15.05.2013 Views

Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares

Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares

Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

114<br />

JUANA ROSA SCHUSTER<br />

¿Acaso era yo el culpable del abandono? Los hombres no conoc<strong>en</strong> el vocablo<br />

“responsabilidad”. Pi<strong>en</strong>s<strong>en</strong> cuántos terneritos murieron de frío. Sé muy bi<strong>en</strong><br />

que podían haberse salvado.<br />

Don Alfredo me acaricia de manera constante. Dice que me pondré bi<strong>en</strong>.<br />

Sé que no será así. El golpe quebró <strong>la</strong>s patas. T<strong>en</strong>go traumatismo de cráneo.<br />

Quiero creer que volveré a <strong>la</strong> casa. Don Alfredo va a extrañarme. Hace<br />

dieciocho años que me lleva al Parque Rivadavia. Siempre compra el mejor<br />

ba<strong>la</strong>nceado.<br />

Doña Mercedes: –Podríamos t<strong>en</strong>er otro auto con lo que ya hemos gastado.<br />

Hija: –Reconozco que me da lástima. Cierto es que molestaba a los<br />

vecinos con los <strong>la</strong>dridos. A partir de ahora podremos ir a Punta del Este sin<br />

problemas. Siempre <strong>en</strong> búsqueda de p<strong>en</strong>sionados.<br />

Doña Mercedes: – Lloraba si se quedaba solo. No podíamos ir al country<br />

seguido.<br />

Hijo: –Me t<strong>en</strong>ía cansado. V<strong>en</strong>ía a saludarme y me <strong>en</strong>suciaba <strong>la</strong> ropa. Me<br />

ll<strong>en</strong>aba de saliva.<br />

Don Alfredo: –No habl<strong>en</strong> así. Me pon<strong>en</strong> nervioso.<br />

Doña Mercedes se iba furiosa. Enc<strong>en</strong>día cigarrillo tras cigarrillo <strong>en</strong> el<br />

corredor. Inés y Gabriel se retiraban insultando. Sabía que mi patrona no me<br />

amaba. Lo de los chicos fue una sorpresa. Supieron disimu<strong>la</strong>r los trastornos<br />

que les pude haber causado.<br />

Algo importante: ayer, <strong>la</strong> señora Mercedes hizo una l<strong>la</strong>mada muy extraña<br />

desde su celu<strong>la</strong>r.<br />

–Reynaldo, ¿a <strong>la</strong> hora de siempre? Ignoro qué respondió el tal Reynaldo.<br />

El<strong>la</strong> agregó: –No sabés qué blusa me compré.<br />

Don Alfredo llorará. Rememorará esos días <strong>en</strong> el parque donde leía bajo<br />

el tibio sol de <strong>la</strong> tarde. Le daba de comer a <strong>la</strong>s palomas y me espiaba con sus<br />

grandes ojos verdes. También se va a acordar de <strong>la</strong>s noches de crudo invierno.<br />

Me ponía el tapado de <strong>la</strong>na escocés, y hab<strong>la</strong>ba bajito. Levantaba <strong>la</strong>s patas<br />

con mucha ternura. Un día vomité. No sintió repugnancia. Me dio <strong>la</strong>s gotas.<br />

Limpió el pasillo cuando sin darme cu<strong>en</strong>ta tragué sorbos de un v<strong>en</strong><strong>en</strong>o para<br />

<strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas.<br />

Vuelve <strong>la</strong> doctora. Me dará una inyección analgésica <strong>en</strong> <strong>la</strong> pata rasurada.<br />

Don Alfredo: –Pobrecito.<br />

Doctora: –Hacemos lo que podemos. Ya está viejo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!