
había desnudado todo el tronco hasta la cintura para asearse y<br />
mientras metía en la jofaina rostro y cabeza emblanquecidos por el<br />
eumoso jabón, sintió una mano extraña que suavemente le tocaba<br />
por la ealda haciéndole cosquillas, y creyendo que se trataba de<br />
alguna maldad que intentaba hacerle cualquiera de sus amigos, le<br />
lanzó en alta voz y en tono indignado una picardía. Al oírla, el señor<br />
direor, cubriéndose escandalizado las orejas con ambas manos,<br />
exclamó: “¡Jesús, Jesús, hijito! ¡Y yo que tenía formado de usted un<br />
alto concepto!”<br />
No sólo fue Sánchez Solís un gran benefaor de la educación en el<br />
estado, ni fueron sólo alumnos de nuestra entidad quienes recibieron<br />
su ayuda –alojamiento, alimentación y vestido, en su casa de México–,
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sino de todos los rumbos de la república, como lo atestigua el hecho<br />
de que el Congreso de Nuevo León lo hubiese declarado ciudadano<br />
de ese estado, como testimonio de gratitud por su condua con los<br />
neoleoneses, al proteger a los jóvenes de dicha entidad fronteriza, que<br />
estaban en México, principalmente a los dedicados al estudio.<br />
Tal fue, en el ámbito de la educación, dicho en breves líneas, ese varón<br />
ejemplar, con quien el Estado de México está en deuda desde hace<br />
mucho tiempo.
Ideario<br />
pedagógico de<br />
Sánchez Solís<br />
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orre nuestro felipe Sánchez Solís fama de pedagogo<br />
excelente. Empero, otro pedagogo, también famoso, tiene para<br />
el antiguo direor <strong>del</strong> Instituto una opinión deeiva. ¿Qué<br />
hacer frente a dos juicios contradiorios? Vayamos al fondo de las<br />
cosas. Aquí, el fondo de un discurso pronunciado por el licenciado<br />
Felipe Sánchez Solís en la solemne distribución de premios verificada<br />
la noche <strong>del</strong> diez de diciembre de 1849. El folleto, publicado al año<br />
siguiente, es una rara pieza bibliográfica.<br />
Del discurso se derende que Sánchez Solís era partidario de una<br />
educación integral, es decir de cuerpo y eíritu. Afirma que la<br />
educación debe cimentarse sobre bases sólidas y que “formen el<br />
corazón” a la par que el entendimiento de los educandos, y los<br />
preparen “para empresas útiles a la causa pública, haciéndoles sentir<br />
el necesario enlace de la proeridad general con el interés privado”.<br />
Hay que estudiar el corazón de los educandos –decía–, para<br />
inculcarles los hábitos que deben hacer feliz o desgraciado su<br />
porvenir. Hay que infundir en los niños los primeros hábitos, y<br />
dirigir sus primeras sensaciones, porque de ellos depende la mayor<br />
o menor energía de la voluntad. A los “débiles, lentos, fríos o<br />
perezosos [agregaba] hay que formarles un caráer dócil, sumiso,<br />
amable, franco y reconocido, y a los inteligentes, evitarles las<br />
impresiones fuertes y penosas […] y mostrarles las virtudes que<br />
granjean la estimación pública, y presentarles los vicios que<br />
disminuyen el aprecio público”. En estas líneas, hasta el más romo<br />
de entendimiento advierte la intensión eminentemente política que<br />
orientaba la educación <strong>del</strong> Instituto en la época de Sánchez Solís. Se<br />
prepara bajo el ideario liberal a los más brillantes institutenses para<br />
el ejercicio futuro <strong>del</strong> poder.<br />
Régimen casi monástico tenían los institutos de provincia a mediados<br />
<strong>del</strong> siglo XIX. Sánchez Solís sustentaba, por tanto, ideas religiosas<br />
aplicables a la buena educación de los jóvenes. Creía que el mayor<br />
freno para las pasiones <strong>del</strong> hombre es el temor a un “ente que vigila<br />
nuestros más ocultos pensamientos, y castiga y premia las más<br />
pequeñas acciones con males o bienes perdurables”.<br />
Era enemigo de emplear el razonamiento para persuadir a los jóvenes.<br />
Estaba convencido de que a ellos hay que hablarles con el corazón más<br />
que con el entendimiento, porque son “más capaces de sentimiento que<br />
de raciocinio”. Creía que el trato social es indiensable en la<br />
educación. Por esto invitaba a los catedráticos institutenses a que<br />
acompañaran a sus discípulos a la hora de la comida, para que tuvieran<br />
“ejercicios práicos de urbanidad y trato social”. Y para que los<br />
“domésticos y subalternos no se descuidaran de la puntualidad y aseo<br />
<strong>del</strong> servicio”.
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En el comedor, no obstante que la situación <strong>del</strong> Instituto era precaria,<br />
tan precaria que más de una ocasión se vio en necesidad de pedir<br />
limosna para su sostenimiento, no se descuidaba la buena calidad de<br />
los elementos materiales. La vajilla es tan “decente –decía– como<br />
puede apetecerla el más cariñoso padre de familia”. ¡Qué contraste<br />
con las deortilladas y sucias vajillas de la mayoría de los internados<br />
auales, como se comprueba por las numerosas quejas que<br />
frecuentemente presentan los estudiantes, a las huelgas que muchas<br />
veces tienen su origen tanto en ese motivo, como en la pésima calidad<br />
de los alimentos!<br />
Era Sánchez Solís reetuoso de dejar libre curso a las inclinaciones <strong>del</strong><br />
educando. En efeo, afirmaba que a los jóvenes no se les debe<br />
“presionar a abrazar carrera para la que la Providencia les ha negado<br />
dones”. No descuidaba el diligente direor la educación artística de<br />
los alumnos. Había en 1849, en el Instituto, academias de pintura y<br />
música. Pelegrín Clavé y Vilar, direores de la Academia de San<br />
Carlos, visitaban frecuentemente el Instituto, invitados por Sánchez<br />
Solís, para que iluminaran con su consejo la buena marcha <strong>del</strong><br />
aprendizaje de los alumnos.<br />
Nada hay nuevo bajo el sol. Sánchez Solís es un precursor de la campaña<br />
de alfabetización en nuestra patria. Hacía que los alumnos internos<br />
enseñaran a los mozos <strong>del</strong> establecimiento “los ramos más precisos a<br />
su condición” e informaba con satisfacción de los buenos frutos que<br />
se habían logrado.<br />
En la “solemne” distribución de los premios no sólo recibían estímulo los<br />
jóvenes sobresalientes por su inteligencia, sino que se premiaba también<br />
a quienes más se habían distinguido “por sus arregladas costumbres”.<br />
En 1849 se hicieron algunas mejoras materiales al Instituto. Dio Sánchez<br />
Solís, públicamente, las gracias a las personas que lo auxiliaron<br />
económicamente. Los benefaores son, con el consabido don a guisa<br />
de nariguera, los señores González Arratia, Antonio Méndez, José<br />
Francisco Pliego, Antonio Mañón, Facundo Sosa y Ramón Martínez<br />
de Castro.<br />
Fue en el lapso 1847-1851 en que Sánchez Solís dirigió por primera vez el<br />
Instituto, cuando El Nigromante impartió clases en el plantel. Formó<br />
aquí una brillante generación liberal, en la que destacaron<br />
Gumersindo Mendoza, Juan y Manuel Mateos, Joaquín Alcalde, Jesús<br />
Fuentes y Muñíz, Luis Gómez Pérez y José María Condés de la Torre.<br />
En la biografía que Altamirano escribió de su maestro Ramírez dice que<br />
“los padres de algunos alumnos comisionaron a los señores Mañón y<br />
Juan Madrid, para que pidieran al direor <strong>del</strong> Instituto la separación
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de El Nigromante, porque enseñaba a la juventud ideas radicalmente<br />
liberales”. Y quizá ese señor Mañón, no sea otro que Antonio Mañón,<br />
a quien vemos aparecer en la lista de benefaores de quienes da<br />
cuenta Sánchez Solís en su discurso.<br />
Volvamos al mundo suborbital. Del Instituto egresaron el siglo pasado<br />
hombres con envidiable caudal de cultura. En las aulas <strong>del</strong> prócer<br />
colegio, bajo la mirada atenta de excelentes pedagogos y distinguidos<br />
profesores, adquirían los estudiantes una educación integral, como<br />
aquella que constituía el ideal de los griegos. ¡Cuánto hay, aunque no<br />
queramos, que aprender de las generaciones pasadas! Y es que en el<br />
Instituto de antaño se trabajaba. “No se pierde –decía el direor– un<br />
solo momento: desde el crepúsculo de la mañana hasta muy entrada<br />
la noche, es un constante trabajo.”<br />
Y desde el alba hasta la llegada de las sombras de la noche, trabajaban<br />
los estudiantes para medro eiritual propio, y para fama <strong>del</strong> plantel<br />
que un día figuró entre los primeros de la patria.
Manuel Alas<br />
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l estado de México era vastísimo. Heredero de la<br />
extensión territorial que le dejó la Colonia, sus dominios<br />
iban desde Acapulco hasta la Huasteca hidalguense. Cinco<br />
mutilaciones sufrió nuestra entidad. De las cinco salieron el<br />
Distrito Federal y los estados de Morelos e Hidalgo; y se formó en<br />
gran parte el estado de Guerrero.<br />
Varios hombres notables defendieron la integridad de su territorio.<br />
Entre ellos figuran Prisciliano María Díaz González y el ilustre liberal<br />
Manuel Alas, quien hizo brillante carrera política entre nosotros.<br />
Alas, hijo adoptivo <strong>del</strong> estado, y cuyos méritos apenas si se toman en<br />
cuenta, nace el 13 de abril de 1813, en uno de los socavones de la mina<br />
de Marqués Rayas, Guanajuato. Allí habían ido sus padres huyendo <strong>del</strong><br />
Panchón, pintoresco insurgente perseguidor de eañoles.<br />
Cursó la carrera de abogado en Guanajuato y Guadalajara, y obtuvo el<br />
título correondiente en México; en sus primeros años estudió latín<br />
y sobresalió en estudios de metafísica y ética. Como fue casi corriente<br />
en todos los liberales, fue hombre de acción y pensamiento. Sufrió<br />
prisiones y cargó grilletes. Vivió al borde <strong>del</strong> peligro, puso en juego su<br />
existencia y expuso a su familia al odio y a la venganza de sus<br />
enemigos. Lo liberal le venía de lejos. No en balde su primo hermano<br />
fue el filósofo de la Reforma, Melchor Ocampo; no en balde fue<br />
colaborador de Francisco Modesto de Olaguíbel, precursor <strong>del</strong><br />
liberalismo mexicano. Cuando en 1847 este notable gobernador<br />
traslada los poderes a Temascaltepec, es Alas el encargado de llevar<br />
los archivos para que no caigan en manos <strong>del</strong> invasor. Como premio a<br />
su hazaña, estuvo a punto de ser fusilado por apátridas.<br />
Más tarde lo encontramos como diputado, en la época de Santa Anna;<br />
pero mientras la mayoría de los hombres públicos que forman la<br />
corte <strong>del</strong> tirano está formada de truhanes, tahúres, galleros y<br />
proveedores de alcoba, él y el célebre diputado José Llaca son los<br />
únicos en desafiar desde la Cámara la omnipotencia de Santa Anna,<br />
acusándolo de autócrata anticonstitucional, revoltoso y orgiástico. El<br />
pueblo premia la valentía de sus representantes, aclamándolos<br />
mientras los lleva casi en vilo por las calles, deués de la sesión<br />
efeuada en un convento a hurtadillas de la policía.<br />
Entonces, pocas cabezas hay <strong>del</strong> movimiento liberal en el Estado de<br />
México. Los Guzmán, Plutarco González, Juan Saavedra y, ¡claro!,<br />
Manuel Alas. Durante la Revolución de Ayutla llega a coronel, y con<br />
las armas defiende sus ideas. Merodea por Temascaltepec y Villa <strong>del</strong><br />
Valle. Empero, no es, ni con mucho, un militar brillante. De cualquier<br />
modo, ponen dos mil pesos como precio a su cabeza. Más bien<br />
derrotado que viorioso, reonde a quienes le censuran que
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siempre ande a salto de mata: “Pero perseguidos o persiguiendo, en<br />
más tierra sembraremos la semilla de la democracia y cosecharemos<br />
más abundantes frutos”.<br />
En la paz campirana o en el seno <strong>del</strong> hogar en Toluca, lo mismo que en<br />
la prisión o el destierro, nunca pierde su buen humor ni su agudeza<br />
de ingenio. Aprehendido en Toluca el año de 1854 por un esbirro de<br />
los conservadores, da con una pierna rota en la prisión de Santiago<br />
Tlaltelolco. Ni un solo día de los de su cautiverio ve la luz <strong>del</strong> sol.<br />
Cuando sale, tiene las piernas tan hinchadas que apenas cabe en los<br />
pantalones, más tarde se comenta en un círculo de amigos, que la<br />
tiranía envanece, engalla, hincha. A lo cual reonde Alas<br />
socarronamente: “Me consta, me consta”.<br />
Otra ocasión, casi en los umbrales de la muerte, envía el siguiente<br />
recado al direor <strong>del</strong> Monitor Republicano: “Diga usted a Vicente<br />
García Torres que ya tomé pasaje para el otro mundo, que voy en<br />
camino y aún puedo recibir encargos para la gente de bonete y demás<br />
que ande por el infierno o a donde yo vaya.”<br />
Manuel Alas ocupó provisionalmente la gubernatura <strong>del</strong> estado en el<br />
lapso comprendido entre julio y oubre de 1861. Entonces se efeuó<br />
una de las más importantes batallas –que no escaramuza de<br />
guerrilleros– que tuvieron por escenario la serranía de Las Cruces. En<br />
efeo, deués <strong>del</strong> combate de las lomas de San Miguel Calpulalpan, el<br />
país quedó, ni con mucho, pacificado. En las cercanías de la capital los<br />
reaccionarios seguían combatiendo como fieras heridas, y se ocultaban<br />
y fustigaban en los montes. La audacia de los regresistas llegó a tanto,<br />
que intentaban atacar a Toluca en los días en que el general González<br />
Ortega ocupaba esta plaza, y lo obligaban a salir a su encuentro. Fue en<br />
Jalatlaco donde sorprendió a las huestes de Márquez, y se libró una<br />
batalla en la que salieron vencedores los liberales.<br />
Veamos el parte rendido al gobernador <strong>del</strong> estado:<br />
Tianguistenco, agosto 14 de 1861<br />
Señor licenciado don Manuel Alas<br />
Mi querido amigo y compañero:<br />
No me fui hoy por Lerma porque la tropa está hecha pedazos y era<br />
necesario descansara hoy. Mañana quince <strong>del</strong> corriente pernoará<br />
mi división en Lerma, y el dieciséis subiré a la Sierra de las Cruces.<br />
Avísele esto al compañero Berriozábal. Buitrón fue también de los<br />
derrotados, así es que la reacción por estos rumbos acabó con sólo<br />
mandar algunas fuerzas pequeñas que recorran continuamente por<br />
estos pueblos. Hoy en la mañana vimos por distintos rumbos ir más<br />
de mil hombres diersos, sin armas, y en grupos de cinco o seis.
Línea 106<br />
Parte publicado en el periódico<br />
La Opinión Toluca, 26 de<br />
septiembre de 1909.<br />
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Nosotros recogimos el armamento que se hallaba tirado cerca de la<br />
iglesia, previniendo a los indios de Jalatlaco que recogieran todo lo<br />
que se hallaba por los barbechos y entre los arroyos, que sin duda<br />
pasa de mil fusiles. Les previne también los mandaran a Toluca. Esté<br />
usted muy pendiente de esto.<br />
Hasta las seis de la mañana que me vine de Jalatlaco, se habían<br />
levantado treinta y siete muertos <strong>del</strong> enemigo y siete nuestros.<br />
Murieron algunos jefes y oficiales reaccionarios. Mañana me veré<br />
aunque sean horas con usted. Voy a Toluca a recomendarle mis<br />
heridos. Mán<strong>del</strong>e este papelito al general Zaragoza, para que sepa<br />
mi movimiento.<br />
Jesús G. Ortega<br />
Las acciones más relevantes de Alas, además de su contribución a la causa<br />
liberal, son sin duda sus aos de protesta contra el establecimiento <strong>del</strong><br />
imperio de Maximiliano, o sus instancias contra la mutilación <strong>del</strong><br />
Estado de México que Juárez quería hacer en 1862. Se ha dicho siempre<br />
que los cercenamientos de nuestra entidad obedecieron a razones<br />
políticas; pero sin eecificarlos. Una reuesta se encuentra en la carta<br />
confidencial, que Juárez envió a Alas, como réplica a la protesta,<br />
también confidencial, que suscribieron éste y otros diputados, para que<br />
no se dividiera el estado en tres porciones independientes:<br />
La experiencia ha demostrado –decía Juárez– que en épocas de<br />
convulsiones, el estado de Toluca no puede estar bien gobernado por<br />
una sola autoridad. El mal no está en los hombres, si no en la<br />
inmensa extensión de ese estado. Entran y salen gobernantes a cual<br />
más de capaces y bien intencionados; pero no pueden pacificar al<br />
estado y entre tanto el gobierno general distrae sus hombres y<br />
recursos para detener el avance de los bandidos y evitar la disolución<br />
completa <strong>del</strong> estado. Cuautla, Las Cruces, Tulancingo y Tula están<br />
incesantemente plagados de reaccionarios y ladrones y el Gobierno<br />
de Toluca no los puede exterminar. Aualmente el traidor Mejía ha<br />
vuelto a invadir el distrito de Tula, y el gobierno general tiene que<br />
distraer parte de sus fuerzas que tenía destinadas a abatir al invasor<br />
extranjero, para liberar a los pueblos de aquel rumbo de las<br />
depredaciones de aquel bandido. Entonces no queda más arbitrio<br />
que establecer distritos militares, para que los jefes se encarguen de<br />
la pacificación de ellos, siendo los únicos reonsables y teniendo un<br />
radio proporcionado de mando, puedan con mayor éxito y con más<br />
celeridad lograr el objetivo, que es el restablecimiento de la paz.<br />
Los jefes deben tener todas las facultades necesarias para dioner de<br />
los recursos y para elegir a sus agentes, a fin de que puedan llenar su<br />
misión. Esto es lo que se ha acordado y esto durará mientras duren
142<br />
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las circunstancias. Restablecida la paz todo volverá al orden normal,<br />
pues no ha de ser eterno este estado excepcional que guarda el país.<br />
Y tenía razón el Presidente. No fue eterno el estado excepcional por el<br />
que atravesaba la patria; pero a pesar de sus seguridades, no se volvió<br />
al orden normal, y los temores de Alas se conformaron. En 1869, se<br />
llevaron a cabo la cuarta y quinta mutilaciones <strong>del</strong> Estado de México.<br />
Con las partes desmembradas, nacieron Hidalgo y Morelos, como<br />
entidades federativas.<br />
Alas ayudó al eminente jurisconsulto Alberto García a redaar la<br />
Constitución estatal de 1861, mo<strong>del</strong>o de sabiduría jurídica, según<br />
autorizadas opiniones. Por esa época, fundó y dirigió en la capital <strong>del</strong><br />
estado una sociedad filantrópica.<br />
Al triunfo de la Revolución de Tuxtepec, resultó magistrado, pero prefirió<br />
la tranquilidad de la vida hogareña. Aquí expiró, el año de 1889. Quiso<br />
descansar –gesto romántico– junto a la compañera de su vida, muerta<br />
tres años antes. En el atrio-panteón de Capultitlán una reja de fierro<br />
ciñe en apretado abrazo dos tumbas gemelas. Quienes estuvieron<br />
unidos en vida, permanecen unidos también en la muerte. El día en<br />
que alguien realice la idea de hacer una rotonda de hombres ilustres,<br />
desatará el nudo de una última voluntad sentimental, pero hará justicia<br />
a un hijo adoptivo que prestó eminentes servicios al Estado de México.
Nuestros<br />
constituyentes<br />
de 1857<br />
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o<br />
ii. ideario y a cción<br />
uál fue la auación de los representantes <strong>del</strong> Estado<br />
de México en el histórico Congreso que estruuró esa<br />
Carta Magna?<br />
Esta pregunta no abriga ningún interés bastardo ni el prurito de rebajar<br />
la valía de nuestros hombres, sino la intensión de colocarlos en el<br />
lugar que les correonda.<br />
Hecho el análisis de su auación, encontramos que Isidoro Olvera y León<br />
Guzmán fueron los más conicuos. Los demás, aunque brillantes en<br />
otros aeos, contribuyeron poco y algunas veces se opusieron a las<br />
avanzadas ideas que campeaban en el proyeo de Constitución.<br />
Mariano Arizcorreta, quien parece haber sido instrumento <strong>del</strong><br />
presidente Comonfort, estuvo a punto de dar contramarcha con el<br />
código liberal, pues puso en juego todas las ventajas que tuvo cuando<br />
fue presidente <strong>del</strong> Congreso, para restaurar la momificada Constitución<br />
de 1824. Con anterioridad había impugnado rudamente la libertad de<br />
conciencia, aunque si hemos de ser justos, tenemos que reconocer<br />
que no le faltaban ni elocuencia ni luces.<br />
Eulogio Barrera fue uno de los diputados que más intervino en los<br />
debates pero todas sus intervenciones fueron superficiales. Las de<br />
Antonio Escudero se caraerizaron porque siempre salió maltrecho<br />
y zaherido. El resto de los representantes tuvo una auación opaca, y<br />
diputado hubo que durante todo el período de sesiones intervino una<br />
sola vez en los debates.<br />
La auación <strong>del</strong> ilustre jurierito Prisciliano Díaz González, se redujo<br />
a la de un mero formalista. Quería que hubiera “más claridad, más<br />
precisión” en la redacción <strong>del</strong> articulado constitucional, y se pasó el<br />
tiempo proponiendo cambios de palabras. Sin embargo, lo redime su<br />
voto particular en defensa de la integridad territorial <strong>del</strong> estado.<br />
León Guzmán, a quien no sin razón se considera como el salvador <strong>del</strong><br />
Código de 1857, formó parte <strong>del</strong> grupo que presentó el proyeo de<br />
Constitución y es obvio que contribuyó con sus luces para redaarlo,<br />
pero ¿qué parte <strong>del</strong> eíritu de ese documento puede atribuírsele?<br />
Esto es algo que jamás podremos dilucidar. Sabemos, eso sí, que la<br />
redacción de los artículos es en su mayor parte obra suya. Pero si<br />
queremos saber, valiéndonos de su auación de los debates, cuál era<br />
su ideario, nos encontramos con que puede resumirse en unas<br />
cuantas palabras: fue adversario de la pena de muerte, quería —como<br />
Arriaga— la protección de la incipiente industria nacional, y<br />
aconsejaba que los extranjeros radicados en el país pagaran<br />
contribuciones. Además, sus intervenciones revelan que era hombre<br />
de mentalidad dialéica. Cuando intervenía era siempre para aclarar
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
ideas, para poner en orden las discusiones, para volver por el buen<br />
camino a los oradores extraviados. Si Prieto no nos hubiera dejado<br />
constancia de que era bilioso, se descubriría fácilmente por muchas<br />
de sus aitudes en los debates, cortantes y lacónicas.<br />
De todos nuestros representantes resulta Isidoro Olvera el más<br />
destacado, tan destacado como Ponciano Arriaga, cuyo ideario fue el<br />
más progresista de todo el Congreso Constituyente.<br />
Olvera fue hombre de cultura superior y autor de varios libros de<br />
medicina, que contenían ideas originales para su época. Su auación<br />
en el Congreso se distingue por el eíritu científico que en ella<br />
campea. No era partidario de la pena de muerte y en ese punto se<br />
a<strong>del</strong>antó a la legislación aual cuando apuntaba que “en materia<br />
criminal la jurirudencia admite circunstancias agravantes y<br />
atenuantes como la embriaguez, sin definirlas, sin aplicarlas y no lleva a<br />
examinar cuáles son los estados <strong>del</strong> alma que pueden producir <strong>del</strong>itos<br />
dignos de castigo”, y en otra parte de sus intervenciones agregaba que<br />
ante un hecho consumado no se decidiría a aplicar la pena de muerte<br />
antes de que el condenado hubiese sido examinado por un jurado de<br />
fisiologista, lo que equivale hoy a un jurado de psiquiatras.<br />
Por lo que se refiere al sufragio se oponía al voto direo “porque no se<br />
tendrá el voto <strong>del</strong> pueblo, sino de los particulares, no representando<br />
la verdadera opinión <strong>del</strong> país”, y agregaba: “la verdad es que el<br />
pueblo mexicano, en su inmensa mayoría, está muy lejos de la<br />
ilustración que se necesita para la elección direa”. Aquí se ve que<br />
pertenecía a los pocos liberales que toman en consideración la<br />
realidad <strong>del</strong> país.<br />
Pero donde verdaderamente raya a gran altura, en donde se comprueba<br />
que fue de los pocos diputados que querían hacer de la Constitución<br />
no sólo un código político, sino también un documento social, es en<br />
su proyeo de Ley Orgánica sobre el Derecho de Propiedad. Por éste<br />
sabemos que creía que la “tierra pertenece a todos los hombres” y que<br />
la usurpación de la misma condena a la miseria a generaciones<br />
enteras, y que “no hay propiedad legítima de terreno, si es mayor que<br />
la que pueda cultivar personalmente una familia”. Como se ve, no era<br />
ajeno al gran drama <strong>del</strong> pueblo mexicano que fue hasta antes <strong>del</strong><br />
triunfo de la Revolución de 1910 el de la carencia de tierras. No por<br />
falta de deseos se abstuvo de proponer en el Congreso una ley agraria,<br />
sino porque sabiéndose de la minoría liberal siempre vencida en la<br />
votación, sabía de antemano que su proposición estaba condenada al<br />
fracaso. Así se entiende cuando dice: “Sin embargo no porque sean<br />
tales mis convicciones en asunto de propiedad, debe eerarse de mí,<br />
que concluya proponiendo una ley agraria, según la estria<br />
significación de esta palabra”.
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En otra parte de su proyeo de Ley, decía:<br />
Hace más de diez años que en escritos anónimos unos y firmados<br />
otros, estoy inculcando a los ricos la idea de que ellos mismos, si<br />
fuere posible, dirigieran el drama [de los que reclaman justicia]<br />
sacrificando una corta porción de sus intereses para salvar el todo<br />
en vez de gastarla en necias revoluciones y resistencias armadas,<br />
buenas a lo más para disminuir temporalmente la acción, pero<br />
nunca para aniquilarla.<br />
Presentía que tarde o temprano los campesinos reclamarían por la<br />
fuerza lo que los ricos nunca les darían por su propia voluntad, y<br />
Zapata vino a demostrar cuánta era la razón que tenía.<br />
Por soluciones como la anterior, acomoda a Olvera el calificativo de<br />
“socialista al revés”, nombre que un escritor aplicaba a quienes querían<br />
aliviar el desequilibrio social de la repartición de la riqueza no por<br />
medios violentos, sino por el convencimiento religioso.<br />
Otras ideas no menos brillantes expuso Olvera en el Constituyente de<br />
1857; pero con las expuestas basta y sobra para acreditarlo no sólo<br />
como al más preclaro de nuestros representantes, sino como a uno de<br />
los más conicuos y sagaces de todo el país.
Un voto<br />
particular<br />
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a actuación de Prisciliano Díaz González en el Congreso<br />
Constituyente en 1857, a pesar de que no fue la de cualquier<br />
adocenado, estuvo siempre por debajo de su gran valía.<br />
De las biografías de León Guzmán y Prisciliano Díaz González se infiere<br />
que Mariano Arizcorreta tuvo influencia sobre ambos, relativa sobre<br />
el primero, decisiva sobre el segundo. Guzmán fue su protegido en el<br />
Instituto Literario de Toluca, y Díaz González hizo con él, en la<br />
misma ciudad, su práica forense. Sin embargo, las ideas liberales de<br />
León Guzmán discreparon de las de su proteor, tanto que por no<br />
presentarse a maniobras dentro <strong>del</strong> Congreso Constituyente, estuvo a<br />
punto de renunciar a la representación popular, porque pesaban en<br />
su conciencia por un lado los imperativos de la gratitud, y por el otro<br />
los deberes de su partido.<br />
En Díaz González la influencia de Arizcorreta pesó más y por más<br />
tiempo que en León Guzmán, como que tuvo en aquél, dentro <strong>del</strong><br />
Congreso, a uno de sus más elocuentes y decididos partidarios.<br />
Si quisiéramos poner en claro la filiación política de Díaz González, nos<br />
veríamos en grave aprieto. En 1847 fue nombrado diputado suplente<br />
por el Partido Federalista Puro de Toluca y, aunque de todos modos<br />
tendría que llegar a la Cámara, porque el propietario era diputado por<br />
otros colegios, renunció a su cargo, por consejo de Arizcorreta, a la<br />
razón gobernador <strong>del</strong> estado. Por esta aitud parecería que profesaba<br />
ideas conservadoras; pero esta presunción se ve desmentida, cuando<br />
más tarde se afilia a un grupo de jóvenes partidarios <strong>del</strong> Plan de Ayutla.<br />
Sin embargo, en la Guerra de Tres Años, fue secretario general en el<br />
gobierno <strong>del</strong> general Gregorio Callejo, alto encargo desde el que coniró<br />
a favor <strong>del</strong> Plan de Navidad, que airaba a la reconciliación de<br />
partidos. Durante el imperio de Maximiliano, lo encontramos también<br />
en Toluca como prefeo municipal. Cuando las armas nacionales<br />
triunfaron contra la intervención, se hizo juarista, pero se opuso,<br />
desde su encaño camaral, a las facultades extraordinarias solicitadas<br />
por el Presidente. En el gobierno de Lerdo fue porfirista y, finalmente,<br />
partidario de Vallarta, quien airaba a la presidencia de la república.<br />
Dicen sus biógrafos que Díaz González fue meritísimo abogado y notable<br />
orador, cualidad ésta que le fue en su tiempo muy celebrada, incluso<br />
por Altamirano que lo citaba en sus clases como mo<strong>del</strong>o de elocuencia.<br />
De su saber jurídico darán testimonio sus alegatos publicados en ocho<br />
volúmenes, el día en que alguien se decida a estudiarlos a fondo. En<br />
su calidad de presidente <strong>del</strong> Centro Correondiente de la Real<br />
Academia de Legislación y Jurirudencia fue designado para<br />
representar a México en el Congreso Jurídico Iberoamericano,<br />
efeuado en Madrid.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
De todos modos, por destacada que haya sido su vida pública, no queda<br />
otro remedio que reconocer que su auación en el Congreso<br />
Constituyente de hace cien años, estuvo por debajo de su prestigio de<br />
orador y de su saber de jurista. No obstante, pecaríamos de<br />
empecinados en no reconocer la gran valía de su voto particular en<br />
defensa de la integridad territorial <strong>del</strong> Estado de México.<br />
Pero para comprender en todos sus alcances los puntos medulares de<br />
ese voto, no está por demás ver cuál era la situación <strong>del</strong> estado por lo<br />
que ve a las mutilaciones territoriales que había sufrido.<br />
Hasta el momento de discutirse en el Congreso de 1857 los diámenes<br />
de la Comisión de Límites, el Estado de México había padecido ya<br />
tres segregaciones. Una para la erección <strong>del</strong> Distrito Federal, otra<br />
para la ampliación <strong>del</strong> mismo, y otra más para la formación <strong>del</strong><br />
estado de Guerrero.<br />
En el Congreso Constituyente de 1824 guió a los legisladores el criterio<br />
de que no deberían erigir estados demasiado extensos y ricos que más<br />
tarde alentaran ideas separatistas, ni tan pequeños que arrastraran<br />
una vida precaria.<br />
El Estado de México gozó siempre fama de potentado y, por el número<br />
de sus habitantes, por la feracidad de su suelo y por su antiguo<br />
apogeo minero, suscitó continuamente la codicia de entidades<br />
limítrofes. Tal era la situación en el Congreso de 1857. Querétaro<br />
deseaba los distritos de Texcoco y Tlalnepantla; y el estado de<br />
Iturbe, en proyeo también con el de Huejutla, y para hacer más<br />
crítica la situación, el estado de Guerrero reclamaba los distritos de<br />
Cuautla y Cuernavaca.<br />
Fue en estos momentos difíciles cuando elevó Díaz González su<br />
elocuente defensa. En ella decía:<br />
Aunque el aual presupuesto <strong>del</strong> estado expedido el doce de<br />
noviembre <strong>del</strong> año anterior –1856–, importa reeo <strong>del</strong> último que<br />
decretó la legislatura en 31 de mayo de 1852 una diferencia favorable<br />
de 85,341 pesos 4 reales, por economizarse hoy muchos gastos que<br />
son precisos en el renglón ordinario <strong>del</strong> estado no puede cubrirse el<br />
aual presupuesto con los ingresos, y por esto, señor, sufren tantas<br />
miserias los empleados de este mismo estado a quien por ironía tal<br />
vez se le llama hoy el estado coloso, el estado monstruo.<br />
Más a<strong>del</strong>ante agregaba:<br />
Por otra parte, señor, ¿quién podría decir con buena fe que las<br />
poblaciones <strong>del</strong> Estado de México están en su apogeo porque tenía
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éste, un sobrante en sus arcas en el año de 1852? No hay más que ver<br />
señor, ya no quiero decir, a los pueblos distantes que no conocerán<br />
muchos señores diputados, si no al menos a los que pueden observar<br />
en los caminos que conducen a esta capital. ¿Se desea noticia <strong>del</strong><br />
estado que guardan las poblaciones de Ixtapaluca, San Felipe <strong>del</strong><br />
Obraje y Lerma? Reondan por mí los señores diputados de<br />
Michoacán, que las han de ver visto al paso, pobres, arruinadas y<br />
acreditando con sus escombros y el triste aeo de sus casas, la<br />
miseria y abyección en que se encuentran. ¿Se requiere saber la<br />
miseria de Tlalnepantla, Cuautitlán, Tepeji <strong>del</strong> Río, Soyaniquilpan y<br />
Tula? Ocurro a los señores diputados de Jalisco y Querétaro, que al<br />
pasar las habrán percibido.<br />
Por lo que se refería a las pretensiones de Guerrero, decía:<br />
Yo no desconozco, señor, los muy buenos servicios que prestó este<br />
estado en contra de la tiranía, deseara que todos los estados procuraran<br />
repararle los mayores perjuicios que sufrió por obtener la libertad<br />
que hoy disfruta; pero que no sea el Estado de México quien con su<br />
perjucio incalculable se vea estrechado a presentar por todos el<br />
medio de remediar esos males…<br />
El voto finalizaba con esta conclusión que fue aprobada por la mayoría<br />
de los diputados: “El Estado de México conservará los límites que<br />
aualmente tiene”.
Ignacio Ramírez 01<br />
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l descubrimiento recientemente hecho en el Archivo<br />
<strong>del</strong> Tribunal Superior de Justicia, de la tesis profesional<br />
presentada por Ignacio Ramírez El Nigromante, destacado<br />
erudito, orador y reformista, pone de aualidad la figura de este<br />
hombre singular que una vez hizo temblar con su verbo fulgurante el<br />
glorioso recinto donde hace cien años se gestó la Constitución más<br />
trascedente y visionaria que ha tenido nuestro país.<br />
El Nigromante vivió en Toluca, allí se casó con doña Soledad Mateos y<br />
consumió parte de su vida sirviendo en puestos públicos y fue uno de<br />
los más coniucuos catedráticos <strong>del</strong> Instituto, en cuyas aulas dejó,<br />
pese a la incomprensión de la sociedad de su tiempo, parte <strong>del</strong><br />
oceánico caudal de conocimientos que había logrado atesorar en años<br />
de estudios en las bibliotecas de la ciudad de México.<br />
Ramírez, ya lo dijo Altamirano y se ha repetido hasta el cansancio, llegó<br />
al Instituto cuando tenía treinta y dos años de edad, pero “su cuerpo<br />
<strong>del</strong>gado y de talla más que mediana, se encorvaba ya como el de un<br />
anciano ‘agobiado por las vigilias <strong>del</strong> estudio’”.<br />
Su primera clase en el Instituto Literario de Toluca la impartió<br />
llegando de incógnito. A la salida lo eeraba, para “tener el gusto<br />
de saludarlo”, el direor <strong>del</strong> colegio, Felipe Sánchez Solís, algunos<br />
catedráticos y los alumnos curiosos que querían conocer de cerca al<br />
ilustre hombre cuyas cáusticas palabras habían levantado, a lo largo<br />
y a lo ancho de la república, polvaredas de discusiones y marejadas<br />
de rencores.<br />
A Ramírez lo trajo a Toluca don Francisco Modesto de Olaguíbel, quizá<br />
el mejor gobernante que hemos tenido. Vino en compañía de otros<br />
jóvenes talentosos, de ideas liberales, que deués se habrían de<br />
distinguir en los fastos de la historia patria.<br />
Ramírez tuvo, como secretario de Olaguíbel, una destacada auación.<br />
Se le debe el restablecimiento de la benéfica Ley de Alumnos<br />
Municipales que, propuesta por los legisladores de 1827, se había<br />
dejado en el olvido.<br />
Por consejo suyo desaparecieron las alcabalas, ese odioso estorbo que<br />
impedía el desenvolvimiento <strong>del</strong> comercio; se prohibieron los juegos de<br />
azar, y se planteó con asombrosa claridad el problema de la libertad de<br />
los municipios como base para lograr la redención de los indios.<br />
Su trayeoria en el Instituto fue brillante, como había sido en todas<br />
partes. Apasionado de la cátedra, elocuente y erudito, era capaz de<br />
mantener por eacio de varias horas la atención de sus discípulos,<br />
que lo escuchaban con embeleso. Pero si bien es cierto que estos lo
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amaban, la sociedad de Toluca, recoleta y pacata, se hallaba<br />
escandalizada de sus ateísmo.<br />
Aunque estudios recientes han puesto al descubierto que el Instituto no<br />
tuvo a través de toda su historia sino un barniz de liberalismo,<br />
Ramírez logró dejar entre sus más seleos discípulos hondas<br />
raigambres <strong>del</strong> credo liberal. Alumnos suyos fueron Altamirano y<br />
Juan y Manuel Mateos, este último asesinado por Márquez en<br />
Tacubaya en el año de 1859.<br />
Pero a pesar de los entrañables afeos que El Nigromante logró<br />
sembrar en Toluca, pesó en su ánimo un profundo resentimiento<br />
hacia la ciudad que tan mal lo había tratado. Esta animadversión se<br />
hizo patente en el Congreso de 1856-1857, pues fue de los diputados<br />
que votaron por la mutilación <strong>del</strong> Estado de México. Pero es<br />
necesario aclarar y justificar las razones de su resentimiento.<br />
Hosco, decepcionado y escéptico deués de la Guerra de 1847, y tras de<br />
una breve estancia en Tlaxcala, Ramírez regresó a Toluca y se dedicó<br />
al ejercicio de su profesión, que en un medio hostil apenas le dejaba<br />
para vivir. Por instancias de Sánchez Solís, aceptó una cátedra de<br />
Filosofía <strong>del</strong> Derecho, y condescendió en impartir otra, gratuita,<br />
de Literatura.<br />
Mientras tanto, el partido moderado, con Mariano Riva Palacio a la<br />
cabeza, logró tener el poder. Ramírez fundó entonces un periódico<br />
llamado emis y Deucalión, donde con su elocuencia y causticidad<br />
acostumbradas, siguió luchando por la causa liberal. Ese periódico<br />
enderezó algunas críticas al gobierno en turno, y las hostilidades<br />
entre Ramírez y el gobernante se rompieron. Por este motivo, que se<br />
agravó con la publicación de un artículo titulado “A los indios”, fue<br />
arrestado y se le sentó en el banquillo de los acusados. Lo salvó su<br />
elocuencia, hasta el grado de que el público que presenciaba el<br />
proceso, prorrumpió en aplausos cuando terminó su defensa, y<br />
absuelto lo llevó en hombros hasta su casa.<br />
Por este incidente comenzó a gestarse contra Ramírez una lucha sorda<br />
por arrancarlo <strong>del</strong> Instituto. Un señor de apellido Mañón y otro<br />
llamado Juan Madrid, pidieron a Sánchez Solís la salida de Ramírez.<br />
Fracasó este primer intento, pero en ausencia <strong>del</strong> direor, que fue<br />
eleo diputado, se “separó –dice Altamirano– al catedrático que<br />
inoculaba a la juventud ideas nuevas y radicalmente liberales”.<br />
Vivió todavía algún tiempo en Toluca en condiciones difíciles, hasta<br />
que un día el erudito, el escéptico más que ateo, el mártir de todas las<br />
desventuras, el león de todos los combates, salió de Toluca, para<br />
seguir su trashumante y rebelde peregrinaje. Era el año de 1852 y lo
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habían nombrado secretario general de Gobierno en el estado de<br />
Sinaloa. Allá en lo porvenir, a cinco años de distancia, para ungirlo<br />
en su consagración definitiva, lo estaba eerando el histórico<br />
Congreso de 1857.
Ramírez y<br />
el indio<br />
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amírez, el gran visionario y rebelde erudito, fue un gran<br />
defensor de los indios. A cien años de la época que conmovió<br />
con su dialéica genial, mucho de su pensamiento y de su<br />
ideario, sobre más de un importante tópico de la vida de nuestro<br />
país, sigue vigente en muchos de sus aeos.<br />
Todavía contemplamos hoy la entronización de pequeños grupos de<br />
explotadores por encima de una gran masa de explotados. Todavía, a<br />
la vuelta de la esquina, por encima de los buenos deseos de los<br />
teorizantes y de la política paternalista asumida por el gobierno,<br />
vemos el deprimente eeáculo de la explotación <strong>del</strong> indio por<br />
parte <strong>del</strong> extranjero que llega a renovar el drama de la Conquista, o el<br />
<strong>del</strong> mestizo ensoberbecido, o el <strong>del</strong> indígena empingorotado que se<br />
convierte en el principal expoliador de su raza.<br />
A veces las revisiones históricas o, dicho en otros términos, los<br />
exámenes coleivos de conciencia no pueden servir para otra cosa<br />
que para llenarnos de pesimismo y para inocularnos el virus de la<br />
decepción. No hemos avanzado mucho en la redención <strong>del</strong> indio.<br />
Primero fueron los encomenderos zafios y crueles; deués los<br />
caporales deiadados de las haciendas <strong>del</strong> Porfiriato, y hoy los<br />
capataces de las fábricas o de las grandes explotaciones imperialistas,<br />
los que siguen ultrajando la dignidad <strong>del</strong> indígena, considerándolo<br />
como bestia que debe cargar con todas las obligaciones, sin disfrutar<br />
de ninguno de todos los derechos.<br />
Hay ocasiones en que los movimientos progresistas dan impresión de<br />
haber dado contramarcha o de que, pasmados en la embriaguez <strong>del</strong><br />
triunfo, han descuidado la resolución de graves problemas.<br />
¿Quién niega hoy que la educación <strong>del</strong> indio es uno de los problemas<br />
medulares de México? Y es un problema que nos viene de lejos.<br />
Existía hace cien años, y perdura hoy, como la tenaz llaga de un mal<br />
incurable. Hemos mejorado en la construcción de escuelas y algo en<br />
la preparación de profesores, a pesar de que se sigue empleando a<br />
los improvisados. Pero los útiles escolares, el vestido y la<br />
alimentación de los educandos menesterosos, sigue constituyendo<br />
una grave causa de deserción escolar. Ramírez decía hace cien años,<br />
y parece que lo estuviera diciendo ahora:<br />
El gobierno debe mantener al alumno de la clase indigente. En los<br />
campos, el hijo <strong>del</strong> agricultor indígena y en las ciudades, el hijo <strong>del</strong><br />
artesano, mal alimentando, mal vestido, emprendiendo día a día los<br />
viajes largos de ida y vuelta, sin libros y útiles necesarios, puede<br />
asistir un mes, un año a la escuela; pero tarde o temprano desertará,<br />
aun cuando sólo sea para ayudar a sus padres o parientes a ganar una<br />
escasa subsistencia; medio millón de niños se encontrará en esa
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
situación deplorable. Pertenece a los estados remediar esa miseria,<br />
educar esa colonia tanto más laudable, cuanto que se compone de<br />
nuestros conciudadanos y puede salir de su cuna llevando la<br />
proeridad de la patria.<br />
Cuando plantea y justifica que la educación rural en México debe ser<br />
fundamentalmente la educación <strong>del</strong> indígena, dice:<br />
Existen en la república mexicana cinco o seis millones de habitantes<br />
que originariamente formaron veinte o treinta naciones diversas,<br />
siendo las unas el tipo de la barbarie y llegando las otras a un grado<br />
de civilización apenas inferior al de Japón o de la China; las<br />
instituciones de estos pueblos fueron destruidas por la Conquista;<br />
quedan los hombres y los idiomas, y algunos monumentos y vestigios,<br />
testigos de la antigua grandeza; esa mayoría de ciudadanos no ha<br />
mejorado con la Independencia.<br />
Pero donde raya a gran altura, donde se comprueba que escribió en<br />
favor <strong>del</strong> indio, un puñado de verdades pocas veces superadas, es<br />
cuando dice:<br />
Los indígenas nada saben; y sólo sirven de labradores o de soldados;<br />
los que dentro de ellos se levantan sobre su clase, forman<br />
excepciones marcadas. Sus recuerdos están en contradicción con lo<br />
presente; sus costumbres son humildes; sus necesidades, escasas; sus<br />
idiomas producen el aislamiento.<br />
Ellos tropiezan diariamente con magníficos edificios; pero tienen la<br />
costumbre de no habitar sino chozas donde no hay un rincón para<br />
la más ligera comodidad; pasan por la puerta de los teatros y no<br />
saben lo que brilla en la escena; el lujo de los aparadores, en las<br />
casas de modistas y en las perfumerías, no es para sus mujeres, no<br />
soechan que pudieran viajar en los coches que suelen<br />
atropellarlos; los prodigios <strong>del</strong> arte y de la ciencia les son<br />
incompresibles y les parecen monstruos; rompen el alambre<br />
telegráfico para ver salir la palabra; en los periódicos no descubren<br />
sino viñetas, el ferrocarril y los grandes buques les causan miedo;<br />
en las elecciones ven una eecie de leva; han llegado a tal<br />
postración que pasarían por animales desconocidos para sus<br />
emperadores y caciques, si estos se escaparan de su tumba.<br />
Cuánta pasión y cuánta fe hay en las siguientes palabras:<br />
[...] ellos [los indios] conservarán su traje; pero antes que termine el<br />
siglo, so pena de desaparecer en el siguiente, ellos deben figurar con<br />
toda la aividad de su inteligencia, con todo el entusiasmo de los
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nuevos intereses, en la industria, en la agricultura, en el comercio, en<br />
la política y en el teatro de la civilización y el progreso.<br />
Desgraciadamente ni sus predicciones ni sus deseos se han cumplido: los<br />
indígenas no han desaparecido, ni figuran en los nuevos intereses, a<br />
menos que no sea como masa de explotación perenne. No participan<br />
en la industria –que está en manos extrañas– sino como obreros. Han<br />
abandonado la agricultura para ir de esclavos a los lejanos campos de<br />
los nuevos conquistadores rubios, y no intervienen en el comercio sino<br />
como compradores, y en la política sólo sirven de comparsas.<br />
En otra parte de su ideario El Nigromante decía, refiriéndose también a<br />
los indios:<br />
¿Qué debemos, pues, enseñarles? ¿El Catecismo? La mayor parte de<br />
lo que este libro contiene, ellos lo saben y lo praican, sobre poco<br />
más o menos, como todos los pueblos <strong>del</strong> mundo. ¿Poesía? Esa es<br />
una iniración de ciertas circunstancias sociales, y se aviene mal<br />
con la esclavitud y la barbarie. ¿Historia? ¡Qué importa a la raza<br />
indígena lo que pasó hace veinte siglos en Grecia o Roma! La historia<br />
nacional no está por hacerse. ¿Metafísica? Con ella no mejoran el<br />
cultivo de sus tierras; con ella no robarán la industria de la seda a los<br />
franceses ni a los chinos; con ella no se aventurarán en el seno de los<br />
mares. ¿Será bastante que les enseñemos leura, escritura y algunas<br />
cuentas? Muchos de ellos han aprendido todo esto; y lo han olvidado<br />
por no tener qué leer, qué escribir, qué contar. No hay que cansarse;<br />
ellos deben saber lo que saben todos los pueblos ilustrados, lo que<br />
hoy se trata de enseñar a todas las clases.<br />
¡Qué grandiosa lección para lo presente! ¡Qué claridad heredada a una<br />
generación como la nuestra, acerca de uno de los más graves e<br />
inaplazables problemas de México!<br />
¡Ah, si quienes parecen interesarse por la educación elemental quisieran<br />
transformarla radicalmente! ¡Si además de escuelas normales de las<br />
que desertan profesores que no quieren encararse con el drama de la<br />
vida rural, hubiera en el mismo campo centros de adiestramiento,<br />
donde además de la instrucción primaria se enseñase a los niños<br />
campesinos cómo mejorar los cultivos, cómo plantar y hacer<br />
producir a los árboles frutales, cómo fomentar nuestra raquítica<br />
ganadería, cómo explotar aves, apiarios y gusanos de seda!<br />
De todos modos, la profética visión de nuestros grandes hombres sigue<br />
en pie, y seguimos teniendo eeranza de que ha de llegar el día en<br />
que la patria soñada se convierta en la patria realizada. Si no fuera de<br />
este modo, tendríamos que decir parangonando al poeta: “¡Manes de<br />
nuestros héroes, qué inútil fue vuestro sacrificio!”
El peregrino<br />
de Tixtla<br />
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l viejo instituto <strong>del</strong> estado, convertido hoy en<br />
universidad, ha visto pasar por sus aulas, lúcidas inteligencias<br />
que luego han brillado en los mejores momentos de la patria.<br />
De estos hombres que rebasaron el estrecho horizonte de una gloria<br />
aldeana fue Ignacio Manuel Altamirano, el Peregrino de Tixtla.<br />
Vida campesina hasta el filo de los catorce años, tuvo la suerte de<br />
encontrar en el Instituto de Toluca al notable erudito Ignacio Ramírez,<br />
bajo cuya paternal dirección se asomó por vez primera a los vastos<br />
horizontes <strong>del</strong> mundo de la cultura. Maestro, orador, periodista de<br />
combate, crítico teatral y novelista, a los treinta años –dice un<br />
renombrado crítico– gobernaba el mundo inteleual de México.<br />
No vale la pena repetir su llegada al Instituto, que por otra parte él ha<br />
referido magisterialmente. Cuando arribó a Toluca, sus ojos de<br />
campesino contemplaron una ciudad que debe haberle parecido<br />
demasiado grande, tanto como a cualquier provinciano las monstruosas<br />
urbes contemporáneas, como Nueva York, Londres o París.<br />
La capital <strong>del</strong> estado contaba entonces aproximadamente con cuatro mil<br />
habitantes. Se habían hecho algunas mejoras como la construcción<br />
de los portales y la introducción de agua potable, pero sus limitantes<br />
iban apenas de la Alameda hasta la Cortadura y de la iglesia <strong>del</strong><br />
Carmen a lo que hoy es la calle de Pensador Mexicano.<br />
Salvo pequeños descansos semanarios la estancia de Altamirano en<br />
Toluca –dos años– transcurrió dentro <strong>del</strong> Instituto, y apenas se veía<br />
interrumpida por breves salidas dominicales, o cuando asistía con sus<br />
compañeros a las ceremonias cívicas o religiosas.<br />
Casi toda su estancia en Toluca coincidió con el gobierno de don Mariano<br />
Riva Palacio, y es casi seguro que la mañana <strong>del</strong> 16 de septiembre de<br />
1851, asistió con sus condiscípulos y con sus maestros institutenses, a<br />
la solemne inauguración de la primera estatua erigida en el país al<br />
padre de la patria, don Miguel Hidalgo, hecho que ocurrió en el aual<br />
Jardín de los Mártires, donde cinco años antes, Francisco Zarco, casi<br />
niño, pronunció un fervoroso discurso patriótico, frente al gobernador<br />
Francisco Modesto de Olaguíbel.<br />
La noche <strong>del</strong> mismo 16 de septiembre de 1851 se inauguró también el<br />
teatro Principal. Un grabado de la época muestra el recinto<br />
pletórico de emperifolladas damas y elegantes caballeros. Este<br />
suceso que constituyó un hecho relevante para la sociedad<br />
tolucense, debe haber llegado a conmover, tras las paredes <strong>del</strong> viejo<br />
Instituto, la imaginación estudiantil. Fuera de estos sucesos sólo una<br />
que otra travesura pudo haber alterado el casi monástico ambiente,<br />
donde un pequeño grupo de estudiantes luchaba, bajo la custodia
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
de un celoso pedagogo, por aprender los principios de las ciencias<br />
más avanzadas de su época.<br />
Durante sus ocios dominicales, quizás haya ido a pasear a la Alameda,<br />
cuyos árboles comenzaban a ensanchar su follaje, pues habían sido<br />
plantados nueve años antes: pero más bien debemos imaginarlo de<br />
paseo por alguno de los áridos cerros de la sierrita de Toluca, con un<br />
dejo añorante de los ubérrimos alrededores de su pueblo natal.<br />
Una vez, quién sabe con qué subterfugios, con monedas ahorradas<br />
durante meses, fue a la capital de la república en diligencia, según nos<br />
lo ha transmitido amenamente en una crónica de viaje.<br />
Por esta época Altamirano tenía un caráer voluntarioso y era a<br />
menudo terco y obstinado. Su inteligencia era lúcida y siempre figuraba<br />
a la cabeza de sus compañeros de estudios.<br />
Aunque breve, la estancia de Altamirano en el Instituto dejó en su<br />
pensamiento un fecundo limo inteleual. En este plantel se deertó<br />
su vocación por el periodismo y recogió los primeros frutos de su<br />
ideología liberal que no había de abandonar hasta su muerte.<br />
El gran escritor salió <strong>del</strong> Instituto por algún pecadillo que sirvió de<br />
pretexto para ocultar la causa verdadera: su admiración por el<br />
iconoclasta Ramírez, metido en líos con el gobernador en turno. A su<br />
salida –llamémosle expulsión– <strong>del</strong> colegio, se agregó a una compañía<br />
dramática de la lengua, con la que llegó a la ciudad de México. Aquí<br />
lo recibió, náufrago de esa resaca de la vida, Felipe Sánchez Solís, el<br />
pedagogo indígena, el sempiterno de los estudiantes desvalidos.<br />
Mientras Altamirano estudiaba para gran hombre en el Colegio de<br />
Letrán, al otro lado <strong>del</strong> Monte de Las Cruces, quedaba la ciudad<br />
gélida y timorata que un día se eantó de la luz relandeciente de<br />
un astro. ¡Este astro era el solitario Nigromante, que se había<br />
quedado en Toluca para luchar con la eada de su dialéica<br />
implacable y mordaz contra una sociedad que se aferraba a los viejos<br />
cánones de una forma de vida anquilosada y decrépita!
León Guzmán<br />
Línea 28.<br />
Puede tratarse <strong>del</strong> rancho de<br />
San Isidro, en Nuevo León,<br />
donde según sus biógrafos murió<br />
León Guzmán.<br />
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oco debe quedar, en verdad, <strong>del</strong> epistolario familiar de<br />
León Guzmán, el insigne tenanguense que, con Isidoro Olvera<br />
y el potosino Ponciano Arriaga, fue uno de los más altos<br />
representativos <strong>del</strong> histórico Congreso Constituyente de 1856-1857.<br />
Presidente, secretario y miembro de la comisión que presentó el<br />
proyeo de esa Carta Magna, su intervención en los debates de las<br />
asambleas se vio por ese motivo considerablemente reducida. De<br />
todos modos, se le considera como el salvador de ese trascendental<br />
documento, pues lo defendió vigorosamente de las acometidas de<br />
los timoratos y escrupulosos diputados que abogaban por el<br />
establecimiento de la momificada Constitución de 1824, que tuvo<br />
para su tiempo ideas muy avanzadas, pero que en 1857 no podía ser<br />
otra cosa que una venerable reliquia de museo.<br />
Pero volvamos a las cartas. Sobre tres que están en poder de una de<br />
las descendientes de don León, hemos podido pasar nuestra mirada.<br />
Pero la que nos interesa es una larga epístola fechada en la ciudad de<br />
México, en agosto de 1873. Fue dirigida a sus hermanos G. [Guadalupe]<br />
Lucio Guzmán que, anciano y achacoso, residía a la sazón en Tenango<br />
<strong>del</strong> Valle. Le aconseja acerca de la venta de unas propiedades y campea<br />
en ella el mismo estilo lógico que caraerizó su oratoria que tanto<br />
lustre le dio en el Congreso de 1856-1857.<br />
En la misma carta, que es muy extensa –veinte páginas–, se entrevé<br />
también que León Guzmán, quizá a causa de sus desengaños<br />
políticos, añoraba la vida <strong>del</strong> campo. Menciona la compra de un<br />
rancho con huertas de lima, que le costó mil ochocientos pesos.<br />
Pensaba acrecentar el produo de sus huertas, plantando cafetos,<br />
cultivo acerca <strong>del</strong> cual albergaba grandes eeranzas, como puede<br />
verse por lo que decía a su hermano:<br />
Verás, por lo dicho, que lo que voy a hacer es exaamente lo mismo<br />
que te he aconsejado. Voy a comenzar por pequeñas experiencias:<br />
voy a sembrar café, como podría sembrar geranios o dalias, o<br />
cualquier otra planta. Si el resultado es bueno seguiré más en grande<br />
y con más dedicación…<br />
A pesar de su tono familiar, hay en sus líneas alguno que otro<br />
chiazo <strong>del</strong> ideario <strong>del</strong> gran hombre. Tenía, como otros ilustres<br />
talentos de su época, grandes temores hacia el imperialismo de los<br />
Estados Unidos. Esto revela cuál era el modo de pensar entre los<br />
inteleuales de su tiempo, cinco lustros deués de la infausta<br />
guerra de 1847, que costó a México gran parte de su territorio.
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Con efeo, decía don León Guzmán, tratando de convencer a su hermano<br />
de que nadie sería capaz de otorgarle crédito ni confiarle sus fondos:<br />
[…] Todo el mundo sabe que cuando la Independencia o las<br />
instituciones corren peligro, yo soy de los primeros que vuelan a<br />
defenderlas. Se habla ya mucho de una nueva revolución; y hay el peligro<br />
para mí más grande, de que EU comience a realizar los proyeos<br />
ambiciosos que desde hace mucho tiempo tiene sobre México.<br />
Y agregaba: “Natural es que los hombres de dinero crean que yo he de<br />
tomar parte –en la revolución–; y no pueden olvidar que en ese caso,<br />
sacrificaré, como ya lo he hecho otras veces, mi pequeña fortuna.”<br />
En las líneas anteriores hasta el más lerdo advierte que a pesar de su<br />
edad –contaba 52 años–; no había perdido sus juveniles arrestos de<br />
rebeldía; no de otro modo al referirse a sus relaciones con el gobierno<br />
decía: “Saben que no estoy conforme con la marcha de la aual<br />
administración, y como Lerdo lo sabe también, todo el mundo tiene<br />
derecho para eerar que me persiga, que me destierre o por lo<br />
menos me mande al extranjero”.
El periodismo<br />
liberal<br />
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o hubo, ciertamente, un gran movimiento periodístico<br />
liberal en el Estado de México; pero muchas ideas libertarias<br />
y de progreso se realizaron en el territorio de nuestra entidad,<br />
y constituyeron uno de los antecedentes más vigorosos de la Reforma.<br />
Por otra parte, el estado se ufana hoy de haber contado entre sus hijos y<br />
residentes a periodistas tan notables como Alzate, el door José<br />
María Cos, Joaquín Fernández de Lizardi, Lorenzo de Zavala, José<br />
María Heredia, Ignacio Manuel Altamirano, Juan A. Mateos, El Payo<br />
<strong>del</strong> Rosario, Agustín González y José Vicente Villada.<br />
Entre los más remotos precursores de un diarismo hoy próero que<br />
asombra no poco a los habitantes de esta ciudad, se encuentran los<br />
primeros periódicos aparecidos en nuestro territorio. Se publican<br />
con grandes tropiezos, y difícilmente lograban subsistir durante un<br />
año. Sólo los periódicos oficiales pudieron en los primeros tiempos<br />
sostenerse por más de una década. Estos abuelos de nuestros diarios<br />
de hoy eran una miscelánea en la que se publicaban diosiciones<br />
gubernamentales, notas informativas, artículos científicos y<br />
gacetillas necrológicas.<br />
Hubo periodismo literario crecido al amparo de algún gran escritor o<br />
poeta; pero más comunes fueron los periódicos nacidos bajo los<br />
relámpagos de las luchas de partido o de las lides eleorales, y que,<br />
como es fácil comprender, estuvieron supeditados a los vaivenes de la<br />
política, o a los particulares intereses de los editores.<br />
Uno de los primeros periódicos de que se tiene noticia y que<br />
comprueba lo que se dice en el párrafo anterior fue El Ilustrador<br />
Nacional, que luchó por la Independencia y fue redaado por el<br />
door Cos, en el mineral de Sultepec, e impreso con grandes<br />
dificultades, pues se tuvieron que emplear tipos de madera y tinta<br />
hecha con añil.<br />
En 1821, el célebre autor de El Periquillo sarniento, dirigió primero en<br />
Tepotzotlán y deués en Naucalpan, El Diario Político Militar<br />
Mexicano, en el que se eigan algunas ideas que apuntan con<br />
derechura hacia el liberalismo.<br />
No constituye ninguna novedad repetir aquí que estos periódicos se<br />
hacían casi a salto de mata, y que las imprentas, como las armas y el<br />
parque, viajaban a lomo de mula y se emplazaban donde se podía,<br />
pues nada arredraba a los heroicos paladines de nuestra lucha<br />
libertaria por alcanzar sus nobles objetivos.<br />
Don José María Heredia, el gran poeta cubano avecindado en nuestra<br />
entidad, publicó en Tlalpan, cuando allí se encontraban los poderes
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
<strong>del</strong> estado, un periódico crítico literario, llamado Miscelánea. Otra<br />
publicación de la época fue El Fanal, publicado en Toluca cuando los<br />
poderes se trasladaron a esta ciudad.<br />
En el campo <strong>del</strong> periodismo cultural fue en el Instituto Científico y<br />
Literario, donde se ha realizado el esfuerzo más importante de todo<br />
el estado. Salvo cortas interrupciones desde el año de 1889 hasta<br />
1910, y deués eorádicamente, se publicó el Boletín <strong>del</strong> Instituto,<br />
cuya importancia cultural no ha tenido paralelo entre nosotros. Este<br />
esfuerzo que no puede tener otro calificativo que el de<br />
enciclopédico, por la variedad de ciencias que tomaban como tema<br />
sus articulistas, alcanzó una dimensión internacional, pues tenía<br />
canje con las más importantes revistas de su tipo que se publicaban<br />
en el mundo entero. Colaboraban notables sabios extranjeros y los<br />
profesores y alumnos más distinguidos <strong>del</strong> Instituto. Por cierto,<br />
entre sus principales y más destacados colaboradores contó con el<br />
sabio naturalista don Manuel Villada, que llegó a escribir notables<br />
artículos no sólo en el boletín, sino en las publicaciones de la<br />
dependencia antecesora de lo que hoy se llama Instituto Nacional<br />
de Antropología e Historia, como se puede comprobar fácilmente<br />
leyendo los índices bibliográficos de esta prócer institución. En una<br />
de sus mejores épocas dirigió el boletín el ilustre polígrafo don<br />
Agustín González, y lo auxilió en esta labor el deués licenciado<br />
Carlos A. Vélez.<br />
Época aciaga la de la Reforma y la de los años que la antecedieron, tenía<br />
suendida sobre los escritores la eada <strong>del</strong> cadalso o la centella de<br />
los anatemas. Ser entonces periodista significaba ser un gladiador, un<br />
combatiente heroico diuesto a todos los sacrificios y a todos los<br />
martirios. Periodistas de la insurgencia habían ido a podrirse a las<br />
cárceles o a paladear el amargo acíbar <strong>del</strong> destierro.<br />
Pero en el periodismo liberal <strong>del</strong> estado tenemos que mencionar,<br />
deués de la aparición <strong>del</strong> El Reformador, a Altamirano y a Ramírez.<br />
A falta de un liberalismo autóono, tenemos que conformarnos con<br />
el que vinieron a hacer ilustres liberales.<br />
Altamirano y Juan A. Mateos publicaron, cuando eran alumnos <strong>del</strong><br />
Instituto, un periódico que se llamó Los Papachos. Sus ejemplares son<br />
hoy rarísimos. Debe, sin embargo, haber traído alguno que otro<br />
pensamiento de tipo liberal, pues aunque ambos periodistas eran casi<br />
niños, fueron discípulos de Ramírez y deués connotados liberales.<br />
El que sí militó, como lo había hecho y lo hizo en todas partes en el<br />
periodismo combativo, fue El Nigromante. Allí están El Porvenir y<br />
su emis y Deucalión, impresos en Toluca por los años de 1851 y<br />
1852 y cuyos artículos allí publicados le valieron amenazas y
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persecuciones <strong>del</strong> gobernador en turno, que era nada menos que<br />
Mariano Riva Palacio.<br />
Estos son, si no los únicos, sí los más importantes de cuantos periódicos<br />
combativos se publicaron en la capital <strong>del</strong> estado, en la época que<br />
atendió a la Reforma.<br />
Aunque ni tan cáustico ni tan famoso como Ramírez, también estuvo<br />
por estos lares e hizo periodismo de lucha el escritor conocido con<br />
el nombre de El Payo <strong>del</strong> Rosario. Escribía este combatiente en el<br />
lenguaje <strong>del</strong> pueblo y pudo, por ese medio, interesar hondamente a<br />
sus leores.<br />
Como una reflexión final, podemos decir que aunque es verdad que el<br />
periodismo liberal fue ave de paso entre nosotros, queda de todos<br />
modos, como ejemplo para los periodistas de hoy, la vida y la obra de<br />
escritores de la Reforma, como el ilustre don Francisco Zarco o como<br />
Juan B. Morales, de quien se dice que, llevado a la presencia <strong>del</strong><br />
diador Santa Anna, quien intentaba amordazarlo, le reondió<br />
eartanamente diciéndole que no cejaría en su labor; pues sabía bien<br />
que lo peor que podría pasarle era terminar entre cuatro velas,<br />
tendido en un mísero petate.
El Payo <strong>del</strong><br />
Rosario<br />
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n el siglo xix, el periodismo en México fue de ideas, es decir,<br />
de combate. Los escritores se dejaban encarcelar o matar en<br />
defensa de sus pensamientos. La lucha fue enconada. De un<br />
lado los insurgentes, <strong>del</strong> otro, los realistas. Deués, de un bando los<br />
liberales; <strong>del</strong> otro, los conservadores. En ambos partidos hubo brillantes<br />
adalides. Destacaron, sin embargo, los de la facción progresista.<br />
Valientes hasta la temeridad, no tenían empacho en desafiar a la<br />
tiranía. Así eran estos hombres que lo dejaban todo: bienestar,<br />
familia, dinero, con tal de cumplir con el imperativo de su destino.<br />
Con Dávila Ibar y Eino, Pablo Villaviciencio forma las primeras<br />
barricadas <strong>del</strong> liberalismo mexicano. Villavicencio, mejor conocido<br />
como El Payo <strong>del</strong> Rosario, nació en el Real <strong>del</strong> Rosario, Sinaloa, el 7<br />
de enero de 1792. Dicen sus biógrafos que fue de cuna humilde. No<br />
tuvo, por tanto, ni medios económicos, ni tiempo de asistir a la<br />
escuela. Se formó por sí solo, como los autodidaas. Muy temprano<br />
comenzó su pública auación. Y fue con unos escritos polémicos en<br />
defensa de la Independencia, y en contra <strong>del</strong> obio Bernardo <strong>del</strong><br />
Eíritu Santo, quien desde el púlpito atacó a los insurgentes de<br />
Sinaloa. Al triunfo de la causa de Hidalgo, El Payo se estableció en la<br />
capital de la república. Allí, en periódicos y folletos, combatió a<br />
Iturbide, a los funcionarios venales, al clero mercenario y a la<br />
plutocracia parasitaria. Un folleto titulado Si no se van los ingleses<br />
hemos de ser sus esclavos, lo llevó prisionero a la fortaleza de San<br />
Diego, en donde su salud menguó para toda su vida.<br />
Payo <strong>del</strong> Rosario es engañoso pseudónimo. Nada tiene este “payo” de<br />
campesino rudo e ignorante. Sabe sus latines el hombre y también<br />
dorinas políticas y filosóficas, como que sus autores predileos son<br />
los enciclopedistas franceses. De sus artículos y folletos, sólo el título es<br />
popular, bullanguero, festivo: Zurra al papel embustero de la muerte de<br />
Guerrero: si el Presidente sigue como va, como subió bajará…<br />
Su bullente humorismo es casi siempre un ardid para ocultar sus<br />
argumentos que tienen la dialéica fuerza de un silogismo. Así se<br />
explica que hubiese sido un publicista temido, encarcelado,<br />
combatido. Mucho escribió El Payo <strong>del</strong> Rosario; pero sus libelos y<br />
folletos se encuentran en su mayoría –¡quien lo creyera!– en las<br />
principales bibliotecas de los Estados Unidos. La nuestra, es decir, la<br />
nacional, cuenta apenas con los cuarenta y ocho fascículos que<br />
constituyen la Colección Lafragua.<br />
A dos puntos de la geografía, o doblemente a uno, está unido el<br />
tránsito vital de los hombres: al lugar <strong>del</strong> nacimiento y al sitio de la<br />
muerte. Y a esta ciudad está ligado el deceso de El Payo <strong>del</strong> Rosario.<br />
Tierra tolucense cubre sus cenizas. ¿En el panteón de San Sebastián?<br />
¿En el de San Diego?
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Relatemos lo referente a su muerte. Desde su arraigo en México, su vida<br />
estuvo ligada a la de Lorenzo de Zavala, de quien fue compañero de<br />
logia y correligionario político. Por el desacuerdo entre Zavala y<br />
Guerrero, entonces presidente, El Payo fue a la cárcel, como<br />
consecuencia de un folleto denominado: Pobre <strong>del</strong> señor Guerrero,<br />
para de aquí al mes de enero.<br />
Cuando Zavala vino a Toluca como gobernador, por segunda vez, trajo a<br />
Villavicencio como secretario particular. Aquí escribió El Payo sus<br />
últimos folletos –¿en dónde encontrar alguno de ellos?– que se<br />
denominan: Viva Santa Anna y que mueran toditos sus enemigos,<br />
Conversación de don Prudencio con don Antonio y El Payo <strong>del</strong> Rosario<br />
en los Barrios de esta Capital (Toluca).<br />
Zavala fue inestable como político; adio más a las ideas que a los<br />
hombres, tenía que ser tratado con muchos miramientos. De aquí<br />
sus frecuentes rupturas y fricciones con los más encumbrados<br />
personajes de la política nacional. Enemistado con el régimen<br />
tiránico de Bustamante, éste le envió una fuerza armada, “para<br />
hacerlo entrar en razón”.<br />
Francisco Xavier Gaxiola, biógrafo ocasional de Villavicencio, relata el<br />
hecho en los términos siguientes:<br />
Atacado Zavala en Toluca por las fuerzas federales a las órdenes de<br />
[Mariano] Ortiz de la Peña, se organizó en su contra una débil<br />
resistencia y al huir de la población los principales personajes, El Payo<br />
fue comisionado por el gobernador para regresar a la casa de gobierno<br />
y recoger unos papeles de interés que se habían quedado olvidados en<br />
un escritorio. Una vez cumplida su comisión, Villavicencio se apresuró<br />
a incorporarse con su jefe y por desdicha se encontró con los enemigos<br />
en la antigua Calzada de los Arbolitos [hoy Avenida Independencia] y<br />
al ser reconocido fue asesinado cobardemente en unión de don José<br />
María Guillén, que lo acompañaba.<br />
Así fue tronchada, de golpe rudo, la vida de ese excepcional periodista<br />
de combate, a quien no “lo hicieron acallar ni las amenazas de sus<br />
enemigos ni las continuas prisiones, en las que parecen estaba<br />
como domiciliado”.<br />
“El Estado de México [dice Gaxiola], en premio a los servicios que<br />
prestó El Payo <strong>del</strong> Rosario, decretó el 21 de marzo de 1833 una<br />
pensión vitalicia a la viuda e hija <strong>del</strong> escritor mártir”.
Un monte<br />
fatídico<br />
Línea 14<br />
En El libro rojo, dice Ángel Pola<br />
que: “don Santos, pistola en<br />
mano, descendía la pendiente al<br />
paso de su caballo.<br />
”Se rompió la brida; se apeó a<br />
amarrarla y fue hecho prisionero.<br />
El Chato Alejandro le dio<br />
una lanzada.<br />
”Conducido entre filas, un indio<br />
apellidado Neri, le diaró un<br />
tiro por detrás, en el cerebelo”.<br />
Esta versión se confirma y enriquece<br />
con las investigaciones<br />
realizadas en 1905, por las<br />
autoridades de Lerma. Según<br />
este documento, los asesinos<br />
de don Santos Degollado<br />
fueron, además de Neri, Hilario<br />
Gutiérrez, y el que se hacía<br />
llamar general (Chato)<br />
Alejandro Gutiérrez. Se dice allí,<br />
también, que El Chato cortó el<br />
dedo en que Degollado llevaba<br />
un anillo.<br />
Ambas versiones coinciden en<br />
gran parte con la que recogió mi<br />
abuelo, José de los Reyes García<br />
Vázquez, quien nació y vivió<br />
con Ignacio Allende. Los datos<br />
que él obtuvo, los trasmitió de<br />
viva voz, a mi padre Pioquinto<br />
García Vázquez, y a mis tíos<br />
Hermenegildo y Saturnino, de<br />
los mismos apellidos.<br />
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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
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iii . l i beralismo y m ilicia<br />
l monte de las Cruces ha sido glorioso y fatídico para la<br />
historia de México. Aquí derrotó Hidalgo a Torcuato Trujillo;<br />
aquí murieron Leandro Valle y Santos Degollado.<br />
Desde el alto mirador que domina en toda su extensión los llanos de La<br />
Marquesa y Salazar, un clarín desgrana en la profundidad <strong>del</strong> valle las<br />
aciagas notas de un toque de retirada. Jefes y soldados toman por<br />
donde mejor les acomoda. El general y su asistente logran,<br />
milagrosamente, atravesar una larga hondonada boscosa hasta llegar<br />
a un paisaje denominado hoy La Cima. Aquí, en terreno laderoso y<br />
descampanado, les dan alcance unos cuantos reaccionarios, el general<br />
cae muerto. Un soldado le hace fuego por detrás con un rifle; otro lo<br />
remata, ya caído, diarándole en el pecho. Así fue el trágico fin de<br />
Santos Degollado.<br />
En los días que precedieron a su muerte, el mártir de Las Cruces se<br />
encontraba en México, ante “el gran jurado de la opinión y de la<br />
prensa”, que lo atacaba con acrimonia, echándole en cara, entre otros<br />
cargos, la derrota de La Estancia de las Vacas y el robo de la condua<br />
de Laguna Seca.<br />
Pero un general acostumbrado a las tormentas de los denuestos y los<br />
sinsabores de la campaña, no puede permanecer inaivo, máxime<br />
cuando la causa liberal, aunque vioriosa, se halla acosada<br />
constantemente por numerosas partidas de reaccionarios, que a veces<br />
tienen la osadía de llegar casi a las goteras de la capital.<br />
El Congreso, en una sesión célebre, otorga permiso a Degollado para<br />
salir a campaña, y el ministro de Guerra lo nombra jefe de las fuerzas<br />
que deben combatir a Zuloaga, Márquez, Buitrón, y otros jefes que<br />
merodean en la serranía de Las Cruces. Menguadas fuerzas ponen al<br />
mando <strong>del</strong> general, tan menguadas que él mismo, en su cuaderno de<br />
notas, las llama “una pequeña brigada”.<br />
El general tiene prisa. Sale para Tacubaya el 7 de junio y el 8 para<br />
Lerma. En los llanos de Salazar el enemigo tiene la osadía de<br />
sostener con él un tiroteo de dos horas. Llega a Toluca el 9 de junio<br />
de 1861. Acepta aquí el plan de campaña que le presenta el coronel<br />
O´Haran. La pequeña brigada de Degollado tiene muchas carencias,<br />
entre ellas la de parque. A México van los coroneles Cruz y<br />
O´Haran a gestionar el suministro de pertrecheros y haberes para la<br />
tropa. Logran su objetivo los enviados. Se informa a Degollado que<br />
el 15 de junio saldrá de Tacubaya un convoy militar al mando de los<br />
mismos Cruz y O´Haran. Don Santos considera que atenido a sus<br />
propias fuerzas, el convoy no podrá defenderse con éxito en caso de<br />
ser atacado. Decide, pues, protegerlo. El 14 <strong>del</strong> mismo mes sale<br />
Degollado de Toluca. Lo acompaña, parece que de mal grado, el
[ 092 ]<br />
48<br />
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
general Berriozábal, a la sazón gobernador <strong>del</strong> estado. En Lerma se<br />
les une, a las siete de la mañana, el coronel Félix Vega, jefe <strong>del</strong><br />
Batallón de Rifleros de San Luis. Juntas las tropas prosiguen su<br />
marcha hacia México.<br />
Antes de llegar al sitio llamado El Portezuelo, explica Degollado el plan<br />
de batalla: a) pequeña exploración para descubrir al enemigo<br />
emboscado; b) marcha sobre el camino real hasta los llanos de Salazar<br />
y desvío deués hacia la serranía, c) deejar de enemigos las alturas,<br />
descender deués por el oriente hasta La Pila, el lugar de mayor<br />
peligro para un ataque <strong>del</strong> enemigo, y d) en este punto eerar o ir al<br />
encuentro de O´Haran para custodiarlo hasta Toluca.<br />
Sin embargo, lo prudente era, antes de comenzar la ejecución <strong>del</strong> plan,<br />
tener noticia cierta de que O´Haran había salido de Tacubaya. Se<br />
eeró el paso de la diligencia que venía de México y se supo que a la<br />
hora <strong>del</strong> paso <strong>del</strong> carruaje por Tacubaya el convoy de O´Haran aún<br />
no había salido de esa población.<br />
La impaciencia acicatea a Degollado. Decide auar de inmediato. Sin<br />
embargo, el plan inicial no puede llevarse a cabo al pie de la letra.<br />
Las veredas que llevan hasta la cima de la serranía no son accesibles<br />
para los jinetes. Se opta por dividir la columna en dos partes. La<br />
infantería, compuesta por el Batallón de Rifleros, al frente de la cual<br />
irá Degollado, se internará en el monte; subirá por el einazo, y<br />
descenderá por el lado oriente hasta La Pila. Entretanto, la<br />
caballería, al mando de Berriozábal eerará hasta que los rifleros<br />
alcancen las alturas. Entonces proseguirá por el camino real hasta<br />
encontrar el convoy o hasta reunirse con Degollado en La Pila. La<br />
señal de que el Batallón de Rifleros ha logrado su objetivo será un<br />
toque de diana.<br />
No se conocen con exaitud los movimientos de la brigada desde El<br />
Portezuelo en a<strong>del</strong>ante, pero se infiere que caminó sin dividirse hasta<br />
llegar al puertecillo que da acceso a La Marquesa; fue aquí donde<br />
Degollado se separó de Berriozábal y tomó hacia el noreste, con<br />
rumbo a La Cima, y que reviró deués por una cañada honda,<br />
boscosa, que limita, por un lado, un cerro oblongo de poca altura, y<br />
por el otro las eminencias de Peña Pobre y Tepalcates.<br />
Deués de una angustiosa eera que anunció la presencia <strong>del</strong> enemigo<br />
oculto en el bosque, las tropas de Degollado aceleraron el ascenso y,<br />
deués de un encarnizado tiroteo, la descubierta al mando <strong>del</strong><br />
comandante Soberón logró llegar a la cima y, sin eerar más ordenó,<br />
precipitadamente, dar el toque de diana. Pero el enemigo tiroteó tan<br />
rudamente a quienes habían alcanzado la altura que, haciéndoles<br />
numerosos muertos y heridos, los puso en desbandada.
Línea 107<br />
Analizando objetivamente<br />
los documentos de la época,<br />
Berriozábal no queda exento de<br />
culpa en la muerte de Degollado.<br />
En efeo, hay más de un<br />
indicio para creer que el toque<br />
de diana, señal de que el camino<br />
de Las Cruces quedaba a salvo<br />
<strong>del</strong> ataque <strong>del</strong> enemigo, sólo<br />
existió en la imaginación de<br />
Berriozábal, quien en menos<br />
de un cuarto de hora de eera<br />
oyó un tiroteo y enseguida la<br />
diana prometida; pero debemos<br />
advertir, según el dicho de<br />
testigos presenciales, “que la<br />
diana únicamente la oyó el<br />
general Berriozábal”.<br />
Por otro lado, en el parte que<br />
este general rindió al ministro de<br />
Guerra, arroja sobre O´Haran la<br />
reonsabilidad de la muerte de<br />
Degollado, y afirma que<br />
desconocía el plan de guerra de<br />
éste. ¿Es posible que un general,<br />
que va como subalterno de otro,<br />
desconozca en el momento<br />
mismo de la acción, los planes<br />
guerreros de su jefe?<br />
Agrega Berriozábal, en el mismo<br />
parte que comentamos, que su<br />
caballería hubiese empleado<br />
cuatro horas y media en llegar<br />
hasta el lugar donde estaba<br />
acorralado Degollado. Quien<br />
conozca el antiguo trazo <strong>del</strong><br />
camino Toluca-México, en el<br />
tramo que va de Las Cruces a<br />
Cuajimalpa, tendrá que reconocer<br />
que esa afirmación no<br />
pasa de ser subterfugio. Pero hay<br />
más. En el informe que sobre la<br />
acción de Las Cruces rindió a<br />
Zaragoza el coronel Félix Vega,<br />
se acusa a Berriozábal, sin nombrarlo,<br />
de incumplimiento <strong>del</strong><br />
plan de campaña y, además, de<br />
condua poco militar.<br />
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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
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140<br />
Berriozábal, que había oído la señal convenida, reanudó de inmediato la<br />
marcha. Devoró rápidamente gran parte <strong>del</strong> camino. Ignoraba el<br />
desastre de Soberón e ignoraba también que en otro picacho habían<br />
quedado acorralados Degollado y De la Vega, sin parque y sin auxilios.<br />
En situación tan deseerada se envió al ayudante Perfeo Soto a pedir<br />
socorro a Berriozábal, pero cuando el emisario logró darle alcance era<br />
ya demasiado tarde. Quizá Degollado suponía que el general y<br />
gobernante lo estaba eerando en La Pila; pero no, se había<br />
a<strong>del</strong>antado tanto que Soto lo alcanzó casi llegando al Contadero.<br />
¿Por qué no eeró Berriozábal a Degollado, en el sitio convenido? ¿Qué<br />
razones lo obligaron a seguir a<strong>del</strong>ante?<br />
El cadáver de Degollado, expuesto a la befa de la soldadesca, fue<br />
conducido a lomo de mula, casi desnudo –lo habían deojado de sus<br />
botas y su uniforme– hasta Huixquilucan. En este lugar tropas <strong>del</strong> jefe<br />
reaccionario Gálvez lo sepultaron, a contrapelo <strong>del</strong> cura, en el atrio de<br />
la iglesia de San Antonio, precisamente en el costado norte <strong>del</strong> templo.<br />
El 5 de julio de 1862, sus restos fueron exhumados por el general<br />
Francisco Alcalde, que se encontraba de paso en Huixquilucan. Un<br />
soldado que había presenciado el entierro, señaló el sitio donde<br />
yacían los huesos, que deués fueron llevados a México, y<br />
reinhumados con todos los honores en el Panteón de San Fernando.<br />
Posteriormente, no se sabe por qué razones los familiares pidieron el<br />
traslado de los deojos al Panteón Británico, de la Tlaxpana. De este<br />
lugar fueron de nueva cuenta trasladados a la Rotonda de los<br />
Hombres Ilustres, el 15 de junio de 1961, durante el gobierno <strong>del</strong><br />
licenciado don Adolfo López Mateos.<br />
La muerte de Leandro Valle completa la otra cara <strong>del</strong> drama. En efeo,<br />
para vengar la muerte de Degollado, el general Valle salió de la ciudad<br />
de México el 22 de junio de 1861, como jefe de una brigada punitiva.<br />
El pequeño ejército llegó a Cuajimalpa como a las tres de la tarde, y<br />
en esta población Valle giró órdenes para que O´Haran y González<br />
Ortega se incorporaran a él con sus fuerzas, en Tenango o en el<br />
camino a Toluca, según la posición que tomara el enemigo.<br />
Al día siguiente, al deejarse la niebla de la montaña, la brigada<br />
emprendió el camino a Toluca; pero al llegar al Monte de Las<br />
Cruces fue atacada por el enemigo. A pesar de la superioridad<br />
numérica de éste, Valle presentó una tenaz resistencia, pero al final<br />
de cuentas fue derrotado.<br />
Huía Valle con rumbo a México, cuando antes de llegar a la desviación<br />
que conduce a Chimalpita, un indio a quien apodaban El Ixtle,
[ 094 ]<br />
142<br />
147<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
oriundo de San Francisco Xochicuahutla, y que vivió deués en el<br />
barrio de Ignacio Allende, le salió al general por la ealda,<br />
encañonándolo con una escopeta vieja, al mismo tiempo que llamaba<br />
a sus compañeros para que lo auxiliaran.<br />
El prisionero fue conducido hasta Las Cruces. Aquí, por las órdenes de<br />
Márquez, fue fusilado por la ealda, en el costado sur de un edificio<br />
que se conocía entonces con el nombre de “Casa de la Nación”. Otro<br />
indígena llamado José Gregorio, lo colgó de la rama de un árbol. De<br />
aquí lo rescataron para trasladar su cadáver a la capital de la república.
El general<br />
Plutarco<br />
González<br />
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LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
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n el poder, Santa Anna se quitó la máscara. Las eeranzas<br />
que el pueblo había puesto en él se desmoronaron. Los fueros<br />
y privilegios reducidos durante el gobierno progresista de 1833<br />
renacieron tenazmente como la mala hierba. Un ejército oneroso<br />
–noventa mil hombres, según los historiadores de la época– era una<br />
enorme hidra que devoraba la economía <strong>del</strong> país. Para sostener tan<br />
monstruosa máquina de opresión, lo mismo que el boato de una corte<br />
de mentirijillas, se multiplicaron las contribuciones; y se llegó hasta el<br />
ridículo de cobrar impuestos hasta por las ventanas de las casas. La<br />
voluntad <strong>del</strong> país fue entonces la voluntad caprichosa de un hombre o<br />
de una sola camarilla, la de su Alteza Serenísima, el omnipotente<br />
Antonio López de Santa Anna.<br />
Frente a tal estado de cosas, se levantó a todo lo largo y ancho <strong>del</strong> país una<br />
hoguera de descontento. En Guerrero, cuna de patriotas esclarecidos,<br />
indómitos, amantes de la justicia y la libertad, se pronunció el general<br />
don Juan Álvarez, enarbolando como bandera el Plan de Ayutla.<br />
En el departamento de México “la causa de la libertad había hecho una<br />
importante adquisición con el esforzado adalid don Plutarco<br />
González quien figuraba en 1855 al frente de las tropas” que<br />
combatían la diadura santanista.<br />
Plutarco González nació en Toluca en 1812. Fue humilde su cuna, según<br />
quienes lo conocieron de cerca. Desconocemos a qué aividades<br />
haya dedicado los primeros años de su juventud. Lo que se sabe de<br />
cierto es que ingresó a la milicia antes de los treinta años de edad. En<br />
efeo, en 1835, era teniente en la Segunda Compañía <strong>del</strong> Regimiento<br />
Aivo de México, <strong>del</strong> cual se separó por “licencia absoluta”, en<br />
diciembre de 1837. En este mismo año ingresa como miembro <strong>del</strong><br />
Partido Progresista opositor al santanismo. En 1841 secunda el<br />
pronunciamiento <strong>del</strong> general Gabriel Valencia, y en 1847 toma parte<br />
en algunas acciones contra el invasor norteamericano.<br />
Durante la Revolución de Ayutla hace aiva campaña combatiendo a la<br />
reacción en los distritos que hoy forman el sur <strong>del</strong> estado. Obtienen<br />
señaladas viorias como la toma de Zacualpan y la de Sultepec,<br />
efeuada en abril de 1855. Por cierto que este suceso:<br />
Dio ocasión a una de las muchas injusticias que solía cometer el<br />
gobierno diatorial con los infelices pueblos. Cuarenta vecinos de<br />
aquel distrito fueron presos y conducidos a la capital, por<br />
suponérseles culpables de las demostraciones que se habían hecho<br />
allí contra la tiranía. Sin más averiguación, y sin tener en cuenta las<br />
amarguras de sus familias desoladas, aquellos honrados y pacíficos<br />
ciudadanos, casi todos ladrones, fueron encerrados en Santiago<br />
Tlatelolco, donde permanecieron hasta fines de julio.
Línea 48<br />
Historia de la Revolución de<br />
México, contra la diadura <strong>del</strong><br />
General Santa Anna. México,<br />
1856, p. 195.<br />
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87<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Por su destacada participación en la Revolución de Ayutla, don Juan<br />
Álvarez otorga a Plutarco González el grado de General de Brigada.<br />
Con esta jerarquía asume la gubernatura <strong>del</strong> estado, el 19 de agosto de<br />
1855, y la abandona, por dimisión, el 6 de enero de 1857. Durante el<br />
breve ejercicio de su administración, colaboran con él distinguidos<br />
liberales como el general Berriozábal y el licenciado Manuel Alas,<br />
quienes más tarde llegaron también a gobernar el estado. Época<br />
convulsa en la que administra Plutarco González, no da lugar a<br />
grandes obras de beneficio social. Es, por tanto, la pacificación <strong>del</strong><br />
estado, el principal empeño de su mandato.<br />
El alto cargo que desempeñó, “en nada alteró su modestia caraerística.<br />
[dice uno de sus panegiristas] En efeo, el poder le sienta mal, y para<br />
que se pueda lograr el progreso <strong>del</strong> estado” dimite a su elevada<br />
misión. Quizá pensó, como otros esclarecidos generales, que podía<br />
servir mejor como soldado que como gobernante.<br />
Al dejar el poder, retorna Plutarco González al ejercicio de las armas, y<br />
muere el 31 de oubre de 1857. Días antes –el 22– se pronunció la<br />
guarnición de Cuernavaca. Fue a someterla, pero los rebeldes huyeron.<br />
Los persiguió y fue precisamente en la cuesta <strong>del</strong> Platanillo –antiguo<br />
puerto de entrada al valle de Iguala–, donde perdió la vida en el combate<br />
que le presentaron los hermanos Cobos y Vicario, que formaban<br />
parte de las fuerzas <strong>del</strong> general reaccionario José María Moreno.<br />
Su muerte, en opinión de un historiador nuestro, don Miguel Salinas, se<br />
debió a que no escapó con oportunidad por haberse empeñado en<br />
salvar personalmente a su amigo íntimo, el oficial Lauro Cárdenas.<br />
Casi inmediatamente deués de este suceso, la partida que lo había<br />
derrotado y muerto fue vencida a su vez por Negrete. Este jefe<br />
levantó el campo y llevó el cadáver de don Plutarco a Cuernavaca. En<br />
este lugar fue embalsamado y posteriormente traído a Toluca por sus<br />
ayudantes Zavaleta, Peralta y Zimerman.<br />
Existe un folleto rarísimo, que no pude consultar, en donde se narran las<br />
peripecias <strong>del</strong> traslado. Empero, no es aventurado afirmar que éste se<br />
hizo por el antiguo camino de herradura que, pasando por Chalma y<br />
Malinalco, comunicaba a Cuernavaca con Tenancingo.<br />
El cadáver <strong>del</strong> eminente liberal fue sepultado, pese a la oposición <strong>del</strong> cura<br />
Merlín, en el antiguo cementerio de San Diego. En 1861, el gobierno<br />
<strong>del</strong> estado, presidido a la sazón, interinamente, por Manuel Alas,<br />
colocó una lápida en su tumba. Finalmente, en mayo de 1895, sus restos<br />
fueron exhumados, expuestos a la veneración pública en el Salón de<br />
Cabildos <strong>del</strong> Panteón General, en donde siguen hasta la fecha.
José Vicente<br />
Villada<br />
Línea 27<br />
En 1887 era Villada direor <strong>del</strong><br />
diario El Partido Liberal. Lanzó<br />
entonces la iniciativa para que<br />
toda la prensa liberal<br />
conmemorara el vigésimo<br />
quinto aniversario de la muerte<br />
<strong>del</strong> Benemérito. La iniciativa<br />
fue acogida con entusiasmo, y<br />
se llevó a cabo una manifestación<br />
pública en la que tomaron<br />
parte connotados personajes de<br />
la época, direivos y redaores<br />
de más de cuarenta periódicos,<br />
y el pueblo en general. De este<br />
modo, José Vicente Villada se<br />
convirtió en el iniciador <strong>del</strong> culto<br />
nacional a Juárez. Así se explica<br />
por qué cuando fue gobernador<br />
<strong>del</strong> estado, las ceremonias<br />
conmemorativas <strong>del</strong> 18 de julio,<br />
alcanzaron una extraordinaria<br />
solemnidad.<br />
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Ae ignora cuándo vino al mundo José Vicente Villada. ¿Fue<br />
en 1840? ¿Fue en 1842? Lo que se sabe de fijo es que nació en<br />
la ciudad de México y que murió en Toluca, el 6 de mayo de<br />
1904. Fue comerciante, tipógrafo, periodista, militar liberal y<br />
gobernador <strong>del</strong> Estado de México. Gobernador benemérito<br />
durante quince años.<br />
Fulgurante fue Villada. Entró en el ejército como subteniente. Fue<br />
hecho prisionero en el sitio de Puebla, pero logró evadirse cuando<br />
era conducido a Veracruz. Tomó parte aiva en la guerra de<br />
intervención en Michoacán. Se distinguió heroicamente en el ataque<br />
a Morelia, en 1863, rescatando una bandera que había caído en<br />
manos <strong>del</strong> enemigo. Como premio a esta intrepidez, el general<br />
Berriozábal lo ascendió a comandante. En 1865 derrotó en Los Reyes<br />
al coronel Banderback, jefe de una columna de zuavos. Al entrar<br />
triunfante en Tacámbaro fue herido en la cabeza. En el albazo de<br />
Méndez fue hecho prisionero en compañía de los generales Arteaga<br />
y Salazar, y conducido con éstos y numerosos oficiales, a pie, a<br />
Uruapan, por un escabroso camino de 122 kilómetros de largo. El<br />
general Riva Palacio lo canjeó por un grupo de belgas. Volvió de<br />
nueva cuenta a la brega y por méritos a favor de la causa liberal, llegó<br />
a obtener el grado de General Brigadier.<br />
No sólo como militar se distinguió Villada; también como político. Fue,<br />
en varios periódos, diputado al Congreso de la Unión. Organizó<br />
entonces la primera gran manifestación a la memoria <strong>del</strong> Benemérito<br />
de las Américas. En sus ausencias de la Cámara como representante<br />
popular, dirigió La Revista Universal y El Partido Liberal. Defendió<br />
en ellos a Lerdo de Tejada, no importa que deués terminara –¡cosas<br />
de la política!– siendo partidario de Porfirio Díaz.<br />
El porfirismo, dicho a contrapelo de los panegiristas de la Revolución,<br />
dio excelentes gobernadores. Uno de ellos fue el general Villada.<br />
Mucho realizó en todos los ramos de su administración. Brilló en<br />
todas las facetas. Sin embargo, fue en tres donde alcanzó mayor<br />
lucimiento: como urbanista; como filántropo, y como proteor de la<br />
clase obrera:<br />
Emprendió y llevó a feliz término [dicen sus apologistas] obras que<br />
no podrá destruir el tiempo […] como el Palacio Legislativo, el<br />
Palacio de Gobierno, el Municipal, la hermosa Finca de la<br />
Exposición, el Hoital, el Instituto Científico, que modificó y<br />
mejoró, la Escuela Industrial, la correccional de hombres y la de<br />
mujeres, la Casa de Maternidad, el Asilo de Mendigos, la Escuela<br />
Normal para Profesoras, la Escuela de Artes y Oficios para Varones,<br />
el Departamento de Ingeniería, la magnífica <strong>Biblioteca</strong>, las oficinas<br />
<strong>del</strong> Consejo Superior de Salubridad, los tívolis para obreros.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
En efeo, Villada abrió calles –el Paseo Colón fue obra suya– trazó<br />
jardines, erigió edificios, levantó monumentos… Fue uno de los más<br />
grandes urbanistas de Toluca.<br />
Villada fue magnánimo, bondadoso, caritativo. No quería que los<br />
hombres bebieran alcohol; pero quería que los niños tomaran leche.<br />
Para lograr su deseo formó la sociedad denominada La Gota de Leche:<br />
Se dirigió personalmente [dicen sus partidarios], a todos los dueños<br />
de establos, solicitando de ellos la cantidad de aquel líquido que<br />
buenamente quisieran darle, sin detrimento de sus intereses, y así<br />
reunía la cantidad bastante para que se distribuyera entre más de<br />
quinientos niños pobres de la ciudad, distribución que hacían<br />
señoras y señoritas de lo más granado de Toluca, las cuales se<br />
turnaban para concurrir al Palacio Municipal a efeuar el reparto,<br />
en las primeras horas de la mañana, diariamente, bajo la vigilancia<br />
<strong>del</strong> propio gobernador, sin más requisito, que el que fueran a<br />
recibirla los niños, solos o acompañados de sus padres, o de las<br />
personas encargadas a su cuidado.<br />
Cuando por enfermedad los niños no podían recoger su leche, bastaba<br />
una constancia de su falta de salud, otorgada gratuitamente por los<br />
médicos <strong>del</strong> Consejo de Salubridad, para que pudieran recibirla por<br />
ellos otras personas. Esos médicos analizaban la leche antes de<br />
distribuirla, y tenían obligación de curar gratuitamente a los infantes<br />
antes de proporcionarles medicinas.<br />
Villada amaba entrañablemente a los niños. Cuando soechaba que<br />
algunos huérfanos no serían debidamente atendidos en los<br />
centros de beneficencia que él había fundado, los llevaba a vivir a<br />
su casa; los sentaba a su propia mesa, y los vestía y educaba a “sus<br />
expensas particulares”.<br />
Fue el general Villada un gran benefaor de la clase obrera. Sus leyes<br />
en defensa <strong>del</strong> trabajador en casos de accidentes laborales son de<br />
una modernidad asombrosa, y le acarrearon en su tiempo el<br />
calificativo de socialista. Para regenerar a la clase obrera y alejarla<br />
<strong>del</strong> alcoholismo, fundó en Toluca el tívoli para obreros. Fue el<br />
primer gobernante en la república que emprendió una campaña<br />
contra el vicio. El tívoli proporcionaba diversiones sanas y gratuitas<br />
a los trabajadores y sus familias; teatro, aos circenses, pláticas<br />
educativas…<br />
La idea de ese tívoli –dice un anónimo panegirista– fue suya<br />
exclusivamente, la llevó a cabo venciendo toda clase de obstáculos y,<br />
una vez realizada, la fomentaba en persona. Los domingos y días<br />
festivos se deojaba de la ceremoniosa levita y <strong>del</strong> sombrero de copa,
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115<br />
LIBERALISMO Y LIBERALES EN EL E STADO DE M ÉXICO<br />
y vestido sencillamente… para asimilarse mejor a la indumentaria de<br />
los obreros, “de mis obreros”, como los llamaba cariñosamente:<br />
[…] Iba a mezclarse con ellos y estrechaba sus encallecidas manos y<br />
les hablaba, tuteándolos, por sus nombres, y les reñía afablemente<br />
cuando no habían concurrido a la fiesta anterior, y junto con ellos<br />
tomaba el refresco y asistía a la representación teatral y a la función<br />
acrobática y al baile campestre, siendo el primero en llegar y el<br />
último en retirarse de aquel honrado centro de reunión.<br />
En la esfera de la enseñanza el influjo de Villada es también muy digno<br />
de tomarse en cuenta. Su Ley Única de Enseñanza, expedida el 19 de<br />
junio de 1890, es un mo<strong>del</strong>o en su género. Establecía esta ley la<br />
obligatoriedad de la instrucción primaria, concedía acción popular<br />
para la vigilancia de las escuelas, señalaba penas a los padres y tutores<br />
que no cumplieran con el precepto de proporcionar instrucción a los<br />
niños, otorgaba premios a los preceptores que se distinguieran en la<br />
enseñanza, y les daba derecho a recibir su jubilación, de acuerdo con<br />
sus años de servicio.<br />
Por todo lo anterior, y además por lo que se nos ha quedado en el<br />
tintero, en 1895 el general José Vicente Villada fue declarado<br />
Benemérito <strong>del</strong> Estado de México. Digno ejemplo de lo que debe<br />
hacer un pueblo con los gobernadores que saben servirlo con<br />
honradez, con lealtad y con amor.
alfonso sánchez garcía
Triunfo de<br />
la Revolución<br />
de Ayutla.<br />
Constituyentes<br />
de 1857<br />
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uan álvarez, tomás Moreno, Florencio Villareal, Ignacio<br />
Comonfort, provocan la Revolución de Ayutla, pero no son en<br />
manera alguna sus ideólogos. Tomás Moreno fue analfabeto,<br />
Juan Álvarez apenas sabía leer y escribir, Villareal era un sacerdote de<br />
costumbres demasiado castrenses, Comonfort, si acaso, podía<br />
considerarse medianamente culto, a pesar de que su educación era<br />
eminentemente clerical.<br />
Juan Álvarez tenía muchas cuentas pendientes con la diadura centralista<br />
y conservadora que parecía burlarse cínicamente de los hombres <strong>del</strong> sur.<br />
En su último gobierno, el cojo Santa Anna, pone de ministros de<br />
Relaciones nada menos que a Lucas Alamán, el asesino inteleual<br />
de Vicente Guerrero y que se pasaba la vida preconizando una muerte<br />
igual para Juan Álvarez.<br />
Si se rasca hasta el fondo de la revolución, se verá que la iniciaron intrigas<br />
de tipo personalista, una larga cadena de crímenes y deseos de venganza<br />
como el extraordinario caso de don Faustino Villalva, <strong>del</strong> propio Moreno,<br />
los crímenes cometidos contra la familia de Álvarez, etcétera. Lo<br />
importante de estos caudillos es que se alían con la revolución<br />
inteleual, es decir, la vieja semilla de Mora, Zavala y Gómez Farías<br />
ya había dado fruto en sus mentes agrarias. Siempre les habían ganado<br />
la mano, porque ellos no sabían discutir leyes, porque no sabían manejar<br />
los instrumentos de la palabra, porque eran incapaces de desenvolverse<br />
con éxito en medio de las intrigas <strong>del</strong> gabinete. Pero en todas estas<br />
argucias parecían haber resultado unas fieras don Benito Juárez, don<br />
Melchor Ocampo, Prieto, el terrible Ramírez, el apocalíptico Zarco y<br />
su camada de cachorros de la talla de Altamirano y León Guzmán.<br />
La primera etapa fue en honor de los viejos guerrilleros federalistas,<br />
eecialmente <strong>del</strong> sur y de Michoacán. En ella encontró la muerte<br />
infausta, con exhibición de cabeza, el héroe michoacano, con grandes<br />
ligas en el Estado de México, don Gordiano Guzmán; también lucharon<br />
bravamente don Antonio Díaz Salgado, don Epitafio Huerta y otros de<br />
la vecina entidad tarasca que decidieron al campesino de Sultepec; y don<br />
Plutarco González tomó las armas en pro de la causa de la federación.<br />
Al mismo tiempo don Antonio Castañeda, que se había pronunciado<br />
por el rumbo de Zacualpan, infringía serios reveses a los santanistas,<br />
colaborando en muchas ocasiones con Díaz Salgado.<br />
Ante el embate frontal de los liberales, el gobierno no podía sostenerse<br />
mucho; en abril de 1855 ya sólo contaba con algunas plazas en el país<br />
y todos los estados habían entrado en efervescencia.<br />
En el Estado de México la causa de la libertad había hecho una<br />
importante adquisición con don Plutarco González que, desde el
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
principio <strong>del</strong> año, figuraba al frente de las fuerzas pronunciadas en<br />
ese departamento. Zacualpan y Sultepec no pudieron escaparse de<br />
ser tomadas por tan bizarro jefe, quien extendiendo sin cesar el área<br />
de sus operaciones llegó a poner en grandes aprietos a Toluca.<br />
Nacía también para la historia, luchando en Michoacán y México, el<br />
ilustre caudillo Santos Degollado.<br />
La Revolución de Ayutla fue un levantamiento popular. Nació de las<br />
guerrillas surianas, pero pronto tuvo el apoyo incondicional de todo el<br />
pueblo. Eecialmente, los mejores inteleuales <strong>del</strong> país se pusieron a<br />
las órdenes <strong>del</strong> federalismo. Incluso los tibios, como don Mariano Riva<br />
Palacio, que estuvo a punto de dar con sus huesos en la cárcel, debieron<br />
convencerse de que la verdad estaba <strong>del</strong> lado de los liberales puros.<br />
Por lo que toca al Plan de Ayutla, proclamado el 1º de marzo de 1854 y<br />
corregido en parte en Acapulco, cuando se sumaron a él Ignacio<br />
Comonfort y Juan Álvarez, sólo perseguía con un sentido claro el<br />
derrocamiento de Santa Anna y su diadura, la vuelta a la legalidad<br />
constitucional y el reconocimiento pleno que tiene el pueblo de escoger<br />
su mejor forma de gobierno y leyes, a través de sus representantes.<br />
Su evolución histórica es lo que interesa. Para fortuna de la patria, el<br />
siniestro caudillo jarocho salió rumbo a Veracruz el 9 de agosto de<br />
1855, se embarcó y por fortuna no se le volvió a encontrar durante<br />
algunos meses en el ámbito político <strong>del</strong> país. Rápidamente, Plutarco<br />
González se presentó en Toluca el 15 de agosto y fue designado<br />
gobernador provisional el 19.<br />
Todavía los liberales tibios, mal parchados al Plan de Ayutla, trataron de<br />
maniobrar y en México se amotinó la Guardia Militar y obligaron al<br />
comandante Díaz de la Vega a que convocara a los representantes de<br />
los estados y se eligiera presidente interino. El albazo triunfó y don<br />
Martín Carrera, liberal moderado, fue eleo presidente.<br />
Sin embargo, el tiempo de las maniobras había tocado su fin. Los<br />
revolucionarios <strong>del</strong> sur no se dejaron engañar, adujeron que la<br />
Revolución de Ayutla señalaba un jefe y que este jefe no podía ser<br />
otro que don Juan Álvarez. Comonfort convocó a otras elecciones en<br />
Cuernavaca (todavía <strong>del</strong> Estado de México) bajo la estria protección<br />
de Plutarco González.<br />
Esta vez los liberales puros salieron a<strong>del</strong>ante. No sólo sacaron a don<br />
Juan Álvarez en la presidencia, sino que llevaron a su gabinete a los<br />
siguientes personajes, cuyos nombres hablan por sí: Melchor<br />
Ocampo en Relaciones, Benito Juárez en Justicia, el honradísimo<br />
Guillermo Prieto en Hacienda, y en Guerra, naturalmente, don
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Ignacio Comonfort, cuya candidatura empezaban a trabajar los puros<br />
seducidos por sus dotes de militar y diplomático. Recuérdese que fue<br />
Comonfort quien estuvo en los Estados Unidos para tramitar la ayuda<br />
de los exiliados en ese país.<br />
Pronto cayeron las caretas. Comonfort se declaró “moderado” poniendo<br />
una terrible zancadilla a Melchor Ocampo, quien tuvo que renunciar<br />
a su ministerio a fines de ese mismo mes de agosto. El resto de los<br />
puros maniobraron rápidamente y se juntaron alrededor de Juan<br />
Álvarez. Había terminado la guerra con olor a pólvora y empezaba la<br />
guerra con olor a tinta. La reacción dominada por el momento,<br />
trataría de aprovecharse de la debilidad de los tibios, pero los<br />
radicales no estaban diuestos a dejarse engañar otra vez.<br />
Juárez se a<strong>del</strong>antó a la mesa, pegó la primera bofetada y se montó en su<br />
macho. De ahí en a<strong>del</strong>ante sólo habrían de seguirle los que eran tan<br />
recios y tan intransigentes como él.<br />
El propio Estado de México no brilla con elendor en la lucha armada.<br />
Sus hombres no dieron la pelea grande en los campos de batalla,<br />
porque estaban preparándose para dar la pelea gris y sin laureles de la<br />
política. Antes debemos apuntar que Juan Álvarez, anciano y<br />
titubeante, dio lugar a que se escindiera el partido y se pusieron<br />
frente a frente el seor puro y el moderado. Sólo que los puros no<br />
estaban aún listos para el asalto al poder; Juárez tiró una carta y la<br />
perdió, decretando como ministro de Justicia la desaparición de los<br />
fueros religioso y militar.<br />
Fue la bomba de tiempo que acabó a Juan Álvarez. Por un lado, la propia<br />
Revolución de Ayutla no había tocado su fin y, por el otro, los<br />
conservadores clericales comenzaron a levantarse en armas en<br />
Guadalajara y Puebla.<br />
En diciembre de 1855, renunció Álvarez y ocupó la presidencia<br />
Comonfort con un gabinete de moderados: Lafragua, Luis de la Rosa,<br />
Manuel Payno, Siliceo y otros que habían andado lo mismo en las<br />
camarillas liberales que en las conservadoras. Juárez se guardó su<br />
decreto y recibió, como consolación, la gubernatura de Oaxaca, desde<br />
donde estuvo preparando nuevos golpes.<br />
Los reaccionarios clericales, que habían dejado de creer en todo, menos<br />
en sí mismos, no dejaron de hostigar a Comonfort pese a que se<br />
desembarazó de los puros. Al contrario, Puebla se convirtió en un<br />
hervidero de acuciadas pasiones por el cura Pelagio Labastida y el<br />
reaccionario Haro y Tamariz. El Presidente, en lo personal, los batió<br />
en Puebla y decretó la primera confiscación de bienes clericales que<br />
debía servir de base a la llamada Ley Lerdo. La curia no le perdonó a
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Comonfort esta “vileza”. Deués, cuando se echó en brazos de la<br />
curia, hasta su mamá debía regañarlo por estas infidencias a la Santa<br />
Iglesia Católica.<br />
Pero al mismo tiempo se reunió el Congreso Constituyente que debía<br />
determinar la forma de gobierno definitiva y redaar la ley<br />
correondiente. No se discutió el federalismo, pero sí la<br />
Constitución. A la sombra de Plutarco González habían conseguido<br />
llegar a la Cámara algunos personajes <strong>del</strong> liberalismo más extremo,<br />
así como otros que se nivelaban en la balanza de lo moderado.<br />
León Guzmán se significó entre los puros, igual que Isidoro Olvera. Los<br />
otros representantes fueron: Antonio Escudero, José L. Revilla, Julián<br />
Estrada, J. de la Peña y Barragán, Esteban Páez, Rafael María<br />
Villagrán, Francisco Fernández de Alfaro, Justino Fernández, Eulogio<br />
Barrera, Manuel Romero Rubio, Manuel de la Peña y Ramírez y<br />
Manuel Fernando Soto.<br />
Rodolfo García dice, en sus referencias al constituyente:<br />
Haciendo un análisis de su auación (de los diputados provincianos)<br />
encontramos que Isidoro Olvera y León Guzmán fueron los más<br />
conicuos. Los demás, aunque brillantes en otros aeos,<br />
contribuyeron poco y algunas veces se opusieron a las avanzadas<br />
ideas que campeaban en el proyeo de Constitución.<br />
Arizcorreta y Prisciliano Díaz González, que intervienen con<br />
frecuencia en los debates y aun en la redacción <strong>del</strong> nuevo Código,<br />
en virtud de sus irrefutables conocimientos jurídicos, no eran<br />
diputados propietarios. Pero hay que advertir que en esos tiempos<br />
trabajaban lo mismo los propietarios que los suplentes, aunque<br />
estos últimos no tenían voto.<br />
Una auación trascendental la tuvo el tenangueño León Guzmán en el<br />
momento en que el reaccionario Marcelino Castañeda promovió una<br />
moción en el sentido de que no hacía falta la redacción de una nueva<br />
Carta Magna, que era suficiente con volver al mamotreto de 1824, al<br />
cual los reaccionarios consideraban bueno precisamente porque jamás<br />
había servido para gobernar nada. Fue Arizcorreta quien hizo la<br />
proposición. En ese instante Guzmán se agigantó en su breve figura,<br />
realizando una formidable defensa <strong>del</strong> progreso y de la necesidad de un<br />
nuevo estatuto que incluyese ideas legislativas más avanzadas. Lo<br />
secundaron Ramírez, Ocampo, Prieto y otros extremistas, y por poco<br />
margen se pudo salvar la Constitución de 1857.<br />
Para comprender mejor esta circunstancia, es necesario juzgar las cosas<br />
desde el punto de vista <strong>del</strong> origen político de León Guzmán.
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Habiéndose recibido en el Colegio de San I<strong>del</strong>fonso, en México,<br />
Arizcorreta le dio oportunidad de hacer su práica de juzgar en<br />
Toluca, de doorarse y de tener una colocación como secretario<br />
escribiente <strong>del</strong> constitucional de 1841. Deués formó parte <strong>del</strong><br />
congreso liberal que disolvió Ceballos.<br />
Mientras don Ezequiel Montes huía, ante la presencia de los genízaros,<br />
Guzmán abordó la presidencia y puso en orden al resto de los<br />
representantes. Abandonaron el local sin violencia. Pero Guzmán y<br />
Olaguíbel maniobraron para seguir las <strong>del</strong>iberaciones en la casa de<br />
este último.<br />
Todo ello significa que el interés primario de Guzmán estaba en el<br />
pueblo. Supusieron sus enemigos que lo tendrían de su parte si<br />
lanzaban el proyeo a través de quien había sido proteor de<br />
Guzmán. Pero fallaron. De Eulogio Barrera dice Rodolfo García que<br />
fue el que más veces tomó la palabra pero que todas sus auaciones<br />
fueron superficiales.<br />
A quien reserva un sitio eecial el escritor toluqueño es a Isidoro<br />
Olvera, a quien juzga uno de los más talentosos y sabios legisladores<br />
que intervinieron en el histórico debate. Se opone a la pena de<br />
muerte argumentando razones que todavía son válidas hoy; no<br />
quiere el voto direo para las masas, porque piensa razonablemente<br />
que no diarán su voluntad sino la de sus muchos pastores. Se<br />
opone a la propiedad con criterio francés (Diderot) calificándola de<br />
ilegal, si, en el caso de la tierra, sobrepasa a la extensión que puede<br />
servir para el suficiente mantenimiento de una familia y preconiza la<br />
necesidad de una reforma agraria que los campesinos deberán<br />
conseguir alguna vez.<br />
La Constitución de 1857 se formuló con timidez. Ni siquiera se atrevió a<br />
ser completamente laica, no se le pudieron incluir asuntos como la<br />
libertad de creencias ni las leyes reformistas más avanzadas. Se quedó<br />
realmente a medias. Más tarde Juárez tendría que meter el<br />
reformismo dentro de la Constitución, en Veracruz y en el momento<br />
más deseerado de su carrera.<br />
Se juró el 5 de febrero de 1857 siendo Gómez Farías presidente de la<br />
Cámara, a quien llevaron cargando, y secretario de ella, don León<br />
Guzmán. Ahí estaba el presidente Comonfort jurándola. Todo<br />
parecía correr sobre ruedas en la política, aunque en lo militar las<br />
sublevaciones seguían proliferando. Sobre esa base Comonfort volvió<br />
a ser eleo presidente, ahora para un período constitucional de<br />
cuatro años. Esta vez los puros maniobraron hábilmente y<br />
consiguieron acomodar a don Benito Juárez nada menos que en la<br />
Suprema Corte de Justicia.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Con ser una revolución blanda, aun para su época, la de 1857 tuvo la<br />
virtud de aterrorizar a los curas y enardecer a sus corifeos. Desde que<br />
se estableció, los clericales se negaron a aceptarla. Los motines por el<br />
lema de “religión y fueros” comenzaron a oírse en todas partes. Y<br />
empezó la cruenta Guerra de Tres Años, la más feroz, la más terrible<br />
y sangrienta que habrá de registrar el convulsionado siglo XIX en<br />
nuestra patria
El estado,<br />
botín de Ayutla<br />
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t<br />
l último de los ciudadanos <strong>del</strong> Estado de México, tiene la<br />
necesidad de formular ante vuestra soberanía en un voto<br />
particular la defensa de ese desgraciado estado a quien más<br />
de una vez se ha hecho aparecer como el rico botín obtenido por la<br />
Revolución de Ayutla”.<br />
Las anteriores palabras <strong>del</strong> calimayense Prisciliano María Díaz González<br />
constituyen una excelente pista para comprender una de tantas<br />
razones por las cuales nuestra entidad fue sufriendo muy sensibles<br />
mermas de territorio en el curso de su procelosa historia.<br />
“El botín de Ayutla”, en primer lugar, porque se le consideraba un<br />
estado al que la fortuna había legado, desde la Colonia, las más<br />
cuantiosas e inagotables riquezas; en segundo lugar, porque se juzgó<br />
en el Constituyente de Comonfort, que la defensa <strong>del</strong> territorio,<br />
realizada, eecialmente por toluqueños, carecía de fundamentos<br />
legales y hasta morales; el propio Ramírez hizo amplia referencia a<br />
la falta de aividad revolucionaria <strong>del</strong> valle toluqueño, ya que ni<br />
había podido hacer aun el menor intento de detener la ola guerrera<br />
norteamericana, dejando que la capital cargara sola con el peso<br />
total de la contienda.<br />
De manera que durante el debate realizado para integrar debidamente la<br />
federación de entidades libres y soberanas, cayó sobre nuestro<br />
territorio el peligro de numerosas guadañas que trataban de<br />
seccionarlo, lo mismo en provecho de los seores reaccionarios<br />
deseosos de gloriar a Iturbide, que de los guerrerenses vencedores que<br />
pretendían cobrar su sangre y esfuerzos a costillas exclusivamente de<br />
nuestra entidad. Sigamos leyendo el voto particular de Díaz González:<br />
Casi día por día, señor, he tenido que luchar en la comisión en contra<br />
de las pretensiones terribles que por todas partes se han oído en<br />
contra <strong>del</strong> Estado de México. A favor de Querétaro se deseaba el<br />
distrito de Tula; los interesados por el estado <strong>del</strong> Valle, pretendían los<br />
distritos de Texcoco y Tlalnepantla; los <strong>del</strong> proyeado de Iturbide el<br />
de Huejutla y por último el estado de Guerrero, los de Cuautla y<br />
Cuernavaca. Perderá mi estado todo lo que se quiera; morirá, señor,<br />
tarde o temprano sucumbiendo al poder, al influjo de las<br />
pretensiones; pero llegada esta vez no faltará alguno de sus hijos que<br />
diga, parodiando las palabras <strong>del</strong> valiente defensor de Cartago<br />
dirigidas a Polibio: ‘Temo por otro de los estados de la República’.<br />
El licenciado Antonio Huitrón, Rodolfo García y otros juristas y escritores<br />
que han tratado con más o menos amplitud el asunto,<br />
coinciden en señalar una curiosa circunstancia: en 1852 el Estado de<br />
México había sido el único de la federación que presentaba un<br />
superávit en sus arcas. Tanto que el propio Díaz González debate
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
direamente la cuestión en su voto dirigido al presidente <strong>del</strong><br />
Congreso Constituyente:<br />
Por otra parte, señor, ¿quién podría decir con buena fe que las<br />
poblaciones <strong>del</strong> Estado de México están en apogeo porque tenía éste<br />
un soberano en sus arcas el año de 1852? No hay más, señor, que ver,<br />
ya no quiero decir a los pueblos distantes que no conocerán muchos<br />
señores diputados, sino al menos, a los que pueden observar en los<br />
caminos que conducen a esta capital.<br />
El hecho de que algunas administraciones honradas, como la <strong>del</strong><br />
maestro Olaguíbel, de don Mariano Arizcorreta y don Mariano Riva<br />
Palacio, hubiesen auado con probidad, incrementando los ingresos<br />
estatales, en ocasiones en prejuicio de los municipios, para tener en<br />
1852 unos centavos de sobra, había excitado grandemente las<br />
ambiciones de sus vecinos. Es el eterno caso <strong>del</strong> grande y fuerte al<br />
que varios chicos emprenden la tarea de quitarle, hasta que lo dejan<br />
más chico y pobre que ellos.<br />
Reeo a los guerrerenses decía Díaz González:<br />
Yo no desconozco, señor, los muy buenos servicios que prestó este<br />
estado en contra de la tiranía, desearía que todos los estados procuraran<br />
repararle los mayores perjuicios que sufrió para obtener la libertad<br />
que hoy disfruta; pero que no sea el Estado de México el que con<br />
perjuicio incalculable se vea obligado a presentar todos los medios de<br />
remediar esos males.<br />
Díaz González no era un luchador liberal puro, era simplemente un<br />
gran jurista enamorado de la ley. Fue quien de manera más<br />
decidida, vigorosa y formal, realizó la defensa de nuestro territorio<br />
en un momento en que la cuestión presentaba demasiadas<br />
complicaciones y einas.<br />
Pero ¿cuál fue la auténtica raíz de todos estos problemas? Ya señalamos<br />
al principio que la desafortunada medida de someter a México, la<br />
ciudad, al tratamiento de territorio, lo puso totalmente bajo la tutela<br />
de la federación y se negó para siempre a sus hombres al ejercicio de<br />
los más elementales derechos de ciudadanía, cierto es que entonces<br />
sometidos a la pérdida de sus derechos municipales y estatales,<br />
resultaba demasiado bochornosa.<br />
¿Cuáles eran las soluciones que se plantearon en 1857?:<br />
1. Que el Distrito Federal, con su jurisdicción de entonces, cerca de<br />
1,500 kilómetros cuadrados, se convirtiera en estado libre. Esta<br />
medida, en cierta forma, no acarreaba perjuicios para nuestra
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entidad, aunque sí para Querétaro, pues se pensaba en la ciudad “o en<br />
todo el estado”, a fin de trasladar a esa zona los poderes federales.<br />
2. Que se formara el estado <strong>del</strong> Valle de México, con capital en México,<br />
agregando al territorio metropolitano los de los distritos de Texcoco y<br />
Tlalnepantla. En ese caso, también la capital iría a dar a Querétaro.<br />
3. Que se devolviera su capital al Estado de México, es decir, la ciudad<br />
de México, pasando los poderes federales a Querétaro o a cualquier<br />
otra localidad, incluso Texcoco o Chalco. Claro que la mención de<br />
Querétaro compaginaba con el deseo de algunos legisladores de que<br />
el Distrito Federal quedara más al centro <strong>del</strong> país.<br />
La única medida que podía beneficiarnos era la última. Pero ni se<br />
mencionó en el Congreso, aparte de que ya se habían puesto oídos<br />
sordos a la solicitud de los ciudadanos <strong>del</strong> estado en el sentido de que<br />
se restituyera a la entidad su capital natural. En cambio las dos<br />
primeras propuestas se barajaron hasta el cansancio.<br />
Los liberales: Ramírez, Zarco, Prieto y otros, partieron en sus alegatos<br />
de la defensa virtual de la población capitalina. Para ellos era<br />
inevitable la creación de una nueva entidad con el nombre de<br />
“estado <strong>del</strong> Valle de México”, incluyendo Tlalnepantla, Texcoco y<br />
aun se perdían Cuautitlán y Chalco y otros distritos cercanos al DF.<br />
Huitrón demuestra que no le interesó un comino nuestra entidad,<br />
al contrario, tronaron contra Toluca, señalando en eecial su<br />
lejanía de los distritos aludidos y la torpeza y lentitud como las<br />
autoridades manejaban sus negocios en esas lejanas jurisdicciones;<br />
en cambio Texcoco y Tlalnepantla quedaban a un paso de distancia<br />
de la capital.<br />
Trataban también de desvirtuar el criterio de los conservadores que habían<br />
terminado por echarle a la “sibarítica ciudad”, todos los vicios y defeos<br />
de la república. Naturalmente, gracias a que los ultraliberales se<br />
pusieron en contra de nuestro estado, los conservadores terminaron<br />
por tomar su defensa. Al final de cuentas se estableció un decreto<br />
estilo perogrullo que ni quitó ni agregó nada, en ese momento, a<br />
nuestra extensión territorial.<br />
Hay que advertir que en esa ocasión, otro de los hombres, que aún<br />
siendo <strong>del</strong> DF, defendió encarnizadamente al estado, fue don Isidoro<br />
Olvera también presentando su voto particular. Esta defensa fue<br />
doble, porque al mismo tiempo que reconocía los derechos de los<br />
capitalinos, planteaba la injusticia de resolverlos a costillas de nuestra<br />
ya desmembrada entidad.<br />
Al fin de cuenta la cuestión se redujo a lo siguiente:
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
No se decretó que Querétaro fuese la capital de la república y menos<br />
todo el estado, lo cual fue puesto en evidencia por los liberales como<br />
una estupidez, pero tampoco se les regaló Tula a los queretanos.<br />
No se creó el estado de Iturbide, que habría sido un ridículo.<br />
Tampoco se concedió a los guerrerenses Cuautla y Cuernavaca, ya<br />
que aparte de debilitar al estado, se hubiese fortalecido en demasía a<br />
Juan Álvarez, y si de lo que se trataba era de evitar la presencia de<br />
estados ricos en el concierto de pobres o de estados poderosos<br />
capaces de someter a los pequeños, entonces fortalecer más a<br />
Guerrero resultaba un contrasentido. Máxime si hubiese tratado de<br />
deojar alguna vez a sus vecinos o de imponerles su política. En ese<br />
caso hubo otras entidades que siempre se creyeron reoras <strong>del</strong><br />
destino nacional, sin ir más lejos Veracruz, Puebla o Jalisco.<br />
Y para lavarse las manos, la comisión diaminadora <strong>del</strong> aeo<br />
geográfico determinó la creación <strong>del</strong> nuevo estado <strong>del</strong> Valle de<br />
México, exclusivamente con el territorio abarcado por la capital y con<br />
la condición irrecusable de que, antes de formarse la nueva entidad,<br />
debían salir <strong>del</strong> centro los poderes federales.<br />
De modo que mientras no salgan, no hay nuevo estado. Ya veremos que<br />
los Constituyentes de 1917, dando también una fabulosa vuelta de<br />
campaña, tornan a dejar las cosas en su sitio. Habrá Estado <strong>del</strong> Valle<br />
deués que la capital salga de México.<br />
Hay que advertir que si el corte se hubiese hecho en 1857, de todos<br />
modos le hubiese quedado una extensión considerable al Estado de<br />
México, incluyendo los que poseen hoy Hidalgo y Morelos. Si el corte<br />
se realizara en la aualidad, agregando, según lo dione el<br />
Constituyente de 1917, los distritos de Texcoco, Chalco, parte de<br />
Tlalnepantla, Cuautitlán, Otumba y Jilotepec, al <strong>del</strong> Valle, nuestro<br />
estado quedaría reducido a la peor de las miserias.<br />
También es de notarse el hecho de que durante el Constituyente de 1857<br />
se preparó la segregación, ya muy próxima, de Hidalgo y Morelos,<br />
prefigurando en el intento de Querétaro sobre Tula y la tajada que se<br />
querían llevar los surianos de Cuautla y Cuernavaca.
Plutarco<br />
González<br />
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partir de agosto de 1855 el bravo caudillo don Plutarco<br />
González se hizo cargo <strong>del</strong> gobierno revolucionario de<br />
nuestra entidad, empleando todas sus energías en el triunfo<br />
<strong>del</strong> Plan de Ayutla. En enero de 1866 atacó Toluca derrotando al<br />
general Mariano Salas. Instaló allí su gobierno y, sin descansar un<br />
solo día, prosiguió sus campañas militares para liquidar a las<br />
numerosas gavillas de guerrilleros reaccionarios que pululaban en<br />
todo el territorio.<br />
González se distinguió más que por una auación política destacada,<br />
que nunca pudo realizar, por su devoción a la causa federalista, su<br />
genio de militar y la simpatía que supo deertar no sólo entre sus<br />
tropas, sino aun entre el pueblo y, muy eecialmente, las capas<br />
inteleuales de la Revolución de Ayutla.<br />
Mientras Comonfort trataba de sofocar a los insurreos de Puebla, de<br />
Querétaro, de Veracruz y de muchos otros lugares, el Estado de<br />
México se atuvo a sus propias fuerzas y en esa forma quitó algo <strong>del</strong><br />
peso de la guerra al gobierno <strong>del</strong> centro.<br />
Para comprender mejor el panorama de esa época hay que señalar que los<br />
intentos legales de tipo reformista, en eecial la Ley Lerdo que se<br />
refería a la expropiación de los bienes exagerados <strong>del</strong> clero, originaron<br />
la intervención franca y descarada de los clanes religiosos quienes,<br />
antes de entregar sus bienes improduivos para la salvación de la<br />
nación, comenzaron a emplearlos para sostener facciones militares<br />
comandadas por jefes que, o bien, eran tipos fanáticos como el indio<br />
Tomás Mejía, o políticos de ambiciones desorbitadas como Miguel<br />
Miramón. Entre ambos quedaron colocados muchos oportunistas,<br />
liberales tibios y eecialmente gavilleros, cuya verdadera ocupación<br />
era la de salteadores de caminos y saqueadores de aldeas.<br />
Se dice que Miguel Miramón y Luis Osillo, los más jóvenes caudillos<br />
clericales, habían estado en la defensa de Chapultepec. De todas<br />
formas eran militares de carrera, discípulos muy distinguidos <strong>del</strong><br />
reaccionario general Bravo y nada dereciables como estrategas.<br />
Más peligroso aún resultaba Leandro Márquez, tipo venático, de gran<br />
capacidad militar, pero con una formación castrense que en verdad<br />
horroriza a los más templados. Tomás Mejía era un soldado cimarrón<br />
pero de gran audacia y habilidad, zorruno, matrero y cínico. Igual que<br />
sus cofrades, varias veces se rindieron, juraron no volver a tomar las<br />
armas contra el gobierno federal y, lógicamente, el buen hombre<br />
Comonfort les tomó la palabra como buena. Pocos días deués ya le<br />
estaban dando por la ealda.<br />
Muy notable en esta triste época se hizo el llamado general Marcelino<br />
Cobos, de una peligrosidad extraordinaria porque había asimilado
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
muy bien la lección guerrillera de los soldados <strong>del</strong> sur y la estuvo<br />
poniendo en práica con gran éxito dentro de nuestro estado.<br />
Desde luego, la gran burguesía se alió inmediatamente a la Iglesia en su<br />
defensa, eecialmente, de los bienes terrenales y de las obvenciones<br />
o tributos en contra de las propiedades particulares. Ya en el<br />
Congreso Constituyente, que trabajaba a todo vapor, los liberales<br />
habían expuesto ideas de lo más “exóticas”. Zarco, Ramírez y Olvera,<br />
entre otros, se inclinaban a considerar la propiedad privada como un<br />
robo; decían que poseer más de diez mil pesos ya era una injusticia,<br />
porque cualquier clan familiar, aun los más grandecitos, podrían vivir<br />
magníficamente con ese parvifundio o con ese capital.<br />
Reeo a las <strong>del</strong>iberaciones <strong>del</strong> Congreso, lo que más ardía a la<br />
reacción es que se debatiera reeo a la “libertad de credos”, que<br />
Olvera estuviera fomentando las ideas de “deojo agrario” y<br />
algunas otras que indiscutiblemente no pudieron hacerse ley. La<br />
abolición de los fueros, la incautación de los fondos píos, la<br />
desamortización de los bienes en manos muertas y la secularización<br />
<strong>del</strong> registro civil y los panteones, no se trataron precisamente en el<br />
Congreso. Ninguna ley verdaderamente reformista pasó a la<br />
Constitución. Se fueron quedando en decretos y más decretos, cuyo<br />
solo anuncio concitaba inmediatamente la reacción vengativa <strong>del</strong><br />
clero y los ricos colonialistas.<br />
Lo que es más, nunca hubieran creído que Comonfort llegara a tanto,<br />
porque conocían sus antecedentes, la religiosidad de su señora madre<br />
que ejercía en el hijo una tremenda influencia, en fin, porque estaban<br />
seguros de que tarde o temprano se desharía de la pandilla liberal de<br />
puros para aceptar las transacciones de siempre.<br />
Sin embargo, en un principio, el Presidente parecía determinado a dar la<br />
batalla con los puros y entonces la reacción no tuvo más remedio que<br />
organizarse en su contra. Para septiembre de 1856 empezaron los<br />
golpes de las gavillas.<br />
Al mismo tiempo que en Iguala, Diego Castrejón hacía rebelarse a su<br />
tropa, Joaquín Amaro Morales se levantaba por el rumbo de Valle de<br />
Bravo con más de doscientos hombres. A este último lo derrotó y<br />
diersó el general Plutarco González en El Salitre. Pero al mismo<br />
tiempo comenzaron a merodear el general Gutiérrez por Tulancingo<br />
y Cobos, Fernández de Lara y Grijalva en la Tierra Caliente.<br />
De mayores proporciones fueron la insurrección en Puebla, comandada<br />
por Miramón; la presencia en Querétaro de las gavillas de Tomás<br />
Mejía; la conjuración <strong>del</strong> Convento de San Francisco, en México, que<br />
originó la violenta clausura de esa institución religiosa y poco deués
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la conjuración de la profesa, abortada por don Juan Baz y en la que<br />
tomaron prisionero a Luis Osillo.<br />
He aquí una pintura cabal de la situación de esos días en el centro de<br />
la república:<br />
El 11 de oubre entró Gutiérrez en Pachuca a la cabeza de 200<br />
hombres de donde se retiró luego, deués de proporcionarse<br />
algunos recursos. Con diferencia de pocos días súpose que<br />
Fernández de Lara expedicionaba por Huamantla; que Luz Rocha<br />
había invadido la Villa <strong>del</strong> Carbón, Huehuetoca y Tequezquiz, que<br />
en Zomelahuacán, Veracruz, se habían pronunciado Becerra, Cura<br />
de las Vigas, el Diácono Martínez y el eañol Bobadilla;<br />
reaccionarios de Zacapoaxtla; que en Tulancingo habían hecho lo<br />
mismo Cobos y Baños, sorprendiendo el cuartel de la Guardia<br />
Nacional; que una partida de Mejía había ocupado por segunda vez<br />
a San Juan <strong>del</strong> Río, que fuerzas <strong>del</strong> mismo jefe habían entrado en<br />
San José de Iturbide, que 200 pronunciados se habían llevado al<br />
prefeo de la ciudad de Taxco; que la fuerza reaccionaria de<br />
Gutiérrez había sido derrotada en Zacatlán por el diputado don<br />
Manuel Fernando Soto; que el pronunciado Juan Vicario había<br />
entrado en Tepecoacuilco a Tetecala, etcétera.<br />
Por lo que podrá verse que se luchaba en algunas regiones importantes<br />
de nuestra entidad. Cierto es que Comonfort derrotó a los<br />
pronunciados en Puebla, en una batalla de cuarenta días que terminó<br />
en una capitulación tal, que no dejó contento a nadie. Mejía tampoco<br />
pudo resistir en la ciudad de Querétaro, de donde lo expulsó el<br />
general Manuel Doblado.<br />
El resto eran gavillas que don Plutarco González combatió sin cesar.<br />
Incluso, en enero de 1857 renunció a su cargo de gobernador, para<br />
entregarse de lleno a limpiar el territorio de facciosos clericales.<br />
Tomó su lugar el moderado don Mariano Riva Palacio, eecialmente<br />
designado por el presidente Comonfort.<br />
Desde un principio el general González se dió cuenta de que la reacción<br />
había dividido enormemente sus efeivos con el fin de hostigar a las<br />
tropas leales con golpes de guerrilla, dividiendo su acción, cansándolos<br />
en persecuciones eternas, en fin, una táica muy semejante a la<br />
seguida por la Revolución de Ayutla, de modo que procuró fortalecer,<br />
antes que otra cosa, la moral de los pueblos. En noviembre de 1856, los<br />
vecinos de San Cristóbal Ecatepec resistieron a más de trescientos<br />
forajidos, apoyados sólo por una pequeña guarnición. Más bravamente<br />
se defendió Tenango <strong>del</strong> Valle, que no dejó penetrar a la población a un<br />
fuerte grupo de reaccionarios que pretendían refaccionarse a costillas<br />
de los vecinos. No pudieron resistir, por ejemplo, Teotihuacán y
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Texcoco que fueron maltratados y saqueados ferozmente por la gavilla<br />
de Cobos, que luego volvió a perderse en la sierra. En tanto que Manuel<br />
Vicario seguía una campaña asoladora en las pequeñas poblaciones de<br />
Cuernavaca y Cuautla.<br />
Por desgracia, en estas contiendas suceden injusticias inevitables, en el<br />
sur y otros lugares <strong>del</strong> país fueron atacados y aun asesinados ciudadanos<br />
extranjeros, en eecial eañoles de los llamados gachupines a<br />
quienes las tropas de antiguos insurgentes <strong>del</strong> general Álvarez tenían<br />
una ojeriza considerable. Las deudas insolutas con Inglaterra, con<br />
Francia y los incidentes descritos, habían de acarrear, poco deués,<br />
otro de los grandes desastres de la patria.<br />
Por fin el 5 de febrero de 1857 se juró en la capital la Ley Fundamental<br />
de la República, con órdenes para que se hiciera lo mismo en todo el<br />
país, igual civiles que militares y religiosos. Hubo ciudades y estados<br />
enteros en que se suscitaron graves motines, la gente se negó a jurar<br />
la Constitución, chusmas comandadas por sacerdotes se echaron a la<br />
calle a cometer depredaciones al grito de “Religión y fueros” o <strong>del</strong><br />
simple lema “Viva la religión”; a pesar, ¡he aquí lo paradójico!, de que<br />
la tímida Carta Magna de 1857 no atentaba gran cosa contra los<br />
intereses clericales.<br />
En el estado no hubo problemas mayores. Toluca recibió en paz el nuevo<br />
documento. De acuerdo con ella, se eligió gobernador constitucional a<br />
don Mariano Riva Palacio y, poco deués, el general Plutarco González<br />
salía rumbo a Sultepec y Temascaltepec, quien limpió de gavillas<br />
reaccionarias. En Chalco, se hizo otra intentona por parte de Cobos,<br />
pero fue rechazado por pérdidas. Igual en Toluca, donde el propio<br />
Miramón trató de sorprender a las autoridades indudablemente solapado<br />
y sostenido por el clero. Todo se supo a tiempo y Miramón habría de<br />
jugar un papel importante en los destinos <strong>del</strong> estado. El coronel<br />
Berriozábal comenzó su vida militar al lado <strong>del</strong> general González.<br />
Hasta septiembre, el estado parecía estar en una etapa de pacificación<br />
completa. Pero las nuevas elecciones para presidente debían poner en<br />
aividad a los partidos y sus sicarios militares. Se creyó, antes de los<br />
comicios, que Comonfort preparaba un golpe de estado para<br />
convertir la república en una diadura “moderada”. Sin embargo, el<br />
propio Presidente aceleró las elecciones y fue eleo para un nuevo<br />
período constitucional de cuatro años. En este instante, la causa<br />
liberal gana una carta de trascendencia: la elección de don Benito<br />
Juárez como ministro de Gobernación y Justicia.<br />
En el mismo mes comenzó la formidable aividad de Marcelino Cobos<br />
en el Estado de México, penetrando desde Valle de Bravo y Amanalco,<br />
hasta Capulhuac y Santiago Tianguistenco. Su paso por estas
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poblaciones fue aterrador, lo que no podía robar, lo quemaba.<br />
En Tianguistenco lo alcanzó el general Tapia, quien le infringió una<br />
derrota considerable, tanto así que el deechado y vengativo jefe<br />
ordenó el fusilamiento de todo el cabildo de Capulhuac, que había<br />
tomado prisionero deués de una tenaz resistencia de los ediles.<br />
La tradición asegura que en esta etapa, mientras los habitantes de<br />
tendencias burguesas de Tianguistenco alentaron y protegieron a las<br />
tropas reaccionarias, Capulhuac luchó valerosamente al lado de la<br />
federación, al mando de Amado Guadarrama, que había desertado y<br />
que antes de alcanzar a Cobos cometió depredación y media en<br />
pequeñas poblaciones y rancherías.<br />
La aividad guerrillera de Cobos vino a demostrar que, con apoyo de<br />
masas, es posible perpetuar eternamente una campaña. Pese a la<br />
aparente derrota de Cobos en Santiago, pocos días deués aparece<br />
bien fortalecido en Tecualoya, que toma deués de una resistencia<br />
vigorosa <strong>del</strong> padre Díaz Leal y don José María García. Prosigue Cobos<br />
su marcha y pasa como rayo por Sultepec y Texcaltitlán y a poco se<br />
presenta en Chalco y Amecameca.<br />
Para conocer más a fondo a este jefe reaccionario que asoló el Estado de<br />
México entre 1856 y 1857, basta leer el siguiente párrafo <strong>del</strong> general<br />
Nicolás de la Portilla:<br />
Días hace que el anarquista Cobos juega la guerrilla por los montes,<br />
bosques y aerezas de estas inmediaciones, sin bajar al plan para<br />
proveerse en algún pueblo o hacienda, sino es cuando está bien<br />
cierto de que no se encuentra resistencia: huye veloz cuando lo<br />
persiguen; ni un momento compromete hecho de armas; por el<br />
contrario, lo elude a toda costa, con razón las mejores dorinas de<br />
autores militares no dan cuartel a esta clase de guerrilleros. Quiere<br />
cansar a las tropas <strong>del</strong> supremo gobierno y destruirlas, como sucede<br />
si la persecución es imprudente tanto más temible es la guerrilla, no<br />
sabiéndola contrariar cuando está empleada en guerra civil y<br />
naturalmente no le faltan confidentes y amigos la astucia <strong>del</strong><br />
engañador que es él puede ser fatal al que quiera engañar porque<br />
tomó la iniciativa.<br />
Al mismo tiempo las gentes de Cobos coniraban tranquilamente en<br />
Toluca. El 7 de septiembre se descubrió una conjura para un golpe<br />
que debía ser asestado a la ciudad el 15. La mayoría de los conjurados<br />
eran cobistas y sacerdotes.<br />
El propio general Plutarco González marchó al frente de sus tropas<br />
rumbo al sur, donde creía encontrar a Cobos, pues había noticias de<br />
que la guarnición de Cuernavaca al sublevarse, lo hacía de acuerdo
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con el audaz guerrillero. El general González tomó Cuernavaca casi<br />
sin resistencia, los insurreos huyeron hacia Temixco y Soche. Pero<br />
esta vez el bravo caudillo liberal estaba decidido a liquidar al guerrillero<br />
conservador a como diera lugar, quizá desconociendo en gran parte<br />
la forma de pelea de Cobos. De otra manera hubiese avanzado con<br />
mayores preocupaciones.<br />
El 31 de oubre fue sorprendido por una emboscada en la llamada<br />
Cuesta <strong>del</strong> Platanillo donde, a pesar de luchar heroicamente,<br />
sucumbió junto a gran parte de su tropa. La muerte <strong>del</strong> general<br />
González conmocionó al Congreso, donde los liberales se lamentaron<br />
amargamente de la pérdida de un capitán tan bravo como firme en<br />
sus convicciones.<br />
Por fortuna, la brigada <strong>del</strong> general Miguel Negrete llegó a la Cuesta <strong>del</strong><br />
Platanillo a tiempo para vengar la derrota de los liberales. Dice el<br />
cronista que, aparte de la muy sensible muerte <strong>del</strong> general González,<br />
en el desastre sólo se perdió un cañón.<br />
Así encontró su fin uno de los liberales puros más connotados de la<br />
entidad, gran caudillo y excelente hombre.<br />
Comonfort no era el hombre indicado para llevar a la revolución<br />
reformista al pleno triunfo y volverla gobierno. Tenía miedo, incluso,<br />
de caer en el pecado y en las llamas <strong>del</strong> infierno con que lo<br />
amenazaban los sacerdotes desde el púlpito.<br />
Pronto se vio que había maniobrado hábilmente para llegar al poder a<br />
través de la Constitución, es decir, legalizándose en ella para<br />
traicionarla enseguida. En diciembre de 1857, siguiendo un plan<br />
preconcebido, Félix Zuloaga se puso en rebeldía con la guarnición<br />
que tenía a su mando en el cuartel de Tacubaya. Esto fue el 16, pero<br />
ya el 15, Juan José Baz había denunciado en las cámaras los turbios<br />
manejos <strong>del</strong> ministro Manuel Payno, a través de Zuloaga y algunos<br />
curas. Uno de ellos, confesor de la señora <strong>del</strong> general Langeber, que<br />
se encontraba en Toluca, la obligó a que llevara a su marido una nota<br />
escrita por Zuloaga con una posdata final de Payno. Al final de cuentas<br />
se dijo que la referida comunicación había sido totalmente apócrifa.<br />
Sin embargo, los hechos que prevenía sucedieron puntualmente.<br />
El 16 fue el levantamiento de Tacubaya, cuatro días más tarde<br />
Comonfort publicaba un manifiesto aceptando en todos sus puntos el<br />
plan reaccionario que pedía, precisamente, que Comonfort quedara<br />
en el poder. El Presidente dio entonces el salto al vacío. Vacío porque<br />
los liberales puros le retiraron en ese momento su adhesión, y porque<br />
los clericales, a quienes había combatido con decretos y con armas,<br />
no le tenían confianza.
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Quiso enredar en su carro a Juárez y don Benito le manifestó claramente<br />
que no lo seguiría. Por ese motivo, Juárez fue a la cárcel. Todavía en<br />
esas horas algunos liberales moderados, pero no con mayor visión,<br />
como José María Iglesias y Mariano Riva Palacio pedían al Presidente<br />
que enmendara el yerro que acababa de cometer y se apoyara<br />
verdaderamente en los “puros” y el pueblo que los seguía, que<br />
reetara la Constitución para poder salvarse él mismo. Pero<br />
Comonfort ya estaba en la cuesta. Los anatemas de su madre y la<br />
influencia de Payno y Enciso lo habían lanzado sin piedad.<br />
Desconoció la Constitución y disolvió las Cámaras. Quiso apoyarse<br />
en las entidades federativas, aunque sin ofrecer algún plan preciso de<br />
gobierno, por lo que muchos se negaron inmediatamente a colaborar.<br />
El Plan de Tacubaya sólo ofrecía, en apariencia, una continuidad<br />
posible: el centralismo; de tal modo, don Manuel Doblado en<br />
Guanajuato, deués Gutiérrez Zamora en Veracruz, don Epitafio<br />
Huerta en Michoacán y Parrodi en Jalisco, iniciaron abiertamente la<br />
lucha contra Comonfort.<br />
Le dolió muchísimo al Presidente que Gutiérrez Zamora, su compadre<br />
<strong>del</strong> alma, se hubiese puesto en rebeldía. Más tarde, esa circunstancia<br />
habría de salvar al propio Comonfort.<br />
Por lo que toca al Estado de México, Riva Palacio sólo ejerció funciones<br />
de gobernador constitucional de febrero a julio, cuando pidió<br />
permiso para atender el llamado de Comonfort que lo necesitaba en<br />
la capital para algunas importantes comisiones. Quedó en su lugar<br />
don Francisco Iturbe, otro moderado, que no soportando el terrible<br />
clamor <strong>del</strong> clero local, renunció en oubre. Tomó el cargo el<br />
licenciado José María Godoy, que sólo pudo permanecer unos días<br />
en el cargo.<br />
Comonfort pensaba regir, mientras el “pueblo decidía otra cosa”, a través<br />
de un Consejo de Gobierno formando por “notables” de los distintos<br />
estados de la federación. Este organismo se instaló con toda premura<br />
el 25 de diciembre representando en él a nuestra entidad el señor<br />
Gregorio Mier y Terán, de filiación derechista, a quien habían puesto<br />
como suplente nada menos que al licenciado Felipe B. Berriozábal.<br />
Confundido por la rapidez de los hechos, Berriozábal estuvo a punto<br />
de caer en la esfera reaccionaria.<br />
Este consejo no pudo hacer otra cosa que discutir banalidades. Poco<br />
habían de durar sus funciones. En enero, las fuerzas de la Ciuda<strong>del</strong>a<br />
se levantaron en armas contra Comonfort, acuciados por la curia que<br />
en ningún momento había creído en la sinceridad clerical <strong>del</strong><br />
Presidente. Los rebeldes recibieron refuerzos considerables y la<br />
presencia de los jefes Miramón y Osollo, aunque era el comandante<br />
De la Parra el que había iniciado las hostilidades. Quiso luchar
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Comonfort con los recursos que le quedaban y fue vencido. Se<br />
proclamó el Plan de la Ciuda<strong>del</strong>a, netamente reaccionario y se eligió a<br />
Félix Zuloaga.<br />
También Zuloaga quiso gobernar con su Consejo de Gobierno, pero ya<br />
no estuvo ahí Berriozábal, sino el aristócrata licenciado don Luis<br />
Chavarri, que representó a nuestro estado. Berriozábal, con algunas<br />
fuerzas que pudo ligar, se unió al general Degollado en Jalisco.<br />
Al sentirse perdido, Comonfort trató de recaer en brazos de los liberales<br />
puros. Incluso liberó a don Benito Juárez, creyendo que éste se iba a<br />
poner a sus órdenes. Pero cuando lo buscó, ya Juárez no estaba en<br />
México. Era tarde para todo. Nadie quedaba alrededor <strong>del</strong> Presidente<br />
que, casi por caridad de los reaccionarios, pudo salir de la capital y<br />
dirigirse a Veracruz. Entonces ya no iba tan enojado con su compadre<br />
Gutiérrez Zamora, quien le propició el viaje al extranjero.<br />
Se fue el hombre que pudo haber tomado el lugar de Juárez en la historia;<br />
pero dejó al país sumido en la mayor de las violencias que se habían<br />
experimentado hasta entonces, la sangrienta y descomunal guerra<br />
fratricida llamada de Reforma o de los Tres Años.
La Guerra<br />
de Reforma<br />
en el estado<br />
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a guarnición de Toluca, al mando de Emilio Langber no se<br />
ligó al Plan de la Ciuda<strong>del</strong>a, pese a las distintas presiones que<br />
ejercieron sobre ese militar elementos clericales, aun de su propia<br />
familia. De modo que el elemento juarista pudo maniobrar rápidamente<br />
para elegir gobernador interino al general Sabás Iturbide. Sin embargo,<br />
cuando estalló el motín de la Ciuda<strong>del</strong>a, Langber envió algunos<br />
elementos militares en ayuda de Comonfort. Fueron precisamente<br />
soldados <strong>del</strong> Batallón de Toluca los que formaron la escolta que<br />
acompañó al derrotado Presidente hasta el puerto de Veracruz.<br />
Dueños de la metrópoli, Miramón y Osillo comprendieron que era<br />
necesario abrirse rápidamente las puertas <strong>del</strong> Valle de Toluca y el<br />
primero salió en lo que habría de ser su primera campaña ya en el<br />
marco de la Guerra de Reforma. Eran muchos los efeivos que<br />
Miramón había diuesto, de modo que Iturbide y Langber, seguros<br />
de que no podían defender la plaza de Toluca, se replegaron hacia el<br />
suroeste para juntarse con las fuerzas michoacanas <strong>del</strong> general Pueblita.<br />
Le urgía en esos momentos a don Epitafio Huerta, gobernador de<br />
Michoacán, limpiar su territorio de reaccionarios de modo que<br />
Pueblita tenía órdenes de atacar Maravatío, donde se encontraba<br />
parapetado el guerrillero Marcelino Cobos. Fortalecido por el clero,<br />
Cobos no eeró a sus atacantes en la villa, sino que salió a recibirlos<br />
a campo abierto, donde pudo derrotarlos con cierta facilidad.<br />
Don Sabás Iturbide y Emilio Langber se replegaron entonces hasta<br />
Morelia, lugar en que se estableció el gobierno provisional <strong>del</strong> Estado<br />
de México, al que renunció Sabás Iturbide para dedicarse<br />
eecialmente a los asuntos militares, habiéndose designado para<br />
sustituirlo al honesto y aguerrido don Simón Guzmán.<br />
En Toluca, los reaccionarios establecieron una férula totalmente militar<br />
a cargo <strong>del</strong> general Mariano Salas. Y comenzaron los tres años de<br />
terror y angustia.<br />
Por lo que toca al general Sabás Iturbide, muy pronto regresó a Maravatío<br />
para cobrarse la deuda que tenía pendiente con Cobos, al que hizo<br />
correr hacia el estado de Guerrero, ocupando esta plaza que más tarde<br />
había de servir de escalón a la gran campaña <strong>del</strong> general Blanco.<br />
Reeo a los acontecimientos militares en el Estado de México, se<br />
puede decir que cobraron dos formas:<br />
1. La aividad de las guerrillas al mando de Esteban León, de Juan<br />
Carbajal, de Cravioto, de Rivera, etc., que bien solas o reforzando a los<br />
guerrilleros de Michoacán, de Guerrero, de Puebla o de Querétaro,<br />
estuvieron hostilizando constantemente al gobierno de Tacubaya.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
2. A la vez los gobiernos militares, siempre en campaña, intervinieron<br />
con eficacia y valor en las intentonas grandes y serias que se realizaron<br />
para tomar la capital y recuperar íntegramente el territorio <strong>del</strong> Estado<br />
de México.<br />
Puede decirse que la primera gran marcha ofensiva contra el centro la<br />
realizó el general Miguel Blanco, a base de una pequeña milicia de<br />
Nuevo León, ciertos efeivos proporcionados por Michoacán y el<br />
grueso de la división Estado de México al mando de don Simón<br />
Guzmán. Blanco se había derendido de la brigada Vidaurri, muy<br />
contra la voluntad <strong>del</strong> jefe norteño, para reforzar a Degollado en Jalisco.<br />
Ahí expuso su plan de campaña cuya base no era la utilización de<br />
grandes efeivos, sino el aprovechamiento <strong>del</strong> faor sorpresa y de los<br />
elementos liberales de la capital que coniraban alrededor de Lerdo de<br />
Tejada y que habían prometido a Degollado intervenir direamente en<br />
la lucha, si es que algún ejército juarista amagaba a la capital.<br />
Degollado no podía en ese momento desatender la defensa de Jalisco, de<br />
donde hacía poco había tenido que salir el presidente Juárez por la<br />
defección de Parrodi. De modo que coneó a Miguel Blanco con el<br />
gobernador de Michoacán. Don Epitafio Huerta también consideró<br />
faible el proyeo, si es que se arreglaba la intervención de las<br />
tropas al mando de Guzmán.<br />
En Morelia se entrevistó Blanco, primero con don Martín Raúl, quien le<br />
confirmó el ofrecimiento de los coniradores capitalinos, ya que<br />
estaba en esa población precisamente para solicitar que una brigada<br />
michoacana cayera sobre México y, enseguida, con don Simón<br />
Guzmán, quien no solamente le ofreció las tropas a su cargo, sino la<br />
movilización de los efeivos <strong>del</strong> sur, que se habían reunido con don<br />
Esteban León. Por su parte don Epitafio Huerta mandó órdenes a<br />
Zitácuaro para que la brigada de Puebla se sumara al proyeo <strong>del</strong><br />
general Blanco.<br />
Algo más hizo el gobernador michoacano, es decir, financió esta campaña<br />
con dinero que arrebató violentamente al clero. Ya se sabe que a estas<br />
personas no se les puede restar, sino de esa manera. Así formada<br />
aquella tropa de audaces guerrilleros, se presentó el 6 de oubre de<br />
1858 en Maravatío, donde Iturbide colaboró con lo que pudo. El 10 ya<br />
estaban en Ixtlahuaca y el mismo día recibió Blanco a las fuerzas de<br />
Pueblita en Almoloya, esa vez al mando <strong>del</strong> general Rómulo <strong>del</strong> Valle,<br />
ya que el primero había recibido una herida en la cabeza durante sus<br />
últimas acciones. Quien no llegó fue don Esteban León, que ya<br />
empezaba a dar muestras de estarse torciendo hacia la derecha.<br />
Al final se vio que la brigada Blanco sólo contaba con unos cuatro mil<br />
hombres y muy pocas municiones. Por ello no atacaron Toluca. Es
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decir, Blanco hizo una tentativa para lograr que las fuerzas<br />
acantonadas en la ciudad salieran a campo abierto, donde creía poder<br />
batirlas, pero la guarnición, poco antes reforzada, no hizo aprecio de<br />
las instigaciones liberales.<br />
Tampoco en México se sumaron al ataque las fuerzas lerdistas, ya que<br />
habían salido con dirección a la hacienda de la Huerta para eerar<br />
ahí al general Blanco, pero tomando otro camino. De modo que no<br />
pudieron encontrarse. Como se sabe, el ataque fracasó pese a los<br />
encomiables esfuerzos de aquella tropa aguerrida. La Brigada Estado<br />
de México con la Brigada Michoacán tomaron el Castillo de<br />
Chapultepec y penetraron profundo a la capital, pero tuvieron que<br />
retirarse por falta de apoyos interiores.<br />
Toda la Brigada Blanco puso ealdas a la capital y el 18 y el 19 rindieron<br />
en Tianguistenco. Siguieron sin novedad hasta la hacienda de la<br />
Huerta, donde se les sumaron algunos elementos capitalinos y otros<br />
volvieron a seguir trabajando en la urbe.<br />
En Tlacotepec se encontraron con la sorpresa de que ya estaban ahí las<br />
fuerzas de Esteban León. Se les ordenó regresar a sus posiciones <strong>del</strong><br />
sur donde, deués de algunas campañas más o menos importantes,<br />
su jefe traicionó al liberalismo pasándose a la reacción.<br />
En Zitácuaro, el general Blanco entregó las fuerzas <strong>del</strong> Estado de<br />
México al general Guzmán; la Brigada Michoacana se dirigió a<br />
Morelia y el propio Blanco, con sus norteños, regresó a Guadalajara,<br />
donde lo requería urgentemente el general Degollado.<br />
Reeo a las fuerzas <strong>del</strong> estado, comandadas entre otros por el coronel<br />
Felipe B. Berriozábal, se ha dicho que cometieron la villanía de<br />
diarar contra los estudiantes <strong>del</strong> Colegio Militar instalado en<br />
Chapultepec. Los jóvenes (que no eran niños de ningún modo), igual<br />
que en 1847, habían determinado defender su bastión y, como<br />
entonces, habían soltado metralla por todas partes. La tropa liberal,<br />
que en un principio no sabía que se tratase de muchachos, avanzó y<br />
tomó el fuerte con todas las de la ley. Se reetó a quienes se<br />
entregaron. Se les detuvo prisioneros mientras duró la batalla y el 18,<br />
antes de salir de la capital la brigada, fueron puestos en libertad.<br />
En cuanto a la política, a fines de ese mismo año de 1858 se sublevó el<br />
general Echegaray contra Zuloaga, lo derrocó, para que al final de<br />
cuentas maniobrara Miramón quedándose en la presidencia, por<br />
cuenta de los reaccionarios. El clero y los ricos tenían una confianza<br />
desmedida en este joven de veintidós años, habilísimo militar a quien<br />
juzgaban como un pequeño Napoleón. El hecho demuestra, sin<br />
embargo, que la reacción estaba peligrosamente escondida. Desde
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
luego, el general Benito Haro, comandante militar en Toluca, se puso<br />
primero de parte de Echegaray y luego presentó sus reetos al<br />
general Miramón.<br />
Entre febrero y marzo se inició una serie de audaces tentativas para<br />
llegar a la capital, Berriozábal se interna hacia Valle de Bravo y<br />
Temascaltepec y en pocos días logra limpiar la región de gavillas<br />
reaccionarias. Cuando se entera <strong>del</strong> gran golpe que se prepara contra<br />
la capital <strong>del</strong> país y decide estar a la expeativa.<br />
Esta segunda intentona realizada en marzo tuvo como objetivo principal<br />
retener en el centro el mayor número posible de tropas conservadoras<br />
de modo que no pudieron hacerse hacia Veracruz en cantidades<br />
suficientes como para poner en peligro a Juárez y su gabinete. Fue<br />
idea de don Santos Degollado, quien para ese objeto se posesionó de<br />
Querétaro y Guanajuato. Contaba en realidad con pocos efeivos,<br />
pero eeraba que al entrar en el Valle de Toluca se le sumaría<br />
Berriozábal, que estaba en Temascaltepec; Carbajal, que acababa de<br />
ocupar los llanos de Apan; don Diego Álvarez y Villalba, que venían<br />
de Cuernavaca; Caamaño, Casales, Torres y otros guerrilleros<br />
diseminados en diferentes puntos <strong>del</strong> altiplano.<br />
Por lo que se refiere al ataque, se volvió a perpetrar igual que la vez<br />
anterior, pero con una resistencia más empecinada de los<br />
conservadores. Al poco tiempo se vio que resultaba muy difícil<br />
doblegar las defensas capitalinas y se pensó que era conveniente una<br />
retirada hacia Toluca, que podían tomar en virtud de que su<br />
guarnición, de cerca de mil hombres, se encontraba en ese momento<br />
defendiendo el Castillo de Chapultepec.<br />
Pero Degollado quiso hacer otra tentativa y atacó nuevamente. El<br />
fracaso fue total. A la derrota siguió una persecución implacable por<br />
parte de El Tigre de Tacubaya, Leonardo Márquez, que ese día se<br />
ganó a ley el remoquete, asesinando a los médicos y praicantes que<br />
habían concurrido al campo de batalla para ayudar a los heridos. Ahí<br />
murió Juan Manuel Mateos, compañero de banca de Altamirano e<br />
hijo ilustre <strong>del</strong> Instituto <strong>del</strong> estado. En la misma infausta ocasión<br />
fueron sacrificados el joven militar Arteaga, el poeta Covarrubias y<br />
otros notables jóvenes de ideas reformistas.<br />
De paso hacia Jalisco, Degollado dejó en el valle al general Francisco<br />
Tapia, quien, secundado por Iniesta y otros guerrilleros, tomó Toluca.<br />
Pero la ciudad no permaneció mucho tiempo en manos de los<br />
liberales, cuando más los meses de abril y mayo de 1859, ya que pocos<br />
días deués esta plaza era ocupada por don Antonio Ayesterán,<br />
político retrógrado de Toluca, que ya alguna vez había ocupado<br />
provisionalmente el cargo de gobernador. Alatriste, Carbajal, el
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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propio Berriozábal en el sur, en fin, la mayor parte de los jefes<br />
revolucionarios que peleaban en nuestro territorio sufren en esta<br />
época una embestida frontal y colérica por parte de los reaccionarios<br />
que han visto a la urbe capitalina a punto de caer en manos liberales.<br />
Es ésta una época de derrotas y defecciones. Las ciudades y poblados<br />
cambian con extraordinaria rapidez de unas manos a otras. Mientras<br />
en lo político, la sociedad mexicana va a conmoverse con los manifiestos<br />
que lanzan Juárez y Miramón, cada uno defendiendo su causa y<br />
llamando a los mexicanos a engrosar las filas de sus reeivos partidos.<br />
Más a<strong>del</strong>ante la deseeración obliga a los contendientes a celebrar<br />
acuerdos internacionales no poco indecorosos: la reacción paa con<br />
Eaña (Tratado Mon-Alamonte) y el liberalismo con los Estados<br />
Unidos (Tratado McLane-Ocampo); se trata de ganar la guerra a toda<br />
costa, de doblegar, de vencer y de humillar al enemigo, no importa<br />
que se pongan en peligroso juego los intereses de la patria.<br />
Ya a principios de 1859, Berriozábal había obtenido el grado de Coronel<br />
de Caballería auxiliar <strong>del</strong> ejército y deués de sus campañas en la<br />
Villa <strong>del</strong> Valle, se le otorgó el águila de General de Brigada. Se unió a<br />
los liberales en el Bajío, que en abril infringieron a Miramón la grave<br />
derrota de Silao, de donde parte Berriozábal para ocupar Celaya y<br />
apoderarse de armas y municiones, así como otros pertrechos en<br />
cantidad considerable. Poco deués se reúne en Guanajuato con los<br />
generales Ampudia, Degollado y Pueblita, donde recibe instrucciones<br />
de incursionar otra vez en el valle de Toluca. Amaga al general Bruno<br />
Aguilar que se retira a Lerma, y los liberales ocupan brevemente la<br />
ciudad, haciéndose de pertrechos. Poco deués el general<br />
reaccionario Vélez se presenta a reforzar a Bruno Aguilar, pero<br />
cuando llega a Toluca ya no encuentra a Berriozábal, que ha partido<br />
nuevamente rumbo al Bajío.<br />
Hay que decir que estos movimientos táicos de los liberales tuvieron<br />
como principal objetivo proteger el puerto de Veracruz, sede de los<br />
poderes, residencia de Juárez y, por lo mismo, la presa más apetecida<br />
de los reaccionarios. Por otra parte, el Bajío y Jalisco tienen una<br />
importancia económica capital, son el granero <strong>del</strong> país, de modo que<br />
también se intensifican en lo posible las acciones tendientes a<br />
mantener la ocupación de esas regiones, que desde un principio se<br />
habían manifestado juaristas.<br />
Algunos de los llamados “triunfos <strong>del</strong> conservatorismo”, no fueron otra<br />
cosa que premeditadas escaramuzas. El tacubayista Alfaro, que<br />
persiguió Berriozábal hasta Celaya, anunció haber derrotado y<br />
diersado totalmente la división; no obstante, este caudillo vuelve a<br />
aparecer con sus fuerzas íntegras en la campaña que el general<br />
González Ortega emprende en toda la extensión de Jalisco y en la que<br />
Márquez sufrió una de sus peores derrotas.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Hasta el 27 de agosto, la División <strong>del</strong> Estado de México había estado<br />
bajo el mando <strong>del</strong> general Manuel Quijano, pero en esa fecha se<br />
designó comandante de la misma al general Berriozábal, a quien por<br />
suerte tocó decidir la batalla de Jalisco a favor de los liberales.<br />
Deués de una serie de movimientos en que una coalición de jefes<br />
de gran experiencia, además de González Ortega, logró envolver a las<br />
tropas de Márquez y Mejía, se le ordenó a Berriozábal que avanzara<br />
sobre Tepatitlán, pero en el camino se encontró esgrimiendo un<br />
pañuelo blanco a unos enviados de Márquez que venían a proponer<br />
un armisticio. Zaragoza, que mandaba las fuerzas liberales, se negó a<br />
todo arreglo. La reacción se desconcertó, las fuerzas liberales marcharon<br />
impertérritas sobre una muchedumbre de pobres soldados de leva<br />
que sólo sabían correr a esconderse.<br />
Deués de ese triunfo, el 12 de noviembre marchó Berriozábal, apoyado<br />
por fuerzas <strong>del</strong> general Degollado, de Querétaro hacia Toluca, a la que<br />
toma sin mucha resistencia. Pero esta vez no piensa abandonar la<br />
ciudad cualquiera que sea el tamaño de las fuerzas que mande la<br />
reacción en su contra. Antes bien, Berriozábal trabaja<br />
incansablemente pertrechándose, fortificando los puntos débiles,<br />
levantando la moral de sus tropas y, desde ese instante, procurando<br />
organizar a las autoridades <strong>del</strong> gobierno que la revolución había<br />
puesto en sus manos.<br />
Dos veces derrotada la facción conservadora en sus intentos de tomar<br />
Veracruz, aniquilada en el Bajío, la Huasteca y Jalisco, hostigada<br />
eternamente por las gavillas revolucionarias que en varias ocasiones<br />
habían ocupado lugares como Texcoco, Chalco o Tlalpan, trató en<br />
esos momentos de pedir una tregua. Decimos tregua porque ni los<br />
propios reaccionarios creían posible una paz en que subsistiesen con<br />
el mismo poder, la Iglesia y el Estado. Fallaron, por fortuna y por<br />
talento de los liberales, aquellas intentonas de paz y se intensificó<br />
notablemente la lucha.<br />
El propio Miramón se diuso a caer sobre Toluca, sorprendiendo en<br />
verdad a Berriozábal por medio de vestir a gran parte de su tropa con<br />
uniformes liberales y hacerlos atravesar los montes en diersión.<br />
Dice don José María Vigil:<br />
De esta manera Berriozábal no pudo saber nada <strong>del</strong> movimiento<br />
que contra él se efeuaba y la primera noticia que tuvo fue la<br />
presencia <strong>del</strong> general Negrete, que el 9 a las 12 <strong>del</strong> día penetraba a<br />
paso veloz, al frente de su división, hacia la Plaza de Armas de<br />
Toluca. La sorpresa de los liberales fue completa, Negrete se<br />
apoderó de la artillería y de la caballería casi sin diarar un tiro, en<br />
vano hizo Berriozábal una deseerada resistencia en el convento
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de San Francisco, cuyas alturas tomó, pues agotadas sus<br />
municiones, se vio al fin estrechado a rendirse con 36 jefes y<br />
oficiales y 401 hombres de tropa. Igual suerte corrió el convento <strong>del</strong><br />
Carmen, en donde el hermano de Miramón, don Mariano, tomó<br />
prisionero al Batallón de la Reforma con toda su oficialidad.<br />
En suma, la artillería, el armamento, carros con municiones, vestuario,<br />
etc., todo cayó en poder de los conservadores. Entre los prisioneros<br />
se hallaban los generales don Santos Degollado, don Felipe Berriozábal<br />
y don Juan Gobantes; los coroneles don José Juárez y don Luis<br />
Legorreta; los comandantes de batallón y los de escuadrón don<br />
Jesús Salce, don Julio Cervantes, don Vicente Lebrija y don Carlos<br />
Morales; quince capitanes, un segundo ayudante, cinco tenientes,<br />
un subayudante, siete subtenientes, dos alfereces y mil trescientos<br />
diecinueve soldados.<br />
El general Berriozábal salió herido de la cabeza de aquella infortunada<br />
ocasión, dándose motivo para el alborozo de los reaccionarios de la<br />
capital. Los prisioneros fueron paseados por las avenidas principales<br />
ante la rechifla de los tacubayistas. Se dice que Miramón ordenó que<br />
fueran pasados por las armas todos los generales, pero que el embajador<br />
ecuatoriano Francisco Pacheco intercedió por las vidas de los prisioneros.<br />
Márquez asegura que fue él quien, desobedeciendo a Miramón, aplazó<br />
primero la orden para revocarla deués definitivamente.<br />
En esos días se presentó González Ortega en el valle con diez mil<br />
hombres amagando la capital. Miramón reunió las fuerzas que pudo,<br />
hay quien dice que sobrepasaban a los 16 mil, la mayoría levantados<br />
de leva y se dirigió a eerar al enemigo en las lomas de Calpulalpan.<br />
En dos horas de lucha Miramón quedó aniquilado. Hay quien<br />
atribuye la vioria al genio militar de Zaragoza, en cuyas manos se<br />
puso la dirección táica <strong>del</strong> combate. Sea lo que fuere, el juarismo<br />
dio la puntilla a los conservadores en esta histórica jornada.<br />
Miramón regresó a México asustadísimo, sacó a Berriozábal de la cárcel<br />
y lo hizo acompañar <strong>del</strong> reaccionario Ayestorena a fin de que<br />
conferenciaran con los jefes liberales una paz decorosa. González<br />
Ortega no aceptó propuesta alguna, en virtud de que Miramón no<br />
tenía investidura legal de ninguna eecie. En esas circunstancias, el<br />
Presidente conservador abandonó la ciudad seguido de Márquez,<br />
Zuloaga y unos mil quinientos hombres que fueron desertando en<br />
pelotones enteros por el camino. Entonces, Miramón, poco diuesto<br />
a enfrentarse a la vida guerrillera, volvió a la metrópoli para que lo<br />
escondieran los curas. Zuloaga y Márquez siguieron con rumbo<br />
desconocido. El 25 de diciembre las brigadas de Carbajal y Rivera<br />
pusieron pie a la capital de la república iniciando la entrada <strong>del</strong> Ejército<br />
Constitucionalista. Poco deués ya estaba ahí el ministro <strong>del</strong> Interior,
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
don Melchor Ocampo, organizando la administración y<br />
emprendiendo una embestida burocrática y militar en contra de<br />
todos los que habían servido al gobierno tacubayista.<br />
El 11 de enero de 1861, con toda discreción, entró a México el presidente<br />
Juárez, lanzando un manifiesto en que hacía saber a los mexicanos<br />
que su política invariable sería el reeto a la Constitución de 1857, la<br />
implantación íntegra de la Reforma y una amnistía política y militar<br />
hasta el grado en que fueran prudentemente aconsejables.<br />
Por lo que toca a Berriozábal, deués de su frustrada comisión ante<br />
González Ortega, a principios de diciembre, regresó a la capital,<br />
donde Miramón lo puso a cargo <strong>del</strong> ayuntamiento que debía entregar<br />
la urbe a los liberales. El general aprovechó la ocasión para que todo<br />
estuviese en orden, hasta el momento en que llegaron Juárez y su<br />
gabinete y se hicieron cargo de todo. Hay que advertir que<br />
Berriozábal fue sometido a juicio para “depurar su auación” durante<br />
los últimos días de la lucha en que se dejó sorprender por los<br />
reaccionarios en Toluca. Se dice que la acusación fue lanzada por<br />
Nicolás Romero, pero que no progresó en virtud <strong>del</strong> limpio<br />
expediente de Berriozábal y los testimonios a su favor que emitieron,<br />
entre otros, el propio general Santos Degollado que en su entrada a<br />
México lo había invitado a compartir honores.<br />
En los primeros días <strong>del</strong> triunfo liberal, se encargó <strong>del</strong> gobierno <strong>del</strong><br />
estado don Manuel Fernando Soto, pero el 21 de mayo de 1861 se<br />
reivindicó totalmente a Berriozábal, designándolo gobernador<br />
interino de esta entidad.<br />
A pesar de la derrota de Calpulalpan, los jefes reaccionarios y las gavillas<br />
de la misma filiación siguieron luchando denodadamente durante los<br />
primeros meses de 1861, escondidos en las montañas de Ocuilan y<br />
Malinalco, donde se les aplicaron algunos golpes aunque no<br />
definitivos, Esteban León fue expulsado de la Villa <strong>del</strong> Valle (de<br />
Bravo), en tanto que Nicolás Romero infringía una grave derrota en<br />
Tlalnepantla al jefe conservador Patricio Granados. Al huir, Márquez<br />
y Mejía fueron sorprendidos y destrozados en el Cazadero, mientras<br />
O’Haran había acabado con Izaliturria en Las Cruces.<br />
Pero la reacción no estaba derrotada. Sus golpes de ahogado habrían de<br />
ser terribles. Pronto se juntaron cerca de Michoacán Zuloaga y<br />
Márquez, y sorprendieron a don Melchor Ocampo en su hacienda, a<br />
quien tomaron preso y asesinaron proditoriamente. Durante unas<br />
maniobras, don Santos Degollado fue sorprendido por la gavilla de<br />
Buitrón, en los llanos de Salazar y asesinado de un tiro. Igual que, en<br />
los mismos días, Gálvez tomó prisionero a Leandro Valle en el Monte<br />
de Las Cruces y lo pasó por las armas.
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Envalentonados por estos éxitos, los jefecillos reaccionarios comenzaron<br />
a reagruparse alrededor de la capital, a la que lanzaron algunos golpes<br />
sin importancia, pero psicológicamente peligrosos ya que el partido<br />
liberalista pasaba por una etapa de crisis virulenta. Se trataba de<br />
reconocer o no la legalidad de Juárez. Se le criticaban las facultades<br />
muy amplias que se le habían conferido y se hacían trabajos políticos<br />
alrededor <strong>del</strong> general González Ortega.<br />
El propio general Felipe B. Berriozábal abandonó temporalmente la<br />
gubernatura <strong>del</strong> estado para dedicarse a perseguir a los gavilleros<br />
conservadores, designándose para sustituirlo al licenciado Manuel<br />
Alas. Berriozábal, junto con el general Arteaga, atacó a Buitrón en<br />
Huixquilucan, donde le cobraron a buen precio la muerte de don<br />
Santos Degollado. Y poco deués González Ortega derrotó totalmente<br />
a Márquez en Jalatlaco, desalojando los alrededores de tropas infidentes.<br />
¿Podemos decir que termina en ese momento la Guerra de Reforma?<br />
No, cuando mucho un capítulo. Porque los juaristas insisten en llevar<br />
a<strong>del</strong>ante, a como dé lugar, sus planes de Reforma y la reacción clerical<br />
no les puede permitir tamaño lujo. Derrotada con las armas, la hueste<br />
conservadora emprende el viaje al continente europeo en busca de<br />
otras manos, de otros jefes, de otras armas extranjeras que les ayuden<br />
a doblegar al terco indio Juárez.<br />
Por lo que toca al Estado de México, Berriozábal vuelve a ocupar el<br />
gobierno estatal en oubre de 1861, donde permanece hasta que, a<br />
principios de abril de 1862, se incorpora con el Batallón de Toluca y la<br />
División <strong>del</strong> Estado de México a las fuerzas que habrán de dar por<br />
primera vez la cara al invasor extranjero en la ciudad de Puebla.
La Intervención<br />
Francesa<br />
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os últimos meses demostraron que el movimiento<br />
reaccionario tenía demasiadas cabezas. Cayeron muchas,<br />
pero otras se movilizaron sin interrupción, lo mismo en plan<br />
guerrero, que en el de la política. Napoleón El Pequeño, fue el<br />
siguiente paso de los conservadores. Este sátrapa, descendiente <strong>del</strong><br />
gran Corso, traicionó a la república francesa, se instaló un trono tan<br />
deforme como aparatoso y quiso emular las hazañas de su abuelo.<br />
Lo de pequeño no le viene a Luis por haber sido nieto de Napoleón, sino<br />
porque jamás pudo llegar ni a las suelas de su ilustre abuelo. Cuando<br />
llegó al trono de Francia tenía realmente muy poco territorio como<br />
para poder lucir emperador. Europa no estaba en plan de dejarse<br />
sorprender, igual que cuando el Corso. Por eso echó sus miras en<br />
América, máxime que los Estados Unidos, enfrascados en su guerra<br />
secesionista, estaban demasiado ocupados devorándose entre ellos<br />
para acordarse de la Dorina Monroe.<br />
El mezquino juego de las deudas, que Juárez trataba de dejar pendientes<br />
mientras reponía su presupuesto, inició la gran maniobra de El<br />
Pequeño. Tanto así, que los otros reclamantes, Inglaterra y Eaña, no<br />
quisieron hacerla de paleros y se retiraron a tiempo. En ese instante<br />
se declaró la maniobra imperialista, organizada y costeada en parte<br />
por los deechados conservadores.<br />
Sin embargo, mientras se realizaban las negociaciones en la esfera<br />
diplomática, los caudillos menores de la reacción proseguían su lucha<br />
guerrillera, concentrando la mayor parte de sus elementos en el<br />
altiplano, Michoacán, Puebla, Querétaro y Jalisco.<br />
En septiembre de 1861, se ordenó a los Ejércitos <strong>del</strong> Centro y a la<br />
División <strong>del</strong> Estado de México que se emplearan a fondo para<br />
eliminar los focos subversivos. Márquez había tomado Tianguistenco,<br />
donde fusiló a su manera de chacal a un grupo de patriotas que le<br />
habían hecho una tenaz y brava resistencia, entre ellos don Pablo<br />
Maya, jefe político <strong>del</strong> distrito de Tenango, que se había distinguido<br />
de joven por su acendrada ideología liberal.<br />
Hombre de gran cultura, ingeniero aivo que realizó numerosas obras<br />
en su región, Pablo Maya fue compañero de Altamirano, de Mateos,<br />
de Alcalde, de toda esa generación de institutenses que laaron<br />
positivismo puro y firmes ideas progresistas. Pronto se presentó en<br />
Santiago Tianguistenco el general O’Haran para vengar la derrota y el<br />
crimen, infringiendo un severo golpe al Tigre de Tacubaya, al que<br />
hizo replegarse hacia las montañas <strong>del</strong> norte.<br />
Al mismo tiempo, don Agustín Guzmán derrotaba en Arroyozarco a una<br />
triple partida comandada por Argüelles, Cobos y Negrete. Más
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
importante fue un segundo encuentro en Calpulalpan, donde el<br />
general Carbajal derrotó definitivamente a Marcelino Cobos y lo tomó<br />
prisionero. Cobos, que por la multitud de crímenes que había cometido<br />
independientemente de la guerra podía ser juzgado en plan sumario,<br />
sufrió la pena de muerte. No sabemos por qué razón deués de<br />
fusilado se le cortó la cabeza y se mandó empaquetada a México.<br />
El 12 de septiembre, el guerrillero Buitrón se atrevió a dar un golpe a<br />
Toluca, de donde fue rechazado enérgicamente por Berriozábal, a la<br />
sazón gobernador de la entidad. Iba huyendo Márquez cuando el<br />
general Tapia lo sorprendió e hizo trizas cerca de Pachuca.<br />
Poco deués las fuerzas de O’Haran y Aurelio Rivera se unieron para<br />
dar una batida, en Las Cruces, a las gavillas de José María Cobos<br />
(quien no era pariente <strong>del</strong> anterior), Gálvez, Buitrón y otros<br />
reaccionarios. En la hacienda <strong>del</strong> Veladero, Godoy Alcalá derrotó a<br />
Iguanazo. En fin, fueron echados <strong>del</strong> territorio, además de los jefes<br />
conservadores mencionados: Vera, expulsado por el coronel Domingo<br />
Arrieta, Lemus, Galván, La Madrid y otros de menor importancia.<br />
Un peligro mayor se cernía entonces sobre la cabeza de todos los<br />
mexicanos. Batidos en el campo de batalla, los conservadores habían<br />
conseguido otro objeto. La patria traicionada vio llegar al puerto de<br />
Veracruz las poderosas armas de Eaña, la primera, de Inglaterra, la<br />
segunda, y Francia, la tercera y única que se había de quedar.<br />
No vamos a repetir los harto conocidos incidentes de la conjura<br />
imperialista contra México, pero sí destacaremos algunos hechos<br />
esenciales. El amargo sabor de la derrota, la deseeración <strong>del</strong><br />
impotente, lanzaron a la reacción a una venta descarada de su<br />
patria. José María Hidalgo, Almonte, el cura Miranda, Gutiérrez<br />
Estrada, todos ellos fueron a negociar con la Corona eañola, con<br />
la Corona inglesa, ambas muy femeninas y con la turbia Corona<br />
de Francia.<br />
Eañoles y británicos sólo querían cobrar. En enero de 1862 se<br />
presentaron con su armada porque, según creían, Juárez se negaba a<br />
pagar, cuando México sólo pedía que lo eeraran un poco. En los<br />
Convenios de la Soledad, Isabel y Vioria se dieron cuenta de que<br />
México tenía un gobierno decente, pero empobrecido y, además,<br />
desconfiado de la aitud de Napoleón.<br />
Cínico como todos los diadores, Napoleón pasó por encima de los<br />
Convenios de la Soledad, deidió con una trompetilla a los<br />
cobradores exaltados y se diuso a intervenir nuestra patria. Los<br />
imperialistas jarochos recibieron al soberbio general conde de<br />
Lorencez con campanas al vuelo.
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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La guerra estaba declarada. Y ahora las fuerzas debían cambiar<br />
momentáneamente de nombre. Por un lado quedaban los patriotas,<br />
bien de color liberal puro o champurrados de tibio, y <strong>del</strong> otro se<br />
pusieron las fuerzas ultraconservadoras, las que soñaban con el<br />
status de la Colonia, los que creían que la solución de todos<br />
nuestros problemas era un “padrecito azar” o “un tata kaiser”, a fin<br />
de que las cosas tomaran el curso antaño establecido por la Iglesia y<br />
los señores feudales.<br />
Unos pelearán por México, por la república, y se llamarán republicanos,<br />
juaristas, chicanos. Otros pelearán por sus turbios intereses<br />
económicos que tratan de garantizar por medio de una Corona<br />
extranjera, por lo tanto firme y durable: éstos serán los imperialistas,<br />
conservadores, mochos, o como se les quiera llamar. Aparece un<br />
nuevo faor: los “franchutes”, soldados de paga, que vienen atraídos<br />
por el botín de las feraces tierras de América.<br />
Diría un cronista: “esta vulgar aventura”, es decir, la aventura<br />
imperialista (estuvo en boga todo el siglo pasado y principios <strong>del</strong> XX)<br />
tuvo éxito cuando dirigió sus garras hacia el centro africano, nidal de<br />
tribus casi en estado salvaje, o al sur de Asia y la Polinesia que<br />
también querían rebasar el neolítico. Tuvo éxito en los países árabes<br />
por tanto pachá inmoral (como nuestros Almontes y Mirandas) que<br />
entregaban su suelo a los ricos imperialistas, a cambio de que les<br />
dieran lo suficiente para seguir disfrutando de sus harenes edénicos.<br />
Se enfrentó a un Oriente estratificado, corrompido y en plena<br />
decadencia, y también pegó el imperialismo.<br />
No se tuvo en consideración que los felices tiempos de la conquista<br />
americana habían pasado tres y medio siglos atrás. Ahora los pueblos<br />
de este continente ya no estaban diuestos a tolerar ningún tutelaje<br />
europeo. Juárez decretó todo lo necesario, nombró general <strong>del</strong><br />
Ejército de Oriente y, poco más tarde, ministro de Guerra, al general<br />
Zaragoza y se diuso a defender a la patria.<br />
En febrero, el general Berriozábal pidió permiso para dejar la<br />
gubernatura que recayó en manos <strong>del</strong> licenciado Pascual González<br />
Fuentes. Este personaje sólo estuvo hasta marzo, cuando la situación<br />
obligó a Juárez a organizarse militarmente, por lo que fue nombrado,<br />
por el propio Juárez, gobernador y comandante militar de nuestra<br />
entidad el general Tomás O’Haran.<br />
Ya en febrero, Berriozábal había diuesto una movilización general de<br />
las fuerzas <strong>del</strong> estado, que tenían que concentrarse en Toluca; no<br />
obstante, acudió personalmente con una corta brigada a las<br />
cumbres de Acultzingo, donde el general Zaragoza tuvo su primer<br />
contao con Lorencez. El conde venía con más de seis mil
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
franceses, en tanto que Zaragoza no pudo reunir en esa ocasión ni<br />
dos mil hombres, por lo que, cuando vio que toda resistencia era<br />
inútil, ordenó que las tropas se replegaran hacia la ciudad de<br />
Puebla, donde eerarían al enemigo.<br />
El condecillo de Lorencez era tan fatuo, que consideró la maniobra de<br />
Acultzingo como una gran derrota <strong>del</strong> Ejército Republicano. Así lo<br />
anunció a sus jefes imperiales, con la visión europea <strong>del</strong> que juzga<br />
al pueblo de América como un clan de indios de pluma, taparrabo y<br />
huarache. Lorencez creía superar las hazañas de don Hernando y<br />
puede que hasta las de la Malinche. Él traía no trescientos forajidos<br />
habilitados de tropa, sino seis mil de “los mejores soldados <strong>del</strong><br />
mundo”. Pensaba hacer trizas a Zaragoza, a<strong>del</strong>antarse a Tenochtitlán,<br />
tomarla a sangre y fuego, entregarle un nuevo continente al pequeño<br />
Bonaparte. Algunos franceses creyeron sinceramente que venían a<br />
apalear encuerados y a cambiar cuentas por oro.<br />
En la acción <strong>del</strong> 5 de mayo, el pueblo <strong>del</strong> Estado de México va a tener<br />
una participación gloriosa.<br />
Aclaremos: ¿cuál pueblo?<br />
Queremos decir, el “pueblo en armas”, que desde años atrás combatía<br />
gallardo contra la reacción clerical. El pueblo organizado en<br />
batallones que perseguían a los chacales Márquez, Mejía, Buitrón,<br />
Cobos, el torvo Vicario y otros de su calaña. Este es el pueblo de<br />
Toluca, Metepec, Polotitlán, Tejupilco, Chalco, Texcoco, Valle de<br />
Bravo, etc., que fue a la Batalla <strong>del</strong> 5 de Mayo. Sin olvidar que en<br />
dichas brigadas tomaron parte algunos inteleuales de gran valía<br />
salidos <strong>del</strong> Instituto de Toluca.<br />
Decir, por ejemplo, “que ese día Puebla defendió a la patria” es decir una<br />
barbaridad. Los poblanos ricos eran quienes habían traído la peste<br />
armada de Francia. Dejaron morir de hambre al Ejército de Oriente…<br />
En fin, trabajaron para el extranjero seguidos de la clase sacerdotal y<br />
de sus inevitables corifeos, entre la pequeña burguesía y el pueblo<br />
ignorante y desorientado. Claro que los poblanos y patriotas<br />
estuvieron en la lucha. Imposible borrar de la contienda a los<br />
zacapoaxtlas y a la división poblana, formada por guerrilleros y<br />
soldados que también habían estado peleando fieramente contra la<br />
rabiosa clerigalía de Puebla.<br />
En cuanto Berriozábal se dio cuenta de lo que les eeraba en esa ciudad,<br />
se concentró con una brigada en Toluca. Dice la señora de Meyer:<br />
Ante la situación ya amenazadora <strong>del</strong> avance de las tropas invasoras,<br />
el Estado de México puso a la diosición de la Secretaría de Guerra
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una división a las órdenes <strong>del</strong> general Felipe Berriozábal, compuesta<br />
por tres brigadas. La primera brigada al mando <strong>del</strong> general Tomás<br />
O’Haran, compuesta por el batallón ligero de Toluca, batallón de<br />
Sultepec, lanceros de Toluca y lanceros de Ixtlahuaca con un efeivo<br />
de 1,400 hombres. Segunda brigada al mando <strong>del</strong> coronel Ignacio de la<br />
Peña y Barragán, formada por el segundo batallón ligero de Toluca,<br />
tiradores de Ocampo, escuadrones de Tlalnepantla y Cuautla, guardias<br />
nacionales de Chalco, Texcoco y Tlalnepantla, con un efeivo de 1,500<br />
hombres. Tercera brigada al mando <strong>del</strong> coronel Jesús Andrade,<br />
compuesta por los guardias nacionales de Huejutla, Huascazaloya,<br />
Zacualtipan y Pachuca, con un efeivo de 1,500 hombres.<br />
Según todas las informaciones, la División <strong>del</strong> Estado de México aportó<br />
algo más de 4 500 hombres bien equipados. Al llegar a Puebla se<br />
pusieron a las órdenes <strong>del</strong> general Zaragoza, que los distribuyó<br />
convenientemente, quedando Berriozábal al mando <strong>del</strong> Fijo de<br />
Veracruz y los dos ligeros de Toluca, dentro de la columna <strong>del</strong> general<br />
Negrete, antiguo jefe conservador que esa vez en Puebla se portó con<br />
real patriotismo y gallardía.<br />
El propio Berriozábal, en su bien pergeñado parte militar, nos da a<br />
conocer las acciones en que los efeivos a su cargo tomaron parte en<br />
la Batalla de Puebla.<br />
Lorencez había eerado que en el camino a Puebla se le unieran las<br />
facciones conservadoras. Pero sus jefes permanecieron a la<br />
expeativa, no obstante que Juan Almonte, autonombrado para dirigir<br />
los destinos imperiales, hizo todos los esfuerzos posibles por allegarlos<br />
a la causa. Es verdad que al final todos terminaron uncidos al carro de<br />
Napoleón, pero antes de entregarse pusieron sus condiciones. Hasta<br />
que se les garantizó el botín comenzaron a tomar parte más aiva en<br />
la lucha y a sumarse a los efeivos militares <strong>del</strong> invasor.<br />
En Orizaba se le agregó Márquez, pero jefes como Zuloaga, José María<br />
Cobos y Manuel Benavides prefirieron expatriarse. El Estado de<br />
México parecía limpio de reaccionarios, por lo que sus fuerzas<br />
pudieron acompañar al general Zaragoza en el frustrado ataque a<br />
Orizaba, al mismo tiempo que liquidaban a Echegaray tropas<br />
combinadas de Carbajal y Berriozábal, que lo sorprendieron en<br />
Iztapa, Veracruz. Buitrón hizo una intentona para apoderarse de<br />
Tianguistenco, en manos <strong>del</strong> general Leyva, pero fue rechazado y<br />
escarmentado. Dejó más de 200 prisioneros, artillería, armamento y<br />
equipo en cantidades considerables.<br />
La amenaza ya no fue de pronto <strong>del</strong> interior, la amenaza iba a<br />
agigantarse desde fuera. En el asedio a Orizaba nuestras tropas<br />
vuelven a cubrirse de laureles, según lo narra en sus partes el general
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Berriozábal, a quien tocó detener y rechazar una numerosa columna<br />
francesa. Aquel ataque no significó una vioria, fracasó el plan y la<br />
sorpresa; pero tampoco significó una derrota: los mexicanos<br />
pudieron retirarse en orden salvando todas sus pertenencias. El resto<br />
de 1862 había de transcurrir en una eecie de status. Los<br />
republicanos atacan Orizaba, de donde sale Lorencez a emprender<br />
alguna acción de importancia. Se hace el enfermo, pide su traslado a<br />
Francia, Napoleón reacciona y en septiembre llega a Veracruz el<br />
famoso mariscal Forey, inmisericorde y tremendo, que inaugura su<br />
mandato degradando oficiales, cesando a Juan Almonte como<br />
direor político de la invasión y reorganizando las tropas a las que<br />
trajo de refuerzo algo más de 12 mil hombres.<br />
La llegada de Forey hizo comprender a Juárez que el peligro eerado<br />
estaba allá; Napoleón ya no creía en verdad en los sueños dorados<br />
de Lorencez, ahora estaba decidido a emplear sus fuerzas en<br />
número mayor, hasta el fondo. En oubre, Juárez terminó de<br />
reorganizar militarmente a la nación. Presentía la derrota en los<br />
principios y la necesidad más tarde de una guerra permanente, bien<br />
en guerrillas, bien en tropas organizadas, por lo tanto, el país debía<br />
estar listo para todo.<br />
Ese mes apareció en Toluca, durante el gobierno de Ortiz de Zárate, el<br />
bando juarista por el cual se dividía la entidad en “distritos militares”.<br />
Tres se formaron: uno que abarcaba en eecial el Valle de Toluca, y<br />
los distritos <strong>del</strong> sur con quienes se comunicaba a través de la sierra:<br />
Sultepec, Temascaltepec, Tenango <strong>del</strong> Valle, Tenancingo, Toluca,<br />
Villa <strong>del</strong> Valle, Ixtlahuaca y Jilotepec, considerándose como la<br />
capital a Toluca.<br />
El segundo distrito militar abarcaba las poblaciones <strong>del</strong> norte: Tula,<br />
Ixmiquilpan, Zimapán, Huichapan, Aopan, Huazcozaloya, Pachuca,<br />
Huejutla, Zacualtipan, y el antiguo distrito de Apan, dejándose como<br />
capital Aopan.<br />
El tercero abarcó eecialmente el sur morelense: Jonacatepec,<br />
Yautepec, Morelos, Cuernavaca y Tetecala, considerándose como<br />
cabecera a Cuernavaca. Hay que apuntar que el resto de los distritos,<br />
es decir, los <strong>del</strong> valle, quedaron adscritos a la jefatura militar <strong>del</strong> DF.<br />
Los efeivos militares se distribuyen de modo práico y Berriozábal,<br />
con los batallones de Toluca y efeivos de Ixtlahuaca, Tenango, etc.,<br />
siguió en campaña junto con el Ejército de Oriente mandado por<br />
Zaragoza. Y más que todo eerando la embestida francesa.<br />
En efeo, en cuanto se organizó Forey, salió de Orizaba hacia Jalapa y<br />
de ahí se tiró direamente sobre Puebla. Zaragoza había muerto. Esa
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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vez se encargó a González Ortega defender la estratégica ciudad. Fue<br />
un sitio cruel y tormentoso, largo, infernal, que al fin se perdió por<br />
parte de los mexicanos.
Coterráneos<br />
en Puebla<br />
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a segunda vez que los franceses atacaron Puebla ya no<br />
estaba allí Lorencez, sino Forey, con 18 mil elementos de tropa<br />
escogida. Sin embargo, con menos hombres, con<br />
fortificaciones muy deficientes, casi sin alimentos, los defensores<br />
sostuvieron el sitio durante dos meses de infierno y balas, que<br />
terminaron en una derrota total y la captura de los principales jefes<br />
republicanos, incluyendo a González Ortega.<br />
En esa batalla crucial tomaron parte dos hombres con gran influencia en<br />
los destinos <strong>del</strong> estado: Berriozábal, de quien hemos hecho frecuente<br />
mención y José Vicente Villada, entonces capitán extraordinariamente<br />
joven para su cargo y para las aptitudes excepcionales que mostraba.<br />
Del primero, podemos decir que comandando las fuerzas de la división<br />
estatal, participó en facetas muy importantes de la lucha como la<br />
defensa <strong>del</strong> convento de San Agustín, la Calleja de los Loros y el<br />
encuentro en Pitiminí. Cooperó aivamente para hacer inexpugnable<br />
la manzana poblana que estuvo en manos <strong>del</strong> general Valle. Se<br />
encargó en gran parte de la defensa de los fuertes de Loreto y<br />
Guadalupe y, a principios de mayo, fue de los que trataban de<br />
convencer a González Ortega de romper el sitio y salvar al ejército.<br />
Pero el comandante general era de otras ideas.<br />
Además, se eeraban refuerzos <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro que no llegaron<br />
nunca. Comonfort sufrió una derrota a manos de Márquez antes de<br />
llegar la noche <strong>del</strong> 14 de mayo, Gonzáles Ortega reunió a los<br />
principales jefes: Negrete, Mendoza, Antillón, Paz, Berriozábal,<br />
Alatorre y Mejía [Ignacio] para determinar la forma de rendirse. Se<br />
resolvió al final de cuentas que se destruiría totalmente el equipo y<br />
armamentos útiles, entregándose las tropas restantes al enemigo, si<br />
éste aceptaba las condiciones de una rendición decorosa.<br />
Así sucedió. Forey tomó Puebla, hizo prisioneros a una cantidad<br />
considerable de jefes y soldados y trató de que firmaran un documento<br />
en que se comprometían a no volver a tomar las armas en contra <strong>del</strong><br />
ejército invasor. Todos se negaron. La viril reuesta aparece firmada<br />
por generales de la talla de Epitafio Huerta, Felipe Berriozábal, Francisco<br />
Paz, Florencio Antillón, Francisco Alatorre, Ignacio Mejía, Alejandro<br />
García, José M. Mora, Pedro Hinojosa, Francisco Lamadrid, Porfirio<br />
Díaz, Mariano Escobedo, Juan Bautista Caamaño —que pronto había<br />
de traicionar a la causa—, Luciano Prieto, Manuel G. Cosío y 1 400<br />
más, oficiales y jefes, que en una forma u otra, pronto volverían al<br />
campo de batalla.<br />
Entre los prisioneros que se negaron a firmar estaba José Vicente<br />
Villada, que poco antes se había juntado con el general Hinojosa a la<br />
Brigada Jalisco, que se destacó a los fuertes de Loreto y Guadalupe.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Villada peleó con bravura, según su demostrado caráer y arrojo.<br />
Hay que decir que este jefe no principió su carrera militar en las filas<br />
liberales, sino con el general Francisco A. Vélez, en la época en que<br />
este mílite se subordinó al gobierno tacubayista. Deués de los<br />
fracasos reaccionarios, Villada, que también fue un gran luchador<br />
periodístico, se retiró a Pachuca para dedicarse al comercio y a sus<br />
aficiones literarias.<br />
Iniciada la invasión <strong>del</strong> territorio nacional, el patriota que hubo siempre<br />
en el joven capitán de la milicia lo hizo salir de su encierro para<br />
incorporarse a las fuerzas defensoras. Vistos sus antecedentes, el<br />
general Doblado confirmó a Villada el grado de capitán y lo<br />
comisionó para que formara un batallón de voluntarios en la región<br />
minera de Pachuca.<br />
En febrero de 1862 tuvo un encuentro con Mejía cerca <strong>del</strong> mineral, pero<br />
eludió la lucha franca para reunirse con Doblado en México; este jefe lo<br />
comisionó, a su vez, para que se incorporara con su batallón al Ejército<br />
<strong>del</strong> Centro, mandado por Comonfort. Pero este jefe recibió tarde la<br />
orden de ayuda a Puebla. Quedó quieto por lo pronto. Por ello mismo,<br />
José Vicente, que era un volcán, pidió y obtuvo la autorización de<br />
Comonfort para sumarse al Ejército de Oriente que eeraba a los<br />
franceses en Puebla. Cerca de esta plaza, se incorporó a las fuerzas de<br />
Hinojosa y con ellas estuvo en lucha hasta caer prisionero.<br />
Puebla cayó el 17 y el 21. Berriozábal, Antillón, Díaz y Caamaño<br />
consiguieron escapar. Más a<strong>del</strong>ante también burlaron la vigilancia de<br />
sus captores el general Hinojosa y José Vicente Villada. Estos últimos<br />
huyeron a San Agustín <strong>del</strong> Palmar y se juntaron más tarde en<br />
Tehuacán donde procedieron a reorganizar sus fuerzas.<br />
Por lo que toca a Berriozábal, él se presentó rápidamente con el<br />
supremo gobierno, y Juárez, que atravesaba por una época de crisis<br />
ministerial desde la muerte de Zaragoza, lo nombró ministro de la<br />
guerra. Por lo que tocó al resto de los efeivos <strong>del</strong> Estado, se<br />
distribuyeron en eecial en el Ejército <strong>del</strong> Centro, de Comonfort, o<br />
quedaron adscritos a las brigadas que defendían los distritos militares<br />
de nuestra entidad. Berriozábal, que duró escasos dos meses en la<br />
Secretaría de Guerra, fue nombrado general de división y se le<br />
encargó nada menos que la gubernatura de Veracruz. En esa región<br />
estuvo hostigando a los franceses hasta el mes de septiembre que<br />
pasó al “Cantón de Reserva” en Aguascalientes y, finalmente, se le<br />
entregó la comandancia de la Cuarta División <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Norte.<br />
Por su lado, Hinojosa y Villada, deués de una terrible odisea, llagan a<br />
la capital, pero Juárez y su gabinete se habían trasladado a San Luis<br />
Potosí, en este lugar lo alcanzan y, mientras el general Hinojosa
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vuelve a tomar el mando de su división, la de Jalisco, Villada sirve a<br />
Juárez en algunas difíciles misiones cerca de la capital; más tarde se<br />
incorpora al 2º Batallón de Ligeros de Toluca, con el parte a defender<br />
las asoladas tierras michoacanas.<br />
Fue en esta época, diciembre de 1863, cuando Villada habría de acometer<br />
la empresa más formidable de su carrera. Salvó a la División <strong>del</strong> Centro<br />
de pararse a las filas <strong>del</strong> enemigo, ya que pudo saber afortunadamente<br />
de una conjura que estaban tramando los generales Uraga y Caamaño,<br />
el primero de triste historial y el segundo que se manchaba por<br />
primera vez las manos. Entonces, Villada maniobró con rapidez, habló<br />
con algunos jefes que le eran adios, los resolvió a derenderse con él<br />
<strong>del</strong> grueso de la división y ya en condiciones favorables arengó a la<br />
tropa, les dio a conocer la falacia de Uraga y Caamaño y los convenció<br />
para que lo quisieran en la lucha contra los invasores.<br />
Caamaño, que además era gobernador de Michoacán, quiso castigar<br />
a Villada y a sus gentes, pero cuando los buscó ya estaban bien<br />
guarnecidos en el sur terracalenteño. Dice uno de sus biógrafos:<br />
“De este modo 4 mil hombres quedaron bajo el mando de Villada<br />
durante muchos días, hasta que convocó a una junta de jefes, ante la<br />
cual renunció y propuso como jefe de la división al coronel<br />
Alejandro García”.<br />
Recordamos que entonces José Vicente sólo era capitán, por lo que su<br />
sentido <strong>del</strong> saber, su audacia y su arrojo y el don de mando que puso<br />
en evidencia los días en que comandó la división, le ganaron el<br />
grado de teniente coronel, que le confirió Arteaga, nuevo jefe <strong>del</strong><br />
Ejército <strong>del</strong> Centro cuando el joven Villada se incorporó a ese<br />
cuerpo, entregando de paso los 4 000 efeivos que había salvado de<br />
la traición.<br />
Volviendo al desastre de Puebla, se recuerda que originó la precipitada<br />
salida de Juárez hacia San Luis Potosí, por lo que el ejército invasor<br />
pudo entrar a la capital de la república el 10 de junio de 1862, sin<br />
encontrar resistencia alguna. Eso sí, se encontraron las campanas al<br />
vuelo, los arcos triunfales levantados por la reacción para que bajo<br />
ellos pasaran los franceses y traidores que les seguían. El primero en<br />
poner pie en la capital fue el Tigre de Tacubaya, todavía con las uñas<br />
llenas de sangre de mártires <strong>del</strong> liberalismo.<br />
Forey nombró un ayuntamiento con reaccionarios, integró una junta de<br />
“notables” que debía decidir el destino político de la patria y<br />
estableció firmemente su hegemonía militar. Los notables, no podían<br />
menos, votaron por la monarquía y ao seguido extendieron la<br />
invitación a Maximiliano, advirtiendo que si el rubio archiduque no<br />
podía aceptar: “La nación mexicana que se remite a la benevolencia
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
<strong>del</strong> su majestad Napoleón III, emperador de los franceses, para que le<br />
indique otro príncipe católico”.<br />
La noticia fue recibida con gran entusiasmo en los círculos retrógrados<br />
de la providencia. Desde luego, en Toluca, donde ya se eeraba con<br />
ansia el arribo <strong>del</strong> ejército invasor, igual que en todas partes <strong>del</strong> país,<br />
aquí tuvimos, incluso, nuestro Epigmenio de la Piedra, que deués<br />
de ser un hombre de cultivadas ideas liberales, desbarró <strong>del</strong> modo<br />
más increíble. Ya cuando estaba en Tenancingo, llegó a proponer, en<br />
su deseeración imperialista, que si no queríamos príncipes rubios y<br />
ojiverdes, ahí estaban para el caso los prietos descendientes de<br />
Moezuma, ideas que eran discutidas con euforia, casi sin reparar en<br />
la ridiculez que entrañaban, por los seleos círculos toluqueños.<br />
Por eso fue que el 5 de julio, cuando las columnas francesas penetraron<br />
como en desfile dominguero por las calles de Toluca, la reacción se<br />
echó a la calle para llenar de vítores al general Berthier, a cuya<br />
aproximación las fuerzas <strong>del</strong> general don Manuel Alas, gobernador y<br />
comandante <strong>del</strong> distrito, se habían retirado hacia el occidente.<br />
Forey había decidido limpiar el centro de tropas republicanas. De ahí<br />
que la aividad militar de los franceses se extendió con rapidez en<br />
todos los puntos importantes. Pronto ocuparon Monte Alto y Tepeji<br />
<strong>del</strong> Río la brigadas de Larrauri, de la división de Mejía; <strong>del</strong>egándose<br />
deués hacia Puebla en Ajusco, el general Leyva fue derrotado por el<br />
coronel imperialista Carranza, quien se llevó gran número de<br />
prisioneros y material. Vicario tomó Cuernavaca, replegando a las<br />
fuerzas de Juárez hasta los límites de la costa. Ya para el 18 de julio,<br />
los franceses estaban en Tenancingo. Rápidamente el coronel Aymerd<br />
tomó Pachuca y Tulancingo.<br />
Es verdad que los imperialistas tuvieron algunos descalabrados pero, en<br />
general, puede decirse que para el otoño de 1863 ya habían ocupado<br />
gran parte de nuestra región, por lo que las aividades militares en gran<br />
escala se dirigieron hasta los estados <strong>del</strong> norte y <strong>del</strong> sur, quedando<br />
sólo en las regiones escabrosas los grupos de guerrilleros que habían<br />
de hostigar constantemente a las fuerzas invasoras.<br />
Durante el otoño e invierno de 1863, Forey desató una furiosa ofensiva<br />
hacia el interior en que sus generales fueron tomando, sucesivamente:<br />
Querétaro, Morelia, Guadalajara y León, mientras Mejía avanzaba<br />
direamente sobre San Luis, cuya capital era abandonada por Juárez<br />
quien, con su gabinete, marchó hacia Saltillo.<br />
En esta etapa suceden algunos hechos de orden general muy<br />
significativos. Los conservadores se dan cuenta de la humillante<br />
condición de inferioridad, militar y política, en que los mantiene el
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mariscal Forey, quien también rechazaba gran parte de los puntos de<br />
vista <strong>del</strong> seor clerical.<br />
Se olvidaron los malinchistas de que Francia, con todo y estar<br />
constituida en imperio, por azares de la mala fortuna, había podido<br />
conservar una serie de conquistas ganadas por la Reforma. Por<br />
ejemplo, en Francia, la Iglesia tenía un claro sello oficial. Estaba no<br />
sólo separada, sino supeditada al Estado. Los curas no podían cobrar<br />
impuestos, ni siquiera obvenciones parroquiales. Trabajaban a sueldo.<br />
Y en relación con los demás, si los mexicanos pedían una monarquía<br />
moderna, era de eerarse que no tuviera las condiciones feudales<br />
que ricos y clero trataban de imponer. Estas cuestiones debían<br />
producir grietas irreparables en un sistema monárquico que en<br />
mucho contribuyeron a su destrucción final.<br />
El establecimiento de las tropas francesas en el país, y más tarde la<br />
institución de Maximiliano, creó entre los conservadores una<br />
situación más confusa y contradioria que aquella que había<br />
prevalecido durante los gobiernos republicanos. Algunos<br />
imperialistas terminan por creer a ciencia cierta que Maximiliano,<br />
más que para ellos, había venido a gobernar para los liberales.<br />
Comenzando porque el príncipe rubio era masón.<br />
En el momento en que los traidores fueron a ofrecerle la corona,<br />
Maximiliano era práicamente un prisionero. Archiduque y<br />
hermano <strong>del</strong> poderoso Francisco José de Austria y Hungría, desde<br />
muy joven manifestó sus tendencias democráticas, un acendrado<br />
amor a la cultura, al estudio y a la investigación teológica. Siendo<br />
jefe de la marina austriaca, se ligó con algunos nobles encariñados<br />
con la masonería. Trataba con deferencia a todo mundo, incluso a<br />
los subordinados más ínfimos, y se ganó la voluntad y cariño de la<br />
marinería, que colaboró con entusiasmo excepcional en los planes<br />
de reorganización trazados por Maximiliano para esa deficiente<br />
arma de un imperio sin costas. Realmente fue el creador de la<br />
marina imperial.<br />
Fue también gobernador <strong>del</strong> Lombardo Veneto, gozando de una<br />
popularidad arrolladora, tanta que acabó por granjearle la envidia de<br />
su propio hermano. Recuérdese que siendo archiduque, tenía derecho<br />
al trono en segundo lugar, de manera que sus enemigos acabaron por<br />
inventarle su conjura, apoyada por el pueblo, en que se lucharía por<br />
acabar con las instituciones imperiales, imponiendo a Maximiliano<br />
en el trono sobre base en una monarquía constitucional.<br />
Poco a poco se les fueron reduciendo los cargos de confianza, volvió a la<br />
marina en calidad de mueble y pronto se le confinó definitivamente
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
en Miramar, con serio peligro para su existencia y la de su eosa si<br />
abandonaba ese retiro. Tal es el triste momento de su vida en que lo<br />
encontró el grupo de reaccionarios que fueron a Miramar a ofrecerle<br />
una “verdadera” corona.<br />
Existen indicios bastante serios de que Maximiliano se resistía a<br />
emprender la aventura, pero fue fatalmente empujado por las<br />
ambiciones de Carlota Amelia, su mujer, que sufría eantosamente<br />
en el destierro y soñaba, febril, con llegar algún día a cernirse una<br />
corona imperial. Y México, deués de todo, era un país que tenía<br />
diez veces más territorio que todos los dominios de Francisco José.<br />
Para el emperador también era un excelente negocio, hizo renunciar al<br />
hermano a todos sus derechos al trono de Austria y Hungría y en<br />
pago le entregó una fuerte escolta de 6 000 hombres. Sin embargo, lo<br />
principal era que los conservadores le habían pintado a México como<br />
un pobre país, sometido a la tutela diatorial de unos salvajes<br />
indígenas comandados por el zapoteco Juárez y que, en cuanto su real<br />
planta tocara el suelo <strong>del</strong> país, todo el pueblo se levantaría para<br />
vitorearlo y apoyar a su salvador. Ya que de salvador venía a México<br />
este príncipe, último de los románticos que sí creyeron verdad eterna<br />
la predestinación de los seres de sangre azul para el gobierno de los<br />
pueblos; cuánto más, si el príncipe es también un hombre demócrata,<br />
liberal, capaz de sentir verdadero cariño por el pueblo.<br />
Maximiliano es todo un personaje <strong>del</strong> romanticismo decadente, su<br />
vida es una novela como mandada hacer para la radio, para la<br />
televisión; todo melodrama y un horrorísimo final de tragedia<br />
esquiliana. Si este rubio príncipe hubiese sido un déota de la<br />
crueldad, de la calaña de su hermano, culpable de la guerra de 1814,<br />
su vida estaría sobremontada y diluida en la de tantos tiranuelos,<br />
nacionales y extranjeros que vinieron a sojuzgar al país. Pero en<br />
Maximiliano hay una paradoja increíble que mete su vida a un<br />
marco de agudas truculencias. Se le puede pintar sin sonrojos<br />
patrióticos, como un buen hombre al que engañaron los<br />
reaccionarios, <strong>del</strong> que un déota como Francisco José trataba de<br />
deshacerse a toda costa y <strong>del</strong> que Napoleón se aprovechó como<br />
títere para sus ridículas ambiciones imperiales, tan ridículas como<br />
criminales y fracasadas.<br />
Podemos admitir, incluso, que Maximiliano fue verdaderamente<br />
demócrata, pero sus convicciones son totalmente borradas por su<br />
aitud imperial; sirvió de instrumento a la reacción y fue un<br />
instrumento de guerra. Culpable <strong>del</strong> asesinato de miles de mexicanos<br />
y de estas cosas no lo pueden exculpar sus pujos liberalistas. Al<br />
propio Maximiliano tener las ideas que tenía le costó la existencia.<br />
Como liberal fue de lo más peligroso para los liberales, y como
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conservador terminó por ganarse las soechas, la desconfianza y la<br />
animadversión plena de los conservadores.<br />
Todos esos fenómenos históricos cierran el camino de Maximiliano<br />
direamente hacia el paredón. A última hora, no lo quiso salvar<br />
nadie porque les había fallado a todos: al papa y a la Iglesia, al<br />
imperialismo francés y a los capitalistas mexicanos, le había fallado,<br />
incluso, a su hermanito, quien se negó terminantemente a que el<br />
archiduque derrotado volviera a su patria.<br />
Finiquitados los arreglos en Miramar, Maximiliano y Carlota pusieron<br />
pie en Veracruz el 28 de mayo de 1864 dentro de un ambiente de<br />
frialdad que los dejó asombrados. El 12 de junio entraron en la<br />
capital, donde la reacción ya les hizo algunas fiestas. Y en ese instante<br />
comenzó el fugaz último imperio que conoció la desgarrada patria.
Maximiliano<br />
en Toluca<br />
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esde julio de 1863, cuando el general Ignacio Alas<br />
abandonó Toluca para reunirse con los juaristas en el norte,<br />
dejó de existir la entidad federativa, el territorio se volvió<br />
departamento y se nombraron para dirigir sus destinos, por cuenta<br />
de los imperialistas, una serie de prefeos políticos que empezaron<br />
con don Manuel de la Sota Riva.<br />
Por cuenta de las diosiciones militares, en el primer distrito con<br />
cabecera en Toluca, se situaron tropas conservadoras al mando de<br />
Navarrete y Valdés, con algo más de 1 100 hombres; el infidente Cano<br />
ocupó Pachuca, con el coronel Antonio Domínguez, y el comandante<br />
José de la Peña pasó a Tula.<br />
Por lo que toca a las fuerzas liberales, los que no cayeron prisioneros en<br />
las últimas contiendas, como Ortiz de Zárate, o defeccionaron como<br />
el general O’Haran, se reunieron con los ejércitos <strong>del</strong> Centro, de Oriente<br />
y de Norte, según veremos más a<strong>del</strong>ante. El mando liberal de los<br />
distritos <strong>del</strong> Estado de México se dio al general José María Arteaga:<br />
[…] en esas condiciones estábamos cuando en el mes de oubre,<br />
Maximiliano vino al departamento de México a conocer algunos de<br />
sus pintorescos lugares, empezando por los miserablemente<br />
folklóricos de San Felipe <strong>del</strong> Obraje [hoy, dizque <strong>del</strong> Progreso] y de<br />
Ixtlahuaca. Para rematar en Toluca.<br />
Este viaje y la visita a Toluca son demasiado ilustrativos para conocer el<br />
estado de ánimo y la frecuencia de opinión en los distintos círculos<br />
sociales de la ciudad capital, y nos revelan algunos pormenores de la<br />
insólita manera de auar <strong>del</strong> príncipe rubio. La mejor descripción la<br />
tenemos en el maestro Miguel Salinas y, posiblemente, la única de<br />
caráer histórico, aparte de tradiciones y leyendas que circulan por<br />
ahí entre los herederos de los socialité que en esa época se encargaron<br />
de agasajar a la imperial pareja.<br />
Siendo muy jovencito, don Miguel Salinas vio y vivió aquella ocasión tan<br />
eecial que, años deués, nos narra con un dejo de melancolía,<br />
como si a él también le hubiese impresionado el relandor de la<br />
sangre azul. Se lamenta de las “groserías” de los “liberales” y <strong>del</strong><br />
payismo de algunos aristócratas, haciendo notar que la plutocracia<br />
toluqueña se quedó no poco decepcionada <strong>del</strong> príncipe rubio y su<br />
bellísima señora.<br />
Desde el principio hubo problemas, ya que Maximiliano salió<br />
primero, hizo el viaje hasta Michoacán, luego regresó a Ixtlahuaca<br />
y de ahí se carteó con la emperatriz pidiéndole que lo eerara en<br />
Toluca. Pero resultó que Carlota se a<strong>del</strong>antó un poquitín a los<br />
acontecimientos, por el afán de conocer las formidables haciendas
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
que se extendían a los lados <strong>del</strong> camino y llegó más temprano a<br />
Toluca. Nadie la salió a recibir. Los imperialistas que estaban<br />
preparando la “cuetería”, al volver el resto, se encontraron con que<br />
la augusta mujer ya estaba allí.<br />
¡Qué barbaridad! Los sicarios <strong>del</strong> imperialismo sudaron tinta para<br />
explicarle tamaña anomalía a su majestad y la llevaron rápidamente<br />
hasta la hacienda de Palmillas, donde se encontró con su real<br />
consorte bajo un arco que había costado a los ricos Montes de Oca<br />
más de cien mil pesos. Pero dejemos que el señor Salinas narre este<br />
emotivo encuentro: “cuando se acercó el monarca y divisó a su<br />
eosa, apeose <strong>del</strong> arrogante corcel que montaba, la señora bajó de su<br />
coche; ambos avanzaron hasta encontrarse, se unieron en estrecho<br />
abrazo y se besaron tiernamente.”<br />
¿Diga usted si no iba a conmover a la camarilla reaccionaria esta<br />
pareja de comediantes con tamañas dotes para el arte<br />
representativo? Por cierto que, seres tan refinados, se habían<br />
encontrado en estas ilustres tierras una nobleza cimarrona con<br />
todos los defeos <strong>del</strong> “novorriquismo”. En la capital las señoras<br />
acomodadas corrían a saludar a la emperatriz, la llenaban de<br />
abrazos y de saliva y algunas hasta llegaban a decirle: “¡Carlotita,<br />
pero está usted maravillosa!”<br />
No podemos olvidar que todavía en los inicios de la Independencia los<br />
nobles eañoles emigran en masa a la metrópoli y dejan sus<br />
haciendas rentadas a capataces blancos o medieros de su confianza.<br />
Más tarde y por virtud de la expulsión de magnates íberos y la<br />
consiguiente enajenación de sus bienes, los rentistas los pudieron<br />
adquirir en propiedad por diferentes medios, los cuales no está en<br />
nuestro plan dar a conocer el detalle.<br />
Esta generación de ricos que fue a recibir al rubio Maximiliano carecía<br />
en lo absoluto de los títulos, de la educación, de la cultura y el<br />
refinamiento innato en los déotas de la ilustración imperial. Por eso<br />
los emperadores gastaron demasiado tiempo, saliva y dinero, en su<br />
afán de crearse una corte decente, que no palideciera frente a las<br />
cortes de los más infelices principados de Europa. Ya que hasta ese<br />
momento la aristocracia “pulquera”, “lechera” y “gallera” <strong>del</strong> señor<br />
Santa Anna, se había preocupado mucho de eecular con el hambre<br />
y la guerra, pero muy poco de instruirse. Con otra, que los<br />
hacendados que llegaban a cierto grado de ilustración, se volvían<br />
liberales. No se sintió muy a gusto “Carlotita” en Toluca. Desde que<br />
llegó le hicieron pasar un mal rato. Eeraba un pueblo entero<br />
poniéndose a sus pies; y a su paso por las calles, hasta llegar al centro,<br />
sólo pudieron admirarla algunos borrachines trasnochados y las<br />
señoras que iban al tianguis a surtirse de vitualla.
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Por lo demás, mientras los imperialistas de corazón y los liberales tibios<br />
adornaron presuntamente las fachadas de sus casas, la gentes que estaban<br />
de parte de Juárez en plan sincero, se negaron a servir en la comparsa.<br />
Testigo personal de estas cosas, don Miguel Salinas dice emocionado:<br />
No he olvidado que en aquella mañana las calles de Toluca<br />
rebozaban de curiosos, y que las puertas, ventanas y azoteas<br />
contenían grupos compaos de personas. Al llegar el cortejo (hasta<br />
la Cortadura, en que estaban las puertas de la ciudad) avanzó lentamente<br />
[…] de cuando en cuando, una lluvia de flores caía sobre el<br />
coche imperial; al pasar éste frente a la casa de don Luis Goribar<br />
[hoy marcada con el número 40 de la avenida Independencia] el<br />
anciano dueño de la casa, coahuilense radicado en Toluca, lanzó<br />
desde su balcón, con voz muy robusta, un ¡Viva! a los emperadores.<br />
Parece ser que aquel grito fue tan único que por ello impresionó al<br />
narrador. Y no salió de la boca de un toluqueño, sino de un<br />
coahuilense que estaba en Toluca por casualidad. Al señor Salinas le<br />
pareció todo muy bien, hasta que al pasar la augusta pareja bajo uno<br />
de tantos balcones, ocupado por el maestro Mariano Oscoz, el buen<br />
Max se quitó el sombrero, inclinó la cabeza. Todos se quitaron el<br />
sombrero y contestaron el saludo, menos el profesor Oscoz que era<br />
liberal de hueso colorado. Considera el señor Salinas que estas faltas<br />
de urbanidad carreñesca pudieron haberle dado mala fama a Toluca,<br />
en virtud de que lo cortés no quita lo valiente cuando se trata de<br />
emperadores. Muchas veces las multitudes acuciadas por algún cura<br />
apedrearon y abuchearon a Juárez, que también solía ser muy atento<br />
y saludar con el chapó en la diestra… pero eso era otra cosa.<br />
La pareja paró y descansó en la elegante Casa <strong>del</strong> Risco, propiedad de<br />
los señores Pliego (en esos días de doña Chole) y que según estas<br />
referencias debe haber sido la mejorcita de la ciudad, quienes<br />
comenzaron como rentistas de los Condes de Regla, dueños <strong>del</strong><br />
Montepío, luego se agenciaron muy buenas haciendas, hicieron su<br />
gran casa… La Revolución se quedó con el inmueble y, mire usted lo<br />
que son las cosas, a la vuelta de algunos años volvió a tener que ver<br />
con los Condes de la Regla, puesto que ahí se instaló el Nacional<br />
Monte de Piedad.<br />
Por esos días era una casa de lo más chipen, en que se organizaron tres<br />
días de grandes besamanos y festejos. Por las noches, las guapas<br />
damitas de Toluca, <strong>del</strong> brazo de los guapos oficiales “franchutes”,<br />
salían a recorrer las calles con antorchas, contando y, naturalmente,<br />
sacándole el debido provecho a la oscuridad.<br />
Desde luego, Maximiliano visitó algunos lugares importantes, como el<br />
presidio, de donde echó fuera a todos los liberales presos por
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
razones políticas. Esto comenzó a saberles muy mal a los<br />
reaccionarios, pese a que no se sabe que libertase a ningún líder<br />
republicano de importancia.<br />
Y así, entre fiestas y fiestas, Max y Carlota conocieron Zinacantepec,<br />
San Buenaventura, Cacalomacán, las Chichipicas y otros importantes<br />
lugares, como Capultitlán, donde condecoraron a un sacerdote por<br />
tener una escuela maravillosa. Cosa que tampoco les cuadró a los<br />
imperialistas, que aseguraban que el mismo cura no le tenía el mismo<br />
cuidado a su iglesia. En el hoital condecoró con la Medalla de<br />
Mérito Civil (los emperadores son muy dados a esta bisutería) a<br />
varios médicos. No dejó de pasar por el Instituto, donde felicitó en<br />
eecial a ciertos profesores liberales, pero muy eficientes.<br />
En compensación conoció todas las iglesias importantes, pero ahí no<br />
señaló ni condecoró a nadie.<br />
En cuestiones políticas fue el acabose. Estaba como prefeo imperial el<br />
soldado santanista Santiago Cuevas, que había sucedido poco antes a<br />
De la Sota y Riva. Alguna crítica recibió por ahí de los labios imperiales,<br />
en virtud de sus métodos castrenses y de lo tortuoso que era, porque<br />
presentó su renuncia ante el emperador… y el emperador tuvo a bien<br />
aceptarla. ¡A él, a Cuevas, que eternamente fuera un sólido defensor de<br />
todas las sucias causas conservadoras! En fin, pasó el trámite y llegó el<br />
de nombrar nuevo prefeo, ¿en quién se fijó Maximiliano?... nada<br />
menos que en don Pascual González Fuentes, hijo de González Arratia,<br />
liberal connotado. Bueno es consignar que los liberales le echaron en<br />
cara su adhesión al imperio y que los imperialistas reprocharon al<br />
emperador que los hubiese relegado, poniendo en el mayor cargo <strong>del</strong><br />
departamento a un enemigo de su causa.<br />
Para colmo, la presidencia municipal de Toluca vino a recaer en el<br />
licenciado Prisciliano María Díaz González, liberal moderado y por<br />
mucho tiempo enemigo <strong>del</strong> conservadurismo.<br />
Cuando Maximiliano salió de Toluca, ya la reacción local lo deidió<br />
con menos entusiasmo. Las mentes clericales se llenaron de soechas,<br />
ricos y curas habían pensado que el emperador se echaría en sus<br />
brazos, sintiendo un derecio descomunal por los sucios liberales.<br />
¿Y qué había sucedido en concreto?, que el emperador se sentía más a<br />
gusto, más en confianza, con gente como González y don Prisciliano.<br />
Tres días antes de llegar a Toluca la reacción estaba inquieta<br />
únicamente por los detalles <strong>del</strong> recibimiento. En el fondo, había la<br />
mayor tranquilidad reeo a sus intereses: tres días deués de<br />
que Maximiliano salió de Toluca… ya ni los reaccionarios creían en<br />
el Imperio.
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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Así debía pasarle al príncipe rubio donde quiera que fuera. En la misma<br />
ciudad de Toluca, Maximiliano realizó cambios importantes en su<br />
gabinete; nombró a Luis Robles Pezuela para Guerra y a Juan de Dios<br />
Peza para Fomento. Ambos liberales moderados. Igual que Pedro<br />
Escudero y José Cortés Earza, liberales que entraron a ocupar las<br />
carteras de Justicia y Gobernación. De los ultraconservadores, que en<br />
un principio había tenido que admitir Maximiliano, sólo dejó en el<br />
puesto a Joaquín Vázquez de León para Hacienda.
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uando los reaccionarios tomaban el poder, las fuerzas<br />
liberales se echaban a la sierra y dejaban las ciudades<br />
abandonadas a su suerte. Y era en las ciudades donde, por<br />
fuerza, tenían que radicar cierto tipo de mexicanos de ideas progresistas,<br />
como los abogados, los médicos eminentes, los sabios y filósofos, los<br />
periodistas, la mayor parte de ellos incapaces de sostener un fusil y<br />
menos de hacer la tremenda vida <strong>del</strong> guerrillero en la montaña.<br />
Estos liberales eran además personajes imprescindibles: hacendistas<br />
como Urbano Fonseca o Fernando Ramírez, diplomáticos como<br />
Miguel Lerdo y Lafragua, juristas como Arizcorreta y Riva Palacio,<br />
hombres de empresa como González Arratia, es decir, gente de la que<br />
no pudieron prescindir ni los gobiernos blancos ni los rojos y de una<br />
reetabilidad tan grande que siempre que se les maltrató fue<br />
señalado de infame quien lo hizo.<br />
Algunas veces se negaron a colaborar. Otras lo hicieron con un claro<br />
sentido patriótico. Resultaba preferible que estuvieran ellos, y no los<br />
verdugos, en ciertos puestos clave de la relación oficial. Desde allí<br />
buscaron la forma de ayudar al pueblo, de remediar en lo posible sus<br />
males, de protegerlo de las mayores injusticias.<br />
No se les puede juzgar drásticamente sin pecar de searios. Hicieron su<br />
papel en las difíciles etapas de transición y formaron a su sombra toda<br />
una valiente generación de liberales intransigentes, que al suplirlos en<br />
la dirección <strong>del</strong> país supieron llevar las cosas hasta el fondo.<br />
De la dinastía de los Riva Palacio era don Vicente, soldado y escritor,<br />
quien deués de recibirse de abogado, al triunfo <strong>del</strong> Plan de Ayutla,<br />
ocupa varios cargos en el cabildo de la ciudad de México y el de<br />
diputado suplente para el Constituyente de 1857. Varias veces estuvo<br />
en la cárcel por haber combatido a la reacción durante la Guerra de<br />
Reforma. En 1861 llega a diputado-propietario y, en esos mismos días,<br />
el presidente Juárez le ofrece la cartera de Hacienda, que rechaza por<br />
no ser las finanzas su verdadera inclinación ni eecialidad.<br />
Al iniciarse la Intervención Francesa, don Vicente levanta y arma una<br />
numerosa guerrilla con sus propios centavos y se pone a las órdenes<br />
<strong>del</strong> general Zaragoza, a quien acompaña en algunas misiones posteriores<br />
al 5 de mayo. Muerto ese insigne militar, Riva Palacio se<br />
subordina a González Ortega, con quien toma parte en la defensa y<br />
caída de la plaza poblana. Huye antes de la rendición y alcanza a<br />
Juárez en San Luis Potosí.<br />
En virtud de su cultura y talento y de la valentía demostrada en<br />
acciones anteriores, el Presidente se fija en Riva Palacio para<br />
nombrarlo gobernador comandante militar <strong>del</strong> Estado de México,
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
hacia donde se dirige inmediatamente. En el camino va juntando<br />
hombres y haciéndose de armas y equipo. Participa en la toma de<br />
Zitácuaro y en el asalto al Tulillo y se establece definitivamente en<br />
las montañas michoacanas mientras se le presenta la oportunidad<br />
de lanzarse sobre Toluca.<br />
Ésta se había de presentar un poco tarde, ya que a mediados de 1863,<br />
Riva Palacio, Régules y otros patriotas que combatían en Michoacán<br />
sufrieron una serie de tremendas derrotas, al grado de que, poco<br />
deués, Berriozábal, siendo gobernador de esta entidad, dió bases<br />
orgánicas definitivas a fin de que se estableciera una eficiente<br />
organización guerrillera en las fragosidades de la montaña, en virtud<br />
de que resultaba casi imposible acometer empresas bélicas de mayor<br />
consideración y seriedad. Berriozábal fue un apasionado de la guerra<br />
de guerrillas e, incluso, llegó a escribir algunas notas en relación con<br />
la teoría y táica de dichas organizaciones militares.<br />
No obstante, con esa virtud pasmosa que tenía para levantar ejércitos de<br />
la nada, el general Régules pudo presentarse algunas ocasiones en el<br />
Valle de Toluca amagando Ixtlahuaca y aun la capital <strong>del</strong> estado. En<br />
agosto de 1863, por poco sorprende al general Aymar, que tuvo que<br />
pedir superadamente que le mandaran refuerzos desde el Distrito<br />
Federal En esa ocasión Régules había podido levantar más de 2 mil<br />
hombres regularmente equipados.<br />
Por el mismo tiempo, Zacualtipan se llenó de gloria al resistir<br />
numerosos ataques de los imperialistas, al grado de que casi<br />
arrasaron el lugar. Por su parte, el legendario Nicolás Romero penetra<br />
al Valle de Toluca para dirigirse al sur, pero lo sorprende el<br />
comandante Valdés y lo detienen momentáneamente. En tal ocasión<br />
el liberalismo hubo de sufrir la pérdida <strong>del</strong> bravo guerrillero local<br />
Crescencio Morales, pero también el comandante Valdés resultó<br />
gravemente herido. Poco más tarde, Romero hace otra tentativa sobre<br />
Toluca, pero en esta ocasión ya está en la plaza el general D´Hurbal,<br />
que lo rechaza con grandes pérdidas. No obstante, Romero avanza<br />
sobre el valle michoacano y se presenta en Morelia de donde también<br />
es rechazado. Poco antes Berriozábal se había retirado en esta ciudad.<br />
Por desgracia también Nicolás Romero muere en esa época; yendo<br />
rumbo a Apatzingán lo sorprenden los imperialistas, cae prisionero y<br />
es pasado por las armas.<br />
Todo 1864 y 1865 la pasan los patriotas en nuestra entidad haciendo la<br />
guerra de guerrillas o incorporados a otros ejércitos. Incluso los<br />
inteleuales que están en condiciones de hacerlo, toman las armas y<br />
se lanzan a la contienda. Altamirano lucha con Porfirio Díaz en<br />
Oaxaca; León Guzmán, que llega a capitán de caballería, combate al<br />
lado de los generales Negrete y Escobedo en las regiones <strong>del</strong> norte.
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En febrero de 1865, ya con el grado de teniente coronel, encontramos a<br />
José Vicente Villada tomando parte en las acciones de Michoacán,<br />
asimilando al Ejército <strong>del</strong> Centro que comandaba el general<br />
Arteaga. Tomó parte de la defensa de Villa de los Reyes, donde con<br />
una sola tropa, de unos 300 elementos, detuvo un ataque encarnizado<br />
de la reacción.<br />
En marzo se presentó frente a Cuitzeo y la tomó para asistir más tarde<br />
al general Régules cuando asedió a Tacámbaro, donde los franceses<br />
presentaban como blanco a la familia <strong>del</strong> comandante a fin de<br />
conseguir que los atacantes se retiraran. Régules pese a todo,<br />
penetró a Tacámbaro infringiendo una gran derrota a las tropas<br />
extranjeras. Villada fue el principal faor de esa vioria. Más tarde<br />
se retiró de Tacámbaro para auxiliar a Régules y Arteaga en el<br />
ataque que dieron al coronel Lemus en Uruapan, donde se<br />
consiguió penetrar gracias a un golpe de imaginación y estrategia de<br />
don José Vicente.<br />
Más tarde, los imperialistas se vengaron de esta derrota y <strong>del</strong> fusilamiento<br />
de Lemus, enviando contra Uruapan fuerzas muy superiores. La<br />
derrota fue total y los generales Arteaga y Salazar fueron fusilados.<br />
Así se hilaba en aquellos días.<br />
En dicha acción también cayó prisionero el coronel Villada, pero se<br />
salvó de morir gracias a que, poco tiempo antes, se había negado<br />
a realizar algunas ejecuciones de contados jefes imperialistas:<br />
Méndez lo dejó libre y Villada se reincorporó a las fuerzas <strong>del</strong> Estado<br />
de México, entonces bajo las órdenes de don Vicente Riva Palacio.<br />
A estas alturas es necesario recordar que a fines de 1863, el general<br />
Uraga, nombrado jefe <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro, presionó hasta<br />
conseguir la destrucción de Felipe Berriozábal como gobernador de<br />
Michoacán, en virtud de que ya tenía la intención de traicionar al<br />
gobierno y estaba seguro de que aquél no lo seguiría en su<br />
defección. Maniobró hábilmente y pudo conseguir que nombraran a<br />
Juan B. Caamaño.<br />
Meses deués, tanto Uraga como Caamaño, dieron la ealda a Juárez,<br />
originando la proeza <strong>del</strong> coronel Villada que salvó al Ejército <strong>del</strong><br />
Centro y lo volvió a poner al servicio de la república. Tocó entonces<br />
al general Riva Palacio hacerse cargo de la gubernatura de esa<br />
entidad, en la que sirvió sin dejar las armas. Finalmente, en 1865 y a<br />
raíz de la sentida muerte <strong>del</strong> general Arteaga, Riva Palacio recibió el<br />
nombramiento de general en jefe <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro, organización<br />
militar cambiante, amorfa y hasta ese momento llena de traidores,<br />
pero que al pasar a manos de Riva Palacio tuvo una aitud ejemplar y<br />
les infringió descalabros definitivos a los imperialistas.
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166<br />
182<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Por lo que toca a Berriozábal, desaparece <strong>del</strong> mapa <strong>del</strong> estado y<br />
concentra sus esfuerzos en Tamaulipas donde participó en la toma de<br />
Matamoros y otras ciudades de importancia. Al final de la guerra<br />
volvió a servir al gobierno. Villada se incorporó al Ejército <strong>del</strong> Centro<br />
e inmediatamente participa, a fines de 1865, en varias negociaciones<br />
con el imperialista Méndez. Riva Palacio no parecía muy de acuerdo,<br />
pero Villada lo convenció, consiguiendo deués que todos los<br />
republicanos liberales se pusieran a sus órdenes.<br />
Desde sus comienzos, el comandante Villada se distinguió como un<br />
gran diplomático, excelente organizador, buen financiero y dotado<br />
de una gran facilidad para rehacer sus tropas, equipararlas y<br />
enaltecerles la moral. Aunque, desde luego, careció de la brillantez,<br />
de la magnética personalidad y el don de mando <strong>del</strong> general<br />
Vicente Riva Palacio, cuya carrera militar es tan meteórica como<br />
extraordinaria. En unos cuantos meses llegó a general y enseguida<br />
se hizo divisionario. Su talento, su honradez y su prestigio le<br />
ganaron la absoluta confianza y el pleno reconocimiento <strong>del</strong> señor<br />
Juárez que al encomendarle el Ejército <strong>del</strong> Centro tuvo una de sus<br />
medidas más afortunadas. Esta batería, que había estado fallando<br />
desde la cabeza, que no llegó al sitio de Puebla, que estuvo a punto<br />
de defeccionar, en manos de Riva Palacio se volvió un terrible<br />
instrumento de combate.<br />
A fines de 1866 ya había ocupado gran parte <strong>del</strong> Valle de Toluca y<br />
amenazaba adentrarse más allá de Lerma, en tanto que el guerrillero<br />
Fragoso trataba de cerrar la pinza atacando a Cuautitlán, Texcoco y<br />
Chalco. Forey trató de contrarrestar las avanzadas liberales y destacó<br />
hacia Lerma una división al mando de La Hayrie, quien hizo que se<br />
retirara Riva Palacio hacia sus posiciones de Michoacán. Pero 15 días<br />
deués regresó sobre Toluca y entonces el mariscal ya no tuvo más<br />
remedio que echar el resto al asador, mandando fuerte cantidad de<br />
tropas al mando de Delloye. Otra vez se retiró Riva Palacio, que en<br />
esa forma conseguía que los imperialistas se mantuvieran estancados<br />
en el Valle de Toluca, gran cantidad de efeivos que les estaban<br />
haciendo falta en el norte, donde Escobedo acababa de liberar a las<br />
entidades fronterizas, pudiendo Juárez radicar definitivamente en<br />
Chihuahua. También Corona les había quitado Jalisco. Díaz ya era<br />
dueño de Oaxaca y así sucesivamente.<br />
Por lo que toca a Ramón Corona, avanzó de Guadalajara hacia Morelia<br />
y tomó esa ciudad, donde fue recibido con gran entusiasmo por los<br />
patriotas. Ya se preparaba el gran asalto a la capital, por lo que el<br />
general Riva Palacio se retiró <strong>del</strong> Ejército <strong>del</strong> Centro, dejándolo en<br />
manos <strong>del</strong> general Régules y se decidió aivamente a organizar una<br />
brigada con hombres <strong>del</strong> Estado de México deseosos de recuperar<br />
su tierra natal.
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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Cuando Corona avanzó hacia México, Riva Palacio le avisó que tenía 1 000<br />
efeivos de caballería y que sólo eeraba equipar a sus infantes para<br />
caer sobre Toluca. El mismo mes de febrero de 1867 consiguió su<br />
objetivo y se presentó en Toluca donde barrió materialmente al general<br />
Delloye. Aunque no se tiene la fecha exaa, se sabe que fue nombrado<br />
gobernador de la entidad. Estuvo ejerciendo unos días, hasta que a<br />
fines de febrero, salió con toda su tropa, a ponerse a las órdenes <strong>del</strong><br />
general Corona, que marchaba al asedio de Querétaro, donde se<br />
había refugiado la corte imperial. Corte en plena decadencia, próxima<br />
a la extinción y cuyo fin había comenzado pocos meses antes, cuando<br />
Napoleón retiró sus tropas <strong>del</strong> país, cuando Carlota Amalia corrió<br />
por toda Europa buscando una ayuda que no le presentó nadie y<br />
terminó en la demencia. Ya sólo le quedaban al príncipe rubio,<br />
Puebla, la capital y Querétaro. Estaba jugando sus últimas cartas.<br />
Gente de alcurnia, nacida en el estado, tomó parte en esa lucha.<br />
Estuvieron ahí, además <strong>del</strong> general Riva Palacio, el ya brigadier<br />
Villada, el coronel Ignacio M. Altamirano y el terracalenteño don<br />
Eulalio Núñez. Y muchos héroes anónimos que reciben por lo menos<br />
la sombra de los laureles ganados por aquellos notables personajes.<br />
Las tropas <strong>del</strong> estado tomaron parte eecial en la toma de Casa<br />
Blanca y <strong>del</strong> convento de La Cruz, hazaña que abrió a los liberales las<br />
puertas de la cuidad.<br />
Deués de la guerra, el general Riva Palacio denegó los puestos que se<br />
le ofrecían y se retiró a la vida privada para triunfo y gloria de la<br />
literatura nacional, de la que es uno de los titanes más reconocidos.<br />
Su labor histórica, por lo demás, será difícilmente superada en<br />
mucho tiempo.<br />
Por lo que toca al Estado de México, deués de Lalane, en marzo tomó<br />
las riendas <strong>del</strong> poder el coronel Germán Contreras, quien estuvo<br />
hasta la elección constitucional <strong>del</strong> licenciado José María Martínez de<br />
la Concha, en diciembre de 1867.<br />
Un nuevo ciclo nacía para la patria.
El juarismo<br />
en la entidad<br />
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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a reforma juarista se dirigió eecialmente en contra<br />
<strong>del</strong> clero político que acaparaba las dos terceras partes de la<br />
riqueza nacional, manteniéndola improduiva. En sus<br />
escritos, el door Mora trasluce la idea de que los reformistas, siendo<br />
cristianos, lo único que le criticaban al clero eran sus posturas<br />
anquilosadas, su tradicionalismo y su intervención definitiva en los<br />
destinos populares, cuando en otras partes <strong>del</strong> mundo y desde siglos<br />
atrás, la Iglesia había sido reducida a su verdadero papel, en virtud de<br />
reformas hechas por los propios soberanos.<br />
En cambio, Eaña y América se habían detenido en el tiempo. El clero<br />
era exaamente el mismo que regía en los tiempos de la Colonia.<br />
Tanto así que el propio Napoleón dio instrucciones a Maximiliano<br />
para que dejara en pie muchas de las reformas juaristas.<br />
Estudios más cuidadosos y por gente más preparada tendrán que poner<br />
en claro que durante la Guerra de Intervención fue solamente el clero<br />
y los clericales, es decir, la parte más podrida <strong>del</strong> conservadurismo,<br />
los que maniobraron para hacerse de un emperador. Medida<br />
contraproducente para ellos mismos. Maximiliano no resultó lo que<br />
creían. Perdieron la contienda en forma total. La extrema derecha de<br />
entonces quedó descabezada y desarticulada, y si la Iglesia pudo<br />
salvarse, fue porque se plegó a los diados <strong>del</strong> gobierno, porque los<br />
propios elementos oficiales eran católicos y porque se enconchó de<br />
manera conveniente hasta lograr otra oportunidad.<br />
Durante la lucha contra los franceses y el Imperio tomaron parte muy<br />
aiva, eficaz y hasta heroica, gentes de la reacción que cuidaban más<br />
que sus propios intereses, los intereses <strong>del</strong> clero. El partido republicano<br />
contó entonces con izquierdistas en extrema, con moderados y aun<br />
con un fuerte grupo de líderes conservadores. Sin ir más lejos, el general<br />
Negrete, que se portó a toda ley durante la lucha contra el Imperio.<br />
Haciendo balance de jefes, veremos que ni González Ortega, ni<br />
Escobedo, ni Corona, ni Arteaga, ni Régules, decíamos, ninguno<br />
pertenece al seor que ya entonces se podía llamar socialista.<br />
Cuando viene la paz y Juárez trata de hacer gobierno, estaba obligado a<br />
no pasar por alto los buenos servicios de tibios y conservadores.<br />
Máxime que muchos de ellos todavía portaban al frente una gran<br />
etiqueta de liberales, como Porfirio Díaz. Todos hallaron acomodo en<br />
el gobierno. Fueron gobernadores o jefes políticos o alcaldes y llevaron<br />
a<strong>del</strong>ante algunas de las ideas reformistas de don Benito.<br />
Ahora bien, ¿eran solamente transformaciones en el terreno religiosopolítico<br />
y económico-religioso las que se necesitaban? ¿Era suficiente<br />
con desamortizar los bienes <strong>del</strong> clero, separar la Iglesia <strong>del</strong> Estado,
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
correr a las monjas de los conventos, secularizar los panteones,<br />
suprimir los tribunales y las gabelas parroquiales, para conseguir una<br />
verdadera evolución <strong>del</strong> pueblo mexicano?<br />
Ya entonces se imponían reformas de otro tipo, una revolución más a<br />
fondo que tomara en cuenta los gremios de trabajadores, que realizara<br />
un principio verdadero de reforma agraria expropiado latifundios,<br />
que liquidara la discriminación social y racial. Pero Juárez y los<br />
hombres que lo siguieron en el gobierno sólo estaban decididos a<br />
llegar hasta cierto límite.<br />
La Reforma es apenas una revolución de tipo burgués y antifeudalista.<br />
Como veremos más a<strong>del</strong>ante, <strong>del</strong> propio movimiento surgen los<br />
plutócratas, eecialmente de las familias de los caudillos liberales, que<br />
habrán de echarse sobre los antiguos feudos, sobre las tierras de la<br />
Iglesia y aun sobre las comunidades indígenas, para integrar los grandes<br />
latifundios, las célebres haciendas que le dieron parte de su colorido a<br />
los valles de Toluca y México y a la fuerza regional de terrateniente.<br />
Dice don Mario Mena que no se le debe llamar Porfiriato, sino<br />
“Liberato”, ya que este régimen tuvo sus más profundas raíces en el<br />
señor Juárez y en los miembros “puros” <strong>del</strong> bizarro partido que<br />
venció a los franceses. Todos quienes vamos a encontrar en el turbio<br />
mangoneo de la riqueza mexicana, son juniors o nietos de los<br />
personajes que, como Ramírez, “entraban a los ministerios con una<br />
mano <strong>del</strong>ante y otra atrás y salían de la misma forma”, de donde nace<br />
el dicho popular: “Abuelo pobre, revolucionario, hijo tibio y<br />
millonario, nieto fatuo y reaccionario”. Contra esta última generación<br />
de juaristas, fue que tuvo que levantarse el pueblo en 1910.<br />
En las postrimerías de su gobierno, el propio don Benito se echó la<br />
enemistad política de gentes como El Nigromante, que le achacaba<br />
haber olvidado al indio y a las clases populares, para arrojarse en<br />
brazos de los plutócratas, de los ingleses y, al final, hasta <strong>del</strong> propio<br />
clero. Guzmán y otros pensadores insistían en que la reforma agraria<br />
de Juárez, en vez de beneficiar a los campesinos, los había perjudicado.<br />
Primero destruyó las comunidades de indios, las lotificó para<br />
entregarlas a los pobladores y luego se olvidó de que el caso no era<br />
entregar la tierra en fracciones, sino organizar a los campesinos, darles<br />
crédito, etc.; finalmente protegió la propiedad privada al no fijarle<br />
límites precisos. Es decir, los hacendados pudieron echarse mejor sobre<br />
las tierras comunales obligando a los poseedores particulares a que se<br />
las vendieran, puesto que ya no existía la autoridad comunal. También<br />
los gobernadores de indios se aprovecharon quedándose con tierras de<br />
la congregación, casándose con mujeres blancas y formando familias<br />
de mestizos que, con el tiempo, engrosaron burdamente la sociedad de<br />
afrancesado abalorio que nos dejó la ingrata conquista napoleónica.
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Hay que decir que parte de los liberales puros no se doblegaron jamás<br />
ante el dinero. Tuvimos la suerte de acompañar al poeta Rodolfo<br />
García en una ocasión que obtuvo, de una parienta, algunos<br />
documentos personales de León Guzmán. Pudimos ver que pese a los<br />
altos cargos que habían estado en su poder, al morir, sólo pudo legar a<br />
sus sobrinos (no se casó ni tuvo descendencia identificable) un<br />
pequeño rancho en Nuevo León y algo de dinero; total, cinco mil<br />
pesos cuando mucho.<br />
Pasó igual con otros. Lástima que sus herederos pobres, sin el mismo<br />
caráer, sí tuvieron oportunidad de obtener provecho de los méritos<br />
de sus ilustres antepasados.<br />
No sin razón el señor Juárez creía en ese instante que la tarea más<br />
urgente era la de pacificar al país y luego entrar en una etapa de<br />
recuperación económica, fortaleciendo la producción en el campo y<br />
sobre todo estableciendo comunicaciones e industrializando al país.<br />
En tiempos de este Presidente se inaugura el primer ferrocarril y se<br />
establecen algunas industrias, eecialmente de hilados y tejidos, que<br />
más tarde habrían de producir también los primeros grupos de<br />
trabajadores con ideas socialistas.<br />
Hay que reconocer sin el menor resabio los servicios que los juaristas<br />
prestaron a la patria. Pero tampoco se puede negar que el grupo fue<br />
la matriz donde se gestó el Porfiriato, al que Mena prefirió llamar<br />
“Liberato”. De 1867 en a<strong>del</strong>ante, las personas que ocuparán la<br />
gubernatura <strong>del</strong> Estado de México son, en general, liberales<br />
moderados, protagonistas, benefaores de la vida humana y muy<br />
consecuentes con los clanes hacendarios que por poco regresan al<br />
país a los tiempos de la Colonia.<br />
La lucha contra el Imperio tuvo que ser causa eminentemente popular. Se<br />
trataba <strong>del</strong> suelo de la patria misma. Don Miguel Salinas cuenta que una<br />
fría mañana de febrero, Toluca registró la vuelta <strong>del</strong> Ejército Republicano<br />
a cuya cabeza marchaba señorial don Vicente Riva Palacio. Al otro día se<br />
organizó un alborozo popular, muy distinto al que había provocado la<br />
real presencia de los emperadores. En lugar <strong>del</strong> príncipe rubio y su<br />
consorte muñeca, las chusmas vistieron a un jumento con los atributos<br />
reales y lo pasearon por las principales avenidas, infringiéndole los<br />
peores castigos. Tampoco iban esa vez los elegantes oficiales galos, ni las<br />
perfumadas señoritas que se besuqueaban en francés. Iba todo el pueblo<br />
y algunos liberales de buen humor. Por eso las gentes decentes que ayer<br />
abrían sus ventanas para arrojar flores al emperador y a su comitiva de<br />
gentilhombres, ahora cerraban sus puertas y ventanas con siete llaves y<br />
se ponían en los rincones a devanar las cuentas <strong>del</strong> rosario. Al señor<br />
Salinas, según cuenta, sólo lo dejaron ver la peregrinación liberal desde<br />
una rendija de su ventana.
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
Así empezó, así fue y así terminó la época imperial en Toluca. A los<br />
aristócratas los dejó nostálgicos, añorantes; al pueblo trabajador y a<br />
los inteleuales les dejó una positiva experiencia y una absoluta<br />
seguridad en las fuerzas <strong>del</strong> país. Juárez entró a México el mes de<br />
junio y comenzó a gobernar por decreto. El general González Arteaga<br />
hizo notar en repetidas ocasiones que don Benito había terminado su<br />
mandato y que, por lo tanto, a él, a González Arteaga, le tocaba<br />
gobernar como Presidente interino.<br />
Todos los liberales estaban de acuerdo en que, hasta el día de la<br />
reconquista <strong>del</strong> país, Juárez tenía derecho a seguir en el poder con<br />
facultades extraordinarias. No así en el momento en que se<br />
restableció la relativa paz, murió Maximiliano y se volvió a los<br />
lineamientos constitucionales. Sin embargo, el habilísimo intrigante<br />
don Sebastián Lerdo de Tejada maniobró en plan legal para que se<br />
justificara la presencia de Juárez en el gobierno.<br />
Porfirio Díaz, héroe de la guerra, campesino probo y político<br />
empecinado, se puso desde los primeros momentos de parte de lo<br />
que consideraba “La Ley” y estaba de acuerdo en que González<br />
Ortega debía ser el único y verdadero mandatario, mientras no se<br />
realizaran nuevas elecciones.<br />
<strong>Juarista</strong> sincero, Díaz no estaba en contra <strong>del</strong> vencedor de los<br />
franceses, sino en contra de Lerdo de Tejada, a quien profesaba una<br />
eecial animadversión. Pero, don Benito ya estaba muy fogueado y<br />
maniobró rápidamente para preparar y efeuar las elecciones. Para<br />
el mes de septiembre, por unanimidad, los congresos estatales<br />
volvían a señalar al salvador de la república, que en esos momentos<br />
estaba en el apogeo de su vida, de su habilidad y de su gloria, como<br />
Presidente constitucional.<br />
Juárez no tenía contrincante posible en esos momentos. Ni siquiera<br />
dio tiempo a sus pequeños enemigos para que se organizaran.<br />
Los tomó descuidados, y cuando sintieron el golpe, ya lo tenían<br />
encima; no obstante, algunas facciones militaristas de Puebla,<br />
Aguascalientes, San Luis Potosí, Jalisco y Zacatecas, comenzaron a<br />
insolentarse a raíz de la nueva elección favorable a don Benito. No<br />
olvidaremos su reorganización de las tropas que dejó, líquidas, en<br />
20 mil hombres, cuando había enrolado en la república más de<br />
100 mil.<br />
Los campesinos sinceros, los chinacos de verdad, volvieron con gusto a<br />
sus faenas. Pero las castas militares no querían abandonar el cuartel y<br />
erigieron como “salvador <strong>del</strong> soldado” nada menos que a don Porfirio<br />
Díaz, en los momentos en que este hombre todavía podía reputarse<br />
como liberal honesto.
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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Todavía en esas luchas no aparece personalmente don Porfirio. Lo que<br />
tiene de rebelde, lo tiene también de sagaz. Conoció las derrotas y<br />
sabe sufrirlas. Tiene cuatro años por <strong>del</strong>ante para vigorizar sus filas.<br />
La realidad le demuestra que tenía razón, ya que Juárez en la plenitud<br />
de su poderío descarga golpes fulminantes sobre Zacatecas, donde<br />
barren a los sublevados el general Sóstenes Rocha y el general<br />
Escobedo. Otros pronunciados diluyen sus partidas y se retiran a sus<br />
labores cotidianas.<br />
¡Por fin, el señor Juárez se va a dar el gusto de gobernador cuatro años,<br />
sin problemas interiores y exteriores de alta gravedad! Para torear<br />
problemas chicos, Juárez ha demostrado ser un experto. Ya sólo la<br />
muerte podrá arrancarlo de la silla.
Gobernadores<br />
juaristas<br />
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n el estado de México, las elecciones habían llevado a la<br />
gubernatura al licenciado José Martínez de la Concha, de<br />
amplísimo historial legislativo y a quien no podía reputarse de<br />
liberal puro. Al parecer, nuestra entidad estaba destinada a ser<br />
baluarte de los tradicionalistas. Los gobernantes que llegaban<br />
extremos, solían tener una permanencia muy breve en el mando.<br />
Maximiliano puso “moderados” y de la misma filiación puso Juárez.<br />
Una y mil veces se le ofreció el gobierno de nuestra entidad y otros<br />
honrosos cargos al general Vicente Riva Palacio y fue en verdad una<br />
lástima que no aceptara, pero el hombre no tenía madera oficial,<br />
como ya hemos visto.<br />
El licenciado Martínez de la Concha gobernó muy poco. Los años, o las<br />
enfermedades, lo estuvieron obligando a pedir muy repetidas licencias,<br />
a los cinco meses ya estaban llamando a suplirlo al licenciado<br />
Cayetano Gómez y Pérez. Este personaje también de gestión muy<br />
breve, al menos se preocupó por reorganizar la entidad en sus<br />
aeos políticos y administrativos más apremiantes. Proclamó un<br />
importante decreto que suprimía la división territorial por distritos<br />
militares, devolviendo su verdadera forma constitucional al estado.<br />
Renacieron los distritos y municipios, con algunas reformas diadas<br />
por la experiencia y se pusieron en marcha los resortes oficiales, que<br />
eran los más sólidos y quebrantados.<br />
A fines de septiembre cambió otra vez la cabeza <strong>del</strong> gobierno estatal,<br />
encargándose <strong>del</strong> poder, por otra licencia de Martínez de la Concha,<br />
el licenciado Antonio Zimbrón, en cuyo tiempo, según nos indica el<br />
maestro Romero, se emitió el decreto de declarar villa heroica a la de<br />
Tenango, atendiendo a los laureles ganados durante la guerra de<br />
Independencia por sus pobladores. Se creó también el distrito de<br />
Cuautitlán. Otro aeo de trascendencia fue la integración de la<br />
Sociedad General de Geografía y Estadística que había de avocarse a<br />
la difícil tarea de <strong>del</strong>imitar exaamente el territorio de nuestro estado.<br />
También el licenciado Zimbrón emitió la ley para que se restableciera<br />
en Toluca una agencia eecial encargada de recaudar los fondos <strong>del</strong><br />
Instituto Literario, e incrementarlos por todos los medios.<br />
Pero al fin, en 1869 se decidió a renunciar definitivamente Martínez de la<br />
Concha y el 26 de septiembre de 1869 ocupó la primera magistratura,<br />
por enésima vez, don Mariano Riva Palacio.<br />
¿Y qué había sido de las Leyes de Reforma en nuestra entidad?<br />
Por principio de cuentas, el señor Salinas asegura que el convento de<br />
San Francisco fue ocupado totalmente por las fuerzas liberales
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
cuando dio principio la Guerra de Reforma y se usó varias veces<br />
como fortín y cuartel. Desde la Guerra de la Independencia había<br />
comenzado a tener usos semejantes.<br />
En 1861, bajo el gobierno de Berriozábal, se realizó la exclaustración<br />
casi simultánea de las otras congregaciones de Toluca, contando en<br />
eecial a los carmelitas descalzos y a los mercedarios. La mayor<br />
parte de los edificios conventuales pasaron a poder <strong>del</strong> gobierno,<br />
mientras que los lugares de culto seguían abiertos a la comunidad.<br />
Puede verse, aun, que también dejaron en manos de los párrocos la<br />
mayoría de las casas curales.<br />
Igual pasó con los conventos carmelitanos de Tenancingo (se dice que<br />
inmediatamente le echaron mano a sus tierras los extranjeros<br />
Limantour), y los grandes monasterios de antigüedad secular como<br />
Tepotzotlán, Acolman, Chalma, Malinalco, Zinacantepec, Metepec,<br />
Calimaya y algunos otros.<br />
Las tierras incautadas se subastaron por las autoridades y comenzó, con<br />
esa raíz, el sistema hacendista de la república. Cierto es que las<br />
buenas gentes y los buenos párrocos solían decir que aquellas<br />
extensiones se harían infértiles porque eran “mal habidas” y “estaban<br />
malditas”. Pero los liberales no eran supersticiosos. Desde luego los<br />
Limantour no fueron en el Porfiriato ningunos mendigos. Y todavía<br />
no se sabe cómo le hicieron para conjurar el maleficio.<br />
El señor Salinas sigue con minucia la vida y milagros de las instituciones<br />
católicas de Toluca, da pelos y señales de sus edificios, de sus<br />
ornamentos, de sus santos, de sus priores, de sus letrados. Pero se<br />
niega a declarar francamente lo que pasó en 1861. Las fuerzas<br />
federales penetraron a los conventos y echaron fuera a sus habitantes.<br />
Allí se encontraron cosas tan santas como terribles, de manera que<br />
un velo de pudor vino a cubrir con toda rapidez el incidente.<br />
Entre otras cosas, pudo demostrarse que habían sido refugio de<br />
traidores, nido de coniraciones, arsenal y tesoro de los<br />
reaccionarios e imperialistas.<br />
No hay decretos estatales que hablen de la confiscación, todo se hizo<br />
con base en la Constitución de 1857 y las posteriores leyes reformistas<br />
diadas en Veracruz. Fue un movimiento federal. El estado<br />
práicamente se lavó las manos.<br />
Para 1869, la incautación por el gobierno de bienes en manos muertas y<br />
otras <strong>del</strong> mismo equipo reformista, ya eran viejas en la entidad, incluso<br />
comenzaron a reblandecerse. Los conventos persistían en casas<br />
particulares. El sacerdocio seguía influyendo definitivamente en los
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destinos de la comunidad. Los propios gobernadores liberales no<br />
pudieron prescindir de la ayuda <strong>del</strong> clero.<br />
Don Buenaventura Merlín, émulo de Orcillez y otros franciscanos que<br />
influyeron a beneficio de la comunidad, fue el faor determinante<br />
para que en tiempos de Riva Palacio se pudieran llevar a cabo algunas<br />
obras municipales. Este sacerdote urbanista, que construyó el gran<br />
tramo de portales que llevaba su nombre, que puso la primera piedra<br />
de catedral, tenía indudablemente algunas ideas avanzadas.<br />
Y no se puede decir que encontrara en los plutócratas de Toluca<br />
verdadero eco a sus proyeos. Da la impresión de que la burguesía<br />
toluqueña hubiese saboteado durante mucho tiempo la construcción<br />
de la catedral. Se comenzó la obra en 1870, bajo el gobierno blanco de<br />
don Mariano, deués siguieron cuarenta años de positiva paz. Paz<br />
absoluta en relación con los tormentosos tiempos pasados. Empero<br />
no se pudo construir la catedral planeada por el arquiteo don Ramón<br />
Rodríguez Arangoity, ilustre hijo de Toluca. A fin de cuentas, dichos<br />
planos fueron a parar al museo y la catedral se hizo como se pudo.<br />
Riva Palacio trató de remozar Toluca. Propició las obras de<br />
embellecimiento y se mandó levantar un palacio nuevo, también<br />
planeado por Arangoity, mientras los soldados de la guarnición<br />
limpiaban por su voluntad, aclaramos, el zócalo de impurezas y por vez<br />
primera en la historia se pudo plantar allí un grupo de árboles y hacer<br />
un jardín. Se abrió la Escuela de Artes y Oficios, se establecieron<br />
primarias para niños y niñas. Y en 1870 volvió a dirigir el Instituto don<br />
Felipe Sánchez Solís.<br />
Es en este tiempo en que se proyeaban las reformas educativas de<br />
nivel universitario, se eecifica debidamente lo que debe ser la<br />
instrucción secundaria y la preparatoria y se crean una serie de<br />
nuevas carreras como: Agricultura y Veterinaria, Comercio,<br />
Administración y de Ingenieros.<br />
Tanto la Escuela de Artes y Oficios como las nuevas carreras, obedecían<br />
a las necesidades de aquel momento en que la nación iba a comenzar<br />
a evolucionar positivamente. Se necesitaban técnicos para el campo y<br />
técnicos para la industria y la construcción. A todas estas reformas<br />
debía venir aparejada la inclusión en la nómina magisterial de<br />
maestros positivistas, afiliados al movimiento de Barreda y Justo<br />
Sierra y de los que todavía estamos oyendo hablar como de<br />
encumbrados personajes de la ciencia y la pedagogía.<br />
Es la generación de Agustín González, <strong>del</strong> vate Garza, de Villarello y<br />
Anselmo Camacho, <strong>del</strong> maestro Mier, etc., que se debía encargar de la<br />
preparación de las generaciones revolucionarias. Otra importante
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
aportación de Riva Palacio es que realiza el sueño dorado de<br />
Arizcorreta: la promulgación <strong>del</strong> primer Código Civil para el<br />
Estado de México. Poco más tarde, en 1873, habrá de decretarse el<br />
Código Penal.<br />
En 1872 se promulga la Nueva Ley Orgánica <strong>del</strong> Instituto, en nivel muy<br />
superior al que había tenido, con lo que principió otra de las grandes<br />
épocas de la noble escuela.<br />
Pero Riva Palacio, hombre construivo, no supo o no quiso defender a<br />
la entidad, cuando en 1869 le aplicaron los dos últimos golpes de<br />
importancia. En menos de cuatro meses, quedaron fuera de nuestra<br />
jurisdicción 20 mil kilómetros cuadrados <strong>del</strong> norte y 7 mil <strong>del</strong> sur. El<br />
suceso pasó como desapercibido. ¿Qué habían alegado en su favor<br />
los hidalguenses? ¿Qué en contra <strong>del</strong> gobierno de Toluca? ¿Acaso<br />
estaban cobrando su parte en la Guerra de Intervención? ¿Pelearon<br />
y sufrieron menos las gentes <strong>del</strong> valle de Toluca, que las de los<br />
llanos morelenses?<br />
Puede significar algo el hecho de que, pocos años más tarde, la entidad<br />
de Morelos estaba en manos de 17 familias connotadas, que eran las<br />
dueñas efeivas de todo el territorio. Y por lo que se refiere a Hidalgo,<br />
el ferrocarril atravesaba más de ciento sesenta kilómetros por tierras<br />
que eran de la propiedad exclusiva de los Escandón. Así que los<br />
Escandón no eran de Hidalgo sino al revés…<br />
El hecho es que, durante 1869, el Estado de México redujo sus fronteras<br />
a lo que es hoy, con algo más que habrían de quitar para la engorda<br />
<strong>del</strong> Distrito Federal. No sabemos que hubiera protestas enconadas.<br />
Que el gobierno interpusiera algún recurso. Se concretó a ratificar lo<br />
más pronto posible los decretos federales. Así, los únicos estados que<br />
tienen nombre de personaje histórico: Guerrero, Morelos e Hidalgo,<br />
se integraron a costillas de nuestra entidad federativa.<br />
Don Prisciliano hubiera hecho una pregunta de lo más inoportuna: “¿es,<br />
señor, que se quiso convertir a esta infeliz entidad en botín de la<br />
Independencia… y sus herederos?”<br />
De Riva Palacio se dice generalmente que duró en el poder estatal de<br />
1869 a 1872, pero lo cierto es que gozó de innumerables licencias,<br />
cubiertas sin mayores apremios por don Valentín Gómez Tagle, que<br />
estuvo dos veces, Urbano Lechuga, Manuel Zomera y Piña y Antonio<br />
Zimbrón. Parece que don Mariano estaba en edad tan provea que<br />
tuvo que pedir permiso cinco veces “por enfermedad”.
Don Alberto<br />
García y<br />
José Zubieta<br />
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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n honor al Estado de México, ya reducido a su máxima<br />
expresión, hay que decir que nunca dejó que los enemigos <strong>del</strong><br />
juarismo volvieran a sentar sus reales en su territorio, pues las<br />
administraciones locales se mantuvieron fieles a don Benito, pese a<br />
que don Porfirio, el héroe <strong>del</strong> 2 de abril, ganaba terreno en otros<br />
estados de la república.<br />
Los descalabros de la administración práicamente dirigida por Lerdo<br />
de Tejada eran atribuidos por el pueblo a la sagacidad, al orgullo<br />
desmedido y la indolencia de este funcionario que, al parecer, nunca<br />
contó con la simpatía pública. En cambio, don Porfirio, además de<br />
héroe, había sido un honrado y eficiente administrador. Al finalizar<br />
las hostilidades contra los imperialistas, el jefe oaxaqueño había sido<br />
el único en entregar un sobrante de 87 mil pesos, en tanto que el resto<br />
de los jefes habían tenido sólo pérdidas.<br />
Por ello, al iniciarse la nueva campaña eleoral en 1871, los únicos<br />
candidatos de consideración eran Juárez y don Porfirio. Se hicieron<br />
las elecciones, votaron las cámaras de los estados… y ninguno de los<br />
“muchos” candidatos tenía votos suficientes como para merecer la<br />
primera magistratura. Quedando en manos <strong>del</strong> Congreso de la Unión<br />
decir la última palabra. Y la dijo a favor de Juárez.<br />
Este sistema, no muy ortodoxo de elegirse, concitó el furor de los<br />
porfiristas que se levantaron en algunas entidades <strong>del</strong> país, al mando<br />
de generales de no poca importancia como Negrete, García de la<br />
Cadena, Donato Guerra, Treviño y otros.<br />
Al originarse las primeras acciones en Zacatecas y Tampico, Porfirio<br />
Díaz había permanecido en la capital en un extraño plan de<br />
indecisión. Por fin se dirigió a Oaxaca y en la hacienda de La Noria<br />
proclamó su plan revolucionario que, por cierto, lleva como principal<br />
membrete la “no reelección”.<br />
En una de sus partes asienta: “que ningún ciudadano se imponga y perpetúe<br />
en el poder, y ésta será la última revolución”. Cosa que demuestra que, en<br />
verdad, Díaz tuvo grandes e imperdonables defecciones. Empezó<br />
predicando contra lo que había de praicar deués.<br />
Rápidamente fue derrotada la Revolución de La Noria y don Porfirio se<br />
vio presionado a huir a los Estados Unidos.<br />
Con la nueva administración juarista, fue eleo gobernador constitucional<br />
<strong>del</strong> Estado de México el licenciado Jesús Alberto García, legislador de<br />
grandes dotes, que estaba en ese puesto cuando sorprendió al país, en<br />
julio de 1872, la súbita muerte <strong>del</strong> señor Juárez. El país se vistió de<br />
luto. Se rindieron grandes honores al héroe indiscutible de la Reforma
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
y la Guerra de Intervención. En Toluca, el seor estudiantil adoptó<br />
desde entonces la costumbre de celebrar eecialmente la fecha <strong>del</strong> 18<br />
de julio, en honor al ilustre desaparecido. Don Alberto García gobernó<br />
un año y meses con más o menos eficacia y sentido progresista.<br />
Entre los decretos que emitiera este ilustre abogado se nota su<br />
preocupación eecial por las cuestiones educativas. Creó las juntas<br />
de la instrucción pública, de las que dice Javier Romero Quiroz:<br />
Por decreto <strong>del</strong> 16 de oubre de 1873, publicado por el licenciado<br />
Alberto García gobernador constitucional <strong>del</strong> estado, se estableció<br />
en cada cabecera municipal y municipio, una Junta de Instrucción<br />
Pública, para nombrar preceptores, vigilar las escuelas, proponer al<br />
Ayuntamiento los gastos para libros, proponer el aumento de<br />
escuelas y dotaciones.<br />
Pocos meses deués, el licenciado Alberto García emite una serie de<br />
decretos en los cuales se a<strong>del</strong>anta a su época y aunque permanece en<br />
el laicismo de la enseñanza, revoluciona las formas ya que: “El<br />
artículo 2º declaró que la instrucción pública primaria en el estado,<br />
era obligatoria y gratuita para todos los menores de doce años y<br />
mayores de cinco.”<br />
Agrega Romero Quiroz: “esta ley es mo<strong>del</strong>o entre las de su tipo y debe<br />
ser conocida por todos los investigadores, comprendiendo todas las<br />
ramas de la instrucción pública y recaudaciones”.<br />
Las altas intrigas políticas, la muerte de Juárez y la llegada al pleno<br />
poder de don Sebastián Lerdo de Tejada, hacen que don Alberto<br />
García renuncie en oubre de 1873, quedando como gobernador el<br />
licenciado Celso Vicencio, hombre de la raza indígena pura, que<br />
había de destacarse en un gran periodo de nuestra historia política<br />
como precursor de la Reforma Agraria y benefaor de los indígenas.<br />
Hay que decir que el profesor Romero Quiroz está a punto de publicar<br />
un libro donde se refiere que Toluca no se llama “de Lerdo” por don<br />
Sebastián, sino por Miguel, hombre de gran personalidad desde la<br />
época prejuarista. Asegura el referido investigador que Toluca adoptó<br />
como la segunda parte de su nombre el apellido “Lerdo” en 1862, días<br />
en que don Sebastián era un oscuro liberal que había tomado parte<br />
muy relativa en la Guerra de Reforma, en tanto que don Miguel, ya<br />
había acumulado méritos como para merecer el homenaje.<br />
Este otro Lerdo de Tejada, don Sebastián, de gran inteligencia, fino para<br />
la intriga, era dominante y diatorial, no sólo sentía derecio por el<br />
pueblo y sus enemigos, sino aun por las leyes que estaban seguros de<br />
poder manejar a su antojo. Se hizo elegir con toda facilidad para un
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periodo constitucional de 1872 a 1876 y prosiguió el mismo plan de<br />
trabajo de Juárez, ya que podía presumir de haber dirigido casi todos<br />
los aeos de la administración en el último lustro.<br />
En sus días se inauguró el primer ferrocarril, México-Veracruz, y las<br />
Leyes de Reforma pasaron al rango de constitucionales. Este último<br />
detalle acaecido el 26 de septiembre de 1873, tenía que levantar la ola<br />
de sangre en el país. Los curas de los estados de México y Michoacán<br />
levantaron en armas a las poblaciones y al grito de “viva Cristo Rey”,<br />
realizaron una serie de provocaciones en gran parte <strong>del</strong> Valle de<br />
Toluca. Estuvieron a punto de apoderarse de Zinacantepec y llegaron<br />
a las puertas de la capital. Fueron los primeros “cristeros” y ya la<br />
gente los llamaba con ese nombre.<br />
Más peligroso fue el levantamiento de El Tigre de Alicia, Manuel<br />
Losada, a quien dificultosamente pudo batir el general Rocha. Puede<br />
decirse que Lerdo también pudo pacificar relativamente el país y<br />
dedicarse a ciertas labores administrativas que eran de suma<br />
urgencia. Por su inhabilidad, no consiguió gran cosa. Aunque<br />
necesitaba fondos, no quiso aceptar dinero de los americanos<br />
temeroso de que, a la larga, el coloso <strong>del</strong> norte pudiera devorar a<br />
México. Tampoco trató con otras potencias europeas.<br />
Lerdo es de los presidentes que, por su aristocratismo, no es capaz de<br />
ligar a su carro a los liberales.<br />
En 1876, cuando se presentó la hora de las nuevas elecciones, ya<br />
Porfirio Díaz “estaba maduro”, todas las cosas se habían puesto en su<br />
favor. Aunque Lerdo, en una burda maniobra quiso reelegirse, Díaz<br />
lo liquidó con base en la Revolución de Tuxtepec, abanderada por la<br />
“no reelección” y que terminó por acaparar las simpatías generales<br />
en el país.<br />
El período lerdista, lo cubre en el Ejecutivo <strong>del</strong> estado el licenciado<br />
Alberto García, con una cantidad tal de licencias solicitadas y<br />
concedidas, que mueven a asombro. Desde 1872 hasta 1876, lo suplen<br />
por días o por meses, los siguientes personajes: Celso Vicencio,<br />
cuando se combatió a los cristeros, el licenciado Dionisio Villarello, el<br />
también licenciado Gumersindo Enríquez, otra vez Villarello por ser<br />
presidente de la Corte de Justicia <strong>del</strong> estado, finalmente un coronel<br />
Nolasco Ruis, poco antes de que resultara eleo para un período<br />
constitucional don Gumersindo Enríquez.<br />
¿Se trató de ausencias <strong>del</strong> licenciado García, por enfermedad, por viajes,<br />
por “catarros políticos”? De todos modos, cada vez que este<br />
gobernador volvía y tomaba las riendas <strong>del</strong> poder le bastaban unos<br />
cuantos meses para decretar cuestiones de importancia y revisar
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ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
minuciosamente la Hacienda. En 1875, este gobernador expidió el<br />
Código Penal para el Estado de México y, un poco más tarde, el<br />
Código de Procedimientos Judiciales.<br />
El 6 de marzo de 1876, el licenciado Gumersindo Enríquez fue eleo<br />
para un nuevo período gubernamental, que inició con mucho<br />
entusiasmo, pero que pronto habría de ser interrumpido por la<br />
Revolución de Tuxtepec. Deseoso de impulsar todas las ramas de la<br />
producción, Enríquez convocó en el mes de septiembre a la primera<br />
Exposición de Produos Naturales, Minería, Agricultura, Industria,<br />
Ciencias y Bellas Artes, dejando establecido por decreto que dicho<br />
trabajo se debía realizar cada dos años.<br />
Decreta a la vez que los produos sustanciales de la exhibición que<br />
puedan conservarse, integren un museo, el Museo Hidalgo, que<br />
podría considerarse como el más remoto antecedente de los museos<br />
de artes populares.<br />
Por desgracia, en esos mismos días el general Juan N. Mirafuentes se<br />
levantó en el Estado de México con la bandera de Tuxtepec y en<br />
rápida escaramuza, como sucedió en todo el país, se apoderó <strong>del</strong> valle<br />
y de la capital, que ocupó a fines de noviembre o principios de<br />
diciembre. Enríquez, lerdista connotado, tuvo que renunciar a la<br />
primera magistratura que inmediatamente pasó a manos <strong>del</strong> general<br />
porfirista Felipe N. Chacón.<br />
Poco deués, Chacón entregó el mando político y militar a<br />
Mirafuentes, quien fungió como interino hasta marzo de 1877,<br />
cuando fue eleo para un período constitucional. De este general se<br />
cuentan cosas interesantes sobre algo de cultura y algunos atributos<br />
de estadista. Pero muy pronto comenzó a enfermar, en 1879 pidió su<br />
primera licencia y un año deués murió, ya cuando el porfirismo<br />
estaba perfeamente instalado en el país.<br />
En este momento aparece en el horizonte político <strong>del</strong> estado otro juarista<br />
de gran significación, el licenciado José Zubieta, que ocupó por<br />
primera vez la gubernatura, supliendo a Mirafuentes, el 22 de abril de<br />
1880. Es cierto que Zubieta estaba en plan demasiado provisional, de<br />
emergencia, por mecánica de la que en septiembre entregó el poder<br />
al licenciado Juan Chávez Ganancia, que no estuvo ni dos meses al<br />
frente de los destinos de la entidad. Ganancia muere el 4 de<br />
noviembre y otra vez, automáticamente, vuelve a subir don José<br />
Zubieta. Pero como resultaba urgente volver a la constitucionalidad y<br />
hacer la reeiva consulta al Congreso a fin de que eligiese a quien<br />
debía terminar el período iniciado por Mirafuentes, unos días, subió<br />
al poder el door Mariano Zúñiga, ya como una carta que el<br />
licenciado Zubieta se estaba jugando para ganar las próximas
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EL JUARISMO Y LA REFORMA EN EL ESTADO DE MÉXICO<br />
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elecciones. Y las ganó, por lo que pudo comenzar su primer período<br />
de gobierno constitucional el 20 de marzo de 1881 y lo terminó el 20<br />
de marzo de 1885. Seguro para no alterar el lema político de Tuxtepec,<br />
“no reelección”, en ese año se designa gobernador constitucional para<br />
un nuevo período al general Jesús Lalane. Pero ni siquiera inicia su<br />
gestión, pide permiso y, naturalmente, el mando vuelve a caer en<br />
manos de don José Zubieta, que varias veces es nombrado como<br />
interino; finalmente el 8 de septiembre de 1886 se le escoge para<br />
terminar el período constitucional que deberá concluir en 1889.<br />
En esas condiciones, Zubieta no dejó de gobernar un solo momento, fue<br />
nueve años el árbitro de los destinos políticos de la entidad y lo hizo<br />
con acierto en muchos ramos. Es el gobernador <strong>del</strong> estado que<br />
correonde al Bajo Porfirismo, la época en que todavía hasta don<br />
Porfirio era gente bastante liberal.<br />
Con Zubieta se termina en el Estado de México el verdadero juarismo,<br />
el construivo, el originado en la Reforma.
Índice 009<br />
alfonso sánchez arteche<br />
[ 175 ]<br />
015<br />
rodolfo garcía gutiérrez<br />
i. los precursores<br />
Melchor Múzquiz 017<br />
José María Luís Mora 021<br />
Lorenzo de Zavala 025<br />
Un decreto reformador 029<br />
El liberalismo y la educación 033<br />
Decreto que ordena la fundación<br />
y erección <strong>del</strong> Instituto Literario 041<br />
Francisco Modesto de Olaguíbel 045<br />
Los institutos de provincia 049<br />
Felipe Sánchez Solís 053<br />
Ideario pedagógico de Sánchez Solís 057<br />
Manuel Alas 061<br />
ii. ideario y acción<br />
Nuestros constituyentes de 1857 065<br />
Un voto particular 069<br />
Ignacio Ramírez 073<br />
Ramírez y el indio 077<br />
El peregrino de Tixtla 081<br />
León Guzmán 083
<strong>Antología</strong> <strong>Juarista</strong><br />
[ 176 ]<br />
ANTOLOGÍA JUARISTA<br />
El periodismo liberal 085<br />
El Payo <strong>del</strong> Rosario 089<br />
iii. liberalismo y milicia<br />
Un monte fatídico 091<br />
El general Plutarco González 095<br />
José Vicente Villada 097<br />
101<br />
alfonso sánchez garcía<br />
Triunfo de la Revolución de Ayutla. Constituyentes de 1857 103<br />
El estado, botín de Ayutla 109<br />
Plutarco González 113<br />
La Guerra de Reforma en el estado 121<br />
La Intervención Francesa 131<br />
Coterráneos en Puebla 139<br />
Maximiliano en Toluca 147<br />
Riva Palacio 153<br />
El juarismo en la entidad 159<br />
Gobernadores juaristas 165<br />
Don Alberto García y José Zubieta 169
Se terminó de imprimir en septiembre de 2010, en los talleres<br />
de XXXX. La edición consta de 3 000 ejemplares y estuvo<br />
al cuidado <strong>del</strong> Consejo Editorial de la Administración<br />
Pública Estatal. Redacción y corrección de estilo: Blanca<br />
Leonor Ocampo, María <strong>del</strong> Carmen Rivero Quinto e<br />
Iván Castañeda. Concepto editorial y diagramático:<br />
Juan Carlos Cué y Hugo Ortiz. Supervisión en<br />
imprenta: Pedro Ortega. En la formación<br />
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