Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión
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MIL MESETAS<br />
algo más que herejías, y que invocan la traición pura: los bougres, no es casualidad<br />
que los búlgaros ocupen un lugar especial. Desconfiad de los búlgaros, decía Monsieur<br />
Piume *. Problema de las territorialidades con relación a los proñindos movimientos<br />
de desterritorialLzacióñ. Inglaterra es otra territorialidad u otra desterritorialización:<br />
CromweU, traidor en todas partes, línea recta de subjetivación pasional que<br />
se opone al centro real de significancia y a los círculos intermediarios: el dictador<br />
frente al déspota. Ricardo III, el contrahecho, el tortuoso, adopta como ideal ttaicionarlo<br />
todo: se enfrenta a lady Ana en un cara a cara en el que los dos rostros se desvían,<br />
pero en el que cada uno sabe que es para el otro, que está destinado al otro.<br />
Diferencia con otros dramas históricos de Shakespeare: los reyes que trampean para<br />
hacerse con el poder, asesinos, pero que devienen buenos reyes. Son hombres de<br />
Estado. Ricardo HI procede de otto ámbito: su problema, incluso con las mujeres,<br />
tiene más que ver con una máquina de guerra que con un aparato de Estado. Ricardo<br />
ni es el ttaidor, procede de los grandes nómadas, y de su secreto. Y así lo declara<br />
desde el principio, al hablar de un proyecto secreto, que desborda infinitamente<br />
la conquista del poder. Quiere restablecer la máquina de guerra, tanto en el<br />
frágil Estado como en las parejas bien avenidas. Sólo lady Ana adivina sus intenciones,<br />
fascinada, aterrorizada, consentidora. Todo el teatto isabelino está atravesado<br />
por estos personajes de traidores que pretenden ser absolutos, que se oponen a las<br />
trampas del hombre de corte o incluso de Estado. —¡Cuántas ttaiciones no han<br />
acompañado a los grandes descubrimientos de la cristiandad, al descubrimiento de<br />
las tierras y de los nuevos continentes!—: líneas de desterritorializaciones en las que<br />
pequeños grupos traicionan todo, a sus compañeros, al rey, a los indígenas, al explorador<br />
vecino, con la loca esperanza de fundar con una mujer de su familia una raza<br />
por fin pura que hará que todo recomience. Como en Aguirre, la shakesperiana película<br />
de Herzog. Aguirre plantea la siguiente pregunta: ¿cómo ser traidor en todas<br />
partes, en todo? Aquí, el único traidor soy yo. Se acabó el ttampear, ha llegado el<br />
momento de traicionar. ¡Qué gran sueño! Seré el último traidor, el traidor total, así<br />
pues, el último hombre. —Y después la Reforma: la prodigiosa figura de Lutero<br />
como ttaidor a todas las cosas y a todo el mundo, su relación personal con el diablo<br />
de la que deriva la traición universal tanto en las buenas acciones como en las malas—.<br />
En estas nuevas figuras de la traición siempre se produce una vuelta al Antiguo<br />
Testamento: yo soy la cólera de Dios. Pero la traición ha devenido humanista,<br />
ya no se produce entre Dios y sus propios hombres, se apoya en Dios para producirse<br />
entre sus hombres y los otros denunciados como tramposos. En último extremo,<br />
sólo hay un hombre de Dios o de la cólera de Dios, un solo ttaidor contta<br />
todos los tramposos. Pero, siempre es mixto, ¿qué tramposo no se toma por ese<br />
hombre? ¿Qué traidor no se dice un día que después de todo no era más que un<br />
tramposo? (Cf. el extraño caso de Maurice Sachs).<br />
* Aquí, además de la referencia al libro de H. Michaux, Un certain Plume. Ed. Gallimard, existe,<br />
en el texto francés, el juego de palabras entre búlgaros y bougres, que en esa lengua tienen la misma<br />
raíz latina "bulgarus". (N.del T.).<br />
SOBRE ALGUNOS REGÍMENES DE SIGNOS 131<br />
Es evidente que el libro, o aquello que lo sustituye, cambia de sentido según se<br />
trate del régimen paranoico significante o del régimen pasional postsignificante.<br />
En el primer caso, hay sobre todo la emisión del significante despótico, y su interpretación<br />
por los escribas o los sacerdotes, que fija significado y vuelve a producir<br />
significante; pero también hay, de signo en signo, un movimiento que va de un territorio<br />
a otro y que, al circular, asegura una cierta velocidad de desterritoriaüzación<br />
(por ejemplo la circulación de una epopeya, la rivalidad entre varias ciudades<br />
por el nacimiento de un héroe, y, una vez más, el papel de los sacerdotes-escribas<br />
en los intercambios de territoriaüdades y de genealogías ^'). Pero lo que sustituye<br />
al libro siempre tiene aquí un modelo exterior, un referente, rostro, familia o territorio,<br />
que hacen que el libro conserve un carácter oral. Por el contrario, diríase<br />
que en el régimen pasional el libro se interioriza, y lo interioriza todo: deviene Libro<br />
escrito sagrado. El es el que sustituye al rostro, y Dios, que aparta el suyo, da<br />
a Moisés las tablas de piedra escritas. Dios se manifiesta por las trompetas y por la<br />
Voz; pero en el sonido se oye el no-rostro, de la misma manera que en el libro se<br />
ven las palabras. El libro ha devenido el cuerpo de la pasión, de la misma manera<br />
que el rostro era el cuerpo del significante. Ahora el Ubro es el más desterritorializado,<br />
el que fija los territorios y las genealogías. Estas son lo que el Ubro dice, y<br />
aqueUos, el lugar en el que el Ubro se dice. Como consecuencia, la interpretación<br />
cambia completamente de función. O bien desaparece completamente, en beneficio<br />
de una pura recitación de la letra que prohibe el más mínimo cambio, la más<br />
mínima añadidura, el más mínimo comentario (el famoso "embruteceros" cristiano<br />
forma parte de esa Uhea pasional; y el Corán va lo más lejos posible en esa<br />
dirección). O bien la interpretación subsiste, pero deviene interior al Ubro, que<br />
pierde su función cfrculatoria entre elementos del afuera: por ejemplo, los diferentes<br />
tipos de interpretación codificados se fijan según ejes internos a los Ubros; la<br />
interpretación se organiza en función de las correspondencias entre dos Ubros, por<br />
ejemplo el Antiguo y el Nuevo Testamento, sin perjuicio de inducir todavía un<br />
tercer Ubro que está inmerso en el mismo elemento de interioridad Q bien, por<br />
último, la interpretación rechaza tanto todo intermediario como todo especiaUsta,<br />
deviene inmediata, puesto que el Ubro está escrito a la vez en sí mismo y en el<br />
corazón, una vez como punto de subjetivación, otra en el sujeto (concepción reformista<br />
del Ubro). En cualquier caso, la pasión deUrante del Ubro, como origen y<br />
fínaUdad del mundo, encuentra aquí su punto de partida. El Ubro único, la obra<br />
total, todas las posibles combinaciones en el interior del Ubro, el Ubro árbol, el Ubro-cosmos,<br />
todas esas reiteraciones tan apreciadas por las vanguardias, que aislan<br />
el Ubro de sus relaciones con el afuera, son todavía peores que la apología del<br />
significante. Por supuesto, todas esas reiteraciones participan esttechamente en la semiótica<br />
mista. En verdad, tienen un origen bien piadoso. Wagner, MaUarmé y Joyce,<br />
Marx y Freud, siguen siendo BibUas. Si el deUrio pasional es profundamente monomaníaco,<br />
la monomanía, por su parte, ha enconttado un elemento fundamental de<br />
su agenciamiento en el monoteísmo y en el Libro. El culto más exttaño.<br />
Eso es lo que sucede en el régimen pasional o de subjetivación. Ya no hay un<br />
centto de significancia en relación con cfrculos o con una espiral en expansión,<br />
sino un punto de subjetivación que indica el comienzo de la línea; ya no hay reía-