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CEA SAN FRANCISCO CALAHORRA<br />
El Mariquelo es un personaje popular de la ciudad de Salamanca.<br />
Cada año, el 31 de octubre, cumple con la antigua tradición de subir por la<br />
torre de la catedral nueva de esta ciudad. En su ascenso, sobre las<br />
balaustradas que hay a distintas alturas, va dando gracias o haciendo<br />
peticiones a Dios.<br />
Los primeros tramos del camino los recorre por dentro de la torre<br />
de la Catedral, y se le puede ver cuando se asoma por la puerta del reloj de<br />
la torre. Allí hace sonar la campana del reloj, que solamente se puede tañer<br />
tocándola con la mano. Desde ahí comienza su último tramo, escalando la<br />
torre por fuera, por unos escalones exteriores que solamente son unas<br />
Palabra 14<br />
Montse Varea<br />
Grupo Ortografía<br />
varillas de hierro. Sube hasta el cupulín y, agarrándose únicamente a las piedras, lo bordea<br />
y da fe de que todo sigue en buen estado. Continúa el ascenso hasta la veleta y allí, en lo<br />
alto de la catedral, toca la gaita y el tamboril durante un cuarto de hora. Y así finaliza este<br />
acto, acompañado por los curiosos que hay contemplándole en la Plaza<br />
de Anaya y en las calles adyacentes.<br />
El Mariquelo va vestido con el traje típico charro y lleva<br />
consigo los instrumentos musicales representativos de la ciudad: el<br />
tamboril y la gaita. También lleva una cesta con una paloma dentro, a<br />
la que pone en libertad en uno de los últimos tramos de su subida.<br />
Hace unos años, en el 2009, el Mariquelo explicó que el<br />
Cabildo de la catedral le había prohibido subir hasta la bola y la<br />
veleta de la torre como en años anteriores donde, por tradición,<br />
subía desde el año 1755 un descendiente de los Mariquelos, una<br />
familia que vivía en la catedral y eran los encargados de tocar las<br />
campanas.<br />
Esta tradición se cumple por voluntad de un cabildo que hubo<br />
en la catedral para dar gracias a Dios porque en el terremoto de Lisboa de 1955, que llegó<br />
hasta la ciudad de Salamanca, no hubo víctimas entre los salmantinos. Estos, creyendo que<br />
el movimiento sísmico era el fin del mundo, se refugiaron en la catedral de la ciudad para<br />
salvar sus vidas o, en el caso contrario, ir directamente al cielo.