Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

patriciolepe.files.wordpress.com
from patriciolepe.files.wordpress.com More from this publisher
15.05.2013 Views

360 MIL MESETAS runa y Mitra, el déspota y el legislador, el agavillador y el organizador. Y sin duda esos dos polos se oponen término a término, como lo oscuro y lo claro, lo violento y lo tranquilo, lo rápido y lo grave, lo terrible y lo regulado, el "lazo" y el "pacto", etc.' Pero su oposición tan sólo es relativa; funcionan emparejados, alternativamente, como si expresaran una división de lo Uno o compusieran una unidad soberana. "A la vez antitéticos y complementarios, necesarios el uno para el otro y, como consecuencia, sin hostilidad, sin mitología de conflicto: cada especificación en uno de los planos exige mecánicarhente una especificación homologa en el otro, y, eUos dos solos agotan el campo de la función". Son los elementos principales de un aparato de Estado que procede por Uno-Dos, que distribuye las distinciones bmarias y forma un medio de interioridad. Es una doble articulación que convierte al aparato de Estado en un estrato. Se constatará que la guerra no está mcluida en este aparato. O bien el Estado dispone de una violencia que no pasa por la guerra: más que guerreros, emplea pohcías y carceleros, no tiene armas y no tiene necesidad de chas, actúa por captura mágica inmediata, "capta" y "hga", hnpidiendo cualquier combate. O bien el Estado adquiere un ejército, pero que presupone una integración jurídica de la guerra y la organización de una función militar ^. En cuanto a la máquina de guerra en sí misma, parece claramente hreductible al aparato de Estado, exterior a su soberanía, previa a su derecho: tiene otro origen. Indra, el dios guerrero, se opone tanto a Varuna como a Mitra ^. No se reduce a una de las dos, ni tampoco forma una tercera. Más bien sería como la multiphcidad pura y sin medida, la manada, hrupción de lo efímero y potencia de la metamorfosis. Deshace el lazo en la misma medida en que traiciona el pacto. Frente a la mesura esgrime un furor, frente a la gravedad una celeridad, frente a lo púbhco un secreto, frente a la soberam'a una potencia, frente al aparato una máquina. Pone de manifiesto otra justicia, a veces de una crueldad hicomprensible, pero a veces también de un piedad desconocida (puesto que deshace los lazos...) ^. Pero sobre todo pone de manifiesto otras relaciones con las mujeres, con los animales, puesto que todo lo vive en relaciones de devenir, en lugar de efectuar distribuciones binarias entre "estados": todo un devenir-animal del guerrero, todo un devenh-mujer, que supera tanto las duafidades de términos como las correspondencias de relaciones. Desde todos los puntos de vista, la máquma de guerra es de otra especie, de otra naturaleza, de otro origen que el aparato de Estado. Habría que considerar un ejemplo hmitado, comparar la máquina de guerra y el aparato de Estado según la teoría de los juegos. Veamos, por ejemplo, el ajedrez y el go, desde el punto de vista de las piezas, de las relaciones entre las piezas y del espacio concernido. El ajedrez es un juego de Estado, o de corte, el emperador de China lo practicaba. Las piezas de ajedrez están codificadas, tienen una naturaleza interna o propiedades mtrínsecas, de las que derivan sus movimientos, sus posiciones, sus enfrentamientos. Están cualificadas, el cabaUo siempre es un caba- Uo, el alfil un alfil, el peón un peón. Cada una es como un sujeto de enunciado, dotado de un poder relativo; y esos poderes relativos se combman en un sujeto de enunciación, el propio jugador de ajedrez o la forma de interioridad del juego. Los peones del go, por el contrario, son bolas, fichas, shnples unidades aritméticas, TRATADO DE NOMADOLOGlA: LA MÁQUINA DE GUERRA 361 cuya única función es anónima, colectiva o de tercera persona: "El" avanza, puede ser un hombre, una mujer, una pulga o un elefante. Los peones del go son los elementos de un agenciamiento maquínico no subjetivado, sm propiedades intrínsecas, sino únicamente de situación. También las relaciones son muy diferentes en los dos casos. En su medio de interioridad, las piezas de ajedrez mantienen relaciones biunívocas entre sí, y con las del adversario: sus funciones son estructurales. Un peón de go, por el contrario, sólo tiene un medio de exterioridad, o relaciones extrínsecas con nebulosas, constelaciones, según las cuales desempeña funciones de inserción o de situación, como bordear, rodear, romper. Un sólo peón de go puede aniquUar sincrónicamente toda una constelación, mientras que una pieza de ajedrez no puede hacerlo (o sólo puede hacerlo diacrònicamente). El ajedrez es claramente una guerra, pero una guerra institucionalizada, regulada, codificada, con un frente, una retaguardia, bataUas. Lo propio del go, por el contrario, es una guerra sin finea de combate, sin enfrentamiento y retaguardia, en úhhno extremo, sin bataUa: pura estrategia, mientras que el ajedrez es una semiología. Por úhimo, no se trata del mismo espacio: en el caso del ajedrez, se trata de distribuh un espacio cerrado, así pues, de h de un punto a otro, de ocupar un máximo de casUlas con un mínimo de piezas. En el go, se trata de distribuhse en un espacio abierto, de ocupar el espacio, de conservar la posibihdad de surgh en cualquier punto: el movimiento ya no va de un punto a otro, smo que deviene perpetuo, sm meta ni destino, sin sahda ni Uegada. Espacio "hso" del go frente a espacio "estriado" del ajedrez. Nomos del go frente a Estado del ajedrez, nomos frente a polis. Pues el ajedrez codifica y descodifica el espacio, mientras que el go procede de otra forma, lo territoriafiza y lo desterritoriafiza (converth el exterior en un territorio en el espacio, consohdar ese territorio mediante la construcción de un segundo territorio adyacente, desterritoriahzar al enemigo mediante ruptura hiterna de su territorio, desterritorializarse uno mismo renunciando, yendo a otra parte...). Otra justicia, otro movimiento, otro espacio-tiempo. "Llegan como el destino, sm causa, sin razón, sm respeto, sin pretexto..." "No se entiende cómo han Uegado hasta la capital, sm embargo, ahí están, y cada mañana diríase que su número aumenta..." — Lue de Heusch ha puesto de reheve un mho bantu que nos remite al mismo esquema: Ncongolo, emperador autóctono, organizador de grandes obras, hombre púbhco y de pohcía, entrega sus hermanastras al cazador Mbidi, que primero le ayuda, luego se va; el hijo de Mbidi, el hombre del secreto, se une a su padre, pero para volver de nuevo, con esa cosa inimaginable, un ejército, y matar a Ncongolo, sin perjuicio de rehacer un nuevo Estado...^. "Entre" el Estado despótico-mágico y el Estado jurídico que incluye una institución miütar, existhía esa fulguración de la máquina de guerra, que viene de fuera. Desde el punto de vista del Estado, la origmahdad del hombre de guerra, su excentricidad, aparece necesariamente bajo una forma negativa: estupidez, deformidad, locura, hegithnidad, usurpación, pecado... Dumézü analiza los tres "pecados" del guerrero en la tradición indo-europea: contra el rey, contra el sacerdote, contra las leyes derivadas del Estado (supongamos una transgresión sexual que comprometa la distribución de los hombres y de las mujeres, supongamos mcluso

362 MIL MESETAS una traición a las leyes de la guerra tal como son instituidas por el Estado)^. El guerrero está en la situación de traicionarlo todo, incluida la función militar, o de no entender nada. Algunos historiadores, burgueses o soviéticos, siguen esta tradición negativa y explican que Gengis Khan no entiende nada: "no entiende" el fe- : nómeno estatal, "no entiende" el fenómeno urbano. Decir eso es muy fácil, pues la exterioridad de la máquina de guerra respecto al aparato de Estado aparece en todas partes, pero sigue siendo difícil de pensar. No basta con afirmar que la máquina es exterior al aparato, hay que Uegar a pensar la máquina de guerra como algo que es una pura forma de exterioridad, mientras que el aparato de Estado constituye la forma de interioridad que habitualmente tomamos como modelo, o según la cual pensamos habitualmente. Pero todo se compüca, pues la potencia extrínseca de la máquina de guerra tiende, en determinadas circunstancias, a confundirse con una u otra de las cabezas del aparato de estado. Unas veces se confunde con la violencia mágica de Estado, otras con la institución miUtar de Estado. Por ejemplo, la máquina de guerra inventa la velocidad y el secreto, sin embargo, hay una determinada velocidad y un determinado secreto que pertenecen al Estado, relativamente, secundariamente. Existe, pues, el gran riesgo de identificar la relación estructural entre los dos polos de la soberanía poHtica, y la relación dinámica del conjimto de esos dos polos con la potencia de guerra. Dumézil cita la genealogía de los reyes de Roma: la relación Rómulo-Numa que se reproduce a lo largo de una serie, con variantes y alternancia entre los dos tipos de soberanos igualmente legítimos; pero también la relación con un "mal rey", Tulo HostUio, Tarquino el Soberbio, la irrupción del guerrero como personaje inquietante, ilegítimo. También se podrían invocar los reyes de Shakespeare: ni siquiera la violencia, las muertes y las perversiones impiden que la genealogía de Estado forme "buenos" reyes; pero aparece im personaje inquietante, Ricardo III, que desde el principio ammcia su intención de reinventar una máquina de guerra y de imponer su hnea (deforme, pérfido y traidor, invoca un "objetivo secreto", que no tiene nada que ver con la conquista del poder de Estado, y otra relación con las mujeres). En resumen, cada vez que se confimde la irrupción de la potencia de guerra con la genealogía de dominación de Estado, todo se vuelve confuso, y la máquina de guerra ya sólo se puede comprender bajo la forma de lo negativo, puesto que no se deja subsistir nada exterior al propio Estado. Pero, situada de nuevo en su medio de exterioridad, la máquina de guerra presenta otro tipo, otra naturaleza, otro origen. Diríase que se instala entre las dos cabezas del Estado, entre las dos articulaciones, y que es necesaría para pasar de la una a la otra. Ahora bien, "entre" las dos, afirma en el instante, incluso efímero, incluso fulgurante, su irreductibiüdad. El Estado no tiene de por sí maquina de guerra; sólo se apropiará de ella bajo la forma de institución miütar, y ésta no cesará de plantearle problemas. De ahí la desconfianza de los Estados frente a la institución militar, en tanto que procede de ima máquma de guerra extrínseca. Clausewitz presiente esta situación general cuando trata el flujo de guerra absoluta como una Idea, que los Estados hacen suya parcialmente según las necesidades de su pofitica, y con relación a la cual son más o menos buenos "conductores". TRATADO DE NOMADOLOGÍA: LA MÁQUINA DE GUERRA 363 Atrapado entre los dos polos de la soberanía política, el hombre de guerra aparece desfasado, condenado, sin futuro, reducido a su propio furor que vuelve contra sí mismo. Los descendientes de Heracles, Aquiles, y luego Ajax, todavía poseen fuerzas suficientes para afirmar su independencia frente a Agamenón, el hombre del viejo Estado, pero no pueden nada frente a Ulises, el hombre del naciente Estado moderno, el primer hombre de Estado moderno. UUses heredará las armas de Aquiles, para modificar su uso, someterlas al derecho de Estado, no Ajax, condenado por la diosa a la que ha desafiado, contra la que ha pecado^. Nadie mejor que Kleist ha mostrado esta situación del hombre de guerra, a la vez excéntríco y condenado. Pues, en Pentesilea, Aquiles ya está separado de su poder: la máquina ha pasado al campo de las Amazonas, pueblo-mujer sin Estado, en el que la justicia, la religión, los amores están organizados según un modelo exclusivamente guerrero. Descendientes de los escitas, las Amazonas surgen como el rayo, "entre" los dos Estados, el griego y el troyano. Lo arrasan todo a su paso. Aquiles se encuentra ante su doble, Pentesilea. Y en su ambigua lucha, Aquiles no puede evitar abrazar la máquina de guerra o amar a Pentesilea, así pues, traicionar a la vez a Agamenón y a UUses. Y sin embargo, ya pertenece suficientemente al Estado griego para que Pentesüea, por su parte, no pueda entrar con él en la relación pasional de la guerra sin traicionar la ley colectiva de su pueblo, esa ley de manada que prohibe "elegir" al enemigo, y entrar en enfremamientos directos o en distinciones binarias. Kleist, a lo largo de toda su obra, no deja de alabar las excelencias de una máquina de guerra, y la opone al aparato de Estado en un combate perdido de antemano. Arminius anuncia sin duda una máquina de guerra germánica que rompe con el orden hnperial de las aUanzas y de los ejércitos, y se levanta definitivamente contra el Estado romano. Pero el principe de Hamburgo ya sólo vive en un sueño, y está condenado por haber obtenido la victoria desobedeciendo la ley de Estado. En cuanto a Kohlhaas, su máquina de guerra ya sólo puede ser de bandidaje. ¿Cuando triunfa el Estado, el destino de esa máquina es caer en la alternativa: o bien no ser más que el órgano militar y disciplinado del aparato de Estado, o bien volverse contra sí misma, y devenir una máquma de suicidio a dúo, para un hombre y una mujer soUtarios? Goethe y Hegel, pensadores de Estado, ven en Kleist a un monstruo, y Kleist ha perdido de antemano. Sin embargo, ¿por qué la más extraña modernidad está de su lado? Porque los elementos de su obra son el secreto, la velocidad y el afecto ^. En Kleist, el secreto ya no es un contenido considerado en una forma de mterioridad, al contrario, deviene forma, y se identifica con la forma de exterioridad siempre fuera de sí misma. De igual modo, los sentimientos son arrancados de la interioridad de un "sujeto" para ser violentamente proyectados en un medio de pura exterioridad que les comunica una velocidad inimaginable, una fuerza de catapulta: amor u odio, ya no son en absoluto sentimientos, sino afectos. Y esos afectos son otros tantos devenir-mujer, devenir-animal del guerrero (el oso, las perras). Los afectos atraviesan el cuerpo como flechas, son armas de guerra. Velocidad de desterritoriaUzación del afecto. Incluso los sueños (el del príncipe de Hamburgo, el de Pentesüea) son exteriorizados, mediante un sistema de relevos y de conexiones, de encadenamientos extrínsecos que pertene-

360<br />

MIL MESETAS<br />

runa y Mitra, el déspota y el legislador, el agavillador y el organizador. Y sin duda<br />

esos dos polos se oponen término a término, como lo oscuro y lo claro, lo violento<br />

y lo tranquilo, lo rápido y lo grave, lo terrible y lo regulado, el "lazo" y el "pacto",<br />

etc.' Pero su oposición tan sólo es relativa; funcionan emparejados, alternativamente,<br />

como si expresaran una división de lo Uno o compusieran una unidad<br />

soberana. "A la vez antitéticos y complementarios, necesarios el uno para el otro<br />

y, como consecuencia, sin hostilidad, sin mitología de conflicto: cada especificación<br />

en uno de los planos exige mecánicarhente una especificación homologa en el<br />

otro, y, eUos dos solos agotan el campo de la función". Son los elementos principales<br />

de un aparato de Estado que procede por Uno-Dos, que distribuye las distinciones<br />

bmarias y forma un medio de interioridad. Es una doble articulación que<br />

convierte al aparato de Estado en un estrato.<br />

Se constatará que la guerra no está mcluida en este aparato. O bien el Estado<br />

dispone de una violencia que no pasa por la guerra: más que guerreros, emplea<br />

pohcías y carceleros, no tiene armas y no tiene necesidad de chas, actúa por captura<br />

mágica inmediata, "capta" y "hga", hnpidiendo cualquier combate. O bien el<br />

Estado adquiere un ejército, pero que presupone una integración jurídica de la<br />

guerra y la organización de una función militar ^. En cuanto a la máquina de guerra<br />

en sí misma, parece claramente hreductible al aparato de Estado, exterior a su<br />

soberanía, previa a su derecho: tiene otro origen. Indra, el dios guerrero, se opone<br />

tanto a Varuna como a Mitra ^. No se reduce a una de las dos, ni tampoco forma<br />

una tercera. Más bien sería como la multiphcidad pura y sin medida, la manada,<br />

hrupción de lo efímero y potencia de la metamorfosis. Deshace el lazo en la<br />

misma medida en que traiciona el pacto. Frente a la mesura esgrime un furor,<br />

frente a la gravedad una celeridad, frente a lo púbhco un secreto, frente a la soberam'a<br />

una potencia, frente al aparato una máquina. Pone de manifiesto otra justicia,<br />

a veces de una crueldad hicomprensible, pero a veces también de un piedad<br />

desconocida (puesto que deshace los lazos...) ^. Pero sobre todo pone de manifiesto<br />

otras relaciones con las mujeres, con los animales, puesto que todo lo vive<br />

en relaciones de devenir, en lugar de efectuar distribuciones binarias entre "estados":<br />

todo un devenir-animal del guerrero, todo un devenh-mujer, que supera<br />

tanto las duafidades de términos como las correspondencias de relaciones. Desde<br />

todos los puntos de vista, la máquma de guerra es de otra especie, de otra naturaleza,<br />

de otro origen que el aparato de Estado.<br />

Habría que considerar un ejemplo hmitado, comparar la máquina de guerra y<br />

el aparato de Estado según la teoría de los juegos. Veamos, por ejemplo, el ajedrez<br />

y el go, desde el punto de vista de las piezas, de las relaciones entre las piezas<br />

y del espacio concernido. El ajedrez es un juego de Estado, o de corte, el emperador<br />

de China lo practicaba. Las piezas de ajedrez están codificadas, tienen una naturaleza<br />

interna o propiedades mtrínsecas, de las que derivan sus movimientos, sus<br />

posiciones, sus enfrentamientos. Están cualificadas, el cabaUo siempre es un caba-<br />

Uo, el alfil un alfil, el peón un peón. Cada una es como un sujeto de enunciado,<br />

dotado de un poder relativo; y esos poderes relativos se combman en un sujeto de<br />

enunciación, el propio jugador de ajedrez o la forma de interioridad del juego. Los<br />

peones del go, por el contrario, son bolas, fichas, shnples unidades aritméticas,<br />

TRATADO DE NOMADOLOGlA: LA MÁQUINA DE GUERRA 361<br />

cuya única función es anónima, colectiva o de tercera persona: "El" avanza,<br />

puede ser un hombre, una mujer, una pulga o un elefante. Los peones del go son<br />

los elementos de un agenciamiento maquínico no subjetivado, sm propiedades intrínsecas,<br />

sino únicamente de situación. También las relaciones son muy diferentes<br />

en los dos casos. En su medio de interioridad, las piezas de ajedrez mantienen relaciones<br />

biunívocas entre sí, y con las del adversario: sus funciones son estructurales.<br />

Un peón de go, por el contrario, sólo tiene un medio de exterioridad, o relaciones<br />

extrínsecas con nebulosas, constelaciones, según las cuales desempeña<br />

funciones de inserción o de situación, como bordear, rodear, romper. Un sólo<br />

peón de go puede aniquUar sincrónicamente toda una constelación, mientras que<br />

una pieza de ajedrez no puede hacerlo (o sólo puede hacerlo diacrònicamente). El<br />

ajedrez es claramente una guerra, pero una guerra institucionalizada, regulada,<br />

codificada, con un frente, una retaguardia, bataUas. Lo propio del go, por el contrario,<br />

es una guerra sin finea de combate, sin enfrentamiento y retaguardia, en<br />

úhhno extremo, sin bataUa: pura estrategia, mientras que el ajedrez es una semiología.<br />

Por úhimo, no se trata del mismo espacio: en el caso del ajedrez, se trata de<br />

distribuh un espacio cerrado, así pues, de h de un punto a otro, de ocupar un máximo<br />

de casUlas con un mínimo de piezas. En el go, se trata de distribuhse en un<br />

espacio abierto, de ocupar el espacio, de conservar la posibihdad de surgh en<br />

cualquier punto: el movimiento ya no va de un punto a otro, smo que deviene<br />

perpetuo, sm meta ni destino, sin sahda ni Uegada. Espacio "hso" del go frente a<br />

espacio "estriado" del ajedrez. Nomos del go frente a Estado del ajedrez, nomos<br />

frente a polis. Pues el ajedrez codifica y descodifica el espacio, mientras que el go<br />

procede de otra forma, lo territoriafiza y lo desterritoriafiza (converth el exterior<br />

en un territorio en el espacio, consohdar ese territorio mediante la construcción de<br />

un segundo territorio adyacente, desterritoriahzar al enemigo mediante ruptura<br />

hiterna de su territorio, desterritorializarse uno mismo renunciando, yendo a otra<br />

parte...). Otra justicia, otro movimiento, otro espacio-tiempo.<br />

"Llegan como el destino, sm causa, sin razón, sm respeto, sin pretexto..." "No<br />

se entiende cómo han Uegado hasta la capital, sm embargo, ahí están, y cada mañana<br />

diríase que su número aumenta..." — Lue de Heusch ha puesto de reheve un<br />

mho bantu que nos remite al mismo esquema: Ncongolo, emperador autóctono,<br />

organizador de grandes obras, hombre púbhco y de pohcía, entrega sus hermanastras<br />

al cazador Mbidi, que primero le ayuda, luego se va; el hijo de Mbidi, el<br />

hombre del secreto, se une a su padre, pero para volver de nuevo, con esa cosa<br />

inimaginable, un ejército, y matar a Ncongolo, sin perjuicio de rehacer un nuevo<br />

Estado...^. "Entre" el Estado despótico-mágico y el Estado jurídico que incluye<br />

una institución miütar, existhía esa fulguración de la máquina de guerra, que viene<br />

de fuera.<br />

Desde el punto de vista del Estado, la origmahdad del hombre de guerra, su<br />

excentricidad, aparece necesariamente bajo una forma negativa: estupidez, deformidad,<br />

locura, hegithnidad, usurpación, pecado... Dumézü analiza los tres "pecados"<br />

del guerrero en la tradición indo-europea: contra el rey, contra el sacerdote,<br />

contra las leyes derivadas del Estado (supongamos una transgresión sexual que<br />

comprometa la distribución de los hombres y de las mujeres, supongamos mcluso

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!