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Lo estéticoy lo religioso:cotejodeexp,eriencias y expresiones 31 cas (que sugieren nuevos órdenes), la ironía (que abre distancias entre lo consabido) y la annonía en sus múltiples fonnas (sonora, cromática, plástica o mental). También las imágenes de la fantasía incontrolada, como las de los sueños, sirven al artista para expresar las vivencias estéticas. De modo que lo artístico (lo literario) es normalmente un repertorio de imágenes muy abundante y de gran poder sugestivo. Tanto más cuanto que los grandes símbolos estéticos, como los religiosos, aparecen siempre envueltos en amplias constelaciones y sometidos a la contaminación sugestiva de todos los elementos que constituyen esos universos simbólicos que son las obras de arte. Por la descripción en paralelo que estamos realizando de estos dos lenguajes simbólicos, estético y religioso, van quedando ya suficientemente claros sus puntos de divergencia. Los datos señalados hasta ahora podrían resumirse así: mientras el símbolo religioso no constituye una visión directa, sino más bien la exclamaciónmuy personal de una esperanza (opción, invocación), yes comprendido progresivamente en una acción confesionaly comunitaria, el signo estéticoaparece como la imagen de una visión gozosa, pero no comprometedora, imagen que traduce una poderosa actividad imaginativa y sentimental. Pero preguntémonos ya sobre el alcance trascendente de ambos tipos de símbolos.13El símbolo estético tiene una doble eficacia trascendente. La primera es la de desbordar la autoconciencia del propio sujeto,.al percibirse como un ser transfigurado, en proceso de realización hacia una imagen de 13Desde otra perspectiva, hemos desarrollado también esta cuestión en La trascendencia lírica:R. M. Rilke, J. R. Jiménez y T. S. Eliot, Narcea, Madrid, 1981.
I I I I I I , I I. I I II I I I I I I I I I I - I 32 Antonio Blanch sí superlativa y pletórica. Es una trascendencia narcisista. Pero seda también el efecto transfigurador de la realidad externa (la belleza de un paisajeo de un cuerpo joven), que nos resulta placentero y que semagnifica o sublima con todas las notas de la perfección natural. Esta imagen superlativa es como un halo de gran belleza (transfiguradora de lo común), que nos admira desinteresadamente, pues es contemplada sólo como una posibilidad imaginativa, incapaz de ser realmente abrazada. Además, esa doble trascendencia estética nunca sobrepasarealmente los límites de lo natural; límites que, por otra parte, pueden imaginarse como infinitos o utópicos. Recientemente,el valor utópico de las imágenes de lo bello ha sido magníficamente resaltado por Ernst Bloch, al insistir, con gran profusión de ejemplos, en que las grandes obras artísticas de la humanidad son pre-figuraciones de la consumación plenaria de la especieen estemundo (trascendencia-inmanente).14A este efecto trascendente del arte lo podríamos llamar profano, para distinguirlo de la trascendencia propiamente religiosa, significada por las imágenes de lo sagrado, que transportan la mente más allá de los límites del mundo y del cosmosy que, sin negar el sentido de la belleza intramundana, hacen sentir la presencia de una realidad sobrenatural, que se experimenta y apetece como tan real (si no más) que la propia existencia. No es difícil comprobar que no todo el mundo acepta sin más esta última trascendencia, especialmente en el mundo del arte. Entonces, como ocurría con George Santayana, se puede llegar a divinizar el símbolo simplemente estético. "Tiene un sentido real -escribe este autor- llamar a la belleza manifestación de Dios a los sentidos, puesto que, en el 14Véase el sugerente ensayo de J.JIMÉNEZ, Laestéticacomoutop(aantropo16gica:BZochy Marcuse,Tecnos,Madrid, 1983.
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sí superlativa y pletórica. Es una trascendencia narcisista.<br />
Pero seda también el efecto transfigurador de la realidad externa<br />
(la belleza de un paisajeo de un cuerpo joven), que nos<br />
resulta placentero y que semagnifica o sublima con todas las<br />
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como un halo de gran belleza (transfiguradora de lo común),<br />
que nos admira desinteresadamente, pues es contemplada<br />
sólo como una posibilidad imaginativa, incapaz de ser realmente<br />
abrazada. Además, esa doble trascendencia estética<br />
nunca sobrepasarealmente los límites de lo natural; límites<br />
que, por otra parte, pueden imaginarse como infinitos o utópicos.<br />
Recientemente,el valor utópico de las imágenes de lo<br />
bello ha sido magníficamente resaltado por Ernst Bloch, al<br />
insistir, con gran profusión de ejemplos, en que las grandes<br />
obras artísticas de la humanidad son pre-figuraciones de la<br />
consumación plenaria de la especieen estemundo (trascendencia-inmanente).14A<br />
este efecto trascendente del arte lo<br />
podríamos llamar profano, para distinguirlo de la trascendencia<br />
propiamente religiosa, significada por las imágenes de<br />
lo sagrado, que transportan la mente más allá de los límites<br />
del mundo y del cosmosy que, sin negar el sentido de la belleza<br />
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sobrenatural, que se experimenta y apetece como tan real (si<br />
no más) que la propia existencia.<br />
No es difícil comprobar que no todo el mundo acepta<br />
sin más esta última trascendencia, especialmente en el mundo<br />
del arte. Entonces, como ocurría con George Santayana, se<br />
puede llegar a divinizar el símbolo simplemente estético.<br />
"Tiene un sentido real -escribe este autor- llamar a la<br />
belleza manifestación de Dios a los sentidos, puesto que, en el<br />
14Véase el sugerente ensayo de J.JIMÉNEZ,<br />
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Marcuse,Tecnos,Madrid, 1983.