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Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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366<br />

MIL MESETAS<br />

sis de una máquina de guerra, que difiere formalmente de cualquier aparato de<br />

Estado, o algo equivalente, que, por el contrario, estructura las sociedades centralizadas.<br />

Por supuesto, no se dirá que la disciplina es lo propio de la máquina de<br />

guerra: la disciplina deviene la característica exigida por lo ejércitos cuando el Estado<br />

se apodera de ellos; la máquina de guerra responde a otras reglas, que nosotros<br />

no decimos que sean mejores, pero que animan una indisciplina fundamental<br />

del guerrero, una puesta en tela de juicio de la jerarquía, un perpetuo chantaje al<br />

abandono y a la traición, un sentido del honor muy susceptible, y que impide, ima<br />

vez más, la formación del Estado.<br />

No obstante, ¿por qué esta tesis no nos resulta del todo convincente? Estamos<br />

de acuerdo con Clastres cuando muestra que el Estado no se expfica por un desarrollo<br />

de las fuerzas productivas, ni por una diferenciación de las fuerzas poHticas.<br />

Al contrario, el Estado hace posible la reahzación de la grandes obras, la constitución<br />

de los excedentes y la organización de las funciones púbficas correspondientes.<br />

Hace posible la distinción entre gobernantes y gobernados. Ahora bien, no vemos<br />

cómo se puede expUcar el Estado por lo que le supone, incluso si se recurre a<br />

la dialéctica. Parece evidente que el Estado surge de pronto, bajo una forma imperial,<br />

y no remite a factores progresivos. Su aparición in situ es como un acto genial,<br />

el nacimiento de Atenea. También estamos de acuerdo con Clastres cuando<br />

muestra que una máquina de guerra está dirigida contra el Estado, bien contra Estados<br />

potenciales cuya formación conjura de antemano, o bien, sobre todo, contra<br />

los Estados actuales cuya destrucción se propone. En efecto, la máquina de guerra<br />

se efectúa sin duda mucho más en los agenciamientos "bárbaros" de los nómadas<br />

guerreros que en los agenciamientos "salvajes" de las sociedades primitivas. En<br />

cualquier caso, está excluido que la guerra produzca un Estado, o que el Estado<br />

sea el resultado de una guerra como consecuencia de la cual los vencedores impondrían<br />

una nueva ley a los vencidos, puesto que la organización de la máquina<br />

de guerra está dirigida contra la forma-Estado, actual o virtual. El Estado no se<br />

exphca mejor por el resultado de una guerra que por la progresión de fuerzas económicas<br />

o pofiticas. De ahí que Clastres establezca el corte: entre sociedades contra-Estado,<br />

llamadas primitivas, y sociedades-con-Estado, llamadas monstruosas,<br />

en las que es imposible saber cómo han podido formarse. Clastres está fascinado<br />

por el problema de una "servidumbre voluntaria", a la manera de La Boétie:<br />

¿cómo han podido querer o desear los hombres una servidumbre que en ellos no<br />

era el resultado de una guerra involuntaria y desafortunada? Disponían, sin embargo,<br />

de mecanismos contra-Estado; en ese caso, ¿por qué y cómo el Estado?<br />

¿Por qué ha triunfado el Estado? Pierte Clastres, a fuerza de profundizar en este<br />

problema, parecía privarse de los medios para resolverlo". Tendía a convertir las<br />

sociedades primitivas en una hipóstasis, una entidad autosuficienté (insistía mucho<br />

en este punto). Convertía la exterioridad formal en independencia real. De esa<br />

forma continuaba siendo evolucionista, y presuponía un estado natural. Ahora<br />

bien, según él, ese estado nataral era una reahdad plenamente social, y no un puro<br />

concepto, y esa evolución era de mutación brusca, y no de desartollo. Pues, por<br />

un lado, el Estado surgía de pronto, ya formado; por otro, las sociedades contra-<br />

Estado disponían de mecanismos muy precisos para conjurarlo, para impedir que<br />

TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MÁQUINA DE GUERRA 367<br />

surja. Creemos que ambas proposiciones son buenas, pero que su encadenamiento<br />

falla. Hay un viejo esquema: "de los clanes a los únperios", o "de las bandas a los<br />

reinos"... Pero nada nos asegura que haya una evolución en ese sentido, puesto<br />

que las bandas y los clanes están tan organizados como los reinos-imperios. Pues<br />

bien, no se podrá romper con esta hipótesis evolutiva estableciendo el corte entre<br />

los dos términos, es decir, dando una autosuficiencia a las bandas, y un surgimiento<br />

tanto más milagroso o mostruoso al Estado.<br />

Hay que decir que el Estado siempre ha existido, y muy perfecto, muy formado.<br />

Cuantos más descubrimientos reaüzan los arqueólogos, más imperios descubren.<br />

La hipótesis del Urstaat parece verificada, "el Estado como tal se remonta<br />

ya a los tiempos más remotos de la humanidad". Casi no podemos imaginamos<br />

sociedades primitivas que no hayan estado en contacto con Estados imperiales, en<br />

la periferia o en zonas mal controladas. Ahora bien, lo fundamental es la hipótesis<br />

inversa: que el Estado siempre ha estado en relación con un afuera, y no se puede<br />

concebir independientemente de esta relación. La ley del Estado no es la del Todo<br />

o Nada (sociedades con Estado o sociedades contra Estado), sino la de lo interior<br />

y lo exterior. El Estado es la soberanía. Pero la soberanía sólo reina sobre aquello<br />

que es capaz de interiorizar, de apropiarse localmente. No sólo no hay un Estado<br />

universal, sino que el afuera de los Estados no se deja reducir a la "poHtica exterior",<br />

es decfi, a un conjunto de relaciones entre Estados. El afuera aparece simultáneamente<br />

en dos direcciones: grandes máqumas mundiales, ramificadas por<br />

todo el ecumene en un momento dado, y que gozan de una ampüa autonomía con<br />

relación a los Estados (por ejemplo, organizaciones comerciales del tipo "grandes<br />

compañías", o bien complejos industriales, o incluso formaciones reUgiosas como<br />

el cristianismo, el islamismo, ciertos movimientos de profetismo o de mesianismo,<br />

etc.); pero también, mecanismos locales de bandas, márgenes, minorías, que continúan<br />

afirmando los derechos de sociedades segmentarias contra los órganos de<br />

poder de Estado. El mundo moderno nos ofrece hoy en día imágenes particularmente<br />

desarrolladas de estas dos dkecciones, hacia máquinas mundiales ecuménicas,<br />

pero también hacia un neoprimitivismo, una nueva sociedad tribal tal como la<br />

describe Mac Luhan. Esas direcciones no dejan de estar presentes en todo el<br />

campo social, y desde siempre, fiicluso puede suceder que se confundan parcialmente;<br />

por ejemplo, una organización comercial también es una banda de pillaje o<br />

de piratería, en una parte de su trayectoria y en muchas de sus actividades; o bien<br />

una formación reügiosa comienza actuando por bandas. Lo que es evidente es que<br />

tanto las bandas como las organizaciones mundiales impücan una forma irreductible<br />

al Estado, y que esa forma de exterioridad se presenta necesariamente como la<br />

de una máquina de guerra, polimorfa y difusa. Es un nomos, muy diferente de la<br />

"ley". La forma-Estado, como forma de interioridad, tiene tendencia a reproducirse,<br />

idéntica a sí misma a través de sus variaciones, fácilmente reconocible en los<br />

límites de sus polos, buscando siempre el reconocimiento púbfico (el Estado<br />

nunca se oculta). Pero la forma de exterioridad de la máquina de guerta hace que<br />

ésta sólo exista en sus propias metamorfosis; existe tanto en una innovación industrial<br />

como en una invención tecnológica, en un circuito comercial, en una creación<br />

reügiosa, en todos esos flujos y corrientes que sólo secundariamente se dejan

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