Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
DESPIERTOS EN LA LLUVIA<br />
111<br />
–Por <strong>la</strong> noche quiero a mis hijas <strong>en</strong> casa, como corresponde.<br />
Me dediqué a estudiar piano. Doy c<strong>la</strong>ses <strong>en</strong> un conservatorio. Me si<strong>en</strong>to<br />
frustrada. Siempre quiso a Rosario. Nunca hubo un mimo para mí.<br />
MILAGROS: Mi padre no está con nosotros fue muy trabajador como<br />
todos los inmigrantes. Cierto es que discutíamos mucho.<br />
–Seré arquitecta <strong>en</strong> el futuro.<br />
–De ninguna manera.<br />
–Qué razón ti<strong>en</strong>es.<br />
–No te puedo pagar esa carrera.<br />
–Lo puedo int<strong>en</strong>tar trabajando.<br />
–¿Dónde?<br />
–En <strong>la</strong> fábrica de tejidos pid<strong>en</strong> una ayudante.<br />
–No permitiré que explot<strong>en</strong> a una hija.<br />
Acabé <strong>en</strong> un curso de mecanografía que no me sirvió cuando llegó <strong>la</strong><br />
computadora. Lo que más duele, es que su favorita era Pi<strong>la</strong>r. Se desvivía por<br />
el<strong>la</strong>.<br />
ESPOSA: Manuel ha partido. Dios lo t<strong>en</strong>ga <strong>en</strong> <strong>la</strong> gloria. Fue un bu<strong>en</strong> compañero<br />
a pesar de su carácter. T<strong>en</strong>ía <strong>la</strong> sartén por el mango, como debe ser. Le<br />
<strong>en</strong>señé a <strong>la</strong>s muchachas a no <strong>en</strong>fadarlo. Él siempre decía: –La mujer honrada,<br />
<strong>la</strong> pierna quebrada y <strong>en</strong> casa.<br />
Hay algo que me mortifi ca. Siempre quedé a un <strong>la</strong>do. Sus caricias eran<br />
para <strong>la</strong>s tres. Vivió sólo para el<strong>la</strong>s.<br />
EL HIJO<br />
Val<strong>en</strong>tina pasó <strong>la</strong> noche <strong>en</strong> una estación de Petrogrado, como los demás.<br />
Ya no revisaba el listado de Cruz Roja Internacional pegado debajo del reloj.<br />
Una esperanza de equivocación <strong>la</strong> mant<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> el sucio andén, donde todos<br />
dormitaban o masticaban semil<strong>la</strong>s de girasol. Altas vigas se elevaban hacia un<br />
techo gris. Las c<strong>la</strong>raboyas no dejaban pasar algo de luz.<br />
Un cuadro con imág<strong>en</strong>es de <strong>la</strong>s estepas rusas, parecía zurcido por te<strong>la</strong>s<br />
de araña. El gorro abrigado y con una bor<strong>la</strong> negra, le ocultaba los cabellos. Su<br />
rostro ext<strong>en</strong>uado cambió de expresión. La locomotora se acercaba cansada.<br />
Gritos, corridas, empujones, paquetes que rodaban, fardos. Parafernalia de