1. Instrucción General del Misal Romano
1. Instrucción General del Misal Romano
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MISAL ROMANO<br />
<strong>Instrucción</strong> <strong>General</strong> <strong>del</strong> <strong>Misal</strong> <strong>Romano</strong><br />
CAPITULO I<br />
IMPORTANCIA Y DIGNIDAD DE LA CELEBRACIÓN<br />
<strong>1.</strong> La celebración de la Misa, como acción de Cristo y <strong>del</strong> pueblo de Dios, ordenado<br />
jerárquicamente, es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia universal y local, y para todos<br />
los fieles individualmente 1 , ya que en ella se culmina la acción con que Dios santifica en Cristo al<br />
mundo, y el culto que los hombres tributan al Padre, adorándolo por medio de Cristo, Hijo de Dios.<br />
2 Además, se recuerdan de tal modo en ella, a lo largo <strong>del</strong> año, los misterios de la Redención que,<br />
en cierto modo, éstos se nos hacen presentes. 3 Todas las demás acciones sagradas y cualesquiera<br />
obras de la vida cristiana, se relacionan con ésta, proceden de ella y a ella se ordenan. 4<br />
2. Es, por consiguiente, de sumo interés que de tal modo se ordene la celebración de la Misa o<br />
Cena <strong>del</strong> Señor, que ministros y fieles, participando cada uno a su manera, saquen de ella con más<br />
plenitud los frutos 5 para cuya consecución instituyó Cristo Nuestro Señor el sacrificio eucarístico<br />
de su Cuerpo y Sangre y confió este sacrificio, como un memorial de su Pasión y Resurrección, a la<br />
Iglesia, su amada Esposa. 6<br />
3. Todo esto se podrá conseguir si, mirando a la naturaleza y demás circunstancias de cada<br />
asamblea, toda la celebración se dispone de modo que favorezca la consciente, activa y total<br />
participación de los fieles, es decir, esa participación de cuerpo y alma, ferviente de fe, esperanza y<br />
caridad, que es la que la Iglesia desea de ella, la que reclama la naturaleza misma de la celebración,<br />
y a la que tiene derecho y deber, por fuerza de su bautismo, el pueblo cristiano. 7<br />
4. Aunque en algunas ocasiones no es posible la presencia y la activa participación de los fieles,<br />
cosas ambas que manifiestan mejor que ninguna otra la naturaleza eclesial de la acción litúrgica, 8<br />
sin embargo la celebración eucarística no pierde por ello su eficiencia y dignidad, ya que es un acto<br />
de Cristo y de la Iglesia, 9 en la que el sacerdote obra siempre por la salvación <strong>del</strong> pueblo.<br />
5. Y puesto que la celebración eucarística, como toda la Liturgia, se realiza por signos sensibles,<br />
con los que la fe se alimenta, se robustece y se expresa, 10 se debe poner todo el esmero posible<br />
para que sean seleccionadas y ordenadas las formas y elementos que la Iglesia propone, que, según<br />
las circunstancias de personas y lugares, favorezcan más directamente a la activa y plena<br />
participación de los fieles, y respondan mejor a su aprovechamiento espiritual.<br />
1 Cf. Conc. Vat. II, Const. Sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 41; Const. Dogm. Sobre la Iglesia, Lumen<br />
Gentium, n. 11; Decr. Sobre el ministerio y vida sacerdotal, Presbyterorum Ordinis, n. 2,5,6; Decr. Sobre el oficio pastoral de los<br />
Obispos, Christus Dominus, n. 30; Decr. Sobre el Ecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 15; S. Congr. De Ritos, <strong>Instrucción</strong><br />
Eucharisticum mysterium, <strong>del</strong> 25 de mayo de 1967, n. 3 a 6: AAS 59 (1967) pp. 542, 544-545.<br />
2 Cf. Conc. Vat II, Const. Sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 10.<br />
3 Cf. Ibid., n. 102.<br />
4 Cf. Conc. Vat. II, Decr. Sobre el ministerio y vida sacerdotal, Presbyterorum Ordinis, n. 5; Const. Sobre la Sagrada Liturgia,<br />
Sacrosanctum Concilium, n. 10.<br />
5 Cf. Ibid., nn. 14, 19, 26, 28, 30.<br />
6 Cf. Ibid., n. 47.<br />
7 Cf. Ibid., n. 14.<br />
8 Cf. Ibid., n. 4<strong>1.</strong><br />
9 Cf. Conc. Vat. II, Decr. Sobre el ministerio y vida sacerdotal, Presbyterorum Ordinis, n. 13.<br />
10 Cf. Conc. Vat. II, Const. Sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 59.
6. De ahí que esta <strong>Instrucción</strong> <strong>General</strong> procura, por una parte, exponer las directrices generales,<br />
según las cuales quede bien ordenada la celebración de la Eucaristía; y, por otra parte, propone las<br />
normas a las que habrá de acomodarse cada una de las formas de celebración. 11 Toca a las<br />
Conferencias Episcopales, según la Constitución de la sagrada Liturgia, establecer para su territorio<br />
las normas que mejor tengan en cuenta las tradiciones y el modo de ser de los pueblos, regiones y<br />
comunidades diversas. 12<br />
11 Para las Misas con grupos particulares, cf. S. Congr. Para el Culto Divino, Instr. Actio pastoralis, <strong>del</strong> 15 de Mayo de 1969;<br />
AAS 61 (1969) pp. 806-811; para las Misas con niños: Directorio de Misas para Niños, <strong>del</strong> 1º de nov. De 1973: AAS 66 (1974)<br />
pp. 30-46; para relacionar la Liturgia de las Horas con la Misa: <strong>Instrucción</strong> general sobre la Liturgia de las Horas, ed. típ. 1971, nn.<br />
93-98.<br />
12 Cf. Conc. Vat. II, Const. Sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, nn. 37-40.<br />
2
CAPITULO II<br />
ESTRUCTURA DE LA MISA, SUS ELEMENTOS Y PARTES<br />
I. ESTRUCTURA GENERAL DE LA MISA<br />
7. En la Misa o Cena <strong>del</strong> Señor, el pueblo de Dios es convocado bajo la presidencia <strong>del</strong> sacerdote,<br />
que representa a la persona de Cristo, para celebrar el memorial <strong>del</strong> Señor o sacrificio eucarístico. 13<br />
De ahí que sea eminentemente válida para esta asamblea local de la santa Iglesia, aquella promesa<br />
de Cristo: “Donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,<br />
20). Pues en la celebración de la Misa, en la cual se continúa el sacrificio de la cruz, 14 Cristo está<br />
realmente presente en la misma asamblea congregada en su nombre, en la persona <strong>del</strong> ministro, en<br />
su palabra y, con toda verdad, sustancial y continuamente, bajo las especies eucarísticas. 15<br />
8. La Misa consta en cierto sentido de dos partes: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística,<br />
tan estrechamente unidas entre sí, que constituyen un solo acto de culto, 16 ya que en la Misa se<br />
dispone la mesa, tanto de la Palabra de Dios como <strong>del</strong> Cuerpo de Cristo en la que los Fieles<br />
encuentran el mensaje y el alimento cristiano. 17 Otros ritos pertenecen a la apertura y conclusión<br />
de la celebración.<br />
II. DIVERSOS ELEMENTOS DE LA MISA<br />
Lectura de la Palabra de Dios y su explicación<br />
9. Cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras es Dios mismo quien habla a su pueblo, y<br />
Cristo, presente en su Palabra, quien anuncia la Buena nueva. Por eso las lecturas de la Palabra de<br />
Dios que proporcionan a la Liturgia un elemento de grandísima importancia, deben ser escuchadas<br />
por todos con veneración. Y aunque la palabra divina, en las lecturas de la Sagrada Escritura, va<br />
dirigida a todos los hombres de todos los tiempos y está al alcance de su entendimiento, sin<br />
embargo, su eficacia aumenta con una explanación viva, es decir, con la homilía, que viene así a ser<br />
parte de la acción litúrgico. 18<br />
Oraciones y otras partes que corresponden al sacerdote<br />
10. Entre las atribuciones <strong>del</strong> sacerdote ocupa el primer lugar la Plegaria Eucarística, que es el<br />
culmen de toda la celebración. Se añaden a ésta otras oraciones, es decir, la Oración colecta, la<br />
Oración sobre las ofrendas y la Oración después de la comunión. Estas oraciones las dirige a Dios<br />
el sacerdote que preside la asamblea representando a Cristo en nombre de todo el pueblo santo y de<br />
todos los circunstantes. 19 Con razón, pues, se denominan “oraciones presidenciales”.<br />
13 Conc. Vat. II, Decr. sobre el ministerio y vida sacerdotal, Presbyterorum ordinis; n. 5; Const. Sobre la Sagrada Liturgia,<br />
Sacrosanctum Concilium, n. 33.<br />
14 Cf. Conc. Trid., Sesión XXII, cap. 1: DS 1740; cf. Pablo VI, Solemne profesión de fe, <strong>del</strong> 30 de junio de 1968, n. 24: A.A.S.<br />
60 (1968) p. 442.<br />
15 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 7; Paulo VI, Carta Encíclica Mysterium Fidei,<br />
<strong>del</strong> 3 de sept. de 1965; A.A.S. 57 (1965) p. 764; S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Eucharisticum mysterium, <strong>del</strong> 25 de mayo de<br />
1967, n. 9: A.A.S. 59 (1967) p. 547.<br />
16 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 56; S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong><br />
Eucharisticum mysterium, <strong>del</strong> 25 de mayo de 1967, n. 10; A.A.S. 59 (1967) p. 547.<br />
17 Cf . Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 48, 5 1; Const. dogin. sobre la Revelación<br />
divina, Dei Verbum, n. 21; Decr. sobre el ministerio y vida sacerdotal, Presbyterorum ordinis, n. 4.<br />
18 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, mi. 7, 33, 52.<br />
19 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 33.<br />
3
1<strong>1.</strong> Igualmente toca al sacerdote que ejercita el cargo de presidente de la asamblea reunida, hacer<br />
algunas moniciones y fórmulas de introducción y conclusión, previstas en el mismo rito. La<br />
naturaleza misma de estas moniciones y fórmulas no requiere que se reciten exactamente en la<br />
forma redactada en el <strong>Misal</strong>; convendrá, pues, por lo menos en algunos casos, adaptarlas a las<br />
condiciones reales de la comunidad. 20 Toca así mismo al sacerdote que preside explicar la Palabra<br />
de Dios y dar la bendición final. También a él le está permitido hacer una brevísima introducción<br />
para preparar a los fieles antes de la celebración, para la Misa <strong>del</strong> día; antes de las lecturas, para la<br />
Liturgia de la Palabra; antes <strong>del</strong> Prefacio, para la Plegaria Eucarística y, finalmente, dar por<br />
concluida la celebración litúrgico, antes de la fórmula de despedida.<br />
12. La naturaleza de las intervenciones “presidenciales” exige que se pronuncien claramente y en<br />
voz alta, y que todos las escuchen atentamente. 21 Por consiguiente, mientras interviene el<br />
sacerdote, no se cante ni se rece otra cosa, y estén igualmente callados el órgano y cualquier otro<br />
instrumento musical.<br />
13. El sacerdote no sólo pronuncia oraciones como presidente en nombre de toda la comunidad,<br />
sino que también algunas veces lo hace a título personal, para poder cumplir con su ministerio con<br />
mayor atención y piedad. Estas oraciones se dicen en secreto. Otras fórmulas que se usan en la<br />
celebración<br />
14. Puesto que la celebración de la Misa, por su propia naturaleza tiene carácter “comunitario”, 22<br />
merecen especial relieve los diálogos entre el celebrante y la asamblea de los fieles, y asimismo las<br />
aclamaciones. 23 Ya que no son solamente señales exteriores de una celebración común, sino que<br />
fomentan y realizan la unión (común-unión) entre el sacerdote y el pueblo.<br />
15. Las aclamaciones y respuestas de los fieles a los saludos <strong>del</strong> sacerdote y a sus oraciones<br />
constituyen precisamente ese nivel de participación activa que se pide en cualquier forma de Misa a<br />
los fieles reunidos, para que quede así expresada y fomentada la acción común de toda la<br />
comunidad. 24<br />
16. Otras partes que son muy útiles para manifestar y favorecer la activa participación de los fieles<br />
y que se encomiendan a toda la asamblea, son, sobre todo, el acto penitencial, la profesión de fe, la<br />
oración de los fieles y el padrenuestro.<br />
17. Otras fórmulas:<br />
a) algunas tienen por sí mismas el valor de rito o de acto; por ejemplo, el Gloria, el salmo<br />
responsorial, el Aleluya y el verso anterior al Evangelio, el Santo, la aclamación de la anámnesis y<br />
el canto después de la comunión;<br />
b) otras, en cambio, simplemente acompañan a un rito; por ejemplo, los cantos de entrada, <strong>del</strong><br />
ofertorio, de la fracción (Cordero de Dios) y de la comunión.<br />
Modos de presentar diversos textos<br />
20 Cf. S. Congr. para el Culto Divino, Carta circ. sobre las Plegarias Eucarísticas, <strong>del</strong> 27 de abril de 1973 n. 14: A.A.S. 65 (1973)<br />
p. 346.<br />
21 Cf. S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Musicam sacram, <strong>del</strong> 5 de marzo de 1967, n. 14: A.A.S. 59 (1967) p. 304.<br />
22 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, nn. 26, 27; S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong><br />
Eucharisticum mysterium, <strong>del</strong> 25 de mayo de 1967, n. 3 d: A.A.S. 59 (1967) p. 542.<br />
23 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 30.<br />
24 Cf. S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Musicam sacram, <strong>del</strong> 5 de marzo de 1967, n. 16 a: A.A.S. 59 (1967) p. 305.<br />
4
18. En los textos que el sacerdote o sus ayudantes o todos han de pronunciar claramente y en voz<br />
alta, ésta responda a la índole <strong>del</strong> respectivo texto, según se trate de lectura, oración, advertencia,<br />
aclamación o canto; téngase igualmente en cuenta la diversidad de celebración, y circunstancias de<br />
la asamblea; aparte, naturalmente, de la índole de las diversas lenguas y caracteres de los pueblos.<br />
En las rúbricas y normas que siguen, los vocablos “pronunciar” o “decir” deben entenderse lo<br />
mismo <strong>del</strong> canto que de los recitados, según los principios que acaban de anunciarse.<br />
Importancia <strong>del</strong> canto<br />
19. Amonesta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando la venida de su Señor que canten<br />
todos juntos con salmos, himnos y cantos espirituales (cf. Col. 3, 16). El canto es una señal <strong>del</strong><br />
gozo <strong>del</strong> corazón (cf. Hech 2, 46). De ahí que San Agustín diga con razón: “El cantar es propio <strong>del</strong><br />
enamorado”; 25 y viene de tiempos muy antiguos el famoso proverbio: “Quien bien canta, dos veces<br />
ora”.<br />
Téngase por consiguiente, en gran estima el uso <strong>del</strong> canto en las celebraciones, siempre según el<br />
carácter de dada pueblo y las posibilidades de cada asamblea: con todo, no por eso se considere<br />
necesario usar el canto para todos los textos que de suyo se destinan a ser cantados.<br />
Al hacer la selección de los que de hecho se van a cantar, se dará la preferencia a las partes que<br />
tienen mayor importancia, sobre todo a aquellas que deben cantar el sacerdote y sus ministros, con<br />
respuesta <strong>del</strong> pueblo, o el sacerdote y el pueblo al mismo tiempo. 26<br />
Y ya que es cada día más frecuente el encuentro de fieles de diversas nacionalidades, conviene que<br />
esos mismos fieles sepan cantar todos a una en latín algunas de las partes <strong>del</strong> Ordinario de la Misa,<br />
sobre todo el símbolo de la fe y la oración dominical en sus melodías más fáciles. 27<br />
Posturas corporales<br />
20. La postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la celebración, es un signo de<br />
comunidad y unidad de la asamblea, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de<br />
todos los participantes. 28<br />
2<strong>1.</strong> Para conseguir esta uniformidad en posturas corporales, obedezcan los fieles a las moniciones<br />
que el diácono o el sacerdote u otro ministro haga durante la celebración. Aparte de eso, en todas<br />
las Misas, a no ser que se diga lo contrario, queden de pie: desde el principio <strong>del</strong> Canto de entrada,<br />
mientras el sacerdote se acerca al altar, hasta el final de la colecta; al canto <strong>del</strong> Aleluya que precede<br />
al Evangelio; durante la profesión de fe y la oración de los fieles; y desde que empieza la oración<br />
sobre las ofrendas hasta el fin de la Misa, excepto en los momentos que luego se enumeran. En<br />
cambio, estarán sentados durante las lecturas que preceden al Evangelio, con su salmo<br />
responsorial; durante la homilía, y mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio;<br />
también, según la oportunidad, a lo largo <strong>del</strong> sagrado silencio que se observa después de la<br />
25 Sermón 336, 1: PL 38, 1472.<br />
26 Cf. S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Musicam sacram, <strong>del</strong> 5 de marzo de 1967, nn. 7, 16: A.A.S. 59 (1967) pp. 302, 305; cf.<br />
<strong>Misal</strong> <strong>Romano</strong>, Ordo cantus Missæ, ed. típ. 1972. Prænotanda.<br />
27 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 54; S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Inter<br />
Oecumenici, <strong>del</strong> 26 de sept. de 1964, n. 59; A.A.S. 56 (1964) p. 891; <strong>Instrucción</strong> Musicam sacram, <strong>del</strong> 5 de marzo de 1967, n. 47:<br />
A.A.S. 59 (1967) p. 314.<br />
28 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 39.<br />
5
comunión; en cambio estarán de rodillas, a no ser que lo impida la estrechez <strong>del</strong> lugar o la<br />
aglomeración de la concurrencia o cualquier otra causa razonable, durante la consagración.<br />
Con todo, pertenece a la Conferencia Episcopal adaptar las posturas corporales descritas para la<br />
celebración de la Misa romana, según la índole de cada pueblo. 29 Pero siempre se habrá de<br />
procurar que haya una correspondencia adecuada con el sentido e índole de cada parte de la<br />
celebración.<br />
22. Bajo el vocablo “posturas corporales” se comprenden también algunas acciones; por ejemplo,<br />
cuando el sacerdote se acerca al altar, cuando se ofrecen los dones, cuando los fieles se acercan a la<br />
comunión. Conviene que todo esto se haga en forma decorosa, mientras se cantan los textos<br />
correspondientes según las, normas establecidas en cada caso.<br />
El silencio<br />
23. También como parte de la celebración ha de guardarse en su tiempo silencio sagrado. 30 La<br />
naturaleza de este silencio depende <strong>del</strong> momento en que se observa durante la Misa; por ejemplo,<br />
en el acto penitencial y después de una invitación a orar, los presentes se concentran en sí mismos:<br />
al terminarse la lectura o la homilía, reflexionan brevemente sobre lo que han oído; después de la<br />
comunión alaban a Dios en su corazón y oran.<br />
29 Cf. ibid, n. 39.<br />
30 Cf. ibid, n. 30; S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Musicam sacram, <strong>del</strong> 5 de marzo de 1967, n. 17: A.A.S. 59 (1967) p. 305.<br />
6
III. LAS DIVERSAS PARTES DE LA MISA<br />
A) Ritos iniciales<br />
24. Todo lo que precede a la liturgia de la Palabra, es decir, el Canto de entrada, el saludo, el acto<br />
penitencial, el Kyrie con el Gloria y la colecta, tienen el carácter de exordio, introducción y<br />
preparación.<br />
La finalidad de estos ritos es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad y se<br />
dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.<br />
Canto de entrada<br />
25. Reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote con sus ministros, se da comienzo al canto de<br />
entrada. El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido,<br />
elevar sus pensamientos a la contemplación <strong>del</strong> misterio litúrgico o de la fiesta, y acompañar la<br />
procesión de sacerdotes y ministros.<br />
26. Se canta alternativamente por el coro y el pueblo, o por el cantor y el pueblo, o todo por el<br />
pueblo, o solamente por el coro. Puede emplearse para este canto o la antífona con su salmo, como<br />
se encuentran en el Gradual <strong>Romano</strong> o en el Gradual simple, o en su lugar otro canto acomodado a<br />
la acción sagrada o a la índole <strong>del</strong> día o <strong>del</strong> tiempo, con un texto aprobado por la Conferencia<br />
Episcopal.<br />
Si no se canta a la entrada, los fieles o algunos de ellos o un lector recitará la antífona que aparece<br />
en el misal. Si esto no es posible, la recitará al menos el mismo sacerdote después <strong>del</strong> saludo.<br />
Saludo al altar y al pueblo congregado<br />
27. El sacerdote y los ministros, cuando llegan al presbiterio, veneran el altar; para manifestar esta<br />
veneración, el sacerdote y el diácono besan el altar. El sacerdote, si lo cree oportuno, podrá<br />
también incensario.<br />
28. Terminado el canto de entrada, el sacerdote y toda la asamblea, hacen la señal de la cruz. A<br />
continuación el sacerdote, por medio de un saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia<br />
<strong>del</strong> Señor. Con este saludo y con la respuesta <strong>del</strong> pueblo que da de manifiesto el misterio de la<br />
Iglesia congregada.<br />
Acto penitencial<br />
29. Terminado el saludo, el sacerdote u otro ministro idóneo puede hacer a los fieles una brevísima<br />
introducción sobre la Misa <strong>del</strong> día. Después el sacerdote invita a un acto penitencial, que se realiza<br />
cuando toda la comunidad hace su confesión general y se termina con la absolución <strong>del</strong> sacerdote.<br />
Señor, ten piedad<br />
30. Después <strong>del</strong> acto penitencial se empieza el Señor, ten piedad, a no ser que éste haya formado<br />
ya parte <strong>del</strong> mismo acto penitencial. Siendo un canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden<br />
su misericordia, regularmente habrán de hacerlo todos, es decir, tomarán parte en él el pueblo y los<br />
cantores.<br />
7
Cada una de estas aclamaciones se repite, según la costumbre, dos veces, sin excluir, según el modo<br />
de ser de cada lengua o las exigencias <strong>del</strong> arte o de las circunstancias, una más prolija repetición o<br />
la intercalación de algún brevísimo “tropo”. Si no se canta el Señor, ten piedad, al menos se recita.<br />
Gloria<br />
3<strong>1.</strong> El Gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia congregada en el Espíritu<br />
Santo glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas. Lo canta o la asamblea de los<br />
fieles, o el pueblo alternando con los cantores solos. Si no se canta, al menos lo han de recitar<br />
todos, o juntos o alternativamente.<br />
Se canta o se recita los domingos, fuera <strong>del</strong> tiempo de Adviento y Cuaresma, las solemnidades y<br />
fiestas y en algunas peculiares celebraciones.<br />
Oración colecta<br />
32. A continuación el sacerdote invita al pueblo a orar y todos, a una con el sacerdote,<br />
permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular<br />
interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar “colecta”.<br />
Con ella se expresa generalmente la índole de la celebración, y con las palabras <strong>del</strong> sacerdote se<br />
dirige la súplica a Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo.<br />
El pueblo, para unirse a esta súplica y dar su asentimiento, hace suya la oración pronunciando la<br />
aclamación: Amén.<br />
En la Misa se dice una sola Oración Colecta, y esto vale también a propósito de la Oración sobre<br />
las ofrendas y de la Oración después de la comunión. La colecta se concluye con la forma larga, es<br />
decir:<br />
Si se dirige al Padre: Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad <strong>del</strong><br />
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.<br />
Si se dirige al Padre, pero al fin de esa oración se menciona al Hijo: Él, que vive y reina contigo en<br />
la unidad <strong>del</strong> Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.<br />
Si se dirige al Hijo: Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad <strong>del</strong> Espíritu Santo y eres Dios<br />
por los siglos de los siglos.<br />
Las oraciones sobre las ofrendas y después de la comunión se concluyen en la forma breve, es<br />
decir:<br />
Si se dirigen al Padre: Por Jesucristo, nuestro Señor.<br />
Si se dirigen al Padre, pero al fin de esas oraciones se menciona al Hijo: Él, que vive y reina por los<br />
siglos de los siglos.<br />
Si se dirigen al Hijo: Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.<br />
8
B) Liturgia de la Palabra<br />
33. Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la<br />
parte principal de la liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal u<br />
oración de los fieles, la desarrollan y concluyen. En las lecturas, que luego desarrolla la homilía,<br />
Dios habla a su pueblo, 31 le descubre el misterio de la Redención y Salvación, y le ofrece el<br />
alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su Palabra, se hace presente en medio de los fieles. 32<br />
Esta Palabra divina la hace suya el pueblo con sus cantos y mostrando su adhesión a ella con la<br />
profesión de fe; y una vez nutrido con ella, en la oración universal, hace súplicas por las<br />
necesidades de la Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo.<br />
Lecturas bíblicas<br />
34. En las lecturas se dispone la mesa de la Palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros<br />
bíblicos. 33 Como, según la tradición, el leer estos textos no es un oficio presidencial, sino<br />
ministerial, conviene que habitualmente lea el Evangelio el diácono o, faltando éste, otro<br />
sacerdote; un lector hará las otras lecturas y cuando falte el diácono u otro sacerdote, el mismo<br />
sacerdote celebrante leerá el Evangelio. 34<br />
35. Que se haya de tributar suma veneración a la lectura <strong>del</strong> Evangelio lo enseña la misma liturgia<br />
cuando la distingue por encima de las otras lecturas con especiales muestras de honor, sea por parte<br />
<strong>del</strong> ministro encargado de anunciarlo y por la bendición y oración con que se dispone a hacerlo, sea<br />
por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que<br />
les habla y escuchan la lectura puestos en pie; sea finalmente por las mismas muestras de<br />
veneración que se tributan al libro de los Evangelios.<br />
Cantos interleccionales<br />
36. Después de la primera lectura sigue un salmo responsorial o Gradual, que es parte integrante de<br />
la liturgia de la Palabra. El salmo se toma habitualmente <strong>del</strong> Leccionario, ya que cada uno de estos<br />
textos está directamente ligado a cada una de las lecturas: la elección <strong>del</strong> salmo depende, según<br />
eso, de la elección de las lecturas. Sin embargo, para que el pueblo pueda más fácilmente intervenir<br />
en la respuesta salmódica, han sido seleccionados algunos textos de responsorios y salmos, según<br />
los diversos tiempos <strong>del</strong> año o las diversas categorías de santos. Estos textos podrán emplearse en<br />
vez <strong>del</strong> texto correspondiente a la lectura todas las veces que el salmo se canta.<br />
El salmista o cantor <strong>del</strong> salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama los versos <strong>del</strong><br />
salmo, mientras toda la asamblea escucha sentada o mejor, participa con su respuesta, a no ser que<br />
el salmo se pronuncie todo él seguido, es decir, sin intervención de respuestas.<br />
Si se canta, se puede escoger, además <strong>del</strong> salmo asignado por el leccionario, el gradual <strong>del</strong> Gradual<br />
<strong>Romano</strong> o el salmo responsorial o el aleluyático <strong>del</strong> Gradual simple, según la descripción que se<br />
hace en estos mismos libros.<br />
37. A la segunda lectura sigue el Aleluya u otro canto, según las exigencias <strong>del</strong> período litúrgico:<br />
31 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 33.<br />
32 Cf. ibid, n. 7.<br />
33 Cf. ibid, n. 5<strong>1.</strong><br />
34 Cf. S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Inter Oecumenici, <strong>del</strong> 26 de sept. de 1964, n. 50: A.A.S. 56 (1964) p. 889.<br />
9
a) El Aleluya se canta en todos los tiempos fuera de la Cuaresma. Lo comienza todo el pueblo o los<br />
cantores o un solo cantor, y si el caso lo pide, se repite. Los versos se toman <strong>del</strong> Leccionario o <strong>del</strong><br />
Gradual.<br />
b) El otro canto consiste en un verso antes <strong>del</strong> Evangelio o en otro salmo o tracto, como aparecen<br />
en el Leccionario o en el Gradual.<br />
38. Cuando se tiene una sola lectura antes <strong>del</strong> Evangelio:<br />
a) En el tiempo en que se dice Aleluya se puede tomar o el salmo aleluyático o el salmo y el<br />
Aleluya con su propio verso, o solamente el salmo o el Aleluya.<br />
b) En el tiempo en que no se ha de decir Aleluya, se puede tomar o el salmo o el verso que precede<br />
al Evangelio.<br />
39. El salmo que hay después de la lectura, si no se canta, se recita. En cambio, el Aleluya o el<br />
verso que precede al Evangelio, si no se canta, puede omitirse.<br />
40. Las “Secuencias”, fuera de los días de Pascua y Pentecostés, son opcionales.<br />
Homilía<br />
4<strong>1.</strong> La homilía es parte de la liturgia, muy recomendada, 35 pues es necesaria para alimentar la vida<br />
cristiana. Conviene que sea una explicación, o de algún aspecto particular de las lecturas de la<br />
Sagrada Escritura, o de otro texto <strong>del</strong> Ordinario, o de la Misa <strong>del</strong> día, teniendo siempre presente, ya<br />
el misterio que se celebra, ya las particulares necesidades de los oyentes. 36<br />
42. Los domingos y fiestas de precepto téngase la homilía en todas las Misas que se celebren con<br />
asistencia <strong>del</strong> pueblo; fuera de eso se recomienda sobre todo en los días feriales de Adviento,<br />
Cuaresma y tiempo pascual, y también en otras fiestas y ocasiones en que suele haber numerosa<br />
concurrencia de fieles. 37<br />
La homilía la tendrá ordinariamente el mismo sacerdote celebrante.<br />
Profesión de fe<br />
43. El símbolo o profesión de fe, dentro de la Misa, tiende a que el pueblo dé su asentimiento y su<br />
respuesta a la Palabra de Dios oída en las lecturas y en la homilía, y traiga a su memoria, antes de<br />
empezar la celebración eucarística, la regla de su fe.<br />
44. El símbolo que el sacerdote dice siempre junto con el pueblo, debe recitarse en todos los<br />
domingos y solemnidades: pero puede recitarse también en celebraciones de peculiar importancia.<br />
Si se canta, hágase como de costumbre, por todos o alternativamente.<br />
Oración de los fieles<br />
35 Cf. Conc. Vat. ti, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 52.<br />
36 Cf. S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Inter Oecumenici, <strong>del</strong> 26 de sept. de 1964, n. 54: A.A.S. 56 (1964) p. 890.<br />
37 Cf. ibid, n. 53: A.A.S. 56 (1964) p. 890.<br />
10
45. En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega<br />
por todos los hombres.<br />
Conviene que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo<br />
que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por todos los necesitados y por<br />
todos los hombres y la salvación de todo el mundo. 38<br />
46. El orden de estas intenciones será generalmente:<br />
a) Por las necesidades de la Iglesia.<br />
b) Por los que gobiernan el Estado y por la salvación <strong>del</strong> mundo.<br />
c) Por los oprimidos bajo determinadas dificultades.<br />
d) Por la comunidad local.<br />
Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la Confirmación, Matrimonio o Funerales,<br />
el orden de las intenciones puede amoldarse mejor a la ocasión.<br />
47. Toca al sacerdote celebrante dirigir estas súplicas, invitar a los fieles a la oración con una breve<br />
monición y concluir las preces. Conviene que sea un diácono, un cantor u otra persona, quien lea<br />
las otras intenciones. 39 La asamblea entera expresa sus súplicas o con una invocación común, que<br />
se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio.<br />
C) Liturgia eucarística<br />
48. En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y banquete pascual, por el que se hace<br />
continuamente presente en la Iglesia el sacrificio de la cruz, cuando el sacerdote, que representa a<br />
Cristo el Señor, lleva a cabo lo que el Señor mismo realizó y confió a sus discípulos para que lo<br />
hicieran en memoria suya. 40<br />
Cristo tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió, lo dio a sus discípulos, y dijo:<br />
“Tomad, comed, bebed: esto es mi cuerpo: éste es el cáliz de mi sangre. Haced esto en<br />
conmemoración mía”. De ahí que la Iglesia haya ordenado toda la celebración de la liturgia<br />
eucarística según estas mismas partes, con las palabras y acciones de Cristo. Ya que:<br />
1) En la preparación de las ofrendas se presentan en el altar el pan y el vino con agua; es decir, los<br />
mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.<br />
2) En la plegaria Eucarística se da gracias a Dios por toda la obra de la salvación, y las ofrendas se<br />
convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.<br />
3) Por la fracción <strong>del</strong> mismo pan se manifiesta la unidad de los fieles, y por la comunión ellos<br />
reciben el Cuerpo y la Sangre <strong>del</strong> Señor, <strong>del</strong> mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de manos<br />
<strong>del</strong> mismo Cristo.<br />
38 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 53.<br />
39 Cf. S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Inter Oecumenici, <strong>del</strong> 26 de sept. de 1964, n. 56: A.A.S. (1964) p. 890.<br />
40 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 47; S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong><br />
Eucharisticum mysterium, <strong>del</strong> 25 de mayo de 1967, n. 3, a, b: A.A.S. 59 (1967) pp. 540-54<strong>1.</strong><br />
11
Preparación de los dones<br />
49. Al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el<br />
Cuerpo y la Sangre de Cristo.<br />
En primer lugar se prepara el altar o la mesa <strong>del</strong> Señor, que es el centro de toda la Liturgia<br />
Eucarística, 41 y sobre él se colocan el corporal, el purificador, el <strong>Misal</strong> y el cáliz, que puede<br />
también dejarse dispuesto en la credencia.<br />
Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino lo presenten los mismos<br />
fieles. Un sacerdote o el diácono saldrá a recibirlos a un sitio oportuno y lo dispondrá todo sobre el<br />
altar mientras pronuncia las fórmulas establecidas. Aunque los fieles no traigan pan y vino suyo<br />
como se hacía antiguamente, con este destino litúrgico, el rito de presentarlos conserva igualmente<br />
todo su sentido y significado espiritual.<br />
El dinero y otros dones que los fieles aportan para los pobres o para la Iglesia, se consideran<br />
también como ofrendas; por eso se colocan en un lugar apropiado, cerca <strong>del</strong> altar.<br />
50. Acompaña a este cortejo de presentación de las ofrendas el canto <strong>del</strong> ofertorio, que se alarga<br />
por lo menos hasta que los dones han sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el modo de<br />
hacer este canto son las mismas dadas para el canto de entrada (n. 26). La antífona <strong>del</strong> ofertorio, se<br />
omite, si no se canta.<br />
5<strong>1.</strong> Las ofrendas colocadas en el altar y el altar mismo pueden ser incensarios, para significar de<br />
este modo que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso.<br />
También el sacerdote y el pueblo pueden ser incensarios por el diácono o por otro ministro,<br />
después de la incensación de los dones y <strong>del</strong> altar.<br />
52. A continuación el sacerdote se lava las manos. Con este rito se expresa el deseo de interior<br />
purificación.<br />
53. Terminada la colocación de las ofrendas y concluidos los ritos que la acompañan se concluye la<br />
preparación de los dones, con una invitación a orar juntamente con el sacerdote, y con la fórmula<br />
llamada “oración sobre las ofrendas”. Así queda prepara da la Oración Eucarística.<br />
Oración Eucarística<br />
54. Comienza ahora la Oración Eucarística, que es el punto central y el momento culminante de<br />
toda la celebración; es una plegaria de acción de gracias y de santificación. El sacerdote invita a los<br />
fieles a levantar el corazón hacia Dios y a darle gracias a través de la oración que él, en nombre de<br />
toda la comunidad, va a dirigir al Padre por medio de Jesucristo. El sentido de esta oración es que<br />
toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y<br />
en la oblación <strong>del</strong> sacrificio.<br />
55. Los principales elementos de que consta la Oración Eucarística pueden distinguirse de esta<br />
manera:<br />
41 Cf. S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Inter Oecumenici, <strong>del</strong> 26 de sept. de 1964, n. 91: A.A.S. 56 (1964) p. 898; <strong>Instrucción</strong><br />
Eucharisticum mysterium, <strong>del</strong> 25 de mayo de 1967, n. 24: A.A.S. 59 (1967) p. 554.<br />
12
a) Acción de gracias (que se expresa sobre todo en el prefacio) en la que el sacerdote, en nombre de<br />
todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de salvación o por<br />
alguno de sus aspectos particulares, según las variantes <strong>del</strong> día, fiesta o tiempo.<br />
b) Aclamación: con la que toda la asamblea, uniéndose a las potestades celestiales, canta o recita el<br />
Santo. Esta aclamación, que constituye una parte de la Plegaria Eucarística, la pronuncia todo el<br />
pueblo con el sacerdote.<br />
c) Epíclesis: con la que la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora el poder divino<br />
para que los dones que han ofrecido los hombres, queden consagrados, es decir, se conviertan en el<br />
Cuerpo y la Sangre de Cristo, y para que la hostia inmaculada que se va a recibir en la comunión<br />
sea para salvación de quienes la reciban.<br />
d) Narración de la institución y consagración: mediante las palabras y acciones de Cristo se lleva a<br />
cabo el sacrificio que Cristo mismo instituyó en la última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y su<br />
Sangre bajo las especies de pan y vino, los dio a los Apóstoles en forma de alimento y bebida, y les<br />
dejó el mandato de perpetuar este mismo misterio.<br />
e) Anámnesis: con la que, al realizar este encargo que a través de los Apóstoles, la Iglesia recibió de<br />
Cristo Señor, realiza el memorial <strong>del</strong> mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada<br />
Pasión, su gloriosa Resurrección y la Ascensión al Cielo.<br />
f) Oblación: por la que la Iglesia, en este memorial, sobre todo la Iglesia aquí y ahora reunida,<br />
ofrece al Padre en el Espíritu Santo, la hostia inmaculada. La Iglesia pretende que los fieles no sólo<br />
ofrezcan la hostia inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos, y que de día en día<br />
perfeccionen con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, de modo que sea Dios todo<br />
en todos. 42<br />
g) Intercesiones: con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la<br />
Iglesia celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros vivos y<br />
difuntos, miembros que han sido todos llamados a la participación de la salvación y redención<br />
adquirida por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.<br />
h) Doxología final: en la que se expresa la glorificación de Dios, y que se concluye y confirma con<br />
la aclamación <strong>del</strong> pueblo.<br />
La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y en silencio, y que tomen parte<br />
en ella por medio de las aclamaciones previstas en el mismo rito.<br />
Rito de comunión<br />
56. Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo <strong>del</strong><br />
Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos como alimento espiritual por los fieles debidamente<br />
preparados. 43 A esto tienden la fracción y otros ritos preparatorios, con los que se va llevando a los<br />
fieles hasta el momento de la comunión.<br />
42 Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 48; Decr. Sobre el ministerio y vida sacerdotal,<br />
Presbyterorum ordinis, n. 5; S. Congr. de Ritos, <strong>Instrucción</strong> Eucharisticum mysterium, <strong>del</strong> 25 de mayo de 1967, n. 12; A.A.S. 59<br />
(1967) pp. 548-549.<br />
43 Cf. ibid, nn. 12, 33 a: A.A.S. 59 (1967) pp. 549, 559.<br />
13
a) El Padrenuestro: en él se pide el pan cotidiano, que es también para los cristianos como una<br />
figura <strong>del</strong> pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, en realidad se<br />
den a los santos las cosas santas”. El sacerdote invita a orar, y los fieles dicen, todos a una con el<br />
sacerdote, la oración. El sacerdote sólo añade el embolismo, y el pueblo se une a él para terminarlo<br />
con la doxología. El embolismo, que desarrolla la última petición de la oración dominical, pide para<br />
toda la comunidad de los fieles la liberación <strong>del</strong> poder <strong>del</strong> mal.<br />
La invitación, la oración misma, el embolismo y la doxología con que el pueblo cierra esta parte, se<br />
cantan o se dicen con voz clara.<br />
b) Sigue a continuación el rito de la paz, con el que los fieles imploran la paz y la unidad para la<br />
Iglesia y toda la familia humana y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un<br />
mismo pan.<br />
Por lo que toca al mismo rito de darse la paz, establezcan las Conferencias Episcopales el modo<br />
más conveniente, según las costumbres y el carácter de cada pueblo.<br />
c) El acto de la fracción <strong>del</strong> pan, realizado por Cristo en la última Cena, en los tiempos apostólicos<br />
fue el que sirvió para denominar a la íntegra acción eucarística. Este rito no sólo tiene una finalidad<br />
práctica, sino que significa además que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo<br />
pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (I Cor 10, 17).<br />
d) Inmixtión o mezcla: el sacerdote celebrante deja caer una parte de la hostia en el cáliz.<br />
e) Cordero de Dios: mientras se hace la fracción <strong>del</strong> pan y la mezcla, los cantores o un cantor,<br />
cantan el Cordero de Dios, según la costumbre, con la respuesta <strong>del</strong> pueblo: o lo dicen al menos en<br />
alta voz. Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea necesario para acompañar la fracción<br />
<strong>del</strong> pan. La última vez se concluirá con las palabras: danos la paz.<br />
f) Preparación privada <strong>del</strong> sacerdote: el sacerdote se prepara con una oración privada, para recibir<br />
con fruto el Cuerpo y la Sangre de Cristo: los fieles hacen lo mismo, orando en silencio.<br />
g) Luego el sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico que recibirán en la comunión, y los<br />
invita al banquete de Cristo; y juntamente con los fieles formula, usando palabras evangélicas, un<br />
acto de humildad.<br />
h) Es muy de desear que los fieles participen <strong>del</strong> Cuerpo <strong>del</strong> Señor con hostias consagradas en esa<br />
misma Misa y, en los casos previstos, participen <strong>del</strong> cáliz, de modo que aparezca mejor, por signos<br />
exteriores, que la comunión es una participación en el sacrificio que en ese momento se celebra. 44<br />
i) Mientras sacerdote y fieles reciben el sacramento, se tiene el canto de la comunión; canto que<br />
debe también expresar, por la unión de voces, la unión espiritual de quienes están comulgando,<br />
demostrar al mismo tiempo la alegría <strong>del</strong> corazón y hacer más fraternal la procesión de los que van<br />
avanzando para recibir el Cuerpo de Cristo. El canto se comienza cuando comulga el sacerdote, y<br />
se prolonga mientras comulgan los fieles, hasta el momento que parezca oportuno. En el caso de<br />
que se cante un himno después de la comunión, ese canto termínese a tiempo.<br />
44 Cf. ibid, nn. 31, 32: A.A.S. 59 (1967) pp. 558559; para la facultad de comulgar dos veces en el mismo día, ci. S. Congr. de la<br />
Disciplina de los Sacramentos, <strong>Instrucción</strong> Immensaæ caritatis, <strong>del</strong> 29 de enero de 1973, n. 2: A.A.S. 65 (1973) pp. 267-268.<br />
14
Se puede emplear o la antífona <strong>del</strong> Gradual <strong>Romano</strong>, con salmo o sin él, o la antífona <strong>del</strong> Gradual<br />
simple, o algún otro canto conveniente, aprobado por la Conferencia Episcopal. Lo cantan los<br />
cantores solos o también uno o varios de ellos con el pueblo.<br />
Si no hay canto, la antífona propuesta por el misal, se reza por los fieles, o por algunos de ellos, o<br />
por un lector. En caso contrario, la recitará el mismo sacerdote después de haber comulgado y<br />
antes de distribuir la comunión a los fieles.<br />
j) Cuando se ha terminado de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles, según lo permita el<br />
tiempo, pueden orar un rato recogidos. Si se prefiere, puede también cantar toda la asamblea, un<br />
himno, un salmo o algún otro canto de alabanza.<br />
k) En la Oración después de la comunión, el sacerdote ruega porque se obtengan los frutos <strong>del</strong><br />
misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación: Amén.<br />
D) Rito de conclusión<br />
57. El rito de conclusión consta de:<br />
a) Saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la<br />
oración “sobre el pueblo” o con otra fórmula más solemne.<br />
b) Despedida, con la que se disuelve a la asamblea, para que cada uno vuelva a sus quehaceres,<br />
alabando y bendiciendo al Señor.<br />
15
CAPÍTULO IV<br />
DIVERSAS FORMAS DE CELEBRAR LA MISA<br />
I LA MISA CON EL PUEBLO<br />
…Preparación<br />
79. Cúbrase el altar al menos con un mantel. Sobre él, o al menos a su alrededor, colóquese un<br />
mínimo de dos can<strong>del</strong>eros con sus velas encendidas o incluso cuatro o seis y, si celebra el Obispo<br />
de la diócesis, siete. También sobre el altar o junto a él, esté visible la cruz. Can<strong>del</strong>eros y cruz<br />
pueden llevarse en la procesión de entrada. Sobre el altar puede ponerse, a no ser que se lleve<br />
durante la procesión de entrada, el libro de los Evangelios, diverso <strong>del</strong> libro de las restantes<br />
lecturas.<br />
80. Prepárese también:<br />
a) Junto a la sede <strong>del</strong> sacerdote: el misal y, según convenga, el libro de los cantos.<br />
b) En el ambón: el libro de las lecturas.<br />
c) En la credencia: el cáliz, el corporal, el purificador, la palia, si se usa, la patena y los copones, si<br />
son necesarios, con las hostias para la comunión <strong>del</strong> sacerdote, de los ayudantes y <strong>del</strong> pueblo; las<br />
vinajeras con el vino y el agua, a no ser que todo esto lo vayan a ofrecer los fieles al momento <strong>del</strong><br />
ofertorio; la patena, para la comunión de los fieles, y lo necesario para la ablución de las manos.<br />
Cúbrase el cáliz con un velo, que podrá ser siempre de color blanco.<br />
8<strong>1.</strong> En la sacristía, según las diversas formas de celebración, prepárense los ornamentos <strong>del</strong><br />
sacerdote y de sus ministros:<br />
a) Para el sacerdote: el alba, la estola y la casulla.<br />
b) Para el diácono: el alba, la estola y la dalmática. Esta última, por necesidad o por grado inferior<br />
de solemnidad, puede omitirse.<br />
c) Para los demás ministros: albas u otras vestiduras legítimamente aprobadas.<br />
Todos los que usen el alba, empleen el cíngulo y el amito, a no ser que se provea de otra manera.<br />
A) FORMA TIPICA<br />
Ritos iniciales<br />
82. Reunido el pueblo, el sacerdote y los ministros, revestidos cada uno con sus ornamentos<br />
avanzan hacia el altar por este orden:<br />
a) Un ayudante con el incensario humeante, si se emplea el incienso.<br />
b) De acuerdo a las circunstancias: los ayudantes que llevan los ciriales, y entre ellos, si lo pide el<br />
caso, uno lleva la cruz; los acólitos y otros ministros.<br />
c) El lector, que puede llevar el libro de los Evangelios.<br />
d) El sacerdote que va a oficiar en la Misa.<br />
Si se emplea el incienso, el sacerdote lo pone en el incensario antes que el cortejo se ponga en<br />
marcha.<br />
16
83. Mientras se hace la procesión hacia el altar, se tiene el canto de entrada (cf. nn. 25-26).<br />
84. Cuando han llegado al altar, el sacerdote y los ayudantes hacen la debida reverencia, es decir,<br />
inclinación profunda o, si es que está allí el sagrario con el Santísimo Sacramento, genuflexión.<br />
La cruz, si es que se ha llevado en la procesión, se coloca junto al altar o en algún otro sitio<br />
conveniente; los can<strong>del</strong>eros que han llevado los ayudantes, se colocan o junto al altar o en la<br />
credencia; el libro de los Evangelios se pone sobre el altar.<br />
85. El sacerdote sube al altar y le hace reverencia con el beso. Luego, según la oportunidad,<br />
inciensa el altar rodeándolo completamente.<br />
86. Terminada esta ceremonia, el sacerdote va a su sede. Una vez concluido el canto de entrada,<br />
todos, sacerdote y fieles, de pie, hacen la señal de la cruz. El sacerdote empieza: En el nombre <strong>del</strong><br />
Padre, y <strong>del</strong> Hijo y <strong>del</strong> Espíritu Santo. El pueblo responde: Amén. Luego vuelto el sacerdote al<br />
pueblo y extendiendo las manos, saluda a la asamblea usando una de las formas disponibles. Puede<br />
también, o él u otro de los ministros, hacer una breve introducción a los fieles sobre la Misa <strong>del</strong> día.<br />
87. Después <strong>del</strong> acto penitencial, se dicen el Señor, ten piedad y el Gloria, según las rúbricas (nn.<br />
303 l). El Gloria lo puede entonar o el sacerdote o los cantores o también todos a una.<br />
88. Luego el sacerdote invita al pueblo a orar, juntando las manos y diciendo Oremos. Todos,<br />
juntamente con el sacerdote, oran en silencio durante breve tiempo. Entonces el sacerdote,<br />
extendiendo las manos, dice la Oración Colecta, y cuando ésta termina, el pueblo aclama con el<br />
Amén.<br />
Liturgia de la Palabra<br />
89. Terminada la Oración Colecta, el lector avanza hacia el ambón y recita la primera lectura, que<br />
todos escuchan sentados; y cuando la lectura acaba, todos pronuncian la aclamación.<br />
90. Terminada la lectura, el salmista o un cantor o el mismo lector, recita el salmo, dejando tiempo<br />
para las respuestas <strong>del</strong> pueblo (cf. n. 36).<br />
9<strong>1.</strong> Luego, si se ha de tener una segunda lectura antes <strong>del</strong> Evangelio, el lector la hace desde el<br />
ambón, como se ha dicho antes, permaneciendo todos sentados mientras escuchan y aclaman al<br />
final.<br />
92. Sigue el Aleluya u otro canto según las exigencias <strong>del</strong> tiempo litúrgico (cf. nn. 37-39).<br />
93. Mientras se canta el Aleluya u otro canto, el sacerdote, si se emplea el incienso, lo pone en el<br />
incensario. Luego, con las manos juntas e inclinándose ante el altar, dice en secreto el Purifica mi<br />
corazón.<br />
94. Después toma el libro de los Evangelios, si éste está en el altar; y precedido por los ayudantes,<br />
que pueden llevar el incienso y los can<strong>del</strong>eros, se acerca al ambón.<br />
95. Llegado al ambón, el sacerdote abre el libro y dice: El Señor esté con vosotros, y en seguida:<br />
Lectura <strong>del</strong> santo Evangelio, haciendo la cruz sobre el libro con el pulgar, y luego sobre su propia<br />
17
frente, boca y pecho. Luego, si el caso lo pide, inciensa el libro, y después de la aclamación <strong>del</strong><br />
pueblo, proclama el Evangelio, y, una vez terminada la lectura, besa el libro diciendo en secreto:<br />
Las palabras <strong>del</strong> Evangelio borren nuestros pecados. Después de la lectura <strong>del</strong> Evangelio se hace la<br />
aclamación <strong>del</strong> pueblo, según la costumbre de cada región.<br />
96. Si no hay lector, el mismo sacerdote hará todas las lecturas y, según la necesidad, proclamará<br />
también él los cantos que vienen después, estando en pie en el ambón. Allí mismo, si se emplea el<br />
incienso, lo pone en el incensario, y dice inclinado el Purifica mi corazón.<br />
97. La homilía se tiene, o desde la sede o desde el ambón.<br />
98. El Credo lo dice el sacerdote juntamente con el pueblo (cf. n. 44). A las palabras y por obra <strong>del</strong><br />
Espíritu Santo, etc., todos se inclinan; pero en las solemnidades de la Anunciación y de la<br />
Natividad <strong>del</strong> Señor, se arrodillan.<br />
99. Después, tomando el pueblo la parte que le corresponde, se tiene la oración universal u oración<br />
de los fieles, que el sacerdote dirige desde la sede o desde el ambón (cf. nn. 45-47).<br />
Liturgia eucarística<br />
100. Terminada la oración universal, comienza el canto <strong>del</strong> Ofertorio (cf. n. 50). Los ministros<br />
colocan en el altar los corporales, el purificador, el cáliz y el misal.<br />
10<strong>1.</strong> Es conveniente que la participación de los fieles se manifieste en la oblación <strong>del</strong> pan y <strong>del</strong><br />
vino para la celebración de la Eucaristía o de dones con los que se ayude a las necesidades de la<br />
Iglesia o de los pobres.<br />
Las ofrendas de los fieles las reciben en lugar adecuado el sacerdote con sus ayudantes y las<br />
colocan en sitio conveniente; el pan y el vino que sirven para la Eucaristía se llevan al altar.<br />
102. El sacerdote en el altar recibe de su ayudante la patena con el pan, y con ambas manos la<br />
eleva un poco sobre el altar mientras que dice la fórmula correspondiente. Luego coloca la patena y<br />
pan sobre el corporal.<br />
103. A continuación, estando al lado <strong>del</strong> altar, vierte el vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo<br />
en secreto la fórmula prescrita, mientras el ayudante le ofrece las vinajeras. Vuelto al centro <strong>del</strong><br />
altar, toma con ambas manos el cáliz, lo eleva un poco y dice la fórmula establecida. A<br />
continuación deja el cáliz sobre el corporal y lo cubre si conviene, con la palia.<br />
104. Dejado ya el cáliz en el altar, el sacerdote se inclina y dice en secreto: Acepta, Señor, nuestro<br />
corazón contrito.<br />
105. Luego, según las circunstancias, inciensa las ofrendas y el altar, y el ministro a su vez inciensa<br />
al sacerdote y al pueblo.<br />
106. Después de la oración Acepta, Señor, nuestro corazón contrito o de la incensación, el<br />
sacerdote, en pie al lado <strong>del</strong> altar, se lava las manos, diciendo en secreto la fórmula establecida,<br />
mientras le sirve el agua el ayudante.<br />
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107. Vuelto al centro <strong>del</strong> altar y estando de cara al pueblo, extiende y junta las manos e invita al<br />
pueblo a orar, diciéndole: Orad, hermanos, etc. Una vez oída la respuesta <strong>del</strong> pueblo, extendiendo<br />
ambas manos, dice la oración sobre las ofrendas, y al final el pueblo aclama: Amén.<br />
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108. Entonces empieza el sacerdote la Plegaria Eucarística. Extiende las manos y dice: El Señor<br />
esté con vosotros Y cuando dice: Levantemos el corazón. levanta las manos y extendiéndolas<br />
añade: Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Y cuando el pueblo ha respondido: Es justo y<br />
necesario, el sacerdote sigue con el Prefacio; una vez terminado éste, junta las manos y canta con<br />
los ministros y el pueblo, o dice con voz clara, el Santo y el Bendito (cf. n. 55b).<br />
109. El sacerdote prosigue la Plegaria Eucarística según las rúbricas que corresponden a las<br />
diversas Plegarias Eucarísticas.<br />
Si el celebrante es un Obispo, después de las palabras con tu servidor el Papa N., añade conmigo,<br />
indigno siervo tuyo.<br />
El Ordinario <strong>del</strong> lugar debe mencionarse en la siguiente forma: con tu servidor el Papa N., con<br />
nuestro Obispo (o bien: Vicario, Prelado, Prefecto, Abad) N. En la Plegaria Eucarística se puede<br />
mencionar a los Obispos coadjutores y auxiliares. Si son muchos los que se han de mencionar, se<br />
utiliza la forma general: con nuestro Obispo N. y sus Obispos auxiliares. En cada Plegaria<br />
Eucarística hay que adaptar dichas menciones a las reglas gramaticales.<br />
Un poco antes de la consagración, el ayudante, si se cree conveniente, advierte a los fieles<br />
mediante un toque de campanilla. Puede también, de acuerdo con la costumbre de cada lugar, tocar<br />
la campanilla cuando el sacerdote muestra la hostia y el cáliz a los fieles.<br />
110. Terminada la doxología con que concluye la Plegaria Eucarística, el sacerdote, con las manos<br />
juntas, hace la monición preliminar a la oración dominical, y luego recita ésta juntamente con el<br />
pueblo, extendiendo las manos.<br />
11<strong>1.</strong> Concluida la oración dominical, el sacerdote, con las manos extendidas, dice él solo el<br />
embolismo: Líbranos de todos los males; al terminarlo, el pueblo aclama: Tuyo es el reino.<br />
112. A continuación el sacerdote, con voz clara dice la oración: Señor Jesucristo, que dijiste; al<br />
terminarla, se vuelve hacia los fieles y, extendiendo y juntando las manos, les da la paz con estas<br />
palabras: La paz <strong>del</strong> Señor esté siempre con vosotros. El pueblo responde: Y con tu espíritu.<br />
Luego, si el caso lo pide, el sacerdote añade: Daos fraternalmente la paz, y todos, según la<br />
costumbre de cada lugar, se manifiestan mutuamente la paz y la caridad. El sacerdote puede dar la<br />
paz a sus ayudantes.<br />
113. A continuación el sacerdote toma la hostia, la parte sobre la patena, y deja caer una partícula<br />
en el cáliz diciendo en secreto: El Cuerpo y la Sangre, etc. Mientras tanto el coro y el pueblo cantan<br />
o recitan el Cordero de Dios (cf. n. 56 e).<br />
114. Entonces el sacerdote dice en secreto la oración: Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, o: Señor<br />
Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo.<br />
115. Terminada la oración, el sacerdote hace la genuflexión, toma el pan consagrado y, teniéndolo<br />
un poco elevada sobre la patena, vuelto al pueblo, dice: Este es el Cordero de Dios, y, a una con el<br />
pueblo, añade una sola vez: Señor, no soy digno.<br />
116. Luego, vuelto hacia el altar, el sacerdote continúa en secreto: El Cuerpo de Cristo me guarde<br />
para la vida eterna, y con reverencia sume el Cuerpo <strong>del</strong> Señor. Después toma el cáliz y dice: La<br />
Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna, y con reverencia toma la Sangre de Cristo.<br />
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117. Toma después la patena o el copón y se acerca a los que van a comulgar, si la comunión se va<br />
a efectuar sólo bajo la especie de pan, y teniendo la hostia un poco elevada, se la muestra a cada<br />
uno diciéndole: El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén y, teniendo la patena bajo la<br />
barba, recibe el sacramento.<br />
118. Para la comunión bajo las dos especies obsérvese el rito descrito en su lugar (cf. nn. 240-252).<br />
119. Mientras el sacerdote toma el sacramento, se empieza el canto de la comunión (cf. n. 56i).<br />
120. Terminada la distribución de la comunión, el sacerdote, vuelto al altar, recoge las partículas, si<br />
las hay; luego, en pie al lado <strong>del</strong> altar o junto a la credencia, purifica la patena o el copón sobre el<br />
cáliz, purifica también el mismo cáliz, diciendo en secreto: Haz, Señor, que recibamos, etc., y lo<br />
seca con el purificador. Si los vasos fueron purificados en el altar, son llevados a la credencia por<br />
un ayudante. Está, sin embargo permitido dejar los vasos que se han de purificar, sobre todo si son<br />
muchos, en el altar o en la credencia, cubiertos y sobre un corporal, para luego purificarlos después<br />
de la Misa, cuando ya se haya despedido al pueblo.<br />
12<strong>1.</strong> Terminadas las purificaciones, el sacerdote puede regresar a su sede. Se puede observar un<br />
rato de silencio mientras todos permanecen sentados, o también entonar un cántico de alabanza o<br />
un salmo (cf. n. 56j).<br />
122. Luego, de pie junto a la sede o ante el altar, el sacerdote, vuelto al pueblo, dice: Oremos, y<br />
con las manos extendidas recita la Oración después de la comunión, a la que puede preceder<br />
también un breve silencio, a no ser que ya se haya hecho eso después de la comunión. Al final de la<br />
oración, el pueblo aclama: Amén.<br />
Rito de conclusión<br />
123. Terminada la oración después de la comunión, háganse, si se han de hacer, breves avisos al<br />
pueblo.<br />
124. Luego el sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo diciéndole: El Señor esté con<br />
vosotros, a lo que el pueblo responde: Y con tu espíritu. Y en seguida el sacerdote añade: La<br />
bendición de Dios todopoderoso, hace aquí la señal de bendición y prosigue Padre, Hijo y Espíritu<br />
Santo, descienda sobre vosotros; todos responden: Amén. En ciertos días y ocasiones, a esta<br />
fórmula de bendición puede preceder, según las rúbricas, otra fórmula más solemne o la oración<br />
sobre el pueblo.<br />
En seguida el sacerdote, con las manos juntas, añade: Podéis ir en paz y todos responden: Demos<br />
gracias a Dios.<br />
125. Entonces el sacerdote venera el altar con el beso, como de costumbre, y hecha la debida<br />
reverencia juntamente con todos los ministros, se retira.<br />
126. Si a la Misa sigue alguna otra acción litúrgico, el rito de despedida (es decir, el saludo,<br />
bendición y despedida) se omite.<br />
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D) OFICIOS DEL LECTOR<br />
Ritos iniciales<br />
148. Cuando se dirigen al altar y no hay diácono, el lector puede llevar el libro de los Evangelios, y<br />
en esta ocasión camina <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> sacerdote; en los demás casos va con los otros ministros.<br />
149. Cuando llegan al altar, hace la debida reverencia junto con el sacerdote, se acerca al altar,<br />
coloca encima de él el libro de los Evangelios y pasa a ocupar su sitio en el presbiterio con los<br />
demás ministros.<br />
Liturgia de la Palabra<br />
150. Lee desde el ambón las lecturas que preceden al Evangelio. Cuando no hay cantor o salmista,<br />
puede decir el salmo que sigue a la primera lectura.<br />
15<strong>1.</strong> Después de que el sacerdote, si no hay diácono, ha hecho la invitación a orar, el lector puede<br />
enunciar las intenciones para la oración universal.<br />
152. Cuando no hay canto de entrada o durante la comunión, y los fieles no recitan las antífonas<br />
indicadas en el misal, el lector pronuncia dichas antífonas a su debido tiempo.<br />
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