Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
22<br />
MARÍA DEL CARMEN CÁRDENAS<br />
El b<strong>la</strong>ckberry lo sacudió como un tru<strong>en</strong>o. –V<strong>en</strong>ite ya –urgieron desde <strong>la</strong><br />
redacción.<br />
Salió disparado con <strong>la</strong> netbook y su videocámara.<br />
–¿Qué pasó ahora? –El tsunami ya había barrido costas y todo cuanto <strong>en</strong>contrara<br />
a su paso. Luego, sismos imprevisibles abrieron los suelos y edifi cios<br />
<strong>en</strong>teros se derrumbaron como castillos de ar<strong>en</strong>a.<br />
Volcanes dormidos se habían activado y una espesa p<strong>la</strong>ca de c<strong>en</strong>izas<br />
cubría lugares que fueran retazos del Paraíso. Habían <strong>en</strong>cal<strong>la</strong>do barcos contra<br />
<strong>la</strong>s pirámides y contra los moais. Remedos humanos se <strong>en</strong>treveraban <strong>en</strong> peleas<br />
míseras y mortales por abrigo o comida.<br />
Al subir al helicóptero recordó a su abuelo. Lo l<strong>la</strong>maban “el loco Alfred”<br />
por su teoría poco creíble a principios del siglo XX.<br />
Desc<strong>en</strong>dió. Un vi<strong>en</strong>to he<strong>la</strong>do p<strong>en</strong>etró sus huesos y c<strong>la</strong>vó <strong>en</strong> su cerebro<br />
agudos puntazos como de puñal de piedra. Fr<strong>en</strong>te a él, <strong>la</strong> criatura yacía dormida<br />
<strong>en</strong>tre fogonazos de cámaras, arpones que los marineros esgrimían por<br />
temor a ser atacados, a<strong>la</strong>ridos de animales y de personas <strong>en</strong> pánico.<br />
Mi<strong>en</strong>tras se acercaba, com<strong>en</strong>zó a abrir sus ojos. Alfredo quiso creer<br />
que aún estaba <strong>en</strong> una pesadil<strong>la</strong> y cerró fuerte los suyos. En ese instante, el<br />
dinosaurio vio que todavía seguía allí y Alfredo <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dió que ambos habían<br />
quedado atrás. El círculo del tiempo trazaba un nuevo punto <strong>en</strong> su evolución.<br />
“Cuando despertó, el dinosaurio<br />
todavía estaba allí”.<br />
ATRAPAR AL POETA<br />
AUGUSTO MONTERROSO<br />
Me <strong>la</strong>nzaría al Océano. Atracaría mi barca <strong>en</strong> Murano. Junto al <strong>la</strong>go de<br />
piedras de cambiantes colores. Pediría al artesano que con mágico soplo,<br />
construyera un globo de cristal azul. Que <strong>en</strong> él te <strong>en</strong>volviera, como el frasco al<br />
m<strong>en</strong>saje. D<strong>en</strong>tro, <strong>la</strong> lumbre del fuego cedido por Prometeo. Tu perfi l insinuado<br />
por el ocre de pantal<strong>la</strong>s: antiguos pergaminos que un espejo reve<strong>la</strong>ría como<br />
ocultos secretos. D<strong>en</strong>tro, destellos que contrastarían con <strong>la</strong> p<strong>en</strong>umbra cálida.<br />
Odres de cuero que <strong>en</strong>volverían <strong>la</strong> erudición del Universo. Savia consagrada<br />
<strong>en</strong> nervaduras de doradas hojas otoñales.