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10 Antonio Blanch
mos sólo resumir los rasgos más esenciales de este fenómeno
anímico, que nos permitan el parangón con otras
experiencias humanas. Por ello vamos a fijamos en dos aspectos
básicos: la dimensión objetiva de esta experiencia y
su estructura subjetiva.
La realidad objetiva a la que se refiere toda experiencia
religiosa ha sido designada con nombres muy diversos, ninguno
de ellos satisfactorio del todo, puesto que se trata de
algo indefinible, infinito, y por ello mismo también innombrable.
Desde el famoso estudio de Rudolf 000, en 1917,se
suele denominar a esta realidad inefa1;>lecon el término de lo
sagrado(o lo santo).3Asílo hace,entre otrosen nuestrosdías,
el historiador y fenomenólogo de las religiones, Mircea
Eliade,4 a quien vamos a seguir muy de cerca en este
apartado. Otros autores designan el objeto de la experiencia
religiosacomolagranpotencia(G.van der Leeuw)o elmisterio
(J. Martín Velasco),o más comúnmente todavía como la
divinidado simplemente Dios,recordandoque esta palabra
diceetimológicamentelo quenosepuedenombrar.
Ahora bien, no hay que entender lo sagrado como si
fuera una cosa, un objeto físico,sino como un orden de realidades
o una Realidad que se sitúa en el plano que se capta
como último, en relación con el nivel de realidad en que suele
discurrir la vida humana. Por ello, el primer síntoma de la experiencia
de lo sagrado es precisamenteel de la rupturade
nivel(M. Eliade),ruptura que se percibecomoextraordinaria,
3 RUDOLF 0170, Lo santo. Lo racionaly lo irracional en la idea de Dios, Ed.
Revista de Occidente, Madrid 19652.
4 Véase especialmente de esta autor la siguientes obras: Lo sagradoy lo profano,
Guadarrama, Madrid 1967;Mito y realidad,Guadarrama, Madrid 1968;
Mefistófe1esy el Andrógino, Guadarrama, Madrid 1969.