Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión
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442 MIL MESETAS<br />
recodificación necesaria pasa entonces por una cierta autonomía de las ciudades,<br />
o bien directamente por ciudades comerciantes y corporativas fiberadas de la<br />
forma-Estado. En ese sentido, surgen ciudades que ya no tienen relación con su<br />
propia tierra, puesto que aseguran el comercio entre imperios, o, mejor todavía,<br />
constituyen con otras ciudades una red comercial independiente. Existe, pues, una<br />
aventura propia de las ciudades en las zonas más intensas de descodificación: por<br />
ejemplo, en el mundo egeo de la Antigüedad, en el mundo occidental de la Edad<br />
Media y del Renacimiento. ¿No podría decirse que el capitalismo es el fruto de las<br />
ciudades, que surge cuando ima recodificación urbana tiende a sustituir la sobrecodificación<br />
de Estado? Sin embargo, eso no sería cierto. Las ciudades no crean el<br />
capitafismo. Pues las ciudades comerciantes y bancarias, con su improductividad,<br />
su indiferencia por las regiones del interior, no operan una recodificación sin inhibfi<br />
también la conjugación general de los flujos descodificados. Si bien es verdad<br />
que anticipan el capitafismo, también es verdad que no lo anticipan sin conjurarlo.<br />
No alcanzan ese nuevo umbral. Así pues, hay que ampliar la hipótesis de que existen<br />
mecanismos a la vez anticipadores e inhibidores: estos mecanismos actúan en<br />
las ciudades "contra" el Estado j contra el capitafismo, y no sólo en las sociedades<br />
primitivas. Por último, el capitalismo triunfará gracias a la forma-Estado y no gracias<br />
a la forma-ciudad: cuando los Estados occidentales se hayan convertido en<br />
modelos de realización para una axiomática de los flujos descodificados, y como<br />
tales hayan sometido de nuevo a las ciudades. Como dice Braudel, "siempre hay<br />
dos corredores, el Estado y la Ciudad" —dos fonnas y dos velocidades de desterritorialización—,<br />
"y de ordinario gana el Estado (...), el Estado ha disciplinado alas<br />
ciudades, violentamente o no, con un ensañamiento instintivo, donde quiera que<br />
miremos a través de toda Europa (...), el Estado ha alcanzado el galope de las ciudades"<br />
Y redprocamente, sin embargo; en efecto, si el Estado moderno proporciona<br />
al capitafismo sus modelos de realización, lo que así se realiza es una<br />
axiomática independiente, mundial, que es como una sola y misma Ciudad, megápolis<br />
o "megamáquina", de la que los Estados son partes, barrios.<br />
Nosotros definimos las formaciones sociales por procesos maquínicos, y no<br />
por modos de producción (que, por el contrario, dependen de los procesos). Así,<br />
las sociedades primitivas se definen por mecanismos de conjuración-anticipación;<br />
las sociedades con Estado se definen por aparatos de captura; las sociedades urbanas,<br />
por los fiistrumentos de polarización; las sociedades nómadas, por máquinas<br />
de guerra; por último, las organizaciones internacionales, o más bien ecuménicas,<br />
se definen porque engloban formaciones sociales heterogéneas. Pues bien, precisamente<br />
porque estos procesos son variables de coexistencia que son el objeto de<br />
una topología social, las diversas formaciones correspondientes coexisten. Y coexisten<br />
de dos maneras, de manera extrínseca y de manera intrínseca. En efecto,<br />
por un lado, las sociedades primitivas no conjuran la formación de un knperio o<br />
de un Estado sfii anticiparla, y no la anticipan sm que ella no esté ya ahí, formando<br />
parte de su horizonte. Los Estados no efectúan una captura sin que lo capturado<br />
no coexista, no resista en las sociedades primitivas, o no huya bajo nuevas<br />
formas, ciudades, máquinas de guerra... La composición numérica de las máquinas<br />
de guerra s& superpone a la organización de linaje primitiva y se opone simul-<br />
APARATO DE CAPTURA 443<br />
táneamente a la orgaiüzación geométrica de Estado, a la organización física de<br />
ciudad. Esta coexistencia extrínseca —interacción— se expresa por sí misma en los<br />
conjuntos internacionales. Pues éstos, evidentemente, no han esperado al capitahsmo<br />
para formarse: desde el neofitico, incluso desde el paleofitico, encontramos<br />
las huchas de organizaciones ecuménicas que hablan de un comercio a larga distancia,<br />
y que atraviesan simultáneamente las formaciones sociales más diversas (ya<br />
lo hemos visto en el caso de la metalurgia). El problema de la difusión, del difusionismo,<br />
está mal planteado en tanto que se presupone un centro a partir del cual<br />
se haría la difusión. Sólo hay difusión cuando se ponen en comunicación potenciales<br />
de oirden muy diferente: toda difusión actúa en el medio, por el medio, como<br />
todo lo que "crece", del tipo rizoma. Una orgaifización internacional ecuménica<br />
no procede de un centro knperial que se impondría a un medio exterior para homogeneizarlo;<br />
tampoco se reduce a relaciones entre formaciones del mismo orden,<br />
por ejemplo entre Estados (S.D.N., O.N.U...). Al contrario, constituye un<br />
medio intermediario entre los diferentes órdenes coexistentes. Al mismo tiempo,<br />
no es exclusivamente económica o comercial, también es religiosa, artística, etc.<br />
En ese sentido, Uamaremos organización internacional a todo aqueUo que tiene la<br />
capacidad de atravesar formaciones sociales diversas, shnultáneamente, Estados,<br />
ciudades, desiertos, máquinas de guerta, sociedades primitivas. Las grandes formaciones<br />
comerciantes históricas no son simplemente ciudades-polos, también<br />
son segmentos prünitivos, imperiales, nómadas, por los que ellas pasan, sñi perjuicio<br />
de volver a surgir bajo otra forma. Samir Amin tiene toda la razón cuando dice<br />
que no existe una teon'a económica de las relaciones internacionales, incluso<br />
cuando estas relaciones son económicas, y eso se debe a que están a cabaUo de<br />
formaciones heterogéneas Una organización ecuménica no parte de un Estado,<br />
incluso si es imperial; el Estado imperial tan sólo forma parte de ella, y forma<br />
parte de eUa de acuerdo con su propio modo, en la medida de su orden, que consiste<br />
en capturar todo lo que puede de ella. No procede por homogeneización<br />
progresiva, ni por totalización, sino por adquisición de consistencia o consoüdación<br />
de lo diverso como tal. Por ejemplo, la rehgión monoteísta se distingue del<br />
culto territorial por una pretensión de universahdad. Pero esta pretensión no es<br />
homogeneizante, sólo es váUda a fuerza de pasar por todas partes: como el cristianismo,<br />
que no deviene de finperio o de ciudad sin suscitar también sus bandas, sus<br />
desiertos, sus máquinas de guerta 2'. De igual modo, no hay movimiento artístico<br />
que no tenga sus ciudades y sus imperios, pero también sus nómadas, sus bandas y<br />
sus primitivos.<br />
Se puede objetar que, al menos con el capitafismo, las relaciones económicas<br />
internacionales, y, en última instancia, todas las relaciones internacionales, tienden<br />
a la homogeneización de las formaciones sociales. No sólo se podría citar la fría<br />
destrucción concertada de las sociedades primitivas, sino también la caída de las<br />
últimas formaciones despóticas —por ejemplo el imperio otomano, que oponía<br />
demasiada resistencia e inercia a las exigencias capitahstas—. No obstante, esta<br />
objeción sólo es justa parcialmente. En la medida en que el capitafismo constituye<br />
una axiomática (producción para el mercado), todos los Estados y todas las formaciones<br />
sociales tienden a devenir isomorfas, a título de modelos de realización: