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Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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MIL MESETAS<br />

bien Hans está atrapado en un agenciamiento, la cama de su mamá, el elemento patemo,<br />

la casa, el café de enfrente, el almacén vecino, la calle, el derecho a la caUe, la<br />

conquista de ese derecho, la nobleza, pero también los riesgos de esa conquista, la<br />

caída, la vergüenza... No son fantasmas o ensoñaciones subjetivas: no se trata de<br />

imhar al cabaUo, de "hacer" el cabaUo, de identificarse con él, ni siquiera de tener<br />

hacia él sentimientos de piedad o de simpatía. Tampoco se trata de un asunto de<br />

analogía objetiva entre los agenciamientos. Se trata de saber si el pequeño Hans<br />

puede dar a sus propios elementos relaciones de movimiento y de reposo, afectos,<br />

que le hace devenh-cabaüo, independientemente de las formas y de los sujetos.<br />

¿Existe un agenciamiento todavía desconocido que no sería ni el de Hans ni el del<br />

cabaUo, sino el del devenh-cabaUo de Hans, y en el que el cabaUo, por ejemplo, enseñaría<br />

los dientes, sin perjuicio de que Hans enseñe otra cosa, sus pies, sus piernas,<br />

su hace-pipí, cualquier cosa? Y, ¿en qué medida el problema de Hans avanzaría, en<br />

qué medida se abriría una saUda anteriormente obstruida? Cuando Hofmannsthal<br />

contempla la agonía de un ratón, es en él donde el animal "muestra los dientes al<br />

destino monstruoso". Y no es un sentimiento de piedad, precisa Hofmannsthal, y<br />

menos aún una identhicación, es una composición de velocidades y de afectos entre<br />

individuos completamente diferentes, simbiosis, que hace que el ratón devenga un<br />

pensamiento en el hombre, un pensamiento febril, al mismo tiempo que el hombre<br />

deviene ratón, ratón que rechina los dientes y agoniza. El ratón y el hombre no son<br />

en modo alguna la misma cosa, pero el Ser se dice de los dos en uno sólo y mismo<br />

sentido en una lengua que ya no es la de las palabas, en una materia que ya no es la<br />

de las formas, en una afectibüidad que ya no es la de los sujetos. Participación contra<br />

natura, pero precisamente el plan de composición, el plan de Naturaleza, está a<br />

favor de tales participaciones, que no cesan de hacer y de deshacer sus agenciamientos<br />

empleando para ello todos los artificios.<br />

No es ni una analogía, ni una imaginación, sino una composición de velocidades<br />

y de afectos en ese plan de consistencia: un plan, un programa o más bien un<br />

diagrama, un problema, una pregunta-máquina. En un texto realmente extraño,<br />

Vladhnh Slepiam plantea el "problema": tengo hambre, siempre tengo hambre,<br />

un hombre no debe tener hambre, debo, pues, devenir perro, pero ¿cómo? No se<br />

tratará ni de hmtar al perro ni de una analogía de relaciones. Tengo que conseguh<br />

dar a las partes de mi cuerpo relaciones de velocidad y de lentitud que lo hagan<br />

devenh perro, en un agenciamiento original que no procede por semejanza o por<br />

analogía. Pues no puedo devenir perro sin que el perro no devenga a su vez otra<br />

cosa. Para resolver el problema, a Slepiam se le ocurre utUizar unos zapatos, el artificio<br />

de los zapatos. Si mis manos son unos zapatos, sus elementos entrarán en<br />

una nueva relación de la que derivan el afecto o el devenh buscados. Pero, ¿cómo<br />

podría anudar el zapato de mi segunda mano si tengo la primera ocupada? Con<br />

mi boca, que su vez está investida en el agenciamiento, y que deviene hocico de<br />

perro en la medida en que el hocico de perro sirve ahora para atar mi zapato. En<br />

cada etapa del problema, no hay que comparar órganos, sino poner elementos o<br />

materiales en una relación que arranca al órganao de su especifidad para hacerlo<br />

devenh "con" el otro. Pero el devenh, que ya afecta a los pies, las manos, la boca,<br />

va a fracasar a pesar de todo. Fracasa en la cola. Habría que haber investido la<br />

DEVENIR-INTENSO, DEVENIR-ANIMAL, DEVENIR-IMPERCEPTIBLE... 263<br />

cola, forzarla a hberar elementos comunes al órgano sexual y al apéndice caudal,<br />

para que el primero sea incluido en el devenir-perro del hombre, al mismo tiempo<br />

que el segundo, en un devenh del perro, en otro devenh que formaría parte del<br />

agenciamiento. El plan fracasa, Slepiam no lo consigue en ese punto. La cola sigue<br />

siendo, en ambas partes, órgano del hombre y apéndice del perro, que no componen<br />

sus relaciones en el nuevo agenciamiento. Ahí es donde surge la deriva psicoanafitica,<br />

y donde reaparecen todos los chchés sobre la cola, la madre, el recuerdo<br />

de mfancia en el que la madre enhebraba unas agujas, todas las figuras<br />

concretas y las analogías simbóhcas Así lo quiere Slepiam, en ese hermoso<br />

texto. Pues hay una manera en la que el fracaso del plan forma parte del propio<br />

plan: el plan es infinito, podéis comenzarlo de mñ maneras, siempre encontraréis<br />

algo que Uega demasiado tarde o demasiado pronto, y que os obhga a recomponer<br />

todas vuestras relaciones de velocidad y de lentitud, todos vuestros afectos, a modificar<br />

el conjunto del agenciamiento. Empresa infinita. Pero también el plan tiene<br />

otra manera de fracasar; en este caso, porque otro plan reaparece con fuerza e mtemimpe<br />

el devenh anhnal, replegando al animal sobre el animal y al hombre sobre<br />

el hombre, reconociendo únicamente semejanzas entre elementos y analogías<br />

entre relaciones. Slepiam afronta los dos riesgos.<br />

Nosotros queremos dech algo muy shnple sobre el psicoanáhsis: el psicoanáhsis<br />

ha encontrado con frecuencia, y desde el principio, el problema de los devenires-animales<br />

del hombre. En el niño, que no cesa de atravesar tales devenhes. En<br />

el fetichismo y sobre todo en el masoquismo, que no cesan de afrontar este problema.<br />

Y lo menos que se puede decir es que los psicoanahstas no han entendido<br />

nada, ni siquiera Jung, o no han querido entender. Han masacrado el devenh-animal,<br />

en el hombre y en el niño. No han visto nada. En el animal, ven un representante<br />

de las pulsiones o una representación de los padres. No ven la reahdad de un<br />

devenh-animal, no ven cómo es el afecto en sí mismo, la pulsión en persona, no<br />

representa nada. No hay más pulsiones que los propios agenciamientos. En dos<br />

textos clásicos, Freud sólo ve al padre en el devemr-cabaUo de Hans, y Ferenczi<br />

en el devenir-gaUo de Arpad. Las orejeras del cabaUo son el binóculo del padre, lo<br />

negro ahededor de la boca, su bigote, las coces son el "hacer el amor" de los padres.<br />

Ni una palabra sobre la relación de Hans con la caUe, sobre cómo le han prohibido<br />

la caUe, lo que supone para el niño el espectáculo "un cabaUo es noble, im<br />

cabaUo cegado tha, un cabaUo cae, un cabaUo es fustigado..." El psicoanáhsis no<br />

tiene el sentido de las participaciones contra natura, ni de los agenciamientos que<br />

un niño puede montar para resolver un problema cuyas sahdas le han sido cerradas:<br />

un plan, no un fantasma. De igual modo, no se dhían tantas tonterías sobre el<br />

dolor, la humiUación y la angustia en el masoquismo, si se viese que son los devenhes-animales<br />

los que lo rigen, y no a la inversa. Para conseguh la más elevada<br />

Naturaleza siempre se necesitan aparatos, herramientas, artefactos, siempre se necesitan<br />

artificios y obhgaciones. Pues hay que anular los órganos, en cierto sentido<br />

encerrarlos, para que sus elementos hberados puedan entrar en nuevas relaciones<br />

de las que derivan el devenh-animal y la chculación de afectos en el seno del<br />

agenciarrüento maquínico. Así, ya lo hemos visto en otra parte, la máscara, la<br />

brida, el freno, la funda de pene en el Equus eróticus: el agenciamiento del deve-

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