Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión
Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión
180 MIL MESETAS dos términos se reterritorializa en el otro. Por tanto, no hay que confundir la reterritorialización con el retomo a una territorialidad primitiva o más antigua: la reterritorialización implica, forzosamente, un conjunto de artificios por los que un elemento, a su vez desterritorializado, sirve de nueva territoriaüdad al otro que también ha perdido la suya. De ahí todo un sistema de reterritoriaHzaciones horizontales y complementarias, entre la mano y la herramienta, la boca y el seno, el rostro y el paisaje. —2° teorema: De dos elementos o movimiento de desterritorialización, el más rápido no es forzosamente el más intenso o el más desterritorializado. No hay que confundir la intensidad de desterritorialización con la velocidad de movimiento o de desarrollo. Por tanto, el más rápido conecta su intensidad con la intensidad del más lento, la cual, en tanto que intensidad, no le sucede, sino que actúa simultáneamente sobre otro estrato o sobre otro plano. Así, la relación seno-boca se orienta ya en función de un plano de rostridad. —3" teorema: Se puede, incluso, concluir que el menos desterritorializado se reterritoriaUza en el más desterritorializado. Se establece así un segundo sistema de reterritoriaUzaciones, vertical, de abajo arriba. En ese sentido, no sólo la boca, sino el seno, la mano, el cuerpo en su totalidad, y hasta la herramienta, están "rostrificados". Como regla general, las desterritorializaciones relativas (transcodificación) se reterritorializan en una desterritorialización absoluta en tal o cual aspecto (sobrecodificación). Ahora bien, hemos visto que la desterritorialización de la cabeza en rostro era absoluta, aunque siguiese siendo negativa, en la medida en que pasaba de im estrato a otro, del estrato de organismo a los de significancia o subjetivación. La mano, el seno se reterritoriaHzan en el rostro, en el paisaje: están rostrificados y a la vez paisajizados. Incluso un objeto de uso será rostrificado: de ima casa, de un utensüio o de un objeto, de una ropa, etc., diríase que me miran, y no porque se parezcan a un rostro, sino porque están atrapados en el proceso pared blancaagujero negro, porque se conectan con la máquina abstracta de rostrificación. El primer plano cinematográfico no sólo tiene por objeto un rostro o un elemento de rostro, sino también un cuchillo, una taza, un reloj, un hervidor; en Griffith, por ejemplo, el hervidor me mira. ¿No sería, pues, lógico decir que existen primeros planos de novela, como cuando Dickens escribe la primera frase del Grillo del hogar: "¿El hervidor comenzó...?" ^. Y de pintura, en la que una naturaleza muerta deviene interiormente un rostro-paisaje, en la que un utensüio, una taza sobre el mantel, ima tetera, están rostrificados en Bormard, en Vuülard. —4° teorema: La máquma abstracta no se efectúa, pues, únicamente, en rostros que produce, smo también, y en grados diversos, en partes del cuerpo, ropas, objetos que eUa rostrifica según un orden de razones (no según una organización de semejanza). En efecto, la cuestión fundamental sigue siendo: ¿cuándo aparece la máquina abstracta de rostridad? ¿Cuándo se desencadena? Veamos unos ejemplos muy simples: el poder matemo que pasa por el rostro de la madre en el curso del amamantamiento, el poder pasional que pasa por el rostro del amado, incluso en las caricias; el poder político que pasa por el rostro del jefe, banderolas, iconos y fotos, incluso en las acciones de masa; el poder del cine que pasa por el rostro de la estreUa y por el primer plano; el poder de la tele... En todos estos casos, el rostro AÑO CERO - ROSTRIDAD 181 no actúa como individual, la individuación es el resultado de la necesidad de que haya rostro. Lo que cuenta no es la individuaüdad del rostro, sino la eficacia del cifrado que permite reaüzar, y en qué casos. No es una cuestión de ideología, sino de economía y de organización de poder. Por supuesto, nosotros no decimos que el rostro, la potencia del rostro, engendre el poder y lo expüque. Por el contrario, ciertos agenciamientos de poder tienen necesidad de producir rostro, otros no. Si consideramos las sociedades primitivas, vemos que en eüas pocas cosas pasan por el rostro: su semiótica es no significante, no subjetiva, esencialmente colectiva, polívoca y corporal, utiüzando formas y sustancias de expresión muy diversas. La poüvocidad pasa por los cuerpos, sus volúmenes, sus cavidades internas, sus conexiones y coordenadas extemas variables (territoriaüdades). Un fragmento de semiótica manual, una secuencia manual se coordina sin subordüiación ni unificación con una secuencia oral, cutánea, o rítmica, etc. Lizot muestra, por ejemplo, cómo en esas sociedades "la disociación entre el deber, el rito y la vida cotidiana es casi perfecta (...), extraña, inconcebible para nuestros espíritus": en un comportamiento de duelo, mientras que unos dicen chistes obscenos, otros Uoran; o bien un indio deja brascamente de Uorar y se pone a reparar su flauta; o bien todo el mundo se duerme ^. Y lo mismo ocurre con el incesto: no hay prohibición del incesto, hay secuencias mcestuosas que se conectan con secuencias de prohibición según tales o tales coordenadas. Las pinturas, los tatoajes, las marcas en la piel se adaptan a la multidimensionaüdad de los cuerpos. Incluso las máscaras, más que realzar un rostro, aseguran la pertenencia de la cabeza al cuerpo. Sin duda, se producen profundos movimientos de desterritoriaüzación, que trastocarán las coordenadas del cuerpo y esbozan agenciamientos particulares de poder, aunque, sin embargo, poniendo el cuerpo en conexión, no con la rostridad, sino con devenires animales, especialmente con la ayuda de drogas. Pero no hay realmente menos espkituaüdad: pues los devenires animales se basan en un Espíritu animal, espíritujaguar, espíritu-pájaro, espíritu-ocelote, espíritu-tucán, que toman posesión del interior del cuerpo, penetran en sus cavidades, Uenan volúmenes, en lugar de hacerle un rostro. Los casos de posesión expresan una relación directa de las Voces con el cuerpo, no con el rostro. Las organizaciones de poder del chamán, del guerrero, del cazador, fragües y precarias, son tanto más espirituales cuanto que pasan por la corporeidad, la animaüdad, la vegetabüidad. Cuando decíamos que la cabeza humana pertenece todavía al estrato de organismo, evidentemente no negábamos la existencia de una cultura y de una sociedad, tan sólo queríamos deck que los códigos de esas culturas y de esas sociedades se basan en los cuerpos, en la pertenencia de las cabezas a los cuerpos, en la capacidad del sistema cuerpo-cabeza para devenir, para recibir almas, recibirlas como amigas y rechazar las enemigas. Los "primitivos" pueden tener las cabezas más humanas, más beüas y más espirituales, pero no tienen rostro y no tienen necesidad de él. Y eso por una razón muy sünple. El rostro no es uiüversal. Ni siquiera es el del hombre blanco. El rostro es el propio Hombre blanco, con sus anchas mejülas blancas y el agujero negro de los ojos. El rostro es Cristo. El rostro es el Europeo tipo, ese que Ezra Pound Uamaba el hombre sensual cualquiera, en resumen, el Erotómano ordinario (los psiquiatras del siglo XIX tenían razón cuando decían
182 MIL MESETAS que la erotomania, al contrario que la ninfomam'a, a menudo, permanecía pura y casta; precisamente porque pasa por el rostro y la rostrificación). No universal, sino facies totius universi. Jesucristo superestar: inventa la rostrificación de todo el cuerpo y la transmite por todas partes (la Pasión de Juana de Arco, en primer plano). El rostro es, pues, una idea de una naturaleza muy particular, lo que no le impide haber adquirido y ejercido una fiinción mucho más general. Una fimción de biunivocización, de binarización. Esa fimción presenta dos aspectos: la máquina abstracta de rostridad, tal como está compuesta por agujero negro-pared blanca, ñinciona de dos maneras una de las cuales concierne a las unidades o elementos, la otra a las opciones. Según el primer aspecto, el agujero negro actúa como un ordenador central. Cristo, tercer ojo, que se desplaza sobre la pared o la pantalla blanca como superficie general de' referencia. Cualquiera que sea el contenido que se le dé, la máquina va a proceder a la constitución de una unidad de rostro, de un rostro elemental en relación biumVoca con otro: es un hombre o una mujer, im rico o un pobre, un adulto o un niño, un jefe o un subordinado, "un x o un y". El desplazamiento del agujero negro sobre la pantalla, el recorrido del tercer ojo sobre la superficie de referencia constituye otras tantas dicotomías o arborescencias, como máquinas de cuatro ojos qUe son rostros elementales unidos de dos en dos. Rostro de maestra y de alumno, de padre y de hijo, de obrero y de patrón, de policía y de ciudadano, de acusado y de juez ("el juez tenía un aspecto severo, tenía la mirada perdida..."): los rostros concretos individuados se producen y se transforman en tomo a esas unidades, a esas combinaciones de unidades, como ese rostro de niño rico en el que ya se puede discernir la vocación militar, la nuca de cadete de Saint Cyr. Más que poseer un rostro, nos introducimos en él. Según el otro aspecto, la máquina abstracta de rostridad desempeña un papel de respuesta selectiva o de opción: dado un rostro concreto, la máquina juzga si pasa o no pasa, si se ajusta o no se ajusta, según las unidades de rostros elementales. La relación binaria es, en este caso, del tipo "si-no". El ojo vacío del agujero negro absorbe o rechaza, como un déspota medio chocho sigue haciendo un signo de asentimiento o de rechazo. Tal rostro de maestra está lleno de tics y refleja una ansiedad que hace que "eso ya no funcione". Un acusado, un subordinado, manifiestan una sumisión tan afectada que deviene insolencia. O bien: demasiado educado para ser honesto. Tal rostro no es ni el de un hombre ni el de una mujer. O también, no es rü un pobre ni im rico, ¿no será un desclasado que ha perdido su fortuna? La máquma rechaza continuamente los rostros inadecuados o los gestos equívocos. Pero sólo a tal nivel de elección. Pues sucesivamente habrá que producir variaciones-tipo de desviación para todo lo que escapa a las relaciones biunívocas, e instaurar relaciones binarias entre lo que es aceptado en una primera opción y lo que sólo es tolerado en una segunda, en una tercera, etc. La pared blanca no cesa de crecer, al mismo tiempo que el agujero negro funciona varias veces. La maestra se ha vuelto loca; pero la locura es un rostro adecuado de enésima opción (no la última, sin embargo, puesto que todavía hay rostros de locos que no se ajustan a la locura tal como se supone que debe ser). ¡Ah, no es ni un hombre ni una mujer, es un travestì!: la relación binaria se establece entre el "no" de la primera categoría y un "sí" de la categoría siguiente, que puede señalar tanto una toleran- AÑO CERO - ROSTRIDAD 183 eia bajo ciertas condiciones como indicar un enemigo al que hay que derrotar a cualquier precio. De todas formas te han reconocido, la máquina abstracta te ha inscrito en el conjunto de su cuadriculado. Vemos perfectamente que, en su nuevo papel de detección de las desviaciones, la máquina de rostridad no se contenta con casos individuales, sino que procede tan generaknente como en su primer papel de ordenar normaüdades. Si el rostro es Cristo, es decir, el Hombre blanco medio-cualquiera, las primeras desviaciones, las primeras variaciones-tipo son raciales: hombre amarillo, hombre negro, hombres de segunda o tercera categoría. También ellos serán inscritos sobre la pared, distribtiidos por el agujero. Deben ser cristiardzados, es decir, rostrificados. El racismo europeo como pretensión del hombre blanco nunca ha procedido por exclusión, ni asignación de alguien designado como Otro: más bien sería en las sociedades primitivas donde se percibe al extranjero como "otro" El racismo procede por determinación de las variaciones de desviación, en función del rostro Hombre blanco que pretende integrar en ondas cada vez más excéntricas y retrasadas los rasgos madecuados, unas veces para tolerarlos en tal lugar y en tales condiciones, en tal ghetto, otras para borrarlos de la pared, que nunca soporta la alteridad (es un judío, es un árabe, es un negro, es un loco... etc). Desde el punto de vista del racismo, no hay exterior, no hay personas de afuera, sino únicamente personas que deberían ser como nosotros, y cuyo crimen es no serlo. El corte ya no pasa entre un adentro y un afuera, sino en el interior de las cadenas significantes simultáneas y de las opciones subjetivas sucesivas. El racismo jamás detecta las partículas de lo otro, propaga las ondas de lo mismo hasta la extinción de lo que no se deja identificar (o que sólo se deja identificar a partir de tal o tal variación). Su crueldad sólo es equiparable a su incompetencia o su ingenuidad. De una manera más Ubre, la pintura ha utilizado todos los recursos del Cristorostro. La máquma abstracta de rostridad, pared blanca-agujero negro, los ha utilizado en todos los sentidos para producir con el rostro de Cristo todas las unidades de rostro, pero también todas las variaciones de desviación. De la Edad Media al Renacimiento, se produce una gran exaltación en la pintura a este respecto, algo así como una libertad desenfrenada. Cristo no sólo preside la rostrificación de todo el cuerpo (su propio cuerpo), la paisajización de todos los medios (sus propios medios), sino que compone todos los rostros elementales, y utiliza todas las variaciones: Cristo contorsionista. Cristo manierista homosexual. Cristo negro, o cuando menos Virgen negra fuera de la pared. A través del código catóüco, el Henzo se puebla de las mayores locuras. Pongamos un tínico ejemplo entre otros muchos: sobre fondo blanco de paisaje, y agujero azul-negro del cielo. Cristo Cmcificado, devenido máquina cometa, envía mediante rayos estigmas a San Francisco; los estigmas efectúan la rostrificación del cuerpo del santo, a imagen del de Cristo; pero también los rayos que aportan los estigmas al santo son los hüos mediante los cuales éste mueve el cometa divino. Bajo el signo de la cruz se ha logrado pulverizar el rostro en todos los sentidos, y los procesos de rostrificación. La teoría de la información parte de un conjunto homogéneo de mensajes significantes, construidos de antemano, que ya están incluidos como elementos en relaciones biunívocas, o cuyos elementos están organizados de un mensaje al otro
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dos términos se reterritorializa en el otro. Por tanto, no hay que confundir la reterritorialización<br />
con el retomo a una territorialidad primitiva o más antigua: la reterritorialización<br />
implica, forzosamente, un conjunto de artificios por los que un<br />
elemento, a su vez desterritorializado, sirve de nueva territoriaüdad al otro que<br />
también ha perdido la suya. De ahí todo un sistema de reterritoriaHzaciones horizontales<br />
y complementarias, entre la mano y la herramienta, la boca y el seno, el<br />
rostro y el paisaje. —2° teorema: De dos elementos o movimiento de desterritorialización,<br />
el más rápido no es forzosamente el más intenso o el más desterritorializado.<br />
No hay que confundir la intensidad de desterritorialización con la velocidad<br />
de movimiento o de desarrollo. Por tanto, el más rápido conecta su intensidad con<br />
la intensidad del más lento, la cual, en tanto que intensidad, no le sucede, sino que<br />
actúa simultáneamente sobre otro estrato o sobre otro plano. Así, la relación<br />
seno-boca se orienta ya en función de un plano de rostridad. —3" teorema: Se<br />
puede, incluso, concluir que el menos desterritorializado se reterritoriaUza en el<br />
más desterritorializado. Se establece así un segundo sistema de reterritoriaUzaciones,<br />
vertical, de abajo arriba. En ese sentido, no sólo la boca, sino el seno, la<br />
mano, el cuerpo en su totalidad, y hasta la herramienta, están "rostrificados".<br />
Como regla general, las desterritorializaciones relativas (transcodificación) se reterritorializan<br />
en una desterritorialización absoluta en tal o cual aspecto (sobrecodificación).<br />
Ahora bien, hemos visto que la desterritorialización de la cabeza en rostro<br />
era absoluta, aunque siguiese siendo negativa, en la medida en que pasaba de<br />
im estrato a otro, del estrato de organismo a los de significancia o subjetivación.<br />
La mano, el seno se reterritoriaHzan en el rostro, en el paisaje: están rostrificados<br />
y a la vez paisajizados. Incluso un objeto de uso será rostrificado: de ima casa, de<br />
un utensüio o de un objeto, de una ropa, etc., diríase que me miran, y no porque<br />
se parezcan a un rostro, sino porque están atrapados en el proceso pared blancaagujero<br />
negro, porque se conectan con la máquina abstracta de rostrificación. El<br />
primer plano cinematográfico no sólo tiene por objeto un rostro o un elemento de<br />
rostro, sino también un cuchillo, una taza, un reloj, un hervidor; en Griffith, por<br />
ejemplo, el hervidor me mira. ¿No sería, pues, lógico decir que existen primeros<br />
planos de novela, como cuando Dickens escribe la primera frase del Grillo del hogar:<br />
"¿El hervidor comenzó...?" ^. Y de pintura, en la que una naturaleza muerta<br />
deviene interiormente un rostro-paisaje, en la que un utensüio, una taza sobre el<br />
mantel, ima tetera, están rostrificados en Bormard, en Vuülard. —4° teorema: La<br />
máquma abstracta no se efectúa, pues, únicamente, en rostros que produce, smo<br />
también, y en grados diversos, en partes del cuerpo, ropas, objetos que eUa rostrifica<br />
según un orden de razones (no según una organización de semejanza).<br />
En efecto, la cuestión fundamental sigue siendo: ¿cuándo aparece la máquina<br />
abstracta de rostridad? ¿Cuándo se desencadena? Veamos unos ejemplos muy<br />
simples: el poder matemo que pasa por el rostro de la madre en el curso del amamantamiento,<br />
el poder pasional que pasa por el rostro del amado, incluso en las<br />
caricias; el poder político que pasa por el rostro del jefe, banderolas, iconos y fotos,<br />
incluso en las acciones de masa; el poder del cine que pasa por el rostro de la<br />
estreUa y por el primer plano; el poder de la tele... En todos estos casos, el rostro<br />
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no actúa como individual, la individuación es el resultado de la necesidad de que<br />
haya rostro. Lo que cuenta no es la individuaüdad del rostro, sino la eficacia del<br />
cifrado que permite reaüzar, y en qué casos. No es una cuestión de ideología, sino<br />
de economía y de organización de poder. Por supuesto, nosotros no decimos que<br />
el rostro, la potencia del rostro, engendre el poder y lo expüque. Por el contrario,<br />
ciertos agenciamientos de poder tienen necesidad de producir rostro, otros no. Si<br />
consideramos las sociedades primitivas, vemos que en eüas pocas cosas pasan por<br />
el rostro: su semiótica es no significante, no subjetiva, esencialmente colectiva,<br />
polívoca y corporal, utiüzando formas y sustancias de expresión muy diversas.<br />
La poüvocidad pasa por los cuerpos, sus volúmenes, sus cavidades internas, sus<br />
conexiones y coordenadas extemas variables (territoriaüdades). Un fragmento de<br />
semiótica manual, una secuencia manual se coordina sin subordüiación ni unificación<br />
con una secuencia oral, cutánea, o rítmica, etc. Lizot muestra, por ejemplo,<br />
cómo en esas sociedades "la disociación entre el deber, el rito y la vida cotidiana<br />
es casi perfecta (...), extraña, inconcebible para nuestros espíritus": en un comportamiento<br />
de duelo, mientras que unos dicen chistes obscenos, otros Uoran; o bien<br />
un indio deja brascamente de Uorar y se pone a reparar su flauta; o bien todo el<br />
mundo se duerme ^. Y lo mismo ocurre con el incesto: no hay prohibición del incesto,<br />
hay secuencias mcestuosas que se conectan con secuencias de prohibición<br />
según tales o tales coordenadas. Las pinturas, los tatoajes, las marcas en la piel se<br />
adaptan a la multidimensionaüdad de los cuerpos. Incluso las máscaras, más que<br />
realzar un rostro, aseguran la pertenencia de la cabeza al cuerpo. Sin duda, se producen<br />
profundos movimientos de desterritoriaüzación, que trastocarán las coordenadas<br />
del cuerpo y esbozan agenciamientos particulares de poder, aunque, sin embargo,<br />
poniendo el cuerpo en conexión, no con la rostridad, sino con devenires<br />
animales, especialmente con la ayuda de drogas. Pero no hay realmente menos espkituaüdad:<br />
pues los devenires animales se basan en un Espíritu animal, espíritujaguar,<br />
espíritu-pájaro, espíritu-ocelote, espíritu-tucán, que toman posesión del<br />
interior del cuerpo, penetran en sus cavidades, Uenan volúmenes, en lugar de hacerle<br />
un rostro. Los casos de posesión expresan una relación directa de las Voces<br />
con el cuerpo, no con el rostro. Las organizaciones de poder del chamán, del guerrero,<br />
del cazador, fragües y precarias, son tanto más espirituales cuanto que pasan<br />
por la corporeidad, la animaüdad, la vegetabüidad. Cuando decíamos que la<br />
cabeza humana pertenece todavía al estrato de organismo, evidentemente no negábamos<br />
la existencia de una cultura y de una sociedad, tan sólo queríamos deck<br />
que los códigos de esas culturas y de esas sociedades se basan en los cuerpos, en la<br />
pertenencia de las cabezas a los cuerpos, en la capacidad del sistema cuerpo-cabeza<br />
para devenir, para recibir almas, recibirlas como amigas y rechazar las enemigas.<br />
Los "primitivos" pueden tener las cabezas más humanas, más beüas y más espirituales,<br />
pero no tienen rostro y no tienen necesidad de él.<br />
Y eso por una razón muy sünple. El rostro no es uiüversal. Ni siquiera es el del<br />
hombre blanco. El rostro es el propio Hombre blanco, con sus anchas mejülas<br />
blancas y el agujero negro de los ojos. El rostro es Cristo. El rostro es el Europeo<br />
tipo, ese que Ezra Pound Uamaba el hombre sensual cualquiera, en resumen, el<br />
Erotómano ordinario (los psiquiatras del siglo XIX tenían razón cuando decían