Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión
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MIL MESETAS<br />
sis de una máquina de guerra, que difiere formalmente de cualquier aparato de<br />
Estado, o algo equivalente, que, por el contrario, estructura las sociedades centralizadas.<br />
Por supuesto, no se dirá que la disciplina es lo propio de la máquina de<br />
guerra: la disciplina deviene la característica exigida por lo ejércitos cuando el Estado<br />
se apodera de ellos; la máquina de guerra responde a otras reglas, que nosotros<br />
no decimos que sean mejores, pero que animan una indisciplina fundamental<br />
del guerrero, una puesta en tela de juicio de la jerarquía, un perpetuo chantaje al<br />
abandono y a la traición, un sentido del honor muy susceptible, y que impide, ima<br />
vez más, la formación del Estado.<br />
No obstante, ¿por qué esta tesis no nos resulta del todo convincente? Estamos<br />
de acuerdo con Clastres cuando muestra que el Estado no se expfica por un desarrollo<br />
de las fuerzas productivas, ni por una diferenciación de las fuerzas poHticas.<br />
Al contrario, el Estado hace posible la reahzación de la grandes obras, la constitución<br />
de los excedentes y la organización de las funciones púbficas correspondientes.<br />
Hace posible la distinción entre gobernantes y gobernados. Ahora bien, no vemos<br />
cómo se puede expUcar el Estado por lo que le supone, incluso si se recurre a<br />
la dialéctica. Parece evidente que el Estado surge de pronto, bajo una forma imperial,<br />
y no remite a factores progresivos. Su aparición in situ es como un acto genial,<br />
el nacimiento de Atenea. También estamos de acuerdo con Clastres cuando<br />
muestra que una máquina de guerra está dirigida contra el Estado, bien contra Estados<br />
potenciales cuya formación conjura de antemano, o bien, sobre todo, contra<br />
los Estados actuales cuya destrucción se propone. En efecto, la máquina de guerra<br />
se efectúa sin duda mucho más en los agenciamientos "bárbaros" de los nómadas<br />
guerreros que en los agenciamientos "salvajes" de las sociedades primitivas. En<br />
cualquier caso, está excluido que la guerra produzca un Estado, o que el Estado<br />
sea el resultado de una guerra como consecuencia de la cual los vencedores impondrían<br />
una nueva ley a los vencidos, puesto que la organización de la máquina<br />
de guerra está dirigida contra la forma-Estado, actual o virtual. El Estado no se<br />
exphca mejor por el resultado de una guerra que por la progresión de fuerzas económicas<br />
o pofiticas. De ahí que Clastres establezca el corte: entre sociedades contra-Estado,<br />
llamadas primitivas, y sociedades-con-Estado, llamadas monstruosas,<br />
en las que es imposible saber cómo han podido formarse. Clastres está fascinado<br />
por el problema de una "servidumbre voluntaria", a la manera de La Boétie:<br />
¿cómo han podido querer o desear los hombres una servidumbre que en ellos no<br />
era el resultado de una guerra involuntaria y desafortunada? Disponían, sin embargo,<br />
de mecanismos contra-Estado; en ese caso, ¿por qué y cómo el Estado?<br />
¿Por qué ha triunfado el Estado? Pierte Clastres, a fuerza de profundizar en este<br />
problema, parecía privarse de los medios para resolverlo". Tendía a convertir las<br />
sociedades primitivas en una hipóstasis, una entidad autosuficienté (insistía mucho<br />
en este punto). Convertía la exterioridad formal en independencia real. De esa<br />
forma continuaba siendo evolucionista, y presuponía un estado natural. Ahora<br />
bien, según él, ese estado nataral era una reahdad plenamente social, y no un puro<br />
concepto, y esa evolución era de mutación brusca, y no de desartollo. Pues, por<br />
un lado, el Estado surgía de pronto, ya formado; por otro, las sociedades contra-<br />
Estado disponían de mecanismos muy precisos para conjurarlo, para impedir que<br />
TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MÁQUINA DE GUERRA 367<br />
surja. Creemos que ambas proposiciones son buenas, pero que su encadenamiento<br />
falla. Hay un viejo esquema: "de los clanes a los únperios", o "de las bandas a los<br />
reinos"... Pero nada nos asegura que haya una evolución en ese sentido, puesto<br />
que las bandas y los clanes están tan organizados como los reinos-imperios. Pues<br />
bien, no se podrá romper con esta hipótesis evolutiva estableciendo el corte entre<br />
los dos términos, es decir, dando una autosuficiencia a las bandas, y un surgimiento<br />
tanto más milagroso o mostruoso al Estado.<br />
Hay que decir que el Estado siempre ha existido, y muy perfecto, muy formado.<br />
Cuantos más descubrimientos reaüzan los arqueólogos, más imperios descubren.<br />
La hipótesis del Urstaat parece verificada, "el Estado como tal se remonta<br />
ya a los tiempos más remotos de la humanidad". Casi no podemos imaginamos<br />
sociedades primitivas que no hayan estado en contacto con Estados imperiales, en<br />
la periferia o en zonas mal controladas. Ahora bien, lo fundamental es la hipótesis<br />
inversa: que el Estado siempre ha estado en relación con un afuera, y no se puede<br />
concebir independientemente de esta relación. La ley del Estado no es la del Todo<br />
o Nada (sociedades con Estado o sociedades contra Estado), sino la de lo interior<br />
y lo exterior. El Estado es la soberanía. Pero la soberanía sólo reina sobre aquello<br />
que es capaz de interiorizar, de apropiarse localmente. No sólo no hay un Estado<br />
universal, sino que el afuera de los Estados no se deja reducir a la "poHtica exterior",<br />
es decfi, a un conjunto de relaciones entre Estados. El afuera aparece simultáneamente<br />
en dos direcciones: grandes máqumas mundiales, ramificadas por<br />
todo el ecumene en un momento dado, y que gozan de una ampüa autonomía con<br />
relación a los Estados (por ejemplo, organizaciones comerciales del tipo "grandes<br />
compañías", o bien complejos industriales, o incluso formaciones reUgiosas como<br />
el cristianismo, el islamismo, ciertos movimientos de profetismo o de mesianismo,<br />
etc.); pero también, mecanismos locales de bandas, márgenes, minorías, que continúan<br />
afirmando los derechos de sociedades segmentarias contra los órganos de<br />
poder de Estado. El mundo moderno nos ofrece hoy en día imágenes particularmente<br />
desarrolladas de estas dos dkecciones, hacia máquinas mundiales ecuménicas,<br />
pero también hacia un neoprimitivismo, una nueva sociedad tribal tal como la<br />
describe Mac Luhan. Esas direcciones no dejan de estar presentes en todo el<br />
campo social, y desde siempre, fiicluso puede suceder que se confundan parcialmente;<br />
por ejemplo, una organización comercial también es una banda de pillaje o<br />
de piratería, en una parte de su trayectoria y en muchas de sus actividades; o bien<br />
una formación reügiosa comienza actuando por bandas. Lo que es evidente es que<br />
tanto las bandas como las organizaciones mundiales impücan una forma irreductible<br />
al Estado, y que esa forma de exterioridad se presenta necesariamente como la<br />
de una máquina de guerra, polimorfa y difusa. Es un nomos, muy diferente de la<br />
"ley". La forma-Estado, como forma de interioridad, tiene tendencia a reproducirse,<br />
idéntica a sí misma a través de sus variaciones, fácilmente reconocible en los<br />
límites de sus polos, buscando siempre el reconocimiento púbfico (el Estado<br />
nunca se oculta). Pero la forma de exterioridad de la máquina de guerta hace que<br />
ésta sólo exista en sus propias metamorfosis; existe tanto en una innovación industrial<br />
como en una invención tecnológica, en un circuito comercial, en una creación<br />
reügiosa, en todos esos flujos y corrientes que sólo secundariamente se dejan