Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
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BEATRIZ FERNÁNDEZ VILA<br />
algo que abunda <strong>en</strong> esta casa es comida. Después, ll<strong>en</strong>ó los p<strong>la</strong>tos de los que<br />
comían <strong>en</strong> <strong>la</strong> cocina, y ord<strong>en</strong>ó que el resto se lo dieran a los cerdos.<br />
CANDELARIA<br />
Fue <strong>la</strong> Mari, desde que llegó cubierta de miedo, y hasta que <strong>la</strong> desazón se<br />
le hizo costumbre. Apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do a servir, mi<strong>en</strong>tras soñaba que el agua de <strong>la</strong><br />
<strong>la</strong>guna volvía a rozarle los pies, o que <strong>la</strong>s noches de su pueblo v<strong>en</strong>ían a curarle<br />
el alma. Y acunó <strong>en</strong> sus brazos mor<strong>en</strong>os, a los hijos de sus patrones, desde<br />
antes que supieran hab<strong>la</strong>r, cuando el<strong>la</strong> era todavía <strong>la</strong> sabia, hasta que sabían<br />
tanto que ya no <strong>la</strong> tomaban <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta. La falta de escue<strong>la</strong> se le hizo carne, y<br />
con los años pareció más ignorante de lo que era, porque <strong>la</strong> frescura se le fue<br />
y<strong>en</strong>do, y ni siquiera preguntaba con <strong>la</strong> espontaneidad que trajo al llegar.<br />
–Guaynita 2 . Mire que si no está lista para <strong>la</strong>s cinco, <strong>la</strong> Mercedes no <strong>la</strong><br />
puede esperar.<br />
–No me quiero ir abue<strong>la</strong>.<br />
–No me haga eso m’hija… usted sabe que acá no <strong>la</strong> puedo t<strong>en</strong>er.<br />
–¿Pero qué voy hacer so<strong>la</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> capital? ¡No me haga ir que <strong>la</strong> voy a extrañar!<br />
–Duérmase ahora y pídale a <strong>la</strong> virg<strong>en</strong>cita de Itatí que <strong>la</strong> proteja.<br />
Aquel<strong>la</strong> noche, fue el último retazo de caricias que recordaría hasta el<br />
fi nal de sus días. El tr<strong>en</strong> surcaba veloz los maizales. En un abrir y cerrar de<br />
ojos, <strong>la</strong>s cosas que miraba ya no estaban, sólo a lo lejos los ranchos parecidos<br />
al que había dejado, se perpetuaban <strong>en</strong> el paisaje con obstinación para que el<br />
dolor que llevaba no se le fuera más. La Mercedes le dio unas cobijas para<br />
taparse, y que el único vestido que t<strong>en</strong>ía no se viera impres<strong>en</strong>table por el polvo<br />
del camino. Llevaba unas galletas <strong>en</strong> el bolso, pero no probó ninguna.<br />
Por suerte <strong>la</strong> noche inm<strong>en</strong>sa tuvo piedad y le trajo un sueño profundo. Se<br />
quedó dormida arrul<strong>la</strong>da por el sonido de los acordeones, que desgranaban un<br />
chamamé quejumbroso, y le traían rumor de camalotes.<br />
2 Guaynita: muchachita.