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DESPIERTOS EN LA LLUVIA Doctora”. Comencé a mirar mis centros de mesa dignos del Hilton, una vela de color rosa rodeada de rosas rococó rosadas, sobre diferentes manteles que la familia había reunido. Vasos y platos descartables, regalo de boda de Mónica su patrona. Al salir del quincho te encontrabas con una vieja pileta semienterrada de los cuales veía sobresaltar cosas, pensé serán velas aromáticas que fl otan y van de un lado a otro, no simplemente eran sapos. Entré nuevamente al salón para ver si todo estaba en orden. Las estufas andaban, el equipo de música tenía para pasar diez CD y los invitados ya mostraban cara de hambre. Bueno dije, me prestan atención en un rato hacen su arribo los novios, no bien terminé de decir eso… se cortó la luz, grité para que no haya pánico, está todo bajo control y encendí mis diez centros de mesa. Al Llegar los novios se emocionaron al ver todo a la luz de las velas, pero luego quisieron llorar al saber que no había luz, por suerte no hay mal que dure cien años, así fue que la luz volvió a las dos horas. El momento más esperado por ellos estaba por llegar, me pareció una idea original, que los invitados les den a los novios sus respectivos regalos en presencia de todos. Así fue que recibieron media docena de vasos, una toalla, una ensaladera, otra media docena de vasos, dos tarros que decían azúcar y yerba, repasadores, pero yo veía que el tío de ella era el más ansioso y el que llevaba el paquete más grande, por eso lo dejé para lo último, sabía que sería una gran sorpresa y vaya si lo fue, en su turno se acercó a la novia y le dijo, querida sobrina les compré esta bañaderita amarilla porque no sabemos si va ser nena o varón. La novia empalideció y se desmayó, el suegro del novio lo llamó a un costado y las dos madres de los novios pidieron que les tomen la presión. Yo para calmar los ánimos pedí que pongan… la Vida es un Carnaval. HIJOS NEGREROS Néstor Santibáñez abrió los ojos despacio, cada pestaña le pesaba más que una bolsa de pan, Se estiró en la cama y de reojo vio cómo su madre había llegado de trabajar. –Vieja ¿qué comemos hoy? –No sé todavía hijo, voy a ver lo que me dieron de las sobras y preparo algo. –A ver si un día te la jugás y me haces un pastel de papas, vos sabés que es mi locura. 53

54 CARMEN FLORENTÍN CABRERA –Lo que pasa que no me pagaron y todavía no sé cuándo cobro. –No te estarán tomando por boluda, porque si es así voy y les prendo fuego la panadería. –Y… vos no conseguiste nada, una changa, algo. Me dijiste que te levantabas temprano y averiguabas El Plan Todos Comeremos Igual. –Pero ya sabés, cayó anoche el Cacho y me invitó a tomar algo, yo le aclaré mirá que no tengo un mango, pero como es un amigo de fi erro me dijo pago yo, y vos podés creer que cuando me di cuenta ya eran las cinco. Hablando de mangos necesito un préstamo hoy juega mi yegua favorita. –Mirá todo lo que tengo es para la garrafa. –Y bueno dámelo, vas a ver que gano y te doy el doble. –No, esta vez no me hacés más el cuento, andá a buscar un laburo y pagate vos tus vicios. –¿Qué dijiste? Yo Laburar, ni en sueños, así que dámela o estoy perdiendo la paciencia. –Y yo perdí las ganas de vivir, así que hacé lo que quieras. –Decime donde está la guita. –En la lata de tabaco, arriba del ropero. Pobre vieja creo que le hice un favor, estaba cansada de trabajar, ya era hora de que descanse. LA MALA LUZ Estaba Ciriaca Quintana dándoles de comer a sus muchas, chillonas y regordetas gallinas, cuando al levantar su vista se vio cegada por una luz brillante y caliente, parecía un gran brasero dijo, cuando se lo describió a su marido. Eleuterio Samaniego hombre de no temerle a nada ni siquiera al señor de las tinieblas. Salió con su viejo y muy usado machete a meterse en el monte. Lo primero que notó fue que las lianas se multiplicaron, formando una especie de telaraña difícil de cortar, no dejaban avanzar más de un metro por hora, las cortezas de los árboles parecían cocinadas, se volvieron blandos y estaban calientes. Los frutos de las palmeras parecían en almíbar, pero recién ahí notó el silencio que le penetró por los oídos y lo dejó casi sordo, sin ningún indicio animal o alma animada. Un zumbido de micrófono no calibrado lo aturdió y

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CARMEN FLORENTÍN CABRERA<br />

–Lo que pasa que no me pagaron y todavía no sé cuándo cobro.<br />

–No te estarán tomando por boluda, porque si es así voy y les pr<strong>en</strong>do<br />

fuego <strong>la</strong> panadería.<br />

–Y… vos no conseguiste nada, una changa, algo. Me dijiste que te levantabas<br />

temprano y averiguabas El P<strong>la</strong>n Todos Comeremos Igual.<br />

–Pero ya sabés, cayó anoche el Cacho y me invitó a tomar algo, yo le ac<strong>la</strong>ré<br />

mirá que no t<strong>en</strong>go un mango, pero como es un amigo de fi erro me dijo pago<br />

yo, y vos podés creer que cuando me di cu<strong>en</strong>ta ya eran <strong>la</strong>s cinco. Hab<strong>la</strong>ndo de<br />

mangos necesito un préstamo hoy juega mi yegua favorita.<br />

–Mirá todo lo que t<strong>en</strong>go es para <strong>la</strong> garrafa.<br />

–Y bu<strong>en</strong>o dámelo, vas a ver que gano y te doy el doble.<br />

–No, esta vez no me hacés más el cu<strong>en</strong>to, andá a buscar un <strong>la</strong>buro y pagate<br />

vos tus vicios.<br />

–¿Qué dijiste? Yo Laburar, ni <strong>en</strong> sueños, así que dáme<strong>la</strong> o estoy perdi<strong>en</strong>do<br />

<strong>la</strong> paci<strong>en</strong>cia.<br />

–Y yo perdí <strong>la</strong>s ganas de vivir, así que hacé lo que quieras.<br />

–Decime donde está <strong>la</strong> guita.<br />

–En <strong>la</strong> <strong>la</strong>ta de tabaco, arriba del ropero.<br />

Pobre vieja creo que le hice un favor, estaba cansada de trabajar, ya era<br />

hora de que descanse.<br />

LA MALA LUZ<br />

Estaba Ciriaca Quintana dándoles de comer a sus muchas, chillonas y<br />

regordetas gallinas, cuando al levantar su vista se vio cegada por una luz<br />

bril<strong>la</strong>nte y cali<strong>en</strong>te, parecía un gran brasero dijo, cuando se lo describió a su<br />

marido. Eleuterio Samaniego hombre de no temerle a nada ni siquiera al señor<br />

de <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s. Salió con su viejo y muy usado machete a meterse <strong>en</strong> el monte.<br />

Lo primero que notó fue que <strong>la</strong>s lianas se multiplicaron, formando una especie<br />

de te<strong>la</strong>raña difícil de cortar, no dejaban avanzar más de un metro por hora,<br />

<strong>la</strong>s cortezas de los árboles parecían cocinadas, se volvieron b<strong>la</strong>ndos y estaban<br />

cali<strong>en</strong>tes. Los frutos de <strong>la</strong>s palmeras parecían <strong>en</strong> almíbar, pero recién ahí notó<br />

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