Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
DESPIERTOS EN LA LLUVIA<br />
Beberías licores prístinos <strong>en</strong> copones de peltre. Marcel te ofrecería con<br />
gesto elegante, una magdal<strong>en</strong>a. Para recobrar los perdidos tiempos.<br />
Y reve<strong>la</strong>rías misterios…<br />
Entonces, sólo <strong>en</strong>tonces, lograría yo abandonar mis <strong>la</strong>berintos recurr<strong>en</strong>tes.<br />
Mi sufrimi<strong>en</strong>to int<strong>en</strong>so. Mi tristeza acal<strong>la</strong>da. Mi soledad temprana. Mis<br />
suicidios cotidianos. Descansaría <strong>en</strong> tu pa<strong>la</strong>bra. Nave aus<strong>en</strong>te, tu pa<strong>la</strong>bra, de<br />
muchedumbre vana. Estrel<strong>la</strong> oculta de miradas mediocres. Música con sordina<br />
para oídos vacuos.<br />
Caería <strong>la</strong> nieve sobre <strong>la</strong>s Catedrales… Guerreros rojos h<strong>en</strong>dirían <strong>la</strong>s<br />
aguas. Los c<strong>la</strong>ros del bosque acunarían mis cansados huesos. Recuperaría<br />
jazmines <strong>en</strong> veredas cálidas. La espuma diluiría mis huel<strong>la</strong>s violetas. Sería<br />
gaviota <strong>en</strong> nido de piedra que sueña con desplegar sus a<strong>la</strong>s, <strong>en</strong> loco desafío a<br />
<strong>la</strong>s intemperantes o<strong>la</strong>s. Se deslizarían, desde tus <strong>la</strong>bios, <strong>la</strong>s páginas atesoradas<br />
de todos los libros. Mi<strong>en</strong>tras observa Norah, me hab<strong>la</strong>rían personas quietas<br />
<strong>en</strong> <strong>la</strong> Sa<strong>la</strong>. Llegaría al Castillo ansiado por Kafka. Conocería el Cuarto de<br />
Virginia. La <strong>lluvia</strong> de Jorge Luis recobraría <strong>la</strong> voz de mi padre que me hab<strong>la</strong>.<br />
Y me permitirías descolgar el teléfono, para <strong>en</strong>terarme <strong>en</strong> confi d<strong>en</strong>cia,<br />
quién l<strong>la</strong>ma a Alfonsina. Las Mil y una Noche serían todas <strong>la</strong>s noches. No<br />
t<strong>en</strong>drían números los relojes: sólo compases de canciones viejas. No bastaría<br />
<strong>la</strong> mirada: debería admirarte. Guardarte. Y llevarte para que desbroces el<br />
intrincado s<strong>en</strong>dero de mis tiempos.<br />
LA NEGRA<br />
Pasó tan digna como si fuera alta. El calor decidió nuestro almuerzo <strong>en</strong> el<br />
patio. La seguimos con <strong>la</strong> mirada. Ese mediodía su quehacer no se adecuaba<br />
al rito cotidiano. Se detuvo junto a <strong>la</strong> mampara. Un cristal de color hizo que<br />
por un mom<strong>en</strong>to el sol se <strong>en</strong>tremezc<strong>la</strong>ra con su pelo.<br />
Pareció pelirroja de tanto fuego que revoloteaba por sus rulos negros.<br />
Mi padre, alteró su imperturbable expresión <strong>en</strong> un pliegue sólo insinuado<br />
de su cuello b<strong>la</strong>nco. El<strong>la</strong> se demoró ap<strong>en</strong>as fr<strong>en</strong>te a <strong>la</strong> vidriera que <strong>la</strong> separaba<br />
del interior. Sabíamos que cabalgaba sobre su memoria una historia de abandono,<br />
de frío y de lloviznas soportadas con estoicismo.<br />
23