Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
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MARÍA DEL CARMEN CÁRDENAS<br />
Por alcanzar <strong>la</strong> sortija, su pasaporte al Cielo de los ganadores, Braulio<br />
había despertado con su taloneo el v<strong>en</strong><strong>en</strong>o que acabó con sus vueltas <strong>en</strong> caballitos<br />
y sus sueños de pibe bu<strong>en</strong>o. Las lágrimas de su madre sigu<strong>en</strong> oli<strong>en</strong>do a<br />
tierra seca y a madera pintada y <strong>en</strong> esa esquina del barrio, un baldío, de vez<br />
<strong>en</strong> vez, deja oír lo que parece música de calesita, mezc<strong>la</strong>da con risas de chicos<br />
y caer de monedas que v<strong>en</strong>d<strong>en</strong> pasaportes a una is<strong>la</strong> mágica.<br />
IDENTIDAD<br />
Suave, casi etérea. Parecía de seda. Color gris de mar bajo una torm<strong>en</strong>ta.<br />
Sus iniciales <strong>la</strong> califi caban austera y elegante. Con cada ondu<strong>la</strong>ción se<br />
ajustaba leve pero fi rme y acompañaba sin cobardes repliegues <strong>la</strong>s curvas,<br />
<strong>la</strong>s sinuosidades y <strong>la</strong>s delgadas puntas. Envolvía como una madre al hijo. Lo<br />
abrigaba y lo cont<strong>en</strong>ía. Una podía imaginar<strong>la</strong> como <strong>la</strong> piedra basal de Apolo. O<br />
como el búcaro del que emerg<strong>en</strong>, soberbios, velludos, todo músculo y nervio,<br />
los tallos fuertes y hermosos de un retoño jov<strong>en</strong>. Una podía admirar<strong>la</strong> <strong>en</strong> su<br />
lealtad cotidiana, <strong>en</strong> su fi delidad íntegra que <strong>la</strong> conservara indemne y hasta <strong>en</strong><br />
su humilde estoicismo que <strong>la</strong> mantuviera alejada de toda mancha y de cualquier<br />
fi sura. Ni una so<strong>la</strong> veta roja <strong>la</strong> había mancil<strong>la</strong>do; ni un solo fragm<strong>en</strong>to<br />
del horror <strong>la</strong> había perforado. El médico for<strong>en</strong>se, sudoroso, agotado, <strong>en</strong> medio<br />
de olores fétidos, <strong>la</strong>tas de gaseosas, restos de comida apresurada, los guardó<br />
<strong>en</strong> una bolsa, a el<strong>la</strong> y a su dueño, junto a dedos, trozos de manos, fragm<strong>en</strong>tos<br />
de huesos, l<strong>en</strong>guas, cabelleras, <strong>la</strong>bios. Añicos, <strong>en</strong> fi n, de cuerpos que habían<br />
sido mucho más: seres humanos. La luz de <strong>la</strong> morgue, atestada de cadáveres y<br />
restos, había sido apagada. Sin embargo, <strong>en</strong> esa bolsa transpar<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> medio<br />
del dantesco fárrago, el<strong>la</strong> bril<strong>la</strong>ba.<br />
Quizás <strong>en</strong> el int<strong>en</strong>to, gesto postrero de devoción y apego, de lograr que sin<br />
profanación alguna, aquel pie muti<strong>la</strong>do, por su mediación, pudiera recobrar <strong>la</strong><br />
id<strong>en</strong>tidad de su dueño.<br />
Dueño desintegrado por odios absurdos y viol<strong>en</strong>cias deleznables <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />
explosión de <strong>la</strong> A.M.I.A. Explosión que <strong>en</strong> un gesto de irónica bondad, <strong>la</strong> había<br />
dejado a el<strong>la</strong>, una simple media abrazada a su pie, intacta.