Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
DESPIERTOS EN LA LLUVIA<br />
A pesar de <strong>la</strong> gran amistad que unía a los hombres, sus mujeres permanecían<br />
distantes. La primera agonía nos <strong>la</strong> unió, pero cuando el segundo com<strong>en</strong>zó<br />
a perder el pelo y <strong>en</strong> m<strong>en</strong>os de una semana lo <strong>en</strong>terraron, se ligaron como<br />
hermanas. No dejaban ni a sol ni a sombra al sobrevivi<strong>en</strong>te. Las viudas, se<br />
turnaban para cuidarlo. Le leían <strong>la</strong>s noticias, ya que estaba perdi<strong>en</strong>do <strong>la</strong> vista.<br />
Su mujer era <strong>la</strong> más débil de <strong>la</strong>s tres, por eso <strong>la</strong>s otras tomaron el mando<br />
y com<strong>en</strong>zaron a ocuparse de <strong>la</strong> comida y los medicam<strong>en</strong>tos.<br />
No fue por mucho tiempo, ya que murió <strong>en</strong> un mes.<br />
El médico, estaba <strong>en</strong> <strong>la</strong> Capital, informándose del extraño virus. Llego a<br />
tiempo de tirar el último puñado de tierra.<br />
Pasaron los meses l<strong>en</strong>tos y ásperos. La soledad <strong>la</strong>s fue cercando. No t<strong>en</strong>ían<br />
apremios, económicos. Sin hijos.<br />
Los viernes, llegaban a <strong>la</strong> cita, cada vez más temprano. Parecían no distinguir<br />
<strong>la</strong>s tumbas, ya que se <strong>la</strong>s veía llorando, sin consuelo, <strong>en</strong> cualquiera de<br />
<strong>la</strong>s tres. Lustraban con el mismo fr<strong>en</strong>esí los bronces y sangraban sus manos,<br />
acomodando <strong>la</strong>s rosas <strong>en</strong> los jarrones.<br />
Ofrecieron misas y siguieron <strong>la</strong> rutina <strong>en</strong> el confesionario. Una a una,<br />
recobrando <strong>la</strong> paz, hasta <strong>la</strong> próxima semana, arrebo<strong>la</strong>das <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s, el pulso<br />
inquieto. No había pasado un año del último <strong>en</strong>tierro, cuando los pob<strong>la</strong>dores<br />
se sorpr<strong>en</strong>dieron con <strong>la</strong> noticia de que el cura párroco, contrajo el mismo virus<br />
que los difuntos.<br />
Se preguntaron ¿Cómo ocurrió? Al sacerdote, no le gustaba <strong>la</strong> caza.<br />
TU MIRADA<br />
Tu mirada me <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra más allá del azogue y repite preguntas que no<br />
ti<strong>en</strong><strong>en</strong> respuesta. Cómo explicar, que <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za se pintó de rojo y <strong>la</strong>s palomas se<br />
espantaron de luto. ¿Sos vos o yo? El que mira hacia el cielo desde el desierto<br />
viol<strong>en</strong>to de <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za. Ulu<strong>la</strong>n sir<strong>en</strong>as y no son de cu<strong>en</strong>to.<br />
No sé qué hacer con los brazos vacíos. Ya no estás. Sí estás. En el espejo<br />
más allá del ahora. Más allá de <strong>la</strong>s ba<strong>la</strong>s.<br />
El sil<strong>en</strong>cio sabe a lágrimas. Voy a guardar algunas <strong>en</strong> el puño cerrado, por<br />
si llego a saber por qué llorar<strong>la</strong>s.<br />
¿Qué hago fr<strong>en</strong>te a esta caja de madera que no puede cont<strong>en</strong>er tanta vida?<br />
Todo era fi esta esta mañana cuando partimos con bombos y pancartas.<br />
31