Culturas y Religiones – Juan Bosch
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4. LOS FUNDAMENTALISMOS EN LAS RELIGIONES CONTENIDOS Se trata de mostrar el panorama desolador que aparece siempre que el hecho religioso se orienta de un modo intolerante y violento. Lo que debiera ser generador de altruismo se transforma en fuente de muerte. Los grandes nombres de esta perversión son el fundamentalismo y el dogmatismo. El fundamentalismo lejos de ser un fenómeno exclusivamente musulmán como ciertos medios de comunicación social se empeñan en mostrar es un fenómeno universal que también afecta a todas las religiones. El término “fundamentalismo”, aunque es un término único usado indiferenciadamente en la prensa y medios de comunicación, posee una variedad de sentidos. Los creyentes de una religión que apelan al retorno a los valores fundamentales o fundacionales de la misma, pueden llamarse “fundamentalistas”. El origen del término se halla en un movimiento protestante norteamericano, de finales del siglo pasado, que pone el énfasis en la interpretación literal de la Biblia como fundamento de la vida y educación cristianas. Para muchos cristianos ”liberales” o ”laicistas” el término ”fundamentalismo” tiene connotaciones peyorativas que recaen sobre quienes abogan por posiciones bíblicas literalistas y son considerados como “estáticos” o “retrógrados” e, incluso, “extremistas”. Dentro del islam los “fundamentalistas” son considerados, desde Occidente, como gentes carentes de toda educación y percepción de valores y responsables de un activismo político extremista, y todo tipo de fanatismo, terrorismo y política antiamericana, e incluso antieuropea. Sin embargo, no todos los individuos u organizaciones de África u Oriente Medio concuerdan con este estereotipo. En realidad, muchos líderes fundamentalistas han tenido el mejor tipo de educación europea, gozan de posiciones de responsabilidad en la socie- 170
El hecho religioso en sí mismo dad y están dispuestos a introducir las más modernas técnicas para crear instituciones modernas, como escuelas, hospitales y servicios sociales. El islam fundamentalista posee muchos rostros diferentes, desde el ”revolucionario y personalista” de Ghadaffi al conservador de Arabia Saudita o el “clericalista” de Irán, sin contar el “terrorista” de quienes han sido desplazados del poder, como en Argelia. La raíz de este emerger del islam en política hay que verlo como un intento de revitalizar y proyectar el perfil del islam en la sociedad musulmana. En efecto, la religión musulmana trata de ser globalizante, pero fue severamente marginada durante este siglo por las potencias coloniales europeas y los subsiguientes nacionalismos, muchos de ellos pro-marxistas. Por ello, en los años 70 resurgieron de manera a menudo dramática, tanto en la vida privada como social, con el consiguiente impacto político. En la vida personal o privada se percibe este resurgir en muchos indicios: atención estricta a las observancias religiosas (oración en la mezquita, ayunos, vestidos) y proliferación de la presencia de la religión en los medios de comunicación (radio, cassettes). En la vida social se percibe en el surgimiento de gobiernos orientados o legitimados por el islam y su impacto en las leyes, la educación y los servicios sociales. El resurgimiento político del islam busca atraer la percepción de los fieles hacia decepciones en temas recurrentes: el sistema político, económico y social ha fracasado, desencanto y rechazo de Occidente, la convicción de que el islam proporciona una ideología autosuficiente para el Estado y la sociedad. Sin embargo, aunque la «occidentalización» y la ”secularización” son condenadas, no lo es la modernización como tal. Se acepta la ciencia y la tecnología de Occidente, pero el ritmo, la dirección y la extensión de los cambios sociales se han de subordinar a la fe y los valores islámicos. Los movimientos radicales van más allá y declaran: – El islam y Occidente están en un campo de batalla permanente desde el legado de las Cruzadas medievales hasta el moderno colonialismo, producto éste de una ”conspiración judeo-cristiana”. Occidente (Europa y, sobre todo, Estados Unidos) es acusado de apoyo a regímenes injustos (Egipto, Líbano) y apoyo a Israel. La violencia contra 171
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dad y están dispuestos a introducir las más modernas técnicas para<br />
crear instituciones modernas, como escuelas, hospitales y servicios<br />
sociales. El islam fundamentalista posee muchos rostros diferentes,<br />
desde el ”revolucionario y personalista” de Ghadaffi al conservador<br />
de Arabia Saudita o el “clericalista” de Irán, sin contar el “terrorista”<br />
de quienes han sido desplazados del poder, como en Argelia. La raíz<br />
de este emerger del islam en política hay que verlo como un intento<br />
de revitalizar y proyectar el perfil del islam en la sociedad musulmana.<br />
En efecto, la religión musulmana trata de ser globalizante, pero<br />
fue severamente marginada durante este siglo por las potencias coloniales<br />
europeas y los subsiguientes nacionalismos, muchos de<br />
ellos pro-marxistas. Por ello, en los años 70 resurgieron de manera a<br />
menudo dramática, tanto en la vida privada como social, con el consiguiente<br />
impacto político. En la vida personal o privada se percibe<br />
este resurgir en muchos indicios: atención estricta a las observancias<br />
religiosas (oración en la mezquita, ayunos, vestidos) y proliferación<br />
de la presencia de la religión en los medios de comunicación (radio,<br />
cassettes). En la vida social se percibe en el surgimiento de gobiernos<br />
orientados o legitimados por el islam y su impacto en las leyes, la<br />
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El resurgimiento político del islam busca atraer la percepción de<br />
los fieles hacia decepciones en temas recurrentes: el sistema político,<br />
económico y social ha fracasado, desencanto y rechazo de Occidente,<br />
la convicción de que el islam proporciona una ideología autosuficiente<br />
para el Estado y la sociedad. Sin embargo, aunque la «occidentalización»<br />
y la ”secularización” son condenadas, no lo es la<br />
modernización como tal. Se acepta la ciencia y la tecnología de Occidente,<br />
pero el ritmo, la dirección y la extensión de los cambios sociales<br />
se han de subordinar a la fe y los valores islámicos. Los movimientos<br />
radicales van más allá y declaran:<br />
<strong>–</strong> El islam y Occidente están en un campo de batalla permanente<br />
desde el legado de las Cruzadas medievales hasta el moderno colonialismo,<br />
producto éste de una ”conspiración judeo-cristiana”. Occidente<br />
(Europa y, sobre todo, Estados Unidos) es acusado de apoyo a regímenes<br />
injustos (Egipto, Líbano) y apoyo a Israel. La violencia contra<br />
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