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Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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130<br />

MIL MESETAS<br />

algo más que herejías, y que invocan la traición pura: los bougres, no es casualidad<br />

que los búlgaros ocupen un lugar especial. Desconfiad de los búlgaros, decía Monsieur<br />

Piume *. Problema de las territorialidades con relación a los proñindos movimientos<br />

de desterritorialLzacióñ. Inglaterra es otra territorialidad u otra desterritorialización:<br />

CromweU, traidor en todas partes, línea recta de subjetivación pasional que<br />

se opone al centro real de significancia y a los círculos intermediarios: el dictador<br />

frente al déspota. Ricardo III, el contrahecho, el tortuoso, adopta como ideal ttaicionarlo<br />

todo: se enfrenta a lady Ana en un cara a cara en el que los dos rostros se desvían,<br />

pero en el que cada uno sabe que es para el otro, que está destinado al otro.<br />

Diferencia con otros dramas históricos de Shakespeare: los reyes que trampean para<br />

hacerse con el poder, asesinos, pero que devienen buenos reyes. Son hombres de<br />

Estado. Ricardo HI procede de otto ámbito: su problema, incluso con las mujeres,<br />

tiene más que ver con una máquina de guerra que con un aparato de Estado. Ricardo<br />

ni es el ttaidor, procede de los grandes nómadas, y de su secreto. Y así lo declara<br />

desde el principio, al hablar de un proyecto secreto, que desborda infinitamente<br />

la conquista del poder. Quiere restablecer la máquina de guerra, tanto en el<br />

frágil Estado como en las parejas bien avenidas. Sólo lady Ana adivina sus intenciones,<br />

fascinada, aterrorizada, consentidora. Todo el teatto isabelino está atravesado<br />

por estos personajes de traidores que pretenden ser absolutos, que se oponen a las<br />

trampas del hombre de corte o incluso de Estado. —¡Cuántas ttaiciones no han<br />

acompañado a los grandes descubrimientos de la cristiandad, al descubrimiento de<br />

las tierras y de los nuevos continentes!—: líneas de desterritorializaciones en las que<br />

pequeños grupos traicionan todo, a sus compañeros, al rey, a los indígenas, al explorador<br />

vecino, con la loca esperanza de fundar con una mujer de su familia una raza<br />

por fin pura que hará que todo recomience. Como en Aguirre, la shakesperiana película<br />

de Herzog. Aguirre plantea la siguiente pregunta: ¿cómo ser traidor en todas<br />

partes, en todo? Aquí, el único traidor soy yo. Se acabó el ttampear, ha llegado el<br />

momento de traicionar. ¡Qué gran sueño! Seré el último traidor, el traidor total, así<br />

pues, el último hombre. —Y después la Reforma: la prodigiosa figura de Lutero<br />

como ttaidor a todas las cosas y a todo el mundo, su relación personal con el diablo<br />

de la que deriva la traición universal tanto en las buenas acciones como en las malas—.<br />

En estas nuevas figuras de la traición siempre se produce una vuelta al Antiguo<br />

Testamento: yo soy la cólera de Dios. Pero la traición ha devenido humanista,<br />

ya no se produce entre Dios y sus propios hombres, se apoya en Dios para producirse<br />

entre sus hombres y los otros denunciados como tramposos. En último extremo,<br />

sólo hay un hombre de Dios o de la cólera de Dios, un solo ttaidor contta<br />

todos los tramposos. Pero, siempre es mixto, ¿qué tramposo no se toma por ese<br />

hombre? ¿Qué traidor no se dice un día que después de todo no era más que un<br />

tramposo? (Cf. el extraño caso de Maurice Sachs).<br />

* Aquí, además de la referencia al libro de H. Michaux, Un certain Plume. Ed. Gallimard, existe,<br />

en el texto francés, el juego de palabras entre búlgaros y bougres, que en esa lengua tienen la misma<br />

raíz latina "bulgarus". (N.del T.).<br />

SOBRE ALGUNOS REGÍMENES DE SIGNOS 131<br />

Es evidente que el libro, o aquello que lo sustituye, cambia de sentido según se<br />

trate del régimen paranoico significante o del régimen pasional postsignificante.<br />

En el primer caso, hay sobre todo la emisión del significante despótico, y su interpretación<br />

por los escribas o los sacerdotes, que fija significado y vuelve a producir<br />

significante; pero también hay, de signo en signo, un movimiento que va de un territorio<br />

a otro y que, al circular, asegura una cierta velocidad de desterritoriaüzación<br />

(por ejemplo la circulación de una epopeya, la rivalidad entre varias ciudades<br />

por el nacimiento de un héroe, y, una vez más, el papel de los sacerdotes-escribas<br />

en los intercambios de territoriaüdades y de genealogías ^'). Pero lo que sustituye<br />

al libro siempre tiene aquí un modelo exterior, un referente, rostro, familia o territorio,<br />

que hacen que el libro conserve un carácter oral. Por el contrario, diríase<br />

que en el régimen pasional el libro se interioriza, y lo interioriza todo: deviene Libro<br />

escrito sagrado. El es el que sustituye al rostro, y Dios, que aparta el suyo, da<br />

a Moisés las tablas de piedra escritas. Dios se manifiesta por las trompetas y por la<br />

Voz; pero en el sonido se oye el no-rostro, de la misma manera que en el libro se<br />

ven las palabras. El libro ha devenido el cuerpo de la pasión, de la misma manera<br />

que el rostro era el cuerpo del significante. Ahora el Ubro es el más desterritorializado,<br />

el que fija los territorios y las genealogías. Estas son lo que el Ubro dice, y<br />

aqueUos, el lugar en el que el Ubro se dice. Como consecuencia, la interpretación<br />

cambia completamente de función. O bien desaparece completamente, en beneficio<br />

de una pura recitación de la letra que prohibe el más mínimo cambio, la más<br />

mínima añadidura, el más mínimo comentario (el famoso "embruteceros" cristiano<br />

forma parte de esa Uhea pasional; y el Corán va lo más lejos posible en esa<br />

dirección). O bien la interpretación subsiste, pero deviene interior al Ubro, que<br />

pierde su función cfrculatoria entre elementos del afuera: por ejemplo, los diferentes<br />

tipos de interpretación codificados se fijan según ejes internos a los Ubros; la<br />

interpretación se organiza en función de las correspondencias entre dos Ubros, por<br />

ejemplo el Antiguo y el Nuevo Testamento, sin perjuicio de inducir todavía un<br />

tercer Ubro que está inmerso en el mismo elemento de interioridad Q bien, por<br />

último, la interpretación rechaza tanto todo intermediario como todo especiaUsta,<br />

deviene inmediata, puesto que el Ubro está escrito a la vez en sí mismo y en el<br />

corazón, una vez como punto de subjetivación, otra en el sujeto (concepción reformista<br />

del Ubro). En cualquier caso, la pasión deUrante del Ubro, como origen y<br />

fínaUdad del mundo, encuentra aquí su punto de partida. El Ubro único, la obra<br />

total, todas las posibles combinaciones en el interior del Ubro, el Ubro árbol, el Ubro-cosmos,<br />

todas esas reiteraciones tan apreciadas por las vanguardias, que aislan<br />

el Ubro de sus relaciones con el afuera, son todavía peores que la apología del<br />

significante. Por supuesto, todas esas reiteraciones participan esttechamente en la semiótica<br />

mista. En verdad, tienen un origen bien piadoso. Wagner, MaUarmé y Joyce,<br />

Marx y Freud, siguen siendo BibUas. Si el deUrio pasional es profundamente monomaníaco,<br />

la monomanía, por su parte, ha enconttado un elemento fundamental de<br />

su agenciamiento en el monoteísmo y en el Libro. El culto más exttaño.<br />

Eso es lo que sucede en el régimen pasional o de subjetivación. Ya no hay un<br />

centto de significancia en relación con cfrculos o con una espiral en expansión,<br />

sino un punto de subjetivación que indica el comienzo de la línea; ya no hay reía-

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