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24 Antonio Blanch Recordemos aquí brevemeníe los rasgos esenciales del lenguaje simbólico, considerándolo desde una doble perspectiva: antropológica y semiológica. Visto desde el sujeto, el símbolo es una fonna de la vida mental que refleja,de algún modo, la síntesis viva del mundo y del espíritu. Lo más específico de esta fonna de conciencia es ser el resultado de una intuición de algo supra-sensible, a partir de un dato o de una serie de datos sensibles, que han afectado de manera singular la profundidad de la persona. El símbolo entonces corresponde a la reacción proyectiva del yo en busca del sentido o de la configuración de algo percibido como muy superior a sí mismo. Esta situación personal es inicialmente muy compleja, en el sentido de que complica e implica a una buena parte del entramado de relaciones de conciencia y el sujeto resuena además afectivamente en una buena parte de su ser. De ahí que el símbolo -hablamos, naturalmente, de símbolo 'S vitalmente importantes- expresa también de algún modo esa actividad integradora del sujeto. Sustentado por la natural convicción de que el mundo interior y el exterior se corresponden, el sujeto apela a aquella realidad sensible más equivalente a su experiencia interior, para lo cual no necesita la razón lógica, sino la imaginación con toda su capacidad visionaria y superadora de límites. Resumido así el proceso, consideremos ahora el resultado, es decir, el símbolo como objetosemiótico.Lo más evidente en él será su condición tripartita: una imagen sensible y nonnalmente conocida (significante) nos pone en relación con otra realidad muy amplia desconocida, aunque presentida de algún modo (significado). Pero es precisamente esta relación entre estos dos elementos, lo que en el símbolo constituye el tercer factor, acaso el más importante. Puesto que expresa el incesante trayecto de ida y vuelta entre significante y significado y confiere a esta clase de signos el dinamismo
Lo estéticoy lo religioso:cotejodeexperienciasy expresiones 25 vital y la sobrecarga de significación que le son propios. El símbolo así entendido es, pues, una realidad mental mucho más compleja, dinámica e interesante que cualquiera otra categoría. Y,como muy bien explica Mircea Eliade, los grandes símbolos (estéticos y religiosos) no se captan fácilmente al primer encuentro; hay que establecer con ellos una interacción duradera para que puedan ir actuando también esas otras capacidades de conocimiento de que está dotado el espíritu humano, a saber, la simpatía y la connaturalidad. Por ello puede también decirse que con los grandes símbolos, como con las personas, se convive y esa convivencia es la que va generando una más honda comprensión.
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