Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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440 MIL MESETAS excluyen , o se suceden, se desarrollasen simultáneamente en un campo molecular micrológico, micropolítico, "arqueológico". Existen mecanismos colectivos que conjuran y anticipan a la vez la formación de un poder central. Este aparece, pues, en función de un umbral o de un grado, de tal forma que lo que es anticipado adquiere o no consistencia, lo que es conjurado deja de serlo y surge. Y ese umbral de consistencia, o de coerción, no es evolutivo, coexiste con lo que es anterior a él. Es más, habría que distmguh umbrales de consistencia: la ciudad y el Estado no son lo mismo, cualquiera que sea su complementaridad. La "revolución urbana" y la "revolución estatal" pueden coincidh, pero no confundhse. En los dos casos, existe poder central, pero de distmto tipo. Algunos autores han sabido distinguh el sistema imperial o palatmo (palaciotemplo) y el sistema ciudadano, urbano. En los dos casos existe ciudad, pero en un caso la ciudad es una escrecencia del palacio o del templo, en el otro, el palacio, el templo es una concreción de la ciudad. En un caso la ciudad por excelencia es la caphal, en el otro, es la metrópohs. Sumer ya es un ejemplo de una soluciónciudad, por oposición a la solución hnperial de Egipto. Pero el mundo Mediterráneo, con los pelasgos, los fenicios, los griegos, los cartagineses, es un ejemplo más claro, que crea un tejido urbano distmto de los organismos imperiales de Oriente También en este caso, no se trata de un problema de evolución, sino de dos umbrales de consistencia a su vez coexistentes. Las diferencias se basan en varios aspectos. La ciudad es el correlato de la ruta. Sólo existe en función de una chculación, y de chcmtos; es un punto extraordinario en los chcuhos que la crean ó que eUa crea. Se define por entradas y salidas, es necesario que algo entre y salga de eUa. Impone ima frecuencia. Opera una polarización de la materia, inerte, viviente o humana; hace que el filum, los flujos pasen aquí o aUá, en líneas fiorizontales. Es un fenómeno de transconsistencia, es una red, puesto que está fundamentahnente en relación con otras ciudades. Representa un umbral de desterritoriahzación, puesto que para entrar en la red, someterse a la polarización, seguh el chcuho de recodificación urbano y de ruta, es necesario que todo material esté suficientemente desterritoriahzado. El máximo de desterritoriahzación aparece en la tendencia de las ciudades comerciales y maríthnas a separarse de las regiones ulteriores, del campo (Atenas, Cartago, Venecia...). A menudo, se ha insistido en el carácter comercial de la ciudad, pero el comercio también es esphitual, como en una red de monasterios o de ciudades-templos. Las ciudades son puntos-chcmtos de cualquier naturaleza, que hacen contrapunto en las fincas horizontales; operan una mtegración completa, pero local, y de ciudad en ciudad. Cada una constituye un poder central, pero de polarización o de medio, de coordinación forzosa. De ahí la pretensión iguahtaria de ese poder, cualquiera que sea la forma que adopte, thánica, democrática, ohgárquica, aristocrática... El poder de ciudad inventa la idea de magistratura, muy diferente del funcionariado de Estado Pero, ¿quién puede dech dónde hay mayor violencia civü? En efecto, el Estado procede de otro modo: es un fenómeno de intraconsistencia. Hace resonar al mismo tiempo puntos, que ya no son forzosamente ciudades-polos, sino puntos de orden muy diverso, particularidades geográficas, étni- APARATO DE CAPTURA 441 cas, hngiusticas, morales, económicas, tecnológicas... Hace resonar la ciudad con el campo. Opera por estratificación, es dech, forma un conjunto vertical y jerarquizado que atraviesa en profundidad las líneas horizontales. Así pues, sólo retiene tales y tales elementos cortando sus relaciones con otros elementos que han devenido extemos, mhibiendo, frenando o controlando esas relaciones; si el Estado tiene un chcuho, ese es un chcuho mtemo que depende fundamentalmente de la resonancia, una zona de recurrencia que se aisla así del resto de la red, sm perjuicio de controlar aún más estrictamente las relaciones con ese resto. El problema no está en saber si lo que es retenido es natural o artificial (fronteras), puesto que de todas maneras existe desterritoriaUzación; pero aquí la desterritoriahzación se produce porque el propio territorio es tomado como objeto, como material a estratificar, a hacer resonar. Al mismo tiempo, el poder central de Estado es jerárquico, y constimye un funcionariado; el centro no está en el medio, smo arriba, puesto que sólo por subordinación puede reunh lo que aisla. Por supuesto, hay una muhipücidad de Estados no menos que de ciudades, pero no se trata del mismo tipo de multiphcidad: hay tantos Estados como cortes verticales en profundidad, cada uno separado de los otros, mientras que la ciudad es mseparable de la red horizontal de las ciudades. Cada Estado es una mtegración global (y no local), una redundancia de resonancia (y no de frecuencia), una operación de estratificación del territorio (y no de polarización del medio). Se puede reconstituh cómo las sociedades primitivas conjuran a la vez los dos umbrales, anticipándolos. Lévi-Strauss muesfra que los mismos poblados son susceptibles de dos presentaciones, una segmentaria e iguahtaria, otra englobante y jerarquizada. Existen ahí como dos potenciales, uno que anticipa un punto central común a dos segmentos horizontales, otro, por el contrario, un punto central exterior a una recta Pues las sociedades primitivas no carecen de formaciones de poder: mcluso tienen muchas. Pero, lo que hnpide que los puntos centrales potenciales cristahcen, adquieran consistencia, son precisamente los mecanismos que hacen que esas formaciones de poder no resuenen conjuntamente en el punto superior, ni que tampoco polaricen en el punto común: en efecto, los cúculos no son concéntricos, y los dos segmentos tienen necesidad de un tercero gracias al cual comunican En ese sentido, las sociedades primitivas no alcanzan ni el umbralciudad ni el umbral-Estado. Si consideramos ahora los dos umbrales de consistencia vemos claramente que impücan una desterritoriahzación, con relación a los códigos territoriales primitivos. Y es mútü preguntarse cuál es primero, el de la ciudad o el del Estado, el de la revolución urbana o el de la estatal, puesto que los dos están en presuposición redproca. Los dos son necesarios para efectuar el estriaje del espacio, líneas melódicas de las ciudades, cortes armónicos de los Estados. El único problema que se plantea es el de la posibiüdad de una relación inversa en el seno de esta reciprocidad. Pues, si el Estado arcaico hnperial knphca necesariamente ciudades hnportantes, estas ciudades permanecen tanto más subordinadas a él cuanto que el Palacio conserva el monopoho del comercio exterior. La ciudad, por el contrario, tiende a emanciparse cuando la sobrecodificación de Estado provoca flujos descodificados. Una descodificación se une a la desterritoriaUzación, y la amphfica: la

442 MIL MESETAS recodificación necesaria pasa entonces por una cierta autonomía de las ciudades, o bien directamente por ciudades comerciantes y corporativas fiberadas de la forma-Estado. En ese sentido, surgen ciudades que ya no tienen relación con su propia tierra, puesto que aseguran el comercio entre imperios, o, mejor todavía, constituyen con otras ciudades una red comercial independiente. Existe, pues, una aventura propia de las ciudades en las zonas más intensas de descodificación: por ejemplo, en el mundo egeo de la Antigüedad, en el mundo occidental de la Edad Media y del Renacimiento. ¿No podría decirse que el capitalismo es el fruto de las ciudades, que surge cuando ima recodificación urbana tiende a sustituir la sobrecodificación de Estado? Sin embargo, eso no sería cierto. Las ciudades no crean el capitafismo. Pues las ciudades comerciantes y bancarias, con su improductividad, su indiferencia por las regiones del interior, no operan una recodificación sin inhibfi también la conjugación general de los flujos descodificados. Si bien es verdad que anticipan el capitafismo, también es verdad que no lo anticipan sin conjurarlo. No alcanzan ese nuevo umbral. Así pues, hay que ampliar la hipótesis de que existen mecanismos a la vez anticipadores e inhibidores: estos mecanismos actúan en las ciudades "contra" el Estado j contra el capitafismo, y no sólo en las sociedades primitivas. Por último, el capitalismo triunfará gracias a la forma-Estado y no gracias a la forma-ciudad: cuando los Estados occidentales se hayan convertido en modelos de realización para una axiomática de los flujos descodificados, y como tales hayan sometido de nuevo a las ciudades. Como dice Braudel, "siempre hay dos corredores, el Estado y la Ciudad" —dos fonnas y dos velocidades de desterritorialización—, "y de ordinario gana el Estado (...), el Estado ha disciplinado alas ciudades, violentamente o no, con un ensañamiento instintivo, donde quiera que miremos a través de toda Europa (...), el Estado ha alcanzado el galope de las ciudades" Y redprocamente, sin embargo; en efecto, si el Estado moderno proporciona al capitafismo sus modelos de realización, lo que así se realiza es una axiomática independiente, mundial, que es como una sola y misma Ciudad, megápolis o "megamáquina", de la que los Estados son partes, barrios. Nosotros definimos las formaciones sociales por procesos maquínicos, y no por modos de producción (que, por el contrario, dependen de los procesos). Así, las sociedades primitivas se definen por mecanismos de conjuración-anticipación; las sociedades con Estado se definen por aparatos de captura; las sociedades urbanas, por los fiistrumentos de polarización; las sociedades nómadas, por máquinas de guerra; por último, las organizaciones internacionales, o más bien ecuménicas, se definen porque engloban formaciones sociales heterogéneas. Pues bien, precisamente porque estos procesos son variables de coexistencia que son el objeto de una topología social, las diversas formaciones correspondientes coexisten. Y coexisten de dos maneras, de manera extrínseca y de manera intrínseca. En efecto, por un lado, las sociedades primitivas no conjuran la formación de un knperio o de un Estado sfii anticiparla, y no la anticipan sm que ella no esté ya ahí, formando parte de su horizonte. Los Estados no efectúan una captura sin que lo capturado no coexista, no resista en las sociedades primitivas, o no huya bajo nuevas formas, ciudades, máquinas de guerra... La composición numérica de las máquinas de guerra s& superpone a la organización de linaje primitiva y se opone simul- APARATO DE CAPTURA 443 táneamente a la orgaiüzación geométrica de Estado, a la organización física de ciudad. Esta coexistencia extrínseca —interacción— se expresa por sí misma en los conjuntos internacionales. Pues éstos, evidentemente, no han esperado al capitahsmo para formarse: desde el neofitico, incluso desde el paleofitico, encontramos las huchas de organizaciones ecuménicas que hablan de un comercio a larga distancia, y que atraviesan simultáneamente las formaciones sociales más diversas (ya lo hemos visto en el caso de la metalurgia). El problema de la difusión, del difusionismo, está mal planteado en tanto que se presupone un centro a partir del cual se haría la difusión. Sólo hay difusión cuando se ponen en comunicación potenciales de oirden muy diferente: toda difusión actúa en el medio, por el medio, como todo lo que "crece", del tipo rizoma. Una orgaifización internacional ecuménica no procede de un centro knperial que se impondría a un medio exterior para homogeneizarlo; tampoco se reduce a relaciones entre formaciones del mismo orden, por ejemplo entre Estados (S.D.N., O.N.U...). Al contrario, constituye un medio intermediario entre los diferentes órdenes coexistentes. Al mismo tiempo, no es exclusivamente económica o comercial, también es religiosa, artística, etc. En ese sentido, Uamaremos organización internacional a todo aqueUo que tiene la capacidad de atravesar formaciones sociales diversas, shnultáneamente, Estados, ciudades, desiertos, máquinas de guerta, sociedades primitivas. Las grandes formaciones comerciantes históricas no son simplemente ciudades-polos, también son segmentos prünitivos, imperiales, nómadas, por los que ellas pasan, sñi perjuicio de volver a surgir bajo otra forma. Samir Amin tiene toda la razón cuando dice que no existe una teon'a económica de las relaciones internacionales, incluso cuando estas relaciones son económicas, y eso se debe a que están a cabaUo de formaciones heterogéneas Una organización ecuménica no parte de un Estado, incluso si es imperial; el Estado imperial tan sólo forma parte de ella, y forma parte de eUa de acuerdo con su propio modo, en la medida de su orden, que consiste en capturar todo lo que puede de ella. No procede por homogeneización progresiva, ni por totalización, sino por adquisición de consistencia o consoüdación de lo diverso como tal. Por ejemplo, la rehgión monoteísta se distingue del culto territorial por una pretensión de universahdad. Pero esta pretensión no es homogeneizante, sólo es váUda a fuerza de pasar por todas partes: como el cristianismo, que no deviene de finperio o de ciudad sin suscitar también sus bandas, sus desiertos, sus máquinas de guerta 2'. De igual modo, no hay movimiento artístico que no tenga sus ciudades y sus imperios, pero también sus nómadas, sus bandas y sus primitivos. Se puede objetar que, al menos con el capitafismo, las relaciones económicas internacionales, y, en última instancia, todas las relaciones internacionales, tienden a la homogeneización de las formaciones sociales. No sólo se podría citar la fría destrucción concertada de las sociedades primitivas, sino también la caída de las últimas formaciones despóticas —por ejemplo el imperio otomano, que oponía demasiada resistencia e inercia a las exigencias capitahstas—. No obstante, esta objeción sólo es justa parcialmente. En la medida en que el capitafismo constituye una axiomática (producción para el mercado), todos los Estados y todas las formaciones sociales tienden a devenir isomorfas, a título de modelos de realización:

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excluyen , o se suceden, se desarrollasen simultáneamente en un campo molecular<br />

micrológico, micropolítico, "arqueológico".<br />

Existen mecanismos colectivos que conjuran y anticipan a la vez la formación<br />

de un poder central. Este aparece, pues, en función de un umbral o de un grado,<br />

de tal forma que lo que es anticipado adquiere o no consistencia, lo que es conjurado<br />

deja de serlo y surge. Y ese umbral de consistencia, o de coerción, no es evolutivo,<br />

coexiste con lo que es anterior a él. Es más, habría que distmguh umbrales<br />

de consistencia: la ciudad y el Estado no son lo mismo, cualquiera que sea su<br />

complementaridad. La "revolución urbana" y la "revolución estatal" pueden coincidh,<br />

pero no confundhse. En los dos casos, existe poder central, pero de distmto<br />

tipo. Algunos autores han sabido distinguh el sistema imperial o palatmo (palaciotemplo)<br />

y el sistema ciudadano, urbano. En los dos casos existe ciudad, pero en<br />

un caso la ciudad es una escrecencia del palacio o del templo, en el otro, el palacio,<br />

el templo es una concreción de la ciudad. En un caso la ciudad por excelencia<br />

es la caphal, en el otro, es la metrópohs. Sumer ya es un ejemplo de una soluciónciudad,<br />

por oposición a la solución hnperial de Egipto. Pero el mundo Mediterráneo,<br />

con los pelasgos, los fenicios, los griegos, los cartagineses, es un ejemplo más<br />

claro, que crea un tejido urbano distmto de los organismos imperiales de<br />

Oriente También en este caso, no se trata de un problema de evolución, sino de<br />

dos umbrales de consistencia a su vez coexistentes. Las diferencias se basan en varios<br />

aspectos.<br />

La ciudad es el correlato de la ruta. Sólo existe en función de una chculación,<br />

y de chcmtos; es un punto extraordinario en los chcuhos que la crean ó que eUa<br />

crea. Se define por entradas y salidas, es necesario que algo entre y salga de eUa.<br />

Impone ima frecuencia. Opera una polarización de la materia, inerte, viviente o<br />

humana; hace que el filum, los flujos pasen aquí o aUá, en líneas fiorizontales. Es<br />

un fenómeno de transconsistencia, es una red, puesto que está fundamentahnente<br />

en relación con otras ciudades. Representa un umbral de desterritoriahzación,<br />

puesto que para entrar en la red, someterse a la polarización, seguh el chcuho de<br />

recodificación urbano y de ruta, es necesario que todo material esté suficientemente<br />

desterritoriahzado. El máximo de desterritoriahzación aparece en la tendencia<br />

de las ciudades comerciales y maríthnas a separarse de las regiones ulteriores,<br />

del campo (Atenas, Cartago, Venecia...). A menudo, se ha insistido en el<br />

carácter comercial de la ciudad, pero el comercio también es esphitual, como en<br />

una red de monasterios o de ciudades-templos. Las ciudades son puntos-chcmtos<br />

de cualquier naturaleza, que hacen contrapunto en las fincas horizontales; operan<br />

una mtegración completa, pero local, y de ciudad en ciudad. Cada una constituye<br />

un poder central, pero de polarización o de medio, de coordinación forzosa. De<br />

ahí la pretensión iguahtaria de ese poder, cualquiera que sea la forma que adopte,<br />

thánica, democrática, ohgárquica, aristocrática... El poder de ciudad inventa la<br />

idea de magistratura, muy diferente del funcionariado de Estado Pero, ¿quién<br />

puede dech dónde hay mayor violencia civü?<br />

En efecto, el Estado procede de otro modo: es un fenómeno de intraconsistencia.<br />

Hace resonar al mismo tiempo puntos, que ya no son forzosamente ciudades-polos,<br />

sino puntos de orden muy diverso, particularidades geográficas, étni-<br />

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cas, hngiusticas, morales, económicas, tecnológicas... Hace resonar la ciudad con<br />

el campo. Opera por estratificación, es dech, forma un conjunto vertical y jerarquizado<br />

que atraviesa en profundidad las líneas horizontales. Así pues, sólo retiene<br />

tales y tales elementos cortando sus relaciones con otros elementos que han<br />

devenido extemos, mhibiendo, frenando o controlando esas relaciones; si el Estado<br />

tiene un chcuho, ese es un chcuho mtemo que depende fundamentalmente<br />

de la resonancia, una zona de recurrencia que se aisla así del resto de la red, sm<br />

perjuicio de controlar aún más estrictamente las relaciones con ese resto. El problema<br />

no está en saber si lo que es retenido es natural o artificial (fronteras),<br />

puesto que de todas maneras existe desterritoriaUzación; pero aquí la desterritoriahzación<br />

se produce porque el propio territorio es tomado como objeto, como<br />

material a estratificar, a hacer resonar. Al mismo tiempo, el poder central de Estado<br />

es jerárquico, y constimye un funcionariado; el centro no está en el medio,<br />

smo arriba, puesto que sólo por subordinación puede reunh lo que aisla. Por supuesto,<br />

hay una muhipücidad de Estados no menos que de ciudades, pero no se<br />

trata del mismo tipo de multiphcidad: hay tantos Estados como cortes verticales<br />

en profundidad, cada uno separado de los otros, mientras que la ciudad es mseparable<br />

de la red horizontal de las ciudades. Cada Estado es una mtegración global<br />

(y no local), una redundancia de resonancia (y no de frecuencia), una operación<br />

de estratificación del territorio (y no de polarización del medio).<br />

Se puede reconstituh cómo las sociedades primitivas conjuran a la vez los dos<br />

umbrales, anticipándolos. Lévi-Strauss muesfra que los mismos poblados son susceptibles<br />

de dos presentaciones, una segmentaria e iguahtaria, otra englobante y<br />

jerarquizada. Existen ahí como dos potenciales, uno que anticipa un punto central<br />

común a dos segmentos horizontales, otro, por el contrario, un punto central exterior<br />

a una recta Pues las sociedades primitivas no carecen de formaciones de<br />

poder: mcluso tienen muchas. Pero, lo que hnpide que los puntos centrales potenciales<br />

cristahcen, adquieran consistencia, son precisamente los mecanismos que<br />

hacen que esas formaciones de poder no resuenen conjuntamente en el punto superior,<br />

ni que tampoco polaricen en el punto común: en efecto, los cúculos no son<br />

concéntricos, y los dos segmentos tienen necesidad de un tercero gracias al cual<br />

comunican En ese sentido, las sociedades primitivas no alcanzan ni el umbralciudad<br />

ni el umbral-Estado.<br />

Si consideramos ahora los dos umbrales de consistencia vemos claramente que<br />

impücan una desterritoriahzación, con relación a los códigos territoriales primitivos.<br />

Y es mútü preguntarse cuál es primero, el de la ciudad o el del Estado, el de<br />

la revolución urbana o el de la estatal, puesto que los dos están en presuposición<br />

redproca. Los dos son necesarios para efectuar el estriaje del espacio, líneas melódicas<br />

de las ciudades, cortes armónicos de los Estados. El único problema que se<br />

plantea es el de la posibiüdad de una relación inversa en el seno de esta reciprocidad.<br />

Pues, si el Estado arcaico hnperial knphca necesariamente ciudades hnportantes,<br />

estas ciudades permanecen tanto más subordinadas a él cuanto que el Palacio<br />

conserva el monopoho del comercio exterior. La ciudad, por el contrario,<br />

tiende a emanciparse cuando la sobrecodificación de Estado provoca flujos descodificados.<br />

Una descodificación se une a la desterritoriaUzación, y la amphfica: la

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