Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión
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132 MIL MESETAS ción significante-significado, sino un sujeto de enunciación, que deriva del punto de subjetivación, y un sujeto de enunciado, en una relación a su vez determinable con el primer sujeto; ya no hay circularidad del signo al signo, sino un proceso hneal en el que el signo se precipita a través de los sujetos. Consideremos tres dominios diversos: 1) Los judíos por oposición a los imperios: Dios apartando su rostro, devenido punto de subjetivación para el trazado de una línea de fiiga o de desterritoriahzación; Moisés como sujeto de enunciación, que se constituye a partir de las tablas de Dios que sustituyen al rostro; el pueblo judío, constituyendo el sujeto de enunciado, para la traición, pero también para la nueva tierra, formando una afianza o un "proceso" lineal que siempre hay que reiniciar, en lugar de una expansión chcular. 2) La llamada filosofía moderna, o cristiana; Descartes por oposición a la filosofía antigua: la idea de infinito como primera, punto de subjetivación absolutamente necesario; el Cogito, la conciencia, el "Yo pienso", como sujeto de enunciación que refleja su propio uso, y que sólo se concibe según una hnea de desterritoriaUzación representada por la duda metódica; el sujeto de enunciado, la unión del afina y del cuerpo o el sentimiento, que serán garantizados de manera compleja por el cogito, y que efectúan las reterritoriahzaciones necesarias. El cogito, siempre a recomenzar como un proceso, con la posibüidad de traición que lo acecha. Dios embustero y Genio mafigno. Cuando Descartes dice: puedo inferir "pienso luego existo", pero no puedo hacerlo para "me paseo luego existo", está estableciendo la distinción entre los dos sujetos (lo que los actuales lingüistas, que continúan siendo cartesianos, Uaman shifter, sin perjuicio de volver a encontrar en el segundo la hueUa del primero). 3) La psiquiatría del siglo XIX: la monomam'a separada de la manía; el defirió subjetivo aislado de los delirios ideales; la "posesión" sustituyendo a la brujería; la lenta aparición de los delirios pasionales, que se distinguen de la paranoia... El esquema del delirio pasional, según Clerambault, es el siguiente: el Postulado como punto de subjetivación (£/me ama); el OrguUo como tonafidad del sujeto de enunciación (persecución delirante del ser amado); el Despecho, el Rencor (como efecto de la recaída en el sujeto de enunciado). El delirio pasional es un verdadero cogito. En este ejemplo de la erotomania, como en el de los celos o en el de la fitigancia, Clerambault insiste mucho en lo siguiente: el signo debe ir hasta el final de un segmento o proceso lineal antes de recomenzar otro, mientras que en el delirio paranoico los signos no cesan de formar una red que se desarroUa en todos los sentidos y se reorganiza. De igual modo, el cogito sigue un proceso temporal lineal que debe ser recomenzado. La historia de los judíos estaba marcada por catástrofes en cada una de las cuales subsistían los supervivientes suficientes para recomenzar un nuevo proceso. El conjunto de un proceso está habituahnente caracterizado por lo siguiente: se emplea el plural en la medida en que hay movimiento hneal, pero aparece un retraimiento hacia el Singular desde que un reposo, una pausa fijan el final de un movimiento, antes de que otro recomience Segmentaridad fundamental: hace falta que un proceso haya finalizado (y que su final esté indicado) para que otro comience, para que otro pueda comenzar. La hnea pasional del régimen postsignificante tiene su origen en el punto de SOBRE ALGUNOS REGÍMENES DE SIGNOS 133 subjetivación. Este puede ser cualquier cosa. Basta con que a partir de ese punto podamos encontrar los rasgos característicos de la semiótica subjetiva: la doble desviación, la traición, la existencia condicionada. El alimento desempeña ese papel para el anoréxico (el anoréxico no afronta la muerte, pero se salva traicionando al alimento, aunque el alimento no es menos traidor, sospechoso de contener larvas, gusanos y microbios). Un vestido, una prenda interior, un zapato son puntos de subjetivación para un fetichista. Un rasgo de rostridad lo es para un enamorado, pero la rostridad ha cambiado de sentido, deja de ser el cuerpo de un significante para devenir el punto de partida de una desterritorialización que hace huh todo el resto. Una cosa, un animal pueden servir. Hay cógitos en cualquier cosa. "Dos ojos muy separados, una cabeza taUada en cuarzo, una cadera que parecía dotada de vida personal (...), cada vez que la beUeza deviene kresistible puede reduchrse a una cuaüdad única": punto de subjetivación en el üiicio de una línea pasional Es más, varios puntos coexisten para un individuo o un grupo determmado siempre comprometidos en varios procesos hneales distintos, no siempre compatibles. Las diversas formas de educación o de "normalización" knpuestas a un individuo coexisten hasta hacerle cambiar de punto de subjetivación, cada vez más elevado, cada vez más noble, cada vez más conforme a un supuesto ideal. Luego, del punto de subjetivación deriva el sujeto de enunciación, en función de una reahdad^^lSñtáT determinada por ese punto. Y del sujeto de enimciación deriva a su vez un sujeto de enunciado, es decir, un sujeto atrapado en enunciados conformes a una reahdad dominante (de la que la reaUdad mental de hace un momento sólo es una parte, mcluso cuando parece oponerse a ella). Así pues, lo fundamental, lo que convierte a la línea pasional postsignificante en una línea de subjetivación o de sujeción es la constitución, el desdoblamiento de los dos sujetos, el plegamiento de imo sobre otro, del sujeto de enunciación sobre el sujeto de enunciado (lo que los hngüistas reconocen cuando hablan de una "huella del proceso de enunciación en el enunciado"). La significancia efectuaría una uniformización sustancial de la enunciación, pero la subjetividad efectúa ahora una individuación, colectiva o particular. Como se suele decir, la sustancia ha devenido sujeto. El sujeto de enunciación se pliega al sujeto de enunciado, sin perjuicio de que éste vuelva a proporcionar a su vez sujeto de enunciación para otro proceso. El sujeto del enunciado ha devenido el "repficante" del sujeto de enunciación, bajo una especie de ecolaha reductora, en una relación biunivoca. Esta relación, este plegamiento, es también la de la reahdad mental sobre la reahdad dominante. Siempre se recurre a una reaüdad dominante que funciona internamente (ya era así en el Antiguo Testamento; o bien en la Reforma, con el comercio y el capitalismo). Ya no hay necesidad de un centro transcendente de poder, sino más bien de un poder mmanente que se confunde con lo "real", y que procede por normalización. Lo que supone una extraña invención: como si el sujeto desdoblado fuera, bajo una de sus formas, causa de los enunciados de los que él mismo forma parte bajo la otra de sus formas. Es la paradoja del legislador-sujeto, que sustituye al déspota significante: cuanto más obedeces a los enunciados de la reahdad dominante, más dominas como sujeto de enunciación en la reahdad mental, pues finalmente sólo te obedeces a tí mismo, ¡a tí es a quien obedeces! De todos modos, tú eres el que
134 MIL MESETAS dominas, en tanto que ser racional... Se ha inventado una nueva forma de esclavitud, ser esclavo de sí mismo, o la pura "razón", el Cogito. ¿Hay algo más pasional que la razón pura? ¿Hay una pasión más fría y más extrema, más interesada, que el Cogito? Althusser ha puesto perfectamente de manifiesto esta constitución de los individuos sociales en sujetos: la llama interpelación ("¡eh, usted, el de aUí!"), llama Sujeto absoluto al punto de subjetivación, anaHza "el redoblamiento especular" de los sujetos, y emplea para su demostración el ejemplo de Dios, de Moisés y del pueblo judío Algunos lingüistas como Benveniste han elaborado una curiosa personología lingüística, muy próxima del Cogito: el Tú, que sin duda puede designar la persona a la que uno se dirige, pero todavía más un punto de subjetivación a partir del cual cada uno se constituye como sujeto; el Yo como sujeto de enunciación, que designa la persona que enuncia y reflexiona su propio uso en el enunciado ("signo vacío no referencial"), tal como aparece en proposiciones de tipo "yo creo, yo supongo, yo pienso..."; por último, el yo como sujeto de enunciado, que indica un estado que siempre podría ser sustituido por un El ("sufro, camino, respiro, siento...") No obstante, no se trata de una operación lingüística, puesto que un sujeto nunca es condición de lenguaje rü causa de enunciado: no hay sujeto, sino únicamente agenciamientos colectivos de enunciación, y la subjetivación sólo es uno de ellos, que como tal designa una formalización de la expresión o un réghnen de signos, no una condición interna del lenguaje. Tampoco se trata, como dice Althusser, de un movimiento que caracteriza a la ideología: la subjetivación como régimen de signos o forma de expresión remite a un agenciamiento, es decir, a una organización de poder que ya funciona plenamente en la economía, y que no se superpondría a contenidos o a relaciones de contenidos determinados como reales en última instancia. El capital es un punto de subjetivación por excelencia. Cogito psicoanahtico: el psicoanáUsis se presenta como punto de subjetivación ideal, que va a hacer abandonar al paciente sus antiguos puntos llamados neuróticos. El paciente será parcialmente sujeto de enunciación en todo lo que dice al psicoanaMsta, y en las condiciones mentales artificiales de la sesión: también será llamado "psicoanalizante". Pero, en todo lo que dice o hace fuera de esa situación, es sujeto de enunciado, eternamente psicoanalizado, de proceso lineal en proceso lineal, sin perjuicio de cambiar de psicoanalista, tanto más sumiso a la normalización de una realidad dominante. En ese sentido, el psicoanáUsis, en su semiótica mixta, participa plenamente de ima línea de subjetivación. El psicoanaüsta ya ni siquiera tiene necesidad de hablar, el psicoanalizante se encarga de la interpretación; en cuanto al psicoanaUzado, es un sujeto tanto mejor cuanto que piensa en "su" próxima sesión, o en la precedente, en segmentos. Así como el régimen paranoico tenía dos ejes, por un lado el signo que remite al signo (y por eso mismo significante), por otro el significante que remite al significado, el régimen pasional, la línea de subjetivación, también tiene sus dos ejes, sintagmático y paradigmático: el primero, acabamos de verlo, es la conciencia. La conciencia como pasión es precisamente ese desdoblamiento de los dos sujetos, en sujeto de enunciación y sujeto de enunciado, y el plegamiento de uno sobre otro. SOBRE ALGUNOS REGÍMENES DE SIGNOS 135 La segunda forma de subjetivación es el amor como pasión, el amor-pasión, otro tipo de doble, de desdoblamiento y de plegamiento. Una vez más, un punto de subjetivación variable va a servir para la distribución de dos sujetos que van a desviar su rostro en la misma medida en que cada uno lo ofrecerá al otro, y que seguirán una línea de fuga, una línea de desterritoriaUzación que los acerca y los separa para siempre. Pero todo cambia: hay un lado céUbe de la conciencia que se desdobla, hay una pareja del amor pasional que ya no tiene necesidad de conciencia ni de razón. Y sia embargo, es el mismo régimen, incluso en la traición, e incluso si la traición es asegurada por un tercero. Adán y Eva, la mujer de Caín (de la que la BibUa debería hablar más). Ricardo HI el traidor acaba en la conciencia que le aporta el sueño, pero ha pasado por el extraño cara a cara con lady Ana, de dos rostros que se evitan aún a sabiendas de que están destmados el uno al otro según la misma Hnea que, sin embargo, va a separarlos. El amor más leal y más tierno, o más mtenso, distribuye un sujeto de enunciación y un sujeto de enunciado que no cesan de intercambiarse, en la dulzura de ser uno mismo un simple enunciado en la boca del otro, y que el otro sea una simple enunciación en la mía. Pero siempre hay un traidor que acecha. ¿Qué amor no será traicionado? ¿Qué cogito no tiene su genio maUgno, ese traidor del que no puede desembarazarse? "Tristán... Isolda... Isolda... Tristán...": el grito de los dos sujetos pasa así por toda la escala de intensidades, hasta Uegar a la cumbre de una conciencia asfixiante, mienttas que el navio sigue la línea de las aguas, de la muerte y del insconsciente, de la fraición, la línea de melodía continua. El amor pasional es un cogito a dúo, de la misma manera que el cogito es una pasión para uno solo. En el cogito hay una pareja potencial, de la misma manera que en el amor-pasión hay el desdoblamiento de un único sujeto virtual. Klossowski ha logrado obtener las más extrañas figuras de esta complementaridad entre un pensamiento demasiado intenso y una pareja demasiado febril. La línea de subjetivación está, pues, totaUnente ocupada por el Doble, pero presenta dos figuras, de la misma manera que hay dos tipos de dobles: la figura sintagmática de la conciencia o el doble conciencial que concierne a la forma (Yo=Yo); la figura paradigmática de la pareja o el doble pasional que concierne a la sustancia (Hombre = Mujer, siendo el doble iimiediatamente la diferencia entre sexos). Podemos seguir el devenir de esos dobles en unas semióticas mixtas, que constituyen tanto mezclas como degradaciones. Por un lado, el doble amoroso pasional, la pareja del amor-pasión cae en una relación conyugal, o incluso en una "escena conyugal": ¿quién es sujeto de enunciación? ¿Quién es sujeto de enunciado? Lucha de sexos: Me robas mis pensamientos. La escena conyugal siempre ha sido un cogito a dúo, un cogito de guerra; Strindberg ha Uevado hasta sus últimas consecuencias esa caída del amor-pasión en la conyugaUdad despótica y la escena paranoico-histérica ("eUa" dice que todo lo ha encontrado por sí misma, cuando de hecho todo me lo debe a mí, eco, robo de pensamientos, ¡oh Strindberg!) Por otro lado, el doble conciencial del pensamiento puro, la pareja del legislador-sujeto cae en una relación burocrática y una nueva forma de persecución, en la que uno se apodera del papel de sujeto de enunciación, mientras que el otro ya sólo es sujeto de enunciado: el cogito deviene "escena de despacho", delirio amoroso bu-
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dominas, en tanto que ser racional... Se ha inventado una nueva forma de esclavitud,<br />
ser esclavo de sí mismo, o la pura "razón", el Cogito. ¿Hay algo más pasional<br />
que la razón pura? ¿Hay una pasión más fría y más extrema, más interesada, que<br />
el Cogito?<br />
Althusser ha puesto perfectamente de manifiesto esta constitución de los individuos<br />
sociales en sujetos: la llama interpelación ("¡eh, usted, el de aUí!"), llama<br />
Sujeto absoluto al punto de subjetivación, anaHza "el redoblamiento especular" de<br />
los sujetos, y emplea para su demostración el ejemplo de Dios, de Moisés y del<br />
pueblo judío Algunos lingüistas como Benveniste han elaborado una curiosa<br />
personología lingüística, muy próxima del Cogito: el Tú, que sin duda puede designar<br />
la persona a la que uno se dirige, pero todavía más un punto de subjetivación<br />
a partir del cual cada uno se constituye como sujeto; el Yo como sujeto de<br />
enunciación, que designa la persona que enuncia y reflexiona su propio uso en el<br />
enunciado ("signo vacío no referencial"), tal como aparece en proposiciones de<br />
tipo "yo creo, yo supongo, yo pienso..."; por último, el yo como sujeto de enunciado,<br />
que indica un estado que siempre podría ser sustituido por un El ("sufro,<br />
camino, respiro, siento...") No obstante, no se trata de una operación lingüística,<br />
puesto que un sujeto nunca es condición de lenguaje rü causa de enunciado:<br />
no hay sujeto, sino únicamente agenciamientos colectivos de enunciación, y la<br />
subjetivación sólo es uno de ellos, que como tal designa una formalización de la<br />
expresión o un réghnen de signos, no una condición interna del lenguaje. Tampoco<br />
se trata, como dice Althusser, de un movimiento que caracteriza a la ideología:<br />
la subjetivación como régimen de signos o forma de expresión remite a un<br />
agenciamiento, es decir, a una organización de poder que ya funciona plenamente<br />
en la economía, y que no se superpondría a contenidos o a relaciones de contenidos<br />
determinados como reales en última instancia. El capital es un punto de subjetivación<br />
por excelencia.<br />
Cogito psicoanahtico: el psicoanáUsis se presenta como punto de subjetivación<br />
ideal, que va a hacer abandonar al paciente sus antiguos puntos llamados neuróticos.<br />
El paciente será parcialmente sujeto de enunciación en todo lo que dice al<br />
psicoanaMsta, y en las condiciones mentales artificiales de la sesión: también será<br />
llamado "psicoanalizante". Pero, en todo lo que dice o hace fuera de esa situación,<br />
es sujeto de enunciado, eternamente psicoanalizado, de proceso lineal en<br />
proceso lineal, sin perjuicio de cambiar de psicoanalista, tanto más sumiso a la<br />
normalización de una realidad dominante. En ese sentido, el psicoanáUsis, en su<br />
semiótica mixta, participa plenamente de ima línea de subjetivación. El psicoanaüsta<br />
ya ni siquiera tiene necesidad de hablar, el psicoanalizante se encarga de la<br />
interpretación; en cuanto al psicoanaUzado, es un sujeto tanto mejor cuanto que<br />
piensa en "su" próxima sesión, o en la precedente, en segmentos.<br />
Así como el régimen paranoico tenía dos ejes, por un lado el signo que remite<br />
al signo (y por eso mismo significante), por otro el significante que remite al significado,<br />
el régimen pasional, la línea de subjetivación, también tiene sus dos ejes,<br />
sintagmático y paradigmático: el primero, acabamos de verlo, es la conciencia. La<br />
conciencia como pasión es precisamente ese desdoblamiento de los dos sujetos, en<br />
sujeto de enunciación y sujeto de enunciado, y el plegamiento de uno sobre otro.<br />
SOBRE ALGUNOS REGÍMENES DE SIGNOS 135<br />
La segunda forma de subjetivación es el amor como pasión, el amor-pasión, otro<br />
tipo de doble, de desdoblamiento y de plegamiento. Una vez más, un punto de<br />
subjetivación variable va a servir para la distribución de dos sujetos que van a desviar<br />
su rostro en la misma medida en que cada uno lo ofrecerá al otro, y que seguirán<br />
una línea de fuga, una línea de desterritoriaUzación que los acerca y los separa<br />
para siempre. Pero todo cambia: hay un lado céUbe de la conciencia que se<br />
desdobla, hay una pareja del amor pasional que ya no tiene necesidad de conciencia<br />
ni de razón. Y sia embargo, es el mismo régimen, incluso en la traición, e incluso<br />
si la traición es asegurada por un tercero. Adán y Eva, la mujer de Caín (de<br />
la que la BibUa debería hablar más). Ricardo HI el traidor acaba en la conciencia<br />
que le aporta el sueño, pero ha pasado por el extraño cara a cara con lady Ana, de<br />
dos rostros que se evitan aún a sabiendas de que están destmados el uno al otro<br />
según la misma Hnea que, sin embargo, va a separarlos. El amor más leal y más<br />
tierno, o más mtenso, distribuye un sujeto de enunciación y un sujeto de enunciado<br />
que no cesan de intercambiarse, en la dulzura de ser uno mismo un simple<br />
enunciado en la boca del otro, y que el otro sea una simple enunciación en la mía.<br />
Pero siempre hay un traidor que acecha. ¿Qué amor no será traicionado? ¿Qué<br />
cogito no tiene su genio maUgno, ese traidor del que no puede desembarazarse?<br />
"Tristán... Isolda... Isolda... Tristán...": el grito de los dos sujetos pasa así por toda<br />
la escala de intensidades, hasta Uegar a la cumbre de una conciencia asfixiante,<br />
mienttas que el navio sigue la línea de las aguas, de la muerte y del insconsciente,<br />
de la fraición, la línea de melodía continua. El amor pasional es un cogito a dúo,<br />
de la misma manera que el cogito es una pasión para uno solo. En el cogito hay<br />
una pareja potencial, de la misma manera que en el amor-pasión hay el desdoblamiento<br />
de un único sujeto virtual. Klossowski ha logrado obtener las más extrañas<br />
figuras de esta complementaridad entre un pensamiento demasiado intenso y una<br />
pareja demasiado febril. La línea de subjetivación está, pues, totaUnente ocupada<br />
por el Doble, pero presenta dos figuras, de la misma manera que hay dos tipos de<br />
dobles: la figura sintagmática de la conciencia o el doble conciencial que concierne<br />
a la forma (Yo=Yo); la figura paradigmática de la pareja o el doble pasional<br />
que concierne a la sustancia (Hombre = Mujer, siendo el doble iimiediatamente<br />
la diferencia entre sexos).<br />
Podemos seguir el devenir de esos dobles en unas semióticas mixtas, que constituyen<br />
tanto mezclas como degradaciones. Por un lado, el doble amoroso pasional,<br />
la pareja del amor-pasión cae en una relación conyugal, o incluso en una "escena<br />
conyugal": ¿quién es sujeto de enunciación? ¿Quién es sujeto de enunciado?<br />
Lucha de sexos: Me robas mis pensamientos. La escena conyugal siempre ha sido<br />
un cogito a dúo, un cogito de guerra; Strindberg ha Uevado hasta sus últimas consecuencias<br />
esa caída del amor-pasión en la conyugaUdad despótica y la escena paranoico-histérica<br />
("eUa" dice que todo lo ha encontrado por sí misma, cuando de<br />
hecho todo me lo debe a mí, eco, robo de pensamientos, ¡oh Strindberg!) Por<br />
otro lado, el doble conciencial del pensamiento puro, la pareja del legislador-sujeto<br />
cae en una relación burocrática y una nueva forma de persecución, en la que<br />
uno se apodera del papel de sujeto de enunciación, mientras que el otro ya sólo es<br />
sujeto de enunciado: el cogito deviene "escena de despacho", delirio amoroso bu-