Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
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SARA LIDIA NOVAS<br />
Se divisa a lo lejos una nave. Al cabo de unos segundos un monstruo con<br />
varios t<strong>en</strong>táculos emerge a <strong>la</strong> superfi cie. Yo y mis hermanas estamos decididas<br />
a <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarlo. Muy cautelosas y acostumbradas a los peligros avanzamos. La<br />
embarcación se ade<strong>la</strong>nta y llega al lugar. Los tripu<strong>la</strong>ntes junto con el comandante<br />
empiezan una lucha con esa criatura gigante. Después de unas horas, lo<br />
matan. Me acerco con reserva a uno de los tripu<strong>la</strong>ntes.<br />
–Perdón, quedé sorpr<strong>en</strong>dida con <strong>la</strong> rapidez con que actuaron. El marino<br />
dejó de <strong>en</strong>rol<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s sogas, levantó <strong>la</strong> cabeza. Sus ojos impertin<strong>en</strong>tes invadieron<br />
todo mi cuerpo. Su boca <strong>en</strong>treabierta no lo podía creer.<br />
Pregunté: –¿Cómo hicieron para terminar con esa fi era?<br />
El marino volvió a <strong>la</strong> realidad y explicó <strong>la</strong> verdadera hazaña.<br />
–Es que, nuestro comandante tuvo el asesorami<strong>en</strong>to de un amigo conocedor<br />
del mar, quién le confesó algunos secretos para sobrevivir mi<strong>en</strong>tras durara<br />
<strong>la</strong> navegación.<br />
–Nos untamos con grasa de animal y así pudimos v<strong>en</strong>cerlo.<br />
–T<strong>en</strong>gan cuidado con los peñascos, son escollos que al pasar el navío los<br />
<strong>en</strong>cierra y los deja atrapados.<br />
–Sí, Poseidón nos alertó. Gracias. Volví a internarme <strong>en</strong> <strong>la</strong>s aguas hacia<br />
el Pa<strong>la</strong>cio. Al llegar, mi madre me informa que me nombraron custodia del<br />
barco que tras<strong>la</strong>dará a <strong>la</strong> reina María de Médicis a Marsel<strong>la</strong> donde contraerá<br />
matrimonio con Enrique IV.<br />
Pasaron los años y aquí estoy <strong>en</strong> el Museo del Louvre. Los turistas de<br />
todo el mundo se deleitan con <strong>la</strong>s obras de arte. Yo soy parte de <strong>la</strong> custodia<br />
del Desembarco de <strong>la</strong> Reina. Tantos años, todos nos hicimos muy compañeros.<br />
A veces cansada de estar <strong>en</strong> <strong>la</strong> misma posición salgo a disfrutar del arte.<br />
No es tan fácil para mí acostumbrarme a vivir <strong>en</strong> tierra fi rme pero lo logré. Me<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro <strong>en</strong> el Museo del Prado, <strong>en</strong> Madrid. Una pintura me impacta y trae<br />
a mi memoria hechos de <strong>la</strong> infancia. En realidad, de niñas con <strong>la</strong> protagonista<br />
del cuadro jugábamos y nos escondíamos <strong>en</strong>tre los acanti<strong>la</strong>dos. Cuantas anécdotas.<br />
No quiero llorar. Extraño mucho a los míos. La pobre Andrómeda fue<br />
capturada por un horroroso monstruo de mar que <strong>la</strong> hizo cautiva: –¡¡¡Ayuda,<br />
que algui<strong>en</strong> me ayude por favor!!! Un soldado que cabalgaba por el lugar sintió<br />
los gritos desgarradores de <strong>la</strong> jov<strong>en</strong> y <strong>la</strong> puso a salvo.<br />
–No te impaci<strong>en</strong>tes, no llores, todo saldrá bi<strong>en</strong>. Obnubi<strong>la</strong>do por tanta belleza<br />
<strong>la</strong> tomó <strong>en</strong> sus brazos y nunca más se separaron. Algui<strong>en</strong> me dijo que son<br />
muy felices. Hace rato que observo <strong>la</strong> imag<strong>en</strong> y espero que el<strong>la</strong> me reconozca.