Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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364 MIL MESETAS cen a la máquina de guerra. Anillos rotos. Ese elemento de exterioridad, que lo domina todo, que Kleist inventa en literatura, que es el primero en inventarlo, va a dar un nuevo ritmo al tiempo, una sucesión sin fin de catatom'as o de desvanecimientos, y de ñilguraciones o precipitaciones. La catatom'a es "ese afecto es demasiado fuerte para mí", y la fulguración, "la fuerza de ese afecto me arrastra", el Yo ya sólo es un personaje cuyos gestos y emociones están desubjetivados, sin perjuicio de morir por ello. Tal es la fórmula personal de Kleist: una sucesión de carreras locas y de catatom'as petrificadas, en las que ya no subsiste ninguna interioridad subjetiva. En Kleist hay mucho de Oriente: el luchador japonés, mterminablemente inmóvil, y que de pronto hace un gesto demasiado rápido como para que pueda ser percibido. El jugador de go. En el arte moderno muchas cosas vienen de Kleist. Con relación a Kleist, Goethe y Hegel representan el pasado. ¿Es posible que en el momento en que la máquma de guerra ya no existe, vencida por el Estado, presente su máxima hreductibihdad, se disperse en máquinas de pensar, de amar, de morir, de crear, que disponen de fuerzas vivas o revolucionarias susceptibles de volver a poner en tela de juicio el Estado triunfante? ¿Es un mismo movhniento el que hace que la máquina de guerra sea superada, condenada, apropiada y, a la vez, adquiera nuevas formas, se metamorfosee, afirme su irreductibihdad, su exterioridad: despliegue ese medio de exterioridad pura que el hombre de Estado occidental o el pensador occidental no cesan de reduch? Problema I: ¿Existe algún medio de conjurar la formación de un aparato de Estado (o de sus equivalentes en un grupo)? Proposición II: La exterioridad de la máquina de guerra es igualmente confirmada por la etnología (homenaje a la memoria de Pierre Clastres). Las sociedades primitivas segmentarias han sido definidas a menudo como sociedades sm Estado, es dech, aqueUas en las que no aparecen órganos de poder diferenciados. De ahí se deducía que esas sociedades no habían alcanzado el grado de desarroUo económico, o el nivel de diferenciación pofitíca, que harían a la vez posible e mevitable la formación de un aparato de Estado: por eso los primitivos "no entienden" un aparato tan complejo. El principal mterés de las tesis de Clastres es el de romper con ese postulado evolucionista. Clastres no sólo duda de que el Estado sea el producto de un desarroUo económico atribuible, sino que se pregunta si las sociedades primitivas no tienen la preocupación potencial de conjurar y prevenh ese monstruo que supuestamente no entienden. Conjurar la formación de un aparato de Estado, hacer imposible esa formación, ese sería el objeto de un cierto número de mecanismos sociales primitivos, incluso si no se tiene una conciencia clara de eUos. Sm duda las sociedades primhivas tienen jefes. Pero el Estado no se define por la existencia de jefes, se define por la perpetuación o la conservación de órganos de poder. El Estado se preocupa de conservar. Se neceshan, pues, instituciones especiales para que un jefe pueda devenir hombre de Estado, pero también se neceshan mecanismos colectivos difusos para hnpedhlo. Los mecanismos conjuratorios o preventivos forman parte de la chefferie, e hnpiden que cristahce en un aparato diferente del propio cuerpo social. Clastres TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MAQUINA DE GUERRA 365 describe esa situación del jefe cuya única arma instituida es su prestigio, cuyo único medio es la persuasión, cuya única regla es el presentimiento de los deseos del grupo: el jefe se parece más a un hder o a una estreUa de cine que a un hombre de poder, y siempre corre el riesgo de ser repudiado, abandonado por los suyos. Es más, Clastres considera que en las sociedades primitivas la guerra es el mecanismo más seguro para impedh la formación del Estado: la guerra mantiene la dispersión y la segmentaridad de los grupos, y el guerrero está atrapado en un proceso de acumulación de sus hazañas, que le conduce a una soledad y a una muerte prestigiosas, pero sin poder'". Clastres puede, pues, invocar un Derecho namral, pero invirtiendo la proposición prmcipal: así como Hobbes vio claramente que el Estado existía contra la guerra, la guerra existe contra el Estado, y lo hace hnposible. De ésto no debe deduchse que la guerra sea un estado natural, sino, al contrario, que es el modo de un estado social que conjura e impide la formación del Estado. La guerra primitiva no produce el Estado, ni tampoco deriva de él. Y así como no se expfica por el Estado, tampoco se exphca por el mtercambio: lejos de derivar del mtercambio, incluso para sancionar su fracaso, la guerra es lo que limita los intercambios, los mantiene en el marco de las "ahanzas", lo que les impide devenir un factor de Estado, hacer que los grupos se fusionen. El principal mterés de esta tesis es el de Uamar la atención sobre los mecanismos colectivos de hihibición. Estos mecanismos pueden ser sutUes, y funcionar como micromecanismos. Se ve con claridad en determinados fenómenos de bandas o de manadas. Por ejemplo, a propósito de las bandas de niños de Bogotá, Jacques Meunier cha tres maneras de impedh que el hder adquiera un poder estable: los miembros de la banda se reúnen y realizan los robos juntos, con botín colectivo, pero luego se dispersan, no permanecen juntos ni para dormir ni para comer; por otro lado y sobre todo, cada miembro de la banda está unido a uno, dos o tres miembros de la misma banda, por eso, en caso de desacuerdo con el jefe, no se há solo, siempre arrastrará consigo a sus ahados cuya marcha conjugada amenaza con desarticular toda la banda; por último, hay un Umhe de edad difuso que hace que, hacia los qumce años, forzosamente hay que dejar la banda, separarse de eUa". Para entender estos mecanismos hay que renunciar a la visión evolucionista que convierte la banda o la manada en una forma social rudimentaria y peor organizada, hicluso en las bandas animales, la chefferie es un mecanismo complejo que no promueve al más fuerte, sino que más bien inhibe la instauración de poderes estables en beneficio de un tejido de relaciones himanentes'^. También se podría oponer entre los hombres más cultivados la forma de "mundanidad" a la de "sociabUidad": los grupos mundanos no difieren mucho de la bandas y proceden por difusión de prestigio más bien que por referencia a centros de poder como sucede en los grupos sociales (Proust ha mostrado perfectamente esta falta de correspondencia entre los valores mundanos y los valores sociales). Eugène Sue, mundano y dandy, al que los legitimistas reprochaban que frecuentara la fámula de Orleans, decía: "no me codeo con la fámula, me codeo con la manada". Las manadas, las bandas, son grupos de tipo rizoma, por oposición al tipo arborescente que se concentra en órganos de poder. Por eso las bandas en general, mcluso las de bandidaje, o las de mundanidad, son metamorfo-

366 MIL MESETAS sis de una máquina de guerra, que difiere formalmente de cualquier aparato de Estado, o algo equivalente, que, por el contrario, estructura las sociedades centralizadas. Por supuesto, no se dirá que la disciplina es lo propio de la máquina de guerra: la disciplina deviene la característica exigida por lo ejércitos cuando el Estado se apodera de ellos; la máquina de guerra responde a otras reglas, que nosotros no decimos que sean mejores, pero que animan una indisciplina fundamental del guerrero, una puesta en tela de juicio de la jerarquía, un perpetuo chantaje al abandono y a la traición, un sentido del honor muy susceptible, y que impide, ima vez más, la formación del Estado. No obstante, ¿por qué esta tesis no nos resulta del todo convincente? Estamos de acuerdo con Clastres cuando muestra que el Estado no se expfica por un desarrollo de las fuerzas productivas, ni por una diferenciación de las fuerzas poHticas. Al contrario, el Estado hace posible la reahzación de la grandes obras, la constitución de los excedentes y la organización de las funciones púbficas correspondientes. Hace posible la distinción entre gobernantes y gobernados. Ahora bien, no vemos cómo se puede expUcar el Estado por lo que le supone, incluso si se recurre a la dialéctica. Parece evidente que el Estado surge de pronto, bajo una forma imperial, y no remite a factores progresivos. Su aparición in situ es como un acto genial, el nacimiento de Atenea. También estamos de acuerdo con Clastres cuando muestra que una máquina de guerra está dirigida contra el Estado, bien contra Estados potenciales cuya formación conjura de antemano, o bien, sobre todo, contra los Estados actuales cuya destrucción se propone. En efecto, la máquina de guerra se efectúa sin duda mucho más en los agenciamientos "bárbaros" de los nómadas guerreros que en los agenciamientos "salvajes" de las sociedades primitivas. En cualquier caso, está excluido que la guerra produzca un Estado, o que el Estado sea el resultado de una guerra como consecuencia de la cual los vencedores impondrían una nueva ley a los vencidos, puesto que la organización de la máquina de guerra está dirigida contra la forma-Estado, actual o virtual. El Estado no se exphca mejor por el resultado de una guerra que por la progresión de fuerzas económicas o pofiticas. De ahí que Clastres establezca el corte: entre sociedades contra-Estado, llamadas primitivas, y sociedades-con-Estado, llamadas monstruosas, en las que es imposible saber cómo han podido formarse. Clastres está fascinado por el problema de una "servidumbre voluntaria", a la manera de La Boétie: ¿cómo han podido querer o desear los hombres una servidumbre que en ellos no era el resultado de una guerra involuntaria y desafortunada? Disponían, sin embargo, de mecanismos contra-Estado; en ese caso, ¿por qué y cómo el Estado? ¿Por qué ha triunfado el Estado? Pierte Clastres, a fuerza de profundizar en este problema, parecía privarse de los medios para resolverlo". Tendía a convertir las sociedades primitivas en una hipóstasis, una entidad autosuficienté (insistía mucho en este punto). Convertía la exterioridad formal en independencia real. De esa forma continuaba siendo evolucionista, y presuponía un estado natural. Ahora bien, según él, ese estado nataral era una reahdad plenamente social, y no un puro concepto, y esa evolución era de mutación brusca, y no de desartollo. Pues, por un lado, el Estado surgía de pronto, ya formado; por otro, las sociedades contra- Estado disponían de mecanismos muy precisos para conjurarlo, para impedir que TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MÁQUINA DE GUERRA 367 surja. Creemos que ambas proposiciones son buenas, pero que su encadenamiento falla. Hay un viejo esquema: "de los clanes a los únperios", o "de las bandas a los reinos"... Pero nada nos asegura que haya una evolución en ese sentido, puesto que las bandas y los clanes están tan organizados como los reinos-imperios. Pues bien, no se podrá romper con esta hipótesis evolutiva estableciendo el corte entre los dos términos, es decir, dando una autosuficiencia a las bandas, y un surgimiento tanto más milagroso o mostruoso al Estado. Hay que decir que el Estado siempre ha existido, y muy perfecto, muy formado. Cuantos más descubrimientos reaüzan los arqueólogos, más imperios descubren. La hipótesis del Urstaat parece verificada, "el Estado como tal se remonta ya a los tiempos más remotos de la humanidad". Casi no podemos imaginamos sociedades primitivas que no hayan estado en contacto con Estados imperiales, en la periferia o en zonas mal controladas. Ahora bien, lo fundamental es la hipótesis inversa: que el Estado siempre ha estado en relación con un afuera, y no se puede concebir independientemente de esta relación. La ley del Estado no es la del Todo o Nada (sociedades con Estado o sociedades contra Estado), sino la de lo interior y lo exterior. El Estado es la soberanía. Pero la soberanía sólo reina sobre aquello que es capaz de interiorizar, de apropiarse localmente. No sólo no hay un Estado universal, sino que el afuera de los Estados no se deja reducir a la "poHtica exterior", es decfi, a un conjunto de relaciones entre Estados. El afuera aparece simultáneamente en dos direcciones: grandes máqumas mundiales, ramificadas por todo el ecumene en un momento dado, y que gozan de una ampüa autonomía con relación a los Estados (por ejemplo, organizaciones comerciales del tipo "grandes compañías", o bien complejos industriales, o incluso formaciones reUgiosas como el cristianismo, el islamismo, ciertos movimientos de profetismo o de mesianismo, etc.); pero también, mecanismos locales de bandas, márgenes, minorías, que continúan afirmando los derechos de sociedades segmentarias contra los órganos de poder de Estado. El mundo moderno nos ofrece hoy en día imágenes particularmente desarrolladas de estas dos dkecciones, hacia máquinas mundiales ecuménicas, pero también hacia un neoprimitivismo, una nueva sociedad tribal tal como la describe Mac Luhan. Esas direcciones no dejan de estar presentes en todo el campo social, y desde siempre, fiicluso puede suceder que se confundan parcialmente; por ejemplo, una organización comercial también es una banda de pillaje o de piratería, en una parte de su trayectoria y en muchas de sus actividades; o bien una formación reügiosa comienza actuando por bandas. Lo que es evidente es que tanto las bandas como las organizaciones mundiales impücan una forma irreductible al Estado, y que esa forma de exterioridad se presenta necesariamente como la de una máquina de guerra, polimorfa y difusa. Es un nomos, muy diferente de la "ley". La forma-Estado, como forma de interioridad, tiene tendencia a reproducirse, idéntica a sí misma a través de sus variaciones, fácilmente reconocible en los límites de sus polos, buscando siempre el reconocimiento púbfico (el Estado nunca se oculta). Pero la forma de exterioridad de la máquina de guerta hace que ésta sólo exista en sus propias metamorfosis; existe tanto en una innovación industrial como en una invención tecnológica, en un circuito comercial, en una creación reügiosa, en todos esos flujos y corrientes que sólo secundariamente se dejan

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cen a la máquina de guerra. Anillos rotos. Ese elemento de exterioridad, que lo domina<br />

todo, que Kleist inventa en literatura, que es el primero en inventarlo, va a dar<br />

un nuevo ritmo al tiempo, una sucesión sin fin de catatom'as o de desvanecimientos,<br />

y de ñilguraciones o precipitaciones. La catatom'a es "ese afecto es demasiado<br />

fuerte para mí", y la fulguración, "la fuerza de ese afecto me arrastra", el Yo ya sólo<br />

es un personaje cuyos gestos y emociones están desubjetivados, sin perjuicio de morir<br />

por ello. Tal es la fórmula personal de Kleist: una sucesión de carreras locas y de<br />

catatom'as petrificadas, en las que ya no subsiste ninguna interioridad subjetiva. En<br />

Kleist hay mucho de Oriente: el luchador japonés, mterminablemente inmóvil, y<br />

que de pronto hace un gesto demasiado rápido como para que pueda ser percibido.<br />

El jugador de go. En el arte moderno muchas cosas vienen de Kleist. Con relación a<br />

Kleist, Goethe y Hegel representan el pasado. ¿Es posible que en el momento en<br />

que la máquma de guerra ya no existe, vencida por el Estado, presente su máxima<br />

hreductibihdad, se disperse en máquinas de pensar, de amar, de morir, de crear,<br />

que disponen de fuerzas vivas o revolucionarias susceptibles de volver a poner en<br />

tela de juicio el Estado triunfante? ¿Es un mismo movhniento el que hace que la<br />

máquina de guerra sea superada, condenada, apropiada y, a la vez, adquiera nuevas<br />

formas, se metamorfosee, afirme su irreductibihdad, su exterioridad: despliegue ese<br />

medio de exterioridad pura que el hombre de Estado occidental o el pensador occidental<br />

no cesan de reduch?<br />

Problema I: ¿Existe algún medio de conjurar la formación de un aparato de Estado<br />

(o de sus equivalentes en un grupo)?<br />

Proposición II: La exterioridad de la máquina de guerra es igualmente confirmada<br />

por la etnología (homenaje a la memoria de Pierre Clastres).<br />

Las sociedades primitivas segmentarias han sido definidas a menudo como sociedades<br />

sm Estado, es dech, aqueUas en las que no aparecen órganos de poder<br />

diferenciados. De ahí se deducía que esas sociedades no habían alcanzado el<br />

grado de desarroUo económico, o el nivel de diferenciación pofitíca, que harían a<br />

la vez posible e mevitable la formación de un aparato de Estado: por eso los primitivos<br />

"no entienden" un aparato tan complejo. El principal mterés de las tesis<br />

de Clastres es el de romper con ese postulado evolucionista. Clastres no sólo duda<br />

de que el Estado sea el producto de un desarroUo económico atribuible, sino que<br />

se pregunta si las sociedades primitivas no tienen la preocupación potencial de<br />

conjurar y prevenh ese monstruo que supuestamente no entienden. Conjurar la<br />

formación de un aparato de Estado, hacer imposible esa formación, ese sería el<br />

objeto de un cierto número de mecanismos sociales primitivos, incluso si no se<br />

tiene una conciencia clara de eUos. Sm duda las sociedades primhivas tienen jefes.<br />

Pero el Estado no se define por la existencia de jefes, se define por la perpetuación<br />

o la conservación de órganos de poder. El Estado se preocupa de conservar.<br />

Se neceshan, pues, instituciones especiales para que un jefe pueda devenir hombre<br />

de Estado, pero también se neceshan mecanismos colectivos difusos para hnpedhlo.<br />

Los mecanismos conjuratorios o preventivos forman parte de la chefferie, e<br />

hnpiden que cristahce en un aparato diferente del propio cuerpo social. Clastres<br />

TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MAQUINA DE GUERRA 365<br />

describe esa situación del jefe cuya única arma instituida es su prestigio, cuyo<br />

único medio es la persuasión, cuya única regla es el presentimiento de los deseos<br />

del grupo: el jefe se parece más a un hder o a una estreUa de cine que a un hombre<br />

de poder, y siempre corre el riesgo de ser repudiado, abandonado por los suyos.<br />

Es más, Clastres considera que en las sociedades primitivas la guerra es el mecanismo<br />

más seguro para impedh la formación del Estado: la guerra mantiene la<br />

dispersión y la segmentaridad de los grupos, y el guerrero está atrapado en un<br />

proceso de acumulación de sus hazañas, que le conduce a una soledad y a una<br />

muerte prestigiosas, pero sin poder'". Clastres puede, pues, invocar un Derecho<br />

namral, pero invirtiendo la proposición prmcipal: así como Hobbes vio claramente<br />

que el Estado existía contra la guerra, la guerra existe contra el Estado, y lo<br />

hace hnposible. De ésto no debe deduchse que la guerra sea un estado natural,<br />

sino, al contrario, que es el modo de un estado social que conjura e impide la formación<br />

del Estado. La guerra primitiva no produce el Estado, ni tampoco deriva<br />

de él. Y así como no se expfica por el Estado, tampoco se exphca por el mtercambio:<br />

lejos de derivar del mtercambio, incluso para sancionar su fracaso, la guerra<br />

es lo que limita los intercambios, los mantiene en el marco de las "ahanzas", lo<br />

que les impide devenir un factor de Estado, hacer que los grupos se fusionen.<br />

El principal mterés de esta tesis es el de Uamar la atención sobre los mecanismos<br />

colectivos de hihibición. Estos mecanismos pueden ser sutUes, y funcionar<br />

como micromecanismos. Se ve con claridad en determinados fenómenos de bandas<br />

o de manadas. Por ejemplo, a propósito de las bandas de niños de Bogotá,<br />

Jacques Meunier cha tres maneras de impedh que el hder adquiera un poder estable:<br />

los miembros de la banda se reúnen y realizan los robos juntos, con botín<br />

colectivo, pero luego se dispersan, no permanecen juntos ni para dormir ni para<br />

comer; por otro lado y sobre todo, cada miembro de la banda está unido a uno,<br />

dos o tres miembros de la misma banda, por eso, en caso de desacuerdo con el<br />

jefe, no se há solo, siempre arrastrará consigo a sus ahados cuya marcha conjugada<br />

amenaza con desarticular toda la banda; por último, hay un Umhe de edad<br />

difuso que hace que, hacia los qumce años, forzosamente hay que dejar la banda,<br />

separarse de eUa". Para entender estos mecanismos hay que renunciar a la visión<br />

evolucionista que convierte la banda o la manada en una forma social rudimentaria<br />

y peor organizada, hicluso en las bandas animales, la chefferie es un mecanismo<br />

complejo que no promueve al más fuerte, sino que más bien inhibe la instauración<br />

de poderes estables en beneficio de un tejido de relaciones<br />

himanentes'^. También se podría oponer entre los hombres más cultivados la<br />

forma de "mundanidad" a la de "sociabUidad": los grupos mundanos no difieren<br />

mucho de la bandas y proceden por difusión de prestigio más bien que por referencia<br />

a centros de poder como sucede en los grupos sociales (Proust ha mostrado<br />

perfectamente esta falta de correspondencia entre los valores mundanos y los valores<br />

sociales). Eugène Sue, mundano y dandy, al que los legitimistas reprochaban<br />

que frecuentara la fámula de Orleans, decía: "no me codeo con la fámula, me codeo<br />

con la manada". Las manadas, las bandas, son grupos de tipo rizoma, por<br />

oposición al tipo arborescente que se concentra en órganos de poder. Por eso las<br />

bandas en general, mcluso las de bandidaje, o las de mundanidad, son metamorfo-

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