El cristiano vive de la fe, es lo que da sentido a nuestra vida ...

El cristiano vive de la fe, es lo que da sentido a nuestra vida. Además
de vivirla, debemos compartirla y transmitirla. En la actualidad todos
estamos preocupados por la transmisión de la fe; vemos que hoy es
especialmente difícil.
Nuestros valores cristianos van quedando un tanto al margen de los
valores que rigen en la vida social, y se corre el peligro de que la vida
cristiana se convierta en un recuerdo cultural y en unas tradiciones
que poco van a tener que ver con la aceptación, la celebración y la
vivencia de la fe cristiana.
Esta vivencia ha de estar basada en las enseñanzas de Jesús. La
exhortación apostólica Catechesi tradendae dice: “En la catequesis lo
que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo
lo demás en referencia a Él; el único que enseña es Cristo, y cualquier
otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que
Cristo enseñe por su boca...” (427).
Quisiera insistir ante los lectores de esta revista de evangelización “EL
PAN DE CRISTO”, que todo el proceso de las enseñanzas debe tener
a Jesús como centro; y debe tenerlo de una manera muy explícita y
directa. De lo contrario, no entraremos con pie firme ni en el proceso
de las enseñanzas ni en nada que tenga relación con la fe. El fin de
las enseñanzas es “conducir al lector a la comunión con Jesucristo”.
Para:
De:
Un Detalle Lleno de Bendiciones
Ramón Alberto López Arango
Director Ejecutivo
01

El “PAN DE CRISTO”, es un
instrumento más de evangelización
en la Iglesia Católica. El fin de las
enseñanzas es “conducir al lector a la
comunión con Jesucristo”.
Director Ejecutivo:
Ramón Alberto López Arango
Redacción:
Cinco Minutos de Oración en Familia.
Asesores:
Pbro. William Palomeque Angulo
Pbro. Armando Carabalí Sierra
Pbro. Dagoberto Cárdenas
Artunduaga.
Pbro. Otoniel Rangel Blanco
Lic. Jhon Fredy Mayor Tamayo
Corrección de textos:
Ramón Alberto López Arango
Karen López Giraldo
Karol Lorena López Giraldo
Juliana Caballero Gaviria
Diseño y Diagramación:
Taller de Jesús Limitada
Impresión:
Cinco Minutos de Oración en Familia
Distribución nacional:
Cinco Minutos de Oración en Familia
Tels: 5574481 - 5574525
Cel: 3117647258 - Telefax 5574525
Cali Valle Colombia.
ISSN 2145 - 7263
Con las debidas licencias
02
¡Padre! Así nos enseñó a llamarte tu Hijo
Jesucristo, y así te llamamos todos los
que invocamos tu nombre. Tú eres el
dueño de toda la creación, por eso te
glorificamos y te alabamos con el coro
de los ángeles en el cielo.
Nos alegramos al poderte mirar y saber
que Tú nos miras con bondad y no
nos castigas como merecen nuestros
pecados, cuando intentamos ser felices
por otros caminos que no son los tuyos.
Las puertas de tu casa siempre están
abiertas para recibirnos como al hijo
pródigo que regresa arrepentido. Danos
la gracia de no perder nunca tu inmensa
misericordia, aun cuando, llenos de
polvo, los pies heridos y el corazón hecho
añicos, nos sintamos perdidos.
Que podamos reencontrar la confianza
en tu regazo de Padre y podamos
continuar cantando el milagro de la vida.
En alabanza a Cristo. Amén.
En agosto celebramos a san Juan María
Vianney, patrono de los sacerdotes,
la Transfiguración del Señor, a san
Cayetano, san Lorenzo, diácono y mártir,
santa Clara, virgen, san Maximiliano
María Kolbe, que dio la vida por un preso
en los campos de concentración nazi, la
Asunción de Santa María Virgen, san
Ezequiel Moreno, obispo en Colombia,
santa Rosa de Lima, patrona de América
Latina, san Bartolomé, apóstol, santa
Mónica, madre de san Agustín, y san
Agustín, obispo y doctor de la Iglesia.
1.- “Padre nuestro” (Mateo 6, 9). Con
esta invocación nos dirigimos a Dios Padre,
que es la Primera Persona de la Santísima
Trinidad, Dios Padre, que nos ha hecho hijos
suyos por adopción (cfr. CIC, 2782).
Con esta pequeña frase nos ponemos en
presencia de Dios para adorarle, amarle
y bendecirle. Estas palabras describen la
naturaleza y el carácter de Dios, y resumen la
verdad del ser. En la enseñanza, Jesús establece
de una vez y para siempre que la relación entre
Dios y el Hombre es la de Padre e Hijo. El
hombre al ser hijo de Dios se hace partícipe de
su naturaleza, “de tal padre, tal hijo”.
Al decir Padre Nuestro estamos revelando el
hecho de la hermandad entre los hombres.
Esto disipa la ilusión de que los hombres de
una determinada raza, nación o color sean
superiores a los demás. Y al pronunciar esta
oración no solo estamos orando por nosotros
mismos sino por toda la humanidad, “somos
en verdad, miembros de un solo cuerpo”
(Efesios 4,4).
¡PADRE! Al decirle Padre a Dios, nosotros nos
reconocemos como hijos suyos y tenemos el
deseo y el compromiso de portarnos como
hijos de Dios, tratar de parecernos a Él.
Confiamos en Dios porque es nuestro Padre.
Al decir Padre Nuestro reconocemos todas
las promesas de amor de Dios hacia nosotros.
Dios ha querido ser nuestro Padre y Él es un
Padre bueno, fiel y que nos ama como hijos.
“Padre Nuestro” porque es mío, de Jesús y
de todos los cristianos.
DOMINGO 01
Oración
Padre nuestro
del cielo.
Proclámese ese
nombre tuyo.
Llegue tu reinado.
Realícese en la
tierra tu designio
del cielo.
Nuestro pan del
mañana dánoslo
hoy.
Y perdónanos
nuestras deudas,
que también
nosotros
perdonamos a
nuestros deudores.
Y no nos dejes
ceder a la
tentación,
sino líbranos
del malo.
Amén.
03

1-2.- “Que estás en el cielo” (Mateo 6, 9).
Dios está en todas partes y el Espíritu Santo
mora en nuestra alma en gracia, junto con el
Padre y el Hijo, mientras no le expulsemos
por un pecado grave (cfr. CIC, 2794 y 2795).
Jesús en su enseñanza, explica que la
naturaleza de Dios es estar en los Cielos y la
del hombre estar en la Tierra, porque Dios
es causa y el hombre efecto o manifestación.
Aquí la palabra “cielo” significa presencia
de Dios, y la palabra “tierra”, quiere decir
manifestación.
El cielo no es un lugar sino una manera de
estar. Dios está en los corazones que confían
y creen en Él. Dios puede habitar en nosotros
si se lo permitimos. Dios no está fuera del
mundo, sino que su presencia abarca más allá
de todo lo que podemos ver y tocar.
“Que estás en el cielo”. Cuando decimos
esta frase, no estamos hablando de un dios
de la naturaleza que mora en el espacio
celeste. Cielo no significa un lugar, no significa
espacio y tiempo. Tampoco significa que
Dios se aparta de nosotros y se mantiene
alejado. El Cielo significa el más allá donde
nos espera la posesión absoluta de Dios.
Significa la imposibilidad del hombre para
poseerlo completamente desde esta vida en
una relación directa si no es por un don suyo.
Significa que está más allá de todos nuestros
pensamientos sobre Él.
Cuando la Iglesia ora diciendo “Padre
nuestro que estás en el cielo”, profesa que
somos el pueblo de Dios.
LUNES 02 MARTES 03
Oración Oración
Dios mío,
creo en Ti,
espero en Ti,
te amo sobre
todas las cosas
con toda mi
alma, con todo
mi corazón, con
todas mis fuerzas;
te amo porque
eres infinitamente
bueno y porque
eres
digno de ser
amado; y, porque
te amo,
me pesa de todo
corazón haberte
ofendido: ten
misericordia
de mí, que soy
pecador.
Amén.
1.- “Santificado sea tu nombre” (Mateo 6, 9).
Pedimos para que Dios sea conocido, amado,
honrado y servido por todos los hombres de
la tierra (cfr. CIC, 2807).
“Santificado sea tu nombre”. Con esta
frase comienzan las siete peticiones del
Padrenuestro, y dentro de ellas, la serie de
tres que se refieren a Dios usando el “tu”:
“tu nombre”, “tu reino”, “tu voluntad”.
El nombre de una cosa representa su
naturaleza esencial y su carácter. Jesús dice
que la naturaleza de Dios es “santificada”,
cuyo origen etimológico significa “santo,
“sano”, “sanar”. De esta manera la naturaleza
de Dios se nos revela perfecta y eternamente
buena. Un efecto es siempre de la misma
naturaleza que la causa que lo produce,
por lo tanto todo lo que proceda de Dios
no puede ser menos santificado que Él. Tu
naturaleza es esencialmente buena, y tú eres
creador del bien perfecto.
Con esto decimos que Dios sea alabado,
santificado en cada nación, en cada hombre.
Depende de nuestra vida y de nuestra
oración que su nombre sea santificado o no.
Pedimos que sea santificado por nosotros
que estamos en Él, pero también por los
otros a los que todavía no les llega la gracia
de Dios. Expresamos a Dios nuestro deseo
de que todos los hombres lo conozcan y le
estén agradecidos por su amor.
Padre Santo,
Dios eterno, por tu
generosidad y la de
tu Hijo, quien por
mí padeció Pasión
y muerte, y por
la excelentísima
santidad de su
Madre, y por
los méritos de
todos los santos,
concédeme a mí,
que soy tu hijo, tus
beneficios.
Que sólo te ame
a Ti, que siempre
tenga sed de
tu amor, que
continuamente
tenga en el corazón
el beneficio
de la Pasión.
Haz que reconozca
mi debilidad
ante Ti, para que
asi pueda
buscarte siempre.
Amén.
04 05

2.- “Venga a nosotros tu Reino” (Mateo
6, 10). Queremos que Dios reine en nuestra
alma por la gracia y que su Reino en la tierra
(la Iglesia) se extienda cada día más, para que
todos podamos reinar con Él en el Cielo (cfr.
CIC, 2818).
Toda la vida pública de Cristo y su enseñanza,
fue una predicación del Reino de Dios
anunciado a todos los hombres. El Reino de
Dios representa la victoria absoluta sobre el
mal que será derrotado para siempre (Mateo
12, 26-28) y se inicia con la Iglesia dirigida por
el Papa, Vicario de Cristo, que ha recibido
las llaves del Reino (Mateo 16, 19).
Al hablar del Reino de Dios, nos referimos a
hacerlo presente en nuestra vida todos los
días, a tener a Cristo en nosotros para darlo
a los demás y así hacer crecer su Reino; y
también nos referimos a que esperamos a
que Cristo regrese y sea la venida final del
Reino de Dios.
Cristo vino a la Tierra por primera vez
como hombre y nació humildemente en un
establo. En el fin del mundo, cuando llegue la
resurrección de los muertos y el juicio final,
Cristo volverá a venir a la tierra, pero esta
vez como Rey y desde ese momento reinará
para siempre sobre todos los hombres.
El Reino de Dios se alcanza con la
vivencia de las bienaventuranzas (Mateo
5, 1-12; Lucas 6, 20-26). Encontrarás una
mejor explicación de lo que significa el
Reino de Dios en los números 541 a 556
del Catecismo de la Iglesia Católica.
06
MIÉRCOLES 04
Oración
Padre:
Me pongo en
tus manos.
Haz de mí lo
que quieras.
Sea lo que sea,
te doy las gracias.
Estoy dispuesto
a todo.
Lo acepto todo,
con tal que tu
voluntad
se realice en mí
y en todas tus
criaturas.
Es lo único que
deseo, Padre.
Te confío mi vida,
te la doy, Dios mío,
con todo el amor
de mi corazón,
porque te amo,
y me es una
necesidad de
amor darme,
ponerme en tus
manos sin reservas,
con una infinita
confianza,
porque Tú eres
mi Padre.
Amén
3.- “Hágase tu voluntad en la tierra
como en el Cielo” (Mateo 6, 10). La
Voluntad de Dios es que todos los hombres
se salven (cfr. CIC, 2822). Nosotros le
pedimos siempre que se haga lo que Dios
quiera, no lo que queremos nosotros,
porque a veces no sabemos pedir lo que
realmente nos conviene.
La voluntad de Dios, lo que Él quiere
para nosotros es nuestra salvación; es que
lleguemos a estar con Él. Le pedimos que
nuestra voluntad se una a la suya para
que en nuestra vida tratemos de salvar a
los hombres. Que en la tierra el error sea
desterrado, que reine la verdad, que el vicio
sea destruido y que florezcan las virtudes.
La voluntad de Dios sobre el hombre,
sobre cada hombre, es que se salve y goce
eternamente de Él (I Timoteo 2, 3-4). Todo
en la vida de Cristo va orientado a conseguir
este fin, su vida sobre la tierra tiene sentido
sólo como redención del género humano.
Lo que es un plan de Dios para el hombre
en el cielo tiene un inicio en la tierra. La
respuesta a la voluntad de Dios sobre la
tierra, expresada en el mandamiento del
amor, se prolonga en el amor perfecto de
la vida eterna, en el cielo. Hacer la voluntad
de Dios sobre la tierra es amar a Dios sobre
todas las cosas.
Cuando oramos con el Padrenuestro
le pedimos a Dios que se viva el
mandamiento del amor sobre la tierra
y que se realice la salvación eterna de
todos los hombres.
JUEVES 05
Oración
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro
Señor Jesucristo,
que nos ha
bendecido en la
persona de Cristo
con toda clase de
bienes espirituales
y celestiales.
Él nos eligió en la
persona de Cristo,
antes de crear el
mundo, para que
fuésemos santos e
irreprochables ante
El por el amor.
Él nos ha destinado
en la persona de
Cristo, por pura
iniciativa suya, a
ser sus hijos, para
que la gloria de
su gracia, que tan
generosamente nos
ha concedido en
su querido Hijo,
redunde en
alabanza suya.
Amén.
07

4.- “Danos hoy nuestro pan de cada
día” (Mateo 6, 11). Le pedimos a Dios lo
necesario para la vida del alma -el Pan de la
Eucaristía- y para la vida del cuerpo (cfr. CIC,
2830 y 2831).
Somos los hijos de un Padre que nos ama, y
podemos esperar naturalmente de Él todo lo
que necesitamos, como de manera natural y
espontánea los niños esperan recibir de sus
padres. Es la Voluntad de Dios que nuestras
vidas sean abundantes. Nuestros recursos
financieros, no son más que canales naturales
por los cuales llega a nosotros lo que la
Fuente Eterna provee. El número de canales
es infinito, pero la fuente es una sola; Dios.
Al decir “danos” nos estamos dirigiendo a
nuestro Padre con toda la confianza con la
que se dirige un hijo a un padre.
Al decir “nuestro pan” nos referimos tanto
al pan de comida para satisfacer nuestras
necesidades materiales como al pan del
alma para satisfacer nuestras necesidades
espirituales. En el mundo hay hambre de estos
dos tipos de pan, por lo que nosotros podemos
ayudar a nuestros hermanos necesitados.
A los que buscan el Reino y la justicia
de Dios, Él les promete darles todo por
añadidura. Todo en efecto pertenece a
Dios: al que posee a Dios, nada le falta, si
él mismo no falta a Dios (san Cipriano).
08
VIERNES 06
Oración
Danos hoy, Padre
Nuestro, el pan
de cada día y mira
nuestras faltas con
ojos de perdón.
Otórganos la gracia
de vivir la alegría
que irradia tu
presencia en cada
oración.
Danos también,
bendito Dios,
el don de la
templanza para
sufrir en silencio,
la injuria y el dolor;
y mantener
erguida la fe, con
la esperanza de
encontrar la justicia
que prometió el
Creador, para
que el hombre
escuche la voz
de la conciencia
y en el amor
encuentre la senda
de la luz, para
que perdonemos
la herida de la
ofensa como
Tú perdonaste,
moribundo en la
cruz, para que nos
alejes, Señor, de
tentaciones y nos
libres de todos los
peligros.
Amén
5.- “Perdona nuestras ofensas como
también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden” (Mateo 6, 12). Si
perdonamos al prójimo, es decir a todos los
que nos rodean, también Dios nos perdonará
a nosotros (cfr. CIC, 2839 y 2840).
En el centro del Sermón de la Montaña se
encuentran la misericordia y el perdón (cfr
Mateo 5, 23-24; Marcos 11, 25), un perdón
que llega incluso a los enemigos (cfr Mateo
5, 43-44) y que no tiene límites (cfr Mateo
18, 21-22; Lucas 17, 3-4). Este es el signo
del cristiano; la misericordia. Es una virtud
que nace del conocimiento objetivo del
corazón humano y de su debilidad y del
conocimiento objetivo del “corazón” de
Dios y de su generosidad y fidelidad a toda
prueba. Por ello, la misericordia se apoya
en la fe que nos descubre la bondad de Dios
y en la constatación de la pobre respuesta
del ser humano. El cristiano es portador de
misericordia, así hace presente a Dios en el
mundo y predica que el amor es más fuerte
que el pecado.
Perdona nuestras ofensas. Los hombres
pecamos y nos alejamos de Dios, por eso
necesitamos pedirle perdón cuando lo
ofendemos. Para poder recibir el amor de
Dios necesitamos un corazón limpio y puro,
no un corazón duro que no perdone los
demás.
Como también nosotros perdonamos a
los que nos ofenden. Este perdón debe nacer
del fondo del corazón. Para esto necesitamos
de la ayuda del Espíritu Santo y recordar que
el amor es más fuerte que el pecado.
SÁBADO 07
Oración
SEñOR: aquí estoy
delante de Ti,
para ponerme en
tus manos; para
decirte que te amo
y que sin Ti, mi vida
es muy difícil.
Concédeme el
perdón por todas
mis faltas y por
todo aquello con lo
cual te he ofendido.
Ayúdame a ser
mejor todos los
días, yo sé que
puedo mejorar
muchas cosas.
Perdóname sobre
todo, si he hecho
daño a alguien y
bendice a quien
haya hecho sufrir
con mis actitudes.
Dame un corazón
nuevo Señor, para
poderte amar,
como Tú lo quieres.
Amado Señor,
quiero agradecerte
por este nuevo
día y por todas las
cosas lindas que
me has regalado.
Especialmente te
doy gracias, por
creer en mí y por
darme hoy una
nueva oportunidad
para vivir y para
ser mejor. Amén.
09

6.- “No nos dejes caer en la tentación”
(Mateo 6,13). Le pedimos a Dios que nos
ayude a vencer las tentaciones: huir de las
ocasiones de pecar, a ser constantes en
la oración, a acudir con frecuencia a los
sacramentos, etc. (cfr. CIC, 2846-47).
El pecado es el fruto de consentir la tentación,
de decir sí a las invitaciones que nos hace el
demonio para obrar mal. Le pedimos que no
nos deje tomar el camino que conduce hacia
el pecado, hacia el mal. El Espíritu Santo nos
ayuda a decir no a la tentación. Hay que orar
mucho para no caer en tentación.
La constatación de nuestra debilidad nos
lleva a acudir a Dios para que no nos deje
de su mano. Somos muy conscientes de
que hay cientos de tentaciones que buscan
alejarnos del amor de Dios y de su plan
de salvación para nuestras vidas. El mismo
Jesucristo experimentó estas tentaciones y
las venció apoyándose en su amor al Padre
y a los hombres, sus hermanos (cfr. Mateo
4, 1-11; Marcos 1, 12-13; Lucas 4, 1-14). En
estos pasajes evangélicos, Cristo nos enseña
la importancia de Dios en nuestra vida por
encima de los atractivos que nos presenta lo
que San Juan llama “el mundo”: “No amen al
mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien
ama al mundo, el amor del Padre no está en
él. Puesto que todo lo que hay en el mundo -la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia
de los ojos y la jactancia de las riquezas- no
viene del Padre, sino del mundo. El mundo
y sus concupiscencias pasan; pero quien
cumple la voluntad de Dios permanece para
siempre” (I Juan 2, 15-17). Las tentaciones nos
invitan siempre a quedarnos con lo pasajero
y desarraigarnos de Dios.
10
DOMINGO 08
Oración
Señor Jesús,
Tú siempre me
has dado la fuerza
necesaria, y,
aunque débil,
creo en Ti.
Señor, Tú siempre
me has dado la
paz de cada día, y,
aunque angustiado,
creo en Ti. Señor,
Tú siempre me
has guardado en la
prueba, y, aunque
estoy en ella,
creo en Ti.
Señor, Tú siempre
has alumbrado mis
tinieblas, y, aunque
no tengo luz, creo
en Ti. Señor, Tú
eres el Camino, la
Verdad y la Vida,
y, aunque todo
parezca oscuro,
creo en Ti.
Señor, Tú eres el
Puente que
nos une al Padre,
acompáñanos
hacia Él.
Amén.
6.- “Una y otra vez, Jesucristo nos pide
que oremos para no caer en la tentación”
(Mateo 26, 41; Marcos 14, 38; Lucas 22,
40; 22, 46). Nuestros pecados son los frutos
del consentimiento a la tentación. Pedimos
a nuestro Padre que no nos “dejes caer” en
ella. Jesús sabe que necesitamos de Dios para
librarnos de ellas, que sólo con su apoyo,
con la ayuda de la gracia, podremos vivir
sin dejarnos arrastrar por tantos elementos
que nos llevan a romper el plan de Dios para
nuestra vida, la alianza de amor que Él ha
establecido con nosotros por el Bautismo.
Él nunca falla a esta relación porque Dios es
fiel, pero nosotros, cuando no estamos unidos
a Él, corremos el riesgo de seguir el camino
de nuestra infelicidad. “Así pues, el que crea
estar en pie, mire no caiga. No han sufrido
tentación superior a la medida humana. Y fiel
es Dios que no permitirá que sean tentados
sobre sus fuerzas. Antes bien, con la tentación
les dará modo de poderla resistir con éxito”
(I Corintios 10, 12-13).
Dios no nos quita las tentaciones, pero nos da
la ayuda para superarlas y expresarle nuestro
amor prefiriéndolo a Él sobre todas las cosas.
La tentación es el camino que conduce al
pecado, rotura de la relación de amor entre
Dios y el hombre. Cuando le pedimos a
Dios que no nos deje caer en ellas, estamos
afirmando la opción por Él, la voluntad de
amarlo sobre todas las cosas.
LUNES 09
Oración
Jesús mío,
mi corazón está
en profunda
oscuridad,
a pesar de nuestra
unión a tu Corazón,
se debate entre Ti
y Satanás.
¡No permitas que
eso ocurra!
Todas las veces que
mí corazón está
dividido
entre el bien
y el mal,
que sea iluminado
por tu luz y que
reencuentre la
unidad.
No permitas nunca
que en mi corazón
haya dos amores,
que puedan
coexistir dos
creencias.
Que nunca
cohabiten la
mentira y la
sinceridad, el
amor y el odio, la
honestidad y la
deshonestidad,
la humildad y
el orgullo.
Tú eres mi
fortaleza siempre,
Señor. Amén.
11

7.- “Y líbranos del mal” (Mateo 6, 13). La
última petición a nuestro Padre está contenida en
la oración de Jesús: “No te pido que los retires
del mundo, sino que los guardes del Maligno”
(Juan 17, 15). (cfr. CIC, 2850-51).
El mal es Satanás, el ángel rebelde. Le
pedimos a Dios que nos guarde de las
astucias del demonio. Pedimos por los males
presentes, pasados y futuros. Pedimos estar
en paz y en gracia para la venida de Cristo.
“Líbranos del mal”. Jesucristo ya ha vencido
el mal que reinaba en el mundo. Ahora, Él
nos apoya en esta lucha, Él es quien vence
en nosotros. El orden de la obediencia al
designio de Dios roto por el diablo, por
Satanás, el ángel rebelde a Dios, su Creador,
volverá a restaurarse en Cristo cuando llegue
su venida final. Hasta entonces, la Iglesia ora
a Dios para que nos libre de las tentaciones
del Maligno.
En efecto, el Catecismo de la Iglesia Católica
nos enseña que al pedir ser liberados
del Maligno, oramos igualmente para ser
liberados de todos los males, presentes,
pasados y futuros de los que él es autor o
instigador.
En esta última petición, la Iglesia presenta al
Padre todas las desdichas del mundo. Con la
liberación de todos los males que abruman a
la humanidad, implora el don precioso de la
paz y la gracia de la espera perseverante en
el retorno de Cristo (CIC, 2854).
12
MARTES 10
Oración
Padre nuestro,
acoge a todos en la
cruz de Cristo:
a aquellos que
aceptan la cruz,
a aquellos que no
la entienden y a
aquellos que la
evitan; a aquellos
que no la aceptan y
a aquellos que la
combaten.
Que la cruz de tu
Hijo sea el signo de
la acogida del hijo
pródigo por parte
del Padre, el signo
de la alianza nueva
y eterna.
Amén.
Juan Pablo II
MIÉRCOLES 11
Oración
¡HÁGASE TU VOLUNTAD, DIOS MÍO! Cuando me abruman los
pesares de la vida; mi cáliz es muy amargo, pero yo quiero unirlo con
el pensamiento al que Tu aceptaste por mí en el huerto de Getsemaní
y hallaré fuerzas para beberlo a mi vez.
¡HÁGASE TU VOLUNTAD, DIOS MÍO! Cuando me vea víctima
de la injusticia, cuando me abandonen los amigos, cuando la soledad
me parezca más amarga, porque también Tu conociste la amargura
y el abandono... ¿No podré soportar la indiferencia y la ingratitud de
los hombres cuando mi Dios fue traicionado por sus discípulos?
¡HÁGASE TU VOLUNTAD, DIOS MÍO! Cuando el trabajo me
parezca penoso, cuando el desaliento se apodere de mi alma... Tu
eres quien permites este desfallecimiento, Salvador mío, para que me
acerque a tu cruz y vaya a buscar, en ese manantial bendito la fuerza
y el valor que me faltan.
¡HÁGASE TU VOLUNTAD, DIOS MÍO! Cuando venga a visitarme
la enfermedad y cuando me abrume el dolor... Me uno de corazón
a tu cruel agonía; uno mis sufrimientos a los tuyos; los ofrezco, ¡oh.
Jesús!, en expiación de las faltas que he tenido la desgracia de cometer
y que te han conducido hasta el Calvario.
¡HÁGASE TU VOLUNTAD, DIOS MÍO! Cuando lloro la ausencia
de un ser querido... Siento despedazado mi corazón, pero sé que Tu
has bendecido las lágrimas llorando a tu amigo Lázaro, y me siento
más resignado al venir a suplicarte que bendigas las mías.
¡HÁGASE TU VOLUNTAD, DIOS MÍO! En todo el curso de
mi vida; cualesquiera que sean mis trabajos, te los ofrezco, Divino
Redentor mío; Tu has aceptado, siendo víctima inocente, el peso
de los pecados del mundo; dame fuerzas para sobrellevar a mi vez
las pruebas que he merecido y que me envía tu divina mano... ¡Las
consideraré como una prenda de tu amor a fin de que sean prenda
de mi salvación! Amén.
13

“El hijo pródigo” (Lucas 11, 1-32). El gran
personaje de la parábola es, sin duda, el padre
que espera al hijo. Gracias a esta parábola que
nos contó Jesús, que es el único que puede
decirnos cómo es el Padre celestial, podemos
saber:
1.- Que siempre podemos regresar a sus
brazos, por lejos que nos hayamos ido, como
el joven de la parábola; que no hay culpa, por
grande que sea, que no pueda ser perdonada
(Lucas 11, 20).
2.- Nos enseña también la parábola del hijo
pródigo, que no hay fracaso que no pueda
remediarse, y, que el Padre nos espera
siempre en el camino, con nuestro anillo y
nuestras sandalias de antes (Lucas 11, 22),
3.- Que la persona más pecadora, la
más alejada, la más culpable, Dios la está
esperando con toda su alegría (Lucas 11, 24).
4.- Que la felicidad no la encontramos en las
diversiones ni en los placeres, sino solamente
en los brazos de nuestro Padre Dios (Lucas
11, 31).
Pero es necesario que decidamos ir a Jesús,
como hizo el hijo pródigo, volviendo interior
y exteriormente al Padre. Al mismo tiempo,
debemos abandonar la actitud egoísta del
hijo mayor, seguro de sí, que condena
fácilmente a los demás, cierra el corazón a la
comprensión, a la acogida y al perdón de los
hermanos, y olvida que también él necesita
el perdón.
La misericordia de Dios es el mensaje
central de la enseñanza de hoy.
14
JUEVES 12
Oración
Estoy delante de
Ti, Señor, con el
corazón triste,
de rodillas en el
suelo, como el hijo
pródigo.
Estoy delante de
Ti, consciente de
haberte renegado,
de haber querido
ser feliz sin contar
contigo.
En cambio lo
dañé todo, al
punto que ya no
tengo derecho
de llamarme hijo
tuyo. Abusé de
mi libertad y caí
rostro en tierra
mordiendo el
polvo.
Lejos de Ti pensaba
conquistar el
mundo, pero sólo
recogí viento.
Sé que eres el
único que me
sigues amando
a pesar de estar
hecho un desastre,
tanto es así que
no me reprochas
nada, sino que
me abrazas y me
perdonas, porque
para Ti sigo siendo
tu hijo. Amén.
“Dios y el dinero” (Lucas 16, 13). En la
enseñanza de hoy, el Señor nos dice que no
podemos servir a Dios y al dinero, pues éstos
tienden a oponerse; no porque el dinero sea
en sí malo, sino porque tiende a colocarse en
lugar de Dios. No se puede rendir culto al
Dios de la fe en el templo y al mismo tiempo
adorar al dios dinero en la calle. Es un juego
peligroso.
El codicioso suele ser de corazón duro,
sin conciencia, injusto, insensible a las
necesidades y derechos de los demás. Lo
valora todo en términos económicos y ante
el dinero dobla la rodilla como ante un “dios”.
Pero no es en realidad señor de lo que posee,
sino su esclavo.
El engaño y la explotación de los pobres
no se pueden tapar nunca con una falsa
religiosidad o unas limosnas en el templo. La
sed insaciable de dinero a costa de lo que sea,
ha llevado a muchas personas a su desgracia
definitiva en las cárceles, o desterrados de
la civilización huyendo de la justicia humana.
El Señor nos insiste hoy en que no se puede
servir a dos señores: a “Dios y al dinero”.
Debemos utilizar con “astucia” nuestros
recursos económicos para ganarnos el Reino
de Dios. Esa es la verdadera riqueza de la que
habla el Evangelio.
VIERNES 13
Oración
Señor Jesús,
elevo a Ti mi
pensamiento y mi
corazón, deseoso
de realizar un
encuentro contigo,
ahora. Sé que estás
vivo y resucitado.
Creo que eres Dios,
y por ser Dios,
estás presente
en todas partes y
por lo tanto estás
aquí conmigo.
Ven, Jesús, ven y
quédate.
Necesito de tu
presencia. Qué
bueno tenerte
y sentirte aquí.
Quiero entregar
en tus manos
poderosas mis
heridas y mis
males, para que
Tú me cures,
me alivies y me
renueves.
Líbrame, Señor de
la ambición del
dinero mal habido,
de la codicia, y
sobre todo de un
corazón duro.
Haz, Señor, que
valore la verdadera
riqueza que
eres Tú. Amén.
15

“Los peligros de la riqueza” (Lucas 16, 19-31).
Hoy quiere el Señor enseñarnos de la
peligrosidad de la riqueza porque fácilmente
crea resistencia a la ley de Dios y sordera a su
Palabra. Así se cierra el corazón del hombre
a Dios y al prójimo, hasta el punto que ellos
mismos no harán caso ni aunque resucite un
muerto (Lucas 16, 31).
Los que llevan una vida de lujuria, sin Dios
y sin ley, no se condenan por el solo hecho
de ser ricos, sino porque no temen a Dios,
de quien prescinden, y porque se niegan
a compartir lo suyo con el pobre que está
muriendo de hambre a su propia puerta. Es
un fiel exponente del consumismo egoísta.
Así mismo el pobre no se salva simplemente
por ser pobre, sino porque está abierto a
Dios y de Él espera la salvación.
No hay que olvidar que pobreza y riqueza no
son conceptos cuantitativos, sino que pesa
también la actitud de apego o desapego de lo
que uno tiene; esto es lo que nos hace ricos
o pobres de espíritu ante Dios.
Jesús ha proclamado la bienaventuranza
de los pobres en esta tierra, para que
sean ricos en la eternidad.
16
SÁBADO14
Oración
Cura mi corazón,
Señor Jesús, de
los peligros de la
riqueza; yo creo en
tu poder salvador y
liberador.
Te pido que ahora
me toques y cures
mi alma, mi mente,
mi memoria y todo
mi espíritu.
Entra en mí, Señor
Jesús, y dame tu
paz, lléname de
amor. Tu fuerza
divina me penetre
totalmente, y yo
quedaré curado.
Basta que digas
una sola palabra y
quedaré sano. Creo
en esta gracia,
sé que la estoy
recibiendo.
Confío en tu
amor. Eres bueno
y poderoso, eres
maravilloso, gracias
Señor Jesús.
Amén.
“Aumentar la fe” (Lucas 17, 5). Debemos
reconocer que somos hombres de poca
fe, que es necesario acrecentarla, hacerla
más auténtica y personal, purificada de
desviaciones, centrada en Dios y únicamente
en Él. En un mundo en que muchos
alardean de incredulidad y agnosticismo, los
seguidores de Jesús debemos acrecentar la
luz de la fe, para liberarnos de tantas tinieblas
desconcertantes, que distribuyen y difuminan
el verdadero rostro de Dios.
La fe no es ceguera irracional, sino visión
lúcida; no es evasión, sino cercanía; no es
pasividad, sino confianza.
La fe no es un sentimiento, sino una actitud
de todo el ser. El principal enemigo de la fe
es la complacencia en el conocimiento, en
la curiosidad y la crítica. La fe germina por
sí sola con la gracia de Dios cuando no se lo
impedimos.
La fe es la voluntad de superar todas las
dificultades, es victoria sobre el mal no por el
valor humano, sino por el poder de Dios. Por
eso el hombre de fe nunca es fatalista, tiene
honda esperanza, lucha y trabaja porque sabe
que se puede vencer el mal con el bien, el
odio con el amor.
Creer es saber leer la historia según la
óptica de Dios. Creer es conquistar la
serenidad y la confianza en un Padre
misericordioso.
DOMINGO 15
Oración
Señor Jesucristo,
reconozco que soy
débil y pecador y
que necesito tu
amor y perdón.
Me arrepiento de
mis pecados, creo
que tu muerte y
resurrección me
han salvado del
pecado y ahora
te invito a que
vengas a mi vida.
Ven, Señor Jesús,
renuévame y
lléname de Ti.
Señor Jesucristo,
reconozco que Tú
solo eres mi Dios,
te entrego toda
mi vida, no me
reservo nada. Todo
lo pongo bajo tu
voluntad y amor.
Jesucristo, mi
Señor, hoy te
recibo como mi
salvador y te abro
las puertas de
mi corazón. Ven
con el Padre y el
Espíritu Santo,
para que yo reciba
el poder de amar
como Tú amas y
de proclamarte
como mi Señor
y Salvador del
mundo. Amén.
17

“Una fe viva y operante”. “La fe es
seguridad de lo que se espera y prueba de
lo que no se ve” (Hebreos 11,1). Esta es la
definición bíblica.
Corren tiempos difíciles para la fe. Nunca ha
sido fácil creer de verdad y la duda parece
ser hoy constitutivo normal del esquema
existencial de muchas personas. Todos los
que seguimos al Señor, le pedimos que
aumente nuestra fe; mucha fe, pero el Señor
nos habla de calidad de la fe. Bastaría un
poquito de fe con tal de que fuera auténtica
“Si tienen fe como un granito de mostaza”
(Lucas 17, 6).
No hay que olvidar que la importancia de
la fe sigue siendo la misma y el peligro de
falsificación o pérdida, no es menor. De
ahí la necesidad para todos de velar por
su integridad. San Pablo invitaba a guardar
intacto ese don gratuito, a no avergonzarse
de él y a procurar acrecentarlo. La fe es un
don gratuito de Dios que hay que aceptar
con agradecimiento, conservar con vigilancia
y transmitir con fidelidad.
La tentación más grande del hombre es
prescindir de Dios para navegar en el
materialismo. Y entonces se encuentra con
su egoísmo, su limitación, su fragilidad. La fe
tiende a elevar el hombre, mientras que la
incredulidad se obstina en hundir sus raíces
en lo terrenal.
Dondequiera que haya un hombre y una mujer
de fe allí se producen prodigios (milagros). Las
obras de Dios las construyen personas de fe.
18
LUNES 16
Oración
Dichoso
el hombre que no
sigue el consejo de
los impíos, ni entra
por la senda de los
pecadores, ni se
sienta en la reunión
de los cínicos; sino
que su gozo es la
ley del Señor, y
medita su ley día y
noche.
Será como un árbol
plantado al borde
de la acequia: da
fruto a su tiempo
y no se marchitan
sus hojas; y cuanto
emprende tiene
buen fin.
No así los impíos,
no así; serán paja
que arrebata el
viento. Porque
el Señor protege
el camino de los
justos, pero el
camino de los
impíos acaba mal.
Amén. Salmo 1
“Tener fe: ¿Qué es?”. ¿Cómo tener fe en
un mundo en que se ve tanta injusticia y en
que se oyen tantos gritos contra el hambre,
el dolor, cuando sangra el corazón o la noche
es oscura? Dios no se hace esperar. Tal
vez su paso sea silencioso y su voz no bien
percibida. Pero ahí está Él y ahí viene bien la
frase del profeta: “Perecerá aquel que no tiene
un alma recta, y vivirá el inocente que confía
en Mí” (Habacuc I, 2-3; 2, 2-4). El creyente
sabe que no puede echar a Dios las culpas
de los males del mundo.
La fe nos orienta a juzgar y enjuiciar las
cosas según Dios, según la verdad. La fe,
ya lo dijimos, es voluntad de superar las
dificultades, es victoria sobre el mal, no por
el valor humano sino por el poder de Dios.
Tiene fe quien tiene un corazón humilde y
confía inquebrantablemente en Dios y cuenta
siempre con Él. Hace en nombre del Señor
lo que tiene que hacer y se abandona en
sus brazos. La fe hace que el hombre esté
siempre a la expectativa del paso de Dios.
La fe, también lo dijimos, es un don gratuito
de Dios, pero al mismo tiempo es una tarea
personal que implica conversión, adhesión,
seguimiento y obediencia. La fe es muy
delicada, tanto y más que el amor y la amistad.
La fe que no se cultiva mediante el trato
profundo y permanente con Dios, corre el
riesgo de perderse.
Es muy diferente creer uno en la
existencia de Cristo, a creer en Cristo. la
existencia de Cristo también la creyeron
los demonios y, con todo eso, los demonios
no creyeron en Cristo. Cree en Cristo,
quien espera en Cristo y ama a Cristo.
MARTES 17
Oración
Es mi deseo,
Señor, que nadie
condene a nadie,
ni que el amor sea
derrotado por los
celos u ofendido
por la falsedad.
Soy mendigo de tu
gracia y perdón.
Aumenta mi fe
y concédeme la
suficiente humildad
para agradarte
cada día más.
Que yo pueda ser
fiel reflejo de las
enseñanzas de tu
Hijo Jesucristo.
Que cure las
heridas de mis
hermanos, y que
pueda ser buen
pastor para ellos.
Que el Evangelio
sea la carta de
navegación, para
que el barco de
mi vida llegue
tranquilo al
puerto de la
felicidad eterna.
Amén.
19

“Dar gracias a Dios todos los días” (Lucas
17, 17). Generalmente no agradecemos
el don que nos regala Dios. Vivimos en
una sociedad en que dar gracias es muy
frecuente. Cuando vamos al supermercado
en los recibos de compra dice: “Gracias por
su visita”, que se dan por pura conveniencia.
Pero nos puede faltar muchas veces el
agradecimiento profundo y verdadero en
nuestro corazón. Tendríamos un horizonte
más justo y una ponderación más justa de
ella si fuésemos capaces de valorar tantas
cosas sencillas que forman parte de nuestra
existencia.
A veces no tenemos tiempo para percibir,
valorar y agradecer todas las grandes
satisfacciones que en esa misma vida podemos
encontrar y no tenemos la capacidad para
agradecer por ejemplo el don de la vida, la
salud, un buen trabajo, una excelente familia,
unos buenos padres que nos transmitieron
la vida y que se han desvelado tantos años
por nuestro bienestar y tantas cosas positivas
que nos pasan desapercibidas y que sólo
valoramos cuando las hemos perdido.
Al Señor le duele la ingratitud. El Evangelio de
Lucas, nos cuenta de nueve leprosos judíos
curados, que no apreciaron la gracia de la
curación. Sólo uno entró en el mundo nuevo
de Jesús y recibió la salvación definitiva por
la fe: “Tu fe te ha salvado” (Lucas 17, 19).
Demos gracias a Dios todos los días por
los regalos que nos da.
20
MIÉRCOLES 18
Oración
Dichoso
el hombre a quien
Tú educas,
al que enseñas
tu ley, dándole
descanso tras los
años duros.
Porque el Señor
no rechaza a su
pueblo,
ni abandona su
heredad:
el justo obtendrá
su derecho,
y un porvenir los
rectos de corazón.
Cuando me
parece que voy
a tropezar,
tu misericordia,
Señor, me
sostiene; cuando
se multiplican mis
preocupaciones,
tus consuelos
son mi delicia.
Amén. Salmo 93
“Es preciso orar siempre sin desfallecer”
(Lucas 18, 1). La oración te advierte que
necesitas de la ayuda de tu Señor, para que
no pongas en ti mismo la esperanza del buen
vivir.
Pocas recomendaciones tan insistentemente
repetidas como la necesidad de la oración
diaria. “Oren siempre” nos invita san Pablo
(I Tesalonicenses 5, 17). Este breve consejo
de orar constantemente tuvo una inmensa
influencia en la espiritualidad cristiana.
“Perseverantes en la oración” (Romanos 12,
12). “Siempre en oración y súplica, orando
en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos
con perseverancia e intercediendo por todos
los santos” (Efesios 6, 18).
Jesús nos advierte: “Estén en vela, pues
orando en todo tiempo, para que tengan
fuerzas” (Lucas 21, 36).
¿Por qué hoy día hay tanta crisis de oración?
Porque hay crisis también de fe, tanto a
nivel personal como comunitario. Por eso
debemos alimentar esa fe en su fuente
original, que es la Palabra de Dios cada día.
Necesitamos la oración a la manera que la
tierra reseca y abierta en boca, da a entender
que pide la lluvia, exponiendo al cielo su
sequedad y aridez, así también el hombre
debe presentar sus necesidades a Dios.
Si la fe es luz, no vivas en tinieblas; vive
en la luz, viviendo en la fe.
JUEVES 19
Oración
Extiende tus brazos
de Padre amoroso
sobre todas las
personas, sobre
los niños, que
duermen sin pensar
en nada; sobre
los jóvenes, que
duermen soñando
con el amor, sobre
los que, infelices,
viven sin sueños.
Protege a los
pobres, a los
sin techo, a los
enfermos del alma
y del cuerpo, a los
crucificados por los
problemas de la
vida.
Que mañana nadie
se despierte sin
esperanza y que
encuentren en el
sol la imagen de tu
presencia o en la
lluvia la expresión
de tu abundancia.
Que al cerrar
hoy los ojos, sólo
te vea a Ti y en
Ti encuentre a
todas las personas
amadas. Que tus
ángeles lleven
hasta Ti, mi
súplica Señor.
Amén.
21

“En la constancia, está el éxito de la
oración” (Lucas 18, 7). El que ora con
humildad y es constante como la viuda
inoportuna del Evangelio, recibe como regalo
una justicia, que nadie puede merecer.
La oración siempre será tema importante en
la vida de todo creyente, y, ésta está presente
durante toda la existencia de Cristo, sobre
todo en los instantes más decisivos de su
misión. Una de las características básicas de
la oración es la constancia, la perseverancia;
es decir, insistir, persistir, resistir y no desistir,
que no es otra cosa que la fidelidad en la
adhesión orante a Dios.
Un modelo de constancia lo tenemos en
Moisés. En el camino de Israel hacia la tierra
prometida se encuentra con mil dificultades,
pero en la cercanía del Señor encuentra la
fuerza para verse libre de toda hostilidad.
Moisés ora con perseverancia y llena de
sentido las acciones de sus guerreros.
Otra dimensión de la oración es la certeza de
la escucha. La consecuencia es lógica: El juez
injusto que narra el Evangelio de Lucas, cede
ante la insistencia de la viuda inoportuna,
cuánto más lo hará Dios, ante la oración de
súplica constante de sus hijos. La constancia
es la garantía de éxito de la oración.
Perseverar en la oración sin desanimarse
probará la firmeza de nuestra voluntad y
lo inquebrantable de nuestra fe en Dios,
que siempre hace justicia (Lucas 17, 8).
22
VIERNES 20
Oración
Señor Dios,
no quiero vivir lejos
de Ti, sino siempre
dentro de tus
caminos.
No quiero
olvidarme de tus
leyes, sino siempre
buscar tu faz
sagrada.
No quiero tener
otro deseo que
no sea seguir a
Jesucristo, viviendo
su Evangelio.
Haz, Señor que
mi oración llegue
siempre hasta
tu trono y sea
escuchada.
Tú eres y serás
siempre para mí el
primero, el único y
el definitivo.
Renuncio hoy
a cualquier
pretensión de
apartarme de
Ti. Te pido la
gracia de elevar
mi corazón hacia
Ti, con la ayuda
de tu Espíritu
y mi oración
permanente.
Amén.
“Prepotencia y humildad” (Lucas 18,
11-13). Así podríamos calificar a los dos
hombres que fueron a orar al templo (un
fariseo y un publicano). Debemos reconocer
que muchas veces nos situamos junto al
fariseo (prepotencia), e imitamos su postura
de suficiencia y presunción.
Vamos a la Iglesia no para escuchar a
Dios, sino a que Dios nos escuche, nos
olvidamos que la verdadera oración tiene
como ingrediente saber escuchar a Dios sus
exigencias sobre nosotros y no a que Dios
nos aplauda por lo bueno que somos.
Somos fariseos (autosuficientes), cuando
olvidamos la grandeza de Dios y nuestra nada
en su presencia. Cuando nos creemos más
justos y más limpios que los demás. Cuando
exigimos los primeros puestos sin merecerlo.
Es necesario revestirse de la humildad como
el publicano, que sabe que la única credencial
válida para presentarse ante Dios es reconocer
nuestra condición de pecadores. El humilde
(publicano), se siente pequeño, no se atreve
a levantar los ojos al cielo; por eso el Señor
lo mira con misericordia y sale del templo
engrandecido. Se reconoce pobre y por eso
sale enriquecido. Se confiesa pecador por
eso sale justificado.
La verdadera oración no es golpear al
aire con nuestras palabras inflamadas de
vanagloria, sino golpear nuestro pecho
con humildad.
SÁBADO 21
Oración
Padre eterno, tu
amor es puro,
sincero y perfecto.
Dame la luz a fin de
que reconozca en
ella tu luz.
Dame tu luz para
que vea tu amor.
Dame tu luz
para que vea tus
entrañas de Padre.
Dame un corazón
para amarte, ojos
para verte, oídos
para oír tu voz,
labios para hablar
de Ti, gusto para
saborearte.
Dame olfato para
sentir tu perfume,
manos para
tocarte y pies para
seguirte.
Dame Padre
misericordioso,
todo lo que me
hace falta para
agradarte cada día
más y más. Y sobre
todo Padre, dame
la alegría para
cargar mi
cruz junto a la
de tu Hijo.
Amén.
23

“Conversión radical” (Lucas 19, 1-10). La
conversión radical del creyente, se manifiesta
sobre todo en la solidaridad efectiva con
los pobres, los preferidos de Dios y con las
víctimas de la injusticia. Por eso la conversión
es al mismo tiempo una reorientación hacia
Dios y un acto social comunitario. Cuando se
experimenta el perdón de Dios no hay más
remedio que encaminarse por una ruta de
alegría y de donación (Lucas 19, 8).
Dios se complace de todos los hombres, cierra
los ojos al pecado para que se arrepientan de
su mala vida, ama a todos los seres y a todos
perdona, cuando arrepentidos se reconocen
pecadores. El Señor, corrige poco a poco a
los que caen, y a los que pecan les recuerda
su pecado para que se conviertan y crean.
Dios quiere que nosotros nos salvemos, pero
quiere que nosotros tengamos deseos de
salvarnos y que manifestemos con las obras
esos deseos; lo demás corre por su cuenta,
es obra de Él, de su infinita misericordia.
De ahí la confianza con que debemos mirar
nuestra salvación, por ser obra de Dios más
que obra nuestra.
“El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad; es
bueno con todos y cariñoso con todas
sus criaturas” (Salmo 144, 8).
24
DOMINGO 22
Oración
Haz, Señor, que
nuestro amor brote
de un corazón
convertido a Cristo,
que te honremos
con el corazón y no
con los labios y que
nuestra oración
brote de lo más
profundo de
nuestra alma.
Jesús nos enseñó a
cumplir tu voluntad
en nuestra vida
para evitar que
la hipocresía nos
endurezca el
corazón con la
falsa seguridad del
egoísmo.
Él nos enseñó con
su ejemplo que
el amor supera la
letra de la ley y
va más allá en la
generosidad
de la respuesta.
Dános de ese amor
y con tu palabra
descúbrenos el
mundo nuevo de
la fe, para que te
demos el culto
de la vida que Tú
prefieres: religión
en amor y libertad,
en espíritu
y en verdad.
Amén.
“Sabiduría y seguimiento de Jesús”
(Lucas 14, 27). Hoy Jesús nos enseña que
una de las condiciones para seguirlo es el
desprendimiento de las cosas del mundo.
Llevar la cruz no significa exaltar el dolor. El
Maestro no fue un dolorista, sino que participó
de las alegrías de los hombres. No estamos
llamados a ser cadáveres ambulantes, sino a
asumir con libertad y amor la realidad de lo
que la vida trae consigo.
Tomar la cruz y seguir a Jesús son esas
continuas opciones entre Cristo y las
atracciones de este mundo. Cruz es todo
aquello que se asume o a lo que se renuncia
para asimilar y seguir más de cerca a quien
se ama. Negarse a sí mismo es alejarse
de todo lo que es disfrute egoísta, interés
personal, insensibilidad para con quien sufre.
Es perdonar, servir y perseverar. Renunciar a
todo no significa desprecio de nada.
La cruz es símbolo de negación; el cristiano
debe seguir a Jesucristo hasta el Calvario, para
que luego lo pueda seguir en la resurrección y
en la Ascensión a los cielos. El Señor Jesús nos
habla de llevar la cruz y de esa forma expresa
la entrega de la propia vida: El seguidor del
Maestro, debe estar dispuesto al martirio.
“Llevar la cruz” es frase muy antigua,
usada para simbolizar el sacrificio de la
propia vida; Jesús llevó su cruz: entregó
su vida por nosotros; nosotros debemos
llevar nuestra cruz: entregar nuestra
vida por Él.
LUNES 23
Oración
Señor, cuando
tenga hambre,
dame alguien que
necesite comida;
cuando tenga sed,
mándame alguien
que necesite una
bebida;
cuando tenga frío,
mándame alguien
que necesite calor;
cuando tenga
un disgusto,
preséntame alguien
que necesite
consuelo;
cuando mi cruz se
haga pesada, haz
que comparta la
cruz de otro;
cuando esté pobre,
ponme cerca de
alguien necesitado;
cuando me falte
tiempo, dame
alguien que
necesite unos
minutos míos;
cuando sufra una
humillación, dame
la ocasión de alabar
a alguien;
cuando esté
desanimado,
mándame alguien a
quien tenga
que dar ánimo.
Amén.
Madre Teresa de Calcuta
25

“La verdadera humildad” (Lucas 14, 11).
La humildad cristiana no consiste en cabezas
bajas y en cuellos torcidos, sino en reconocer
que debemos doblegar el corazón por el
arrepentimiento, para que nuestra fe no sea
pobre, nuestra esperanza coja y nuestro
amor ciego.
La humildad es la regla de oro, para la
participación en la mesa del Reino. La
verdadera grandeza del hombre se mide
por su riqueza interior y humana, es decir,
por su capacidad de amar como Dios nos
ama. La humildad no es masoquismo, sino
el justo reconocimiento de sí mismo para
ocupar exactamente el propio lugar que nos
corresponde.
La humildad es el único modo de ser grande
a los ojos de Dios; más aún, el grado de
nuestra grandeza delante de Dios se ha de
medir por el grado de nuestra humildad ante
los hombres.
Es manso y humilde quien no ofrece
resistencia a la voluntad de Dios, su yugo
es ligero y su carga es leve, pero sólo para
quienes creen en Él, ponen su esperanza en
Él y lo aman de corazón.
La humildad es la más grande de las
enseñanzas cristianas, pues por la
humildad se conserva la caridad, y sólo
se corrompe la humildad con la soberbia.
26
MARTES 24
Oración
Señor mío Jesús,
quiero amar a
todos los que amas
Tú. Quiero amar
contigo la voluntad
del Padre.
No quiero
que nada separe
mi corazón del
tuyo, que haya algo
en mi corazón y
no esté inmerso
en el tuyo. Quiero
todo lo que quieres
Tú. Deseo todo
lo que Tú deseas.
Dios mío, te
doy mi corazón,
ofrécelo junto al
tuyo a tu Padre,
como algo que es
tuyo y que puedes
ofrecer, porque te
pertenece.
Amén.
Charles de Foucauld
“Entrar por la puerta estrecha” (Lucas 13,
24). Las puertas de la gracia se abren de par
en par, pero son estrechas, pues la oferta de
perdón y salvación supone y exige adelgazar
en nuestra cobardía y egoísmo. Nuestro
verdadero salvoconducto o pasaporte no
es aquel que dice “soy católico de toda la
vida”, o “bautizado de niño”, sino la hoja
de servicios de cada día que con borrones
testimonia nuestra actitud personal de
conversión y esfuerzo por superar el pecado.
No es suficiente decir: “Señor, Señor”,
ni tampoco decir al Señor: “hemos
comido y bebido contigo...”, pues este
argumento solamente puede significar que
hemos conocido a Jesús, pero no hemos
transformado nuestra vida bajo las exigencias
de su llamada.
Dios acoge a todos aquellos que se esfuerzan
por entrar por la puerta estrecha y los acoge
según su buena voluntad. Es necesario
esforzarse por entrar por esa puerta
amándolo como Padre misericordioso y
amando a nuestros hermanos como a sus
hijos.
Tenemos reservado el puesto en el Reino de
Dios, si practicamos la justicia. Lo importante
es avanzar por el camino estrecho con sus
cruces diarias, que nos lleva a la salvación.
La puerta es estrecha, pero está abierta para
todos, el portero es Jesucristo. Los que no
entran es porque ellos mismos se excluyen.
Todos debemos temer estas palabras de
Cristo: “No sé quienes son” (Lucas 13, 27).
MIÉRCOLES 25
Oración
Señor,
cuando sienta
necesidad de la
comprensión de los
demás, mándame
alguien que
necesite la mía;
cuando sienta
necesidad de
que me cuiden,
mándame alguien a
quien tenga
que cuidar;
cuando piense en
mí mismo, atrae mi
atención hacia
otra persona.
Hazme digno,
Señor, de servir
a mis hermanos,
que viven y
mueren pobres y
hambrientos en
este mundo de hoy.
Dales,
a través de mis
manos, el pan de
cada día; y dales
paz y alegría,
gracias a mi amor
comprensivo.
Amén.
Madre Teresa de Calcuta
27

“¿Llegaremos tarde al Reino de Dios?”
(Lucas 13, 27). La conversión es urgente,
antes de que se cierre la puerta. Mañana
puede ser tarde (Lucas 13, 28).
Vivir conforme a los caprichos naturales,
dejarse llevar por el dinero, el sexo, las
diversiones, el egoísmo, el orgullo, la
prepotencia y la autosuficiencia, todo esto
significa la puerta ancha que no conduce
a la casa del Padre. Entonces el Señor
responderá: “No sé de donde son ustedes.
Aléjense de Mí todos los malhechores”
(Lucas 13, 27), llegamos tarde como las
doncellas necias (Mateo 24, 11).
Vivir conforme a las exigencias del Espíritu
es ir por la puerta estrecha que conduce
a la verdadera fiesta en la eternidad. Así,
la puerta de la vida es estrecha y exige
esfuerzo y sacrificio, renuncia y voluntad. En
consecuencia será preciso esforzarse, actuar
con energía, incluso hacerse violencia a sí
mismo (en las renuncias). Hay que competir,
poner en tensión todas las energías; en
ninguna parte del Evangelio dice, que el Reino
de Dios sea para los cobardes o los cómodos,
sino para los esforzados y valientes.
Jesús dice: “¡Esfuércense!”. El número de
los que se salvan queda en proporción del
esfuerzo personal. Para entrar a la casa
del Señor no basta pertenecer a la Iglesia
Católica, ni estar en el registro parroquial,
ni haber comido en la misma mesa con
el Señor (como Judas), ni mucho menos
haberlo escuchado, porque eso mismo lo
hacían sus propios enemigos. Las señales
del tránsito, indican la puerta estrecha.
“¡Esfuércense!”.
28
JUEVES 26
Oración
Padre,
que amas a
todos tus hijos
por igual.
Acepta nuestros
miedos y
transfórmalos
en confianza;
nuestro
sufrimiento
transfórmalo en
crecimiento.
Acepta, Padre
nuestro silencio
y transfórmalo
en adoración.
Nuestras crisis y
transfórmalas en
madurez.
Nuestras lágrimas
y transfórmalas en
plegarias.
Nuestra ira
y transfórmala en
intimidad.
Acepta, Padre
Omnipotente,
nuestro desánimo
y transfórmalo
en fe. Nuestra
soledad y
transfórmala en
contemplación.
Amén.
“La puerta que lleva a la vida” (Lucas 13, 24). Es
estrecha la puerta, porque no caben por ella
nuestros egoísmos, cobardías, infidelidades;
es incómoda, porque no caben nuestros
delirios de grandeza y autosuficiencia, ni
tantas cosas inútiles de que nos hemos
rodeado.
Entrar por la puerta de la vida (estrecha), es
esforzarse por ser fieles a Dios, es escuchar
su voz todos los días, es aceptar su Palabra
y su guía permanente, es saber perdonar y
vivir con espíritu de fraternidad; es tener
control y equilibrio frente a la idolatría
del dinero y de los bienes materiales. Es
avanzar por el camino de la austeridad, de
la disciplina, de la responsabilidad, de las
renuncias y mortificaciones, de las cruces
diarias que son instrumentos en las manos
de Dios para purificarnos. En definitiva, es
buscar con todas las fuerzas la verdad de
Dios y su justicia.
La puerta es estrecha pero está abierta
para todos los que quieran pasar por ella.
Pasar por la puerta estrecha, es llegar a la
eternidad. Los que no entran es porque ellos
mismos se excluyen.
Dios quiere que todos se salven, pero
exige para ello la colaboración de cada
uno en su propia salvación.
VIERNES 27
Oración
!Oh Jesús!
toma posesión de
mí de tal manera
que cada alma con
la que entre en
contacto pueda
sentir tu presencia
en mí...
Que no me vean a
mi, sino a Ti en mí.
Permanece en mí
de tal manera que
brille con tu luz y
que mi luz pueda
iluminar a los
demás.
Toda mi luz vendrá
de Ti, Jesús. Ni
siquiera el rayo
más leve será mío.
Tú por mi medio
iluminarás a los
demás.
Pon en mis labios
la alabanza que
más te agrada,
iluminando a otros
a mi alrededor.
Que no te pregone
con palabras sino
con el ejemplo de
mis actos, con el
destello visible del
amor que de Ti
viene a mi corazón.
Amén.
29

“¡Esforzaos!”. (Lucas 13, 22-30). Jesús
orienta sus palabras no al número de los
que se salvan, sino a las condiciones que se
requieren, para conseguir la salvación; eso
es lo verdaderamente importante.
Lucha querido lector del “PAN DE CRISTO”,
contra tus inclinaciones y tus instintos, que
son los que pueden apartarte del verdadero
camino, que conduce hasta el trono Dios.
Lucha, tú que amas a Cristo, contra tus
deseos inmoderados, que pueden desviarte
de la meta del Reino de Dios.
Lucha, tú que sigues las huellas del Maestro,
contra tus egoísmos y contra tu amor propio,
que pueden hacerte perder de vista lo
elevado de tus miras, que no son otras, que
la instauración del Reino de Dios en ti mismo
y los demás.
Lucha, tú que has conocido a Jesús, contra tu
comodidad y pereza, contra tus pocas ganas
y contra la falta de aliciente o desilusión; todo
eso te hace perder energías y fuerza.
Lucha hermano en Cristo, porque en el Reino
de Dios es el único lugar donde no hay nada
reservado; hay lugares de privilegio, pero
esos lugares no están reservados para los que
los compren, sino para los que se esfuercen
y se ganen el lugar.
Son los pobres y humildes de corazón
los privilegiados de Dios.
30
SÁBADO 28
Oración
Padre
misericordioso,
gracias te doy por
la generosidad de
tu perdón, como
al hijo pródigo,
abrázame e
invítame a tu casa.
Dame una
inteligencia que
te comprenda, un
ánimo que te guste,
una sabiduría que
te encuentre,
un espíritu que
te conozca, un
corazón que
te ame, un
pensamiento vuelto
a Ti, ojos que te
miren, una palabra
que te agrade, una
perseverancia que
te espere.
Dame, Padre, tu
santa presencia
siempre en la
vida terrena, y
para entrar a
tu casa, dame
la resurrección
y la vida eterna
contigo.
Amén.
DOMINGO 29
Oración
“Aceptar el Evangelio”. Aceptar el Evangelio, no es aceptar dogmas
o principios, normas o leyes; es aceptar y realizar un cambio radical
en nuestra vida, ya que el Evangelio más que verdades y preceptos
es vida.
No trates de acomodar el Evangelio a las diversas circunstancias de
tu vida; adapta más bien esas circunstancias y esos procederes a las
exigencias del Evangelio.
Debemos entender definitivamente, que no es la Palabra de Dios
la que tiene que acomodarse a nuestra vida, sino nuestra vida a la
Palabra de Dios.
Padre celestial, de quien procede todo bien, infunde a todos
coraje y esperanza para que el dolor se transforme en alegría,
y la muerte, en la fe, sea principio de vida nueva. Amén.
Juan Pablo II
31

“A donde va el mundo” (Lucas 21, 10).
Hace siete meses que el terremoto de
Haití, destruyó buena parte de ese país
empobrecido. Doscientos cincuenta mil
personas entre hombres, mujeres y niños
murieron. En Chile otro terremoto dejó más
de quinientos muertos y muchas poblaciones
costeras destruidas, y muchos que todavía
tienen fe infantil, se preguntaron: ¿Por qué
el sufrimiento, la enfermedad, la muerte?
¿Donde estaba Dios? La respuesta está escrita
en la vida de Jesús, Hijo de Dios, que llevó a
cabo la voluntad del Padre y combatió el mal,
el dolor, la enfermedad y la muerte. Por eso
también en las situaciones más dramáticas
de la vida hay que saber reconocer que la
voluntad de Dios Padre es voluntad de bien.
Si Dios es Padre, no es Él quien hace temblar
la tierra, su voluntad es estar junto al que
sufre a causa del terremoto. Por encima de
los escombros, Dios está con los que ayudan
a los siniestrados (Lucas 21, 13).
Cuando el hambre y la carestía devoran a
los humanos, la voluntad de Dios provee
a multiplicar el pan de la solidaridad. Dios
no está de parte de la enfermedad que
debilita al hombre, sino con los médicos
que curan al enfermo. Desde siempre Dios
está de parte de la viuda, del huérfano, del
desterrado de sus tierras, de los que sufren
las consecuencias de las inundaciones y de
los terremotos como los de Haití y de Chile.
¿Dónde estaba Dios cuando ocurrió el
terremoto? Estaba llorando al lado de
los que lo perdieron todo, al lado de los
que lloraban sus muertos.
32
LUNES 30
Oración
Padre
misericordioso,
Señor de la vida
y de la muerte,
nuestro destino
está en
tus manos.
Míranos con
bondad y guía
nuestra existencia
con tu Providencia,
llena
de sabiduría
y amor.
Reaviva en
nosotros,
oh Señor, la luz
de la fe, a fin de
que creamos que
tu amor es más
fuerte que la
muerte.
Amén.
(Juan Pablo II).
“¿Por qué las catástrofes?” (Lucas 13, 4).
Jesús enseñaba la Verdad de la Palabra de
Dios, y respondía a los interrogantes de
sus paisanos. entre ellos era muy corriente
creer que las desgracias, las enfermedades,
etc., eran castigos de Dios por los pecados
cometidos. Jesús les da a entender que tales
desgracias son ajenas a la voluntad de Dios
y no significan que alguno sea pecador. Y los
invitaba al cambio de vida, pues ellos podrían
también ser víctimas de alguna desgracia.
Jesús nos enseña que las catástrofes no son
un castigo de Dios sino providenciales
exhortaciones a la conversión, pues nos
hemos salvado de ellas. Además nos pueden
suceder cosas peores. No debemos fijarnos
tanto en el pecado de las víctimas, sino en
nuestro propio pecado y en la misericordia
que ha tenido Dios para con nosotros.
No es cristiano echarle a Dios la culpa por
los males que ocurren en el mundo pues Él
es un Padre bueno y misericordioso. Él no
quiere para nosotros el mal, ni es un Dios
vengativo. La respuesta a los porqués de los
males del mundo y a nuestra desgracia se
despejará en el encuentro con la Verdad que
es Dios mismo.
Hay que meditar profundamente la Pasión de
Cristo, y encontrar la misma respuesta a la
pregunta angustiosa del Viernes Santo: Dios
mío, ¿por qué me has abandonado? La mañana
gloriosa de su resurrección, Cristo encontró
ese día la respuesta a su espantosa angustia.
Vive constantemente en un santo temor
de Dios, que no es miedo, sino fidelidad
a su Palabra de vida.
MARTES 31
Oración
Padre celestial,
Tú eres la
respuesta
a todas nuestras
preguntas. Todos
los misterios
del mundo
desembocan en
tu inescrutable
misterio; todas
las cruces de
los hombres
encuentran
sentido y valor en
la cruz de tu Hijo
unigénito, que se
entregó por todos
nosotros.
Los grandes
interrogantes
a las tragedias
del mundo en
que vivimos,
encuentran
respuesta en la
Pasión dolorosa de
Cristo. Tú estabas
llorando a su lado
en la cruz, cuando
te entregaba su
Espíritu.
Danos la fuerza
para soportar
todas las preguntas
que nos angustian
hasta que despunte
la mañana gloriosa
de la resurrección.
Amén.
33

La Oración en momentos de prueba.
Para la mayoría, este es el tipo de oración más común. Hasta los
incrédulos dicen haber recibido respuestas de Dios cuando han orado
en ocasiones de gran angustia, e innumerables hombres y mujeres se
han convertido al recibir la tierna respuesta de Dios a sus súplicas en
tiempos de necesidad.
La oración en momentos de prueba tiene una función especial en la vida
del cristiano. Dios utiliza la tribulación y las pruebas para formarnos
y moldearnos a imagen de su Hijo. En tales ocasiones, la oración nos
introduce a la corriente transformadora del Todopoderoso, que nos
suaviza el corazón para aceptar y cooperar con su obra en nosotros.
Jesús mismo oró con fervor en la hora de la prueba suprema: su
propia pasión. Como resultado, fue capaz de enfrentar la muerte
en paz, abandonándose al amor de su Padre y resuelto a obedecer
su voluntad. Sólo orando podemos reconocer la mano amorosa de
Dios, que actúa en las pruebas, y darnos cuenta de que la “piedra”
que vemos en realidad es “pan” (Mateo 7, 9-11).
La Oración en el insomnio.
¿Quién no ha pasado noches en vela angustiado por sí mismo o por
algún ser querido? ¿Cuántas veces recurrimos a la oración en tales
ocasiones? La Escritura dice que “Dios nos hace dormir tranquilos”
(Salmo 127, 2), pero a veces tenemos problemas pendientes que
nos quitan el sueño. Éstos, sin embargo, suelen ser situaciones que
sólo pueden solucionarse mediante la oración. Si constantemente
acogemos a Cristo en el corazón (quizás simplemente rezando el
Santo Rosario), el Señor puede darnos la oportunidad de resolver el
problema o al menos aliviarnos la angustia que éste nos ha causado.
Una vez que le hemos entregado nuestras preocupaciones a Cristo,
¡quizás el sueño llegue con mayor facilidad!
La Oración en la enfermedad
o la debilidad.
El salmista declara: “El Señor le dará fuerzas en el lecho del dolor;
¡convertirá su enfermedad en salud!” (Salmo 41,3). Numerosas
personas experimentan una especial gracia de oración en los tiempos
de enfermedad. Incluso si se encuentran demasiado débiles para orar
como de costumbre, su enfermedad crea en ellos una disposición de
súplica y entrega que es muy grata a Dios.
Es común que, en la enfermedad, la persona esté especialmente
consciente acerca de su debilidad, su dependencia de Dios y su
necesidad de la gracia divina para recuperar la salud. Siendo así, puede
invitarlo a hacer presente otros aspectos de su vida que Dios quiera
curar y cambiar. En tales circunstancias, Dios puede aprovechar la
enfermedad para cumplir su voluntad en nosotros, ¡quizás porque
estamos demasiado débiles o necesitados como para resistir! Este
espíritu de dependencia y necesidad es útil para orar eficazmente por
otros servicios o ministerios. Naturalmente, Dios siempre escucha
cuando le suplicamos por nuestra salud, especialmente si es la oración
de la Iglesia (Salmo 5, 14-16).
Oración de intercesión y acción de gracias.
La base bíblica para la oración de intercesión es muy amplia, incluso
para pedir por todo lo que necesitamos (Filipenses 4, 6), pero es
importante recordar que hay que dar gracias a Dios cuando recibimos
la respuesta a la oración. Esta expresión de gratitud crea en nosotros
una disposición de expectación y agradecimiento por lo que el Señor
hace en nuestra vida (2 Corintios 4, 15), y nos permite darnos cuenta
de cuánto nos ama Dios al ver la demostración de su cariño paternal.
De este modo crecen nuestra fe y confianza en que Él escuchará y
responderá nuestras oraciones en el futuro.
34 35

La Oración de los ancianos.
La oración de los ancianos es ciertamente un regalo para la Iglesia.
Libres ya de algunas de sus preocupaciones y responsabilidades
familiares y de salir a trabajar cada día, y quizás más conscientes de
la cercanía e importancia de las cosas eternas, nuestros hermanos
mayores se ofrecen como “un sacrificio agradable” a Dios cuando
dedican su vida a la oración. Ellos tienen el tiempo y la paciencia
necesarios para caminar con Cristo e interceder por sus familiares y
amigos, por el bienestar de su país, y por la paz y la justicia del mundo.
A veces, la reverencia que adquieren los ancianos que durante años
se han esforzado por ser fieles a Dios en las pruebas de la vida les
merece el premio de una maravillosa profundización en la oración,
especialmente cuando interceden por las necesidades del pueblo de
Dios.
Manténgase alerta y persevere.
Hay muchas maneras de orar, pero lo
principal es recordar lo que nos dice la
Escritura: “Oren en el Espíritu en toda
ocasión, con toda clase de oraciones y
peticiones. Pensando esto, estén alerta y
perseveren en oración por todos los santos”
(Efesios 6, 18).
El Espíritu de Dios nos enseña a orar. Él
nos impulsa y nos revela las intenciones
por las que hemos de orar. El mismo
Espíritu que nos infunde el deseo de tener
comunión con Cristo nos consuela cuando
la oración nos resulta árida, monótona o
infructuosa. Dios se deleita con un corazón
que ora y responde a todas sus peticiones.
Encomendémonos, pues, a nuestro tierno
Padre, confiados en su amor y su deseo de
bendecirnos al entregarnos a Él.
Job pide a Dios una Respuesta
Había una vez en el país de Us un hombre llamado Job: era justo
y honrado, religioso y alejado del mal. Tenía siete hijos y tres hijas.
Tenía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes,
quinientas burras y una servidumbre numerosa. Era el más rico entre
los hombres de oriente. Para Job no era difícil tener afecto a Dios,
que le había dado tantas cosas.
Y Dios puso a prueba a Job. Bandas de ladrones cayeron sobre sus
rebaños, mataron a los pastores y le robaron el ganado. Por su parte,
Job no perdió la cabeza por estos acontecimientos. Siempre confiaba
en Dios. Poco después le sobrevino otra desgracia. Cuando sus hijos
y sus hijas estaban celebrando un banquete, la casa se derrumbó y los
sepultó a todos entre los escombros.
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó
por tierra y dijo: -Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo
volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó: ¡Bendito sea
el nombre del Señor!
A pesar de todo, Job no pecó ni maldijo a Dios.
Pero cayó sobre él otro sufrimiento aún peor. Contrajo la lepra. Job,
que había sido tan rico, estaba sentado ahora sobre un montón de
cenizas. Se rascaba las heridas con una teja rota. La mujer de Job
se acercó a su marido y le dijo: -¿Todavía persistes en tu honradez?
Maldice a Dios y muérete. El le contestó Hablas como una necia. Si
aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?
Tres amigos suyos Elifaz de Teman, Bildad de Suj y Sofar de Naaman-,
al enterarse de la desgracia que había sufrido, salieron de su tierra y se
reunieron para ir a compartir su pena y consolarlo. Cuando lo vieron a
distancia, no lo reconocían y rompieron a llorar; se rasgaron el manto,
se echaron polvo sobre la cabeza y se quedaron con él sentados en
el suelo, siete días con sus noches, sin decirle una palabra, viendo lo
atroz de su sufrimiento.
36 37

Entonces Job comenzó a hablar y a discutir con Dios. Se quejaba de sus
sufrimientos y lo acusaba de haber enviado sobre él, que era inocente,
tantas desgracias. Los amigos de Job quedaron horrorizados. Quisieron
defender a Dios y dijeron: ¿Cómo te atreves a acusar a Dios? Todos
sabemos que Dios es justo. Dios recompensa el bien y castiga el mal.
Él no habría enviado estos sufrimientos, si tú no hubieras pecado y
merecido este castigo. Pero Job estaba seguro de lo que decía. Y pidió
a Dios que le explicara por qué él, que era piadoso, había merecido
tantos sufrimientos.
Por tres veces habla cada uno de los amigos de Job para convencerlo
de que estaba equivocado y Job, responde. La cuarta vez Job dialoga a
solas con Dios. Job, quería comprender por qué Dios recompensaba
con males su fidelidad. En los diálogos con sus amigos, más que un
debate intelectual se produce una tensión de planos o direcciones: los
amigos defienden la justicia de Dios como juez imparcial que premia
a buenos y castiga a malos, a Job no le interesa esa justicia de Dios,
que desmiente su propia experiencia, y apela a un juicio o pleito con
Dios mismo, en el que aparecerá la justicia del hombre; por llegar a
este pleito y por probar su inocencia frente a Dios, Job arriesga su
propia vida.
Dios habló a Job en medio de una tormenta. Le preguntó: ¿Quién eres
tú para pedirme cuentas? ¿Por qué hablas de lo que no eres capaz de
entender? ¿Dónde estabas, cuando yo puse los cimientos de la tierra?
¿Separaste tú la tierra del mar? ¿Señalaste tú los tiempos para el día y
para la noche? ¿Pusiste tú en el cielo las estrellas? ¿Das tú de comer a
los animales? Job escuchó las preguntas. No sabía que responder. Y se
dio cuenta de que Dios es incomprensiblemente grande. Tan grande,
que uno puede confiarse en Él, aunque no entienda sus planes.
Job respondió al Señor: -Reconozco que lo puedes todo y ningún
plan es irrealizable para Ti. Yo que nada comprendía, puse en duda tu
providencia. Es cierto, hablé de cosas que no entendía, de maravillas
que superan mi comprensión. Tú has dicho: Escúchame, que voy a
hablar, voy a interrogarte y tú responderás. Te conocía sólo de oídas,
ahora te han visto mis ojos; por eso retiro todas mis palabras y me
arrepiento echándome polvo y ceniza.
Cuando el Señor terminó de decir esto a Job, se dirigió a Elifaz de
Temán: -Estoy irritado contra ti y tus dos compañeros porque no
han hablado rectamente de Mí, como lo ha hecho mi siervo Job. Por
tanto, tomen siete novillos y siete carneros, vayan a ver a mi siervo
Job y ofrézcanlos en holocausto por ustedes. Mi siervo Job intercederá
por ustedes. Yo haré caso a Job y no les haré ningún daño, aunque
se lo merecen por no haber hablado rectamente por Mí, como lo ha
hecho mi siervo Job.
Fueron Elifaz de Temán, Bildad de Suj y Sofar de Naamat, hicieron lo
que mandaba el Señor y el Señor hizo caso a Job.
Cuando Job intercedió por sus compañeros, el Señor cambió su suerte
y duplicó todas sus posesiones. Vinieron a visitarlo sus hermanos y
hermanas y los antiguos conocidos, comieron con él en su casa, le
dieron el pésame y lo consolaron de la desgracia que el Señor le había
enviado; cada uno le regaló una suma de dinero y un anillo de oro.
El Señor bendijo a Job en sus últimos años más abundantemente que al
principio; sus posesiones fueron catorce mil ovejas, seis mil camellos,
mil yuntas de bueyes y mil borricas. Tuvo siete hijos y tres hijas: la
primera se llamaba Paloma, la segunda Acacia, la tercera Azabache.
No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su
padre les repartió heredades como a sus hermanos.
Después Job vivió ciento cuarenta años y conoció a sus hijos, nietos
y bisnietos. Y Job murió anciano y colmado de años.
El sufrimiento es un misterio, y nosotros no podemos
comprender los caminos de Dios. El sufrimiento es el método
utilizado por Dios para imponernos disciplina y hacernos
mejores. El sufrimiento es permitido por Dios para probar
la virtud de los justos. Todas estas respuestas nos permiten
salvaguardar tanto la justicia divina como la inocencia
humana (Santiago 5, 16).
38 39

J esus está J esus está ¡Vivo!
40
entre
nosotros...
Él viene a tu encuentro en:
Oracional Bíblico Diario
TALLER DE JESUS LTDA.
Una empresa al Servicio de la Evangelización en la Iglesia Católica
Av. Roosevelt No. 29-86 Tel: (2) 557 4481
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Santiago de Cali - Valle del Cauca - Colombia - Suramérica
La oración debe
ser alimentada
por la Palabra de
Dios cada día.
Por medio de los
salmos, alabanzas
y oraciones
bíblicas.