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Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas. Iº Encuentro ...

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<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>. <strong>Iº</strong> <strong>Encuentro</strong> Internacional.<br />

ISBN: 978-987-1632-07-7<br />

Editor: Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.<br />

Coordinadores: Fernando Tula Molina (Doctor en Filosofía, UNLP) y Gustavo Giuliano<br />

(Doctor en Epistemología, UNTREF - Ingeniero en Electrónica, UNLP)<br />

Esta publicación compila las ponencias del <strong>Iº</strong> <strong>Encuentro</strong> Internacional de <strong>Culturas</strong><br />

<strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>, organizado por el Observatorio de Nuevas<br />

Prácticas y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> (ONPAT) y el Programa Consejo de la<br />

Demanda de Actores Sociales (PROCODAS) del Ministerio de Ciencia,<br />

Tecnología e Innovación Productiva, el 8 y 9 de Octubre 2009.<br />

4 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong><br />

Organizadores:<br />

Auspiciantes


Índice<br />

Prólogo 7<br />

Introducción 9<br />

Presentación de Trabajos - Primer Día 11<br />

Fernando Tula Molina y Gustavo Giuliano (Coordinadores)<br />

Presentación de Trabajos - Segundo Día 17<br />

Fernando Tula Molina y Gustavo Giuliano (Coordinadores)<br />

Primer día 23<br />

Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales:<br />

PROCODAS 25<br />

Oscar Galante<br />

Comentarios realizados por Federico Vasen 33<br />

El pluriculturalismo tecnológico: cuarta generación<br />

de los derechos y el movimiento por la tecnología social<br />

en América Latina<br />

Ricardo Neder 39<br />

Comentarios realizados por Ailin Reising 61<br />

Sistemas Tecnológicos Sociales y Ciudadanía<br />

Socio-Técnica. Innovación, Desarrollo, Democracia.<br />

Hernán Thomas 65<br />

Sobre el carácter cuantitativo de la evaluación<br />

neoliberal de la Universidad<br />

Marcos Barbosa de Oliveira 87<br />

Comentarios realizados por Adriana De Simone 119<br />

Las diversas culturas y las prácticas de la ciencia<br />

Hugh Lacey 133<br />

Comentarios realizados por Antonio A. P. Videira 171<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 5


Segundo Día 179<br />

La reunificación de las “dos culturas” a través de la vía tecnológica<br />

Ailin María Reising 181<br />

Comentarios realizados por Martín Parselis 197<br />

Los Observatorios de Sustentabilidad como centros guías<br />

para la implementación de estrategias de sustentabilidad local-regional,<br />

y potenciadores de sinergias entre actores sociales.<br />

Josep Antequera<br />

Parte 1 - Una visión en seis bloques de la sostenibilidad local y regional. 205<br />

Parte 2 - Los Observatorios de Sustentabilidad 223<br />

Comentarios realizados por André Luis de Oliveira Mendonça 237<br />

Actuar y reaccionar: valores y culturas en la construcción<br />

de la relación tecnología-democracia<br />

Fernando Tula Molina 245<br />

Comentarios realizados por Hernán Miguel 269<br />

Ciencia, Tecnología y Democracia: distinciones y conexiones<br />

Andrew Feenberg 279<br />

Comentarios realizados por Gustavo Giuliano 297<br />

APÉNDICE I 305<br />

Jugando en el patio trasero<br />

Eder L. Romero<br />

APÉNDICE II 313<br />

La contribución de Feenberg y Lacey para el análisis<br />

de la política de C&T latinoamericana<br />

Renato Dagnino<br />

6 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Prólogo<br />

Promediaba el año 1959 cuando Charles Percy Snow, químico, novelista y<br />

varias veces funcionario del gobierno inglés, pronunciaba su célebre conferencia<br />

“Las dos culturas”. En ella hacía pública su desazón por los caminos de mutuo<br />

desdén transitados por los partidarios de la “cultura científica”, que se arrogaba<br />

para sí la representación de la modernidad, y la “cultura literaria”, que se negaba a<br />

aceptar un mundo nuevo aferrándose a la tradición humanista. Desde entonces, el<br />

desencuentro no ha cesado de expandirse, adquiriendo nuevos y complejos<br />

significados en la especialización siempre creciente y perdiéndose en los vericuetos<br />

epistemológicos que pretenden distinguir entre lo científico y lo social. Sin embargo,<br />

hay indicios firmes de que algo ha empezado a cambiar. La realidad de un mundo<br />

que nos avasalla con sus injusticias, y una ciencia y tecnología que nos deslumbran<br />

con sus logros, comienzan a reconocerse en los albores de un diálogo posible.<br />

La urgencia de este diálogo se hace cada vez más visible a partir del carácter<br />

limitado de un abordaje exclusivamente naturalista de los problemas<br />

medioambientales. Ante la enorme capacidad tecnológica que dispone la sociedad<br />

en nuestros días, se ha visto la necesidad de discutir cómo alcanzar grados de<br />

conciencia y responsabilidad acordes; en definitiva, el reconocimiento del carácter<br />

ético y político del sentido de nuestras prácticas de innovación, producción,<br />

distribución y consumo. Un modelo de país requiere una clara definición de aquello<br />

que considera valioso y lo que debe defenderse para afianzar un sistema<br />

tecnológico eficiente, legítimo y democrático.<br />

Desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva hemos<br />

sabido reconocer esta necesidad urgente de época y la creación del Programa<br />

Consejo de la Demanda de Actores Sociales (PROCODAS) abreva en estas<br />

nuevas aguas, promoviendo la vinculación de las potencialidades del conocimiento<br />

científico-tecnológico con las necesidades propias del desarrollo humano. Es bajo<br />

esta intención que ha puesto empeño en la búsqueda de elementos que permitan<br />

encontrar respuestas al desafío presente.<br />

Al cumplirse cincuenta años de la conferencia de Snow, el “<strong>Iº</strong> <strong>Encuentro</strong><br />

Internacional de <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>”, cuyas memorias<br />

de dos jornadas intensas me es grato prologar, es una muestra cabal de que tal<br />

camino no sólo es posible sino que se ha transformado en imprescindible para la<br />

profundización y buen nombre de nuestras democracias.<br />

Dr. Lino Barañao<br />

Ministro de Ciencia Tecnología e Innovación Productiva


Introducción<br />

El nuevo enfoque en la planificación y gestión de la política en ciencia,<br />

tecnología e innovación adoptado desde el año 2003, se ha orientado a crear<br />

un nuevo perfil tecno-productivo de desarrollo para nuestro país. En el marco<br />

de estos lineamientos, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación<br />

Productiva ha identificado a las Tecnologías Sociales como una de las áreas<br />

estratégicas prioritarias. Las acciones y herramientas impulsadas por esta<br />

Administración para promover la innovación repercuten favorablemente en<br />

diversos ámbitos. La implementación de nuevas tecnologías en sectores<br />

sociales marginados es uno de ellos. Esta incorporación aporta soluciones y<br />

mejoras en las problemáticas que padecen estas comunidades. Así, las<br />

políticas que hacen foco en el incremento de nuevos conocimientos, tanto<br />

para la mejora de los procedimientos productivos, como para el desarrollo<br />

humanitario y social, dan como resultado un acceso más equitativo a las<br />

nuevas tecnologías y por ende, una sociedad más justa y ecuánime.<br />

Las Tecnologías Sociales son aquéllas que llegan a los sectores más<br />

excluidos para resolver problemas de primera necesidad, como son la<br />

alimentación, la salud, el acceso a servicios públicos e infraestructura básica.<br />

El mayor desafío a la hora de aplicar soluciones tecnológicas a realidades<br />

sociales sensibles es abordar la problemática de forma participativa, con la<br />

inclusión de todos los actores involucrados.<br />

Por ello, el Programa “Consejo de la Demanda de Actores Sociales”<br />

promueve la transversalidad de las políticas públicas para el desarrollo social,<br />

mediante la articulación de acciones que vinculan a los ciudadanos y a los<br />

técnico-científicos, como por ejemplo, las llamadas “mesas de gestión<br />

asociadas”. Un aspecto fundamental para alcanzar el propósito de las<br />

Tecnologías Sociales está en facilitar las nuevas tecnologías de forma<br />

inmediata y directa con los actores que las necesitan. Un claro ejemplo es el<br />

“Yogurt Probiótico para Escuela” (Yogurito) 1 , un alimento funcional de alta<br />

tecnología, que ingresa sin intermediarios en los comedores escolares para<br />

llegar a los niños y mejorar su dieta y salud. Este proyecto se inició en la<br />

provincia de Tucumán, y posteriormente se transfirió a Entre Ríos y San Juan.<br />

Actualmente, se gestiona su implementación/alcance a las provincias de<br />

Misiones, Chaco y Santiago del Estero.<br />

1 Para más información, ver ganadores de Innovar 2009 (www.mincyt.gob.ar)<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 9


La presente publicación es fruto del primer encuentro internacional sobre<br />

esta temática, donde científicos, economistas y pensadores de varios países<br />

se reunieron para debatir y expresar nuevas propuestas sobre la transformación<br />

del desarrollo tecno-científico, orientado hacia la responsabilidad<br />

social.<br />

Las nuevas tecnologías y el crecimiento exponencial del conocimiento<br />

generan grandes oportunidades para aumentar la competitividad, y también<br />

son recursos invaluables para recuperar el equilibrio/la equidad (o la movilidad<br />

social ascendente) y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Esto supone<br />

un cambio de paradigma en los procesos productivos aplicados hasta la fecha<br />

y una ocasión para articular el diálogo entre las “dos culturas”. Por ello, el<br />

aporte teórico y académico de los ponentes crea una base esencial para<br />

pensar, diseñar y planificar estrategias que favorezcan una sociedad más<br />

equitativa y democrática.<br />

10 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong><br />

Dra. Ruth Ladenheim<br />

Secretaria de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia,<br />

Tecnología e Innovación Productiva


Presentación de los Trabajos<br />

Primer Día<br />

A modo de apertura, el trabajo de Oscar Galante presenta los desafíos<br />

asumidos por el PROCODAS en la tarea de replantear las instituciones con<br />

políticas integrales que fomenten el trabajo asociativo, la complementaridad<br />

entre información y conocimiento, la competitividad de las estructuras<br />

productivas y la mejora de la calidad de vida de la población. Estos problemas,<br />

entendidos como prioridades estratégicas, exigen la gestión transversal y un<br />

marco coordinado de políticas públicas. En tal sentido, el Plan Estratégico<br />

Nacional de Ciencia, Tecnología, e Innovación “Bicentenario”, aspira al<br />

incremento de la productividad en un marco de sustentabilidad, con énfasis en<br />

las estrategias locales, pero sin perder de vista el marco nacional.<br />

El comentarista de este trabajo, Federico Vasen, destaca cómo esta<br />

propuesta supone un cambio de orientación de la política tecnológica nacional<br />

basada en los Sistemas Nacionales de Innovación (surgida de la economía<br />

evolucionista, y dominante en la década de los noventa en sintonía con la ola<br />

de políticas neoliberales), marcada más por el pedido de los demandantes<br />

que en políticas de prospectiva global. Este rumbo, se funda en la idea de<br />

investigación-acción participativa, con el fin de promover procesos de<br />

transformación social. Como señala Galante, tal transformación busca<br />

recuperar el crecimiento con relación a la movilidad social ascendente, la cual<br />

fue una característica del Estado Argentino.<br />

Luego, adoptando una posición crítica frente al supuesto de neutralidad<br />

tecnológica (y a la adopción por parte de tecnólogos e ingenieros de la visión<br />

instrumentalista que ello conlleva), Ricardo Neder señala los riesgos que<br />

supone la lógica de la apropiación privada del conocimiento por el sistema de<br />

patentamiento con fines comerciales. Frente a tales riesgos, defiende la<br />

necesidad de nuevos modos de organización institucional con prácticas<br />

deliberativas a nivel local (vecinal, comunitario). Desde un punto de vista<br />

teórico, observa que no es necesario reveer la tecnología, sino la construcción<br />

social de la tecnología. Esta revisión es crucial para reconducirla en la<br />

dirección de la satisfacción de las demandas sociales de base popular; dicho<br />

de otra manera, para transitar hacia una tecnología para todos. Es claro que<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 11


no se trata de una reforma menor, nuevas formas legales e institucionales son<br />

necesarias para desligar el progreso tecnológico del consumo tecnológico<br />

(generado por el mercado con el propósito primordial de optimizar el lucro).<br />

Este tránsito, de pasar de prácticas y desarrollos tecnológicos asociados<br />

a la concentración del rédito, a prácticas de desarrollo social efectivo,<br />

constituye el telón de fondo de la discusión política en torno a las tecnologías<br />

sociales. Como fundamento de la necesidad de avanzar por este camino,<br />

Neder apela a una cuarta generación de derechos humanos. Estos giran en<br />

torno al control tecnológico en procesos cruciales para los diferentes<br />

escenarios sobre los que pueden proyectarse las sociedades contemporáneas<br />

(p.e. manipulación genética de humanos, animales, vegetales, bacterias y<br />

organismos celulares).<br />

En el nivel académico, esta discusión se traduce en los diferentes modelos<br />

que pueden dar cuenta de las relaciones, tensiones y asimetrías que se dan<br />

entre ciencia, tecnología y sociedad o, para decirlo con una expresión única,<br />

de nuestras prácticas sociotécnicas. Neder defiende la importancia del modelo<br />

de Renato Dagnino respecto a asumir el desafío de fomentar mecanismos<br />

institucionales de participación, que nos conduzcan al pluralismo tecnológico,<br />

en lugar de profundizar los modelos de gerenciamiento coorporativo y<br />

empresarial, asociados a prácticas de consumo para pocos. No escapa a<br />

Neder que esta tarea supone, además, elaborar una pedagogía económica y<br />

cultural adecuada para la tecnología social y su ambiente innovador. A pesar<br />

de ser una tendencia contra-hegemónica, Neder pone el ejemplo de las<br />

prácticas asociadas a la economía solidaria que ya integra a 1,2 millones de<br />

personas en Brasil.<br />

Como observa la comentarista a este trabajo, Ailin Reising, ante los nuevos<br />

desarrollos y sistemas tecnológicos, se abren o cierran diversas posibilidades<br />

y por ello surgen preguntas fundamentales: ¿Qué seríamos, cómo seríamos,<br />

cómo podríamos llegar a ser en otros mundos tecnológicos?<br />

El modelo de Dagnino, al que Neder se refiere, es el de la adecuación<br />

socio-técnica. Este modelo es desarrollado por Hernán Thomas a partir de<br />

problematizar la finalidad de las tecnologías sociales, ¿Qué es lo que se<br />

busca? ¿Solución a problemas de exclusión social de los pobres? ¿O la clave<br />

de inclusión social de todos? Thomas coincide con Galante en la<br />

responsabilidad del Estado en la resolución de los problemas de exclusión<br />

social, y concibe las tecnologías sociales como un componente clave en las<br />

estrategias de desarrollo económico y democratización política. En este<br />

sentido, no se trata de paliar la situación de los grupos desfavorecidos, sino<br />

12 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


del papel anticíclico que pueden jugar las tecnologías sociales, frente a las<br />

crisis recurrentes ocasionadas por las tecnologías “rent seeking”.<br />

Uno de los principales señalamientos de Thomas es que los problemas en<br />

cuestión no se solucionan con un aumento de presupuesto para el sector C&T,<br />

sino que requiere de un viraje estratégico para aumentar las unidades públicas<br />

de I+D en dinámicas sociotécnicas a nivel local, con nuevas formas de<br />

organización de la producción y nuevas oportunidades de acumulación. Tales<br />

dinámicas permiten profundizar las relaciones democráticas, incluyendo por<br />

vía participativa a los usuarios-beneficiarios en las decisiones tecnológicas.<br />

Esta nueva dimensión de las sociedades democráticas es conceptualizada<br />

como ciudadanía socio-técnica. Por su intermedio, Thomas propone la<br />

ampliación de la esfera pública, buscando contrarrestar los procesos de<br />

apropiación privada de bienes, conocimientos y espacios (con la consiguiente<br />

regulación y control social de conductas de la población).<br />

También preocupado por el sentido y dirección de las dinámicas de<br />

innovación, Marcos Barbosa de Oliveira explora el origen, ascenso y vigencia<br />

del sistema cuantitativo de evaluación de la productividad científica. Partiendo<br />

del carácter contraintuitivo de la propia idea de evaluar numéricamente<br />

creaciones de la mente humana, muestra que ello responde a la transición de<br />

los sistemas de innovación a su fase neoliberal. A partir de aquí, la impronta<br />

productivista y taylorista que asume la empresa científica, obliga a una<br />

administración eficiente, y ésta a indicadores cuantitativos que permitan medir<br />

la tasa entre recursos asignados y objetivos cumplidos.<br />

Pero es aquí donde volvemos a la pregunta por la finalidad y los objetivos<br />

de la actividad científica y los desarrollos tecnológicos. Es sólo cuando se<br />

vincula la administración de los recursos con la lógica empresarial que los<br />

productos simbólicos del sistema C&T se transforman en una mercancía, y su<br />

cuantificación se vuelve imprescindible para calcular el lucro asociado. Sin<br />

embargo, de la mano de Christopher Freeman, Oliveira muestra las dificultades<br />

para medir el impacto de la I+D con relación a las ganancias de una empresa<br />

o el grado en que se avanza en el cumplimiento en los objetivos de un país<br />

(como puede ser el aumento del PBI, o el bienestar general de la población).<br />

A pesar de ello, se mantienen en la actualidad los indicadores absolutos de<br />

desempeño basados en la cantidad (de artículos publicados, recursos<br />

formados y patentes obtenidas, etc.). En última instancia, observa, esta<br />

dirección conduce a que la subida en el ranking de los países con relación a<br />

la producción de artículos y patentes se convierta en el objetivo último de las<br />

políticas de C&T.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 13


El punto crucial reside, entonces, en la propia lógica implícita, de carácter<br />

empresarial, con la que se aborda la tarea de evaluar la actividad científica y<br />

tecnológica. Como fue señalado en trabajos anteriores, esta lógica no sólo no<br />

es única, sino que es posible y deseable transitar hacia una fase social, no<br />

neoliberal, del desarrollo tecnocientífico. Este punto no es menor dado que,<br />

como bien observa Oliveira, allí se juega la posibilidad de una actividad<br />

científica con responsabilidad social, que recobre su autonomía frente a los<br />

imperativos del mercado. El significado social de la investigación en ciencia y<br />

tecnología, a cuya consciencia insta Oliveira tanto a científicos, como a<br />

tecnólogos y administradores, resulta incompatible con la idea de optimización<br />

puesta en la productividad en términos cuantitativos. Para quienes pertenecen<br />

al sistema científico-tecnológico, cumplir con su trabajo, debería consistir más<br />

en cumplir con la misión social de su tarea, que la de rendir cuentas con<br />

parámetros productivistas.<br />

Al comentar su trabajo, Adriana De Simone va más allá de las causas<br />

sociohistóricas responsables del ascenso de la noción de innovación y de la<br />

evaluación cuantitativa, colocando en el centro de la discusión la idea de<br />

hombre, de persona y de sociedad a la que la actividad científica y tecnológica<br />

debería servir. Si valoramos la creatividad como característica humana<br />

fundamental –y específica de las tareas de I+D –, y si deseamos una sociedad<br />

basada en el respeto a la alteridad y a los derechos humanos, vemos la<br />

necesidad de modificar el rumbo actual (signado por la cuantificación, la<br />

homogenización y el consumo) que nos conduce al individualismo y a la propia<br />

alienación del yo. De modo general, alienta hacia un horizonte de desarrollo<br />

orientado más por el ser que por el tener, y hacia la participación cívica en<br />

temas de C&T. Coincide con Edgar Morin en que “la ciencia es un proceso<br />

demasiado serio para ser dejado en manos de los científicos” y que “se tornó<br />

demasiado peligrosa para ser dejada en manos de los políticos”.<br />

En la última presentación del primer día, Hugh Lacey presenta los<br />

resultados recientes de su modelo para la integración de valores epistémicos<br />

y sociales en las prácticas científicas. Este modelo parte justamente de una<br />

noción de hombre y del actuar humano. La capacidad de actuar libremente es<br />

concebida como una dimensión integral del bienestar humano, y el hombre<br />

como un ser social que, al interactuar con la naturaleza, los artefactos y otros<br />

hombres, refleja sus deseos, valores y creencias sobre lo que es posible y<br />

deseable. En relación con el tema específico del encuentro, Lacey observa<br />

cómo son las diferentes culturas existentes las que modelan la interacción<br />

social, la relación con el medio ambiente y, en algunas culturas, además con<br />

otros seres de naturaleza espiritual (espíritus, dioses, Dios).<br />

14 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Frente a este panorama, la cultura científica, nacida en la modernidad, es<br />

vista como una cultura particular con características que le son propias, entre<br />

las que se destacan la objetividad (basada en criterios cognitivos sin contenido<br />

ético ni valorativo) y la inclusividad (que permite que el conocimiento sea<br />

usado por todos, y concebido como patrimonio común de la humanidad). La<br />

crítica de Lacey apunta a mostrar que no es un hecho que todos los resultados<br />

aceptados por la comunidad científica estén de acuerdo con la objetividad, y<br />

claramente no lo están con relación a la inclusividad (p.e. es un punto de crítica<br />

que el conocimiento científico sirve más a los intereses de los ricos que de los<br />

pobres, como puede verse en la Argentina con relación al mal de Chagas o,<br />

de modo general, con relación a todas las “enfermedades huérfanas” –ver<br />

Apéndice I–).<br />

Otro punto destacado de su trabajo, es la distinción entre diversas<br />

estrategias de investigación, responsables de delimitar el campo y las teorías<br />

a considerar, así como la selección de los datos relevantes. En el caso<br />

dominante, las teorías a investigar son las que tienden a mostrar los<br />

mecanismos subyacentes a diferentes niveles (p.e. molecular, psicoquímico,<br />

estructuras matemáticas y propiedades cuantificables), y utilizan los resultados<br />

de mediciones efectivas con el fin de examinarlas. El punto aquí, para Lacey,<br />

es que los fenómenos que no puedan ser descriptos por estos medios quedan<br />

fuera de lo comprensible y de lo investigable. Por otra parte, este abordaje<br />

disocia los fenómenos de sus cualidades sensoriales, ecológicas, y de sus<br />

contextos culturales, humanos y sociales. A tal concepción denomina abordaje<br />

descontextualizado. En su opinión, por este camino no puede alcanzarse una<br />

comprensión satisfactoria de diversos fenómenos asociados a los riesgos<br />

indirectos, o a las prácticas alternativas (como la agricultura biodinámica). Es<br />

decir, el abordaje descontextualizado invisibiliza ciertos fenómenos, para los<br />

cuales se requiere estrategias alternativas. En tal sentido, al igual que Neder,<br />

Lacey defiende la necesidad de transitar hacia el pluralismo metodológico con<br />

el fin, no sólo de aumentar la objetividad y la inclusividad, sino como camino<br />

para aumentar la capacidad de agencia humana.<br />

¿Por qué la principal tendencia de la investigación actual se relaciona con<br />

la innovación tecnocientífica? ¿Por qué no se enfoca en reparar los daños<br />

sociales, culturales y ecológicos a los que tal innovación ha conducido, a partir<br />

de las condiciones socioeconómicas de la modernidad? ¿Por qué no volver<br />

central la cuestión de la distribución equitativa de los beneficios del avance del<br />

conocimiento como capital simbólico de todos? Para dar cuenta de estas<br />

preguntas Lacey distingue dos principios axiológicos, el de la legitimidad de<br />

la innovación tecnocientífica, y el de la responsabilidad de la conducta<br />

científica. Mientras el primero sólo admite la existencia de riesgos cuando<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 15


existen pruebas fehacientes –validadas por los criterios del abordaje<br />

descontextualizado–, el segundo pone en primer plano las consideraciones<br />

que emanan del principio de precaución. De todos modos, aclara, la diferencia<br />

fundamental entre ambos no es de tipo conceptual, sino de las características<br />

de nuestras sociedades de base capitalista, donde una parte significativa del<br />

ideario de progreso en las instituciones científicas, se encuentra en relación de<br />

refuerzo mutuo con los valores del mercado.<br />

Ante esta situación, el trabajo de Lacey finaliza alentando hacia un proceso<br />

de reinstitucionalización de la ciencia, a la luz de los ideales de objetividad e<br />

inclusividad. Este proceso enfrenta dificultades que no deben ser<br />

subestimadas (como el alto prestigio del abordaje descontextualizado a partir<br />

de los resultados objetenidos, o la insuficiencia de las currículas académicas<br />

para cultivar una visión crítica general en los jóvenes científicos), pero tampoco<br />

deben ser exageradas (dado que ya existen indicadores concretos para un<br />

rumbo diferentes (p.e. las organizaciones científicas contrahegemónicas en<br />

Brasil, la iniciativa PROCODAS del Ministerio de Ciencia, Tecnología e<br />

Innovación Productiva en Argentina, o la creación de la sección “Ciencia y<br />

Derechos Humanos” en la American Association for the Advancement of<br />

Science). En todos estos casos una mayor participación democrática se torna<br />

crucial en la definición de prioridades y en el llamado de atencion sobre áreas<br />

marginalizadas.<br />

En cualquier caso, queda claro que no se trata de negar espacio a la<br />

innovación tecnocientífica, sino de crear formas insitucionales que permitan la<br />

deliberación cívica entre todos los que experimentan su impacto. Pero, como<br />

bien señala el comentarista del trabajo, Antonio A. P. Videira, este proyecto<br />

involucra repensar varias cuestiones de envergadura; entre ellas, el análisis de<br />

la sociedad desde la propia filosofía de la ciencia y desde la política en C&T,<br />

así como la relación entre el aumento del conocimiento y el aumento de la<br />

felicidad.<br />

16 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Presentación de los Trabajos<br />

Segundo Día<br />

Como ya se señaló, una preocupación en común que une a los textos que<br />

ocupan este volumen se relaciona con la identificación de herramientas<br />

concretas que faciliten el diálogo entre las diferentes culturas científicas. Ailin<br />

Reising sostiene en su trabajo que las nuevas tecnologías de visualización<br />

cumplen con ese fin, permitiendo la interacción entre el arte digital y la<br />

comprensión científica de fenómenos complejos.<br />

La autora considera que este nuevo ámbito resulta, no sólo positivo para el<br />

arte y para la ciencia –al potenciar las posibilidades de ambos–, sino también<br />

propicio para contribuir a la divulgación científica. Las tecnologías de<br />

visualización de alta precisión, aparecen como el vínculo que permite la<br />

emergencia de nuevos recursos y configuran un espacio de interacción<br />

novedoso. Este espacio posibilita la conversión de la estética fría de la<br />

visualización de meros datos, en estéticas reflexivas más aptas para su<br />

comunicación social. Este puente entre ciencia y arte resulta una contribución<br />

a la tercera cultura; aquella que enfatiza el pluralismo axiológico (que<br />

trasciende la demarcación entre lo epistémico y lo social) y la necesidad de<br />

participación ciudadana en el análisis de las consecuencias eventuales de la<br />

innovación tecnológica.<br />

Complementando y tensionado esta posición, su comentarista, Martín<br />

Parselis, sugiere analizar hasta qué punto el sci-art estimularía miradas<br />

antirrealistas de la ciencia, y se pregunta qué riesgos existen de asemejar sus<br />

productos a la tecnología, tal vez hasta su confusión, haciendo imposible<br />

diferenciar entre los objetos sci-art y los artefactos.<br />

Con el mismo interés, aunque en otro plano pragmático, Josep Antequera<br />

muestra cómo los observatorios de ciencia y tecnología se han reconocido<br />

como una herramienta eficaz para pensar y guiar la actividad tecnocientífica.<br />

En este sentido, y ante la heterogeneidad de criterios y formas organizativas<br />

posibles, propone partir de una definición que entienda que un modelo de<br />

desarrollo debe tener como horizonte, no sólo mantener la calidad de los<br />

ecosistemas y su biodiversidad, sino alcanzar un bienestar social generalizado.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 17


Desde una mirada amplia, sostiene que lograr el objetivo de la sostenibilidad<br />

no es meramente una cuestión de definir los mejores indicadores, sino que<br />

requiere de un modelo cultural nuevo en el cual se incremente el valor moral,<br />

social y económico de los sistemas naturales y de los seres humanos,<br />

transitando hacia “un nuevo eco-humanismo”. Con su trabajo, y en base a su<br />

vasta experiencia en el tema, fundamenta y expone un modelo sistémico de<br />

alcance regional. Este modelo se basa en una matriz que tiene en<br />

consideración una variedad de aspectos que se suman a los ecológicos<br />

clásicos, aportando datos desde lo territorial-urbanístico, la esfera económica<br />

y del empleo, la gestión pública y los aspectos que hacen a una gestión<br />

institucional adecuada a la consecución de los fines deseados.<br />

No escapa a la mirada de Antequera la necesidad de criticar el sistema<br />

mercantilista actual y, en armonía con su ideal de “más sociedad y menos<br />

mercado”, considera que un observatorio debe traer a la luz el valor del tiempo<br />

dedicado a las relaciones sociales, a la formación personal, al disfrute de la<br />

vida familiar y la educación de los hijos. Los observatorios regionales deben<br />

contribuir a generar la conciencia necesaria para movilizar las voluntades, para<br />

desarrollar un nuevo modelo de transformación social acorde con los nuevos<br />

tiempos. Las transformaciones locales son las esperanzas para transformar el<br />

mundo.<br />

André Luis de Oliverira Mendonça, quien comenta su trabajo, señala<br />

algunas inquietudes y preocupaciones sobre la propuesta; entre ellas, que<br />

resulta difícil entrever cómo un observatorio tendría la capacidad de influir en<br />

la subjetividad individual de las personas, de modo que pueda incentivar el<br />

tránsito hacia una sociedad menos consumista, más participativa y sustentable.<br />

En línea con esta incisiva inquietud, y conciente de que todo cambio<br />

requiere de actores que actúen proactivamente, Fernando Tula Molina propone<br />

la necesidad de seguir un comportamiento que respete simultáneamente<br />

nuestro conocimiento y nuestra ignorancia. El conocimiento valida y estimula<br />

la necesidad de educar y educarse, la ignorancia plantea la necesidad de tejer<br />

acuerdos colectivos y democráticos, que legitimen la acción aún en los casos<br />

en que se desconozcan sus consecuencias.<br />

Tales acuerdos en sociedades democráticas en las que “prima la diferencia<br />

más que la igualdad”, requiere de marcos que trasciendan los valores<br />

meramente técnicos e incluyan los aspectos subjetivos de la riqueza social.<br />

Esto necesita de una crítica a las referencias simbólicas hoy hegemónicas,<br />

que dan primacía a la optimización de la eficiencia como valor supremo. En tal<br />

sentido es claro en señalar que, mientras no se pueda trascender el imaginario<br />

18 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


social que asocia acríticamente tecnociencia con progreso social, no será<br />

posible alcanzar una sociedad más plena en el sentido humano amplio del<br />

desarrollo social, según lo entiende el Premio Nobel de Economía Amartya<br />

Sen.<br />

Para Tula Molina, la educación y la acción participativa conforman así los<br />

dos ejes (en analogía con el espacio cartesiano, uno temporal y otro espacial),<br />

en los que se mueve su propuesta de “implicación ciudadana”, con la cual<br />

inaugura un plano de reflexión colectiva desde donde poder re-pensar la<br />

relación entre bienestar y bien colectivo, bien público y desarrollo social. Su<br />

propuesta consiste en incentivar la ampliación de este espacio en las<br />

instituciones democráticas, con el fin de legitimar colectivamente una identidad<br />

y un proyecto de país desde la acción ciudadana. La gran capacidad de<br />

transformar el mundo inaugurada por la tecnociencia, lejos de ahuyentar al<br />

ciudadano y replegarse en la autoridad de los expertos, debe llamarlo a<br />

aumentar su grado de responsabilidad en la conformación de su entorno de<br />

vida, revalorizando el sentido de sus ideales y los objetivos a futuro.<br />

Al comentar su trabajo, Hernán Miguel muestra que la distinción inicial entre<br />

hechos previsibles y explicables no es excluyente, ampliándola a la distinción<br />

entre hechos explicables e inexplicables, por un lado, y hechos previsibles e<br />

imprevisibles, por el otro. Con ello mostrará que la responsabilidad en el actuar<br />

se liga con la posibilidad de prever antes que con la de explicar (siendo que<br />

hay hechos imprevisibles que luego son explicables). A partir de allí, analiza el<br />

principio de precaución y señala que debemos ser precavidos tanto para<br />

actuar como para no hacerlo, siendo que ambas conductas involucran riesgos;<br />

así, toda evaluación debe hacerse sopesando los riesgos previsibles y no<br />

mediante una ecuación riesgo-beneficio.<br />

En el último trabajo del cuerpo principal Andrew Feenberg vuelve sobre la<br />

relación entre sujeto técnico e identidad, observando que el propio actor está<br />

en juego en su acción: al serruchar y martillar, convirtiendo una pila de maderas<br />

en una mesa, no se trata sólo del objeto producido, sino de que nos tornamos<br />

carpinteros. Y es por estar en juego nuestra identidad, y por el hecho de que<br />

las tecnologías proporcionan los entornos en los cuales la gente ordinaria vive,<br />

por lo que se vuelve necesaria la intervención democrática; no sólo los<br />

expertos, sino también los legos, son alcanzados por la implantación de nuevas<br />

prácticas tecnológicas. De todos modos, más allá de señalar y defender la<br />

relevancia de los criterios sociales y económicos en las elecciones<br />

tecnológicas, Feenberg defiende no abandonar la vieja distinción entre ciencia<br />

y tecnología: la democratización tiene un significado normativo en la tecnología<br />

que no lo tiene para la ciencia. En tal sentido, mantiene que verdad y utilidad<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 19


todavía pertenece a mundos distinguibles, aún cuando en muchos casos se<br />

intersecten en las “tecnociencias”.<br />

Es por la utilidad, más que por la verdad, que surgen los conflictos de<br />

intereses en las políticas de regulación (como en los estudios sobre cáncer de<br />

pulmón financiados por las tabacaleras) y, a diferencia de las controversias<br />

científicas, es deseable que sean procesos democráticos los que decidan el<br />

resultado, en lugar de que lo hagan unos pocos actores específicos (como<br />

pueden serlo las corporaciones y las agencias involucradas). En este sentido,<br />

según su mirada, la tecnología responde a una dinámica de “jerarquía<br />

entramada” que imposibilita diferenciar un adentro y un afuera. Los grupos<br />

sociales se forman en derredor de la tecnología que al mismo tiempo moldea<br />

sus experiencias y posibilita su identidad común. Comprender el mundo va de<br />

la mano con la propia formación de los grupos sociales y su identidad. Todo<br />

está entrelazado con tecnología de un modo fluido en las sociedades<br />

modernas.<br />

En consecuencia, concluye, las políticas de ciencia y las de tecnología<br />

deben diferir, en tanto que la contribución de los grupos sociales al cambio<br />

científico es mucho menos directa que en el caso del cambio tecnológico.<br />

Mantener esta distinción es importante, tanto para lograr equidad a la hora de<br />

distribuir los fondos destinados a la investigación, como para no confundir las<br />

cuestiones cognitivas con las regulatorias.<br />

Su comentarista, Gustavo Giuliano, pone de manifiesto su preocupación<br />

acerca de que tal posicionamiento demarcatorio y estratégico sea,<br />

paradójicamente, poco eficaz a la hora de avanzar hacia la reforma tecnológica<br />

por él mismo propugnada. Al asentarse en una fuerte confianza en la<br />

autorregulación de los sistemas políticos, trae nuevamente a escena un tema<br />

que cruzó horizontalmente las jornadas: las condiciones de posibilidad para<br />

escapar del discurso hegemónico mercantilista, de los fuertes intereses<br />

corporativos y del poder de la propaganda, posibilitando que afloren otras<br />

culturas científicas y alternativas tecnológicas.<br />

El volumen se cierra con dos trabajos de especial significación para los<br />

objetivos del <strong>Encuentro</strong>.<br />

En el primero, Eder Romero, nos invita a pasar a su “patio trasero”, al<br />

exponer sus experiencias personales como responsable del Programa de<br />

Nanomedicinas de la Universidad Nacional de Quilmes. Los nano-objetos<br />

aplicados a la medicina con los que trabaja, son ejemplares paradigmáticos de<br />

una tecnología de vanguardia en desarrollo que trae consigo una miríada de<br />

20 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


promesas terapéuticas, entre ellas la posible curación del Mal de Chagas. A<br />

pesar de ello, Romero se pregunta por qué motivo no ha logrado despertar el<br />

interés sobre ellos para estas aplicaciones. La dificultad de conseguir recursos<br />

para investigaciones sobre enfermedades huérfanas (problema al que se<br />

refirieron tanto Lacey como Feenberg), la hace reflexionar sobre el circuito del<br />

dinero en la ciencia, sobre los valores subyacentes en la promoción de<br />

investigaciones y sobre la libertad de la ciencia “auto-gestionada”.<br />

En el segundo, Renato Dagnino, a través de un análisis contextualmente<br />

situado en la periferia, destaca la importancia que, para el desarrollo inclusivo<br />

de la región, tienen los aportes teóricos desarrollados por dos de los invitados<br />

especiales al <strong>Encuentro</strong>, H. Lacey y A. Feenberg. En sus obras ve el camino<br />

para renovar el argumento central del Pensamiento Latinoamericano en<br />

Ciencia, Tecnología y Sociedad (PLACTS): un “Proyecto Nacional” que<br />

radicalice el componente democrático-popular del desarrollismo nacional, y<br />

que, por este motivo, involucre un desafío cíentífico-tecnológico original. En tal<br />

sentido, y contra la orientación neoliberal, defiende la posibilidad de<br />

conceptualizar la relación CTS vinculada a un Estado protagonista, que<br />

dignifique –en lugar de precarizar– las relaciones laborales, y se guíe<br />

fundamentalmente por políticas públicas, más allá de los intereses<br />

corporativos.<br />

Como observa Dagnino, el punto crucial para tales autores es prestar<br />

atención a los valores puestos en juego en cada decisión de desarrollo<br />

tecnológico, a partir de una crítica del supuesto de “neutralidad valorativa” y<br />

de un llamado a la democratización del sentido general de la política en C&T.<br />

Como bien observa, de hecho, la idea del sentido común de que los avances<br />

tecnológicos siempre contribuyen a aumentar la eficiencia, produciendo más,<br />

mejor y más barato, y beneficiando a la sociedad, al no especificar el actor<br />

que introduce la tecnología en el proceso de trabajo, no es conveniente para<br />

tal proyecto.<br />

Como coordinadores de este volumen, queremos agradecer a todos los<br />

participantes por su aporte, al programa PROCODAS como óptimo anfitrión<br />

del <strong>Encuentro</strong>, y a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica<br />

que financia el Proyecto “Nuevas tecnologías: condiciones para la evaluación<br />

de sus riesgos y posibilidades” en el cual se gestó el Observatorio de Nuevas<br />

Prácticas y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> (ONPAT: www.redonpat.ning.com).<br />

Fernando Tula Molina – Gustavo Giuliano<br />

Buenos Aires, marzo de 2010<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 21


Primer día


Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales:<br />

PROCODAS<br />

Oscar Galante<br />

Dirección Nacional de Desarrollo Tecnológico e Innovación<br />

Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva<br />

El Estado Argentino está recuperando su fortaleza para producir los<br />

cambios que le permitan abordar la compleja realidad social, orientándose en<br />

el crecimiento y reinstalando la movilidad social ascendente que, otrora,<br />

caracterizara a la Argentina.<br />

Lo hace desde una presencia activa, al protagonizar y promover el<br />

desarrollo humano por encima de los intereses sectoriales, pensando que las<br />

instituciones que lo componen deben servir no sólo para resolver problemas<br />

coyunturales, sino para ayudar a construir una ciudadanía comprometida con<br />

un Estado presente. En este marco, el desafío es replantear las instituciones<br />

desde una innovación creativa, con políticas integrales y trabajo asociativo,<br />

las cuales movilicen y orienten nuestro recurso más valioso: el conocimiento.<br />

La estrategia debe ser, entonces, la de subordinar el conocimiento y la<br />

innovación en función de la resolución de problemas, enraizados tanto en la<br />

falta de competitividad de las estructuras productivas, como en la mejora de<br />

la calidad de vida de la población.<br />

En este contexto se debe construir un marco de eficiencia y<br />

complementariedad de información y conocimientos, de capacidades y<br />

experiencias, de recursos materiales, humanos y financieros, que difícilmente<br />

sean sólo patrimonio de un único sector o de una sola institución.<br />

Se trata de desarrollar un sistema, que articule la promoción tradicional de<br />

la investigación por disciplinas con el desarrollo de actividades científicas y<br />

tecnológicas orientadas a la solución de problemas estratégicos o prioritarios<br />

atendiendo además de la calidad, criterios de pertinencia y relevancia para su<br />

financiamiento. 1<br />

1 Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación “Bicentenario” (2006/2010).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 25


Esto exige una gestión transversal e integral que cruce fronteras<br />

organizacionales y trascienda el campo de las incumbencias y responsabilidades<br />

individuales de ámbitos gubernamentales, e implica también<br />

establecer un marco coordinado de políticas públicas, consensuadas entre<br />

los distintos sectores.<br />

A fin de operativizar los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las<br />

Naciones Unidas 2 , y en concordancia con los mismos, el Ministerio de Ciencia,<br />

Tecnología e Innovación Productiva creó el Programa Consejo de la Demanda<br />

de Actores Sociales (PROCODAS) como “vinculador” entre los actores del<br />

Sistema Científico-Tecnológico Nacional y el sector Público y Privado con el<br />

fin de implementar políticas de desarrollo sostenible que promuevan la<br />

equidad, a través de los recursos tecnológicos y de conocimiento.<br />

A nivel de Programación de políticas públicas 3 sostenemos la visión integral<br />

y sistémica de las necesidades sociales y su interdependencia, como un<br />

elemento sustantivo en todos los campos de actuación ya que la focalización<br />

fue una estrategia selectiva en el diseño e implementación de las Políticas<br />

Sociales de la década de los noventa que produjo fragmentación y<br />

superposición de Planes y Programas Sociales.<br />

En este sentido entre los principales obstáculos que se detectaron a partir<br />

de la experiencia de trabajo, se cuentan entre otros: la escasa vinculación entre<br />

el sector científico-tecnológico y el sector empresarial; la baja capacidad para<br />

la identificación de demandas y la formulación de proyectos, y la excesiva<br />

dependencia de los recursos públicos para la innovación. El conjunto de las<br />

limitantes confluye para crear una concentración de la mayoría de los Programas,<br />

Convocatorias, Fondos y Proyectos de Promoción en un corredor educativocientífico-tecnológico-productivo<br />

que abarca desde la ciudad de La Plata<br />

(capital de la provincia de Buenos Aires), el conurbano bonaerense, Ciudad<br />

Autónoma de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe hasta Córdoba y Mendoza.<br />

Para enfrentar esta problemática y mejorar el impacto, sustentabilidad y<br />

viabilidad de las políticas, se incorporó el enfoque integral en aras de superar<br />

la segmentación entre esas necesidades, los campos de conocimiento y las<br />

distintas áreas del Estado.<br />

De lo que se trata, entonces, es de aplicar una política de ciencia y<br />

tecnología a nivel territorial con la finalidad de promover la integración social,<br />

garantizar la inclusión, la participación y el protagonismo responsable de todos<br />

2 Informe Objetivos de Desarrollo del Milenio para la Argentina, 2007. PNUD.<br />

3 Metodología de Gestión Asociada. FLACSO.<br />

26 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


los actores sociales en la búsqueda de alternativas que mejoren las<br />

condiciones de vida, incluyendo mecanismos como la gestión asociada (Ruiz,<br />

V., 2004) para generar redes cuya potencialidad resida en lograr mayor<br />

equidad y desarrollo humano.<br />

El PROCODAS se enmarca en una estrategia de abordaje integral que se<br />

propone alcanzar los Objetivos del Desarrollo del Plan Estratégico Nacional de<br />

Ciencia, Tecnología e Innovación “Bicentenario” (2006/2010):<br />

Satisfacción de las necesidades básicas e incremento de la productividad<br />

económica, pero a partir del uso sustentable de los recursos.<br />

Énfasis en las estrategias locales, sin perder de vista la estrategia<br />

nacional, con un marcado fortalecimiento de las capacidades de gestión<br />

local, la promoción de mecanismos participativos y el desarrollo<br />

institucional.<br />

Lo hace desarrollando una dinámica eficaz que coordine las capacidades<br />

del sector Científico y Tecnológico hacia la resolución de los problemas en las<br />

áreas prioritarias, identificadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e<br />

Innovación Productiva.<br />

A nivel territorial, el PROCODAS se suma como una herramienta de CyT a<br />

los espacios de encuentro locales y regionales –Consejos Locales, Centros<br />

de Referencia; Centros Integradores Comunitarios (CIC)– para colaborar<br />

desde el sector del conocimiento a consolidar la implementación de las<br />

políticas sociales con lo cual se propicia la creación de redes de conocimiento,<br />

desde un enfoque asociativo e interdisciplinario, priorizando criterios de<br />

pertinencia, relevancia y sustentabilidad de las acciones a emprender.<br />

Posibilita la transversalidad de las políticas públicas para el desarrollo social<br />

a través de acciones conjuntas, vinculadas a espacios Institucionales:<br />

Vehiculizando los proyectos, que den respuesta a las necesidades,<br />

demandas y carencias en determinadas áreas estratégicas y canalizarlos<br />

a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica<br />

(FONTAR, FONCYT y FONSOFT), del COFECyT (PFIP), Fondos<br />

Sectoriales y otras fuentes de financiamiento Nacionales e<br />

Internacionales.<br />

Con la promoción de los procesos de investigación acción participativa<br />

(PI-AP) entendiendo a los mismos<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 27


Como un enfoque de la Investigación Social que procura incrementar<br />

la participación real de la población involucrada en el proceso de<br />

objetivación de la realidad en estudio, con el doble objetivo de<br />

generar conocimiento colectivo sobre dicha realidad y promover la<br />

modificación de las condiciones que afectan a la vida cotidiana de los<br />

sectores populares. Este conocimiento es generado a partir de<br />

instancias colectivas que confrontan el conocimiento de sentido<br />

común con el de tipo científico. Se busca generar un conocimiento<br />

colectivo holístico, que colabore como instrumento cognitivo para la<br />

transformación de la realidad, tomando en cuenta la naturaleza<br />

contradictoria de la realidad y la relación dialéctica entre teoría y<br />

práctica (Sirvent, M. T., 1999, cap. 3).<br />

Coordinando Gestiones Asociadas, mediante la articulación con los<br />

cuerpos colegiados de participación social a fin de contribuir a una eficaz<br />

relación entre las demandas socio-productivas y la capacidad de<br />

resolución del sector científico y tecnológico.<br />

Definimos a la Gestión Asociada como planeamiento participativo, como<br />

proceso político-técnico y como escenario de concertación entre actores<br />

diversos, que implica incluir en la negociación a los sectores con menores<br />

recursos de poder.<br />

De acuerdo a Hector Poggiesi, la Gestión Asociada es:<br />

Un escenario formalizado de planificación: gestión continua,<br />

secuencial, acorde a los recursos humanos, institucionales,<br />

temporales y económicos con que se cuenta. Se trata de un sistema<br />

de trabajo planificado que va construyendo una relación articulada<br />

de colectivos en torno a proyectos elaborados y gestionados cogestivamente.<br />

Los colectivos que se crean, las redes mixtas<br />

socio-gubernamentales van deviniendo en una trama social<br />

reconfigurada y activa. Representa un tipo de construcción políticotécnico-comunitaria<br />

con un sentido de poder compartido que se<br />

contrapone al habitual juego de suma cero de nuestra tradición<br />

política (Poggiessi, H., 1999).<br />

La estrategia operativa multiactoral utilizada incluye a todos los actores<br />

pertinentes directa e indirectamente afectados por el/los problemas<br />

identificados; se convoca a aquellos de nivel técnico y político que tengan<br />

recursos de poder para viabilizar su resolución (representantes del gobierno<br />

28 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


local; especialistas en los temas pertinentes; representantes de organizaciones<br />

comunitarias; empresas; etc.).<br />

Los pasos a tener en cuenta en esta metodología son:<br />

Exploración de las prioridades de las instancias socio-políticas pertinentes<br />

en relación a la temática. Es la construcción del espacio de articulación y<br />

asociatividad de los distintos actores que participan para acordar criterios<br />

mínimos. Conformación de un Equipo Nuclear de articulación,<br />

representativo de los sectores como “Comité de Gestión del Proyecto”.<br />

Viabilización del proyecto y constitución del espacio de planeamiento<br />

integral.<br />

Diagnóstico de la situación e identificación de la problemática: Búsqueda<br />

de antecedentes de otros proyectos, efectos, causas, insumos,<br />

resultados, etc.<br />

Construcción de un modelo teórico integrado de la realidad particular que<br />

se desea modificar:<br />

Integración de conocimientos científicos y conocimientos no formales.<br />

Definición de causas y efectos del problema.<br />

Análisis de sus relaciones.<br />

Análisis de los actores involucrados y formulación de estrategias a partir<br />

de los diversos intereses; recursos; actitudes y ejercicios de poder;<br />

eventuales alianzas y/o conflictos potenciales.<br />

Asistencia en la programación de actividades y en la elaboración del<br />

proyecto.<br />

Ejecución del proyecto.<br />

Evaluación de resultados y procesos.<br />

Esta forma de gestión intenta alejarse del modelo lineal de innovación, el<br />

cuál postula la dependencia unidireccional de las distintas instancias de<br />

producción, transformación y aplicación de conocimientos científicos. Tal como<br />

afirma, Leonardo Vaccarezza.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 29


Eso creó lo que se denominó política «ofertista», basada en producir<br />

conocimientos que, en última instancia, se extenderían a la sociedad<br />

a través de la investigación aplicada, el desarrollo tecnológico y la<br />

innovación. En tal sentido, el desarrollo científico era entendido como<br />

una condición necesaria y suficiente del desarrollo social<br />

(Vaccarezza, 1998).<br />

Desde este nuevo modelo, descreemos de la posibilidad de que la<br />

investigación científica y el desarrollo tecnológico de modo autónomo, pueda<br />

generar un ‘derrame’ en forma espontánea beneficiando a la sociedad. Frente<br />

a este paradigma se postula, bajo los presupuestos del Triángulo de Sábato,<br />

la necesaria interacción entre el Estado, las universidades, las empresas y<br />

otros actores involucrados, como camino para el logro de un desarrollo<br />

tecnológico autónomo que beneficie a toda la sociedad de manera equitativa,<br />

inclusiva y sustentable.<br />

En conclusión, el PROCODAS, funciona como un grupo coordinador<br />

cuyas funciones son la vinculación, articulación y apoyo de las gestiones<br />

asociadas.<br />

Dicha función, la “gestión de la gestión” es definida por el Equipo de<br />

Formación que dirige Hector Poggiesi (FLACSO) como:<br />

Un sistema definido de responsabilidades técnicas y de toma de<br />

decisiones, estructurado para coordinar la complejidad de actores y<br />

de acciones. Se necesita mantener la efervescencia creativa de los<br />

actores del plan, a través de reiterar la dinámica del sistema de<br />

planificación programando la secuencia continua y permanente de<br />

escenarios de planificación y gestión. Este grupo sostiene al sistema<br />

y se repite en los nodos microregionales como producto de sus<br />

propios ciclos de planificación (Redín, M. E. / Morronni, W. F., 2002).<br />

A través de esta forma de gestión, pretendemos alejarnos del modelo lineal<br />

de innovación, el cuál postula la dependencia unidireccional de las distintas<br />

instancias de producción, transformación y aplicación de conocimientos<br />

científicos.<br />

30 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Referencias Bibliográficas<br />

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Cardarelli, G. y Rosenfeld, M. (1998), Las participaciones de la Pobreza,<br />

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Incertidumbres para el Sur, trabajo monográfico.<br />

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saberes: La experiencia del Programa de Calidad de Vida y Desarrollo<br />

Económico de la Secyt,- Argentina”, IBERGECYT.<br />

Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (2008), La Bisagra: Políticas<br />

Sociales en Acción, Buenos Aires.<br />

Redín, M. A. / Morroni, W. F. (2002), “Aportes metodológicos para la<br />

ampliación democrática de la toma de decisiones y la participación social en<br />

la gestión socio-urbana”, en: Seminario: Gestâo Democrática das Cidades.<br />

Metodologías de Participación, Redes y Movimientos Sociales; 22-24 de<br />

Noviembre, Porto Alegre.<br />

Ruiz, V. (2004), Organizaciones Comunitarias y Gestión Asociada, Cap. 3,<br />

Paidós, Buenos Aires.<br />

Sirvent, M. T. (1999), Cultura popular y participación social, Ed. Miño y Dávila,<br />

Buenos Aires.<br />

Vaccarezza, L. (1998), “Ciencia, Tecnología y Sociedad: el estado de la<br />

cuestión en América Latina”, Revista Iberoamericana de Educación, 18,<br />

Ciencia, Tecnología y Sociedad ante la Educación, pp. 13-40.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 31


1 Jasanoff (1994) o Douglas (2009, cap.2) narran en detalle el surgimiento y la importancia de la figura del “asesor<br />

científico” en los EE. UU.<br />

Comentarios sobre el texto<br />

de Oscar Galante<br />

Federico Vasen<br />

Universidad Nacional de Quilmes - CONICET<br />

El trabajo de Oscar Galante tiene la virtud de ubicarse en la intersección de<br />

dos formas diferentes de relacionar ciencia y política. Por una parte, se trata<br />

visiblemente de un trabajo de política científica, es decir, es el trabajo de alguien<br />

que piensa desde el Estado cómo impulsar la investigación científica y el<br />

desarrollo tecnológico, con qué criterios y objetivos, a través de qué<br />

instrumentos. Pero por otra parte, el trabajo de Galante vincula ciencia y política<br />

de un modo más sutil, en tanto incorpora a su propia reflexión de política<br />

científica, los conceptos de la ciencia social, que dan forma a la discusión sobre<br />

la política que propone para la ciencia. Con esto quiero decir que es usual,<br />

principalmente en los países del norte, que los distintos ámbitos de las<br />

administraciones gubernamentales se valgan del testimonio experto de diversos<br />

investigadores para fundamentar mejor sus decisiones. Esto se da<br />

fundamentalmente en casos de regulación de nuevas sustancias y análisis de<br />

riesgo ¿Cómo debe reaccionar el estado ante la posible amenaza carcinogénica<br />

de un plaguicida? ¿Debe prohibir o limitar su uso? Allí surge para las burocracias<br />

estatales la necesidad de contar con testimonios y juicios expertos,<br />

fundamentalmente de científicos naturales 1 . Claramente lo que presenciamos<br />

en el trabajo de Galante no es este tipo de vinculación. Se trata, en cambio, de<br />

la forma en la que las ciencias sociales –y no las naturales– influyen en las<br />

decisiones políticas, no ya restringidas a los casos regulatorios sino de forma<br />

más amplia en el aporte de conceptos para pensar las políticas públicas. La<br />

economía y la ciencia política de modo más directo y la sociología, la psicología,<br />

la historia y la filosofía luego, son la fuente de las concepciones teóricas y<br />

metodológicas que fundamentan las diversas políticas públicas, y en este marco<br />

la política para la ciencia y la tecnología no es una excepción 2 . En el artículo de<br />

Galante se propone entonces una operación en el campo de los marcos teóricos<br />

que guían las políticas científicas argentinas. Veamos en qué consiste.<br />

2 A modo de ejemplo, Carden (2009) presenta un análisis comparado de más de veinte estudios de caso en<br />

distintas partes del mundo sobre la difícil relación entre investigación social y políticas públicas en países en<br />

desarrollo, desde la perspectiva de un organismo internacional que se propone fortalecer estos lazos. A nivel<br />

local, el caso más estudiado de aplicación de conocimiento experto en las políticas públicas la encontramos en la<br />

economía. Véase al respecto Neiburg y Plotkin (2004, pp. 231-263) y Camou (1999, 2006).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 33


Desde mediados de la década del noventa, en sintonía con la ola de<br />

políticas neoliberales, el paradigma que dominó la política científico-tecnológica<br />

nacional fue el de los Sistemas Nacionales de Innovación, un marco teórico<br />

que proviene de la economía evolucionista. En la versión que fue implementada<br />

localmente, esto supuso la aplicación de políticas de tipo horizontal que<br />

fomentaban la innovación tecnológica sin establecer mayores prioridades<br />

sectoriales o jerarquías para el desarrollo. En este sentido, el Estado operaba<br />

a pedido de los demandantes de conocimiento, facilitando su interacción con<br />

las instituciones del sistema científico, pero sin ejecutar acciones de<br />

planificación y prospectiva en un nivel más global. Recientemente, el Estado<br />

ha buscado recuperar estas funciones estratégicas que permitirían el desarrollo<br />

de un sistema nacional de ciencia y tecnología que tome como pilares áreas<br />

que se consideren prioritarias dadas las características naturales y culturales de<br />

nuestro país y permitan una mejor inserción en el contexto internacional 3 . Este<br />

progresivo abandono de las políticas horizontales no ha ido sin embargo, de la<br />

mano de un cambio radical en los marcos analíticos utilizados en la gestión de<br />

las políticas científicas y tecnológicas: la economía de la innovación retiene<br />

todavía un poder hegemónico tanto en lo teórico como en lo metodológico.<br />

El presente trabajo permite en este contexto reconocer, frente a lo que<br />

hemos descrito, un interesante cambio de orientación en los conceptos que<br />

guían una iniciativa concreta en política científica y tecnológica: el Programa<br />

Consejo para la Demanda de Actores Sociales en Ciencia, Tecnología e<br />

Innovación (PROCODAS). En términos generales, la diferencia más relevante<br />

con las políticas preexistentes se expresa en las características de los<br />

destinatarios. Usualmente los posibles beneficiarios de los programas se<br />

encontraban restringidos a dos grupos –los científicos y tecnólogos<br />

académicos y las empresas innovadoras–, a los que se intentaba fortalecer y<br />

vincular. Sin perjuicio de ello, el PROCODAS se propone avanzar hacia la<br />

inclusión de actores sociales que anteriormente no estaban considerados en<br />

el marco de las políticas en ciencia y tecnología, como organizaciones<br />

comunitarias de base y otras organizaciones de la sociedad civil. Allí no son las<br />

herramientas de la economía de la innovación las que permitirán construir, en<br />

conjunto con estos grupos, conocimientos científicos y artefactos tecnológicos<br />

que les permitan cubrir sus necesidades. El PROCODAS propone en cambio,<br />

un enfoque metodológico completamente diverso: el de la Investigación<br />

Acción Participativa inspirado originalmente en la obra de Orlando Falls Borda.<br />

En este marco la realización de una investigación no se propone meramente<br />

como objetivo la búsqueda desinteresada de nuevos conocimientos por parte<br />

3 Un claro ejemplo de ello puede verse en la creación del Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC), siguiendo la<br />

experiencia brasileña.<br />

34 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


de una élite experta sino que se piensa como un proceso colectivo y<br />

participativo que tiene como objetivo final promover procesos de<br />

transformación social. Cabe aclarar que en estos procesos el aporte que se<br />

puede hacer desde el conocimiento científico-tecnológico al bienestar de los<br />

que menos tienen no es sino una pequeña parte. Es por ello que es de gran<br />

importancia que el PROCODAS no piense su acción de modo autárquico,<br />

sino que busque integrarse en un abordaje integral de las políticas públicas y<br />

concierte sus acciones en el marco del Consejo Nacional de Coordinación de<br />

Políticas Sociales. Este abordaje integral permite a su vez que no se pierda de<br />

vista la importancia del nivel territorial para las políticas, así como también la<br />

necesidad de hacer un uso sustentable de los recursos humanos y naturales 4 .<br />

Finalmente, no debe olvidarse que el objetivo final irrenunciable de todas estas<br />

políticas es promover la integración e inclusión social para todos los<br />

ciudadanos.<br />

La organización de este evento muestra desde el inicio una gran apertura<br />

por parte de la gestión del Ministerio a los distintos investigadores sobre<br />

temas de ciencia, tecnología y sociedad tanto dentro del país como del<br />

exterior. Esto es, una vez más, una prueba de la vocación participativa del<br />

PROCODAS, orientada ahora hacia el interior de la comunidad académica.<br />

Por otra parte la presencia de numerosos estudiosos del campo CTS<br />

provenientes de la filosofía, la historia y la sociología, la economía y las<br />

ciencias políticas, da cuenta de un interés de parte de los académicos en<br />

contribuir a la construcción de mejores políticas públicas. En este sentido, el<br />

campo CTS latinoamericano no surge de una mera reflexión intelectual. En<br />

sus orígenes, pensadores como Jorge Sabato, Amílcar Herrera y Oscar<br />

Varsavsky, no se representaban como intelectuales en una torre de marfil,<br />

sino como hombres de pensamiento y acción. Si, como dicen Martínez Vidal<br />

y Marí, sus ideas surgieron desde una práctica, también puede decirse que<br />

fueron ideadas para una práctica. Una breve ojeada a sus biografías permitirá<br />

comprobar esta vocación política 5 . Luego, tras una fase en la que los estudios<br />

CTS en la región se han abocado a la consolidación del campo disciplinar en<br />

los espacios académicos, hoy vuelve a estar en la agenda la posibilidad de<br />

producir un conocimiento ligado más de cerca a la práctica política y el<br />

compromiso social 6 .<br />

4 Para una discusión amplia del concepto de sustentabilidad, véase Komiyama y Takeuchi (2006).<br />

5 Véase Dagnino, Thomas y Davyt (1996) y Marí y Martínez Vidal (2002) para un detalle de las ideas centrales de<br />

estos autores.<br />

6 Dagnino (2006) es uno de los más enérgicos defensores de esta propuesta. A nivel internacional, también existen<br />

llamados a la adopción de un programa “comprometido”. Véase Sismondo (2008) para una muy interesante<br />

discusión sobre el compromiso político en las distintas vertientes de los estudios sobre ciencia, tecnología y<br />

sociedad.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 35


Para concluir, me restan sólo dos sugerencias, que tienden a buscar la<br />

profundización del proyecto del PROCODAS. En primer término, sería de<br />

importancia poder dar mayor institucionalidad a las redes que nuclean a los<br />

productores y usuarios de conocimientos sobre temas de agenda pública con<br />

alto contenido científico. De este modo los científicos podrían interactuar por<br />

fuera de los canales usuales disciplinares, en conjunto con los posibles<br />

beneficiarios del conocimiento. Esto podría permitir un mayor ajuste entre las<br />

necesidades de los usuarios finales y las propuestas de los investigadores,<br />

bajo la supervisión del Ministerio. En segundo término, para darle mayor<br />

solidez a la propuesta del Programa, sería útil que contara con un instrumento<br />

propio de gestión, a través del cual puedan financiarse las actividades de<br />

gestión asociada. Hoy los instrumentos que ofrecen los organismos públicos<br />

de promoción científica y tecnológica –como por ejemplo la Agencia<br />

Nacional– han sido creados pensando en la empresa innovadora como<br />

principal demandante y destinataria de conocimiento científico. En tanto el<br />

PROCODAS pretende la inclusión de nuevos actores sociales en la trama<br />

de producción y uso del conocimiento científico, resulta necesario crear un<br />

nuevo tipo de instrumento que contemple las particularidades organizativas y<br />

económicas de las organizaciones comunitarias o las cooperativas a las que<br />

el Programa apunta.<br />

36 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Referencias Bibliográficas<br />

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reorientação dos Estudos sobre Ciência, Tecnologia e Sociedade em Ibero-américa”,<br />

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Dagnino, R./ H. Thomas y A. Davyt (1996), “El Pensamiento Latinoamericano<br />

en Ciencia, Tecnología y Sociedad: una interpretación polítia de su<br />

trayectoria”, Redes, 3, 7, pp. 13-51.<br />

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Pittsburgh Press, Pittsburgh.<br />

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Harvard University Press, Cambridge.<br />

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discipline”, Sustainability Science, 1, pp. 1-6.<br />

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Pensamiento en Ciencia, Tecnología y Desarrollo. Notas de un proyecto de<br />

investigación”, Revista CTS+I (OEI), 4.<br />

Neiburg, F. / M. Plotkin (comps.) (1994), Intelectuales y expertos. La constitución<br />

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en E. Hackett et al, (comps.) The Handbook of Science and<br />

Technology Studies, Third Edition, MIT Press, Cambridge.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 37


El pluriculturalismo tecnológico: cuarta generación<br />

de los derechos y el movimiento por la tecnología<br />

social en América Latina<br />

Ricardo Neder<br />

Observatorio del Movimiento por la Tecnología Social en América Latina<br />

Universidad de Brasilia<br />

Introducción<br />

Las personas comunes (no especialistas) ven a la tecnología como un<br />

instrumento para alcanzar valores y satisfacer deseos que dependen del poder<br />

y el dinero para ser realizados. En sí mismo, el sistema técnico es visto como<br />

algo neutro, instrumento de lo político y del poder económico. Tal perspectiva<br />

convalida el comportamiento de los tecnólogos e ingenieros que adoptan el<br />

instrumentalismo. Éste puede ser definido como permeabilizado por el velo de<br />

la neutralidad, asociado al derecho comercial de la propiedad intelectual como<br />

algo natural. Un circuito, una combinatoria, el diseño de un proceso técnico,<br />

de un objeto o dispositivo tecnológico se ven coartados por el derecho de<br />

patente. Este conocimiento patentado convierte a la transformación técnica<br />

en resorte propulsor de las tecno-estructuras. América Latina ya vive por lo<br />

menos, desde las oleadas autoritarias y dictatoriales de los años 1970, la<br />

mundialización de las tecno-estructuras. Éstas se tornan parte del régimen<br />

cognitivo, social y político de penetración de las relaciones mercantiles y<br />

económicas en otras esferas de la subjetividad humana en la sociedad.<br />

Aquí se recurre al argumento determinista ante el fenómeno tecnológico:<br />

estamos ante la mejor o más avanzada de las tecnologías, y el mejor modelo<br />

de tecnología es decidido en el juego de las patentes. Diariamente, disputas<br />

jurídicas en los tribunales reclaman registros de patentes. Acciones de este<br />

tipo se acumulan en los tribunales de las ciudades del mundo.<br />

Saberes comunes y apropiación privada<br />

El sistema de innovación y la política de patentes más que impedir el<br />

dominio público del conocimiento, alimentan el régimen cognitivo de las tecnoestructuras<br />

en su tránsito por la sociedad civil. Todas las otras formas de<br />

conocimiento desaparecen del discurso del derecho de propiedad intelectual.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 39


Por lo anterior, estos saberes comunes y públicos, son pasibles de<br />

apropiación privada – vale decir, “cercamiento”. Esto presenta evidentes<br />

riesgos para los derechos humanos, pues puede crear derechos de propiedad<br />

intelectual patentando componentes de la cultura local (tecnologías tácitas o<br />

informales) bacterias, vegetales, semillas de dominio público 1 .<br />

La tecno-estructura tiene una poderosa arma para controlar el día a día de<br />

las personas por medio de ambientes de aculturación, proyectos y procesos<br />

racionalizadores socio-culturales y político-institucionales, guiados por<br />

gestores y cuadros ejecutivos cuya concepción de mundo sistémico se<br />

manifiesta en el funcionamiento de las organizaciones de mercado y gobiernos<br />

bajo un Estado de Derecho de la democracia representativa. De allí surge el<br />

siguiente cuestionamiento: ¿cómo regular este tránsito si la democracia<br />

representativa no ha sido suficiente?; ¿por qué preocuparse por la correlación<br />

positiva o negativa entre el funcionamiento de la cultura política que orienta a<br />

la democracia y la gestión tecnológica?<br />

Tal preocupación es tributaria de las corrientes de los Estudios Sociales de<br />

Ciencia y Tecnología (ESCT) que proliferaron a partir de los años 1980, para<br />

captar dónde y cómo se origina en la sociedad la política socio-cognitiva de<br />

la tecnología. Respecto a la racionalidad instrumental que en su tránsito en el<br />

mundo del poder, del mercado y la democracia, la tecnología carga en sí<br />

misma con valores éticos que se han tornado demasiado evidentes, desde la<br />

explosión de la primera bomba atómica en 1946. Las investigaciones en este<br />

campo estudian la complejidad bajo cuatro perspectivas distintas.<br />

Este artículo trata estas cuatro perspectivas. Las dos primeras son más<br />

antiguas – la visión instrumentalista; y su gemela, la perspectiva determinista<br />

del progreso técnico. La tercera perspectiva sobre tecnología, la sustantivista,<br />

emergió desde los años 1920. La cuarta surgió hacia fines del siglo XX, como<br />

una teoría crítica de la tecnología que contrasta con las demás, proponiendo<br />

en su lugar una nueva síntesis.<br />

Veremos en qué medida esta cuarta perspectiva podrá ayudar ampliamente<br />

en los esfuerzos de fundamentación ahora en curso para la cuarta generación<br />

de derechos que implica el control de las tecnologías sobre la segunda<br />

naturaleza humana (que son nuestra sociedad en estrecha dependencia de la<br />

primer natura, primordial) o la relación entre los ambientes construidos, y las<br />

tecnologías que alteran esta dependencia.<br />

1 Ver Alan Herscovici, (2007) Capital intangível e direitos de propriedade intelectual: uma análise institucionalista,<br />

e Jorge Alberto Quillfeldt, NBIC: Paradigma ou propaganda? A ascensão das patentes e o fim do proce(gre)sso<br />

científico (2006)<br />

40 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Democracia y Gestión Tecnológica<br />

Hacia el final de la gran crisis de 1929 a 1945, los Estados-Nación<br />

aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A partir de<br />

1946 fue implementado el Plan Marshall, que recuperó la economía de Europa<br />

y sentó las bases para el desarrollo de los países semi-periféricos y de la<br />

periferia más remota. El movimiento histórico de la generación de derechos, en<br />

el cual se inscriben los derechos humanos, tuvo sus inicios en el siglo XVIII. La<br />

primera generación de derechos fue llamada individuales negativos marcados<br />

por la prohibición al Estado de abuso de poder, en defensa de la propiedad<br />

privada, de la igualdad ante la ley, libertad de creencias y asociación, y derecho<br />

a la vida.<br />

Los derechos de segunda generación se vinculan a las conquistas<br />

sociales, económicas, culturales como derechos positivos que adoptaron la<br />

mística de la igualdad y la libertad como inseparables de las condiciones<br />

materiales para ejercerla. El resultado fue la expansión de los servicios<br />

públicos para el acceso de la sociedad a la educación y la salud, planes<br />

sociales, tiempo de ocio, seguridad pública, vivienda y derecho al trabajo<br />

(Estado de Bienestar). En América Latina, esta fase fue marcada por el<br />

desarrollo e industrialización asociados en algunos países a la creación de<br />

los sistemas de planes sociales. Y, al mismo tiempo, se produjo un desarrollo<br />

único de las formas sociopolíticas y culturales de aglomeración de las<br />

tecnologías y sistemas técnicos.<br />

Tal complejidad –ya anunciada en la descripción de la gran industria<br />

capitalista hecha por Karl Marx, en El Capital– se convirtió en tecno-estructura.<br />

Sin ella, tal vez no hubiese sido posible la atención a la demanda colectiva de<br />

las grandes masas por la libertad en los derechos de segunda generación. No<br />

obstante, las tecno-estructuras generaron el aislamiento de las personas por<br />

la extrema impersonalidad de sus racionalidades. La tercera generación de<br />

derechos buscó corregir esto sin éxito. Son los llamados derechos difusos y<br />

colectivos, asumen el carácter de garantías transindividuales en cuanto a<br />

derechos de colectividades se refiere (derecho a un medio ambiente<br />

ecológicamente equilibrado, derecho a la paz y al desarrollo sustentable).<br />

¿Estos derechos son suficientes? Tal cuestionamiento es hecho por los<br />

movimientos sociales contemporáneos. Según ambientalistas, feministas,<br />

grupos étnicos, de género y política del cuerpo-consumo, parte del movimiento<br />

sindical y de los trabajadores, precisamos ir más allá, con derechos de cuarta<br />

generación, de control de la manipulación del dominio tecnológico sobre<br />

procesos biológicos y vitales para el futuro de la sociedad, abarcando<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 41


diferentes clases de organismos, desde las bacterias hasta las plantas y los<br />

animales genéticamente modificados 2 .<br />

Si las personas del común ven a la tecnología como un instrumento para<br />

alcanzar valores y deseos, significa que éstas toman al sistema técnico como<br />

algo neutro: instrumento de lo político y del poder económico. Tal perspectiva<br />

convalida el comportamiento de los tecnólogos e ingenieros que adoptan el<br />

instrumentalismo (P1). P1 es esta neutralidad asociada al derecho comercial<br />

de propiedad intelectual como algo natural.<br />

Un circuito, una combinatoria, el diseño de un proceso técnico, de un<br />

objeto o dispositivo tecnológico se ven coartados por el derecho de patente.<br />

Este conocimiento patentado convierte a la transformación técnica en resorte<br />

propulsor de las tecno-estructuras. Desde los años 1970 particularmente en<br />

América Latina, vivimos las tecno-estructuras como parte del régimen<br />

cognitivo social y político de penetración de las relaciones mercantiles en otras<br />

esferas de la subjetividad humana en la sociedad 3 .<br />

Aquí se recurre al argumento determinista (P2) de que estamos ante la<br />

mejor o más avanzada de las tecnologías, y el mejor modelo de tecnología es<br />

decidido en el juego de las disputas por las patentes. Acciones de este tipo<br />

se acumulan en los tribunales de las ciudades del mundo. El sistema de<br />

innovación y la política de patentes más que impedir el dominio público del<br />

conocimiento, con todo, alimenta el régimen cognitivo de las tecno-estructuras<br />

en su tránsito por la sociedad civil.<br />

Todas las otras formas de conocimiento se tornan pasibles de apropiación<br />

privada. Esto presenta evidentes riesgos para los derechos civiles –los<br />

humanos incluidos–, pues genera apropiación intelectual con reglas<br />

comerciales de patentado de los componentes de la cultura local que son<br />

antiguas o tradicionales, tecnologías tácitas o informales. La tecno-estructura<br />

tiene una poderosa arma para controlar estos conocimientos y saberes tácitos<br />

en el día a día de las personas, por medio de ambientes de transculturación<br />

(concreción) capaz de generar un mundo o mundos sistémicos 4 .<br />

Es necesario que los derechos de cuarta generación puedan ser orientados<br />

por otros regímenes cognitivos o, fundamentalmente, para proteger otros<br />

2 Cfr. Norberto Bobbio (1992) - A era dos direitos.<br />

3 Sobre régimen cognitivo de mercado ver Alberto Guerreiro Ramlos (1981) Política cognitiva – a psicologia da<br />

sociedade centrada no mercado, en A nova ciência das organizações.; y Hugh Lacey (2006) A controvérsia dos<br />

transgênicos. Questões científicas e éticas.<br />

4 Cfr. G. Simondon (2007) e (2009) .<br />

42 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


egímenes cognitivos de desaparición o muerte cultural. Una de las propuestas<br />

mejor calificadas en las últimas décadas ha sido debatida en América Latina<br />

dadas las contribuciones de la teoría del actuar comunicativo, del filósofo Jurgen<br />

Habermas (1929). El actuar comunicativo está relacionado a la articulación de<br />

la democracia representativa con la deliberativa. Formas de consejo, asambleas,<br />

organizaciones y movimientos civiles pueden ampliar y socializar las decisiones<br />

en base a los conocimientos compartidos. ¿Cómo? Por medio de nuevos<br />

acuerdos institucionales y deliberativos en bases locales y vecinales, comunales<br />

o socializados (por ejemplo, por los medios de comunicación). Esto podría darse<br />

en una base ampliada de racionalidades en la cual hubiera otras racionalidades<br />

presentes, además del régimen cognitivo de mercado. Esta influencia de la teoría<br />

habermasiana del actuar comunicativo en América Latina aún es un capítulo a<br />

ser analizado con cuidado. Creo que ésta es insuficiente por varias razones. Las<br />

formas de conocimiento y experiencia se sitúan más allá del actuar comunicativo:<br />

para esto se hacen necesarias decisiones que están no sólo por sobre la<br />

decisión de grandes tecnologías en abstracto; de allí la necesidad de revisar no<br />

la tecnología en sí, sino la construcción social de la tecnología.<br />

Existen numerosos ejemplos concretos en América Latina, de que la<br />

ampliación de la base comunicativa no será suficiente para alterar decisiones<br />

que involucran operaciones en sistemas técnicos complejos, dominados por<br />

las estructuras corporativas. Ciertamente es importante esta base comunicativa<br />

sin distorsiones y depurada de la propaganda y del marketing. Estos<br />

fueron, por ejemplo, fundamentales para la diseminación de la entonces<br />

Revolución Verde en América Latina, en medio del caos comercial de<br />

productos y servicios que estas compañías promueven para la aplicación de<br />

productos petroquímicos a la agricultura industrial que a pesar de las<br />

reglamentaciones, se torna fuente irremediable de muertes de productores en<br />

todo el continente latinoamericano y en el mundo 5 . El campo de la energía<br />

nuclear en América Latina es otro ejemplo de que se volvieron enteramente<br />

fluidas las fronteras entre las aplicaciones militares y las civiles.<br />

Ante estas situaciones, el sistema legislativo o democrático presenta<br />

grandes limitaciones o bloqueos imposibles de ser catalogados. Esto es<br />

porque son restricciones dictadas por límites claros: los gobiernos pueden<br />

avanzar hasta cierto punto –por ejemplo, imponiendo dictados por las normas<br />

técnicas, cuyos responsables en general no están preparados para lidiar con<br />

la complejidad de los procesos económicos en la actualidad.<br />

Se trata en este caso de reorientar y reconducir a la tecnología en dirección<br />

a la satisfacción de las demandas de base social o popular. En América Latina<br />

5 Cfr. ver investigación brasileña de C. K. Grisolia (2005).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 43


debemos preguntarnos en qué sentido existe una demanda de ciencia y<br />

tecnología en vivienda rural y urbana, transportes de masa, recursos hídricos,<br />

salud pública, bio-sistemas y biodiversidad con mejores técnicas en el<br />

complejo social de la producción agro-familiar, o en la agricultura urbana,<br />

además de la coordinación económica y financiera viables para la<br />

democratización del crédito o finanzas y economía solidarias.<br />

Hay, por lo tanto, en estas áreas, demandas sociales reprimidas por la<br />

política de ciencia, tecnología e innovación tecno-científica convencionales.<br />

¿Podrían estar siendo enfrentadas si existiesen estos canales de<br />

representación y de deliberación en lo cotidiano para demandas sociales y<br />

soluciones adecuadas en tecnología? Para encontrar la respuesta a este<br />

interrogante vamos a retomar las otras perspectivas sobre la tecnología en lo<br />

cotidiano.<br />

Existen otras dos perspectivas sobre la tecnología, como fuera mencionado<br />

en la introducción. La tercera levantó su mirada esencialista (o P3). Su tesis<br />

es radical: toda tecnología es una manipulación de las personas. Ella aniquila<br />

nuestro potencial de crear y elaborar libremente, y nos tornamos apéndices de<br />

las máquinas. Medios y fines son determinados por el sistema. Esta crítica<br />

esencialista proviene de Martin Heidegger (1889-1976) y Jacques Ellul (1912-<br />

1994). Ellos buscaron comprobar que toda tecnología carga una cesta de<br />

valores en sí misma. La tecnología incorpora valor sustantivo a su<br />

funcionamiento como si algo en ella incluyese una parte de la vida cotidiana de<br />

las personas. Alienándolas.<br />

Con esto retomamos nuestro punto de partida: ¿cómo entender, así, que<br />

las personas comunes toman a la tecnología como neutra y no advierten que<br />

ésta está dotada de una cesta de valores embutida? La impregnación de<br />

valores a la tecnología opera por medio de una calidad que nada tiene de<br />

extraordinario, justamente por medio de la ilusión de neutralidad de la acción<br />

del sujeto creada por el instrumento técnico 6 .<br />

Cuanto más compleja es la tecnología, mayor es la ilusión de neutralidad,<br />

porque nos distanciamos de los efectos causados por la tecnología en el<br />

ambiente humano y natural. Ésta es la visión de la cuarta corriente o teoría<br />

crítica de la tecnología (P4). Ella reconoce críticamente los ejes P1 y P2, pero<br />

rechaza el pesimismo de P3 (sustantivismo) y realiza una síntesis. La vertiente<br />

P4 tiene hoy, como su intérprete más destacado, al filósofo de la tecnología<br />

6 Esto ha sido constatado empíricamente de muchas formas. Al conducir mi automóvil en una gran ciudad pierdo<br />

mi co-responsabilidad por el daño ambiental y urbano causado por la máquina. No soy culpable por el embotellamiento...<br />

cfr. R. Neder (2008) Crítica à cultura do automóvel ou teoria crítica da tecnologia?<br />

44 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Andrew Feenberg, que propone una teoría de la instrumentalización primaria<br />

y secundaria 7 . Feenberg dialoga con las corrientes socio-constructivistas de<br />

la tecnología que se abrieron paso a lo largo de los últimos treinta años 8 .<br />

Vale observar que la valorización de derechos de cuarta generación se ha<br />

revelado como una promesa, aunque frágil, rica en efectividad. Sin embargo,<br />

esto demanda una nueva generación de formas legales, económicas e<br />

institucionales apropiadas. Feenberg es optimista en cuanto al desarrollo de<br />

estas formas de control, porque ve en ellas grados de libertad. El desafío es<br />

crear medios en las instituciones para el control; no restringirse al acto de<br />

derribar puertas abiertas, que es decidir sobre lo superfluo de la reforma de la<br />

tecnología, porque siempre habrá alguna instrumentalización secundaria. Pero<br />

el mercado capitalista realiza esta operación de forma de utilizar la práctica<br />

del sujeto social como consumidor para realizar mejoras o avances en la<br />

tecnología (esto es bien conocido por los servicios de mantenimiento y arreglos<br />

y asistencia técnica para los reclamos de los consumidores; aprovechar<br />

estos servicios no siempre redunda en mejoras para el proyecto original 9 .<br />

Feenberg propone este foco en la instrumentalización primaria vinculada a<br />

la secundaria. Dialoga con las corrientes socio-constructivistas de la tecnología<br />

que se abrieron paso a lo largo de los últimos treinta años. Vale observar<br />

que la conceptuación de derechos de cuarta generación se ha revelado como<br />

una promesa en construcción; si fue positiva en la modernidad, la asociación<br />

entre régimen democrático y fomento tecnológico, en la era contemporánea se<br />

tornó negativa. Es el caso de situaciones concretas involucradas con la política<br />

nuclear, armamentos, industria automovilística ante el diseño del transporte de<br />

masa en las ciudades; industrialización de la agricultura con tecnologías<br />

químicas; las OGMs ante las tecnologías sociales de semillas criollas. O aún,<br />

la profunda degradación ambiental y depredación ecológica de ambientes<br />

naturales, los medicamentos alopáticos y alimentos artificiales.<br />

7 La primaria es el momento de creación de la tecnología en los laboratorios, fuera de la sociedad. La racionalización<br />

secundaria está asociada a la primaria y corresponde a su divulgación en la sociedad y genera el choque<br />

de los valores embutidos en la tecnología con los valores de la sociedad. Las obras de Feenberg principales en<br />

esta perspectiva (P4) son: Alternative modernity: the technical turn in phillosophy and social theory (1995); Questioning<br />

technology (1999); Transforming technology. (2002). En esta óptica de P4 existe como foco la elección de<br />

los valores que presiden la construcción interna de los sistemas tecnológicos. O su construcción social de tal<br />

forma que la instrumentalización primaria y la secundaria no puedan ser disociadas.<br />

8 Estas corrientes corresponden a los trabajos de la sociología, economía, ingeniería y psicología de estudios sociales<br />

de la tecnología y de la ciencia después de 1980. Entre los autores más representativos están: B. Latour<br />

(2000) y (2001). D. Noble America by design. Science, technology and the rise of corporate capitalism (1977). R.<br />

Dagnino (2008), B. Coriat (1976).<br />

9 Ver Dagnino (2009) y Tyler Veak (2006).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 45


La propuesta jurídica de la cuarta generación de derechos humanos que<br />

tuvo origen en la obra de Norberto Bobbio (1909-2004) presenta un marco<br />

embrionario o insuficiente porque intenta reglamentar y controlar las<br />

aplicaciones de la tecnología genómica (en breve, también las<br />

nanotecnologías) como derecho individual negativo (ante la amenaza de la<br />

tecnología que ya se materializó, es la lucha de la ley del más fuerte).<br />

Este control es necesario, aunque evidentemente insuficiente. La razón es<br />

simple: se trata de una reacción defensiva. De allí la propuesta de la corriente<br />

P4: una teoría crítica de la tecnología que busca crear las condiciones para<br />

una democratización del diseño y del proyecto tecnológico por los propios<br />

actores. Feenberg critica la teoría del actuar comunicativo de Habermas, porque<br />

ésta considera a la tecnología una extensión del poder político y empresarial, y<br />

no considera teóricamente en el actuar comunicativo que la tecnología no es,<br />

en sí misma, neutra. El actuar comunicativo, en estos casos, afirma Feenberg,<br />

debe estar ligado a los resultados prácticos de la tecnología. En América Latina,<br />

un ejemplo de esto es el extensionismo tecnológico y educacional, universitario<br />

y rural para formar parte de este proceso de democratización. Sin su integración<br />

a las redes socio-técnicas, no hay como asegurar escalas (números) de<br />

integración entre el conocimiento científico y las prácticas de tecnologías<br />

sociales de las comunidades 10 en una amplia política de fomento a prácticas de<br />

las redes sociales, bajo la forma de residencia de extensión, pasantía<br />

universitaria de inmersión del alumno en la comunidad, en la sociedad local<br />

organizada. De allí la importancia de la organización de las comunidades por<br />

una cultura democrática deliberativa para influir en las elecciones tecnológicas.<br />

Aún no tenemos efectivamente esta realidad, pero está siendo construida. Los<br />

datos que siguen exploran esta construcción.<br />

El pluriculturalismo de la tecnología social: problemas.<br />

Se encuentra en curso en Brasil un amplio movimiento por la redefinición<br />

de las relaciones entre universidad y política científica y tecnológica, para<br />

alcanzar la base de la pirámide social. Esta redefinición se justifica porque la<br />

reglamentación de la ley de innovación brasileña (10.973/2004) dispone sobre<br />

incentivos a las empresas para desarrollar investigación y desarrollo solamente<br />

en los ambientes de innovación, lo que legalmente abarca empresas del<br />

mercado formal. Esto deja afuera a cerca del 60% en promedio de los<br />

emprendimientos económicos informales en el país. En el resto de América<br />

Latina la situación no es diferente.<br />

10 Ver R. T. Neder (2009) y R. Dagnino et. al (2009).<br />

46 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Además de esto ha habido, en los últimos años, movilización de la opinión<br />

pública por la divulgación sistemática de acciones, experiencias, políticas,<br />

investigaciones y conceptos en torno a la tecnología social como el modelo<br />

social de mejoras socio-técnicas en la base de la sociedad. Integran estas<br />

acciones una Red de Tecnología Social (RTS) con 660 entidades; los premios<br />

anuales de tecnología social de la Fundación Banco do Brasil y, sobre todo,<br />

las acciones de fomento de la Financiera de Estudios y Proyectos<br />

(FINEP/MCT) a los ambientes de innovación social de 88 Incubadoras de<br />

Cooperativas Populares en las universidades públicas del país, además de las<br />

redes de emprendimientos económicos solidarios y el programa brasileño de<br />

Economía Solidaria (MTE).<br />

Complementando este cuadro, por primera vez en el país, fue creada una<br />

Secretaría de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo y la Inclusión Social<br />

(SECIS/MCT). El Ministerio de Desarrollo Agrario, MDA, el Ministerio de<br />

Desarrollo Social, MDS, la Secretaría Nacional de Economía Solidaria –<br />

SENAES, el Sebrae nacional. Todos son agentes de fomento que han<br />

difundido edictos para la financiación de proyectos sobre tecnologías sociales<br />

de la comunidad de investigación en el país.<br />

De esta forma, no se puede argumentar desconocimiento de lo qué es<br />

tecnología social. Aún es poco, pero este inicio tiene una sólida construcción,<br />

más recientemente fortalecida por la instalación en el país de 44 bancos<br />

comunitarios de desarrollo que hacen de las micro-finanzas, un arma contra el<br />

aislamiento de las experiencias comunitarias de incubación. En torno al<br />

movimiento por la tecnología social, fue invertido cerca de R$ 1 billón (si fueren<br />

considerados los 500 millones en los últimos cuatro años, según datos de la<br />

RTS, FBB, MCT y universidades, e igual monto de las enmiendas parlamentarias<br />

en los programas Acuerdos Productivos Locales, de la SECIS/MCT).<br />

El acervo de experiencias y conocimientos es significativo en materia de<br />

proyectos, actores y, sobre todo, aprendizaje acumulado en escala real. Entre<br />

ellos, los de la Economía Solidaria y formas de encadenamiento de la<br />

producción y acción social, el modelo PAIS de horticultura familiar para la<br />

seguridad alimenticia y nutricional, el programa de cisternas de placa de la<br />

Articulación del Semiárido (ASA). Hay tesis y disertaciones ya defendidas<br />

sobre Tecnologías Sociales y habrá muchas otras, pues son como mínimo<br />

conocidos mil casos disponibles (involucrando 500 casos de los Premios FBB<br />

y el resto del Banco de Experiencias de la RTS).<br />

El movimiento en torno a la tecnología social (TS) en Brasil presenta de<br />

forma ejemplar, un caso concreto de contra-tendencia o de situaciones<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 47


pragmáticas que exigen un pensamiento científico societal en oposición a un<br />

pensamiento técnico-científico gerencial o corporativo oriundo de una vertiente<br />

de reforma gerencialista del Estado brasileño 11 . La tecnología social de la agroecología<br />

en el interior del primer campo, es una comparación útil para ilustrar<br />

no sólo la dimensión cognitiva de los conflictos entre pluralismo y monismo<br />

tecnológico, sino también para revelar que hay profundizaciones fundamentales<br />

para que el movimiento por la Tecnología Social (TS) gane mayor<br />

legitimidad académica y en los movimientos sociales.<br />

La base para que la universidad integre ciencia y tecnología con sabiduría<br />

popular, es el abordaje latinoamericano de la adecuación socio-técnica que<br />

significa conocimiento científico y popular en diálogo (Dagnino 2001, 2008,<br />

2009). La importancia en el cuadro contemporáneo del movimiento en torno<br />

a la tecnología social –en cuanto a la contribución que es hoy latinoamericana–<br />

reside en que seamos capaces de fomentar institucionalmente, incentivar<br />

financieramente y apoyar programas concretos que elaboren científicamente<br />

las prácticas de pluralismo tecnológico. El pluralismo se define por ser opuesto<br />

a las tecno-ciencias dominantes en los sistemas de innovación empresariales<br />

de las grandes corporaciones, gobiernos y mercados.<br />

La TS posee una definición positiva de un conjunto de prácticas y<br />

conocimientos que opera con principios que abren las barreras<br />

socioeconómicas, culturales y busca aumentar la inclusión de los saberes y<br />

conocimientos entre grupos sociales, empresas y países. Un buen ejemplo es<br />

la agro-ecología que tuvo crecimiento exponencial en Brasil, Colombia,<br />

Venezuela, Bolivia y Chile. Ésta representa gran potencial para la producción<br />

agroalimentaria y se suma a la conservación de la biodiversidad.<br />

Se trata de una innovación basada en la práctica, sistematización y teorías<br />

que usan el principio de enriquecimiento del saber sumado a los<br />

conocimientos científicos. Este pluralismo tecnológico no existe en la<br />

agricultura basada en organismos genéticamente modificados (OGMs).<br />

11 Esta posición es tributaria de lo siguiente. La comunidad científica y tecnológica en América Latina tiene como<br />

principio de realidad fenómenos más amplios relacionados con su papel en el interior de la transición de la reforma<br />

del Estado brasileño de un modelo burocrático para otro tipo gerencialista; en verdad dos vertientes fueron<br />

claramente establecidas en la reforma del Estado, en los años 1995 en adelante: esta gerencialista, y otra societal.<br />

Sin embargo, es apenas debido a un fuerte revés que se debilita o apaga las referencias al hecho de que “no había<br />

en el escenario político una visión unívoca de reforma, pues también estaba en curso un nuevo paradigma<br />

reformista: el Estado nuevísimo, movimiento social (...) que rearticula el Estado y la sociedad, combinando<br />

democracia representativa y participativa. (...) En realidad la vertiente societal (de la reforma del Estado, RTN) no<br />

es monopolio de un partido o fuerza política y ni siquiera presenta la misma claridad y consenso de la vertiente<br />

gerencial en relación a los objetivos y características de su proyecto político”. (PAES, 2005)<br />

48 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Las investigaciones socio-técnicas ponen en práctica el pluralismo<br />

tecnológico en dos sentidos. Todas las innovaciones sociales y técnicas<br />

basadas en el saber popular pueden ser mezcladas con conocimientos<br />

científicos (los ejemplos van desde los medicamentos fito-terapéuticos<br />

hasta los productos alimenticios ya incorporados a las prácticas<br />

populares). Estas tecnologías sociales son construcciones de múltiples<br />

sujetos, por lo tanto, plurales. Este hecho es poco notado por la comunidad<br />

científica latinoamericana, aunque intuitivamente practicado por los<br />

investigadores cuando van a campo y extraen el saber centenario o<br />

milenario, registrado por los pueblos de los Andes, de los pampas<br />

argentinos y brasileños, en los Grotões da Caatinga (charcos del desierto),<br />

en la inmensidad de la Selva Amazónica, en los “pícaros” (riachos) de la<br />

“Serra dos Gerais” y en las montañas de la Mata Atlántica y “Manguezais”<br />

(plantaciones de árboles de mango).<br />

Los proyectos socio-técnicos plurales en regiones latinoamericanas<br />

demandan políticas de personal para la extensión con conocimientos sociotécnicos<br />

de los mercados sociales y culturales. Los mercados son instituciones<br />

sociales, no siendo fácil ni mágico resolver el aumento de la productividad a<br />

costa del agotamiento de los suelos o la exclusión de millones de productores<br />

o productoras. Originalmente la tecnología social es un intento de internalizar<br />

en las comunidades soluciones prácticas para las personas en el día a día.<br />

Este sentido de una tecnología con los pies en la tierra es característico de<br />

las acciones de intervención de otros movimientos socioeconómicos entre<br />

otros, de la economía solidaria, emprendimientos autogestionados y la<br />

autogestión de asociaciones y cooperativas. Dos vertientes que son altamente<br />

convergentes y trabajan bajo la inspiración de la tecnología como innovación<br />

socio-técnica generada por los sujetos sociales específicos en su territorio<br />

socio-cultural. Una vertiente privilegia el intercambio del saber y el<br />

conocimiento.<br />

La TS necesita, como sabemos, los conocimientos científicos y<br />

tecnológicos de las universidades y escuelas técnicas. La cuestión, por lo<br />

tanto, es: ¿cómo se procesa la interacción del saber-hacer popular con lo<br />

técnico-científico? El movimiento por la TS tiene otro modelo, distinto del<br />

tradicional (“difusión tecnológica”), que opera como si la tecnología fuese una<br />

solución-sin-sujeto social que puede servir para cualquier situación.<br />

Esto genera la aplicación de tecnologías a un proyecto práctico, que acaba<br />

por diseminar resultados que son manipulados por otros proyectos políticos,<br />

y hacen de los sujetos sociales náufragos a la deriva de proyectos que nada<br />

tienen de comunitarios o de práctica social en su futuro.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 49


El filósofo de la tecnología contemporánea Andrew Feenberg llama a esto<br />

desvíos de implementación. Grandes minerías a cielo abierto, fuentes<br />

hidroeléctricas, autopistas y complejos industriales presentan este tipo de<br />

comportamiento en sus autores. Podemos notar a partir de las situaciones<br />

mencionadas, que ambas vertientes del sujeto-que-innova, y de la tecnologíasin-sujeto<br />

se confunden en las palabras, en los actos y las prácticas de la<br />

Tecnología Social y la Economía Solidaria en Brasil. De allí la importancia de<br />

que las redes sociales produzcan una interacción o construcción con las redes<br />

técnicas apropiada. ¿Cuál es el modelo apropiado de redes socio-técnicas?<br />

Ciertamente el movimiento por la TS está buscando superar el modelo<br />

gerencial en el cual los cuadros gestores de los emprendimientos se ubican<br />

en una situación de neutralidad tecnológica.<br />

El abordaje gerencial en la administración de las innovaciones sociotécnicas<br />

actúa como un agente exterminador de las iniciativas y formas de<br />

asociación y cooperación del saber y el conocimiento entre base social y<br />

personal de nivel medio y técnico, agentes multiplicadores, profesores,<br />

liderazgos políticos. Lo importante, por todo esto, profundizar la interacción<br />

en la pedagogía de las redes socio-técnicas.<br />

Esta parece ser la base de la investigación y extensión para una pedagogía<br />

tecnológica del movimiento de TS en la universidad. Esta es una tarea actual,<br />

elaborar una pedagogía económica y cultural adecuada a la tecnología social<br />

en su ambiente innovador, que son los mercados identificados con las<br />

incubadoras tecnológicas de cooperativas populares. Hoy la economía<br />

solidaria reúne en un vasto movimiento 1,2 millones de integrantes en el país.<br />

Las condiciones de reaplicación<br />

No basta, como ha sido visto, que el nuevo movimiento sobre TS se<br />

contraponga a la tecnociencia (caso de las tecnologías producidas para<br />

generar patentes y ligadas a tecnologías ya comercializadas, ejemplo de los<br />

transgénicos en la agricultura comercial). La AP (apropiación) y REP<br />

(reaplicación) necesitan sumarse en un binomio vital (indispensable para los<br />

métodos de inmersión y apropiación del fenómeno tecnológico por el sujeto<br />

social, por ejemplo, en el campo de la agro-ecología que se contrapone a los<br />

sistemas técnicos necesarios para la instrumentación social de la ingeniería<br />

genómica). La noción de pluriculturalismo tecnológico aquí propuesta está<br />

anclada en este binomio AP >< REP.<br />

50 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Éste genera, así, una tensión específica, tanto de la cultura democrática<br />

deliberativa como representativa que orienta los valores de decisión de los<br />

actores convencionales en el circuito de C&TI al ampliar la percepción de la<br />

cultura tecnológica. Este binomio presenta, aún, nuevos desafíos pragmáticos<br />

que no pueden ser respondidos por los grupos de investigación, policymakers,<br />

empresarios, gestores, situados exclusivamente en el circuito oficial<br />

definido por la “triple hélice” (Empresas-Estado-Universidad). Como<br />

problemas prácticos con los cuales se enfrenta el movimiento por la TS,<br />

podemos situar la cuestión de la inmersión de los nuevos sujetos identificados<br />

directamente con organizaciones de auto-gestión (que es inherente al esfuerzo<br />

de reaplicación): cooperativas, asociaciones de productores y redes de<br />

economía solidaria. Es necesario que el movimiento desarrolle formas factibles<br />

de apropiación (AP) y reaplicación (REP) socio-técnicas, técnicas y científicas<br />

a escala institucional, territorial y de recursos.<br />

Conclusiones<br />

La universalización de los derechos sociales pasó entre los años<br />

1990/2000, en América Latina, por momentos críticos en los cuales las<br />

prácticas económicas fueron marcadas por la apología de la exclusión social,<br />

como hecho natural del funcionamiento de los mercados.<br />

Aparentemente, se ha vuelto un elemento distintivo del orden neoliberal<br />

(económico y social) el hecho de rivalizar con la ampliación efectiva de los<br />

derechos de los trabajadores, por medio de políticas de fragmentación de los<br />

mercados de trabajo.<br />

A la fragmentación se ha sumado la reducción de los contingentes<br />

empleados en el mercado formal, y aumento de las formas de precariedad de<br />

los empleos con aumento de los contingentes de trabajadores sin trabajo. Se<br />

han adoptado políticas gubernamentales que conviven con la existencia de<br />

millones de personas bajo la línea de pobreza.<br />

Se ha dinamizado el juego de entrada y salida de millones de<br />

desempleados en los programas de renta mínima brasileña (similares en varios<br />

aspectos al cuadro adoptado en los años 1930-1940 por los Estados Unidos<br />

con cobertura sistemática de un contingente en torno a 20 millones de<br />

familias). Del conjunto de población debajo de la línea de pobreza en Brasil y<br />

en la Argentina, Perú y Venezuela, Colombia y Ecuador, hay un contingente<br />

que se encuentra entre el 10 a 20 % de las personas económicamente activas<br />

que reciben alguna forma de transferencia directa individualizada. Al producirse<br />

la involución del modelo clásico de Estado de bienestar en la concertación<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 51


capitalista globalizada, es difícil que el mantenimiento de este cuadro de<br />

transferencias se instaure como un objetivo unívoco capaz de unir a todos los<br />

actores involucrados (en el mercado, en el Estado, y en la comunidad).<br />

En este caso, se asocia a la crisis del estado de bienestar, con las<br />

tendencias de reducción líquida del empleo y de transformación del perfil de<br />

ocupación en los segmentos productivos (proceso que fue profundizado en la<br />

sociedad norteamericana primeramente, como una superación del llamado<br />

modelo fordista de mercado laboral y de generación de empleo y conformación<br />

de las reglas de trabajo).<br />

Está claramente colocada en las agendas políticas brasileña y<br />

latinoamericana, la cuestión de la reconstrucción de un nuevo modo de<br />

regulación Sociedad Civil-Estado por medio de la reestructuración histórica<br />

entre esfera pública y privada para la cuestión de las transferencias sociales<br />

por medio del mercado de trabajo. Reestructuración ésta que parece acentuar<br />

las líneas de distinción entre las actividades y funciones de las organizaciones<br />

capitalistas en el mercado, profundizadas y delimitadas con tintas fuertes, y<br />

las intervenciones públicas y gubernamentales como instancia de regulación<br />

de rentas y salarios, de bienestar y ciudadanía social para un conjunto de<br />

instituciones y movimientos de la sociedad civil. Las esferas civil y<br />

gubernamental operan hoy redefiniendo los recortes de lo estatal.<br />

Realizan una clara marcación del límite de transferencia de recursos para<br />

políticas sociales. Estos límites, aunque se piensen de tendencia reciente, aún<br />

persisten en una dirección opuesta al modelo de universalización de las<br />

políticas sociales por las reglamentaciones del trabajo.<br />

Ante este panorama, ¿cómo esperar que movimientos en torno a la<br />

tecnología social puedan tener alguna eficacia? La diferencia de la<br />

preocupación en ámbitos empresariales y de gestión típicamente gerencial,<br />

en ámbitos de la adecuación socio-técnica, la esfera del proceso del cómo<br />

hacer, a partir de tecnologías tácitas y conocimientos implícitos, se vuelve<br />

prioritariamente hacia tres dimensiones interconectadas:<br />

La educación y formación de la personalidad no-autoritaria es un esfuerzo<br />

de emancipación de los actores involucrados.<br />

Esfuerzo al cual se asocia la construcción de prácticas de auto-gestión<br />

teniendo en el centro a los propios productores y usuarios.<br />

52 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Y relacionada a las demás, una tercera dimensión que son las tecnologías<br />

tácitas o implícitas –aquí llamadas tecnologías sociales– que pueden ser<br />

desarrolladas por los grupos sociales.<br />

El movimiento preconiza que la tecnología social exige la construcción de<br />

soluciones colectivas por los que se beneficiarán con esas soluciones y que<br />

actúan con autonomía. O sea, no son sólo usuarios de soluciones importadas<br />

o producidas por equipos especialistas, ejemplo de muchas propuestas de<br />

diferentes corrientes de la tecnología apropiada. Las dificultades para la<br />

creación de estos procesos de articulación entre la generación y difusión de<br />

experiencias realizadas a partir de demandas sociales, han sido uno de los<br />

mayores desafíos para la realización del movimiento en torno a la TS.<br />

Para finalizar debo señalar que hay por lo menos cuatro grupos de acciones<br />

y movimientos de naturaleza diversa que amplían la polisemia del término<br />

“tecnología social”:<br />

Núcleo politécnico. Puede ser encontrado y fomentado en las<br />

Universidades y centros de investigación, escuelas técnicas y de<br />

enseñanza profesional. La tecnología social es tomada como resultado<br />

de políticas de C&T tradicionales adaptadas y convertidas inicialmente<br />

en tecnología social. No obstante, todas las unidades de investigación<br />

del Sistema Nacional de C&T tienen alguna dimensión pasible de<br />

construcción bajo una ciencia pública para generar tecnología social bajo<br />

la demanda de la sociedad.<br />

Núcleo de la tecnología social administrado por las entidades civiles y<br />

empresas públicas. Fomentado por fundaciones e instituciones<br />

paraestatales (caso en Brasil de la Fundação Banco do Brasil). Su unión<br />

es fundamental (por ejemplo, una red nacional del tipo de la brasileña Red<br />

de Tecnología Social). Por medio de los premios a las mejores prácticas<br />

busca aproximarse a los gobiernos regionales y entidades civiles en torno<br />

a proyectos que lo demuestran. Este núcleo tiene gran interés en la<br />

comercialización reglamentada de productos y servicios generados por<br />

los agentes productores, pero, sobre todo en el sentido del rótulo, marca<br />

de origen, conformidad sanitaria e industrial.<br />

Núcleo de entidades de base social actuantes con las comunidades y<br />

territorios en el medio urbano, regional y sujetos del campo. Se trata de<br />

la red de organizaciones civiles que pueden asumir diferentes identidades<br />

(locales, comunitarias, regionales, territoriales-regionales, étnicas, de<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 53


género, ambientalistas, sindicales) y se define a partir de los movimientos<br />

de base social, los cuales son los responsables en la definición de las<br />

metodologías de proceso.<br />

Núcleo de entidades ligadas a las experiencias y proyectos de<br />

interacción, auto-gestión y tecnología social del movimiento por la<br />

economía solidaria. Se trata de la red de entidades civiles y<br />

gubernamentales entrelazadas en la construcción del movimiento por la<br />

economía solidaria (en varios países de América Latina son una realidad<br />

en los años 2000). Este núcleo ejercita hoy en Brasil, tanto la dimensión<br />

interaccionista como la de autogestión articuladamente. Falta, sin<br />

embargo, su integración a las redes de tecnología social. Estos esfuerzos<br />

generan así, innumerables tecnologías tácitas o implícitas como es el caso<br />

del sistema de crédito propio, con impacto en las prácticas entre las<br />

cooperativas populares en las regiones rurales, periurbanas y urbanas.<br />

Con este componente las experiencias y proyectos de TS podrán tener<br />

reaplicación a gran escala.<br />

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Sousa Santos, B. (1989), Introdução a uma ciência pós-moderna, Graal,<br />

San Pablo.<br />

Thomas, H. / Kreimer, P. (2002), “La apropiabilidad social del conocimiento<br />

científico y tecnológico. Una propuesta de abordaje teórico-metodologico”, en<br />

R. Dagnino / H. Thomas (orgs.), Panorama dos Estudos sobre Ciência,<br />

Tecnologia e Sociedade na América Latina, Cabral editora, San Pablo, pp.<br />

273 y ss.<br />

Touraine, A. / Khosrokhavar, F. (2004), A busca de si: diálogo sobre o<br />

sujeito, C. Meira (trad.), Bertrand Brasil, Rio de Janeiro.<br />

58 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Veak, T. J. (org.) (2006), Democratizing technology: Andrew Feenberg´s<br />

Critical Theory of Technology, State University of New York Press, Nueva York.<br />

Vygotsky, L. S. (2003), “Psicologia pedagógica: edição comentada”,<br />

ARTMED, Porto Alegre.<br />

___________ (1991), A Formação Social da Mente, Martins Fontes, San<br />

Pablo.<br />

Wiggershaus, R. (2002), A Escola de Frankfurt. História, desenvolvimento<br />

teórico, significação política, Difel, Rio de Janeiro.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 59


Comentarios sobre el texto de Ricardo Neder<br />

Ailin Reising<br />

CONICET - Fundación Bariloche - UNRN.<br />

El texto de Neder comienza preguntándose por el vínculo que podría<br />

establecerse entre la cultura política democrática y la gestión tecnológica.<br />

Desde esta perspectiva analiza las concepciones clásicas y contemporáneas<br />

de la tecnología, con el propósito de desarrollar una visión de los artefactos<br />

consistente con una “cuarta generación de derechos humanos”.<br />

Esta “cuarta generación de derechos” supone, al igual que las tres<br />

anteriores, un orden político, si bien éste prescinde de lo que el autor define<br />

como sistemas técnicos o “tecnoestructuras” y, en este sentido, presenta<br />

sustantivas diferencias con las precedentes.<br />

La primera generación de derechos tuvo por objeto prohibir el abuso de<br />

poder en defensa de la propiedad privada, de la igualdad ante la ley, de la<br />

libertad de creencia y de asociación, y de la vida, la segunda resultó de<br />

conquistas sociales (el derecho a la salud, a la educación, al seguro social,<br />

los derechos de los trabajadores, etc.) e implicó la expansión de los servicios<br />

públicos y el desenvolvimiento de las “tecnoestructuras”. Por su parte, la<br />

tercera se refirió a la consolidación de garantías transindividuales, a los<br />

derechos de los colectivos sociales, como el derecho a un medio ambiente<br />

ecológicamente equilibrado, el derecho a la paz y al desarrollo sustentable.<br />

Frente a ello, “la cuarta generación de derechos” gira en torno al control de<br />

la tecnología sobre procesos considerados vitales para el futuro de las<br />

sociedades: la manipulación genética de humanos, animales, vegetales,<br />

bacterias y organismos celulares. Desde esta perspectiva procura regular la<br />

proliferación de lo que autores, como Bruno Latour, han definido como<br />

“híbridos” o “mixturas sociales y naturales”.<br />

Neder halla aquí la condición de posibilidad de una gestión tecnológica<br />

consistente con la democratización. Ahora ¿qué características ha de tener la<br />

tecnología en este contexto? Neder responde el interrogante planteando,<br />

inicialmente, qué rasgos no ha de tener: ni aquellos atribuidos por las visiones<br />

instrumentalistas, ni aquellos atribuidos por las visiones deterministas. La<br />

objeción del autor a estas visiones se vincula con la asociación de la tecnología<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 61


al derecho comercial, la propiedad intelectual y el patentamiento así como con<br />

una concepción acumulativa que estipula las condiciones de posibilidad de<br />

las futuras tecnologías.<br />

En virtud de ello, Neder enfatiza que, tanto el instrumentalismo como el<br />

determinismo promueven un sistema de patentes que, más que regular el<br />

dominio público del conocimiento, resulta funcional al régimen de apropiación<br />

privada del conocimiento difundido por las tecnoestructuras. Lejos de dar lugar<br />

a una cultura política democrática que dé cobijo a conocimientos tácitos o<br />

informales de relevancia tecnológica generados por “culturas locales”, este<br />

último refuerza, mediante procesos racionalizadores y pragmáticos válidos en<br />

todo tiempo y lugar, el carácter universal y las relaciones de poder inherentes<br />

a los “sistemas técnicos”. Atendiendo a ello, los derechos de propiedad<br />

intelectual y las prácticas de patentamiento operan como elementos que<br />

inhiben la conformación de un colectivo social heterogéneo o multisectorial.<br />

Por esta razón, observa Neder, es necesario hacer converger una cuarta<br />

generación de derechos con un nuevo tipo de gestión tecnológica que, a<br />

diferencia de las “tecnoestructuras” orientadas según la racionalidad del<br />

mercado, conforme una “base extendida de racionalidades” en el contexto de<br />

una cultura científico-tecnológica genuinamente democrática. Si bien la vía de<br />

conformación de dicha base no aparece acabadamente especificada, el autor<br />

analiza críticamente el alcance de mecanismos como la representación, la<br />

deliberación y el consenso para aunar racionalidades, experiencias y<br />

conocimientos heterogéneos, pues de ello depende el rasgo primordial que ha<br />

de tener una gestión tecnológica alternativa a los sistemas técnicos: el<br />

pluralismo.<br />

Desde esta perspectiva Neder considera a las tecnologías sociales, pues<br />

avizora en ellas la posibilidad de un “pluriculturalismo tecnológico”.<br />

Focalizándose en el caso brasilero identifica en las tecnologías sociales no<br />

sólo la convergencia de un pluralismo axiológico, sino también la<br />

materialización de un diálogo entre actores sociales heterogéneos, tales como<br />

entidades civiles, empresas públicas, organismos gubernamentales y<br />

movimientos sociales.<br />

Si bien de este modo Neder invita a una discusión en distintos frentes, por<br />

ejemplo, con relación a los aspectos conceptuales del “pluriculturalismo<br />

tecnológico”, a las fortalezas y debilidades de las tecnologías sociales en<br />

Latinoamérica, o a los mecanismos participativos que efectivamente darían<br />

lugar a la “base de racionalidad extendida” que él menciona, es en torno a las<br />

condiciones de posibilidad de la cuarta generación de derechos donde creo<br />

62 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


que radica un debate imprescindible. Pues allí instala, a mi juicio, una cuestión<br />

que usualmente queda eclipsada, ante la reflexión en torno a los objetos<br />

tecnológicos, ligada a la reflexión sobre la condición subjetiva en regímenes<br />

alternativos a las “tecnoestructuras”: qué seríamos, cómo seríamos, cómo<br />

podríamos llegar a ser en estos otros mundos posibles.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 63


Sistemas Tecnológicos Sociales y Ciudadanía<br />

Socio-Técnica. Innovación, Desarrollo, Democracia 1<br />

Hernán Thomas<br />

Intituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología<br />

Universidad Nacional de Quilmes<br />

La tecnología es una dimensión fundamental para la comprensión de<br />

las dinámicas de inclusión y exclusión social<br />

La tecnología es un tema poco considerado en las ciencias sociales, en<br />

general, y en los estudios sobre pobreza y marginalidad, en particular.<br />

Tradicionalmente cuando las ciencias sociales piensan la relación<br />

tecnología-sociedad lo hacen en el marco de abordajes deterministas lineales:<br />

o consideran que la tecnología determina el cambio social (determinismo<br />

tecnológico), o consideran que la sociedad determina la tecnología<br />

(determinismo social). En la práctica estos abordajes teóricos construyen una<br />

separación tajante entre problemas sociales y problemas tecnológicos.<br />

Constituyen dos lenguajes diferentes que difícilmente se comunican.<br />

Tanto a nivel internacional como nacional, las producciones sobre la<br />

cuestión socio-técnica son relativamente escasas, y fragmentarias. ¿Cuál es<br />

la perspectiva socio-técnica? Aquélla que intentando superar las limitaciones<br />

de los determinismos lineales, considera que las sociedades son<br />

tecnológicamente construidas al mismo tiempo que las tecnologías son<br />

socialmente configuradas. Lamentablemente, hasta hoy estos estudios<br />

tampoco ocupan un espacio relevante en la formación curricular de científicos<br />

e intelectuales. ¿Tienen los ingenieros o sociólogos formación escolar o<br />

universitaria en alguna materia titulada “tecnología y sociedad”? o ¿“sistemas<br />

sociales y sistemas tecnológicos”? o ¿”tecnología y civilización”? o<br />

¿”tecnología y cultura”? Seguramente no, si han cursado programas de<br />

formación en ciencias sociales. Pero probablemente tampoco, si tienen<br />

estudios universitarios en ingeniería o ciencias exactas.<br />

1 El contenido de este artículo constituye un resultado parcial de un programa de investigación sobre Tecnologías<br />

para la Inclusión Social, financiado por IDRC, CONICET, UNQ y ANPCyT.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 65


Sin embargo, si uno parte desde una posición relativista constructivista, es<br />

posible comprender que las tecnologías desempeñan un papel central en los<br />

procesos de cambio social. Demarcan posiciones y conductas de los actores;<br />

condicionan estructuras de distribución social, costos de producción, acceso<br />

a bienes y servicios; generan problemas sociales y ambientales; facilitan o<br />

dificultan su resolución; generan condiciones de inclusión o exclusión social.<br />

La resolución de las problemáticas de la pobreza, la exclusión y el<br />

subdesarrollo –en particular– no puede ser analizada sin tener en cuenta la<br />

dimensión tecnológica: producción de alimentos, vivienda, transporte, energía,<br />

acceso a conocimientos y bienes culturales, ambiente, organización social.<br />

Es imprescindible cubrir esta área de vacancia cognitiva. No sólo como<br />

una cuestión académica, sino fundamentalmente como una dimensión clave<br />

para el diseño de políticas públicas de Ciencia, Tecnología, Innovación y<br />

Desarrollo.<br />

Tecnología, Economía, Desarrollo: los riesgos de mezclar la teoría<br />

neoclásica del derrame con la economía de la innovación<br />

En América Latina hemos vivido (y sufrido), en los ’90, la vigencia de la<br />

teoría del derrame. La acumulación económica inicial generaría “naturalmente”<br />

la distribución de la renta, y con ella la inclusión de los excluidos, y el desarrollo<br />

de los subdesarrollados. Una versión más neo-schumpeteriana de la teoría del<br />

derrame incorporó, en los últimos años, la idea de la innovación como motor<br />

de esa acumulación: las innovaciones generarían rentas extraordinarias,<br />

mediante la inserción de nuestra producción en fluidos mercados globalizados.<br />

Complementariamente, los esfuerzos locales en ciencia y tecnología, en<br />

investigación y desarrollo generarían nuevos productos y procesos que<br />

alcanzarían con sus beneficios –en términos de mejores prestaciones,<br />

generación de empleos “de calidad” y menores costos– al conjunto de la<br />

población.<br />

Lamentablemente, semejantes postulados optimistas no se verificaron en<br />

la práctica. Ni en términos amplios de derrame de la riqueza, ni en términos<br />

restringidos de distribución de los beneficios por innovación. Para colmo de<br />

males, las inversiones públicas locales en I+D tampoco se tradujeron en<br />

innovación tecnológica, ni alcanzaron a beneficiar a los usuarios potenciales<br />

calculados. Las escasas excepciones a esta afirmación no son suficientes para<br />

mantener el irracional optimismo neoclásico.<br />

66 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


La asociación entre producción de conocimiento, innovación y desarrollo<br />

social es peligrosa si se la aplica de manera determinista lineal. Por ejemplo,<br />

la tendencia a vincular la universidad con la empresa puede ser beneficiosa si<br />

eso implica mayor financiamiento de la investigación, construcción conjunta<br />

de problemas, desarrollo de conocimientos y capacidades locales científicas<br />

y tecnológicas locales, desarticulación de la lógica de funcionamiento<br />

puramente académica de las universidades, etc.<br />

Pero eso no puede significar que las universidades públicas determinen<br />

sus prioridades y agendas excluyentemente de acuerdo a intereses de<br />

acumulación ampliada de los empresarios. La lógica de mercado capitalista<br />

no va a resolver por sí misma los problemas sociales crónicos de America<br />

Latina como alimentación, salud, educación, problemas ambientales, asimetrías<br />

en el acceso a información y bienes culturales, etc. Esta lógica de acción<br />

universidad-empresa puede incluso empeorar las condiciones sociales,<br />

profundizar las condiciones de exclusión y crear nuevas asimetrías.<br />

Esto no debe significar arrojar al bebé con el agua. Existen múltiples<br />

estrategias posibles, que vinculen producción conocimiento, innovación y<br />

desarrollo social. Si bien algunas pasan por las relaciones universidadempresa,<br />

otras pasan por la relación problema-solución de necesidades<br />

sociales, cuestiones ambientales, acceso abierto al conocimiento. Los estudios<br />

sobre sistemas de innovación muestran, sin excepciones, que las empresas<br />

capitalistas “flotan” en océanos amigables de procesos sociales de<br />

aprendizaje, relaciones usuario-productor, dinámicas locales de innovación y<br />

producción, sistemas educativos, y satisfacción y creación de necesidades<br />

locales. Sin sociedades locales no hay innovación. Sin procesos sociales de<br />

aprendizaje no hay empresas innovadoras.<br />

Por otro lado, las empresas “flotan” en océanos de espacio público. Si ese<br />

espacio público no se co-construye con la evolución de esas firmas, la<br />

innovación empresarial resulta, una vez más, inviable. Gran parte de lo que<br />

ocurre en una empresa capitalista guarda directa relación con su entorno. Pero<br />

gran parte de lo que ocurre en ese entorno es mucho más que microeconomía<br />

y mercado. Sólo pensar en la estructura de servicios públicos (electricidad,<br />

agua, combustible, comunicaciones, transportes, salud, seguridad, administración<br />

pública) revela la importancia del espacio público para la comprensión<br />

de las dinámicas de desarrollo. Claro que, para eso, es necesario revisar las<br />

propias nociones de “desarrollo”, observando que, en el mejor de los casos,<br />

las relaciones tecno-productivas empresariales son sólo un aspecto de la<br />

construcción de una dinámica social.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 67


Y parte del problema es que esta “miopía neoclásica”, que prioriza las<br />

relaciones empresariales sobre el resto de las relaciones económicas y<br />

sociales tiende a desatender los procesos de constitución y evolución de ese<br />

espacio público, y de las relaciones socio-técnicas que ésta implica. En este<br />

plano, la generación de Tecnologías Sociales constituye una cuestión clave a<br />

explorar y profundizar.<br />

La problemática relación entre la producción de conocimiento<br />

científico y tecnológico local y las necesidades de la población local<br />

La producción académica responde a señales “de escenario”. Las formas<br />

de legitimación académica, los mecanismos de evaluación, las formas de<br />

financiación, los hábitos institucionalizados, los mecanismos de formación<br />

explican la tendencia endógena, autocentrada, internacionalmente integrada y<br />

localmente aislada de las comunidades científicas latinoamericanas.<br />

¡Pero, cuidado con las condenas apresuradas! No se trata de un<br />

comportamiento irracional. Por el contrario, un investigador necesita una<br />

estructura operativa, un equipo relativamente estable, un espacio<br />

institucionalizado que sólo le garantizan, por el momento, su currículum, sus<br />

publicaciones internacionales, el reconocimiento de sus pares, su formación<br />

académica (si es posible, con notas internacionales en su formación de<br />

posgrado). Para poder realizar estas acumulaciones necesita realizar I+D en los<br />

campos en los que esta producción es aceptada y visibilizada: las revistas<br />

internacionales. Sólo que estas publicaciones son construidas normalmente por<br />

comunidades científicas, también locales, pero de países desarrollados. Estas<br />

comunidades, a su vez, responden normalmente a señales locales (de su entorno<br />

de radicación y pertenencia), y conforman sus agendas de investigación, sus<br />

formaciones académicas y sus criterios de calidad y relevancia en relación con<br />

esas señales (de sus instituciones, empresas, y, en términos más abarcativos, de<br />

sus sistemas nacionales o regionales de innovación)<br />

Los investigadores latinoamericanos se alinean y coordinan así, en agendas<br />

científicas y tecnológicas generadas fuera de la región. Internalizan estos<br />

criterios de calidad y relevancia, y desarrollan sus carreras respondiendo a<br />

esas temáticas, procedimientos, criterios y financiaciones.<br />

¿Y qué señales locales recibe? Hasta el momento, los sistemas de Ciencia<br />

y Tecnología de la región también se han alineado en el mismo sentido, y por<br />

la misma racionalidad. Y cada uno de los componentes de esos sistemas se<br />

ha ido generando, alineando y coordinando reproduciendo de manera<br />

ampliada –a escala institucional nacional– esta misma lógica. Además,<br />

68 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


observamos –en trabajos conjuntos con Renato Dagnino (Dagnino y Thomas,<br />

1998; Thomas et alli., 2000; Dagnino et alli., 2003)– que a partir de los años<br />

`90, estos sistemas han tendido a incorporar criterios vinculados a la economía<br />

de la innovación, por lo que esta dinámica responde también a la lógica del<br />

derrame: la buena ciencia se convertirá en innovación, que traerá el desarrollo<br />

y en beneficio social correspondiente. Esta última lógica refuerza a la anterior<br />

en, al menos, dos sentidos: a) reafirma las percepciones deslocalizadas de la<br />

producción de conocimientos y b) legitima en términos económicos lo que<br />

antes sólo respondía a una ingenua visión académica.<br />

Por eso se produce conocimiento caracterizado como “aplicable” que en<br />

la práctica no es “aplicado”: porque su producción no responde a ninguna<br />

necesidad local. Una oferta sin demanda, una producción sin interacción.<br />

Porque para colmo de males, las empresas locales innovan poco. Y las<br />

contadas veces en que lo hacen, resuelven sus necesidades cognitivas con<br />

recursos intramuros. Así que otra de las posibles señales para las<br />

comunidades científicas locales: la demanda empresarial, no funciona en el<br />

caso latinoamericano.<br />

Y ¡cuidado, una vez más! No se trata de un problema “cultural”, ni de las<br />

empresas ni de las instituciones públicas de I+D. Es una cuestión estructural,<br />

tecno-económica, que excede tanto a las comunidades científicas locales<br />

como al propio estado. Nuestros actuales modelos de acumulación no<br />

“necesitan” del conocimiento localmente generado. Tanto desde la teoría<br />

económica neoclásica (que considera al conocimiento científico y tecnológico<br />

como “de libre disponibilidad”), como desde el pragmatismo cortoplacista de<br />

nuestras políticas públicas, importar tecnologías tiene más sentido que<br />

desarrollarlas localmente.<br />

La necesidad de generar un nuevo escenario<br />

Así las cosas, parece obvio que es necesario construir un nuevo<br />

“escenario”. Los actores sociales y el estado pueden jugar un papel activo en<br />

la reorientación de las agendas de investigación y desarrollo. En particular,<br />

sobre la I+D financiada con fondos públicos (casi el 80% de la financiación<br />

promedio de la I+D en los países de la región). No se puede ser ingenuo: el<br />

dinero es un buen inductor de cambios en las prácticas científicas y<br />

tecnológicas. El estado puede establecer prioridades, grandes objetivos (si<br />

se hizo con la energía nuclear o el genoma humano, por qué no hacerlo con la<br />

cura de las enfermedades endémicas locales, o la producción de alimentos, o<br />

la resolución del déficit habitacional, o del déficit energético, o la ampliación<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 69


masiva del acceso a servicios públicos y a bienes culturales). El estado puede<br />

establecer líneas de investigación estratégicas claras, por objetivos y<br />

orientadas a la resolución específica de problemas sociales locales. Y tiene<br />

herramientas para hacerlo, en principio, las mismas que utiliza hasta ahora:<br />

financiación, evaluación, establecimiento de criterios de calidad y relevancia,<br />

formación académica, creación y desarrollo de instituciones (carreras,<br />

laboratorios, universidades, institutos de I+D).<br />

Sólo que no basta con hacer “más de lo mismo”. Por ejemplo, hace tiempo<br />

que el “Mal de Chagas” es una prioridad para las disciplinas biomédicas. Hasta<br />

hoy se ha producido más “conocimiento aplicable no aplicado” (Thomas y<br />

Kreimer, 2002; Kreimer y Thomas 2003 y 2004) que soluciones al problema<br />

endémico. Además, es necesario cambiar el proceso decisorio, ampliando los<br />

espacios políticos a nuevos actores; integrando instituciones, fracciones del<br />

estado, generando nuevos arreglos público-privados.<br />

La sociedad puede transformarse en un actor relevante en la construcción<br />

de problemas científico-tecnológicos. Los movimientos sociales y políticos,<br />

las ONGs, las cooperativas de base y los gobiernos locales pueden cuestionar<br />

y criticar, pero también pueden participar activamente en la elaboración de<br />

políticas de Ciencia y Tecnología, y, mejor aún, en el diseño e implementación<br />

de soluciones tecnológicas concretas.<br />

O, en otros términos, es necesario profundizar nuestras democracias para<br />

mejorar nuestras políticas de ciencia y tecnología, innovación y desarrollo. Y,<br />

paralelamente, es necesario reorientar crecientemente nuestra producción de<br />

conocimientos científicos y tecnológicos hacia las necesidades locales y la<br />

resolución de los problemas regionales para mejorar nuestras democracias.<br />

Esto tendría un doble efecto: legitimaría nuestras instituciones de CyT,<br />

justificando un aumento de recursos direccionados hacia esas instituciones, al<br />

tiempo que posibilitaría realizar investigaciones de mayor incidencia social y,<br />

aún, su potencial de publicación en revistas internacionales (porque la<br />

relevancia social no es inversamente proporcional a la calidad de la<br />

investigación). Nuevos actores, nuevo escenario, nuevas señales, nuevas<br />

agendas. Difícil, no imposible. Imposible, es nuestro fracasado modelo lineal de<br />

I+D pública, innovación empresarial, acumulación capitalista, derrame social.<br />

Y, además, creo es posible porque a muchos investigadores y tecnólogos<br />

locales les encantaría una transformación del modelo vigente en nuestros<br />

sistemas de CyT. Sólo es necesario cambiar el “escenario” para poder creer<br />

que no es un salto al vacío, sin paracaídas académico ni base material de largo<br />

plazo, dando señales estratégicas claras y consistentes.<br />

70 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


El problema del funcionamiento de las Tecnologías Sociales<br />

Pero, ¡cuidado otra vez! Más allá de las buenas intenciones, y de la<br />

pertinencia de las propuestas, no es fácil desarrollar e implementar Tecnologías<br />

Sociales. Muchas fueron discontinuadas, o generaron significativos efectos<br />

no deseados.<br />

A lo largo de la historia de más de medio siglo de concepción y uso de<br />

tecnologías orientadas a la resolución de problemas de pobreza y exclusión<br />

social es posible registrar una significativa cantidad de experiencias<br />

consideradas como fracasos.<br />

Así, es necesario responder cuatro preguntas básicas: ¿Por qué<br />

“funcionan” algunas tecnologías sociales? ¿Por qué “no funcionan” algunas<br />

tecnologías sociales? ¿Para quién “funcionan”? ¿Para quién “NO”?<br />

Lo que llamamos “éxito” o “fracaso” de una tecnología no es un resultado<br />

ex post, ni, mucho menos, es inmanente a la propia tecnología. El<br />

funcionamiento de una tecnología es una construcción socio-técnica más, en<br />

la que ejercen su agencia tanto los diferentes grupos sociales involucrados<br />

como los propios artefactos materiales que la integran.<br />

Tal vez un ejemplo permita explicar con mayor claridad los problemas y<br />

limitaciones de estas tecnologías: el Sistema de colectores de humedad<br />

ambiente en Chungungo, Chile. El proyecto de colectores de niebla es una<br />

experiencia orientada a la provisión de agua potable, desarrollada en la<br />

localidad de Chungungo (norte de Chile), a finales de la década del ‘80. El<br />

objetivo originario del proyecto era la obtención de agua para forestación<br />

mediante la captura de la humedad ambiente. Este proyecto recibió<br />

financiamiento del IDRC (Canadá) y fue desarrollado por investigadores de la<br />

Universidad Católica de Chile y la Corporación Nacional Forestal (CONAF).<br />

El sistema consistía en un conjunto de colectores de agua (estructuras<br />

rectangulares con mallas dobles de nylon de cuatro metros de altura y doce<br />

de largo sumado a un sistema de almacenamiento y distribución). Era<br />

administrado conjuntamente por la CONAF y un comité de aguas local. Los<br />

diseñadores consideraron que el sistema era sencillo de construir y operar,<br />

requería bajo know how y era fácilmente comprensible por usuarios con<br />

escasa formación tecnológica.<br />

En las experiencias piloto, estos atrapanieblas lograban recolectar 237<br />

litros de agua por día a un promedio de 5 litros por metro cuadrado. Al<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 71


observar los resultados obtenidos y el volumen de agua que se logró recolectar<br />

con este sistema, los distintos actores involucrados consideraron que podía<br />

servir para abastecer de agua potable a una población aislada.<br />

Con un fuerte apoyo institucional y financiero, desde finales de los ’80 hasta<br />

1996 se instalaron 92 colectores. Sin embargo, hacia 2001 sólo funcionaban<br />

12, como complemento de la provisión de agua potable obtenida a través de<br />

camiones cisterna (Anton, 1998; De la Lastra, 2002). Discontinuado el apoyo<br />

inicial, diversas dificultades se conjugaron en el abandono del proyecto.<br />

En la explicación de su “no funcionamiento”, es necesario incorporar tanto<br />

aspectos político-institucionales: la privatización de la empresa (comunitaria)<br />

de servicios sanitarios, que deslocalizó la administración del emprendimiento,<br />

aspectos socio-institucionales: la inexistencia de una estructura local<br />

permanente de toma de decisiones y administración y la dificultad del<br />

mantenimiento por falta de técnicos capacitados (porque el sistema no era tan<br />

sencillo como lo habían planteado sus diseñadores) y aspectos socioculturales:<br />

fundamentalmente, la creciente desconfianza de los pobladores ante<br />

una tecnología que comenzaron a percibir como inestable, y poco confiable<br />

El no-funcionamiento de esta tecnología refleja serios problemas de<br />

concepción de los artefactos y sistemas. Estas disfunciones no se explican,<br />

simplemente, por motivos sociales de “no-adopción” de un artefacto<br />

“técnicamente bien diseñado”. El diseño completo de los atrapanieblas<br />

suponía una cierta organización social, unas capacidades cognitivas por parte<br />

de los usuarios, una administración local. En la base de lo que normalmente se<br />

diagnosticaría como “problemas de implementación” de esta tecnología es<br />

posible registrar problemas de concepción de diseño, derivados a su vez de<br />

problemas de conceptualización de la tecnología.<br />

Gran parte de estos “efectos no deseados” eran previsibles. O, en otros<br />

términos, estas disfunciones se vinculan directamente con el diseño de la<br />

tecnología, y deberían formar parte del “tablero de variables clave” a considerar<br />

por los desarrolladores de Tecnología Social. Son un problema socio-técnico<br />

de ingeniería. Por esto, es necesario realizar una revisión crítica de las<br />

conceptualizaciones normalmente utilizadas por los diseñadores, policy<br />

makers, científicos y tecnólogos, agentes públicos, activistas sociales,<br />

miembros de ONGs, entre otros, a la hora de concebir, implementar, gestionar<br />

y evaluar Tecnologías Sociales. Y por eso es necesario generar nuevas<br />

capacidades de diseño, implementación, gestión y evaluación. Porque no<br />

podemos darnos el lujo de que las tecnologías sociales no funcionen.<br />

72 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Hacia los Sistemas Tecnológicos Sociales<br />

Desde esta perspectiva socio-técnica, las Tecnologías Sociales se vinculan<br />

a la generación de capacidades de resolución de problemas sistémicos, antes<br />

que a la resolución de déficits puntuales. Las Tecnologías Sociales apuntan a<br />

la generación de dinámicas locales de producción, cambio tecnológico e<br />

innovación socio-técnicamente adecuadas. Esto permite superar las<br />

limitaciones de concepciones lineales en términos de “transferencia y difusión”,<br />

mediante la percepción de dinámicas de integración en sistemas sociotécnicos<br />

y procesos de re-significación de tecnologías (Thomas, 2008).<br />

Abordar la cuestión del desarrollo de Tecnologías Sociales de esta manera<br />

implica constituir la resolución de los problemas vinculados a la pobreza y la<br />

exclusión en un desafío científico-técnico. De hecho, el desarrollo local de<br />

Tecnologías Sociales conocimiento-intensivas podría generar utilidad social<br />

de los conocimientos científicos y tecnológicos localmente producidos, hasta<br />

hoy sub-utilizados.<br />

Obviamente, no se trata de acumular un stock de Tecnologías Sociales,<br />

que aguarde a ser demandado por un usuario potencial. Los modelos S&T<br />

Push, ofertistas, son tan poco eficientes en el campo de las Tecnologías<br />

Sociales como en el de la innovación “neo-schumpeteriana” (Thomas, Davyt<br />

y Dagnino, 2000).<br />

Las concepciones actualmente en uso: “Tecnologías apropiadas”<br />

(Schumacher, 1973; deMoll, 1977; Jecquier, 1976 y 1979; Kohr, 1981;<br />

Bourrieres, 1983; Reedy, 1983; Robinson 1983; Ahmad, 1989), “Tecnologías<br />

democráticas” (Mumford, 1964; Winner, 1988), “Tecnologías intermedias”<br />

(Schumacher, 1973, Pack, 1983; Riskin, 1983), “Tecnologías alternativas”<br />

(Dickson, 1980), “Grassroots” (Gupta et alli., 2003), “Social Innovations”<br />

(Anderson, 2006; Martin y Osberg, 2007), “Base de la pirámide” (Prahalad,<br />

2006), presentan, vistas desde la actualidad, limitaciones y restricciones,<br />

divergencias e inconsistencias.<br />

Por ejemplo, sólo por tomar la conceptualización más difundida, las<br />

“tecnologías apropiadas” disponibles presentan una serie de problemas:<br />

concebidas como intervenciones paliativas, destinadas a usuarios con escasos<br />

niveles educativos, acaban generando dinámicas top-down (“paternalistas”).<br />

Así, por un lado, privilegian el empleo de conocimiento experto, ajeno a los<br />

usuarios-beneficiarios, y por otro sub-utilizan el conocimiento tecnológico local<br />

(tácito y codificado) históricamente acumulado.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 73


Como fueron diseñadas para situaciones de extrema pobreza de núcleos<br />

familiares o pequeñas comunidades, normalmente aplican conocimientos<br />

tecnológicos simples y tecnologías maduras, dejando de lado el nuevo<br />

conocimiento científico y tecnológico disponible.<br />

Esto no tendría por qué ser así: La telefonía celular, por ejemplo, es<br />

conocimiento intensivo, y es inteligentemente utilizada por sectores de bajos<br />

ingresos que operan eficientemente esa dotación tecnológica (las redes de<br />

recolectores de residuos de la ciudad de Buenos Aires se coordinan con<br />

telefonía celular).<br />

Por otro lado, concebidas como simples bienes de uso, las tecnologías<br />

apropiadas normalmente pierden de vista que, al mismo tiempo, generan bienes<br />

de cambio y dinámicas de mercado. De hecho, normalmente ignoran los<br />

sistemas de acumulación y los mercados de bienes y servicios en los que se<br />

insertan, y, por lo tanto, terminan resultando económicamente insustentables.<br />

Así, no es extraño que, a mediano y largo plazo, las “tecnologías apropiadas”<br />

hayan generado dinámicas económicas “de dos sectores”, cristalizando<br />

involuntariamente situaciones de discriminación y marginalidad, y produciendo,<br />

paradójicamente, nuevas formas de exclusión y desintegración social.<br />

Por lo tanto, parece ineludible construir nuevo conocimiento, nuevas<br />

conceptualizaciones, nuevos aparatos analíticos, orientados tanto a superar<br />

estos problemas teóricos como a mejorar las políticas públicas vinculadas al<br />

desarrollo socio-económico de los países de la región.<br />

No sólo es necesario generar un nuevo escenario, sino también un nuevo<br />

marco conceptual para analizar, diseñar, producir, implementar, re-aplicar,<br />

gestionar y evaluar Tecnologías Sociales.<br />

La Tecnología Social es un modo de desarrollar e implementar tecnologías<br />

(de producto, proceso y organización), orientada a la generación de dinámicas<br />

de inclusión social y económica y desarrollo sustentable. Focaliza las<br />

relaciones problema/solución como un complejo proceso de co-construcción.<br />

Esto configura, en la práctica, una visión sistémica, donde difícilmente exista<br />

una solución puntual para un problema puntual. Por el contrario, esta visión<br />

sistémica posibilita la aparición de una nueva forma de concebir soluciones<br />

socio-técnicas (combinando, por ejemplo, la resolución de un déficit de<br />

energía con la gestación de una cadena de frío, vinculada a su vez a un sistema<br />

de conservación de alimentos y la potencial comercialización del excedente).<br />

Ajustando el concepto, tal vez sería conveniente hablar de “Sistemas<br />

Tecnológicos Sociales”, antes que de Tecnologías Sociales puntuales.<br />

74 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


El problema de la generación de actores<br />

No alcanza con tener buenas ideas… si no hay actores capaces de<br />

desarrollarlas. Dado que la adecuación socio-técnica de las Tecnologías<br />

Sociales constituye una relación problema-solución no lineal, será necesario<br />

desarrollar nuevas capacidades estratégicas (de “diagnóstico”, planificación,<br />

diseño, implementación, gestión y evaluación).<br />

Uno de los principales desafíos de un proyecto de cambio social mediante<br />

estrategias que hagan un uso intensivo de Tecnologías Sociales, es la<br />

formación de actores con capacidad para diseñar, implementar, gestionar y<br />

evaluar estas tecnologías en la región. En la práctica, esto implica la<br />

articulación de acciones con al menos tres niveles de usuarios del<br />

conocimiento generado: actores institucionales vinculados al proceso de<br />

producción e implementación de Tecnologías Sociales, actores políticos<br />

vinculados a los procesos de policy making y toma de decisiones, actores<br />

comunitarios y usuarios finales de Tecnologías Sociales.<br />

Obviamente, es necesaria la activa participación de investigadores y<br />

desarrolladores de Tecnologías Sociales (de instituciones de I+D,<br />

Universidades, ONGs, empresas, etc.). El enrolamiento de estos actores (tanto<br />

en la investigación como en las diferentes instancias de formación de recursos<br />

humanos) constituye una operación clave para alcanzar la gestación nuevas<br />

tecnologías, así como de redes orientadas a viabilizar tanto la cooperación de<br />

terceros actores como la visibilidad de las experiencias y la consolidación de<br />

las acciones a desarrollar y expandir las operaciones actualmente en curso.<br />

La incorporación de policy makers, tomadores de decisiones e<br />

implementadores de políticas (de instituciones gubernamentales, agencias<br />

internacionales de cooperación, agencias públicas y representaciones<br />

sectoriales del empresariado) constituye una tercera condición de factibilidad,<br />

posibilitando tanto la ampliación del espacio social y político para el desarrollo<br />

de Tecnologías Sociales como la generación de capacidades de planificación,<br />

gestión, seguimiento y evaluación (tanto en el nivel local como regional).<br />

Finalmente, pero no por esto menos importante, incorporar activamente la<br />

participación de los usuarios/beneficiarios finales en los procesos de diseño,<br />

producción y puesta en práctica de Tecnologías Sociales, reforzando el papel<br />

de las comunidades de base tanto en los procesos de policy making, toma de<br />

decisiones y evaluación ex ante como de desarrollo, implementación, gestión<br />

y evaluación ex post de Tecnologías Sociales.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 75


Una vez más, en el plano de los actores el escenario actual aparece como<br />

un desafío. Existen en la región una diversidad de grupos e instituciones<br />

vinculadas el desarrollo de tecnologías orientadas a la resolución de problemas<br />

sociales y ambientales. En líneas generales, en cada país de la región hay<br />

diferentes grados de desarrollo, diferentes cantidades de recursos destinados,<br />

diferentes niveles de institucionalización. Pero, en líneas generales, es posible<br />

discernir entre Brasil y el resto de los países de la región.<br />

En general, las experiencias latinoamericanas se han desarrollado en<br />

términos de “tecnologías apropiadas”. Existe una gran fragmentación, y una<br />

débil integración inter-institucional. Los desarrollos más significativos se<br />

localizan en los temas de vivienda, provisión y potabilización de agua,<br />

producción de alimentos, energías alternativas.<br />

Sólo Brasil cuenta, por el momento, con una Red de Tecnología Social<br />

(RTS). ¡Qué caso tan interesante! La RTS ha conseguido, en relativamente<br />

poco tiempo, instalar la cuestión a nivel decisorio nacional. Y eso no es poca<br />

cosa. Pero además, parece haber logrado generar dinámicas colectivas<br />

participativas, abiertas a múltiples temáticas, problemáticas, sectores<br />

productivos y tecnológicos.<br />

Y, tal vez lo más interesante de la RTS, ha generado un mecanismo de<br />

reflexión sobre sus propias conceptualizaciones y prácticas. Obviamente<br />

puede haber problemas de implementación, pero me parece que no hay<br />

errores de concepción en este sentido. En particular, si se consigue mantener<br />

la lógica vigente de reflexión crítica, aprendizaje institucional y acumulación<br />

por integración (no por mera agregación).<br />

Resta aún por definir hasta qué punto la RTS consigue escapar la las<br />

trampas del voluntarismo asistencialista, la simplificación ofertista, o la lógica<br />

de dos sectores. Pero, en todo caso, son ese tipo de discusiones que es<br />

bueno tener en el campo de las Tecnologías Sociales (y parece contar con<br />

los mecanismos socio-institucionales para resolverlas).<br />

Así, el último aspecto estratégico de la condición de viabilidad de<br />

semejante proyecto (en relación con la formación de actores) es la<br />

conformación de redes nacionales y regionales de Tecnologías Sociales. La<br />

interacción produce sinergias positivas, refuerza las trayectorias institucionales,<br />

visibiliza iniciativas en curso y promueve el desarrollo de nuevas tecnologías y<br />

nuevos grupos, al tiempo que amplía el espacio político de los movimientos<br />

sociales vinculados a estas experiencias.<br />

76 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Sistemas Tecnológicos Sociales como estrategias de desarrollo<br />

sustentable<br />

Los países de América Latina muestran alarmantes índices sociales y<br />

económicos. Lejos de disminuir, la marginalidad, el desempleo, la pobreza y la<br />

violencia social tienden a aumentar y profundizarse. Enormes proporciones de<br />

la población (oscilando entre el 20 y el 50% según los diferentes países e<br />

indicadores) viven en condiciones de exclusión, signadas por un conjunto de<br />

déficits: habitacional, alimentario, educacional, de acceso a bienes y servicios.<br />

La superación de estos problemas sociales es, probablemente, el mayor<br />

desafío político y económico de los gobiernos locales. Es, al mismo tiempo, la<br />

mayor deuda social existente en la región.<br />

La escala del problema social supera las actuales capacidades de<br />

respuesta gubernamental. La urgencia parece exceder los tiempos políticos y<br />

los planes graduales. El alcance estructural parece mostrar la ineficacia de los<br />

mecanismos de mercado para resolver el escenario socio-económico. La<br />

dimensión tecnológica del problema constituye un desafío en sí misma.<br />

Resolver estos déficits estructurales con las tecnologías convencionales<br />

disponibles, demandaría la movilización de recursos equivalentes al 50 o 100%<br />

del producto nacional de los países afectados. No parece posible responder<br />

al desafío con el simple recurso de multiplicar acríticamente la dotación<br />

tecnológica existente.<br />

La inclusión de la población excluida y sub-integrada, en condiciones de<br />

consumo compatibles con estándares de calidad de vida digna y trabajo<br />

decente, así como la generación de viviendas y empleos necesarios,<br />

implicarían una gigantesca demanda energética, de materiales, de recursos<br />

naturales, con elevados riesgos de impacto ambiental y nuevos desfasajes<br />

sociales.<br />

Una acción orientada por la simple multiplicación del presupuesto en I+D<br />

será insuficiente para generar un cambio significativo en la dinámica social. El<br />

desarrollo de Sistemas Tecnológicos Sociales constituye un aspecto de la<br />

respuesta viable.<br />

El desarrollo de Sistemas Tecnológicos Sociales en red puede implicar<br />

obvias ventajas económicas: inclusión, empleo, integración en sistemas de<br />

servicios. De hecho, múltiples tecnologías “apropiadas” ya han producido<br />

bienes de uso que resolvieron, con mayor o menor suerte, diferentes<br />

problemas tecno-productivos puntuales.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 77


No es, en cambio, tan obvio que concebir Tecnologías Sociales<br />

–incorporando la dimensión de bienes de cambio– supone nuevas posibilidades<br />

y oportunidades, tanto en términos económicos como productivos.<br />

La diferenciación de productos, la adecuación y mejora de procesos<br />

productivos, el desarrollo de nuevas formas de organización, la incorporación<br />

de valor agregado, la intensificación del contenido cognitivo de productos y<br />

procesos son cuestiones clave tanto para concebir un cambio del perfil<br />

productivo de las economías en desarrollo como para generar una mejora<br />

estructural de las condiciones de vida de la población (mejoras en productos<br />

y servicios, calidad y cantidad de empleos, mejoras en el nivel de ingresos,<br />

incorporación al mercado de trabajo e integración social de sectores<br />

marginalizados, y aún, rescate de las culturas locales e identidades grupales<br />

y étnicas).<br />

Una diversidad de Sistemas Tecnológicos Sociales que posibiliten tanto<br />

accesibilidad como ahorros sociales en sistemas de salud, alimentación,<br />

transporte, vivienda, etc., pueden vincularse con la generación de precios de<br />

referencia y reducción de costos de logística, infraestructura y servicios. La<br />

adecuación de las Tecnologías Sociales localmente generadas a las<br />

situaciones de uso y su compatibilidad con los sistemas preexistentes, implica<br />

también un potencial de expansión en terceros mercados de países en vías de<br />

desarrollo o, aún, desarrollados.<br />

Lejos de la estática invención de una solución “apropiada”, el desarrollo<br />

de Sistemas Tecnológicos Sociales puede implicar la gestación de dinámicas<br />

locales de innovación, la apertura de nuevas líneas de productos, de nuevas<br />

empresas productivas, de nuevas formas de organización de la producción y<br />

de nuevas oportunidades de acumulación (tanto en el mercado interno como<br />

en el exterior), así como la generación de nuevos sectores económicos, redes<br />

de usuarios intermedios y proveedores.<br />

Sistemas Tecnológicos Sociales como estrategias de construcción<br />

de un futuro viable<br />

La crisis global ha mostrado tanto la fragilidad estructural del modelo de<br />

acumulación económica como la arbitrariedad de su arquitectura conceptual e<br />

institucional. Pero, fundamentalmente, ha desnudado su incapacidad de<br />

contrarrestar los efectos negativos de su dinámica. En meses se ha multiplicado<br />

exponencialmente la cantidad de desocupados, pobres e indigentes, en el<br />

corazón mismo de las economías más identificadas con el modelo.<br />

78 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


No sólo en los países subdesarrollados hay exclusión social. Sólo se nota<br />

más, se ve más, parece más cruel. Pero basta con observar los problemas de<br />

los sistemas de salud, de integración social, de riesgo ambiental de los países<br />

denominados desarrollados, de restricción al acceso a bienes y servicios para<br />

percibir la evidencia de la incapacidad de la economía de mercado para<br />

resolver cuestiones sociales clave.<br />

Las Tecnologías Sociales no son –no tienen por qué restringirse a– una<br />

respuesta paliativa, una forma de minimizar los efectos de la exclusión de los<br />

pobres. Es mucho más interesante y útil concebirlas como una forma de<br />

viabilizar la inclusión de todos en un futuro posible.<br />

En el plano económico, los Sistemas Tecnológicos Sociales constituyen<br />

una forma legítima de habilitación del acceso público a bienes y servicios, a<br />

partir de la producción de bienes comunes. En este nivel, los Sistemas<br />

Tecnológicos Sociales pueden desempeñar tres papeles fundamentales:<br />

generación de relaciones económico-productivas inclusivas, más allá de las<br />

restricciones (coyunturales y estructurales) de la economía de mercado,<br />

acceso a bienes, más allá de las restricciones del salario de bolsillo,<br />

generación de empleo, más allá de las restricciones de la demanda laboral<br />

empresarial local<br />

Los Sistemas Tecnológicos Sociales suponen así diversas vías de<br />

generación y dinamización de sistemas productivos locales: nuevos productos<br />

y procesos, ampliaciones de escala, diversificación de la producción,<br />

complementación en redes tecno-productivas, integración de la producción<br />

(en diferentes escalas y territorios: local, regional, provincial, nacional).<br />

Tres errores son comunes en la concepción de Tecnologías Sociales en<br />

contextos capitalistas:<br />

1) Concebirlas fuera de las relaciones de mercado, como si no se<br />

insertaran en relaciones de intercambio, como si no fueran afectadas<br />

por procesos de formación de precios, como si formaran parte de una<br />

economía solidaria paralela, aislada del resto de las relaciones<br />

económico productivas.<br />

2) Entenderlas al estilo de “la base de la pirámide” o algunas “social<br />

innovations” como procesos convencionales de búsqueda de<br />

formación de renta, vía innovación tecnológica, como negocio para<br />

transnacionales o salvación para entrepreneurs locales<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 79


3) Pensarlas como mecanismos destinados a salvar las fallas del sistema<br />

de distribución de renta, como parches tecnológicos a problemas<br />

sociales: servicios y alimentos baratos para población en situación de<br />

extrema pobreza.<br />

Ahora bien, es posible concebir procesos de cambio social donde las<br />

Tecnologías Sociales ocupan un espacio estratégico, tanto en términos de dar<br />

sustento a transiciones de puesta en producción, de cambio de hábitos de<br />

consumo, de integración paulatina, como en términos de generación de<br />

dinámicas endógenas de innovación y cambio tecnológico.<br />

Esto no significa que las Tecnologías Sociales tiendan a reproducir<br />

–inexorablemente– las relaciones sociales capitalistas existentes. Un diseño<br />

estratégico de Sistemas Tecnológicos Sociales permitiría dar soporte material<br />

a procesos de cambio social, relaciones económicas solidarias, ampliación del<br />

carácter público y de libre disponibilidad de bienes y servicios, abaratamiento<br />

de costos, control de daños ambientales y disminución de riesgos<br />

tecnológicos, al tiempo que sancionaría relativamente (cuanto menos por su<br />

presencia como alternativa tecno-productiva) a procesos de discriminación y<br />

desintegración, acumulación excesiva, productos suntuarios, producciones<br />

ambientalmente no sustentables.<br />

En otros términos, la generación de nuevos Sistemas Tecnológicos<br />

Sociales permitiría promover ciclos de inclusión social, precisamente donde las<br />

relaciones capitalistas de mercado impiden la gestación de procesos de<br />

integración, y consolidan dinámicas de exclusión social. Porque, precisamente<br />

por su carácter “misión orientado” (de reconfiguración de estructuras de<br />

costos, racionalización de la producción, promoción de usos solidarios,<br />

distribución del control social de los sistemas productivos, resolución sistémica<br />

de problemas tecno-productivos), las Tecnologías Sociales pueden<br />

desempeñar un papel anticíclico en economías signadas por la crisis.<br />

Y, obviamente, Tecnologías Sociales orientadas por criterios de inclusión<br />

social y funcionamiento en red posibilitarían la construcción de sistemas socioeconómicos<br />

más justos en términos de distribución de renta, y más<br />

participativos en términos de toma de decisiones colectivas. Lejos de una mera<br />

reproducción ampliada, la proliferación y articulación de Sistemas<br />

Tecnológicos Sociales permitiría dar sustentabilidad material a nuevos órdenes<br />

socio-económicos.<br />

Es posible, y económicamente viable, generar un complejo sistema de<br />

relaciones de mercado y de no-mercado, que se integre en una dinámica de<br />

80 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


distribución equitativa de la renta, acceso igualitario a bienes y servicios e<br />

inclusión social.<br />

Las Tecnologías Sociales no deberían ser concebidas como parches de<br />

las “fallas de mercado”, o de morigeración de los “efectos no deseados” de las<br />

economías de mercado. Tampoco como paliativo sintomático para los dolores<br />

sociales que genera el desarrollo capitalista. Ni como un gasto social orientado<br />

a direccionar “solidariamente”, el derrame de los beneficios económicos<br />

acumulados por los sectores más dinámicos de las economías nacionales. Ni<br />

como una forma de acción social destinada a mantener –en mínimas<br />

condiciones de subsistencia– a la masa de excluidos del mercado laboral.<br />

Los Sistemas Tecnológicos Sociales son –deberían ser– un componente<br />

clave en estrategias de desarrollo socio-económico y democratización política.<br />

Tecnologías Sociales y Democracia: la Ciudadanía Socio-Técnica<br />

Parece evidente que nuestros sistemas democráticos presentan graves<br />

restricciones, flagrantes contradicciones entre el plano nominal y la<br />

participación real de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones.<br />

Las Tecnologías Sociales parecen, en este sentido, una pieza clave de una<br />

estrategia de democratización (Thomas, 2009).<br />

Es imprescindible, en este sentido, considerar las estrategias de desarrollo<br />

basadas en Sistemas Tecnológicos Sociales como una política activa orientada<br />

a superar los problemas sociales y ambientales del conjunto de la población, de<br />

distribución más racional de los recursos, de producción de mejores bienes y<br />

servicios, de mejora de las condiciones de vida de todos ciudadanos.<br />

Queda clara entonces la importancia de incluir las “tecnologías de<br />

organización” en el campo de desarrollo de las Tecnologías Sociales. Desde<br />

la optimización de las políticas públicas hasta la profundización y coordinación<br />

de las acciones de organizaciones gubernamentales y no-gubernamentales,<br />

requiere una mejora en las tecnologías de organización utilizadas. Esto<br />

posibilitaría tanto la optimización del gasto público como la aceleración de los<br />

procesos de cambio social.<br />

Una de las tendencias más evidentes de las dinámicas socio-técnicas<br />

vinculadas con el desarrollo capitalista es la reducción del espacio público y<br />

la profundización de los procesos de apropiación privada de bienes,<br />

conocimientos y espacios. Esta apropiación es acompañada de nuevas<br />

tecnologías de control social y regulación de conductas de la población.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 81


Las Tecnologías Sociales suponen –por el contrario– la posibilidad de una<br />

ampliación radical del espacio público. No se trata simplemente del espacio<br />

público entendido como plazas y parques, calles y ciudades, museos y<br />

reparticiones del estado, sino del acceso irrestricto a bienes y servicios, a<br />

medios de producción, a redes de comunicación, a nuevas formas de<br />

interrelación.<br />

Porque la aplicación sistémica de Tecnologías Sociales posibilitaría<br />

transformar en espacios públicos –en bienes comunes– amplios sectores de<br />

la economía, que en este momento se encuentran ya privatizados o en proceso<br />

de privatización: desde la circulación y disponibilización de información hasta<br />

el sistema de transportes, desde la producción de alimentos básicos hasta la<br />

distribución de medicamentos, desde la construcción de viviendas hasta la<br />

organización de sistemas educativos.<br />

¿Y por qué es conveniente ampliar el espacio de lo público y la producción<br />

de bienes comunes? Porque es una de las formas más directas y eficientes de<br />

redistribuir la renta, de garantizar una ampliación de los derechos, de viabilizar<br />

el acceso a bienes y servicios, y, por lo tanto, de resolver situaciones de<br />

exclusión y democratizar una sociedad.<br />

Hasta hoy, la tecnología ha sido manejada como una caja negra, como una<br />

esfera autónoma y neutral que determina su propio camino de desarrollo,<br />

generando a su paso efectos inexorables, constructivos o destructivos. Esta<br />

visión lineal, determinista e ingenua de la tecnología permanece aún vigente en<br />

la visión ideológica de muchos actores clave: tomadores de decisión,<br />

tecnólogos, científicos e ingenieros. Lejos de un sendero único de progreso,<br />

existen diferentes vías de desarrollo tecnológico, diversas alternativas<br />

tecnológicas, distintas maneras de caracterizar un problema y de resolverlo.<br />

Las Tecnologías Sociales proponen la generación de nuevas vías de<br />

construcción y de resolución de problemas socio-técnicos. Pero,<br />

fundamentalmente, suponen una visión no ingenua de la tecnología y de su<br />

participación en procesos de construcción y configuración de sociedades.<br />

También implican la posibilidad de elección de nuevos senderos, y de<br />

participación en esas decisiones tanto de los productores como de los<br />

usuarios de esas tecnologías.<br />

Así, las Tecnologías Sociales no sólo son inclusivas porque están<br />

orientadas a viabilizar el acceso igualitario a bienes y servicios del conjunto de<br />

la población, sino porque explícitamente abren la posibilidad de la participación<br />

de los usuarios, beneficiarios (y también de potenciales perjudicados) en el<br />

82 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


proceso de diseño y toma de decisiones para su implementación. Y no lo<br />

hacen como si esta participación fuese un aspecto complementario, “al final<br />

del proceso productivo”, sino porque requieren, estructuralmente, de la<br />

participación de estos diversos actores sociales en los procesos de diseño e<br />

implementación.<br />

Si las tecnologías no son neutrales, si existen alternativas tecnológicas y es<br />

posible elegir entre ellas, si los actores sociales pueden participar de estos<br />

procesos, y si las tecnologías constituyen la base material de un sistema de<br />

afirmaciones y sanciones que determina la viabilidad de ciertos modelos socioeconómicos,<br />

de ciertos regímenes políticos, así como la inviabilidad de otros,<br />

parece obvio que es imprescindible incorporar la tecnología como un aspecto<br />

fundamental de nuestros sistemas de convivencia democrática.<br />

Resulta tan ingenuo pensar que semejante nivel de decisiones pueda<br />

quedar exclusivamente en manos de “expertos”, como concebir que la<br />

participación no informada puede mejorar las decisiones. Parece insostenible<br />

continuar pensando que la tecnología no es un tema central de nuestras<br />

democracias.<br />

Son nuestras capacidades de diseño de viviendas, de regímenes de uso de<br />

los recursos naturales, de construcción de infraestructura, de producción y<br />

distribución de alimentos, de comunicación y acceso a bienes culturales, de<br />

generación de empleos dignos, las que determinan qué vidas son posibles y<br />

qué vidas no son viables en nuestras sociedades, las que designan quiénes<br />

son los incluidos y quiénes los excluidos.<br />

Por eso, la ciudadanía socio-técnica constituye un aspecto central de<br />

nuestra vida democrática. Los Sistemas Tecnológicos Sociales son, en este<br />

sentido, una de las expresiones más claras de este derecho ciudadano. Son,<br />

al mismo tiempo, la mejor vía para el ejercicio de ese derecho: la forma más<br />

democrática de diseñar, desarrollar, producir, implementar, gestionar y evaluar<br />

la matriz material de nuestro futuro.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 83


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en Robinson, A. (ed.), Tecnologías apropiadas para el desarrollo del tercer<br />

mundo, FCE, México D.F., pp. 75-100.<br />

Robinson, A. (ed.) (1983), Tecnologías apropiadas para el desarrollo del<br />

tercer mundo, FCE, México.<br />

Schumacher, E. (1973), Small is beautiful, Bond & Briggs, Londres.<br />

Thomas, H. (2008), “En búsqueda de una metodología para investigar<br />

Tecnologías Sociales”, Workshop Tecnologías para la inclusión social y<br />

políticas públicas en América Latina, Rio de Janeiro, 24-25 de noviembre de<br />

2008.<br />

Thomas, H.; Davyt, A. y Dagnino, R. (2000), “Vinculacionismo-<br />

Neovinculacionismo. Racionalidades de la interacción universidad-empresa<br />

en América Latina” en: Casas, R. y Valenti, G. (Coords.): Dos Ejes en la<br />

Vinculación de las Universidades a la Producción, IIS-UNAM/UAM-<br />

Xochimilco/Plaza y Valdés Ed., México, pp 25-48.<br />

Thomas, H. y Kreimer, P. (2002), “La apropiabilidad social del conocimiento<br />

científico y tecnológico. Una propuesta de abordaje teórico-metodológico” en:<br />

Dagnino, R. y Thomas, H. (Orgs.): Panorama dos estudos de Ciência,<br />

Tecnologia e Sociedade na América Latina, Cabral-FINEP, San Pablo, pp.<br />

273-291.<br />

Thomas, H. y Dagnino, R. (2005), “Efectos de transducción: una nueva crítica<br />

a la transferencia acrítica de conceptos y modelos institucionales”, Ciencia,<br />

Docencia y Tecnología, XVI, (31), pp. 9-46.<br />

Thomas, Hernán (2009), “Tecnologias para Inclus o Social e Políticas<br />

Públicas na América Latina”, en Oterloo, Aldalice et al.: Tecnologias Sociais:<br />

Caminhos para a sustentabilidade, RTS, Brasilia, ISBN 978-85-89263-08-5,<br />

pp. 25-81, 277 páginas.<br />

Winner, L. (1988): The whale and the reactor. A search for limits in an age of<br />

high technology, University of Chicago Press, Chicago.<br />

86 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Sobre el carácter cuantitativo de la evaluación<br />

neoliberal de la Universidad<br />

Introducción<br />

Marcos Barbosa de Oliveira<br />

Universidad de San Pablo<br />

Este análisis incorpora ideas de dos trabajos, a saber: “La evaluación<br />

neoliberal en la Universidad y la responsabilidad social de los investigadores”;<br />

comunicación presentada en el VI <strong>Encuentro</strong> de la AFHIC (Montevideo, mayo<br />

de 2008), y después publicada en la revista Scientiae Studia (Oliveira, 2008;<br />

de aquí en adelante, AN), y un artículo mucho más largo, aún en elaboración,<br />

que lleva por título “Un esquema teórico para el estudio de la mercantilización<br />

de la ciencia” (de aquí en adelante, ET), del cual un fragmento fue presentado<br />

y discutido en el I <strong>Encuentro</strong> Internacional “<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong><br />

<strong>Tecnológicas</strong>” (Buenos Aires, octubre de 2009). Nuestro objetivo ahora es<br />

proponer una respuesta más elaborada para la pregunta puesta en AN,<br />

recurriendo a concepciones desarrolladas en ET.<br />

Tal pregunta emerge de las siguientes consideraciones:<br />

1.En el camino ascendente del neoliberalismo, viene ocurriendo en los<br />

centros productores de conocimiento científico –universidades e<br />

institutos de investigación– una ofensiva a la evaluación: un movimiento<br />

en el que las prácticas de evaluación formal se multiplican, adquiriendo un<br />

peso mucho mayor en la vida de las instituciones.<br />

2.Un aspecto muy marcado –y muy controvertido– de esas prácticas es su<br />

carácter fundamentalmente cuantitativo, el hecho de que éstas se basen<br />

en la cantidad de artículos publicados en revistas especializadas, cantidad<br />

de maestros y doctores graduados, índices de impacto de las revistas,<br />

etc.<br />

3.Hay algo profundamente contra-intuitivo en la idea de evaluar<br />

cuantitativamente creaciones de la mente humana, sean obras de arte,<br />

invenciones, o contribuciones al avance del conocimiento científico.<br />

De allí surge la pregunta: ¿cuáles son las fuerzas que animan ese proceso<br />

en que, contrariando a nuestras intuiciones más profundas, se acentúa la<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 87


tendencia cuantitativa en las prácticas de evaluación aplicadas a los<br />

investigadores, e investigadores-docentes de la Universidad?<br />

El esquema teórico propuesto en ET parte del principio, presentado<br />

muchas veces como uno de los fundamentos de la economía, según el cual,<br />

para organizar su vida económica, cualquier sociedad debe tener instituciones<br />

capaces de dar respuesta a tres cuestiones: ¿qué producir, cómo producir y<br />

cómo distribuir los bienes producidos? 1 El corazón del esquema es la tesis de<br />

que a cada una de las tres cuestiones corresponde una dimensión de la vida<br />

económica, de manera tal que una categoría de bienes puede o no ser<br />

mercantilizada –o ser parcialmente mercantilizada– en cada una de las<br />

dimensiones, de manera relativamente independiente.<br />

En relación a la ciencia, la pregunta ¿qué producir? asume la forma ¿qué<br />

investigar?, o, en otras palabras, “entre los posibles proyectos de investigación,<br />

¿cuáles deben ser llevados a cabo? ¿cuáles deben ser descartados?”. Se<br />

trata por lo tanto de una pregunta sobre los rumbos de la investigación<br />

científica. En la 1ª dimensión, los procesos de mercantilización de la ciencia<br />

son los que tienen el sentido de aumentar el peso del mercado entre los<br />

hechos que determinan los rumbos de la investigación científica.<br />

La pregunta ¿cómo producir? remite a la forma en que es administrada la<br />

producción del conocimiento científico, en un sentido amplio, que incluye<br />

como elemento especialmente importante el régimen de trabajo de los<br />

productores directos, los investigadores. La ciencia es mercantilizada cuando<br />

esa forma es la empresarial, caracterizada como la que opera con parámetros<br />

cuantitativos –en último análisis, monetarios– y se orienta por el objetivo de<br />

maximizar uno de ellos –en el caso paradigmático, las ganancias.<br />

Una categoría de bienes es mercantilizada en la 3ª dimensión cuando su<br />

distribución se da por medio de la venta. En el caso del conocimiento científico<br />

y tecnológico, los Derechos de Propiedad Intelectual (DPI, que incluyen los<br />

derechos de autor y las patentes) constituyen el dispositivo legal que torna<br />

posible su compra y venta. Cuanto más cercado por los DPI, más<br />

mercantilizado estará el conocimiento científico y tecnológico.<br />

El objetivo central de ET es demostrar –adaptando la metáfora de Platón–<br />

que ese análisis efectivamente “trincha por las juntas” o corta por las uniones<br />

1 Cualquier sociedad humana –sea un país industrial avanzado, una economía de planeamiento central o una<br />

sociedad tribal aislada– tiene que afrontar y resolver tres problemas económicos fundamentales. Cualquier<br />

sociedad necesita tener un modo para determinar qué bienes son producidos, cómo son producidos esos bienes<br />

y para quién son producidos.” (Samuelson y Nordhaus, 1999, p. 8.)<br />

88 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


el proceso de mercantilización de la ciencia como un todo. Esto se hace por<br />

medio de un estudio sobre el desarrollo histórico de ese proceso,<br />

considerando, en orden secuencial, cada una de sus dimensiones. En este<br />

trabajo, trataremos sólo, parcialmente, la 1ª dimensión, como una introducción<br />

al estudio de la segunda, que es de donde emerge la respuesta a la pregunta<br />

recopilada en AN, relativa al carácter cuantitativo de la evaluación neoliberal.<br />

El estudio de la 3ª dimensión contribuye mucho menos a la respuesta; ésta<br />

será mencionada sólo ocasionalmente a lo largo de la exposición.<br />

Terminando con esta introducción, presentamos un rápido esbozo del<br />

contexto histórico relevante para los procesos de mercantilización de la ciencia<br />

en las tres dimensiones. La época crucial en la historia de la ciencia desde el<br />

punto de vista de la mercantilización es la que va desde el fin de la Segunda<br />

Guerra hasta la actualidad. En la literatura respectiva, hay una concordancia<br />

generalizada respecto de una visión que identifica en el desarrollo de la ciencia<br />

en esa época dos fases principales, con una fase crítica de transición entre<br />

ellas, situada en la década del 70. Dos libros importantes en que tal<br />

periodicidad figura con claridad, como elemento estructurante de las ideas<br />

expuestas, son Prometheus bound: science in a dynamic steady state, de<br />

John Ziman (1994) y Pasteur’s quadrant: basic science and technological<br />

innovation, de Donald Stokes (1997). Cada uno de ellos, sin embargo, usa un<br />

término bien definido sólo para una de las fases: Stokes se refiere a la primera<br />

como la fase del paradigma de la posguerra; Ziman a la segunda como la fase<br />

de la ciencia de estado estacionario (steady state science) 2 . En términos<br />

históricos más generales, la primera fase coincide con el período de los<br />

llamados años de oro en el desarrollo del capitalismo, la segunda con el<br />

período neoliberal. Con esta justificación, en lugar de las expresiones de<br />

Stokes y Ziman usaremos respectivamente ciencia de los años de oro (CAO)<br />

y ciencia neoliberal.<br />

La ciencia de los años de oro y su autonomía<br />

Para simplificar la tarea de caracterizar la CAO, tomaremos como referencia<br />

principal el documento reconocido como el más emblemático de la ciencia de<br />

ese período, a saber, el informe elaborado por Vannevar Bush a pedido del<br />

presidente Roosevelt, entregado a su sucesor, Truman, en julio de 1945, y<br />

publicado bajo el título Science, the endless frontier (Bush, 1990). Atendiendo<br />

2 Comentando la transición hacia la fase de la ciencia del estado estacionario, dice Ziman: “En menos de una<br />

generación fuimos testigos de una transformación radical, irreversible y de alcance mundial en la manera en que<br />

la ciencia es organizada y practicada.” (Ziman, 1994, p. 7) En Real science: what it is, and what it means Ziman<br />

(2000) cambia la designación por “ciencia pos-académica”.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 89


a la solicitud de Roosevelt, el informe delineaba las políticas científicas y<br />

tecnológicas (PCTs) a ser adoptadas en el país una vez terminada la guerra 3 .<br />

Desde la visión defendida en el informe, cabe al Estado la financiación de<br />

la investigación científica. Esta es realizada por científicos motivados sólo por<br />

la pura curiosidad, por el conocimiento como un fin en sí mismo o, en otras<br />

palabras, por el valor intrínseco de la ciencia. El conocimiento generado por<br />

la investigación científica proporciona aplicaciones tecnológicas, siendo la<br />

investigación tecnológica responsable del desarrollo de esas aplicaciones. En<br />

los términos del informe (“investigación básica” e “investigación aplicada” en<br />

lugar, respectivamente, de “investigación científica” e “investigación<br />

tecnológica”):<br />

La investigación básica es realizada sin tomar en cuenta los fines<br />

prácticos. Ella redunda en conocimiento general y entendimiento de<br />

la naturaleza y sus leyes. Ese conocimiento general provee los<br />

medios para responder a un gran número de problemas prácticos<br />

importantes, aunque pueda no dar una respuesta completa y<br />

específica a cualquiera de ellos. La función de la investigación<br />

aplicada es proveer tales respuestas completas. (Bush, 1990, p. 18)<br />

La justificación para la asignación de recursos públicos para la<br />

investigación científica, consiste en que las aplicaciones tecnológicas a las<br />

que ella da origen, constituyen beneficios para toda la sociedad; el informe<br />

menciona explícitamente los beneficios para la salud de la población, para la<br />

seguridad nacional (aplicaciones bélicas) y para el desarrollo económico. El<br />

Estado, que financia la investigación, a diferencia de los científicos, es<br />

motivado por el valor instrumental de la ciencia, es decir, por su capacidad de<br />

generar aplicaciones tecnológicas 4 .<br />

Siendo el Estado el que financia, es natural pensar que cabría a éste dar<br />

las cartas, es decir, determinar los rumbos de la investigación, destinando<br />

recursos en función de los intereses de la sociedad como un todo. Pero no fue<br />

ése el acuerdo propuesto por el informe, y que de hecho y en gran medida,<br />

prevaleció en la CAO. De acuerdo con el informe, el papel del Estado debe<br />

limitarse a proveer un volumen global de recursos para la investigación,<br />

3 Vannevar Bush (1890-1974) se graduó en Ingeniería Eléctrica y se dedicó a investigaciones en esta área,<br />

habiendo hecho una significativa contribución al desarrollo de la computación analógica. Mucho más importante<br />

no obstante, fue su actuación en el terreno de la política y la administración, de la investigación científica y<br />

tecnológica. Desempeñó un papel crucial en la concepción y conducción del Proyecto Manhattan (pero se opusoa<br />

la fabricación de la bomba de hidrógeno). Fue sin duda la figura más destacada en la configuración de la CAO,<br />

directamente en los Estados Unidos, e indirectamente en todo el mundo. Según Daniel Greenberg, fue el propio<br />

Bush quien escribió la carta de Roosevelt solicitándole el informe (Greenberg, 2001, p. 451).<br />

90 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


quedando su distribución, a cargo de la propia comunidad científica, en función<br />

del interés intelectual, de la pura curiosidad de sus miembros. O sea, la ciencia<br />

debe gozar de autonomía en la distribución de recursos, y consecuentemente,<br />

en la decisión de los rumbos de la investigación. El informe dice:<br />

El progreso científico en un extenso campo resulta de la libre<br />

actuación de intelectos libres, trabajando en temas de su propia<br />

elección, dictados por su curiosidad, por la exploración de lo<br />

desconocido. La libertad de investigación necesita ser preservada<br />

en cualquier plan de apoyo gubernamental a la ciencia. (Ibid., p. 12)<br />

El éxito de la comunidad científica en su reivindicación de autonomía debió<br />

mucho, en el plano político, al prestigio conquistado por la ciencia dadas sus<br />

contribuciones al esfuerzo de la guerra, en forma de avances en el tratamiento<br />

y la prevención de los problemas de salud de los combatientes, en la invención<br />

y perfeccionamiento de dispositivos bélicos, especialmente el radar y,<br />

coronando el proceso, la bomba atómica (lanzada sobre Hiroshima un mes<br />

después de la entrega a Truman de Science, the endless frontier).<br />

En un plano teórico, la reivindicación de la autonomía se fundamentaba en<br />

lo que se puede llamar Principio de la Serendipidad. Serendipidad<br />

(serendipity: hallazgo valioso e imprevisto realizado por azar) que es la<br />

capacidad de hacer descubrimientos interesantes casualmente, cuando se<br />

está en busca de otra cosa 5 . En el caso de la investigación científica, la idea<br />

es que el objetivo representa el avance del conocimiento como un fin en sí<br />

mismo; lo que se descubre después, “serendípicamente”, son las aplicaciones<br />

del conocimiento generado. Hay innumerables ejemplos de ese tipo de evento<br />

en la historia de la ciencia, como el del estudio de los fenómenos eléctricos y<br />

4 La carta de envío del informe hace referencia al “progreso cultural” (Bush, 1990, p. 2) y en el Apéndice 3 (Informe<br />

del Comité de Ciencia y Bienestar Público) se dice que “es parte de nuestras convicciones democráticas la<br />

afirmación del valor cultural y estético intrínseco al intento del hombre de hacer avanzar las fronteras del<br />

conocimiento y el entendimiento” (ibid., p. 79). Sin embargo, lo que predomina ampliamente como justificación<br />

para la asignación de recursos para la ciencia es el valor instrumental, resultante de las aplicaciones. Como dice<br />

Stokes, “...Vannevar Bush juzgaba el recurso al conocimiento como un fin en si mismo tan insuficiente para la<br />

tarea de sustentar el flujo de apoyo público para la ciencia básica en tiempos de paz que casi no lo mencionó en<br />

su informe de cuarenta páginas, un documento muy afinado al oído de su audiencia en la posguerra. En vez de<br />

eso, Bush centró su argumentación en lo que se volvió la razón primordial para el apoyo a la investigación pura<br />

–la creencia de que los avances en el entendimiento obtenidos por la investigación pura irán después a<br />

perfeccionar la condición humana.” (Stokes, 1997, p. 100) Cf. también Kitcher, 2001, p. 139.<br />

5 La palabra serendipity fue acuñada por Horace Walpole; figura en una carta escrita por él en 1754, en que<br />

menciona haber leído un cuento de hadas llamado Los tres príncipes de Serendip, cuyos héroes eran dotados de<br />

esa facultad. Serendip es un antiguo nombre de Sri Lanka (ex-Ceilán). En 2006 fue publicado un libro póstumo<br />

de Robert Merton (en colaboración con Elinor Barber) enteramente dedicado al término, The travels and adventures<br />

of serendipity: a study in sociological semantics and the sociology of science.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 91


magnéticos, después unificados en la teoría electromagnética, con sus<br />

incontables aplicaciones tecnológicas, ni remotamente previstas por los<br />

pioneros; o de las investigaciones sobre la estructura atómica y nuclear de la<br />

materia, que dieron origen a las bombas atómicas y de hidrógeno, al uso<br />

pacífico de la energía nuclear, etc. El informe Bush eleva tales ejemplos a la<br />

regla general, obteniendo como consecuencia el Principio de la Serendipidad:<br />

la proposición según la cual, entre las investigaciones científicas, no se puede<br />

prever cuales vienen de hecho a proporcionar aplicaciones, ni el tipo de<br />

problema práctico que las aplicaciones contribuyen a resolver, cuando existen.<br />

Citando una vez más el informe.<br />

Una de las peculiaridades de la ciencia básica es la variedad de<br />

caminos que llevan al avance productivo. Muchos de los<br />

descubrimientos más importantes resultaron de experimentos<br />

llevados a cabo en función de propósitos muy diferentes.<br />

Estadísticamente, es cierto que de alguna fracción de los<br />

emprendimientos en la ciencia básica resultarán descubrimientos<br />

importantes y extremadamente útiles; pero los resultados de<br />

cualquier investigación en particular no pueden ser exhaustivamente<br />

previstos 6 .<br />

Tal imprevisibilidad naturalmente bloquea la posibilidad de que el Estado<br />

dirija la investigación teniendo en vista aplicaciones determinadas, y de esa<br />

forma legitima la reivindicación de la autonomía de la ciencia.<br />

No es fácil hacer una valoración con respecto al grado de autonomía de la<br />

que efectivamente gozó la CAO. De manera general, se encuentra en la<br />

literatura el reconocimiento de que, aunque los arreglos institucionales<br />

propuestos en el informe Bush no hubiesen sido implementados, la visión de<br />

la ciencia, en sus relaciones con la tecnología, que el informe presuponía se<br />

volvió hegemónica, teniendo un papel determinante en la conformación de las<br />

PCTs, no sólo en los Estados Unidos, sino en muchos otros países, centrales<br />

y periféricos. 7 En relación específicamente a la autonomía, Kevles (en el<br />

prefacio escrito para la edición de 1990 de Science: the endless frontier)<br />

afirma que en los Estados Unidos, en el período en discusión:<br />

6 Bush, 1990, p. 18-9. En otro pasaje, se encuentra la aplicación del Principio al campo de la medicina:<br />

“Descubrimientos relevantes para el progreso de la medicina vinieron frecuentemente de fuentes remotas e<br />

inesperadas, y es cierto que eso continuará siendo así en el futuro. Es enteramente probable que el progreso en<br />

el tratamiento de molestias cardiovasculares y renales, de cáncer y molestias refractarias semejantes, venga a<br />

obtenerse como resultado de descubrimientos fundamentales en temas no relacionados a tales molestias, y tal<br />

vez totalmente inesperado por el investigador.” (Ibid., p. 14)<br />

92 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Tanto el sector civil como el militar de la ciencia federal parecen de<br />

manera general haber operado en armonía con las ideas de autodecisión<br />

intelectual de Bush. Científicos académicos de esos años la recuerdan<br />

como una época de oro, un tiempo en que no sólo había dinero<br />

libremente disponible, sino que éste podía ser utilizado libremente de<br />

acuerdo con el propio juicio profesional. (Bush, 1990, p. xix)<br />

Otros autores advierten sobre los peligros de la idealización nostálgica,<br />

resaltando las limitaciones de la autonomía de la ciencia en el período en<br />

discusión (cf. por ejemplo, Greenberg, 2001, cap. 3, y Cole, 2010, p. 4). Sin<br />

embargo, si existen divergencias con respecto al grado de autonomía de la<br />

CAO en términos absolutos, lo mismo no ocurre en comparación con el de la<br />

ciencia neoliberal, indiscutiblemente menor.<br />

Como fue dicho, la ciencia es mercantilizada en la 1ª dimensión, referente<br />

a los rumbos de la investigación cuando éstos son determinados por el<br />

mercado. En vista de lo expuesto, es evidente que ese no era el caso de la<br />

CAO. En una primera aproximación, se puede concluir, por lo tanto, que la<br />

CAO no era mercantilizada en la 1ª dimensión.<br />

Acompañando el desarrollo histórico del proceso de mercantilización en<br />

discusión, lo natural en este punto sería hacer el estudio de la ciencia en su<br />

fase de transición entre la CAO y la ciencia neoliberal. En ET, éste es el camino<br />

que recorremos. Para nuestros propósitos actuales, tal estudio es dispensable,<br />

y así pasamos directamente a la fase de la ciencia neoliberal.<br />

Ciencia neoliberal: la ofensiva de la innovación<br />

Es impresionante en nuestros días la presencia del concepto de innovación<br />

en un amplio dominio del discurso, y especialmente en el de las PCTs y la<br />

economía. La palabra “innovación” (y sus equivalentes en otras lenguas) ocurre<br />

en nombres de órganos públicos, nacionales (ministerios, secretarías, agencias<br />

de varios tipos) e internacionales, de asociaciones, ONGs y semejantes; en<br />

7 Véase por ejemplo lo que dice Stokes: “La recepción de Science, the endless frontier tuvo mucho de irónico,<br />

pues el plan organizacional de Bush fue derrotado, mientras que su ideología triunfó.” (Stokes, 1997, p. 50). “Media<br />

década después [a partir de la publicación del informe], la concepción de ciencia básica y su relación con la<br />

innovación tecnológica presentadas en el informe Bush se convirtió en el fundamento de la política científica del<br />

país en las décadas de la posguerra.” (Ibid., p. 2) “Los cánones de Bush dejaron una impresión profunda y brindaron<br />

el paradigma dominante para el entendimiento de la ciencia y su relación con la tecnología en la segunda mitad<br />

del siglo XX. Esas ideas aún puede ser oídas en comunidades de ciencia y política científica, en los medios de<br />

comunicación, y en el público informado. Y el liderazgo de los Estados Unidos en la ciencia de la posguerra les<br />

dió amplia circulación en la comunidad internacional.” (Ibid, p. 4)<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 93


títulos de libros, revistas, especializadas y de interés general, trabajos<br />

académicos, portales de Internet, congresos, simposios y seminarios, etc. La<br />

literatura sobre el tema es enorme, y en ella se encuentran frecuentemente<br />

referencias a la línea de los teóricos de la innovación. 8 Se lanzan<br />

frecuentemente campañas, promoviendo concursos; se relevan datos<br />

estadísticos referentes a la producción de innovaciones y los mismos son<br />

usados como parámetros para las PCTs para establecer rankings de países y<br />

universidades. Se trata finalmente de un gran movimiento histórico teniendo a<br />

la innovación como el Santo Grial, y, para cualquier persona que acompañe<br />

mínimamente el desarrollo en ese campo, sería redundante continuar con la<br />

lista de evidencias de este fenómeno. 9<br />

Recordando que no hace más de dos décadas la situación ni remotamente<br />

era así, se presenta la pregunta: ¿A qué se debe ese increíble ascenso?,<br />

¿Cuándo y de qué forma se inició? ¿Cuál es su significado en lo que se refiere<br />

a la mercantilización de la ciencia?. Responder a tales preguntas equivale a<br />

identificar uno de los trazos fundamentales de la ciencia neoliberal.<br />

El marco más importante en la historia del concepto de innovación es el<br />

libro de Christopher Freeman, The economics of industrial innovation (de aquí<br />

en adelante, EII), publicado en 1974 10 . Por ése, y otros motivos que quedarán<br />

claros más abajo, vamos a considerar EII como texto emblemático de la ciencia<br />

neoliberal –papel análogo al del informe Bush en relación a la CAO 11 – Aunque<br />

8 V. Fagerberg “Innovation: a guide to the literature”, en The Oxford handbook of innovation (Fagerberg, 2005).<br />

9 En el momento en que escribo estas líneas se prepara en Brasil la 4ª Conferencia Nacional de Ciencia,<br />

Tecnología e Innovación (a ser realizada en Brasilia, en mayo de 2010). Iniciando el mes de enero 15/1/2010 el<br />

“Diário Oficial da União” (Diario Oficial de la Unión) publicó el acto del presidente Lula sancionando la Ley nº<br />

12.193, que designa el día 19 de octubre como Día Nacional de la Innovación.<br />

10 Hay una segunda edición del libro (Freeman, 1982), extensamente revisada. Debido al cuño histórico de esta<br />

exposición, adoptamos la primera edición como referencia.<br />

11 Freeman es un economista inglés que desempeñó un papel importantísimo en el proceso de transición de la<br />

CAO hacia la ciencia neoliberal (aunque no siendo estrictamente un neoliberal; volvemos a esta cuestión más<br />

tarde). A lo largo de su carrera, se dedicó centralmente al tema del desarrollo, formando parte de la línea<br />

desarrollista que se formó después de la Segunda Guerra. Muy influenciado por Schumpeter, atribuye un papel<br />

crucial a los avances tecnológicos como motor del desarrollo. Ejerció un fuerte liderazgo tanto por su trabajo<br />

teórico como por su actuación institucional. En 1965 fundó, y dirigió por mucho tiempo, la Science Policy Research<br />

Unit (SPRU), de la Universidad de Sussex, uno de los más destacados centros de estudio sobre PCTs en todo el<br />

mundo. Fue consultor OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) (la agencia internacional<br />

más influyente en el terreno de las PCTs) y de la UNESCO, habiendo sido responsable en la escritura de<br />

importantes documentos publicados por esas instituciones (algunos de los cuales reproducidos parcialmente en<br />

el apéndice de EII).<br />

Vale la pena observar –como una faceta sociológica bastante significativa del pasaje de la CAO hacia la ciencia<br />

neoliberal– la diferencia de formación: Bush era científico, Freeman, economista; y no sólo ellos, sino de manera<br />

general también los liderazgos, los agentes que contribuyeron para la conformación de las prácticas científicas en<br />

cada fase.<br />

94 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


con el significado que tiene hoy el concepto no fuese una novedad en aquella<br />

época (Freeman acredita a Schumpeter, como veremos), fue a partir de EII<br />

que este comenzó efectivamente a ser difundido. Al principio lentamente, pero<br />

cerca de diez años después el proceso se acelera, con la introducción del<br />

concepto de Sistemas Nacionales de Innovación, para el cual Freeman<br />

también hizo una contribución fundamental. 12 Pero es sólo a partir de la<br />

segunda mitad de la década del 90 cuando la innovación se establece como<br />

concepto-clave en las PCTs, grosso modo primero en los países centrales,<br />

después en los periféricos (en Brasil, a partir del año 2000 13 ).<br />

Freeman es un entusiasta de la innovación, que él mismo ve como “una<br />

condición esencial para el progreso económico y un elemento crítico en la<br />

lucha competitiva entre empresas y estados-nación” (EII, p. 15). “[La<br />

innovación] es crítica para la conservación a largo plazo de los recursos y<br />

mejoramiento del medio ambiente. La prevención de la mayoría de las formas<br />

de polución y el reciclaje económico de los residuos son igualmente<br />

dependientes del avance tecnológico.” 14 “En el sentido más fundamental, la<br />

adquisición de nuevo conocimiento es la base de la civilización humana” (EII,<br />

p. 21). Curiosamente, Freeman parece valorar la innovación también como un<br />

fin en sí mismo, independientemente de que el nuevo sea bueno o malo:<br />

La innovación es importante no sólo por incrementar la riqueza de<br />

las naciones en el sentido estricto del aumento de la prosperidad,<br />

sino también en el sentido fundamental de permitir a los hombres<br />

hacer cosas nunca hechas antes. Ésta permite que toda la calidad de<br />

vida cambie, para bien o para mal. Ésta puede significar no sólo más<br />

de los mismos bienes, sino un patrón de bienes y servicios que no<br />

existía previamente, a no ser en la imaginación. (EII, pp. 15-6)<br />

Pero, ¿en qué consiste, finalmente, la innovación? He aquí la definición<br />

propuesta por Freeman:<br />

Debemos a Schumpeter la distinción extremadamente importante<br />

entre invenciones e innovaciones, que fue, desde entonces, en general<br />

incorporada a la teoría económica. Una invención es una idea, un<br />

esbozo o un modelo para un nuevo o perfeccionado dispositivo,<br />

12 Cf. Sharif, “Emergence and development of the National Innovation Systems concept”. En lo que se refiere a la<br />

autoría, Sharif relata la existencia de una “rivalidad cortés” entre C. Freeman y B. Lundvall, cada uno apuntando al<br />

otro como autor del concepto. (Sharif, 2006, pp. 750).<br />

13 Cf. Carlotto, 2008, sección 2.2 “A emergência da inovação como foco da política de ciência e tecnologia no<br />

Brasil” (pp. 98-112).<br />

14 EII, p. 16. Freeman no obstante no comenta el origen de los problemas ambientales en las innovaciones<br />

industriales del pasado.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 95


producto, proceso o sistema. Tales invenciones pueden<br />

frecuentemente (no siempre) ser patentadas pero no conducen<br />

necesariamente a innovaciones técnicas. En verdad la mayoría no hace<br />

eso. Una innovación en el sentido económico es conseguida sólo con<br />

la primera transacción comercial involucrando al nuevo producto,<br />

proceso, sistema o dispositivo, aunque la palabra sea usada también<br />

para describir todo el proceso. (EII, p. 22)<br />

La idea de innovación contrastada con la de invención, y con énfasis en el<br />

carácter comercial de las aplicaciones, traspasa toda la literatura sobre el tema,<br />

figurando a veces explícita, a veces implícitamente (cf. Fagerberg, 2005). Una<br />

evidencia de eso se encuentra en el concepto de modelo lineal de innovación,<br />

que merece un comentario. Dadas las diferencias entre la ciencia dirigida a la<br />

obtención de innovaciones y la CAO, no es de sorprender que, en el discurso<br />

de los teóricos de la innovación, haya críticas, a veces implícitas, a veces<br />

explícitas, a la manera en cómo se practicaba la ciencia en el período de los<br />

años de oro, y a los principios que la orientaban, tales como fueron expresados<br />

en el informe Bush. Una de las críticas más frecuentes es la que caracteriza<br />

anacrónicamente a la CAO como teniendo en su seno al llamado modelo lineal<br />

de innovación (anacrónicamente, como apunta M. Carlotto (2009, p. 51), ya<br />

que el concepto de innovación no formaba parte del universo del discurso<br />

relevante en aquella época.) Una caracterización de ese modelo adecuada a<br />

nuestros propósitos es la que figura en el box 1.3 (“Lo que la innovación no es:<br />

el modelo lineal”) de la contribución de Fagerberg para The Oxford handbook<br />

of innovation.<br />

A veces es más fácil caracterizar a un fenómeno complejo indicando lo que<br />

éste NO es. Stephen Kline y Nathan Rosenberg hicieron precisamente eso<br />

cuando, en su importante artículo de 1986, usaron el concepto de modelo<br />

lineal para caracterizar una interpretación de la innovación muy difundida, pero<br />

en la opinión de ellos errónea.<br />

Fundamentalmente, “el modelo lineal” se basa en la premisa de que la<br />

innovación es ciencia aplicada. Es “lineal” porque hay un conjunto<br />

predeterminado de estadios por los cuales se presume que las innovaciones<br />

pasen. La investigación (ciencia) viene primero, después el desarrollo, y<br />

finalmente la producción y el marketing. Ya que la investigación viene primero,<br />

es fácil considerarla el elemento crítico. Por lo tanto, tal perspectiva,<br />

frecuentemente asociada a las formulaciones programáticas de Vannevar Bush<br />

con respecto a la organización de los sistemas de investigación de los Estados<br />

Unidos [...], está bien adaptada a la defensa de los intereses de los científicos<br />

y las instituciones en que trabajan.<br />

96 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


El problema con este modelo, según Kline y Rosenberg, es doble.<br />

Primero, él generaliza una cadena causal que es válida solamente<br />

para una minoría de las innovaciones. Aunque algunas innovaciones<br />

importantes deriven de avances científicos, esto no es verdadero en<br />

la mayoría de los casos. [...] Segundo, “el modelo lineal” ignora las<br />

innumerables retroalimentaciones (feedbacks) y ciclos (loops) que<br />

ocurren entre los diferentes “estadios” del proceso”. (Fagerberg,<br />

2005, pp. 8-9)<br />

Hecho este comentario, el paso final de nuestro recorrido puede ser dado<br />

muy rápidamente. Para hacerse efectiva como aplicación comercial, una<br />

invención necesita ser rentable, precisa ser capaz de contribuir a la<br />

maximización de las ganancias de la empresa que la lanza. Pero quien<br />

determina que es rentable es el mercado. Y siendo así, en la medida en que<br />

la obtención de innovaciones se torna el objetivo primordial de la investigación<br />

científica, sus rumbos pasan a ser dictados por el mercado, y la ciencia queda<br />

mercantilizada en esa dimensión, perdiendo con eso su autonomía.<br />

Pero, ¿en qué medida la obtención de innovaciones se ha vuelto<br />

efectivamente el objetivo primordial de la investigación? El estudio empírico<br />

necesario para responder a esa pregunta constituye un emprendimiento de<br />

grandes proporciones, situado mucho más allá de los límites de este trabajo.<br />

Para nuestros propósitos, no obstante, importa poco identificar el estado –en<br />

permanente cambio– de las prácticas científicas; lo que nos interesa es la<br />

dinámica del proceso de transformación, las fuerzas que lo impulsan, su<br />

dirección y sentido.<br />

Dicho esto, podemos pasar al estudio de los procesos de mercantilización<br />

de la ciencia propios de la 2ª dimensión.<br />

La ofensiva empresarial<br />

En la historia de los procesos ahora en discusión, la publicación de EII<br />

también constituye un marco fundamental. La contribución de Freeman en el<br />

campo de las PCTs, como vimos, ha sido de gran importancia, tanto en la<br />

teoría como en la práctica, es decir, tanto por su trabajo teórico como por su<br />

actuación institucional. Él transita sin problema entre los dos papeles y, en sus<br />

escritos, del registro descriptivo al prescriptivo. A medida que se difunden,<br />

siendo incorporadas por otros actores en el proceso, sus contribuciones<br />

teóricas pasan a existir como fuerza material, afectando a las políticas<br />

adoptadas y, a través de éstas, a las propias prácticas científicas. Tratando las<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 97


diferencias entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, Charles Taylor<br />

introduce el concepto de teoría transformadora: una teoría es transformadora<br />

cuando transforma su propio objeto –algo que ocurre en el dominio de las<br />

ciencias sociales, pero no en el de las naturales. 15 En este sentido, está<br />

aceptado que la contribución teórica de Freeman tiene el carácter de una<br />

teoría transformadora (a diferencia de las teorías políticas criticadas por<br />

Freeman, que no se reconocen como tal).<br />

Freeman parte de una crítica a toda la tradición del pensamiento<br />

económico, por no haber dado la debida atención teórica a las innovaciones,<br />

a pesar de reconocer su importancia para la vida económica. Como ejemplos<br />

de pensadores importantes a los cuales la crítica se aplica, Freeman menciona,<br />

entre otros, Adam Smith, Marx y Marshall. Esa falta de atención teórica se<br />

manifiesta en el tratar “el flujo de conocimiento nuevo, de invenciones e<br />

innovaciones, como exterior al ámbito de los modelos económicos o, más<br />

estrictamente, como variables exógenas.” (EII, p. 17)<br />

Para Freeman, las innovaciones tienen no sólo gran importancia, sino<br />

creciente. Como evidencia, éste menciona una investigación realizada por Fritz<br />

Machlup (1962) con respecto a las industrias del conocimiento –un término<br />

bastante sugerente de las características que la ciencia comenzaría a tomar.<br />

Pero para sus propósitos, el concepto tal como fuera definido por Machlup, es<br />

demasiado amplio. Freeman concentra su atención en el sistema de<br />

Investigación y Desarrollo (I&D), que “constituye sólo un pequeño sector del<br />

amplio complejo de las industrias del conocimiento [...], aunque esté en su<br />

corazón, pues en la sociedad contemporánea él da origen a una gran variedad<br />

de materiales, productos, procesos y sistemas nuevos y perfeccionados, que<br />

constituyen la fuente primordial del avance económico” (EII, p. 20).<br />

Restringiendo un poco más, se puede decir que, implícito en el pensamiento<br />

de Freeman existe un concepto de industria científica, a la par de la industria<br />

cultural de Adorno y Horkheimer.<br />

El aumento de la importancia de las innovaciones se acelera en el siglo<br />

pasado, con el desarrollo de sistemas de I&D profesionalizados, cuyo<br />

crecimiento “tal vez sea la más importante transformación económica y social<br />

de la industria del siglo XX”; Freeman se refiere a ella como la “revolución de<br />

la investigación” (EII p. 20 e 26). Siendo así, se puede decir que la crítica en<br />

discusión se aplica con más fuerza a los economistas de ese siglo, que a los<br />

de otras épocas –a Adam Smith, por ejemplo. Y se aplica también a<br />

Schumpeter, que tanto influenció a nuestro autor:<br />

15 Cf. “Social theory as practice” (Taylor, 1985, especialmente p. 101 ss).<br />

98 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Aún los economistas, como Schumpeter, que dieron a la innovación<br />

un lugar de honra en sus modelos, consideraban la fuente de las<br />

innovaciones como exógena a la economía. [Schumpeter] no trataba<br />

la generación y difusión de las invenciones e innovaciones como, en<br />

si mismas, objeto de estudio económico, o en cualquier sentido un<br />

output del trabajo de ‘Investigación y Desarrollo Experimental’. Y<br />

menos aún tenía algún concepto de ‘política científica’ relacionada a<br />

la política económica.<br />

No obstante, en la época en que Schumpeter escribió ya existía una red<br />

organizada de laboratorios de investigación e instituciones similares en el<br />

gobierno, en universidades y en la industria, empleando equipos profesionales<br />

en tiempo integral. (EII, p. 22)<br />

Pasando de una constatación empírica y de una crítica para un registro<br />

prescriptivo, en la continuación del pasaje citado, Freeman dice:<br />

Esa “industria de investigación y desarrollo” puede ser sujeta al<br />

análisis económico como cualquier otra. Su output es un flujo de<br />

nueva información, tanto de carácter general (resultante de<br />

investigación “fundamental” o “básica”) como relacionada a<br />

aplicaciones específicas (investigación “aplicada”). Es también un<br />

flujo de modelos, esbozos, designs, manuales y prototipos de nuevos<br />

productos, o fábricas-piloto y equipamientos experimentales para<br />

nuevos procesos (“desarrollo experimental”). (EII, p. 22)<br />

Nótese ya en este pasaje, otra faceta de la pérdida de autonomía de la<br />

ciencia en la transición hacia su fase neoliberal. La ciencia deja de constituir<br />

una esfera de la vida social, en el mismo plano que el arte o la religión, siendo<br />

completamente instrumentalizada, reducida a una pieza de un dispositivo<br />

productor de innovaciones.<br />

La prescripción de Freeman, por lo tanto, es la de que la innovación –“el<br />

flujo de conocimiento nuevo, de invenciones e innovaciones”– debe ser tratada<br />

como variable endógena. Las ventajas prácticas de esa operación teórica son<br />

explicadas así:<br />

El tratamiento de la I&D como una fuerza exógena y en gran medida<br />

incontrolable, operando independientemente de cualquier política,<br />

fue divulgada en el pasado tanto por economistas como por<br />

científicos, aunque por motivos diferentes. En los dos casos él<br />

arriesgó el abordaje “caja negra” o varita mágica para la ciencia y la<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 99


tecnología, que no sólo desalentó intentos de entender el proceso<br />

social de innovación, sino que puso en peligro toda la futura relación<br />

entre la ciencia, la tecnología, y la sociedad. (EII, p. 27)<br />

El ideario neoliberal tiene en su seno la creencia en las virtudes del<br />

mercado como forma de organización de la vida social, de la cual resulta la<br />

doctrina del Estado mínimo. Aplicada al dominio que nos interesa, la doctrina<br />

implica que la producción de innovaciones debe ser dejada a cargo del<br />

mercado, no debiendo el Estado intervenir en el proceso. Tal principio<br />

neoliberal anti-intervencionista gozó de considerable prestigio en la década<br />

del 80, asociado, en el plano de la teoría económica, a la vertiente neoclásica<br />

hegemónica, que no contemplaba la innovación en sus modelos. Freeman se<br />

opuso vigorosamente a la tendencia que unía esos dos elementos, lo que no<br />

es de sorprender, dada su creencia en la necesidad de la actuación del Estado<br />

en la economía de un modo general, característica del desarrollismo de la<br />

posguerra, y su filiación a la vertiente heterodoxa institucionalista en la teoría<br />

económica.<br />

Siendo así, Freeman no puede ser considerado simplemente un neoliberal,<br />

y en verdad se muestra explícitamente como opositor del neoliberalismo. Como<br />

Sharif muestra en su histórico, el concepto de Sistema Nacional de Innovación<br />

fue concientemente desarrollado como un arma contra esa tendencia<br />

neoliberal anti-intervencionista 16 . El concepto de Sistema Nacional de<br />

Información, en teoría, y los Sistemas Nacionales de Innovación, en la práctica,<br />

constituyen las estructuras en que se inscribe la intervención del Estado en la<br />

producción de innovaciones.<br />

Freeman es, sin duda, defensor de una firme intervención del Estado en el<br />

sentido de promover la producción de innovaciones. Tal intervención con todo<br />

–es lo que se percibe al analizar las políticas por éste defendidas–, se da<br />

fundamentalmente a través del mercado. Es como si el mercado, expulsado por<br />

la puerta del frente, entrara por la puerta de atrás. O, dicho de otra forma: las<br />

políticas defendidas por Freeman constituyen, no una alternativa al mercado,<br />

sino una manera de compensar las fallas del mercado.<br />

16 François Chesnais, que también fue consultor de la OCDE, y estaba del lado de Freeman, refiriéndose a aquella<br />

época, dice lo siguiente (en una entrevista concedida al autor del artículo): “Estábamos combatiendo el<br />

neoliberalismo. Estábamos haciendo eso en el inicio de la Rueda del Uruguay [de negociaciones comerciales].<br />

Estábamos haciendo eso a pesar de Margareth Thatcher y Ronald Reagan, y así decíamos ‘nacional’ cuando la<br />

tendencia ya era la de decir que los gobiernos deben salir de escena. ... la importancia era, en verdad, política, y<br />

se volvió una de las banderas para quien continuaba diciendo que los sistemas económicos nacionales no son<br />

apenas mercados, hay instituciones, hay relaciones sistémicas, hay conexiones.” (Sharif, 2006, p. 753).<br />

100 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Según varios analistas, el ideario neoliberal está lejos de ser monolítico, y<br />

una de sus principales tensiones internas, es la que existe entre, por un lado,<br />

la doctrina del Estado mínimo y, por el otro, la necesidad de un estado fuerte,<br />

mucho más fuerte que cualquier Estado que se pueda considerar mínimo, para<br />

mantener el sistema de mercado en funcionamiento. En las palabras de David<br />

Harvey:<br />

Existen en la posición neoliberal contradicciones suficientes para<br />

convertir las prácticas neoliberales en desarrollo (referentes a<br />

cuestiones tales como el poder de los monopolios y las fallas del<br />

mercado) irreconocibles en relación a la aparente pureza de la<br />

doctrina neoliberal. Debemos por lo tanto prestar cuidadosa atención<br />

a la tensión entre la teoría del neoliberalismo y la pragmática real de<br />

la neoliberalización. (Harvey, 2007, p. 21)<br />

En una interpretación posible, ese pasaje implica que políticas y prácticas<br />

en contradicción con principios neoliberales pueden ser consideradas fruto<br />

de la posición neoliberal. Y en base a esas observaciones, tiene sentido decir<br />

que, a pesar de su auto-imagen de opositor del neoliberalismo, Freeman puede<br />

ser clasificado como un neoliberal estatista: un oxímoron que refleja las<br />

contradicciones del neoliberalismo. Esta interpretación merece, naturalmente,<br />

un estudio más profundo, aún más porque, igual a varios pensadores de peso,<br />

su obra es muy rica, pero no exenta de inconsistencias, lo que torna las<br />

clasificaciones problemáticas. Sin embargo, dados nuestros objetivos, tal<br />

estudio es dispensable: más importante que la presencia de la intervención<br />

del Estado, es la forma en que es administrada.<br />

Para Freeman, las proposiciones en que la producción y difusión de<br />

innovaciones debe ser tratada como variable endógena, y sujeta al análisis<br />

económico como cualquier otra industria, no tienen un significado sólo teórico.<br />

Éstas implican que esas actividades sean administradas en los moldes de las<br />

empresas capitalistas, o sea, en términos de inputs/outputs, o costo/beneficio,<br />

o inversión/retorno, siendo esas relaciones expresadas cuantitativamente, y<br />

siendo el objetivo su maximización. Recordando la manera en que fue<br />

caracterizada la mercantilización en la 2ª dimensión, se puede decir que para<br />

Freeman la operación teórica en discusión implica la necesidad de<br />

mercantilizar la ciencia en esa dimensión.<br />

Para que sean expresados en términos cuantitativos, el input y el output<br />

de cada emprendimiento, o de la intervención del Estado como un todo, deben<br />

ser medidos. Y tal medición está lejos de ser una tarea simple. De manera<br />

general, la medición del input es menos problemática, ya que este consiste<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 101


primordialmente en fondos, ya expresados en términos monetarios. Sin<br />

embargo también allí hay dificultades, relacionadas a la demarcación de los<br />

límites, entre las actividades que deben y las que no deben ser consideradas<br />

actividades de I&D. En el caso del output, no obstante, las dificultades son<br />

mucho más serias. Para explicar por qué, conviene que recurramos a un pasaje<br />

de EII, aunque éste no tenga como referencia la intervención del Estado, sino<br />

una empresa privada, la IG Farben (una industria alemana en el área de los<br />

productos químicos).<br />

La medición de la eficiencia en I&D es uno de los problemas más<br />

complejos de la economía gerencial (managenent economics), y no<br />

hay una respuesta simple para esa cuestión. “Inputs” en I&D pueden<br />

ser medidos y reducidos a un denominador común, pero también<br />

aquí hay complicaciones serias, tales como la contabilización de<br />

inputs de información provenientes de fuera de la estructura formal<br />

de la I&D. Pero cuando se trata de la medición del “output” las<br />

dificultades son avasallantes. Éstas son discutidas en algún detalle<br />

en la sección 3 del Apéndice 17 . Aquí únicamente es posible indicar<br />

dos maneras complementarias de abordar la medición de la<br />

“efectividad” de la I&D realizada en la IG Farben –en términos del<br />

número de patentes, y del número de innovaciones. No se sugiere<br />

que cualquiera de ellos sea satisfactorio, o que sería utilizado si se<br />

dispusiera de mejor información. Sin embargo tomadas<br />

conjuntamente, ellas nos permiten dar algún tipo respuesta en<br />

términos de “costo-efectividad”, pero no de las ganancias de las<br />

innovaciones. Para evaluar la “rentabilidad” de la I&D de la IG Farben,<br />

precisaríamos información sobre los costos y márgenes de ganancia<br />

de sus nuevos productos mucho más detallada de lo que es probable<br />

que sea en algún momento publicada. [...] (EII, p. 53-4)<br />

Tratándose de una empresa, y dado el objetivo primordial de toda empresa,<br />

lo necesario, para una administración eficiente, sería la medición de cuanto las<br />

actividades de I&D contribuyen a las ganancias. En el caso de la intervención<br />

estatal, no importando la forma que tome, sólo como fuerza de expresión se<br />

podría decir que el objetivo son las ganancias. Es un objetivo socialmente<br />

establecido, por ejemplo, en el caso de la intervención del Estado en la<br />

producción del conocimiento científico y tecnológico como un todo, el<br />

crecimiento del PIB, o, en un nivel más abstracto, el bienestar de la población.<br />

Para la administración eficiente de la intervención estatal, sería necesario<br />

entonces medir el impacto en el PIB de los productos resultantes de las<br />

17 Esa sección del Apéndice consiste en fragmentos del documento Measurenent of output of research and<br />

experimental development, publicado por la UNESCO en 1970.<br />

102 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


investigaciones con apoyo del estado, para saber si la inversión –la cantidad<br />

de recursos empleados– tuvo un retorno compensador. Ahora, si, como dice<br />

Freeman, ya es prácticamente imposible medir el impacto de la I&D en las<br />

ganancias de una sola firma, imagínense las dificultades en todo un país; basta<br />

considerar la abundancia de hechos que afectan al PIB, de los cuales la<br />

contribución de la I&D precisaría ser separada.<br />

Ante el problema, la salida propuesta por Freeman es del tipo, “a falta de<br />

pan buenas son tortas” (ante la falta de elementos adecuados, se encuentran<br />

otros para alcanzar el objetivo). Si la contribución de la I&D para las ganancias<br />

no es medible, se adoptan en su lugar categorías que se pueden medir (en<br />

todo caso, contar): número de patentes y de innovaciones. Con referencia a<br />

la intervención del Estado, también son dos las medidas empleadas: el número<br />

de patentes, como en el caso de la empresa, y el número de artículos<br />

científicos publicados en revistas especializadas. En verdad, como se sabe, los<br />

datos más utilizados como indicadores del desempeño de un país en ciencia<br />

y tecnología no son los números absolutos, sino los relativos: es decir, los<br />

porcentajes en relación a la producción global de artículos y patentes (lo que<br />

se explica por la concepción esencialmente competitiva de las relaciones entre<br />

los países, que constituye un dogma de las PCTs neoliberales).<br />

Una evidencia tanto de la importancia atribuida a la medición de las<br />

actividades de I&D, como de su dificultad, es el volumen de la literatura sobre<br />

el tema. En 1963 especialistas de la OCDE se reunieron con el grupo NESTI<br />

(National Experts on Science and Technology Indicators) en la ciudad italiana<br />

de Frascati, y elaboraron lo que fue conocido como el Manual de Frascati,<br />

teniendo por título The proposed standard practice for surveys of research<br />

and experimental development. Esta fue la 1ª edición, en los años siguientes<br />

salieron varias ediciones extensamente revisadas, siendo la 6ª y última<br />

publicada en 2002 18 . En cierto momento, entró en uso la expresión “Familia<br />

Frascati de Manuales”, que además del Frascati propiamente dicho incluye<br />

también el Manual de Oslo, intitulado Proposed guidelines for collecting and<br />

interpreting technological and innovation data (1ª edición en 1992, 3ª y última<br />

2005); el Manual de Canberra (Manual on the Measurement of Human<br />

Resources devoted to S&T, 1995); el Manual de Bogotá (Standardisation of<br />

Indicators of Technological Innovation in Latin American and Caribbean<br />

Countries, 2001) y otros. La UNESCO también interviene en el proceso, con<br />

documentos tales como aquellos de donde provienen los fragmentos<br />

transcriptos en EII, The measurement of scientific and technological activities,<br />

de 1969, y Measurement of output of research and experimental development,<br />

18 Existe traducción portuguesa de esta 6ª edición (OCDE, 2007).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 103


de 1970. En el mismo nivel de las comunidades de países, una de las<br />

iniciativas más importantes es el European Innovation Scoreboard, de la<br />

Comunidad Europea (que M. Carlotto analiza en su trabajo como un ejemplo<br />

paradigmático de los “informes creados para medir, evaluar e incentivar la<br />

gestión de la innovación” (Carlotto, 2009, p. 86 y ss.). Y también en los países<br />

en que la producción del conocimiento científico es significativa son<br />

innumerables los emprendimientos del mismo tipo, involucrando no sólo<br />

publicaciones, sino grupos de investigación, seminarios, conferencias,<br />

campañas, etc.<br />

Todas estas actividades se dan en conjunto con la propia ofensiva a la<br />

innovación. Aunque puedan teóricamente ser separadas –y es importante que<br />

lo sean– en la práctica los procesos de mercantilización de la ciencia situados<br />

en la 1ª y la 2ª dimensión se interpenetran y refuerzan mutuamente.<br />

Con esto es evidente el vigor con que se realiza el movimiento de<br />

cuantificación de la ciencia, motivado por la estrategia de administrar sus<br />

actividades de acuerdo a la lógica empresarial. El uso, en la formulación y<br />

evaluación de las PCTs, de aquello que se puede medir en lugar de aquello<br />

que sería necesario medir, da origen a una serie de distorsiones,<br />

principalmente cuando se ignora la complejidad de las relaciones entre una<br />

cosa y otra, o sea, la precariedad de los números, absolutos o relativos, como<br />

indicadores de lo que realmente importa, tanto desde el punto de vista de los<br />

propios que formulan de las PCTs –esencialmente, la contribución para el<br />

crecimiento del PIB–, como de un punto de vista más general –la contribución<br />

para el bienestar de la población. Freeman no incurre en esa falla: con loable<br />

honestidad intelectual, a pesar de que, como vimos, sea un firme partidario de<br />

la cuantificación de la ciencia, no busca minimizar las dificultades de la tarea,<br />

al mismo tiempo en que insiste en su necesidad 19 . En el mundo neoliberal de<br />

hoy no es eso lo que ocurre y –de manera muy evidente en Brasil– la subida<br />

en el ranking de los países en cuanto a productores de artículos y patentes se<br />

vuelve el objetivo último de las PCTs –sin que se refleje con respecto a lo que<br />

eso significa realmente para el bienestar de la población. En países periféricos<br />

como el nuestro, algunas de las distorsiones resultantes del uso de medidas<br />

no adecuadas se manifiestan de formas especialmente agudas. 20 Exponer tales<br />

distorsiones no obstante ya sería hacer una crítica de las PCTs neoliberales,<br />

lo que no es nuestro objetivo en el presente trabajo.<br />

19 Los pasajes en que Freeman trata la mensurabilidad de la I&D, sirven en verdad como evidencia del carácter<br />

artificial, forzado, de la cuantificación en este dominio. La cuantificación es el lecho de Procosto en el cual la<br />

ciencia es metida para que pueda ser mercantilizada.<br />

20 Cf. “O campeonato mundial da ciência” –El campeonato mundial de la ciencia (Dagnino, 2009).<br />

104 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Concluimos esta sección con algunas observaciones respecto de la<br />

naturaleza de los artículos científicos, desde el punto de vista de la mercadería.<br />

En AN propusimos tres explicaciones para el fenómeno de la cuantificación<br />

de la ciencia. La primera asociaba de manera más directa el fenómeno a la<br />

mercantilización, y así, al neoliberalismo, interpretándolo como un reflejo de la<br />

naturaleza cuantitativa de la mercadería. A la luz de lo que vimos, se percibe<br />

que, aunque no completamente falsa, esa explicación es excesivamente<br />

simplificada. Es simplista, se puede decir, por dar a entender que, en la ciencia<br />

neoliberal, cada quantum de conocimiento científico –cada artículo publicado<br />

en revista especializada– es una mercadería. Pero eso claramente no se<br />

corresponde con la realidad: los investigadores no salen vendiendo sus<br />

artículos así como un cestero vende sus cestos, recibiendo una cantidad de<br />

dinero a cambio por cada uno (al menos por ahora). Aquello que hay de<br />

verdadero en la explicación, por otro lado, permite decir que en la ciencia<br />

neoliberal los artículos son simulacros de mercancía –representaciones de<br />

avances en el conocimiento científico–, cuantificados para permitir que su<br />

producción sea administrada en los moldes capitalistas. Simulacros no<br />

obstante, tan parecidos al original, que tienen implicaciones mercantilizadoras<br />

para muchos otros aspectos de las prácticas de producción del conocimiento<br />

científico, por ejemplo, las actividades de los investigadores. Como se lee en<br />

un artículo que trata centralmente del tópico ahora en discusión,<br />

A su vez, los líderes de los grupos de investigación, más allá de su<br />

“expertise” técnico-científica, actúan cada vez más como hombres de<br />

negocios al gerenciar insumos, productos, personal, recursos humanos,<br />

equipamientos, pero, sobre todo, deben mantener activas las fuentes de<br />

financiamiento para dar continuidad a la supervivencia de su grupo, que<br />

es una forma de mantener su propia supervivencia en el campo. 21<br />

Para marcar el contraste entre el carácter mercantil de los artículos en la<br />

ciencia neoliberal, y el que tenían en la CAO, vale la pena recordar el pasaje<br />

de The scientific community en que Hagstrom defiende una concepción de<br />

artículo científico como donación (siendo la donación, una dádiva o presente,<br />

el “otro”, o mejor, uno de los “otros” de la mercancía).<br />

Los manuscritos sometidos a revistas científicas son frecuentemente<br />

llamados “contribuciones”, y son, en verdad, obsequios. Los autores<br />

usualmente no reciben royalties o pagos de ninguna otra naturaleza,<br />

y sus instituciones pueden inclusive tener que colaborar en la<br />

21 “Entre fetichismo e sobrevivência: o artigo científico é uma mercadoria académica?” – “Entre fetichismo y<br />

supervivencia: ¿es el artículo científico una mercadería académica ?” (Castiel y Sanz-Valero, 2007), p. 3046.).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 105


financiación de la publicación [...] En general, la aceptación de un<br />

obsequio por un individuo o una comunidad implica el<br />

reconocimiento del status del donante y la existencia de cierto tipo<br />

de derechos recíprocos. Tales derechos pueden ser el de recibir a<br />

cambio un obsequio del mismo tipo y valor, como en muchos<br />

sistemas económicos primitivos, o el de reconocer ciertos<br />

sentimientos apropiados de gratitud y respeto. En la ciencia, la<br />

aceptación de manuscritos por parte de las revistas establece el<br />

status de científico del donante –en verdad, es sólo por medio de<br />

tales donaciones de obsequios que este status puede ser obtenido–<br />

y a su vez le garantiza prestigio dentro de la comunidad científica.<br />

[...] La organización de la ciencia consiste en el cambio de<br />

reconocimiento social por información. (Hagstrom, 1965, pp. 12-13)<br />

Sobre el carácter de la cuantificación cienciométrica<br />

La segunda explicación ofrecida en AN para la cuantificación de la ciencia<br />

sitúa su origen en el carácter matemático de la propia ciencia. Partiendo de la<br />

premisa de que la ciencia moderna es la única forma genuina de conocimiento<br />

objetivo de la realidad, se concluye que sólo podemos efectivamente conocer<br />

aquello que podemos medir. Para ilustrar ese principio, se cita el famoso<br />

pasaje de Lord Kelvin:<br />

Cuando podemos medir aquello de lo que hablamos, y expresarlo en<br />

números, se sabe algo al respecto; cuando no podemos expresarlo<br />

en números, nuestro conocimiento es pobre e insatisfactorio; puede<br />

ser el comienzo del conocimiento, pero en nuestro pensamiento,<br />

apenas avanzamos en dirección al estadio de la ciencia, sea cual<br />

fuere la cuestión. (Thomson, 1891, p. 73)<br />

De la manera en que las explicaciones son presentadas en AN, se tiene la<br />

impresión de que los hacedores movilizados por ellas actúan de forma<br />

conjunta, simultáneamente. En cierta medida, eso es verdad, pero sólo en lo<br />

que se refiere al régimen de trabajo de los investigadores, como veremos a<br />

continuación. Desde un punto de vista más general la impresión no se<br />

corresponde con la realidad. El impulso cuantificador de la ciencia proveniente<br />

de la propia ciencia, constituye el principio instaurador de la cienciometría,<br />

como observamos en AN 22 . Lo que faltó tener en cuenta, como procuraremos<br />

22 En portugués se utiliza también el término “cientometría” en lugar de “cienciometría”. Las dos alternativas nos<br />

parecen igualmente satisfactorias; adoptamos “cienciometría” por ser la más utilizada: una consulta al Google<br />

registró 30.800 resultados para “cienciometría”, 8.860 para “cientometría” (acceso en 11/1/2010).<br />

106 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


mostrar en esta sección, fue que la cienciometría surge aún en el período de<br />

la CAO, nada tiene que ver con la mercantilización, pero es después<br />

incorporada por el proceso de cuantificación mercantilizadora que analizamos,<br />

pasando por una metamorfosis que altera su razón de ser.<br />

La fecha de nacimiento de la cienciometría puede ser establecida con<br />

relativa precisión, identificándola con la de la publicación de Little science, big<br />

science (de aquí en adelante, LSBS) de Derek de Solla Price, a saber, 1963.<br />

Aunque algunos autores atribuyan a la cienciometría una doble paternidad, con<br />

Derek Price y Eugene Garfield en el papel de padres 23 , el propio Garfield –en<br />

el prefacio escrito en colaboración con Robert Merton para la nueva edición,<br />

póstuma, de LSBS– es enfático al conceder enteramente a Price la paternidad:<br />

Aunque la genealogía de la ciencia y el saber se haya superpoblado<br />

un tanto por supuestos fundadores de esta o aquella disciplina, de<br />

esta o aquella especialidad, difícilmente pueda dudarse que con este<br />

libro, y los artículos que vinieron en su camino –nueve de los cuales<br />

han sido incluidos en esta nueva edición– Derek John de Solla Price<br />

asuma su lugar como padre de la cienciometría. (Price, 1986, p.vii)<br />

El impulso de dirigir la visión cuantificadora del mundo de la ciencia a la<br />

propia ciencia, de tornar científico el auto-entendimiento de la ciencia, figura<br />

con gran nitidez en la obra de Price. En el prefacio de LSBS él pregunta: “¿Por<br />

qué no aplicar las herramientas de la ciencia a la propia ciencia?, ¿Por qué no<br />

medir y generalizar, formular hipótesis, y derivar conclusiones?” (p. v); y el<br />

primer capítulo tiene por título “Prólogo a una ciencia de la ciencia”. Y en<br />

Science since Babylon, en el capítulo 8 (donde las ideas clave de LSBS<br />

fueron presentadas de forma preliminar), se lee:<br />

Tal vez sea especialmente perversa la actitud del historiador de la<br />

ciencia al permanecer puramente como historiador, no aplicando los<br />

poderes de la ciencia a los problemas de su propia estructura. Habría<br />

mucho alcance para un ataque científico a los problemas internos de<br />

la propia ciencia, y no obstante, curiosamente, cualquier ataque de<br />

esa naturaleza es visto con mucho escepticismo, y los hombres de<br />

ciencia prefieren, de manera general, hablar como legos sobre los<br />

problemas generales de organización de los cuales la ciencia<br />

actualmente se ve rodeada. 24<br />

23 Cf., por ejemplo, Shinn y Ragouet, 2008, p. 44.<br />

24 Price, 1975, p. 162. Science since Babylon fue publicado por primera vez en 1961. La 2ª edición, que usamos<br />

como referencia, fue ampliada con la inclusión de 3 nuevos capítulos. La cita proviene de uno de los capítulos que<br />

ya constaban en la 1ª edición, reproducido sin alteraciones en la 2ª.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 107


También en ese capítulo –así como en varios otros fragmentos– es exaltado<br />

el impulso cuantificador de la ciencia; por ejemplo, cuando el autor se refiere<br />

al “retorno precioso que se tuvo todas las veces en que los métodos de<br />

medición y tratamiento matemático fueron usados, ya sea en ciencias como la<br />

biología, sea en los dominios de lo humano, como en la economía y en otros<br />

segmentos de lo que ya fue llamado aritmética política.” (Price, 1975, p. 161)<br />

El resultado más importante de las investigaciones estadísticas de Price, lo<br />

que llamó más la atención, fue su tesis sobre el crecimiento exponencial de la<br />

ciencia, no importando la variable tomada como indicador de las dimensiones<br />

de la ciencia es el número de revistas o artículos científicos publicados, el<br />

número de científicos en actividad, etc. 25 Price estuvo conciente, desde el<br />

inicio, de la implicación práctica de ese patrón de crecimiento, a saber, el<br />

hecho ineludible de que no puede ser mantenido indefinidamente. En algún<br />

momento el ritmo de crecimiento debe disminuir, y como se puede imaginar,<br />

tal ajuste no se hace sin dificultades. Price no escatima la prescripción de<br />

medidas en el campo de las PCTs en el sentido de administrar, de la mejor<br />

forma posible, el ajuste que se hace necesario. 26<br />

Tales medidas, sin embargo, nada tenían de mercantilizadoras, y en verdad,<br />

a los ojos de los liderazgos que promovieron la transformación de la CAO en<br />

ciencia neoliberal, las posiciones defendidas por Price aparecen como<br />

bastante conservadoras. Véase por ejemplo el siguiente pasaje, que, aunque<br />

un tanto largo, optamos por transcribir íntegramente, pues expresa una defensa<br />

muy enfática de las principales concepciones en que se basa el informe Bush.<br />

Aunque no se pueda probar en conclusión que la ciencia sea<br />

directamente aplicada en cualquier momento para generar<br />

tecnología, se debe, a mi modo de ver, confiar en que sin una<br />

tradición viva en la ciencia, no puede haber crecimiento tecnológico.<br />

¿Tenemos realmente que llegar tan bajo, al punto de mentir de nuevo,<br />

sosteniendo que el último, y mayor acelerador, nos ayudará a hacer<br />

cosas útiles? ¿Precisamos apoyar la matemática por su utilidad<br />

directa? No, de forma alguna. Podemos adoptar una política de<br />

ciencia por la ciencia (science-for-science’s-sake), siempre que<br />

25 Price era un maestro en el arte de expresar características cuantitativas de los fenómenos en fórmulas de gran<br />

impacto. Llamando la atención hacia la rapidez del crecimiento de la ciencia, él afirma: “usando cualquier definición<br />

razonable de científico, podemos decir que del 80 al 90 por ciento de todos los científicos que ya vivieron están<br />

vivos hoy”. (LSBS, p.1; cf. también Science since Babylon, p. 176) Lo que llamamos “tesis sobre el crecimiento<br />

exponencial de la ciencia” es presentado por el autor como una “ley empírica del crecimiento de la ciencia”, que<br />

él considera “la ley fundamental de cualquier análisis de la ciencia”. (LSBS, p. 5)<br />

26 Cf. el capítulo final de LSBS, “Political strategy for big scientists”. Ese es también el objetivo principal del libro<br />

de Ziman ya mencionado, Prometheus bound: science in a dynamic steady state (Ziman, 1994).<br />

108 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


tengamos certeza que ésta puede ser justificada por un débil<br />

eslabón, no obstante vital, con la tecnología. Necesitamos la ciencia<br />

para que los tecnólogos puedan desarrollarse inmersos en ella. No<br />

evito el argumento intelectual de que nosotros nos dedicamos a ella<br />

por ser la cosa más difícil y elegante que podemos hacer. Como el<br />

Everest, ella está allí. La cuestión de la justificación sólo se vuelve<br />

importante porque pedimos que la sociedad pague la cuenta,<br />

debiendo por lo tanto haber alguna forma de contrato social. Alguna<br />

razón debe existir para que la sociedad pague; en nuestros templos,<br />

se gasta en eso, se debe descartar aquello. La tradición de la libertas<br />

phillosophandi, la libertad de buscar el saber donde quiera que se<br />

encuentre, está ahora siendo cuestionada de la misma forma en que<br />

fue por los romanos de la Antigüedad, por los revolucionarios<br />

franceses, y más recientemente por la Hungría comunista. Todos<br />

ellos pensaron que podrían tirar a la basura las ciencias inútiles y<br />

pagar sólo por las útiles. Sus civilizaciones y Estados fueron<br />

visiblemente arruinados por esa trágica política. (Price, 1975, p. 131-2)<br />

Freeman dedica varias páginas de EII a la contribución de Price para la<br />

cienciometría. Él expresa cierta reserva en relación a la idea de una ciencia de<br />

la ciencia (p. 350) y, examinándolas con los ojos exigentes de un especialista<br />

en el estudio de las estadísticas económicas, critica con firmeza algunas de las<br />

tesis y correlaciones hechas por Price. Pero finaliza sus comentarios críticos<br />

con la observación:<br />

Tales críticas no son hechas en el sentido de depreciar la importante<br />

contribución hecha por Price a los estudios sociales de la ciencia,<br />

pero a fin de exponer la necesidad de estudios relacionando las<br />

mediciones de “input” y “output”, y refinando sus primeras<br />

generalizaciones heroicas a respecto del output de artículos<br />

científicos (p. 350).<br />

Lo que se observa en los comentarios de Freeman es un movimiento de<br />

incorporación de las contribuciones de la cienciometría, que altera su<br />

naturaleza, reduciéndola de una ciencia de la ciencia, a un instrumento,<br />

teniendo por objetivo permitir que la producción del conocimiento científico<br />

sea administrada en moldes empresariales.<br />

La ofensiva de la evaluación 27<br />

La administración de las actividades productivas incluye, naturalmente, la<br />

administración del trabajo en éstas involucrado. Sin embargo, esta faceta es<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 109


suficientemente importante para recibir un tratamiento especial, tanto en<br />

general, como en el caso de la ciencia. Prueba de eso es la existencia de una<br />

línea, el área del conocimiento (de naturaleza esencialmente práctica), que la<br />

tiene como objeto. El objetivo último de la empresa capitalista es la<br />

maximización de la ganancia. Como uno de los hacedores de los que depende<br />

la ganancia es la productividad del trabajo, su maximización se coloca como<br />

objetivo intermedio para la empresa, y objetivo último para la administración del<br />

trabajo. En lo que se refiere a los emprendimientos del Estado, como vimos, el<br />

objetivo no es literalmente la ganancia sino, en el caso que nos interesa, el<br />

crecimiento del PIB, o del bienestar de la población. Por otro lado, de manera<br />

general, sin importar como es precisamente definido, es difícil negar que cuanto<br />

mayor sea la productividad, mayores serán las oportunidades de que el objetivo<br />

sea alcanzado. Y así, todas las estrategias de administración del trabajo –como<br />

las del taylorismo–, usadas en las empresas contemplando la maximización del<br />

lucro, pueden en principio, ser aplicadas también al servicio público, y de hecho<br />

lo son, cada vez más, mientras el neoliberalismo mantenga su hegemonía 28 .<br />

Ya discutimos la primera explicación para el fenómeno en la tendencia<br />

cuantitativa de la evaluación neoliberal propuesta en AN (la que remite a la<br />

naturaleza cuantitativa de la mercancía), y también la segunda (que remite a la<br />

tendencia cuantificadora de la ciencia moderna). De acuerdo a la tercera y<br />

última, el fenómeno constituye un aspecto de la introducción del taylorismo en<br />

la administración del trabajo de producción del conocimiento científico, o sea,<br />

en las universidades e institutos de investigación no universitarios. Se afirma<br />

que esta tercera explicación, de cierta forma, incorpora las otras dos. Incorpora<br />

la primera porque el taylorismo es parte de la administración, en sentido amplio,<br />

de las actividades productivas, la cual precisa cuantificar para poder<br />

27 Esta secuencia de ofensivas se completa, en ET, con la ofensiva de los DPI (DPI = Derechos de Propiedad<br />

Intelectual, que incluyen las patentes y los derechos de autor). Las cuatro ofensivas constituyen los vectores del<br />

movimiento rumbo a la ciencia neoliberal; son aspectos del proceso de mercantilización de la ciencia promovido<br />

por el neoliberalismo.<br />

28 Esa es también parte de la explicación para el hecho de que Lenin haya sido un entusiasta del taylorismo, que<br />

de hecho fue esencialmente incorporado en las prácticas de administración del trabajo en el socialismo real (cf.<br />

Braverman, 1987, p. 12). En el socialismo real, como se sabe, las unidades productoras no tenían la maximización<br />

de la ganancia como objetivo, pero si el cumplimiento de las metas establecidas por el sistema de planeamiento<br />

central. No por eso el taylorismo deja de ser una manifestación del espíritu del capitalismo. Expresando la visión<br />

de muchos comentaristas (p. exp., Singer, 1998, p. 10ss) en términos de nuestro esquema teórico, puede decirse<br />

que el socialismo real desmercantilizó la economía en la 1ª dimensión (pues la pregunta ¿qué producir? era<br />

respondida no por el mercado, sino por el sistema de planeamiento central); en la 3ª dimensión (pues la distribución<br />

no era hecha por la venta en un mercado capitalista, sujeto a las leyes de la oferta y la demanda); sino en la 2ª<br />

dimensión (pues el trabajo no sólo era formalmente asalariado, sino también administrado al modo capitalista –<br />

sin embargo, por otro lado, no habría un mercado de trabajo, lo que tampoco se puede dejar de tomar en cuenta).<br />

El taylorismo en el socialismo real representó por lo tanto un resquicio de capitalismo y, se puede argumentar, uno<br />

de los actores responsables de su colapso.<br />

110 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


mercantilizar. E incorpora la segunda explicación porque el taylorismo se<br />

presenta como la Administración Científica del trabajo (cf. Taylor, 2006), con<br />

énfasis en el calificativo “científica”, y aunque no en todos los aspectos, pero<br />

en muchos, el sistema realmente involucra principios de la ciencia moderna –<br />

en particular el de la cuantificación. Uno de los aspectos más destacados, y<br />

más conocidos del taylorismo, es en verdad la importancia del papel atribuido<br />

a las mediciones, como en los famosos estudios de tiempo y movimiento (cf.<br />

Taylor, 2006, cap. 46).<br />

La interpretación de los cambios en el régimen de trabajo de los<br />

investigadores, característica de la ciencia neoliberal como introducción del<br />

taylorismo, puede ser denegada por el argumento que el taylorismo ya fue<br />

superado hace mucho tiempo por nuevos sistemas, como el toyotismo, e<br />

innumerables otros. La respuesta consiste en decir que el concepto de<br />

taylorismo presupuesto es el de Braverman, en su clásico Labor and monopoly<br />

capital: the degradation of work in the twentieth century (Braverman, 1974 29 ),<br />

a saber, un concepto amplio, que considera el surgimiento del taylorismo como<br />

el episodio más importante en el desarrollo de las formas de administración del<br />

trabajo, a lo largo de la historia del capitalismo, de manera que los nuevos<br />

sistemas son vistos sólo como variantes del taylorismo. En sus palabras:<br />

Es imposible sobrestimar la importancia del movimiento de<br />

administración científica en la conformación de la gran empresa<br />

moderna, y en verdad, en todas las instituciones de la sociedad<br />

capitalista en las que se realizan procesos de trabajo. La popular<br />

concepción de que el taylorismo fue “superado” por las escuelas<br />

posteriores de psicología industrial o “relaciones humanas”, de que<br />

este “fracasó” [...], representa una lamentable lectura equivocada de<br />

la verdadera dinámica del desarrollo de la administración.<br />

El taylorismo domina el mundo de la producción... Si el taylorismo no<br />

existe como una escuela distinta es porque, además del mal olor del<br />

nombre, no es más propiedad de una fracción, ya que sus<br />

enseñanzas fundamentales se han vuelto estructura de toda la<br />

organización del trabajo (Braverman, 1974, pp. 86-87).<br />

Tomando en cuenta las innumerables semejanzas entre la administración<br />

neoliberal del trabajo de investigación y el taylorismo, aún en su forma original,<br />

se puede considerar en un mínimo razonable la interpretación propuesta.<br />

29 La traducción brasileña, “Trabalho e capital monopolista”: a degradação do trabalho no século XX (Braverman,<br />

1987), deja mucho que desear, por eso la referencia es a la edición original en inglés, fuente de la cita a seguir<br />

(entre otras perlas, la versión brasileña traduce “exchange relations” por “intercâmbio de relações”; cf. p. 54).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 111


El proceso de cuantificación de la ciencia resultante de la ofensiva<br />

empresarial, y el resultado de la ofensiva de la evaluación, tienen algo más en<br />

común además del hecho de decir respecto a la administración de la<br />

investigación: ellos comparten esencialmente los mismos datos empíricos, sólo<br />

agregados en niveles diversos. Para simplificar la exposición, vamos a<br />

considerar sólo lo que aún es estimado como el principal producto de la<br />

investigación: el artículo científico, dejando de lado las patentes y otros tipos<br />

de productos cuantificados, como el número de maestros y doctores<br />

graduados. Tenemos entonces en un extremo la cantidad de artículos que cada<br />

investigador publica; en el otro, la cantidad de artículos publicados por todos<br />

los investigadores de cada país, o aún, un escalón arriba, la cantidad referente<br />

a la producción total del mundo. En cada país, la cantidad de artículos es un<br />

parámetro fundamental en la definición, y evaluación, de las directrices más<br />

generales de las PCTs; en el otro extremo, es el principal ítem tenido en cuenta<br />

en la evaluación de la productividad de cada investigador. Entre los dos<br />

extremos, hay toda una serie de niveles: los departamentos, grupos de<br />

investigación, programas de pos-grado, facultades, institutos de investigación,<br />

universidades, regiones y estados, etc. Todo el sistema es asumido como<br />

productivista. Existe así una cadena de transmisión de presiones<br />

productivistas, moviéndose primordialmente de arriba hacia abajo,<br />

comenzando por los organismos internacionales, pero conquistando<br />

progresivamente la adhesión de los actores a los otros niveles, desde rectores<br />

de universidades hasta cada investigador, especialmente los más jóvenes, que,<br />

ingresando ahora en la carrera, nunca vivieron un régimen diferente, y tienden<br />

a ver el productivismo neoliberal como una ley de la naturaleza.<br />

Este trabajo trata fundamentalmente sobre ciencia pero, en lo que se refiere<br />

al taylorismo, no se puede dejar de mencionar el hecho de que la gran mayoría<br />

de los investigadores (de manera general en todo el mundo, en grados<br />

diversos), trabaja en la Universidad, y ejerce la función de profesor, o sea, son<br />

investigadores-docentes. Siendo así, el taylorismo en la academia afecta<br />

también a la educación superior. 30<br />

Por otro lado, sistemas de evaluación análogos, e igualmente cuantitativos,<br />

son utilizados también en otros niveles de la educación. Un análisis más<br />

detallado de la evaluación neoliberal en los dominios de la ciencia y la<br />

educación, se desarrolla mejor cuando es hecha en conjunto, y queda para<br />

otra oportunidad. 31<br />

30 Una de las críticas que se escucha con frecuencia en los medios académicos de Brasil a los sistemas de<br />

evaluación vigentes es la de que, sobrevalorando la publicación de artículos, se desvalorizan las actividades<br />

docentes, con las previsibles consecuencias nefastas, inclusive para la formación de nuevos investigadores.<br />

112 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Legitimando la evaluación<br />

En una sociedad democrática, todas las prácticas sociales regidas por el<br />

Estado precisan ser legitimadas, o sea, es necesario demostrar que tienen por<br />

objetivo el bien de todos. Eso vale, naturalmente, para las prácticas de<br />

evaluación, todavía más por el impacto que tienen en la vida de los<br />

investigadores, y en las instituciones dedicadas a la investigación. En el<br />

discurso de los defensores de la evaluación neoliberal, se encuentran dos<br />

estrategias principales de legitimación.<br />

La primera, y en cierto sentido la más honesta, es más fiel a los orígenes<br />

históricos de la ofensiva de la evaluación. Esa estrategia reconoce que el<br />

carácter cuantitativo de la evaluación resulta de ésta ser parte de un sistema<br />

cuyo objetivo es hacer que la producción del conocimiento científico sea<br />

organizada en los mismos moldes de las empresas, o sea, insertada en la<br />

economía de mercado. Y ese objetivo, a su vez, se justifica por el principio de<br />

que no hay forma mejor de organizar la vida económica de la sociedad que la del<br />

mercado. Se puede admitir –como hacen hasta sus más fervientes defensores–<br />

que el mercado no es un sistema perfecto. Pero que tales fallas pueden ser<br />

superadas a través de reglamentaciones y otros medios de que el Estado<br />

dispone y, de cualquier manera, fuera del mercado no hay salvación. En lo que<br />

se refiere a los investigadores se suele escuchar también la objeción donde,<br />

estando la producción del conocimiento científico dentro de la economía de<br />

mercado, ellos pasan a ser trabajadores asalariados como cualquier otro, sin<br />

privilegios: si los que trabajan en empresas son sometidos a regímenes<br />

tayloristas, ¿por qué los investigadores merecerían un trato diferente?<br />

No obstante esto, y aún teniendo en cuenta la hegemonía del ideario<br />

neoliberal (ahora un tanto inestable debido a la crisis iniciada a fines de 2008),<br />

tal vez no sea difícil percibir que el poder de convencimiento de esta estrategia<br />

no es de los mayores. Sea como fuere, el hecho es que la estrategia de<br />

legitimación que se encuentra con mucha más frecuencia en el discurso de los<br />

defensores de la evaluación neoliberal, es otra, bien distinta.<br />

Esta segunda estrategia, se asienta en el respetable principio republicano<br />

en el que cualquier individuo, o entidad, pública o privada –en fin, cualquier<br />

persona, física o jurídica– que recibe recursos del Estado debe ser capaz de<br />

dar explicación respecto del uso que de ellos hace. Recursos públicos son<br />

concedidos con objetivos determinados; se trata de mostrar, en función de<br />

31 La traducción brasileña, “Trabalho e capital monopolista”: a degradação do trabalho no século XX (Braverman,<br />

1987), deja mucho que desear, por eso la referencia es a la edición original en inglés, fuente de la cita a seguir<br />

(entre otras perlas, la versión brasileña traduce “exchange relations” por “intercâmbio de relações”; cf. p. 54).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 113


éstos, que los recursos fueron utilizados de manera honesta, eficiente, etc.<br />

Para el investigador, mostrar que hace justicia al salario que recibe, significa<br />

entonces someterse a evaluación.<br />

El poder de convencimiento de esta estrategia es mucho mayor que el de<br />

la primera. Una evidencia de ello es el hecho de que su argumento clave se<br />

encuentra con una frecuencia enorme aún en el discurso de los críticos –más,<br />

o menos radicales– de las formas que asume la evaluación neoliberal. Parece<br />

ser necesario, antes de cualquier crítica, hacer una profesión de fe<br />

reconociendo la validez del argumento, sin el que –éste parece ser el recelo–<br />

el crítico sería visto como un extremista, indigno de ser tomado en serio como<br />

interlocutor.<br />

Lo que esa posición no deja claro es que el dar explicaciones puede asumir<br />

diferentes formas. Hay una forma capitalista: la que transforma el imperativo de<br />

dar explicaciones en el de rendir cuentas –con todo lo que hay de cuantitativo<br />

en el concepto de cuenta (y que está subyacente aún cuando la expresión es<br />

usada en sentido metafórico). Y es en ese pasaje del dar explicaciones al<br />

rendir cuentas, que la estrategia desciende de la ética a la ideología, en el mal<br />

sentido de la palabra. El imperativo del dar explicaciones puede justificar la<br />

evaluación en una forma genérica, no en la forma cuantitativa de la evaluación<br />

neoliberal.<br />

Un signo del carácter ideológico del argumento es el hecho de que,<br />

teniendo como premisa un principio relativamente abstracto, éste torna difícil<br />

explicar por qué la ofensiva de la evaluación ocurrió en un determinado<br />

momento histórico, ni antes ni después. En la primera estrategia, esa<br />

deficiencia no ocurre, ya que la ofensiva de la evaluación es reconocida como<br />

parte del movimiento de ascensión del neoliberalismo.<br />

Para designar la forma capitalista del imperativo de dar explicaciones, se<br />

usa en inglés “accountability”. Se trata de una palabra de difícil traducción<br />

para el español. La idea de cuenta está obviamente contenida en<br />

“accountability”; “accountant” significa “contador”. Así, tal vez una traducción<br />

satisfactoria sea “responsabilidad contable”.<br />

En AN, además de proponer explicaciones para la tendencia cuantitativa de<br />

la evaluación neoliberal, presentamos una crítica al productivismo taylorista de<br />

la cual ella resulta. La crítica se fundamenta en el principio de la<br />

responsabilidad social de la ciencia, la idea de que los científicos, como<br />

individuos y como comunidad, precisan tener claridad sobre el significado<br />

114 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


social de su trabajo, precisan verse también como responsables en común<br />

por las aplicaciones de los resultados de sus investigaciones. El ejercicio de<br />

la responsabilidad social implica una reflexión seria sobre las prácticas<br />

científicas, que sólo puede realizarse cuando hay condiciones institucionales,<br />

y disponibilidad de tiempo y energía para cada científico, individualmente –lo<br />

que no ocurre en el régimen neoliberal de administración–, en que todo el<br />

tiempo y energía es concentrado, directa o indirectamente, en la producción<br />

de artículos. Hay por lo tanto, una incompatibilidad esencial entre el taylorismo<br />

en la academia y la responsabilidad social en la ciencia.<br />

Esas consideraciones sugieren una dirección hacia el objetivo de<br />

caracterizar una forma de evaluación que contemple el imperativo de dar<br />

explicaciones, sin transformarlo en el de rendir cuentas. Es la forma de<br />

evaluación en que la responsabilidad social toma el lugar de la responsabilidad<br />

contable como principio legitimador, o sea, en que se exige del investigador no<br />

que publique “x” o “y” artículos por año, sino que sepa explicar de qué forma<br />

su trabajo contribuye al bien de todos.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 115


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118 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Resumen<br />

Comentarios sobre el texto de<br />

Marcos Barbosa de Oliveira<br />

Adriana De Simone<br />

Universidad de San Pablo<br />

El trabajo tiene por objetivo presentar el proceso de mercantilización de la<br />

ciencia según dos períodos críticos en la historia de la producción científica.<br />

Desarrolla una crítica de las prácticas evaluadoras pautadas en el aspecto<br />

cuantitativo de la producción de los investigadores. Oliveira propone tres<br />

dimensiones económicas del análisis socio-histórico del modelo de<br />

producción científica, como: (1 a ) “qué producir”, (2 a ) “cómo producir”, (3 a )<br />

“cómo distribuir los bienes producidos”. El período analizado va desde el final<br />

de la Segunda Guerra hasta la actualidad.<br />

Inicialmente, y según dos autores referenciales, la primera fase de este<br />

período fue denominada “fase del paradigma de la posguerra” (Stokes), y la<br />

segunda “fase de la ciencia del estado estacionario” (Ziman), mediadas por<br />

una fase intermedia, considerada crítica, de transición, en los años 70. Oliveira<br />

redefine estas dos fases considerando su intrínseca relación con el desarrollo<br />

del capitalismo, según la denominación de “ciencia de los años de oro” (CAO),<br />

pues depende del desarrollo de los “años de oro” del capitalismo y la “ciencia<br />

neoliberal”, para la segunda fase de la producción científica, coincidente con<br />

la ascensión del neoliberalismo.<br />

En términos generales, en la primera fase, dictada por el “informe<br />

Roosevelt” que determinó la política científica y tecnológica de la época, el<br />

Estado tenía un papel financiador de las investigaciones motivado por su valor<br />

instrumental, o sea, por la posibilidad de su aplicación tecnológica. El informe<br />

caracteriza a la “investigación básica”, o “investigación pura” como aquella<br />

que “resulta en conocimiento general y entendimiento de la naturaleza y sus<br />

leyes”. Ese conocimiento provee los medios para responder a problemas<br />

prácticos, respuesta dada por la “investigación aplicada”. La creencia<br />

subyacente a este período, que, desde mi punto de vista se extiende hasta la<br />

actualidad, es que los avances de la investigación permiten el perfeccionamiento<br />

de la condición humana. Sin embargo, los rumbos de la investigación<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 119


concordaban con la comunidad científica, según el interés particular de sus<br />

miembros. Los actores se limitaban a la comunidad seleccionada de<br />

investigadores y al poder de lo casual.<br />

La idea de poder hacer descubrimientos interesantes casualmente y no<br />

poder prever el rumbo y la consecuencia de descubrimientos científicos<br />

(“Principio de la Serendipidad”), fue uno de los argumentos en pos de la<br />

defensa de la autonomía de la comunidad científica. Según Oliveira, tampoco<br />

las aplicaciones tecnológicas dependen necesariamente de los rumbos<br />

dictados por los investigadores originales. Este argumento teórico asociado a<br />

elementos políticos como los “esfuerzos de guerra”, volvió a la ciencia<br />

hegemónica, con un papel determinante en las políticas de investigación en<br />

ciencia y tecnología a escala global, y permitió el triunfo de la ideología<br />

subyacente al informe. El autor concluye este tópico afirmando que la CAO no<br />

es mercantilizada en la primera dimensión, pues a pesar de la divergencia de<br />

posiciones en cuanto a considerarla autónoma, cuando es comparada con la<br />

investigación neoliberal, sus rumbos no eran determinados por el mercado.<br />

La ciencia neoliberal, por otro lado, privilegia a las innovaciones y depende<br />

del mercado. Oliveira considera que la innovación se establece como un<br />

concepto clave en investigaciones de ciencia y tecnología a partir de la<br />

segunda mitad de la década del 90. “Es impresionante en los días de hoy la<br />

presencia del concepto de innovación en un amplio dominio del discurso, y<br />

especialmente en el de las PCTs y la economía”. Su principal autor (Freeman)<br />

defiende los beneficios proporcionados por la innovación, que se diferencia de<br />

la mera “invención”, pues enfatiza explícita o implícitamente la transacción<br />

comercial presente en sus aplicaciones. Fácilmente definida por lo que no es<br />

al revés de lo que sería, la innovación técnica se presenta como aplicaciones<br />

de la ciencia pasibles de ser absorbidas por el mercado, producidas en un<br />

modelo no lineal –el concepto está vinculado a su valor de transacción<br />

comercial y se diferencia de la producción científica de la CAO.<br />

El autor entonces considera que la ciencia neoliberal está mercantilizada en<br />

la primera dimensión, o sea, en cuanto al rumbo de la investigación científica,<br />

y pierde su autonomía en pos de las elecciones dictadas por el mercado. Existe<br />

en el pensamiento de Freeman, un concepto de industria del conocimiento<br />

relacionado con la idea de “industria cultural” (Adorno y Horkheimer), puesto<br />

que da origen a una gran variedad de productos que son la “fuente primordial<br />

de avance económico”. Pero la doctrina del Estado mínimo, subyacente al<br />

ideario neoliberal, que defiende la supremacía del mercado en establecer los<br />

rumbos del desarrollo, no fue aceptada por Freeman. Considerado un crítico<br />

de tal tendencia, pues “(...) los sistemas económicos no son sólo mercados<br />

120 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


(...)” defiende la participación del Estado en la producción de innovaciones. Sin<br />

embargo, según Oliveira, Freeman no resuelve la tensión propia del<br />

neoliberalismo, entre la necesidad de un Estado fuerte y la doctrina del Estado<br />

mínimo y, por el contrario, su doctrina con énfasis en el papel del Estado sólo<br />

compensa las fallas del mercado de promover las innovaciones. Para Oliveira,<br />

Freeman puede ser clasificado como un “neoliberal estadista”, término que el<br />

autor, considera, merece ser profundizado.<br />

La ciencia neoliberal propicia la mercantilización también en la segunda<br />

dimensión (cómo producir), pues sigue el modelo empresarial de medición<br />

cuantitativa de la eficiencia de las actividades de investigación y tecnología. El<br />

objetivo de la investigación es la ganancia, no obstante se considera imposible<br />

medir el impacto de la investigación y tecnología en las ganancias, se crean<br />

medidas que se pueden contar, como innovaciones, artículos científicos<br />

publicados en revistas especializadas y patentes. Lo que es propuesto como<br />

medida por los que formulan las investigaciones en ciencia y tecnología, o sea,<br />

el crecimiento del PBI y lo que debería de hecho ser medido como el bienestar<br />

de la población, es substituido por aquello que se puede medir.<br />

En conclusión, los artículos científicos son clasificados como simulacros de<br />

mercancía, pues representan los avances en la ciencia cuantificados en los<br />

moldes capitalistas y, de hecho, uno de los argumentos que legitima esta<br />

práctica de evaluación es el supuesto beneficio de insertar el conocimiento<br />

científico producido en los moldes empresariales de la economía de mercado.<br />

El modelo taylorista de régimen de trabajo de los investigadores y de<br />

producción de artículos científicos, afecta la producción académica y perjudica<br />

el “ejercicio de la responsabilidad social”, que es substituido por la<br />

“responsabilidad contable”. La publicación sistemática de artículos es exigida,<br />

pues esta cantidad es el número que sirve como parámetro fundamental en la<br />

definición y evaluación de las directrices de la investigación en ciencia y<br />

tecnología.<br />

Oliveira indica el rumbo de su trabajo con la afirmación: “una categoría de<br />

bienes es mercantilizada en la 3ª dimensión cuando su distribución se da por<br />

medio de la venta. En el caso del conocimiento científico y tecnológico, los<br />

Derechos de Propiedad Intelectual (DPI, que incluyen los derechos de autor<br />

y las patentes) constituyen el dispositivo legal que torna posible su compra y<br />

venta. Cuanto más cercado por los DPI, más mercantilizado estará el<br />

conocimiento científico y tecnológico”.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 121


Comentarios<br />

El trabajo de Oliveira tiene relevancia, por aclarar la actual forma de<br />

legitimación de las prácticas de evaluación de la investigación en ciencia y<br />

tecnología, en especial en la universidad. Desde mi punto de vista, el presente<br />

trabajo se muestra también como una crítica a la falta de libertad de los<br />

investigadores, cuando son subyugados por un modelo de conocimiento<br />

hegemónico y por una lógica disciplinaria coercitiva. De hecho, podemos<br />

constatar que hay instaurada una especie de pragmatismo (en el sentido del<br />

énfasis en la utilidad práctica) en la producción y evaluación de la ciencia, pero<br />

también se observa la pérdida de la posibilidad del libre pensar, en diversos<br />

otros campos de la sociedad moderna. Considero que esta progresiva<br />

“idiotización” está relacionada con el “espectáculo” humano mediatizado, con<br />

el cumplimiento robotizado de funciones y con la ideología cientificista,<br />

mentalidad que defiende la eficacia por la eficacia, a cualquier precio. Se<br />

constata entonces, un debilitamiento de la reflexión y los lazos,<br />

proporcionalmente a la masificación de las opiniones.<br />

Sugiero, por lo tanto, que la pérdida de fuerza y la mecanización de<br />

nuestras funciones vitales, con el progresivo empobrecimiento de la propia<br />

sensibilidad y posibilidad de vinculación, está en el proyecto (implícito) de la<br />

ciencia moderna. Ciertamente este proyecto conlleva daños para el hombre y<br />

la naturaleza, o perjuicios para las fuentes de agua potable, energía, oxígeno,<br />

que vuelven a la realidad y nos persiguen en la fantasía. Barasab Nicolescu,<br />

físico rumano, se pregunta: “¿Cómo se explica que cuanto más conocemos de<br />

qué estamos hechos, menos comprendemos quiénes somos? (…); ¿Cómo<br />

se explica que cuanto más sabemos sobre el universo exterior, el sentido de<br />

nuestra vida y nuestra muerte sea dejado de lado, considerado insignificante<br />

y hasta absurdo? (…). La felicidad individual y social, que el cientificismo<br />

prometía, se aleja indefinidamente, como un espejismo.” (Nicolescu, 2000b,<br />

p.01)<br />

El movimiento intelectual de la posguerra, pasando por la experiencia de<br />

mayo del 68 en París, el nacimiento de la contracultura, ya realizaban intentos<br />

por reformular el rumbo al que el hombre estaba sometiéndose. La ciencia en<br />

su valor universal se tornó hegemónica ciertamente con el apoyo de la<br />

mentalidad de una cierta fracción de la sociedad y de fuerzas económicas,<br />

pero ha generado menos satisfacción de lo que se esperaba. En ese sentido,<br />

otro tema importante, relacionado al primero, es la fuerza motriz de la historia.<br />

En el marxismo, el proletariado era el motor de la esperanza de nueva utopía.<br />

En la década del 70, de los intelectuales se esperaba una respuesta al poder<br />

económico y el retomar valores humanistas y existenciales. Horkheimer<br />

122 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


(1936/1983), por ejemplo, afirma que en la filosofía idealista (Fichte) la historia<br />

es la auto-revelación de un ser espiritual; en Hegel, es impulsada por las fases<br />

de un espíritu universal; y, para Dilthey, la historia es impulsada por la naturaleza<br />

universal del hombre.<br />

Se observa, en la actual filosofía de la ciencia, un consenso en presentar<br />

“actores” que accionan en posiciones de decisión y definen qué y cómo se<br />

produce ciencia. Qué ciencia es valorada y producida. Bajo qué fuerzas o<br />

tendencias. La ideología cientificista se oculta como un ideario (colección de<br />

ideas) de soluciones en diversos sectores, con gran poder de seducción y<br />

diversos “actores” a su disposición.<br />

Me remito al artículo en discusión. Según Oliveira, la CAO se mantiene no<br />

mercantilizada en la primera dimensión (qué producir), pues el rumbo de la<br />

investigación no estaba determinado por el mercado. Considero ésta una<br />

cuestión fundamental, pues presupone que en esa época la tecnología era<br />

producida como un proceso neutro, independiente de situaciones concretas<br />

y determinadas. Sin embargo, el propio Principio de la Serendipidad, descrito<br />

por el autor, cuestiona cualquier vaga idea de neutralidad. Aunque sin definir<br />

cuáles son los actores que dictan el rumbo de la investigación, su inserción en<br />

una sociedad capitalista no permite sólo la aplicación no dirigida al mercado.<br />

Además de eso, el modelo empírico-racional-lógico (Morin, 1982/1999) de<br />

investigación de la ciencia, siempre mantuvo relación con diversas formas de<br />

transacción comercial. Así, sugerimos que el actual estado de cosas, o sea, la<br />

mercantilización y tecnologización de la ciencia, se debe a hacedores más<br />

determinantes que la elaboración del concepto de “innovación”. Aún sobre<br />

Freeman, la idea “innovadora” de “industria del conocimiento”, en caso de ser<br />

emparentada al concepto elaborado por la escuela de Frankfurt, de “industria<br />

cultural” (Adorno y Horkheimer, 1944), merece las consideraciones tejidas<br />

desde la década del 30 por la teoría crítica o desde el ascenso en el nacionalsocialismo.<br />

La pregunta que nos cabe, en cuanto psicoanalistas, filósofos, científicos,<br />

es, finalmente, ¿de qué modo podemos vivir psíquicamente y no<br />

mecánicamente, de qué forma encontrar un mundo acogedor, que no se<br />

establezca por relaciones de dominio, o en la objetivación del otro, a ser<br />

manipulado?<br />

Este tema está directamente relacionado con el combate a la hegemonía<br />

del modelo neoliberal de la ciencia, y, por lo tanto, con las fuerzas motrices<br />

actuales de la historia, de las cuales creo, podemos apropiarnos. Para eso,<br />

considero que la primera actitud a tomar, es adoptar la transdisciplinariedad,<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 123


y la crítica a la especialización disciplinaria (“ignorantismo generalizado”, Morin,<br />

1982/1999), que impide la percepción de lo esencial y lo global (fragmentado<br />

en parcelas). El rumbo sería promover un conocimiento que parta de una<br />

noción de hombre interconectado al todo, o sea, de un lugar más rico de<br />

reflexión y concreción. Barasab Nicolescu partiendo de la física cuántica,<br />

justifica la transdisciplinariedad como un nuevo marco conceptual a partir de<br />

tres referencias: los niveles de realidad, la lógica del tercer término incluido y<br />

la complejidad. Afirma que los niveles de realidad en su estructura discontinua<br />

determinan la estructura discontinua del espacio transdisciplinario. Los niveles<br />

de realidad no se excluyen, pero el mayor problema del cientificismo fue<br />

considerar sólo un nivel de realidad, la realidad objetiva. El conocimiento<br />

unitarista producido instituyó la objetividad como criterio supremo de verdad<br />

y tuvo, como consecuencia inevitable, la “objetificación” del sujeto. Éste afirma:<br />

“la muerte del hombre, que anuncia tantas otras muertes, es el precio a pagar<br />

por un conocimiento objetivo. El ser humano se vuelve objeto: objeto de<br />

explotación del hombre por el hombre, objeto de experiencias de ideologías<br />

que se dicen científicas, objeto de estudios científicos para ser disecado,<br />

formalizado y manipulado. El hombre-Dios es un hombre objeto cuya única<br />

salida es autodestruirse. Las dos masacres mundiales de este siglo, sin tomar<br />

en cuenta las innumerables guerras locales que también dejaron incontables<br />

cadáveres, no pasan del preludio de una autodestrucción en escala planetaria.<br />

O, tal vez, de un auto-nacimiento.” (Nicolescu, 2000b, p. 04).<br />

Estamos de acuerdo con Morin (1982/1999) que subraya, en cuanto a la<br />

especificidad de los días de hoy, que entonces existe un conflicto entre lo<br />

“imperativo del conocimiento por el conocimiento, que es el de la ciencia, y el<br />

imperativo de salvaguardar a la humanidad y la dignidad del hombre” (p.132).<br />

Éste sigue afirmando que podría haber un consenso provisorio: “finalmente y<br />

por otro lado, considero que actualmente, estamos condenados a buscar una<br />

moral provisoria. No creo absolutamente en una nueva ética (...) estamos<br />

condenados a compromisos arbitrarios y provisorios.” (Morin, 1982/1999,<br />

p.132) Por otro lado, Morin resalta nuestra responsabilidad por los derechos<br />

del hombre así como por los derechos de la vida, y los derechos de la<br />

naturaleza. “Creo que sólo podemos respetar verdaderamente la vida humana<br />

si respetamos, al máximo, la vida en general (...)” (ídem p. 133).<br />

También, según la premisa de que hay una apertura de calidad afectiva<br />

hacia el mundo, parece ser fundamental que se piense en cómo reavivarla o<br />

desarrollarla. Esta sensibilidad o percepción sensible se relaciona con un<br />

sentido del propio ser y se contrapone claramente al funcionamiento de la<br />

mente orientada por una elección narcisista de objeto. Esta sensibilidad o<br />

capacidad de ser afectado por el ‘Otro’, también difiere de la mente que<br />

124 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


automáticamente detecta relaciones de causa-efecto. Esta forma de raciocinio<br />

analítico, que pronostica determinado fin, es valorada en el siglo XXI y subyace<br />

a la objetificación mecánica del mundo y el hombre individualista, además de<br />

fomentar la competencia “ciega” 1 Uno de los problemas actuales, asociado a<br />

la psicología del desarrollo y a la ciencia es la creciente sustitución de una<br />

experiencia real y afectiva de descubrimiento del mundo, por una experiencia<br />

pautada por los medios de comunicación visuales, cada vez más sofisticados,<br />

como el nuevo aparato televisivo 3D. Estos aparatos interfieren en el desarrollo<br />

sensorial basado en la luz natural, el toque, la audición de la naturaleza y de<br />

ambientes abiertos, o sea, perjudica lo sensorial refinado que podría<br />

desarrollarse por si mismo. Además de eso, se debe analizar el contenido de<br />

los juegos electrónicos, como los de guerra y lucha, que sirven como una<br />

catarsis de la agresividad, y no permiten su elaboración. Nueva utopía, o<br />

reapropiación de lo que nos es propio.<br />

En la teoría crítica, el desarrollo de la cultura, como un conjunto de fuerzas<br />

(que incluye campos como hábitos, costumbres, arte, religión y filosofía) es<br />

fundamental en el mantenimiento y disolución de las formas sociales existentes.<br />

El modo de actuar de los hombres no puede ser explicado en base a procesos<br />

meramente económicos, y Horkheimer resalta la importancia de la estructura<br />

psíquica. No obstante, entiendo que su abordaje de lo “psíquico” se refiere a<br />

una lectura limitada de Freud, que considera que la sociedad se constituye<br />

por la interiorización de actos de coacción 2 , pero excluye otros elementos<br />

fundamentales, como los lazos emocionales que impregnan la esencia de un<br />

grupo. Su énfasis recae en el carácter, que liga de forma específica las<br />

instancias culturales y educacionales al individuo, y en la mimesis.<br />

Las raíces de la mercantilización pueden ser encontradas en términos<br />

psíquicos en la progresiva “cosificación” del hombre y en términos políticos en<br />

el servilismo de la comunidad científica a la tecnología y su consumo, basado<br />

en la ganancia. Así, tiene hacedor decisivo la mentalidad de la elite formadora<br />

de opinión.<br />

1 Uno de los problemas actuales, asociado a la psicología del desarrollo y a la ciencia es la creciente sustitución<br />

de una experiencia real y afectiva de descubrimiento del mundo, por una experiencia pautada por los medios de<br />

comunicación visuales, cada vez más sofisticados, como el nuevo aparato televisivo 3D. Estos aparatos interfieren<br />

en el desarrollo sensorial basado en la luz natural, el toque, la audición de la naturaleza y de ambientes abiertos,<br />

o sea, perjudica lo sensorial refinado que podría desarrollarse por si mismo. Además de eso, se debe analizar el<br />

contenido de los juegos electrónicos, como los de guerra y lucha, que sirven como una catarsis de la agresividad,<br />

y no permiten su elaboración.<br />

2 En este trabajo (1936) Horkheimer enfatiza la punición de los que violan la orden establecida como predecesora<br />

del miedo, que a su vez cedió lugar al recelo, y éste a la precaución. En los breves períodos de progreso económico,<br />

parte de las funciones que decían respecto a las puniciones se convirtieron en recompensas.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 125


Además de eso, la entificación del ser, en discusión desde los griegos,<br />

puede ser sólo propiedad secundaria de la ciencia moderna, como Heidegger<br />

(2002) apuntó (también a mediados del siglo XX). Éste entiende el proyecto<br />

científico como una voluntad de poder con efecto de dominio de la naturaleza,<br />

por la cual la esencia de la técnica o dimensión técnica de la inserción humana<br />

en la naturaleza, han sido usurpadas y las cosas reducidas a entes ofrecidos<br />

a la dominación del ver. El problema es nuestra familiarización con la<br />

representación de las ciencias naturales y su “legalidad”, cálculo que considera<br />

sólo aquello que es mensurable o cuantificable (Heidegger, 2001).<br />

Adorno (1966) afirma que el historicismo fue la gran amenaza a la ontología<br />

fenomenológica, que entonces insertó el tiempo como condición ontológica<br />

del Dasein. Aún subraya que después del fracaso de los esfuerzos en pro de<br />

una filosofía grande y total, y contra la tesis de la disolución de todas las<br />

construcciones filosóficas en ciencias particulares, la actualidad de la filosofía<br />

se desprende del entrelazamiento histórico de preguntas y respuestas. La<br />

concepción de historia para Adorno en 1966, “no sería como la del lugar de<br />

donde las ideas provienen, se levantan de manera autónoma y vuelven a<br />

desaparecer, y sí que las imágenes históricas serían en sí mismas semejantes<br />

a las ideas, cuya interrelación constituye verdad desprovista de<br />

intencionalidad, en lugar de que la verdad sobrevenga como intención en la<br />

historia” (http://adorno.planetaclix.pt/). A pesar de la importancia de estudios<br />

socio-históricos en la filosofía de la ciencia, por remitirnos al momento<br />

concreto y sus determinaciones económicas (o sea, pueden ser caracterizados<br />

como deterministas), sugiero que el análisis de la investigación en ciencia<br />

parta de una noción de mundo mental y de hombre, y para eso el psicoanálisis<br />

nos parece un buen instrumento. O sea, considero que la ciencia está al<br />

servicio de aquello que nos aproxime a nuestra propia humanidad, y por difícil<br />

que sea definir el campo originario de lo humano, tenemos elementos<br />

suficientes para afirmar, por una crítica histórica del desarrollo de la ciencia,<br />

que el proyecto de la modernidad nos ha alejado de este campo.<br />

Finalmente, cabe la pregunta: ¿la alienación, que en el psicoanálisis<br />

depende de un mecanismo de génesis traumática, puede ser un mecanismo<br />

de control presente en una sociedad que juzga constantemente el ser a partir<br />

de criterios del tener, y el sí-mismo a partir de la diferencia que se establece<br />

frente a otro a ser “perseguido”? Ciertamente, el sistema capitalista prevé el<br />

surgimiento ininterrumpido de nuevas formas de seducción 3 y consumo, que<br />

3 En ITm, el texto muestra como percibir claramente cuando una doctrina es “enfermiza”: o deseo desenfrenado<br />

de ganancia, el amor al dinero, raíz de todos los males. Cualquier doctrina que acepte esta práctica, recorre<br />

inevitablemente el camino contrario al evangelio, a la fe y la salvación, pues se fundamenta en una idolatría, que<br />

es generadora de envidia, peleas, blasfemias, corrupción y mentira. (Bíblia Sagrada, ITm, p.1463)<br />

126 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


distancian al hombre de la posibilidad de un encuentro genuino con el otro,<br />

alienan el sí-mismo, y promueven el individualismo. En ese sentido, ¿nos es<br />

constitutiva la delincuencia, creciente en la sociedad actual, o ésta sólo resulta<br />

del ciclo de ilusión-frustración, subyacente al sistema capitalista?<br />

Además de la seducción propia del capitalismo, pienso que hubo, como<br />

consecuencia de la segunda guerra mundial, un sentimiento nihilista y de<br />

inseguridad en relación al propio poder destructivo del hombre, que aún está<br />

presente. De hecho, una guerra incluye, además de pérdidas materiales,<br />

pérdida de ideales y de la propia creencia del hombre en la posibilidad de vivir<br />

en paz y alcanzar la felicidad. Morin afirma: “un estadista francés dijo durante<br />

la primera guerra: “la guerra es un proceso demasiado serio para ser dejado<br />

en manos de los militares” (Morin, 1982/1999, p. 133). Morin completa: “la<br />

ciencia es un proceso demasiado serio para ser dejado sólo en manos de los<br />

científicos” Y por fin, afirma que “la ciencia se tornó muy peligrosa para ser<br />

dejada en manos de los hombres de Estado. Dicho de otra forma, la ciencia<br />

pasó a ser un problema cívico, un problema de los ciudadanos (...) lo que<br />

podemos hacer es una recopilación de los problemas, formular las<br />

contradicciones, proponer una moral provisoria” (ídem, p. 133).<br />

Tenemos posibilidad de desarrollar una sociedad en la cual prevalezca el<br />

pensamiento que considera la alteridad y los derechos humanos que deberían<br />

legitimarla. Sin embargo, es propio del humano el aniquilamiento y la sumisión<br />

del otro, por los mecanismos que estén a su alcance. En caso de que ese<br />

problema fuera considerado por la ciencia podríamos revertir el rumbo al cual<br />

nos sometimos, o sea, podríamos tener de hecho una ciencia en pro del<br />

bienestar y la vida, y no en pro de la alienación y la muerte. Pues vivimos un<br />

descontento social en los países en desarrollo y en países ricos, y nuevas<br />

formas de control como la xenofobia o el prejuicio y la intolerancia hacia lo<br />

diferente, comparten una misma idea de manipulación.<br />

En términos de lo colectivo, aceptamos la acepción de Emmanuel Levinas<br />

(2008), filósofo fenomenólogo, según la cual hay una relación originaria de<br />

responsabilidad entre los hombres, o entre Yo y el Otro, pautada en la<br />

heterogeneidad radical del Otro. Para Levinas la relación basada en el poder<br />

adviene de la identificación del Yo con un Otro que pierde su imagen propia.<br />

El Yo imbuido de la meta del Mismo se apodera en un acto de poder de todo<br />

lo que se encuentra a su alrededor, transforma lo diferente o extraño en lo<br />

familiar, y la alteridad del Otro se descompone neutralizada (Levinas, 2008).<br />

La libertad, para Espinosa (Chaui, 2003), alcanza su máximo esplendor en<br />

el ejercicio pleno de la razón, diferente de una concepción de libre albedrío<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 127


donde prevalece la elección contingente entre alternativas posibles. Su<br />

libertad está en el ejercicio pleno de la razón y el actuar según la necesidad<br />

de su naturaleza. Según Espinosa, el estado de Naturaleza por ser física de los<br />

cuerpos y lógica de los afectos es pura relación de fuerzas. La marca del<br />

estado de Naturaleza es su imposibilidad de generar el esfuerzo de<br />

conservación en el ser, en cuanto fuerza más potente y contraria al derecho<br />

natural aislado, desencadenando la lógica de los afectos. En el estado de<br />

Naturaleza no hay justicia, pues los más fuertes subyugan a los más débiles.<br />

Es en medio de la propia acción, en base a la razón y por fortalecimiento<br />

de aquello que los hombres comparten naturalmente, que reside el aumento<br />

de la vida y la libertad de cada uno.<br />

Consideramos aún que la idea de inconciente permite que se investigue y<br />

se lidie con elementos influyentes en nuestras elecciones y, por lo tanto,<br />

permite un control mayor de los rumbos de la investigación en la ciencia y de<br />

sus riesgos. Mecanismos constitutivos del sujeto, basados en lo desconocido,<br />

en los deseos inconcientes lo expulsan, por así decir, del centro de su vida.<br />

Freud incluye la pulsión de muerte, entendida en psicoanálisis como<br />

indiferencia, separación de los vínculos y agresividad como propia, intrínseca<br />

a lo humano, pero no inmune al control. Es la fuente mayor del nihilismo, de la<br />

alienación y se relaciona con la desapropiación del deseo propio. André Green<br />

(1990) define la “pulsión de muerte” como resultado del fracaso en la<br />

búsqueda del objeto de la pulsión, con la resultante tendencia a la descarga<br />

y desobjetalización. Horkheimer y Adorno (cuando discuten el ascenso del<br />

nacional-socialismo) proveen una lectura que también incluye el concepto de<br />

pulsión de muerte. Afirman un impulso mimético en favor de la civilización en<br />

una sociedad totalmente administrada, donde la razón perdió su potencial<br />

crítico. No obstante, la mimesis no lleva a la realización plena de las<br />

potencialidades humanas y permanece como fuerza destructiva, regresiva,<br />

distorsionada, que en lenguaje freudiano puede ser entendida como pulsión de<br />

muerte o la disolución/regresión del Yo en un estadio inferior. En lugar de<br />

reconciliarse corporalmente con la naturaleza, el Yo, que de ella se había<br />

alejado, sucumbe a la lógica del mismo, lo que significa la pérdida de la<br />

individualidad y de la unidad del Yo (“Nicht-mehr-man-selbst-Sein”). No hay<br />

más devenir, “venir a ser”, y el individuo diluido en el establishment formalizado<br />

permanece como un sujeto escindido, incapaz de identificar la alteridad.<br />

Sin embargo, son dos los principios que rigen el funcionamiento mental: la<br />

llamada ‘pulsión de muerte’ versus la ‘pulsión de vida’. El amor actúa como<br />

hacedor civilizador (Freud, 1921), en el sentido de transformar egoísmo en<br />

altruismo, y constituye lazos emocionales entre los miembros de un grupo.<br />

128 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Otro elemento importantes en defensa del “deseable común” y los rumbos de<br />

la investigación en la universidad, es nuestro propio pensar creativo.<br />

El interés de Freud (1921) es definir la naturaleza de los lazos del grupo,<br />

que involucra distintos grados del estado de amar y ser amado, siendo que<br />

este sentimiento se relaciona con la identificación. La identificación revela<br />

aquel que nos gustaría ser –y difiere de la mimesis y de la elección objetal de<br />

tipo sexual– o aquel que nos gustaría tener: “Podemos sólo ver que la<br />

identificación se esfuerza por moldear al propio ego de la persona según el<br />

aspecto de aquel que fue tomado como modelo.” (1921, p.134) “Ya<br />

comenzamos a adivinar que el lazo mutuo existente entre los miembros de un<br />

grupo es de naturaleza de una identificación de ese tipo, basada en una<br />

importante calidad emocional común, y podemos sospechar que esa calidad<br />

común reside en la naturaleza del lazo con el líder.” (ídem). Bion (1975)<br />

profundiza el estudio de la mentalidad de grupo y sus premisas, además de<br />

cuestiones pertinentes a la formación del líder, temas que desgraciadamente<br />

no caben en esta breve discusión.<br />

Considero que un buen investigador, al asumir un liderazgo en pos de la<br />

ciencia, debe producir un conocimiento que parta de niveles diversos de la<br />

realidad, siendo el primero de ellos una noción de hombre, que no puede ser<br />

dejada de lado, por ejemplo por la sociología, la filosofía, o la ciencia empíricoracional.<br />

De esa forma el investigador podrá apropiarse de su investigación,<br />

para desarrollar un trabajo útil para la sociedad, pues ésta responderá a la<br />

necesidad del hombre. La ciencia, estaría entonces al servicio de aquello que<br />

nos aproxima a nuestra propia humanidad. Compartir un “deseable” común en<br />

cuanto al valor a ser alcanzado, permite que se constituya un grupo o sociedad<br />

y que se dirija el rumbo de la investigación científica y sus aplicaciones. Antes<br />

de eso, debemos considerarnos sometidos a nuestra propia pulsión, o a la voz<br />

de una ideología científica ciega ante cuestiones humanas relevantes. Parcelas<br />

sociales silenciosas, que no establecen una crítica, comparten un falso<br />

sentimiento de libertad. En este sentido, el conocimiento se presenta a los<br />

moldes del simulacro, o peor, según discursos negociados y vendidos como<br />

verdad.<br />

El deseable-común resulta del poder de la reflexión, del desarrollo de<br />

liderazgos y, por lo tanto, de grupos pautados en el deseo de transformación<br />

además de la creencia de que la historia está en constante cambio. Para esto<br />

es necesario que se esclarezca cuáles son las necesidades materiales, pero,<br />

también, cuáles las necesidades psíquicas humanas (que permanecen, a pesar<br />

del ritmo del desarrollo tecnológico). Podemos identificar las causas de la<br />

enfermedad social, y respetar este conocimiento, adquirido con el esfuerzo de<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 129


la reflexión. Finalmente, tal vez lo más importante, creo que debemos<br />

desarrollar la compasión auténtica y la sensibilidad, necesarias para que esta<br />

transformación tenga lugar.<br />

De hecho, la evaluación de la investigación en ciencia basada en un análisis<br />

meramente cuantitativo es un pensamiento simplificador, que se fundamenta<br />

en el cientificismo y la objetificación del “conocimiento”. Desalienta la actividad<br />

docente y la constitución de un conocimiento que incluya diversos niveles de<br />

realidad, según un modelo transdisciplinario. En conclusión, propicia la<br />

apropiación indebida y la competencia predatoria, desventajosa para todos<br />

los involucrados, además de promover un exceso de información, que parte de<br />

una noción (implícita) equivocada de hombre.<br />

130 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Adorno, T. W. (1966), A atualidade da fillosofia.<br />

Referencias Bibliográficas<br />

Adorno, T. W. e Horkheimer, M. (1944), A industria cultural: o esclarecimento<br />

como mistificacão das perosas.<br />

Bíblia (1995), Edições Loyola, Paulinas, San Pablo.<br />

Bion, W. R. (1975), Experiências com grupos, 2ª ed., (W. I. Oliveira, trad.),<br />

Imago, Rio de Janeiro.<br />

Chaui M. (2003), Política en Espinosa, Companhia das Letras, San Pablo.<br />

Freud, S. (2004), Escritos sobre a psicologia do inconsciente, volumen I:<br />

1911-1915, L. A. Hanns (coord. da trad.), Imago, Rio de Janeiro.<br />

_______ (1911) “Formulações sobre dois principios do acontecer psíquico”,<br />

op. cit, pp. 6377.<br />

Freud S. (2007), Escritos sobre a psicologia do inconsciente, volumen III:<br />

1923-1938, A. Hanns (coord. da trad.), Imago, Rio de Janeiro.<br />

_______ (1921), “Psicologia das massas análise do Eu”, pp. 91-169.<br />

Green, A. (1990), Conferências Brasileiras – metapsicologia dos limites,<br />

Imago, Rio de Janeiro.<br />

Heidegger, M. (2002), “A questão da técnica”, en: Ensaios e Conferências,<br />

E. Carneiro Leão et. al. (trad.), Vozes, Petrópolis.<br />

______ (2001), Seminário de Zollikon, M. Bloss (ed.), Vozes, Petrópolis.<br />

Horkheimer, M. (1936/1983), Estudios sobre autoridade e família, Materiais<br />

Críticlos, Lisboa.<br />

Levinas, E. (2008), De Deus que vem à ideia, Vozes, Petrópolis.<br />

Morin, E. (1999), Ciência com consciência. Bertrand Brasil, Rio de Janeiro.<br />

Nicolescu, B. (2000a), Educação e transdisciplinaridade, UNESCO, Brasília.<br />

___________ (2000b), O manifesto da Transdisciplinaridade, Hugin Edichores,<br />

Portugal.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 131


Las diversas culturas y las prácticas de la ciencia<br />

Hugh Lacey<br />

Swarthmore College - Universidad de San Pablo<br />

1. La cultura, la agencia humana y el bienestar humano 1<br />

Los seres humanos son agentes, seres corporales y sociales que se<br />

relacionan con la naturaleza, los artefactos y otros seres humanos de maneras<br />

que reflejan sus deseos, sus valores, sus creencias de lo que es posible y<br />

deseable, sus capacidades corporales y sus posiciones histórico-sociales. La<br />

agencia es correctamente ejercida cuando la persona asume la<br />

responsabilidad por los valores que sostiene, las decisiones que toma en<br />

función de las consideraciones que los informan, los juicios prácticos que<br />

realizan, y las consecuencias de sus acciones. Cómo, y cuán bien sea ejercida,<br />

las maneras específicas en que una persona se relaciona y puede relacionarse,<br />

con la naturaleza, los artefactos y otras personas, se encuentran conectadas<br />

dialécticamente con el entramado social de su vida, con los valores que<br />

encarnan sus instituciones y sus prácticas, las posibilidades que ello permite<br />

e impide y la visión del mundo que cultiva.<br />

La agencia es una dimensión integral del bienestar humano. Como las<br />

dimensiones corporales y sociales del bienestar, podría aumentarse o<br />

disminuirse dependiendo de la presencia de diversas condiciones<br />

–personales, materiales, psicológicas, espirituales, epistémicas, sociales,<br />

económicas– que afectarían cómo uno puede actuar a la luz de sus propios<br />

valores, que son establecidos por sus creencias sobre lo que es posible.<br />

Ejercitada correctamente, la agencia cultivada se integra al bienestar humano<br />

y al de uno mismo. Ésta es una consideración que apoya los propios valores.<br />

Además, existe la cuestión de si es posible –y si tiene valor– ejercer la propia<br />

agencia de una manera compatible con las de los demás sin debilitar su propio<br />

bienestar. No hay una respuesta para esta pregunta sin que uno forme sus<br />

propios valores y creencias dentro de un diálogo con otros individuos; es<br />

probable que la respuesta dependa de si uno cree que su propio bienestar<br />

está esencialmente entrecruzado con el de los demás. Incluso si uno apoyase<br />

este punto de vista, podría ser que lo ideal quedase lejos del reino de lo que<br />

es realmente posible, de modo que el conflicto –en el que las acciones de<br />

1 En otro sitio he elaborado las perspectivas aquí resumidas de los valores, la agencia y el bienestar (Lacey, 1999,<br />

cap. 2; 2008a, cap. 2; Lacey & Schwartz, 1996).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 133


algunos disminuyesen la agencia de los demás– sea inevitable. Sin embargo,<br />

el apoyo a esta perspectiva significa que el lugar para el diálogo no estaría<br />

cerrado ni prematura ni permanentemente, y que lo eficaz no estaría<br />

racionalmente exento de considerar los impactos en el bienestar de otros por<br />

actuar según los valores a los que adhiere. 2<br />

Las variaciones culturales del entramado social –históricas, geográficas,<br />

de clase, etc.– parecen garantizar que sola raras veces las personas explicitan<br />

que valoran el cultivo de la agencia de cada individuo y de un modo universal. 3<br />

Estas variaciones incluyen las de las diferentes perspectivas valorativas<br />

mantenida a lo largo del tiempo y en las visiones del mundo que los acompaña.<br />

Una visión del mundo expresa las presuposiciones de una perspectiva<br />

valorativa; expresa opiniones sobre la naturaleza y sus posibilidades, los ideales<br />

de la naturaleza humana, el bienestar y el progreso humano, y mantiene las<br />

categorías que permitirían que una persona entienda los objetivos y límites de<br />

una aspiración razonable (Lacey, 2009a). El modo en que se cultiva la agencia<br />

varía con cada cultura, pudiendo decirse lo mismo de las concepciones sobre<br />

la relación entre la agencia cultivada y el bienestar humano. Hay diversas<br />

culturas 4 que forman distintos estilos de vida –distintas maneras de interacción<br />

entre la gente y los artefactos, los objetos naturales y el ambiente y (en ciertas<br />

culturas) con otra clase de seres (los espíritus, los dioses, Dios)– en que<br />

distintos atributos humanos son valorados, y cultivados por como están<br />

considerados en la expresión de la naturaleza humana y la contribución al<br />

bienestar humano.<br />

2 Quien tiene la agencia bien cultivada manifiesta la individualidad, pero no deberían relacionarse con “los individuos”<br />

de la “teoría de decisiones racionales,” quienes actúan según los cálculos que incluyen sus preferencias (utilidades)<br />

y probabilidades de resultados, o con los consumidores contentos y saludables, los que las publicidades proponen<br />

para que nosotros emulemos. “Los individuos” surgen de un tipo específico de entramado social, y es más evidente<br />

hoy por estar estructurado por las instituciones y prácticas del neoliberalismo, lo cual notoriamente no provee las<br />

condiciones para que todos puedan cultivar bien sus agencias.<br />

3 Poca gente, aunque sus acciones no lo reflejen, niega el valor prima facie de contribuir al bienestar de cada<br />

individuo universalmente, donde el bienestar se considera un bienestar corporal (y tal vez psicológico). El rol de la<br />

agencia bien ejercitada para el bienestar incluye su vínculo con valores variables a los que se adhiere de modo<br />

reflexivo; sin embargo, no se comprende bien ni considerablemente. Esto explica parcialmente por qué los objetivos<br />

de los movimientos de emancipación popular (especialmente los movimientos “extranjeros”) se entienden muy<br />

poco dentro de una cultura que cultiva el neoliberalismo, y por qué están ignorados o suprimidos dentro de estas<br />

culturas. Nótese que el mantenimiento de un valor puede ser profundamente arraigado en una tradición cultural.<br />

Pero que sea tan arraigado no es per se una razón convincente para mantenerlo. El mantenimiento de un valor<br />

debe ser abierto a la crítica en el diálogo referido dentro de este texto, pero los decoros de la crítica (los cuales<br />

pueden ser refutados) no niegan la importancia de la aprobación reflexiva de sus valores.<br />

4 Esta conferencia conmemora el 50º aniversario de la publicación de The Two Cultures and the Scientific<br />

Revolución por C.P. Snow (Snow, 1959). Mi uso de “cultura” es claramente muy distinto al modo en que lo utiliza<br />

Snow. Quiero identificar las influencias culturales en la ciencia moderna –no si los científicos pueden constituir una<br />

cultura– y qué posibilidades podrían ser abiertas a la ciencia si se refutan estas influencias.<br />

134 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Sostengo que el propio horizonte, contra el que se deben evaluar todas<br />

las prácticas humanas, incluyendo la ciencia, es el modo en que contribuyen<br />

al bienestar de cada individuo universalmente, incluyendo las generaciones<br />

del futuro (Lacey, 2008c). El bienestar de las personas no podría estar<br />

separado de poder expresar en sus vidas los valores que han apoyado de<br />

manera reflexiva en sus entornos culturales locales. Este ideal tiene que ser<br />

interpretado de una manera en que sea sensible a la diversidad de los valores<br />

culturales y la conciencia de quienes son las personas que sostienen los<br />

diferentes valores. Las consecuencias sobre las actividades científicas son de<br />

gran alcance.<br />

2. La ciencia y la cultura<br />

La tradición de la ciencia moderna (sus objetivos y sus ideales explicativos,<br />

los tipos de fenómeno que considera significativos y la alta prioridad para<br />

realizar investigaciones, los tipos de teorías y las hipótesis que propone para<br />

ensayar, sus vínculos con la tecnología, sus metodologías privilegiadas, los<br />

estándares epistémicos que destaca) refleja un fondo cultural particular. Sin<br />

embargo, sus propios intérpretes (por ejemplo, C. P. Snow), tienden a<br />

minimizar este hecho; ellos consideran que los resultados científicamente<br />

establecidos racionalmente requieren que todos adhieran a ellos; como así<br />

también un compromiso en las prácticas de adquirir conocimiento científico<br />

necesario para el “desarrollo,” produciendo un estado general en que se<br />

satisfagan las necesidades materiales básicas de todos los seres humanos. En<br />

su opinión, la ciencia moderna –sin importar la especificidad de sus orígenes<br />

culturales– representa un valor universal; la ciencia sirve (o podría servir) para<br />

el bien de toda la especie humana. Por lo tanto, Snow habla de una “corriente<br />

moral allí en el seno de la propia ciencia” (Snow, 1959, p. 13). Tiene que estar<br />

encauzada apropiadamente, por supuesto, para que el potencial destructivo<br />

que también está allí (su alianza con los desarrollos militares) no la aplaste.<br />

Pero Snow tiene confianza en las virtudes morales básicas de los científicos. 5<br />

Ellos “tienen el futuro [¡un mejor futuro!] en sus huesos.” (Idem, p. 10); sus<br />

prácticas los hacen sensibles para reclutar las necesidades de los<br />

empobrecidos del mundo y actuar en contra de las fuerzas totalitarias. 6<br />

2.1 La objetividad y la inclusión<br />

La idea de que la ciencia representa un valor universal se ha dicho de<br />

5 Snow hace una lista de las virtudes de los científicos: curiosidad, atención a los detalles, perseverancia, veracidad,<br />

escepticismo, humildad valiente, comunidad y también impaciencia optimista: “Están inclinados a ser impacientes<br />

para ver si se puede hacer algo e inclinados a pensar que sí se puede hacer, hasta que se pruebe lo contrario”<br />

(Snow, 1959, p. 7).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 135


muchas maneras diferentes, pero parece que hay dos componentes<br />

principales (cada uno con varias formulaciones en competencia): 7<br />

1.La objetividad: El conocimiento científico bien establecido tiene algo para<br />

decirnos: simplemente, quien actúa deliberadamente informado por las<br />

creencias refutadas por los desarrollos científicos, puede considerarse<br />

irracional. La base de la objetividad estriba en determinar las afirmaciones<br />

cognitivas y las teorías en que se expresan, a la luz de la evidencia<br />

empírica disponible, de modo que se cumplan estándares de adecuación<br />

y criterios cognitivos (como la adecuación empírica y el poder explicativo)<br />

más allá de cualquier contenido de valor ético o social. El criterio de la<br />

evaluación está exento de factores culturalmente específicos y, por eso,<br />

no hay ninguna razón sólida de que se encuentre basada en la cultura<br />

para cuestionar el conocimiento científico establecido de manera objetiva.<br />

2.La inclusión: (imparcialidad, no-favoritismo, neutralidad) El conocimiento<br />

científico es uno de los “bienes” de la especie humana. En principio, se<br />

podría usar (su aplicación) –de forma más o menos imparcial– para informar<br />

los proyectos ligados a intereses que representan algún valor viable basado<br />

en la cultura. Esto indica: (a) que cada artículo del conocimiento científico<br />

establecido podría ser utilizado de cierta manera; (b) que de la reserva del<br />

conocimiento establecido, cualquier interés puede elegir un elemento que<br />

le sirva; (c) que la acumulación continua del conocimiento científico<br />

permitiría a cada vez más intereses servirse de su aplicación. 8<br />

Para los intérpretes de la tradición científica, la objetividad y la inclusión<br />

son valores o ideales de las prácticas científicas. Mientras no reconozcan que<br />

es un hecho que todos los resultados científicos aprobados están de acuerdo<br />

6 “El futuro en sus huesos” es una metáfora ambigua. Vincent Buckley (un poeta australiano y crítico literario) se<br />

burló de esta metáfora: “[Esta declaración de Snow sobre los científicos] hace que las cosas sean más difíciles<br />

para los demás; porque, en el mejor de los casos nosotros simplemente tenemos el futuro en nuestras mentes y<br />

corazones” (Buckley, 1962, p. 107). Si está “en sus huesos,” los científicos no tienen que pensar ni sentir el futuro,<br />

ni discutir sus planes y resultados para los que están construyendo un mejor futuro. La metáfora de los<br />

“huesos”captura bien esa seguridad que expresa Snow –inflexible, no responsivo al diálogo con la consideración<br />

de los valores culturales de la gente cuya vida va a ser “mejorada” por los resultados de la ciencia. Snow<br />

aparentemente no necesitaba contacto directo con la gente pobre para saber qué deseaban y valoraban– por<br />

cierto en su escritura, aunque describe los sufrimientos con mucho sentimiento de sus progenitores empobrecidos,<br />

no muestra evidencia de una participación real con la gente en los países empobrecidos, y no parece estar de<br />

acuerdo con que la ciencia y la tecnología han ayudado a los poderes imperiales y comerciales que suprimieron<br />

a esta gente y diezmaron sus culturas. Snow se sintió muy cómodo recorriendo “los pasillos de poder” pero allí no<br />

se encuentra la gente pobre.<br />

7 Estas y otras ideas relacionadas, a veces con terminología distinta, se elaboran en los trabajos de Lacey (1999;<br />

2005a; 2008a; 2010). Algunos de los detalles importantes no están incluidos en el resumen de caracterizaciones<br />

que se introduce en este texto.<br />

136 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


con la objetividad y ciertamente no con la inclusión, ellos van a mantener que<br />

la trayectoria de la tradición está más cerca de la manifestación completa de<br />

estos ideales en las prácticas e instituciones científicas; y, en la medida en<br />

que la trayectoria real no siga esta dirección, podría ser justamente criticada. 9<br />

Tradicionalmente, este punto es la clave del argumento de la autonomía de<br />

las prácticas científicas y de la idea de que la ciencia se desarrolla según su<br />

propia dinámica sin responder, salvo eventual y temporalmente, a ningún valor<br />

que no sea universal. Está sujeto a escrutinio empírico si la trayectoria de la<br />

tradición científica se orienta en la dirección de estar más de acuerdo con estos<br />

ideales y, si no, si es posible dirigir las prácticas científicas actuales hacia una<br />

dirección nueva en que sean más coherentes con los ideales. Si no es posible,<br />

la propuesta de que la ciencia representa un valor universal tendría que ser<br />

8 La neutralidad es un término mucho más usado: la ciencia es neutral, es del interés de todos, no importa sus<br />

perspectivas de valor, y –considerado en conjunto– no sirven los intereses de algunas perspectivas de valor a<br />

expensas de los de otras perspectivas. Pero, por lo general, las adherencias de neutralidad de valor no están<br />

acompañados por una reflexión adecuada de la naturaleza de los valores, y los críticos de la neutralidad<br />

generalmente están contentos con señalar los hechos obvios de que claramente no todos los artículos del<br />

conocimiento científico pueden ser utilizados para servir todas las perspectivas de valor viables, así que no se<br />

puede sostener la interpretación (a). No creo que la neutralidad, (b) y (c), pueda o deba ser descartada tan<br />

fácilmente. Con la inclusión, estoy tratando de conseguir una nueva versión de la neutralidad, que ha estado<br />

presente durante la tradición científica moderna y creo que vale la pena defenderlo como un valor de las prácticas<br />

científicas.<br />

El valor que estoy expresando se puede denominar de la integración cultural. Quiero expresar que la neutralidad<br />

trasciende los intereses que abarca un valor viable de base cultural. Esto puede ser contrastado con la integración<br />

individual, lo cual se puede formular por reemplazar los “intereses” en (c) con “individuos.” La integración individual<br />

tiende a ser prometida cuando se identifica la ciencia como tecnociencia al servicio del desarrollo económico<br />

formado por las instituciones del capital y el mercado. Lo que esta promesa llega a ser merece más tiempo y<br />

atención del que puedo ofrecer en este texto (véase Lacey 2005a: cap. 11; 2006a: cap. 6). Sin embargo, el servicio<br />

a los individuos (véase Nota 2) no es lo mismo que fomentar el bienestar de agentes culturalmente ubicados,<br />

para que la fortaleza de la integración individual pueda estar debilitando la integración cultural –ser considerado<br />

como un “individuo” puede implicar dejar su propia identidad cultural, así favorece los intereses del capital y el<br />

mercado a expensas de perspectivas de valor rivales. En este artículo, no se incluye la cuestión de si la ciencia<br />

contemporánea está avanzando en la incorporación de la integración individual (como da por sentado Snow),<br />

porque acá quiero explorar las maneras en que la integración cultural está abierta a más incorporación y por eso,<br />

en este artículo, interpreto la integración en ese sentido. Obviamente, esta no es la última palabra en el asunto.<br />

9 Esto se mantiene aunque uno interprete la inclusión en términos de la inclusión individual (Nota 8). Sería un<br />

asunto para criticar, ej., que la ciencia provee mejor los intereses para los ricos que para los pobres (en, por ejemplo,<br />

la investigación médica). Pero si uno no interpreta la inclusión de esta manera, el vínculo estrecho de la ciencia<br />

con los valores del capital y el mercado no tendría la misma notabilidad crítica – si, en alianza con estos (valores<br />

culturalmente específicos) la integración individual se hace más abarcativa, eso no debería ser una objeción (para<br />

los que aceptan esta interpretación) de la consiguiente debilitación de la integración cultural. Seguramente no<br />

debería ser una objeción si la integración cultural es incapaz de ser más abarcativa. Si todavía es un asunto para<br />

la investigación empírica, creo que hay evidencia prometedora que es capaz de ser más abarcativa (véase Lacey<br />

2005a: cap. 11; 2006a: cap. 6), y en este artículo estoy investigando lo que esto puede significar para la conducta<br />

de la ciencia. La evidencia de la posibilidad de ser más abarcativo sólo se puede obtener si se realiza la<br />

investigación apropiada.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 137


evisada. Actualmente, puede ser que este repaso no sea muy polémico en<br />

realidad –por lo menos con respecto a la inclusión, más allá de la objetividad–<br />

porque actualmente es usual que el diseño de políticas científicas esté basado<br />

en la presuposición de que el propósito de la investigación científica sea el de<br />

obtener conocimiento fiable que pueda informar la innovación tecno-científica<br />

para el desarrollo económico. Sólo en el caso de que el desarrollo económico,<br />

basado en la innovación tecno-científica, fuese una condición para el bienestar<br />

de cada individuo universalmente (un asunto abierto a la pregunta empírica),<br />

podría aceptarse que tal investigación, bajo este supuesto, sea acorde al ideal<br />

de la inclusión (véase Notas 8 y 9).<br />

A través de la tradición, ambos ideales, en general, parecen atractivos tanto<br />

para los intérpretes empiristas como para los racionalistas. Asimismo, se<br />

supone que los científicos, en general, han apoyado y cultivado las virtudes<br />

necesarias para actuar acorde con ellos. El ideal de la objetividad llegó a ser<br />

visto como expresando aquello que podemos esperar del conocimiento más<br />

fiable, personificando de modo general los estándares epistémicos más altos.<br />

Además, la tradición ha mantenido que el conocimiento objetivo, cuando se<br />

utiliza para informar la acción humana, mejora su eficacia o su utilidad;<br />

específicamente, mejora nuestra capacidad de “controlar” los objetos naturales<br />

y el fenómeno, creando las posibilidades para mejorar la vida de todos (por<br />

ejemplo, controlando las causas de las enfermedades) utilizando fuentes de<br />

energía para reducir la carga de trabajo e innovando en la esfera de la<br />

comunicación y el entretenimiento. Por supuesto, mejorar nuestra capacidad<br />

de controlar también creó el potencial para producir armas destructivas (ésto<br />

es el aspecto negativo de la inclusión). Sin embargo, la tradición mantuvo que<br />

la acumulación progresiva del conocimiento científico produciría un<br />

conocimiento al servicio de todos (véase Notas 8 y 9); “la corriente moral allí<br />

en el seno de la misma ciencia” (Snow) podría ser encauzada temporalmente<br />

en la dirección equivocada, pero no puesta al lado. Las fronteras de la<br />

investigación científica siempre están ampliándose –en principio, según la<br />

tradición mantenida, todo el fenómeno puede ser entendido en el curso de la<br />

investigación sistemática (véase Lacey, 2009a)– esto justifica la promesa de<br />

aumentar progresivamente el reino de la intervención humana eficaz en la<br />

naturaleza en más y más dominios de la vida humana, y proveer conocimiento<br />

fiable para tratar con más y más recursos los males humanos.<br />

2.2 Propuestas rivales –S y S 1 – para caracterizar las prácticas científicas<br />

La historia recientemente relatada es derribada con ambigüedad, cuando<br />

intentamos caracterizar lo que son las prácticas científicas. Las explicaciones<br />

arriba indicadas sugieren una descripción (S), como la siguiente:<br />

138 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


S: Las prácticas científicas involucran, en primera instancia, a las<br />

investigaciones empíricas sistemáticas llevadas a cabo para generar y<br />

consolidar el conocimiento y aprendizaje de los fenómenos<br />

(i) que están empíricamente basados y representados en teorías<br />

confirmadas y<br />

(ii) que permiten el descubrimiento de fenómenos nuevos y nuevas formas<br />

de generarlos y eliminarlos; como así también la anticipación de las<br />

consecuencias causales, incluyendo aquellas provocadas por la<br />

intervención del ser humano y las posibilidades que puedan producir.<br />

La comprensión que se está buscando:<br />

(i) es la de los dominios de fenómenos que no dejan de expandirse, incluyendo<br />

fenómenos producidos o propuestos en el curso de la experimentación y<br />

medición (que son frecuentemente elaboradas con el objetivo de probar<br />

teorías o informar innovaciones tecno-científicas) – entonces:<br />

(ii) ningún fenómeno de importancia en la vida humana o en la práctica<br />

social, y generalmente ninguna afirmación, es, en principio, excluido del<br />

campo de las investigaciones científicas.<br />

Incluye, en segundo lugar, los esfuerzos para usar el conocimiento científico<br />

con el fin de informar las actividades prácticas (tecnológicas), p.ze., para<br />

aplicar el conocimiento científico, y en ocasiones, directamente para producir<br />

la aplicación tecnológica –u otro tipo de descubrimiento o conocimiento–, o<br />

para anticipar los efectos posibles de las aplicaciones, incluyendo sus efectos<br />

secundarios.<br />

La corriente en la tradición dominante, sin embargo, complementa a S con<br />

un ideal de comprensión particular. Se necesita la investigación científica para<br />

incorporar una metodología particular, que envuelva la utilización de<br />

estrategias 10 que (1) obligue a las teorías investigadas –los candidatos bajo<br />

investigación para ser confirmados o no– a representar las estructuras de los<br />

fenómenos subyacentes, los procesos e interacciones en que sus<br />

componentes están involucrados, y las leyes (típicamente en forma<br />

matemática) que las gobiernan; se busca con ello poder representar la<br />

estructura molecular subyacente, los mecanismos fisicoquímicos, y las formas<br />

matemáticas y propiedades cuantificables–; y (2) seleccione los datos<br />

cuantitativos, más datos generalmente obtenidos en el curso de la observación<br />

de operaciones experimentales y de medición, como el tipo de datos<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 139


elevantes que hay que buscar y anotar, con el objetivo de testear<br />

interactivamente las teorías en cuestión. Los fenómenos se consideran<br />

entendidos cuando, bajo una descripción apropiada, están representados en<br />

teorías confirmadas que consideren los límites. Este tipo de representación<br />

involucra la disociación del fenómeno de sus cualidades sensoriales, de sus<br />

contextos ecológicos, humanos y sociales y cualquier posibilidad que podrían<br />

tener en virtud de estar en estos contextos, así como de los vínculos que los<br />

fenómenos tienen con la experiencia, la vida, y los valores humanos: la<br />

comprensión “científica” involucra entender las posibilidades de los fenómenos<br />

sólo en el grado en que están representados como generados, o generables,<br />

a partir de la estructura, los procesos, la interacción y la ley subyacente. Las<br />

metodologías que incorporan estas estrategias descontextualizan los<br />

fenómenos por ignorar sus contextos ecológicos, humanos y sociales y, en el<br />

caso del fenómeno biológico y humano, los reduce a mecanismos<br />

fisicoquímicos y neurales. Las denomino metodologías de enfoque<br />

descontextualizado-reduccionista (el enfoque D-R).<br />

La tradición científica moderna, entonces, tiende a caracterizarse por S 1 :<br />

además de S, incorpora las estrategias D-R como componentes esenciales de<br />

la metodología “científica” –mientras que, sin este componente adicional, S<br />

caracterizaría a la ciencia para que consista de prácticas de investigación<br />

empírica sistemática que busquen lograr la comprensión del fenómeno, lo cual<br />

podría aportar aplicaciones útiles, donde las estrategias adoptadas fuesen lo<br />

más apropiado dadas las características del objeto que se investiga.<br />

¿Qué estrategia caracteriza mejor a la ciencia, S 1 o la más inclusiva S? La<br />

respuesta no se resuelve por lo que parecen ser hechos de la ciencia<br />

establecida: que sus profesionales opten por S 1 de manera abrumadora y que<br />

sus instituciones educativas y de investigación estén estructuradas de una<br />

manera que refleja S 1 . No se resuelve porque la ciencia no sólo es el modo en<br />

cómo se lleva produce y mantiene la ciencia establecida en la actualidad;<br />

también, es el resultado de la tradición que ha suscripto ambos ideales, la<br />

objetividad y la inclusión. Estos valres constituyen la base de la ciencia, como<br />

autoridad social en asuntos epistémicos, una autoridad que los portavoces<br />

científicos continúan reclamando ¿Cuán de acuerdo está la ciencia con tales<br />

ideales, si la consideramos según S 1 ? ¿podría alcanzarse una mayor<br />

concordancia? (No olvidar Notas 8 y 9). Si hay poco acuerdo y si las<br />

10 He discutido en otro sitio (Lacey, 1999; 2005; 2008a; 2010a) que la investigación científica siempre se realiza<br />

bajo una estrategia, y las funciones principales de la estrategia son limitar la clase de teorías aceptables y<br />

seleccionar el tipo de datos empíricos que son pertinentes para considerar las teorías evaluadas cognitivamente.<br />

En estos trabajos he elaborado, a veces usando terminología distinta, el enfoque metodológico D-R (véase también<br />

Lacey 2009b).<br />

140 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


trayectorias actuales no prometen una mejor concordancia, ¿debemos quedarnos<br />

con S 1 y obviar uno o ambos ideales? o ¿debemos mantener tales ideales y ver<br />

cómo reinstitucionalizar la ciencia, de acuerdo con S, acercarnos más a ellos?<br />

2.3 La ontología y la metodología<br />

No hay duda de que el enfoque D-R ha sido productivo. Dentro de este<br />

enfoque, muchas teorías de muchos dominios se confirmaron y avanzaron –sin<br />

que hoy pueda percibirse un punto final–, continúan avanzando hacia el<br />

descubrimiento de innumerables posibilidades para el control tecnológico, y<br />

son evaluadas positivamente por la mayoría. 11<br />

Además, sin el uso de algunas de las metodologías D-R, ningún fenómeno<br />

puede ser entendido enteramente.<br />

Sin embargo, si sólo se utiliza el enfoque D-R, algunos fenómenos no<br />

podrían ser entendidos adecuadamente, incluyendo:<br />

Los riesgos: los que denomino riesgos indirectos, por ejemplo, los riesgos<br />

ecológicos y sociales a largo plazo de las innovaciones tecno-científicas;<br />

y no sólo los riesgos, los efectos perjudiciales que se han producidos (por<br />

ejemplo) relacionados con la diversidad cultural y ecológica, p.e., el<br />

deterioro medioambiental, el calentamiento global y el debilitamiento de<br />

la seguridad alimentaria para muchas personas.<br />

Las redes causales en donde se encuentran los problemas de pobreza, y<br />

en donde los proyectos de aplicación y aumento del conocimiento<br />

científico se llevan a cabo. 12<br />

11 No hay razones “de base cultural” para cuestionar la confirmación de muchas teorías que han sido investigadas<br />

dentro del enfoque D-R. Lo que está confirmado, sin embargo, es que la teoría provee un entendimiento de un<br />

dominio particular de fenómenos, o de fenómenos bajo una descripción “descontextualizada.” Aunque muchos de<br />

sus artículos de conocimiento, ej., las causas virales y bacterianas de las enfermedades y sus tratamientos,<br />

representadas en estas teorías, son valoradas positivamente por la mayoría. El hecho de que una teoría se confirme<br />

de esta manera no implica que sea importante, de valor ético o social, o para todas las culturas. Además, la<br />

expansión continua de los dominios de cuyos entendimientos D-R están y estarán disponibles no constituye una<br />

buena razón para mantener que todo los fenómenos puedan ser bien entendidos dentro del enfoque D-R. ¡Quizás,<br />

en los casos importantes, las descripciones culturalmente significativas sean un requisito esencial para obtener<br />

una comprensión adecuada! El éxito del enfoque D-R no implica nada de su éxito potencial de investigaciones<br />

realizadas bajo las estrategias que no se pueden reducir a las que caen dentro de este enfoque. (Véase Lacey,<br />

2005a, parte 1; 2007b; 2009a; 2009b; 2010, parte 1).<br />

12 La tradición científica moderna ve la base de la inclusión en la expansión de la agencia humana de controlar los<br />

objetos naturales y los procesos que se pueden usar para afrontar los problemas de la humanidad, (ej., los<br />

problemas de salud). Pero expandir esta agencia depende de las redes causales, de los problemas y los agentes<br />

que controlan el ejercicio de la agencia. Es un tema empírico si la inclusión puede ser realizada de una manera<br />

más completa, y requiere la investigación de estas redes, investigación que no se puede realizar dentro del enfoque<br />

D-R (Véase Notas 8 y 9).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 141


Las prácticas alternativas (p.e., en la agricultura, la agro-ecología) que no<br />

se basan fundamentalmente en el uso de las innovaciones tecnocientíficas<br />

(como, por ejemplo, la agricultura basada en transgénicos).<br />

Los fenómenos que no pueden ser reducidos a sus mecanismos<br />

fisicoquímicos subyacentes, p.e., los organismos biológicos, los sistemas<br />

ecológicos, la acción intencional humana y las estructuras sociales. 13<br />

Para investigar estos fenómenos –dado el tipo de fenómenos– se deberían<br />

utilizar estrategias metodológicas, marginadas en la ciencia dominante, que<br />

no descontextualicen o compriman.<br />

Dado S 1 , esta investigación no sería catalogada como “científica”. Para S,<br />

sin embargo, las credenciales “científicas” provienen de la investigación<br />

empírica y llevada a cabo teniendo a la vista el horizonte de la objetividad;<br />

adoptar las estrategias D-R no entra dentro de esta caracterización de la<br />

ciencia. Permite la adopción de otras estrategias; permite el pluralismo<br />

metodológico y la posibilidad de que diferentes tipos de objetos requieran<br />

diferentes estrategias (que utilicen diferentes tipos de categorías), para<br />

obtener un entendimiento adecuado de su naturaleza. S permite la adaptación<br />

de una metodología a las características del objeto de la investigación y no<br />

subordina ontología a metodología. Sin embargo, S no garantiza que la<br />

adopción de otra estrategia particular, no D-R, vaya a ser fructífera, pe., permitir<br />

que teorías confirmadas de dominios específicos de fenómenos sean<br />

obtenidas. Sólo una investigación empírica exitosa podría mostrar esto. Este<br />

fracaso prolongado de la investigación en demostrar la productividad de<br />

algunas estrategias no contempladas por D-R constituiría, sin duda, una razón<br />

para considerar a S como un equivalente de S 1 en efectividad. Pero, existen<br />

muchas evidencias de que hay estrategias no contempladas por D-R que son<br />

fructíferas (referencias en Nota 13). Muchas veces, utilizo el caso de la agroecología<br />

para ilustrar esto (Lacey 2005a, cap. 5; 10; 2006a, cap. 5; 2010,<br />

cap. 8); se pueden encontrar otros ejemplos en los estudios referidos al medio<br />

ambiente y la ciencia del clima (Lacey & Lacey, 2010) y en los estudios de las<br />

estructuras sociales y la acción intencional humana.<br />

13 Los argumentos detallados para apoyar estas afirmaciones se pueden encontrar en otros sitios: sobre los riesgos:<br />

incluyendo la distinción entre los riesgos directos e indirectos (Lacey, 2005a, cap. 9; 2006a, cap. 4; 2008b; 2010,<br />

cap.10); sobre las alternativas (Lacey, 1999, cap. 8, 9; 2005, cap. 5, 10; 2006a, cap. 5; 2010, cap. 2, 7-9; Lacey &<br />

Lacey, 2010); sobre el contexto causal de las aplicaciones (Lacey 2005a, cap. 5, 8, 11; 2006a, cap. 3, 6); sobre<br />

la acción humana (Lacey, 1999, cap. 2, 9; 2005a, cap. 11; 2008a, cap. 8; 2009a; 2009b; Lacey & Schwartz, 1996);<br />

sobre las estructuras sociales (Lacey, 2005a, cap. 11; 2006a, cap. 6; 2008a, cap. 7, 8).<br />

142 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


2.4 Los aspectos culturales de los fenómenos no pueden ser entendidos<br />

adecuadamente dentro del enfoque D-R<br />

Las estrategias no contempladas por D-R son utilizadas cuando el objeto<br />

de la investigación requiere, para ser descripto y explicado adecuadamente,<br />

categorías que no tienen lugar en las teorías que cumplen con las limitaciones<br />

del enfoque D-R, p.e., cuando se ocupa de los fenómenos que –cuando los<br />

encontramos en la experiencia y la práctica (Lacey, 2009b)– no pueden ser<br />

caracterizados adecuadamente utilizando las categorías D-R. Algunos<br />

ejemplos incluyen la seguridad alimentaria, los agro-ecosistemas sostenibles,<br />

los ambientes deteriorados, la contaminación, el mantenimiento de ciertos<br />

valores éticos y sociales, los riesgos producidos por las innovaciones tecnocientíficas<br />

(como commodities o los defensores de los derechos de propiedad<br />

intelectual) incluyendo aquellos que pudieran disminuir la agencia de grupos<br />

relevantes.<br />

Claramente, la importancia de estos fenómenos como objetos para la<br />

investigación es influenciada por valores y se relaciona con factores en la vida<br />

social práctica, con la cultura. Además, las categorías utilizadas para<br />

describirlos tienen connotaciones de valor, y las declamaciones sostenidas<br />

empíricamente respecto de ellos, provocan la toma de decisiones de valor<br />

(ceteris paribus), por ejemplo: la seguridad alimentaria y las condiciones para<br />

generarla y mantenerla son éticamente significativas, y las causas de la<br />

inseguridad alimentaria, que podrían ser conocidas objetivamente como una<br />

consecuencia de la investigación empírica son (ceteris paribus) apropiadas a<br />

enfoques de juicios de valor negativos (Lacey, 2007a, 2008a, cap. 8; Lacey &<br />

Lacey, 2010). Estos resultados, claramente, no son neutrales ni –considerados<br />

aisladamente–, están de acuerdo con la inclusión.<br />

No obstante, en ocasiones, la objetividad puede ser percibida en las<br />

investigaciones que usan estrategias no contempladas por D-R, frecuentemente<br />

las exigencias pragmáticas no permiten el tiempo necesario para<br />

producir resultados acordes con la objetividad. Tenemos que tomar una<br />

decisión ahora –p.e., si hay que usar, o no, transgénicos a gran escala–<br />

aunque no dispongamos por el momento de la evidencia para apoyar, de<br />

acuerdo con la objetividad, las principales afirmaciones que legitiman el uso de<br />

transgénicos (p.e., la ausencia de riesgos graves y la ausencia de alternativas<br />

menos riesgosas), ni tampoco para refutarlas (referencias en Nota 13).<br />

Entonces, la pregunta pertinente es: ¿apoya la evidencia disponible el que sea<br />

problablemente cierto –de acuerdo con la objetividad–, que posteriores<br />

estudios empíricos muestren que existían serios riesgos imposibles de<br />

manejar? Si es así, entonces sería (ceteris paribus) incorrecto empezar a<br />

utilizar transgénicos a gran escala. Las respuestas a esta pregunta no podrían<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 143


ser aceptadas sólo de acuerdo con la objetividad; pero cualquier acción o<br />

política ulterior dependera del modo como respondamos esta pregunta (para<br />

aprobar una proposición, P, habría que juzgar si es apropiado –legítimo– actuar<br />

como si P fuera verdadero, al menos por ahora y hasta el momento en que<br />

haya más evidencia disponible: Lacey, 2005b).<br />

Los valores afectan la respuesta que uno elija. El principio de precaución,<br />

que incorpora una serie de valores específicos (véase Nota 18), propone<br />

demorar este uso, a la espera de mayores investigaciones en la determinación<br />

de los riesgos y alternativas. Los agronegocios a gran escala, portadores de<br />

valores diferentes, desean seguir adelante; se orientan principalmente por el<br />

riesgo de no obtener los beneficios esperados de sus inversiones. Sin<br />

embargo, los agronegocios –y sus portavoces científicos–, tienden a afirmar<br />

que no hay evidencia científica sobre riesgos graves. Han realizado un análisis<br />

de riesgos (riesgos directos) usando las metodologías de S 1 (véase Nota 13),<br />

y sólo introdujeron al mercado los productos que fueron aprobados; para ellos,<br />

ya se han realizado suficientes investigaciones científicas. En este sentido, su<br />

responsabilidad y compromiso hacia S 1 cumple la función de disimular el<br />

hecho de que los valores tienen influencias en la aprobación de que “no hay<br />

riesgos graves” 14 para ellos, la evidencia que citan sus adversarios no es<br />

evidencia “científica,” porque la mayor parte de la información se obtiene<br />

usando estrategias que no están de acuerdo con el enfoque D-R, pero que son<br />

“sólo un reflejo de su propia ideología”.<br />

Los agro-ecosistemas sustentables son el objeto principal de la<br />

investigación en la agro-ecología, lo cual representa la manera de cultivar<br />

preferida por muchos movimientos de agricultores pequeños y trabajadores<br />

rurales en los sectores empobrecidos del mundo. 15<br />

La cultura apoya la consideración de que los agro-ecosistemas<br />

sustentables tengan tanta importancia. En la investigación agro-ecológica, las<br />

semillas son consideradas como componentes de los agro-ecosistemas que<br />

(siguiendo a Altieri, 1995) son investigados en términos de su rendimiento a<br />

la luz del desideratum: la productividad, la sustentabilidad (la integridad<br />

ecológica y la preservación de la biodiversidad), la salud social, y la fortaleza<br />

de la agencia de la gente local, con la visión de descubrir las condiciones bajo<br />

las cuales podrían o no ser actualizadas en un correcto balance. El contexto,<br />

incluyendo el contexto cultural, es esencial. El rol y el potencial de la semilla en<br />

un agro-ecosistema no pueden ser reducidos a lo que puede entenderse<br />

enfocando en sus estructuras y mecanismos subyacentes –genómicos y<br />

moleculares–, y sus interacciones fisicoquímicas con otros componentes<br />

(descontextualizados) del agro-ecosistema. Los resultados de la biología<br />

molecular podrían aportar a la agro-ecología de diversas maneras, pero la<br />

144 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


iología molecular carece de los recursos conceptuales para tratar con el agroecosistema<br />

de un modo integral.<br />

Las investigaciones en la agro-ecología son esencialmente inter y<br />

multidisciplinarias, utilizando no sólo las ciencias biológicas dominantes y<br />

establecidas, sino también en menor medida la ecología, la sociología, la<br />

antropología, la económica, la historia y la ciencia política. Asimismo, utiliza el<br />

conocimiento indígena local y las prácticas tradicionales, con el que<br />

frecuentemente manifiesta continuidad. Requiere utilizar las habilidades de<br />

observación y el conocimiento de los mismos agricultores, quienes típicamente<br />

tienen un conocimiento más completo de los ecosistemas en que trabajan que<br />

los científicos formalmente titulados, y también de sus historias y de sus<br />

prácticas que pueden ser sustentables, además de mantener la biodiversidad.<br />

Por otro lado, son sus valores y sus culturas las que quedan fortalecidas por<br />

las prácticas agro-ecológicas; las investigaciones agro-ecológicas no pueden<br />

ser realizadas sin su participación comprometida. En las investigaciones agroecológicas,<br />

no hay una clara división entre el investigador y el agricultor, ni<br />

entre los científicos formalmente titulados y los portadores del conocimiento<br />

tradicional. Esto añade credibilidad a las credenciales científicas de las<br />

investigaciones agro-ecológicas: un argumento que parecerá raro sólo donde<br />

las metodologías de la ciencia han sido identificadas con aquellos que exploran<br />

los mecanismos subyacentes y las leyes del fenómeno en disociación de su<br />

lugar en los agro-ecosistemas. El reconocimiento del rol epistémico de los<br />

agricultores es valorado, no solo porque es necesario para obtener ese tipo de<br />

conocimiento que se busca, sino porque también fortalece sus agencias,<br />

permitiendo que ellos tengan un rol más importante en las prácticas que<br />

forman los contornos de sus vidas.<br />

14 Véase Lacey (2008c) para un resumen de varias maneras en que los valores pueden influenciar las adhesiones<br />

a una hipótesis sobre riesgos. Aquí voy a anotar sólo una de ellas: cuando uno adhiere a que “no hay riesgos”,<br />

también adhiere que “la evidencia que lo confirma es suficientemente fuerte para que no haya que tomar en cuenta<br />

las consecuencias que se podrían producir si en realidad fuera falso”. Esta concesión supone la seriedad ética<br />

sobre las consecuencias potenciales –por ejemplo, si debilitar la seguridad alimentaria a millones de personas<br />

pobres sería una consecuencia– (la evidencia apoyando “no hay riesgo” tiene que ser muy fuerte para justificar<br />

tal aceptación, en comparación, por ejemplo, con una consecuencia como que el color del grano producido sería<br />

diferente). Entonces, el punto no es sólo que, en la ausencia de evidencia clara, uno puede permitir que sus propios<br />

valores resuelven el asunto (por lo que respecta a la acción inmediata). Se defendió este punto hace años por<br />

Rudner (1953); también véase Lacey (2005b), en el cual introduje el término “adherir”, y –para una cuenta<br />

actualizada– Douglas (2009). También es una preocupación central de la ciencia “post-normal” (Funtowicz &<br />

Ravetz, 1992). (S necesita ser parcialmente modificado a la luz de estas consideraciones ¡Pero eso es otra tarea!).<br />

15 La agro-ecología está considerada por estos movimientos como una mejor opción de cultivo de base transgénica.<br />

Con el propósito de ilustrar, uso el caso transgénico/agroecológico, el caso que he considerado más detalladamente<br />

(Lacey, 2005a, parte 2; 2006a). La mayor parte de mi argumento puede ser relacionado con la innovación<br />

tecnocientífica/prácticas alternativas que no se basan en la innovación tecnocientífica (Lacey, 2008b; 2009d).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 145


3. Investigando según la objetividad y la inclusión<br />

Expuse que la investigación, apropiada a los cuatro tipos de fenómeno<br />

catalogados, requiere usar estrategias no-D-R y muestran las siguientes<br />

características:<br />

(i) Los factores culturales influencian lo que se considera importante para<br />

la investigación.<br />

(ii) Los juicios de valor, ocasionalmente, pueden ser obtenidos (ceteris<br />

paribus) de conclusiones empíricamente confirmadas.<br />

(iii) Frecuentemente, no se puede llegar a conclusiones de acuerdo con la<br />

objetividad antes de su pertinencia para decisiones prácticas.<br />

(iv) Los factores culturales están involucrados en los juicios de quienes son los<br />

agentes que tienen que participar en la toma de decisiones epistémicas<br />

sólidas, una de las implicaciones de ello es que una clara línea divisoria<br />

entre la ciencia y el conocimiento indígena estaría siendo arrasada.<br />

Estas características, según los defensores de S 1 , harían que la ciencia<br />

fuese indistinguible de la simple opinión. Dicen que introduciría a la ciencia en<br />

el mismo tipo de impugnación y relativismo que marca un discurso valorativo,<br />

a diferencia de la situación que prevalecería dentro de “la ciencia real”; pe., en<br />

las investigaciones realizadas dentro del enfoque D-R, donde se logra la<br />

objetividad cuando la investigación es realizada de una manera apropiada y<br />

adecuada; además, las características 1-4, pondrían a la ciencia necesariamente<br />

en conflicto con la inclusión. Luego, con la objetividad raras veces<br />

lograda y la inclusión irrealizable, no habría ningún lugar para la autonomía de<br />

la ciencia o para sostener la autoridad general de acuerdo con sus resultados.<br />

La investigación llevada a cabo dentro del enfoque D-R representa el caso<br />

ejemplar para aceptar teorías y hacer juicios de carácter científico que estén<br />

de acuerdo con la objetividad. Esto sugiere que tiene sentido intentar extender<br />

su alcance lo más lejos posible y no descartar a priori que eventualmente<br />

podría ser que abarque todos los fenómenos. Pero no provee una razón para<br />

suponer que, en principio, el enfoque D-R pudiese abarcar todos los<br />

fenómenos, o rechazar completamente las credenciales científicas de intentos<br />

(usando otras estrategias) para entender los fenómenos que actualmente no<br />

puede abordar (Lacey, 2009a, 2009b). De todas formas, los fenómenos<br />

listados (sec. 2.3) no se pueden investigar adecuadamente dentro del enfoque<br />

D-R. Dado esto, ¿existe una buena razón para interpretar la ciencia en términos<br />

de S 1 , en lugar del más abarcativo S?<br />

146 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


3.1 El enfoque D-R: ¿cuánto está en concordancia con la objetividad y la<br />

inclusión?<br />

Aunque la investigación marcada por S 1 ha producido resultados que han<br />

derivado en aplicaciones justamente valoradas de modo positivo por casi todo<br />

el mundo, interpretar la ciencia en términos de S 1 no garantiza que la ciencia<br />

responda adecuadamente a los ideales de la objetividad y la inclusión. Para<br />

aclarar este punto, haré algunos comentarios sobre la ciencia contemporánea<br />

y la tecnociencia. 16<br />

En primer término, actualmente las tendencias principales de las<br />

investigaciones científicas están estrechamente ligadas con la innovación<br />

tecno-científica, al desarrollo económico y a intereses comerciales. En<br />

segundo lugar, la aplicación del conocimiento científico, en las condiciones<br />

socioeconómicas características de la modernidad, ha contribuido a la crisis<br />

medio-ambiental actual, muchas veces acompañada por la devastación<br />

medioambiental y social; una crisis que amenaza con provocar daños<br />

irreversibles. En tercer lugar, no ha sido una prioridad para la investigación<br />

científica producir el conocimiento que sería adecuado para afrontar esta crisis,<br />

o para anticipar más riesgos que la aplicación del conocimiento científico<br />

podría producir; y, por otra parte, los beneficios del progreso tecno-científico<br />

no han sido distribuidos uniformemente entre los ricos y los pobres (Lacey<br />

2008b; 2008c; 2009c).<br />

Sugiero que parte de la explicación de estos tres fenómenos se debe a<br />

que una gran parte de la ciencia contemporánea, de facto, es guiada por un<br />

principio ético que llamo el Principio de la Legitimidad de la Innovación Tecnocientífico<br />

(PLIT): “A pesar de que exista evidencia científica, obtenida en las<br />

investigaciones realizadas bajo las estrategias D-R, de que hay riesgos graves,<br />

es legítimo implementar sin demora aplicaciones eficaces de conocimiento<br />

científico objetivamente confirmado” (Lacey, 2008c; 2009d). Asimismo, PLIT<br />

puede ser relacionado con un imperativo ético: priorizar las “soluciones” tecnocientíficas<br />

para los grandes problemas del mundo (por ejemplo, la desnutrición<br />

en los sectores empobrecidos), y considerar como una falta ética cuestionar<br />

el potencial o la legitimidad (y ciertamente la prioridad) de la investigación que<br />

dice que puede encontrar las soluciones 17 .<br />

Seguir el PLIT no es coherente con la inclusión porque muchas<br />

innovaciones –legitimada por tal principio– han sido cuestionadas por quientes<br />

defienden el principio de precaución (PP): “es obligatorio ser precavidos al<br />

16 Para leer mi caracterización resumida de la técnociencia, véase Lacey (2008c).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 147


introducir innovaciones tecno-científicas por sus riesgos potenciales y, antes<br />

de su real implementación, permitir un período razonable para evaluar otras<br />

investigaciones, ecológicas y sociales y relacionadas con otro tipo de riesgos,<br />

buscar alternativas, y analizar el contexto causal de las aplicaciones<br />

propuestas. 18 Teniendo en mente los tres fenómenos mencionados<br />

anteriormente, creo que el PP debería ser reformulado en lo que denomino el<br />

Principio de Responsabilidad en la Conducta Científica (PRCC): “es<br />

irresponsable participar en una investigación (p.e., en la biotecnología o<br />

nanotecnología) que conduzca a innovación, sin que se realice una<br />

investigación rigurosa y sistemática, apropiada y suficiente, para identificar y<br />

valorar los riesgos ecológicos, humanos y sociales a largo plazo, en un marco<br />

de tiempo razonable; y a menos que haya una investigación adecuada sobre<br />

el valor (beneficio) social de implementar tales innovaciones, tomando en<br />

cuenta los beneficios posibles de alternativas y de los factores culturales que<br />

influyen en su apreciación”.<br />

Quienes interpretan la ciencia en términos de S 1 , sostienen que rechazan<br />

el PP puesto que, al incluir las consideraciones éticas, se entromete con la<br />

autonomía de la ciencia (Lacey, 2006b); otros porque el PP crea obstáculos<br />

para el desarrollo económico. Creo que la segunda es una mejor explicación:<br />

se rechaza el PP ya que choca con el PLIT. Sin embargo, ésta no es una buena<br />

razón para rechazar el PP; la legitimidad de una innovación no se sigue de<br />

confirmada eficacia, incluso valorando a partir de PLIT. La legitimidad depende<br />

de que se haya adherido también a los siguientes afirmaciones: no existe<br />

ningún riesgo grave, no hay ninguna alternativa genuina y (donde la innovación<br />

es ofrecida como una “solución” de algún problema) las condiciones<br />

socioeconómicas de implementarlo son adecuadas para la “solución” efectiva.<br />

Pero la investigación tecno-científica dominante atiende los riesgos indirectos<br />

(véase Nota 13) sólo cuándo no puede evitarlos, y sólo de modo fragmentario;<br />

raramente atiende a las alternativas no informadas por las innovaciones tecnocientíficas;<br />

tampoco considera el contexto socioeconómico local de los<br />

problemas y las “soluciones” ofrecidas, excepto las que se relacionan con el<br />

desarrollo económico y otros objetivos comerciales. Esto equivale a dar el PLIT<br />

por sentado; haciendo que esto corresponda fácilmente con la interpretación<br />

17 Nunca he visto este principio y sus actitudes asociadas expuestas explícitamente, pero creo que ellos toman en<br />

cuenta que, en las deliberaciones de política pública, la carga de la prueba siempre se pone en quienes desafían<br />

la legitimidad de la innovación (aunque los recursos financieros raramente se proveen para que esta carga pueda<br />

ser supuesta adecuadamente). Parecen dominar la “cultura científica” de Snow; ¡quizás expresan la perspectiva de<br />

los que “tienen el futuro en sus huesos”! (Véase Nota 21).<br />

18 PP no tiene una formulación definitiva. No voy a defender mi versión aquí (véase Lacey, 2006b). En todas sus<br />

formulaciones, se incorpora un compromiso a los varios valores éticos acerca de los derechos humanos (en el<br />

sentido general de la Declaración Universal de Derechos Humanos), equidad intra e intergeneracional,<br />

responsabilidad medioambiental, desarrollo sustentable y la democracia deliberativa.<br />

148 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


de la ciencia en términos de S 1 , no reclama la realización de otra investigación<br />

fuera del enfoque D-R.<br />

3.2 El enfoque D-R y los valores del progreso tecnológico 19<br />

Dar el PLIT por sentado también es parte de la “corriente moral en el seno<br />

de la misma ciencia” de la que habla Snow. Lo explicaré brevemente.<br />

El conocimiento científico obtenido dentro del enfoque D-R tiende a servir<br />

especialmente a los intereses prácticos que reflejan un punto de vista de valor,<br />

el cual incorpora lo que denomino valores del progreso tecnológico (VPT).<br />

Dentro de estas perspectivas, el alto valor ético y social estaría en expandir el<br />

alcance de la capacidad humana de ejercer control sobre los objetos naturales;<br />

expresado especialmente en las innovaciones tecno-científicas, con<br />

innovaciones que aumentan cada vez más la penetración de tecnologías<br />

(objetos, sistemas, soluciones de problemas), y sobre cada vez más dominios de<br />

la vida moderna (diaria y doméstica), en las experiencias e instituciones, y en la<br />

definición de problemas en términos que permitan soluciones tecno-científicas.<br />

Los VPT también suponen no subordinar el valor de control de los objetos<br />

naturales sistemáticamente a cualquier otro valor ético y social, sino que, al<br />

contrario, suponen la legitimidad prima facie de la implementación de<br />

innovaciones tecno-científicas, incluso admitiendo la necesidad de hacerlo con<br />

un alto costo de disrupción social y medioambiental. Los VPT incorporan el PLIT.<br />

S 1 ha sido la interpretación dominante en la tradición establecida a partir<br />

de la científica moderna, en lugar de la más inclusiva S, porque existen<br />

relaciones de refuerzo mútuo entre adoptar las estrategias del enfoque D-R y<br />

mantener los VPT; y es un hecho que los VPT son mantenidos por muchas<br />

personas en sociedades contemporáneas y se encuentran altamente<br />

encarnados en las instituciones económicas y políticas dominantes; son<br />

esenciales para la auto comprensión de nuestra época, y sus supuestos<br />

–véase más abajo– se consideran verdades. Asimismo, su alta representación<br />

en las instituciones dominantes se fortalece hoy por tales relaciones de mutuo<br />

refuerzo que existen entre mantenerlos y sostener los valores del capital y el<br />

mercado (siendo, actualmente las instituciones que personifican estos últimos<br />

los portadores principales de los VPT).<br />

Esto es una explicación para la adopción virtualmente exclusiva de<br />

estrategias D-R en la investigación científica. Subrayaría una justificación por<br />

ello, si hubiese razones convincentes para mantener los VPT. Sostener los<br />

19 Introduzco terminología y supuestas conclusiones que he elaborado en otra oportunidad (Lacey, 1999; 2005a;<br />

2008a; 2010); véase Introducciones a Lacey (2005a) y Lacey (2010) para resúmenes.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 149


VPT, como sostener cualquier conjunto de valores, se vuelve coherente y está<br />

justificado racionalmente apelando a ciertas presuposiciones (Lacey, 1999,<br />

cap. 2; 2008a, cap. 2), las cuales –sugiero– deberían incluir propuestas como<br />

las siguientes (Lacey, 2005a, cap. 1; 2010, cap. 1) 20 : (a) La constante<br />

innovación tecno-científica expande el potencial humano y provee beneficios<br />

que están disponibles para el conjunto de la gente (vinculada, en las versiones<br />

actuales, a su contribución al desarrollo económico); (b) Se pueden descubrir<br />

soluciones tecno-científicas para la mayoría de los problemas prácticos, en la<br />

medicina, la agricultura, la comunicación, el transporte, la provisión de energía,<br />

etc., incluyendo aquellos producidos por “los efectos secundarios” de las<br />

mismas implementaciones tecno-científicas; (c) Para la mayoría de estos<br />

problemas sólo existen soluciones tecno-científicas; (d) Los valores del progreso<br />

tecnológico representan un conjunto de valores universales; y en la actualidad,<br />

están sostenidos por la mayoría de los habitantes del planeta, al menos por las<br />

personas que han considerado reflexivamente sus valores personales mediante<br />

la participación en el diálogo crítico-informado, 21 y deberían ser parte de una<br />

perspectiva valorativa viable hoy en día (no existe hoy otra alternativa viable). La<br />

“corriente moral en el seno de la misma ciencia” parece ser su conexión<br />

dialéctica entre la ciencia y los VPT (lo cual incluye el adherir al PLIT).<br />

Identifico (a) – (d) como los presupuestos de los VPT, porque sería una<br />

contradicción sostener en la práctica los valores de VPT y negar la mayoría de<br />

estas propuestas. Todos están abiertos a la investigación empírica (no dentro<br />

del enfoque D-R, pero en las ciencias histórico-sociales). No obstante, quienes<br />

los mantienen, tienden a no hacerlo en base a la investigación, sino a causa de<br />

que están considerados claramente justificados por el registro histórico. En<br />

realidad, una certeza remarcable se expresa en los supuestos de los VPT,<br />

incluso por quienes insisten que la investigación científica no podría producir<br />

certeza [¡tienen “el futuro en sus huesos”!], tanto como aquellos que<br />

cuestionan tienden a ser rechazados como “anti-ciencia”, “anti-progreso”, o<br />

portadores de alguna agenda éticamente sospechosa. Sin embargo, puesto<br />

20 Las variaciones de estas propuestas son esenciales para la retórica de defender que el apoyo público esté<br />

disponible para los avances tecno-científicos. Los encontramos en las publicidades, los noticieros, los comentarios<br />

editoriales, la retórica de una campaña política, y en las declaraciones de los portavoces de las instituciones<br />

científicas cuando buscan fondos financieros para sus proyectos, ej., investigaciones de células madre, el proyecto<br />

del genoma humano, nanotecnología, y la investigación y desarrollo de los transgénicos. véase Lacey (2005a,<br />

parte 2; 2006a) para la documentación de la retórica en el caso de transgénicos.<br />

21 Snow (1959, p. 7) habla de los científicos “determinados a luchar al lado de sus hombres hermanos,” eficazmente<br />

por mantener estas presuposiciones, y expresa desprecio para ‘los intelectuales literarios’ (la otra –no científica–<br />

“cultura”), quien, según él, rechazan las suposiciones y VPT. Cf. “Los intelectuales, en particular, los intelectuales<br />

literarios son Luddites naturales” (p. 21); “La industrialización es la única esperanza para los pobres, … [y] con<br />

unanimidad singular, en cualquier país en que han tenido la opción, los pobres se han ido de la tierra y han entrado<br />

en las fábricas tan pronto como las fábricas los aceptaron” (pp. 24-25).<br />

150 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


que casi no están sujetos a la investigación, se sostienen dogmáticamente (y<br />

ciertamente no están de acuerdo con los estándares de la objetividad).<br />

3.3 ¿Existe una base no dogmática, culturalmente neutral para privilegiar<br />

al enfoque D-R?<br />

¿Sostener S 1 provee una manera de escapar de la crítica que poseen las<br />

cuatro características resumidas al comienzo? Sí, pero sólo si se aceptan<br />

acríticamente los supuestos de los VPT (y el PLIT), y eso sería a costa de<br />

ambas, la objetividad y la inclusión. Al mismo tiempo, si se acepta que estos<br />

presupuestos deberían estar sujetos a investigación, la ciencia podría<br />

articularse de un modo diferente a S 1 . Entonces, la investigación que podría<br />

confirmarlos –como máximo– podría justificar el privilegio del enfoque D-R<br />

para investigar sobre ciertos fenómenos. 22<br />

Sin embargo, tal investigación aún no se ha llevado a cabo, y de hecho hay<br />

evidencia disponible que –por lo menos– hace surgir cuestionamientos sobre<br />

la posibilidad de que tales ideales puedan cumplirse. 23<br />

S 1 representa una manera de pensar y de practicar la ciencia que refleja<br />

valores culturales específicos; seguirlo presenta amenazas para la objetividad<br />

y ofrece pocas posibilidades de obtener una manifestación plena de la<br />

inclusión. Así, mantener S 1 vuelve necesario abandonar los valores de la<br />

tradición científica moderna, y hace que la ciencia sea cada vez más servicial<br />

a los VPT, y a los valores relacionados con priorizar el desarrollo económico.<br />

Las quejas de S 1 contra el uso de estrategias múltiples no-D-R, permitidas por<br />

S, es que va en contra de la objetividad y la inclusión.<br />

3.4 El pluralismo metodológico, las diversas culturas, y el mantenimiento<br />

de la objetividad y la inclusión<br />

Sin embargo, puede defenderse la objetividad y la inclusión como ideales de<br />

las prácticas científicas. Seguir el enfoque D-R exclusivamente o adoptar un<br />

sólo tipo de estrategia (por ejemplo, las estrategias agro-ecológicas), no<br />

permitiría la inclusión y provocaría fallas en la objetividad; por las relaciones de<br />

mutuo refuerzo que tienen con perspectivas valorativas particulares. Considero<br />

22 Uno puede restringir el uso del término “ciencia” para la investigación realizada dentro del enfoque D-R –pero<br />

no implicaría que las credenciales epistemológicas eran generalmente superiores a las de la investigación que<br />

justificó su privilegio.<br />

23 Con referencia a (d), ej., los partidarios de PP y los movimientos sociales que favorecen la agro-ecología no<br />

mantienen VPT; el valor del progreso tecnológico es subordinado al valor de mejorar la agencia humana en sus<br />

expresiones culturales diversas (véase Lacey, 2005a, cap. 11; 2006a, cap. 6).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 151


que la mejor manera de interpretar la inclusión es que los intereses formados<br />

por una perspectiva valorativa viable puedan beneficiarse con ciertos<br />

elementos de todo el conjunto del conocimiento científico establecido. Esto es<br />

posible solamente si se acepta el pluralismo de las estrategias, y si los<br />

fenómenos de especial importancia para cada perspectiva valorativa se<br />

investigan adecuadamente (por ejemplo, la innovación tecno-científica si uno<br />

mantiene los VPT; los riesgos ecológicos y sociales prolongados si uno adhiere<br />

al PP; los agro-ecosistemas sustentables si uno mantuviese las perspectivas<br />

de valor de los movimientos sociales populares rurales). Dado que la ciencia<br />

establecida se encuentra dominada e institucionalizada a la luz de S 1 , en un<br />

contexto en que los VPT se manifiestan cada vez más en conjunto con los<br />

valores conectados al desarrollo económico, con adoptar el PP o las<br />

perspectivas de valor de los movimientos populares y continuar investigando<br />

bajo estrategias adecuadas para los fenómenos de especial importancia para<br />

ellos –también deberían ser investigados por tratar las cuestiones de la<br />

legitimidad de las innovaciones tecno-científicas particulares–. En realidad<br />

sirven también para avanzar hacia una mayor realización de los ideales<br />

tradicionales de la ciencia moderna. Sirven como correctivos o antídotos a la<br />

desviación de estos ideales que marca la ciencia contemporánea.<br />

Este argumento está dirigido a quienes toman en cuenta seriamente los<br />

ideales tradicionales, la objetividad y la inclusión. No tendrá interés para<br />

quienes los rechazan: (a) los que fácilmente aceptan que la ciencia existe con<br />

el fin de fortalecer los VPT o de generar la innovación tecno-científica que<br />

beneficia los intereses del desarrollo económico, o (b) los que, influenciados<br />

por las corrientes de pensamiento posmodernas, ven los ideales simplemente<br />

como reflejo de una ideología. El argumento no presupone que quienes<br />

adopten las estrategias alternativas, concientes de sus vínculos con ciertos<br />

valores culturales, lo hagan para desarrollar ambos ideales. Mi posición es que,<br />

en el contexto actual de la ciencia, afirmar tales ideales no genera una cuestión<br />

contra la búsqueda de estrategias alternativas; al contrario, buscarlas puede<br />

permitir también –de hecho–su completa realización. Me inclino por adherir a<br />

tales ideales, ciertamente la objetividad y también la inclusión; pero aquí no<br />

ofrezco un argumento general para adherir a la inclusión, sino para aumentar<br />

ahora el espacio en que se pueda continuar con las investigaciones científicas,<br />

con fondos adecuados, y bajo una variedad de estrategias. Las investigaciones<br />

realizadas en ese espacio proveerían una amplia gama de perspectivas<br />

valorativas importantes y manifestarían los ideales tradicionales de la ciencia;<br />

actualmente esta gama incluiría los VPT e incluso los valores neoliberales; pero<br />

no en la medida en que estas perspectivas reclaman exclusividad para sí<br />

mismas, sin el genuino consentimiento democrático. Así, las diversas culturas<br />

pueden tener roles que sirven para poner las actividades científicas más en<br />

concordancia con los valores propios de la tradición científica.<br />

152 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


4. Re-instituyendo la ciencia<br />

Con el fin de que la ciencia prosiga según S, a la luz de su compromiso<br />

tanto con la objetividad como con la inclusividad –y en tensión con S 1 , la<br />

ciencia debería ser reinstitucionalizada (Lacey, 2009ª; 2009b; 2009c). No<br />

tengo una propuesta en blanco y negro para ofrecer, sólo ideas exploratorias<br />

iniciales, y la esperanza que ellas puedan estimular imaginaciones y alentar a<br />

actividades de colaboración –en el curso de las cuales ellas puedan ser<br />

clarificadas, criticadas, superadas, y transformadas– en gran medida como<br />

consecuencia de un diálogo amplio que involucre científicos profesionales,<br />

educadores en ciencia, administradores de las instituciones científicas y<br />

organizaciones, grupos cívicos y políticos, organizaciones populares –<br />

incluyuendo representantes de un amplio rango de perspectivas culturales. En<br />

definitiva, cualquier propuesta aceptable para reinstitucionalizar la ciencia debe<br />

ser vista, por una parte importante de la comunidad científica, como un modo<br />

de abrir nuevas prácticas científicas deseables; debe expandir el espacio en<br />

el cual los científicos pueden comprometerse en actividades en las cuales<br />

puedan expresar sus propias reflexiones y adherir a valores (ver la primera<br />

sección).<br />

4.1 Dificultades frente a la reinstitucionalización de la ciencia: la<br />

importancia de no subestimarlas<br />

No deberían subestimarse las dificultades genuinas que enfrentan los<br />

esfuerzos para incorporar a los científicos en el diálogo que requiere la<br />

adhesión crítica a los aclamados valores guía, la objetividad y la inclusión. El<br />

prestigio de la ciencia, tal como se la lleva a cabo en la actualidad y con apoyo<br />

social, está estrechamente vinculado con interpretar los fenómenos en<br />

términos de S 1, en relación dialéctica con los VPT, y el énfasis en que el<br />

objetivo de la investigación debe ser contribuir al desarrollo económico.<br />

En el corto plazo no pueden alcanzarse cambios fundamentales en las<br />

instituciones de la ciencia: quienes controlan los fondos financieros no están<br />

interesados en este tipo de cambio. Tomaría mucho tiempo generar nuevos<br />

tipos de instituciones científicas que pudiesen incorporar adecuadamente a<br />

todos los científicos profesionales titulados. De todas formas, la mayoría de<br />

los científicos se mostrarían reacios a trabajar bajo estrategias no-D-R, cuyas<br />

credenciales “científicas” son cuestionadas por la mayoría de la comunidad, y<br />

para las cuales no han sido bien entrenados; hay poco empleo disponible y<br />

pocos sitios para la publicación y la diseminación de sus resultados; tampoco<br />

hay mucho conocimiento accesible acumulado que actúa como un punto de<br />

partida, las metas de la investigación tienden a ser locales (contextualizadas)<br />

y no universales; además, estas estrategias alternativas competirían por<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 153


ecursos de los proyectos a base de D-R, mientras que la acumulación y la<br />

expansión (y el empleo) dentro de estos proyectos se encuentra practicamente<br />

asegurado 24 . Asimismo, existe una resistencia considerable incluso a realizar<br />

investigaciones bajo estrategias D-R que incorporen el PP (Lacey, 2006b);<br />

pero no es una resistencia total y, en la actualidad es de menor magnitud por<br />

las urgencias vinculadas con el calentamiento global. La currícula vigente ha<br />

sido planeada para que la educación científica prepare a los científicos para<br />

cumplir roles en las instituciones actuales, sin prestar demasiada atención a<br />

cultivar la conciencia crítica de los jóvenes científicos (Lacey, 2009a). Por otra<br />

parte, existen pocos diarios científicos abiertos a publicar el material que esté<br />

fuera de lo establecido.<br />

4.2 Dificultades frente a la reinstitucionalización de la ciencia: la<br />

importancia de no exagerarlas<br />

No deberían exagerarse las dificultades en incorporar a los científicos en el<br />

diálogo necesario. Las instituciones científicas no son monolíticas, hay<br />

numerosos científicos que se muestran abiertos a un diálogo sobre<br />

implicancias axiológicas de largo alcance, y que están incómodos con la<br />

ciencia institucionalizada para que sea subordinada al gobierno u otras<br />

agendas empresariales. Este hecho es ilustrado por el fenómeno, como el<br />

siguiente ejemplo – y hay muchos más. Ha existido una larga tradición de<br />

resistencia, entre los científicos distinguidos, a desafiar a las instituciones<br />

científicas cuando se encuentran subordinadas por las fuerzas armadas o por<br />

una agenda empresarial, y en insistir en que la agenda de la ciencia debería<br />

estar formada por los intereses que sirvan al bien común de toda la especie<br />

humana. Los científicos se han colocado en el centro de la oposición a la<br />

proliferación de armas nucleares (la revista The Bulletin of the Atomic<br />

Scientists se estableció para este propósito). Investigadores médicos<br />

destacados han señalado los conflictos de interés y las amenazas a la<br />

objetividad producidas por las alianzas medico-empresariales. En Brasil,<br />

científicos de renombre y organizaciones científicas se opusieron a la visión de<br />

la ciencia que intentó imponer la dictadura durante los años 1970 y 1980.<br />

Temían que esta visión hubiese arrinconado el desarrollo de la investigación en<br />

Brasil. En Argentina, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación<br />

Productiva activamente apoya la investigación de tecnologías alternativas que<br />

se pueden desarrollar con la participación local en las comunidades<br />

24 Cf.: “No es solo que los científicos jóvenes sienten que son una parte de una cultura en aumento mientras que<br />

la otra está retirada. También es que, siendo brutal, los científicos jóvenes saben bien que con una licenciatura<br />

indiferente, pueden conseguir un trabajo cómodo, mientras que sus contemporáneos que estudian Historia o<br />

Inglés [y los que participan en la investigación bajo estrategias no DA, o que incorporan PP en sus investigaciones<br />

realizadas bajo las estrategias D-R] van a tener suerte en ganar como mucho el 60%” (Snow, 1959, p. 17).<br />

154 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


empobrecidas. La American Association for the Advancement of Science ha<br />

creado recientemente un sector denominado “La ciencia y los derechos<br />

humanos,” el cual defiende que es un derecho humano disfrutar de los<br />

beneficios del progreso científico (Wyndham, 2009). Hay organizaciones de<br />

científicos comprometidos a practicar la ciencia en función del interés<br />

público. 25 En varios países, los científicos han encontrado lugar en las<br />

universidades y en las instituciones de investigación para realizar<br />

investigaciones de alta calidad en áreas como agro-ecología, la cual<br />

explícitamente utiliza estrategias no contempladas por D-R. Y quizás lo más<br />

destacado, organizaciones científicas importantes subrayan casi unánimemente<br />

la necesidad urgente de realizar más investigaciones sobre el<br />

calentamiento global, los cambios climáticos que lo acompañan, como así<br />

también sobre las prácticas necesarias para repararlo, a pesar de que no toda<br />

esta investigación se ajuste fácilmente al enfoque D-R. Cuestionar los diseños<br />

institucionales dominantes de la ciencia contemporánea, y buscar maneras o<br />

agendas alternativas para realizar actividades científicas, no carece de aliados<br />

en algunas importantes corrientes de la ciencia establecida.<br />

Sin embargo, las dificultades mencionadas anteriormente, aunque<br />

atenuadas por estas corrientes críticas, continúan existiendo, y la urgencia no<br />

disminuye por el hecho de que se hayan dado algunos pasos para delinear lo<br />

que serían las instituciones científicas trasformadas, y darles vida. Es de la<br />

mayor importancia definir qué tipo de transformación es deseada, y también<br />

especificar quien debería participar en el desarrollo de tal definición –y esto es<br />

un asunto para la deliberación democrática. Los científicos evidentemente<br />

necesitan ser el centro; podemos considerar especialmente a quienes<br />

pertenece a corrientes críticas y a quienes tiende a afirmar los valores<br />

tradicionales de la ciencia. Al mismo tiempo, y en el diálogo con los científicos,<br />

la participación democrática amplia y el margen de error son cruciales: para<br />

que los usos del conocimiento científico y las prioridades de la investigación<br />

sean redireccionados, y que el espacio esté disponible para usar las<br />

estrategias metodológicas que en la actualidad se encuentran marginadas 26<br />

De igual manera, para expandir y crear nuevos espacios donde los<br />

investigadores puedan –entre otras cosas– ser receptivos al PP, y donde<br />

algunos puedan comenzar con las aspiraciones, la evaluación de necesidades<br />

y las prácticas de los movimientos sociales e involucrar su participación de<br />

25 Ej., entre muchas otras organizaciones de muchos temas en muchos países, en los EE.UU., The Union of<br />

Concerned Scientists , ha sido la fuente de información más fidedigna sobre los riesgos<br />

de usar transgénicos a gran escala; en Inglaterra, Scientists for Global Responsibility,<br />

, ha cuestionado el rol actual de las corporaciones en conexión a la ciencia; y<br />

en India, la All India Peoples Science Network, , subvenciona muchos proyectos que quieren<br />

hacer que la ciencia sea relevante a mejorar las vidas de las comunidades pobres.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 155


una manera integral para tomar decisiones sobre los usos del conocimiento<br />

científico y las prioridades de la investigación. 27 Las maneras en que se realizan<br />

las investigaciones –los tipos de cuestionamientos que se tratan, el fenómeno<br />

que va a tener prioridad para la investigación y por eso, las estrategias que<br />

van a ser adoptadas en la investigación–, podrían ser determinadas por los<br />

científicos en colaboración con –entre otros– los movimientos sociales,<br />

reflejando de este modo sus valores y experiencias.<br />

Esta propuesta no tiene como objeto negar el espacio para la investigación<br />

que espera conseguir la innovación tecno-científica, o negar que sea<br />

indispensable. El propósito es crear formas institucionales en las que pueda<br />

haber deliberación democrática –involucrando la participación de los<br />

representantes de todos los que experimentan el impacto de la innovación<br />

tecno-científica, como así también quienes tienen propuestas para tratar los<br />

problemas más graves del mundo– sobre órdenes de prioridad apropiados<br />

para la investigación y la distribución de recursos, en respuesta al principio<br />

ético PRCC (ver sec. 3.1) y no limitar las prioridades que se deliberan sobre<br />

los que usan las estrategias D-R. 28 Principalmente, esta propuesta busca<br />

permitir la disponibilidad de más recursos que podrían ser utilizados para<br />

examinar el potencial de las alternativas y orientar sus conductas; por ejemplo,<br />

en relación al calentamiento global. También incorpora el PP, el cual sostiene<br />

que los cuestionamientos con respecto a los riesgos, incluyendo los riesgos<br />

provenientes del contexto socioeconómico de las implementaciones y las<br />

alternativas, deberían ser investigados rigurosamente antes de que se<br />

introduzcan socialmente las innovaciones tecno-científicas. Esto pondría de<br />

manifiesto el problema: ¿cómo continuar la investigación científica de una<br />

manera en que la naturaleza sea respetada, sus poderes regenerativos no sean<br />

debilitados, sino restaurados donde fuese posible, y en la que se mejore el<br />

bienestar de cada individuo universalmente? Esta cuestión resonaría bien entre<br />

muchos de los científicos que son parte de las corrientes alternativas<br />

mencionadas anteriormente.<br />

26 A corto plazo, no tiene sentido esperar que se abra alguna plaza en las instituciones científicas para la<br />

investigación sistemática que utiliza estrategias no-D-R. La productividad de estrategias tiene que ser establecida<br />

para que sean dignos de apoyo extensivo. Creo que esto ha sido establecido en los casos de la agro-ecología, la<br />

ciencia climática, y en algunos estudios de riesgo. En general, el caso para la expansión se tiene que basar en el<br />

éxito establecido en las teorías fructíferas que están aceptadas de acuerdo con la objetividad –y es importante<br />

dar pasos rápidos para que se pueda seguir rutinariamente el principio ético PRCC. Además, hay que recordar que<br />

lo que se rechaza es el rol de las estrategias D-R bajo S 1 y no su uso en sí mismo.<br />

27 En otro lado, usé un ejemplo de Via Campesina que enfatiza el derecho a la seguridad alimentaria para la gente<br />

pobre, y su argumento de que la soberanía alimentaria –no la dominación corporativa de la agricultura– es la mejor<br />

manera de asegurar y proteger la seguridad alimentaria (Lacey, 2009c).<br />

156 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


4.3 Imaginar la ciencia reinstitucionalizada<br />

Reinstitucionalizar la ciencia requiere tanto del amplio uso de nuestra<br />

imaginación, fertilizada por el diálogo argumentativo de amplio espectro, y<br />

prácticas de colaboración creativa. En esta sección ofrezco algunas ideas iniciales<br />

para imaginar cómo sería una ciencia reinstitucionalizada, especialmente una que<br />

encarne la postura ética, PRCC, que relacioné con la aprobación del PP. 29<br />

¿Por qué es tan difícil para los científicos aprobar el PRCC, o al menos<br />

considerarlo? Una razón es que no tenemos un cúmulo de conocimiento<br />

sistemático y en expansión acerca de (1) los riesgos, especialmente los<br />

riesgos indirectos, (2) las alternativas para las prácticas con base en la<br />

innovación tecno-científica, y (3) el contexto causal completo (incluyendo el<br />

contexto socioeconómico) de la innovación tecno-científica y cuando es<br />

implementado para tratar los problemas, el contexto causal socioeconómico<br />

del problema. Se puede explicar esta falta en términos del rol de covertura del<br />

PLIT en la investigación tecno-científica establecida, el cual niega la necesidad<br />

de realizar la investigación necesarias con relación a las responsabilidades<br />

señaladas en PRCC. En la ausencia de tal cúmulo de conocimiento<br />

sistemático, frecuentemente sólo se encuentran disponibles afirmaciones<br />

débiles sobre los riesgos y las alternativas (cf. sec. 2.4), ofreciendo una<br />

resistencia sin fuerza para el juego del PLIT. Luego, cuando son desafiados, los<br />

partidarios de las innovaciones, tales como los transgénicos, pueden afirmar<br />

que “no hay evidencia científica de que existan riesgos graves o alternativas<br />

viables.” 30 Puede ser que haya poca evidencia –pero esto depende de que no<br />

han sido realizadas suficientes investigaciones adecuadas sobre este asunto,<br />

al no atenderse a los riesgos indirectos, ni intentar preverlos o de reconocer<br />

sus posibilidades. Éste es un factor importante en la explicación de cómo, pe.<br />

el calentamiento global, el deterioro de la tierra y la disrupción social producida<br />

28 La mayor parte de la discusión que sigue es de las formas de investigación alternativas que no están limitadas<br />

a usar las estrategias D-R. Esto es sólo porque, en contraste a la investigación D-R, lo que implican no es bien<br />

entendido (cf. Nota 26).<br />

Yo sugiero que las instituciones científicas autónomas, que participan en el diálogo democrático, constituyen un<br />

lugar apropiado para tomar decisiones de cómo los fondos financieros deberían ser distribuidos entre las varias<br />

formas de investigación. Esto no significa necesariamente que la investigación que quiere lograr innovación<br />

tecnocientífica vaya a ser reducida; pero sí quiere decir que sería guiada por PP.<br />

29 Mantener PRCC no requiere que los científicos participen en todas las investigaciones relevantes a la legitimidad<br />

de aplicar innovaciones que su investigación pueda informar; obligaría a ellos a ser parte de instituciones y<br />

organizaciones que colectivamente asuman las responsabilidades, o –si las instituciones existentes no las asumen–<br />

participar para transformar las instituciones y lograr que las asuman. Esto es algo que los científicos tienen que<br />

comprender por ellos mismos en el curso de las deliberaciones y discusiones con un público apropiado. Estoy<br />

explorando cómo sería mantener PRCC y cuales condiciones tendrían que ser a punto para hacerlo, y si de ese<br />

modo ofrecerían aporte para las deliberaciones de los científicos.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 157


por las tecnologías de “la revolución verde” podrían ocurrir, aparentemente,<br />

sin haber sido ampliamente previstos. Este hecho da un fuerte impulso para la<br />

adopción del PP –y sugiero también del PRCC–, y hacer los cambios<br />

consecuentes en las prioridades de investigación. Sabemos que con el tiempo<br />

pueden surgir efectos graves e irreversibles que amenazan la vida y la<br />

civilización, como resultado de la implementación de las innovaciones<br />

tecnológicas, bajo las actuales condiciones socioeconómicas. Pero, en<br />

realidad, sabemos muy poco sobre los detalles y los mecanismos.<br />

Un objetivo principal de la investigación de la ciencia reinstitucionalizada<br />

sería obtener este cúmulo de conocimiento sistemático; conseguirlo requeriría<br />

la utilización de diferentes estrategias metodológicas, según los objetos que<br />

sean investigados. Se reconocería que no debería ser una cultura específica<br />

la que domine la ciencia, entendiendo al mismo tiempo que esto no significa<br />

“desculturizar” la ciencia –si esto fuese posible–; por el contrario, se incluirían<br />

roles constructivos para diversas culturas. Habría que tener en cuenta, al<br />

menos, los siguientes puntos principales:<br />

Seguir la pista de los problemas medioambientales y de salud a largo plazo del<br />

impacto de la innovación tecnológica en los seres humanos, la sociedad, la<br />

cultura, el medio ambiente, a partir de la acumulación de innovaciones<br />

pensadas a corto plazo. Realizar esta evaluación con relación a todas las<br />

dimensiones que se consideren importantes –desde el punto de vista del<br />

conjunto de las perspectivas de valor actualmente mantenidas– para que, entre<br />

otras cosas, el análisis de riesgo disponga de una gran reserva de ejemplos; lo<br />

mismo con las propuestas para resolver los dificultades sociales (por ejemplo,<br />

las enfermedades, podrían tomar en cuenta la gama completa de factores<br />

causales que han provocado y mantenido el problema, para que podamos<br />

evaluar si la solución propuesta trata, o no, con las causas del problema).<br />

Lo que denomino la cuestión de alternativas. Antes de implementar una<br />

innovación tecno-científica, es necesario realizar investigaciones que se<br />

concentren en las siguientes preguntas: a la luz de los beneficios propuestos<br />

por la innovación, ¿cuál es la gama de alternativas que podría ofrecer beneficios<br />

comparables o “mejores,” no reducidas a priori a las alternativas principalmente<br />

involucradas en la innovación tecno-científica? ¿Cuál de ellas, bajo una visión<br />

de conjunto, representa la mejor alternativa? La investigación relevante tiene<br />

que tomar en cuenta que “la mejor alternativa” podría cambiar dependiendo<br />

del lugar, las culturas y las perspectivas valorativas que se consideren (Lacey,<br />

30 Frecuentemente cuentan con su público para inferir en: “Existe evidencia científica de que no hay ningún riesgo<br />

grave ni alternativas viables”.<br />

158 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


2008b, 2009d). Aplicado al caso de los transgénicos, he considerado la gama<br />

de preguntas de alternativas en estos términos: ¿Qué métodos agrarios –<br />

”convencionales,” transgénicos, u otras alternativas como los métodos<br />

orgánicos, de subsistencia, biodinámicas, agro-ecológicos, sustentables<br />

ecológicamente, de permacultura, el sistema de la intensificación de arroz y<br />

otros adaptados al entorno urbano–, en qué combinaciones y con que<br />

variaciones localmente específicas podrían ser sustentables, relativamente<br />

libres de riesgos graves (incluyendo los riesgos relacionados con las emisión<br />

de gases de efecto invernadero), y suficientemente productivos? ¿Cuándo<br />

están acompañados por métodos de distribución viables, para satisfacer las<br />

necesidades de comida y nutrición del conjunto de los habitantes del planeta<br />

en el futuro inmediato (Lacey 2008b)? La gama de la cuestión de alternativas<br />

debería ser tratada en tantos lugares como fuese posible para poder evaluar los<br />

prospectos de una investigación fructífera que se realice bajo las estrategias no<br />

contempladas por D-R. Ésta es una condición necesaria para que continúen<br />

las prácticas exitosas bajo una gama variada de valores culturales – proveyendo<br />

evidencia (si se pudiese obtener) de que sí existen alternativas para quienes<br />

encarnan los VPT, y en contraste con la presuposición (d) de mantener los VPT,<br />

“no hay alternativas.” 31<br />

Tener en cuenta que hay fenómenos poco tratados en la ciencia<br />

establecida, que son de gran importancia para otras perspectivas<br />

valorativas (por ejemplo, fenómenos relacionados con el fortalecimiento<br />

de la soberanía alimentaria –nota 32–); los programas de salud pública<br />

orientados a enfermedades que afectan principalmente a los pobres, las<br />

causas sociales de la enfermedad (y no únicamente las curas médicas<br />

tecno-científicas para ellas), el mantenimiento y la regeneración<br />

medioambiental, y el fenómeno pertinente a evaluar las presupuestos de<br />

los VPT. Muchos de estos serían fenómenos que no se entenderían<br />

correctamente sin utilizar los métodos desarrollados por (y en continuidad<br />

con) varias formas del conocimiento indígena. Atenderlas se tornará más<br />

urgente frente a la necesidad de combatir el calentamiento global. 32<br />

Me imagino que debería haber proyectos de investigación de gran escala<br />

en marcha en éstas y, sin duda, otras áreas. Esto permitiría la acumulación de<br />

conocimiento pertinente para evaluar la legitimidad de implementar las<br />

innovaciones tecno-científicas, y para informar las prácticas alternativas que<br />

son especialmente valoradas entre grupos –culturas– que no adhieren a los<br />

valores del desarrollo económico desenfrenado. Esto sería una suerte de<br />

31 Con respecto a los asuntos metodológicos que surgen en conexión con proporcionar evidencia de que hay<br />

alternativas, véase Lacey 2005a, cap. 11; 2006a, cap. 6).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 159


complemento de la “investigación básica” realizada dentro del enfoque D-R,<br />

no motivada por las metas utilitarias inmediatas. Mucho de esto trataría con<br />

asuntos de amplio interés, a los cuales vale la pena estar atento. 33 Estaría<br />

regulado por la referencia a la objetividad y –dado su carácter sistemático,<br />

acumulativo y de largo plazo– se podría esperar tener mucho más<br />

conocimiento disponible que cumpla con los requisitos de la objetividad 34<br />

sobre los riesgos (sec. 2.4), las alternativas, y el daño real que tiene que ser<br />

reparado ahora, así como también las generalizaciones que señalan lo que<br />

debería ser evitado en el futuro. El tipo de investigación que se está realizando<br />

actualmente sobre el calentamiento global y los cambios climáticos es quizás<br />

un modelo parcial de lo que sería típico en la ciencia reinstitucionalizada. Sin<br />

embargo, a diferencia de las investigaciones científicas básicas que se realizan<br />

dentro del enfoque D-R, fenómenos sobre los seres humanos y sus acciones,<br />

caracterizados mediante la categoría intencional común de “agencia”, se<br />

encuentran en el centro de atención. Esto no los hace menos interesantes, ni<br />

los exime del escrutinio empírico ¿Por qué no debería ser una prioridad social<br />

obtener las condiciones necesarias para realizar este tipo de investigación<br />

–a una escala, y con niveles apropiados de financiación, comparable con el del<br />

proyecto del genoma humano, o al menos comparable con lo que se requiere<br />

para la investigación de células madre–?<br />

32 Las actividades en muchos y varios dominios de la vida humana contribuyen al calentamiento global que proviene<br />

de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera y los cambios climáticos que producen, pero<br />

también sufren sus impactos perjudiciales. Combatir el calentamiento global, por lo tanto, requiere que en todos<br />

estos dominios se esfuercen para eliminar sus causas e invertir sus impactos perjudiciales –la agricultura es uno de<br />

estos dominios. En actualidad, las prácticas agrícolas predominantes son una fuente importante de la acumulación<br />

de gases de efecto invernadero en la atmósfera; y el impacto perjudicial del calentamiento global en la agricultura<br />

y las reservas de alimentos es significativo. Muchas características de la gran crisis alimentaria de 2008, y la<br />

amenaza prolongada de inseguridad alimentaria para muchos millones de personas pobres a lo largo del mundo,<br />

son inseparables del calentamiento global y los cambios climáticos relacionados. Combatir las causas agrícolas<br />

del calentamiento global, entonces, debería ser acompañado por esfuerzos para eliminar la amenaza de inseguridad<br />

alimentaria. Una propuesta (quizás la única propuesta seria) que se propone hoy en día para abordar<br />

permanentemente las causas fundamentales de la inseguridad alimentaria –un sistema de producción agrícola<br />

sostenible que se basa en trabajar en todos lados hacia “la soberanía alimentaria”– produciría grandes reducciones<br />

en la emisión de gases de efecto invernadero si es implementado a gran escala. El calentamiento global y la<br />

amenaza de la inseguridad alimentaria se pueden combatir juntos. Las políticas y prácticas agrícolas que<br />

verosímilmente prometen eliminar las amenazas de las crisis alimentarias recurrentes –informadas por el tipo de<br />

investigación científica apropiada– deberían ser componentes cruciales del paquete de propuestas necesarias<br />

para abordar el calentamiento global (Lacey & Lacey, 2010).<br />

33 Snow (1959; 1964) exagera “la curiosidad’ de los científicos”. Ellos (según él) tienen curiosidad de entender las<br />

leyes de los fenómenos y la evolución de las especies, separándose de algo útil que proviene de sus<br />

descubrimientos. La curiosidad será un factor motivante en la ciencia re-institucionalizada, incluyendo los focos<br />

enfatizados por Snow, pero también (ej.) los principios utilizados en mantener la biodiversidad y en regenerar los<br />

ecosistemas destruidos y contaminados. La curiosidad del fenómeno últimamente mencionado no tiene que ser<br />

vinculado directamente con el inmediatez de acción –puede llevar a obtener el cuerpo de conocimiento objetivo<br />

que se necesita para eventualmente tratar con asuntos prácticos.<br />

160 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


4.4 Actuar con el propósito de dar lugar a la ciencia reinstitucionalizada<br />

Imaginar la ciencia reinstitucionalizada es una tarea indispensable, en la<br />

cual, como filósofo de la ciencia, me siento cómodo. Sin embargo, también es<br />

esencial considerar –políticamente y de manera práctica y organizada–, cómo<br />

se va a desarrollar. Asimismo, el modo en que es imaginada será<br />

necesariamente transformado a partir de los sucesivos intentos de reforma<br />

institucional. He sugerido que la necesidad de desarrollar una ciencia<br />

reinstitucionalizada surge de dos fuentes entrecruzadas: (1) el interés en poner<br />

las prácticas científicas más de acuerdo con los valores tradicionales de la<br />

objetividad y la inclusión; y (2) el interés en desarrollar prácticas científicas<br />

que respondan a la pregunta: ¿Cómo sería posible continuar con la<br />

investigación científica de una manera en que la naturaleza sea respetada, en<br />

que sus poderes regenerativos no sean debilitados –y que sean restaurados<br />

donde fuese posible–, y en que el bienestar de cada individuo sea<br />

universalmente promovido? Como he indicado además (sec. 4), una propuesta<br />

seria debería ser vista por una parte significativa de la comunidad científica<br />

como abriendo nuevas y deseables prácticas posibles, aumentando el espacio<br />

en que los científicos pueden comprometerse en sus actividades que expresen<br />

los valores a los que adhieren.<br />

La tarea práctica tiene que nutrirse del aporte de muchos grupos distintos,<br />

cada uno haciendo esfuerzos en sus propios espacios y prácticas. Sus<br />

perspectivas de éxito dependerán de tener éxito –al principio en pequeña<br />

escala– en cada uno de estos espacios y prácticas que creen posibilidades<br />

para la expansión, a partir de la interacción dialéctica con los demás. Requiere<br />

el desglose de una dialéctica muy compleja, lo cual implicaría –cooperativamente,<br />

simultáneamente y en interacción– expandir los logros exitosos de<br />

cada uno de los siguientes temas –y sin duda otros–:<br />

(i) Ganar espacio en las instituciones actuales, en especial, en las<br />

universidades dado que (¡Todavía! véase nota 37) no están totalmente<br />

dominadas por los intereses mercantiles, para realizar con éxito<br />

investigaciones en que estos dos intereses puedan desarrollarse –<br />

aunque sólo en una pequeña escala por el momento, pero en tantas<br />

áreas como sea posible. Con ello se procuraría apoyo para los<br />

34 Teniendo en mente el ideal de la objetividad, la ciencia re-institucionalizada querría que las corporaciones que<br />

introduzcan innovaciones tecnocientíficas sean obligadas a hacer disponible (al escrutinio crítica por científicos<br />

calificados que no tienen conflictos de interés) todos los estudios sobre riesgos que se mantienen “confidenciales”<br />

hoy en día –para que todos los datos relevantes y disponibles puedan ser considerados de manera pública. En otras<br />

formas, para el bien de la objetividad, los usos actuales de los derechos de propiedad intelectual que impiden la<br />

investigación tendrían que ser modificados de manera significativa; y más generalmente, “la ciencia es el interés<br />

privado” (Krimsky, 2003) sería cuestionado (Lacey, 2008c).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 161


proyectos de investigación a gran escala de los tipos ya descriptos<br />

(Sec. 4.3). 35 La agro-ecología es un ejemplo de las prácticas<br />

alternativas que necesitan ser orientadas por la investigación científica,<br />

también las tecnologías para la inclusión social (Dagnino, 2009;<br />

Thomas, 2009). Otros ejemplos tienen que ser identificados para la<br />

investigación en la medicina, la energía, las computadoras y la<br />

informática, la comunicación, la biotecnología, etc. Las investigaciones<br />

a largo plazo –por ejemplo, la salud pública, problemas medioambientales<br />

y el calentamiento global– tienen un pie sólido en las<br />

instituciones científicas que tienen que expandirse y ser una prioridad<br />

a la luz del PRCC. Asimismo, las posibilidades de publicar y diseminar<br />

los resultados de la investigación que utilizan las estrategias no<br />

contempladas por D-R necesitan ser identificadas y desarrolladas, bajo<br />

condiciones donde sus credenciales epistemológicas se encuentre bien<br />

testeadas, quizás utilizando la publicación de Internet gratuita.<br />

(ii) Pasos para fortalecer la autonomía de las instituciones de investigación,<br />

donde la autonomía es un ideal de prácticas e instituciones científicas<br />

que se reclama para avanzar en la objetividad y la inclusión. Las<br />

prácticas e instituciones científicas son –deberían ser– libres de<br />

interferencia externa y de la influencia desproporcionada de cualquier<br />

perspectiva valorativa –ética, política, ideológica, religiosa, económica,<br />

metafísica, etc.– (Mariconda & Lacey, 2001; Lacey, 2008c; 2010, cap.<br />

12). Reforzar su autonomía implica liberar a las instituciones científicas<br />

de (1) la influencia desproporcionada de los valores del capital y del<br />

mercado, tanto en el establecimiento de las prioridades de la<br />

investigación científica, como en la decisión de las metodologías<br />

apropiadas, (2) la interferencia que surge de mantener estos valores en<br />

el modo en que se practica la ciencia (por ejemplo, a través de la<br />

imposición legal del régimen de los derechos de propiedad intelectual),<br />

y (3) imposiciones que se hacen en el carácter del trabajo científico y<br />

sus regimenes de operación. 36 Con respecto al punto (3), Oliveira<br />

(2009) muestra cómo las formas de organización impuestas a<br />

35 El proyecto del genoma humano se convirtió en un símbolo de la “ciencia grande” y de qué se puede lograr con<br />

muchas inversiones de fondos financieros y pericia científica, y se convirtió en un punto de reunión para pedir<br />

fondos para la investigación científica. Sería muy útil tener un símbolo comparable de la ciencia re-institucionalizada,<br />

para poder estimular la imaginación, adquirir apoyo, servir como un punto de reunión y para proporcionar un<br />

contexto para usar la pericia de muchos científicos en colaboración con organizaciones civiles y populares. Creo<br />

que, si se exponen claramente los dos intereses mencionados anteriormente en el texto, los proyectos de gran<br />

escala descriptos se podrían convertir en este tipo de símbolo. La necesidad de combatir el calentamiento global<br />

proporciona un contexto oportuno para hacer el caso éticamente y culturalmente inclusivo para un gama amplia<br />

de alternativas.<br />

162 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


investigación científica universitaria, a partir del apoyo por parte de<br />

gobiernos neoliberales y corporaciones –y, hablando más generalmente,<br />

la ciencia del interés privado (Krimsky, 2003)– están<br />

produciendo la “Taylorization” de las actividades científicas. Al proceder<br />

de ese modo, se está disminuyendo el espacio de participación de los<br />

científicos para expresar los valores a los que adhieren reflexivamente. 37<br />

Los pasos hacia el fortalecimiento de la autonomía se proponen para<br />

que las investigaciones se realicen no sólo rigurosamente a la luz del<br />

ideal de la objetividad, sino también para fortalecer la inclusión,<br />

favoreciendo la integración de los investigadores –y financiamiento para<br />

su trabajo– cuyo horizonte no sea la innovación tecno-científica<br />

vinculada con el avance del desarrollo económico, y quienes continúen<br />

proyectos que podrían orientar los intereses cultivados por los valores<br />

que compitan con los de capital y de mercado (p.e., la sustentabilidad<br />

medioambiental y mejor agencia para todos). Avanzar en esto contribuiría<br />

a hacer que los resultados de las investigaciones científicas se<br />

encuentren disponibles para un vasto arco de intereses; y para<br />

aproximarse a la inclusión, daría prioridad a los intereses de la gente<br />

pobre y marginal –y otros que conciernen a la viabilidad futura de la<br />

vida humana, como volver a discutir el calentamiento global.<br />

(iii) Mayor adopción del PP en las instituciones de investigación, así como<br />

también su incorporación las políticas de la ciencia pública, para que la<br />

innovación tecno-científica se subordine en mayor medida a los valores<br />

expresados aquí; y los tipos de investigación de los riesgos y<br />

alternativas, lo cual es necesario, se realicen más extensivamente.<br />

(iv) El crecimiento de los movimientos que aspiran a los valores<br />

democráticos y la colaboración activa entre ellos –incluyendo la pro-<br />

36 Mi uso de autonomía, el cual está de acuerdo con la manera en que se ha pensado durante la mayor parte de<br />

la tradición científica moderna, no se entiende bien hoy en día, mientras que mantener la autonomía individualista<br />

moderna se ha incorporado profundamente. Por ejemplo, valorar la ausencia de los límites externos en las opciones<br />

de los científicos para hacer cualquier tipo de investigación (dentro del enfoque D-R) que quieran hacer, bajo<br />

cualquiera de los auspicios que elijan y bajo cualquier condición que acepten. Este tipo de “autonomía” legitima<br />

las elecciones individuales (o de un grupo científico) para participar en las investigaciones bajo los auspicios<br />

corporativos, aunque esto involucre prioridades de investigación corporativamente determinadas y otras<br />

restricciones (ej., acuerdos sobre la “confidencialidad” de los datos empíricos), ej., interferencia extra-científica<br />

con la investigación. Esta autonomía, entonces, no es para el bien de la inclusión, sino para el interés personal de<br />

los científicos (lo cual puede ser bien servido por la “Taylorizacion” del lugar de trabajo científico), aliado con los<br />

intereses que dan prioridad al desarrollo económico. Las complejidades de la autonomía se discuten en más detalle<br />

en Lacey (2008c).<br />

37 Los científicos que se opongan a esta Taylorization del trabajo científico van a estar preparados para las<br />

actividades para la transformación institucional de la ciencia.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 163


tección de los derechos humanos, la gama entera de derechos<br />

económicos/sociales/culturales además de los derechos civiles/políticos<br />

reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos<br />

Humanos–, y el fortalecimiento de la agencia de las personas a nivel<br />

local, permitiéndoles participar exitosamente –a partir de sus prácticas<br />

y saberes mediante los que expresan estos valores de manera integral<br />

en sus localidades. Existe una literatura creciente que demuestra la<br />

riqueza, variabilidad, versatilidad y sensibilidad hacia los asuntos de<br />

sostenibilidad y estabilidad empírica de gran parte del conocimiento<br />

tradicional e indígena; este conocimiento no puede subestimarse por<br />

reflejar intereses y valores de grupos culturales particulares (por<br />

ejemplo, Pimbert, 2009; Santos, 2004; 2007). La ciencia, bajo la<br />

interpretación S, podría incorporar todas estas formas de conocimiento,<br />

mientras retuviese sus características específicas, y no obligase a actuar<br />

de determinada de una forma supuestamente adecuada para toda<br />

investigación científica; de este modo se tornaría un recurso<br />

indispensable para tratar –científicamente– con los problemas a partir<br />

de una gama mayor de alternativas. 38<br />

(v) La expansión y la mejora de las prácticas orientadas por el conocimiento<br />

obtenido en las investigaciones (elementos 1–4) para que los intereses<br />

de las perspectivas valorativas viables de las sociedades contemporáneas<br />

puedan beneficiarse del conocimiento científico.<br />

(vi) El crecimiento de movimientos, instituciones y programas en los cuales<br />

investigadores, profesionales y ciudadanos colaboren; incluyendo<br />

programas dirigidos a educar a los ciudadanos para que sean<br />

participantes inteligentes en las deliberaciones de cuestiones referidas<br />

a política científica, para que los científicos aprendan de los ciudadanos<br />

lo que consideran los problemas principales, los intereses que<br />

necesitan ser atendidos, cómo se experimentan los problemas y son<br />

percibidas las redes causales que los producen y mantienen. Se<br />

38 Los autores citados en este texto prefieren hablar de estas formas de conocimiento, no como “científicas,” pero<br />

como “otros conocimientos” (“conocimientos descolonizados”). Si estas otras formas de conocimiento se van a<br />

denominar “científicas” no es muy importante; lo importante son las credenciales empíricas de estabilidad, y que<br />

el disponer de estas credenciales no dependa de usar las metodologías D-R. Lo que está presente aquí no es el<br />

conocimiento relativo a las culturas particulares, sino los enfoques de la investigación que son apropiadamente<br />

reflexivos del carácter o aspectos del objeto que se investiga, aspectos que se pueden considerar importantes por<br />

la vigencia de valores culturales específicos. Esto no conduce a que el conocimiento, diferente de su significado,<br />

sea relativo a estos valores culturales. De todas formas, no importa cómo se llame, la recuperación y el desarrollo<br />

de este tipo de conocimiento tiene un lugar importante en la ciencia re-institucionalizada, como por ejemplo, para<br />

tratar con los asuntos de seguridad y soberanía alimentaria (Nota 32; Lacey, 2009c; Lacey & Lacey, 2010).<br />

164 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


necesita la participación de los científicos, la industria y el público para<br />

configurar cómo la ciencia reinstitucionalizada funcionaría, creando<br />

ejemplos que muestren cómo la participación democrática y<br />

multicultural podría mejorar la ciencia. 39<br />

(vii) Universidades –y otras instituciones educativas– desarrollando formas<br />

apropiadas de educación científica, diseñando e implementando<br />

programas y condiciones de trabajo para su personal (profesores,<br />

investigadores, estudiantes), que van a tono con los científicos que<br />

siguen los dos intereses ya mencionados, en lugar de estar vinculados<br />

con la carrera hacia más especializaciones precipitadas (Oliveira,<br />

2009).<br />

(viii) El desarrollo y la promulgación de políticas públicas apropiadas que reflejen<br />

los valores democráticos; p.e., vinculados con la soberanía (nota 32).<br />

Hasta cierto punto, cada uno de estos asuntos podría comenzar a ser<br />

tratado de forma relativa, independientemente de los demás, pero un desarrollo<br />

más completo dependería de la interacción entre ellos a largo plazo; a pesar<br />

de que todos se desarrollen, cada uno de ellos será acotado. Las condiciones<br />

de los científicos para responder a los dos intereses no puede llevarse a cabo<br />

sin una amplia lucha. Estos intereses son: llevar a las prácticas científicas a<br />

adecuarse mejor a sus valores tradicionales de objetividad e inclusividad, y<br />

desarrollar prácticas científicas que respondan a la pregunta: ¿cómo sería<br />

posible desarrollar la actividad científica de manera que la naturaleza sea<br />

respetada y sus poderes regenerativos no debilitados –y restaurados donde<br />

fuese posible–, y en que el bienestar de cada individuo sea universalmente<br />

promovido? Tomo estas ocho cuestiones para definir los puntos de entrada a<br />

esta lucha que se podría proseguir inmediatamente. Si los mismos no son<br />

perseguidos, la ciencia reinstitucionalizada permanecerá como un producto<br />

de la imaginación.<br />

* Traducción revisada por Fernando Tula Molina<br />

39 “La conducta exitosa de la investigación bajo las estrategias agroecológicas, la expansión y la mejora del cultivo<br />

agroecológico, y las actividades y el crecimiento de movimientos que encarnan los valores de participación popular,<br />

son vinculados de manera inseparable” (Lacey, 2005a, p 241). También reflejan: “la democracia y la ciencia se han<br />

disminuido por ser subordinados a los valores de capital y el mercado; y la emancipación de democracia y ciencia<br />

–las búsquedas para otro mundo y otra manera de realizar la ciencia– tienen que ir de la mano” (Lacey, 2009c).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 165


Lista de menciones:<br />

Este artículo se basa en un ensayo que he presentado en el I <strong>Encuentro</strong><br />

Internacional de <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> en Buenos<br />

Aires, el 8 y 9 de octubre de 2009. Mientras lo preparaba, me he beneficiado<br />

de las críticas y comentarios que se realizaron, y en seminarios que he llevado<br />

a cabo en USP, desde el 3 de abril al 15 de junio de 2009, por miembros del<br />

Proyecto Temático USP/FAPESP: “Gênese e significado da tecnociência: Das<br />

relações entre ciência, tecnologia e sociedade.” También agradezco mucho<br />

los comentarios útiles hechos por Antonio Augusto Passos Videira (UERJ), mi<br />

comentarista en las conferencias, cuyas observaciones han producido mejoras<br />

significativas; Fernando Tula Molina, cuya lectura cuidadosa del texto y<br />

comentarios críticos provocaron varias aclaraciones importantes; y Janine<br />

Guispin.<br />

166 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


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<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 169


Introducción<br />

Comentarios sobre el texto de Hugh Lacey<br />

Antonio A. P. Videira<br />

Departamento de Filosofía de la Universidad del Estado de<br />

Río de Janeiro e Investigador del CNPq<br />

El texto se inicia con algunas breves consideraciones de naturaleza<br />

antropológica sobre el ser humano. Este último no puede ser separado de la<br />

fábrica social en la cual está inserto, como encapsulado, sin disponer de rutas<br />

de fuga. Los seres humanos son agentes, que interactúan con otros seres<br />

humanos, con el ambiente y los objetos. Esas interacciones reflejan, o al mismo<br />

tiempo son co-determinadas, por valores. La acción puede ser cultivada, es<br />

decir, modificada. Ese cultivo y el ejercicio de la acción poseen bases<br />

materiales, aunque, como fuera afirmado antes, reflejen valores. Por bases<br />

materiales, Lacey entiende alimentación adecuada, vivienda, protección, entre<br />

otros elementos. No obstante, esos elementos materiales no son los únicos<br />

presentes en las acciones humanas. Además de esa base material, la acción<br />

humana también exige que el ser humano, valga la redundancia, pueda actuar<br />

según sus valores, creencias y cultura. Hasta aquí, la descripción de Lacey<br />

está centrada, en el sentido de atenerse a la observación de la acción humana<br />

realizada por un individuo y cuyo resultado interesa, o se referirá, en un primer<br />

momento, a ese mismo individuo. Aunque no lo diga claramente, eso no es<br />

suficiente para Lacey.<br />

Las prácticas sociales deben ser evaluadas en función a su capacidad de<br />

contribuir con el bienestar de otros seres humanos y los miembros de futuras<br />

generaciones. El entramado social en que las personas se encuentran varía<br />

culturalmente, expresando diferentes visiones de la naturaleza, así como<br />

posibilidades e ideales de y para la naturaleza humana. En palabras de Lacey,<br />

“la manera por medio de la cual la acción humana es cultivada, varía con la<br />

cultura”. De este modo, la acción humana, practicada colectivamente, sufre<br />

los efectos de la cultura a la que pertenece, sus costumbres y geografía,<br />

generando consecuencias diversas sobre las concepciones que se desarrollan<br />

sobre el bienestar de la humanidad.<br />

Luego de esta breve caracterización de la relación intrínseca e inevitable entre<br />

las acciones humanas y la cultura que las determina, Lacey afirma que “la tradición<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 171


de la ciencia moderna refleja un background cultural específico”. Refiriéndose a<br />

Snow, para criticarlo, Lacey cuestiona la tesis defendida por el autor de Las dos<br />

culturas de que la ciencia moderna posee, o representa, un valor universal. Más<br />

difícil de ser aceptada por Lacey, es la confianza de Snow en la existencia de<br />

virtudes morales básicas en los científicos. En virtud de la presencia de esa moral,<br />

como en las entrañas de sus propios cuerpos, mentes y corazones, Snow creía<br />

que las prácticas científicas eran sensibles a las necesidades del mundo, lo que<br />

las llevaría, espontáneamente, a contribuir a la superación de las dificultades que<br />

afligen a los seres humanos. No me parece equivocado afirmar que el texto de<br />

Lacey, que ahora comento, constituya una refutación a esa creencia de Snow en<br />

la existencia de una moral espontánea y benéfica de los científicos.<br />

Los valores de la ciencia moderna<br />

Según Lacey, la ciencia posee varias características que la vuelven<br />

poseedora, digamos, de identidad propia. La tesis que afirma que la ciencia es<br />

universal –en tanto posee dos componentes muy importantes: objetividad e<br />

inclusividad– puede formularse del siguiente modo: “el conocimiento científico<br />

pertenece al patrimonio compartido por la humanidad.” La objetividad, cuando<br />

es empleada para configurar la acción humana, da lugar a la eficacia, o utilidad,<br />

ya que se amplía nuestra capacidad de controlar los fenómenos y objetos<br />

naturales. También aquí, afirma Lacey, podemos encontrar la tesis según la<br />

que ese mayor control sobre la naturaleza generará la progresiva acumulación<br />

del conocimiento científico, y producirá conocimiento al servicio de todo y<br />

cualquier ser humano.<br />

Caracterizando las prácticas científicas: ¿investigación empírica<br />

sistemática o investigación empírica sistemática que usa estrategias<br />

del abordaje metodológico descontextualizado y reduccionista?<br />

¿Qué es la práctica científica? Lacey discurre sobre algunos tipos de<br />

práctica científica. El primero de ellos es S, que puede ser aproximado al ideal<br />

baconiano de ciencia:<br />

“S: Las prácticas científicas involucran, en primera medida, a las<br />

investigaciones sistemáticas empíricas conducidas para generar y<br />

consolidar el conocimiento y la comprensión de los fenómenos<br />

(i) que está basado empíricamente y representado en teorías bien<br />

confirmadas y<br />

(ii) que permite el descubrimiento de nuevos fenómenos y nuevas<br />

172 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


formas de generarlos y eliminarlos así como la anticipación de sus<br />

consecuencias causales incluyendo aquellas provocadas por la<br />

intervención del ser humano y las posibilidades que puedan generar.<br />

La comprensión que se está buscando<br />

(iii) es la de dominios de fenómenos que no dejan de expandirse,<br />

incluyendo fenómenos producidos o propuestos en el curso de las<br />

operaciones de experimentación y medición (que son<br />

frecuentemente elaboradas con el objetivo de probar teorías o dar<br />

forma a innovaciones tecno-científicas) –de modo tal que:<br />

(iv) ningún fenómeno de importancia en la vida humana o en la<br />

práctica social, y generalmente ninguna afirmación sobre un<br />

fenómeno sea, en principio, excluida del campo de las<br />

investigaciones científicas.<br />

Incluye, en segundo lugar, los esfuerzos para usar el conocimiento<br />

científico para dar forma a las actividades prácticas –tecnológicas–<br />

(p.e., para aplicar –y frecuentemente también para producir– el<br />

conocimiento científico teniendo en cuenta su aplicación tecnológica<br />

–o práctica–, o para informar anticipaciones de las posibilidades<br />

producidas por las aplicaciones, incluyendo sus efectos<br />

secundarios).<br />

La segunda caracterización de práctica científica enfatiza el uso de<br />

estrategias que (1) restringen las teorías y (2) seleccionan datos cuantitativos:<br />

“la comprensión ‘científica’ involucra entender las posibilidades de los<br />

fenómenos sólo en el grado en que están representados como generados, o<br />

generables, a partir de la estructura, los procesos, la interacción y la ley<br />

subyacente”.<br />

Estas metodologías descontextualizan los fenómenos, ya que los contextos<br />

ecológico, humano y social no son considerados. Las mismas constituyen,<br />

según Lacey, (S 1 ) las metodologías de abordaje reduccionistadescontextualizante<br />

(D-R approach).<br />

Aunque sea un hecho, tal como él mismo afirma que la mayoría de los<br />

científicos adopte S 1 como la metodología que emplean, Lacey cree que existe<br />

una ambigüedad en torno a esa opción. En este momento, formula las<br />

preguntas que lo guían a lo largo de su texto: “¿Puede la ciencia, considerada<br />

según S 1 , generar una mejor concordancia con los ideales de objetividad e<br />

inclusión? Si no puede, ¿deberíamos quedarnos con S 1 y obviar estos<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 173


ideales? o ¿deberíamos mantener los ideales y pensar cómo reinstitucionalizar<br />

la ciencia, de acuerdo con S para que estos conceptos pudiesen acercarse<br />

más?”.<br />

Aún reconociendo que el abordaje D-R es fecundo, Lacey piensa que<br />

existen muchas evidencias en favor de estrategias diferentes de D-R. Las<br />

características de esos abordajes son las siguientes:<br />

(i) Los factores culturales influyen en lo que se consideran objetos<br />

importantes para la investigación.<br />

(ii) Los juicios de valor, ocasionalmente, pueden ser obtenidos<br />

(ceteris paribus) de las conclusiones empíricamente confirmadas.<br />

(iii) Frecuentemente, no se puede llegar a conclusiones de acuerdo<br />

con la objetividad con anterioridad a su pertinencia para decisiones<br />

prácticas.<br />

(iv) Los factores culturales están involucrados en el juicio acerca de<br />

quiénes son los agentes que tienen que participar en la toma de<br />

decisiones epistémicas sólidas. Una consecuencia de esto es que<br />

desdibuja la línea divisoria entre la ciencia y el conocimiento indígena.<br />

La pregunta central de Lacey en su texto, la cual será respondida<br />

favorablemente, es la siguiente: “Dado esto, ¿existe una buena razón para<br />

interpretar la ciencia en términos de S 1 , en lugar del más abarcativo S?”. Lacey<br />

defiende la posibilidad de que formulemos una nueva noción de práctica<br />

científica capaz de incorporar elementos culturales y valores, sin que con eso<br />

la objetividad y la inclusividad sean cuestionadas o amenazadas.<br />

El abordaje D-R y su acuerdo con la objetividad y la inclusividad<br />

El principio de legitimación de la innovación técnico-científica afirma que:<br />

“sugiero, que una gran sección de la conducta de la ciencia<br />

contemporánea –de hecho– está informada por un principio ético al<br />

cual denomino el Principio de la Legitimidad de la Innovación<br />

Tecnocientífica (PLIT): a menos que exista evidencia científica,<br />

obtenida en las investigaciones realizadas bajo las estrategias D-R, de<br />

que hay riesgos graves, es legítimo implementar aplicaciones eficaces<br />

de conocimiento científico objetivamente confirmado sin demora.”<br />

174 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


PLIT es, normalmente, asociado a un imperativo ético. Así, si la<br />

investigación es conducida por el PLIT, entonces ésta no está de acuerdo con<br />

el Principio de Precaución (PP):<br />

“es necesario actuar con precaución respecto a las nuevas<br />

innovaciones tecnocientíficas por sus riesgos potenciales y, antes<br />

de su real implementación social, de modo de permitir un período<br />

razonable para realizar y evaluar investigaciones ecológicas y sociales<br />

y de otro tipo acerca de los riesgos, las alternativas posibles y el<br />

contexto causal de las aplicaciones propuestas.”<br />

El imperativo ético correspondiente al PP afirma que es una<br />

irresponsabilidad participar de una investigación que conduzca a la innovación<br />

técnico-científica, sin que haya habido –¿previamente?– una investigación<br />

rigurosa y sistemática para la determinación de los posibles riesgos para la<br />

especie humana, y sin una evaluación de los valores sociales presentes en la<br />

implementación de alternativas.<br />

Desde la perspectiva de S 1 , es normal rehusar PP, pues, al introducir<br />

elementos éticos en la ciencia, este acabaría por provocar interferencias en la<br />

autonomía de la ciencia.<br />

Valores del progreso tecnológico (VPT) y sus consecuencias para<br />

la práctica de la ciencia<br />

Los VPT incorpora, o aún engloba, el PLIT. Además de eso, los valores del<br />

progreso representan un conjunto de valores universales, que, necesariamente,<br />

deben ser parte integrante desde cualquier perspectiva en nuestros días: ¡al<br />

VPT no existe alternativa!<br />

S 1 representa un modo de pensar y practicar la ciencia que refleja valores<br />

culturales específicos. Respetarlos implica colocar en riesgo la objetividad,<br />

además de ofrecer pocas oportunidades para que la inclusividad suceda<br />

realmente. Lacey cree que, hoy en día, no debemos renunciar a la objetividad<br />

y la inclusividad como ideales de la práctica científica.<br />

Lacey cree que la práctica de la ciencia de nuestro tiempo es determinada<br />

por la presencia de S 1 y de un modo tal que VPT son cada vez más determinante<br />

junto con los valores económicos. Sería importante adoptar PP. Eso solamente<br />

será posible si la ciencia se re-institucionaliza. Una ciencia re-institucionalizada<br />

tendría la amplia participación democrática de diferentes grupos sociales.<br />

Lacey formula aún otra cuestión referente a la deliberación democrática:<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 175


”¿de qué modo es eso posible?”. O sea, Lacey, muy apropiadamente, se<br />

pregunta sobre la posibilidad de hacer que la ciencia pueda ser sometida al<br />

cuestionamiento de los ciudadanos. Este es un punto crucial para la resolución<br />

completa y plena de los objetivos propuestos por nuestro autor. Sin embargo,<br />

en su texto, no han sido encontrados indicaciones o criterios relativos al modo<br />

en que tal deliberación democrática puede transformarse en efectiva y real.<br />

Una cuestión formulada por Lacey: “¿cómo sería posible continuar la<br />

investigación científica de una manera en que la naturaleza sea respetada, en<br />

que sus poderes regenerativos no sean debilitados y que sean restaurados<br />

donde fuese posible, y en la que el bienestar de cada individuo sea<br />

universalmente promovido?”. Sería necesario, incluso fundamental, reinstitucionalizar<br />

la ciencia, de modo de hacer que ella, al desarrollar un<br />

pluralismo metodológico, pudiese ser capaz de analizar los riesgos,<br />

especialmente los indirectos, existentes en ciertas actividades tecnocientíficas.<br />

La re-institucionalización de la ciencia no significaría una disminución de<br />

presencia de objetividad e inclusividad. Al contrario. La última característica,<br />

por ejemplo, sería reforzada, en la medida en que grupos sociales, los cuales<br />

no participan de la universidad o de la tecnociencia, pudieran participar de las<br />

decisiones relativas a la práctica de la ciencia.<br />

La propuesta expuesta y defendida por Lacey me parece razonable,<br />

interesante e importante. En general, me muevo en la misma dirección éticocognitiva.<br />

No obstante, esta propuesta, pienso, se encuentra descripta en el<br />

trabajo que ahora comento, de forma incompleta, pues no existen, hasta donde<br />

fui capaz de percibir, indicaciones de cómo implementarla, tornándola real. Me<br />

explico. Siento la falta de una propuesta concreta. Por no comprender<br />

perfectamente lo que Lacey pretende decir cuando se refiere a la reinstitucionalización<br />

de la ciencia –¿qué es exactamente eso?– no consigo<br />

vislumbrar, o imaginar, qué institución podría albergar una práctica de la ciencia<br />

correspondiente a la descripción defendida por Lacey.<br />

En relación a una práctica de la ciencia que incluya el análisis de los riesgos<br />

negativos causados, eventualmente, por sus resultados, me pregunto si eso ya<br />

no forma parte de la rutina de un científico. ¿La evaluación de los errores no<br />

contribuiría con la decisión de los riesgos? Además de ese punto oscuro,<br />

siento la necesidad de un análisis relativo a los actuales organismos de<br />

fiscalización existentes en muchos países del mundo, en los cuales existe hoy<br />

en día un conjunto de entes reguladores, los que, al menos en principio, deben<br />

ser responsables de las consecuencias negativas y perjudiciales para la<br />

población, causadas por productos puestos a la venta.<br />

176 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Me pregunto, finalmente, si, para que la noción de práctica defendida por<br />

Lacey pudiese funcionar, no sería imprescindible comprender por qué la actual<br />

configuración de la sociedad no puede contribuir para que propuestas, tales<br />

como las formuladas en el texto de Lacey, se tornen efectivas. ¿No sería<br />

necesario, entonces, incluir la filosofía de la ciencia, entre sus tareas, el análisis<br />

de la sociedad o aún del “tejido social” al que pertenecemos? ¿No habría<br />

también necesidad de preguntarse si las tesis de Lacey no implican la<br />

redefinición de la noción de progreso científico, ya que este último,<br />

normalmente entendido como algo que se encuentra en expansión, en<br />

crecimiento o en acumulación, exige que se dé al científico completa libertad<br />

de acción a fin de que el trabajo de este último pueda ser efectivo? En otras<br />

palabras, Lacey parece defender la posibilidad de que el bienestar de los seres<br />

humanos solamente podría ser alcanzado a través de una noción de progreso,<br />

que incluyera la vía del no crecimiento, caso que debería ser explícitamente<br />

determinado por la comunidad científica. En suma, ¿estaría Lacey defendiendo<br />

la tesis donde conocer no siempre conduce a la felicidad?<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 177


Segundo día


La reunificación de las “dos culturas” a través<br />

de la vía tecnológica 1<br />

Introducción<br />

Ailin María Reising<br />

CONICET - Fundación Bariloche - UNRN<br />

Hace 50 años, el 7 de Mayo de 1959, Charles Percy Snow pronunció la<br />

conferencia The Two Cultures and The Scientific Revolution, donde subrayó<br />

una brecha aparentemente irresoluble entre la ciencia y el arte. Desde<br />

entonces, esta visión ha primado al momento de comprender el vínculo entre<br />

ambos dominios, a pesar de que fuera el propio Snow uno de los primeros en<br />

esbozar una perspectiva alternativa. En The Two Cultures and a Second Look:<br />

An Expanded Version of the Two Cultures and the Scientific Revolution<br />

(1964), sugirió la posibilidad de una cultura conciliadora que salvara las<br />

diferencias no sólo entre el arte y la ciencia sino también entre estratos<br />

sociales.<br />

Como veremos, en lo concerniente al vínculo ciencia-arte la cultura<br />

alternativa idealizada por Snow parece haber tomado forma, de manera muy<br />

reciente, en torno a las herramientas informáticas y al equipamiento de<br />

visualización científica de muy alta resolución. En tal sentido, lejos de<br />

constituirse como un elemento enajenante, la tecnología ha operado como una<br />

vía para el diálogo entre las “dos culturas”. Al ofrecer nuevos recursos para<br />

establecer coherencia y significado, ha configurado un espacio de interacción<br />

en virtud del cual, veremos, buena parte de los recursos representacionales de<br />

la ciencia contemporánea da lugar a:<br />

a) la conversión de la “estética fría” de la visualización científica en “estéticas<br />

reflexivas” (Ede, 2002; 2005), y<br />

b) el desarrollo de técnicas de visualización que contribuyen con el estudio<br />

científico de problemas complejos<br />

1 Este trabajo no hubiera sido posible sin el aporte del Dr. Raúl Barrachina, una persona excepcional que ha<br />

despertado mi interés por los aspectos de la práctica científica y artística que aquí se desarrollan. Asimismo, deseo<br />

agradecer los aportes y sugerencias de los asistentes al I <strong>Encuentro</strong> de <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong><br />

<strong>Tecnológicas</strong>, en particular a Adriana De Simone y muy especialmente a Martín Parselis.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 181


Atendiendo a ello el trabajo tiene por objeto analizar la mutua implicación<br />

del arte y la ciencia contemporáneos en el desarrollo de objetos visuales que<br />

al promover la apertura social de la ciencia no sólo suturan la brecha entre las<br />

“dos culturas” de Snow, sino también el abra entre otros dos dominios: el de<br />

la ciencia y el de la sociedad civil.<br />

La tesis de las “dos culturas”<br />

Si bien adquirió notoriedad gracias a su célebre conferencia The Two<br />

Cultures and The Scientific Revolution, Snow, especialista en física y química<br />

formado en Cambridge, ya era en Gran Bretaña un personaje público 2 . En<br />

dicha conferencia Snow subrayó que las políticas universitarias de la época<br />

tendían, como señalara Ortega y Gasset, al “barbarismo de la especialización”<br />

y que, en virtud de ello, se establecía un abismo entre la formación científica y<br />

la literatura y las artes en general (Gregorian, 1994) 3 .<br />

Esta lectura del impacto de la especialización de la formación científica no<br />

ha sido, sin embargo, una innovación de Snow. A fines de los años ´40 Roy<br />

Lewis y Angus Maude fue desarrollada en The English Middle Classes (1949)<br />

y un poco más tarde expuesta por Jacob Bronowski en la conferencia Science<br />

and Human Values, brindada en el MIT a mediados de la década de 1950.<br />

Asimismo, algo similar ocurre con la distinción nietzcheana entre la ciencia y<br />

el arte remarcada por Snow, la cual encuentra, entre otros posibles<br />

antecedentes históricos, un anclaje en el debate que establecieran Thomas<br />

Huxley y Mattew Arnold sobre el lugar que habrían de tener la ciencia y las<br />

humanidades en las universidades británicas, en un contexto donde el<br />

científico había dejado de ser definido en términos de artista 4 - 5 .<br />

Considerando estos antecedentes, el planteo de Snow no sugirió sino que<br />

reforzó una concepción de la ciencia ya instalada en la comunidad británica,<br />

según la cual ésta constituía un espacio ligado a la validación consensuada y<br />

pública antitético al del arte, ligado a la ambigüedad, la intuición y la privacidad.<br />

2 Una elocuente muestra de la notoriedad que adquirió Snow tras la pronunciación de esta conferencia lo ofrecen<br />

las más de veinte menciones honorarias que obtuvo en distintas universidades, así como los cargos públicos que<br />

ocupó en el Ministerio de Tecnología británico y en la Casa de los Lords.<br />

3 Snow mostró que la música constituía una excepción en este sentido. Pues una amplia mayoría del centenar de<br />

científicos que encuestó manifestaba interés y conocimiento al respecto.<br />

4 Esta concepción del científico operó hasta mediados del siglo XIX, tal como puede observarse en textos como<br />

Philosophy of the Inductive Sciences (1840) de William Whewell.<br />

5 La descontextualización del planteo de Snow frente a este tipo de antecedentes sugiere cierta torpeza<br />

historiográfica, un hecho curioso si se tiene en cuenta que originalmente la conferencia de Snow fue publicada<br />

con una introducción de Stefan Collini, un historiador de Cambridge.<br />

182 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


La visión del arte implícita en esta concepción explica, en gran medida, que la<br />

tesis de las “dos culturas” haya impactado más en la comunidad científica que<br />

en la comunidad artística británicas de la década de 1960. Mientras que para<br />

esta última el planteo de Snow no dio lugar a acciones significativas, en el<br />

campo científico motivó, entre otras, el reporte de Lionel Robbins sobre la<br />

expansión de la educación universitaria en Inglaterra (1963), la reforma de la<br />

política científica británica, la creación del Ministerio de Tecnología en 1964,<br />

y el reporte de John Fulton sobre el Servicio Civil (1968).<br />

Atendiendo a lo expuesto no es de extrañar entonces que el planteo de<br />

Snow haya contribuido a problematizar el vínculo entre la ciencia y el arte bajo<br />

el supuesto de una incidencia unilateral de una cultura sobre la otra. Desde<br />

esta perspectiva se ha tendido a presentar al arte como precursor de las<br />

versiones científicas de la realidad o a la ciencia como la antesala de la<br />

creatividad artística (Shlain, 1991). En esta clave se ha considerado, por<br />

ejemplo, el trabajo de Kasmir Malevitch Blanco sobre Blanco (1918) y su idea<br />

de “no arte” en relación con el principio de incertidumbre formulado por<br />

Werner Heisenberg en 1925 (Levrier, 2000). Asimismo, desde una clave<br />

interpretativa inversa se han considerado los debates científicos y artísticos,<br />

enfatizándose la distancia de los segundos respecto de los primeros<br />

(Gombrich y Eribon, 1992) 6 .<br />

Si bien ha sido esta óptica la que ha primado en el estudio del vínculo<br />

ciencia-arte, fue el propio Snow uno de los primeros en posicionarse<br />

críticamente frente a ella. Cinco años más tarde de su célebre conferencia<br />

esbozó una perspectiva alternativa en A Second Look at the Two Cultures<br />

Problem (1964). Allí sugirió la posibilidad de una “tercer cultura” 7 que no sólo<br />

salvara las diferencias entre el arte y la ciencia sino también entre sectores<br />

sociales de distinto nivel socioeconómico 8 .<br />

Esta revisión de los criterios de demarcación del arte y la ciencia fue<br />

desarrollada también en aquel entonces por científicos como Werner<br />

Heisenberg (1971), quien, al igual que Snow, sostenía que la educación<br />

6 Desde esta óptica Ernst Gombrich y Didier Eribon (1992) han señalado una suerte de “desacople” entre el<br />

“progreso” científico y el artístico, enfatizando que mientras las discusiones científicas han dado lugar a la<br />

elucidación del código genético, los debates de historiadores y críticos de arte aún continúan refiriéndose al hecho<br />

de que Marcel Duchamp haya colocado un mingitorio en una exhibición.<br />

7 La ambigüedad con la cual Snow se refirió al carácter conciliador de esta “tercera cultura” generó una serie de<br />

discusiones en torno al formato que ésta debía tener. Para unos, debía erigirse sobre una élite científica sensible<br />

a las humanidades. Para otros, debía resultar de una triangulación entre las artes, las ciencias y las humanidades<br />

(Brockman, 1995).<br />

8 Estas implicancias políticas de la tercera cultura se perciben ya en el subtítulo que Snow pensara originalmente<br />

para la conferencia donde revisó la tesis de las “dos culturas”: The Rich and the Poor.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 183


constituía el ámbito propicio para una integración de las ciencias, las<br />

humanidades y las técnicas. A su juicio, el proceso de creatividad aunaba a la<br />

ciencia y al arte, pues en ambos casos implicaba cambios en la percepción<br />

que se traducían en un enriquecimiento de la experiencia perceptual, en el<br />

caso de los artistas, y en un incremento del control sobre el medioambiente<br />

social, natural y artificial, en el caso de los científicos.<br />

En esta misma línea se ha señalado que tanto científicos como artistas<br />

pueden ser categorizados como “clásicos o apolíneos” y “románticos o<br />

dionisíacos” según el tipo de razonamiento preeminente: el sistemático y<br />

consciente en el caso de los primeros, el intuitivo e inconsciente en el caso de<br />

los segundos (Copley y Silberberg, 1993). Considerando elementos como<br />

estos, autores como Siún Hanrahan (2000) han señalado que aspectos como<br />

la objetividad no constituyen un patrimonio exclusivo de la ciencia sino que<br />

operan también en el razonamiento visual y kinestésico del arte 9 .<br />

Si bien estas posiciones conciliadoras han contribuido a salvar<br />

intelectualmente la brecha entre las “dos culturas”, no ha sido sino muy<br />

recientemente el que esta “tercer cultura” parece haber tomado forma. Desde<br />

hace poco más de diez años, un conjunto de instituciones públicas y privadas,<br />

entre ellas Wellcome Trust Foundation, Calouste Gulbenkian Foundation, Arts<br />

Catalyst, Leonardo, YLEM, Foro Dialogue Science and Art, Edge Foundation<br />

y Art and Science Collaborations, impulsan acciones de vinculación entre la<br />

ciencia y el arte. Éstas han contribuido a institucionalizar un espacio de<br />

interacción entre el arte digital y la investigación científica primordial –aunque<br />

no exclusivamente–, hecho experimental novedoso en cuanto a sus<br />

implicancias sociológicas para las “dos culturas”.<br />

Este espacio de interacción supone a la tecnología como condición de<br />

posibilidad. Aquí las herramientas informáticas y los microscopios y telescopios de<br />

alta resolución, aparecen como una vía para la reunificación de las “dos culturas”.<br />

Lejos de la incidencia unilateral de uno sobre otro dominio, el arte y la ciencia<br />

experimentan en este contexto una sinergia positiva, que redunda tanto en la<br />

exploración del lugar del ser humano en el universo mediante formas estéticas que<br />

trascienden otras vertientes del arte contemporáneo, como en el desarrollo de<br />

técnicas de visualización imprescindibles para el estudio de fenómenos complejos.<br />

9 Hanrahan (2000) señala que una vez que un conjunto de ideas es integrado a un conjunto de relaciones físicas,<br />

el artista puede asignar prioridad a la forma potencial de los materiales, proceso en el cual pueden aparecer<br />

dificultades de orden lógico o visual. Las dificultades lógicas son aquellas referidas a fallas en la interacción del<br />

material con la idea que opera tras él. Las dificultades visuales son aquellas referidas a fallas en la interacción del<br />

material con patrones visuales aceptables o satisfactorios. Frecuentemente hay una simbiosis entre las dificultades<br />

lógicas y las visuales, posibilitada, según Hanrahan, por nociones como objetividad.<br />

184 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Las actuales tecnologías de visualización científica como condición<br />

de posibilidad para un diálogo entre las “dos culturas”<br />

Si bien no exclusivamente, esta “tercer cultura” se ha constituido en torno<br />

a los recursos representacionales de la ciencia contemporánea. Al igual que<br />

los recursos representacionales de la ciencia clásica, éstos pueden<br />

caracterizarse según rasgos como: su inmutabilidad –ofrecen la impresión de<br />

que el resultado de la investigación es durable en el tiempo–, su escala<br />

–permiten observar fenómenos que no serían visibles en otras circunstancias<br />

debido a su tamaño, grado de abstracción o duración–, su combinabilidad<br />

–permiten combinar resultados diversos para revelar nuevas conexiones entre<br />

fenómenos o piezas de información–, su transportabilidad -pueden ser<br />

incorporados a distintos circuitos de difusión de conocimiento-, y su poder de<br />

persuasión -constituyen un recurso activo en la negociación del conocimiento-<br />

(Latour, 1990).<br />

No obstante, a diferencia de los recursos representacionales clásicos, la<br />

mayoría de los actuales recursos representacionales no pueden existir como<br />

tales sin la mediación tecnológica. Este hecho fue advertido quizás por vez<br />

primera en un informe de la National Science Foundation de Estados Unidos,<br />

titulado Visualization in Scientific Computing (Mc Cormick, DeFanti y Brown,<br />

1987), donde se promovía el uso y desarrollo de: los gráficos computacionales,<br />

el procesamiento de imágenes, la visión artificial, el diseño asistido<br />

por computadora, la interacción humano-computadora, y el procesamiento de<br />

señales.<br />

En virtud de este hecho, los recursos representacionales actualmente<br />

utilizados en la investigación científica pueden referirse tanto a sistemas físicos<br />

reales como a procesos informáticos que no encuentran correlato directo en<br />

éstos. Y he aquí su aspecto más novedoso. Tal referencia se corporiza en un<br />

objeto que, independientemente de que el fenómeno estudiado tenga<br />

características visuales o no, lo representa como si las tuviera. Por tal razón, a<br />

diferencia de otros formatos representacionales, los recursos<br />

representacionales a los que dan lugar las herramientas informáticas son<br />

dinámicos y autónomos. Por un lado, están sujetos a la manipulación del<br />

científico, quien puede rotarlos, modificar su escala, deformarlos, eliminar<br />

información espuria o innecesaria e incorporarles nuevos datos con el objeto<br />

de visibilizar con mayor precisión el fenómeno estudiado. Por el otro, devienen<br />

en materia prima para el análisis científico adquiriendo un estatus de realidad<br />

propio (Danston y Galison, 2007).<br />

Esta versatilidad y autonomía de la visualización científica computacional<br />

pone de manifiesto que la misma es una “ilusión de realidad”, independiente<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 185


del tiempo y el espacio. Un rasgo que, veremos, permite conciliar las “dos<br />

culturas” al posibilitar que a partir de este tipo de recurso representacional, se<br />

generen objetos visuales susceptibles de ser reconocidos como productos<br />

del arte digital (Rand, 2008) 10 .<br />

Algo similar ocurre con aquellos recursos representacionales generados<br />

mediante tecnologías de visualización de alta resolución, como los<br />

microscopios y los telescopios, caso en el cual la versatilidad y la autonomía de<br />

la visualización científica está dada por las técnicas de composición aplicadas<br />

al equipamiento, las condiciones de luminosidad, los ángulos de cámara y los<br />

tiempos de exposición. Lejos de la reproducción fotomecánica y del naturalismo<br />

objetivista (Nickel, 2001), estas representaciones resultan de una cuidadosa<br />

elección estética que tiene por objeto no sólo “crear orden a través de la<br />

visualización”, sino también atraer al observador (Malin, 1999; Frankel, 2002).<br />

En sintonía con lo ocurrido en la fotografía artística, la generación de estas<br />

representaciones supone una labor sobre la codificación e interpretación de<br />

la imagen bidimensional. Al igual que lo ocurrido en la generación de<br />

visualizaciones computacionales, ello supone decisiones arbitrarias por parte<br />

del científico en torno a la determinación de la escala, la perspectiva, el<br />

contraste, las sombras y la intensidad del color. Sin embargo, en el caso de las<br />

representaciones generadas mediante tecnologías como los microscopios y<br />

telescopios estas decisiones pueden llegar a contradecir principios básicos de<br />

la ciencia, algo que claramente no ocurre con las visualizaciones<br />

computacionales.<br />

Frecuentemente ello no ocurre, tal como lo ejemplifica la técnica de<br />

“sintetización” de colores desarrollada por David Malin –químico experimentado<br />

en la generación de imágenes mediante microscopios electrónicos y<br />

ópticos y técnicas de difracción de rayos X– para distinguir planos y distancias<br />

en la representación de objetos cosmológicos distantes (Malin, 1999). Pero<br />

excepcionalmente sí, tal como ocurre con las técnicas de “visibilización” de<br />

Felice Frankel (2002) –una científica del Massachusetts Institute of<br />

Technology, quien sugiere cultivar dos cepas de hongos en un mismo plato a<br />

fin de aumentar visualmente el contraste entre su morfología. Aún en estos<br />

10 Cabe mencionar en este sentido que escapa al propósito e interés de este trabajo discutir los criterios de<br />

demarcación del arte o el estatus de arte de los objetos visuales generados a partir de las visualizaciones<br />

científicas. Del mismo modo, escapa también al trabajo discutir los criterios de demarcación de la ciencia. El<br />

carácter científico o artístico de los objetos visuales considerados se ha estipulado teniendo en cuenta el hecho<br />

de que la comunidad científica o la comunidad artística lo reconozca como tal. En tal sentido, el trabajo suscribe<br />

las visiones praxiológicas de autores como Tomás Kuhn (1962) y Arthur Danto (2003) para establecer el dominio<br />

de la ciencia y el arte respectivamente.<br />

186 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


casos se reconoce la relevancia cognitiva de la manipulación del objeto y las<br />

circunstancias de la visualización. Pues, análogamente a la “ilusión de realidad”<br />

de la visualización computacional, los recursos representacionales generados<br />

mediante microscopios y telescopios no suponen una correspondencia<br />

necesaria con los objetos “retratados”. Éstos no existen tal como muestran las<br />

fotografías digitales, del mismo modo que no existen los fenómenos físicos o<br />

informáticos tal como son mostrados por las visualizaciones computacionales.<br />

Bien sea generado mediante herramientas informáticas, bien sea generado<br />

mediante tecnologías de visualización de alta resolución, el objeto visual sobre<br />

el cual trabaja actualmente el científico resulta de un proceso compositivo que<br />

responde tanto al imperativo científico de identificar patrones y agrupamientos<br />

de patrones como al imperativo artístico de instituir al observador como<br />

protagonista en la atribución de significado de lo que es observado. Visualizar<br />

científicamente los fenómenos implica “componer”, es decir, volver visible lo<br />

que necesariamente no lo es mediante nuevas formas de mirar el mundo.<br />

La exploración de estas “nuevas formas de mirar el mundo”, supone una<br />

concepción de la representación de la realidad que ciertamente concilia las<br />

divergencias otrora asociadas a la concepción del mundo de las “dos<br />

culturas”: un mundo externo a la espera de ser descubierto por el científico, un<br />

mundo construido fenomenológica y simbólicamente por el artista. Es esta<br />

concepción de la representación lo que contribuye a explicar no sólo el hecho<br />

de que los científicos contemporáneos hablen más de belleza y de elegancia<br />

que los propios artistas (Ede, 2005), sino también el que, proceso mediante,<br />

los objetos visuales generados a partir de la visualización científica encuentren<br />

similares posibilidades que los objetos de arte convencionales de ser<br />

reconocidos como legítimas expresiones artísticas.<br />

La materialización del diálogo entre las “dos culturas”: la generación<br />

de objetos de arte a partir de las visualizaciones científicas.<br />

La posibilidad de generar objetos visuales artísticos a partir de las<br />

visualizaciones científicas no responde tan sólo al hecho de que éstas posean<br />

una estética basada en la belleza, sino también a que su función cognitiva<br />

pueda ser reemplazada o complementada en otros contextos interpretativos<br />

(Reising y Barrachina, 2009). En tal sentido supone la resignificación de las<br />

imágenes científicas en un contexto simbólico que sustituye su<br />

“referencialidad” (Danto, 2003) por medio de elementos pragmáticos –caso<br />

en el cual su función cognitiva es reemplazada–, o bien que incorpora a su<br />

“referencialidad” elementos pragmáticos con el propósito de generar en los<br />

espectadores un impacto mucho mayor al que sentirían sin la acción de<br />

“agentes embellecedores” (Danto, 2003) –caso en el cual su función cognitiva<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 187


es complementada–. En varios aspectos tal resignificación presenta notables<br />

paralelismos con el proceso que convirtió el mingitorio de Mott Iron Works en<br />

la obra Fuente (1917) de Marcel Duchamp o a las cajas brillo de James Harvey<br />

en la Caja Brillo (1964) de Andy Warhol.<br />

Estos objetos de arte se constituyeron como tales en torno a un conjunto<br />

de significados –la expresión de una estética sin belleza, por ejemplo– que<br />

los diferenció de sus correlatos en la vida cotidiana. Arthur Danto (2003) ha<br />

señalado que este proceso de diferenciación requiere la alteración simbólica<br />

de la “referencialidad” de los objetos ordinarios, así como un cambio en el<br />

contexto espacio-temporal en el cual son apreciadas estas obras de arte. Del<br />

mismo modo, sean generadas mediante procesos informáticos o tecnologías<br />

de visualización de alta resolución, las imágenes científicas requieren ser<br />

alteradas para dar lugar a objetos visuales con valor artístico.<br />

No se trata solamente de incorporarles rasgos pragmáticos mediante otros<br />

criterios compositivos que afecten, por ejemplo, su coloración, su sombreado<br />

o su escala, sino de alterar función cognitiva por medio de dos operaciones: la<br />

sustitución o la complementación. Como veremos seguidamente, la primera de<br />

ellas dará lugar a un objeto visual que mantendrá un “aire de familia” con el arte<br />

abstracto, mientras que la segunda de estas operaciones dará lugar a un objeto<br />

visual que potenciará el carácter crítico y la comunicabilidad del arte digital.<br />

Si la intervención del artista sobre la representación científica redunda en<br />

el reemplazo de su función cognitiva, el objeto visual resultante no tendrá con<br />

ésta el vínculo de “equivalencia material” que a pesar de sus diferencias<br />

simbólicas puede establecerse entre la caja Brillo de Harvey y el objeto Caja<br />

Brillo de Warhol o entre el mingitorio de Mott Iron Works y el objeto Fuente de<br />

Duchamp. Lejos de limitar el horizonte artístico, esta situación propicia la<br />

exploración de nuevos materiales y formatos estéticos.<br />

Consideremos a título de ejemplo de esta situación el trabajo de Andy<br />

Wuensche, un científico-artista del Discrete Dynamics Lab, School of Science<br />

and Technology, University of Sussex, especializado en autómatas celulares.<br />

Valiéndose de programas computacionales de simulación, redes aleatorias,<br />

sistemas caóticos y topologías multidimensionales elabora objetos de arte<br />

digital a partir de las imágenes generadas en el laboratorio para investigar<br />

redes dinámicas discretas. Expuestos en la galería de imágenes de laboratorio,<br />

estos objetos se diferencian de las visualizaciones científicas porque han sido<br />

despojados de los marcadores semánticos característicos de estas últimas:<br />

coordenadas espacio-temporales, redes aleatorias, etc. Tal despojo inhibe la<br />

función cognitiva de la visualización científica equiparando al objeto visual<br />

resultante con los productos del arte abstracto. Al igual que éstos, su valor y<br />

188 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


fuerza expresiva depende de un lenguaje visual autónomo, dotado de<br />

significaciones propias e independientes de toda representación figurativa<br />

(Blok, 1999) 11 .<br />

Por su parte, si la intervención del artista sobre la visualización científica<br />

complementa su función cognitiva, el objeto visual resultante tendrá por<br />

propósito adentrar al observador tanto en una “nueva forma de ver” como en<br />

un “mundo nuevo”, promoviendo la comprensión pública de la ciencia, así<br />

como de sus eventuales implicancias éticas y políticas. En este contexto, el<br />

vínculo de “equivalencia material” que, a pesar de sus diferencias simbólicas,<br />

puede establecerse entre la caja Brillo de Harvey y el objeto Caja Brillo de<br />

Warhol o entre el mingitorio de Mott Iron Works y el objeto Fuente de<br />

Duchamp, también se mantiene entre la visualización científica y la imagen<br />

artística. En virtud de ello, la función cognitiva de la primera es complementada<br />

en la segunda bien con una función pedagógica-comunicativa, bien con una<br />

función crítico-reflexiva, habilitando un nuevo horizonte de desarrollo para el<br />

arte digital en torno al compromiso social.<br />

La obra Magic Forest (2002) de Andrew Carnie ofrece un ejemplo de la<br />

complementariedad de la función cognitiva con una función pedagógicacomunicativa.<br />

La misma fue desarrollada a partir de las imágenes generadas<br />

por el neurobiólogo Richard Wingate en el Medical Research Council Centre<br />

for Developmental Neurology del Kings College para analizar la anatomía<br />

neuronal y las relaciones entre la migración neuronal y el patrón genético.<br />

Magic Forest posee una estructura cícilica. Comienza con imágenes referidas<br />

a la localización y al crecimiento de las neuronas, luego sumerge al público en<br />

un “bosque denso”, formado por “árboles” o representaciones de neuronas<br />

cuyas “ramificaciones” o dendritas establecen conexiones conocidas como<br />

sinapsis y finaliza situando al observador en un “bosque invernal” que<br />

representa un nivel bajo de actividad cerebral o sinapsis. Sin perder el valor<br />

cognitivo de la visualización científica original, Magic Forest incorpora a esta<br />

última, un lenguaje artístico que, mediante técnicas de coloración, contraste,<br />

fluorescencia y procesamiento digital, torna accesible la comprensión del<br />

funcionamiento cerebral y del deterioro de la memoria para un público no<br />

experto.<br />

Por su parte, las obras Nebula (1996) y Monstrance (1996) de la fotógrafa<br />

británica Helen Chadwick, ofrecen un ejemplo de la complementariedad de la<br />

función cognitiva de la visualización científica mediante una función crítico-<br />

11 En esta misma clave podrían considerarse los trabajos que Felice Frankel y David Malin expuestos en sitios<br />

como Haverford’s Cantor Fitzgerald Gallery, Musseum of Modern Art y Karsten Greve Gallery.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 189


eflexiva. Realizados luego de una estadía de dos años en la Assisted<br />

Conception Unit del King´s College Hospital, ambos objetos muestran<br />

embriones de diferentes estadios de división celular que han sido descartados<br />

para la implantación uterina, dispuestos como si fuesen joyas victorianas.<br />

Al igual que las imágenes científicas generadas en la mencionada<br />

institución, éstos resultan de un proceso compositivo que no tiene por objeto<br />

atraer la atención de los médicos hacia los óvulos fecundados que<br />

presentaban la mejor morfología –y que de acuerdo con ello resultan<br />

apropiados para el implante–, sino atraer la atención del público hacia un<br />

problema ético: la selección científica de lo viviente. En este caso, la<br />

preservación de la “referencialidad” de la visualización científica y la<br />

disposición de los embriones como piezas inanimadas de gargantillas o<br />

colgantes, genera en el observador una confusión que potencia el carácter<br />

crítico del arte e insta a reflexionar sobre los límites éticos de la ciencia y la<br />

tecnología.<br />

Así, si bien son generados a partir de las visualizaciones científicas, no<br />

todos los objetos artísticos las trascienden del mismo modo. Unos, lo hacen<br />

sustituyendo su función cognitiva por la exploración estética, mientras que<br />

otros lo hacen complementándola con funciones crítico-reflexivas o<br />

pedagógico-comunicativas. De una u otra forma materializan un diálogo entre<br />

las “dos culturas” que si bien en primera instancia parecería enriquecer más<br />

al dominio del arte que al de la ciencia resulta, como veremos a continuación,<br />

simétrico en cuanto a los horizontes que también abre para el estudio científico<br />

de problemas complejos.<br />

La materialización del diálogo entre las “dos culturas”: aportes del<br />

arte para el estudio científico de problemas complejos<br />

Atendiendo a lo anteriormente mencionado, la conciliación de la<br />

investigación experimental y el arte digital asume a la ciencia como un espacio<br />

que, a instancias del proceso compositivo de las visualizaciones científicas,<br />

propicia la exploración artística de nuevas técnicas y materiales, el desarrollo<br />

estético de conceptos y teorías y la potenciación del carácter crítico y la<br />

comunicabilidad del lenguaje artístico. En tal sentido, parecería que el diálogo<br />

entre las “dos culturas” fuese asimétrico en cuanto a las posibilidades que<br />

ofrece. Sin embargo, se trata de una impresión sólo aparente, pues la “tercer<br />

cultura” ha dado lugar también al desarrollo de herramientas por parte de<br />

artistas significativas para el procesamiento visual de la información científica.<br />

190 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Posiblemente uno de los primeros y más impresionantes antecedentes de<br />

ello sea el Interactive Computer-Aided Red Green Blue Editor (ICARE)<br />

desarrollado por la artista Donna Cox (1987) en el transcurso de una estadía<br />

en el National Center for Supercomputing Applications. Junto a matemáticos,<br />

astrofísicos y entomólogos, Cox trabajó allí en el desarrollo de recursos para<br />

la visualización computacional de fenómenos multidimensionales. Ya en aquel<br />

entonces, ello presentaba un desafío no sólo para los artistas, seducidos<br />

desde hace tiempo por conceptos como “cuarta dimensión” y “curvatura del<br />

espacio” (Henderson, 1986), sino también para los científicos, quienes<br />

reconocían la limitación de las representaciones parciales para analizar<br />

fenómenos complejos.<br />

En este contexto ICARE permitió representar un mayor número de<br />

variables independizando la asignación de color del valor del píxel, lo cual<br />

supuso una gran ventaja cognitiva pues permitía realizar cambios en la<br />

visualización de las variables sin necesidad de hacer correr nuevamente los<br />

cálculos de una simulación (Cox, 1988). A diferencia de los programas<br />

comerciales de dibujo y edición de la época, ICARE dio al usuario el control<br />

sobre la asignación de colores, al tiempo que subrayó el poder de los mismos<br />

en la percepción y el análisis fenómenos multidimensionales. Unos de los<br />

primeros en experimentar el potencial cognitivo de esta herramienta fueron los<br />

astrofísicos Charles Ross Evans, Michael Norman, Philip Hardee y David<br />

Clarke, quienes la aplicaron para discriminar variables en la simulación de un<br />

chorro cósmico.<br />

En este sentido ICARE constituye un antecedente, tal vez el primero, del<br />

carácter compositivo de la visualización científica, pues introdujo el mapeo de<br />

color con el propósito de alterar la percepción de lo observado y dirigir la<br />

atención del observador hacia un aspecto particular de la representación: los<br />

patrones en los cambios de color y las consecuentes discrepancias entre<br />

variables.<br />

Actualmente las ventajas de visualización que ofreció ICARE a fines de los<br />

años ´80 son moneda corriente en los programas comerciales que utilizan los<br />

científicos. Al igual que él Matlab, por ejemplo, permite especificar colores<br />

para un conjunto de datos, modificarlos deliberadamente, manipular<br />

intensidades y contrastes y realizar ajustes de luminosidad, sin necesidad de<br />

realizar nuevamente los cálculos de la simulación. La versatilidad del programa<br />

para modificar estos aspectos de la visualización permite al científico “traducir<br />

visualmente al fenómeno en distintas imágenes” promoviendo, a través del<br />

análisis comparativo de las mismas, la identificación de relaciones entre<br />

variables que de otro modo serían inaccesibles para él.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 191


El desarrollo de esta posibilidad por parte de una artista como Cox, pone<br />

elocuentemente de manifiesto que la “tercer cultura” no se limita al hecho de<br />

que en el seno de la ciencia contemporánea haya surgido un nuevo tipo de<br />

objeto artístico, sino también al hecho de que el arte digital ha contribuido y<br />

puede contribuir con el desarrollo de herramientas que resultan fundamentales<br />

para el entendimiento.<br />

A modo de cierre: el diálogo entre las “dos culturas” como una<br />

oportunidad para la apertura social de la ciencia<br />

Como hemos podido advertir, los recursos informáticos y las tecnologías<br />

visuales de alta resolución, han conformado un espacio conciliatorio y de<br />

mutua implicación para buena parte de la investigación científica y el arte<br />

digital. En este contexto, resulta posible identificar las implicancias de la “tercer<br />

cultura” idealizada por Snow sobre el quehacer artístico y el científico, lo cual<br />

no constituye un dato menor, pues subraya que la posibilidad dialógica entre<br />

las “dos culturas” no diluye la especificidad de las mismas.<br />

Lejos de ello, la generación de objetos visuales de valor artístico a partir de<br />

las visualizaciones científicas potencia la naturaleza tanto del arte como de la<br />

ciencia. En el caso del arte, ello se traduce en la configuración de un horizonte<br />

de desarrollo propicio para la exploración de nuevos conceptos y materiales<br />

–constituido en virtud de aquellos objetos que sustituyen la función cognitiva<br />

de las imágenes científicas mediante una función estética–, o para el compromiso<br />

socia, constituido en virtud de aquellos objetos que complementan la<br />

función cognitiva de las imágenes científicas con funciones pedagógicocomunicativas<br />

o crítico-reflexivas. En el caso de la ciencia, por su parte, ello se<br />

traduce en la configuración de un nuevo horizonte cognitivo para el<br />

procesamiento visual de la información, constituido en virtud de técnicas<br />

representacionales desarrolladas originalmente por artistas.<br />

Tanto en uno como en otro caso, estos horizontes operan como una vía<br />

alternativa de desarrollo que podría contribuir con la consolidación de otra<br />

“tercer cultura”: aquella referida a la implicación de la sociedad civil en el<br />

proceso de toma de decisiones concernientes al desarrollo científicotecnológico.<br />

Ello sería viable dado que el espacio dialógico que hemos<br />

considerado se superpone en gran medida con el que habilita esta otra “tercer<br />

cultura”.<br />

Inspirada en la misma posibilidad conciliatoria que orientó a Snow,<br />

Heinsenberg, Copley, Silberberg y Hanrahan en la búsqueda de un punto de<br />

192 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


encuentro entre la ciencia y el arte, esta “tercer cultura” tomó forma cuando,<br />

a instancia de autores, entre ellos, Silvio Funtowicz y Jerome Ravetz (1993),<br />

Alan Irwin (2001) y Sheila Jasanoff (2005), se impugnó la “metáfora de la<br />

brecha” para abordar la relación ciencia-tecnología-sociedad. Desde esta<br />

perspectiva, se ha objetado la prescindencia de la ciudadanía en el análisis<br />

de las eventuales consecuencias de la labor científica y en la consecuente<br />

definición de las agendas de investigación, enfatizándose que en ambos casos<br />

interviene un pluralismo axiológico que trasciende la demarcación entre “lo<br />

epistemológico” y “lo social”. Ello ha dado lugar a una serie de acciones entre<br />

la comunidad científica y la sociedad civil, tendientes a vincular valores<br />

cognitivos como la precisión, la eficacia y la objetividad con otros como la<br />

equidad, la dignidad y la libertad. En este contexto, los objetos generados a<br />

partir de las imágenes científicas podrían incorporar al discurso político y<br />

multisectorial de los foros, las audiencias públicas y las encuestas de opinión,<br />

entre otros, el potencial crítico y comunicativo del lenguaje visual del arte.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 193


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in Scientific Computing”, Computer Graphics 21.<br />

Nickel, D. (2001), “History of Photography: The State of Research”, The Art<br />

Bulletin, Vol 83, No 3, pp. 548-558.<br />

Rand, H. (2008), “The Other Side of Digital Art”, Leonardo, Vol. 41, No. 5, pp.<br />

543–547.<br />

Reising, A. y Barrachina, R. (2009), “La producción de “objetos sci-art” a<br />

partir de visualizaciones científicas contemporáneas”, presentado en el IV<br />

Simposio Internacional La representación en la ciencia y el arte, 6 al 9 de<br />

Mayo, La Falda, Córdoba.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 195


Shlain, L. (1991), Art and Physics: Parallel Visions in Space Time and Light,<br />

Nueva York: Quill William Morrow.<br />

Snow, C. P. [1959] (1990), “The Two Cultures”, Leonardo, Vol. 23, No. 2/3,<br />

New Foundations: Classroom Lessons in Art/Science/Technology for the<br />

1990s, pp. 169-173.<br />

___________ (1964), The Two Cultures and a Second Look: An Expanded<br />

Version of the Two Cultures and the Scientific Revolution, Cambridge:<br />

Cambridge University Press.<br />

Whewell, W. (1840), Philosophy of the Inductive Sciences. Founded Upon<br />

Their History, in two volumes, Londres.<br />

196 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Comentarios sobre el texto de Ailin Reising<br />

Martín Parselis<br />

Universidad Católica Argentina<br />

“La belleza del arte se presenta a sí misma a la sensación,<br />

el sentimiento, la intuición, la imaginación; su esfera es distinta a la del<br />

pensamiento, y la aprehensión de su actividad y de sus productos,<br />

requiere de un órgano distinto al del pensamiento científico”<br />

Georg Hegel<br />

El trabajo de Ailin Reising propone un espacio común entre científicos y<br />

artistas. En este espacio propone la existencia de los siguientes fenómenos:<br />

recursos científicos que devienen en expresiones artísticas;<br />

la intervención artística como vehículo de abordaje de problemas<br />

científicos;<br />

la interacción entre estos actores a través de ejemplos de co-producción.<br />

En épocas de resignificación y remezcla no es extraño encontrar<br />

interrelaciones que no resultaban aparentes hace apenas un siglo. Conceptos<br />

aparentemente “duros” y “precisos” como “ciencia” y “tecnología” han sufrido<br />

tremendos cambios, al punto en que la demarcación y la definición precisa de<br />

los términos resultan, a primera vista, prácticamente imposibles.<br />

Imposible como cualquier definición y posición férrea sobre cuestiones de<br />

conocimiento. Imposible como todo lo que se encuentra en estado de<br />

problema. Y esta es la época de la problematización. El revisionismo histórico<br />

de cada una de las disciplinas puede servir como ejemplo.<br />

Abordaje del sci-art<br />

La relación entre ciencia y arte no es nueva, y ha sufrido grandes cambios<br />

en las formas de entenderla a lo largo del tiempo. En este momento propuesto<br />

como de “post-aislamiento” entre ciencia y arte, y más allá de los relatos<br />

disciplinares sobre esta relación (desde la comunicación, desde la sociología,<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 197


desde la historia), Reising advierte que hay un factor determinante en esta<br />

relación: la aparición de determinados artefactos como herramientas<br />

informáticas y equipos científicos de alta resolución, principalmente en la<br />

visualización.<br />

Se inicia el planteo del sci-art como tercera cultura, discutiendo la<br />

posibilidad de que en la relación entre ciencia y arte una sea precursora de la<br />

otra (arte precursor de la ciencia según Shlain), además de otras ideas<br />

relacionadas con una cultura conciliadora (en educación según Irving, la<br />

creatividad como lo que aúna ciencia y arte según Heisenberg); e inscribiendo<br />

el punto de vista sociológico en tiempos más recientes.<br />

Sobre las tecnologías de visualización como condición de posibilidad<br />

para la interacción entre científicos y artistas<br />

Reising caracteriza a los recursos de visualización en forma “universal” (es<br />

decir, vale tanto para las nuevas formas como para las formas clásicas):<br />

inmutabilidad (el resultado es durable);<br />

escala (se observan fenómenos que de otro modo no se podrían observar<br />

- por tamaño, abstracción, duración);<br />

combinabilidad (combinar resultados para revelar nuevas relaciones);<br />

transportabilidad (vehiculización en distintos circuitos de divulgación);<br />

persuasión (recurso para la negociación del conocimiento).<br />

Y menciona recursos representacionales esencialmente nuevos:<br />

gráficos computacionales;<br />

image processing;<br />

visión artificial;<br />

CAD (diseño asistido por computadora);<br />

IHC (interacción hombre-computadora);<br />

signal processing.<br />

Plantea que estos recursos pueden referirse a sistemas físicos (utilizando<br />

la palabra “real”), o a procesos que no tienen correlato físico. Asegura que el<br />

resultado son objetos visuales (sin importar si el fenómeno los incluye) con<br />

forma, color, textura y movimiento utilizando una frase impactante como:<br />

“volviendo visible lo que no necesariamente lo es”.<br />

198 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Estos objetos, continúa, “constituyen productos sujetos a la manipulación<br />

del científico”. Son una “ilusión de realidad independiente del tiempo y del<br />

espacio” que permite una “transportación del ámbito científico al ámbito<br />

artístico”. Estos objetos “retienen mucho del carácter de los objetos ideales”.<br />

Paréntesis sonoro<br />

Poco antes de escribir estos comentarios me reencontré en Buenos Aires<br />

con Ricardo Dal Farra que es un pionero de la música electroacústica en<br />

América Latina, y una referencia en el mundo, que volcó su vida al ámbito<br />

académico hace ya muchos años. Pude ver un par de libros que trajo a otro<br />

colega –es uno de los objetos que más frecuentemente viajan con él– sobre<br />

música electroacústica editados por la Universidad de la Sorbonne y constaté<br />

que en la discusión acerca de la música basada en notación vs. la música<br />

basada en sonidos muchas de las herramientas de análisis y de trabajo<br />

concreto eran visualizaciones sobre el sonido.<br />

Un sonograma es una visualización de un fenómeno acústico, que pone al<br />

sonido en un plano distinto del de la notación, y que permite su manipulación.<br />

A su vez las representaciones gráficas de cualquier tipo pueden bajo algún<br />

criterio convertirse en sonido. Experimenté este tipo de procesos participando<br />

de una obra multimedia en coautoría con María Verónica Parselis (Espiral,<br />

movimiento continuo), la música recurría a lo largo del tiempo a la generación<br />

de sonido a partir de una representación gráfica de un espiral.<br />

Quiero cerrar este paréntesis subrayando que existen diversas<br />

representaciones, además de las visuales, que podrían brindar experiencias<br />

distintas sobre los fenómenos.<br />

En el ámbito musical se discute también en términos de determinismo vs.<br />

sistemas dinámicos complejos: una obra electroacústica puede entenderse<br />

como el resultado sonoro de un sistema complejo. Y si ese sistema complejo<br />

fuera una representación de un fenómeno, ese resultado sonoro se convertiría<br />

también en una representación transportada del ámbito científico al ámbito<br />

artístico.<br />

Cuestiones de comunicación<br />

No sólo se trata de conocimiento o belleza, realzar aspectos estéticos para<br />

captar atención es parte de las prácticas. Extendiendo esto a lo social, esta<br />

relación se sumerge también en las áreas de la comunicación.<br />

Pero un aspecto realmente saliente de la ocupación por la atención del<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 199


otro, es la idea, tal como lo menciona Reising, de “componer”, es decir “ver las<br />

cosas y desarrollar una perspectiva, un modo de ver”, que puede verificarse<br />

operativamente en criterios de escala, perspectiva, sombras, etc. Esto nos<br />

enfrenta nuevamente con la cuestión epistemológica del diseño del<br />

experimento, y de la relativización de las observaciones.<br />

Vuelve a una cuestión epocal: el rol del observador. Tal vez desde la<br />

desestimación de la inducción, las ciencias dieron cuenta de que quien<br />

observa interviene de algún modo. El arte del siglo XX profundizó esta<br />

cuestión, en la atribución de significados tal como se presenta en el trabajo,<br />

pero también en la necesidad de acción concreta del observador para la<br />

constitución de una obra. Según Danto (2005), no se trata de abandonar al<br />

espectador sino de intentar que capte la belleza interna al significado de la<br />

obra –distinta de la externa, la renacentista y clásica–: el sentimiento que se<br />

conecta con el pensamiento y que anima a la obra de arte. Pero la atribución<br />

de significados como la presenta Reising, en el caso de estos objetos visuales,<br />

debiera transformarse para dejar de centrarse en una función congnitiva. El<br />

abandono de la función cognitiva necesita de otro conjunto de significados<br />

que define a las cosas como una obra de arte.<br />

Coproducción entre artistas y científicos<br />

En la coproducción, un punto saliente es que se preserva la función<br />

cognitiva y a su vez se abre la “caja negra” al público en general. La<br />

intervención estética permite mejorar la observación de fenómenos (a partir<br />

de la discriminación de variables por color, por ejemplo).<br />

Reising propone que el sci-art es una expresión conciliadora de las dos<br />

culturas, es decir: una expresión de una tercera cultura. Se convierte en “una<br />

instancia dialógica propicia para una epistemología cívica (Jasanoff) que<br />

integre ciencia y sociedad”.<br />

Comentarios finales<br />

“La naturaleza es bella porque se parece al arte“<br />

Immanuel Kant<br />

En algunas charlas con expertos en estética, se planteó una sistematización<br />

extrema con respecto a las actividades científica y artística que intento resumir<br />

de este modo:<br />

Durante el período clásico la ciencia interpreta a la naturaleza (el<br />

observador está fuera) y el arte manipula y transforma a la naturaleza. En<br />

cambio hoy la ciencia es capaz de transformar y manipular, y el arte es capaz<br />

200 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


de interpretar. Es decir que hoy tanto ciencia como arte son capaces de<br />

interpretar y manipular a la naturaleza. Esto inicia un enorme problema<br />

espistemológico acerca de cuánto conocemos de las cosas, o los fenómenos,<br />

y a través de qué acercamientos.<br />

Si la ciencia es capaz de manipular la naturaleza, habría que pensar, por<br />

ejemplo, la idea de “tecnociencia” (en el sentido que expone tanto Echeverría<br />

(2005) como cosa nueva y otros autores como dos ámbitos indisolubles), y si<br />

el arte es capaz de interpretar a la naturaleza, un movimiento como el del sciart<br />

podría encontrar espacios más amplios de desarollo en los ámbitos<br />

científicos. ¿Cuáles son los desafíos epistemológicos de la ciencia atendiendo<br />

a los casos de co-producción?, ¿estimularía el antirrealismo?, ¿no se trata de<br />

“embellecimiento” (en el sentido de la belleza artificial: que lo peor parezca<br />

mejor)?<br />

En términos estéticos, también podemos dar cuenta de la transversalización<br />

de la belleza, tanto como de la fealdad o del terror. En este sentido, Danto<br />

(2005) los propone como moduladores entre pensamiento y sentimiento. Es<br />

decir que la categoría de modulador coloca a todo aquello que podemos<br />

considerar bello, feo u horroroso en un contacto profundo con los mundos<br />

que juzgamos durante años exclusivos de la ciencia o del arte.<br />

Así como advertimos una transversalización de la tecnología en todos los<br />

órdenes de la vida, Vattimo lo advierte en la estética anunciando que vivimos<br />

una “estetización general de la existencia”. Ambas “transversalidades” se han<br />

“naturalizado” y se han vuelto “invisibles”, al punto en el que mayormente no<br />

tenemos conciencia de ambas cosas. Tal vez se trate del atrofio de la<br />

experiencia estética que plantea Benjamin por causa de crear otro “aquí y<br />

ahora” masivo de las obras (entre otras cosas sintetizadas en el “aura”). El sciart,<br />

si bien podría considerarse un aporte a la Tercer Cultura, involucraría<br />

también a este “atrofio” de la experiencia estética, pero también profundiza el<br />

anonimato de la experiencia tecnológica (en los términos de la diferenciación<br />

de Dufrenne (1964) sobre los objetos estéticos y técnicos y su no-anonimato<br />

y anonimato respectivamente): contribuye el sci-art desde este punto de vista<br />

a asemejar el arte también a la tecnología tal vez hasta su confusión, ¿es<br />

posible diferenciar entre los objetos sci-art y los artefactos?<br />

Por último, ¿cuál es el riesgo de que el sci-art se diluya entre formas de<br />

representación?, ¿cómo podría diferenciarse claramente de las interfaces<br />

como espacios de operación de procesos, o de representación del<br />

conocimiento? Estas preguntas cobran sentido en un contexto en el que se<br />

trabaja sobre visualizaciones de cualquier hecho o fenómeno aún sin interesar<br />

a la comunidad científica.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 201


Como ejemplo vale esta visualización de mis propias conversaciones a<br />

través de Twitter:<br />

conceptlens.com<br />

O la distancia al McDonald´s más próximo en Estados Unidos:<br />

202 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong><br />

weathersealed.com


O la representación sobre la actividad del browser de un usuario:<br />

eyebrowse.csail.mit.edu<br />

O la representación de una identidad en la Web:<br />

personas.media.mit.edu<br />

Por último, ¿qué planteos de nueva frontera para la artificialidad podrían<br />

trazarse a partir del sci-art? –como en el caso de la presentación de embriones<br />

en la muestra “La vida que no ha sido elegida” de Chadwick–, y ¿cómo se<br />

podría caracterizar la idea de tech-art diferenciada del sci-art?<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 203


204 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong><br />

Referencias Bibliográficas<br />

Benjamin, W. (1989), La obra de arte en la época de su reproductibilidad<br />

técnica, Discursos interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires.<br />

Danto, A. (2005), El abuso de la belleza: la estética y el concepto de arte,<br />

Paidos, Buenos Aires.<br />

Dufrenne, M. (1964), “The Aesthetic Object and the Technical Object”,<br />

Journal of Aesthetics and Art Criticism, 1, (23), pp. 113-122.<br />

Echeverría, J. (2005), La revolución tecnocientífica, Confines, 1/2, pp. 9-15.<br />

Landy, L. (2007), “The Music of Sounds”, MINT Série Musique et nouvelles<br />

Technologies, Observatoire musical française, Université de París-Sorbonne,<br />

París.<br />

Giuliano, G. (2007), Interrogar la tecnología: algunos fundamentos para un<br />

análisis crítico, Nueva Librería, Buenos Aires.<br />

Veitl, A. (2006), “Musique, instruments, machines: Autour des musiques<br />

électroacoustiques”, MINT Série Musique et nouvelles Technologies,<br />

Université de Paris-Sorbonne, París.


Los Observatorios de Sustentabilidad como centros-guía para<br />

la implementación de estrategias de sustentabilidad local y<br />

regional, y potenciadores de sinergias entre actores sociales<br />

Josep Antequera<br />

Observatorio de Sostenibilidad de las Comarcas de Girona<br />

Parte 1<br />

Una visión en seis bloques de la sostenibilidad local y regional.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 205


Estructuras naturales, sociales y sostenibilidad<br />

Cuando hablamos de sostenibilidad 1 nos referimos al mantenimiento de un<br />

sistema en el tiempo y en el espacio. Los seres vivos mediante procesos de<br />

captación y apropiación energética y material del entorno perviven en el tiempo<br />

y se reproducen, desde los orígenes de la vida. Para ello provocan una<br />

disipación permanente de energía y materia a través de su metabolismo, y<br />

evolucionan a partir de la modificación de sus sistemas de reproducción celular<br />

condicionando su supervivencia a los efectos que la selección natural del<br />

entorno ejerce sobre ellos. A través de dichos procesos de disipación de<br />

energía, teniendo como origen la energía solar, se organizan en ecosistemas<br />

estructurados por las relaciones entre las especies (cadenas tróficas)<br />

extendiéndose en el marco planetario. La organización del ecosistema requiere<br />

la desorganización de sus partes en un proceso permanente de sucesión<br />

natural, en la que unas especies son devoradas (transferencias energéticas) o<br />

substituidas por otras en el tiempo; o mediante procesos de reestructuración<br />

general del ecosistema como respuesta a los impactos del entorno, como la<br />

regeneración de un bosque después de un incendio.<br />

Los sistemas sociales producto de las relaciones entre seres humanos<br />

(organismos generados por procesos de selección natural) también requieren<br />

para su sostenibilidad de procesos disipativos de energía y materia, y para<br />

ello, durante toda su historia, han recurrido a la explotación de los ecosistemas<br />

circundantes para la creación de su hábitat social y de los artefactos<br />

tecnológicos propios para la satisfacción de sus necesidades. Una vez<br />

extendidos por todo el planeta, los seres humanos han escapado del control<br />

energético del ecosistema circundante y mediante la disponibilidad de fuentes<br />

de energía fósil y la red global de comunicaciones, han expandido las áreas de<br />

apropiación de recursos a todo el entorno planetario.<br />

La sostenibilidad y la necesidad de un modelo de desarrollo más sostenible,<br />

surgen cuando el grado de explotación de los ecosistemas y los impactos de<br />

los sistemas sociales sobre ellos, hacen que se modifiquen las condiciones<br />

vitales de éstos. Los efectos de la civilización producen alteraciones de<br />

carácter local y planetario, y generan un impacto en los sistemas naturales y<br />

en los mecanismos de regulación planetaria, los cuales comportan una pérdida<br />

gradual de especies y una transformación de las condiciones climáticas<br />

globales. Por ello el factor ambiental o de conservación de recursos, especies,<br />

ecosistemas y equilibrios planetarios, es el primer elemento que la<br />

sostenibilidad incorpora.<br />

1 En este artículo usaremos el término “sostenibilidad” y “sustentabilidad” con la misma acepción, ya que como otros<br />

autores, creemos que son términos sinónimos.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 207


Paralelamente a este proceso de apropiación de recursos, durante la<br />

historia humana se han producido procesos de dominación social de unas<br />

comunidades humanas sobre otras, mediatizados muchas veces por conflictos<br />

bélicos. Estos procesos históricos han culminado en el tiempo en la<br />

estructuración mundial actual del Sistema de Naciones, en las que unos países<br />

presentan grados de bienestar mucho más generalizados entre su población<br />

que otros.<br />

Esta supremacía espacial del ser humano se ha producido por el desarrollo<br />

cultural, que ha culminado en el desarrollo tecnológico, factor diferencial entre<br />

la categoría de países. Los países industrializados han conseguido un grado<br />

mayor de redistribución de la riqueza y del bienestar que el resto por la<br />

polarización global en la obtención de recursos. Modelos de desarrollo social<br />

y económico mediatizados por valores culturales, son los fundamentos que<br />

estructuran el tipo de relaciones sociales que se generan en el sistema<br />

mundial. El modelo cultural globalizado actual, da como resultado una<br />

estructuración de la sociedad en la que hay una apropiación de mucha riqueza<br />

por unos pocos, una clase media más o menos amplia según el tipo de países,<br />

y una clase social pobre en la que la satisfacción de necesidades básicas no<br />

está satisfecha.<br />

La globalización y la preponderancia del modelo capitalista extienden estas<br />

tendencias a nivel mundial, presentando un panorama global en el que los<br />

países distribuyen esta tasa de reparto social de la riqueza en distintas<br />

proporciones, según el modelo de país. Las naciones en desarrollo en que la<br />

clase social más baja está muy extendida y los países llamados desarrollados<br />

en los que la clase media es la mayoritaria.<br />

Los factores antes mencionados obligan a introducir la equidad como<br />

segundo elemento en el nuevo modelo de desarrollo más sostenible, que<br />

juntamente con la apropiación de recursos, hace que la condición de equidad<br />

se traslade incluso hasta las generaciones venideras; las cuales pueden sufrir<br />

una mengua de oportunidades de desarrollo, por el agotamiento de los recursos<br />

por parte de las generaciones actuales. Sobre todo cuando alimentamos el<br />

sistema productivo con recursos no renovables, como el petróleo.<br />

El tercer elemento es la transformación de los medios de producción y de<br />

los sistemas productivos para que se generen procesos económicos más<br />

eficientes y limpios, ya que muchos de los impactos sobre los ecosistemas<br />

provienen de las formas en que transformamos los recursos naturales para<br />

producir bienes y servicios a la sociedad. La economía es necesaria para<br />

mantener el sistema, pero requiere de sistemas de regulación globales de los<br />

flujos de capitales que atiendan las desigualdades mundiales, la promoción<br />

208 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


de los derechos de los trabajadores, las mujeres y los niños, la eficiencia en el<br />

uso de los recursos y la minimización del impacto ambiental de las actividades<br />

productivas y de los servicios, como el turismo o la construcción.<br />

Podríamos considerar un cuarto elemento de la sostenibilidad, aunque<br />

también podría situarse en el ámbito social, que es el del papel de las<br />

instituciones en promover el desarrollo sostenible. El modelo de gestión<br />

pública actual incorpora elementos de sostenibilidad social y ambiental en<br />

alguna medida, pero lo que prima en los estados es el desarrollo económico<br />

con una voluntad de crecimiento del producto interior bruto nacional. A partir<br />

de este incremento productivo, que supone a la vez un incremento en el<br />

consumo de recursos y del impacto sobre los sistemas naturales, se distribuye<br />

la riqueza en función de los criterios más o menos sociales de los gobiernos,<br />

mediante los impuestos y los servicios públicos generalizados. El tema<br />

ambiental se incorpora en muchos aspectos, pero ante la conservación de los<br />

espacios naturales prima el desarrollo económico y las infraestructuras. Las<br />

agendas 21 y otras estrategias de sostenibilidad nacionales o locales, aún no<br />

ejercen un peso prioritario en las políticas de las diversas instituciones, y<br />

muchas veces se convierten en políticas de maquillaje ambiental que encubren<br />

el modelo de desarrollo tradicional.<br />

La sostenibilidad para implantarse socialmente requiere un cambio cultural<br />

tanto en las motivaciones individuales como en las sociales. Este cambio pasa<br />

por contener las ansias de “tener” y centrarse más en el desarrollo personal.<br />

La cultura del consumo, propagada mayoritariamente por los medios de<br />

comunicación, anima a la consecución del bienestar mediante la adquisición<br />

de objetos y servicios variados. En las políticas empresariales prima el<br />

crecimiento de las estructuras económicas además de la apropiación de la<br />

riqueza, muchas veces propiciada por la creación de dinero financiero<br />

(acciones). Hoy en día la crisis actual, producto del ansia de riqueza y del<br />

engaño de grupos económicos mediante la creación de dicho dinero financiero<br />

y sus productos, ha desacelerado la economía mundial y es el factor más<br />

potente que frena al desarrollo con un coste importante sobre el bienestar<br />

individual mediante la pérdida de empleos, que deja a una parte de la<br />

población dependiente de las ayudas sociales. ¿Podemos concebir que a<br />

partir de esta pérdida de ritmo de la economía, puedan surgir planteamientos<br />

más sostenibles?<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 209


Una visión integrada de la sostenibilidad.<br />

Analizando las diversas perspectivas de la sostenibilidad podemos partir de<br />

una definición de síntesis, entendiendo que un modelo de desarrollo tiende hacia<br />

la sostenibilidad cuando pretende alcanzar un bienestar social generalizado, con<br />

la estructura tecno-económica adecuada para este fin, minimizando el consumo<br />

de recursos y el impacto sobre el entorno (huella ecológica), y manteniendo la<br />

calidad de los ecosistemas del territorio y su biodiversidad.<br />

CALIDAD DE LOS ECOSISTEMAS<br />

BIODIVERSIDAD<br />

Minimización de Impactos Minimización de Impactos<br />

MODELO<br />

SOCIEDAD<br />

CULTURAL<br />

MODELO ECONÓMICO<br />

Satisfacción de necesidades sociales Sistemas productivos<br />

MODELO<br />

TECNOLÓGICO<br />

Como hemos dicho anteriormente, la sostenibilidad requiere de un modelo<br />

cultural nuevo, en el cual se incremente el “valor moral, social y económico” de<br />

los sistemas naturales, del resto de las especies y de los seres humanos. Un<br />

nuevo eco-humanismo, ya presente en algunas culturas y grupos sociales,<br />

pero ausente, al menos de hecho (aunque se escriba en documentos y se<br />

promulgue grandilocuentemente en la cumbres mundiales), de los grandes<br />

centros de decisión política y económica.<br />

El marco de análisis de la sostenibilidad: la región y sus límites.<br />

En este artículo queremos proponer un modelo sistémico para analizar el<br />

modelo de desarrollo de una región, bajo los criterios de sostenibilidad que han<br />

sido definidos en el apartado anterior. Entendiendo a la región como un<br />

sistema complejo que está formado por las interrelaciones entre los diversos<br />

subsistemas que la componen: la matriz ecológica, los sistemas sociales y<br />

económicos, los artefactos tecnológicos y la gestión institucional.<br />

Para desarrollar el análisis de una región debemos primero definir los límites<br />

de ésta en función del objeto de estudio. Dichos límites en algunos casos<br />

pueden coincidir con criterios administrativos, en otros casos pueden<br />

superarlos, como es el caso de los sistemas naturales.<br />

210 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Los límites administrativos son importantes, ya que en función de éstos se<br />

hallan organizados los datos de la zona. Éstos nos permiten estructurar los<br />

fenómenos sociales, políticos y económicos a estudiar.<br />

Los límites de los ecosistemas son más difíciles de establecer. En el caso<br />

de los continuos ecosistémicos, como las cuencas, las cordilleras, o las zonas<br />

boscosas, una parte de los cuales se hallan ubicados en el interior de los<br />

límites regionales, pero otra parte de ellos se halla en el exterior. En este caso<br />

se considerará el estado de dichos continuos como una unidad interior y<br />

exterior al sistema, y se analizarán los efectos o impactos que el sistema social<br />

de estudio ejerce sobre ellos.<br />

Una vez establecidos estos límites, el territorio adyacente será considerado<br />

como el entorno del sistema. El cual incorpora al sistema flujos de energía,<br />

materia e información que modifican o determinan las dinámicas internas del<br />

sistema de estudio. Y a la vez el sistema de estudio genera flujos que van hacia<br />

el entorno del sistema, como las emisiones de CO2 que se generan en la zona<br />

y se diluyen en la atmósfera junto al resto de las emisiones planetarias.<br />

ENTORNO<br />

Fenómenos del entorno<br />

que afectan al desarrollo regional<br />

REGIÓN<br />

En un mundo globalizado, este entorno se halla jerarquizado en escalas<br />

diversas en función de los subsistemas superiores en los que la región se halla<br />

inmersa. Esta jerarquía de escalas incide en la región, en el caso de las<br />

políticas o las inversiones, su procedencia irá desde ámbitos globales o de<br />

ámbitos nacionales más cercanos al sistema de estudio.<br />

Los fenómenos que se generan en la región pueden ser producidos por<br />

dinámicas sociales internas o externas al sistema de estudio, o sea dentro o<br />

fuera de los límites del sistema. En dicho marco globalizado las<br />

transformaciones que se producen en un sistema regional pueden provenir de<br />

situaciones externas alejadas en el espacio. Como ejemplo, tenemos el<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 211


fenómeno de los desplazamientos migratorios desde los países con un bajo<br />

nivel de desarrollo hacia los países desarrollados. Esta inserción social de<br />

personas con elementos culturales distintos a los locales, afectan a las<br />

relaciones sociales de la región, pero las causas de su llegada se generan en<br />

lugares que están alejados de la misma. Entenderemos estos procesos<br />

externos como procesos de un nivel superior, que se desarrollan en el entorno<br />

del sistema e influyen en sus procesos internos.<br />

Por ello es interesante cuando analicemos el sistema de estudio, ver de<br />

dónde provienen los flujos que afectan al sistema, si su origen es interior o<br />

proceden de flujos exteriores más difíciles de controlar.<br />

La estructura del sistema y la relación entre sus partes.<br />

Una vez definidos los límites del sistema de estudio, deberemos analizar su<br />

estructura interior, la cual viene dada por la relación entre las partes del mismo<br />

o sea sus elementos constituyentes.<br />

“Un gran número de propiedades de un sistema quedan<br />

determinadas por su estructura y no por sus elementos. Claro está<br />

que las propiedades de los elementos determinan las relaciones<br />

entre ellos y, por consiguiente, la estructura. Pero las propiedades<br />

de los elementos y las propiedades de la estructura corresponden a<br />

dos niveles de análisis distintos. En efecto son las propiedades<br />

estructurales del sistema quienes determinan su estabilidad o<br />

inestabilidad con respecto a cierto tipo de perturbaciones. La<br />

inestabilidad está, a su vez asociada a los procesos de<br />

desestructuración y reestructuración del sistema. Son estos<br />

procesos y no la estructura en sí misma, quienes constituyen el<br />

objetivo fundamental del análisis. Se trata, pues, de un estudio de la<br />

dinámica del sistema y no del estudio de un estado en un momento<br />

dado” (García, 2007, p. 52).<br />

Entendemos a partir de estas afirmaciones de Rolando García, que la<br />

relación entre los elementos del sistema genera la estructura, cuya formación<br />

depende de las características de estos elementos. No es lo mismo una región<br />

metropolitana estructurada en torno a un centro principal urbano o gran ciudad,<br />

que una región polinucleada cuya dinámica depende de la malla de relaciones<br />

entre núcleos poblacionales de actividad propia.<br />

212 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


C1<br />

R<br />

C6<br />

C2<br />

R R<br />

CIUDAD<br />

CENTRAL<br />

R R<br />

C3<br />

R<br />

C5<br />

La red de relaciones que se genera en estos casos es distinta. En el primer<br />

caso, el de la gran ciudad, las relaciones convergen hacia ese centro<br />

organizado que configura cinturones metropolitanos a su alrededor, pero la<br />

malla es más bien centralista, o sea un punto grande acumula la mayor parte<br />

de interacciones de la red, un núcleo muy conectado alrededor de núcleos<br />

con menores conexiones. En el segundo caso, el número de conexiones entre<br />

los núcleos de la malla es más homogéneo y no presenta tantos desequilibrios<br />

en las interacciones.<br />

En el ámbito de la sostenibilidad regional, el grado de consumo de recursos<br />

y la generación de impactos también comparten los desequilibrios de los<br />

modelos de organización territorial. Los flujos de recursos totales de la región<br />

son devorados en gran medida por la gran ciudad, y la producción de los<br />

residuos concentra en gran medida la capacidad del centro urbano para<br />

gestionarlos. Lo mismo diríamos en relación a las infraestructuras de transporte<br />

centralizadas hacia el núcleo urbano, cuyas dinámicas diarias de acumulación<br />

de entradas y salidas de vehículos en las horas punta, son uno de los<br />

fenómenos de mayor insostenibilidad de este tipo de regiones.<br />

La sostenibilidad social también presenta estos desequilibrios de escala.<br />

En las grandes ciudades se generan núcleos de pobreza mucho más difíciles<br />

de gestionar que en las poblaciones menores. Las favelas latinoamericanas<br />

serían un ejemplo de acumulación de pobreza en las ciudades, que estructuran<br />

el sistema urbano y presentan unas dinámicas de crecimiento propias y unas<br />

culturas de relación distintas a las de la propia urbe. Igualmente ocurre con los<br />

flujos económicos y la gobernabilidad.<br />

Por ello la matriz regional formada por el sistema de asentamientos<br />

humanos, sus relaciones, desequilibrios y sus diversos grados de<br />

concentración sería el factor principal condicionante de las dinámicas de la<br />

región. Y el sistema se estructuraría en torno a dichas relaciones.<br />

C4<br />

C4<br />

R<br />

C3<br />

R<br />

R<br />

R<br />

C1<br />

R<br />

C2<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 213


La matriz de sostenibilidad regional<br />

Una vez determinada la estructura regional y sus partes, estamos en<br />

condiciones de definir la matriz de sostenibilidad mediante una serie de<br />

macrofunciones que pueden ser estudiadas a una escala general, o a escalas<br />

menores en función de la estructura de la región.<br />

Estas macrofunciones serían las siguientes:<br />

La ordenación del territorio, el urbanismo y la previsión de crecimiento<br />

urbano.<br />

El modelo de movilidad y las infraestructuras.<br />

La población y sus características.<br />

La funcionalidad económica, su sostenibilidad y el empleo generado.<br />

La huella ecológica: los consumos de recursos y la generación de<br />

residuos.<br />

La sostenibilidad en la gestión pública o institucional.<br />

Huella<br />

Ecológica<br />

Economía<br />

y empleo<br />

PIB<br />

Consumo<br />

recursos<br />

y<br />

producción<br />

de<br />

residuos<br />

Población<br />

Tasa de Crecimiento<br />

Planificación<br />

Urbanística<br />

Gestión<br />

institucional<br />

Sostenibilidad<br />

Institucional<br />

Infraestructura<br />

de transporte<br />

El desarrollo de estas macrofunciones caracterizaría la actividad de la<br />

estructura regional y su sostenibilidad.<br />

Por ello la matriz de la sostenibilidad antes descrita vendrá determinada<br />

por la dinámica que generan estas macrofunciones.<br />

Matriz de sostenibilidad = F (Ot, Mov, Pob, Econ, HE, SI)<br />

214 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong><br />

ESTRUCTURA<br />

REGIONAL<br />

Ordenación del<br />

territorio<br />

Modelo<br />

de Movilidad


El desarrollo de la matriz de sostenibilidad regional<br />

En este apartado queremos descomponer las macrofunciones regionales<br />

que generarían la matriz de sostenibilidad regional, en una serie de indicadores<br />

que nos proporcionarían información sobre las dinámicas que cada<br />

macrofunción adopta en relación a los criterios de sostenibilidad que se han<br />

ido exponiendo.<br />

La ordenación del territorio<br />

La estructura territorial sujeta a planificación determina la disposición de los<br />

sistemas urbanos en el territorio.<br />

Los sistemas urbanos en el territorio deberían estructurarse de manera<br />

compacta y con un crecimiento adecuado en función de la evolución de la<br />

población. Estos sistemas urbanos están sujetos a ritmos constructivos, que<br />

determinan su crecimiento y el consumo de suelo de los mismos.<br />

Dichos sistema urbanos junto con la planificación de las infraestructuras,<br />

determinan un balance regional entre suelo artificializado y los espacios<br />

naturales de la región. Esta relación nos generará una calidad de los espacios<br />

naturales que estará sujeta a unos niveles de protección por parte de los<br />

procesos de planificación del territorio, a su vez que dichos espacios sufren un<br />

proceso de fragmentación producido principalmente por los efectos de las<br />

infraestructuras.<br />

Dichos espacios naturales deberían mantener los servicios naturales de<br />

los ecosistemas, la biodiversidad y compensar las emisiones de CO2<br />

generadas por las actividades humanas mediante la capacidad de absorción<br />

de CO2 de sus sistemas ecológicos.<br />

Balance<br />

de Carbono<br />

Absorción<br />

de CO2<br />

Relación suelo rústico<br />

artificialización<br />

Protección<br />

y gestión<br />

Calidad de los ecosistemas<br />

Servicios ambientales<br />

Fragmentación<br />

Territorial<br />

Modelo<br />

urbanístico<br />

Infraestructuras<br />

Sistemas urbanos<br />

Planificación<br />

ORDENACIÓN<br />

TERRITORIAL<br />

Crecimiento<br />

urbanístico<br />

Ritmo constructivo<br />

Estructura<br />

urbana<br />

Compacidad<br />

urbana<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 215


La movilidad<br />

La sostenibilidad en la movilidad se refleja en los modos de desplazamiento<br />

de las personas.<br />

Estos modos de desplazamiento vendrán determinados por la capacidad<br />

de la región en generar puestos de trabajo suficientes para que la población<br />

activa no se vea obligada a desplazarse, esto se conoce como la<br />

autocontención regional.<br />

La oferta de transporte público es importante para que los desplazamientos<br />

no requieran el uso del vehículo privado para ello.<br />

La flota de turismos de la zona nos dará una idea de esta necesidad de<br />

usar el vehículo privado como modo de transporte.<br />

La accidentalidad es una consecuencia del modo de transporte que se<br />

utiliza mayoritariamente.<br />

La calidad social<br />

Autocontención<br />

regional<br />

Flota de transporte privado<br />

MOVILIDAD<br />

Modos de<br />

desplazamiento<br />

Accidentalidad<br />

Disponibilidad<br />

transporte público<br />

Una sociedad equilibrada vendrá determinada por el equilibrio demográfico<br />

de la población y su crecimiento.<br />

Éste crecimiento se genera a partir de la capacidad reproductiva de la<br />

población y de los flujos migratorios de la zona y sus dinámicas. El factor de<br />

envejecimiento poblacional debe ser compensado con un índice de natalidad<br />

similar para que la pirámide de población se mantenga en equilibrio. Hay que<br />

analizar el papel de los flujos migratorios en este proceso de crecimiento, la<br />

velocidad de dichos flujos determinará el grado de integración de la población<br />

es equilibrado.<br />

216 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Empleo<br />

Inmigración<br />

Pobreza<br />

Educación<br />

Crecimiento<br />

Flujos Integración<br />

Bienestar<br />

POBLACIÓN<br />

Seguridad<br />

Derecho a<br />

la vivienda<br />

Salud<br />

El bienestar es el segundo factor a analizar, éste fenómeno se puede<br />

descomponer en diferentes factores que garantizan la calidad de vida.<br />

Entre estos factores podemos considerar:<br />

Mortalidad<br />

Capital social<br />

Natalidad<br />

Envejecimiento<br />

Población


Otro elemento importante es el de la capacidad de la sociedad de crear<br />

redes sociales que faciliten el mantenimiento de la cultura local, que creen<br />

sistemas sociales de protección y le permitan defenderse ante agresiones del<br />

poder político o de las fuerzas económicas.<br />

El potencial económico<br />

La economía local debe ser objeto de estudio de la sostenibilidad regional<br />

ya que ella determina muchas veces las dinámicas territoriales que se generan.<br />

Esta economía se estructurará en sectores: primario, industrial,<br />

construcción y servicios.<br />

Esta actividad por sectores vendrá determinada por el número de<br />

empresas por sector y por la capacidad de dichas empresas de generar<br />

empleo.<br />

Estas empresas pueden ser grandes empresas o multinacionales o<br />

pequeñas empresas que generen un tejido productivo y de servicios más<br />

local.<br />

Tipología de<br />

las empresas<br />

Estructura<br />

empresarial<br />

Trabajadores por sectores<br />

Ocupación<br />

Sectores<br />

económicos<br />

PIB<br />

ECONOMIA<br />

REGIONAL<br />

Responsabilidad<br />

social corporativa<br />

Sostenibilidad<br />

productiva y de<br />

servicios<br />

Un elemento importante de la sostenibilidad en la economía que habrá que<br />

considerar será la capacidad del tejido empresarial de adoptar medidas de<br />

responsabilidad social y de criterios de sostenibilidad en la gestión de los<br />

sistemas productivos.<br />

218 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


La huella ecológica<br />

La huella ecológica la entendemos como el consumo de recursos<br />

territoriales, energéticos, de agua, de suelo y la producción de residuos de la<br />

población y del sistema económico.<br />

Los niveles de consumo de la población vendrán determinados por los<br />

niveles de consumo por habitante de agua, energía, suelo y la producción de<br />

residuos.<br />

La manera de analizar los consumos y los residuos del sistema productivo<br />

es analizar su consumo por unidad de PIB. Entendiendo el Producto Interior<br />

Bruto regional como la traducción monetaria de la producción y los servicios<br />

dispensados en la región. La relación entre consumos y PIB se conoce como<br />

la intensidad energética, material y productora de residuos de la economía<br />

regional.<br />

Consumo<br />

energético<br />

Energías<br />

Renovables<br />

POBLACIÓN<br />

Consumo<br />

per cápita<br />

Estos niveles de consumo y producción de residuos atenuarán su impacto<br />

en función de la capacidad de producción energética mediante sistemas de<br />

energías renovables, los sistemas de minimización y reutilización de agua<br />

potable y la capacidad de reciclaje de los residuos.<br />

La sostenibilidad institucional<br />

Ocupación de suelo<br />

Orientación territorial<br />

HUELLA ECOLÓGICA<br />

REGIONAL<br />

Producción de<br />

residuos<br />

Minimización<br />

Reutilización<br />

Reciclaje Gestión<br />

ambiental<br />

ACTIVIDADES<br />

ECONÓMICAS<br />

Consumo<br />

de agua<br />

La estructura institucional de la región debe garantizar la gobernabilidad,<br />

determinada por su capacidad de acción o los presupuestos que gestiona.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 219


Por otro lado debe garantizar su representatividad social implicando a la<br />

ciudadanía tanto en la elección de los gobiernos locales como en los procesos<br />

importantes de toma de decisiones que sean clave para el futuro regional.<br />

Implicación social<br />

Participación<br />

ciudadana<br />

SOSTENIBILIDAD<br />

INSTITUCIONAL<br />

Presupuestos<br />

Gobernabilidad<br />

Gestión sostenible<br />

Estrategias de<br />

sostenibilidad Ag21<br />

La institución local y regional debe promover la sostenibilidad para ello<br />

requiere de una estrategia de sostenibilidad que juntamente con los agentes<br />

sociales y económicos promueva un desarrollo regional sostenible. Los<br />

procesos de agenda 21 local son herramientas útiles para generar dichas<br />

estrategias participativas en las cuales se diseñen acciones y proyectos de<br />

sostenibilidad que impliquen no solo a los proyectos públicos de desarrollo,<br />

sino que además integren acciones hacia la sostenibilidad de los sectores<br />

económicos y de la ciudadanía.<br />

¿Podemos imaginar una sociedad sostenible viable en el mundo<br />

actual globalizado? 2<br />

Una de las primeras premisas que debería contener dicho modelo es “más<br />

sociedad y menos mercado” ¿Por qué? Pues porque en la actualidad la<br />

prevalencia del mercantilismo nos conduce al individualismo, ya que, ahogadas<br />

por los compromisos económicos (hipotecas y otros créditos al consumo) las<br />

familias gastan su existencia en pagar a fin de mes, y no disponen de tiempo<br />

para las relaciones sociales, para la formación personal o para el disfrute de<br />

la vida familiar y educación casera de los hijos, ni tampoco para cuestionar el<br />

modelo de sociedad en el que vivimos.<br />

2 Extraído del artículo de Josep Antequera ¿SEGUIREMOS CON LAS AGENDAS 21 O HABRÁ QUE INVENTAR<br />

LAS AGENDAS 22? En: http://www.eumed.net/rev/delos/01/ja<br />

220 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


La primera tarea a desarrollar para la sostenibilidad personal es<br />

deshacernos de las cargas económicas que suponen la vivienda, la<br />

manutención, el transporte, la educación, el ocio. Eso nos permitirá ser<br />

selectivos a la hora de escoger una ocupación, dedicar el tiempo a actividades<br />

que nos realicen, o a trabajar para desarrollar nuevos modelos de sociedad. El<br />

problema es el “¿cómo?”.<br />

Más local y menos global<br />

En la proximidad las personas se reconocen y mediante el diálogo hacen<br />

sociedad. Y en ese reconocimiento mutuo pueden plantearse afrontar<br />

problemas de manera colectiva y por ello menos costosa.<br />

En esta dirección las políticas públicas locales pueden tener un papel<br />

ejemplificador en el desarrollo de estas acciones. La participación en la gestión<br />

local, se ha puesto de moda hoy en día (también un elemento clave de los<br />

procesos de agendas 21 locales que en muy pocos lugares se ha<br />

transformado en procesos de toma de decisiones compartidas), pero son<br />

pocas las administraciones capaces de motivar a su ciudadanía para dicha<br />

labor. Esta falta de implicación social se subsanaría si la gente percibiera que<br />

están participando en un proyecto común que les “facilita la vida”. Lo que<br />

significa tener que compartir la toma de decisiones y eso genera costes en el<br />

orgullo personal de los que gobiernan.<br />

¿Podemos imaginar un municipio con este tipo de políticas?<br />

Sin visiones de futuro no hay proyectos, y actualmente la globalización<br />

impide el desarrollo de nuevos modelos ya que el ciudadano se siente incapaz<br />

de transformar la sociedad. ¿Se puede acceder a productos alimentarios sin<br />

pasar por el gran supermercado? ¿Se puede disponer de una vivienda sin<br />

contar con una hipoteca en una gran y rica entidad bancaria? ¿Podemos<br />

acceder a un automóvil sin tener que recurrir a un gran concesionario? ¿Se<br />

puede disponer de capacidad de comunicación sin darse de alta en una gran<br />

compañía? ¿Se puede disponer de servicios energéticos sin acudir a una gran<br />

empresa energética? ¿Se pueden realizar viajes sin recurrir a grandes<br />

compañías de transporte o a grandes cadenas de hoteles?<br />

El libre mercado acaba generando grandes monopolios, una contradicción<br />

del sistema o una consecuencia de la regla de que quien más tiene, más<br />

posibilidades tiene de obtener más. El gran ecólogo catalán, Ramón Margalef,<br />

decía que en los ecosistemas el incremento de información siempre se<br />

producía en las especies que disponían de mayor cantidad de ésta.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 221


La mayoría de “servicios sociales” son gestionados por grandes empresas<br />

multinacionales, para las cuales el cliente es un número en una cuenta de<br />

resultados o un nombre y una cuenta bancaria en una base de datos de<br />

clientes ¿Y ante esa evidencia lo público sea estatal, regional o local hace<br />

alguna cosa? Parece que es un axioma plenamente asumido, que desde lo<br />

privado se gestiona mejor que desde lo público, y las empresas sociales no<br />

funcionan, porque a la gente lo que la motiva es el lucro personal y no el<br />

bienestar general. El tener, según los defensores del mercantilismo, prevalece<br />

en las motivaciones personales por encima del ser, en toda la condición<br />

humana.<br />

La caída del muro del Berlín acabó con las utopías igualitarias y ahora hay<br />

que desarrollar un nuevo modelo de transformación social acorde con los<br />

nuevos tiempos. Y eso lo podemos diseñar desde el marco local. Las<br />

transformaciones locales son las esperanzas para transformar el mundo. Como<br />

nos demuestra la historia de la vida, las mutaciones y los nuevos seres<br />

requieren de procesos de ensayos y error para generar un sistema vivo y<br />

adaptativo más viable que el antiguo, o sea más sostenible. Y en ese proceso<br />

hay éxitos y fracasos, hasta llegar a las soluciones viables y diversas. Las<br />

identidades locales del mundo y sus regiones son la nueva sopa primigenia<br />

para generar los experimentos y las tentativas de sistemas sociales más viables<br />

(sostenibles), antes de que nos uniformice y clonifique a todos la marea global.<br />

O antes de que el sistema social sea devorado por crisis promovidas por la<br />

escasez de recursos o por conflictos sociales de alcance mundial.<br />

222 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Los Observatorios de Sustentabilidad como centros-guía para<br />

la implementación de estrategias de sustentabilidad local y<br />

regional, y potenciadores de sinergias entre actores sociales<br />

Josep Antequera<br />

Observatorio de Sostenibilidad de las Comarcas de Girona<br />

Parte 2<br />

Los Observatorios de Sustentabilidad 1<br />

1 Para el desarrollo de esta parte se han usado los materiales elaborados por el Observatorio<br />

de Sostenibildad de las Comarcas de Girona del que el autor es fundador y miembro.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 223


Estructuras naturales, sociales y sostenibilidad<br />

En estos últimos años una proporción importante de los municipios ha<br />

asumido las declaraciones y los principios del desarrollo sustentable, poniendo<br />

énfasis en que la gestión local debe basarse en metas u objetivos,<br />

estructurados sobre la base de un plan de acción, que apunten hacia el logro<br />

de comunidades social, económica y ambientalmente saludables.<br />

En el caso latinoamericano, un referente importante lo encontramos en la<br />

Carta de Ñuñoa (Chile, 2002), que reconoce explícitamente la necesidad de<br />

incorporar el concepto de desarrollo sustentable en las agendas y políticas<br />

locales. Con este objeto, se establecen una serie de compromisos orientados<br />

al fortalecimiento de los gobiernos locales como catalizadores de procesos y<br />

estrategias hacia la sustentabilidad. Estos compromisos giran en torno a las<br />

siguientes líneas de acción:<br />

Implementación de procesos de agendas 21, en un contexto de<br />

participación ciudadana.<br />

Reestructuración de la administración local para la promoción del<br />

desarrollo sustentable.<br />

Inversión en el fortalecimiento de los líderes locales.<br />

Fortalecimiento de la participación ciudadana.<br />

Utilización de instrumentos y herramientas eficaces que faciliten el<br />

proceso de toma de decisiones.<br />

Promoción de la cooperación entre las diferentes esferas de gobierno.<br />

Promoción de la agenda 21 a escala nacional, estableciendo los vínculos<br />

de cooperación correspondientes.<br />

Evaluación de los impactos de los compromisos adoptados.<br />

Reducción del metabolismo material de los municipios y ciudades.<br />

Todo lo anterior, si bien ha significado un avance importante en cuanto<br />

reconocer el desarrollo sustentable como hilo rector del proceso de gestión<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 225


local, no ha sabido concretarse en términos de compromiso de los agentes<br />

sociales con sus respectivas comunas, ni en el establecimiento de planes de<br />

acción basados en principios de sustentabilidad, un elemento base para el<br />

establecimiento de la Agendas 21.<br />

La idea de los Observatorios nace de la necesidad de contar con una<br />

instancia organizacional que tome la tarea de sistematización de la información,<br />

estableciéndose además como un elemento de vinculación de los diversos<br />

agentes locales mediante esquemas de participación ciudadana.<br />

La medida de los progresos municipales hacia la sustentabilidad requiere<br />

de una información ambiental, social y económica integrada y actualizada, que<br />

permita a las autoridades locales analizar los resultados de las políticas y<br />

planes de acción elaborados en esta dirección y a sus ciudadanos seguirla y<br />

exigir el cumplimiento de los objetivos propuestos.<br />

Sin embargo, se hace necesario también que los planes y políticas, a través<br />

del uso adecuado de la información disponible, sean validados en un ámbito<br />

de participación ciudadana con el objetivo de que el desarrollo comunal sea<br />

entendido como un proceso de co-responsabilidad, en el que la ciudadanía<br />

entienda las potencialidades del municipio pero también las restricciones a las<br />

que todo gobierno local se ve enfrentado a la hora de asumir la gestión urbana.<br />

Esta es justamente la idea impulsada por la carta de Ñuñoa cuando<br />

sostiene que “Los gobiernos locales de América Latina y el Caribe, debemos<br />

promover el desarrollo sustentable con equidad y democracia participativa.<br />

Esta práctica es coherente con el principio de que los beneficios de la<br />

sustentabilidad de nuestro desarrollo son un derecho común, pero al mismo<br />

tiempo una tarea de todos”<br />

Observatorio – Definición y Objetivos<br />

Los observatorios corresponden a espacios en los que se visualiza y<br />

analiza, de una manera integral, la dinámica local a través del tiempo.<br />

Dicha evaluación se efectúa sobre la base de un sistema de indicadores,<br />

que en conjunto intentan dar cuenta de la realidad integral del municipio, esto<br />

es, de sus aspectos sociales, económicos y ambientales.<br />

A partir de los resultados de indicadores económicos, sociales y<br />

ambientales, los ciudadanos podrán evaluar de forma permanente el<br />

desempeño de programas y proyectos del Plan de Desarrollo Municipal y<br />

226 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


participar en su seguimiento y realización. Por otra parte, los observatorios<br />

sirven como herramienta de vinculación transversal entre los diferentes<br />

departamentos que conforman un municipio.<br />

Apoyar el proceso de planificación y gestión urbana local con énfasis en<br />

el carácter participativo, integral y permanente del suministro de<br />

información sobre el Desarrollo Sostenible del Municipio.<br />

Realizar el monitoreo del Plan de Desarrollo Municipal para que tanto el<br />

gobierno local como los ciudadanos puedan tener acceso a la información<br />

sobre el desempeño de la gestión local.<br />

Socializar la información entre todos los sectores comunitarios a través de<br />

indicadores integrales que permitan conocer el estado del Desarrollo<br />

Sostenible del Municipio para promover el Plan.<br />

Vincular a la comunidad de forma permanente en el desarrollo de distintos<br />

programas y proyectos de Desarrollo Sostenible del Municipio.<br />

Metodología de estudio – El Sistema de Indicadores<br />

Los indicadores corresponden a la herramienta básica sobre la que se<br />

sustentan los observatorios. Estos son señales que nos informan tanto del<br />

estado como de las trayectorias que está siguiendo el municipio,<br />

constituyéndose de esta manera en facilitadores de la toma de decisiones a<br />

escala institucional, y como articuladores de procesos participativos en los<br />

que es necesario el intercambio de información y la socialización de los planes<br />

de acción del municipio.<br />

El punto de partida de los indicadores viene dado por la concepción de la<br />

realidad local como una matriz de subsistemas que interactúan entre si, como<br />

son el social, el económico y el ambiental 2 , enmarcados estos dentro de una<br />

dimensión de gestión por parte de la institución o gobierno local, el cual se<br />

constituye en definitiva en líder natural y promotor de un proyecto que logre<br />

comprometer a los agentes locales.<br />

Para cada uno de estos elementos o subsistemas se definen una serie de<br />

fenómenos de relevancia, los cuales, a su vez, son retratados mediante el uso<br />

2 Normalmente se consideran estos tres subsistemas, más el institucional. La matriz anteriormente propuesta por<br />

el autor considera seis subsistemas (ver Parte 1 del artículo).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 227


de indicadores. Globalmente, lo que se obtiene es un cuadro de mandos o<br />

señales, que nos da una visión integral del municipio y que permite la<br />

monitorización permanente por parte de los agentes interesados. Así mismo,<br />

permite detectar puntos críticos que deben ser objeto de políticas de<br />

desarrollo, dando así la posibilidad de priorización de las diferentes agendas<br />

que componen el proceso de gestión.<br />

Para los indicadores desarrollados se definen valores umbrales o de<br />

referencia, que son los que nos permiten, mediante la comparación con los<br />

datos reales, evaluar cuán lejos o cuan cerca se está de los objetivos<br />

propuestos en los planes de gestión local. Cuando es difícil establecer un valor<br />

de referencia, se puede establecer una tendencia deseada, basada en los<br />

objetivos que se quieren lograr para el municipio. Así mismo, cuando existen<br />

restricciones que pueden condicionar los planes locales, los indicadores<br />

pueden establecer plazos para el cumplimiento de metas.<br />

La valorización de la información, dada por la comparación entre los dos<br />

valores, se traduce posteriormente en una imagen que pueda ser fácilmente<br />

interpretada, como por ejemplo un semáforo, cuya simbología es ampliamente<br />

entendida.<br />

La posesión de un cuadro de mandos con un conjunto de indicadores<br />

fácilmente asimilables y comprensibles, nos puede permitir que tanto la<br />

población como los agentes sociales y económicos del municipio, se<br />

corresponsabilicen conjuntamente con el gobierno local, para generar una<br />

estrategia que permita la mejora de la calidad de vida, el desarrollo económico<br />

y la conservación de los ecosistemas naturales y de la calidad ambiental. Así<br />

se garantiza que las generaciones futuras tengan las mismas oportunidades<br />

que nosotros para satisfacer sus necesidades y aspiraciones.<br />

Uno de los problemas aún poco resueltos en la gestión de un sistema de<br />

indicadores, es la de establecer modelos que nos permitan relacionar los<br />

diferentes indicadores entre sí y ver sus dependencias e influencias. Algunos<br />

trabajos como el del Dr. Gilberto Gallopin y la CEPAL, respecto a la concreción<br />

de síndromes de insostenibilidad, podrían haber sido un buen camino de<br />

analizar las relaciones entre indicadores que provocan un fenómeno que hay<br />

que reconducir para implementar la sustentabilidad. Lamentablemente este<br />

trabajo no tuvo continuidad. No entraremos aquí a comentar los diferentes<br />

sistemas de indicadores existentes, ya que existen muchos trabajos del propio<br />

Dr. Gallopin que han profundizado en el tema.<br />

228 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Ejemplo 1 Subsistema: Social<br />

Línea Principal: El municipio debe constituirse en un espacio en el cual los<br />

ciudadanos puedan desarrollarse en forma integral.<br />

Fenómeno: Educación<br />

Línea específica: El entorno local debe ofrecer las oportunidades para que<br />

los ciudadanos puedan acceder a una educación adecuada.<br />

Indicadores Propuestos:<br />

INDICADOR<br />

ANALFABETISMO<br />

DESERCIÓN<br />

ESTUDIANTIL<br />

ESCOLARIDAD<br />

Ejemplo 2 Subsistema: Económico<br />

Línea Principal: Logro de una dinámica económica basada en principios<br />

de respeto por el medio ambiente y en la promoción local.<br />

Fenómeno: Eficiencia energética<br />

Línea específica: Las actividades económicas deben realizarse en un marco<br />

de aprovechamiento eficiente de los recursos energéticos disponibles,<br />

mediante el uso de tecnologías que no alteren el entorno.<br />

Indicadores Propuestos:<br />

INDICADOR<br />

% Industrias con implementación de<br />

tecnologías limpias<br />

% Industrias con utilización de<br />

energías alternativas<br />

Intensidad Energética<br />

(PIB / uso energía)<br />

DATOS<br />

OBSERVADOS<br />

DISMINUCIÓN<br />

REFERÉNCIA<br />

(DESEO)<br />

DISMINUCIÓN<br />

SIN CAMBIO DISMINUCIÓN<br />

AUMENTO AUMENTO<br />

DATOS<br />

OBSERVADOS<br />

AUMENTO<br />

REFERÉNCIA<br />

(DESEO)<br />

AUMENTO<br />

SIN CAMBIO AUMENTO<br />

AUMENTO DISMINUCIÓN<br />

VALORIZACIÓN<br />

VALORIZACIÓN<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 229


La divulgación – Generación de Documentos y Herramientas<br />

La Ficha Municipal<br />

Un método rápido y de fácil comprensión para favorecer la divulgación de<br />

los indicadores y otros aspectos que describen la situación del área de<br />

estudio, así como para comprender la evolución de los parámetros<br />

significativos en los campos sociales, económicos, y ambientales que<br />

describen la sustentabilidad.<br />

Ejemplo de ficha elaborador por el Observatorio de Sostenibilidad<br />

de las Comarcas de Girona.<br />

En esta ficha se estructura el municipio en los seis sistemas antes<br />

mencionados; los indicadores se escogen en función de la disponibilidad de<br />

los datos que puedan mostrar las variables de estado más importantes, mismas<br />

que indican la evolución de éstos subsistemas locales.<br />

230 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Visor de Sustentabilidad<br />

Herramienta digital de acceso vía Internet, la cual expresa de forma gráfica<br />

y accesible, la información generada por el observatorio. Incluye informaciones<br />

resultantes de las organizaciones populares y de interés para los procesos de<br />

sustentabilidad.<br />

Ejemplo de visor elaborado por el Observatorio de Sostenibilidad de<br />

las Comarcas de Girona (http:// visor.centresostenibilitat.cat)<br />

La Matriz de Sustentabilidad<br />

Balance de la información comparada con los umbrales deseados, y<br />

expresada en un formato de rápida comprensión, siguiendo el modelo de<br />

semáforo de sustentabilidad. Donde se muestran los indicadores y las<br />

tendencias, positivas o negativas, en las que el conjunto de actores locales se<br />

compromete a mejorar.<br />

Ejemplo de matriz elaborada por el Observatorio de Sostenibilidad<br />

de las Comarcas de Girona.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 231


El Informe de Sustentabilidad<br />

Representa el producto final del observatorio donde se consignaran los<br />

indicadores medidos para el año, basándose en la señalética sugerida<br />

anteriormente. Se visualizaran los avances o retrocesos con respecto a los<br />

periodos anteriores y se sugerirán pautas de acción futuras, tomando en<br />

cuenta los análisis de los diferentes grupos participantes. Incluirá la ficha<br />

municipal, la matriz de sustentabilidad, y las conclusiones.<br />

Estructura del observatorio – El Método de Trabajo<br />

El diseño y posterior uso de los sistemas de indicadores, requiere una<br />

estructura organizacional que se encargue de las labores de recolección de<br />

datos, consultas, análisis, elaboración de informes, etc. Esta estructura puede<br />

ser adaptada a las posibilidades del municipio o región, según las restricciones<br />

de presupuesto y disponibilidad de recursos humanos.<br />

La estructura básica propuesta para el observatorio es la siguiente:<br />

Coordinación técnica<br />

Encargada de realizar el trabajo de estructuración de los indicadores, la<br />

gestión de los datos, y la elaboración de los productos informativos que el<br />

observatorio genere.<br />

Entre sus funciones estarían las siguientes:<br />

Determinar la estructura de los indicadores de sostenibilidad.<br />

Establecer relaciones con los organismos participantes y con las diversas<br />

fuentes de datos.<br />

Organización de las bases de datos.<br />

Cálculo y presentación de los indicadores.<br />

Redacción de los informes.<br />

Presentación pública de la información y de los trabajos realizados.<br />

232 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Paneles de expertos y grupos de interés:<br />

Uno de los requisitos fundamentales para el correcto funcionamiento del<br />

observatorio es el que sea posible el análisis de la información con el concurso<br />

de grupos externos, conformados por expertos y representantes de las<br />

organizaciones civiles. Esto asegura mayor transparencia al proceso y genera<br />

confianza en la ciudadanía con respecto a las autoridades.<br />

Aquí las universidades pueden jugar un papel muy importante en estos<br />

procesos, tanto sea a nivel del panel de expertos como en la propia<br />

organización y gestión del Observatorio, ya que una gestión independiente y<br />

rigurosa eleva su credibilidad.<br />

Para todo ello se propondrá a los municipios o a los gobiernos regionales<br />

el desarrollo y puesta en marcha de un proyecto, cuya finalidad sea tanto el<br />

desarrollo de una estrategia de sustentabilidad regional, como la de la creación<br />

de observatorios de la sustentabilidad local y regional.<br />

Este proceso involucra los siguientes puntos básicos:<br />

1.Identificación de los agentes sociales, instituciones y grupos de interés<br />

del municipio.<br />

2.Elaboración de un documento de pre-diagnosis del municipio.<br />

3.Generación de un espacio de consulta con los grupos identificados en el<br />

paso uno, tomando como punto de referencia el documento de prediagnosis.<br />

4.Identificación de líneas básicas de actuación.<br />

5.Diseño de un sistema de indicadores relevantes para el municipio.<br />

6.Propuesta de metas para maximizar o minimizar y diseño de planes de<br />

acción co-participados entre la institución y la sociedad civil.<br />

7.Seguimiento y actualización.<br />

3 La identificación de los síndromes de insostenibilidad más prioritarios y su seguimiento mediante indicadores y<br />

las potencialidades locales de cambio, podría ser un marco óptimo para elaboración de las pre-diagnosis.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 233


Productos esperados del observatorio<br />

El informe de la sustentabilidad local y regional<br />

En este se consignaran los indicadores medidos para el año, basándose en<br />

la señaléctica sugerida anteriormente. Se visualizaran los avances o retrocesos<br />

con respecto a los periodos anteriores y se sugerirán pautas de acción futuras,<br />

tomando en cuenta los análisis de los diferentes grupos participantes. Incluirá<br />

la ficha municipal, la matriz de sustentabilidad, y las conclusiones.<br />

Disposición de la información vía WEB<br />

Distribución de la información en un link de la página web del municipio, de<br />

tal manera que pueda ser consultada permanentemente por los ciudadanos.<br />

Esta página puede además contener información referente a temas<br />

específicos, como por ejemplo el manejo de residuos, uso del agua, cálculo de<br />

la huella ecológica personal, etc.<br />

Esta herramienta permitiría además crear un lazo de vinculación entre los<br />

grupos de interés y el gobierno local.<br />

Informes sectoriales sobre temas de relevancia municipal y/o<br />

regional<br />

Dado que el observatorio se pretende constituir como un punto de<br />

encuentro entre los diferentes grupos que conforman la comunidad, es posible<br />

la elaboración de informes coyunturales sobre temas que dichos grupos<br />

consideren de importancia, articulados en función de una diagnosis y la<br />

elaboración de planes de acción tendientes a remediar dichas problemáticas.<br />

Agendas 21<br />

El observatorio pretende establecerse como punto de partida y eje<br />

articulador para el inicio de agendas 21, en el caso de que esta aún no se<br />

haya implementado. De existir en el municipio una iniciativa en marcha, el<br />

observatorio sirve como herramienta de evaluación y monitorización de los<br />

avances del proceso.<br />

Otros<br />

Existe la posibilidad de vinculación con empresas y estamentos<br />

académicos con los cuales se puedan efectuar proyectos de aplicación local<br />

234 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


orientados a la planificación estratégica, la capacitación, organización de<br />

seminarios, campañas, etc.<br />

Este punto se trata ampliamente en la carta de Ñuñoa, en la cual se expresa<br />

la necesidad de enmarcar a las diferentes instituciones dentro de un marco de<br />

gestión-investigación permanente.<br />

Conclusiones – ¿Por qué un Observatorio de Sustentabilidad?<br />

Facilita a los municipios una tabla de comandos fácil de interpretar y<br />

adecuada para la gestión local.<br />

Permite una actualización permanente de la información necesaria para la<br />

gestión.<br />

Facilita la elaboración de programas de agendas 21 municipales,<br />

estableciéndose como punto de partida para el debate y seguimiento de<br />

las estrategias municipales.<br />

Propicia el desarrollo de procesos participativos mediante el análisis y<br />

debate que surjan de la evaluación de las tendencias observadas para<br />

cada tema concreto.<br />

Al estimular la participación y la responsabilidad compartida entre los<br />

ciudadanos, posibilita una imagen institucional de transparencia y<br />

compromiso con los principios que subyacen a la gestión local<br />

sustentable.<br />

Estimula la vinculación entre los estamentos institucionales,<br />

empresariales, vecinales y académicos.<br />

Las transformaciones hacia dinámicas regionales o locales más<br />

sostenibles, sólo se producirán si existen asociaciones entre agentes sociales<br />

amplias y fuertes, las cuales persuadan a las administraciones públicas para<br />

apoyar éste tipo de proyectos. Las universidades puede ser agentes<br />

dinamizadores muy acordes para dicho cometido.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 235


Comentarios sobre el texto<br />

de Josep Antequera<br />

André Luis de Oliveira Mendonça<br />

Universidad de Rio de Janeiro - IMS<br />

La invitación para comentar el estimulante y audaz texto de Josep<br />

Antequera (Los Observatorios de Sustentabilidad como centros-guía para la<br />

implementación de estrategias de sustentabilidad local y regional y<br />

potenciadores de sinergias entre actores sociales), presentado en el “<strong>Iº</strong><br />

<strong>Encuentro</strong> Internacional de <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y Tecnologías <strong>Alternativas</strong>”, en<br />

octubre de este año en Buenos Aires, me honra inmensamente. Al mismo<br />

tiempo, dado mi nivel de exigencia me preocupa lograr tejer ponderaciones<br />

pertinentes, las cuales –si no están completamente a su altura– al menos<br />

hagan justicia a la relevancia y actualidad de las cuestiones discutidas y<br />

suscitadas en su trabajo. Aunque el horizonte de actuación en el cual<br />

Antequera se encuentra inserto no forma parte directamente de mis proyectos<br />

actuales (ciertamente, en el momento oportuno lo hará), los problemas hacia<br />

los cuales apunta atañen a todos los seres humanos de este planeta<br />

amenazado –tanto en su sustentabilidad ambiental y social, como económica–<br />

y no sólo a supuestos grupos de interés específicos. Partiendo de esa premisa,<br />

me siento en el deber de exponer algunas cuestiones provocadas por la lectura<br />

de su instigador texto. Aunque tales preocupaciones no estén basadas en<br />

investigaciones en el área del desarrollo sustentable, provienen de mi posición<br />

como ciudadano con la pretensión de ejercer conciencia crítica sobre un<br />

contexto más amplio, al cual pertenezco. Agréguese a eso el hecho de<br />

desempeñarme activamente en el área de la salud colectiva, lo que me coloca<br />

a la par –de forma más directa– de la temática referente a las políticas<br />

públicas.<br />

Sin embargo, antes de dirigir mis preguntas a Antequera, necesito estar<br />

seguro que comprendí bien su propuesta. Mis comentarios, por lo tanto, están<br />

divididos en dos partes: una descriptiva y otra, digamos, más “inquisitiva”. Es<br />

importante que se esclarezca que, en virtud del tiempo dedicado a cada<br />

presentación, mi reconstrucción será como una mera fotografía de su real y<br />

bello paisaje.<br />

Como el propio autor divide el texto en dos partes: una tratando las seis<br />

macro-funciones de la “matriz de sustentabilidad regional”, y otra los<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 237


Observatorios de Sustentabilidad, seguiré su recorrido –aunque con pasos<br />

largos– con el objetivo de revelar también un poco de la tradición del<br />

referencial teórico en el que se basa.<br />

De acuerdo con Antequera, la necesidad de agendas políticas sustentables<br />

surge en la medida en que los habituales procesos de apropiación de recursos<br />

naturales comienzan a poner en riesgo las condiciones de vida de las personas<br />

en general. Está cada vez más difundida la “conciencia” –aunque no<br />

necesariamente acompañada de medidas para cambiar la situación–, de que<br />

vivimos en una era en la cual la degradación del medio ambiente causa de la<br />

extinción de especies animales y vegetales. Esta degradación es también<br />

causa del preocupante calentamiento global, que ya provoca efectos<br />

catastróficos, y alcanzado índices alarmantes.<br />

Sin embargo, el autor no se detiene allí: además del hecho ambiental, nos<br />

invita a dirigir nuestra mirada hacia otro problema: los procesos de dominación<br />

social responsables de las nefastas desigualdades. Para enunciar de forma<br />

más precisa, son enumerados cuatro principios-guía de la propuesta que él<br />

mismo denomina “nuevo eco-humanismo”: 1 - conservación ambiental<br />

(sustentabilidad de origen propiamente ecológica); 2 - igualdad (nuevo sistema<br />

de desarrollo económico y social), en el sentido de bienestar para todos; 3 -<br />

transformación de los medios de producción y los sistemas productivos; 4 -<br />

nueva gestión pública institucional de énfasis regional. Se constata así, que<br />

este es un proyecto de amplio espectro, apuntando a la transformación de la<br />

realidad ambiental, económica y social. Aunque la lucha no sea declarada, el<br />

gran enemigo a ser combatido es el sistema de desarrollo capitalista, por lo<br />

menos en su forma actual, materializada con el advenimiento y expansión de<br />

la globalización neoliberal. En el siglo XX, la alternativa al capitalismo<br />

acostumbraba ser el socialismo, una utopía hoy en día demodé. Obviamente,<br />

el ideario que parece motivar o inspirar a Antequera es el del socialismo,<br />

aunque lo sea sólo en lo que dice respecto a sus finalidades más generales.<br />

Aún así, no obstante el apego a los valores defendidos por la tradición del<br />

pensamiento socialista, tales como igualdad, justicia social y participación<br />

popular o ciudadana, la gran diferencia reside en el énfasis dado a la actuación<br />

en ámbito local, en lugar de un proyecto de alcance nacional o hasta inclusive<br />

mundial. En rigor, su propuesta consiste en un abordaje global del lugar; y<br />

quizá, resida allí la gran novedad: intentar potenciar sinergias entre los diversos<br />

sectores de una determinada región, con el objeto de una implementación real<br />

y efectiva de las agendas políticas pautadas por la sustentabilidad.<br />

Antequera sostiene, en su texto, un nuevo modelo sistémico para el análisis<br />

del desarrollo practicado por una determinada región, teniendo como<br />

preceptos de evaluación los cuatro principios de sustentabilidad antes citados.<br />

238 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Teniendo en vista este modelo, él propone, primeramente, criterios de<br />

delimitación de la región a ser estudiada; luego describe la estructura del<br />

sistema y la relación entre sus partes: Por último define lo más importante, la<br />

matriz de sustentabilidad regional por intermedio de seis macro-funciones las<br />

cuales a su vez, son concebidas a partir de una serie de indicadores: “señales<br />

que nos informan tanto del estado como de las trayectorias que está siguiendo<br />

el municipio, constituyéndose de esta manera en facilitadores de la toma de<br />

decisiones a escala institucional y como articuladores de procesos<br />

participativos en los que es necesario el intercambio de información y la<br />

socialización de los planes de acción del municipio”.<br />

Una vez que esas macro-funciones, con sus respectivos indicadores de<br />

carácter normativo, son el punto culminante del referido modelo, cabe<br />

enumerarlas, aunque en líneas generales. La primera macro-función es<br />

denominada “ordenación del territorio”, teniendo como algunos de sus<br />

indicadores sistemas urbanos compactos y con crecimiento adecuado,<br />

planificación de las infraestructuras y espacios naturales de calidad. La<br />

segunda, “movilidad”, presenta como uno de los indicadores principales, la<br />

autocontención regional (capacidad de que la región evite la migración de las<br />

personas mediante la generación de empleos); otros indicadores son: oferta<br />

de transporte público y ocurrencia de accidentes. La “calidad social” es la<br />

tercera macro-función, cuyos indicadores son: equilibrio demográfico y<br />

capacidad de que la región cree redes sociales de protección a la cultura local<br />

y, especialmente, el bienestar social (empleo, renta, educación, seguridad,<br />

salud y vivienda). La cuarta macro-función de la matriz de sustentabilidad es<br />

el “potencial económico”, en el cual el gran indicador consiste justamente en<br />

las valoraciones de la economía local (sector primario, industrial, de<br />

construcción y de servicios), como también de la responsabilidad social y la<br />

sustentabilidad adoptadas por el sector empresarial. La penúltima macrofunción,<br />

llamada “huella ecológica”, consiste en el consumo de recursos<br />

(territoriales, energéticos, de agua y suelo) y la producción de residuos, que<br />

deberán ser analizados por la relación que mantienen con el PIB regional.<br />

Apuntando a la disminución del impacto de los niveles de consumo y<br />

producción de residuos, se propone la creación de sistemas de energías<br />

renovables y de atenuación del uso y reutilización de agua potable, tanto como<br />

el incentivo al reciclaje. Por fin, la “sustentabilidad institucional” tendrá la tarea<br />

de garantizar la “gobernabilidad”, es decir, deberá promover la sustentabilidad,<br />

además de estimular la participación ciudadana en las decisiones cruciales.<br />

Para tanto, podrá (o deberá) valerse de las recomendaciones expuestas en<br />

las Agendas 21.<br />

Luego de esta breve descripción de los seis bloques de sustentabilidad<br />

delineados por Antequera, comienza a ganar un sentido más claro la expresión<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 239


aparentemente contradictoria “abordaje global del lugar”. Podemos ahora<br />

describir, rápidamente, los instrumentos capaces de proporcionar esa visión<br />

integral sobre el desarrollo socioeconómico de una cierta región: los<br />

Observatorios de Sustentabilidad.<br />

La idea de implementación de los Observatorios de Sustentabilidad,<br />

provino justamente, de la necesidad de tener a disposición un organismo<br />

responsable, por un lado, de la sistematización de la información sobre el<br />

funcionamiento de la matriz de sustentabilidad de un determinado municipio;<br />

y por otro, de engendrar la posibilidad de vinculación de sus diversos agentes.<br />

Al ser fundador e incluso miembro de uno de los observatorios existentes –el<br />

Observatorio de Sustentabilidad de las Comarcas de Girona–, Antequera los<br />

describe con conocimiento de causa. En su definición breve y precisa, “los<br />

observatorios corresponden a espacios en los que se visualiza y analiza, de<br />

forma integral, la dinámica local a través del tiempo”. La relevancia de esos<br />

espacios residiría en el hecho de que éstos informen a los ciudadanos y<br />

autoridades, si los planes de acción de los municipios que anhelan seguir las<br />

agendas sustentables están siendo cumplidos, sirviendo como una<br />

herramienta tanto de evaluación como de monitoreo. En el caso de municipios<br />

que aún no se comprometieron con el desarrollo sustentable, los observatorios<br />

podrían servir como estimuladores y también como articuladores en la<br />

adopción de las referidas Agendas 21.<br />

Los indicadores aludidos son instrumentos de análisis primordial de los<br />

observatorios, al punto de que orienten la metodología de estudio por<br />

intermedio de un Sistema de Indicadores, en el cual también sobresalga la<br />

idea de “valores-umbral” o de referencia. Aprovechando uno de los propios<br />

ejemplos utilizados por Antequera, de modo a ilustrar el punto, tendríamos el<br />

caso del bloque o subsistema social a partir del fenómeno de la educación,<br />

cuyo indicador podría ser la escolaridad; ahora, si la referencia (lo que es<br />

deseado) es que haya aumento del nivel de escolaridad y los datos observados<br />

demuestran que ocurrió, de hecho, una mejoría en este punto, inmediatamente<br />

la valoración será buena. A fin de que todos los interesados –desde el<br />

gobierno local hasta el ciudadano común– puedan tener acceso a ese tipo de<br />

información, una de las tareas prioritarias de los observatorios sería justamente<br />

la divulgación de los datos recopilados, mediante la producción de<br />

documentos y herramientas (Ficha Municipal, Visor de Sustentabilidad, Matriz<br />

de Sustentabilidad e Informe de Sustentabilidad) en forma de gráficos de fácil<br />

asimilación. Para realizar estas actividades, los observatorios cuentan con una<br />

estructura organizacional y división del trabajo en que hay una coordinación<br />

técnica interna (sistematización de los indicadores, generación y divulgación<br />

tanto de los datos como de los documentos), como también presupone<br />

“paneles de expertos” y grupos de interés externos, lo que aseguraría mayor<br />

240 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


transparencia y legitimidad al proceso y, sobre todo, incentivo a la participación<br />

ciudadana. Antequera subraya el papel relevante que las ciencias y las<br />

universidades podrían desempeñar en ese contexto.<br />

En este punto, finalizo mi reconstrucción del texto de Antequera y paso a<br />

transmitir –a él y a los demás participantes de este encuentro– algunas de las<br />

varias inquietudes que se me fueron presentando.<br />

Una de las prerrogativas para el éxito de la sustentabilidad local es la de<br />

que haya cambios en la cultura consumista vigente. Para que ocurra tal<br />

transformación, será preciso, primeramente, actuar en las motivaciones<br />

individuales y sociales. Sin embargo, ¿cómo conseguir minimizar el ansia voraz<br />

por el consumo, tan característica en nuestra era, interfiriendo en la<br />

subjetividad de las personas en general? Si salimos de la esfera social más<br />

amplia y pasamos a los sistemas políticos y económicos, la situación parece<br />

ser igual o más dramática, pues, ¿cómo hacer que el propagado discurso del<br />

“desarrollo sustentable” de los gobiernos y sectores productivos en general se<br />

corresponda con actitudes y medidas concretas? Si no queremos tornarnos<br />

futuros rehenes –del cambio de motivación de los ciudadanos o de la buena<br />

voluntad del empresariado–, ¿deberíamos entonces apostar a la esfera<br />

jurídica, creando leyes más rígidas de punición (o haciendo cumplir, de hecho,<br />

las que ya existen) a los que no respeten los principios básicos de la<br />

sustentabilidad?<br />

Aún sobre la cuestión ambiental vinculada a la del consumo, surge otro<br />

problema, del cual no hay mención explícita en el texto: dada la escasez o<br />

finitud de los recursos naturales para la atención de necesidades y<br />

satisfacciones humanas, se impone la exigencia de un uso más racional y<br />

cuidadoso de esos recursos; visto que la igualdad en términos sociales es un<br />

valor fundamental, ¿cómo queda la vieja y loable cuestión de la distribución<br />

ideal de las riquezas? ¿Habría, en ese contexto, una sugerencia implícita en<br />

que todos los ciudadanos deberían disponer solamente de lo indispensable<br />

para la satisfacción de sus necesidades y deseos? O sea: ¿deberíamos ser<br />

todos pobres, en el sentido de tener lo básico para nuestra subsistencia, o<br />

será posible que todos pertenezcan, igualmente, a lo que se llama clase<br />

media? Subyace aquí, obviamente, el clásico problema de cómo los criterios<br />

de definición –en términos de ideales condiciones de vida digna para todos–<br />

pueden ser puestos en práctica; sin citar el viejo debate sobre la legitimidad<br />

de ese tipo de igualdad en sí.<br />

Hay una gran apuesta por parte de Antequera a la formación de una<br />

“sustentabilidad personal”, en el sentido tanto de las personas que comienzan<br />

a preocuparse más por el “ser” que por el “tener”, como en el de que éstas no<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 241


serían más sobrecargadas por actividades de índole económica y podrían,<br />

finalmente, disponer de tiempo para otros proyectos más ajustados a sus<br />

reales intereses y deseos. Y consecuentemente, pasarían a actuar motivadas<br />

más por el bienestar social, que sólo por las ventajas individuales. Repito la<br />

pregunta anterior: ¿Cómo conseguir cambiar el comportamiento de las<br />

personas? ¿Con “concientización”? ¿De qué modo? Hay también una gran<br />

apuesta de participación y compromiso de los ciudadanos en la<br />

sustentabilidad y, específicamente, en los Observatorios. Ahora, me parece<br />

que, aún con toda la proliferación de movimientos sociales y consecuente<br />

aumento de compromiso de las personas en las luchas sociales y la<br />

participación política, la gran mayoría continúa prefiriendo mantenerse (o es<br />

puesta), al margen de los procesos de la toma de decisiones de los grandes<br />

temas de nuestro tiempo. ¿Cómo queda, entonces, la loable propuesta de<br />

participación ciudadana? Mi recelo es que, al menos en el contexto de<br />

municipios como en el que yo vivo (Río de Janeiro) –donde impera tanto la<br />

ausencia de compromisos sustentables reales por parte de los gobernantes,<br />

como la pequeña participación política de los ciudadanos–, lo que sería la<br />

bienvenida a la implementación de un Observatorio de Sustentabilidad en los<br />

moldes de Antequera, acabaría por tornarse un casi imposible instrumento de<br />

construcción de ciudadanía. De hecho, la impresión que yo tengo es que éste<br />

(el Observatorio) “observaría” casi todo y a todos y, a cambio, sería<br />

“observado” por pocas personas. Aún si partimos de la idea según la cual hay<br />

un deseo general (contenido) de participación popular, faltando sólo<br />

“despertarlo” en las personas, ¿cómo eso se daría en el caso de Latinoamérica<br />

que, para algunos, estaría atravesando un momento de atmósfera general<br />

antidemocrática? Otro punto importante se refiere al grado de participación en<br />

los Observatorios: podríamos contar como una actuación genuinamente<br />

democrática la participación sólo en el producto final, y no también en el<br />

proceso como un todo, ya que especialistas e interesados sólo entrarían en<br />

escena en el análisis de la información ya divulgada.<br />

En relación específicamente a la estructura del Observatorio, considerando<br />

el papel relevante a ser desempeñado por los especialistas, yo aprovecharía<br />

la ocasión para preguntar precisamente qué concepción de cultura científica<br />

estaría detrás de este tipo de propuesta, y por qué aún habría una distinción<br />

tan nítida sobre la contribución que los “paneles de expertos” y los grupos de<br />

interés podrían dar. Aún en el contexto de la visión sobre ciencia y<br />

especialistas, me gustaría saber cuál es el lugar de la tecnología. El autor hace<br />

una rápida alusión al tema cuando sugiere la transformación de los sistemas<br />

productivos en medios de producción más eficaces y limpios. También es<br />

importante que se informe de qué modo concreto las universidades<br />

participarían en los observatorios haciendo una contribución sustancial, ya que<br />

242 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


éstas pasan por una crisis profunda, siendo cuestionadas en su legitimidad e<br />

importancia para la actualidad y hasta en su falta de recursos humanos y<br />

materiales suficientes y adecuados.<br />

Para finalizar, me gustaría iniciar una discusión en torno del modelo<br />

sistémico adoptado, pues, a mi modo de ver, éste apunta a un problema<br />

crucial. Sin entrar en el mérito del clásico debate, entre las inevitables<br />

idealizaciones de la supuesta realidad de la cual los modelos tratan, el hecho<br />

es que, en una propuesta de abordaje local oportuna como ésta, se corre el<br />

riesgo de perder la complejidad de los subsistemas, si sólo prestamos<br />

atención a la colecta y divulgación de números fríos y rígidos. Permítanme<br />

recurrir entonces a un ejemplo en el área de la salud, área que forma parte de<br />

mi objeto de investigación actual. Si nuestro indicador y valor de referencia<br />

fuere, por ejemplo, la ampliación del acceso a medicamentos para la mejora de<br />

la salud de la población, especialmente de los más desfavorecidos, nos<br />

sentiremos felices si los datos recopilados registran este aumento. He aquí<br />

que surge una dificultad: vivimos hoy en día una situación que puede ser<br />

descripta como la “medicación de la sociedad” (fenómeno fomentado<br />

sobremanera por el complejo médico-industrial/financiero y por las propias<br />

industrias farmacéuticas), en las que se redefinen enfermedades ya existentes<br />

(por ejemplo, la presión arterial alta pasó de 16/10 para 14/9 y el nivel de<br />

glucosa que determina si una persona es diabética pasó de 140 mg/dl para<br />

126 mg/dl) y se “crean” nuevos problemas hasta entonces considerados nomédicos,<br />

que pasan a ser vistos como desórdenes tratables, tales como la<br />

disfunción eréctil y la consecuente promoción de medicamentos como el<br />

Viagra, o el Trastorno del Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Todo<br />

eso con el objeto de ampliarse el mercado consumidor de remedios, en que<br />

la lógica económica no considera los valores sociales en juego. Ante esa<br />

problemática, ¿cómo festejamos el hecho que las personas estén teniendo<br />

mayor acceso a los medicamentos? Pienso que la dificultad puede ser<br />

extendida a los demás subsistemas. Yo concluyo, por lo tanto, con la<br />

sugerencia que otorgue, incluso en un modelo sistémico, mayor relevancia a<br />

investigaciones y datos cualitativos, a fin de que no perdamos de vista la<br />

verdadera complejidad de los varios sectores que componen un lugar, en estos<br />

términos, global.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 243


Actuar y reaccionar: valores y culturas en la<br />

construcción de la relación tecnología-democracia 1<br />

Actuar y reaccionar<br />

Fernando Tula Molina<br />

Universidad Nacional de Quilmes - CONICET<br />

Quisiera comenzar con una reflexión sobre la distinción entre actuar y<br />

reaccionar: un hombre caminando por el bosque se golpea un ojo con una rama<br />

y reacciona con dolor, y posiblemente profiriendo una expresión fuera del dominio<br />

de la lógica; otro, además, corta la rama para que a nadie más le suceda lo mismo.<br />

Las reacciones, tan propias de la química, la física y las ciencias naturales<br />

claramente también están en el hombre, pero las acciones son específicamente<br />

humanas, dotándolo de variadas habilidades sociales y políticas.<br />

El ejemplo de los dos hombres caracteriza, además, algo típico de toda<br />

acción: el orientarse hacia el futuro. Por esta característica el sentido de toda<br />

práctica y de toda acción política proviene de nuestras representaciones sobre<br />

lo por venir, o más coloquialmente, sobre el porvenir. Si fuésemos sistemas<br />

lineales, tal vez hubiésemos tenido representaciones únicas del futuro a partir<br />

de las experiencias pasadas sumadas a la sensibilidad y comprensión del<br />

presente. Pero las características propias de la creatividad humana, sus<br />

diversas fuentes y los diversos entornos a los que se encuentra adaptada, nos<br />

enfrenta con un variado y variable cúmulo de representaciones, articuladas en<br />

sus propios discursos, supuestos y posiciones.<br />

La sociología, la semiótica, la antropología y la etnografía han dado diversas<br />

explicaciones sobre el origen, condiciones y límites de estas representaciones<br />

diversas. Por mi parte, sólo quiero detenerme en señalar una característica<br />

común a todas ellas: todas consideran algo como valioso: aquello que le da<br />

sentido a la acción, su razón de ser y objetivo. En algunos casos, el núcleo de<br />

aquello que se valora afecta directamente el sentido del tiempo (y en general<br />

de la vida) como en el éxtasis místico, la experiencia brahmánica o, más<br />

cercano a la cultura de muchos barrios, la práctica del yoga. Pero en la mayoría<br />

de los casos, no podemos sustraernos de la dinámica impuesta por el tiempo,<br />

1 Este artículo se ha visto enriquecido con las conversaciones personales con Adriana De Simone, a quien le estoy<br />

agradecido por haber permitido que el sentido de lo aquí escrito tenga un significado más profundo.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 245


sus ciclos, sus fases y su elemento de imprevisibilidad. De hecho, pienso que<br />

el tiempo, en el sentido del futuro, debe pensarse en dos grandes dimensiones,<br />

el de los ciclos y procesos previsibles y el de lo fortuito, inexplicable o<br />

desconocido 2 . Planteado de esta manera, ambas dimensiones son<br />

equivalentes, sin quedar la segunda reducida a un conjunto de excepciones,<br />

salvedades o, en general, a ausencia de información. Dicho de otra manera, el<br />

aumento en nuestro conocimiento conlleva una mayor conciencia de aquello<br />

que ignoramos.<br />

Ahora bien, toda acción política debe enfrentar el tiempo, responder al<br />

futuro con el sentido constructivo de su acción. Para hacerlo, en mi opinión,<br />

debe tener en cuenta ambos aspectos, lo previsible y lo inexplicable, como<br />

elementos centrales de los escenarios que podemos plantearnos a futuro.<br />

Desde esta óptica, la necesidad de seguir un comportamiento prudencial se<br />

funda simultáneamente en nuestro conocimiento y en nuestra ignorancia; una<br />

ignorancia que no es escepticismo y un conocimiento que no es sólo<br />

información.<br />

Sociedad informacional e identidad<br />

Es necesario pensar, por un lado, en el desarrollo informacional de la sociedad<br />

–que responde a la lógica interna de interconexión y retroalimentación– y, por el<br />

otro, sobre el rumbo que puede imprimírsele a partir de los contextos<br />

culturales/institucionales que canalizan la acción social intencionada.<br />

Para pensar sobre tal rumbo no es menor la observación propuesta por el<br />

texto “El ánfora y el ordenador”, con relación a la avidez con que acumulamos<br />

información que consideramos útil para nuestra vida: “Pero, ¿nos hace eso<br />

ser más sabios, más felices?” Podemos detenernos entonces a considerar la<br />

tesis de los autores:<br />

Para que conocer sea saber es preciso, pues, una estructura íntima,<br />

un esquema teórico, una autonomía personal que construya con lo<br />

que conoce, una manera de ser, una forma de actuar. Esta<br />

2 En un sentido profundo –filosófico socrático– deberíamos reconocer fuertemente nuestra ignorancia. Así como<br />

no encontramos remedio para muchas enfermedades, tampoco es tanto lo que sabemos sobre el cosmos. El<br />

mayor proyecto argentino de ciencia básica en física tal vez sea el vinculado al Observatorio Auger dedicado a la<br />

detección de rayos cósmicos (la mayoría de estas partículas son núcleos de átomos o electrones; algunas de ellas<br />

son más energéticas que cualquier otra partícula observada en la naturaleza). Los rayos cósmicos ultra-energéticos<br />

viajan a una velocidad cercana a la de la luz y tienen cientos de millones de veces más energía que las partículas<br />

producidas por cualquier acelerador en el mundo. Como reconoció la responsable por parte de la Universidad<br />

Tecnológica de Mendoza: “Algunas sabemos de dónde provienen, pero la mayoría no” (Emisión del Programa<br />

“Territorios de Ciencia” conducido por Diego Hurtado Mendoza).<br />

246 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


construcción, que tiene que ver con nosotros mismos, y sobre todo,<br />

con nuestra proyección hacia los otros, se llama sabiduría. (Caballero<br />

Quemades, 2004, p. 31)<br />

A esta sabiduría y autonomía personal es a lo que, de aquí en más, voy a<br />

llamar identidad.<br />

En la actualidad, cuando el acceso a la información es cada vez más amplio<br />

y rápido, hablar de sabiduría parece casi un anacronismo, un término fuera de<br />

su época. Quisiera hacer dos referencias para contribuir al marco de su<br />

sentido actual. La primera tiene que ver con la lógica. Nuestro conocimiento<br />

se expresa en general en proposiciones, y desde Parménides y Aristóteles, la<br />

lógica proposicional nos viene exigiendo consistencia. Esta exigencia proviene<br />

de una visión informacional de nuestro conocimiento, donde ninguna<br />

información inteligible puede tener sentido positivo y negativo de modo<br />

simultáneo. Sin embargo, el conocimiento es sólo una de las dimensiones de<br />

nuestras vidas, de nuestras prácticas. Es por ello que considero relevante el<br />

análisis de P. Bourdieu sobre la lógica práctica,<br />

La de lo impreciso, la del más o menos, que define la relación habitual<br />

con el mundo..., la lógica de la práctica es lógica hasta el punto donde<br />

ser lógico dejaría de ser práctico (Bourdieu / Wacquant, 2005, p. 52)<br />

Tomo de L. Wacquant la referencia a D. Levine al respecto:<br />

El tolerar la ambigüedad puede ser productivo si no se lo toma como<br />

justificación de un pensar chapucero, sino como invitación a tratar<br />

responsablemente asuntos de gran complejidad (ídem, p. 103).<br />

Frente a la ambigüedad y complejidad de la mayoría de los problemas<br />

concretos hay dos caminos a seguir, ambos necesarios y complementarios. El<br />

primero es individual, y lleva a la introspección, y el segundo es colectivo, y<br />

conduce a instituir acuerdos a futuro. En la próxima sección voy a desarrollar<br />

este último, y aquí voy a referirme al primero, como otra referencia para dar<br />

marco a un sentido actual del término “sabiduría”.<br />

El camino introspectivo como primera salida para enfrentar problemas<br />

colectivos implica actualizar una vez más el ideal socrático: la práctica de la<br />

educación reflexiva buscando las virtudes humanas que permitan mejorar la<br />

convivencia en ese “espacio común” que era la polis. En este sentido, no es<br />

un camino hacia el ensimismamiento individual o hacia el refugio en el ego,<br />

sino uno donde la perfección (areté) del hombre y su bien, se buscan en el bien<br />

común –fundamento último de las normas y leyes.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 247


Este camino ha sido revitalizado en nuestro tiempo por Michael Foucault<br />

para quien la práctica crítica sobre nosotros mismos es el prerrequisito para<br />

convertirnos en seres conscientes. Siguiendo la intuición nietzscheana –<br />

“nosotros, los que conocemos, somos desconocidos para nosotros mismos”<br />

–, Foucault se plantea la necesidad de una “crítica de los valores morales, de<br />

las condiciones y circunstancias en las que aquellos surgieron, en las que se<br />

desarrollaron y modificaron” con el fin de lograr “una autonomía moral que<br />

obliga a su vez a rastrear las bases de la moral instituida”, i.e. debemos<br />

conocer y revisar críticamente los modos en que la regulación de la conducta<br />

se instituyó de modo sistemático.<br />

El proceso de conocimiento de uno mismo conduce a la sabiduría<br />

(dar con lo divino que existe en nuestro interior), a partir de la cual se<br />

podrá distinguir lo verdadero y lo falso, y saber cómo comportarse<br />

(Foucault, 1996, p. 33).<br />

Esta crítica reflexiva tiene un sentido ontológico que excede el plano<br />

teórico: debe incorporarse a nuestras vidas, generando una actitud frente a<br />

nosotros mismos, a los otros y a nuestro medio. En un intento de<br />

sistematización, Foucault distingue tres momentos:<br />

1.El conocimiento de uno mismo que conduce a la filosofía: establecimiento<br />

de los fines.<br />

2.El conocimiento de uno mismo que conduce a la política: establecimiento<br />

de fines comunes y prácticas de reciprocidad.<br />

3.El conocimiento de uno mismo que conduce a la catarsis: implicación<br />

profunda con uno mismo, en la relación entre lo que uno quisiera ser y lo<br />

que uno es 3 .<br />

Es aquí donde se relaciona la sabiduría con la autonomía, dando cuerpo al<br />

concepto de “identidad” que he tratado de desarrollar en esta sección. Es aquí<br />

también, donde la transformación individual se une con la colectiva, como<br />

sintéticamente lo expresa el epígrafe de D. Oster elegido por Wacquant:<br />

Si tuviese que “resumir” a Wittgenstein, diría: “hizo del cambio del yo<br />

el prerrequisito de todos los cambios” (Daniel Oster, Dan l’intervalle)<br />

(Bourdieu /Wacquat, 2005, p. 103).<br />

3 Cfr. y ampliar con Tula Molina, F. (2008).<br />

248 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Valores, identidades y acción colectiva<br />

La libertad proporcionada por los sistemas democráticos permite el<br />

desarrollo y convivencia de identidades múltiples. De aquí que el pluralismo<br />

sea su nota característica, en oposición a las sociedades autoritarias o<br />

carentes de autonomía. Y es justamente en este sentido por lo que podemos<br />

considerar a la idea de que “todos somos diferentes”, como más<br />

profundamente democrática respecto a la idea de que “todos somos iguales”.<br />

De todos modos, lo interesante es notar que, a pesar de nuestras diferencias<br />

(las que, en definitiva, nos encierran en nuestra individualidad), existe la<br />

posibilidad de acuerdo o identificación con un núcleo de valores compartidos,<br />

lo cual permite asociarse, agruparse y, en definitiva, llevar a cabo la acción<br />

colectiva.<br />

A mi juicio, C. Castoriadis ha tematizado acertadamente dos sentidos<br />

diferentes en la crítica de las instituciones sociales: uno desde un punto de<br />

vista teórico (hacia la filosofía), y otro desde un posicionamiento político (hacia<br />

la democracia). Comparto también la idea de que sólo a partir de este<br />

cuestionamiento y posicionamiento puede surgir un proyecto de autonomía<br />

democrática, i.e. el que establece sus propias normas y leyes impulsado por<br />

los ciudadanos.<br />

Se hace aquí un supuesto que no se cumple siempre, y es que tales<br />

ciudadanos han alcanzado el nivel de autonomía personal, e identidad –en el<br />

sentido desarrollado en la sección anterior. Efectivamente, toda institución<br />

social puede ser modificada (resignificada) por parte de los individuos, pero<br />

no todo individuo tiene la capacidad de hacerlo. Es aquí donde la educación<br />

se convierte en el vector más importante: el que permite superar la idea del<br />

sujeto racional como algo dado naturalmente, y ver en la noción de “sujeto<br />

educado”, un objetivo a alcanzar tanto individual como socialmente.<br />

En tal sentido, la educación hacia la autonomía es al mismo tiempo un fin<br />

político y un medio para disminuir la brecha entre lo que es y lo que “debería<br />

ser o quisiéramos que fuese”:<br />

En consecuencia, trabajar para preservar y ensanchar las posibilidades<br />

de la autonomía y de la acción autónoma, así como trabajar<br />

para ayudar a la formación de individuos que aspiran a la autonomía,<br />

e incrementar la cantidad de los mismos, constituye ya una obra<br />

política cuyos efectos son más importantes y más duraderos que<br />

algunas categorías de agitación superficial y estéril (Castoriadis,<br />

2005, p. 126).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 249


Dado que la norma, a la vez rige el comportamiento social pero es instituida<br />

por los hombres, la democracia consistirá en el régimen de autolimitación de<br />

la libertad radical, i.e. en el dominio de los impulsos egoístas en función de<br />

instituciones que hacen al hombre apto para la vida en sociedad. En este<br />

sentido la norma funciona como un límite que provee a los individuos<br />

socializados una determinada lógica y un sentido:<br />

Instrumentándose en el seno de esta lógica y a través de ella, la<br />

imaginación radical del ser humano singular puede convertirse en<br />

fuente de creación en el nivel colectivo y real (ídem, p. 124).<br />

Tales consideraciones, como la discusión de toda norma colectiva, de<br />

tomar en cuenta “algo situado más allá de los individuos: un bien común<br />

cualquiera”, y ello conduce a que la discusión de fondo sea sobre los valores<br />

sustantivos de cada sociedad:<br />

Realmente, ya que todo sistema de normas se inspira,<br />

necesariamente en la promoción de valores sustantivos y conduce de<br />

manera ineludible a ellas. Lógicamente, porque en el todos de la<br />

norma se encuentra necesariamente implicado, algo que trasciende<br />

al individuo. En el más simple de los casos, para preservar la<br />

autonomía de cada uno, la norma debe interferir en la autonomía de<br />

cada uno, lo que es decir de todos. Este todos anónimo e indefinido<br />

no es ni un individuo determinado, ni una colección concreta de<br />

individuos determinados, sino la posibilidad abstracta de continuar la<br />

vida social como tal (ídem, p. 165).<br />

Es desde esta perspectiva que estoy planteado la centralidad de la<br />

reflexión, en nuestra sociedad contemporánea, sobre la finalidad del avance<br />

tecnocientífico. En este sentido, Castoriadis destaca la importancia de<br />

enfrentar el hecho de que<br />

Mientras el desarrollo de la tecnología y la tecnociencia se acelera y<br />

se convierte en autónomo… va a la par del triunfo, durante este<br />

período, del imaginario capitalista y de un retroceso cada vez más<br />

marcado del movimiento democrático, del movimiento hacia la<br />

autonomía en el plano social y político (ídem, p. 103).<br />

En tanto prácticas humanas, las prácticas científicas tienen múltiples<br />

dimensiones, y por consiguiente, diversos niveles por donde se despliega lo<br />

valioso. Cuando juzgamos enunciados descriptivos, teorías o modelos, los<br />

valores son cognitivos, y cuando juzgamos las transformaciones introducidas<br />

con base a nuestro conocimiento, lo valioso se asocia de modo diverso con<br />

250 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


nuestras múltiples ideas sobre el ideal de hombre y de sociedad 4 . Aquí la<br />

exactitud y el rigor no quedan cuestionados, sino puestos en relación con<br />

nuestra identidad y, en este sentido, limitado por ella. De modo general, este<br />

límite tiene que ver con lo que consideramos legítimo, digno de ser mantenido,<br />

y en ciertos casos promocionado 5 .<br />

Cuando hablamos de comprender, lo valioso está relacionado con la<br />

verdad, con lo que vamos a considerar verdadero y base de nuestra reflexión<br />

a futuro; y esto más allá de que nuestro acceso a ello sea empírico-sistemático,<br />

o creativo-intuitivo. Pero cuando hablamos de nuestras acciones con relación<br />

a lo que comprendemos, también serán valorados otros aspectos, como no<br />

mentir o no distorsionar frente a otros lo que consideramos íntimamente cierto.<br />

Esta consideración se vuelve importante cuando transitamos del plano<br />

estrictamente teórico y semántico al plano pragmático, donde diversos actores<br />

pujan para alcanzar sus objetivos individuales y corporativos. Por este motivo,<br />

una mirada crítica e integral sobre las relaciones CTS nos lleva a que las<br />

prácticas tecnológicas no puedan ser evaluadas exclusivamente en términos<br />

cognitivos, sino que sus condiciones de legitimidad dependen de atender a los<br />

diversos modos en que podemos valorar sus propios procedimientos,<br />

resultados y consecuencias 6 .<br />

Creo entonces que, en definitiva, podemos decir que pensar el<br />

conocimiento en sociedades democráticas es pensar la relación entre<br />

identidades abiertas a la información (mediante la cual es posible aprender<br />

sobre el otro, sobre el medio y sobre sí mismas), e informaciones que sólo<br />

cobran sentido y relevancia, a partir de un núcleo de identidad.<br />

El marco de legitimidad<br />

Cuando hablamos de prácticas tecnológicas, los valores fundamentales<br />

parecen ser los de eficacia y eficiencia. Estos valores tecnológicos han ido<br />

sedimentándose con el paso del tiempo y naturalizándose como parte de<br />

nuestra cultura material, a través de las prestaciones obtenidas de las<br />

aplicaciones y sistemas tecnológicos.<br />

Cada vez que alguien saca dinero del banco o hace un depósito,<br />

enciende casualmente la luz, abre una canilla o llama por teléfono, está<br />

4 Ampliar con Lacey, H. (2005), cap. 3 “The distinction between Cognitive and Social Values”.<br />

5 Volver a la distinción entre conservar y preservar.<br />

6 Este punto lo he desarrollado con más detalle en Tula Molina, F. (2006).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 251


implícitamente reconociendo las grandes áreas de acciones y eventos<br />

seguros y coordinados que hacen posible la vida social moderna. Está<br />

claro que, pueden surgir todo tipo de dificultades y problemas,<br />

originando una actitud de escepticismo o antagonismo que haga que<br />

los individuos se desvinculen de uno o más de tales sistemas. Pero la<br />

mayor parte del tiempo, la manera segura con que las acciones<br />

cotidianas son engranadas en sistemas abstractos presta testimonio<br />

de la eficacia con que éstas operan (dentro del contexto de lo que se<br />

espera de ellas, dado que también producen muchas clases de<br />

consecuencias indeseables) (Giddens, 1991, p. 116).<br />

Si embargo, como desarrollé en la sección anterior, hay una dimensión no<br />

material de nuestra cultura que excede las consideraciones funcionales y<br />

afecta los valores que consideramos como parte de nuestra identidad. Es con<br />

relación a esta distinción, entre el aspecto material y el aspecto simbólico de<br />

nuestra cultura, que quiero insistir en la distinción entre “conservar” y<br />

“preservar” –a la que ya recurrí anteriormente (2008, pp. 395 y ss.)– y que<br />

tomo de S. Bleichmar. Tratamos de conservar todo lo que tiene que ver con<br />

nuestro aspecto material, nuestros bienes, nuestro cuerpo, nuestra salud y<br />

nuestra vida; pero intentamos preservar, los que le da sentido a la vida que<br />

llevamos y a la manera como nos representamos, nuestros valores y nuestra<br />

identidad (Blichmar, 2002). En caso de conflicto, se abren dos caminos: o<br />

aferrarse al aspecto material, resignando o marginando nuestros aspectos<br />

identitarios; o preservar nuestra identidad, a pesar del costo y pérdida material.<br />

Es en este punto donde se conecta la política interior (mediante la cual<br />

intentamos disminuir la distancia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser)<br />

con la política social, donde lo central es la creación de espacios de<br />

participación y su ejercicio (en los cuales, de modo colectivo, buscamos<br />

instituir mecanismos para avanzar en el cumplimiento de metas sociales).<br />

Esto supone algo que no siempre sucede, y es haber conseguido salir tanto<br />

de las representaciones desencantadas, meramente materialista, y de las<br />

evaluaciones estrictamente personales, propias del individualismo. Cuando<br />

esto sucede, se pierde el interés colectivo, y una parte significativa del mundo<br />

exterior. En términos de Christopher Lasch:<br />

En la medida en que el mundo va asumiendo un aspecto cada vez<br />

más amenazador, la vida se torna una interminable búsqueda de<br />

salud y bienestar a través de ejercicios, dietas, drogas, regímenes<br />

espirituales de varios tipos, auto-ayuda psíquica y psiquiátrica. Para<br />

aquellos que perdieron el interés por el mundo exterior, excepto en<br />

la medida en que él permanece como una fuente de gratificación y<br />

252 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


frustración, el estado de su propia salud se torna una preocupación<br />

totalmente absorbente (Lasch, 1977, Haven in a Hearless World,<br />

Basic, Nueva York, p. 140; citado en Giddes, op. cit., p. 125).<br />

Como bien observa A. Giddens al respecto, aquí reside gran parte del<br />

problema actual. En sus términos, la relación entre lo individual y lo colectivo<br />

reside en el siguiente dilema<br />

¿Es la búsqueda de la auto-identidad una forma algo patética de<br />

narcisismo, o es, al menos en parte, una fuerza subversiva de las<br />

instituciones modernas? (ídem).<br />

Ahora bien, si logramos pasar del plano individual al colectivo y si, atentos<br />

a lo señalado en la sección anterior, consideramos que nuestro objetivo<br />

principal es el desarrollo social efectivo, entonces podemos estar de acuerdo<br />

con el economista bengalí Amayrta Sen (Premio Nobel, 1998), para quien la<br />

economía del desarrollo y la ética deben discutirse de modo simultáneo. Sólo<br />

por este camino alcanzaremos una concepción integral del florecimiento<br />

humano y social (Putnam, 2004, p. 3 y ss.).<br />

En gran medida este trabajo acepta como adecuado el diagnóstico de C.<br />

Castoriadis con relación a las transformaciones que requieren las sociedades<br />

neoliberales modernas (marcada por el acrecentamiento de las brechas<br />

sociales, y la profundización de los patrones de consumo): principalmente, de<br />

una nueva actitud de los individuos que nos permita salir<br />

... del dominio del imaginario capitalista de expansión ilimitada del<br />

consumo por el consumo, o sea por nada, y de la tecnociencia<br />

autónoma en su curso, que forma parte, evidentemente, de la<br />

dominación del imaginario capitalista.<br />

Otro camino debería abrirse: no está trazado de ningún modo. Puede<br />

abrirse únicamente a través de undespertar de social y político, un<br />

renacimiento, un nuevo resurgir del proyecto de autonomía individual<br />

y colectiva, es decir, de la voluntad de libertad. (Castoriadis, 2005,<br />

p. 109).<br />

Desde esta perspectiva estamos en posición de llevar adelante una<br />

reflexión crítica sobre el valor simbólico de la optimización constante, el cual<br />

en muchos casos ha estado guiado sólo por el aspecto material de las<br />

aplicaciones y sistemas tecnológicos. Desde aquí puede decirse, además, que<br />

el éxito alcanzado bajo los patrones de eficacia y eficiencia, ha contribuido en<br />

un gran cantidad de casos, a la implantación acelerada de prácticas<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 253


tecnológicas, antes de que se hayan generado las condiciones para su<br />

discusión política en sentido democrático y, en tal sentido, antes de que<br />

hayamos podido apropiárnoslas como “nuestras”.<br />

Tal valor simbólico fue articulado en diversos discursos que conectan el<br />

imaginario del desarrollo (individual y social), al imaginario del avance<br />

tecnocientífico. En la medida en que no distingamos ambos discursos,<br />

deberemos admitir que, gracias a que nos encontramos muy cercanos al<br />

control efectivamente completo de la estructura de la materia (con la<br />

nanotecnología incipiente, pero en franco desarrollo), nos encontramos<br />

también muy cercanos a alcanzar nuestros fines. Por otro lado, ni el más<br />

somero vistazo al estado de nuestras sociedades en un sentido general parece<br />

resistir esta conclusión.<br />

Por ello, en mi opinión, para llevar adelante el deslinde de ambos discursos<br />

debemos percibir el engaño / confusión que se esconde tras tal idea de<br />

control: el control tecnológico nada nos dice sobre cuáles son nuestros fines<br />

como sociedad. Conceptualmente, en mi opinión, el nexo más importante es<br />

la idea de control de la naturaleza: queremos el mayor control posible, para<br />

tener los mayores beneficios con los menores riesgos. Pero debemos saber<br />

distinguir los diferentes riesgos que corremos no sólo a nivel material, sino<br />

también a nivel identitario y social.<br />

Esto es lo que parece no haber sucedido cuando el discurso del desarrollo<br />

tecnológico (“cuánto más eficiente mejor”) se ha puesto al servicio de las<br />

cadenas de explotación, producción, distribución y consumo. Hay muchos<br />

parámetros técnicos para demostrar que, gracias a nuevas tecnologías y<br />

prácticas, son enormes las mejoras que han podido obtenerse a lo largo del<br />

tiempo en cada uno de tales eslabones. Pero, dado que en tales innovaciones<br />

siempre hubo y hay no sólo ganadores, sino también perdedores, es lícito<br />

preguntarse ¿mejor para quiénes?<br />

Es por ello que el aspecto democrático de la política tecnológica no debe<br />

dejar de lado el ámbito de la evaluación participativa. Sólo en este marco, la<br />

evaluación de nuevas tecnologías será dictada no sólo por los patrones de<br />

eficiencia, sino por contribuir al rumbo colectivo que le proporciona legitimidad,<br />

procurando no sólo la eficacia, sino también el avance en un mayor<br />

cumplimiento de objetivos sociales.<br />

El fundamento de esta afirmación coincide con el sentido de los trabajos<br />

de Bourdieu sobre legitimidad y democracia “lo que legitima nuestras<br />

decisiones no es el contenido, sino el haber sido tomadas de modo colectivo”.<br />

254 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Riesgo material y riesgo social: parámetros de evaluación<br />

Ya hay disponibles modelos CTS que reivindican el desarrollo social por<br />

sobre la acumulación del capital, y que otorgan un papel decisivo a los valores<br />

para alcanzar nuevas prácticas orientadas más por el bien común y el<br />

desarrollo sustentable, que por el bienestar individual. Pero esto no es<br />

suficiente, tales modelos requieren capacidades en los ciudadanos de<br />

comprensión de los problemas, y participación en las soluciones poco<br />

desarrolladas y a veces entorpecida por la cultura globalizada.<br />

Si bien está claro cuáles son los parámetros de control para evitar el riesgo<br />

material (ie. que algo falle), es mucho más discutible cuáles son los que deben<br />

utilizarse para evitar el riesgo social (ie. que no aumente la inequidad). En el<br />

caso de los sistemas materiales se han mantenido los parámetros de<br />

Descartes, el control tanto en el espacio como en el tiempo. Este control es<br />

importante y aquí el conocimiento experto se vuelve necesario, y la capacidad<br />

de llevar tal control a la escala nanométrica no es indeseable. Pero, ¿cuáles<br />

serían los ejes para evitar los riegos sociales a mediano y largo plazo<br />

introducidos por nuestros propios sistemas de producción y consumo?<br />

Sugiero que los ejes análogos a los cartesianos en esta discusión son los de:<br />

tiempo de educación y espacios de participación.<br />

Así, el “tiempo” de la soluciones depende también del tiempo que nos lleve<br />

educar un ciudadano crítico. Y crítico no sólo en el sentido del cuestionamiento<br />

constante, sino también el sentido de quien se posiciona frente a un problema<br />

buscando mejorar la situación actual, más que encontrar culpables. Críticos no<br />

sólo con relación a las transformaciones que pueden realizarse por medios<br />

tecnológicos, sino también consciente sobre las consecuencias de tales<br />

transformaciones sobre su vida futura.<br />

La educación debe tender a la formación de individuos que puedan<br />

ejercerla. Si tal es el objetivo, entonces serán necesarios los espacios<br />

institucionales para su ejercicio, y las acciones gubernamentales para<br />

coordinar sus interacciones y potenciar los beneficios del trabajo colaborativo<br />

de actores diversos.<br />

Los mencionados ejes de educación y participación, pueden funcionar<br />

como los análogos cartesianos, permitiendo evaluar la medida en que nos<br />

acercamos o nos alejamos de lo óptimo. En tal sentido estructuran un plano<br />

de reflexión colectiva desde donde pensar y repensar la relación entre<br />

“bienestar” y “bien colectivo”, “bien colectivo y bien público, “bien público” y<br />

“desarrollo social” y, en su dimensión más general, entre “identidad” y<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 255


“proyecto de país”. Todas estas relaciones comprometen lo que consideramos<br />

“valioso”, lo que consideramos “mejor” y, por consiguiente, lo que deberíamos<br />

estar dispuestos a defender.<br />

Los dos pares de ejes resultan importantes y no rivalizan entre sí. Ambos<br />

deben tenerse en cuenta una vez que abandonamos las racionalizaciones y la<br />

retórica de cada disciplina, y afrontamos los riesgos de modo colectivo. Se<br />

trata tanto de una evaluación en términos de las consecuencias estrictas de<br />

nuestra acción social, como de su sentido y fundamento político. Este<br />

fundamento se constituye en el rumbo o meta a alcanzar, la cual se ubica más<br />

allá de las dificultades concretas en términos de problemas a superar.<br />

En mi opinión, si la educación nos proporciona el rumbo y la política los<br />

espacios, las transformaciones generadas a partir de la innovación social serán<br />

no sólo beneficiosas, sino también sustentables, y en tal sentido perdurables.<br />

Producción y consumo: co-construcción y nuevas prácticas<br />

Ni el hombre ni la sociedad van a dejar de consumir, ni de producir, ni de<br />

transformar su entorno, la pregunta es ¿cómo? Aquí se vuelven importantes los<br />

modelos que guían nuestra acción. La idea de desarrollo sustentable como<br />

objetivo sólo puede alcanzarse cuando abandonamos los modelos lineales<br />

tanto de explotación, como de distribución y consumo. En mi opinión, tal idea<br />

se alcanza sólo mediante categorías y modelos centrados en la idea de ciclos,<br />

tanto los de la vida –que supone el medio y su conservación–, como los de las<br />

instituciones democráticas que pautan su renovación periódica.<br />

Si nuestro cuerpo, nuestro medio y nuestra sociedad tienen ciclos ¿Por<br />

qué orientarnos por ideas lineales al gestar nuestras políticas? ¿Cómo no<br />

entender que el problema de la producción tiene que lidiar con las<br />

consecuencias de los desperdicios? ¿Por qué pensar que la jornada laboral<br />

óptima debe ser la de mayor cantidad de horas y menor costo? ¿Qué sería<br />

mejorar nuestra comprensión de las innovaciones en el área del trabajo, el<br />

empleo y la organización social? ¿Por qué ver en las alternativas tecnológicas<br />

sólo una oportunidad para una mayor productividad y lucro? ¿Cómo evaluar<br />

las mejorías de las condiciones de vida de los ciudadanos?<br />

Para analizar las respuestas posibles a tales interrogantes, la noción técnica<br />

de “co-costrucción” es, en mi opinión, la que mejor rescata el componente<br />

dinámico de la interacción entre los diversos actores que intervienen desde la<br />

fase inicial del diseño tecnológico 7 , hasta la implementación y comercialización<br />

7 Cfr. Bijker (1995) y Vercelli, A. / Thomas, H. (2007).<br />

256 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


de desarrollos concretos. Ahora bien, pasar de la idea “teórica” de coconstrucción<br />

a su realización efectiva, supone una agenda política que<br />

contemple los desarrollos de sistemas tecnológicos de un modo integral; una<br />

agenda preocupada tanto por evitar que el sistema falle, es decir lo que<br />

podríamos llamar el “riesgo material”, como así también evitar las inequidades<br />

en la relación entre riegos y beneficios, a lo que podríamos denominar “riesgo<br />

social” (Tula Molina, 2006, 2008).<br />

Dada la multiplicidad de criterios y lugares desde donde evaluar lo óptimo,<br />

en las sociedades democráticas la definición de tales parámetros es una<br />

cuestión no sólo teórica sino también política, es decir una cuestión de<br />

nuestros acuerdos colectivos a futuro. Este trabajo sugiere y postula que lo<br />

“mejor” para alcanzar un desarrollo sustentable y socialmente equitativo surgirá<br />

de una evaluación integral y participativa.<br />

Si tenemos en cuenta la urgencia de un cambio de actitud, vemos que la<br />

discusión y las ideas en torno al concepto de “innovación social” son no sólo<br />

relevantes, sino necesarias. Es aquí donde los procesos de re-aplicación son<br />

un objetivo fundamental del desarrollo tecnológico con sentido social. Es aquí<br />

donde tratamos de aprovechar nuestro conocimiento de los ciclos y procesos<br />

buscando reemplazar las prácticas lineales que conducen al agotamiento.<br />

Tal innovación debe conducirnos a nuevas prácticas de diseño, desarrollo<br />

e implementación tecnológicas, basados en actitudes críticas sobre la saga<br />

tecnológica de nuestras sociedades: sus aciertos, desvíos, frustraciones y<br />

peligros. De modo general, en mi opinión, las nuevas prácticas son las que se<br />

nutren de una mayor conciencia de los riesgos; prácticas que saben que si<br />

las evaluaciones no son integrales, luego los efectos colaterales resultan<br />

inesperados y fortuitos. Estas prácticas han perdido la ingenuidad del<br />

determinismo y el triunfalismo del progreso a cualquier costo. Por el contrario,<br />

se preguntan si siempre “más rápido”, “más barato” o “más cantidad” es mejor,<br />

y se impone como mínimo el horizonte de mediano plazo en la evaluación para<br />

evitar lo que, en el decir popular, se expresa como “pan para hoy y hambre<br />

para mañana”.<br />

A casi dos tercios de la población mundial ya le llegó ese mañana y<br />

sobrevive al hambre y la pobreza. Las nuevas prácticas buscan revertir las<br />

consecuencias de sistemas tecnológicos diseñados con un sentido de acceso<br />

para pocos, y ampliar los beneficios de nuestras capacidades tecnológicas a<br />

través de diseños con sentido de inclusión social. Por lo dicho en las secciones<br />

anteriores, pienso que esto debe referirse no sólo a nuestro alimento y<br />

conservación corporal, sino también a los bienes de conocimiento y simbólicos<br />

que nutren la identidad que muchos aún intentan preservar. Es en este sentido<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 257


que se busca pensar y construir la relación tecnología-democracia, con todas<br />

las potencialidades que permite su diversidad.<br />

Acorde con lo ya dicho, en las dos secciones siguientes voy a ampliar esta<br />

conclusión, tanto en lo referido a su aspecto material, lo que nos conduce a<br />

prácticas prudenciales, como a su aspecto simbólico, lo que nos conduce a<br />

reflexionar sobre la posibilidad de integrar valores de culturas diferentes.<br />

El principio de precaución: el aspecto material<br />

Por lo dicho, hay dos componentes que nos conducen a tender a prácticas<br />

prudentes. Por un lado está el fondo de ignorancia e incertidumbre, el cual<br />

subsiste a pesar de la información que hemos conseguido acumular y de<br />

aquella que hemos conseguido comprender. La incapacidad colectiva de<br />

prever desastres medioambientales como un tsunami, o económicos-sociales<br />

como el reciente crack internacional, son muestras claras sobre las limitaciones<br />

de nuestro poder anticipatorio. Por el otro, se encuentra que la mayor<br />

consciencia de los riesgos colectivos también llama a la prudencia. Por<br />

ejemplo, la rápida disminución de los bosques naturales, el avance de la<br />

desertificación, la contaminación del aire y el agua, son ejemplos conocidos a<br />

nivel natural; y el avance progresivo de la pobreza es un dato incuestionable a<br />

nivel social global.<br />

Ambas fundamentan la defensa de la utilización del principio de precaución<br />

como un elemento guía de la política tecnocientífica. A pesar de las diversas<br />

formulaciones de tal principio, parto del esquema general contenido en el<br />

reporte número 22 de la Agencia Medioambiental Europea:<br />

Albert Schweitzer (1875-1965) puede haber sido pesimista al decir<br />

que “El hombre ha perdido la capacidad de prever y de anticiparse...<br />

terminará por destruir la tierra”. Sin embargo, ser inteligente antes de<br />

que sea demasiado tarde no es fácil. Especialmente cuando los<br />

impactos ambientales y en la salud se continúan lejos en el futuro y<br />

el costo, real o percibido de prevenirlos son grandes e inmediatos.<br />

Prevenir desastres requiere usualmente actuar antes de que haya<br />

pruebas fuertes del daño, particularmente si el daño puede ser<br />

continuo e irreversible, un abordaje a la evidencia científica y la<br />

política científica que es parte de lo que ahora llamamos principio de<br />

precaución (EEA, Copenhagen, 2001).<br />

El primer ejemplo jurídico de aplicación de esta principio “fue la orden local de<br />

quitar la manija de la bomba de agua de la calle Broad (Saint James) en<br />

258 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Londres, a recomendación del médico John Snow, quien había relacionado<br />

(sin probar relación causal) el alto número de contagiados por el cólera (500<br />

muertos en 10 días) con la calidad del agua potable de esa bomba. Snow hizo<br />

presente que el costo potencial de estar equivocado al removerla era menor<br />

que el de su no eliminación.<br />

Esta idea de costo potencial progresivamente fue instalándose en diversos<br />

documentos apoyada en el principio de precaución. Así la Declaración de<br />

Estocolmo sobre Medio Humano (1972) en su punto 4, ya obligaba a tenerlo<br />

en cuenta en toda planificación económica responsable: “responsabilidad<br />

especial (del hombre) de preservar y administrar juiciosamente” la flora, fauna<br />

y su hábitat, destacando que, “en consecuencia, al planificar el desarrollo<br />

económico debe atribuirse especial importancia a la conservación de la<br />

naturaleza”.<br />

Y la Carta Mundial de la Naturaleza (1982) estipula que<br />

Las actividades susceptibles de entrañar graves peligros para la<br />

naturaleza deben ser precedidas por un examen a fondo, y quienes<br />

promovieran esas actividades deben demostrar que los beneficios<br />

previstos son mayores que los daños que puedan causar a la<br />

naturaleza (AG NU Res. 37/7, 28 de octubre, 1982).<br />

Tal idea, introducida con sentido económico y político, altera las relaciones<br />

económicas y productivas asociadas a la estructura tradicional de costo de<br />

producción y precio, caracterizada principalmente por la maximización del<br />

lucro.<br />

Es por ello que, G. Rosenberg, en su contribución sobre el Principio de<br />

Precaución Ambiental en la Argentina, observa que<br />

... el surgimiento del principio ha implicado una verdadera revolución<br />

en las relaciones entre economía y medioambiente, como también, en<br />

los aspectos administrativos de la gestión pública y privada y sus<br />

responsabilidades, por lo que se lo ha calificado de “bomba jurídica”,<br />

“revolución filosófica”, “nuevo estándar antijurídico”. (p. 13).<br />

Efectivamente, su postulación permite apoyar ideas muy diferentes sobre<br />

nuestra organización actual a nivel productivo y social. A modo de ejemplo,<br />

puede mencionarse la relaciones entre “patrón oro” y “patrón natural” de la<br />

economía viva de R. Steiner (2005, pp. 173 y ss.), o las ideas de C.<br />

Castoriadis sobre cómo determinar a través de una política colectiva los costos<br />

de producción, distribución y parámetros de crecimiento (Castoriadis, 2005,<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 259


pp. 174 y ss.). En cualquier caso, como el mismo Castoriadis insiste, el<br />

problema político es un problema de doxa [opinión] y no de epistéme<br />

[conocimiento justificado]; hace referencia a un<br />

... tipo de saber en política que no es ciencia sino una cuestión de<br />

juicio, de prudencia y de verosimilitud (Castoriadis, 2005, p. 155).<br />

Como ya he defendido, tal juicio debe basarse en una evaluación integral,<br />

que contemple los aspectos humanos y culturales, y no sólo los que se<br />

traducen en costos y beneficios. Esto último es importante a la hora de<br />

encontrar alternativas a la visión economicista de la sociedad y a su visión<br />

antropológica asociada (teoría del homo economicus). En términos de P.<br />

Bourdieu, se ha vuelto necesario<br />

... romper con el economicismo para describir el universo de las<br />

economías posibles, significa escapar a la alternativa del interés<br />

puramente material, estrictamente económico, y el desinterés, y<br />

proporcionarse el medio para satisfacer el principio de razón<br />

suficiente que quiere que no haya acción sin razón de ser, es decir,<br />

sin interés, o, si se prefiere, sin inversión-inmersión [investissment]<br />

en un juego y en un conjunto de asuntos en juego [enjeu], illusio,<br />

commitment (Bourdieu / Wacquant, 2005, p. 57).<br />

Como vimos al inicio, lo que está en juego no es sólo el aspecto material<br />

a conservar, sino el aspecto simbólico y cultural que hace a nuestra identidad.<br />

Es importante recordar que no es imposible asociar el diseño de políticas a<br />

procurar prácticas prudenciales, una vez que abandonamos la idea de que el<br />

mundo social está determinado por leyes inmanentes reguladas por el<br />

mercado o el consumo. Por el contrario<br />

Las leyes sociales son regularidades temporal y espacialmente<br />

delimitadas, que se mantienen por tanto tiempo como perduren las<br />

condiciones institucionales que las hacen posibles (Ídem).<br />

Integrando valores de diferentes culturas: valores para el milenio<br />

Ahora bien, si dejamos de lado los criterios económicos cuantitativos<br />

¿Cómo llevar adelante la reiterada evaluación integral? ¿Cómo hacerlo cuando<br />

reconocemos la pluralidad de actores sociales y sus diversas consideraciones<br />

sobre lo óptimo? ¿Cómo alcanzar acuerdos a futuro basados en fines<br />

colectivos? ¿Cómo evaluar no sólo los riesgos materiales, sino también los<br />

260 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


sociales, cuando el saber involucrado se refiere a prudencia y verosimilitud?<br />

En esta penúltima sección quiero reivindicar la solidez de los fines y resaltar la<br />

existencia de valores que atraviesan nuestras diferentes culturas, y cuya<br />

preservación puede mantenerse como objetivo de largo alcance.<br />

Para lo primero baste con volver sobre la distinción entre lo que somos, y<br />

lo que quisiéremos ser, en los términos desarrollados en las secciones 1-4.<br />

Puede ser que estemos contentos con lo que somos a nivel individual, pero no<br />

es posible gestar una política conformista atentos al estado de nuestras<br />

sociedades contemporáneas. Los objetivos se nos imponen en parte por la<br />

conciencia de los riesgos que enfrentamos de modo colectivo, en las dos<br />

dimensiones ya desarrolladas. Por otro lado, más allá de los riesgos, es allí<br />

donde se juega nuestra identidad, lo que pretendemos preservar y estaríamos<br />

dispuestos a defender. Tales objetivos son independientes tanto de la<br />

velocidad que transitemos hacia ellos, y de las dificultades que encontremos<br />

en el camino; se imponen como meta, y de allí su solidez.<br />

Tal solidez permite plantearlos para todo un milenio. Un claro ejemplo son<br />

los objetivos para el milenio de la ONU: erradicar la pobreza extrema y el<br />

hambre, la educación universal, la igualdad de géneros, la reducción de la<br />

mortalidad infantil, la mejora en la salud materna, combatir el Sida, la<br />

sustentabilidad del medio ambiente y el fomento de una asociación mundial.<br />

En su mayor parte, tales objetivos se relacionan con nuestro aspecto<br />

material y su conservación. Ahora bien, ¿qué valores a preservar podrían<br />

convertirse en metas a nivel simbólico y cultural? ¿existen valores que integren<br />

nuestras diversas culturas científicas y que puedan proponerse para el próximo<br />

milenio, como un análogo a los objetivos de la ONU?<br />

En sus sorprendentemente lúcidas Lecciones Americanas de 1984, Italo<br />

Calvino recomienda los 5 siguientes valores como candidatos para cumplir tal<br />

función milenaria. Estos son: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y<br />

multiplicidad. Quisiera explicar a continuación, la admirable tensión con la que<br />

describe cada uno de ellos, convirtiéndolos en polos axiológicos que permiten,<br />

en mi opinión, integrar las diversas culturas científicas en una verdadera cultura<br />

humana.<br />

La propuesta de cultivar la levedad se hace en nombre de las sandalias<br />

voladoras de Mercurio y los pies alados de Perseo, que permiten evitar la<br />

opacidad e inercia del mundo habitual y abrir nuevos espacios para la<br />

indagación y la inquietud interior<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 261


Cada vez que el reino humano me parece condenado al peso, digo<br />

para mí mismo que del mismo modo que Perseo, yo debería volar<br />

para otro espacio. No se trata absolutamente de fuga para el sueño<br />

o lo irracional. Quiero decir que preciso cambiar el punto de<br />

observación, que necesito considerar el mundo bajo una óptica<br />

diferente, otra lógica, otros medios de conocimiento y control. Las<br />

imágenes de levedad que busco no deben, en contacto con la<br />

realidad presente o futura, disolverse como sueños (Calvino, 2005,<br />

p. 19).<br />

Este valor exalta la imaginación como común a toda actividad creativa y<br />

poética, y como el camino propiamente humano para enfrentar el peso de la<br />

existencia hacia su comprensión y sentido. Efectivamente, no se trata tanto de<br />

oponer lo imaginativo a lo físico, dado que tiene especial cuidado en recordar<br />

que en el mundo físico “el vacío es tan concreto como los cuerpos sólidos”,<br />

sino en dar especificidad humana al indagar diversos caminos para dar sentido<br />

a lo visible.<br />

El segundo valor que nos propone es la rapidez, y está propuesto con<br />

relación a la metáfora del caballo que designa la velocidad de la mente, la cual<br />

habría sido usada por primera vez por Galileo en Il Saggiatore.<br />

“Discurrir”, “discurso” para Galileo quiere decir raciocinio, y casi<br />

siempre raciocinio deductivo: “El discurrir es como correr”: esta<br />

afirmación es como el programa estilístico de Galileo, la rapidez, la<br />

agilidad del razonamiento, la economía de argumentos, pero también<br />

la fantasía de los ejemplos son para Galileo cualidades decisivas del<br />

buen pensar (ídem, p. 56).<br />

Sólo esta rapidez que va más allá de toda mensura puede permitirnos<br />

enfrentar una época en la que<br />

Otros medios triunfan, dotados de una velocidad espantosa y de un<br />

radio de acción extremadamente extenso, amenazando reducir toda<br />

comunicación a una costra uniforme y homogénea)”... Serán<br />

entonces, para no perder nuestra capacidades de expresión y<br />

comunicación, que deberemos “concentrarnos al máximo en la<br />

poesía y el pensamiento” (ídem, p. 64).<br />

El siguiente valor propuesto con sentido integrador será el de la exactitud.<br />

Lo interesante del modo en que Calvino da contenido a este ideal, es que lo<br />

construye a partir de dos imágenes contrapuestas: la del cristal, que<br />

representa la “invariancia y regularidad de las estructuras específicas”; y la de<br />

262 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


la llama, como imagen de la constancia de una “forma global exterior, a pesar<br />

de la incesante agitación interna”<br />

Cristal y llama, dos formas de belleza perfecta de la cual el mirar no<br />

consigue desprenderse, dos maneras de crecer en el tiempo, de<br />

gastar la materia circunstante, dos símbolos morales, dos absolutos,<br />

dos categorías para clasificar los hechos, ideas estilos y sentimientos<br />

(ídem, p. 85).<br />

La procura de la exactitud debe abarcar las dos grandes fuentes del<br />

conocimiento:<br />

... a que se mueve en el espacio mental de la racionalidad<br />

descorporizada, en la que se pueden trazar líneas que conjugan<br />

puntos, proyecciones, formas abstractas y vectores de fuerzas; y la<br />

que se mueve en un espacio repleto de objetos y busca crear un<br />

equivalente verbal... en un esfuerzo de adecuación minuciosa de lo<br />

escrito con lo no escrito, de la totalidad de lo decible con lo no<br />

decible (ídem, p. 88).<br />

Del ideal de exactitud tanto en el pensamiento como en el lenguaje y la<br />

comunicación, Calvino pasa a la visibilidad como cuarto valor. Esta visibilidad<br />

no es la social y política, sino que continúa refiriéndose a las virtudes del<br />

pensamiento, a la capacidad de pensar con imágenes, de imaginar. Reconoce<br />

dos grandes tradiciones culturales asociadas al uso de la imaginación; una de<br />

origen neoplatónico, místico –luego retomada por el Romanticismo–, donde la<br />

imaginación es nuestra vía de “comunicación con el alma del mundo”; la otra<br />

“como instrumento de saber”. Una vez más, lo interesante es ver que ambas<br />

pueden integrarse en un proceso único –como aclara que siempre fue su<br />

propio proceso creativo–, el cual<br />

Procura unificar la generación espontánea de imágenes y la<br />

intencionalidad del pensamiento discursivo. Incluso cuando el<br />

impulso inicial viene de la imaginación visual que pone en<br />

funcionamiento su lógica propia, tarde o temprano ella va a caer en<br />

las mallas de otra lógica impuesta por el raciocinio y la expresión<br />

verbal (ídem, p. 106).<br />

Finalmente, Calvino postula el cultivo de la multiplicidad. Aquí la<br />

multiplicidad ser refiere a la capacidad de abrevar en múltiples fuentes, de<br />

bucear en diferentes niveles, de atravesar las divisiones disciplinares y<br />

concebir al mundo como un “sistema de sistemas, en el que cada sistema<br />

particular condiciona a los demás y es condicionado por ellos” (ídem, p. 121).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 263


Aquí toma como ejemplo la figura del escritor italiano Carlo Emilio Gadda;<br />

ingeniero de formación, alimentado de cultura científica, de gran competencia<br />

técnica y de una verdadera pasión filosófica, lo que lo llevó a bosquejar un<br />

sistema filosófico inspirado en Spinoza y Leibniz. Y de aquí la idea de una<br />

Enciclopedia abierta, adjetivo que ciertamente contradice el<br />

sustantivo “enciclopedia”, etimológicamente nacido de la pretensión<br />

de agotar el conocimiento del mundo, encerrándolo en un círculo.<br />

Hoy no es pensable una totalidad que no sea potencial, conjetural,<br />

múltiple (ídem, p. 131).<br />

Epílogo: más capacidad, mayor responsabilidad<br />

Ya para terminar quisiera recapitular los puntos desarrollados aquí, con la<br />

intención de comenzar a bosquejar un argumento general. Si bien son muchas<br />

las cosas que se han mencionado, el sentido general es de integración; y si he<br />

planteado relaciones duales, fue sólo con la intención de ver que forman parte<br />

de un cuerpo común. En tal sentido, creo que el abismo planteado por Snow<br />

efectivamente fue y es real, pero también pienso que su origen se encuentra<br />

más en el modo en que se instituyeron las disciplinas (comenzando ya desde<br />

el trivium y el quadrivium), que en las características propias de la actividad<br />

intelectual humana.<br />

He intentado relacionar lo individual con lo colectivo, la introspección con<br />

el conocimiento del mundo, las evaluaciones en términos materiales con las<br />

simbólicas y culturales, la política interior con lo instituido socialmente, la<br />

necesidad de conocer los riesgos que enfrentamos del modo más informado<br />

posible, con el reconocimiento en muchos caso de nuestra ignorancia. El<br />

sentido de tales relaciones –en definitiva– fue señalar que el diseño de la<br />

política a futuro, nuestra intención desde el presente, debería contener tres<br />

grandes características: ser integral, ser prudencial y ser legítima (para lo que<br />

requiere ser inclusiva y participativa). He propuesto, además, que la evaluación<br />

sobre lo óptimo puede ser realizada no sólo en sus aspectos materiales, a<br />

través de los ejes cartesianos, sino también en sus aspectos sociales y<br />

culturales, a través de los ejes de educación y participación.<br />

Como sugerencia final, creo que esto mismo puede decirse simplemente<br />

en que debemos buscar los medios para aumentar nuestros grados de<br />

responsabilidad a medida que aumentan nuestra capacidad para transformar<br />

lo existente, es decir, a medida que aumenta nuestra capacidad tecnológica.<br />

Si bien esto pude sonar utópico, también he tratado de revalorizar el sentido<br />

de los ideales y objetivos a futuro.<br />

264 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


En tal sentido, he tratado también de dar algunas indicaciones para avanzar<br />

en la comprensión de que esto último se puede hacer a pesar de nuestras<br />

diferencias individuales y de formación disciplinar. Ello no sólo por la necesidad<br />

de actuar de modo común frente a los riesgos colectivos, sino por la<br />

posibilidad de fijarnos metas comunes, objetivos a alcanzar y valores a<br />

preservar. Tales indicaciones tuvieron también la intención de mostrar que por<br />

su intermedio podemos salir de lo contingente asì como de lo imprevisible de<br />

los acontecimientos, a fin de tener un horizonte común para el próximo milenio.<br />

En mi opinión, tales metas no son menores, ya que coincido con Séneca<br />

en que “nunca soplan vientos favorables para quien no tiene rumbo”. Sin<br />

rumbo, los cambios son mero viento en medio del mar. Ni nos alejan ni nos<br />

acercan hacia donde queremos ir; de aquí la importancia de la política. Es aquí<br />

donde coincido plenamente con Z. Bauman<br />

Tendemos a enorgullecernos de cosas de las que quizá deberíamos<br />

avergonzarnos, como de vivir en la época postideológica o<br />

postutópica, de no preocuparnos por ninguna visión coherente de<br />

una sociedad buena y de haber trocado el esfuerzo en pos del bien<br />

público por la libertad de perseguir la satisfacción individual. Pero si<br />

nos detenemos a pensar por qué esa persecución de la felicidad casi<br />

nunca produce los resultados esperados, y por qué el gusto amargo<br />

de la inseguridad hace la felicidad menos dulce de lo que habíamos<br />

supuesto, advertimos que no llegaremos muy lejos sin hacer que<br />

regresen del exilio ideas como el bien público, la sociedad buena, la<br />

equidad, la justicia, esas ideas que no tienen sentido si no se las<br />

cultiva colectivamente. Tampoco conseguiremos que las moscas de<br />

la inseguridad se desprendan de la miel de la libertad individual si no<br />

recurrimos a la política, si no empleamos el vehículo de la agencia<br />

política y si no señalamos la dirección que ese vehículo debe seguir<br />

(Bauman, 2009, p. 16).<br />

Pero tan importante como las ideas y los objetivos comunes, son las<br />

condiciones concretas en las que nos encontramos. Sin esta condición,<br />

tampoco hay transformación. Por ello también coincido con U. Eco al decir que:<br />

Creemos que si debemos trabajar en y por un mundo construido a<br />

la medida humana, esta medida se encontrará, no adaptando al<br />

hombre a estas condiciones de hecho, sino a partir de estas<br />

condiciones de hecho. El universo de las comunicaciones de masa<br />

–reconozcámoslo o no– es nuestro universo; y si queremos hablar de<br />

valores, las condiciones objetivas de las comunicaciones son<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 265


aquellas aportadas por la existencia de los periódicos, de la radio,<br />

de la televisión, de la música grabada y reproducible, de las nuevas<br />

formas de comunicación visual y auditiva. Nadie escapa a estas<br />

condiciones, ni siquiera el virtuoso que, indignado por la naturaleza<br />

inhumana de este universo de la información, transmite su propia<br />

protesta a través de los canales de la comunicación de masa, en las<br />

columnas del periódico de gran tirada, o en las páginas del folleto<br />

impreso en linotipia y distribuido en los kioscos de las estaciones<br />

(Eco, 1965, p. 30).<br />

266 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


AG NU Res. 37/7, de 28 de octubre de 1982.<br />

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______________ (2008), “Time is money: optimización, identidad y cultura<br />

laboral en la sociedad deseada”, Scientiae Studia, v. 3, 6, pp. 400 y ss.<br />

Vercelli, A. y Thomas, H. (2007), “La co-construcción de tecnologías y<br />

regulaciones: análisis socio-técnico de un artefacto anti-copia de Sony- BMG”,<br />

Espacios, v. 28, 3, pp. 5-30.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 267


Introducción<br />

Comentarios sobre el texto<br />

de Fernando Tula Molina<br />

Hernán Miguel<br />

Universidad de Buenos Aires – ANCyT<br />

Durante el encuentro que dio lugar a esta colección de trabajos, fui invitado<br />

a comentar el trabajo de Fernando Tula Molina, invitación que acepté<br />

gustosamente y que aprovecho a agradecer una vez más. A pesar de mi<br />

entusiasmo enfrenté la difícil situación de buscar puntos polémicos para abrir<br />

un debate sobre temas en los que coincido sustancialmente con el autor. Fue<br />

así como mi búsqueda pasó al plano de las tensiones implícitas que podían<br />

encontrarse en lo que ambos estábamos dispuestos a defender. El presente<br />

comentario reseña algunos puntos que me parecen suficientemente<br />

conflictivos, como para echar una mirada a las capas más profundas de los<br />

acuerdos explícitos que sistemáticamente sostenemos.<br />

Lo previsible y lo inexplicable<br />

Al abordar el sentido temporal de las acciones, Tula Molina distingue<br />

acertadamente entre las reacciones que adquieren sentido en función de<br />

aquello que en el pasado próximo las ha desencadenado, y las acciones<br />

humanas orientadas al porvenir, tendientes a constituir un mundo pensado<br />

como deseable. Esta distinción que pone en primer plano las finalidades e<br />

intenciones de los actores, debe compatibilizarse con la expectativa que los<br />

propios actores tienen del futuro, de lo que puede ocurrir y de lo que es posible<br />

modificar de aquello que, según nuestra mejor información, ocurrirá. Es así<br />

que vuelve a distinguir, ahora sobre los hechos por ocurrir, aquellos previsibles<br />

o asociables a ciclos de aquellos hechos fortuitos, inexplicables o<br />

desconocidos.<br />

Aquí surge un primer punto que vale la pena señalar. Dado que tenemos<br />

cierta tendencia a comprender los discursos presuponiendo clausuras y<br />

totalidades, un lector puede estar tentado a suponer que lo que ha distinguido<br />

el autor constituye una partición, es decir que de todos los hechos acaecidos<br />

y por acaecer, se pueden distinguir estas dos clases; que ninguno cae en<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 269


ambas clases y que no hay hechos que no pertenezcan a alguna de las dos.<br />

Sin embargo es preciso advertir que la clasificación resulta aparentemente<br />

exhaustiva debido a la asimilación de los términos explicar y predecir (o prever).<br />

Esta asimilación no es arbitraria ni caprichosa. Más bien se han tomado por<br />

asimilables habida cuenta de que en una formulación determinista, las<br />

explicaciones se refieren a hechos ya ocurridos y conocidos; mientras que la<br />

predicción se refiere a hechos por ocurrir pero cuya ocurrencia obedece a las<br />

mismas leyes que posteriormente lo explican. Es decir, desde una perspectiva<br />

tradicional, tanto la explicación como la predicción tienen un mismo esquema<br />

y solo difieren en aspectos temporales y cognitivos. Finalmente, como los<br />

aspectos temporales en las perspectivas deterministas pueden pensarse como<br />

irrelevantes a la trama de episodios, y los aspectos cognitivos suelen dejarse<br />

de lado por tener aquella tan mala reputación de ser puramente subjetivos, así<br />

la asimilación de “explicación” y “predicción” parece inevitable.<br />

Si, en cambio, mantenemos como conceptos diferenciados a la explicación<br />

y la predicción, las distinciones que el autor señala deben desdoblarse en<br />

hechos explicables e inexplicables por un lado, y hechos previsibles e<br />

imprevisibles por el otro.<br />

Esta distinción me parece muy importante en la esfera de las acciones<br />

humanas. 1 De hecho, el comportamiento de ciertos actores puede ser<br />

explicable pero imprevisible, como es el caso del comportamiento heroico,<br />

altruista o individualista.<br />

Por otra parte, podemos concebir (no sin cierto esfuerzo) acciones que<br />

caigan en la categoría de previsibles e inexplicables al imaginar el comportamiento<br />

de quienes se conducen fuera de las normas de su entorno “como<br />

regla general”. El sutil límite entre que sean previsibles y que su conducta sea<br />

anómala –y a la vez sea inexplicable– se afirma en que lo previsible es el tipo de<br />

conducta, aun cuando lo inexplicable es lo elegido en ese caso particular. 2<br />

Debo mencionar por qué me interesan estas nuevas distinciones. En la<br />

esfera pública estamos inmersos en una trama de acciones, muchas de las<br />

cuales no pueden ser previstas, pero de las cuales tenemos que dar cuenta al<br />

1 Aunque tiene poca importancia en el ámbito de los fenómenos naturales y por este motivo se ha dado<br />

tradicionalmente la asimilación de ambos los conceptos. No obstante, los fenómenos de evolución biológica,<br />

meteorología y geología suelen tener todos ellos explicaciones a pesar de que muchos de ellos son imprevisibles.<br />

2 Se podría argumentar que en este sentido también es explicable su conducta en el sentido de que está fuera<br />

de las normas. Acepto este punto. Sin embargo vale la pena señalar que el comportamiento de ciertos agentes<br />

políticos es previsible en cuanto a su sistemática manera de realizar acciones inexplicables. Es decir que la<br />

previsibilidad puede abarcar un campo más amplio que la explicabilidad en estos casos.<br />

270 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


esto de los actores cuando los involucran. Es preciso entonces que la esfera<br />

política albergue la categoría de acciones imprevisibles pero explicables.<br />

Justamente podría señalarse como una deficiencia mayúscula que un actor no<br />

pudiera explicar su comportamiento político. En este sentido, las decisiones<br />

sobre los cursos de desarrollo tecnológico deben ser decisiones explicables<br />

y, en este sentido, fundamentadas.<br />

Retomando la preocupación del autor, los hechos del futuro pueden caer<br />

en varias categorías según sean previsibles o explicables, y esto nos pone<br />

justo en el lugar de tomar decisiones en ausencia de la totalidad de los datos<br />

relevantes. 3 Esta situación es precisamente la que requiere de seres con<br />

intenciones, valores e inteligencia, de los cuales los humanos parecemos ser<br />

el caso paradigmático. De otro modo, las acciones no serían decisiones, sino<br />

meras reacciones al curso previsible y explicable de los acontecimientos. En<br />

otras palabras, la ambición de adquirir un panorama completo del curso de<br />

los acontecimientos o de una descripción completa de las probabilidades, nos<br />

paralizaría por ser un objetivo inalcanzable.<br />

Un aspecto colateral, pero de gran importancia para la vida política y social,<br />

es que la asimilación de previsibilidad y explicación, nos hace pasar de la<br />

comprensión de lo ocurrido a la rendición de cuentas por parte de los<br />

responsables. Por ejemplo, 4 si en cierta ocasión ocurre una explosión en una<br />

estación de combustible, el primer paso es determinar las causas y condiciones<br />

por las que dicho episodio tuvo lugar. Es decir, queremos explicar por qué ocurrió<br />

la explosión y así comprender lo ocurrido. Si el peritaje indica que fue debido a<br />

una falla en la instalación eléctrica, pasamos sin solución de continuidad a<br />

preguntarnos si podía haberse evitado. Supongamos, por simplicidad, que el fallo<br />

se debió a un tornillo que se desajustó y al caer hizo contacto entre los cables,<br />

produciendo una chispa que inició el incendio y luego la explosión. Una serie de<br />

preguntas se amontonan como avalancha: ¿Quién fue el responsable de ajustar<br />

el tornillo? ¿Quién fue el fabricante de ese tornillo que se desajustó una vez que<br />

fue colocado adecuadamente? ¿Quiénes eran los responsables de revisar que<br />

el tornillo estuviera bien ajustado? ¿Cada cuántos meses se hace la inspección<br />

del tornillo? ¿Hubo alguien que le pagó al inspector del tornillo para que no hiciera<br />

la revisión? ¿Quién es el jefe máximo del inspector corrupto? ¿Qué hacer con<br />

3 En otro pasaje de su capítulo el autor cita muy oportunamente el reporte de la Agencia Medioambiental Europea<br />

–respecto a este mismo punto– pero enfocado a la prevención: “Prevenir desastres requiere usualmente actuar<br />

antes de que haya pruebas fuertes del daño.”<br />

4 El lector atento puede remplazar la catástrofe por alguna otra más cercana a su comunidad como lo fue el<br />

incendio de un local bailable al impactar una bengala con el material inflamable del techo; o las muertes ocurridas<br />

en un centro comercial, cuando los guardias de seguridad cerraron las puertas para evitar el saqueo durante un<br />

incendio.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 271


quienes sospecharon que había habido un hecho de corrupción y que pudiendo<br />

evitarlo si lo investigaban no lo hicieron? Ellos habrían podido evitar el hecho de<br />

corrupción que evitó la inspección, que a su vez habría evitado la catástrofe.<br />

También lo podrían haber evitado quienes están encargados de las normas de<br />

seguridad, y no advirtieron que era necesario prohibir los tornillos conductores en<br />

las cajas de electricidad de las estaciones de servicio.<br />

Cada una de estas preguntas apunta a diferentes actores que, de haber<br />

actuado diferente habrían evitado la catástrofe. Pero el solo hecho de que<br />

pueda afirmarse que “si el agente A hubiera actuado diferente, entonces el<br />

hecho B no habría ocurrido” 5 , no estamos habilitados de modo seguro a<br />

afirmar que A es responsable del hecho B. Lo que genera la sensación de que<br />

ese paso es válido es el paso inverso: es cierto que si A es responsable de la<br />

ocurrencia del hecho B, lo es en virtud de que A tenía la posibilidad de actuar<br />

diferente y, esos modos diferentes de actuar no habrían llevado a la ocurrencia<br />

del hecho B. En resumidas cuentas, la atribución de responsabilidad sustenta<br />

el condicional contrafáctico, pero la verdad del condicional no es suficiente<br />

para la atribución de responsabilidad. 6<br />

En síntesis, las explicaciones no siempre avalan que era previsible lo<br />

ocurrido. Y en este sentido esta dificultad tendrá fuertes repercusiones en la<br />

asignación de responsabilidad a los funcionarios. La explicación por sí sola no<br />

implica la previsibilidad que hace impacto sobre la responsabilidad.<br />

El principio de precaución<br />

Al tratar el problema del riesgo material el autor vuelve sobre el punto de<br />

los límites en el conocimiento y los logros del conocimiento.<br />

Lo imprevisible, lo fortuito y la incertidumbre sobre el futuro nos imponen<br />

un límite a lo que somos capaces de tener en cuenta en el cálculo de ese<br />

futuro. Por otra parte, nuestro conocimiento actual nos permite visualizar<br />

5 Por ejemplo, el condicional verdadero “si se hubiera usado otro tipo de tornillo se habría evitado la chispa (usando<br />

tornillos no conductores, por ejemplo)” no indica indefectiblemente que el ingeniero que diseñó el tablero eléctrico<br />

es responsable de la explosión.<br />

6 Un ejemplo cercano es el intento de enjuiciar a los fabricantes de armas por ser responsables de los hechos<br />

delictivos, ya que de no haber fabricado esas armas, tales hechos no habrían ocurrido (al menos del modo en que<br />

ocurrieron). Esto abre una discusión muy amplia sobre el tema que excede el marco del presente trabajo. Sin<br />

embargo, se debe señalar que es un problema muy complejo el de relacionar este tipo de condicionales con la<br />

atribución de responsabilidad. En ambos extremos están los casos claros como por ejemplo “si el asesino no<br />

hubiera apretado el gatillo, la víctima no habría muerto” lo cual indica claramente la responsabilidad del asesino y<br />

“si Kennedy no hubiera nacido, no habría sido asesinado” que de ningún modo implica a la madre de Kennedy como<br />

cómplice del crimen. Pero en medio de estos casos transparentes hay mucho trabajo para realizar.<br />

272 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


ciertos riesgos potenciales con una distribución de probabilidades sobre la<br />

base de la experiencia pasada, o la asignación de propensiones sobre la base<br />

de las teorías vigentes. 7 Ignorancia y conocimiento se combinan entonces para<br />

inclinarnos a una actitud de precaución.<br />

Para ser más precisos, debemos entender que el mismo autor no toma la<br />

ignorancia como fundamento de la precaución, sino la conciencia de la<br />

ignorancia. El saber que hay cosas que no podemos prever es lo que nos<br />

inclina a la prudencia.<br />

En cuanto al conocimiento de los riesgos debemos tener en cuenta que tal<br />

conocimiento es incompleto, y por lo tanto nos da un panorama de<br />

probabilidad de cada uno de los riesgos previsibles. Esa probabilidad depende<br />

de nuestro conocimiento. En una espiral sin fin conocimiento e ignorancia<br />

danzan en el cálculo del futuro.<br />

Ahora bien, es éste el momento en que la distinción anterior se torna<br />

crucial. Cuando los agentes deben tomar decisiones sobre el curso de acción,<br />

la información siempre será insuficiente. Para cuando es suficiente, ya es<br />

tarde. 8<br />

Dado que esta situación es la regla y no la excepción, la parálisis que<br />

proviene de esperar a que se acumule la totalidad de los datos no es una<br />

opción. Por lo tanto, también habremos de ser precavidos en adherir al<br />

principio de precaución. Debemos ser precavidos tanto para actuar como para<br />

omitir actuar.<br />

Lo que nos permite escapar a la parálisis es la idea de costo potencial que<br />

indica cuál curso de acción tiene más riesgo, si el de realizar la acción X o el<br />

de no realizarla. El autor muestra claramente esta situación con el ejemplo del<br />

retiro de la manija en una bomba de agua. Cometer el error de asignarle<br />

incidencia a un ítem que no lo tiene y estar equivocado al realizar la acción X<br />

preventiva, era menos costoso que cometer el error de creer que dicho ítem no<br />

tiene incidencia y por lo tanto no realizamos la acción preventiva X, permitiendo<br />

que el ítem siga generando el efecto no deseado. Esta situación podría<br />

denominarse respectivamente “error de tipo I” y “error de tipo II” en consonancia<br />

con la nomenclatura de toma de decisiones sobre la base estadística. 9<br />

7 Asignamos propensiones o chances a los hechos que podrían ocurrir y sobre los cuales no tenemos acumulación<br />

de datos estadísticos, pero tenemos teorías que nos permiten asignar una probabilidad aun sin contar con una<br />

frecuencia de ocurrencia.<br />

8 Es en este apartado dedicado al principio de precaución donde Tula Molina cita el reporte 22 de la Agencia<br />

Medioambiental Europea aludida en nuestra nota.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 273


Ignorancia y conocimiento: intervenir o dejar que ocurra<br />

Hasta aquí la exposición de Tula Molina exhibe un sano equilibrio entre la<br />

precaución relativa a tomar cierto curso de acción y la relativa a omitir tomarlo.<br />

Sin embargo este equilibrio se ve amenazado por la cita que elige de la Carta<br />

Mundial de la Naturaleza (1982):<br />

Las actividades susceptibles de entrañar graves peligros para la naturaleza<br />

deben ser precedidas por un examen a fondo, y quienes promovieran esas<br />

actividades deben demostrar que los beneficios previstos son mayores que<br />

los daños que puedan causar a la naturaleza 10<br />

Esta cita nos propone evaluar los daños frente a los beneficios y no los<br />

daños de tomar determinados cursos de acción frente a los daños de no<br />

tomarlo. Por otra parte se refiere a “daños que puedan causar” lo cual indica<br />

más bien un riesgo de daño que un daño efectivo.<br />

Hay entonces dos comparaciones en juego. Por un lado comparar riesgos<br />

asociados a una acción con los asociados a su omisión. Por otro lado,<br />

comparar beneficios de una acción con sus riesgos. Esta diferencia puede no<br />

ser importante en muchos ejemplos y sin embargo, producir un desvío en el<br />

análisis de otros casos. Por ejemplo, para desarrollar un puerto deportivo en<br />

cierta zona de la costa, deberán evaluarse los riesgos (daños posibles) de<br />

realizarlo versus los beneficios de construirlo. En cambio, para la decisión de<br />

combatir los incendios forestales en ciertas áreas, se debe evaluar el riesgo de<br />

combatirlos contra el riesgo de no combatirlos. Ambas situaciones se han<br />

mostrado riesgosas. 11 De este modo es crucial comparar riesgos como lo<br />

sugiere el autor y no como lo sugiere la carta citada.<br />

Puede parecer un detalle menor según el caso de que se trate. Pero debe<br />

advertirse que la forma de comparación citada entraña una polaridad de dos<br />

culturas. Una que en su extremo entiende que toda intervención humana<br />

produce alteraciones nocivas a la naturaleza, y otra que, también en su<br />

9 Recordemos que se denominan así respectivamente al error de asumir que una muestra no proviene de cierta<br />

población cuando en realidad la diferencia entre sus indicadores (media y desvío) es solo azarosa, o atribuirle<br />

provenir de la población de referencia cuando en realidad no es así.<br />

10 AG NU Res. 37/7, de 28 de octubre de 1982 en Actuar y reaccionar...<br />

11 No combatir los incendios forestales parece un sinsentido frente al interés por preservar ese bosque, pero se ha<br />

especulado acerca de que el evitar los incendios anuales lleva a la acumulación de hojas secas durante años, lo cual<br />

permite que cada incendio potencial a enfrentar cuente con más combustible. Este ejemplo escapa a la complejidad<br />

de comparar riesgos de diferente índole pero los hay complejos. Piénsese que al construir un embalse para regular<br />

las crecidas en cierta zona y evitar anegamientos, debemos comparar los riesgos de alterar el curso del rio y modificar<br />

el régimen de afluencia de agua a ciertas zonas con los riesgos que intentamos evitar. Quizás sean diferentes las<br />

especies que se benefician y se damnifican con cada decisión (sin referirnos siquiera a los seres humanos).<br />

274 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


extremo, defiende que si hay daños por las alteraciones realizadas en la<br />

explotación del entorno, será la propia tecnología la que los reparará.<br />

Podríamos pensar en otra formulación que sostuviera lo siguiente:<br />

Las omisiones de intervención que puedan entrañar graves peligros<br />

para la naturaleza deben ser precedidas por un examen a fondo, y<br />

quienes promovieran esa no intervención deben demostrar que los<br />

beneficios previstos al no actuar son mayores que los daños que<br />

puedan ocasionarse a la naturaleza por no realizar tales acciones.<br />

En este sentido, se pondría el acento en que los actores tienen una<br />

responsabilidad que los hace evaluar si su inacción no es nociva para la<br />

naturaleza al dejar que ciertos cursos de acción –ya desencadenados<br />

previamente, naturales o no 12 –, sigan adelante y se produzcan los graves<br />

daños que se pueden prever si no intervenimos.<br />

Ignorancia y conocimiento en la prevención<br />

Un caso de aplicación en el que evaluamos riesgos versus beneficios, es<br />

el de la toma de decisiones sobre cuál es la cantidad de recursos adecuada<br />

para una emergencia. Un ejemplo claro es la cantidad de ambulancias que<br />

debe disponer una ciudad para el servicio público. Está claro que sea cual<br />

fuere la cifra que estimemos adecuada siempre es posible imaginar una<br />

catástrofe para la cual esa cantidad es exigua. El desafío es, en primer lugar,<br />

asignarle una probabilidad a ese tipo de catástrofes y a su frecuencia y, por<br />

otra parte, decidir si vamos a tener esos recursos disponibles para episodios<br />

así de esporádicos. Sabemos que los recursos son finitos, y que lo que<br />

decidamos asignar a una flota de ambulancias que solamente se utilizarían en<br />

caso de catástrofes que solo han ocurrido una vez en la historia o su frecuencia<br />

es una vez cada 30 años, debe tener un balance en comparación con los<br />

beneficios que le provea a la comunidad tener una flota menor. Los extremos<br />

son claros, pero habrá un límite en donde debemos tomar decisiones que sean<br />

útiles a la sociedad, y no denostarlas cuando esas decisiones se mostraron<br />

erróneas post factum de manera imprevisible. Toda decisión debe tomarse<br />

sobre la base de esa combinación de conocimiento e ignorancia, y no sobre<br />

la base de prever todo episodio, por más improbable que parezca. 13<br />

Una vez más, tomar la decisión incorrecta significa haber dejado sin cubrir<br />

una gama de riesgos que, no solamente eran previsibles, sino que su<br />

12 Esta distinción nuevamente puede ponerse en entredicho. Sin embargo quiero señalar que hay cursos de acción<br />

que entendemos nocivos para con la naturaleza, como lo sería el impacto de un gran meteorito con la Tierra, y que<br />

no obedecen a desastres ocasionados por la humanidad sino sufridos por ella y el resto de las especies. En este<br />

tipo de casos la responsabilidad de intervención sigue el análisis de esta formulación.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 275


probabilidad de ocurrencia está por encima del límite que la sociedad está<br />

dispuesta a tolerar. Como vemos, la sociedad debe decidir cuántos esfuerzos<br />

puede dedicar y cuáles son los límites que acepta no poder prever.<br />

Ignorancia y conocimiento: remedio y enfermedad<br />

Un aspecto álgido y delicado en el que la combinación de conocimientos<br />

e incertidumbre se pone en juego de manera peculiar, es en la introducción en<br />

el mercado de nuevos medicamentos. Lo mismo ocurre con nuevos productos<br />

y procesos tecnológicos, como lo fue el microondas en su momento, el puntero<br />

laser, los celulares, la irradiación de alimentos, los alimentos transgénicos,<br />

etcétera. Por brevedad tomaremos como ejemplo el problema de aceptar el<br />

uso de un medicamento.<br />

Sabemos que no sabemos. Y esto puede usarse adecuadamente para<br />

adherir al principio de precaución o puede usarse mal para admitir un<br />

medicamento sin las pruebas necesarias o no admitirlo por toda la eternidad.<br />

Sí, aquí hay una asimetría.<br />

Cuando se trata de saber si cierta droga D produce, digamos, el efecto<br />

colateral Z, es bastante obvio que se necesita un estudio experimental para<br />

obtener resultados. Al finalizar el estudio puede haber un grupo de sujetos de<br />

entre los que tomaron la droga D que han desarrollado el efecto Z, y otro grupo<br />

de sujetos que, aun no habiendo tomado la droga D, también muestran ese<br />

mismo efecto. Supongamos además que el primer grupo es mayor que el<br />

segundo. El paso siguiente es medir cuál es la probabilidad de que esa<br />

diferencia sea significativa y no solamente debida al azar. Una vez más, los<br />

errores de tipo I y tipo II amenazan las decisiones. La pregunta crucial es qué<br />

probabilidad de equivocarnos toleraremos. No cabe la ilusión de hacer más<br />

pruebas para tener certeza porque ese límite ideal es inalcanzable.<br />

Nótese que hay dos probabilidades en juego. Una es la probabilidad de<br />

que D produzca Z –cuestión de la que no hemos hablado–, pero se desprende<br />

de que no todos los que toman D desarrollan Z, pero algunos sí lo hacen. Y<br />

otra es la que nos dice cuán cerca estamos de no cometer un error al decir que<br />

D no produce Z, o al decir lo contrario. Una probabilidad es sobre las variables<br />

y la otra es sobre las hipótesis.<br />

13 Si alguien todavía alberga la ilusión de utilizar el segundo criterio, y tomar las medidas preventivas para cualquier<br />

tipo de dificultad, puede realizar el ejercicio de imaginar una y otra vez la catástrofe para la cual no estaría<br />

preparado.<br />

276 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


La ignorancia juega un papel doble aquí. Frente a esta sucesión de que<br />

cada ensayo nos permite tener mayor grado de seguridad, pero la certeza es<br />

inalcanzable, los defensores del medicamento podrían alentarnos a no realizar<br />

todos esos ensayos, ya que de nada sirve aumentar la probabilidad de estar<br />

en lo cierto, si todavía quedan chances de equivocarnos. Una variante extrema<br />

del uso de la ignorancia a favor de lanzar el medicamento al mercado es<br />

aquella según la cual se indica en el prospecto que “no se conoce que D<br />

produzca Z”. Esta leyenda de ningún modo indica que se hayan hecho los<br />

ensayos que mencionamos. Solo dice que no se sabe. Y esta leyenda es<br />

comprendida bajo la autoridad de quienes han permitido su venta, como si<br />

dijera “se conoce que D no produce Z”.<br />

La segunda cara de la ignorancia es que ya que todavía queda, por ejemplo,<br />

un 0,01 % de chances de que el medicamento produzca efectos no deseados,<br />

no se lo debe admitir en la comunidad hasta tanto no tengamos certeza de<br />

que esto no sea así. Aquí la ignorancia nos lleva a la imposibilidad de aceptar<br />

un medicamento y a que el rechazo sea eterno.<br />

Como podemos apreciar, es la ignorancia el arma con el que ambos<br />

extremos están blandiendo sus argumentos. Pero debemos advertir que hay<br />

tres niveles de ignorancia en juego, así como había dos probabilidades. Una<br />

ignorancia es la que tiene que ver con que no todo sujeto que recibe D<br />

desarrolla Z, aunque algunos sí lo hacen. Otra tiene que ver con que no<br />

sabemos con certeza si la hipótesis es correcta (equivalente al conocimiento<br />

de la probabilidad sobre la hipótesis). Finalmente, el tercer nivel de ignorancia<br />

es el señalado al interpretar una frase por otra desplazando la partícula de la<br />

negación. En este mismo nivel de ignorancia, se encuentra la creencia de que<br />

se pueden tomar decisiones sin que exista ese margen de error del segundo<br />

nivel de ignorancia.<br />

Ignorancia y democracia<br />

¿Qué hacer con estos problemas? Es aquí donde la propuesta del autor de<br />

producir una nueva generación que conciba la tecnología de manera diferente,<br />

apunta directamente a la educación. En los niveles educativos se hace<br />

imprescindible eliminar al menos los dos últimos niveles de ignorancia. El primer<br />

nivel de ignorancia –aquél involucrado en que algunos sujetos desarrollan Z y<br />

otros no al ingerir D– no es crucial en la toma de decisiones, sino en el camino<br />

a establecer la hipótesis en cuestión de si D produce Z o no lo produce.<br />

Encontramos entonces que la educación tiene una deuda enorme para con<br />

los ciudadanos, los ha dejado huérfanos de herramientas para defenderse de<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 277


los discursos falaces o de los deslizamientos de interpretación. Y mucho<br />

menos para defenderse de una realidad probabilística que se les escondió<br />

bajo una representación maniquea determinista en la que o bien sabemos que<br />

D causa Z, o bien sabemos que no lo hace.<br />

En este aspecto podemos incluir un punto más de tensión. Tula Molina<br />

menciona, siguiendo a Castoriadis, que “el problema político es un problema de<br />

doxa [opinión] y no de epistéme [conocimiento justificado]”. Sin embargo, dado<br />

que las decisiones democráticas (ya sean por representantes o directas) deben<br />

tomarse sobre la base de cierto conocimiento y que, en este caso analizado, tal<br />

conocimiento involucra tres niveles, uno de los cuales es técnico y propio de la<br />

investigación, pero los dos restantes corresponden al saber fundamentado y no<br />

a la opinión, podemos decir que parte del problema consiste no haber atendido<br />

a tales saberes. O bien las decisiones se toman sobre los modos populares de<br />

interpretación en los que parecen válidos los desplazamientos de la negación<br />

de fuera a dentro de la frase, o bien se toman sobre la base del conocimiento<br />

probabilístico y la manera en que los resultados respaldan las decisiones,<br />

además de excluir los desplazamientos inválidos mencionados.<br />

La opinión no alcanza para una decisión responsable. El conocimiento<br />

justificado se hace indispensable. Quizás esta omisión hacía parecer más<br />

democrático el proceso por permitir que quien no comprenda cierta parte del<br />

problema pueda ejercer igualmente su derecho, pero es dudoso que esto<br />

último pueda sostenerse. ¿Puede afirmarse que un ciudadano que no<br />

comprende la diferencia entre “no se sabe si Kennedy murió” y “se sabe que<br />

Kennedy no murió” es libre para tomar decisiones respecto a ese tema? He<br />

tratado de mostrar con el caso analizado que en realidad la libertad que puede<br />

ejercer cada ciudadano depende fuertemente de un conocimiento que va más<br />

allá de su opinión, más bien es previo a que pueda formar su opinión y sin<br />

duda es condición necesaria para el ejercicio de su voto. Es aquí donde la<br />

educación nos debe dar la plataforma para ser efectivamente actores<br />

democráticos y no individuos que reaccionan a estímulos de manera acrítica.<br />

La democracia en la ignorancia parece ser una contradicción. Y ya que hemos<br />

equiparado acciones y omisiones para ser evaluadas en cuanto a los riesgos<br />

que cada una conlleva, podemos sostener que toda omisión que se permita<br />

acerca de la educación de los ciudadanos pone en riesgo el funcionamiento<br />

democrático mismo, con lo cual es altamente probable que no haya ningún<br />

nivel de beneficio que pueda compensar semejante daño a la sociedad.<br />

278 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Resumen<br />

Ciencia, Tecnología y Democracia:<br />

distinciones y conexiones<br />

Andrew Feenberg<br />

Simon Fraser University<br />

Este artículo argumenta que a pesar de una considerable superposición, la<br />

ciencia y la tecnología deben ser distinguidas. La investigación que procura<br />

comprender la naturaleza está controlada por la comunidad de investigadores.<br />

Esto la distingue de actividades orientadas a la creación de productos bajo el<br />

control de organizaciones tales como las corporaciones y las agencias<br />

gubernamentales. Incluso donde una y la misma actividad se preocupa tanto<br />

por la verdad y la utilidad, está controlada en los dos diferentes contextos. En<br />

el artículo se sigue esta distinción a través de la historia de la ciencia y la<br />

sociedad durante la posguerra en Estados Unidos, a través de una<br />

comparación directa de varios casos y sus implicancias, y mediante la<br />

discusión sobre la estructura paradójica de las relaciones entre tecnología y<br />

sociedad. Estas relaciones constituyen una “jerarquía entramada” en la medida<br />

en que los grupos sociales se forman alrededor de las mediaciones técnicas,<br />

las cuales a su vez median y transforman. Las políticas de ciencia y tecnología<br />

difieren en que la contribución de los grupos sociales al cambio científico es<br />

mucho menos directa que en el caso del cambio tecnológico.<br />

Prólogo: El fiasco de la fusión fría<br />

El 23 de marzo de 1989 Martin Fleischman y Stanley Pons aparecieron en<br />

una conferencia de prensa de la Universidad de Utah, anunciando el<br />

descubrimiento de la fusión fría. El Presidente de la Universidad y varias otras<br />

autoridades también estaban presentes y hablaron con la prensa. La<br />

desacostumbrada participación de la prensa y de tales autoridades, indicaba<br />

que la fusión fría era más que un avance científico. Pronto la Universidad<br />

anunció la formación de un instituto de investigación con fondos del Estado.<br />

Su objetivo no sólo era el conocimiento de los fenómenos sino también<br />

preparar aplicaciones comerciales en gran escala. Al principio, pareció posible<br />

que la fusión fría revolucionaría la generación de electricidad y que<br />

transformaría la economía mundial.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 279


Conocemos ahora el fin de la historia. En poco tiempo la fusión fría fue<br />

desacreditada y la mayoría de los investigadores perdieron el interés en ella.<br />

El instituto de la Universidad de Utah cerró en 1991 y el apoyo para continuar<br />

trabajando en este campo rápidamente se evaporó (Simon, 2002). Tales<br />

eventos ilustran un modo particularmente claro la complejidad de la relación<br />

entre ciencia y tecnología hoy.<br />

El relato clásico, pero en general desacreditado, de tales relaciones<br />

sostiene que la ciencia es un conjunto de verdades sobre la naturaleza y la<br />

tecnología una aplicación de tales verdades en la producción de instrumentos<br />

útiles. Verdad y utilidad pertenecen a mundos diferentes ligados sólo por la<br />

subordinación de la última a la primera. Pero los historiadores han mostrado<br />

que pocas tecnologías surgieron como aplicaciones de la ciencia hasta hace<br />

poco tiempo. La mayoría se desarrolló de modo independiente de la ciencia y,<br />

–en realidad– en casos como el de la óptica, la tecnología tuvo más impacto<br />

en la ciencia que al contrario. La ciencia es incluso más dependiente de la<br />

tecnología hoy que en el pasado. Es verdad que el siglo XX asistió a un<br />

incremento dramático en las aplicaciones prácticas del conocimiento científico,<br />

pero esta nueva situación no revela la esencia de la relación entre ciencia y<br />

tecnología. Por el contrario, confunde la distinción del sentido común<br />

estableciendo el carácter productivo como propio de la ciencia.<br />

En cualquier caso, el modelo clásico no describe el caso la fusión fría.<br />

Fleischman y Pons no aplicaron ninguna ciencia preexistente en su trabajo,<br />

sino que hicieron un descubrimiento empírico del tipo que asociamos con la<br />

invención. Ellos no estaban buscando confirmar o invalidar una teoría con<br />

experimentos, como lo harían los abordajes filosóficos del método científico,<br />

sino que, por el contrario, procuraron producir un efecto inexplicado –y<br />

finalmente inexplicable. Su descubrimiento empleó un dispositivo tecnológico<br />

que fue al mismo tiempo un aparato experimental y un prototipo comercial.<br />

Consecuentemente, las dos puntas de su descubrimiento apuntan tanto a la<br />

comunidad científica como a la de negocios.<br />

Casos como este proliferan en las ciencias biológicas, donde las técnicas<br />

científicas se despliegan en la búsqueda de resultados de interés no sólo para<br />

investigadores, sino también para las compañías farmacológicas. Productos y<br />

conocimiento emergen juntos del laboratorio. La búsqueda de conocimiento y<br />

el hacer dinero se juntan en un único trabajo. La distinción entre ciencia y<br />

tecnología parece quebrarse. De aquí el uso extendido del término<br />

“tecnociencia”.<br />

280 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Distinguiendo Ciencia y Tecnología<br />

Los teóricos posmodernos y muchos investigadores en Estudios de<br />

Ciencia y Tecnología ya no creen que haya una distinción de principio entre<br />

ciencia y tecnología. Ciertamente los límites son mucho más vagos que en el<br />

pasado. Pero si concluimos que no podemos distinguirlos de ningún modo,<br />

¿en qué se convierten las distinciones asociadas entre teoría y práctica,<br />

investigación y aplicación, trabajo académico y negocio, verdad y utilidad?<br />

¿Debemos abandonarlas también?<br />

La vieja distinción entre ciencia y tecnología y todas esas distinciones<br />

asociadas implican una jerarquía de valores. Ciencia, teoría, investigación,<br />

trabajo académico y verdad fueron consideradas más nobles que tecnología,<br />

práctica, aplicación, negocio y utilidad, de acuerdo con la antigua preferencia<br />

por la contemplación desinteresada sobre la actividad mundana. Esta jerarquía<br />

fundamenta la demanda por la completa autonomía de la ciencia. En 1948 P.<br />

W. Bridgman expresó esta indiferencia, desde una “torre de marfil”, cuando<br />

afirmó que “el supuesto del derecho de la sociedad de imponer una<br />

responsabilidad sobre el científico cuando él no lo desea obviamente implica<br />

aceptar el derecho del estúpido de aprovecharse del inteligente” (Bridgman,<br />

1948, p. 70)<br />

En la medida en que la distinción entre ciencia y tecnología se vuelve difusa,<br />

la jerarquía de valores que justificaba tal excesivo esnobismo pierde su fuerza<br />

persuasiva. Un cambio básico ha ocurrido en la relación entre ciencia y<br />

sociedad. Hay una apertura por parte de la ciencia a varias formas de control<br />

político y económico y, en algunos casos, lo que yo llamaría “intervención<br />

democrática” por miembros legos del público ¿Pero qué es lo que esto<br />

significa exactamente?<br />

Ciertamente no significa eliminar el laboratorio, obligando al científico a<br />

trabajar con el público mirando por sobre sus hombros, ni que haya que<br />

basarse en el gobierno para las decisiones epistémicas. La democratización y<br />

la intervención política y económica en la ciencia es más modesta en sus<br />

objetivos por muchas razones. Pero la lucha por el control social de la<br />

tecnología difícilmente puede considerarse modesta. Se intensifica de modo<br />

constante y frecuentemente conduce a la intervención directa de los<br />

ciudadanos y los gobiernos en decisiones tecnológicas, e incluso en los<br />

criterios para la toma de decisión utilizados para seleccionar tecnologías.<br />

La vieja jerarquía de valores ciertamente ha sido embrollada en los últimos<br />

años en la medida en que una mayor cantidad de trabajo científico se dirige<br />

directamente a la producción de bienes comercializables. Vivimos en una tierra<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 281


chata de dos dimensiones y no en un universo de tres dimensiones con<br />

coordenadas verticales. Pero más allá de los cambios, precisamos de las viejas<br />

distinciones. Ellas corresponden a divisiones vitales estratégicas dentro del<br />

mundo de la política. La cuestión es ¿Cómo podemos reconstruir la distinción<br />

entre ciencia y tecnología sin caer en un esquema valorativo pasado de moda?<br />

Esto es lo que voy a intentar aquí.<br />

En lo que queda de esta presentación quisiera ofrecer un nuevo marco<br />

para discutir la relación entre ciencia, tecnología y democracia. Discutiré cuatro<br />

cuestiones en el tiempo permitido. Primero, quiero introducir algunos criterios<br />

básicos para realizar la distinción que nos ocupa aquí. En segundo término<br />

propondré un esquema histórico de la evolución de la relación cognitiva entre<br />

ciencia y sociedad. En tercer lugar, argumentaré que la democratización tiene<br />

un significado normativo específico para la tecnología que no lo tiene para la<br />

ciencia. Y cuarto, presentaré algunas reflexiones filosóficas sobre la estructura<br />

paradójica de la emergencia de la esfera técnica pública.<br />

Dos Criterios<br />

Incluso si a veces resulta difícil distinguir la búsqueda de la verdad de la<br />

búsqueda de la utilidad, otros criterios nos permiten realizar una distinción que<br />

podemos usar entre ciencia y tecnología. No me interesan aquí los casos<br />

obvios como la diferencia entre la física teórica y los trabajos viales. Los casos<br />

difíciles son más interesantes. Ellos surgen en las zonas en expansión de<br />

actividades que parecen atravesar la línea entre ciencia y tecnología. En tal<br />

zona los criterios pueden desarrollarse a partir del estudio de la práctica<br />

científica y tecnológica, por ejemplo, las diferencias sutiles en los papeles que<br />

juegan el conocimiento y el trabajo técnico en la experimentación y en la<br />

tecnología de base científica (Radder, 2009). Aquí me concentraré en los<br />

criterios que reflejan diferencias significativas en el gobierno y procedimientos<br />

porque son directamente relevantes para la política científica y tecnológica.<br />

La distinción ciencia/tecnología se solía asociar con la distinción entre la<br />

investigación académica y la corporativa. Pero hay contraejemplos obvios tales<br />

como Bell Labs, donde trabajo científico de alta calidad fue realizado bajo<br />

auspicios corporativos. Sin embargo, hay una diferencia entre el tipo de<br />

investigación realizada en las universidades y la realizada tanto en Bell Labs<br />

como en la mayoría de los desarrollos de productos, incluyendo desarrollos<br />

que emplean métodos de laboratorio pero que se realizan en secreto o son<br />

usados para promover productos específicos. Esto sugiere un primer criterio<br />

para distinguir ciencia de tecnología: la diferencia en los procedimientos de<br />

decisión en ambos casos.<br />

282 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Las controversias científicas son resueltas por la comunidad científica o,<br />

más aún, por lo que los sociólogos de la ciencia designan como el “conjunto<br />

específico” de investigadores involucrados en el debate de los aspectos<br />

científicos relevantes. Las determinaciones sociales, culturales y económicas<br />

juegan un papel sólo indirecto en tales debates, por ejemplo, dando poder a<br />

algunos participantes para realizar experimentos costosos o influenciar la<br />

primera reacción a los resultados anunciados. Pero en el análisis final, las<br />

pruebas epistémicas llevadas a cabo por individuos o pequeños grupos en<br />

congresos, artículos, y laboratorios son la medida principal de las ideas en<br />

competencia.<br />

No quiero decir con ello que los científicos lleguen a la verdad absoluta,<br />

pero ellos consiguen un conocimiento confiable de la naturaleza y ese es su<br />

objetivo primario, el factor decisivo en su trabajo, incluso si el trabajo también<br />

los involucra en actividades comerciales. La tecnología también supone<br />

conocimiento de la naturaleza, pero muchas de las decisiones más importantes<br />

no son sobre conocimiento. Los criterios sociales y económicos son relevantes<br />

para las elecciones tecnológicas, e intervienen a través de la mediación de<br />

organizaciones tales como las corporaciones y las agencias gubernamentales<br />

que emplean trabajadores técnicos. Tales empleados, quienes pueden ser<br />

científicos, usualmente están situados en una cadena de autoridad<br />

administrativa que incluye individuos en funciones no-técnicas y con grandes<br />

responsabilidades, que nada tienen que ver con el conocimiento de la<br />

naturaleza. En los casos donde tales individuos determinan los resultados,<br />

podemos estar seguros de que se trata de una actividad técnica, incluso si en<br />

última instancia se genera conocimiento científico como un resultado colateral.<br />

La diferencia queda claramente ilustrada en el caso de la fusión fría. El<br />

objetivo comercial de la fusión fría dependía de la voluntad del estado de Utah<br />

en invertir en algo que generase dinero. La investigación tuvo que orientarse<br />

hacia tal objetivo. Dentro del instituto la existencia de la fusión fría no estaba<br />

en cuestión y los experimentos se realizaban en secreto. Pero exactamente el<br />

mismo efecto que fue creado por la organización con fines de explotación,<br />

también fue expuesto a evaluación científica y esto fue decisivo. Allí los<br />

beneficios potenciales a partir de la producción comercial de electricidad<br />

recibieron atención, pero de un modo menos significativo. Se utilizaron criterios<br />

científicos con relación al efecto, en la medida en que el conocimiento para su<br />

producción estaba disponible. Y fue rápidamente desacreditado,<br />

principalmente por dos factores epistémicamente significativos: el fracaso en<br />

la reproducción del efecto en el laboratorio, y falta de una conexión plausible<br />

entre el efecto y la teoría existente. Claramente, verdad y utilidad todavía<br />

pertenecen a mundos distinguibles, aún cuando se refieran a aspectos de un<br />

mismo fenómeno y frecuentemente crucen los límites buscando sus diferentes<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 283


objetivos. El punto de intersección, donde los criterios científicos y<br />

tecnológicos deben ambos coincidir, corresponde a la aplicación apropiada<br />

del término “tecnociencia”.<br />

La confusión de los límites ha tenido una influencia desafortunada en la<br />

evolución de los fondos de investigación. En los últimos años los ideólogos<br />

neoliberales han convencido a los gobiernos de que la respuesta de la ciencia<br />

frente a la sociedad se mide por el éxito comercial de sus aplicaciones. Una<br />

ligazón cada vez más estrecha entre los intereses comerciales y los programas<br />

de financiamiento de la investigación aumenta el impacto dañino sobre la<br />

comunidad de investigadores. El apoyo público a la investigación básica en<br />

una amplia gama de campos, incluyendo muchos sin una perspectiva de rédito<br />

comercial inmediato, es la base para el avance científico a largo plazo. También<br />

es esencial que la ciencia tenga los medios para servir a los intereses públicos<br />

incluso cuando las perspectivas de negocios sean bajas, como en el caso de<br />

los remedios para enfermedades “huérfanas”. Este nuevo sistema reduce la<br />

ciencia a servidora de la tecnología, con consecuencias desastrosas porque<br />

no toda ciencia es “tecno-”.<br />

El segundo criterio útil para distinguir ciencia y tecnología se refiere al papel<br />

diferente que juega la subdeterminación en cada caso. El concepto de<br />

subdeterminación fue introducido por el historiador francés Pierre Duhem para<br />

explicar el hecho de que las teorías científicas no se encuentran determinadas<br />

únicamente por observación y experimento. La interpretación de las<br />

contrastaciones de la teoría siempre dependen de otras teorías y, por lo tanto,<br />

el edificio completo del conocimiento está implicado en la evaluación de cada<br />

una de sus ramas particulares. En la práctica, esto significa que ningún<br />

experimento lógicamente concluyente puede liberar al investigador de la<br />

necesidad de tomar decisiones personales sobre la verdad o la falsedad de la<br />

teoría contrastada. Tales decisiones, Duhem sostuvo, se basan en el “buen<br />

sentido”. Son racionales, pero no poseen la certeza frecuentemente<br />

proclamada como propia de la ciencia.<br />

La fusión fría ilustra esta conclusión, aunque no el punto específico de<br />

Duhem, en tanto que los fracasos para reproducir el efecto fueron<br />

interpretados por Pons y Fleischman como fallas técnicas, y por sus oponentes<br />

como prueba de la inexistencia del efecto. La decisión entre tales<br />

interpretaciones no podría hacerse sobre la base exclusiva de experimentos,<br />

dado que la propia competencia de los experimentadores estaba cuestionada.<br />

Variaciones sobre este tema han sido discutidas en la filosofía de la ciencia<br />

durante un siglo. No hay dudas que algo ocurre allí. Pero Pons y Fleischman<br />

descubrieron que las explicaciones ad hoc proporcionan una defensa débil<br />

284 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


para los resultados experimentales anómalos y conflictivos, como los que<br />

caracterizaron el caso de la fusión fría. El único movimiento efectivo, en tales<br />

casos, es la producción de una nueva teoría que incluya tanto las<br />

observaciones antiguas como las nuevas. Pero la producción de alternativas<br />

plausibles es extraordinariamente difícil. Los defensores de la fusión fría no<br />

consiguieron proporcionarla. Su fracaso no es inusual. A pesar de que Einstein<br />

cuestionó la incerteza de la mecánica cuántica, le resultó imposible obtener<br />

algo mejor. Crear una nueva teoría científica requiere de una rara originalidad<br />

y una clase especial de comprensión crítica de la teoría existente.<br />

El caso con la tecnología es bastante diferente una vez más, no sólo porque<br />

las alternativas son usualmente fáciles de inventar. El concepto de<br />

subdeterminación puede adaptarse para darle importancia a esta diferencia. A<br />

los ingenieros y a otros trabajadores técnicos, les resulta obvio que no hay un<br />

“determinismo tecnológico” o una “racionalidad tecnológica” que imponga un<br />

único diseño para cada artefacto. El equivalente técnico de la<br />

“subdeterminación” de la observación y el experimento propuesta por Duhem,<br />

es la proliferación de diseños alternativos para artefactos de modo general<br />

similares. De la misma manera que la observación y el experimento pueden<br />

tener significados diferentes en contextos teóricos diferentes, también los<br />

artefactos pueden diseñarse de modo diferente y tener significados diferentes<br />

en el marco mayor de la tecnología existente.<br />

Hay, por supuesto, problemas difíciles como el de la vacuna contra el SIDA.<br />

Seremos afortunados si encontramos un único diseño exitoso, lejos estamos<br />

de tener una variedad para elegir. Pero la mayoría de los problemas técnicos<br />

no son tan difíciles y las alternativas están disponibles. La cuestión, entonces,<br />

es cómo se llevan a cabo las decisiones entre ellas. La subdeterminación<br />

técnica deja una amplio espacio para que los criterios económicos, culturales<br />

y sociales pesen sobre la decisión final entre las alterantivas. El equivalente al<br />

“buen sentido” de los científicos, en este caso, es proporcionado por órdenes<br />

gerenciales enviadas a los trabajadores técnicos a través de la cadena de<br />

mando cuyos consejos pueden ser tenidos en cuenta o no.<br />

Democratizando la ciencia<br />

Con estas distinciones en mente, quiero introducir algunas consideraciones<br />

históricas sobre el concepto de democratización de la ciencia. La ciencia<br />

siempre fue marginal para la política nacional hasta la Segunda Guerra Mundial.<br />

El Proyecto Manhattan y la investigación sobre el radar cambiaron el curso de<br />

la Guerra, y a partir de allí se da la unión de la ciencia con el gobierno unión a<br />

la que se suman las empresas; por lo cual, la ciencia se convirtió en una de las<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 285


fuerzas rectoras del desarrollo económico y social. Como resultado de estas<br />

alianzas, la ciencia fue expuesta a nuevas formas de intervención pública.<br />

Bosquejaré esta historia muy brevemente en el contexto norteamericano.<br />

El Proyecto Manhattan jugó un papel especial en la transformación de la<br />

relación entre ciencia y sociedad. Los científicos involucrados debieron jurar<br />

secreto durante la guerra. Actuaron como agentes del gobierno federal bajo<br />

comando militar. Pero, cuando llegó el momento de decidir si usar o no la<br />

bomba, se dieron cuenta que no eran simplemente empleados del gobierno.<br />

Justamente por el carácter secreto del proyecto, ellos eran también los únicos<br />

ciudadanos que podían entender la cuestión y expresar una opinión.<br />

Bajo el liderazgo de Leo Szilard y James Frank, intentaron ejercer su papel<br />

como ciudadanos mediante petitorios y reportes defendiendo el no uso. No<br />

tuvieron éxito, pero después de la guerra, cuando ya no estuvieron más atados<br />

por el secreto militar en el mismo grado, algunos de ellos se comprometieron<br />

en informar a la opinión pública. El famoso Boletín de los Científicos Atómicos<br />

fue el órgano semi-oficial de tal movimiento de “científicos”. Tuvo gran<br />

influencia, pero llevó muchos años para que la lucha contra las pruebas<br />

nucleares y los tratados sobre desarme tuvieran efecto en la política pública.<br />

Hubo un fuerte elemento de paternalismo tecnocrático en aquel<br />

movimiento. En el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra<br />

Mundial, hasta mediados de 1960, se creía ampliamente que las nociones<br />

tecnocráticas marcarían el curso futuro de las sociedades modernas. La<br />

política fue orientada cada vez más por expertos de una clase u otra. Pero el<br />

problema sobre qué hacer con la opinión pública persistió en la medida en<br />

que su aporte fue devaluado con relación al consejo experto. Una solución<br />

consistió en refinar las técnicas de persuasión. Los científicos eligieron una<br />

alternativa más respetable e intentaron educar al público. Sus esfuerzos fueron<br />

motivados por el sentido de que un público desinformado podría obstruir<br />

decisiones gubernamentales decisivas, basadas en el conocimiento científico.<br />

Esta experiencia influenció la actitud de los científicos entre 1960 y 1970,<br />

mientras el movimiento ambientalista comenzó a cobrar forma. Los biólogos se<br />

vieron a sí mismos ocupando el papel de los científicos atómicos durante el<br />

período de posguerra, poseyendo conocimiento de gran importancia para el<br />

público. También intentaron informar al público, defendiendo soluciones basadas<br />

en la ciencia para problemas que la gente podía entender en términos generales.<br />

Pero el paternalismo tecnocrático pronto dio lugar un nuevo patrón. Los<br />

desacuerdos surgieron entre los ambientalistas desde inicios de 1970, y<br />

debilitaron la autoridad de la ciencia. Es verdad, algunos físicos no estuvieron<br />

286 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


de acuerdo sobre cuestiones tales como la defensa civil, pero la gran mayoría<br />

de la comunidad científica articulada favoreció la política contenida en los<br />

tratados que todavía de modo vacilante, regulan los asuntos nucleares. No<br />

surgió tal consenso en el movimiento ambientalista. De hecho, existieron<br />

conflictos abiertos sobre las causas de la polución, algunos acusaban a la<br />

sobrepoblación, otros a las tecnologías defectuosas, algunos reclamaron el<br />

control involuntario de la natalidad, otros reglamentaciones más rígidas de la<br />

industria, e incluso otros un regreso a la naturaleza o, al menos, a la<br />

“simplicidad voluntaria” (Feenberg, 1999).<br />

El surgimiento de fisuras políticamente significativas en el movimiento<br />

ambientalista significó que los científicos no pudieron continuar ocupando el<br />

papel de educador de un público ignorante, sino que fueron obligados a jugar<br />

un papel político en la búsqueda de apoyo público. Para una población que<br />

hace poca distinción entre ciencia y tecnología, la pérdida de autoridad que<br />

resultó de tales controversias fue aumentada por una serie de desastres<br />

tecnológicos. El fracaso de Vietnam fue testigo de los límites de los tipos de<br />

conocimiento y poder tecnocrático a los que podía recurrir el Estado. El<br />

accidente nuclear en Three Mile Island en 1979, refutó las medidas habituales<br />

de riesgo establecidas con excesiva confianza por parte de la comunidad de<br />

ingenieros y científicos. El accidente del Challenger en 1986 reprobó la<br />

arrogancia de una nación que estaba orgullosa de haber puesto un hombre en<br />

la Luna. Muchos otros incidentes contribuyeron a un cambio gradual en la<br />

sensibilidad, y al final del milenio pocos jóvenes estaban eligiendo carreras<br />

científicas, y fuertes movimientos fundamentalistas estaban siendo cada vez<br />

más efectivos en oponerse a la enseñanza de la ciencia en las escuelas.<br />

Frente a estos antecedentes una nueva configuración emergió<br />

gradualmente. En los años 70 estábamos comenzando a ver más<br />

reconocimiento público de cuestiones ambientales y médicas que afectaban<br />

directamente a los individuos en su experiencia cotidiana. Tales cuestiones no<br />

estaban confinadas al dominio del discurso público como había sucedido con<br />

los problemas nucleares del período anterior. Esta es la razón para que los<br />

científicos además de hablar también escuchen, para aceptar el papel de<br />

educandos al mismo tiempo que de educadores. En este contexto pequeños<br />

grupos de científicos, tecnólogos y ciudadanos comenzaron a explorar una<br />

relación entre ciencia y sociedad completamente nueva. Esta relación cobró<br />

la forma no de una educación paternalista, sino de una verdadera colaboración<br />

con activistas de la comunidad.<br />

Una instancia notable fue el conflicto en Love Canal a fines de los 70.<br />

Residentes de tal comunidad se organizaron para pedir ayuda del gobierno<br />

con relación a la proximidad de un depósito de residuos tóxicos que les<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 287


estaban causando enfermedades a ellos y a sus hijos. Trabajaron junto a<br />

científicos voluntarios para documentar la magnitud del problema y finalmente<br />

obtuvieron compensaciones. En este caso, los informantes legos llevaron una<br />

situación problemática al conocimiento de los científicos y recogieron datos<br />

epidemiológicos útiles para que ellos los analicen.<br />

Otro movimiento similar entre los activistas del SIDA en 1980, comenzó<br />

con un conflicto considerable y falta de confianza entre los pacientes y la<br />

comunidad científica de los médicos. Los pacientes objetaron las restricciones<br />

en la distribución de remedios experimentales y el diseño de las pruebas<br />

clínicas. Pero la lucha finalmente murió cuando los líderes de las<br />

organizaciones de pacientes fueron invitados como consejeros de los<br />

científicos y médicos, para una organización más humana de la investigación<br />

(Epstein, 1996). Esta intervención lega agregó una nueva dimensión ética a las<br />

prácticas científicas que no estaban bien concebidas desde el punto de vista<br />

de los valores vigentes. El cambio también fue cognitivamente significativo,<br />

dado que facilitó el reclutamiento de sujetos humanos y aseguraron su<br />

cooperación en suministrar la información requerida por los investigadores.<br />

Estos son ejemplos norteamericanos, pero otros casos y otros<br />

procedimientos institucionales en otros países confirman el patrón general:<br />

desde la indiferencia hacia el paternalismo, y hacia signos de participación<br />

democrática entre ciencia y sociedad. Si esta tendencia se desarrolla<br />

ampliamente, promete realizar una contribución perdurable a la democracia en<br />

las sociedades tecnológicamente avanzadas.<br />

Tecnología y sociedad<br />

Dejé una ambigüedad en la historia anterior. Mis ejemplos incluyen un arma,<br />

un depósito de residuos tóxicos y una enfermedad. Los científicos están<br />

involucrados en todos ellos. Pero ¿es “ciencia” la palabra adecuada para<br />

describir sus actividades en los tres casos? Claramente, la construcción de<br />

una bomba involucra muchas habilidades industriales y se dirige directamente<br />

a la producción de un arma, no a una mejor comprensión de la naturaleza. Los<br />

otros casos son similares. Los químicos y microbiólogos estaban involucrados<br />

(y todavía lo están en el caso del SIDA). Pero sus actividades estaban<br />

organizadas por un aparato industrial elaborado para producir bienes, no para<br />

contribuir a nuestra comprensión de la naturaleza, a pesar que ellos<br />

efectivamente también lo hagan.<br />

En mi opinión es un error concentrarse exclusivamente la relación entre<br />

ciencia y sociedad al discutir casos como estos. Tal abordaje tiende a colocar<br />

288 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


el énfasis en el aspecto cognitivo de la relación. Pero cuando la ciencia deja<br />

el laboratorio y entra en la sociedad como tecnología, debe servir a muchos<br />

otros intereses además del interés por el conocimiento. Como hemos visto, la<br />

tecnología es un campo de actividad en sí mismo. La ecuación que la ve como<br />

una mera aplicación de la ciencia no le hace justicia. Las organizaciones<br />

industriales son mediadoras independientes entre los científicos y sus<br />

productos tecnocientíficos. Tales organizaciones son mediadoras<br />

independientes con sus propias lógicas y procesos. Por razones que exploraré<br />

en esta sección, la creación técnica está mucho menos protegida de la<br />

intervención no profesional, de lo que está la ciencia en su papel cognitivo.<br />

Si tales campos se describen adecuadamente como tecnociencias la<br />

situación se complica por la ambigüedad de varias actividades incluidas en la<br />

investigación y la comercialización. Cuando los actores buscan más<br />

autonomía, ellos afirman estar haciendo ciencia; cuando buscan apoyo<br />

financiero afirman estar haciendo tecnología. Jessicka Kammen describe un<br />

caso interesante, donde investigadores trabajando en una vacuna<br />

anticonceptiva intentaron deslindar todas las dificultades en “tecnologías”<br />

complementarias, reservándose el título de “ciencia” para su trabajo. Tal<br />

distinción les permitió continuar procurando la vacuna sin preocuparse por los<br />

obstáculos prácticos de su desarrollo concreto (Kammen, 2003). Aquí las<br />

distinciones que estamos utilizando se tornan recursos políticos, pero esto no<br />

debe impedirnos ver lo que realmente está en juego, es decir, el bienestar de<br />

millones de mujeres y sus familias.<br />

La razón del diferente papel que juega el público en la ciencia y en la<br />

tecnología es simple. Mientras las teorías científicas son abstracciones y<br />

experimentos confinados al laboratorio, las tecnologías proporcionan los<br />

entornos en los cuales la gente ordinaria vive. La experiencia con tales entornos<br />

es una fuente potencial de conocimiento –como hemos visto– y allí prevalecen<br />

las actitudes cotidianas hacia el riesgo y los beneficios. Todo esto distingue a<br />

los públicos legos de los científicos y tecnólogos cuyo conocimiento está<br />

formalizado, y quienes evalúan riesgos y beneficios con herramientas<br />

matemáticas.<br />

Bridgman simplemente desacreditó al público como “estúpido”, pero esto<br />

ya no es más posible. Muy frecuentemente los observadores no profesionales<br />

se han convertido en “canarios en la mina”, alertando a los científicos de<br />

peligros pasados por alto. Además, las disciplinas científicas y técnicas<br />

contienen muchos elementos tradicionales durante un estado anterior de la<br />

sociedad y su cultura. En el caso de la tecnología, la persistencia de tales<br />

elementos, luego de pasado su momento, a veces causa daño y motiva<br />

cambios desde abajo que actualizan la tradición.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 289


Consideren los grandes cambios en obstetricia de un tiempo a otro. Hasta<br />

hace no mucho los maridos caminaban en círculos en las salas de espera<br />

mientras sus esposas parían bajo anestesia. Hoy los maridos son invitados a<br />

la sala de parto y se alienta a las mujeres a usar menos anestesia ¿Es resultado<br />

de descubrimientos científicos? Difícilmente. Pero en ambos casos el sistema<br />

está prescripto médicamente y el movimiento feminista y de parto natural de<br />

los años 70, responsable del cambio, fue olvidado. Un inconciente tecnológico<br />

se extiende sobre la interacción entre razón y experiencia.<br />

Hay otra distinción sobre la relación entre la ciencia y la tecnología con la<br />

sociedad. Incluso cuando emplean científicos y conocimiento científico, las<br />

corporaciones y las agencias gubernamentales podrían no gustar de la relativa<br />

autonomía de la ciencia. Sus productos hacen surgir controversias no sobre<br />

ideas sino sobre daños potenciales. Aquellos ubicados en la mejor posición<br />

para saber, habitualmente están asociados con las propias organizaciones<br />

responsables de los problemas. Tampoco puede confiarse en que tales<br />

organizaciones digan la verdad o guiarnos por lo que dicen. Por supuesto,<br />

muchas corporaciones y agencia son honestas, tienen en el fondo el bienestar<br />

público y actúan conforme a ello, pero sería imprudente generalizar a partir de<br />

tales casos a la conclusión de que es innecesaria la reglamentación y la<br />

vigilancia.<br />

La característica dominante de esta relación es el potencial conflicto de<br />

intereses. Ejemplos familiares son la manipulación de la información y la<br />

construcción de una controversia artificial por parte de la industria del tabaco<br />

con relación al cáncer de pulmón, o las compañías de energía con relación al<br />

cambio climático (Michaels, 2008). Los conflictos de intereses en tales casos<br />

surgen a partir de luchas políticas sobre regulación y –a diferencia de las<br />

controversias científica– tenemos esperanzas que procedimientos<br />

democráticos decidirán el resultado en lugar de un “conjunto específico” de<br />

actores, es decir, las corporaciones y las agencias involucradas.<br />

Hay una diferencia estratégica enorme entre la relación ciencia-sociedad<br />

y la relación tecnología-sociedad. No importa cuán grande sean las<br />

interdependencias de gran parte de la investigación científica y tecnológica, no<br />

importa cuán difusos sean los límites entre ellas algunas veces, subsiste una<br />

diferencia fundamental con consecuencias concretas. En el caso de la<br />

investigación científica buscamos interacciones públicas y compromiso mutuo,<br />

pero dejamos a los científicos sacar sus propias conclusiones. Podemos<br />

sospechar sobre la incompetencia o la mala fe de algunos científicos en<br />

particular y podemos pedir segundas opiniones, pero al final debemos<br />

apoyarnos en la comunidad científica. No tenemos una confianza similar en las<br />

corporaciones y los gobiernos. Cuando el fin es obtener “verdades” bajo<br />

290 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


órdenes, los resultados son desastrosos. Nada cambió con relación a esto,<br />

desde Lysenko hasta la negación del SIDA en Sudáfrica.<br />

En tanto instituciones públicas, las corporaciones y las agencias de<br />

gobierno, incluyendo aquellas que emplean científicos, deben someterse al<br />

control democrático de sus actividades. Tal control es muchas veces extenso<br />

y detallado, y necesita ser el lugar donde sus productos circulan ampliamente<br />

con impacto público significativo. Así, no preferimos que sea una compañía<br />

petrolera, antes que un científico, la que decida si el cambio climático es real,<br />

pero no nos preocupamos cuando el gobierno ordena que un remedio salga<br />

del mercado o prohíbe un pesticida. Tales decisiones son parte del ejercicio<br />

normal de la autoridad gubernamental y fácilmente implementada mediante<br />

empleados técnicos dado que, como observamos más arriba, en general hay<br />

muchas alternativas viables posibles.<br />

El peligro de confundir los casos, es que cuando pedimos intervención<br />

democrático en las “tecnociencias”, seremos entendimos como si<br />

estuviésemos desdibujando la línea entre las cuestiones cognitivas y las<br />

regulatorias. A menos que mantengamos estas cuestiones claramente<br />

separadas, pareceremos irracionalistas rechazando la ciencia, cuando de<br />

hecho la necesitamos justamente con el fin de controlar las actividades de los<br />

actores tecnológicos tales como las corporaciones.<br />

La jerarquía entramada de tecnología y sociedad<br />

Deseo concluir esta exposición considerando la estructura paradójica de<br />

la relación entre ciencia y sociedad. La paradoja nos dice algo importante<br />

sobre lo que implica ser un ser humano en una sociedad tecnológica.<br />

Mientras las personas ordinarias frecuentemente juegan un papel importante<br />

alertando a los científicos de los problemas, y a veces también recogiendo<br />

información, para ellos la nueva relación no es en primer término sobre<br />

conocimiento sino sobre la experiencia. Se refiere a cómo la gente entiende el<br />

mundo en el cual vive, el mundo vivencial de la experiencia cotidiana.<br />

Los habitantes de las inmediaciones de Love Canal reconocieron un nuevo<br />

elemento en su mundo, un elemento tóxico surgiendo del depósito de residuos<br />

cercano a sus casas. Experimentaron que el mundo era más complicado de lo<br />

que ellos habían percibido. Este descubrimiento sobre el mundo también fue<br />

un auto-descubrimiento: repentinamente se volvieron actores en nuevas<br />

relaciones con los científicos, los médicos, el gobierno y el actor corporativo<br />

de su desgracia. Comprender el mundo va de la mano de la formación del<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 291


grupo y su identidad. Todo es fluido en las sociedades modernas y todo está<br />

entrelazado con tecnología.<br />

Este es el resultado de un cambio histórico. En las sociedades tradicionales el<br />

conocimiento especializado de los trabajadores manuales y de las enseñanzas de<br />

la experiencia cotidiana, compartidas por todos los miembros de la sociedad, se<br />

entremezclaban en una tradición que se transmitía a través de las generaciones.<br />

Las identidades sociales también eran estables, dado que las rupturas introducidas<br />

por el rápido cambio tecnológico eran escasas. Pero a medida que el capitalismo<br />

se desarrolló, el control del diseño quedó restringido a una pequeña clase<br />

dominante y sus sirvientes técnicos. Ellos no están restringidos por las lecciones<br />

de la experiencia, y el cambio tecnológico se acelera hasta el punto en el cual la<br />

sociedad se encuentra en una agitación constante.<br />

Este cambio tiene consecuencias para la estructura del conocimiento. Las<br />

disciplinas científicas y técnicas son liberadas de tener que convertirse en<br />

sistemas formales especializados. Es en este contexto que surge la idea de una<br />

racionalidad pura que sería independiente de la experiencia. A pesar de estar<br />

expresado de un modo secular, la idea es esencialmente teológica. Uno<br />

imagina un ser hipotéticamente infinito capaz de actuar sobre Sus objetos sin<br />

ser afectado por ellos. Dios está en lo más alto de la jerarquía práctica última<br />

de poder, en una relación unidireccional con Sus objetos, sin involucrarse con<br />

las cosas ni expuesto a sus poderes interdependientes. El crea el mundo sin<br />

sufrir ninguna reacción, efecto colateral o coletazo. No tiene nada semejante<br />

a lo que llamamos experiencia.<br />

El pensamiento moderno toma esta relación imaginaria como el modelo de<br />

la racionalidad y la objetividad, el punto en el cual la humanidad se trasciende<br />

a sí misma en la teoría pura. Pero en realidad no somos dioses. Los seres<br />

humanos sólo podemos actuar en un sistema al que ellos mismos pertenecen.<br />

Este es el significado práctico de la corporeidad e implica participar en un<br />

mundo de significados y poderes causales que no controlamos. La finitud se<br />

muestra como reciprocidad de la acción y la reacción. Cada una de nuestras<br />

intervenciones nos vuelve de alguna manera como respuesta de nuestros<br />

objetos. Esto es obvio en la comunicación cotidiana donde la ansiedad evoca<br />

ansiedad, la gentileza evoca gentileza y así por delante.<br />

El sujeto técnico también es finito, pero su reciprocidad de acción finita se<br />

disipa o difiere del modo para crear la ilusión necesaria de trascendencia.<br />

Llamamos a una acción “técnica” cuando el impacto del actor sobre el objeto<br />

está fuera de toda proporción con la acción recíproca que afecta al actor.<br />

Martillamos en clavos, transformamos una pila de madera en una mesa, pero<br />

nosotros no nos transformamos. Todo lo que experimentamos es un poco de<br />

292 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


cansancio. Esta instancia típica de la acción técnica se encuadra, de modo<br />

preciso, para resaltar la aparente independencia del actor con relación al<br />

objeto. En un esquema mayor, el actor de hecho está en juego en su acción,<br />

aunque no del mismo modo que la pila de madera. Su acción tiene un impacto<br />

en su identidad: se vuelve un carpintero o al menos una persona con un hobby.<br />

Pero el impacto no es visible en la situación técnica inmediata donde grandes<br />

cambios ocurren en el bosque, mientras parece que la persona que lleva el<br />

hacha no se ve afectada.<br />

Este ejemplo puede parecer trivial, pero desde el punto de vista de los<br />

sistemas, no hay diferencia en principio entre hacer una mesa y hacer una<br />

bomba atómica. Cuando J. Robert Oppenheimer detonó la primera bomba en<br />

el sitio de experimentación de Trinity, un pasaje de Bhagavad-Gita pasó por su<br />

mente: “me he convertido en la muerte, el aniquilador de mundos”. En este<br />

caso la similitud entre el trabajo técnico y la acción divina está completamente<br />

clara. La técnica parece representar un escape parcial de la condición humana.<br />

Pero no le llevó mucho tiempo a Oppenheimer darse cuenta de que el<br />

destructor también estaba expuesto a la destrucción, y pedir control<br />

internacional para las armas nucleares. A diferencia de Oppenheimer, Shiva,<br />

del dios de la Muerte, no tenía que preocuparse por los rusos.<br />

Sin desear regresar a una organización tradicional, podemos apreciar sin<br />

embargo su sabiduría, basada como estaba en una visión de largo plazo y en<br />

un contexto más amplio de la tecnología de los que estamos acostumbrados<br />

en la actualidad. La tradición fue derrocada en los tiempos modernos y la<br />

sociedad expuesta a todas las consecuencias de un avance técnico rápido y<br />

sin restricciones, con resultados tanto buenos como malos. Los buenos<br />

resultados fueron festejados como progresos, mientras que las consecuencias<br />

no intencionadas e indeseadas de la tecnología fueron ignoradas en la medida<br />

en que fue posible aislar y suprimir a las víctimas y sus reclamos. La reacción<br />

disipada y diferida de la actividad técnica, tal como los efectos colaterales<br />

desafortunados, tales como la polución y las pérdidas ocasionadas por el<br />

trabajo industrial, fueron desestimados como parte del precio que debemos<br />

pagar por el progreso. La ilusión de la técnica se volvió la ideología dominante.<br />

Los efectos colaterales y las consecuencias de la tecnología se encuentran<br />

en gran medida desvinculados de la experiencia de quienes conviven con ella<br />

y la usan. A medida que se vuelve más poderosa y generalizada, se torna cada<br />

vez más difícil aislar la tecnología de la reacción de la población que la<br />

sostiene. La experiencia de los usuarios y víctimas de la tecnología, finalmente<br />

influencian los códigos técnicos que dominan el diseño. Ejemplos tempranos<br />

surgen en el movimiento de trabajadores en relación a la salud y la seguridad<br />

laboral. Luego, tales cuestiones como la seguridad alimentaria y la<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 293


contaminación ambiental, llaman la atención de un círculo cada vez mayor de<br />

públicos afectados. Hoy –como hemos visto– tales interacciones se están<br />

volviendo rutinarias, y frecuentemente surgen nuevos grupos como cambios de<br />

“mundo”, en respuesta al cambio tecnológico.<br />

En los estudios sobre tecnología, esto se llama la “co-construcción” de la<br />

tecnología y la sociedad. Los ejemplos citados aquí muestran que esta “coconstrucción”<br />

resulta en bucles cada vez más ajustados, como en las “Manos<br />

que se Dibujan”, en el famoso grabado de M. C. Escher del mismo nombre.<br />

Quisiera utilizar esta imagen para discutir la estructura subyacente a la relación<br />

tecnología-sociedad.<br />

Las manos que se auto-dibujan de Escher son un emblema del concepto<br />

de “bucle extraño” o “jerarquía entramada” introducido por Douglas Hofstadter<br />

en su libro Gödel, Escher, Bach (1979). El singular bucle surge cuando nos<br />

movemos hacia arriba o hacia abajo en la jerarquía lógica que conduce,<br />

paradójicamente, de nuevo al punto de partida. Una jerarquía lógica en este<br />

sentido puede incluir una relación entre actores y sus objetos, tal como ver y<br />

ser visto o hablar y escuchar. El lado activo permanece en la parte superior y<br />

el pasivo en la inferior de tales jerarquías.<br />

Con esto en mente, puede analizarse la famosa paradoja del mentiroso<br />

como un ejemplo de bucle extraño, en el cual arriba y abajo intercambian<br />

lugares. Como todas las afirmaciones, la afirmación “esta afirmación es falsa”<br />

se refiere a un objeto. El enunciado en sí misma es el actor en la parte superior<br />

de la jerarquía. Pero el objeto al que se refiere es también él mismo, y al<br />

describirse a sí mismo como falso revierte la dirección de la acción. Cuando<br />

uno dice que algo es falso, esa afirmación es el actor y lo que describe como<br />

falso es el objeto. Pero el objeto es él mismo. Ahora la oración sólo es<br />

verdadera si es falsa y es falsa si es verdadera ¡Un bucle extraño realmente!<br />

En el grabado de Escher, la paradoja se ilustra de un modo visible. La<br />

jerarquía de “sujeto que dibuja” y “objeto dibujado”, está “entramada” por el<br />

hecho de que cada mano juega ambas funciones con relación a la otra. Si<br />

decimos que la mano a la derecha está en la parte superior de la jerarquía –<br />

dibujando la mano de la izquierda– llegamos al hecho de que la mano de la<br />

izquierda dibuja la mano de la derecha y, por lo tanto, también está en la parte<br />

superior de la jerarquía. Así, ninguna de las manos está en la parte superior y<br />

ambas lo está, lo cual es contradictorio.<br />

En términos de Hofstadter, la relación entre tecnología y sociedad es una<br />

jerarquía entramada. Los grupos sociales se forman en derredor de la<br />

tecnología, que al mismo tiempo media sus relaciones, posibilita su identidad<br />

294 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


común y moldea sus experiencias. Todos pertenecemos a muchos de tales<br />

grupos. Algunos son categorías sociales definidas y la importancia de la<br />

tecnología para su experiencia es obvia. Tal es el caso de las fábricas o de los<br />

empleados de los hospitales, cuyas organizaciones y empleos depende del<br />

uso de la tecnología. Otros grupos están latentes, inconscientes de sus puntos<br />

en común hasta que sobreviene el desastre. Los habitantes de Love Canal<br />

pueden haber sido vecinos indiferentes, pero cuando descubrieron los<br />

residuos tóxicos en la tierra en que vivían fueron alertados sobre un peligro<br />

común. Su mundo se transformó y, como un colectivo conciente, convocaron<br />

a los científicos para ayudarlos a entenderlo y para realizar demandas al<br />

gobierno. Tales encuentros entre los individuos y las tecnologías que los unen<br />

en grupos proliferan con consecuencias de todas clases. Las identidades<br />

sociales y los mundos emergen conjuntamente y forman la columna vertebral<br />

de la sociedad moderna (Callon et al., 2001).<br />

Una vez formados y concientes de su identidad, los grupos mediados<br />

tecnológicamente influencian el diseño técnico a través de sus elecciones y<br />

protestas. Esta retroalimentación entre sociedad y tecnología es paradójica. En<br />

tanto que el grupo está constituido por nexos técnicos que agrupan a sus<br />

miembros, su estado es el de objeto “dibujado” en el esquema de Escher.<br />

Pero reacciona sobre tales relaciones en términos de su experiencia<br />

“dibujando” lo que lo dibuja. Ni la sociedad ni la tecnología, ni la razón ni la<br />

experiencia pueden entenderse separadamente entre sí, porque ninguna tiene<br />

una forma o identidad estable. Esta paradoja es endémica a la democracia en<br />

general. El auto-gobierno es una jerarquía entramada.<br />

El esquema de Hofstadter tiene la limitación de que no se aplica al caso de<br />

la tecnología. El extraño bucle nunca es más que un subsistema parcial en un<br />

universo concebido de modo objetivo y consistente. Hofstadter evade la<br />

paradoja última, colocando un “nivel inviolable” de relaciones estrictamente<br />

jerárquicas sobre el bucle particular que lo posibilita. La persona que afirma<br />

“esta afirmación es falsa”, no está comprometida en la paradoja que anuncia.<br />

En el caso del dibujo de Escher, la paradoja sólo existe por la actividad no<br />

paradójica de Escher como grabador concreto, que lo diseñó del modo<br />

ordinario, sin quedar él mismo dibujado por nadie.<br />

Pero no hay un equivalente de este “Escher” en el mundo concreto de la<br />

co-construcción, ningún dios inviolable creando la tecnología y la sociedad<br />

desde fuera. Toda la actividad creativa se lleva a cabo en un mundo que es él<br />

mismo creado por tal actividad. Sólo en nuestras fantasías trascendemos el<br />

particular bucle de tecnología y experiencia. En el mundo concreto no hay<br />

escapatoria a la lógica de la finitud.<br />

* Traducción: Fernando Tula Molina<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 295


Referencias Bibliográficas<br />

Bridgman, P. W. (1948), “Scientists and Social Responsibility”, Bulletin of the<br />

Atomic Scientists, 3, (4).<br />

Callon, M., Lascoumbes, P., Barthe, Y. (2001), Agir dans un Monde Incertain,<br />

Seuil, Paris.<br />

Epstein, S. (1996), Impure Science, University of California Press, Berkeley.<br />

Feenberg, A. (1999), Questioning Technology, Routledge, Nueva York.<br />

Hofstadter, D. (1979), Gödel, Escher, Bach, Basic Books, Nueva York.<br />

Kammen, J. (2003), “Who Represents the Users? Critical Encounters<br />

between Women’s Health Advocates and Scientists”, Contraceptive R&D.<br />

Michaels, D. (2008), Doubt Is Their Product: How Industry’s Assault on<br />

Science Threatens Your Health, Oxford University Press, Oxford.<br />

Oudshoorn and Pinch, R., How Users Matter: The Co-Construction of Users<br />

and Technology, MIT Press, Cambridge.<br />

Radder, H. and Meijers, A. (2009), Handbook Philosophy of Technology and<br />

Engineering Sciences, Elsevier, Amsterdam.<br />

Simon, B. (2002), Undead Science: Science Studies and the Afterlife of Cold<br />

Fusion, Rutgers University Press, New Brunswick.<br />

296 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Comentarios sobre el texto de Andrew Feenberg<br />

Gustavo Giuliano<br />

Universidad Católica Argentina<br />

Es para mi un gran privilegio comentar hoy aquí con ustedes –en este<br />

encuentro en el que hemos cifrado grandes esperanzas y al que le hemos<br />

dedicado especial atención y ocupación– el trabajo del profesor Feenberg.<br />

Su título, “Ciencia, Tecnología y Democracia: distinciones y conexiones”,<br />

generó en mi gran ansiedad en tanto imaginaba que su contenido podría<br />

guardar relación con algunas inquietudes vinculadas con la pragmática de la<br />

lucha política, que habían quedando rondando por mis pensamientos luego<br />

de unos encuentros que, bajo el mismo título, habíamos organizado junto con<br />

compañeras y compañeros de la Central de los Trabajadores Argentinos.<br />

Se lee en su primera línea: “Este artículo argumenta que a pesar de una<br />

considerable superposición, la ciencia y la tecnología deben ser distinguidas”<br />

¿Por qué el profesor Feenberg deseaba adentrarse de lleno en el pantanoso<br />

terreno de la demarcación? Más aún ¿por qué lo haría si era un tema que había<br />

eludido, al menos frontalmente, en sus principales textos ocupados por pensar<br />

y actuar sobre la tecnología?<br />

En su línea de pensamiento la tecnología se presenta por vía no<br />

demarcativa, a través de la selección de casos paradigmáticos<br />

representativos como los medicamentos para el SIDA, la educación a<br />

distancia o el famoso caso del Minitel francés. No se encuentra en su principal<br />

obra Questioning Technology, definiciones instrumentales, antropológicas o<br />

sistémicas de la tecnología, del tipo la tecnología es el conjunto de<br />

herramientas construidas para satisfacer necesidades, o es un saber hacer<br />

del hombre, o es un sistema de acciones intencionales, etc. Mucho menos<br />

aún sobre la ciencia.<br />

Recordaba sí haber marcado un pequeño párrafo en Transforming<br />

Technology donde Feenberg señala que “distinguir la crítica a las ciencias<br />

naturales de la crítica a la tecnología tiene consecuencias tácticas y<br />

estratégicas” (Feenberg, 2002, p. 174) y, apenas un poco más adelante, que<br />

“la crítica de la racionalidad tecnológica no necesita del holismo ontológico. Es<br />

posible una formulación no ontológica de una teoría crítica de la tecnología en<br />

términos que dejan fuera de escena a las ciencias naturales.” (ibid., p. 175).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 297


Es también en estas pocas páginas que Feenberg nombra el término<br />

“tecnociencia”, muy poco común en él, al punto de que es una palabra que no<br />

figura en el indexado de Questioning Technology, hecho que se entiende como<br />

nada casual.<br />

Lo que parece decirnos es que, sin que implique asumir ni su pureza ni su<br />

neutralidad, no es necesario pensar las condiciones de posibilidad de una<br />

“ciencia alternativa”, para actuar sobre una “tecnología alternativa”. Sobre la<br />

condición de la validez de esta premisa, el profesor Feenberg desarrolla su “Teoría<br />

de la Instrumentación”, uno de los puntos más originales de su pensamiento.<br />

Según esta teoría es posible reconciliar en un solo marco teórico miradas<br />

substantivistas, instrumentalistas y constructivistas considerando que la<br />

tecnología no tiene uno sino dos aspectos. Un aspecto, al cual denomina<br />

“instrumentalización primaria”, que explica la constitución de objetos y sujetos<br />

técnicos, y otro aspecto, la “instrumentalización secundaria” que explica la<br />

incorporación de los objetos y sujetos constituidos en redes técnicas reales<br />

(Feenberg, 1999, p. 202). Substantivistas e instrumentalistas ofrecen sólo una<br />

visión de la instrumentalización primaria de lo técnico, a través de la cual una<br />

función es separada de la vida cotidiana. Pero si bien la instrumentalización<br />

primaria caracteriza las posibilidades técnicas en cada sociedad y momento<br />

histórico, la tecnología incluye también rasgos que evolucionan de acuerdo<br />

con una segunda instrumentalización que incluye aspectos políticos, sociales<br />

y culturales, como indican los estudios constructivistas.<br />

En consecuencia, según la Teoría de la Instrumentalización, la tecnología<br />

debe ser necesariamente analizada en dos niveles. En el primer nivel se buscan<br />

“oportunidades de utilidad” arrancando elementos de su contexto original para<br />

ser reducidos a sus propiedades utilizables y sometidos a análisis y<br />

manipulación. En el segundo nivel se emplean estos elementos en diseños<br />

nuevos o se los integra con otros ya existentes de acuerdo a diversas<br />

constricciones sociales (p. e.: principios éticos y estéticos). El nivel primario<br />

simplifica los objetos para su incorporación en un mecanismo, mientras que el<br />

secundario integra los objetos simplificados en un entorno natural y social. Los<br />

objetos son “desmundanizados” para ser vueltos a “mundanizar” en otra<br />

configuración más compleja (Feenberg, 2002, p. 178).<br />

El proceso dialéctico entre instrumentalización primaria y secundaria<br />

culmina en un artefacto que, en las cuestiones prácticas cotidianas, se<br />

presenta principalmente frente a nosotros a través de sus funciones. Las<br />

restricciones sociales internalizadas durante el proceso de instrumentalización<br />

secundaria son borradas del dispositivo que se presenta ahora como si fuera<br />

su destino técnico inevitable. El proceso de “concretización” –concepto que<br />

298 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


toma Feenberg de Simondon– es así un inconciente tecnológico, presente<br />

sólo en la forma sedimentada de “códigos técnicos” que son interpretados<br />

como puramente racionales y aislados de la sociedad.<br />

Si el profesor Feenberg está en lo cierto, entonces es posible diseñar otros<br />

tipos de tecnologías, o criticar algunas de las ya existentes, abriendo y<br />

modificando el código técnico subyacente, en tanto que un código técnico no<br />

es otra cosa que la realización de un interés bajo la forma de una solución<br />

técnicamente coherente a un problema (Feenberg, 2005, p. 114).<br />

De este modo, el producto de las elecciones técnicas respalda el modo de<br />

vida de uno u otro grupo social influyente. En estos términos, las tendencias<br />

tecnológicas de las sociedades modernas podrían ser interpretadas como una<br />

consecuencia de limitar los grupos capaces de intervenir en la etapa de<br />

diseño, a sólo una parte particular interesada (p.e. corporaciones y expertos<br />

técnicos) la que vela por el cumplimiento de sus objetivos sectoriales sin existir<br />

una participación democrática que legitime este proceso. Esta apreciación<br />

conduce al último elemento de la tríada enunciada en el título del trabajo que<br />

nos convoca, y que aún no había entrado en el análisis: la democracia.<br />

Si es posible sostener que el desarrollo tecnológico no es esencialmente<br />

unilineal, sino que se encuentra sobredeterminado por la conjunción de<br />

factores técnicos y sociales, entonces se abre la posibilidad de ramificaciones<br />

del diseño en variadas direcciones. El profesor Feenberg llama a esta<br />

potencialidad la “ambivalencia de la tecnología”: los artefactos y sistemas<br />

pueden ser diseñados tanto para sostener y reproducir el orden social<br />

existente, como para subvertirlo y encaminarlo hacia otro rumbo (Feenberg,<br />

1999, p. 76). Para marchar en esta última dirección, se requiere abrir a la<br />

participación pública cuestiones hoy reservadas sólo a algunos sectores<br />

corporativos, de modo de alcanzar una noción de racionalización fundada en<br />

la responsabilidad de la acción técnica, y no sólo de sus productos, por los<br />

contextos humanos y naturales a los que influenciará de uno u otro modo. Se<br />

debe aspirar a alcanzar una “racionalización democrática”.<br />

Ahora bien, cómo se marcha en esta dirección cuando el propio Feenberg<br />

admite que la resistencia a la racionalidad dominante se encuentra actualmente<br />

fragmentada en una miríada de variados intereses, desperdigados entre<br />

movimientos ecologistas, trabajadores desempleados y grupos minoritarios, y<br />

cuando los ciudadanos parecen más ansiosos por escapar a estas<br />

responsabilidades que por asumirlas (Feenberg, 1992). Sucede que para<br />

desarrollar las nuevas necesidades hay que empezar por suprimir los<br />

mecanismos que reproducen las viejas necesidades. Pero, para suprimir los<br />

mecanismos que reproducen las viejas necesidades, ha de existir antes la<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 299


necesidad o el deseo de suprimirlos. Es aquí donde el esfuerzo analítico de<br />

integración de Feenberg parece quedarse sin aliento, atrapado en un círculo<br />

vicioso tal como le sucediera a su precursor Marcuse, sólo que ahora con la<br />

esperanza puesta en nuevos actores sociales –que suplantan a los ya<br />

anacrónicos hippies y estudiantes parisinos de los sesenta–, y con el temor<br />

desplazado desde la hecatombe atómica de una tercera guerra mundial, hacia<br />

la hecatombe medioambiental generada por la industria.<br />

¿Es el pensamiento del profesor Feenberg utópico? Posiblemente la<br />

respuesta sea afirmativa, en la medida en que se deje librada la lucha por la<br />

ambivalencia de la tecnología sólo a un esperanzado “emergente espontáneo”<br />

de la sociedad. Sin desmerecer la importancia de este tipo de acciones no<br />

coordinadas, es una vieja enseñanza política que la falta de organización es una<br />

mala compañera de batalla, que agota fuerzas con escasos resultados,<br />

actuando a favor de aquello que se desea combatir.<br />

Sin embargo parecería que el trabajo que hoy nos ocupa –y esto lo<br />

confirmará o desmentirá nuestro invitado– intenta cubrir este punto débil, en<br />

tanto que si bien es posible pensar la realidad como una “tela sin costuras”,<br />

es mucho más difícil actuar sobre ella –con alguna posibilidad de éxito– sin<br />

contar con algún criterio de demarcación que permita articular discursos y<br />

programas con capacidad de acción. La complejidad y el holismo son ideas<br />

muy interesantes pero lamentablemente muy poco eficaces y en gran medida<br />

funcionales a la preservación del orden establecido. Aún cuando sea deseable<br />

seguir investigando en nuevas formas de acción basadas en modelos difusos,<br />

es difícil negar que las sociedades modernas necesitan distinguir áreas de<br />

gestión sujetas a normativas específicas, que permitan –entre otras cosas–<br />

instrumentar una clara y eficiente administración de los recursos públicos.<br />

Como sostiene Feenberg en el trabajo que nos ocupa “más allá de los<br />

cambios, precisamos de las viejas distinciones. Ellas corresponden a divisiones<br />

vitales estratégicas dentro del mundo de la política”.<br />

Todos sabemos que no hay una solución única al problema de la<br />

demarcación, que ella dependerá de lo que entendamos por cada uno de sus<br />

conjuntos componentes. La tarea radica entonces no tanto en cuestionar una<br />

definición en sí misma, de la que podrán encontrarse argumentos tanto a favor<br />

como en contra, sino en analizar cuál es la potencialidad de una nueva<br />

propuesta, si ésta es mayor o menor que otras igualmente posibles en función<br />

de los objetivos buscados (Giuliano, 2008).<br />

Siguiendo esta estrategia el profesor Feenberg propone una demarcación<br />

basada en las diferentes dinámicas que existirían entre la relación ciencia-<br />

300 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


sociedad y la relación tecnología-sociedad, por la cual no sería adecuado el<br />

empleo del término –tan usado hoy en día– de “tecnociencia” (tenemos aquí<br />

una explicación al hecho ya señalado de que no lo emplea en sus libros). En<br />

el caso de la investigación científica, si bien se deben buscar interacciones<br />

públicas y compromiso mutuo, se debe dejar a los científicos “sacar sus<br />

propias conclusiones y resolver las posibles controversias dentro de la<br />

comunidad científica”. En tecnología, en cambio, la dinámica tiene la forma de<br />

una “jerarquía entramada” que imposibilitaría diferenciar un adentro y un afuera.<br />

Los grupos sociales se forman en derredor de la tecnología, la cual al mismo<br />

tiempo media sus relaciones, posibilita su identidad común y moldea sus<br />

experiencias.<br />

Para Feenberg, el objetivo primario de los científicos es –aún cuando estén<br />

involucrados en actividades comerciales– “obtener un conocimiento confiable<br />

de la naturaleza” y en este cometido los factores sociales externos juegan sólo<br />

un papel indirecto. Por el contrario, estos mismos factores ocupan un lugar<br />

relevante en las decisiones tecnológicas debido a la “subdeterminación<br />

técnica” existente en todo diseño. Como sostiene en el artículo que nos ocupa<br />

“verdad y utilidad claramente corresponden a mundos distinguibles”. En<br />

consecuencia, las políticas de ciencia y tecnología deben diferir en tanto que<br />

la contribución de los grupos sociales al cambio científico, es mucho menos<br />

directa que en el caso del cambio tecnológico.<br />

Bajo estas consideraciones, el término “tecnociencia” es peligroso, ya que<br />

induce a que se mezclen las cuestiones cognitivas propias de la ciencia con<br />

las regulatorias propias de la tecnología, con consecuencias que pueden llegar<br />

a ser desastrosas para los sistemas de innovación en tanto la ciencia genera<br />

controversias sobre ideas y la tecnología sobre hechos. En palabras del<br />

profesor Feenberg, “a menos que mantengamos estas cuestiones claramente<br />

separadas, pareceremos irracionalistas rechazando la ciencia, cuando de<br />

hecho la necesitamos justamente con el fin de controlar las actividades de los<br />

actores tecnológicos tales como las corporaciones”.<br />

El profesor Feenberg propone que es necesario distinguir la ciencia de la<br />

tecnología sobre la base de que ellas requieren de programas de<br />

democratización diferentes: reformas “desde adentro” para la ciencia y<br />

reformas “holísticas” para la tecnología. Incluir ambos conceptos en uno único<br />

de “tecnociencia” representa un error estratégico grave ya que imposibilita<br />

actuar adecuadamente en estos dos planos disímiles.<br />

La ciencia debe abrirse a los reclamos sociales, escuchar las demandas de<br />

los ciudadanos comunes y correr en su auxilio cuando éstos la requieran. Los<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 301


científicos deben trabajar en un cambio de actitud, no de su racionalidad ni de<br />

sus programas y metodologías. No existe una “ciencia alternativa”, sí es posible<br />

y deseable una ciencia que se vincule de manera diferente dentro del<br />

entramado social.<br />

Si bien el profesor Feenberg se preocupa en remarcar que este<br />

razonamiento no implica neutralizar a la ciencia, resulta difícil entender cómo<br />

no caer allí. Si se debe defender la autonomía de la ciencia ya que es “la única<br />

garantía para su avance” ¿cómo lograr que los científicos cambien su actitud<br />

de indiferencia cuando la cultura en la que se encuentran insertos se<br />

autovalora internamente? El científico, en tanto trabajador asalariado, se<br />

encuentra fuertemente condicionado por las exigencias de su entorno laboral.<br />

Aún cuando existan demandas legítimas y buenas intenciones por parte de los<br />

actores, éstas quedarán en segundo plano frente a las prioridades de mantener<br />

la fuente de trabajo, conseguir recursos y progresar en la carrera. Luego,<br />

parecería que no alcanza con propiciar un deseable cambio de actitud en los<br />

investigadores, sino que deberían existir cambios externos en la política<br />

científica que permitan y alienten tal tipo de acciones asignándoles valor<br />

normativo y económico.<br />

Por el contrario, el profesor Feenberg afirma que la tecnología sí necesita<br />

de reformas amplias. A diferencia de las abstracciones y experimentos<br />

científicos que se encuentran confinados en un laboratorio la tecnología<br />

proporciona entornos de vida siguiendo una dinámica de “jerarquía<br />

entramada”. Ahora bien, asumiendo que los emergentes de la ciencia –sin ser<br />

los únicos– son vectores importantes para la innovación tecnológica, y ante la<br />

urgencia de determinadas cuestiones sociales y medioambientales, ¿cómo es<br />

posible sostener desde este lugar la autonomía de la ciencia? Nuevamente<br />

parecería que deben existir criterios externos que marquen prioridades en la<br />

agenda de investigación que permitan reconciliar las urgencias materiales del<br />

mundo de hoy, con los intereses cognitivos y atemporales de la ciencia.<br />

En el caso de la reforma tecnológica –como ocurría también para la<br />

ciencia– también parecería estar presente una excesiva confianza en la<br />

posibilidad de autorregulación de los sistemas democráticos, puesta de<br />

manifiesto en esperar que los cambios ocurran impulsados por emergentes<br />

espontáneos y autoorganizados de la sociedad que luchan por emplear la<br />

“ambivalencia de la tecnología” a su favor. Nuevamente, y sin restar<br />

importancia a este tipo de colectivos, parecería que en tanto no exista una<br />

política científico y tecnológica adecuada, se corre el riesgo de que tales<br />

emergentes sean fácilmente apagados por los fuertes intereses corporativos<br />

y el poder de la propaganda.<br />

302 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


En definitiva, y para culminar con el análisis, las preguntas centrales que<br />

surgen del inspirador trabajo del profesor Feenberg se vinculan con la cuestión<br />

pragmática de la acción política: ¿cómo se puede articular su<br />

conceptualización de la ciencia y la tecnología con un mundo que requiere de<br />

cambios urgentes? La defensa de la autonomía de la ciencia y la sola<br />

esperanza de que surjan grupos sociales que pugnen por la reforma<br />

tecnológica ¿No son condiciones que terminan siendo funcionales a la<br />

preservación del orden establecido? ¿Cómo puede armonizarse su posición<br />

teórica con una política científica y tecnológica organizada? ¿Es esto posible?<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 303


304 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong><br />

Referencias Bibliográficas<br />

Feenberg, A. (1992), Racionalización democrática: tecnología, poder y<br />

libertad, disponible en www.sfu.ca/~andrewf/demspainsh.htm.<br />

__________ (1999), Questioning Technology, Routledge, Nueva York.<br />

__________ (2002), Transforming Technology: A critical theory revisited,<br />

Oxford University Press, Nueva York.<br />

__________ (2005), “Teoría Crítica de la Tecnología”, Revista Iberoamericana<br />

de Ciencia, Tecnología y Sociedad, 5, 2, pp. 109-123.<br />

Giuliano, G. (2008), “Tecnología, desarrollo y democracia: hacia otra<br />

artificialidad posible”, Scientiae Studia, 3, 6, pp. 371-377.


Apéndice I<br />

Jugando en el patio trasero<br />

Eder L. Romero<br />

Universidad Nacional de Quilmes<br />

Nuestro Programa de Nanomedicinas esta abocado a la investigación<br />

preclínica en el campo de la entrega dirigida de drogas (targeted delivery).<br />

Básicamente, diseñamos y caracterizamos la estructura de nuevos nanoobjetos<br />

preparados en base a materiales biodegradables. Asimismo,<br />

elaboramos protocolos de incorporación de drogas a esos nano-objetos, para<br />

luego seguir su farmacocinética, biodistribución y rutas intracelulares; también<br />

determinamos su citotoxicidad y eficacia terapéutica en modelos animales. Los<br />

nano-objetos pueden atravesar barreras anatómicas y fenomenológicas, y son<br />

capturados activamente por todo tipo de células. Una vez que una droga es<br />

incorporada a nano-objetos, la estructura de los mismos será responsable de<br />

la farmacocinética, biodistribucion y tráfico intracelular de dicha droga. Por<br />

ello, controlar la estructura del nano-objeto significa controlar el efecto<br />

terapéutico de la droga transportada.<br />

Los proyectos que componen este Programa son los siguientes:<br />

1.Nanoadyuvantes para vías de administración no parenterales.<br />

2.Diseño de terapias dendriméricas y megaméricas.<br />

3.Liposomas ultradeformables y nanopartículas biodegradables para<br />

entrega de drogas y antioxidantes por vía tópica.<br />

Mediante el desarrollo de estos proyectos, pretendemos avanzar en el<br />

conocimiento de la relación entre estructura del nano-objeto y su a) capacidad<br />

para atravesar barreras mucosas (oral y nasal) y de estrato córneo luego de la<br />

aplicación tópica, sobre líneas celulares primarias y secundarias e in vivo; b)<br />

tránsito intracelular (mecanismos de entrada, tránsito y mecanismos exocíticos,<br />

tanto para nano-objeto nuevos como para aquellos cuyo estudio y desarrollo<br />

se halla en curso).<br />

El control de la relación entre la estructura del nano-objeto y de su impacto<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 305


sobre las estructuras tisulares y orgánicas (fundamentalmente los portales de<br />

entrada al cuerpo como piel y mucosas), sobre el metabolismo celular en<br />

general (principalmente sobre el tráfico vesicular y los mecanismos de éstres<br />

oxidativo) y sobre el sistema inmunológico (con el objeto de evocar reacciones<br />

inmunes protectoras en términos de polarización y memoria), nos proveerá de<br />

herramientas fundamentales para diseñar estrategias terapéuticas racionales,<br />

imprescindibles para obtener nanomedicinas.<br />

Los cuatro puntos fundamentales que se estudian en este Programa son<br />

a) capacidad para atravesar portales de entrada, b) tráfico intracelular c)<br />

toxicidad/biocompatibilidad d) eficacia terapéutica.<br />

Nano-objetos para acceder al citoplasma celular: Liposomas pHsensibles<br />

Muchos agentes terapéuticos únicamente son efectivos si pueden acceder<br />

al citoplasma para ejercer su acción. Esto puede remediarse mediante el<br />

diseño de nano-objetos pH-sensibles, que luego de ser capturados por las<br />

células, permitan que las drogas escapen del sistema endo-lisosomal, y<br />

lleguen en forma masiva al citoplasma. Una de las líneas de investigación más<br />

sensibles de nuestro laboratorio, ha sido el desarrollo de nano-objetos pHsensibles<br />

(sensibles a la la acidez), capaces de descargar drogas al citoplasma<br />

de células infectadas, para eliminar los nidos de amastigotes de Trypanosoma<br />

cruzi, causante del mal de Chagas. A tal fin, incorporamos etanidazol (ETZ), un<br />

2-nitroimidazol hidrofílico que se utiliza como marcador de hipoxia y<br />

306 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


adiosensibilizante en la terapia antitumoral, mucho menos tóxico que el<br />

benznidazol (BNZ) –única droga aprobada en Argentina contra Mal de<br />

Chagas) – en nano-objetos sensibles a la acidez. Demostramos que la<br />

capacidad de los nano-objetos para liberar ETZ al citoplasma de células<br />

infectadas como respuesta a la acidez intracelular, fue crucial para conseguir<br />

actividad anti-tripanosoma in vitro y demostramos que, luego de la<br />

administración endovenosa de dosis extremadamente pequeñas –dosis al<br />

menos 200 veces inferior a los controles con BNZ– estos nano-objetos,<br />

conteniendo ETZ, diminuyeron significativamente la parasitemia de ratones<br />

infectados letalmente con la cepa RA de T. cruzi, sin causar efectos tóxicos<br />

colaterales. La importancia de estos resultados radica en haber demostrado<br />

que es posible eliminar protozoarios intracelulares de T. cruzi, con mínimas<br />

cantidades de nano-objetos pH-sensibles. Profundizar el desarrollo de este<br />

tipo de terapias, permitiria rápida y con muy pocas dosis eliminar los nidos de<br />

amastigotes intracardiacos, causantes de la cardiomiopatía chagásica crónica.<br />

Estos resultados auspiciosos –sin embargo– nunca despertaron el interés<br />

de la comunidad científica local ¿Por qué?<br />

Asimismo, como científicos que desarrollan estrategias innovadoras en el<br />

campo del drug delivery, y a la vez comprometidos con la realidad social de<br />

nuestro país, experimentamos una enorme dificultad para conseguir subsidios,<br />

desde el clásico circuito estatal –operando en flujo cerrado de dinero entre<br />

pares– ¿Por qué?<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 307


La dificultad para conseguir dinero para financiar proyectos innovadores –<br />

experimentada por muchos hasta el hartazgo– hace perecer motivaciones,<br />

emprendimientos e ideas tal vez valiosas. El desinterés o espanto de los pares<br />

académicos por las novedades transdisciplinarias –más la indiferencia de la<br />

sociedad– comienzan a hacernos dudar sobre si el aporte de la ciencia será<br />

capaz de ofrecer una solución terapéutica al Mal de Chagas. Brevemente,<br />

intentaremos ofrecer nuestra mirada de ciudadanos–investigadores, acerca de<br />

la circunstancia de quedar atrapados en un circuito de dinero que les es esquivo.<br />

No todo es dinero en la vida… ¿O si?<br />

Trabajo a cambio de dinero es el marco donde funcionamos tanto<br />

empleados del Estado como empresarios. Entregamos dinero a cambio de<br />

comida, servicios y placeres, y el mismo ingresa a circuitos ajenos de<br />

complejidad fractal. Finalmente, a través de alguna arteriola perdida, el dinero<br />

vuelve a nosotros. La mayoría somos empleados y lo recibimos mes a mes.<br />

Los desempleados recogen gotas magras de destilaciones eventuales, salidas<br />

de un cuerpo al que no pueden ingresar.<br />

Es en este circuito del dinero que se definen a las enfermedades huérfanas<br />

como aquellas no redituables para las empresas farmacéuticas. Resulta<br />

sencillo comprender que únicamente se elaboren medicamentos para<br />

enfermos capaces de pagar por ellos. La venta de esos medicamentos, dada<br />

su cantidad o calidad, se traducirán en ganancias empresariales. Dinero como<br />

resultado de operaciones matemáticas –donde las variables son números–<br />

conforman ecuaciones autosuficientes para explicar pérdidas y ganancias.<br />

El dinero nos permite independizarnos de nuestros pares, porque nos<br />

otorga autonomía en decisiones y acceso al poder de disfrutar de bienes y<br />

obtención de servicios. La acumulación del mismo, su propio uso e incluso la<br />

sensación de su posesión, genera mas independencia, o sensación de mayor<br />

independencia. Muchas decisiones de nuestras vidas están regidas por la<br />

cantidad de dinero que obtendremos a cambio de esa acción, a cualquier<br />

escala. Sin embargo, esto no excluye que todas las personas –aun los<br />

empresarios– tomen decisiones que no se basen en la independencia que<br />

otorga el dinero. ¿Qué es lo que condiciona esas decisiones, que no está<br />

relacionado con la independencia que otorga el dinero?<br />

Los medios son casi toda nuestra ventana al mundo. A través de ellos<br />

vemos –por ejemplo– accidentes o atentados a escala planetaria, que matan<br />

a miles año a año. Algunos de esos hechos son rememorados y recreados<br />

cíclicamente, y cíclicamente se estimula nuestra motivación y repudio por tales<br />

308 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


perjuicios al bienestar de los otros. Pero, ¿es la compulsión interna –de<br />

apiadarnos por el otro en desgracia– lo que nos haría contribuir con dinero, si<br />

así se nos lo pidiera, para evitar ese daño? Habitar edificios que se derrumban<br />

por intervención ajena, viajar en aviones que caen, caminar veredas de<br />

manzanas próximas a implosionar o ser víctimas de pandemias que no conocen<br />

barreras, son circunstancias violentas e impredecibles que nos podrían<br />

golpear. Esa certeza nos conmueve, y hace que abramos el circuito del dinero<br />

que culmina en independencia (de las víctimas respecto de su destino, o al<br />

menos para evitar la ocurrencia de nuevas víctimas). En realidad, al enfrentarse<br />

nuestro instinto de supervivencia con la vecindad de la desgracia, aparece la<br />

motivación para nuestras acciones no impulsadas por el dinero. Pareciera que<br />

fuera el temor a lo impredecible y no la piedad, el principal motor de las<br />

acciones no impulsadas por dinero.<br />

Mayor número, mayor invisibilidad y la ausencia de temor<br />

Las enfermedades huérfanas son otro ejemplo de circunstancia violenta,<br />

bastante relacionado con los atentados, los accidentes y pandemias. Las<br />

mismas destrozan la piel (igual que las quemaduras), el hígado, el corazón, los<br />

pulmones (igual que ocurriría por un trauma mecánico en un accidente de<br />

avión o de tren, o por gripe A H1N1). Pero quienes las sufren en cambio, se<br />

cuentan en numero mucho mayor. Por ejemplo, únicamente el Mal de Chagas<br />

se lleva alrededor de 50.000 vidas por año, sólo entre los continentes Sud y<br />

Centro americanos. Además, las víctimas suelen ser poco visibles.<br />

Probablemente muchos sepan que el 11-S se llevo la vida de alrededor de<br />

tres mil personas en un solo día, pero seguramente ignorarán que desde el<br />

2001 hasta ahora han muerto más de 4 millones de personas en silencio,<br />

víctimas del Mal de Chagas. La mayoría de nosotros además, nos<br />

conmovemos profundamente frente a la circunstancia del chagásico. Y es<br />

destacable además el hecho que la orfandad de las víctimas de Chagas sea<br />

doble, porque en su mayoría las mismas están fuera del circuito del dinero. Y<br />

porque además no generan temor a la desgracia impredecible, el motor de la<br />

toma de decisiones no impulsadas por el dinero. Nadie en condiciones de abrir<br />

y cerrar el circuito del dinero teme transformarse en chagásico, aunque se<br />

sienta inerme frente a la pandemia de gripe –por ejemplo– ¿Acaso esta doble<br />

orfandad seria una razón más para explicar la ausencia de interés, que<br />

contribuye a la falta de rédito para las farmacéuticas?<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 309


El caso del permiso de la ciencia auto-sustentada aplicado al<br />

Mal de Chagas<br />

La orfandad de las víctimas del Chagas es tan profunda, que hasta la<br />

ciencia se toma la licencia de jugar en el patio de atrás con ellos. En medio del<br />

desinterés farmacéutico, e insuflados por costosos subsidios estatales de los<br />

mismos países endémicos, han surgido en los últimos 20 años centenas de<br />

investigaciones básicas, del tipo “auto-sustentada”. El fin principal de esta<br />

seria ingresar y mantenerse en el circuito del dinero; esto es, producir artículos<br />

con objeto de justificar el acceso a más subsidios. De la mira de estas<br />

investigaciones, ajenos y alejados quedan los chagásicos, porque la oferta de<br />

potenciales soluciones es, casi sin excepciones –cuando no inexistente–<br />

estrafalaria o más destructiva que la misma enfermedad. Ejemplo de ello son<br />

el uso de bisfosfonatos inyectables con proyección osteonecrótica, o de azoles<br />

de producción discontinuada debido a su cardiotoxicidad. El caso de las<br />

estériles investigaciones locales sobre nuevos tratamientos contra el Mal de<br />

Chagas, es bien conocido en los circuitos científicos extranjeros. La falta de<br />

temor y el acceso a fuentes ilimitadas de dinero surgido de la autosustentación,<br />

no son buenos timoneles de la investigación aplicada, contrario<br />

de lo ocurrido a escala mundial con la leishmaniasis visceral o la malaria.<br />

El empleo de nanotecnologia como herramienta para conseguir<br />

tratamientos preclínicos exitosos sobre modelos agudos y crónicos de la<br />

enfermedad, tampoco escapa a la orfandad del Chagas y al filtro de la ciencia<br />

auto-sustentada. Ni siquiera el que ciertos nano-objetos sean capaces de<br />

eliminar los nidos intracelulares de amastigotes (forma responsable de la<br />

perpetuación de la enfermedad y la más refractaria a los tratamientos<br />

convencionales) a gran velocidad –en mínimas cantidades y probablemente<br />

con enorme eficiencia– es razón suficientemente poderosa como para justificar<br />

interés en la profundización de su desarrollo. Los nano-objetos pueden ofrecer<br />

sustantivas ventajas en términos de efectividad y ausencia de toxicidad<br />

respecto de su contraparte clásica. Sin embargo, la implementación de todo<br />

proyecto requiere el aporte de dinero, previa evaluación por sus pares. Y<br />

cuando el proyecto es presentado por investigadores ajenos a la comunidad<br />

científica, soberana en las varias disciplinas que cruza transversalmente un<br />

desarrollo nanomédico –nanotecnologia + tecnología farmacéutica + clásica<br />

búsqueda de drogas antichagasicas–, el resultado es catastrófico. Porque<br />

estas tres comunidades, compuestas por grupos selectos de investigadores<br />

que intentará mantener y si es posible incrementar sus propios pools de dinero,<br />

evaluarán la excelencia de la propuesta de los recién llegados en función de<br />

cuanto dinero (e independencia y poder) están dispuestos a compartir con los<br />

outsiders. Esta cuestión será luego traducida como pertinencia, calidad<br />

310 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


académica, grado de innovación, capacidades para llevar adelante un proyecto<br />

y etcétera. Por su propia definición, los outsiders no pertenecen al circuito de<br />

dinero –esto significa que no evalúan proyectos de ninguna de las áreas en<br />

juego–, y su exclusión se auto-perpetua cada vez que sus proyectos son<br />

evaluados por científicos que basan su soberanía intelectual en el manejo del<br />

circuito del dinero.<br />

Espero que este final abrupto y alejado de la corrección política, nos invite<br />

a observar que en nuestra Argentina muchos científicos, ni exitosos ni bellos,<br />

buceamos perdidos en el inframundo del esquivo circuito del dinero. En un<br />

punto lejano y pidiendo respeto por la imagen, hasta sentimos compartir la<br />

orfandad de los chagásicos: ellos viviendo con su carga letal a cuestas,<br />

nosotros saludables pero outsiders, y ambos esperando que el juego en el<br />

patio trasero termine de una buena vez...<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 311


Apéndice II<br />

La contribución de Feenberg y Lacey para el análisis<br />

de la Política de C&T latinoamericana<br />

Renato Dagnino<br />

Universidad de Campinas<br />

Este trabajo fue elaborado luego de mi participación en el I <strong>Encuentro</strong><br />

Internacional de <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>. El hecho<br />

que este evento –que indaga las implicaciones de las contribuciones recientes<br />

de los Estudios Sociales en Ciencia y Tecnología (ESCT) para la orientación<br />

de la política de C&T (PCT) latinoamericana– haya contado con la<br />

participación de un filósofo de la tecnología marxista, Andrew Feenberg, y un<br />

filósofo de la ciencia anti-neoliberal, Hugh Lacey, es el lema de este trabajo.<br />

La oportunidad que tuvimos, los investigadores latinoamericanos de los<br />

ESCT, de reunirnos con autores de proyección internacional del pensamiento<br />

crítico, sobre la relación CTS para reflexionar sobre los posibles rumbos de<br />

nuestra PCT, merece un esfuerzo por incorporar su contribución. Para hacerlo,<br />

procuraré mostrar cómo ésta puede ser relacionada con otras contribuciones<br />

críticas que se han hecho en la región –algunas ya “cincuentonas,” otras<br />

recientes– con el propósito de influir, como es el objetivo del evento, en<br />

nuestro desarrollo tecnocientífico.<br />

No voy por eso a preocuparme por situar a estos autores en el contexto<br />

internacional de los ESCT. El hecho de que en Dagnino (2008a) dedico dos<br />

secciones del capítulo de Consideraciones Finales, al análisis de la obra de<br />

cada uno de estos autores, amerita apartarme del objetivo para resumir aquí<br />

su contribución. Aunque si lo hiciera, destacaría su carácter sincrético (en el<br />

plan disciplinario, metodológico e ideológico) y su inquietud claramente policy<br />

oriented, preocupada por la proposición de alternativas capaces de alterar<br />

estas estructuras sociales vigentes en lo que concierne a los aspectos<br />

relacionados con la C&T.<br />

Sin embargo, enfatizaría, en el caso de Feenberg, el hecho de que sea tal<br />

vez el único investigador marxista en el campo de los ESCT, que dialoga tanto<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 313


con los autores contemporáneos de la construcción social de la tecnología<br />

como con aquellos que –a partir de la filosofía– retoman la reflexión teórica<br />

sobre la C&T en una perspectiva crítica. Tanto con los bien intencionados, que<br />

entienden la ética como capaz de evitar los daños del “progreso tecnológico”,<br />

como con los marxistas ortodoxos que –enredados aún en la concepción del<br />

determinismo tecnológico–, no han logrado una crítica consistente del<br />

pensamiento conservador sobre C&T.<br />

Y resaltaría, en el caso de Lacey, cómo su argumentación va contra la autoimagen<br />

predominante en la comunidad científica contemporánea, que tiende a<br />

considerar los productos de la Tecnociencia como neutros, disponibles para<br />

todos e independientes de valores, y cómo él defiende la necesidad de que la<br />

investigación sea conducida según una multiplicidad de estrategias –<br />

incluyendo, lógicamente, aquellas que tienen relaciones mutuamente<br />

reforzantes con los valores de los proyectos y movimientos sociales alternativos.<br />

Subrayaría, finalmente, la importancia del diálogo con contribuciones<br />

contemporáneas que ambos autores mantienen que, desde una perspectiva<br />

anticapitalista-marxista o anti-neoliberal, han focalizado la desigualdad y la<br />

exclusión social. Este diálogo permite, en función de la crítica de la concepción<br />

neutra y determinista, que estas últimas aún poseen esas contribuciones, un<br />

nuevo abordaje de la relación entre C&T y exclusión e inclusión social. Y como<br />

dicho diálogo faculta el reconocimiento de la determinación que ejerce, sobre<br />

las características de la tecnociencia, el ambiente donde se da el proceso de<br />

producción de mercancías en el que ésta se inserta; su contexto<br />

socioeconómico, caracterizado por la propiedad privada de los medios de<br />

producción y la venta de la fuerza de trabajo, y lo político, que engendra un<br />

contrato social (o una relación Estado- Sociedad) que garantiza y naturaliza las<br />

relaciones sociales y técnicas de producción capitalistas.<br />

Mencionaría, por último, las contribuciones de Feenberg y Lacey que<br />

incorporan a la agenda de los investigadores contemporáneos de los ESCT, la<br />

discusión que se había mantenido estancada en la década de 1970, cuando<br />

pensadores marxistas señalaban las implicaciones de la adopción de tecnología<br />

capitalista por el estalinismo. Éstas permitirán que aquellos que –entendiendo las<br />

limitaciones impuestas por el establishment internacional–, advierten la necesidad<br />

de construir otro futuro, ofrecen una guía para los investigadores y hacedores de<br />

políticas que, en el mundo entero, buscan –como nosotros los latinoamericanos–<br />

, una visión crítica sobre la tecnociencia que contribuya a evitar las catástrofes<br />

sociales, económicas y ambientales que afectan a nuestra civilización.<br />

Pero mi enfoque es Latinoamérica y, por eso, mi atención está dirigida a<br />

mostrar cómo la obra de Feenberg y Lacey contribuye al entendimiento de la<br />

314 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


situación que desde hace más de 40 años, impide que la capacidad científica<br />

y tecnológica latinoamericana impacte positivamente en el bienestar de las<br />

mayorías, o –por lo menos– potencie el crecimiento capitalista de los países<br />

de la región. Por posibilitar la caracterización del modelo cognitivo de la<br />

comunidad de investigación latino-americana, actor hegemónico del proceso<br />

decisorio de nuestra política de C&T, ésta permite trascender un impasse<br />

teórico que hoy impide que los gobiernos de izquierda de la región, elaboren<br />

una PCT adecuada al alcance y consecución de sus programas de<br />

transformación socio-económica.<br />

La contribución de estos autores se puede entender, y es esta la<br />

percepción que orienta este texto, como un complemento que politiza el<br />

Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad (PLACTS)<br />

–que se origina aquí, en la década de 1960. No quiere decir que este<br />

pensamiento –hoy marginalizado en los espacios donde se analiza teoriza y<br />

elabora la PCT– no politice o haya perdido su vitalidad descriptiva y<br />

prescriptiva. Por el contrario, su diagnóstico y contenido normativo están<br />

siendo reforzados, en la medida en que la información empírica necesaria para<br />

corroborarlos, va produciéndose por las investigaciones de innovación que<br />

actualmente se llevan a cabo en la región.<br />

Pretendo mostrar cómo el diagnóstico del PLACTS, inspirado en la crítica<br />

al imperialismo –que la Teoría de la Dependencia proporcionaba para el<br />

entendimiento de los aspectos científico y tecnológico de nuestra condición<br />

periférica 1 –, es complementado por la explicitación que las obras de Feenberg<br />

y Lacey posibilitan sobre cómo estos aspectos están implicados en la<br />

formación económico-social capitalista.<br />

Simplificando: la obra de estos autores permite a los latinoamericanos que<br />

asimilaron y consideran pertinente la crítica anti-imperialista del PLACTS,<br />

situarla dentro de un contexto más global de la crítica anti-neoliberal y anticapitalista<br />

2 . Su obra renueva y fortalece el PLACTS, colocándolo como una<br />

alternativa para las interpretaciones que –basadas en la Teoría de la Innovación<br />

1 Adoptamos la expresión “situación periférica” creada por la Teoría de la Dependencia (Cardoso e Faletto, 1970),<br />

para hacer referencia a un conjunto de determinaciones y mediaciones que caracterizan las relaciones entre países<br />

centrales y periféricos, y también por las que se establecen en el interior de estos últimos, que tienden a determinar<br />

su ambiente social, político, económico y cultural. Ella implica, por un lado, una relación de subordinación (lo que<br />

no supone, necesariamente, explotación) de los países periféricos a los países centrales. Y, por otro, denota el<br />

hecho de que el proceso de acumulación capitalista a escala mundial depende cada vez menos, sobre todo a<br />

partir de las últimas décadas del siglo XX, de los países que históricamente se han situado (o han sido colocados)<br />

en la periferia del sistema capitalista.<br />

2 Entre los casi una docena de autores que pueden ser encuadrados como fundadores del PLACTS, el único que<br />

debe ser recordado como una notable excepción a ese respecto es Óscar Varsavsky (1969).<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 315


e influenciadas por el neo-liberalismo– han echado raíces en nuestro medio.<br />

Aún más significativa que su contribución descriptivo-explicativa es la<br />

contribución que ofrece en el plano normativo. Al criticar las concepciones<br />

apoyadas en la neutralidad y el determinismo de la tecnología, la misma abre<br />

paso a la formulación de una PCT –diferente de la actualmente en curso– que<br />

lleve a la reproyección de la tecnología de las empresas y el desarrollo de<br />

tecnologías orientadas a la inclusión social.<br />

De hecho, al brindar apoyo a propuestas como la de la Adecuación Sociotécnica<br />

(Dagnino, 2008) que formulé con ese objetivo, contribuye de modo<br />

sustancial a la renovación del movimiento de la Tecnología Apropiada y al<br />

fortalecimiento del marco analítico-conceptual del movimiento que hoy lo<br />

sustituye, el de la Tecnología Social (Dagnino, Brandão y Novaes, 2004). Más<br />

que eso, y este es el eje en torno al cual se desea enfatizar su contribución,<br />

marca un nuevo horizonte para la elaboración de la PCT latinoamericana.<br />

Este trabajo se divide en cuatro partes. La primera presenta el marco<br />

analítico conceptual –de naturaleza crítica– con el cual se quiere hacer<br />

dialogar la contribución de estos autores. Las dos que siguen abordan los dos<br />

períodos históricos que anteceden al actual, en que la PCT latinoamericana<br />

viene siendo orientada por el marco analítico-conceptual de la Teoría de la<br />

Innovación. La cuarta y última, indica de qué modo su obra puede ayudarnos<br />

a concebir una nueva PCT latinoamericana más cercana al escenario de<br />

democratización en curso.<br />

El Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad<br />

López (2004:1) sintetiza la visión de los investigadores de los ESCTS de<br />

los países de capitalismo avanzado al decir que el campo “se origina hace tres<br />

décadas a partir de nuevas corrientes de investigación empírica en filosofía y<br />

sociología y de un incremento en la sensibilidad social e institucional sobre la<br />

necesidad de una regulación pública del campo científico-tecnológico” y que<br />

habría sido a partir de esos dos movimientos que habrían surgido los primeros<br />

programas de ECTS en los EE.UU. y posteriormente en Europa.<br />

Es también López (2005: 976-7) quien, probablemente por ser español<br />

esté más familiarizado con América Latina, ha contribuido con el título<br />

“Perspectivas Iberoamericanas” de una importante enciclopedia, mencionando<br />

la preocupación sobre la relación entre “ciencia, tecnología y desarrollo”, que<br />

empezó a generarse en la Argentina en la segunda mitad de 1960. Sin incluirla<br />

en el campo de los ESCT, menciona que estos estudios “están siendo<br />

desarrollados en la Ibero-América, recibiendo la cultura CTS internacional y<br />

316 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


adaptándola a la tradición del propio pensamiento crítico sobre ciencia y<br />

política pública”.<br />

Este breve resumen de la contribución de PLACTS se inicia reivindicando,<br />

sino su procedencia, su independencia, en relación al surgimiento de los ESCT<br />

en los países centrales (Dagnino, 2008). De hecho, Argentina y Brasil parecen<br />

ser casos únicos de países que consiguieron generar, durante los años 1960<br />

y 1970, críticas originales y análisis contextualmente pertinentes sobre la C&T,<br />

a partir de la periferia del capitalismo (Dagnino, Thomas y Davyt, 1996).<br />

La preocupación que funda los ECTS en América Latina, surgidos en un<br />

clima de intensa discusión sobre “Ciencia y Técnica” en la Facultad de<br />

Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, es diferente a la que se<br />

verificó en Europa, donde las personas habían nacido en un ambiente<br />

académico de humanidades que les ofrecía substrato cognitivo. Y también a<br />

la que se produjo en los EE.UU., donde los ECTS derivaron de los movimientos<br />

de fin de los años sesenta, en contra de la aplicación de los recursos públicos<br />

a la I&D militar y sus implicaciones negativas, como la energía nuclear, sobre<br />

la vida de las personas (CUTCLIFFE, 2003).<br />

Después de la primera tentativa de emulación de la cadena lineal de<br />

innovación en los países de Europa, cuya infraestructura económica productiva<br />

estuvo mucho más afectada por la Segunda Guerra Mundial que su base<br />

científico-tecnológica, el Modelo Institucional Ofertista Lineal (MIOL) se aplicó<br />

en los demás países desarrollados y fue, en seguida, trasplantado a los países<br />

periféricos 3 . La aceptación de este modelo fue de tal orden que, a comienzos<br />

de la década de los 70, prácticamente todos los países latinoamericanos<br />

contaban con organismos y políticas explícitas de C&T orientados a la<br />

implementación del MIOL.<br />

Fue la pujanza que había alcanzado la ciencia argentina 4 –acontecimiento<br />

inédito, sino único, teniendo en cuenta la condición periférica del país– lo que<br />

catalizó el surgimiento de los ECTS en la década de 1960. Fue el contraste<br />

con el escaso apoyo que la comunidad de Investigación recibía del gobierno<br />

3 Una retrospectiva de cómo este modelo, cuyos primeros críticos fueron los fundadores de PLACTS que<br />

demostraron que éste no era adecuado a su realidad, ha evolucionado en América Latina y se lo puede encontrar<br />

en Dagnino, Davyt y Thomas (1996) y Dagnino y Thomas (2002). Entre los autores de países avanzados que más<br />

recientemente han criticado este modelo a partir de una perspectiva CTS, uno de los más instigadores es Sarewitz<br />

(Sarewitz, 1996 y Bozeman y Sarewitz, 2005) que destaca de manera incisiva los cinco "mitos" a éste asociados<br />

que legitiman la actuación de la comunidad de investigación junto a la sociedad y la eximen de responsabilidad.<br />

4 El primer Premio Nobel fue dado en 1947, a Bernardo Houssay. Después de él, otros dos científicos argentinos<br />

obtuvieron el Premio Nobel: Luis Leloir y César Milstein en 1970 y en 1984 respectivamente.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 317


para la realización de sus actividades el que hizo emerger –en contexto<br />

académico– un debate que se extendería por toda la región.<br />

Se libraba batalla –en la arena económica– entre conservadores e<br />

intervencionistas, replicando aquélla de los países centrales, entre liberales y<br />

“keynesianos”. Aquí, en Latinoamérica, eran los partidarios del apoyo al modelo<br />

primario-exportador, que había sido dominante hasta la década de 1930 bajo<br />

la hegemonía de la oligarquía rural, que se oponía a los defensores de la<br />

industrialización por sustitución de importaciones que transfería ingresos a la<br />

burguesía industrial y las clases medias urbanas.<br />

Lo que en los países centrales había originado el Estado de Bienestar que<br />

duraría hasta 1970, aquí había dado lugar al nacional-desarrollismo. En un<br />

momento en que mecanismos de protección a las élites locales –y al propio<br />

capital extranjero que fuera atraído por ellos– aún no se habían consolidado,<br />

agravando la pobreza –como ocurriría con las dictaduras militares–, el<br />

nacional-desarrollismo se constituía en un pacto modernizante de amplio<br />

espectro, que englobaba burguesía nacional 5 y clase trabajadora sindicalizada.<br />

En el ámbito académico, el nacional-desarrollismo tenía aceptación<br />

prácticamente generalizada. El debate interno se concentraba en cómo el país<br />

debería obtener el conocimiento necesario para industrializarse. Había dos<br />

posiciones extremas: la de la independencia científica y tecnológica, y la de la<br />

importación de tecnología que defendía el explotar las ventajas de los late<br />

comers. La primera implicaba un apoyo a la C&T mayor y –dentro del MIOL por<br />

entonces francamente dominante– un decidido apoyo a la investigación básica<br />

y la formación de recursos humanos.<br />

Fue en el interior de esta posición que profesores argentinos de las<br />

ciencias exactas y naturales, que querían hacer investigaciones y no<br />

encontraban las condiciones para ello, que nació PLACTS. El argumento<br />

central en este debate era que el justo apoyo que demandaba la comunidad<br />

de investigación, suponía un “Proyecto Nacional” que radicalizara el<br />

componente democrático-popular del nacional-desarrollismo y contuviera –<br />

por esto– un desafío científico-tecnológico original. De lo contrario, ya que la<br />

condición periférica, con su inherente dependencia cultural implicaba una<br />

pauta de consumo imitadora, que conformaba una estructura industrial en que<br />

la importación de tecnología era la regla impuesta por la racionalidad<br />

5 Como puede verse en la obra de los autores de la teoría de la dependencia (Cardoso y Faletto, Gunder Frank,<br />

etc.) Y haciendo un juego de palabras, cabe mencionar que existe quien diga que ella no era ni burguesía, ya que<br />

no se dedicó a explotar de forma capitalista a “su” clase trabajadora, ni nacional, dado que al contrario de promover<br />

la revolución democrático-burguesa de carácter antiimperialista que barriese la basura "feudal" que "ensuciaba"<br />

a Latinoamérica colonizada por los Ibéricos, prefirió transformarse en un "socio menor" del imperialismo.<br />

318 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


económico-empresarial, la escasa demanda local por conocimiento científico<br />

y tecnológico era una consecuencia lógica e inamovible (Herrera, 1971).<br />

Al mismo tiempo en que señalaba la escasa demanda por el conocimiento<br />

científico y tecnológico como la causa fundamental de la debilidad de nuestros<br />

sistemas de C&T, el PLACTS destacaba que nuestro problema no era la falta<br />

de capacidad para desarrollar “buena ciencia”, ni ninguna otra característica<br />

relacionada a nuestra herencia ibérica o indígena. Tampoco era algo asociado<br />

a un determinismo geográfico entonces de moda, del tipo “la ciencia no puede<br />

prosperar en los trópicos”.<br />

El argumento que nuestra capacitación científico-tecnológica tendería a<br />

volverse redundante, económicamente prohibitiva y, hasta incluso, socialmente<br />

inaceptable, formulada a finales de 1960, sigue siendo válido y se muestra<br />

hoy, después de décadas de apoyo al MIOL y al vínculo universidad-empresa,<br />

incuestionable (Dagnino, 2003).<br />

Cabe destacar, inclusive, que argumentos como éstos –que fueron<br />

minuciosamente analizados por los integrantes del PLACTS (Sábato, 1975) –<br />

tardaron mucho en formar parte de la agenda de investigación de los ECTS de<br />

los países avanzados (Dagnino, 1994).<br />

El Nacional-desarrollismo y el pensamiento latinoamericano en<br />

Ciencia, Tecnología y Sociedad como vectores de la PCT<br />

Es a inicios de la década de 1970 que comienza a existir una preocupación<br />

más generalizada en Latinoamérica acerca de la PCT. A partir de este período<br />

hasta principios de 1990, el PLACTS proporcionó el sustrato analíticoconceptual<br />

para los argumentos de aquellos que defendían la necesidad de<br />

fortalecer la estructura de I&D local. Argumentos, destáquese, contrarios a la<br />

visión imitativa y simplista de la teoría “etapista” del desarrollo –divulgada por<br />

el establishment académico-gubernamental norteamericano.<br />

Éste es un período de difusión del PLACTS y su matriz analítica, que pasa<br />

a ser utilizado por analistas de la PCT, por la comunidad de investigación y<br />

por las élites tecnocráticas progresistas, ubicadas en el aparato de Estado<br />

militar-autoritario argentino, brasilero y de otros países latinoamericanos.<br />

Debido a las ventajas que la interpretación de aquellos primeros científicos<br />

argentinos fundadores de los PLACTS presentaba, tanto en relación al<br />

pensamiento convencional basado en la cadena lineal de innovación que<br />

informa el MIOL, como a la visión “etapista” de la transferencia de tecnología,<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 319


se fue constituyendo en un movimiento que abarcó la totalidad de la región.<br />

Este proceso se dio, en parte, a través de la divulgación de sus ideas. Pero,<br />

también, por el esfuerzo y la contribución original de otros investigadores<br />

latinoamericanos.<br />

De hecho, la semejanza de la situación concreta que enfrentaban los países<br />

de la región –la de una industrialización por sustitución de importaciones que<br />

presentaba un creciente obstáculo de importación de tecnología— contribuyó<br />

al fortalecimiento del PLACTS. Tuvo igualmente importancia en este proceso,<br />

la pertinencia del marco de referencia de la Teoría de la Dependencia –como<br />

fundamento teórico para el análisis de esa situación–, así como su significativa<br />

aceptación en el medio académico latinoamericano.<br />

Al mismo tiempo en que crecía la producción analítica de contenido más o<br />

menos académico –de naturaleza claramente multidisciplinaria– fundamentada<br />

en los PLACTS, se fue difundiendo en cada país, y principalmente en las<br />

instituciones supranacionales que se dedicaban al tema de la C&T, una visión<br />

de PCT inspirada en ésta. Frecuentemente, eran los propios analistas los que<br />

representando en ésta aunque en general no oficialmente en ésta a sus países<br />

en reuniones de esas instituciones, enunciaban esa visión de PCT 6 .<br />

Dos características asociadas al discurso que expresaba esta visión<br />

merecen ser destacadas. La primera es que ésta se diferencia de aquella<br />

predominante en los países avanzados, en lo que respecta a cuestiones como<br />

la transferencia de tecnología. La segunda es la que destacaba la oposición<br />

del contenido que propugnaban en ésta –y que llegaba a contaminar la política<br />

explícita de C&T– con aquel que orientaba la PCT efectivamente<br />

implementada en sus países, resultado de otras políticas (industrial, agrícola,<br />

de comercio exterior, etc.) denominadas por Herrera (1973), la política<br />

implícita de C&T.<br />

Cuestiones ligadas a lo que hoy conocemos como la perspectiva y los<br />

principios de los ECTS: necesidades de aumentar la participación social en las<br />

decisiones de la PCT; orientar la investigación para la atención de las<br />

necesidades de la mayoría de la población, estaban presentes en las<br />

declaraciones oficiales y en los sucesivos planes de desarrollo científico y<br />

tecnológico elaborados en Argentina, Brasil y –en general– en toda<br />

Latinoamérica.<br />

6 La politización que daba al tema y el contenido muchas veces de reivindicación y denuncia en relación a los<br />

países centrales originaron lo que llegó a ser caricaturizado, en la década de 1980, como la "mafia latinoamericana”<br />

de la PCT.<br />

320 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Esto no implica, sin embargo, suponer que la adopción del PLACTS como<br />

marco analítico privilegiado, haya ocurrido debido a una convicción ideológica<br />

sobre fundamentos relacionados a la Teoría de la Dependencia que lo<br />

inspiraba. Lo que parece haber ocurrido fue, por un lado, una percepción de<br />

superioridad interpretativa que éste proporcionaba y –en el plano político–, la<br />

conveniencia de fortalecer una postura tercermundista en el ámbito de los<br />

gobiernos de la región. En el caso de los analistas brasileños, el PLACTS era<br />

además bastante coincidente con el papel de liderazgo que el país en éste<br />

pretendía asumir.<br />

Entonces, no fue la percepción de que existía un “exceso de oferta” de<br />

capacidad científica –como algunos suponían existir en la Argentina de los años<br />

`60– lo que parece haber llevado a los analistas brasileños a lo que podría ser<br />

considerado como la explotación, a mediados de 1970, del campo de los ECTS.<br />

En este período, la industria argentina, en gran medida aún de capital<br />

nacional, protagonizaba un creativo proceso de aprendizaje tecnológico. Como<br />

se ha visto exhaustivamente, este proceso no dependía de la investigación o<br />

formación de recursos humanos de alto nivel de calificación que se formaban<br />

en las universidades, y ni siquiera de la investigación que se realizaba en los<br />

institutos públicos. Dependía, sí, de canales adecuados para traer la tecnología<br />

del exterior, y de ingenieros y técnicos para operarla. El hecho que los<br />

empresarios viesen esto claramente, hacía de la PCT una política-medio –de<br />

naturaleza institucionalmente transversal e intrínsecamente difusa y<br />

multipropósito– la cual no mereció mucha atención.<br />

En Brasil –aunque el panorama fuese muy similar– se produjeron algunos<br />

desdoblamientos particulares. Poseía un papel importante el hecho de que la<br />

industria brasileña se encontrara en una posición de mayor debilidad tecnológica<br />

frente a las empresas transnacionales que se expandían mundialmente. Se<br />

sumaba a esto, la alianza que se estaba consolidando entre las élites militares y<br />

gubernamentales, por un lado y de la comunidad de investigación, por otro,<br />

alrededor de un abarcador proyecto de autonomía tecnológica. Adicionalmente,<br />

ocurría el crecimiento de las empresas estatales que, al destinar recursos<br />

crecientes para I&D en colaboración con las universidades públicas, generaban<br />

la consistencia necesaria para aquella alianza.<br />

De hecho, la C&T tuvo una importancia cualitativa y cuantitativa bien<br />

diferente en la agenda de los gobiernos militares brasileños cuando fue<br />

comparada con la de los demás gobernantes de otros países de<br />

Latinoamérica. Sin embargo, en ambos la reflexión sobre CTS, en especial la<br />

que tiene a la PCT como objeto, por diferentes razones y con distintos matices,<br />

fue evidente.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 321


En el caso brasileño, en función del proyecto “Brasil-gran-potencia” de los<br />

militares, que demandaba un elevado grado de autonomía tecnológica a ser<br />

construida a largo plazo, hubo un considerable apoyo a la investigación<br />

científica y al posgrado –principalmente en las ciencias duras–, lo cual suscitó<br />

una reflexión sobre la forma en que se debían distribuir los recursos<br />

gubernamentales (y sobre la PCT en general); una de las referencias en esta<br />

reflexión fueron las ideas de la PLACTS. En el caso argentino, el<br />

cercenamiento a la universidad –tal vez por la oposición que hacía el gobierno<br />

militar–, fruto del grado de radicalización política que la trayectoria del<br />

movimiento intelectual de izquierda implicó, fue mucho mayor que en el caso<br />

brasileño. Y, a diferencia de lo que ocurrió en Brasil, penalizó la expresa<br />

capacidad de investigación en ciencias duras preexistentes.<br />

Uno de los elementos de la estrategia de supervivencia de la comunidad de<br />

investigación sudamericana frente a los militares, fue convencer a las élites<br />

que “la C&T es el motor del progreso”. Pero esta estrategia, a juzgar por la<br />

trayectoria observada, sólo dio resultado significativo en el caso brasileño.<br />

En síntesis, conviene destacar que hubo en Brasil, una convergencia poco<br />

común entre la propuesta de desarrollo científico-tecnológico y productivo de<br />

las élites tecno-burocráticas y económicas, y los intereses de la comunidad de<br />

investigación. Esta conjunción conformó el escenario propicio para que fueran<br />

incorporadas las ideas del PLACTS al marco analítico-conceptual de los<br />

análisis del PCT, y a la propia formulación de la política explícita de C&T, lo que,<br />

sin embargo, no fue suficiente para que se contrarrestara la política implícita<br />

de C&T que, al contrario de lo que ocurría en los países avanzados, tendía a<br />

oponerse a ella.<br />

El Neo-liberalismo y la Teoría de la Innovación como vectores del PCT<br />

El período que se inicia a principios de los años 80 puede ser caracterizado<br />

por dos procesos más o menos simultáneos. El primero, de redemocratización,<br />

está asociado a la pérdida de apoyo político interno y externo a las dictaduras<br />

latinoamericanas, y al reconocimiento –por parte de las elites que de ella se<br />

beneficiaron– de que el mantenimiento de sus privilegios suponía cooptar<br />

sectores que se habían opuesto hacia un proyecto de conciliación.<br />

A pesar de las conocidas condiciones restrictivas que el pacto político de<br />

conciliación implicaba en relación a los objetivos más abarcables del PLACTS,<br />

éste indicaba una posibilidad de cambio importante para el área de C&T. La<br />

democratización económica que pudiera resultar de la redemocratización<br />

política que se iniciaba, podría llevar a algo semejante al “Proyecto Nacional”<br />

322 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


aludido por el PLACTS. La ampliación “por debajo” del mercado interno,<br />

generaría una demanda de conocimiento –de naturaleza original y autóctona–<br />

necesario para satisfacer necesidades sociales estancadas. También, la<br />

adopción de una postura menos liberal con relación al capital extranjero, y de<br />

mayor autonomía en el campo tecnológico y científico, podría crear<br />

condiciones para un escenario de adaptación creativa de tecnología exógena<br />

al ambiente productivo nacional en cambio.<br />

Pero incluso ocurrieron los cambios en la PCT –que la redemocratización<br />

hacía posible– que podrían, a través de una alteración en la agenda de<br />

investigación, preparar el camino para una nueva relación de la C&T con la<br />

sociedad. Demandaban planear algo cuyo actor hegemónico –la comunidad<br />

de investigación– suponía como neutro, universal, de desarrollo lineal e<br />

inexorable, y determinado de forma endógena.<br />

Estos cambios tendrían que ser orientados por las demandas de políticasfin,<br />

de carácter social, económicas y productivas, pasando por la identificación<br />

prospectiva de demandas tecnológicas y, de allí, hacia el establecimiento de<br />

prioridades de investigación y formación de recursos humanos. Lo que se<br />

confrontaba al MIOL, que se mantenía francamente dominante. Además, como<br />

la PCT latinoamericana había sido siempre mucho más una política científica<br />

que tecnológica –y aceptar la idea de que la ciencia, si fuera posible, no debía<br />

ser planificada–, por lo que no se consideraba necesaria ninguna reorientación.<br />

El segundo proceso que caracteriza el período que comienza a inicio de<br />

1980 fue la expansión del neoliberalismo. El mismo fue marcado –en el plano<br />

internacional– por la globalización económica, por la creciente subordinación<br />

política de los Estados Nacionales a los centros internacionales de poder, por<br />

el desmantelamiento del Estado de Bienestar y por el desempleo. Y, a nivel<br />

regional, además, por la disminución de la capacidad del Estado para elaborar<br />

políticas públicas, por la privatización, la tercerización, la desnacionalización y<br />

desindustrialización de la economía (Katz, 1987) y por un brutal agravamiento<br />

de la precarización del trabajo y la exclusión social.<br />

Este proceso restringió todavía más la importancia de la generación de un<br />

conocimiento autóctono para la dinámica económica y productiva de la región.<br />

Lo que hizo que disminuyera la ya frágil relación de capacidad instalada de<br />

investigación y de formación de recursos humanos en C&T con la actividad<br />

económica-productiva.<br />

A este contexto disfuncional creciente, se sumó la dinámica de la<br />

globalización y de la apertura económica propugnada por la visión neoliberal<br />

que potenció –en el plano de racionalización tecnológico-productivo– la<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 323


interpretación neo-schumpeteriana propuesta por la Teoría de la Innovación.<br />

Esta interpretación se apoya en la Economía, y tiene como base la concepción<br />

liberal de la separación entre el mundo público (Estado) y privado (la<br />

“sociedad”). Por eso supone que el conocimiento producido en la “sociedad”<br />

(inclusive por instituciones públicas o, cuando no, por investigadores allí<br />

formados con recursos públicos), sólo puede llegar a proporcionar un<br />

resultado positivo a esta misma “sociedad”, en el caso que sea utilizado por la<br />

empresa en la producción de bienes y servicios. Entones, esto debe ocurrir a<br />

través de la contratación de fuerza de trabajo, y la generación de plusvalía para<br />

los propietarios de los medios de producción, los cuales deben ser adquiridos<br />

vía mercado con precios por éste regulados.<br />

Coherentemente, su foco sólo podría estar en el actor-empresa. Éste –<br />

subsidiado por el Estado– usaría el “capital (conocimiento) social” y contrataría<br />

mano de obra cada vez más eficiente, pagando salarios crecientes para<br />

producir bienes y servicios cada vez mejores y más baratos. Además, pagaría<br />

impuestos que serían revertidos –vía la función de bienestar social del Estado–<br />

a los trabajadores, posibilitando buena salud, capacitación para el trabajo, etc.<br />

Caso exitoso en su “primer frente de batalla” (Dagnino, 2009), en que sus<br />

oponentes son los propios trabajadores –y su meta es la extracción de<br />

plusvalía a través de la innovación–, la atención del empresario se dirige a su<br />

segundo frente, en que la meta es la competitividad y sus oponentes son los<br />

propios colegas no innovadores, a los que él intentará excluir del mercado. El<br />

Estado, a través de su política de innovación, al estimular la I&D empresarial y<br />

otras actividades innovadoras –como, principalmente la adquisición de<br />

maquinaria de equipo–, fomentaría la innovación a nivel nacional. Y así, cada<br />

empresario sometido a la competencia inter-capitalista y buscando incorporar<br />

otras innovaciones –suponiendo siempre que la extracción de plusvalía relativa<br />

sea posible– conduciría a una mayor competitividad en el plano internacional,<br />

y propiciaría un aumento del bienestar de sus compatriotas.<br />

Las instituciones y mecanismos estatales que promovían la interacción<br />

entre los actores públicos y privados que participan de los procesos de I&D,<br />

con el fin –declarado al menos– de atender a las necesidades del conjunto de<br />

la sociedad, o a metas nacionales, fueron siendo sustituidos –cada vez más–<br />

por los que derivan recursos a las empresas directa o indirectamente (vía<br />

renuncia fiscal, por ejemplo). Sus propósitos pasaron a ser –cada vez más–<br />

la atención a los objetivos que ponían como centrales los actores, hasta<br />

entonces francamente dominante en este contexto, la comunidad de<br />

investigación y la empresa privada. Esta reformulación del papel del Estado<br />

resultó en una despolitización aún mayor de la PCT en la región (Versino,<br />

2006). En el nuevo escenario cabe ahora al Estado y sus instituciones, entre<br />

324 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


ellas las universidades públicas –directamente o a través de las incubadoras,<br />

parques y polos tecnológicos–, proporcionar un ambiente favorable o de<br />

espacios adecuados para que interactúen los actores que supuestamente<br />

participarían del proceso de innovación (investigadores universitarios y<br />

empresarios innovadores). De esta interacción, que supuestamente sería<br />

catalizada por la apertura comercial en curso, surgiría la inserción competitiva<br />

del país en el mercado internacional.<br />

Las demandas por conocimiento científico y tecnológico asociadas a las<br />

necesidades sociales, y el logro de los objetivos nacionales –cuya satisfacción<br />

cabría al Estado promover– perdieron espacio. En su lugar –como vector de<br />

la PCT– los intereses manifestados por el alto clero de la ciencia dura de la<br />

universidad, como si fueran los de la empresa privada.<br />

En medio de esta transformación, el grueso de la comunidad de<br />

investigación que no pertenecía a aquel “alto clero” emprendedor, acentuó su<br />

carácter corporativo. Pasó a defender con fervor renovado la ciencia básica,<br />

levantando la bandera de la “calidad disciplinaria” y –con nostalgias del<br />

pasado– empezó a abogar por el mantenimiento y hasta fortalecimiento del<br />

MIOL, para enfrentar a aquellos a que acusaba de defensores de la<br />

“privatización blanca” de la universidad, que la estaban subordinando a los<br />

intereses del mercado.<br />

En los institutos públicos de investigación –subyugados por la presión de<br />

la autofinanciación– y en los organismos de fomento y planificación (que<br />

tuvieron una disminución de su poder burocrático y recursos disponibles,<br />

como los sometidos a la competencia inter-burocrática desatada por la<br />

Reforma del Estado), el modelo gerencialista fue impuesto como tabla de<br />

salvación. A la orden del dían entraron procesos de privatización, alienación de<br />

activos adquiridos con recursos públicos para salvar a las corporaciones o<br />

beneficiar intereses externos a éstas (en el caso de los institutos de<br />

investigación), y procesos de evaluación y control, fomento a la publicidad,<br />

etc. (en el caso de los organismos de fomento y planificación).<br />

La promesa que esta racionalización hacía –de que, después del período<br />

de “destrucción creadora”, las empresas sobrevivientes inducirían a un círculo<br />

virtuoso de competitividad y desarrollo económico y social que beneficiaría a<br />

todos, inclusive a los actores que tradicionalmente han participado con la<br />

PCT– aún no se ha cumplido.<br />

Sin embargo, ésta es la argumentación hasta hoy responsable, en los<br />

ámbitos en que se toman las decisiones relativas a la política productiva y de<br />

C&T, por una especie de resignación. Dejaba poco espacio para algo que no<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 325


fuera asociado a la búsqueda de la competitividad, mediante la internalización<br />

de nuevas tecnologías. Como se señaló anteriormente, esta dinámica y esta<br />

política llevaron a un intenso proceso de desnacionalización y desindustrialización<br />

de la economía, y a un aumento en la importación de tecnología.<br />

Algo muy distinto a aquel círculo virtuoso que la racionalización de la Teoría de<br />

la Innovación previa decía.<br />

La PCT pasó a ser orientada por una mezcla de la vieja y mimética<br />

concepción lineal ofertista, que sirve a los tradicionales sectores corporativos<br />

de la comunidad de investigación, y una concepción eficiente, que sirve a otros<br />

sectores de esa misma comunidad –autodenominados pragmáticos y<br />

modernos– que intentan cada vez más orientar a la PCT a entender lo que<br />

afirman ser el interés de las empresas.<br />

La PCT latinoamericana –aún hoy menos influenciada por el modelo lineal<br />

de innovación– sigue basada en la idea de que el conocimiento tiene que<br />

“pasar” por la empresa privada (que debe utilizar siempre la tecnología más<br />

moderna y ser cada vez mas competitiva) para beneficiar a la sociedad. Esto<br />

hace que la PCT esté crecientemente orientada –por un lado– al desarrollo en<br />

el ámbito público, de actividades de formación de personal y de I&D que<br />

atienden al mercado. Y –por otro– a la promoción de empresas de “alta<br />

tecnología” que, como se ha demostrado, poseen escasa relevancia para la<br />

vida de la mayoría de la población de los países de la región.<br />

La contribución de Feenberg y Lacey para unirse al PCT en América<br />

Latina<br />

Se espera que lo presentado sobre la PCT latinoamericana haya servido<br />

para dialogar con los colegas que lo conocían, e inicie a los más nuevos. Se<br />

indica a continuación, cómo la contribución de Feenberg y Lacey nos puede<br />

ayudar a revisar su marco analítico conceptual y reorientarlo en el sentido que<br />

–supongo– quieren los que me acompañaron hasta aquí.<br />

Dado que la PCT elaborada en América Latina es, mucho más que en los<br />

países centrales, controlada por la comunidad de investigación, la posibilidad<br />

de alterarla pasa también mucho más que allí por la modificación de la visión<br />

que ésta posee acerca de la C&T (Dagnino, 2007). No parece razonable<br />

esperar a que de nuestra escasa e incompleta tela social de actores, incapaz<br />

de emitir una señal de relevancia audible por la comunidad de investigación,<br />

puedan destacarse actores competentes para incluirse en la agenda de<br />

decisiones de los intereses de la mayoría de la población, como justamente lo<br />

que se persigue hace tiempo en los países centrales (Dagnino, 2007a). Aquí<br />

326 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


más que allí, es más sensato aunar esfuerzos para que ocurra un cambio de<br />

esta visión basada en el mito de la Neutralidad de la Tecnociencia (Dagnino,<br />

2008ª). Esta visión, que combina las concepciones Instrumental y Determinista<br />

–en palabras de Feenberg–, que poseen respectivamente, los segmentos de<br />

derecha e izquierda de esta comunidad, se encuentra profundamente arraigada<br />

entre los actores involucrados con la PCT, y no puede ser subestimada.<br />

El hecho que la enseñanza y la investigación universitarias incorporen esta<br />

visión como matriz cognitiva, es que ésta conforme el ethos en el cual la<br />

comunidad de investigación es socializada, la vuelve un poderoso elemento<br />

unificador que explica el comportamiento indistinto de los segmentos de<br />

derecha e izquierda de esta comunidad. De hecho, como se busca explicar en<br />

Dagnino e Bragattolli (2009), estos dos segmentos –aunque estén apoyados<br />

en el campo de politics y de otras policies por proyectos políticos antagónicos–<br />

comparten, en función de la permanencia en el mito de la Neutralidad, el mismo<br />

modelo cognitivo respecto de la PCT. Lo que explica, por otra parte, el bajo<br />

grado de disenso y el blindaje ideológico que hace que la PCT parezca para la<br />

sociedad una política sui generis; una policy que no posee en su seno un<br />

enfrentamiento al nivel de la politics. Y, en un último análisis, la reiteración del<br />

predominio de la comunidad de investigación en su elaboración.<br />

La contribución de Feenberg y Lacey permite mostrar cómo la alteración de<br />

esta situación –el modo en que se orienta hoy la PCT– es esencial para la<br />

mejora de las condiciones de vida del conjunto de la sociedad. Y cómo esta<br />

contribución se constituye en una más de las políticas que –engendrada en el<br />

ámbito de un estado capitalista–, tiende a mantener a cualquier costo las<br />

condiciones necesarias para la reproducción de las relaciones sociales de<br />

producción que caracterizan a este sistema. Ella es igualmente esclarecedora<br />

en el campo normativo, alineándose con otras reflexiones que –<br />

lamentablemente– tienden a poner a los que critican la PCT en esa perspectiva<br />

de oposición a sus aliados de izquierda.<br />

Permite desentrañar el carácter simplista e ingenuo de aquellas posturas<br />

que defienden que la exclusión social podría ser puesta en una ecuación<br />

mediante la “difusión de los frutos del progreso científico y tecnológico para<br />

la sociedad”, la “apropiación del progreso tecnológico por parte de la<br />

población”, la “apropiación del conocimiento científico y tecnológico por los<br />

ciudadanos”, un mayor “entendimiento público de la ciencia” y una mayor<br />

“participación pública en la ciencia” (Dagnino, 2006). En el punto en que nos<br />

encontramos preocupados por traer la crítica de la Neutralidad de la<br />

Tecnociencia a la arena de la PCT y las políticas sociales, ésta es esencial<br />

para viabilizar la transformación por la que luchan los pueblos y los gobiernos<br />

de izquierda latinoamericanos.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 327


A partir de la discusión de la agenda de investigación con la comunidad<br />

científica, aún francamente hegemónica en la elaboración de la PCT, ésta es<br />

capaz de hacer emerger su segmento de izquierda, provocando en su interior la<br />

desestabilización del contradictorio y frágil compromiso del Determinismo –que<br />

Feenberg caracteriza como la combinación de neutralidad y autonomía–,<br />

heredado de su afiliación al marxismo convencional (Dagnino y Novaes, 2007).<br />

Lo que permitirá en el plano del proceso de la toma de decisiones, un<br />

movimiento capaz de contaminar la agenda de investigación con nuevos valores.<br />

En el plano de capacitación de personal, a partir de la constatación que el<br />

código socio-técnico que entregamos a nuestros alumnos, la “planilla de<br />

cálculo” con la cual proyectan y se relacionan con la Tecnociencia, no les<br />

permite actuar en contra de la corriente de su condición periférica y de su<br />

pertenencia al antagonismo inherente al capitalismo; su obra señala el camino<br />

de la profunda revisión que deben sufrir nuestras actividades de enseñanza,<br />

investigación y extensión.<br />

En nuestros países, el mantenimiento de políticas sociales compensatorias<br />

y la decisión de transformar la dinámica de la exclusión de la economía informal<br />

en la de inclusión –a través de la generación de oportunidades de trabajo y<br />

economía solidaria de ingresos– hace que sean indispensables y oportunas las<br />

ideas de la Tecnología Social y la propuesta de Adecuación socio-técnica<br />

(Dagnino, 2009).<br />

La contribución de Feenberg y Lacey ayuda a comprender por qué el<br />

conocimiento científico y tecnológico –tal como hoy existe– no es capaz de<br />

promover un estilo de desarrollo que proporcione una mayor equidad<br />

económica, justicia social y sustentabilidad ambiental; sobre todo en el<br />

contexto latinoamericano como foco propuesto y de análisis. Y que, al<br />

contrario, a menos que nuestro potencial de generación de conocimiento sea<br />

orientado mediante un proceso movido por intereses y valores compatibles<br />

con este estilo alternativo, no será posible materializar la propuesta –bien<br />

intencionada, pero ingenua– de la “Ciencia y Tecnología para la ciudadanía”<br />

que hoy orienta a la PCT de los gobiernos latinoamericanos de izquierda.<br />

Su crítica conduce a la percepción de que –para usar nuestro potencial<br />

científico y tecnológico como elemento en la lucha contra la desigualdad y por<br />

la inclusión social– es necesario politizar la discusión de C&T y, por extensión,<br />

de la PCT latinoamericana. De acuerdo con el abordaje que sugieren, la<br />

ciencia no es la representación objetiva de la verdad, y la tecnología no es<br />

únicamente la aplicación práctica del conocimiento científico. De hecho,<br />

ambas son construcciones sociales y por lo tanto incorporan los valores del<br />

contexto en el que se generan.<br />

328 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


Coherentemente con este punto de vista, Lacey –preocupado por<br />

demostrar la viabilidad de los abordajes alternativos– va más allá de la crítica<br />

a la revolución verde (y a la biotecnología), y propone la agro-ecología, como<br />

una tecnociencia que trata de responder a la pregunta de cómo producir<br />

granos para que una comunidad pueda alimentarse adecuadamente –con<br />

autonomía y el sustentabilidad ambiental– en lugar de la pregunta de cómo<br />

maximizar la producción bajo determinadas condiciones dictadas por intereses<br />

preexistentes.<br />

Para engendrar una nueva trayectoria de desarrollo para América Latina es<br />

necesario crear un escenario cognitivo diferente del actual, concebida de<br />

acuerdo con una perspectiva diferente de desarrollo. Es en esta perspectiva,<br />

que se sitúa la Tecnología Social (Dagnino, 2009). Ésta ha sido<br />

conceptualizada de muchas formas, contemplando diferentes propósitos. En<br />

el contexto de este trabajo, puede ser entendida como el intento por<br />

materializar un conjunto de ideas y argumentos muy similares a los que se<br />

desarrollaron aquí, y orientar la construcción de un marco analítico conceptual<br />

para la elaboración de una política de conocimiento –o de C&T– capaz de<br />

promover un escenario de desarrollo que, en múltiples aspectos, garantice<br />

ciudadanía y sustentabilidad.<br />

El concepto de tecnología que utilizamos no sirve a este propósito, por ser<br />

éste mismo el resultado de un proceso de construcción social que tiene lugar<br />

en una sociedad capitalista, y por traer eso inserto –“contaminándola”– los<br />

valores e intereses allí hegemónicos, ligados a su reproducción. De hecho, la<br />

idea de sentido común de tecnología como aplicación de la ciencia –“verdad<br />

buena y que siempre avanza”– (para aumentar la eficiencia, produciendo más,<br />

mejor, más barato y beneficiando a la sociedad), no es conveniente a este fin<br />

por no precisar cuál es el actor que acciona sobre el proceso introduciendo<br />

la tecnología (o el nuevo conocimiento tecno-científico que aumentará la<br />

“eficiencia”), cómo él procede, por qué puede actuar como lo hace, y cómo se<br />

apropia del resultado de su acción.<br />

Para llegar a un nuevo concepto de tecnología que sirva al entendimiento<br />

de la TS, se parte de la idealización de una situación primitiva, sin precedente<br />

histórico, en que el capitalismo ya habría procesado la expropiación del saber<br />

del productor directo, la segmentación y la jerarquía del proceso del trabajo,<br />

la separación del trabajo manual del intelectual, y la naturalización de la idea<br />

de ciencia y tecnología –o del conocimiento– como privilegio de los<br />

propietarios de los medios de producción y como legitimadora de esta<br />

propiedad.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 329


Es la observación de esta situación, según la perspectiva marxista, la que<br />

permite entender la tecnología capitalista –en cualquier momento– como el<br />

resultado de la acción del propietario de los medios de producción sobre un<br />

proceso de trabajo que él controla y permite una modificación (en la cantidad,<br />

asociable a la innovación del proceso, o en la calidad, asociables a la<br />

innovación del producto) pasible de ser por él apropiada bajo la forma de<br />

plusvalía relativa; y entender sus características –capitalistas– como<br />

consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción, y del tipo<br />

de control que de ella emana.<br />

Es también esa observación, la que orienta el entendimiento de la<br />

tecnología como el resultado de la acción de un actor social sobre un proceso<br />

de trabajo que él controla y que –en función de las características del contexto<br />

socioeconómico, del acuerdo social y del ambiente productivo en que él<br />

actúa– permite una modificación en el producto generado, pasible de ser<br />

apropiada según su interés.<br />

Lo que transporta el diálogo del momento descriptivo al normativo,<br />

avanzando en el terreno de la operatividad del marco analítico conceptual<br />

propuesto, es la idea de TS. Entendida como un significante-síntesis de un<br />

complejo significado ideológico y político que reúne valores e intereses, y<br />

posturas, la TS encuentra su límite inferior –pero más robusto– de aglutinación<br />

de adhesiones en su definición más simple: tecnología que promueve la<br />

inclusión social.<br />

Luego –particularizando el concepto genérico– entender TS como el<br />

resultado de la acción de un colectivo de productores sobre un proceso de<br />

trabajo que permite un modificación en el producto generado, pasible de ser<br />

apropiada según la decisión del colectivo; en función de un contexto socioeconómico<br />

(que engendra la propiedad colectiva de los medios de<br />

producción) y de un acuerdo social –que legitima el asociativismo– que<br />

proporciona, en el ambiente productivo, un control –autogestionario– y una<br />

cooperación voluntaria y participativa.<br />

La inserción de la idea de TS en la agenda de la Política de C&T<br />

latinoamericana compete a la comunidad científica de izquierda. Cabe a ella<br />

enfrentar el desafío que coloca la concepción de un conjunto de indicaciones<br />

de carácter socio-técnico –alternativo al existente en el ambiente en que ella<br />

actúa–, que sea capaz de orientar las acciones de capacitación, I&D, fomento<br />

y planificación de Tecnología Social. En particular aquellas que conciernen a los<br />

involucrados con la Economía Solidaria: gestores de las políticas sociales y de<br />

C&T, investigadores, profesores y alumnos participantes de las incubadoras de<br />

cooperativas, técnicos de institutos de investigación, trabajadores, etc.<br />

330 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong>


En términos de desarrollo de TS, la adopción de la propuesta de la AST<br />

para llevar a la práctica el reproyecto de la tecnología capitalista parece un<br />

buen punto de partida por incorporar –como sugiere Feenberg– lo político y<br />

lo ideológico a lo tecnológico. Mediante un movimiento contra-hegemónico al<br />

de la construcción socio-técnica, pero fundado en éste, la AST propone la<br />

deconstrucción de la tecnología capitalista (la “extirpación” de los intereses y<br />

valores que llevaron a su construcción) y su reconstrucción (la “contaminación”<br />

de los ambientes en que “los productores” y “usuarios” producen TS con los<br />

intereses de los excluidos).<br />

La propuesta de AST es tributaria de la contribución de Feenberg y Lacey.<br />

En especial, las ideas de Feenberg sobre instrumentalización primaria,<br />

secundaria y racionalización subversiva, se suman al abordaje socio-técnico.<br />

Lo que dio lugar a esta concepción fue la combinación de esta contribución<br />

con el rescate crítico del enfoque marxista convencional –el carácter<br />

explotador y opresor de la tecnociencia–, y la experiencia latinoamericana de<br />

adecuación técnico económica de la tecnología de las empresas de los países<br />

de capitalismo avanzado al contexto económico y tecnológico periférico.<br />

Estoy seguro de que, a medida que el movimiento de la TS vaya avanzando,<br />

y se difunda que el concepto de que la PCT latinoamericana debe ser<br />

reorientado, crecerá la importancia de la contribución de Feenberg y Lacey en<br />

la región.<br />

<strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong> | 331


332 | <strong>Culturas</strong> <strong>Científicas</strong> y <strong>Alternativas</strong> <strong>Tecnológicas</strong><br />

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