Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
DESPIERTOS EN LA LLUVIA<br />
–¡Viste lo de <strong>la</strong> Herminia! –le gritó desde lejos. El<strong>la</strong> quiso explicarle lo<br />
que acababa de escuchar – Siempre me pareció rara esa. ¿Te acordás que yo<br />
nunca iba al comedor? ¡Más bi<strong>en</strong>!… ¡Qué iba a ir! si se le notaba. Siempre<br />
mandona, siempre t<strong>en</strong>ía algo para decir ¡Andá a saber de qué me salvé! Ahora<br />
me voy para <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za. ¡Están los de <strong>la</strong> televisión! ¿Vas a v<strong>en</strong>ir?… ¡Esta noche<br />
le quemamos <strong>la</strong> casa a <strong>la</strong> asesina esa!<br />
A LOS CERDOS<br />
–Se lo di al Ramón, porque que se queda con hambre.<br />
–¿Y quién sos vos para decidir? ¿Por qué no me lo dice a mí? ¡Que v<strong>en</strong>ga<br />
y me lo pida! A ver si ahora voy a t<strong>en</strong>er que andar adivinando si esos se<br />
quedan con hambre. Y vos china, mirá si estarás vieja que te manejan como<br />
quier<strong>en</strong>. ¿No decís nada?<br />
–¡Que sí doña, que sí!<br />
–Que sí… ¿Qué?<br />
–Que le voy a decir que se lo pida a usted.<br />
La patrona se recostó <strong>en</strong> el sillón de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> porque el dolor de cabeza <strong>la</strong><br />
estaba matando. El<strong>la</strong> corrió <strong>la</strong>s cortinas para que descansara, y se fue apurando<br />
los pasos rumbo a <strong>la</strong> cocina. A <strong>la</strong> una v<strong>en</strong>ía el patrón del campo, y se<br />
había demorado con <strong>la</strong> conversación. Aunque le había quedado c<strong>la</strong>ro que <strong>en</strong><br />
ade<strong>la</strong>nte debía cumplir una nueva ord<strong>en</strong>. A través de <strong>la</strong> neblina que levantaban<br />
<strong>la</strong>s ol<strong>la</strong>s <strong>en</strong> el fuego, miró por el v<strong>en</strong>tanal hacia el molino. Los nuevos peones<br />
trajinaban con unos fardos que cargaban <strong>en</strong> un carro. T<strong>en</strong>drían <strong>la</strong> edad de sus<br />
nietos, p<strong>en</strong>só <strong>en</strong> ellos. El invierno estaba llegando, y no t<strong>en</strong>ía c<strong>la</strong>ro cómo era<br />
el clima <strong>en</strong> el lugar donde estaban. Era una mañana escarchada cuando se fueron,<br />
y le quedó <strong>en</strong> <strong>la</strong> memoria ese día que era más triste que todos los demás.<br />
Hacía tiempo que su hijo había ido hab<strong>la</strong>r con <strong>la</strong> maestra porque los gurises se<br />
dormían <strong>en</strong> c<strong>la</strong>ses. Al mediodía los vio llegar a los tres <strong>en</strong> el caballo, y jamás<br />
volvieron a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>. Al mes sigui<strong>en</strong>te se fueron a <strong>la</strong> cosecha de algodón, y<br />
no supo más, estarán hombres p<strong>en</strong>só.<br />
Cuando los patrones se s<strong>en</strong>taron a <strong>la</strong> mesa, el<strong>la</strong> estaba lista para servirlos.<br />
Los escuchó referirse al asunto del Ramón.<br />
–¡Figurate vos! –dijo <strong>la</strong> señora– Le andan rec<strong>la</strong>mando a esta fl oja, que se<br />
quedan con hambre. ¡Faltaba más, t<strong>en</strong>er que escuchar esas zonceras! Si hay<br />
45