Despiertos en la lluvia ED01_11287.indd - Aula Avatares
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DESPIERTOS EN LA LLUVIA<br />
Decido irme. Caminé unos pasos y s<strong>en</strong>tí un chistido. Me doy vuelta y allí está<br />
Andrómeda con una sonrisa y los brazos ext<strong>en</strong>didos.<br />
LA EMBOSCADA<br />
103<br />
Solo <strong>la</strong> ofi cina de Asuntos Jurídicos ubicada <strong>en</strong> Colodrero y Monroe se<br />
defi <strong>en</strong>de de <strong>la</strong> sombra que <strong>la</strong> acapara. La puerta se queja. Los pasos avanzan.<br />
Entra Fernández, el abogado del estudio. Él no imagina que sus horas están<br />
contadas.<br />
–Ho<strong>la</strong><br />
–¿Hay algui<strong>en</strong> aquí? preguntó el abogado<br />
–García<br />
–Domínguez. El estru<strong>en</strong>do de <strong>la</strong> voz se funde. El reloj marca <strong>la</strong>s 9:00 <strong>en</strong><br />
punto. El personal debería estar <strong>en</strong> sus puestos.<br />
El Doctor Fernández se queda p<strong>en</strong>sando. Se rasca <strong>la</strong> cabeza. La ofi cina<br />
está abierta. El perchero cubierto de abrigos.<br />
Se si<strong>en</strong>ta un instante. Se levanta. Va hacia <strong>la</strong> escalera. Sube. En el primer<br />
piso se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> de reunión. Entra. Sale. Baja rápido.<br />
Desde una de <strong>la</strong>s v<strong>en</strong>tanas, ve al personal de maestranza<br />
Lo saluda nervioso y lo l<strong>la</strong>ma.<br />
–Bu<strong>en</strong> Día, Lalo.<br />
–V<strong>en</strong>ga, por favor<br />
–Bu<strong>en</strong> día, <strong>en</strong>seguida Señor<br />
–¿Que sucede?, ¿Sabe usted dónde está mi personal?<br />
–No señor.<br />
–No me explico, murmura, Fernández. Un ruido vi<strong>en</strong>e del sótano. Los dos<br />
hombres bajan. Ahora son gritos. Cada vez más cerca.<br />
–Por Dios, ¡qué pasó! Exc<strong>la</strong>mó el Doctor.<br />
El personal esta maniatado. Uno de ellos lucha por desatarse. El doctor va<br />
<strong>en</strong> su ayuda. Una voz fi rme lo deti<strong>en</strong>e.<br />
–Quieto, es Lalo.<br />
El Doctor Fernández no obedece y va hacia Domínguez.<br />
–Pero, Lalo, hay que desatarlos.