Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión
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72 MIL MESETAS<br />
cursivas" de expresiones y "multiplicidades no discursivas" de contenido. Y todo<br />
esto es tanto más complejo cuanto que la prisión como forma de contenido también<br />
tiene su expresión relativa, toda clase de enunciados que son específicos de<br />
ella y que no coinciden forzosamente con los enunciados de delincuencia. Y a la<br />
inversa, la delincuencia como forma de expresión también tiene su contenido autónomo,<br />
puesto que no sólo expresa una nueva manera de apreciar los orígenes,<br />
sino también de cometerlos. Forma de contenido y forma de expresión, prisión y<br />
delincuencia, cada una tiene su historia, su microhistoria, sus segmentos. A lo<br />
sumo, implican, con otros contenidos y otras expresiones, un mismo estado de<br />
Máquina abstracta que no actúa en modo alguno como significante, sino como<br />
una especie de diagrama (una misma máquina abstracta para prisión, escuela,<br />
cuartel, hospital, fábrica...). Y para ajustar los dos tipos de formas, los segmentos<br />
de contenido y los segmentos de expresión, se necesita todo un agenciamiento<br />
concreto de doble pinza o más bien doble cabeza, que tenga en cuenta su distinción<br />
real. Se necesita toda una organización que articule las formaciones de poder<br />
y los regímenes de signos, y que actúe al nivel molecular (lo que Foucault llama<br />
las sociedades de poder disciplinario) En resumen, nunca hay que confrontar<br />
palabras y cosas supuestamente correspondientes, x¿ significantes y significados<br />
supuestamente conformes, sino formalizaciones distintas en estado de "equilibrio<br />
inestable o de presuposición recíproca. "Por más que uno se esfuerce en decir lo que<br />
ve, lo que se ve no coincide nunca con lo que se dice". Ocurre como en la escuela; no<br />
hay una lección de escritura que sería la del gran Significante redundante para cualquier<br />
tipo de significados, hay dos formalizaciones distintas, en presuposición recíproca<br />
y constituyendo una doble pinza: la formalización de expresión en la lección<br />
de lectura y de escritura (con sus contenidos relativos específicos), y la formalización<br />
de contenido en la lección de cosas (con sus expresiones relativas específicas).<br />
Nunca se es significante ni significado, estamos estratificados.<br />
Al método expansivo que pone signos en todos los estratos, o significante en<br />
todos los signos (sin perjuicio de prescindir, en última instancia, incluso de los signos),<br />
se preferirá, pues, un método rigurosamente restrictivo. En primer lugar, hay<br />
formas de expresión sin signos (por ejemplo, el código genético no tiene nada que<br />
ver con un lenguaje). Sólo se puede hablar de signos cuando los estratos reúnen<br />
ciertas condiciones, y ni siquiera se confunden con el lenguaje en general, sino que<br />
se definen por regímenes de enunciados que son otros tantos usos reales o funciones<br />
del lenguaje. Ahora bien, ¿por qué preservar la palabra signo para esos regímenes<br />
que formalizan una expresión sin designar ni significar los contenidos<br />
simultáneos que se formaüzan de otro modo? Pues los signos no son signos de<br />
algo, son signos de desterritoriaUzación y de territorialización, señalan un cierto<br />
umbral que se franquea en esos movimientos, y en ese sentido deben ser preservados<br />
(lo hemos visto incluso para los "signos" animales).<br />
En segundo lugar, si consideramos los regímenes de signos en esta acepción<br />
restrictiva vemos que no son significantes, o que no lo son necesariamente. Del<br />
mismo modo que los signos tan sólo designan una cierta formalización de la expresión<br />
en un grupo determinado de estratos, la significancia tan sólo designa un<br />
cierto régimen entre otros en esa formalización particular. Del mismo modo que<br />
LA GEOLOGÍA DE LA MORAL (¿POR QUIÉN SE TOMA LA TIERRA?) 73<br />
hay expresiones asemióticas o sin signos, hay regímenes de signos semiológicos,<br />
signos asignificantes, a la vez en los estratos y en el plan de consistencia. Lo más<br />
que se puede decir de la significancia es que cualifica a un régimen, que ni siquiera<br />
es el más interesante ni el más moderno o actual, sino quizá simplemente más pernicioso,<br />
más canceroso, más despótico de los otros, que va más lejos en la üusión.<br />
De todos modos, contenido y expresión nunca son reducibles a significadosignificante.<br />
Ni tampoco (ese es precisamente el segundo problema) son reducibles<br />
a infraestrtuctura-superestructura. Ya no se puede plantear una primacía del<br />
contenido como determinante, ni tampoco una primacía de la expresión como significante.<br />
No se puede convertir la expresión en una forma que reflejaría el contenido,<br />
incluso si se la dota de una "cierta" independencia y de una cierta posibilidad<br />
de reaccionar. Y eso es así aunque sólo fuera porque el contenido llamado<br />
económico tiene ya una forma, e incluso formas de expresión específicas. Forma<br />
de contenido y forma de expresión remiten a dos formalizaciones paralelas en presuposición:<br />
es evidente que no cesan de entrecruzar sus segmentos, de situar unos<br />
en otros, pero gracias a una máquina abstracta de la que derivan las dos formas, y<br />
a agenciamientos maquínicos que regulan sus relaciones. Si se sustituye ese paralelismo<br />
por una imagen piramidal se convierte el contenido (hasta en su forma) en<br />
una infraestructura económica de producción que adquiere todas las características<br />
de lo Abstracto; se convierte los agenciamientos en el primer nivel de una superestructura<br />
que como tal debe estar localizada en un aparato de Estado; se convierte<br />
los regímenes de signos y las formas de expresión en el segundo nivel de la<br />
superestructura, definida por la ideología. En cuanto al lenguaje, ya no se sabe<br />
muy bien qué hacer con él: el gran Déspota había decidido concederle una posición<br />
especial como bien común de la nación y vehículo de información. Se ingnoraba<br />
así la naturaleza del lenguaje, que sólo existe en regímenes heterogéneos de<br />
signos, distribuyendo órdenes contradictorias más bien que haciendo circular una<br />
información; la naturaleza de los regímenes de signos, que expresan precisamente<br />
las organizaciones de poder o los agenciamientos, y que no tienen nada que ver<br />
con la ideología como expresión supuesta de un contenido (la ideología es el más<br />
execrable de los conceptos, oculta todas las máquinas sociales efectivas); la naturaleza<br />
de las organizaciones de poder, que de ningún modo se localizan en un<br />
apartado de Estado, sino que efectúan en todas partes las formalizaciones de contenido<br />
y de expresión cuyos segmentos entrelazan; la naturaleza del contenido,<br />
que de ningún modo es económico "en última instancia", puesto que hay tantos<br />
signos o expresiones directamente económicas como contenidos no económicos.<br />
Tampoco se elabora un estatuto de las formaciones sociales poniendo un poco de<br />
significante en la infraestructura, o a la inversa, un poco de falo o de castración en<br />
la economía política, un poco de economía o de pohtica en el psicoanálisis.<br />
Hay, por último, un tercer problema. Es difícil exponer el sistema de los estratos<br />
sin que dé la impresión de que se introduce entre ellos una especie de evolución<br />
cósmica o incluso espiritual, como si se ordenasen en estadios y pasasen por<br />
grados de perfección. Nada más lejos de la realidad. Las diferentes figuras del<br />
contenido y de la expresión no son estadios. No hay biosfera, noosfera, sólo hay<br />
por todas partes una sola y misma Mecanosfera. Si se considera en primer lugar