Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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416 MIL MESETAS CONTENIDO EXPRESION Substancia Espacio agujereado Espacio Uso (filum maquínico o materia-flujo) Forma Metalurgia itinerante Máquina de guerra nómada Proposición IX: La guerra no tiene necesariamente por objeto la batalla, y sobre todo la máquina de la guerra no tiene necesariamente por objeto la guerra, aunque la guerra y la batalla puedan derivar de ella necesariamente (bajo ciertas condiciones). Encontramos sucesivamente tres problemas: ¿es la bataUa el "objeto" de la guerra? Pero también: ¿es la guerra el "objeto" de la máquina de guerra? Por último, ¿en qué medida la máquina de guerra es "objeto" del aparato de Estado? La ambigüedad de los dos primeros problemas procede ciertamente del término objeto, pero impUca su dependencia con relación al tercero. No obstante, estos problemas deben considerarse progresivamente, incluso si uno se ve obUgado a muUipücar los casos. El primer problema, el de la bataUa, impUca, en efecto, la distinción irunediata de dos casos, uno en el que se busca la bataUa, otro en el que la máquina de guerra evita esencialmente la bataUa. Estos dos casos no coinciden en modo alguno con ofensiva y defensiva. Pero la guerra en sentido estricto, (según una concepción que culmina con Foch) parece tener por objeto la bataUa, mientras que la guerrüla se propone explícitamente la no-batalla. No obstante, el desarroUo de la guerra en guerta de movimiento, y en guerta total, pone también en entredicho la noción de bataUa, tanto desde el punto de vista de la ofensiva como de la defensiva: la no-bataUa parece poder expresar la velocidad de un ataque-sorpresa, o bien la contra-velocidad de una respuesta inmediata Inversamente, en el otro lado, el desarroUo de la guerrilla impUca un momento y formas bajo las cuales la bataUa debe buscarse de forma efectiva, en relación con "puntos de apoyo" exteriores o interiores. Bien es verdad que guerriUa y guerta no dejan de prestarse métodos, tanto en un sentido como en otro (por ejemplo, a menudo se ha insistido en que la guerriUa en tierra se mspiraba en la guerta marítbna). Así pues, lo único que se puede decir es que la bataUa y la no-bataUa son el doble objeto de la guerta, según un criterio que no coincide con la ofensiva y la defensiva, ni siquiera con la guerra de guerra y la guerta de guerriUa. Por eso, dejando de lado este problema, uno se pregunta si la guerra es el objeto de la máquina de guerra. No es en absoluto evidente. En la medida en que la guerra (con o sin bataUa) se propone el aniquUamiento o la capitulación de fuerzas enemigas, la máquina de guerra no tiene necesariamente por objeto la guerta (por ejemplo, la razzia, más que una forma particular de guerta, sería otro ob- TRATADO DE NOMADOLOGlA: LA MÁQUINA DE GUERRA 417 jeto). Pero, más generalmente, hemos visto que la máquina de guerra era la invención nómada, puesto que en su esencia era el elemento constimyente del espacio Uso, de la ocupación de ese espacio, del desplazamiento en ese espacio, y de la composición correspondiente de los hombres: ese es su único y verdadero objeto positivo (nomos). Hacer crecer el desierto, la estepa, no despoblarla, sino todo lo contrario. Si la guerta deriva necesariamente de la máquina de guerta es porque ésta se enfrenta a los Estados y a las ciudades, como fuerzas (de estriaje) que se oponen al objeto positivo: como consecuencia, la máquina de guerta tiene como enemigo al Estado, a la ciudad, al fenómeno estatal y urbano, y su objetivo es aniquüarlos. Ahí es donde deviene guerra: aniquüar las fuerzas del Estado, destruir la forma-Estado. La aventura de AtUa, o de Gengis Khan, muestra perfectamente esta sucesión del objeto positivo y del objeto negativo. Hablando como Aristóteles, diríase que la guerra no es ni la condición ni el objeto de la máquina de guerta, sino que la acompaña o la completa necesariamente; hablando como Derrida, din'ase que la guerta es el "suplemento" de la máquma de guerra. Incluso puede suceder que esta suplementaridad sea captada en una revelación progresiva angustiosa. Esa sería por ejemplo la aventura de Moisés: partiendo del Estado egipcio, lanzándose al desierto, comienza formando una máquina de guerra, bajo la inspiración de un antiguo pasado de los hebreos nómadas, y bajo el consejo de su suegro de origen nómada. Es la máquina de los justos, que ya es una máquina de guerra, pero que todavía no tiene la guerra por objeto. Pues bien, Moisés se da cuenta poco a poco, y por etapas, de que la guerra es el suplemento necesario de esta máquina, puesto que encuentra o debe atravesar ciudades y Estados, puesto que primero debe enviar a eUos espías (observación armada), luego quizá Uegar a los extremos (guerra de aniquilación). El pueblo judío conoce entonces la duda y teme no ser bastante fuerte; pero Moisés también duda, retrocede ante la revelación de ese suplemento. Josué se encargará de hacer la guerra, no Moisés. Por último, para hablar como Kant, se dirá que la relación de la guerra con la máquina de guerra es necesaria, pero "sintética" (para Uegar a la síntesis se necesita a Yahvé). El problema de la guerra queda, pues, a su vez relegado y subordinado a las relaciones máquina de guerta-aparato de Estado. En principio, los Estados no hacen la guerta: por supuesto, la guerra no es un fenómeno que podemos encontrar en la naturaleza de forma universal, en tanto que violencia indeterminada. Pero la guerra no es el objeto de los Estados, más bien sería lo contrario. Los Estados más arcaicos ni siquiera parecen tener máquina de guerta, y más adelante veremos que su dominación está basada en otras instancias (que impUcan, por el contrario, po- Ucía y cárceles). Podemos perfectamente suponer que, entre las misteriosas razones del brusco aniquUamiento de los Estados arcaicos y a pesar de todo poderosos, está precisamente la intervención de una máquina de guerta extrínseca o nómada, que les responde y los destruye. Pero el Estado comprende rápidamente. Uno de los mayores problemas, desde el punto de vista de la historía universal, será el siguiente: ¿cómo va a apropiarse el Estado de la máquina de guerra, es decU, constituir ima, adaptada a su medida, a su dominación y a sus fines? ¿Y con qué ríesgos? (Uamamos mstitución miUtar, o ejército, no a la propia máquina de guerta, sino a esa forma bajo la cual el Estado se apropia de eUa). Para compren-

418 MIL MESETAS der el carácter paradójico de semejante empresa, hay que recapimlar el conjunto de la hipótesis: 1) la máquina de guerra es la invención nómada que ni siquiera tiene la guerra como objeto primero, sino como objeto segundo, suplementario o sintético, en el sentido de que está obUgada a destruir la forma-Estado y la formaciudad con las que se enfrenta; 2) cuando el Estado se apropia de la máquma de guerra, ésta cambia evidentemente de naturaleza y de función, puesto que entonces está dirigida contra los nómadas y todos los destructores del Estado, o bien expresa relaciones entre Estados, en la medida en que un Estado sólo pretende destruir otro o imponerle sus fines; 3) ahora bien, cuando el Estado se apropia así de la máquina de guerra ésta tiende a tener la guerra como objeto directo y primero, como objeto "anafifico" (y cuando la guerra tiende a tener la batalla como objeto). En resumen, al mismo tiempo que el aparato de Estado se apropia de una máquina de guerra, la máquina de guerra toma la giierra como objeto, y la guerra queda subordinada a los fines del Estado. Esta cuestión de la apropiación es históricamente tan variada que hay que distinguir varios tipos de problemas. El primero concierne a la posibifidad de la operación: precisamente porque la guerra sólo era el objeto suplementario o sintético de la máquma de guerra nómada ésta cae en la vacilación que le será fatal, y el aparato de Estado, por el contrario, va a poder apropiarse de la guerra, y, por tanto, volver la máquina de guerra contra los nómadas. La vacilación del nómada ha sido presentada a menudo de manera legendaria: ¿qué hacer con las tierras conquistadas y atravesadas? ¿Abandonarlas al desierto, a la estepa, a la gran pradera? ¿O bien dejar que subsista un aparato de Estado capaz de explotarlas directamente, sin perjuicio de devenir a corto o a largo plazo una simple nueva dinastía de este aparato? El plazo es más o menos largo, puesto que por ejemplo los gengiskhánidos han podido resistfi mucho tiempo integrándose parcialmente en los knperios conquistados, pero manteniendo también todo un espacio liso de las estepas que sometía los centros imperiales. Esa fue su geniafidad, Pax mongólica. Sin embargo, la integración de los nómadas en los imperios conquistados ha sido uno de los factores más decisivos de la apropiación de la máquina de guerra por el aparato de Estado: el inevitable pehgro ante el que los nómadas sucmnbieron. Pero existe también otro pehgro, el que amenaza al Estado cuando se apropia de la máquina de guerra (todos los Estados han experimentado el peso de este peUgro, los riesgos que corrían con esa apropiación). Tamerlán sería el ejemplo extremo, y no el sucesor, sino el polo opuesto de Gengis Khan: Tamerlán construye una fantástica máquma de guerra que utiliza contra los nómadas, pero por esa misma razón debe construir im aparato de.Estado tanto más sófido e improductivo cuanto que sólo existe como la forma vacía de apropiación de esta máquina Volver la máquina de guerra contra los nómadas puede hacer correr al Estado un riesgo tan grande como el que corren los nómadas dirigiendo la máquina de guerra contra los Estados. Un segundo tipo de problemas concierne a las formas concretas bajo las cuales se efectúa la apropiación de las máquinas de guerra: ¿mercenarios o territoriales? ¿Ejército profesional o ejército de reclutamiento? ¿Cuerpos especiales o reclutanüento nacional? Estas fórmulas no sólo no son equivalentes, sino que existen to- TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MÁQUINA DE GUERRA 419 das las combinaciones posibles entre ellas. La distinción más pertinente, o la más general, sería quizá la siguiente: ¿Hay sólamente "encastramiento" de la máquina de guerta o bien hay "apropiación" en sentido estricto? En efecto, la captura de la máquina de guerra por el aparato de Estado se ha llevado a cabo según dos vías: encastrar una sociedad de guerteros (procedentes del exterior o que surgen del interior), o bien, por el contrario, constituirla según reglas relacionadas con la sociedad civil en su totafidad. Y una vez más, paso y transición de ima fórmula a otra. Por último, el tercer tipo de problemas concierne a los medios de apropiación. Desde este punto de vista, habn'a que considerar los diversos elementos relacionados con los aspectos fundamentales del aparato de Estado: la territorialidad, el trabajo o las obras públicas, la fiscalidad. La constitución de una institución mifitar o de un ejército impfica necesariamente una territoriaüzación de la máquina de guerta, es decir, concesiones de tiertas, "coloniales" o interiores, que pueden adoptar formas muy variadas. Pero, como consecuencia, regímenes fiscales determinan la naturaleza de los servicios y de los ünpuestos que deben los beneficiarios guerreros, y sobre todo el tipo de impuesto civil al que toda o una fracción de la sociedad está inversamente sometida para mantener el ejército. Y, al mismo tiempo, las obras púbficas emprendidas por el Estado deben reorganizarse en función de un "ordenamiento del territorio" en el que el ejército desempeña un papel \ determinante, no sólo con las fortalezas y plazas fuertes, sino con las comunicacio- I nes estratégicas, la estructura logística, la infraestructura industrial, etc. (papel y función del ingeniero en esta forma de apropiación) Permítasenos confrontar el conjunto de esta hipótesis con la fórmula de Clausewitz: "La guerra es la continuación de las relaciones poHticas por otros medios". Sabemos que esta fórmula está sacada a su vez de un conjunto teórico y práctico, histórico y transhistórico, cuyos elementos están relacionados entre sí: 1) existe un puro concepto de la guerta como guerta absoluta, incondicionada. Idea no dada en la experiencia (abatfr o "destruir" al enemigo, que supuestamente no existe ninguna otra determinación, sin consideración poUtica, económica o social); 2) lo que sí está dado son las guertas reales, en la medida en que están sometidas a los fines de los Estados, que son más o menos buenos "conductores" con relación a la guerra absoluta, y que de todas formas condicionan su realización en la experiencia; 3) las guerras reales oscüan entre dos polos, sometidos ambos a la pofitica de Estado: guerta de aniquilamiento que puede Uegar hasta la guerta total (según los objetivos en los que basa el aniquilamiento) y tiende a aproxfinarse al concepto incondicionado por progresión a los extremos; guerta limitada, no por i eUo "menos" guerta, pero que efectúa un descenso más próximo de las condiciones limitativas, y puede Uegar hasta una simple "observación armada" En primer lugar, esta distmción entre una guerta absoluta como Idea, y guerras reales, nos parece de una gran importancia, pero con la posibifidad de otro ^ criterio que el de Clausewitz. La Idea pura no sería la de una eUminación abstracta del adversario, sino la de una máquina de guerra que no tiene precisamente la guerra por objeto, y que sólo mantiene con la guerta una relación sintética, potencial o suplementaria. Por eso la máquina de guerta nómada no nos parece, como en Clausewitz, un caso de guerra real entre los otros, sino, por el contrario, el conte-

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der el carácter paradójico de semejante empresa, hay que recapimlar el conjunto<br />

de la hipótesis: 1) la máquina de guerra es la invención nómada que ni siquiera<br />

tiene la guerra como objeto primero, sino como objeto segundo, suplementario o<br />

sintético, en el sentido de que está obUgada a destruir la forma-Estado y la formaciudad<br />

con las que se enfrenta; 2) cuando el Estado se apropia de la máquma de<br />

guerra, ésta cambia evidentemente de naturaleza y de función, puesto que entonces<br />

está dirigida contra los nómadas y todos los destructores del Estado, o bien expresa<br />

relaciones entre Estados, en la medida en que un Estado sólo pretende destruir<br />

otro o imponerle sus fines; 3) ahora bien, cuando el Estado se apropia así de<br />

la máquina de guerra ésta tiende a tener la guerra como objeto directo y primero,<br />

como objeto "anafifico" (y cuando la guerra tiende a tener la batalla como objeto).<br />

En resumen, al mismo tiempo que el aparato de Estado se apropia de una<br />

máquina de guerra, la máquina de guerra toma la giierra como objeto, y la guerra<br />

queda subordinada a los fines del Estado.<br />

Esta cuestión de la apropiación es históricamente tan variada que hay que distinguir<br />

varios tipos de problemas. El primero concierne a la posibifidad de la operación:<br />

precisamente porque la guerra sólo era el objeto suplementario o sintético<br />

de la máquma de guerra nómada ésta cae en la vacilación que le será fatal, y el<br />

aparato de Estado, por el contrario, va a poder apropiarse de la guerra, y, por<br />

tanto, volver la máquina de guerra contra los nómadas. La vacilación del nómada<br />

ha sido presentada a menudo de manera legendaria: ¿qué hacer con las tierras<br />

conquistadas y atravesadas? ¿Abandonarlas al desierto, a la estepa, a la gran pradera?<br />

¿O bien dejar que subsista un aparato de Estado capaz de explotarlas directamente,<br />

sin perjuicio de devenir a corto o a largo plazo una simple nueva dinastía<br />

de este aparato? El plazo es más o menos largo, puesto que por ejemplo los gengiskhánidos<br />

han podido resistfi mucho tiempo integrándose parcialmente en los<br />

knperios conquistados, pero manteniendo también todo un espacio liso de las estepas<br />

que sometía los centros imperiales. Esa fue su geniafidad, Pax mongólica.<br />

Sin embargo, la integración de los nómadas en los imperios conquistados ha sido<br />

uno de los factores más decisivos de la apropiación de la máquina de guerra por el<br />

aparato de Estado: el inevitable pehgro ante el que los nómadas sucmnbieron.<br />

Pero existe también otro pehgro, el que amenaza al Estado cuando se apropia de<br />

la máquina de guerra (todos los Estados han experimentado el peso de este peUgro,<br />

los riesgos que corrían con esa apropiación). Tamerlán sería el ejemplo extremo,<br />

y no el sucesor, sino el polo opuesto de Gengis Khan: Tamerlán construye<br />

una fantástica máquma de guerra que utiliza contra los nómadas, pero por esa<br />

misma razón debe construir im aparato de.Estado tanto más sófido e improductivo<br />

cuanto que sólo existe como la forma vacía de apropiación de esta<br />

máquina Volver la máquina de guerra contra los nómadas puede hacer correr<br />

al Estado un riesgo tan grande como el que corren los nómadas dirigiendo la<br />

máquina de guerra contra los Estados.<br />

Un segundo tipo de problemas concierne a las formas concretas bajo las cuales<br />

se efectúa la apropiación de las máquinas de guerra: ¿mercenarios o territoriales?<br />

¿Ejército profesional o ejército de reclutamiento? ¿Cuerpos especiales o reclutanüento<br />

nacional? Estas fórmulas no sólo no son equivalentes, sino que existen to-<br />

TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MÁQUINA DE GUERRA 419<br />

das las combinaciones posibles entre ellas. La distinción más pertinente, o la más<br />

general, sería quizá la siguiente: ¿Hay sólamente "encastramiento" de la máquina<br />

de guerta o bien hay "apropiación" en sentido estricto? En efecto, la captura de la<br />

máquina de guerra por el aparato de Estado se ha llevado a cabo según dos vías:<br />

encastrar una sociedad de guerteros (procedentes del exterior o que surgen del interior),<br />

o bien, por el contrario, constituirla según reglas relacionadas con la sociedad<br />

civil en su totafidad. Y una vez más, paso y transición de ima fórmula a otra.<br />

Por último, el tercer tipo de problemas concierne a los medios de apropiación.<br />

Desde este punto de vista, habn'a que considerar los diversos elementos relacionados<br />

con los aspectos fundamentales del aparato de Estado: la territorialidad, el<br />

trabajo o las obras públicas, la fiscalidad. La constitución de una institución mifitar<br />

o de un ejército impfica necesariamente una territoriaüzación de la máquina de<br />

guerta, es decir, concesiones de tiertas, "coloniales" o interiores, que pueden<br />

adoptar formas muy variadas. Pero, como consecuencia, regímenes fiscales determinan<br />

la naturaleza de los servicios y de los ünpuestos que deben los beneficiarios<br />

guerreros, y sobre todo el tipo de impuesto civil al que toda o una fracción de la<br />

sociedad está inversamente sometida para mantener el ejército. Y, al mismo<br />

tiempo, las obras púbficas emprendidas por el Estado deben reorganizarse en función<br />

de un "ordenamiento del territorio" en el que el ejército desempeña un papel<br />

\ determinante, no sólo con las fortalezas y plazas fuertes, sino con las comunicacio-<br />

I nes estratégicas, la estructura logística, la infraestructura industrial, etc. (papel y<br />

función del ingeniero en esta forma de apropiación)<br />

Permítasenos confrontar el conjunto de esta hipótesis con la fórmula de Clausewitz:<br />

"La guerra es la continuación de las relaciones poHticas por otros medios".<br />

Sabemos que esta fórmula está sacada a su vez de un conjunto teórico y práctico,<br />

histórico y transhistórico, cuyos elementos están relacionados entre sí: 1) existe<br />

un puro concepto de la guerta como guerta absoluta, incondicionada. Idea no<br />

dada en la experiencia (abatfr o "destruir" al enemigo, que supuestamente no<br />

existe ninguna otra determinación, sin consideración poUtica, económica o social);<br />

2) lo que sí está dado son las guertas reales, en la medida en que están sometidas<br />

a los fines de los Estados, que son más o menos buenos "conductores" con relación<br />

a la guerra absoluta, y que de todas formas condicionan su realización en la<br />

experiencia; 3) las guerras reales oscüan entre dos polos, sometidos ambos a la<br />

pofitica de Estado: guerta de aniquilamiento que puede Uegar hasta la guerta total<br />

(según los objetivos en los que basa el aniquilamiento) y tiende a aproxfinarse al<br />

concepto incondicionado por progresión a los extremos; guerta limitada, no por<br />

i eUo "menos" guerta, pero que efectúa un descenso más próximo de las condiciones<br />

limitativas, y puede Uegar hasta una simple "observación armada"<br />

En primer lugar, esta distmción entre una guerta absoluta como Idea, y guerras<br />

reales, nos parece de una gran importancia, pero con la posibifidad de otro<br />

^ criterio que el de Clausewitz. La Idea pura no sería la de una eUminación abstracta<br />

del adversario, sino la de una máquina de guerra que no tiene precisamente la guerra<br />

por objeto, y que sólo mantiene con la guerta una relación sintética, potencial<br />

o suplementaria. Por eso la máquina de guerta nómada no nos parece, como en<br />

Clausewitz, un caso de guerra real entre los otros, sino, por el contrario, el conte-

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