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Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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438 MIL MESETAS<br />

dos en sus respectivos territorios, quieren compararlos entre sí de manera abstracta,<br />

o, en última instancia, estructural, pero rechazan confrontarlos a los territorios<br />

arqueológicos que comprometerían su autarquía. Sacan fotos de sus prímitivos,<br />

pero rechazan de antemano la coexistencia y la superposición de dos mapas,<br />

etnográfico y arqueológico. Catal Hüyük habría tenido sm embargo una zona de<br />

influencia de tres mü kilómetros; pero, ¿cómo se puede dejar sin definfi el problema<br />

continuamente planteado de la relación de coexistencia entre las sociedades<br />

primitivas y los imperios, mcluso del neofitico? Mientras no se tenga en cuenta la<br />

arqueología, el problema de una relación etnología-historia se reduce a una conñrontación<br />

ideaüsta, y no se Ubera del tema absurdo de la sociedad sin historia, o<br />

de la sociedad contra la historia. No todo es Estado, precisamente porque siempre<br />

y en todas partes ha habido Estados. No sólo la escritura supone el Estado, también<br />

lo suponen la palabra, la lengua y el lenguaje. La autosuficiencia, la autarquía,<br />

la mdependencia, la preexistencia de las comunidades primitivas es un sueño<br />

de etnólogo: no que esas comunidades dependan necesariamente de Estados, sino<br />

que coexisten con eUos en una red compleja. Cabe pensar que las sociedades primitivas<br />

han mantenido "desde el principio" relaciones lejanas las unas con las<br />

otras, y no sólo de vecindad, y que esas relaciones utüizaban a los Estados como<br />

intermediarios, incluso si éstos sólo las capturaban local y parcialmente. Las<br />

propias palabras y las lenguas, independientemente de la escritura, no definen<br />

grupos cerrados que se entienden entre sí, sino que determinan sobre todo relaciones<br />

entre grupos que no se comprenden: si existe lenguaje es sobre todo entre<br />

aqueUos que no hablan la misma lengua. El lenguaje esta hecho para eso, para la<br />

traducción, no para la comunicación. Y en las sociedades primitivas hay tantas<br />

tendencias que "buscan" el Estado, tantos vectores que trabajan en dfiección del<br />

Estado, como movinüentos en el Estado, o fuera de él, que tienden a separarse de<br />

él, a defenderse de él, o bien hacerlo evolucionar, o ya aboürlo: todo coexiste, en<br />

constante kiteracción.<br />

Un evolucionismo económico es finposible: apenas se puede creer en una evolución,<br />

incluso ramificada, "recolectores- cazadores-ganaderos-agricultores-industriales".<br />

Un evolucionismo etnológico "nómadas-senfinómadas-sedentarios" no es<br />

más váUdo. Tampoco un evolucionismo ecológico "autarquía dispersa de grupos<br />

locales-pueblos y aldeas-ciudades-Estados". Basta con hacer que esas evoluciones<br />

abstractas interfieran para que todo evolucionismo se derrumbe: por ejemplo, la<br />

ciudad crea la agricultura, sm pasar por aldeas. Otro ejemplo, los nómadas no<br />

preceden a los sedentarios, smo que el nomadismo es un movkniento, un devenir<br />

que afecta a los sedentarios, del nüsmo modo que la sedentarización es un freno<br />

que fija a los nómadas: Gryaznov ha mostrado a este respecto cómo el más antiguo<br />

nomadismo sólo puede atribufise exactamente a poblaciones que abandonan<br />

su sedentaridad casi urbana, o su itúierancia primitiva, para ponerse a nomadizar<br />

En esas condiciones, los nómadas mventan la máquina de guerra, como lo<br />

que ocupa o Uena el espacio nómada, y se opone a las ciudades y a los Estados<br />

que tiende a abolir. Los primitivos ya tem'an mecanismos de guerra que contribm'an<br />

a impedfi la formación de un Estado; pero esos mecanismos cambian<br />

cuando se autonomizan en una máquma específica del nomadismo que responde a<br />

APARATO DE CAPTURA 439<br />

los Estados. No obstante, de eUo no debe deducfise una evolución, hicluso en zigzag,<br />

que fría de los primitivos a los Estados, de los Estados a las máqumas de guerra<br />

nómadas: o al menos el zigzag no es sucesivo, sino que pasa por las locaUzaciones<br />

de una topología que define aqiu sociedades primitivas, aUá Estados, más aUá<br />

máqumas de guerra. E mcluso cuando el Estado se apropia de la máquma de guerra,<br />

cambiando una vez más su naturaleza, se trata de un fenómeno de desplazamiento,<br />

de transferencia, y no de evolución. El nómada sólo existe en devenfr y en<br />

interacción; pero el primitivo también. La historia no hace más que traducir en sucesión<br />

una coexistencia de devemres. Y las colectividades pueden ser trashumantes,<br />

semisedentarias, sedentarias, o nómadas, sin que por eUo sean estadios preparatorios<br />

del Estado, que ya está ahí, en otra parte o al lado.<br />

¿Puede decirse al menos que los recolectores-cazadores son los "verdaderos"<br />

primitivos, y que, a pesar de todo, siguen siendo la base o el mínimo presupuesto<br />

de la formación del Estado, por muy lejos que se haga remontar ésta? Sólo se<br />

puede tener ese punto de vista cuando se tiene una concepción de la causaUdad<br />

muy insuficiente. Es cierto que las ciencias humanas, con sus esquemas materiaUstas,<br />

evolucionistas o incluso dialécticos, están retrasadas respecto a la riqueza y la<br />

complejidad de las relaciones causales tal como aparecen en fi'sica o mcluso en<br />

biología. La física y la biología nos ponen en presencia de causaUdades invertidas,<br />

sin finalidad, pero que no por eUo dejan de poner de manifiesto una acción del futuro<br />

sobre el presente, o del presente sobre el pasado: por ejemplo, la onda convergente<br />

y el potencial anticipado, que knpUcan una inversión del tiempo. Más<br />

que los cortes o los zigzag, son esas causaUdades invertidas las que rompen la evolución.<br />

De igual modo, en el campo que nos ocupa, no basta con decfi que el Estado<br />

neofitico mcluso paleohtico, una vez que aparece, actúa sobre el mimdo circundante<br />

de los recolectores-cazadores; ya achia antes de aparecer, como el fimite<br />

actual que esas sociedades primitivas conjuran por su cuenta, o como el punto hacia<br />

el que convergen, pero que no podrían alcanzar sin destrufise. En esas sociedades,<br />

existen a la vez vectores que van en dkección del Estado, mecanismos que<br />

lo conjuran, un punto de convergencia rechazado, expulsado a medida que uno se<br />

aproxima a él. Conjurar también es anticipar. Por supuesto, el Estado no existe reahnente,<br />

y no preexiste a ti'mlo de límite conjurado, de la misma manera. De ahí la<br />

frreductible contingencia. Pero, para dar un sentido positivo a la idea de un "presentimiento"<br />

de lo que aún no existe, hay que mostrar cómo lo que no existe ya<br />

actúa bajo otra forma que la de su existencia. Una vez que aparece, el Estado actúa<br />

sobre los recolectores-cazadores imponiéndoles la agricultura, la ganadería,<br />

ima división muy avanzada del trabajo, etc.: así pues, bajo la forma de una onda<br />

centrífuga o divergente. Pero, antes de aparecer, el Estado ya actúa bajo la forma<br />

de la onda convergente o centnpeta de los cazadores recolectores, onda que se<br />

anula precisamente en el punto de convergencia que señalaría la inversión de los<br />

signos o la aparición de Estado (de ahí la inestabiUdad mtrínseca y funcional de<br />

esas sociedades prknitivas) Pues bien, desde ese punto de vista, es necesario<br />

pensar la contemporaneidad o la coexistencia de los dos movimientos inversos, de<br />

las dos dfiecciones del tiempo —de los primitivos "anteriores" al Estado y del Estado<br />

"posterior" a los primitivos—, como si las dos ondas que aparentemente se

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