Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia - Patricio Lepe Carrión

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240 MIL MESETAS Recuerdos de un espectador. —R^&cnexào una hermosa película, Willard {1912, Daniel Mann). Quizá una serie B, pero una hermosa película impopular, puesto que los héroes son ratones. Mis recuerdos no son forzosamente exactos. Cuento la historia sin entrar en detalles: Wülard vive con su autoritaria madre en la vieja casa famihar. Espantosa atmósfera edipica. Su madre le ordena matar una camada de ratones. WiUard perdona la vida a uno (o a dos, o a algunos). Tras una violenta disputa, la madre, que "se parece" a un perro, muere. Wülard corre el riesgo de perder la casa, codiciada por un hombre de negocios. WiUard ama al ratón principal que ha salvado. Ben, y que demuestra ima inteligencia prodigiosa. Hay, además, una rata blanca, la compañera de Ben. Cuando regresa de la oficina, Wülard les dedica todo su tiempo. Ahora han pululado. Wülard conduce la manada de ratones, dirigidos por Ben, a casa del hombre de negocios, matándolo atrozmente. Pero, Uevando a sus dos favoritos a la oficina, comete una imprudencia, y debe permitir que los empleados maten a la rata blanca. Ben se escapa, después de mirar fija y duramente a Wülard. Este conoce entonces una pausa en su destino, en su devenir ratón. Con todas sus fuerzas, intenta permanecer entre los humanos. Acepta incluso las insmuaciones de una joven de su oficina, que "se parece" mucho a una rata, pero que precisamente sólo se parece. Pues bien, un día que ha invitado a la joven, dispuesto a dejarse conyugalizar, reedipizar, ve de nuevo a Ben, que se muestra rencoroso. Intenta cazarlo, pero de hecho ahuyenta a la joven y, atraído por Ben, desciende al sótano donde le espera una innumerable manada para despedazarlo. Es como un cuento, nunca es angustiante. Todo está presente en eUa: un deveiür-animal, que no se contenta con pasar por la semejanza, que la semejanza más bien obstaculizaría o bloquearía, —un devenir-molecular, con la pululación de los ratones, la manada, que mina las grandes potencias molares, famüia, profesión, conyugalidad—, —una elección maléfica, puesto que en la manada hay un "preferido", y una especie de contrato de alianza, de horrible pacto con el preferido—, —la instauración de un agenciamiento, máquina de guerra o máquina criminal, que puede Uegar hasta la autodestrucción—, —una circulación de afectos impersonales, una corriente alternativa, que trastoca tanto los proyectos significantes como los sentimientos subjetivos, y constituye una sexualidad no humana—, —una irresistible desterritorialización, que anula de antemano las tentativas de reterritoriaüzación edipica, conyugal o profesional (¿habría animales edípicos, con los que se puede "hacer Edipo", hacer familia, mi perrito, mi gatito, y luego otros animales que, por el contrario, nos arrastrarían a un devenir irresistible? O bien, otra hipótesis: ¿el mismo animal podría estar incluido en dos funciones, dos movimientos opuestos, según el caso? Recuerdos de un naturalista. — Uno de los principales problemas de la historia natural ha sido el de pensar las relaciones de los animales entre sí. Algo muy diferente del evolucionismo ulterior que se ha definido en términos de genealogía, parentesco, descendencia o filiación. Sabemos que el evolucionismo Uegará a la idea de una evolución que no se haría necesariamente por filiación. Pero, al principio, sólo podía pasar por el motivo genealógico. Y a la inversa, la historia natural ha- DEVENIR-INTENSO, DEVENIR-ANIMAL, DEVENIR-IMPERCEPTIBLE.. 241 bía ignorado ese motivo, o al menos su importancia determinante. El propio Darwin distingue como muy independientes el tema evolucionista del parentesco y el tema naturalista de la suma y del valor de las diferencias o semejanzas: en efecto, grupos iguahnente emparentados pueden tener grados de diferencia totalmente variables con relación al ancestro. Precisamente porque la historia natural se ocupa sobre todo de la suma y del valor de las diferencias puede concebir progresiones y regresiones, continuidades y grandes cortes, pero no una evolución en sentido estricto, es decir, la posibüidad de una descendencia cuyos grados de modificación dependen de condiciones exteriores. La historia natural sólo puede pensar en términos de relaciones, entre A y B, pero no en términos de producción, de A a X. Pero precisamente al nivel de esas relaciones ocurre algo muy importante. Pues la historia natural concibe de dos maneras las relaciones entre animales: serie o estructura. Según una serie, digo: a es semejante a è, 6 es semejante a c..., etc., y todos esos términos se relacionan según su diverso grado con un único término eminente, perfección o cualidad, como razón de la serie. Es exactamente lo que los teólogos llamaban una analogía de proporción. Según la estructura digo, a es a b lo que c es a

242 MIL MESETAS terminado momento, han podido alcanzar un estadio científico, y luego perderlo, o bien emigrar a otras ciencias. En ese caso, pueden cambiar de aphcación, y de estatuto, incluso pueden cambiar de forma y de contenido, sin embargo, conservan algo esencial, en la actitud, en el desplazamiento, en la distribución de un nuevo dominio. Las ideas siempre sirven, puesto que siempre han servido, pero bajo los modos actuales más diferentes. Pues, por un lado, las relaciones de los animales entre sí no sólo son objeto de ciencia, sino también objeto de sueño, objeto de simbohsmo, objeto de arte o de poesía, objeto de práctica y de utilización práctica. Por otro, las relaciones de los animales entre sí pueden aparecer en relaciones del hombre con el animal, del hombre con la mujer, del hombre con el niño, del hombre con los elementos, del hombre con el universo fi'sico y microfi'sico. La doble idea "serie-estructura" franquea en un momento determinado un umbral científico, pero esa no era la finahdad, y no se queda ahí, o bien pasa a | otras ciencias, anima por ejemplo las ciencias humanas, sirve para el estudio de los sueños, de los mitos y de las organizaciones. La historia de las ideas nunca debería ser continua, debería evitar semejanzas, pero también descendencias o fiüaciones, contentarse con señalar los umbrales que atraviesa una idea, los viajes que hace, que cambian su naturaleza o su objeto. Pues bien, resulta que las relaciones objetivas de los anhnales entre sí se repiten en ciertas relaciones subjetivas del hombre con el animal, desde el punto de vista de una imaginación colectiva, o desde el punto de vista de un entendimiento social. Jung ha elaborado una teoría del Arquetipo como inconsciente colectivo, en la que el arümal tiene un papel especialmente hnportante en los sueños, los mitos y las colectividades humanas. Precisamente, el animal es inseparable de una serie que imphca el doble aspecto progresión-regresión, y en la que cada término desempeña el papel de un transformador posible de la libido (metamorfosis). De ahí deriva todo un tratamiento del sueño, puesto que, dada una imagen inquietante, se trata de mtegrarla en una serie arquetípica. Una serie de este tipo puede hnphcar secuencias femeninas o masculinas, infantUes, pero también secuencias animales, vegetales, o mcluso elementales, moleculares. A diferencia de la historia natural, el hombre ya no es el término eminente de la serie, puede serlo un animal en lugar del hombre, el león, el cangrejo o el ave de presa, la pulga, con relación a tal acto, tal función, según tal exigencia del inconsciente. Bachelard escribe un hermoso hbro jungiano cuanto establece la serie ramificada de. Lautréamont, teniendo en cuenta el coeficiente de velocidad de las metarmorfosis y el grado de perfección de cada térmmo en función de una agresividad pura como razón de la serie: el colmiUo de la serpiente, el cuerno del rinoceronte, el diente del perro y el pico de la lechuza, y, ascendiendo en la serie, la garra del águila o del bmtre, la pmza del cangrejo, las patas del piojo, la ventosa del pulpo. En el conjunto de la obra de Jung, toda una mimesis reúne en sus redes la naturaleza y la cultura, según analogías de proporción en las que las series y sus términos, y sobre todo, los anhnales que ocupan en eüas una situación media, aseguran los ciclos de conversión naturaleza-cultura-naturaleza: los arquetipos como "representaciones analógicas" ^. ¿Acaso es un azar que el estructurahsmo haya denunciado con tanta intensi- DEVENIR-INTENSO, DEVENIR-ANIMAL, DEVENIR-IMPERCEPTIBLE... 243 dad esos prestigios de la hnaginación, el establechniento de las semejanzas a lo largo de la serie, la imitación que recorre toda la serie y la Ueva hasta el final, la identificación de este último término? Nada más exphcito a este respecto que los célebres textos de Lévi-Strauss relativos al totemismo: superar las semejanzas extemas hacia las homologías imernas ^. Ya no se trata de instaurar una organización serial de lo hnagmario, sino un orden shnbóhco y estmctural del entendimiento. Ya no se trata de graduar semejanzas y de Uegar en últhna instancia a una identificación del Hombre y del Animal en el seno de una participación mística. Se trata de ordenar las diferencias para Uegar a una correspondencia de las relaciones. Pues el animal se distribuye de por sí según relációiíés'diféfeñciales u oposiciones distintivas de especies; y lo mismo ocurre con el hombre, según los gmpos considerados. En la institución totèmica, no se dhá que tal gmpo de hombres se identifica con tal especie animal, se dhá: lo que el gmpo A es al grapo B, la especie A' lo es a la especie B'. Estamos ante un método profundamente diferente del precedente: dados dos gmpos humanos, cada uno con su animal-tótem, habrá que descubrir en qué medida los dos totems mantienen relaciones análogas a las de los dos grupos —lo que la Corneja es al Halcón... El método también es váüdo para las relaciones Hombre-niño, Hombre-mujer, etc. Constatando, por ejemplo, que el guerrero tiene una cierta relación extraña con la joven, se evitará establecer una serie imaginaria que los reuniría, más bien se buscará el término que hace efectiva una equivalencia de relaciones. Por eso Vemant puede dech que el matrimonio es a la mujer lo que la guerra es al hombre, de donde deriva una homología entre la vhgen que rechaza el matrimonio y el guerrero que se disfraza de muchacha"*. En resumen, el entendimiento shnbóhco sustituye la analogía de proporción por una analogía de proporcionahdad; la seriación de las semejanzas, por una estmcturación de las diferencias; la identificación de los términos, por una igualdad de las relaciones; las metamorfosis de la hnaginación, por metáforas en el concepto; la gran continuidad naturaleza-cultura, por una faUa profunda que distribuye correspondencias sin semejanza entre las dos; la imitación de un modelo originario, por una mimesis primera y sin modelo. Nunca un hombre ha podido dech: "Soy im toro, soy un lobo..." Pero sí ha podido dech: "soy a la mujer lo que el toro es a una vaca, soy a otro hombre lo que el lobo es al cordero". El estracturahsmo es una gran revolución, el mundo entero deviene más razonable. Considerando los dos modelos, el de la serie y el de la estmctura, Lévi-Strauss no se contenta con hacer que la segunda se beneficie de todos los prestigios de una verdadera clasificación, remite la primera al dominio oscuro del sacrificio, que presenta como üusorio e incluso carente de buen sentido. El tema serial del sacrificio debe dar paso al tema estructural de la institución totèmica bien entendida. Y, sin embargo, una vez más, entre las series arquetípicas y las estracturas shnbóhcas, se establecen muchos compromisos, como en la historia naturai. Recuerdos de un bergsoniano. —Nada de lo precedente nos satisface, desde el punto de vista restringido que nos ocupa. Creemos en la existencia de deverdres-

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Recuerdos de un espectador. —R^&cnexào una hermosa película, Willard {1912,<br />

Daniel Mann). Quizá una serie B, pero una hermosa película impopular, puesto<br />

que los héroes son ratones. Mis recuerdos no son forzosamente exactos. Cuento la<br />

historia sin entrar en detalles: Wülard vive con su autoritaria madre en la vieja<br />

casa famihar. Espantosa atmósfera edipica. Su madre le ordena matar una camada<br />

de ratones. WiUard perdona la vida a uno (o a dos, o a algunos). Tras una violenta<br />

disputa, la madre, que "se parece" a un perro, muere. Wülard corre el riesgo de<br />

perder la casa, codiciada por un hombre de negocios. WiUard ama al ratón principal<br />

que ha salvado. Ben, y que demuestra ima inteligencia prodigiosa. Hay, además,<br />

una rata blanca, la compañera de Ben. Cuando regresa de la oficina, Wülard<br />

les dedica todo su tiempo. Ahora han pululado. Wülard conduce la manada de ratones,<br />

dirigidos por Ben, a casa del hombre de negocios, matándolo atrozmente.<br />

Pero, Uevando a sus dos favoritos a la oficina, comete una imprudencia, y debe<br />

permitir que los empleados maten a la rata blanca. Ben se escapa, después de mirar<br />

fija y duramente a Wülard. Este conoce entonces una pausa en su destino, en<br />

su devenir ratón. Con todas sus fuerzas, intenta permanecer entre los humanos.<br />

Acepta incluso las insmuaciones de una joven de su oficina, que "se parece" mucho<br />

a una rata, pero que precisamente sólo se parece. Pues bien, un día que ha invitado<br />

a la joven, dispuesto a dejarse conyugalizar, reedipizar, ve de nuevo a Ben,<br />

que se muestra rencoroso. Intenta cazarlo, pero de hecho ahuyenta a la joven y,<br />

atraído por Ben, desciende al sótano donde le espera una innumerable manada<br />

para despedazarlo. Es como un cuento, nunca es angustiante.<br />

Todo está presente en eUa: un deveiür-animal, que no se contenta con pasar<br />

por la semejanza, que la semejanza más bien obstaculizaría o bloquearía, —un devenir-molecular,<br />

con la pululación de los ratones, la manada, que mina las grandes<br />

potencias molares, famüia, profesión, conyugalidad—, —una elección maléfica,<br />

puesto que en la manada hay un "preferido", y una especie de contrato de alianza,<br />

de horrible pacto con el preferido—, —la instauración de un agenciamiento,<br />

máquina de guerra o máquina criminal, que puede Uegar hasta la autodestrucción—,<br />

—una circulación de afectos impersonales, una corriente alternativa, que<br />

trastoca tanto los proyectos significantes como los sentimientos subjetivos, y constituye<br />

una sexualidad no humana—, —una irresistible desterritorialización, que<br />

anula de antemano las tentativas de reterritoriaüzación edipica, conyugal o profesional<br />

(¿habría animales edípicos, con los que se puede "hacer Edipo", hacer familia,<br />

mi perrito, mi gatito, y luego otros animales que, por el contrario, nos arrastrarían<br />

a un devenir irresistible? O bien, otra hipótesis: ¿el mismo animal podría<br />

estar incluido en dos funciones, dos movimientos opuestos, según el caso?<br />

Recuerdos de un naturalista. — Uno de los principales problemas de la historia<br />

natural ha sido el de pensar las relaciones de los animales entre sí. Algo muy diferente<br />

del evolucionismo ulterior que se ha definido en términos de genealogía, parentesco,<br />

descendencia o filiación. Sabemos que el evolucionismo Uegará a la idea<br />

de una evolución que no se haría necesariamente por filiación. Pero, al principio,<br />

sólo podía pasar por el motivo genealógico. Y a la inversa, la historia natural ha-<br />

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bía ignorado ese motivo, o al menos su importancia determinante. El propio Darwin<br />

distingue como muy independientes el tema evolucionista del parentesco y el<br />

tema naturalista de la suma y del valor de las diferencias o semejanzas: en efecto,<br />

grupos iguahnente emparentados pueden tener grados de diferencia totalmente<br />

variables con relación al ancestro. Precisamente porque la historia natural se<br />

ocupa sobre todo de la suma y del valor de las diferencias puede concebir progresiones<br />

y regresiones, continuidades y grandes cortes, pero no una evolución en<br />

sentido estricto, es decir, la posibüidad de una descendencia cuyos grados de modificación<br />

dependen de condiciones exteriores. La historia natural sólo puede<br />

pensar en términos de relaciones, entre A y B, pero no en términos de producción,<br />

de A a X.<br />

Pero precisamente al nivel de esas relaciones ocurre algo muy importante.<br />

Pues la historia natural concibe de dos maneras las relaciones entre animales: serie<br />

o estructura. Según una serie, digo: a es semejante a è, 6 es semejante a c..., etc., y<br />

todos esos términos se relacionan según su diverso grado con un único término<br />

eminente, perfección o cualidad, como razón de la serie. Es exactamente lo que<br />

los teólogos llamaban una analogía de proporción. Según la estructura digo, a es a<br />

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