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L 44 Antonio BIanch ilustre,que podrá fácilmenteduplicarsey biplicarse,nadiepondrá en duda ni la calidad del arte de estosautores ni la profundidad de su fereligiosa.Con lo cualno queremosdecirque no hayan tenido susbachescomocreyentesy comoartistas. Tampocoestamos postulando aquí la correlaciónautomática entre lo religiosoy lo estético.Reconocemos,más bien, que se han dado históricamenteen el cristianismoformas religiosas muy poco estéticas,y esto debido o bien a un excesode austeridad desencarnada obien a una inadecuada racionalizaciónde lo religioso.Inversamente,se puede dar tambiénun ciertoesteticismo religioso, superficial e inauténtico, que no se corresponde con una vivenciaprofunda de fe en el artista. No es raro hallar, aun hoy día, una aficiónorientada sólo a las formasbellas de lo religioso(liturgia,catedrales,música,símbolossagrados, etcétera),en personas que no viven ninguna creenciareligiosa.Debido precisamente a esta lamentable disociación,hemos excluido de la anterior nómina a ciertosrománticoscatólicos,como Herder y Chateaubriand y a otrosmuchos escritoresde ayer y de hoy que, aunque se denominan cristianos y cultivan símboloscristianos, no traducen en su obra una auténtica estéticateológica.Esdecir que, así comono todo artistaes necesariamentereligioso,no basta tampococon ser creyentepara ser buen artista. Pero, centrémonos, como lo hicimos anteriormente, en uno sólo de los buenos poetas auténticamente cristianos,para comprender mejor esa fuerza doblemente trascendente de su arte. El autor escogido será Charles Péguy (1873-1914),mucho menos conocido entre nosotros que un Juan de la Cruz o un Unamuno, pero que ofreceuna simbólicamás acorde con nuestras actualesvivenciassocio-culturales. En efecto, este gran poeta fue simultáneamente un visionario y un luchador social. En su vida ejemplar y,gracias a su profunda pasión por lo trascendente,llegarona compaginarse en él el cristiano anticlerical con el fiel a la Iglesia, el socialista con el tradicionalista, el periodista con el místico. Heredó
Lo estéticoy lo religioso:cotejodeexperienciasy expresiones 45 del judío Henri Bergsonuna propensiónhacia el profetísmo, entendiendo por ello la intuición de la profundidad del ser, así como la certeza en la incontenible evolución creadora del espíritu humano. Sus indiscutibles dotes de poeta fueron, además, aquilatadas por un incesante interés por la historia real y concreta de la humanidad. Por último, conviene recordar los principales valores de su horizonte espiritual: la justicia, la solidaridad y la honradez o pureza; valores que él sentía líricamente iluminados por el misterio central de la historia, a saber, la encarnación del Hijo de Dios. Así, frente al agnosticismo pseudocientífico, por un lado, y el espiritualismo desencamado, por otro, Charles Péguy realizó una de las más sólidas obras estético-religiosas del siglo XX. Para ello, con un espíritu verdaderamente universal, se sirvió en su arte de grandes figuras paganas (Eva,la musa de Clío, Epicteto, etcétera) y cristianas Ouana de Arco, los santos inocentes, Nuestra Señora; etcétera). La ciudad moderna fue otro de sus grandes símbolos,como prefiguración de la solidaridad universal, a partir de un socialismoespiritual, muy noble ya veces heroico, que hundía sus raíces más vivas en el evangelio de Jesús.Por ello,dentro de la ciudad armoniosa, también la catedral se alza comosímbolodel pueblo carnal,que reconoce y adora el misterio de lo divino. ~ entre los m1JItiplespersonajes de la historia de Franciaque evoca Péguy,señala a Juana de Arco como la síntesis ideal de la fe y la política, el ejemplo profético de lo que será un día la convergenciade la revolución socialista y la cristiana, con lo que se conseguirá descubrir el sentido pleno y profundo de la Historia. Los largos poemas de Péguy se despliegan como amplios tapices, representando multitud de escenas y figuras, de la Historia, de la Biblia,pero también de la vida cotidiana y de la vida campesina y laboral. La base permanente, tanto de su inspiración estética como de su fe cristiana, es la "humani-
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