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Propuesta Didáctica. Libros - Pparg

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<strong>Propuesta</strong> <strong>Didáctica</strong>. <strong>Libros</strong>: memoria con futuro<br />

Revista La Educación en nuestras manos, N° 75, Marzo de 2006<br />

Incluye: A treinta años del genocidio; "La planta de Bartolo" y<br />

"Autobiografía", por Laura Devetach; "Bartolo ¡está vivito y coleando!" ,<br />

por Paulino Guarido; "Tres portugueses bajo un paraguas" por Rodolfo<br />

Walsh; "El misterioso caso del señor de gafas gruesas", por Claudia<br />

Rodríguez Paoletti; "<strong>Libros</strong> recuperados de los calabozos", por HIJOS<br />

Mendoza; "Vergüenza", por Graciela Cabal; "Cada libro quemado ilumina<br />

el mundo" y "Asesinato de la memoria" por Fernando Báez.<br />

Indice de la Revista N° 75<br />

Por Claudia Rodríguez Paoletti<br />

<strong>Libros</strong>: memoria con futuro<br />

La memoria construye identidad.<br />

Los libros son símbolos<br />

de la memoria colectiva.<br />

Al prohibir o destruir un libro no sólo se intenta acallar al autor. Se busca<br />

silenciar la memoria de un pueblo y su identidad cultural.<br />

Trabajar en la escuela el significado de la prohibición<br />

o destrucción de libros en nuestra historia reciente<br />

es crear conciencia social sobre la defensa<br />

de la identidad colectiva.<br />

A treinta años del genocidio<br />

Arrogarse un corporativismo en relación a la construcción de una<br />

memoria, única y con la intención de volverse colectiva, puede<br />

conducirnos a espejismos que nos entrampen.<br />

El intento por salir de ese terreno –complejo, herido, sangrante- necesita<br />

en forma urgente que como sociedad comencemos a transitar espacios de<br />

debates en términos profundos.<br />

El pueblo alemán tardó más de 60 años en reconocer y erigir sus símbolos<br />

en reconocimiento a un holocausto que arrasó con tantas vidas – y como<br />

señala la escritora alemana Gabriela Webber – existen aún muchas<br />

cuestiones de las que no se hablan por lo que se ven obturadas las<br />

investigaciones. En cuanto al genocidio americano comienzan a integrar<br />

los titulares u ocupar las pantallas luego de más de quinientos años de<br />

luchas.<br />

Si nos pusiéramos a pensar por un instante que si por cada<br />

reconocimiento a los crímenes de lesa humanidad sucedidos desde<br />

1


tiempos inmemoriales se levantase una lápida o se plantase un árbol<br />

podríamos apreciar que lamentablemente no quedaría espacio vacío<br />

sobre la faz de la tierra.<br />

En relación al genocidio que comenzó a partir de 1975 y como le sucede a<br />

otras sociedades vamos aprendiendo que las memorias no se plasman<br />

sólo en un papel o en un monumento, que los pueblos construyen otras<br />

manifestaciones que están en permanente movimiento atravesando<br />

tiempos y espacios, hechos que las devuelven más potentes;<br />

posibilitando además que se tiñan del presente.<br />

Que provoquen la multiplicidad de voces para que el retorno a partir de<br />

los recuerdos ubique a sus muertos en el lugar de lo vital. La inmovilidad<br />

conduce a convertir los hechos en una escenografía cotidiana para unos y<br />

en pieza de museo para quien es un caminante de paso. Si sobre esas<br />

lápidas, relatos, libros, análisis políticos o en otras manifestaciones en<br />

que las historias dialoguen no existen reflexiones enmarcadas en el<br />

contexto histórico caerán en saco roto. Y esa desmemoria cultivada con<br />

paciencia posibilitarán que “otros” la capitalicen en función de nuevas<br />

estrategias.<br />

Botas sí, libros no<br />

En el período histórico en el que se desarrolla el proyecto político al cual<br />

se hace referencia (1975-1982) no sólo se persiguió a hombres, mujeres y<br />

niños, e incluyó como horrendo desenlace la guerra de Malvinas sino que<br />

además las estrategias de destrucción atacaron claramente a toda aquella<br />

expresión simbólica que fuese a subvertir el orden.<br />

Para entonces, la moral anclaba en “enseñanzas” planificadas para su<br />

divulgación. La mayoría de los medios masivos de comunicación fueron<br />

bufones del régimen. Los espacios públicos fueron apropiados para el<br />

fortalecimiento y justificación del proyecto: al mismo tiempo que se “decía<br />

“proteger a la sociedad del “enemigo” se generaba un genocidio que no<br />

tendría precedentes en la historia como nación. Cada vez está más claro<br />

que existieron vastos sectores representantes de la sociedad en su<br />

conjunto que sintió y apoyó ese amparo. Nada podría haber sucedido si no<br />

hubiese existido un importante consenso.<br />

Estos fieles seguidores del modelo construyeron múltiples formas<br />

discursivas. Ante la visita de la Cruz Roja Internacional y las declaraciones<br />

en 1978 de la periodista italiana Falacci sobre la existencia de campos de<br />

concentración en la Argentina ,aparecerían publicidades que se<br />

convertirían en calcos y afiches con el eslogan “Los argentinos somos<br />

derechos y humanos” .En las canchas de fútbol hallaría en la voz del<br />

locutor José M. Muñoz un referente para las mayorías. Carteles que<br />

empapelaban la ciudad con la frase nada ambientalista “El silencio es<br />

salud” o aquella publicidad televisiva en la cual una voz en off preguntaba<br />

2


-mientras intentaba espiar por una persiana entrecerrada en la noche-<br />

usted sabe qué está haciendo su hijo en este momento.<br />

En cuanto a la moral del buen ciudadano –contribuyente se apelaba al<br />

“tanquecito”de guerra que con el logo de la DGI perseguía a quienes no<br />

pagaban sus impuestos. Con los años de lucha para el esclarecimiento de<br />

lo sucedido pudimos comprobar claramente que el genocidio fue la forma<br />

de instalar el modelo neoliberal que acrecentaba desde ilegalidad la<br />

deuda externa provocando una destrucción progresiva de nuestras<br />

riquezas materiales y simbólicas que sobreviven aún en la cotidianeidad<br />

de las grandes mayorías.<br />

Luego la guerra de Malvinas traía un discurso transmitido a través de<br />

comunicados y de locutores oficialistas que dirían durante casi dos meses<br />

que la guerra se ganaba mientras nuestros soldados morían bajo las<br />

balacera o congelados por falta de abrigo y alimento.<br />

Respecto a la educación, las políticas educativas se tradujeron en un<br />

vaciamiento planificado en cuanto a contenidos. La persecución desatada<br />

hacia los docentes estuvo apoyada por un documento redactado por el<br />

mismo ministerio de Educación con la intención de detectar “docentes<br />

subversivos”. El mismo sufriría diferentes destinos: desde<br />

encajonamientos, destrucciones hasta la obediencia debida traducida en<br />

delación. Setecientos docentes detenidos desaparecidos y tantos otros<br />

militantes comprometidos con la educación que tuvieron que realizar<br />

forzosos exilios son prueba de lo que la escuela como institución política<br />

significa.<br />

Estrategias de resistencia<br />

Seleccionar contenidos llevaba un doble esfuerzo: escribirlos en<br />

planificaciones a las que se llamaban sábanas y luego a una serie de<br />

instrumentos de control que tenían como destino final una leccionario y<br />

una carpeta didáctica en la que las fotocopias anodinas las abultaban, y<br />

eso para algunos directivos, era señal de un buen educador. Pero el<br />

esfuerzo se duplicaba al pensar en un texto problemático y agudizar la<br />

imaginación era una tarea constante como elemento de la resistencia y la<br />

no obediencia. Autores prohibidos circulaban en las planificaciones con<br />

otros nombres y sus producciones eran presentadas tergiversando el<br />

título o camuflado bajo uno ajeno (que no levantara sospechas).<br />

Estas estrategias de resistencia eran parte de la tarea escolar en donde la<br />

burocratización de la enseñanza había ocupado los espacios como ojo<br />

controlador para que nada se filtrara.<br />

El cuaderno oculto para enseñar las primeras palabras generadoras<br />

mostraba su cara visible –correspondiendo a la prescripción-en realizar<br />

recorridos sobre letras y grafismos dibujados en los patios para que los<br />

3


alumnos aprendieran la orientación “correcta” y única que debía marcarse<br />

con flechitas. ¿Y el que era zurdo? …y bueno ya corregiría su lateralidad a<br />

fuerza de la repetición.<br />

Otra práctica interesante era el uso de megáfonos colocados en el patio de<br />

la escuela que era utilizado desde la dirección .A través de la ventana se<br />

observaba a los docentes para controlar que estuviesen en su lugar<br />

cuidando los recreos . El nombre del mismo era reemplazado por el<br />

número de “su” puesto y así se le llamaba la atención para que tomase<br />

ubicación.<br />

Milésimas expresiones en cuanto a las formas en las que la dictadura<br />

militar y previamente la Triple A actuó en el terreno político pedagógico.<br />

La memoria en el calendario<br />

En la actualidad nos atraviesa el dilema en relación a cómo transmitir esta<br />

historia reciente que impacta en lo cotidiano y donde un gran sector cree<br />

nostalgiosamente que todo tiempo pasado fue mejor.<br />

En la escuela el hecho de sentirse protagonista de ese tiempo , ya sea<br />

por decisión o por aspectos cronológicos, no exime al compromiso con la<br />

tarea.<br />

Si bien existe el debate en el campo intelectual en cuanto a si el<br />

calendario debe instalar o no un día para recordar, nombrar, realizar un<br />

discurso sobre el genocidio; aquellos que en medio de esta historia<br />

tuvieron la suerte de sobrevivirla y fueron generando resistencias<br />

pedagógico-didácticas saben que no es menor.<br />

El calendario en sí mismo no vacía ni convierte en ritual, por el contrario,<br />

legitima gremialmente en tanto se tome la decisión de trabajar este<br />

período por tratarse de un presente continuo lleno de contradicciones y<br />

tensiones. No podemos desoír o negar que el espectro de los docentes es<br />

amplio y abarca todas las posiciones al igual que sucede con la población<br />

de alumnos y familias. No es sencillo y como dice León Gieco “es más fácil<br />

ponerle un dedo al sol que sortear todas las sombras de esta Argentina<br />

del dolor”.<br />

Repensar la temática en relación a las luchas populares, a la organización<br />

del pueblo, a las redes solidarias que lentamente se van conformando y<br />

fortaleciendo; posibilitará abordar la memoria desde un lugar de vida.<br />

Recuperando aquellos valores e ideales que las sostuvieron a través del<br />

trabajo de jóvenes, mujeres y hombres. Sueños soñados en forma<br />

conjunta para crear una vida justa y digna para las mayorías.<br />

Desde lo didáctico proponemos posibles abordajes a modo de introducción<br />

para trabajar muchos otros contenidos que atraviesan permanentemente<br />

la práctica escolar.<br />

4


En esta propuesta la idea central es abordar la persecución a las<br />

manifestaciones del arte comprometido con su época. En tanto a quienes<br />

producen, a quienes las toman para divulgarlas y convertirlas en acción y<br />

a los espacios simbólicos y materiales en las que se visibilizan o guardan<br />

memoria.<br />

La propuesta que presentamos consiste en partir del libro como objeto-<br />

símbolo en nuestra historia reciente. En el mismo plano se podría plantear<br />

el trabajo con expresiones fotográficas, musicales, plásticas etc. Tiempo<br />

histórico en que se producen las persecuciones por pensar, leer, escribir ,<br />

soñar en pos de un mundo basado en la justicia social .En las formas en<br />

que las luchas fueron y son acción aparece la creatividad como expresión<br />

que se proyecta en tiempos y espacios para transgredir los márgenes de<br />

la historia y escribirla de una vez por todas de puño y letra.<br />

Claudia Rodríguez Paoletti<br />

--------------------------------------------------------------------------------<br />

Un cuento que no se podía leer<br />

<strong>Propuesta</strong><br />

Trabajar a partir de conceptos como “el autoritarismo”, que se expresa en<br />

la prohibición de libros de cuentos es un buen comienzo para introducir a<br />

los alumnos pequeños a un fragmento de la historia argentina.<br />

No hace falta abordar el período desde el dolor, que no es uno y son<br />

diferentes. Tratarlo desde aspectos simbólicos es una forma de construir<br />

memoria con futuro.<br />

Esta propuesta parte del cuento “La planta de Bartolo” de Laura Devetach,<br />

autora prohibida durante la última Dictadura Militar. Algunos de sus libros<br />

aparecían en listados que llegaban a las librerías y a las escuelas.<br />

• 1er momento<br />

El docente realizará la lectura o narración de los dos primeros párrafos.<br />

Conversación grupal a partir de algunas preguntas que lleven a discutir el<br />

aspecto social que aborda y fomente anticipaciones.<br />

Ejemplo:<br />

¿Por qué a Bartolo se le ocurrió<br />

plantar un cuaderno?<br />

¿Cuál será su idea en relación<br />

a lo que va a crecer?<br />

Se registrarán todas las respuestas que anticipen la continuidad del<br />

cuento.<br />

5


• 2do momento<br />

Lectura o narración completa.<br />

• 3er momento<br />

Confrontar el texto con las anticipaciones realizadas.<br />

En pequeños grupos, previo debate, escribir acerca de qué plantarían para<br />

poder compartir con otros.<br />

Lectura de las escrituras grupales<br />

• 4to momento<br />

Deteniéndose en los personajes y sus características elaborar un listado<br />

de “Bartolos” y “Vendedores” que ellos identifiquen en la vida cotidiana.<br />

La planta de Bartolo<br />

Por Laura Devetach<br />

El buen Bartolo sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón. Lo<br />

regó, lo puso al calor del sol y, cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó<br />

una planta tiernita con hojas de todos colores.<br />

Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos. Eran cuadernos<br />

hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con<br />

muchas hojas muy blancas, que invitaban a hacer sumas y restas y<br />

dibujitos. Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:<br />

-¡Ahora, todos los chicos tendrán cuadernos!<br />

¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las<br />

mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban<br />

terminando, se enojaban y les decían:<br />

-¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!<br />

Y los pobres chicos no sabían qué hacer. Bartolo salió a la calle y haciendo<br />

bocina con sus enormes manos de tierra gritó:<br />

-¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera<br />

cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos! Una bandada<br />

de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita del buen Bartolo,<br />

y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del<br />

brazo. Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro y<br />

ellos escribían y aprendían con muchísimo gusto.<br />

Pero, una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo<br />

y los chicos. El Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué. Un día,<br />

fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa de<br />

Bartolo. Golpeó la puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco<br />

toc! ¡Toco toc!<br />

6


-Bartolo -le dijo con falsa sonrisa atabacada-, vengo a comprarte tu planta<br />

de hacer cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un<br />

millón de pelotitas de colores.<br />

-No -dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.<br />

-¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de<br />

navidad.<br />

-No.<br />

-Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.<br />

-No.<br />

-Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.<br />

-No.<br />

-¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?<br />

-Nada. No la vendo.<br />

-¿Por qué sos así conmigo?<br />

-Porque los cuadernos no son para vender, sino para que los chicos<br />

trabajen tranquilos.<br />

-Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.<br />

-No.<br />

-Pues entonces -rugió con su gran boca negra de horno-, ¡te quitaré la<br />

planta de cuadernos!<br />

Y se fue echando humo como la locomotora. Al rato volvió con los<br />

soldaditos azules de la policía.<br />

-¡Sáquenle la planta de cuadernos! -ordenó.<br />

Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos<br />

silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos. Todos<br />

rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz<br />

con leche”, mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los<br />

tiradores y le sacaban los pantalones.<br />

Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al Vendedor con sus calzoncillos<br />

colorados, gritando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.<br />

-¡Buen negocio en otra parte! -gritó Bartolo secándose los ojos, mientras<br />

el Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia<br />

el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.<br />

--------------------------------------------------------------------------------<br />

Autobiografía<br />

Me recibí de maestra con guardapolvos de tablas impecables y buenas<br />

notas. En 1956 fui a trabajar a un pueblo del norte de Santa Fe. Tenía un<br />

segundo grado con 56 alumnos que oscilaban entre los siete y los<br />

diecisiete años. Daba clases, según el día, en la sala de música, en ritmo<br />

de Febo asoma, o en una iglesia vieja que se había convertido en palomar.<br />

Y las palomas eran comilonas. Y nosotros estábamos abajo.<br />

7


En esa época escribía lo que me saliera en papelitos sueltos o en un<br />

cuaderno de tapas duras que después se me perdió. Los papelitos jamás<br />

se pierden. Estudiaba Letras en Córdoba, así que viajaba casi veinticuatro<br />

horas para rendir. Eso no le gustaba nada al director.<br />

Mis alumnos trabajaban casi todos en la cosecha del algodón y de la caña.<br />

Y nosotros teníamos la obligación de darles deberes. Un día reté a un<br />

gordito de rulos por no cumplir. Yo los perseguía, porque una maestra de<br />

verdad tenía que ser severa, qué tanto. Pero el gordito me dijo: ¡Qué<br />

deberes! Yo trabajo en el campo. A la escuela hay que venir a descansar.<br />

Entonces inauguré los cuentos. Pero no podía usar la biblioteca porque el<br />

dire decía que los libros se gastaban. Llevé mis libritos de infancia,<br />

muchos, queridos, ajados. También les pedí a los chicos que contaran los<br />

cuentos que sabían. Y ese contar fue glorioso porque salieron el lobizón, el<br />

zorro, el Pombero, ánimas, asesinatos varios, adulterios en la familia,<br />

canciones de Italia, refranes, oraciones.<br />

Nuestro pizarrón era la tierra del patio o la arena. Aprendí mucho. El<br />

guardapolvo planchado se me fue derritiendo con el viento norte y algunas<br />

lágrimas. A los chicos les dejé mis libros de infancia.<br />

Me fui a Córdoba a terminar los estudios. Allí vinieron amigos, amores,<br />

hijos, profesión. Movidas y ricas épocas de final de los 50, 60 y 70 durante<br />

los que la vida de artista se encontró a veces con la del trabajo, y dar<br />

clases en la universidad significó para mí poder montar una obra de<br />

teatro.<br />

Pero el panorama político venía complicado. En los 70 actuaban las Tres A<br />

y ya había personas muertas y desaparecidas. En 1976 llegó el golpe<br />

militar con más desapariciones de personas, quemas y prohibiciones de<br />

libros y manifestaciones artísticas, gente que se exiliaba. Con mi familia<br />

nos trasladamos a Buenos Aires.<br />

Cada lugar en que viví me dio lo mejor que tenía, se metió en mis libros<br />

sin permiso. También están las marcas de la historia en todos los que<br />

escribimos durante esas épocas, aunque no se hayan mencionado siquiera<br />

las palabras proceso militar. Quizás alguien debiera investigarlo alguna<br />

vez.<br />

Hoy trabajo desde cada lugar para que todos podamos leer más cuentos,<br />

novelas y poemas, es decir ficción y poesía, porque estoy convencida de<br />

que esta práctica agiliza otras formas de conocer y de pensar. En la ficción<br />

y en la poesía hay, además de ideas, nociones, sensaciones, emociones,<br />

que pueden llevarnos a leer y sentir la realidad de otra manera. A veces, a<br />

ver lo que no vemos y sin embargo está ahí.<br />

8


Laura Devetach<br />

Fuente: http://www.imaginaria.com.ar<br />

--------------------------------------------------------------------------------<br />

¿Por qué no se podía leer?<br />

Una forma de acercarse a la reconstrucción de las memorias es recurrir a<br />

los testimonios de vida. Testimonios que den cuenta de que, pese a las<br />

prohibiciones, el cuento prohibido o la autora prohibida seguían circulando<br />

subterráneamente. De mano en mano entre lectores; o por algunos<br />

libreros que -a escondidas y conociendo al comprador- lo vendían, muchas<br />

veces envuelto en papel de diario para poder esconderlo; o por algún<br />

docente comprometido con su trabajo. Reportear a un vendedor, a un<br />

bibliotecario, a un lector de esa literatura prohibida, puede dar elementos<br />

para reconstruir este momento histórico. En esta propuesta se propone<br />

trabajar con la autobiografía de la autora y/o con el relato de un maestro<br />

que recupera las estrategias que se daban algunos docentes para seguir<br />

trabajando esa literatura perseguida.<br />

Bartolo ¡está vivito y coleando!<br />

Siempre me gustó ser maestro de primer grado, bueno, trabajar con los<br />

más chicos. Me gusta narrarles o leerles buena literatura. Cuando<br />

comencé a trabajar ya se había producido el golpe militar y no era sencillo<br />

transitar por la vida cuando se tenían ideas muy diferentes a las de ese<br />

gobierno a quien, dicho sea de paso, nadie había elegido.<br />

La escuela, por supuesto, no escapaba de esta situación. Me acuerdo que<br />

en los recreos y arriba del colectivo intercambiábamos textos para leer<br />

nosotros como adultos y para leerle a los chicos. No con todos los<br />

maestros, y no por egoístas, sino porque había maestros como otras<br />

tantas personas que pensaban que lo que estaba pasando estaba bien.<br />

Bueno, lo cierto es que yo me había enamorado de dos cuentos “La Planta<br />

de Bartolo” de Laura Devetach y “Un elefante ocupa mucho espacio” de<br />

Elsa Bornemann. Un día comenzó a correr de boca en boca, en las<br />

escuelas, en el sindicato y en algunas librerías, que había una lista de<br />

libros prohibidos. Después con el tiempo nos enteramos que amenazaban<br />

a los autores, que se quemaban los libros. Sin embargo yo quería que mis<br />

pibes disfrutaran de esta literatura; que conocieran a Bartolo, ese pibe tan<br />

pero tan solidario.<br />

Para no meterme en problemas lo que hacía era que en el cuaderno, en el<br />

cual los maestros debíamos escribir qué íbamos a enseñar día por día,<br />

ponía nombres de otros cuentos, o le cambiaba el autor o el título.<br />

Trataba además que no quedara nada escrito en los cuadernos, ni siquiera<br />

dibujos. Los que lo hacíamos -porque con el tiempo también nos<br />

enteramos que muchos compañeros hacían cosas parecidas- era intentar<br />

que quedara en la memoria y en el corazón de nuestros pibes.<br />

9


¡Cómo me gustaría que alguno de ellos que ahora son padres leyeran<br />

esto! Solamente para que sepan que a pesar del miedo nosotros<br />

manteníamos nuestros ideales y que gracias a poder vencer algunos<br />

miedos hoy Bartolo se encuentra vivito y coleando.<br />

Paulino Guarido<br />

Secretario General Seccional La Matanza<br />

Fuente: Mesa “La historia reciente en la escuela”. Seminario <strong>Didáctica</strong>s.<br />

SUTEBA. La Matanza.<br />

Para introducirlos al contexto histórico con una narrativa adaptada a los<br />

alumnos, “El golpe” escrito por Graciela Montes posibilita explicar este<br />

período complejo, lleno de contradicciones y sentimientos encontrados.<br />

Ver “La memoria funda el mañana”, cuadernillo de la Secretaría de<br />

DD.HH. de SUTEBA. 2005.<br />

--------------------------------------------------------------------------------<br />

Un escritor y un enigma<br />

El propósito de este bloque es trabajar con dos relatos.<br />

“Tres portugueses…”, de Rodolfo Walsh, tiene un final resuelto. Se<br />

encuentra el culpable y se detiene al asesino. Posibilita realizar<br />

anticipaciones a modo de enigma.<br />

En el segundo texto, la idea es que los alumnos descubran el enigma, que<br />

está basado en un episodio de la vida “del señor de gafas gruesas” o sea<br />

el escritor Rodolfo Walsh.<br />

No es el cuento en sí mismo lo que se propone trabajar sino ingresar a la<br />

vida del autor.<br />

TRES PORTUGUESES BAJO UN PARAGUAS<br />

SIN CONTAR AL MUERTO<br />

Por Rodolfo Walsh<br />

1<br />

El primer portugués era alto y flaco.<br />

El segundo portugués era bajo y gordo.<br />

El tercer portugués era mediano.<br />

El cuarto portugués estaba muerto.<br />

2<br />

-¿Quién fue?- preguntó el comisario Jiménez.<br />

-Yo no- dijo el primer portugués.<br />

-Yo tampoco- dijo el segundo portugués.<br />

-Yo menos- dijo el tercer portugués.<br />

El cuarto portugués estaba muerto.<br />

3<br />

Daniel Hernández puso los cuatro sombreros sobre el escritorio. Así:<br />

10


El sombrero del primer portugués estaba mojado adelante.<br />

El sombrero del segundo portugués estaba seco en el medio.<br />

El sombrero del tercer portugués estaba mojado adelante.<br />

El sombrero del cuarto portugués estaba todo mojado.<br />

4<br />

-¿Qué hacían en esa esquina?- preguntó el comisario Jiménez.<br />

-Esperábamos un taxi- dijo el primer portugués.<br />

-Llovía muchísimo- dijo el segundo portugués.<br />

-¡Cómo llovía! Dijo el tercer portugués.<br />

El cuarto portugués dormía la muerte dentro de su grueso sobretodo.<br />

5<br />

-¿Quién vio lo que pasó?- preguntó Daniel Hernández.<br />

-Yo miraba hacia el norte- dijo el primer portugués.<br />

-Yo miraba hacia el este- dijo el segundo portugués.<br />

-Yo miraba hacia el sur- dijo el tercer portugués.<br />

El cuarto portugués estaba muerto. Murió mirando al oeste.<br />

6<br />

-¿Quién tenía el paraguas?- preguntó el comisario Jiménez.<br />

-Yo tampoco- dijo el primer portugués.<br />

-Yo soy bajo y gordo- dijo el segundo portugués.<br />

-El paraguas era chico- dijo el tercer portugués.<br />

El cuarto portugués no dijo nada. Tenía una bala en la nuca.<br />

7<br />

-¿Quién oyó el tiro?- preguntó Daniel Hernández.<br />

-Yo soy corto de vista- dijo el primer portugués.<br />

-La noche era oscura- dijo el segundo portugués.<br />

-Tronaba y tronaba- dijo el tercer portugués.<br />

El cuarto portugués estaba borracho de muerte.<br />

8<br />

-¿Cuándo vieron al muerto?- preguntó el comisario Jiménez.<br />

-Cuando acabó de llover- dijo el primer portugués.<br />

-Cuando acabó de tronar- dijo el segundo portugués.<br />

-Cuando acabó de morir- dijo el tercer portugués.<br />

Cuando acabó de morir.<br />

9<br />

-¿Qué hicieron entonces?- preguntó Daniel Hernández.<br />

-Yo me saqué el sombrero- dijo el primer portugués.<br />

-Yo me descubrí- dijo el segundo portugués.<br />

-Mis homenajes al muerto- dijo el tercer portugués.<br />

Los cuatro sombreros en la mesa.<br />

10<br />

-Entonces, ¿qué hicieron?- preguntó el comisario Jiménez.<br />

-Uno maldijo la suerte- dijo el primer portugués.<br />

-Uno cerró el paraguas- dijo el segundo portugués.<br />

-Uno nos trajo corriendo- dijo el tercer portugués.<br />

El muerto estaba muerto.<br />

11<br />

-Usted lo mató- dijo Daniel Hernández.<br />

11


-¿Yo, señor?- preguntó el primer portugués.<br />

-No, señor- dijo Daniel Hernández.<br />

-¿Yo, señor?- preguntó el segundo portugués.<br />

-Si, señor- dijo Daniel Hernández.<br />

12<br />

-Uno mató, uno murió, los otros dos no vieron nada- dijo Daniel<br />

Hernández.<br />

-Uno miraba al norte, otro al este, otro al sur, el muerto al oeste. Habían<br />

convenido en vigilar cada uno una bocacalle distinta, para tener más<br />

posibilidades de descubrir un taxímetro en una noche tormentosa.<br />

El paraguas era chico y ustedes eran cuatro. Mientras esperaban, la lluvia<br />

les mojó la parte delantera del sombrero.<br />

El que miraba al norte y el que miraba al sur no tenían que darse vuelta<br />

para matar al que miraba al oeste. Les bastaba mover el brazo izquierdo o<br />

derecho a un costado. El que miraba al este, en cambio, tenía que darse<br />

vuelta del todo, porque estaba de espaldas a la víctima. Pero al darse<br />

vuelta se le mojó la parte de atrás del sombrero. Su sombrero está seco<br />

en el medio; es decir, mojado adelante y atrás. Los otros dos sombreros<br />

se mojaron solamente adelante, porque cuando sus dueños se dieron<br />

vuelta para mirar el cadáver, había dejado de llover. Y el sombrero del<br />

muerto se mojó por completo al rodar por el pavimento húmedo.<br />

El asesino utilizó un arma de muy reducido calibre, un matagatos de esos<br />

con que juegan los chicos o que llevan algunas mujeres en su cartera. La<br />

detonación se confundió con los truenos (esta noche hubo una tormenta<br />

eléctrica particularmente intensa). Pero el segundo portugués tuvo que<br />

localizar en la oscuridad el único punto realmente vulnerable a un arma<br />

tan pequeña: la nuca de su víctima, entre el grueso sobretodo y el<br />

engañoso sombrero. En esos pocos segundos, el fuerte chaparrón le<br />

empapó la parte posterior del sombrero. El suyo es el único que presenta<br />

esa particularidad. Por lo tanto es el culpable.<br />

El primer portugués se fue a su casa.<br />

Al segundo no lo dejaron.<br />

El tercero se llevó el paraguas.<br />

El cuarto portugués estaba muerto. Muerto.<br />

Extraído de “Cuentos para tahúres y otros relatos policiales” Ediciones de<br />

la Flor. 1996.<br />

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El misterioso caso del señor de gafas gruesas<br />

Por Claudia Rodríguez Paoletti<br />

Verdeoliva tenía pronunciados bigotes.<br />

12


Aguamarina tenía cejas espesas.<br />

Azulcielo cara de nada, lo que se dice, de nada.<br />

El denunciante usaba anteojos.<br />

El juez miró el reloj de la sala y dio por<br />

comenzado el juicio.<br />

La sala estaba desbordada.<br />

Los acusados estaban sentados uno<br />

al lado del otro.<br />

La palabra le fue otorgada al señor fiscal.<br />

Buenos días su Señoría, dijo al mismo tiempo<br />

que su cuerpo giraba 180º.<br />

Buenos días, respondió el Juez.<br />

-En primer lugar quiero saber quién<br />

de estos tres acusados fue el que dio la orden.<br />

-Yo no -dijo Verdeoliva.<br />

-Yo menos -exclamó Aguamarina.<br />

-Yo no estaba enterado -balbuceó Azulcielo.<br />

El señor de gruesos lentes aún no llegaba.<br />

El murmullo estalló en la sala desbordada.<br />

Pañuelos blancos, soldados verdes, fotos de cientos de jóvenes, cámaras y<br />

flashes.<br />

El juez pidió silencio.<br />

El fiscal respiró muy hondo y volvió a preguntar.<br />

-¿Quién fue el primero en leer la carta que el periodista les dirigió?<br />

-Yo no sé de qué carta habla -dijo altanero Verdeoliva.<br />

-Yo la leí y le resté importancia -dijo Aguamarina.<br />

-Yo sólo escuché el comentario en un bar en José León Suárez -dijo<br />

Azulcielo.<br />

El señor de anteojos tardaba…<br />

El fiscal retomó la palabra.<br />

-Vamos por partes, exclamó: si uno la leyó y otro se enteró de su<br />

existencia y la misma estaba dirigida a los tres…<br />

¿Cómo puede ser que Verdeoliva no conociera la carta?<br />

La sala aplaudió.<br />

El juez pidió silencio.<br />

-Yo, después de algunos días me enteré -dijo Verdeoliva algo titubeante.<br />

-Yo creí que la había olvidado, pero la recuperé entre viejos papeles -dijo<br />

Aguamarina.<br />

-Yo escuché a “unos” vestidos con mameluco, muy interesados en su<br />

lectura y comencé a preocuparme.<br />

El tiempo avanzaba y el escribiente con o sin anteojos no se hallaba en el<br />

lugar.<br />

13


-A propósito -dijo el fiscal dirigiéndose a Azulcielo- ¿por qué le preocupó<br />

que un grupo de obreros comentara sobre la carta?<br />

-Por el lugar en que se encuentra el bar, cerca del famoso Basural…<br />

En la sala sonó un aire a indignación.<br />

- Continuemos por favor -dijo el juez.<br />

-Entonces: significa que los tres tenían conocimiento de esa carta -dijo el<br />

fiscal.<br />

Los tres se miraron.<br />

-Vuelvo a la pregunta: entonces, ¿quién de ustedes dio la orden?<br />

-¡Yo no fui! -dijeron al unísono.<br />

- Entonces ¿quién?<br />

Rápidamente Verdeoliva señaló con su dedo índice a Aguamarina, quien a<br />

su vez señalaba con su dedo índice a Azulcielo, y éste, a su vez y también<br />

con su dedo índice, señalaba a Verdeoliva.<br />

La sala toda sintió que respiraba complicidad en un aire verdeazulado.<br />

El murmullo comenzó a crecer poco a poco. El señor de gafas gruesas aún<br />

no había llegado. Fue el momento en que se resolvió pasar a cuarto<br />

intermedio.<br />

Preguntas para comenzar a resolver el caso<br />

¿Quién es el señor de anteojos? ¿Cuál fue la orden?<br />

¿Por qué no está en la sala el hombre de la misteriosa carta?<br />

¿Cuál será el contenido de dicha carta?<br />

Pistas para resolver el caso<br />

Algunas se encuentran intercaladas en el relato.<br />

Nació en Río Negro, República Argentina.<br />

Quedó huérfano y fue internado en un colegio irlandés.<br />

Vivió entre 1927 y ¿1977?<br />

La carta fue publicada en 1977.<br />

El juicio fue realizado a mediados de la década de 1980.<br />

Escribió artículos periodísticos y libros como “¿Quién mató a Rosendo?”.<br />

<strong>Propuesta</strong><br />

La decisión de comenzar por uno u otro texto puede conducir a diferentes<br />

recorridos didácticos. La intencionalidad es introducirse a modo de enigma<br />

en la biografía del autor. Las pistas intentan ponerle el condimento de<br />

suspenso para que los alumnos se sientan verdaderos protagonistas de<br />

una investigación para la cual necesitarán “documentarse”.<br />

Crear anticipaciones y anotarlas puede ser un comienzo intrigante.<br />

Una vez que se trabajaron los dos textos:<br />

• Comparar a partir de la relación entre la ficción y los hechos históricos<br />

en ese período.<br />

• Detenerse en la diferencia de los finales.<br />

14


• Abordar el concepto de “desaparecido”.<br />

• Trabajar algunos tramos de la “Carta abierta a la Junta Militar”.<br />

• Realizar otras lecturas del mismo autor.<br />

• Analizar el artículo “Ese hombre”. Revista La Educación en nuestras<br />

manos Nº 62.<br />

• Trabajar con autores desaparecidos, detenidos, exiliados o prohibidos<br />

durante ese período.<br />

<strong>Libros</strong> Prohibidos por la Dictadura<br />

• De Sarmiento a Cortázar, de David Viñas.<br />

• La madre, de Máximo Gorki.<br />

• Los derechos constitucionales del trabajador, de Daniel Rudi.<br />

• La Patagonia trágica, de Osvaldo Bayer.<br />

• El fracaso y el desinterés escolar en la escuela primaria, de Liliana<br />

Lurcat.<br />

• Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.<br />

• Estudios sobre los orígenes del peronismo, de Juan C. Portantiero.<br />

• Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire.<br />

• Antología poética, de Ernesto Cardenal.<br />

• La tía Julia y el escribidor, de Marío Vargas Llosa.<br />

• Niños de hoy, de Alvaro Yunque.<br />

• Gracias por el fuego de Mario Benedetti.<br />

• El principito, de A. de Saint-Exupery.<br />

Fuente: Revista “Canto Maestro”. CTERA - 24 de Marzo de 2001.<br />

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Destrucción de libros: mnemocidio<br />

"Biblioclastia es propiamente la destrucción de libros.<br />

Quien destruye volúmenes es un biblioclasta.<br />

El bibliocidio suele ser, como ya lo sabía el poeta alemán Heinrich Heine,<br />

la puerta del genocidio. Hay casos tan brutales que puede hablarse de<br />

bibliocausto como ocurrió en Alemania durante el régimen nazi."<br />

Fernando Báez<br />

La propuesta en este bloque es entramar la historia de los vínculos de la<br />

humanidad a través de sus culturas hasta llegar a nuestra América y a<br />

nuestro país.<br />

Frente a la magnitud destructiva es necesario recuperar las acciones de<br />

resistencia, profunda y sentida, que, aún en esos marcos, se proyectan en<br />

futuro.<br />

Diferentes tramas para los mismos propósitos<br />

El testimonio de HIJOS muestra la fortaleza de los jóvenes por rescatar y<br />

recuperar libros encerrados junto a sus familiares. Recuperar escrituras,<br />

15


subrayados, nombres de amores escondidos, salvarlos para luego<br />

organizar la biblioteca abierta, es recordar desde las historias de vida a<br />

cada uno de los detenidos - desaparecidos.<br />

El testimonio de Graciela Cabal da cuenta de la situación emocional de<br />

una trabajadora de la literatura ante la destrucción de libros como método<br />

de protección, con el plus del humor irónico, un buen recurso para<br />

recuperar las memorias doloridas.<br />

El artículo periodístico introduce, desde el testimonio presencial, a la<br />

destrucción de la Biblioteca de Bagdad, en la reciente guerra a Iraq. El<br />

autor conduce al lector por un recorrido que lo lleva a las primeras<br />

manifestaciones por borrar las memorias de los pueblos.<br />

La entrevista a Fernando Báez (autor del artículo periodístico) pone en<br />

relieve, desde su historia de infancia, su vínculo con los libros y la<br />

necesidad de crear conciencia ante tanto horror imperialista.<br />

Cada uno de los textos posibilita ingresar a varios contenidos que abran a<br />

nuevas investigaciones. Rastrear estas experiencias en el propio territorio,<br />

como muchos docentes lo hacen1, puede deparar interesantes sorpresas<br />

que aglutinen acciones colectivas y organizadas para que la cultura de la<br />

memoria y del trabajo se instalen como práctica cotidiana.<br />

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<strong>Libros</strong> recuperados de los calabozos<br />

En 1984 la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas)<br />

logró la apertura de los calabozos del Centro Clandestino de Detención<br />

que había funcionado durante la Dictadura Militar dentro del palacio<br />

policial, en el corazón de la capital mendocina. Encontraron allí alrededor<br />

de cinco mil libros, revistas, cuadernos personales, fotos, volantes, actas,<br />

etc., producto de los allanamientos llevados a cabo por las fuerzas<br />

represivas. Desde el 2003 todo ese material forma la Biblioteca de la<br />

Memoria, que bajo la custodia de H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la<br />

Justicia contra el Olvido y el Silencio) funciona en la Casa de la Memoria<br />

de Mendoza.<br />

Los jóvenes integrantes de H.I.J.O.S. cuyos padres fueron detenidos y<br />

desaparecidos por el gobierno militar- relatan lo que significa hacerse<br />

cargo de estos libros que fueron encerrados con sus padres tras las<br />

mismas paredes (1).<br />

“En 1998 estábamos discutiendo cómo reivindicar la lucha de nuestros<br />

viejos. Fue justo en ese momento que queda en nuestras manos el<br />

cuidado de los libros, una pieza fundamental en la vida personal y política<br />

de nuestros viejos. Además de reconstruir la imagen política de la<br />

16


generación del 70, en la biblioteca vemos también qué les gustaba hacer,<br />

qué pensaban más allá de lo político. Y descubrimos que les encantaban<br />

las novelas, las historietas, cocinar, los deportes, la botánica... Esta<br />

biblioteca nos ayuda a reconstruir su identidad y nunca la palabra<br />

“identidad” quedó tan llena de cosas cotidianas. La lectura no era para<br />

nuestros viejos un medio de acumulación de saber, sino, más bien, un<br />

ejercicio de formación a través del cual trataban de explicarse el mundo y<br />

transformarlo. La lectura como herramienta para la liberación del pueblo,<br />

como grito que exhorta, que exige justicia social, que grita con y para los<br />

oprimidos. Ese grito que ahora nos es propio, sueña con hacerse palabra<br />

articulada, voz libre que transite los aires de la lucha.<br />

Los genocidas no sólo consideraron a las personas como instrumentos de<br />

subversión, también los libros eran potencialmente peligrosos. Así los<br />

libros y las personas fueron encerrados entre las mismas paredes. Qué<br />

otra cosa es encancelar, sino enceguecernos con un muro de piedras para<br />

dejar atrás aquello que quieren ocultar. Despótica mirada de la dictadura,<br />

que decidió quién tenía y quién no tenía derecho a la existencia.<br />

Los libros estuvieron en la oscuridad de los uniformes y botas, en un lugar<br />

donde los verdugos ejecutaban su plan siniestro. Con los libros en la<br />

mano, sentimos una vez más la derrota de aquellos que quisieron imponer<br />

el miedo como forma de vivir. Ahora a la Biblioteca de la Memoria la<br />

rodean niños, jóvenes y adultos en una casa que se llena de risas cuando<br />

nos juntamos, porque creemos que la alegría es la forma más sublime de<br />

la resistencia”.<br />

Notas: 1. Síntesis de la ponencia presentada en el 2° Coloquio<br />

Interdisciplinario de Abuelas de Plaza de Mayo “El Porvenir de la<br />

Memoria”. Abril 2005.<br />

Vergüenza<br />

“Más libros para más” era la consigna del Centro Editor de América Latina.<br />

El 30 de agosto de 1980 la policía bonaerense quemó en un baldío de<br />

Sarandí un millón y medio de ejemplares del sello.<br />

Graciela Cabal, Secretaria de Redacción de una de las colecciones<br />

recordaba: “Al principio tuvimos mucho miedo; yo, cada vez que me iba<br />

para el Ceal, le decía a mi vecina de arriba que si a determinada hora no<br />

volvía, se llevara a mis tres hijos a la casa de mi mamá. Pero, a la vez,<br />

nos acostumbramos a trabajar en ese contexto de terror. De repente<br />

llamaban de un depósito, nos avisaban que había habido un allanamiento<br />

y que venían para la redacción. Nosotros nos preparábamos, tirábamos<br />

carpetas, escondíamos agendas en el jardín, incinerábamos papeles. Les<br />

decíamos a los vecinos que íbamos a hacer un asado y quemábamos<br />

papeles en la bañera, que quedaba negra del humo.(...) Yo rompí y<br />

quemé muchos libros, y fue una de las cosas de las que nunca me pude<br />

recuperar. Lo hacía y lloraba porque no quería que mis hijos me vieran,<br />

17


porque no quería que lo contaran en la escuela, porque no quería que<br />

supieran que su madre era capaz de romper libros... Porque sentía mucha<br />

vergüenza. (...) Los libros del depósito de Sarandí ardieron durante tres<br />

días, algunos habían estado apilados y se habían humedecido, así que no<br />

prendían bien. Me acuerdo que en uno de los fascículos, de historia del<br />

feudalismo, había un príncipe que no se terminaba de quemar. El<br />

pobrecito era un príncipe medio afeminado y lleno de flores que se resistía<br />

a la hoguera”.<br />

(Tomado de Un golpe a los libros (1976-1983). Secretaría de Cultura del<br />

Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2001).<br />

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“Cada libro quemado ilumina el mundo”<br />

R.W. Emerson<br />

Una decisión ejecutiva me colocó en Bagdad, como parte de una comisión<br />

internacional autorizada para investigar el problema de la destrucción de<br />

bibliotecas, archivos y museos en Irak. El 10 de mayo fui convocado a mi<br />

primera reunión de trabajo. Setenta años atrás, el mismo día, los nazis,<br />

en Alemania, quemaron miles de libros y convirtieron el año1933 en una<br />

fecha fatal para la cultura. No sé si será una superstición mía, pero el<br />

número 3 está presente en los peores momentos de los libros. Hacia el<br />

año 213 a.C., el Emperador Shih-Huang Ti, artífice de la gran muralla,<br />

unificador de China y defensor de los escritos de la escuela legalista, hizo<br />

destruir todo cuanto pudiera servir para restituir la memoria del pasado.<br />

Hacia los años 643-644, se cree que los árabes destruyeron el Museo de<br />

Alejandría, donde estaba la célebre biblioteca. En 1453, los turcos<br />

tomaron Constantinopla y arrasaron con sus prestigiosos manuscritos. En<br />

1813, los soldados norteamericanos tomaron Canadá y York, y quemaron<br />

el Parlamento y la biblioteca legislativa, lo cual les fue compensado un año<br />

después con la quema de la Biblioteca del Congreso. La noche del 9 de<br />

marzo de 1943, un ataque aéreo sobre la Biblioteca de Baviera destruyó<br />

500.000 libros. En 1993 fueron destruidas decenas de bibliotecas (entre<br />

ellas la de Stolac) por parte de las milicias nacionalistas croatas. Y ahora<br />

el 2003. La Biblioteca Nacional de Bagdad presentaba un aspecto<br />

siniestro. Según se piensa, han desaparecido ochocientos mil volúmenes<br />

junto con miles de publicaciones periódicas, incluidas las primeras revistas<br />

impresas en lengua persa del mundo. El director de la Biblioteca se<br />

lamentó con nostalgia: “No recuerdo semejante barbaridad desde los<br />

tiempos de los mongoles”. Aludía a que en 1258 las tropas de Hulagu,<br />

descendiente de Gengis Khan, invadieron Bagdad y destruyeron todos sus<br />

libros arrojándolos al río Tigris.<br />

Luego fui al Museo Arqueológico. La noticia de su saqueo conmovió al<br />

mundo entero cuando se conoció, el 12 de abril. Las tablillas de arcilla de<br />

los sumerios, los primeros libros de la humanidad, de unos 5300 años de<br />

18


antigüedad, quedaron en ruinas y la mayoría fueron robadas del Museo.<br />

Entre otros, este centro almacenaba textos de Súmer, Acadia, Babilonia,<br />

Asiria y Caldea, Persia y varias dinastías árabes. Si el lector no lo sabe, es<br />

necesario decirle que aquí se guardaban las tablillas del Código de<br />

Hammurabí, donde aparece el primer registro de leyes del mundo.<br />

Asimismo, desaparecieron cientos de tablillas de arcilla aún sin descifrar,<br />

algunas de las cuales contenían datos sobre el origen de la escritura.<br />

La destrucción es irreversible y hay evidencias concretas de que si bien los<br />

soldados norteamericanos no participaron en ella, sus superiores habían<br />

sido advertidos con antelación de que esto pasaría. Bagdad, por eso y por<br />

otras cosas que me reservo, es ahora una ciudad árabe ocupada por la<br />

fuerza extranjera más repudiada en el Medio Oriente y, como si esto no<br />

bastara, su memoria ha sido borrada, expoliada y sometida. ¿Podría<br />

imaginarse un destino peor para el lugar donde comenzó nuestra<br />

civilización?.<br />

Para LA NACIÓN. Bagdad, 2003<br />

Por Fernando Báez (Fragmento)<br />

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Asesinato de la memoria<br />

Reportaje a Fernando Báez (1)<br />

¿Cuáles fueron los motivos que lo llevaron a especializarse en lo que usted<br />

denomina destructividad cultural?<br />

F.B.: Estrictamente personales. Baste indicar que yo nací en un pueblo<br />

llamado San Felix de Guayana, en Venezuela, y me crié en la biblioteca<br />

popular del lugar, que era y es muy pequeña. Mi madre, que era pobre,<br />

tuvo que pedirle a la encargada de la biblioteca que me cuidara durante el<br />

día para poder así cumplir con su trabajo, y lo extraordinario es que esos<br />

primeros años en la biblioteca fueron inolvidables. Aprendí a leer, un poco<br />

a escribir, y a valorar a los libros como si fueran amigos. Por desgracia, un<br />

mal día la biblioteca sufrió la inundación del río Orinoco y todo<br />

desapareció por la corriente de las aguas. Me quedé, de esta manera, sin<br />

libros, pero también sin casa, y vea que ese horror me ha perseguido<br />

siempre: es un enigma que me acosa. De alguna forma, dedicarme a este<br />

aspecto de la destrucción en los estudios culturales, apenas ha servido<br />

para darme la fuerza necesaria para reflexionar sobre un fenómeno que<br />

persiste a lo largo de los siglos. Sólo en América Latina, el 70 por ciento<br />

de los libros desde el siglo XVII hasta hoy se han perdido.<br />

E.M.: ¿Qué relación existe en Latinoamérica entre el genocidio y la muerte<br />

de sus símbolos a través de la historia?<br />

F.B.: Es una pregunta interesante. Debo aclarar que la eliminación de<br />

símbolos corresponde a una práctica común que consiste en borrar la<br />

19


memoria del adversario para imponer los valores culturales a los que se<br />

considera sagrados o fundamentales, por medio de un proceso conocido<br />

como transculturización. En este proceso, cuando es violento, los libros,<br />

las bibliotecas o museos, son destruidos porque son símbolos de la<br />

memoria colectiva que se repudia, y no hay que olvidar que la memoria es<br />

la base de la identidad de un grupo o nación. Si se ataca la identidad, es<br />

posible someter con mayor facilidad al adversario, y esto lo han entendido<br />

todos los regímenes fascistas en la historia. Ningún imperio se sostiene sin<br />

doblegar no sólo la voluntad sino la cultura del pueblo sometido. España,<br />

en ese sentido, destruyó los códices mayas, para imponer valores<br />

religiosos, pero al mismo tiempo aniquiló a millones de hombres y<br />

mujeres en su intento por consolidar esta tesis. Como puede verse, no<br />

hay genocidio sin mnemocidio, esto es, sin el asesinato de la memoria.<br />

E.M.: ¿Esta vivencia en Iraq lo compromete de otro modo como<br />

investigador?<br />

F.B.: Lo que encontré fue demasiado cruel como para olvidarlo: por<br />

primera vez he podido comprobar los efectos perversos del imperialismo<br />

en el mundo, pero sobre todo es terrible haber descubierto que no fueron<br />

ignorantes los que causaron esos daños en Iraq. Fueron universitarios de<br />

Yale, Princenton y Harvard los que planificaron aniquilar la cultura de los<br />

iraquíes (advierto que no fue accidental) para transculturizar a ese pueblo<br />

dentro de un plan de consolidar una tesis hegemónica. El actual gobierno<br />

de Bush me ha declarado “persona non grata”, y constantemente recibo<br />

amenazas. Esto evidencia que mi investigación ha tocado la esencia de un<br />

grave problema.<br />

Claudia Rodríguez Paoletti<br />

Notas: 1. Autor de «Historia universal de la destrucción de libros: desde<br />

las tablillas sumerias a la guerra de Irak”. Sudamericana, 2005.<br />

21/03/2006<br />

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