15.05.2013 Views

Cuento - Fundación Paz y Solidaridad de Navarra

Cuento - Fundación Paz y Solidaridad de Navarra

Cuento - Fundación Paz y Solidaridad de Navarra

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Silvia Sousa Navó<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

Ilustraciones <strong>de</strong> Exprai


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

es una iniciativa <strong>de</strong> educación para el <strong>de</strong>sarrollo<br />

<strong>de</strong> la fundación <strong>Paz</strong> y <strong>Solidaridad</strong> <strong>de</strong> <strong>Navarra</strong><br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

Edita: <strong>Fundación</strong> <strong>Paz</strong> y <strong>Solidaridad</strong> <strong>Navarra</strong><br />

Texto: Silvia Sousa Navó<br />

Ilustraciones: Exprai<br />

Diseño y maquetación: Irsa+Esc Comunicación<br />

D.L. NA-1112-2010


I<br />

a música era más fuerte que la luz. A sus espaldas, cientos <strong>de</strong> personas<br />

bailaban y cantaban al unísono, presas <strong>de</strong> la celebración <strong>de</strong><br />

la fuerza y belleza <strong>de</strong> su ciudad. La colina <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la que Teseo observaba<br />

la fiesta que se organizaba a sus espaldas estaba lo suficientemente<br />

lejos como para percibir con claridad la cara o<br />

i<strong>de</strong>ntificar a alguien por sus gestos. La explanada rebosaba <strong>de</strong> gente y todo el grupo se<br />

aglomeraba en lo que parecía un solo y gran individuo que respondía al nombre <strong>de</strong>l pueblo<br />

al que había acudido a salvar. Vistos a esa distancia eran ellos, pero podían ser cualquiera,<br />

una ciudad lejana, otra región… Su alegría se concretaba en sus danzas, ropas, en<br />

su música; sin embargo, le recordaba a la <strong>de</strong> su lejana patria. Así pensado, <strong>de</strong>cir que ellos<br />

eran Creta y él Atenas parecía un poco superficial. Pero cuando se giró y vio el enorme umbral<br />

que se alzaba frente a él, recordó que estaba allí porque era Atenas y porque él –el<br />

otro– era Creta. Y sin embargo, iba a ayudarles. El extranjero repararía un error que no había<br />

cometido, aunque resultara extremadamente difícil <strong>de</strong>cidir quién había originado aquel<br />

problema. De cualquier modo, ahora era un asunto <strong>de</strong> todos, <strong>de</strong> Grecia entera, pese a que<br />

en ese justo instante se encontrara solo en medio <strong>de</strong>l bosque. Teseo sabía que se <strong>de</strong>bía<br />

afrontar el riesgo para disfrutar la recompensa, pero echaba <strong>de</strong> menos que alguien más hubiera<br />

llegado a la misma conclusión. Debía <strong>de</strong>cidirse ya, el sol <strong>de</strong>sparecería pronto y ni siquiera<br />

sería capaz <strong>de</strong> distinguir los simples robles <strong>de</strong> aquella imponente entrada tallada en<br />

el mismo material, pero repleta <strong>de</strong> figuras monstruosas y fantásticas que la convertían en<br />

algo mucho más salvaje. No pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que aquello no fuera lo apropiado. Cruzó sabiendo<br />

que quizás no regresaría, imaginando los peligros que se escon<strong>de</strong>n en un lugar<br />

que para encerrarte no necesita puertas. Sin embargo, tenía esperanza.<br />

La historia <strong>de</strong> su familia era una historia <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Como aquella ma<strong>de</strong>ja que ahora llevaba<br />

entre las manos, era enredada y brillante, se perdía entre historias <strong>de</strong> dioses y gran<strong>de</strong>s<br />

hombres que nunca llegaban a ningún sitio. Otro laberinto <strong>de</strong>l que intentaba salir. Al<br />

fin y al cabo, él era un voluntario; había viajado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la tierra <strong>de</strong> su padre, el rey Egeo, para<br />

3


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

poner fin a la disputa entre él y Minos, rey <strong>de</strong> Creta, padre <strong>de</strong> Androgeo, Ariadna y Asterión.<br />

Teseo no tenía hermanos y por eso no entendía bien cómo tres personas que compartían<br />

padres e historia podían ser tan diferentes. Androgeo fue la disputa, Asterión el problema<br />

y Ariadna podía ser la solución; únicamente compartían sus excesos. Androgeo no sólo<br />

era el mejor atleta <strong>de</strong> Creta, sino que <strong>de</strong>mostró que tampoco en Atenas había nadie mejor<br />

que él. Si su perfección hubiera encontrado por límite las fronteras <strong>de</strong> su tierra, Egeo no se<br />

hubiera sentido tan insultado como para enviarle a enfrentarse al bestial toro <strong>de</strong> Maratón.<br />

Como en casi todos los choques entre la naturaleza pura y el hombre <strong>de</strong>snudo, sucedió lo<br />

previsible: Androgeo fue asesinado por la bestia. Su muerte creó una onda expansiva tan<br />

gran<strong>de</strong> como la que hubiera ocasionado una estrella al chocar contra el fondo <strong>de</strong>l mar:<br />

atravesó el agua y el aire hasta llegar a oídos <strong>de</strong> su padre Minos, que <strong>de</strong>cidió vengar la<br />

muerte <strong>de</strong> su primogénito conquistando Atenas, la ciudad que le había arrebatado algo<br />

más preciado para él que el mismísimo sol. Así, a una muerte le siguieron muchas. Egeo<br />

tuvo que aceptar el tributo exigido por el rey <strong>de</strong> Creta: enviar cada nueve años a siete jóvenes<br />

y siete doncellas al lugar en el que el propio Teseo se encontraba ahora. En medio <strong>de</strong><br />

aquella oscuridad, atravesada sólo por el plateado hilo que se <strong>de</strong>sprendía <strong>de</strong> sus manos,<br />

se escondía el verda<strong>de</strong>ro problema: Asterión, hermano <strong>de</strong> Androgeo. El Minotauro.<br />

Sólo sus pasos parecían existir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquella oscuridad, ya que ninguno <strong>de</strong> los otros<br />

trece enviados había <strong>de</strong>jado tras él ningún rastro <strong>de</strong> vida. Tenía la sensación <strong>de</strong> estar flotando.<br />

Sólo era capaz <strong>de</strong> ver lo inminente, las esquinas y las pare<strong>de</strong>s que asomaban <strong>de</strong> vez<br />

en cuando a pocos centímetros <strong>de</strong> sus ojos. Ni siquiera la corona <strong>de</strong> luz que llevaba sobre<br />

su cabeza disolvía las tinieblas; sólo pequeñas victorias que podían medirse por palmos.<br />

No supo muy bien por qué, pero le pareció que hablando se orientaría mejor, así que tímida<br />

y entrecortadamente comenzó:<br />

—Asterión, hijo <strong>de</strong> Pasífae, mujer <strong>de</strong> Minos; hermano <strong>de</strong> Androgeo y Ariadna. El problema.<br />

El enemigo. La mezcla.<br />

Nuevamente el silencio. El corazón <strong>de</strong> Teseo latía tan rápido que le impedía hablar con<br />

normalidad. Escuchó atentamente por si sus palabras surtían algún efecto. La oscuridad<br />

seguía ocultándole a sus compañeros, pero su rival también seguía enredado en ella. Decepcionado<br />

y tranquilo, reinició su discurso:<br />

—Poseidón…<br />

Cuando el nombre <strong>de</strong>l dios salió <strong>de</strong> su boca, Teseo notó un aterciopelado impacto en su<br />

cara. Fue un contacto tan inesperado que el joven se agachó, <strong>de</strong>fendiéndose <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>sconocido.<br />

Pasaron unos segundos y comprobó que nadie parecía querer atacarle, así que,<br />

recuperando la posición erguida que a todo héroe se le supone, se levantó. Enfrente, un<br />

maravilloso búho blanco le observaba con lo que parecía un gesto <strong>de</strong> burla, probablemente<br />

percibido por las numerosas sombras que cubrían con avi<strong>de</strong>z cualquier objeto hasta <strong>de</strong>vorarlo<br />

por completo. Teseo recuperó el habla un tanto avergonzado:<br />

5


6<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong> haberme asustado un pájaro, cuando vengo a enfrentarme a una bestia?<br />

Por fin su voz tuvo consecuencias:<br />

—Niñato. Yo puedo estar don<strong>de</strong> tú estás, pero tú nunca podrás seguirme. Pue<strong>de</strong>s atrapar<br />

lo más pesado, lo más gran<strong>de</strong>, lo más rápido. Pero no llegarás a lo más alto, a mí.<br />

Teseo supo que la voz provenía <strong>de</strong>l pequeño animal brillante y majestuoso que tenía<br />

ante él. Jamás había visto un ave parlanchina, pero sabía <strong>de</strong> sobra que lo maravilloso existía<br />

y se manifestaba. Sirenas, toros, mujeres o dioses: les conocía bien. Tratando <strong>de</strong> no <strong>de</strong>smerecer<br />

lo que todos suponían que era, Teseo contestó:<br />

—Si sostengo lo más pesado, si atrapo lo más gran<strong>de</strong>, si freno lo más rápido, mi gloria<br />

será tal que <strong>de</strong>berás agachar tu cabeza al contemplarme.<br />

Se escuchó con agrado, pensando que se sentiría mejor si consiguiera convencerse <strong>de</strong><br />

lo que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir. Pero pronto <strong>de</strong>scubrió que ninguno <strong>de</strong> los dos le creía:<br />

—Estúpido. Estás solo y <strong>de</strong>safías a tu compañía. Si te pier<strong>de</strong>s en la oscuridad o en la <strong>de</strong>rrota<br />

nadie conocerá tu nombre. Tu gloria jamás saldrá <strong>de</strong> este recinto si tú no la acompañas,<br />

a no ser que yo hable <strong>de</strong> ti. Si yo cuento tu historia allá abajo, en la explanada, quizás<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí oigas los vítores con los que celebran tus a<strong>de</strong>lantos, quizás alguien suba la colina<br />

para lanzarte víveres o mantas. Quizás Ariadna pueda dormir. Si yo quiero seguir mirándote<br />

tú existirás para ellos, pero si levanto el vuelo y or<strong>de</strong>no a mis ojos otro <strong>de</strong>stino nadie<br />

sabrá <strong>de</strong> ti. Tu gloria es mía.<br />

En aquel pequeño cuerpo residía una sólida sabiduría, pese a que ésta no gustara a Teseo.<br />

La gloria <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los dioses o <strong>de</strong> los hombres, quizás <strong>de</strong> su conjunción,<br />

pero no <strong>de</strong>bía ser ajena a ellos. No <strong>de</strong>bía ser ni engaño ni azar, aunque <strong>de</strong> momento, parecía<br />

que así era. Todo esto pensaba mientras el búho seguía mirándole, iluminando con su<br />

luz ese pequeño recoveco <strong>de</strong>l laberinto.


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

—El tiempo no es un problema para mí. De momento, sabes que estás aquí, que buscas<br />

al Minotauro, pero estarás tan perdido que <strong>de</strong>jarás <strong>de</strong> saber incluso lo más elemental. Teseo<br />

será para ti alguien <strong>de</strong>sconocido. Sólo recordarás el nombre <strong>de</strong> la necesidad, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

ahora será Nictálope, el que todo lo ve. El único que te ve. Cuando nada aparezca ante<br />

ti, ni si quiera las palabras, silbarás. No hay gloria sin palabras y yo las pronunciaré.<br />

Abrió sus enormes alas y se llevó la luz. Teseo nunca había experimentado hasta ese<br />

momento que la belleza también podía ser terrible. Poseidón y Ariadna eran bellos y como<br />

tal eran su salvación. Pero aquel pájaro, Nictálope, le chantajeaba <strong>de</strong>slumbrándole. Era tan<br />

bello, tan luminoso, que convencería sin recurrir siquiera a las palabras. Se presentaría<br />

ante el pueblo y todos le creerían. Teseo sería en su boca una excusa para su hechizo. Quizás<br />

tuviera que admitir que pelear a la vez por Atenas y por su propio nombre era <strong>de</strong>masiado.<br />

Incluso él, un héroe, necesitaba ayuda.<br />

—Poseidón, dios <strong>de</strong> los mares, padre <strong>de</strong>l toro blanco como la espuma <strong>de</strong>l mar, amigo <strong>de</strong><br />

Teseo. Nada <strong>de</strong> esto hubiera ocurrido si Minos, rey <strong>de</strong> Creta, padre <strong>de</strong> Androgeo, Asterión y<br />

Ariadna, no te hubiera <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cido. Sin ti el mar hubiera borrado su nombre. Cuando Minos<br />

te pidió ayuda para convertirse en rey <strong>de</strong> Creta, intercambiaste un trono por su agra<strong>de</strong>cimiento.<br />

Junto con el título, le regalaste la belleza blanca <strong>de</strong> la luna convertida en un precioso<br />

toro que salió <strong>de</strong>l mar, <strong>de</strong> ti, <strong>de</strong> tu seno. Minos, orgulloso, confundió po<strong>de</strong>r con<br />

posesión: creyó ser Minos, rey <strong>de</strong> Creta, dueño <strong>de</strong>l toro blanco. Su egoísmo <strong>de</strong>spertó tu ira, y<br />

tú <strong>de</strong>spertaste el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> su mujer, Pasífae, hacia la belleza lunar <strong>de</strong>l toro. Así pues, <strong>de</strong> la ira<br />

<strong>de</strong> un dios, <strong>de</strong> la avaricia <strong>de</strong> un hombre, <strong>de</strong> la infi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> una mujer, nació el problema. Asterión,<br />

medio hombre y medio toro, unió en su cuerpo los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> los tres. Estoy aquí para<br />

que su <strong>de</strong>fecto se convierta en mi virtud. Para que Poseidón, que me regaló en esta corona la<br />

luz <strong>de</strong>l mar, vengue su ofensa. Para que los reyes <strong>de</strong> Creta y Atenas recuperen su honor. Para<br />

que Pasífae entienda la importancia <strong>de</strong> la virtud. Para que mi nombre sobreviva.<br />

II<br />

Quizás fortuna, quizás <strong>de</strong>stino. Cuando Teseo pronunció su promesa, <strong>de</strong>scubrió que a<br />

unos metros <strong>de</strong> sí mismo la oscuridad se a<strong>de</strong>lgazaba. Aligeró el paso y la velocidad con<br />

que sus <strong>de</strong>dos <strong>de</strong>sanudaban el hilo <strong>de</strong> plata y se acercó esperanzado hacia la luz. Un grandísimo<br />

espejo enmarcado con un espléndido marco <strong>de</strong> oro colgaba <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las imponentes<br />

pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l laberinto. Teseo aproximó su cara a pocos centímetros <strong>de</strong>l cristal creyendo<br />

que su reflejo le consolaría, pero sin embargo <strong>de</strong>scubrió que lo que se escondía en<br />

aquel espejo no era su propia imagen: Una elegante habitación con una cuna <strong>de</strong> niño era<br />

todo lo que podía verse. Alzó su mano para tocarlo y <strong>de</strong>scartar que se tratase <strong>de</strong> uno más<br />

<strong>de</strong> los infinitos pasillos que lo encerraban. El frío <strong>de</strong> la superficie le convenció rápidamen-<br />

7


8<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

te. El joven héroe contemplaba absorto el milagro <strong>de</strong> no encontrarse allí don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía verse,<br />

aunque pensó que aquello era lo normal en un laberinto. Descubrió que <strong>de</strong> la pared <strong>de</strong><br />

la habitación <strong>de</strong>l reflejo colgaba un pequeño muñeco infantil, una especie <strong>de</strong> marioneta<br />

llena <strong>de</strong> hilos. Teseo recordó haber tenido una parecida cuando era pequeño, uno <strong>de</strong> los<br />

famosos muñecos articulados que su padre le compró. Entonces lo supo.<br />

—Dédalo –pronunció.<br />

En Atenas existía un artista que realizaba preciosos juguetes <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y que toda Grecia<br />

admiraba y encargaba. Su arte era tal que las marionetas parecían pequeños seres humanos<br />

y el mismísimo rey <strong>de</strong> Creta, asombrado, le pidió que trabajara para él. Dédalo, que<br />

así se llamaba, accedió a los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> Minos, pero éste no fue el único en darse cuenta <strong>de</strong><br />

su genio. Cuando Minos <strong>de</strong>safió a Poseidón olvidando que el toro blanco <strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong>vuelto<br />

al dios, Pasífae, mujer <strong>de</strong> Minos, quedó prendada <strong>de</strong> la belleza irresistible <strong>de</strong> la bestia.<br />

Ella, la reina, también admiraba a Dédalo y le pidió que construyera algo capaz <strong>de</strong> conseguir<br />

que el animal se enamorara <strong>de</strong> ella. El artista se puso manos a la obra y talló una<br />

vaca tan maravillosa que las moscas se acercaban a ella, imaginando su olor. El invento<br />

tenía una trampilla por la que se podía entrar al espacio hueco que se escondía <strong>de</strong>ntro él,<br />

y <strong>de</strong> esta forma Pasífae, esposa <strong>de</strong> Minos, concibió a su hijo Asterión, Minotauro <strong>de</strong> Creta.<br />

Para cuando el rey <strong>de</strong>scubrió el engaño <strong>de</strong> su mujer, el <strong>de</strong>stino se había hecho inevitable.<br />

Por ello, el monarca or<strong>de</strong>nó a su súbdito Dédalo que construyera un recinto para encerrar<br />

al niño, <strong>de</strong>shonra <strong>de</strong> su propio nombre, <strong>de</strong> su casa y <strong>de</strong> su pueblo. Dédalo inventó el laberinto<br />

para proteger a Creta <strong>de</strong> la ira <strong>de</strong>l príncipe y al príncipe <strong>de</strong> las miradas <strong>de</strong>l rey. A cambio,<br />

por su ingenio <strong>de</strong>sbocado y <strong>de</strong>sleal, fue llevado a prisión. En lo alto <strong>de</strong> una torre, en la<br />

mente más alta <strong>de</strong> Creta, se hallaba el mapa <strong>de</strong>l laberinto.<br />

Ésa era la historia que escondía el espejo <strong>de</strong> oro. Teseo trató <strong>de</strong> reconocer si la estancia<br />

<strong>de</strong> la imagen pertenecía al palacio <strong>de</strong> su padre, pero la luz no era suficiente como para<br />

apreciar con claridad todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l reflejo. La otra posibilidad era que el niño fuera<br />

el Minotauro y allí se escondiese un resumen <strong>de</strong> su vida: Dédalo, con su imaginación y la<br />

fuerza <strong>de</strong> sus máquinas, marcaría su <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> posibilida<strong>de</strong>s y castigos. Atenas y Creta,<br />

las dos gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s griegas, estaban <strong>de</strong>masiado ocupadas peleando como para preocuparse<br />

<strong>de</strong>l fascinante po<strong>de</strong>r que se incubaba en uno <strong>de</strong> sus habitantes. Creta era una<br />

tierra <strong>de</strong> espadas y <strong>de</strong> hilos, y se enredó en ambos: su fuerza guerrera le llevó a conquistar<br />

muchas ciuda<strong>de</strong>s, entre ellas, Atenas; su imperio textil gobernaba buena parte <strong>de</strong> Grecia,<br />

don<strong>de</strong> imponía sus condiciones abusivas. Pero con el po<strong>de</strong>r crecían también los enemigos.<br />

Creta era como aquel laberinto, protegía a sus habitantes mientras los aislaba. Las máquinas<br />

<strong>de</strong> Dédalo aparecían siempre con su doble papel <strong>de</strong> castigo y regalo. Antes <strong>de</strong> que<br />

Minos, rey <strong>de</strong> Creta, encerrara a Dédalo en una torre, le había pedido que creara un sistema<br />

<strong>de</strong> seguridad para que los enemigos no pudieran invadirlos. Dédalo forjó un gigantesco<br />

guardián <strong>de</strong> bronce que ro<strong>de</strong>aba la isla tres veces al día, vigilando la entrada <strong>de</strong> <strong>de</strong>sco-


10<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

nocidos. Grecia entera le temía: ro<strong>de</strong>aba a los extranjeros con sus gigantes brazos, tras haberse<br />

calentado en un inmenso lago <strong>de</strong> fuego. El calor <strong>de</strong>l sol era el arma con la que Creta<br />

se <strong>de</strong>fendía, pero el esplendor <strong>de</strong> su imperio marchitaba la posibilidad <strong>de</strong> una relación justa<br />

con las ciuda<strong>de</strong>s que gobernaba: así se construyó y así se <strong>de</strong>rrumbaría. Con este oscuro<br />

presentimiento, Teseo siguió avanzando.<br />

III<br />

Las esquinas no existían. Hace aproximadamente mil y un pasos que cualquier referencia<br />

espacial había <strong>de</strong>saparecido. No sabía cuánto llevaba allí. Entre aquellas pare<strong>de</strong>s daban<br />

igual unas horas que unos minutos. Perdido en el espacio y en el tiempo sólo el hilo <strong>de</strong><br />

Ariadna le hacía compañía, <strong>de</strong>jando tras <strong>de</strong> sí un tranquilo reguero <strong>de</strong> plata que la luna iluminaba<br />

tenuemente. Teseo pensó que aquella ma<strong>de</strong>ja no era mala brújula, al fin y al cabo<br />

existen hombres que nunca saben cuál es su camino y nadie les ayuda a encontrarlo. Pero<br />

él no estaba entre ellos. Agra<strong>de</strong>cido por su pequeña fortuna, anduvo por aquella infinita línea<br />

recta hasta que el cansancio le hizo tropezarse por primera vez.<br />

Sus pies se habían enredado con el hilo. Al agacharse para <strong>de</strong>senredar el nudo, Teseo<br />

observó que la ma<strong>de</strong>ja brillaba con más intensidad. Como cualquier mínimo <strong>de</strong>stello <strong>de</strong><br />

luz le alegraba, reanudó el camino un poco más animado. Así marchaba cuando, doce pasos<br />

por <strong>de</strong>lante, un nuevo pasillo con su correspondiente marco apareció ante él. Teseo<br />

comprendió que, <strong>de</strong> alguna extraña manera, la luz había sido intuida un momento antes<br />

por el hilo, pese a que él no hubiera reparado en ello, <strong>de</strong>bido a su cansancio. Sin embargo,<br />

este nuevo espejo no parecía iluminar tanto como el anterior. Comprobó que en esta ocasión<br />

el oro <strong>de</strong>l marco se mezclaba con el ébano formando preciosas figuras geométricas.<br />

En el centro <strong>de</strong>l cristal, Teseo vio un oráculo que encerraba una imagen. El joven nunca<br />

había visitado ninguno <strong>de</strong> los famosos oráculos <strong>de</strong> Grecia, pero sabía que eran lugares a<br />

los que la gente acudía para recibir consejo y orientación sobre los problemas que tenían.<br />

En ellos, una mujer recibía mensajes <strong>de</strong> los dioses en forma <strong>de</strong> acertijo y las personas que<br />

solicitaban la ayuda <strong>de</strong>bían enten<strong>de</strong>r qué era exactamente lo que los dioses querían <strong>de</strong>cirles<br />

con ellos. Así que el joven trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>scifrar qué significaba aquello para él.<br />

La imagen era la siguiente: Dos monedas <strong>de</strong> oro y dos <strong>de</strong> bronce agrupadas por parejas.<br />

Aquello no le <strong>de</strong>cía gran cosa. Pero como la vez anterior, al afinar un poco más la mirada,<br />

<strong>de</strong>scubrió que cada pareja estaba formada por una moneda cretense y otra ateniense, siendo<br />

en cada caso una <strong>de</strong> oro y otra <strong>de</strong> bronce, y viceversa. Teseo sabía que el problema residía<br />

en el po<strong>de</strong>r y, por lo tanto, el dinero era un elemento esencial. Pero ¿por qué ninguna<br />

<strong>de</strong> las dos ciuda<strong>de</strong>s aparecía en el espejo como vencedora o per<strong>de</strong>dora? Las dos, oro; las<br />

dos, bronce. Hacía frío y pensó que sería mejor seguir andando para no per<strong>de</strong>r más calor.


12<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

Alejándose siguió pensando en el enigma, mientras el laberinto se disolvía en una inmensa<br />

recta hacia la oscuridad. Entonces, algo le sacó <strong>de</strong> su preocupación. Tres golpes<br />

sucesivos sonaron a lo que parecía no ser una gran distancia. Por primera vez, Teseo corrió,<br />

como todos los héroes, hacia <strong>de</strong>lante.<br />

—Querida Perdix, esto es estúpido.<br />

—Querida Pirra, ¿no te has divertido? Chordata, querida, recuérdale a nuestra aburrida<br />

compañera cuál es nuestro lema.<br />

—Por supuesto, querida: “Volar sin divertir es peor que chocarse y reír”.<br />

Un alborotado y risueño gorjeo fue silenciado por la presencia <strong>de</strong> Teseo.<br />

—Querido, por fin le encontramos. Necesitábamos público. Nuestra querida Pirra estaba<br />

a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la alegría. Chaschaschaschas.<br />

Teseo se sintió aliviado al comprobar que Nictálope, el orgulloso búho blanco, no tenía<br />

nada que ver con aquello. En su lugar, tres rechonchas y parduscas perdices palmoteaban<br />

enloquecidamente sus alas. Por lo visto, todas las aves <strong>de</strong> la región tenían algo que <strong>de</strong>cir,<br />

aunque no tuviera ningún interés. Pero al menos en esta ocasión, gracias a ellas, había realizado<br />

un reconfortante <strong>de</strong>scubrimiento: la noche llegaba lentamente a su fin. Había podido<br />

reconocer a las perdices a bastantes pasos <strong>de</strong> distancia, lo que significaba que la luz<br />

comenzaba a vencer sobre la oscuridad.<br />

—Querido jovencito, alegre esa cara. No tiene ninguna prisa y suponemos que en este<br />

lugar apreciará que tres bellas aves como nosotras le entretengan. Chaschaschaschas<br />

–rieron al unísono. Teseo se sorprendió <strong>de</strong> que aquellos pájaros regor<strong>de</strong>tes tuvieran tan<br />

buena concepción <strong>de</strong> sí mismos y <strong>de</strong> la situación. Parecían no compren<strong>de</strong>r que un oscuro<br />

laberinto que escon<strong>de</strong> una bestia en su interior no es buen lugar para bromas. Pese a su<br />

<strong>de</strong>sconcierto, les contestó amablemente, recordando que en ocasiones anteriores su orgullo<br />

estuvo a punto <strong>de</strong> generarle un serio disgusto:<br />

—Cuando los problemas están más presentes que las soluciones, el ruido y las risas no<br />

siempre son bien recibidas.<br />

—Chaschaschaschas –resonó entre una lluvia <strong>de</strong> plumas–. Queridas, tenemos ante nosotras<br />

un hombre terriblemente aburrido que no sabe que el mundo es completamente precioso.<br />

Hace unos instantes, nosotras hemos comido los <strong>de</strong>liciosos frutos que nos brinda la<br />

naturaleza y sólo por ello ya nos sentimos dichosas. Debería usted apreciarlo o <strong>de</strong>spertará la<br />

ira <strong>de</strong> los dioses. Agradézcanos que seamos caritativas y que estemos aquí para divertirle.<br />

Teseo <strong>de</strong>scubrió que los pájaros, que pue<strong>de</strong>n escapar <strong>de</strong> los laberintos cuando lo <strong>de</strong>sean,<br />

no son <strong>de</strong>masiado comprensivos con quienes no tienen alas para la huida: Su orgullo o su<br />

falta <strong>de</strong> sensibilidad para ponerse en lugar <strong>de</strong>l otro les hacían malos compañeros para los laberintos.<br />

Ante él, las idiotizadas aves comenzaron nuevamente a chocarse contra la pared.


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

—Chaschaschaschas. Queridas, ¡que divertido!<br />

Teseo consi<strong>de</strong>ró que había visto suficiente y retomó su camino. Olvidó que los pájaros,<br />

por muy tontos que fueran, le excedían en sus capacida<strong>de</strong>s. Delante <strong>de</strong> sus pies, las perdices<br />

reaparecieron gracias a un rápido vuelo:<br />

—¡Querido, usted es absolutamente <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rado! ¿Cómo pue<strong>de</strong> habernos tratado así?<br />

—Perdix, querida, no vale la pena <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r hasta su mediocridad. ¿Qué tipo <strong>de</strong> ser no<br />

sabe apreciar la risa?<br />

—Po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que nos ha obligado. Nos hubiera encantado afirmar que usted es un<br />

joven amable y educado, pero sería mentir. Y el pueblo no merece ese engaño. Usted es frío<br />

y brutal. Nada le separa <strong>de</strong>l Minotauro. Y eso es exactamente lo que diremos. La verdad.<br />

—Exactamente, querida. Nosotras somos las aves favoritas <strong>de</strong> Creta. Mientras ellos bailan,<br />

nosotros les divertimos con nuestros graciosísimos golpes. Nos respetan por ello, y<br />

nos creen. Lamento <strong>de</strong>cirle que pagará por haber sido tan <strong>de</strong>scortés. Su nombre se estrellará<br />

con nosotras. Chaschaschaschaschas.<br />

El facilísimo juego <strong>de</strong> palabras entre lo que le suce<strong>de</strong>ría a su nombre y la diversión favorita<br />

<strong>de</strong> las perdices <strong>de</strong>sató nuevamente su regocijo. Teseo las observó irse, pensando en<br />

cómo una misma realidad podía enten<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> formas tan diversas. Según las perdices, el<br />

pueblo sentía predilección por pájaros que no volaban más que lo necesario para estrellarse,<br />

con lo que su nombre, otra vez, parecía quedar en manos <strong>de</strong> mensajeros interesados.<br />

Sólo las aves podían verle ahora y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el po<strong>de</strong>r que la altura les otorgaba podrían<br />

13


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

contar lo que quisieran. Debía regresar para ser él quien escribiera su propia historia o estaría,<br />

si cabe, más perdido que ahora. Sólo le quedaba la satisfacción <strong>de</strong> que el sol empezaba<br />

a salir. Por fin, ante él, aparecía el laberinto.<br />

IV<br />

Las pare<strong>de</strong>s eran <strong>de</strong> oscuro ébano por lo que <strong>de</strong> noche todo parecía fundirse en un espacio<br />

sin límites ni salidas. Sin embargo, ahora en cualquier dirección en la que mirara veía<br />

múltiples esquinas a diversas distancias. Eligió a<strong>de</strong>ntrarse en la tercera. Teseo no podía<br />

saber si sólo en el camino a<strong>de</strong>cuado, el que conducía hasta el centro en el que se escondía<br />

el Minotauro, lucían lujosos espejos, pero en todos y cada uno <strong>de</strong> los pasillos que él había<br />

tomado encontraba uno. El cuarto marco se erguía ante él: fabricado en ébano, no podría<br />

haberlo percibido antes <strong>de</strong> que amaneciera, ya que se confundía a la perfección con<br />

las pare<strong>de</strong>s. Casualidad o <strong>de</strong>stino, otra elección más a la que Teseo, tar<strong>de</strong> o temprano, <strong>de</strong>bería<br />

enfrentarse. Sin embargo, en aquel instante prefirió observar el cristal que tenía frente<br />

a él, en el que aparecía reflejada una ciudad <strong>de</strong>startalada y ruinosa. En ella, las basuras<br />

se utilizaban como ladrillos y cada construcción era un conjunto <strong>de</strong> fragmentos y <strong>de</strong>sperdicios.<br />

Sin embargo, no estaban viejos, ninguno <strong>de</strong> sus restos parecía haber sido tocado<br />

por el hombre: todo brillaba y relucía, como si hubiera sido convertido en inmundicia tan<br />

sólo un minuto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido creado. Esta vez, el marco contenía una pequeña lámina<br />

<strong>de</strong> oro en la que estaba grabado: “Leonia”. Teseo supuso que era el nombre <strong>de</strong> la ciudad:<br />

un lugar que <strong>de</strong>voraba salvajemente lo nuevo convirtiéndolo casi instantáneamente<br />

en viejo. Volvió a mirarla y algo en ella le recordó al laberinto: Leonia era inmensa e ilimitada.<br />

Ocupaba una extensión que abarcaba las tres colinas que aparecían <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l marco.<br />

Desor<strong>de</strong>nada y caótica, nada hacía suponer que no se extendiera más allá <strong>de</strong> los límites<br />

que podían contemplarse. No sabía si aquello existía, si dicha ciudad se asentaba sobre<br />

las auténticas piedras y bosques <strong>de</strong> Grecia, pero sintió una punzada <strong>de</strong> amenaza. En el<br />

caso <strong>de</strong> que así fuera, Creta y Atenas <strong>de</strong>saparecerían engullidos por <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> todo tipo<br />

y cualquier nueva creación se convertiría en una con<strong>de</strong>na. Sería un problema como el <strong>de</strong>l<br />

Minotauro. El mar, los robles, las aves, las ciuda<strong>de</strong>s, Ariadna… Todo <strong>de</strong>saparecería si la suciedad<br />

y la <strong>de</strong>smesura no encontraban su frontera. El problema se repetía: Nadie asumiría<br />

nunca su responsabilidad si la culpa podía ser <strong>de</strong> todos. Cada uno <strong>de</strong> los ciudadanos que<br />

sepultaban su ciudad bajo trastos nuevos, repletos <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos insatisfechos y necesida<strong>de</strong>s<br />

que no tenían, seguía su búsqueda incesante <strong>de</strong> la comodidad, sin preocuparse jamás <strong>de</strong><br />

lo que sucedía a su alre<strong>de</strong>dor, como si esperaran que un nuevo invento solucionara la <strong>de</strong>sproporcionada<br />

invasión <strong>de</strong> los anteriores.<br />

15


16<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

—Leonia, la ciudad <strong>de</strong>voradora –pensó justo antes <strong>de</strong> apartar la mirada <strong>de</strong>l espejo. El<br />

hilo <strong>de</strong> Ariadna brillaba ahora con todo su esplendor y produjo un molesto <strong>de</strong>stello en el<br />

cristal. El sol lucía soberano en el cielo <strong>de</strong> Creta.<br />

V<br />

Teseo avanzaba reconfortado por la luz, pero seguía sin encontrar rastro alguno <strong>de</strong> los<br />

otros jóvenes que habían sido conducidos al laberinto antes que él. No sabía si <strong>de</strong>bía sentir<br />

pena o alegría. Cuando se a<strong>de</strong>ntró en esta aventura tenía la certeza <strong>de</strong> que la lucha con<br />

el Minotauro sería mortal, pero no intuía la dureza <strong>de</strong> la batalla contra la soledad y la noche.<br />

Aunque ahora, sólo quedaban dos <strong>de</strong> sus tres enemigos y caminaba algo más aliviado.<br />

Teseo había anotado en su cabeza el número <strong>de</strong> esquinas que torcía, por si en algún<br />

momento la ma<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> Ariadna se acababa o se rompía, y en el mismo momento en que se<br />

dijo a sí mismo que giraba por novena vez, una luz <strong>de</strong>scomunal le obligó a pararse y tapar<br />

sus ojos. Teseo pensó en lo curioso <strong>de</strong> la situación: primero cegado por la oscuridad y luego<br />

por la luz. Todo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> esas pare<strong>de</strong>s parecía <strong>de</strong>sfavorable y extremo. Trató <strong>de</strong> levantar<br />

los párpados, pero inmediatamente volvió a cerrarlos. Imposible. Parecía que el mismísimo<br />

sol se encontrara frente a él. Por un momento, pensó en ignorar el espejo y caminar<br />

con los ojos cerrados hasta que la luz disminuyera, pero intuía que en aquellos reflejos se<br />

escondía parte <strong>de</strong> los misterios que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>sentrañar antes <strong>de</strong> enfrentarse con el Minotauro.<br />

Reflexionó en que si el marco escondía alguna imagen, ésta <strong>de</strong>bía po<strong>de</strong>r verse <strong>de</strong> algún<br />

modo y recordó que junto al segundo marco, el hilo <strong>de</strong> plata brillaba más porque reflejaba<br />

la luz que el oro y el cristal proyectaban. Así que tal vez era él mismo quien se<br />

impedía ver: la luz <strong>de</strong> su corona e hilo, antes insuficiente, ahora podía resultar excesiva. Depositó<br />

la corona en el suelo junto con la ma<strong>de</strong>ja y abrió los ojos. Apareció ante él un hermosísimo<br />

espejo, en el que marco y superficie eran <strong>de</strong> oro.<br />

De pequeño, su padre le contaba la historia <strong>de</strong> un viejo rey que, movido por su ansia <strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r, pidió a los dioses que todo lo que tocara se convirtiera en oro. No recordaba bien el<br />

nombre, pero sonaba lejanamente a Minos. ¿Tal vez Midas? No lo sabía a ciencia cierta. Lo<br />

cierto era que su padre, Egeo, rey <strong>de</strong> Atenas, se burlaba <strong>de</strong> aquel monarca diciendo que era<br />

un viejo tonto que no sabía explicar con claridad sus <strong>de</strong>seos. Aquel cuadro le recordó esa<br />

historia. En ambos casos el abundante oro había cegado a quien lo contemplaba. Teseo se<br />

entristeció al saber que su padre también se reiría <strong>de</strong> él por pensar aquello. Únicamente<br />

Ariadna podría enten<strong>de</strong>rle. La angustia <strong>de</strong> sentirse solo e incomprendido hizo que Teseo<br />

retomara su interrumpido discurso:<br />

—Ariadna, hija <strong>de</strong> Minos, hermana <strong>de</strong> Androgeo y Asterión, princesa <strong>de</strong> Creta. El camino.<br />

Tu ovillo <strong>de</strong> plata me salvará <strong>de</strong> lo construido por los hombres conduciéndome a casa y a la glo-


18<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

ria, si antes consigo <strong>de</strong>sembrollar los hilos que anudaron los dioses. Cuando nos volvamos a<br />

ver, yo seré Teseo, héroe <strong>de</strong> Atenas. Pero, ¿quién serás tú? ¿Prometida <strong>de</strong> Teseo y amiga <strong>de</strong> Atenas<br />

o hermana <strong>de</strong>l Minotauro y princesa <strong>de</strong> Creta? Las mujeres están con<strong>de</strong>nadas a contentarse<br />

con caminos imperfectos, con rosas y espinas. Yo seré héroe para que tú seas Ariadna y<br />

ningún laberinto te obligue a elegir un camino que comprometa tu nombre y tu recuerdo.<br />

Poco a poco el sol perdía intensidad. La tar<strong>de</strong> comenzaba a caer y el tiempo parecía haberse<br />

lanzado a la carrera, <strong>de</strong> modo que la oscuridad le pareció tres veces más larga que la<br />

luz <strong>de</strong> la mañana. Debía darse prisa, no fuera que la noche o el sueño le dieran alcance.<br />

Por segunda vez, corrió hacia su <strong>de</strong>stino y por segunda vez también tuvo que <strong>de</strong>tenerse.<br />

Dos palomas caminaban en círculo cerrándole el paso. Resignado, Teseo esperó el nuevo<br />

juicio que venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las alturas pero pensó que tal vez todo fuera mejor si esta vez era él<br />

quien iniciaba la conversación.<br />

—Buenas tar<strong>de</strong>s. Teseo es mi nombre y el valor mi atributo. He venido hasta aquí para<br />

enfrentarme al Minotauro, liberar a Atenas <strong>de</strong> pagar su con<strong>de</strong>na y limpiar <strong>de</strong> injusticia el<br />

nombre <strong>de</strong> Creta. El sol comienza a caer y <strong>de</strong>searía enfrentarme a mi <strong>de</strong>stino antes <strong>de</strong> que<br />

anochezca. Les agra<strong>de</strong>cería que me <strong>de</strong>jaran pasar y no me entretuvieran.<br />

Teseo había <strong>de</strong>mostrado su esperanza inquebrantable en múltiples ocasiones, pero quizás<br />

fuera aquella la máxima expresión <strong>de</strong> su optimismo. Dos veces fue juzgado y tres amable.<br />

Eran números <strong>de</strong> héroe e, inesperadamente, así lo entendieron las palomas.<br />

—Ante ti somos Pax y Columbata, y ante el pueblo seremos el nombre y la gloria <strong>de</strong> Teseo.<br />

Sólo lo cierto saldrá <strong>de</strong> nuestros picos. Diremos que fuiste cobar<strong>de</strong> una vez y valiente<br />

dos. Que la oscuridad te hizo tropezar la mitad <strong>de</strong> lo que te hizo correr. Contaremos que eres<br />

fiel príncipe <strong>de</strong> Atenas, obediente hijo <strong>de</strong>l rey Egeo, respetuoso <strong>de</strong>l monarca <strong>de</strong> Creta y<br />

amante <strong>de</strong> Ariadna, la bella hermana <strong>de</strong> Asterión. En la oscuridad y en la luz te hemos ob-


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

servado y en ambas tu conducta ha sido digna <strong>de</strong> reproducirse. Sobre las bestias y bajo los<br />

dioses has sido justo, y Grecia entera se engran<strong>de</strong>cerá con ello. Si algo más quieres transmitir<br />

harás bien en hablar ahora, antes <strong>de</strong> que los últimos rayos <strong>de</strong>l sol se marchiten. Creta<br />

necesita noticias fiables, y la espera ha sido larga.<br />

Avergonzado por tanta alabanza, Teseo contestó:<br />

—Os agra<strong>de</strong>zco vuestro entusiasmo, pero hay cosas que no sabéis. Cuando fui valiente<br />

quería gritar, y cuando corrí <strong>de</strong>seaba cambiar el sentido <strong>de</strong> mis pasos y regresar. Cuando<br />

escuché críticas quise quejarme, y cuando <strong>de</strong>cidí hablaros hubiera preferido alejarme<br />

en silencio. Tal vez el pueblo necesite saber que para sí mismo Teseo no es un héroe, y que<br />

quizás ellos sean también un poco como Teseo.<br />

—Los héroes no son dioses inmortales. La muerte les alcanza en el frío, en la noche, en<br />

el peligro y en la soledad. Pero son héroes porque escapan <strong>de</strong> sus garras y les vencen.<br />

—Si así creéis no mentiréis cuando alabéis mi nombre. Pero recordar al pueblo que<br />

Ariadna dio a su héroe la herramienta para escapar y el ánimo para vencer. Su gloria <strong>de</strong>be<br />

acompañar la mía.<br />

Las palomas realizaron una pequeña reverencia y levantaron el vuelo. Teseo les perdió<br />

<strong>de</strong> vista rápidamente, ya que se elevaron mucho más allá <strong>de</strong> lo que su vista alcanzaba. Ningún<br />

búho o perdiz volaba tan alto. De nuevo, otra vez solo, reanudó su carrera. Tras un rato<br />

<strong>de</strong> caminata, la décima esquina escondía tras ella el quinto espejo.<br />

VI<br />

Teseo no supo si lo que sus ojos veían era reflejo o alucinación. Dentro <strong>de</strong>l precioso marco<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra repleto <strong>de</strong> espléndidas vetas <strong>de</strong> oro, como si el cuadro fuera una lujosa ban<strong>de</strong>ja<br />

en un banquete <strong>de</strong> palacio, un suculento manjar se retrataba con todo su esplendor. Deliciosas<br />

carnes asadas, vistosas frutas <strong>de</strong> todos los árboles que sabía enumerar, dulces <strong>de</strong><br />

cualquiera lugar <strong>de</strong>l mundo con el que Grecia comerciaba. Frente a tanta comida supo que<br />

tenía hambre. El cansancio y la urgencia habían evitado que pensara en ello, pero lo cierto<br />

es que pese a la costumbre recién adquirida <strong>de</strong> no comer, cuando vio todo aquello <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> sus ojos hubiera regalado su gloria y reino por una sola <strong>de</strong> las fantásticas piezas<br />

<strong>de</strong> fruta que allí se representaban. Comprendió que otro nuevo castigo se escondía en la<br />

malvada arquitectura <strong>de</strong>l laberinto: El hambre era uno más <strong>de</strong> los tortuosos caminos en el<br />

que los hombres se perdían.<br />

Un relámpago <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su cabeza iluminó una parte <strong>de</strong> su cerebro hasta ahora ensombrecida<br />

y <strong>de</strong>l estruendo <strong>de</strong> su conocimiento nacieron las siguientes palabras <strong>de</strong> Teseo:<br />

19


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

—Teseo es hombre y como todo hombre necesita comida, aunque Teseo es héroe y pue<strong>de</strong><br />

sobreponerse. Pero es héroe porque un monstruo hambriento le espera. Por lo tanto, en<br />

la historia <strong>de</strong> Teseo el monstruo es también Asterión y un poco Teseo. Como él, tendrá<br />

hambre sin tener culpa por ello. Así pues, Teseo necesita la muerte <strong>de</strong> Asterión para su gloria,<br />

pero Asterión quizás necesite la <strong>de</strong> Teseo para su vida. El acertijo, el verda<strong>de</strong>ro laberinto,<br />

es saber si los dos, monstruo y héroe, sobrevivirán a su encuentro. Quizás Teseo se<br />

convierta en héroe y consiga solucionarlo.<br />

Compren<strong>de</strong>r aquello le <strong>de</strong>scolocó. Por una parte, su miedo se apaciguó recordando que<br />

había una mitad humana en su rival; pero por otra, si Asterión y él no eran culpables <strong>de</strong> aquella<br />

situación, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> existir otro responsable. ¿Quién <strong>de</strong>cidía no alimentar al Minotauro?<br />

¿Quién <strong>de</strong>seaba que Teseo llegara a su disputa tan hambriento que no pudiera sujetar su ira?<br />

¿Quién, escondido en algún lugar <strong>de</strong> la ciudad, <strong>de</strong>scansaba tranquilo y alimentado mientras<br />

allá arriba dos inocentes se enfrentaban por sus errores y egoísmo? Tristemente, pensó Teseo,<br />

tal vez no sólo exista un culpable, y cada palacio <strong>de</strong> Grecia cobije al suyo. Su ánimo encontró<br />

un perfecto reflejo en el cielo, que nuevamente lucía el color negro <strong>de</strong> la tristeza.<br />

VII<br />

Llevaba un día caminando sin parar y la sensación <strong>de</strong> volver a estar flotando en algún punto<br />

intermedio <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino no beneficiaba en nada a su cansancio. La ma<strong>de</strong>ja que Ariadna<br />

le había entregado antes <strong>de</strong> que entrara en el laberinto relucía ahora con recobrada fuerza<br />

y cada uno <strong>de</strong> sus brillos parecía pequeñas migas <strong>de</strong> pan que Teseo hubiera ido<br />

lanzando para encontrar <strong>de</strong>spués el camino <strong>de</strong> vuelta a casa. A su vez, la corona marina<br />

que el dios Poseidón le había prestado le proporcionaba tan gran<strong>de</strong> ayuda como si estuviera<br />

clavada en el cielo a modo <strong>de</strong> constelación. La luz <strong>de</strong> ambos objetos le recordaba que<br />

en algún lugar <strong>de</strong>l cielo o <strong>de</strong> la tierra alguien confiaba en él. Eran su escudo contra el <strong>de</strong>sánimo<br />

y con armas tan po<strong>de</strong>rosas nada malo podía suce<strong>de</strong>rle. A<strong>de</strong>más ya estaba acostumbrado<br />

a que las esquinas le asaltaran en cualquier momento, sus sorpren<strong>de</strong>ntes apariciones<br />

se había convertido en una constante. Le alegró tanto comprobar que estaba en<br />

lo cierto que cuando <strong>de</strong>scubrió a su <strong>de</strong>recha un nuevo pasillo <strong>de</strong>cidió girar en él por undécima<br />

vez. Teseo casi no reaccionó cuando un pequeño reflejo <strong>de</strong> su corona le <strong>de</strong>scubrió<br />

que entre las sombras se escondía el sexto espejo.<br />

Los hombres se acostumbran pronto a lo mágico. Teseo conocía casi todos los seres que<br />

se escondían en aire, tierra, fuego o éter. Su extenso conocimiento sobre el mundo a veces<br />

le privaba <strong>de</strong>l estremecimiento que causa lo sorpren<strong>de</strong>nte, robándole, por ejemplo, la belleza<br />

<strong>de</strong> una flor si ésta no era parlanchina. Su mente esperaba más <strong>de</strong> lo que sus ojos podían<br />

ofrecerle y en esto Teseo a veces se equivocaba. Pero en aquel laberinto le beneficia-<br />

21


22<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

ba lo que en el mundo libre y sin pare<strong>de</strong>s le hubiera perjudicado. En Atenas, Teseo era un<br />

joven; en el Laberinto, Teseo era un héroe. Asumir sin sobresaltos lo que ocurría le hacía<br />

mantener sus nervios a raya, con lo que su concentración y voluntad salían fortalecidas.<br />

Así, tranquilamente, se acercó al lugar en don<strong>de</strong> intuyó el espejo. Sabía que estaba, pero<br />

no lo vio. La oscuridad era tan <strong>de</strong>nsa que casi casi podía mor<strong>de</strong>rse: ni la luz <strong>de</strong> los dioses<br />

resultaba suficiente. Teseo alzó su mano y tocó la pared: fría como el cristal. Pensó que el<br />

marco <strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong> ébano y por ello no conseguía distinguirlo <strong>de</strong>l fondo oscuro <strong>de</strong> la pared.<br />

Sin embargo, no entendía por qué no diferenciaba si quiera la superficie. Por primera<br />

vez, Teseo experimentó auténtico y verda<strong>de</strong>ro miedo.<br />

En cada uno <strong>de</strong> los cuadros anteriores sintió que la fortuna le acompañaba. En el momento<br />

exacto <strong>de</strong>l día o <strong>de</strong> la noche en el que él podía contemplarlos aparecían ante sus ojos.<br />

Sin saber a ciencia cierta si era azar o <strong>de</strong>stino, notaba un viento favorable que le empujaba<br />

hacia la dirección a<strong>de</strong>cuada. Ahora era distinto. La intensa oscuridad le impedía saber qué<br />

era lo que escondía aquel espejo, pero intuía que, hasta ese momento, todos los secretos que<br />

<strong>de</strong>scifraba en ellos se convertían en advertencias, aunque en alguna ocasión se mantuvieran<br />

in<strong>de</strong>scriptibles. Quizás esta vez hubiera elegido el camino equivocado, quizás la fortuna<br />

–en el caso <strong>de</strong> que existiera– le había abandonado. Pero podía ser que tal vez, sólo tal vez,<br />

fuera una prueba más <strong>de</strong>l laberinto. Todas las historias que él conocía sobre los héroes hablaban<br />

<strong>de</strong> su <strong>de</strong>terminación inquebrantable. Teseo no sabía si saldría <strong>de</strong> allí con gloria, pero<br />

serían otros los motivos que se lo impidieran. El laberinto no <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> él, pero sí su voluntad.<br />

Justo antes <strong>de</strong> reiniciar su caminata, cuando echaba la última ojeada al impenetrable<br />

espacio en el que se camuflaba el cuadro, <strong>de</strong>scubrió que otra minúscula chapita <strong>de</strong> oro<br />

se inscribía en lo que supuso era la parte inferior <strong>de</strong>l marco. En ella se leía únicamente: “Se<br />

<strong>de</strong>be saber”. Sin nada más escrito en ningún lugar, Teseo interpretó que en los límites <strong>de</strong> ese<br />

reflejo se quedaba encerrado para siempre algo que él <strong>de</strong>bía saber y ya nunca más sabría.<br />

Un único conocimiento le consolaba, el Minotauro <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar cada vez más cerca.<br />

Perdido, hambriento, solo y a oscuras Teseo pronunció la palabra que daba sentido a<br />

todo aquello, pero le sonó absurdamente pequeña. La oscuridad se tragó sin pena ni gloria<br />

a la palabra “héroe”. A estas alturas seguir hacia <strong>de</strong>lante no parecía ser más apropiado<br />

que volver hacia atrás. Por última vez, su voz sonó única en la noche:<br />

—Sólo me queda mi promesa.<br />

Y susurrando añadió:<br />

—Las palabras cuando nadie las oye no son tan importantes.<br />

Pero justo antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>sandar lo andado, un sonido le respondió:<br />

—Me queda mi promesa, queda mi promesa, mi promesa, promesa.<br />

El eco <strong>de</strong> su propia fue también el eco <strong>de</strong> la amenaza <strong>de</strong>l búho Nictálope: “Estarás tan<br />

perdido que <strong>de</strong>jarás <strong>de</strong> saber incluso lo más elemental. Teseo será para ti alguien <strong>de</strong>sco-


24<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

nocido”. Se rió <strong>de</strong> su propio olvido. La gloria se escon<strong>de</strong> en las palabras, y éstas tienen importancia.<br />

Son algo así como las botellas gracias a las cuales los hechos sobreviven al furioso<br />

oleaje <strong>de</strong> la Historia y el olvido. Quedaba su promesa y, <strong>de</strong> momento, era más que suficiente.<br />

Así que Teseo redirigió sus pasos y continuó hacia <strong>de</strong>lante. Sin embargo, pocos<br />

minutos <strong>de</strong>spués, el joven notó que su brazo <strong>de</strong>recho golpeaba contra un saliente <strong>de</strong> la pared.<br />

Al mirar instintivamente hacia esa dirección <strong>de</strong>scubrió que un foco <strong>de</strong> luz se adivinaba<br />

al final <strong>de</strong> ese pasillo. Por doceava vez el hilo <strong>de</strong> Ariadna se torcía.<br />

VIII<br />

La luz era más fuerte que la música. Des<strong>de</strong> el caprichoso cielo un raudal <strong>de</strong> estrellas le iluminaba.<br />

Cuando elevó la mirada para contemplar el milagro, <strong>de</strong>scubrió que por primera vez<br />

lo sorpren<strong>de</strong>nte podía explicarse sin recurrir a lo <strong>de</strong>sconocido. Sobre su cabeza, un luminoso<br />

techo le protegía <strong>de</strong> la noche, y bajo sus pies, una larguísima línea recta le separaba<br />

<strong>de</strong> la imponente y pesada puerta <strong>de</strong> oro y bronce por la que la música se escapaba. Esta<br />

vez, no corrió: sabía que ese portón sólo podía encerrar algo gigante y po<strong>de</strong>roso. La estancia<br />

<strong>de</strong> Asterión, príncipe <strong>de</strong> Creta, Minotauro. La seguridad <strong>de</strong>bía vencer sobre la prisa.<br />

Como si quisiera contrarrestar sus miedos Teseo pensó:<br />

—Teseo, hijo <strong>de</strong> Egeo rey <strong>de</strong> Creta, amante <strong>de</strong> Ariadna, preferido <strong>de</strong> Poseidón, héroe.<br />

Mientras pronunciaba mentalmente estas palabras se guardó la ma<strong>de</strong>ja plateada en un<br />

bolsillo y <strong>de</strong> entre sus ropas Teseo <strong>de</strong>senvainó el sustituto natural <strong>de</strong>l hilo: la espada.<br />

—Deberás mantenerla oculta <strong>de</strong> tu mente y <strong>de</strong> la luz. Ni tú mismo <strong>de</strong>berás saber hasta<br />

el final que vas armado. Si quieres ser héroe tu ataque será tu voluntad, y sólo en la <strong>de</strong>fensa<br />

sacarás tu espada.<br />

Esto le dijo Ariadna, y esto le prometió. Sólo ahora sentía que su nombre no sería disminuido<br />

por el metal. Empujó y cruzó la puerta.<br />

La estancia era enorme, las pare<strong>de</strong>s parecían construidas en la misma magnífica plata<br />

con la que crearon su ma<strong>de</strong>ja y su espada. No reconoció el lugar <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salía la música<br />

pero en cualquier punto <strong>de</strong> aquella inmensa habitación se escuchaba una nana cantada<br />

por una mujer. En medio <strong>de</strong> la estancia un último cuadro le esperaba. El marco dorado era<br />

idéntico a los anteriores pero el reflejo que se proyectaba en él le estremeció como ninguno<br />

otro: dos piernas <strong>de</strong> su misma altura y forma sujetaban el musculoso torso <strong>de</strong> un toro<br />

sobre el que se erguía una <strong>de</strong>scomunal y cornuda cabeza. Sus cuernos, tan gran<strong>de</strong>s como<br />

la mismísima media luna, imponían más po<strong>de</strong>r que cualquier corona. Cuando se acercó<br />

lentamente para observar con más <strong>de</strong>tenimiento el espejo, un fuerte y caliente vaho empujó<br />

la corona <strong>de</strong> Teseo al suelo. Ninguna imagen podía hacer eso.


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

Millones <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as asaltaron a Teseo antes <strong>de</strong> que sus oídos entendieran las palabras <strong>de</strong>l<br />

animal. Estaba preparado para que la bestia le asaltara, sin embargo, en ningún momento<br />

consi<strong>de</strong>ró que fuera a hablarle. Impávido, bajo el marco dorado, el Minotauro pronunció:<br />

—Asterión, hijo <strong>de</strong> Pasífae y el toro blanco, hermano <strong>de</strong> Androgeo y Ariadna, príncipe<br />

<strong>de</strong> Creta, preferido <strong>de</strong> Poseidón. Minotauro <strong>de</strong>l laberinto. –Hizo una pausa– Teseo, hijo <strong>de</strong><br />

Etra y Egeo, príncipe <strong>de</strong> Atenas, amante <strong>de</strong> Ariadna, preferido <strong>de</strong> Poseidón. Héroe.<br />

No era la primera vez que Creta y Atenas, Teseo y Minotauro, le parecían distinciones<br />

superficiales, distintos nombres para una misma y superior realidad.<br />

—Has venido a mi casa para matarme. Piensas que la situación <strong>de</strong> Atenas es insostenible.<br />

Que el imperio <strong>de</strong> Creta le perjudica incluso a sí misma. Que ser hermana <strong>de</strong>l Minotauro<br />

ensucia el nombre <strong>de</strong> Ariadna. De todo me crees culpable. De mi fuerza, <strong>de</strong> mi hambre,<br />

<strong>de</strong> mi suciedad. Todo esto sé por los pájaros. El mundo olvida que ésta es mi casa,<br />

creen que en ella sólo soy un enjaulado más. Pero nadie pue<strong>de</strong> entrar ni salir <strong>de</strong> aquí tan<br />

fácilmente. Con el hilo <strong>de</strong> Creta también se fabrican re<strong>de</strong>s en las que hombres, peces y pájaros<br />

tropiezan. Los peores laberintos son los que a simple vista no se ven. Hay que volar<br />

muy alto para escapar <strong>de</strong> ellos y <strong>de</strong> mí. Teseo ha entrado pero ¿podrá salir?<br />

Pensó en atacar directamente, pero Teseo se hubiera convertido en Minotauro y Minotauro<br />

en Teseo. Él también era un hombre y tenía palabras.<br />

—Asterión habla. Dice que está en su casa, pero un hogar no escon<strong>de</strong> muertos. Cada<br />

nueve años el Minotauro sustituye las palabras por las garras y catorce jóvenes <strong>de</strong>saparecen.<br />

El príncipe <strong>de</strong> Creta no tiene culpa <strong>de</strong> su nombre, pero <strong>de</strong>biera asumir la responsabilidad<br />

<strong>de</strong> sus actos. Teseo ha entrado no sólo con la espada. Conozco el hilo y la palabra, y<br />

me gustaría salir <strong>de</strong> aquí sólo con su ayuda. Teseo ha entrado, pero ¿podrá salir?<br />

—Asterión, príncipe y Minotauro <strong>de</strong> Creta, no sólo habla.<br />

Por primera vez se giró dándole la espalda a Teseo. Se acercó hasta la pared plateada<br />

que hasta hace un instante tenía tras él y empujándola abrió una puerta. Un jardín repleto<br />

<strong>de</strong> árboles frutales, alumbrado con preciosas lámparas <strong>de</strong> papel, aparecía ante sus ojos.<br />

Más <strong>de</strong> medio centenar <strong>de</strong> personas lo ocupaban.<br />

—Éstos son los muertos <strong>de</strong> Asterión. El laberinto sólo es la puerta <strong>de</strong> mi hogar.<br />

Teseo <strong>de</strong>jó caer su espada. Ante él hombres y mujeres <strong>de</strong> distintas eda<strong>de</strong>s jugueteaban<br />

con una veintena <strong>de</strong> niños que se esparcían por todo el jardín. Al fondo, una construcción<br />

con forma esférica parecía ser el lugar don<strong>de</strong> todos vivían. Sólo una silla quedaba vacía.<br />

Teseo supo que era para él.<br />

—Te quedarás con Asterión y serás para mí tan querido como Ariadna. Elegirás mujer y<br />

tendrás hijos que jugarán conmigo y llenarán mi jardín. Yo os cuidaré y alimentaré y nada<br />

querréis fuera <strong>de</strong> aquí.<br />

25


28<br />

El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

—Te equivocas. Quiero a Ariadna, a Etra y Egeo, a Poseidón. Mis únicas fronteras son<br />

las piedras <strong>de</strong> mi tierra, Atenas, y <strong>de</strong> todo viaje lo mejor es siempre regresar. Nada <strong>de</strong> lo que<br />

<strong>de</strong>seo me pue<strong>de</strong>s ofrecer.<br />

—Entonces ya has elegido. Si al igual que Minos pue<strong>de</strong>s abandonar a Asterión, si como<br />

Egeo pue<strong>de</strong>s herir el corazón <strong>de</strong> un hombre, no mereces estar aquí. Ni tampoco allí. Conocerás<br />

por fin al Minotauro.<br />

Todos los que presenciaban la escena en el jardín, se retiraron rápidamente. Eran su familia<br />

y le conocían. Pero antes <strong>de</strong> usar la espada, Teseo lo intentó por última vez con las palabras:<br />

—Conozco el hilo <strong>de</strong> Creta y sé que con él se hacen re<strong>de</strong>s y laberintos, pero hasta ahora<br />

no sabía que sirviera también para atar familias. La culpa <strong>de</strong> tu rey no es mayor que la<br />

tuya. Habrá madres que esperan a sus hijos, novios que recuerdan a sus novias, hermanos<br />

que sufren por su soledad. En su egoísmo, Asterión olvida que causa el mismo dolor<br />

que sufre, y se convierte en Minotauro. Si les <strong>de</strong>jas elegir y te abandonan, sufrirás. Pero si<br />

no lo haces, <strong>de</strong>jarás tras <strong>de</strong> ti el nombre que te honra. Teseo y Asterión no sólo se parecen<br />

en sus miedos y sufrimientos, pue<strong>de</strong>n ser iguales en su voluntad y <strong>de</strong>seo. Te hicieron bestia<br />

pero tú pue<strong>de</strong>s hacerte hombre, si aceptas la ayuda <strong>de</strong> Teseo.<br />

—Vivo en una isla y sé que Poseidón cuenta los ahogados por cientos, dividiéndolos entre<br />

víctimas y ayudantes <strong>de</strong> las víctimas. Si Teseo <strong>de</strong>sea ayudarme <strong>de</strong>berá <strong>de</strong>mostrar que<br />

su promesa soportará el peso <strong>de</strong> mi necesidad respondiendo a la siguiente pregunta: “Si<br />

el hombre que tengo ante mí llevara por nombre Sísifo y fuera castigado por los dioses a<br />

subir una enorme piedra hasta lo alto <strong>de</strong> una colina y una vez allí estar impedido para retenerla<br />

y recomenzar infinitamente todos los días su labor, lamentándose como aquel que<br />

se pier<strong>de</strong> en un laberinto <strong>de</strong>l que no encuentra la salida, si Sísifo fuera entonces quien se<br />

encuentra ante mí ¿cómo resolvería la cuestión si contara con las herramientas <strong>de</strong> Teseo?”.<br />

Tras pensar unos segundos, el príncipe <strong>de</strong> Atenas contestó:<br />

—Teseo utilizaría el hilo y la espada para finalizar el castigo. En primer lugar ataría la piedra<br />

con mi ma<strong>de</strong>ja anudándola con mi hilo y tiraría <strong>de</strong> ella hasta llegar a la cima. Una vez<br />

allí clavaría mi fuerte espada en el suelo y evitaría con ello que el pedrusco se moviera. Así<br />

podría salir <strong>de</strong>l laberinto impuesto por el eterno retorno <strong>de</strong> mi castigo y regresar a casa.<br />

—Esto esperaba: saber que una vez en la cima Teseo no hablaría con la piedra y que utilizaría<br />

su espada. Cuando las palabras ya se han dicho y los problemas ruedan por el precipicio<br />

<strong>de</strong> la realidad sin llegar nunca a <strong>de</strong>tenerse entonces ha llegado el momento <strong>de</strong> actuar.<br />

Para encontrar el camino hasta el centro, hasta mí, “se necesita saber” pero para salir<br />

<strong>de</strong> él es necesario actuar. Sobre estos dos pilares <strong>de</strong>scansa el gran <strong>de</strong>scubrimiento griego:<br />

la armonía. La importancia <strong>de</strong>l mundo en equilibrio.<br />

Ante él se habían callado, doblegado y asustado, pero hasta ese momento nadie había<br />

superado el miedo con la valentía <strong>de</strong> las palabras, ni había consi<strong>de</strong>rado que en su cuerpo


El hilo <strong>de</strong> Ariadna<br />

existiera, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su terrible fuerza animal, algo <strong>de</strong> entendimiento y sensibilidad específicamente<br />

humana. Imbatible ante las armas, pero no ante las palabras y la firmeza <strong>de</strong> carácter,<br />

las rodillas <strong>de</strong> Asterión se doblaron ante la verdad como las <strong>de</strong> cualquier hombre. Dolorosamente<br />

soportó que dieciséis damas y quince caballeros le abandonaran y se llevaran<br />

a sus hijos. Antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse y sobre su frente Teseo <strong>de</strong>positó su corona mientras le dijo:<br />

—Asterión, príncipe <strong>de</strong> Creta, rey <strong>de</strong>l Laberinto, favorito <strong>de</strong> Poseidón, hermano <strong>de</strong> Ariadna,<br />

amigo <strong>de</strong> Teseo.<br />

Poniéndose <strong>de</strong> nuevo en pie, Asterión le respondió:<br />

—Que la gloria <strong>de</strong> Teseo sea superior a la <strong>de</strong> Asterión. Que mi laberinto siga siendo mi<br />

puerta, que nadie entre sin voluntad <strong>de</strong> morir ni <strong>de</strong> matar. Que el silencio se esparza sobre<br />

esta historia como la noche sobre el laberinto. Que nadie impida que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> estas pare<strong>de</strong>s<br />

pueda ser príncipe y no bestia. Por favor.<br />

Una vez <strong>de</strong> vuelta en el pasillo iluminado, Teseo explicó a todos aquellos que habían <strong>de</strong>cidido<br />

marcharse con él que para salir sólo <strong>de</strong>bían seguir el precioso hilo <strong>de</strong> plata hasta la<br />

puerta. Y así lo hicieron. El sol coronaba nuevamente el cielo <strong>de</strong> Creta. Sólo una vez más<br />

se <strong>de</strong>tuvo el héroe: Cuando cruzó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l misterioso espejo que horas antes no pudo<br />

contemplar. En la chapita dorada, las mismas palabras –“Se <strong>de</strong>be saber”– y sobre ellas por<br />

único reflejo, un alfabeto. Contento y agra<strong>de</strong>cido, reanudó la marcha que duró horas.<br />

El último metro <strong>de</strong>l hilo <strong>de</strong> plata estaba nuevamente entre sus manos. Antes <strong>de</strong> cruzar<br />

el umbral <strong>de</strong>l laberinto pensó en lo que <strong>de</strong>jaba atrás y comprendió que no <strong>de</strong>bía olvidarlo<br />

cuando siguiera a<strong>de</strong>lante. Afuera le esperaba otra sorpresa: en el lugar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que esperaba<br />

divisar la ciudad <strong>de</strong> Creta engalanada para recibir a su nuevo héroe, el joven sólo contempló<br />

a quien portaba el único nombre que amaba más que el <strong>de</strong> héroe. Los brillantes ojos<br />

<strong>de</strong> Ariadna iluminaban la noche.<br />

29


Ahora que ya conoces las extrañas peripecias<br />

<strong>de</strong> Teseo en el laberinto, seguro que, como a<br />

él, te vienen a la cabeza muchos interrogantes.<br />

Seguro que muchos sucesos que ocurren en el<br />

mundo y que ves todos los días en la televisión<br />

o Internet, te colocan, como a nuestro pequeño<br />

héroe, ante dilemas que no sabes resolver.<br />

¿Acaso no es verdad que, mientras leías las<br />

aventuras <strong>de</strong> Teseo, te has imaginado la cara<br />

<strong>de</strong>l Minotauro? Posiblemente, lo que has imaginado<br />

no es precisamente una cara amable,<br />

quizás sea la cara <strong>de</strong> alguna injusticia; o peor,<br />

<strong>de</strong> alguna víctima <strong>de</strong> las guerras o <strong>de</strong> alguna<br />

otra realidad <strong>de</strong>sagradable que no te gustaría<br />

volver a ver. O, tal vez, más bien te has i<strong>de</strong>ntificado<br />

con el Minotauro porque te sientes un<br />

poco perdido, un poco frustrado y encerrado<br />

en tu laberinto particular.<br />

Pues bien, aunque el Minotauro pue<strong>de</strong> tener<br />

todas las caras que tú quieras imaginar,<br />

queremos que conozcas la cara que le ponemos<br />

nosotros. ¿Que cuál es? Nuestro Minotauro<br />

simboliza una situación <strong>de</strong> injusticia que<br />

afecta a la mitad <strong>de</strong> la población <strong>de</strong> nuestro<br />

planeta. Esta mitad <strong>de</strong> la humanidad es aquélla<br />

que vive con menos <strong>de</strong> un euro y medio al<br />

día y que nos reclama la necesidad <strong>de</strong> un<br />

cambio. A<strong>de</strong>más, el Minotauro encarna también<br />

las razones y los porqués <strong>de</strong> que en el<br />

Si es que sí, tira <strong>de</strong> aquí:<br />

www.fpsnavarra.org<br />

mundo exista esta enorme brecha entre los<br />

que más y los que menos tienen. Para que lo<br />

entiendas mejor, la bestia mitad humana/mitad<br />

toro encarna el proceso por el cual hemos llegado<br />

a esta situación <strong>de</strong> <strong>de</strong>sigualdad e injusticia<br />

social, política y económica.<br />

En este mundo en el que todo está interconectado,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la <strong>Fundación</strong> <strong>Paz</strong> y <strong>Solidaridad</strong><br />

<strong>de</strong> <strong>Navarra</strong> queremos acercarte los hilos, como<br />

ése que Ariadna entrega a Teseo, para que<br />

puedas coser aquellas cosas que antes permanecían<br />

separadas entre sí. ¿Para qué? Para<br />

que consigas tener una visión más completa<br />

<strong>de</strong> lo que pasa en el mundo y puedas salir <strong>de</strong>l<br />

laberinto <strong>de</strong> la confusión. Ése es el motivo por<br />

el que hemos enfrentado a Teseo a esos fastidiosos<br />

espejos que le mostraban enigmas que<br />

no alcanzaba a compren<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l todo.<br />

Como no tenemos ninguna duda <strong>de</strong> que te<br />

pica la curiosidad y <strong>de</strong> que estás con Teseo en<br />

que “Se necesita saber”, te retamos a seguir<br />

tirando <strong>de</strong> este hilo y te prometemos que <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> cada espejo, enigma y personaje <strong>de</strong>l<br />

cuento aguardan otras muchas y sorpren<strong>de</strong>ntes<br />

realida<strong>de</strong>s por <strong>de</strong>scubrir, aunque no siempre<br />

sean agradables.<br />

Ahora bien… ¿Eres tan valiente como para<br />

seguir tirando <strong>de</strong>l hilo?<br />

<strong>Paz</strong> y <strong>Solidaridad</strong> <strong>de</strong> <strong>Navarra</strong><br />

somos una organización no gubernamental <strong>de</strong>dicada a la cooperación para el <strong>de</strong>sarrollo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!