la puerta de caracas - Ministerio del Poder Popular del Despacho ...

Aníbal Nazoa
Puerta
de Caracas

Aníbal Nazoa
Puerta
de Caracas

© MINISTERIO DEL DESPACHO DE LA PRESIDENCIA
PUERTA DE CARACAS / Aníbal Nazoa
Ediciones de la Presidencia de la República
Caracas-Venezuela, 2007
FUNDACIÓN PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
Zona Postal 1010, Distrito Capital, Venezuela
Telefax: (58-212) 5778343 / 5710320
Gerencia de Publicaciones - www.fundarte.gob.ve
Imagen de Portada
Título de la obra: Puerta de Caracas, 2007
Técnica mixta sobre cartulina
Autor: RÉGULO PÉREZ
Investigación, selección y corrección:
GLADY S ORTEGA DÁVILA Y X IOMARA ROJAS MORILLO
Diseño y diagramación: DAVID J. A RNEAUD G.
Impresión:
Hecho el Depósito de Ley
Depósito Legal Nº lf53320069003922
ISBN: 980-03-0361-8

INTRODUCCIÓN
Por iniciativa de los miembros del Círculo Bolivariano Antonio
Ricaurte, agrupación organizada por la señora María Lucía de Nazoa, se
propuso publicar la producción literaria del escritor venezolano Aníbal
Nazoa, quien realizara innumerables obras caracterizadas por un singular
humor, cual pluma reivindicadora de la cotidianidad e idiosincrasia
del venezolano.
Una vez aprobada la propuesta, se reeditó Las Artes y los Oficios
como el primer volumen de las Obras Completas. Este libro se presentó
en los espacios de la Casa del Artista, el 19 de septiembre de 2002.
Ahora, tenemos la oportunidad de presentar el segundo libro, ejemplar
de significativa importancia por su contenido inédito. Tal edición,
constituye una selección hemerográfica de la columna Puerta de Cara -
cas, la cual, como su nombre lo indica, presenta esta ciudad capitalina
como referencia principal, a través de la reconstrucción de momentos
dignos de ser preservados y difundidos para el conocimiento de las
actuales y futuras generaciones.
Esta publicación fue posible, gracias al trabajo de coedición realizado
conjuntamente por las Ediciones de la Presidencia de la República y
Fundarte, cuyos equipos de trabajo emprendieron la búsqueda de los
artículos publicados por el autor desde el año 1972 hasta el año 1994,
inicialmente en la páginas del diario El Nacional y posteriormente, en el
diario El Globo. De un universo de más de 1.200 artículos recopilados,
se seleccionaron 107, aproximadamente cinco textos por año.
VII

El producto final de esta ardua investigación, ha tomado el título de
la memorable columna mantenida durante años por este ocurrente escritor.
Es así como Puerta de Caracas, refleja de manera humorística y
muchas veces sarcástica, 22 años transcurridos en diversos espacios
caraqueños. De este modo, Aníbal nos legó un inmenso tesoro cultural;
puerta no sólo de Caracas, sino de una genuina experiencia de lectura
que nos invita al encuentro, cara a cara, con el ser venezolano característico
del siglo XX, palpable todavía en el presente.
VIII

PRÓLOGO
Aníbal, no hay olvido más allá
de “Puerta de Caracas”
Aún desde la ironía y la risa, no deja de aquejarnos y dolernos la patria.
Para Aníbal, el humor es la forma de denunciar los males presentes en
la sociedad y una autocrítica de ciudadano. Todo forma parte del cuestionamiento
y el combate por el país.
Caracas es el dolor más íntimo, amada y odiada (como nos pasa con
las cosas más sentidas) aparece Caracas. Por el nombre tan significativo
de la columna de Aníbal Nazoa, Puerta de Caracas, la ciudad es la referencia
principal y protagonista de muchos de los escritos. Es la muestra
más cercana y evidente de la depredación (siendo eufemista) de los
gobiernos pasados. Malhecha, inacabada y hedionda, como el propio
Aníbal la llama; la ciudad, es el ejemplo vivo que permite alertar y cuestionar
para ir mejorando, transformando y si se quiere acabando con la
conducta viciada tanto del gobierno como de algunos de los habitantes
caraqueños.
Con todos estos artículos Aníbal va radiografiando el país que se nos
va. En todos los aspectos, parece incluso que no queda nada fuera de la
mirada del cronista: los numerosos casos de corrupción, el hambre y la
pobreza de gran parte de la población, el desempleo, los servicios públicos
(la electricidad, el INOS, la CANTV) los taxistas, los malos constructores
de edificios y creyentes del progreso destructor de nuestros recursos
naturales y de nuestra arquitectura más vieja, los eventos culturales y los
homenajes a los compañeros de lucha. Todo o casi todo se historiza.
IX

También es justo resaltar, que existen crónicas que nos indican la preocupación
nacional de Aníbal por ser la voz de los olvidados o marginados.
Puerta de Caracas, en muchos casos fue una tribuna de todo el
territorio venezolano, donde se escuchaba la voz de los que no podían
ser escuchados. Quizás fue hasta su única posibilidad, y su única ventana
a opinar. Todo esto pasaba a través de cartas que le llegaban a él y que
eran también maestras piezas de la ironía y la jodedera.
Para Aníbal era importante y fundamental el habla cotidiana. Incluso,
era un estudioso de ella. Términos como esguañangar, paterrolismo,
bojote, mafafa; junto a otros tantos, aparecen en estos artículos en una
especie de resistencia, ya que la lengua y cultura de los pueblos se sostiene
en el habla cotidiana. La jerga de cada región, o los dialectos hablados
en el país, son una de las formas de hacerle frente a la globalización
y al capitalismo (si es que no son la misma vaina diría Aníbal). Además
estas palabras no surgen fortuitamente, al contrario, nacen de un forcejeo
único de los hablantes de una lengua y así quiso hablarnos Aníbal,
reconociéndose como habitante de un país lleno de ritmos en su hablar.
Era una deuda publicar esta recopilación, pero seguro Aníbal (junto
Aquiles viendo atentos como hacemos realidad el sueño indoblegable
por el que lucharon) entenderá que no hay olvido. Sólo hay una esperanza
viva y un sabor a justicia más allá de la Puerta de Caracas.
X
Inti Clark Boscán

Puerta de Caracas / XI

SALUDO A LA AFICIÓN
17-06-1972
Desde algún rincón de esta ciudad, donde todo triste ruido hace su habitación,
saludos cariñosamente a la afición. Hoy iniciamos una nueva columna, y
ya se sabe que nada hay en este mundo más difícil que iniciar una columna,
como no sea terminarla.
Puerta de Caracas es el título que hemos escogido para el mezclote con que
nos proponemos llenar este hueco recién abierto en las páginas de El Nacional,
hueco no tan ancho ni profundo como los que adornan nuestras calles, para fortuna
de este peón, cuya obligación de ahora en adelante será romperse la sesera
para taparlo. ¿Por qué Puerta de Caracas? Nos adelantamos a advertir que si
bien la Puerta de Caracas es uno de los sitios tradicionales de la ciudad, no
quiere esto decir que la presente vaya a ser una columna de añoranzas, cuestión
de pajillas y tranvías, sollozo con fondo de pianola por los tiempos idos.
Al ponerle ese título, sólo hemos querido que ella sea eso: una puerta abierta a
la ciudad y a sus habitantes vivos y actuales; no a los fantasmas que recogieron
o tumbaron mangos en Chacao y fueron a Antímano a bañarse en el Pozo
de la Vieja, no a los fanáticos del Royal Criollos ni a los bogas de la Laguna de
Catia, sino a los caraqueños de ahora (si existen), a los que de alguna manera
aman a esta ciudad y de muchas la sufren.
Puerta de Caracas será, pues, una columna dedicada a los problemas de la
ciudad, a eso que los secretarios del lugarcomunismo han dado en llamar el
acontecer municipal. Aquí se tratará o se tratará de tratar, valga la expresión, de
todos los temas relacionados con la vida y —¿por qué no?— con la muerte de
la ciudad huecos, transporte, contaminación, teléfonos, policía, ornato público,
espectáculos, demografía, vicios y virtudes, comunicación y por favor no pare
usted de contar, porque los problemas tampoco van a cesar de existir. Sin olvidar,
pese a lo dicho anteriormente, la defensa de lo muy poco que nos va quedando
en materia de valores históricos y lugares gratos por tradicionales. En
este aspecto, por cierto, hay mucho paño que cortar, o mejor dicho, mucho
muro que tumbar y mucho árbol que cortar, y a defenderlos vamos aunque se
nos acuse de enemigos del desarrollo y por ende del desarrollo y por ende de
la Democracia. Precisamente, porque no podemos permanecer indiferentes
ante el destrozo y el disfraz de nuevo rico que han caído sobre la villa donde
nacimos, hemos aceptado la tarea de recoger y procesar, como se dice en la
La puerta de Caracas / 1

jerga de moda, los reclamos de la gente caraqueña y las airadas respuestas de
quienes la gobiernan, administran, y en muchos casos arrean.
Así que desde hoy quedan abiertas de par en par las dos cuartillas diarias
que son las dos hojas de esta Puerta de Caracas, por donde podrá pasar sin tocar
todo aquel que tenga algo de qué quejarse, lamentarse o —por raro que sea el
caso— alegrarse en relación con la vida de la ciudad. Con esto estamos diciendo
que desde ahora mismo contamos con la colaboración de los lectores, sin
cuyo concurso nuestra labor sería mucho más ardua y mucho menos objetiva.
Esperamos, pues, sus cartas, y hasta les sugerimos la manera de encabezarlas:
«Estimado Portero:»
Si hay estima, por supuesto.
SE VA SAN AGUSTÍN
14-11-1972
Ahora sí se va definitivamente San Agustín del Sur. Esa piña de barrios
donde se aloja lo más aguerrido de la Caracas tradicional será borrada por la
socorrida piqueta del progreso; para crear en su lugar una gran zona verde
según el gobierno, para «llenarle el ojo» al elector y aliviarle la depresión al
turista, según las malas lenguas. Sea para lo que fuere, la desaparición de San
Agustín del Sur despierta muchos sentimentalismos dormidos y la despedida
tiene que ser triste. Tantos recuerdos, tanta solera no pueden esfumarse así
como así. En San Agustín se libraron los mejores combates de nuestras primeras
contiendas electorales, recién desaparecida la dictadura gomecista, cuando
palabras como «plancha» y «partido» todavía eran neologismos que se pronunciaban
en diminuendo. En San Agustín estuvo el stadium donde vivió su
época de oro el béisbol venezolano, cuando la tribuna que rugía con mayor
entusiasmo era el popular «cerrito» al cual se trepaban los que no tenían con
qué pagarse la entrada. San Agustín incluyó en el diccionario caraqueño un
sustantivo y adjetivo que se escribió a guaratarazo limpio en una madrugada de
júbilo: charnequero. Después las guarataras se trocaron en discursos y poemas
en prosa y el «Espíritu del 23 de Enero» fue el fantasma amansaguapos que
dejó a La Charneca pálida y triste, olvidada para siempre y apenas mencionada
de vez en cuando en alguna sesión de espiritismo político.
2 / A NÍBAL NAZOA

Se va San Agustín. Son dieciséis mil familias ya en proceso de desalojo que
no tienen la menor idea acerca de su destino final. Los profesionales del optimismo
proclaman orgullosamente que al transformar ese infierno de ranchos
y basureros en «pulmón para la ciudad» se habrá «extirpado un cáncer». No
les faltará razón, pero empleando su mismo símil patológico, no deben olvidar
que muchas veces el tumor extirpado hace metástasis y entonces la operación
sólo consigue empeorar la condición del enfermo. ¿A dónde irán las 16.000
familias desalojadas? No se pueden esfumar en el aire, en alguna parte se tendrán
que meter, y entonces o aparecerán nuevos Manguitos, Charnecas,
Hornos de Cal y San Migueles por todas partes, o se hará más explosiva aún
la situación en los «infiernitos» marginales ya existentes con la llegada de los
forzados intrusos. De San Agustín, pues, no quedará un simple recuerdo histórico-sentimental
como piensan algunos sociólogos por correspondencia, sino
un grito resonando por todos los rincones de la Caracas Fea.
El de urbanista es uno de los oficios más bellos que ha inventado el hombre,
pero no todo él es pura belleza y poesía. Además de arte, es ciencia y la
ciencia no puede cerrar los ojos ni siquiera donde el arte está autorizado para
hacerlo. El urbanismo está íntimamente ligado, por ejemplo, a una disciplina
muy seria que se llama Planificación. ¿Lo tuvieron presente los creadores del
nuevo San Agustín? No lo dudamos, pero de acuerdo a la magnitud del problema
que ahora se suscita parece ser que en este caso se procedió según la costumbre
venezolana, es decir, al revés. Se planificó para la ciudad, no para la
gente; proyectamos, tumbamos y después veremos. Y es mejor no imaginarse
lo que veremos. Y es mejor no imaginarse lo que veremos. Al decir el último
adiós a San Agustín formulamos un deseo: ojalá el sacrificio de sus habitantes
ayude a la administración de la ciudad a cambiar por unos anteojos de claro
cristal los de cuero de cochino con los pelos hacia adentro que han venido
usando hasta este mismo instante.
MÁS COMPARACIONES
18-01-1973
La ciudad de Londres constituye, sin duda, la más grande sorpresa que se
pueda llevar un viajero venezolano. Después de haber crecido oyendo hablar
Puerta de Caracas / 3

de la gran urbe, de sus millones de habitantes, de su multitud de instituciones, de
su intensa actividad, viene usted y se encuentra con algo así como un pueblo
gigantesco que se acuesta a las once de la noche y donde la llamada angustia de
la vida moderna se siente por lo menos diez veces menos que en Caracas. El
hombre no vive aplastado por ningún amontonamiento de rascacielos —los edificios
de muchos pisos son más bien escasos— sino que tiene a su disposición
amplias y rectas calles bordeadas de parques y de residencias de un tamaño que
le cabe cómodamente en la vista y en el espíritu. No es que aquella sea «un
mundo feliz», pues la miseria también está presente como en todas las grandes
ciudades y en cada esquina se puede tropezar con los personajes de la Ópera de
Dos Centavos, empezando por el infeliz soldado George Fewkoobey encarnado
por algún violinista pordiosero de aspecto terrible. Pero hay diferencia, y esa diferencia
se hace sentir especialmente en lo fácil que resulta desplazarse por la ciudad.
Londres afirma que posee el mayor sistema de transporte del mundo, y no
creemos que exagere. El metro —Underground según la terminología británica—
lo lleva prácticamente a cualquier parte, incluyendo arrabales muy lejanos,
por unos cuantos pennies. Una legión increíble de taxis ¡sin radio, repetimos!
relativamente baratos ofrecen servicio las veinticuatro horas del día y, para los
que viven verdaderamente fuera de Londres, trenes rápidos y cómodos salen a
cada minuto desde diversas estaciones estratégicamente distribuidas en el casco
urbano. ¿Se imagina usted lo que sería para un venezolano vivir en Maracay y
trabajar en Caracas? Pues en Inglaterra se puede hacer.
Pero donde alcanza sus tonos más brillantes esta armónica sinfonía del
transporte, es en los famosos autobuses de dos pisos. Andar en uno de esos
vehículos extravagantes es como montarse en los caballitos. En ellos cada viaje
es un paseo turístico, y no es que sean el colmo de la comodidad, porque los
diseñadores británicos tienen una rara habilidad para hacer las cosas de manera
que el pasajero se parta la espinilla contra algo y subir o bajar por la estrecha
escalerilla en semi-caracol con el bus en marcha, requiere una destreza
algo más que circense. Pero en compensación el servicio es irreprochable;
usted nunca pasa más de cinco minutos esperando en la parada y no hay ruta
que no pase por o cerca del lugar al cual quiere ir. Como resultado, aun en las
horas de mayor congestionamiento —la llamada rush hour u hora de entrada y
salida del trabajo— es posible conseguir transporte.
Mientras nos recreábamos contemplando el paisaje londinense desde la
mezzanina del autobús, una y otra vez pensamos en aquel «milagro» de circulación
y siempre llegamos a la conclusión de que la fórmula aplicada por los
4 / A NÍBAL NAZOA

ingleses para lograrlo estaba mucho más allá de nuestras escasas entendederas
de prestatarios de la civilización yanqui. Pero bastó llegar de regreso a Caracas
y enfrentarnos con el pastel de autobuses de El Silencio para que se nos aclarara
por completo el panorama: no hay tal «milagro británico» ni la eficiencia
del transporte depende en absoluto del grado de desarrollo material. Es una
simple cuestión de sentido común: si en Londres se pueden mover sin tropiezo
diez o doce millones de personas y aquí dos millones escasos vivimos
embotellados es porque… Bueno, eso si es largo de explicar. Por un lado, las
rutas de autobuses no son laberínticas sino que cada línea sirve en términos
generales a una sola calle o sucesión de calles. En segundo lugar, todos los
buses no concurren a un solo sitio —El Silencio, pongamos por caso— sino a
diversos terminales. Nosotros, pues, con nuestro reducido número de cacharras
podríamos prestar un servicio, si no igual, por lo menos parecido… Pero concluyamos
la enumeración: en tercer lugar, las rutas autobuseras de Londres son
trazadas por personas normales y no por «genios» como el que apelotonó
sopotocientas líneas en la pobre esquina de Puerto Escondido, frente al cine
Metropolitano. Y en cuarto lugar, allá los autobuses tienen que servir porque el
ciudadano común no está esperando a sacarse el 5 y 6 para comprarse un mustang.
Eso.
TRAPOS AL SOL
22-01-1973
Guerra avisada, puede que no mate soldados pero en cambio mata civiles por
montones y acaba las ciudades. Verbigracia la guerra que le tienen declarada a
Caracas los magnates de las construcciones y los terratenientes de sus alrededores,
una cruel guerra destinada a convertir esta capital en el lugar más desagradable
del planeta, en nombre de la sacrosanta libertad de empresa. Caracas es un
ejemplo único en el mundo de lo que puede suceder al medio físico cuando el
medio moral ha sido completamente destruido por el culto desenfrenado al dinero,
cuando cualquiera que sea lo suficientemente rico goza del derecho ilimitado
a robar el aire de las vías respiratorias de la comunidad, levantando grotescos
monumentos a su propia imbecilidad, ante la mirada indiferente de una administración
pública complaciente hasta el grado de la franca complicidad.
Puerta de Caracas / 5

En esta guerra implacable contra la salud física y mental de los caraqueños,
al bando siniestro de los mercaderes han venido a sumarse las huestes de los
«grandes partidos nacionales». Acción Democrática y Copei se hallan embarcados
en una competencia de ridiculez y mal gusto propagandísticos, cuya
única víctima es esta maltratada ciudad. De los Desarrollistas no hablaremos
primero, porque ellos todavía no han desatado la ofensiva en grande, y segundo
porque en la contienda electoral el proyectil básico es el dinero, y bien sabemos
que ni el General ni sus acaudalados aliados se distinguen precisamente
por tener la mano demasiado abierta. Nos concretaremos, pues, a la puja entre
lorencistas y energéticos. Adecos y copeyanos han comenzado por sacarse los
trapitos al sol, pero no mutuamente sino cada uno en su propia cuerda, y así
entre ambos han logrado transformar las plazas de Caracas en unos horrendos
colgaderos de pantaletas verdes y blancas, que han de tener sobrecogida de
espanto a la Comisión de Urbanismo. Por si fuera poco el mal que ya han causado
los constructores-destructores, ahora le encasquetan a la ciudad esperpentos
como la gigantesca arepa de tiro al blanco que representa a Lorenzo en
la Plaza Venezuela y los guilindajos seudomodernistas que proclaman la energía
de Carlos Andrés en la Plaza de Altamira. Contraviniendo todas las ordenanzas
municipales sobre la materia, los tabiques y regorgallas de ambas candidaturas
no sólo arruinan el paisaje, sino que traspasan el límite vital de visibilidad
en las esquinas tapando los semáforos y obstruyendo la vista sobre las
calles colaterales. Aquí, desde los brazos de un árbol crucificado nos saluda el
rostro barnabascólico de Carlos Andrés Pérez. Allá, la mirada de Primera
Comunión de Lorenzo oculta el penacho de una fuente o la luz de un farol
ornamental. En medio de una avenida una especie de colchoneta vieja pide
votos para Copei y al frente un espantapájaros invita a tirarse a fondo con las
dos blancas. Contemplando el desastre ético de la Plaza de El Silencio, ha vuelto
a nuestra memoria una olvidada palabra venezolana que por su propia sonoridad
no necesita traducción: calembe. Lo que hay allí es ni más ni menos que
eso, una exhibición de calembes.
Inútil pedir un poco de compasión para esta ciudad mártir: AD y COPEI
son sus dueños absolutos y no cederán así nomás, porque para eso disponen de
recursos ilimitados. Nuestro único consuelo es pensar que existe la esperanza
de que pierdan los dos o, en todo caso, el que gane no encuentre ciudad que
gobernar, porque ellos mismos la hundieron bajo ese corotero.
6 / A NÍBAL NAZOA

¿QUIÉN ESTÁ LOCO?
24-01-1973
La gallina la jabada / puso un huevo en la cañada. Puso uno, puso dos, puso
tres, puso tantos que hubo necesidad de matarla, molerla, quemarla y enterrarla
para que no siguiera produciendo y ocasionando perturbaciones en el mercado.
¿Qué significa ocasionar perturbaciones en el mercado? Elemental, mi
querido Watson: significa bajar el precio de los huevos hasta un nivel que permita
a los venezolanos más pobres desayunarse con ñemafrita, como diría el
compañero Betancourt. ¿Abrase visto mayor monstruosidad?
Así es de sencillo el mecanismo de nuestra sabia sociedad: no se producen
huevos porque la gente necesite consumir huevos (y a pesar de eso la llaman
sociedad de consumo) sino porque los hueveros necesitan vender huevos, que
no es lo mismo ni se escribe igual. El problema está sobre el tapete precisamente
por estos días, cuando se acaba de informar a través de la prensa que los
productores de aves y huevos están procediendo a los entierros gallináceos en
masa como medida para enfrentarse a la «superproducción», uno de los fantasmas
que aterrorizan nuestro feliz mundo democrático. Claro está que hablar
de superproducción cuando se sabe que una parte considerable de la población
ha comido huevo una o dos veces en su vida y otra ni siquiera ha visto uno,
suena a cinismo, pero eso es una cuestión de lenguaje. Lo que nosotros llamamos
producción suficiente, ellos lo llaman superproducción. Nuestra bendición
es su maldición. Si yo salgo desnudo a la calle en un día de calor excesivo, yo
soy un rolo de loco. Pero si usted opina que es necesario moler y enterrar las
gallinas, usted es un tronco de economista. ¿A quién le patina el coco? En este
mundo tan cuerdo, gallinicidio aparte, se han botado centenares de litros de leche
al Lago de Maracaibo y se han dejado podrir las papas en los depósitos y se ven
los avances de la medicina como una calamidad que impide el «adecuado control
de la población». ¿Quién tiene comején en el tejado? Yo, por supuesto.
Pero, salgamos de este paréntesis antipsiquiátrico para concluir el relato de
los hechos: ante la «versión» —desmentida apenas de una manera tibia, parcial
y confusa—de que se están «descontinuando» las gallinas para mantener los precios,
los directivos de la Cámara Venezolana de la Ñema o como se llame, explican
que se trata de una calumnia, y que ellos lo que están haciendo es sacar las
gallinas viejas para venderlas a bajo precio en los barrios populares.
Puerta de Caracas / 7

Gallinas viejas para los pobres: un verdadero poema a la caridad cristiana.
Los pellejos y los piojitos, pues, no serán tirados a la basura sino cuasirregalados
a las «clases bajas». Una solución que puede ser menos loca, pero también
es más inmoral. Y lo dicen tan tranquilos. El mundo está loco, loco, loco. Y a
propósito, señora ama de casa: ¿por cuál de los candidatos de este maravilloso
sistema va a votar usted?
LA CIUDAD DE DON DIEGO
30-01-1973
...Reciba el entusiasmo que embarga vecinos de Santa Lucía y Santa Teresa
del Tuy con motivo inicio construcción de primeras obras nueva Ciudad
Losada (punto).
Después del (punto) de este telegrama al ciudadano Presidente de la
República queda mucho por decir. No telegráficamente, desde luego, porque
el precio del mensaje sería descomunal: ¡imagínense, cuando hay cuatrocientos
años de historia de por medio! Aunque no es preciso remontarse a tan remota
perspectiva histórica para comprobar que Venezuela no siempre ha sido lo
que se llama una madre amantísima. Empezando por el propio Libertador, que
en sus últimos años conoció la ingratitud de esta tierra, sus hijos han sufrido
muchas veces el abandono y en algunos casos han muerto sin el auxilio del
amor maternal. En cambio, algunos extranjeros han recibido de ella los más
inmerecidos y exagerados homenajes de reconocimiento. Bien está que se dé
el nombre de Humboldt a una de las más elevadas cumbres de los Andes y el
de Henri Pittier a un gran parque, pero cuando se va a hacer un honor semejante
a un personaje discutible, debemos por lo menos pensarlo mejor.
Abandonemos el tono grandilocuente de los historiadores en serio y pasemos
revista a los méritos que tiene don Diego de Losada para bautizar con su nombre
la «ciudad satélite» de Caracas que ahora comienza a levantarse: mató —o mejor
dicho, mandó matar, porque ni para eso tuvo guáramo— a Guaicaipuro, estableció
la servidumbre de los indios en este valle, y por si fuera poco, junto con sus
ávidos lugartenientes fue el precursor de los «urbanizadores» que lo han convertido
en ingrato desierto de cemento. Bien sabemos que la autorcita es expresión
de pedantería y trampa al lector por la intención de refrito que esconde;
8 / A NÍBAL NAZOA

sin embargo, permítasenos copiar parte de un artículo que publicamos en este
mismo diario hace años, cuando se proyectaba erigir un monumento al avispado
conquistador como parte de los festejos por los 400 años de la fundación de
Caracas.
El señor Losada fue un conquistador español como cualquier otro, aventurero
de pocos alcances y muchas agallas. Si no saqueó nuestras ciudades ni
destruyó nuestros templos ni quemó los documentos de nuestra historia fue
sencillamente porque no los teníamos. Pero él de todos modos hizo cuanto
pudo. Cada uno se arropa hasta donde le alcanza la cobija: como él no
tuvo una Tenochtitlán que demoler ni un Atahualpa a quien secuestrar para
pedir rescate, pues se conformó con matarnos a Guaicaipuro, el único caudillo
presentable que tenían nuestros desordenados gentíos para oponer al
invasor. Es más, ni siquiera tuvo con qué enfrentarse al cacique magnífico;
le echó el muerto al Alcalde Francisco Infante, quien tampoco se quiso
abollar la armadura y se limitó a incendiar la choza donde estaba el gran
jefe. Guaicaipuro, según dice la tradición, murió, murió allí peleando al
lado de veinticinco de sus fieles guerreros, en el fuego y con el fuego.
¿Por qué, pues, Ciudad Losada y no Ciudad Guaicaipuro? Si es que «nos
da pena» poner a la nueva ciudad el nombre de un indio ¿no tenemos entre los
blancos otros héroes, otros varones ilustres de ser sus epónimos? ¡Vamos, aunque
sea un pelotero tiene que haber!
EL HOMBRE ORQUESTA
01-02-1973
No es nuestra norma publicar más de una carta en una misma semana, entre
otras cosas porque de hacerlo los lectores pensarían que no tenemos demasiados
deseos de trabajar; lo cual no nos conviene en absoluto, especialmente a la
hora de presentar cuentas a la empresa que nos paga. Pero hoy debemos hacer
una excepción y llenar nuestra columna con una carta a pesar de haber publicado
otra ayer. Creemos, por lo demás, proceder honestamente por cuanto la
publicación de este mensaje es un acto de justicia por partida triple: primero
Puerta de Caracas / 9

hacia un lector cuyas dotes literarias no podemos ocultar, segundo hacia la persona
sobre quien versa la pieza y tercero hacia nosotros mismos, porque en
honor a la verdad este lector no ha hecho otra cosa que apropiarse del tema que
con todo cariño teníamos reservado para nuestra columna de hoy: El Hombre
Orquesta.
No se requiere una gran dosis de cultura ni profundos conocimientos literarios
para escribir sobre la muerte del Hombre Orquesta: basta con sentir la
ciudad, saber poner el corazón propio a latir al ritmo de sus calles, tener a flor
de ojos unas lágrimas puras y simples, distintas a las que nos arranca el humo
de la contaminación, ser tierno y a la vez humildemente sabio como él; en una
palabra, tener alma. Quienes tantas veces compartimos con el Hombre
Orquesta la soledad en medio de la multitud y sentimos el impacto de su dignidad
como una roca en el río de la miseria ciudadana, quienes nos sentimos
con él hermanos Charles Chaplin y primos de Harpo Marx, no podemos rendir
mejor homenaje a su memoria de personaje popular que ceder la palabra a
un lector que piensa como nosotros pero lo expresa mejor que nosotros.
Sr. Don Aníbal Nazoa
Puerta de Caracas
«El Nacional»
Señor Aníbal
Caracas, 30 de enero de 1973
Como usted es uno de los columnistas a quien más escriben los lectores, yo
quiero también escribirle con cierta frecuencia como hacía el señor Esteban
Paluzio, quien debe de estar ausente porque no lo he leído más en ese diario.
El asunto que hoy me trae ante usted es una acto de justicia, de merecida
recordación para un artista que acaba de desaparecer y quien entregó muchos
años de su vida al arte popular caraqueño como medio de levantar honrosamente
una familia. Me refiero al señor Miguel Angel Gómez, más conocido
como «El Hombre-Orquesta», de nacionalidad ecuatoriana. Debo decirle que
cuando yo escuchaba al señor Gómez regalándonos con la polifonía monocorde
de sus 12 instrumentos, me invadía una profunda tristeza. Pensaba en las
muchas tragedias de los indios ecuatorianos, en el régimen sanguinario que les
10 / A NÍBAL NAZOA

impusieron los Incas, en el duro tratamiento que recibieron de los conquistadores
españoles; pensaba en el estado actual de las clases pobres en las tierras
de Montalvo, Benjamín Carrión y Jorge Icaza, y pensaba, sobre todo, en la vida
triste del ejecutante.
Porque el Hombre Orquesta era un personaje escapado de «Candilejas», un
Garrid callejero que llevaba pintado en el rostro todo el dolor de una vida insatisfecha.
Cuando lo encontraba tocando por Sabana Grande yo me entretenía,
más que en oírlo, en mirarlo. Adivinaba el esfuerzo que hacía para sacar adelante
una numerosa familia y comprendía la decencia de su alma. Nunca el
Hombre-Orquesta incurrió en el mal gusto de pararse a recoger dinero entre los
asistentes; es verdad que se lo impedía el atado de sus instrumentos, pero, aún
sin amarras, estoy seguro que no lo hubiera hecho. Era un hombre tímido,
soñador y delicado, hecho a la medida para un estudio psicológico.
Cuando este hombre se ha marchado a la tumba, algo de nuestra Caracas
se ha ido. Nuestros niños no verán más el singular espectáculo de un artista que
dominaba a los elementos de la música y los hacía sonar a voluntad. Música sí,
elemental, primitiva, pero con un mensaje para el alma.
Cuando todos los días asistimos a la muerte de un árbol o a la clausura de
un espacio verde, y cuando el cemento romano se empeña en encerrarnos en
la cárcel anaerobia de su piedra pulverizada, la pérdida de una manifestación
grata, casi artística, como la que nos brindaba el Hombre-Orquesta debe ser
motivo para la reflexión trascendental.
Lo saluda su admirador y amigo.
Pedro Pérez Pinto
EL NOMBRE ES LO DE MENOS
09-02-1973
Uno de los inconvenientes de aprender un idioma por medio del diccionario
es el hecho perturbador de que los nombres no siempre corresponden exactamente
a las cosas que designan, y esto es aplicable no sólo a las lenguas
extranjeras sino a la propia. Si usted pretende enriquecer su vocabulario con la
ayuda de ese adminículo debe tener en cuenta los riesgos que comporta la falta
de correspondencia anotada. Observe, por ejemplo, que el llamado sombrero
Puerta de Caracas / 11

de panamá no se fabrica en Panamá sino en el Ecuador. El instrumento músico
que se conoce por el nombre de «corno inglés» ni es corno —es más bien una
especie de oboe— ni se puede asegurar que sea inglés, como tampoco se sabe
que en el Japón se produzca la criollísima fruta que los venezolanos hemos bautizado
níspero del Japón. Los españoles llaman perico ligero a nuestra pereza,
que no es una variedad de loro sino un mamífero desdentado y de ligero no tiene
ni esto. Mientras tanto nosotros llamamos culebra de «doscabeza» a un inofensivo
bicho que por una parte tiene una cabeza y por la otra no es un ofidio sino
un batracio. Cualquiera que oiga hablar en Venezuela del perro de agua se sorprenderá
cuando le muestren uno y compruebe que no es tal perro sino un gracioso
marsupial acuático. La plata alemana es una aleación de zinc, níquel y
cobre que no contiene ni un átomo de plata y en la jerga de las compañías de aviación
un avión que vuela de noche no es un avión sino un «coche nocturno» en
Matanzas y las Villas, Cuba, es muy popular una especie de pan dulce que se
llama «Pan de Caracas» pero no logrará verlo jamás en Caracas.
Entre estas confusiones ocasionadas por la diferencia entre el nombre y lo
nombrado, una de las más curiosas se da precisamente en nuestro país y es la
determinada por el extraño uso que nosotros hacemos de la palabra «taxi». En
todas partes del mundo «taxi» es apócope de taxímetro, palabra que, como se
sabe, proviene del griego taxis, tasa y metro, medida, y designa que sirve para
medir la distancia recorrida por un vehículo de alquiler y el precio que se debe
pagar por el servicio; por extensión, el vehículo mismo. En Venezuela un taxi es
un carro de alquiler que no sólo no está equipado con taxímetro, sino que es conducido
por un ciudadano que no tienen la menor idea acerca de tal aparato. Son
muy pocos los «taxistas» venezolanos que han oído hablar del taxímetro, y esos
pocos consideran dicha palabra como una grosería. El sistema criollo consiste en
cobrar la carrera al ojo por ciento con derecho a regañar al pasajero si osa pedir
una rebajita y sobre una base que varía desde un fuerte hasta doce bolos por recorrido
corto. Nadie, ni el matemático más insigne del mundo, es capaz de establecer
un cálculo aproximado acerca del costo real de una carrera de «taxi» en
Caracas. Puede suceder que un chofer le cobre seis bolívares del Silencio a la
Plaza Venezuela y al rato le pida quince de la Plaza Venezuela al silencio. Una
carrera de la Plaza Bolívar al Panteón (5 cuadras) puede salir por ocho bolívares,
pero en cambio usted también puede conseguirse un chofer caído del catre que
lo lleve hasta El Hatillo por solo seis cachetes, aunque debemos reconocer que
esto último ha sucedido muy pocas veces en lo que va de siglo.
12 / A NÍBAL NAZOA

La instalación de taxímetros en los vehículos de alquiler, que así vendrían
a ser verdaderos «taxis» es condición indispensable para poder establecer un
precio justo en el comercio del transporte. Eso lo han comprendido perfectamente
todas las naciones civilizadas y muchas de las que se llaman «subdesarrolladas».
No así la orgullosa Venezuela, donde los chóferes constituyen un
quinto poder. ¿Por qué? Misterios de la ciencia económica y política. Lo único
cierto es lo que nos dijo el otro día un indignado dueño de línea a quien le estuvimos
hablando del taxímetro y de sus ventajas:
Bueno si el gobierno quiere, que nos ponga corotos de esos en los carros,
y vamos a vé... El gobierno por supuesto, no quiere vé.
LO SENTIMOS MUCHO
20-02-1973
Uno de los problemas que más vivamente molestan al torturado de Caracas
es el de falta de espectáculos públicos o, mejor dicho, el alto costo de los pocos
que se ofrecen. El teatro es todavía un entrenamiento de élites que se presenta
como aficionada pero se cobra como profesional y el cine, para nombrar de
una vez al más popular de todos, ya es un monstruo devorador del presupuesto
familiar, que exige el sacrificio de una parte sustancial de nuestros ingresos.
Hoy día, con el truco de la «Archivición con sonido Esperpentafonic en pantalla
Superñemaramica» para ver cualquier culebra de vaqueros en una salita
chinchosa de porái es preciso renunciar a la mitad de la comida de tres semanas,
sin contar que por un misterioso mecanismo de la economía democrática
una bolsita de maní que en la calle cuesta medio en el lobby del cine cuesta dos
bolívares. Todo con el visto bueno de unas autoridades que al parecer están pintadas
o, dicho en lenguaje cinematográfico, proyectadas en la pared.
Expresión típica de la angustia del caraqueño ante esta alegre escalada de
los precios en los espectáculos públicos, es esta carta que nos llegó en el preciso
momento en que acabábamos de recibir la aprobación de un préstamo que
hicimos al Banco Mundial para ir esta noche con la familia a ver el sensacional
western «Deja la lavativa, Ringo» en el cine «Celery» de San Agustín:
Puerta de Caracas / 13

Señor Aníbal Nazoa, etc. etc.
...Además de asiduo lector de su columna, yo soy un buen aficionado a la
fiesta brava como lo fue mi padre, quien era español y ya con eso se lo estoy
diciendo todo. Entre los pocos bienes que él me dejó cuando se marchó de este
mundo y que yo guardo como el más preciado tesoro están: una bota autografiada
por el gran Manolete y el talón de una entrada a la primera corrida de
César Girón en España. También yo tengo mi pequeña colección con objetos
valiosos tales como una banderilla que me obsequió Carlos Arruga, a quien
conocí cuando estuve en México por defender la libertad y la democracia en
esta tierra, un vaso robado en el restaurante Petito Pelayo donde bebió Rubito,
etc...
...Ahora bien, yo quisiera si no es mucha molestia solicitar una colaboración
de su prestigiosa columna en el sentido de llamar la atención en relación
con los altos precios que se exigen por la entrada a las corridas en Caracas y
demás plazas de Venezuela por mucho que cobren los Diestros, me parece una
exageración pagar 60 y más Bs. por un Tendido… Todos los aficionados le
sabremos agradecer lo que Uds. puedan hacer para que los toros no sigan siendo
privilegio de unos cuantos, aunque sé que el corazón de la rosca de los
espectáculos es inconmovible… Por favor ponga firma en reserva pues no le
escribo con el fin de hacerme publicidad… Por ahí va la carta . Nuestra respuesta
va por aquí:
Estimado mataó:
Mucho lo sentimos, pero no podemos hazé ná por usté, y con er corazón
en la mano se lo vamos a dezí: resurta que nosotros, Jozú, no somo aficionado
a la fiesta. Que la Macarena nos arrope con su manto, pero a esa cosa no le
vemos ná ni de fiesta ni de brava. En nuestra mú modesta opinión no tiene ná
e festivo eso de torturá un pobre animá atravesándole er pellejo con arpone de
jierro y después partile el arma con una espá pa gozá viéndolo como agoniza
echando sangre por tós los jueco der cuerpo. No sabemos qué tanta sandeces
hablan de la cruerdá der Circo Romano, si esto es lo mismo, zí zeñó. En cuanto
a lo de «Brava», amo, no es que no lo sea, pero ¿no es como pa cuestioná la
«bravura» de un negocio donde se enfrenta un racioná a un bisho que ya ha sío
«afeitao» y debitao con costalazos de arena sobre los lomos y poniéndolo a
pasá hambre y sé, y que además es ér solo contra diez o veinte mil personas?
No zeñó, no lo podemo ayudá porque pa nosotros lo cejó que tiene la corría
son precisamente lo precio: cuanto más cara sea la entrá, menos gente tiene la
14 / A NÍBAL NAZOA

oportunidad de ise a corrompé y a imbecilizá con esa masacre. Ojalá que fuera
a sesenta, sino a mir bolívares er tendío, y usté perdone, maestro.
BELLO PASEO
13-03-1973
Domingo, siete de la mañana. La familia se entrega con entusiasmo a los preparativos
para un día de playa. Casi todo está listo ya: los trajes de baño, los chinchorros,
la «cavita» llena de latas de cervezas y refrescos, la olla con los teteros
de Napoleoncito… Comienzan a aparecer entonces los acostumbrados detalles:
—Mamaíta, ¿metiste mi crema para el sol?
—Yo no; ¡mijita! A ver si te ocupas de tus propias cosas…
—¡El radio, que se nos queda! ¡Anda tú a buscarlo, Rubén!
—¿Yo? ¿y por qué yo, tú eres mocha?
—Un momentico, que se me olvidó la novela.
—Ernestina, ¿y tú piensas llevar ese traje de baño? ¡Pues no señor, usté está
equivocada, ese bicho es muy vulgar! Usté me guarda ese bicho ahí y se trae
el azul.
—Pero es que el azul…
—¡Nada, o se trae el azul o no viene!
—Pues entonces no iré…
—¿Ah, no? ¡Napoleón, dale ahí un pescozón a esa hija tuya, que está muy
alzada!
—Pero chica, déjala, si ella quiere llevar ese traje…
—Sí, «pero chica, déjala»… Por eso es que estos muchachos están así,
¿nové que el padre los alcagüetea, a cuenta de moderno? Pues si Ernestina lleva
ese traje de baño, la que no va soy yo.
—Bueno, está bien. Ernestina, suba y tráigase el azul
—¿Le dejaron agua al perro?
—Yo no.
—Yo tampoco.
—Ni yo.
—Se va a morir de sed el pobre animal. Vaya, Augusto, póngale agua a
Sultán.
Puerta de Caracas / 15

—¿Y la puerta de atrás, la cerraron?
—Será mejor ir a ver… ¿quién tiene la llave?
—Yo. Déjame ir, que yo la cierro.
—De paso, fíjate si la plancha está desenchufada, que yo no estoy
segura.
—Pero, Eugenio, no seas bruto, ¿cómo te vas a llevar esa tripa inflada? Te
la llevas vacía y allá la inflas, animal…
—¡Mis anteojos negros! ¡Corre, Marta, están sobre la peinadora!
—Un momento, que se nos olvida el botiquín.
—¡El botiquín! Jesús, chica, tú sí eres pavosa, deja eso, que aquí ya no
cabemos ni nosotros!
—Pues seré pavosa, pero ¿y si alguno se corta?
Son ya la ocho y media cuando la puerta del auto se cierra por última vez
y la familia arranca hacia el Litoral, vía Autopista del Este. Todo va muy bien
hasta llegar a La Araña. Seis, ocho, doce colas de vehículos pugnan por entrar
al Túnel de la planicie. No hay nada que hacer, porque nadie quiere ceder un
palmo, y así los carros se van amontonando hasta formar un verdadero mondongo
mecánico frente a la boca del socavón. A las diez y cuarto, todavía «ni
sueñan» con entrar, les falta no menos de cuatro cuadras. Faltando diez para las
doce un guardia nacional, cuyo papel no parece ser otro que el ayudar a «enredar
la cochina», con un pitazo brutal ordena a Napoleón a cambiar de cola para
meterse justamente en la que tiene dos choques y dos autos recalentados. A la
una y veinticinco ya están a pocos metro del túnel, pero la cola no se mueve un
milímetro. A las tres en punto se produce un esperanzador avance de diez
metros, pero en ese momento los guardias mandan a parar a todo el mundo
para dar paso a un camión militar que tampoco podrá pasar por mucha «popa»
que eche y mucha corneta que toque.
A las cuatro y diez… ¿Qué será lo que pasa en La Araña, señor Director
del Tránsito?
Bueno, de todos modos el crepúsculo en el mar es bien bonito…
16 / A NÍBAL NAZOA

SEAMOS JUSTOS
05-02-1974
Anteayer domingo 3 de febrero, celebró Venezuela el 179° Aniversario del
nacimiento del Mariscal Antonio José de Sucre. Y ayer, lunes 4, mientras leíamos
en la prensa las reseñas de los actos conmemorativos de tan importante
fecha, tropezamos con una que se refería a los que se cumplieron en la parroquia
caraqueña que lleva el nombre del héroe de Ayacucho: desfile de escolares,
parada militar, ofrenda floral y concentración ante la estatua del Gran
Mariscal en la plaza de Catia.
—Fíjate lo que son las cosas— nos decía un amigo que practica la fea costumbre
de leer el periódico por encima del hombro de los demás—: ¡qué distinta
hubiera sido esa celebración en otra época!
Como no entendiéramos muy bien la observación, preguntamos al amigo:
—¿En cuál época, por ejemplo?
—Gua, en cualquier época que no hubiera sido la poselectoral.
Entonces comprendimos perfectamente, pero, nada más por buscarle la
lengua a nuestro amigo, quien es nativo y vecino de la parroquia Sucre, insistimos:
—¿Época poselectoral? No entendemos…
—Ah, ¿No entiendes? Pues si yo tuviera carro te daría un paseito por Catia
para que entendieras. Ahora, como resulta que no tengo, mientras llega el autobús
—si llega—, vete fijando: si el Mariscal hubiera cumplido años siquiera
un mes antes de las elecciones, la celebración habría sido a base de inauguraciones.
Que si una avenida por aquí, que si un grupo escolar por allá, que si un
puente por el otro lado… Pero, comoquiera que el Gobierno ya está con el pie
en el estribo, pues nos arregló con puro discurso y chim ba chin ba chin bachin.
Y no le falta razón a nuestro amigo. La parroquia Sucre, que es posiblemente
la más abandonada de Caracas, a pesar de llevar tan ilustre nombre, debía
celebrar el natalicio de su epónimo con inauguraciones de obras, que es lo que
más necesita. Pero en esto debemos hacer justicia al gobierno saliente y acreditarle
más bien el mérito de no haber aprovechado la fecha para una despedida
demagógica. La verdad —preciso es reconocerlo— es que el gobierno saliente
nunca hizo nada por la parroquia Sucre, como nada hicieron sus antecesores ni
tenemos por qué pensar que vaya a hacerlo la administración entrante. Porque
sucede que Catia, o la parroquia Sucre, para emplear la terminología oficial, no
Puerta de Caracas / 17

está enclavada en la zona donde urge la construcción de avenidas, distribuidores,
parques y establecimientos educacionales de lujo. Catia no es chic. Catia no
figura en la ruta de los tours para visitantes extranjeros. Catia no tiene poder
adquisitivo. Catia es fea, pobre, chusma. A Catia que la parta un rayo, así lleve
el nombre del Gran Mariscal. En una palabra. Catia no está en el Este, sino en
Caracas.
UN PASEO REVELADOR
13-02-1974
Ayer se celebró en Caracas el Día de la Juventud. De esa juventud perseguida
con todos los hierros de la represión, vista como un «enfermo» si se
niega a entrar por el aro y como «promesa de la patria» si aceptan los principios
morales del Pato Donald y reduce sus aspiraciones a un «mustang» y un
viaje a Miami para estudiar Inglés Básico. Juventud, corre juventud que si te
pela el chingo de la recluta te agarra el sin nariz de la preinscripción. Juventud
acusada de drogómana por los mismos que le quieren acuñar el chucho de
mafafa a como dé lugar, juventud sin aulas, campos deportivos, sin bibliotecas,
sin trabajo.
De hecho, hay dos Días de la Juventud: el de los discursos de orden, las
Sesiones Solemnes, las ofrendas florales, las condecoraciones. Y el de la
Juventud. Entre los actos programados para festejar este último, fuimos gentilmente
invitados por los jóvenes del 23 de Enero a participar en una reunión
cultural en el sector Cañada de la Iglesia de esa sufrida parroquia caraqueña,
Según lo señalaba el programa, se suponía que nos tocaba pronunciar una
«Charla sobre la Juventud». Pero las cosas sucedieron de muy diversa manera:
como llegamos temprano al lugar de los acontecimientos, mientras se hacían
los últimos arreglos —colocación de pancartas, instalación del equipo de sonido,
etc.— fuimos invitados a un corto recorrido por la urbanización. Al final del
recorrido, ya instalados frente al micrófono, nos dimos cuenta de que la masa sí
estaba para bollos, pero no para charlas. Después de haber transitado entre montañas
de basura, saltando lagos y ríos de aguas putrefactas, «parques infantiles»
que no son sino montones de herrumbre semiocultos entre la maleza, todo bajo
la mirada de la Guardia Nacional, ¿qué podíamos decir a aquellos jóvenes que
18 / A NÍBAL NAZOA

ellos ya no supieran? Después de haber pasado frente al liceo hecho de siniestros
galpones y recordado para comparar la hermosa piscina y los jardines que el liceo
«Gustavo Herrera» de Chacao ofrece a los niños del Este y visto pasar los destartalados
autobuses —chatarra que no se vende porque no es «chatarra militar»
de la buena— y que ahora quieren poner a real. Después de haber visto el trabajo
artístico de los niños y jóvenes del sector, realizado a fuerza de cariño y sin
mayores recursos, así como las prácticas deportivas desarrolladas a la intemperie
o en lugares inapropiados pero con entusiasmo y voluntad inexplicables en
ambiente tan inhóspito, ¿qué importancia podía tener lo que dijéramos? En otras
palabras, ¡qué charla ni qué niño muerto! A nosotros nos correspondía ir a oírle
a ellos, no a hacernos oír. Así que redujimos nuestra inútil cháchara a una promesa
(no promesa de candidato electoral, que esas nunca se cumplen) que hoy
mismo estamos comenzando a cumplir: dedicar varios artículos al 23 de enero y
a sus necesidades —contando, desde luego, con las cartas que nos dirijan sus
vecinos— para ayudar así a que el partido triunfante en las elecciones cumpla lo
que prometió y no diga después que no le dijeron.
¡Salud, jóvenes del 23 de Enero, y no olviden escribirnos!
PESADILLA
18-04-1974
En su pesadilla, el hombre corría desesperado de un lado a otro y sólo veía
centros comerciales.
—Me debo estar volviendo loco —pensó—. Y se dispuso a rogar que lo
recluyeran en el Hospital Psiquiátrico. Corrió y corrió por entre centros comerciales
o terrenos inmensos con grandes letreros que anunciaban «aquí, pronto
Gran Centro Comercial». Cuando llegó jadeando y bañado en sudor helado, al
Hospital Psiquiátrico, se encontró con que éste ya no existía: en su lugar se
levantaba un gigantesco Centro Comercial de ocho pisos. Sollozando se dirigió
a un guardia armado que se limpiaba las uñas recostado junto a la puerta
principal:
Puerta de Caracas / 19

—¿El Hospital Psiquiátrico? No Sé. Pero por aquel lado hay un hospital;
puede que ahí le informen.
—¿Por dónde? ¡Indíqueme, por Dios santo!
—-Bueno, ¿usted ve aquel Centro Comercial que se ve allá lejos? Bueno,
seis o siete Centros Comerciales más allá hay una esquina donde usted verá tres
Centros Comerciales juntos a la izquierda, camina otros cinco Centros
Comerciales y ahí es.
Pero ahí no era. Ni ahí ni en ninguna parte. Todo había sido sustituido por
Centros Comerciales: hospitales, teatros, iglesias, todo, absolutamente todo,
había desaparecido para hacer lugar a los Centros Comerciales. Entró en uno
de ellos y tomó el teléfono para pedir auxilio a quien fuere, pero era inútil:
marcó decenas de números y sólo le atendían Centros Comerciales. Tomó un
autobús para dirigirse a su casa, y de pronto se produjo como un terremoto y
el autobús perdió las ruedas y comenzó a crecer y a crecer hasta que se transformó
en un Centro Comercial. Comprendió con horror que estaba perdido en
medio de un laberinto de Centros Comerciales. Ya no había calles, ni avenidas,
ni calles, ni plazas: nada más Centros Comerciales por los cuatro puntos cardinales,
acaso todo era un solo y monstruoso Centro Comercial. Donde no
había un Centro Comercial, un terreno vació o unas ruinas con el consabido
cartel: «Pronto aquí, Gran Centro Comercial».
De pronto recordó que los bomberos solían auxiliar a las personas en las
más diversas circunstancias, pero se tiró al suelo a llorar desconsolado al adivinar
que también el Cuartel de Bomberos estaría convertido en un Centro
Comercial. Echó a andar sin rumbo, como si caminase en el aire, tropezando
y cayéndose a cada paso. Buscaba el cementerio porque estaba seguro de que
le era llegada su hora, aunque sin muchas esperanzas de que también el camposanto
no hubiera sido transformado en Centro Comercial. Mas he aquí que
cuando menos lo esperaba, creyó reconocer su barrio y adivinar a lo lejos su
propia casa. Dando gracias al cielo apresuró el paso para ver caer el último
ladrillo de aquélla, mientras del suelo brotaban Centros Comerciales por todos
lados. Cayó devorado por la fiebre mientras decenas de Centros Comerciales
con fauces de fieras avanzaban sobre él aplastando todo a su paso.
En ese momento el exbuhonero Roseliano Berroterán despertó e inmediatamente
murió del susto al darse cuenta de que aquello no era una pesadilla
sino la pura y sencillísima realidad de la Caracas de hoy. Paz a sus restos, que
ahora descansan en el Centro Comercial del Sur.
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CINE-ÑAPA
07-05-1974
Una experiencia sumamente interesante sería realizar una encuesta a la
salida de un autocine, acerca de temas exclusivamente cinematográficos y
fundamentalmente, por supuesto, de la película que se acaba de exhibir. Las
respuestas serían lo más sorprendente que se pueda imaginar. A la pregunta
«¿qué la pareció la película?» un buen número de espectadores respondería
con otra pregunta:
—¿Cuál película?
—¿Están satisfechos con el sonido?
—Sí, cómo no: nosotros teníamos todos los vidrios subidos.
—¿Quién es, en su opinión, el verdadero asesino?
—Ah, ¿había un asesino?
—¿Creen ustedes que era necesaria la truculenta secuencia de la muerte del
agente de seguros?
—¿La truculenta qué del agente qué?
Y así sucesivamente. De seguir con la encuesta, al final ésta resultaría
una obra teatral capaz de desconcertar al mismísimo Ionesco. Porque acontece
que al autocine nadie va a ver la película, —ésta se da de ñapa— y el
que lo hiciere correría grave riesgo de echar a los cochinos su estructura
mental. El autocine es una de las instituciones más características de nuestras
clases dominantes, particularmente de la llamada clase media acomodada.
Todos los ideales de esa subclase se concentran allí: la oportunidad que él
ofrece de encontrar distracción sin abandonar el queridísimo automóvil pone
a convivir en absoluta paz burguesa a los amantes sin imaginación, a los enamorados
que temen a los moteles y a las familias recién-vestidas deseosas de
saborear el «chic» de ir al cine en chancletas y con los moños hechos, a los
adolescentes que no saben a dónde llevar su «levante» y las profesionales
que se vengan ejerciendo el oficio en uno de los templos de la clase que las
obligó a adoptarlo. En cada automóvil se pasa una película mucho más
audaz y divertida que la proyectada sobre la pantalla, pero muy pocos la ven
porque cada quien está rodando su propia superproducción. En la función
del autocine reina, además, un espíritu de colaboración como ya quisiéramos
verlo en la marcha de la sociedad: cierto es que nadie puede ver la película
porque el constante movimiento de carros con sus faros encendidos lo
Puerta de Caracas / 21

impide en forma altamente eficaz, pero también ha de tenerse en cuenta que
las luces siempre apuntan hacia la pantalla y jamás hacia los vehículos donde
«las cosas suceden», y si alguna vez resuena un cornetazo de protesta es seguro
que éste proviene de algún tarado que efectivamente quiere ver la película o,
más grave y nauseabundo aún, vino solo. Terminada la tanda, asistimos a un
espectáculo que representa el triunfo total de la clase aludida: la gran cola de
carros lujosos ocupados por parejas apenas repuestas del «viaje».
Hoy estuvimos haciendo algunas reflexiones en torno al autocine y su función
dentro de la sociedad venezolana. Entre otras cosas realizamos un rápido
censo de los establecimientos de ese tipo existentes en el Área Metropolitana,
cartelera en mano, y contamos hasta doce ¡Doce autocines, «algunos de ellos
morochos», y todavía se construyen otros! Los mejores parajes, los que disfrutan
de mejores vistas sobre la ciudad, son limpiados de toda vegetación, aplanados y
pavimentados para convertirse en autocines. ¿No es eso lo que otros pueblos
menos motorizados y engasolinados y nuevo enriquecidos llaman desperdicio de
terreno en un valle como el de Caracas, donde la lucha por conquistar el terreno
se hace cada día más dramática, donde faltan tantos parques, tantos institutos de
asistencia pública, escuelas, zonas verdes?, ¿no resulta la perfecta combinación
de crimen y surrealismo esta proliferación de autocines? Doctor Arría, ahí una
nueva área donde ejercer su acción humanizadora. No se deje asustar por aquellos
que le pronostican una parálisis por «falta de repertorio» y vaya esta noche a
inspirarse en el Autocine.
PEDIMOS OTRA GUERRA
05-09-1974
Dos ejércitos combaten en la «guerra contra el rancho»: el oficial, que se
enfrenta al enemigo con los argumentos de la salud pública, la seguridad física
de los vecinos y la justicia social (este último arma con mucha cacha y poco
filo) y el particular, que basa su acción en el hecho espeluznante de que el rancho
«afea» y desacredita mucho a nuestra orgullosa capital. Ambos grupos de
combatientes tienen la razón, si bien el segundo puede esgrimirla con menos
fuerza, por cuanto no son precisamente estética las razones que exigen la desaparición
del rancho. Después de todo, estéticamente hablando el rancho no
22 / A NÍBAL NAZOA

ostenta otra fealdad que la de la verdad. La verdad no siempre es lo más bello,
y por eso cuando se habla de «la verdad desnuda» no se piensa en Raquel
Welch sino en una pobre señora gorda en cueros a quien sin embargo debemos
respetar porque así y todo es la Verdad. El rancho es el reverso de todas las
mentiras en forma de centro comercial, rascacielos y Parques Centrales con
que nuestro capitalismo de medio-pelo suele engañar a los consumidores. En
otras palabras, el rancho es feo porque en verdadero, los otros corotos son
bellos porque son falsos.
Sin embargo, como no somos dogmáticos, no podemos dejar de reconocer
que también hay fealdad, mucha fealdad en las construcciones que alojan a la
parte afortunada de esta sociedad. De manera que aparte de la «guerra contra
el rancho» sería necesario declarar una «guerra contra la quinta». Porque un
rancho no ofende menos al paisaje que una quintica en forma de torta de novia
con sus regorgallas de chantillí y todo. Ayer vimos una que parece un cruce de
hangar con mezquita, todo ejecutado en lajas negras salpicadas con azulejos
multicolores hechos añicos y con guilindajos de yedra sobresaliendo por las
junturas. Más adelante otra, rosada con techo verde y una gran tapia de vidrio
molido, presentaba en todo el centro del jardín algo así como un rolo de policía
en tamaño heroico, charolado con pátina de oro y con un farol que más bien
parecía un garrafón embojotado en un chinchorro, y todo ese corotero se llama
Scheherezada. Luego vienen las quintas en forma de barco, de tumba egipcia,
de Gruta de Lourdes, de castillo subdesarrollado y pare usted de contar, o
mejor no pare, porque entonces vienen las de estilo «ultramoderno», que son
verdaderas pesadillas de un cubismo ingenuo.
Vamos entonces a lo concreto: los pobres no tienen derecho a «afear» el
paisaje con sus ranchos. ¿Lo tienen los ricos a afearlo con sus quintas? La ciudad
tiene la palabra.
¿DÓNDE ESTÁ LA TIERRA?
04-02-1975
El misterio de la fuga del San Carlos ha dado origen a varios submisterios.
El más apasionante de todos es el llamado misterio de la tierra: ya las autoridades
taparon el túnel —le echaron tierra, dicen algunos— y ésta es la hora en
Puerta de Caracas / 23

que nadie puede decir a dónde fue a parar la tierra que necesariamente hubo de
movilizarse para su construcción. La teoría de que salió del presidio en los bolsos
y bolsillos de los visitantes ya fue descartada precisamente por bolsa. Que
haya sido comida por los fugitivos, es cosa que a nadie se le ocurre por no pertenecer
éstos precisamente a la clase de los geógrafos. Apartando las que
pueda aportar la ciencia-ficción, la tesis que tuvo más éxito fue la de que esa
tierra reposaba en el techo del propio Cuartel. Una rápida «búsqueda de altura»
por tejas y canales, sin embargo, demostró que tampoco allí estaban los
perdidos terrones...
No queremos aventurar un nuevo dato que nos haría sospechoso para
ambos bandos —buscadores y buscados— en este delicado juego de palito
mantequillero, pero sí creemos correcto expresar nuestro parecer de que pierden
su tiempo quienes se empeñan en hallar esa tierra que no va a encontrar ni
Rodrigo de Triana. Si de buscar tierra se trata, será preciso revisar el país entero,
lo cual resulta absolutamente imposible. Para empezar, buena parte de esa
y de la otra tierra existente en el territorio nacional está en manos de los terratenientes,
así la Ley de Reforma Agraria diga lo contrario. El resto, convertido
en barro o en fino polvo, estará repartido por los barrios de Caracas. Otra
buena porción andará perdida entre los estantes donde se guardan los proyectos
y anteproyectos del Gobierno, unos cuantos puñados formarán ya una sola
sustancia con las planillas de los contribuyentes que todavía no han podido
arreglar sus cuentas con el Impuesto sobre la Renta y una cantidad considerable
se habrá incorporado a las capas geológicas que cubren el famoso expediente
del Caso Vegas, sin contar los tierreros que se apresten a caer sobre el
asunto de la Chatarra y los que pudieran rodar sobre el recién abierto hueco de
El Tablazo.
Así creemos haber dado cumplida respuesta a un lector que tiene el tupé de
escribirnos para hacernos esta menudencia de pregunta: ¿Dónde cree usted que
podría conseguir yo un poquito, aunque sea un puñado de esta tierra del San
Carlos que debe ser tan milagrosa que ni Mandrake puede encontrarla? El lector
en cuestión nos pide que «por favor, no revele mi nombre». En lo cual estamos
perfectamente dispuestos a complacerlo. En cuestión de nombres relacionados
con la fuga del San Carlos podemos asegurarle que somos una tumba; o, mejor
dicho, un túnel.
24 / A NÍBAL NAZOA

LA ESCALADA DE LA AREPA
13-02-1975
¡Cuán profundos son los misterios de la ciencia económica! Mientras más y
con mayor entusiasmo se habla de la prosperidad venezolana, más cuadrada se
pone la arepa. Nadie se lo puede explicar, pero a cada jubilosa campanada anunciadora
de la bonanza incontenible que nos traen nuestros triunfos en la batalla
del petróleo corresponde una lúgubre nota de réquiem por la otrora popular
arepa. Con la última medida del Ministerio de Fomento en materia de tostadas,
aquello de «me le sacas la masa» se ha vuelto completamente al revés, porque
con los nuevos precios no se le está sacando la masa a las arepas sino, por el contrario,
se le está sacando la arepa a las masas, 1.75 por una de queso, de jamón
o de cochino ya es un precio que definitivamente transforma a las arepas en restaurantes
de lujo.
Al hablar de restaurantes de lujo, sin darnos cuenta hemos caído en la esencia
del problema que plantea este nuevo precio de las arepas: ¿por qué han de
costar lo mismo en todo el territorio nacional, sin distinción de calidades ni
lugares? Que la arepa consumida en un establecimiento del Este frecuentado
por la jai cueste lo mismo en una taguara de El Guarataro nos parece por lo
menos un desatino desde el punto de vista de la «imagen» del gobierno. Porque
no se justifica de ninguna manera el que se obligue a pagar el mismo precio al
obrero que se come su arepa de pie, en una «cuevita» llena de moscas y al pavo
chévere que saborea la suya en un local atendido por finos caballeros de bata
blanca, o a lo mejor, servida a bordo de su propia nave último modelo. En todo
caso, y ya que se está hablando también de un próximo aumento en el precio
de la gasolina, sería más justo establecer una escala de precios basada en una
estricta clasificación de las arepas según su grado de mazacotudez, dureza y
grosor de la concha, edad del relleno (en este aspecto, hay algunas a las cuales
habría que aplicarles el carbono 14), índice de mugrosidad de los expendedores,
número de moscas por metro cúbico en el aire del local, etc. Así cada
quién, de acuerdo con sus posibilidades, podría comprarse una arepa «Alta»,
«Extra», «Super», «Meteor», «Popular» o «Corriente» o bien, aplicando a la
industria arepera la modalidad de servicio de la CVP, pedir la combinación que
más le guste o convenga.
Puerta de Caracas / 25

Aunque también, para concluir en la misma línea de pensamiento petrolero,
podríamos retirar definitivamente la arepa del mercado nacional para dedicarnos
a exportarlas y así aumentar nuestra ya asfixiante prosperidad, creando
una nueva fuente de arepadólares.
BUEN PROVECHO
13-03-1975
—¿Por qué no te quedas a comer? Ya vamos a servir y…
—No, gracias, no se molesten…
—¡Pero si no es ninguna molestia! Al contrario, al contrario…
—Es que, como yo almorcé tarde…
—Déjate de excusas y ven, que ya está todo listo. Y te advierto que hay
crema de apio que tanto te gusta y el asado está de espanto y brinco. Anda,
chico, no te hagas de rogar.
Como después de todo las cosas no están como para despreciar una comida
que incluye crema de apio y asado, pues ¡todo sea por la amistad! Aceptamos y
pasamos al comedor.
Evidentemente se trataba de una de esas cenas «improvisadas» con semanas
de anticipación, pues hasta flores había en la mesa y entre las piezas de la
vajilla dominguera desempolvada para la ocasión se veía pomos de mostaza de
Gijón y botellas de vinos de gran marca. Tan prometedor panorama venía a ser
ensombrecido por la presencia de un enorme televisor —porque estábamos en
casa de una de estas familias que tienen televisor en el comedor para no perderse
la culebra a causa de la comida— encendido a todo dar. Así, mientras
saboreábamos, los diversos platos las cuñas se encargaban de estropearnos el
apetito:
—Fíjese en esa caspa, ¿verdad que es asquerosa? Si su caspa es una cosa
seria use Seborrex, que además combate el eczema y la seborrea.
(Y nosotros haciendo buches con la crema de apio, sin poderla tragar).
—Vea estos dientes atacados por la caries. Eso les pasa a quienes no usan
Panchil que pone los dientes duros. ¿Sarro? ¡Panchil! ¿Mal aliento? ¡Panchil!
¿Lengua saburrosa? ¡Panchil! ¿Encías sangrantes? ¡Panchil! Y si usted usa
plancha, no olvide usar el complemento de Panchil: Planchol, el fijador de
26 / A NÍBAL NAZOA

plancha con agarre científico. Así evitará que la plancha se le quede pegada del
ñame cuando come hervido.
(Y nosotros tratando inútilmente de concentrarnos en el asado).
—Mira, mi amor, una cucaracha grandotota, coge la chancleta, ¡antes de
que se meta en el bidet! No, chancleta no, eso es muy anticuado. Aquí está
Cucarapún, el veneno que las atrae con su característico olor a zapato de goma
sudado y las mata al instante.
(Y nosotros maldiciendo la hora en que aceptamos la invitación).
—Usted no tiene por qué avergonzarse ante sus amistades cuando vayan al
baño. Limpie su poceta con Suás, el limpiador de pocetas de la era espacial, y
sus invitados mantendrán el baño siempre ocupado.
(Y nosotros con ganas de llorar).
Moraleja: no crea en Ministerios de Sanidad, ni en organismos de Defensa
de la Salud Mental, ni en ordenanzas, leyes ni reglamentos. Crea en el rating
(palabra derivada de rata) y antes de aceptar una invitación a cenar, cerciórese
de que el televisor está bien lejos de la mesa.
LA GRAN OPORTUNIDAD
22-03-1975
Lo tradicional en Venezuela es que usted sufra un accidente, digamos una fractura
de pierna, y se quede tirado en la calle durante horas porque las ambulancias
oficiales están ocupadas o accidentadas, las particulares son demasiado caras y no
hay un taxista que se quiera «echar la lavativa» de llevarlo al Puesto de Socorro.
Llegado al instituto asistencial, es tradicional también que se le obligue a esperar
sentado en una silla mocha de un brazo y con una pata coja, porque no hay camilla,
y que se le someta a un interrogatorio semipolicial para obligarlo a confesar el
«delito» de haberse quebrado la pata y las circunstancias en que lo cometió, todo
eso para que al final se le recomiende dirigirse a una clínica privada, porque en el
hospital no hay ni analgésicos para calmarle el dolor ni placas para hacerle la
radiografía ni yeso para inmovilizarle el miembro afectado ni mucho menos
cama para hospitalizarlo en caso necesario. Como es tradicional que usted llegue
al hospital con un ataque de asma, con cara de infarto y le den «número»
para que vuelva dentro de año y medio. O que lo muerda una mapanare y lo
Puerta de Caracas / 27

pongan a «madurar cambur» mientras se espera la respuesta a un llamado
urgente lanzado por televisión y a través de la Banca Ciudadana, solicitando de
caridad una dosis del suero antiofidico que no hay en la Medicatura.
Un país donde se vive y muere en esas circunstancias es como para morirse
de tristeza, pero tal cosa no sucede porque el consuelo nunca falta.
Afortunadamente, en Venezuela tenemos tradiciones de dejar que la gente muera
de mengua a lo largo del año, existe la de abrumarla de atenciones durante los
seis días de la Semana Santa. Durante esta temporada Venezuela es un país en
estado de emergencia donde no se niega la asistencia a nadie. A todo lo largo de
las carreteras se establecen puestos de primeros auxilios perfectamente equipados
hasta el último detalle. Aviones y helicópteros sobrevuelan las montañas en
busca de excursionistas extraviados, los mejores nadadores del país están concentrados
en las playas, listos para acudir al primer llamado de socorro de algún
bañista imprudente y en las tiendas sanitarias sobra el oxígeno, el merthiolate, el
suero glucifisiológico y los apósitos quirúrgicos de todo tipo. Médicos de todas
las especialidades, bomberos especializados en las más arriesgadas operaciones
de rescate, sacerdotes dotados de todos los elementos necesarios para administrar
los últimos sacramentos, todo lo que cuesta conseguir en el curso del año está
a la mano y sin complicaciones durante esta temporada.
Aproveche, pues lector: si quiere ser atendido como nunca lo ha sido en
todo el año aproveche la oportunidad y métase a temporadista de Semana
Santa. Quiébrese ahora su pata, sufra su ataque de asma, envenénense con pescado
ciguato, córtese con el ocasión, cáigase por las escaleras pero que sea ya,
que la ocasión la pintan calva y más tarde quién sabe...
BUENAS NUEVAS
15-05-1975
Para ese lector obsesivo que nos escribe diariamente, nos telefonea, nos
telegrafía, nos aborda en la calle, nos espera a las puertas del periódico para
ahogarnos en quejas contra los teléfonos públicos, porque él se imagina que la
ciudad no tiene otros problemas ni nosotros otro tema que tratar, así reconozcamos
como legítima su angustia y comprendamos sus impulsos telefonicidas,
tenemos hoy ¡por fin! Dos buenas noticias. Las primera, suministrada por el
28 / A NÍBAL NAZOA

organismo de relaciones públicas de las Primeras Jornadas Andinas de
Telecomunicaciones que se realizan actualmente en esta ciudad, está contenida
en un esperanzador título de este mismo diario:
APENAS 5.000 TELÉFONOS MONEDEROS PÚBLICOS EXISTEN
EN VENEZUELA
¿No es como para alegrarse? ¡Imagínese inconforme lector, son cinco mil
nada más! Solamente cinco mil bichos que se tragan el medio y no devuelven;
cinco mil carapachos muertos que al principio dan «el tono de discar» pero callan
para siempre apenas se les introduce la moneda; cinco mil aparatos que hacen
locuras como dar la hora sin que nadie se la esté pidiendo o ligarse con una emisora
de radio o ensordecer al usuario con un ruido como de cien parejas bailando
un joropo sobre una pirámide de cáscaras de huevos o que simplemente se
cortan intempestivamente cuando la conversación está más interesante.
Cinco mil nada más, y nosotros que por lo que embroman (y lo seguido)
los sentíamos como cinco millones. Después de todo, las cosas no están tan
mal como nos imaginábamos.
La otra noticia levantadora de ánimos y apaciguadora de iras nos llega
directamente a través de un muchachito a quien encontramos muy contento en
una esquina de Sabana Grande. El chiquillo no podía resistir el deseo de comunicar
su alegría al primer transeúnte que estuviese dispuesto a oírlo, o sea quien
escribe:
—¡Señor, señor, venga para vea!
—¿Para que vea qué, muchacho?
—Ese teléfono, ése de la esquina... ¡Qué teléfono tan bueno! Imagínese que
yo le metí medio para llamar a mi mamá para avisarle que el transporte estaba
accidentado y que me viniera a buscar, y cuando colgué me devolvió mi medio
y dos más... Ande, métale medio y llame a cualquier parte para que vea, que
yo no digo nada!
Tentados estuvimos de hacer la prueba, pero nos abstuvimos por aquello de
no dar el mal ejemplo a la infancia. Con una sonrisa y unas palmaditas en el
hombro del afortunado chico nos dejamos y dos cuadras más allá estuvimos
comentando el incidente con un amigo; éste nos confirmó que, en efecto, una
de las últimas locuras de los teléfonos públicos de Caracas consiste en obsequiar
un chorro de medios al usuario. No son todos, ni lo hacen cada vez que
se los utiliza, pero lo cierto es que en Caracas tenemos teléfonos públicos que
Puerta de Caracas / 29

egalan dinero. O sea que de instrumentos de comunicación se han transformado
en máquinas para juegos de envite y azar, suerte de tele-ruletas que agregan
una nueva emoción a la ya de por sí bastante fuerte de lograr la comunicación.
Porque ha de saberse que el mismo aparato que «a vuelta de llamada» le larga
tres bolívares en mediecitos puede también engullirse otros tres sin otorgar ni
siquiera el premio de la llamada.
De manera, pues, que los usuarios de los teléfonos públicos de Caracas
cuentan desde ahora y hasta que los mecánicos de la CANTV se enteren, con
un nuevo servicio que les permite tentar la suerte mientras pasan la tradicional
calentura. ¡Aprovechen, hagan juego, señores, ca ne va plus!
ESTÉTICA Y RIÑONES
29-05-1975
Cuando se habla de la «estética de la ciudad» —tema de los más apreciados
por los «exquisitos» e intelectuales en general—, la conversación se refiere
por lo regular a los trillados temas de la zonificación y las zonas verdes, los
muladares y los cerros almenados de construcciones marginales. Cierto es que
Caracas, a pesar de los piropos que le prodigan personas e instituciones interesadas,
da bastante y bien triste que hablar en esos aspectos: que si míreme ese
edificio que parece un injerto de morrocoy con cartón de leche, que si aquella
avenida por el amontonamiento de bolsas plásticas de basura me recuerda las
barricadas en la guerra del 14, que si no pase por esa esquina porque eso huele
como a mazamorra piche, que si hay que ver lo feos que son esos cerros revestidos
de cemento como unas barrigotas enyesadas...
Todo eso es cierto, es preciso fijarse en otros aspectos no menos serios y
hasta alarmantes de la estética ciudadana. Nos referimos concretamente, y no
por primera vez, a las «vallas» y letreros de todo orden que adornan, por así
decirlo, a nuestra castigada capital. En primer término, la superabundancia de
anuncios de bebidas alcohólicas, cigarrillos y automóviles que nos exhiben
como «Sultana del vicio», que no del Ávila. Los letreros con faltas de ortografía
que hacen revolver en su tumba al caraqueño Andrés Bello. Las vallas pornográficas,
no tanto por la intención como por lo mal pintadas, velludamente
pintadas y mantecosamente pintadas que están, sin contar lo balurdo y pobre
30 / A NÍBAL NAZOA

del mensaje. Pero lo más lamentable de todo es que en este capítulo se incluyan
ejemplares de la propaganda oficial, por la cual pagamos los llamados contribuyentes.
No vamos a referirnos a las grandes vallas montadas para anunciar tonterías
o para festejar las bellezas del país o para solicitar el aplauso del público para
obras que el Estado está obligado a ejecutar. Demos un solo ejemplo de cómo instituciones
oficiales o semioficiales, con la mejor intención, orientada hacia los
más sanos propósitos y todas las etcéteras del caso, también pueden contribuir a
dañar la estética de la ciudad: por toda Caracas y sus aledaños hemos estado observando
últimamente la valla que con altos fines humanitarios ha colocado una institución
de indiscutible respetabilidad y merecidísimo aprecio. En esta valla, al
lado de un dibujo bellamente ejecutado, aparece esta siniestra leyenda:
Los riñones no se entierran, se donan
Nada más cierto ni más pleno de contenido altruista. ¿Por qué se han de entregar
a los gusanos unos órganos que bien podrían servir para salvar una vida que
podría dar lustre a la patria o sencillamente salvar otras vidas? Estamos ciento por
ciento de acuerdo con el mensaje y no creemos que haya nadie en desacuerdo.
Pero en cuanto a la manera de darlo, ¿no podría encontrarse una menos directa,
menos brutal, más bella, en una palabra? Enterrar es un verbo terrible, «una cosa
perfectamente seria», como diría Antonio Machado. ¿Por qué asociarse un acto
tan hermoso como la donación de un órgano a la idea de la muerte y peor aún, la
del sepelio, en vez de asociarla a la vida con todo lo bueno que ella ofrece al beneficiario?
Una frase como esa, por correcta que sea; afea la ciudad. Con el debido
respeto a los anunciantes, debe haber otra manera de decirlo... A punto estábamos
de sugerir alguna fórmula humorística relacionada con la forma del riñón, que es
la de la criollísima caraota, cuando recordamos que la caraota ya no es ni criollísima
ni popular, porque es importada y cara, de manera que ya no simboliza la
vida sino el hambre. Dejémoslo, pues de ese tamaño...
Puerta de Caracas / 31

IMPORTANCIA DE LA GRAMÁTICA
18-09-1975
La prensa ha informado ampliamente acerca de lo que acontece en La Vega.
Según teníamos entendido a través de sucesivas publicaciones en esa parroquia
del extremo Oeste caraqueño, se había producido una serie de desalojos y demoliciones
de viviendas como consecuencia de las torrenciales lluvias caídas sobre
la capital en los últimos días. Según teníamos igualmente entendido, los desalojos
se habían cumplido por medio de la violencia policial y las demoliciones en
forma indiscriminada, sin tener en cuenta cuáles viviendas podían ser reputadas
seguras y cuáles representaban peligro para sus habitantes. Un grupo de vecinos
del sector, encabezados por dos sacerdotes jesuitas, protestaron contra las medidas
y concretaron su protesta en una huelga de hambre a la cual se puso fin
mediante la ocupación de la escuela donde se desarrollaba la acción cívica y la
detención de sus protagonistas en medio del habitual cuan pintoresco despliegue
de rolazos, empujones y ofensas personales. El destino de los desalojados, de
acuerdo con declaración oficial, era la «extensión marginal» repartida entre
Tacagua, Valencia, el llamado campo de concentración de Caucagüita y otros
lugares vacacionales destinados a esa clase de venezolanos fuera de nómina.
Hasta aquí los hechos objetivos. Pero ahora viene la parte literaria o, mejor
dicho, gramatical: resulta que según las autoridades en La Vega «no hay desalojos».
Lo que hay son reubicaciones. Tampoco hay demoliciones sino «ejecución
de obras» y detenidos tampoco hay, puesto que no se puede informar
sobre su paradero. Tampoco hay curas involucrados en el asunto, sino «agitadores
que sólo quieren el bochinche».
Humildemente, como simples observadores de la situación, nos permitimos
hacer notar que debe haber un lamentable error de carácter gramatical en
el manejo de estos asuntos por parte de la comunidad o, si las autoridades lo
prefieren, de los empresarios del bochinche. A nuestro modo de ver y a la luz
de estos acontecimientos, para que exista un entendimiento más o menos satisfactorio
entre los caraqueños y sus gobernantes, estos últimos deberían proceder
inmediatamente a realizar un gran esfuerzo editorial que permita a cada
habitante de la ciudad disponer de un Diccionario de Sinónimos para la debida
interpretación de las acciones gubernamentales. Así podremos los caraqueños
comprender que no se debe hablar de desalojos sino de reubicaciones, que
la policía no da rolazos ni planazos sino bastonazos y sablazos (que son mucho
32 / A NÍBAL NAZOA

más elegantes), que los huecos no son huecos sino oquedades, que lo de La
Pastora no es un plan de demolición sino de remodelación, que los teléfonos
no están engalletados sino que son irregularidades, y así sucesivamente.
Para esos compañeros que todavía carecen de cambur, ¿qué espera el go -
bier no para crear la Comisión de Reforma del Lenguaje Administrativo?
HUEQUENPOLITIK
11-11-1975
La Gobernación del Distrito Federal acaba de anunciar que para el 11 de
diciembre de este año estarán reparados los 1.132 huecos «censados» que hay
en Caracas. ¡Felicitaciones! Jamás, ciudad alguna del mundo fue objeto de tan
espectacular campaña de deshuequización. Para cuando esté cumplida esa hercúlea
tarea, será preciso crear nuevas condecoraciones para los pechos de sus
ejecutores, porque las actuales no son lo suficientemente grandes ni brillantes
para premiar la grande hazaña en éste, el único país de cualquiera de los tres
mundos, que cuenta con una Huequenpolitik —para emplear la terminología
alemana a la moda— perfectamente implementada e instrumentada y el hueco
ha alcanzado la categoría de elemento esencial de la vida nacional.
Hablemos en serio: la instrumentación de una Huequenpolitik o Política de
Huecos es una de las creaciones más lamentables y tristes del arte político o
politiquero para llamarlo por su nombre y exhibe a Venezuela como el país
miserable (en el sentido moral) y cómico, que no es, así sus gobernantes se
empeñen en que lo sea. Los venezolanos, y particularmente los caraqueños
acostumbrados a rompernos el alma en un hueco cada vez que salimos a la
calle, de todos modos preferimos el rompimiento de alma a la exposición a la
risa del mundo, por el aprovechamiento de los huecos como elementos de combate
de nuestros políticos. Que los responsables de la administración pública
no nos vengan con cuentos. Ellos han viajado más que nosotros y saben que en
todas partes el tapado o la reparación de huecos es una diaria actividad y obligación
corriente del Estado, que de ninguna manera pude ser objeto de festejos
y mucho menos de campañas electoreras. Cualquiera de los propulsores de
la campaña huequenpoliquera sabe, porque lo ha visto y no podrá desmentirlo,
que toda carretera o autopista de Europa es recorrida permanentemente por
Puerta de Caracas / 33

cuadrillas de tapahuecos que jamás han reclamado para sí el título de héroes, y
que en ninguna ciudad europea hay huecos por la sencilla razón de que no debe
haberlo, y que a ningún candidato a Alcalde de una ciudad europea o norteamericana
se le ocurriría la insensatez de incluir dentro de sus promesas electorales
la reparación de los huecos si los hubiere. Y no hablemos ya del mundo
superdesarrollado: nosotros visitamos La Paz en 1971 (no sabemos cómo la
tendrá Herr Banzer) y no vimos en aquella subdesarrollada ciudad del Tercer
Mundo, ni un solo hueco, ni oímos a nadie celebrar esa circunstancia. En
Bogotá, aunque por una misteriosa razón las aceras son un desastre, las calzadas
son impecables desde el punto de vista huequístico o huequeril, Cuba, que
aparte de su régimen socialista es un país subdesarrollado, no tiene un solo
hueco en ninguna de sus calles, carreteras, autopistas, caminos ni senderos. Y
nadie habla de eso, porque es lo natural. Mientras que nosotros hasta vimos la
otra noche a un funcionario que a través de la televisión, y con perdón de su
investidura, hacía el ridículo más condenable, explicando las enormes dificultades
técnicas que comporta la reparación de un hueco.
No, señores, si ustedes quieren ganar las elecciones, esa no es la vía, como
dicen. Los huecos se tapan porque hay que taparlos, porque para eso pagamos
los contribuyentes. No hay ningún mérito en tapar huecos; en todo caso, el
mérito está en taparlos mal para cobrar más tarde para volverlos a tapar, que es
el proceder habitual de nuestra mafia municipal. El poeta dijo «Si hay un hueco
en tu vida, llénalo de amor», no «llénalo de votos».
TORRE DE MARFIL
14-10-1976
La noticia apareció la semana pasada en un diario local. En uno solo. Está,
por lo tanto sujeta a confirmación, desmentido o lo que sea: de acuerdo con ese
diario un día, o mejor dicho, una noche de esa semana, con mal tiempo por añadidura,
apareció en el cielo de Sabana Grande una avioneta que por largo rato
se dedicó a aterrorizar a la población revoloteando y haciendo pases rasantes
sobre los edificios del sector. Estuvo incluso a punto de estrellarse contra la
Torre de «La Previsora», según precisa la nota periodística que, de paso, da las
siglas de identificación de la aeronave y el nombre de su piloto. Éste, siempre
34 / A NÍBAL NAZOA

de acuerdo con el diario, «conducía en estado de embriaguez» y cuando se
cansó de jugar con su vida, que sería lo de menos, y las ajenas aterrizó en el
Aeródromo de La Carlota donde fue «severamente amonestado» por las autoridades
de Aeronáutica Civil y Cuerpo de Bomberos Aeronáuticos».
Repetimos: la noticia la dio o al menos la vimos nosotros en un solo diario
y por lo tanto está sujeta, etc., etc. Pero «estar sujeta» quiere decir exactamente
estar sujeta a esto o a lo otro y de ninguna manera ser inexistente. Entonces
surge inevitablemente la pregunta: ¿por qué las autoridades no han formulado
el menor comentario, no se han ocupado, no han dicho esta boca es mía en
torno a una información de tal gravedad? Porque traducida al lenguaje cotidiano
la noticia sería: UN BORRACHO ENCARAMADO EN UNA AVIONE-
TA JUGÓ CON VIDAS Y PROPIEDADES HASTA QUE LE DIO LA
GANA EN EL ESTE DE CARACAS.
La presente nota no tiene por qué ser más larga. Como seres humanos que
nos arrastramos por las calles porque no tenemos con qué comprarnos una
avioneta para andar rascados amenazando las vidas de nuestros semejantes y
si tuviéramos no lo haríamos porque somos personas decentes, cortamos por
aquí repitiendo nuestra pregunta: ¿por qué no ha habido el menor comentario
oficial a una noticia tan alarmante?, ¿cierta o falsa? Si es cierta que la confirmen,
si es falsa que la desmientan, pero digan algo, por favor. Sí cortamos, y
lo hacemos preguntándonos, con el debido respeto a la sacrosanta «JAI» del
aire si acaso una «severa reprimenda» es castigo suficiente para quien comete
semejante crimen... ¿O nos van a venir ahora con que eso no es un crimen?
¿Ah?
¿QUIÉN, YO?
03-02-1977
Lo que más me gusta de Caracas es esa informalidad, esa frescura casi
surrealista de sus autoridades. Aquí no nos andamos con brinquitos. Si hay que
tumbar tal cosa, se tumba y ya veremos. Si hay que construir tal otra, se construye
y después si es de raspar al constructor se le raspa. Si este doctor quiere
una isla, y si un doctor más poderoso está contra la isla se la tumbamos y el
otro que se vaya a llorar al El Valle, con perdón de este elle con elle cigallo.
Puerta de Caracas / 35

Usté me tapa esta quebrada aquí y me corta aquel monte allá que con la
Ingeniería me arreglo yo, pero doctor mire que esto es zona verde qué zona
verde, ni qué manga e’ chaleco pichón que este edificio no me lo tumba ni
Mandrake, entonces cerramos esta calle y la estatua del poeta ese la mudamos
para El Llanito, cuál casa colonial eso lo que es un peligro, pa’abajo es que va
y después veremos.
Después veremos. Caracas es la tierra de nadie, la ciudad —hija-de-lapanadera—
donde cada funcionario y cada constructor hace lo que le venga en
ganas, donde la ley es la versión urbanística del disparar primero y averiguar
después betancuriano. En esta novela de caballerías que es la administración
pública venezolana, cada administración es un caballero abroquelado en su
castillo y asistido por sus fieles mesnadas. Desde la Torre del Homenaje ordena
el señor: tálense estos árboles, derríbese ese edificio, pulverícese aquella
plaza, y si el vecino caballero protesta aquí lo estaremos esperando con ballestas
y plomadas manguales y partesana y harta cera hirviente para lanzar por las
troneras. La plaza pulverizada puede ser, por ejemplo, la de La Estrella, en San
Bernardino. El Caballero de la Cruz Negra ordenó su demolición, provocando
con ello la protesta del Caballero del Dragón Bifronte. El Caballero de la Cruz
Negra responde que él pidió permiso al Caballero del Oso Listado y el
Caballero del Oso Listado jura que él no recibió tal solicitud de permiso, en
tanto el Caballero de los Seis Leones se lava las manos y el de la Luna y la
Corza Preña llama a Conejo en la Colina de las Controversias. Entretanto, el
de la Triste Figura, que no es Caballero sino villano nacido en cuna de juncos
sin lienzos, pero verdadero dueño de la plaza por tradición desde más allá de
Beltenebros y de Artús y de los Druidas, no tiene voz ni voto en la disputa.
¿Quién ordenó la demolición de la Plaza la Estrella? Cállate, chusma. No
preguntéis, siervos de la gleba, que ningún derecho tenéis a hacerlo. Aunque os
creáis dueños de la Plaza. Callad, que más os conviene no meteros en los negocios
de los Caballeros, que negocios son y eso es sagrado. Como bien sabéis,
si no sois brutos.
36 / A NÍBAL NAZOA

OTRA VEZ SERÁ
15-03-1977
Otra vez será, queridos lectores, pero lo que es hoy no hay puerta. No la hay
por la sencillísima razón de que no nos sale. Nos ponemos así, nos ponemos
asao, nos sentamos al aire libre, ensayamos a escribir a mano y acostados, y
nada: la inspiración, la condenada, la maldita, la escurridiza inspiración no
viene, ¿Qué pasa? Falta de temas no es, porque los hay en abundancia. Tenemos
el de los talleres mecánicos que se apropian de las calles para convertirlas en un
reguero de mugre y chatarra. Tenemos el del Hospital de Niños, que en una capital
con vergüenza debería llevar el nombre de Herodes y no el de J.M. de los
Ríos. Tenemos el del Hospital Pérez Carreño, que absurdamente en esta ciudad
absurda lleva el nombre apropiado porque es un verdadero pescozón al concepto
de salud pública. Tenemos el de la CANTV, que mantiene a Caracas incomunicada
con el interior y con el exterior, porque desde no menos de quince días
el 122 y todos números-códigos del Discado Directo suenan ocupados, y a los
suscriptores que reclaman se les da la pobrecita explicación de que «las líneas
están sobrecargadas, están sobrecargadas». Tenemos… Bueno, ¿para qué seguir
enumerando? Caracas es una ciudad que sufre de TODO y no se le arregla
NADA. Vergüenza debería darnos el no poder dar a luz un articulillo en este
paraíso de los cronistas especializados en quejas y reclamos.
Debería darnos vergüenza, pero no nos da. No nos da, aunque la razón no
sea muy valedera por estar más relacionado con el vicio que con la virtud, por
la muy sencilla de que hoy no hemos podido tomar al levantarnos el cafecito
que nos pone en movimiento. Desgraciadamente pertenecemos al grupo de los
esclavos del café, de los que temblamos como palúdicos y somos incapaces de
proferir, ni siquiera pensar una frase coherente antes de haber saboreado la primera
taza de la alienante infusión.
Nos perdonan, pues, por esta vez, si la falta de café nos impide cumplir con
nuestra obligación. Pero es que aun si hiciéramos un esfuerzo sobrehumano por
escribir no podríamos lograrlo, simple y llanamente porque lo que nos saldría no
sería publicable. Aparte de que la cantidad de humo que envuelve nuestro lugar de
trabajo y a Venezuela entera tampoco nos permitiría escribir y, de permitírnoslo,
también sería para producir algo impublicable. Los urbanizadores, los terratenientes,
los concejales muni-venales y el gobierno saben a qué nos referimos.
Puerta de Caracas / 37

SUAVECITA
12-05-1977
La que se reproduce a continuación es una de las muchas cartas recibidas
en esta modesta Puerta con motivo de la última hazaña policial cumplida en la
Universidad Central de Venezuela. Como podrán ver los lectores, la «cosa» es
bastante dura. Si la publicamos es porque, conocida la opinión que le merece
la juventud estudiosa a la Policía Metropolitana a través de la actuación de esta
última en los predios de la UCV, nos parece correcto reproducir algo que transmita
la opinión de la juventud estudiosa acerca de la Metro. Al efecto hemos
escogido la carta más suave y publicable de cuantas hemos recibido. Por lo
demás, el joven firmante nos «desafía» a que publiquemos su mensaje.
Pasando a la primera persona del singular, acepto el desafío; lo que no puedo
aceptar es que ese muchacho desafíe así a pecho pelado la ira de las fuerzas del
orden público. Por lo tanto su firma queda «en depósito». En el seguro depósito
de esta Puerta, siempre mejor que el depósito de cadáveres.
Estimado Señor Portero:
Recientemente fui a tomarme un café en Sabana Grande y, mientras estacionaba
mi carro en una esquina, noté que un grupo de policías metropolitanos me
miraba con evidentes ganas de pedirme la cédula o algo por el estilo. Inme dia -
tamente, yo les pregunté si podía estacionar allí. Uno de ellos me dijo que sí
podía. Al bajarme del carro observé que uno de los policías continuaba mirándome
y que su mirada se había tornado particularmente odiosa. Rápidamente
comprendí que no les había dado las gracias por permitirme estacionar… ¡en qué
lío me metí!, pensé. Con la intención de «picarle adelante» me dirigí al «tombo»
ofendido y le pregunté, con esa amabilidad y esa calma que en esta ciudad de
locos ya se puede calificar de «savoir faire»: «¿A qué hora termina el boulevard?»
Mientras uno de ellos me decía que a las doce, el agraviado, con unos ojos
que más bien parecían un par de aguamalas putrefactas, con una voz siniestramente
apagada, y llevándose las manos al «fuco», me dijo amargamente, en una
sola frase, «gracias, buenas tardes, buenas tardes, buenas gracias, buenos días,
gracias». Luego el pobre hombre se quedó patéticamente mudo. Yo logré construirme
una hermosa sonrisa… «¡Muchas gracias y muy buenas noches, agente!»,
le di la espalda aterrorizado y me fui caminando. El tiro por la espalda no
vino; quizás lo guardaron para el jueves por la tarde en la universidad.
38 / A NÍBAL NAZOA

El que escribe esta carta es un delincuente prófugo; mi récord delictivo consiste
en tener veinticuatro años y no tener una ministerial «nave» de nosecuántos
cilindros con «antenita», que sirva de fortaleza inexpugnable contra los
embates de la «justicia» en la calle. Le temo a la policía en la calle, cruzo las
esquinas con precaución, me cuido de ponerme la chaqueta bluyín rota, le abrí
un huequito a la cédula para amarrármela de la cabuyita del traje de baño cuando
me baño en el mar, pero hay veces en que de verdad no aguanto. El otro día
fue a un concierto de salsa en el Poliedro y vi que mientras la gente bailaba
frente a sus asientos o parados sobre ellos (como es debido cuando canta
Ismael Rivera), los matones de casco blanco pasaban pegándoles planazos a
uno por uno, mujeres y hombres, viejos y viejas, malandros y malandras, de
fila en fila, como quien se pasea por una manga de ganado puyando las reses.
A cada rato agarraban a uno, y vaya que lo agarraban; lo agarraban a planazos
y patadas entre cinco, diez, o no sé cuántos, y se lo llevaban para la «unidá».
Recientemente un alto jefe policial dijo en la televisión, al pedírsele que
opinara sobre el trato violento de la policía para con los ciudadanos, que «los
policías son animales, y los animales, al molestarlos, muerden». Yo estoy de
acuerdo en que los policías de nuestra ciudad son bastante bravos, y mis lecturas
en revistas sobre el trato con chimpancés y otros seres elementales, incluso
humanos enfermos, me ayudaron a salvarme en Sabana Grande. Por los
momentos, lo que me tiene preocupado es el trato con gorilas.
Anónimo Malandro Derrapado
(Dedicado al señor gordito de bigotes y casquito, policía y bruto él, que
dirigió el cobarde asalto a la UCV del día jueves 5 de mayo de 1977).
MERECIDA RECOMPENSA
14-04-1977
La señora Deysy Romero de Alvarez es la presidenta de la Sociedad de
Padres, Representantes y profesores del Ciclo Básico «Antonio Arráiz». Una
auténtica mujer del pueblo, a juzgar por el estilo sencillo y descarnada de sus
escritos, nos dirige una carta que por lo clara y expresiva no necesita mayores
Puerta de Caracas / 39

comentarios. La reproducimos íntegra, sin cambiarle un punto ni una coma, a
manera de «disuasivo» para aquellos ilusos que todavía insisten en pensar que
el pueblo necesita educación y cultura y no plan de machete:
Ciudadano
ANIBAL NAZOA
Puerta de Caracas
«El Nacional»
Presente
Distinguido señor Nazoa:
Me dirijo a usted, en vista de la importancia de su Columna «PUERTA DE
CARACAS», para que el pueblo de Venezuela, conozca las cantidades de
injusticias que se cometen con la gente que en verdad lucha por Venezuela.
Caso: La señora GUILLERMINA ANTONIA HERNÁNDEZ DE RIVAS,
madre de cinco hijas, mujer de 34 años preocupada siempre por el desarrollo
cultural del pueblo de Venezuela.
Desde un humilde cargo de Obrera en el Instituto Nacional de la Vivienda,
(INAVI) logró lo que jamás persona alguna en ese Instituto ha logrado, lo cual
fue la realización total de algo, que se consideraba imposible… la creación de
la Biblioteca Central «CRISTO REY », equipada totalmente con 1.200 volúmenes
y todo su mobiliario (Pidiendo y pidiendo de puerta en puerta). Hoy esta
maravilla quedó en manos del Conac, con todo su personal necesario. Labor
que no se le reconoce a esta insigne mujer, pues se le mantiene marginada
devengando un mísero salario como obrera.
Solicitó mejoras salariales ante las autoridades del Inavi, como respuesta,
recibió el visto bueno del Sindicato de Obreros, para que fuese liquidada parece
ser que la consideran como algo peligroso para la clase obrera, pues su labor
crea conciencia y eso no le conviene al Sindicato, quienes tienen su fuente de
poder de la ignorancia del pueblo.
A raíz de la instalación de la nueva sede, la Biblioteca se transformó en una
institución dinámica, proyectándose a la Comunidad en todos los niveles, por
medio de su programa de Extensión Cultural, entre los cuales podemos citar:
CURSOS: De orientación, biblioteca para niños y pasantía para adultos, títeres,
cuatro, guitarra, teoría y solfeo, pintura, ballet, orquideología, reparación a
40 / A NÍBAL NAZOA

nivel de bachillerato, migajón de Pan, corte y costura, cocina, gimnasia rítmica
y psicofísica, fotografía, etc., etc. Todo esto lo tiene la parroquia 23 de Enero,
gracias a esta gran labor sin precedente en el País.
Mientras el país gasta fabulosas sumas en técnicos incapaces, a esta mujer
a la cual se le deben rendir honores, se les está botando como cosa sin valor.
¿Dónde está la conciencia de las máximas Autoridades del Inavi?
Agradeciéndole de antemano todo lo que esté a su alcance en hacer, por
esta señora desde su importante Columna, quedo de usted.
Atentamente,
Deysy Enriqueta Romero de Álvarez Presidenta de la Sociedad de Padres,
Representantes y Profesores.
«El Liceo Antonio Arráiz, en su décimo aniversario (X) con su pueblo
hacia la verdadera justicia social».
NOTICIAS DEL FUTURO
28-04-1977
La tragedia—vergonzosa tragedia— de Venezuela se resume en tres letras:
SAL. La aparición de la sal entre los artículos de «libérrima» importación lo
dice todo, lo publicable y lo impublicable. El país nuevo-rico, alimentado por
un maná que no cae del cielo sino que brota del subsuelo, se dispone ahora a
importar sal. A importar sal, con nosecuantosmil kilómetros de saladísimas
costas. Esta importación absurda, imperdonable, sencillamente loca ¿será en
homenaje al estreno de la hasta ahora misteriosa película venezolana «Araya»
o a la eficacia de una administración que si no ha liquidado al país es porque
tampoco sabe cómo liquidarlo?
Importar sal ¡oh, manes de Lewis Carrol y de Jonathan Swif! Es la más
divertida de todas las locuras, superada apenas por la de importarla en momentos
en que la sal no podrá ser desembarcada porque el puerto de La Guaira está
congestionado y los barcos-saleros permanecerán meses y meses anclados en
la rada a la espera de su saleroso cupo, sin contar por supuesto que cuando el
NaC1 llegue a Caracas no encontrará que salar, porque tampoco hay carne, ni
Puerta de Caracas / 41

cochino, ni pescado, ni pollo, ni legumbres, ni nada, porque todo viene del
extranjero y está detenido en La Guaira por el nombrado congestionamiento
del puerto o en Maiquetía por problemas burocráticos. Quede para los expertos
en Ciencias Ocultas la explicación de que por qué ha de importar sal un país
que no tiene qué salar. La actual situación de carácter nacional a aquel famoso
cuento, tan aldeano y local, del viajero que llega a una remota posada provinciana
y al preguntar si hay comida recibe esta perfectísima respuesta de la
dueña:
—¡Ay, mijo! Si hubiera manteca yo te freiría una ñema; pero como tampoco
hay ñemas…
En fin, que por el camino que vamos andando, nada tendría de raro que la
prensa del futuro inmediato trajese noticias como éstas:
Toronto, Canadá (URPIA). —El embajador de Venezuela y el Primer
Ministro canadiense firmaron hoy el acuerdo mediante el cual se establece un
puente aéreo entre Ottawa y Caracas para transportar a Venezuela cinco mil
millones de litros de agua canadiense. El país suramericano, actualmente
carente de agua en cualquiera de sus formas, pagará sus importaciones H 20 con
petróleo. Actualmente Venezuela negocia acuerdos similares con dieciséis países,
entre ellos Francia, cuyo primer envío de 90 millones de metros cúbicos de
agua mineral ha determinado la aparición de una corriente humorística popular
que denomina al gobierno venezolano «El Gobierno de Vichy».
Katmandu, Nepal (APUES).—Este apartado país himalayo ganó hoy la
licitación abierta por el gobierno de Venezuela para la compra de aire en importantes
cantidades. Como se sabe, Venezuela ha estado respirando últimamente
gracias a las importaciones de aire del gobierno del presidente Pérez, quien ha
enfrentado resueltamente la actual escasez de aire que sufre su país bajo la consigna
de que «la democracia es puro aire y el aire es para todos».
El Cairo, Egipto (Latin-de Olor).—Hoy salió de Port Said el primer
embarque del sol africano con destino a Venezuela, país sudamericano donde
los rayos Helios han faltado desde el mismo momento en que el gobierno local
garantizó que «a ningún venezolano le faltará su lugar bajo el sol». Entre tanto,
Venezuela está contratando a geógrafos, cartógrafos y dibujantes del mundo
entero a ver si entre todos pueden impedir que el país desaparezca del mapamundi.
42 / A NÍBAL NAZOA

LOS EXPLICADORES
26-05-1977
Supongamos, estimado lector, que usted lleva ya tres días con un dolor de
muela que no lo deja comer, ni dormir, ni trabajar, ni nada; al cuarto día, con
la cara amoratada por la hinchazón y los emplastos caseros, medio bobo de
tanto tomar analgésicos, debilitado por el hambre y el insomnio continuado y
con un humor de perros, se presenta ante el dentista dispuesto a «dejarse hacer
de todo», como se suele decir en todos esos tristes casos. Entonces, después de
haberle hecho esperar hora y media, cuando le toca su turno el doctor lo sienta
en esa silla que tan negros pensamientos inspira, le practica un ligero examen
y se arranca con este discurso:
—Bueno, usted lo que tiene es lo que nosotros llamamos un gíngivo-pericorchitis
alveolar complicada con un acceso de la cartomancia menor. Este tipo
de inflamación, causada generalmente por el estreptococo alfahemolítico a
Streptococus viridans, es muy común en nuestro medio, sobre todo en individuos
con maloclusión. Le voy a explicar: cuando usted muerde, pongamos por
caso, una arepa de cochino hecha con una parte muy fibrosa de la musculatura
del animal, algunas fibras pueden introducirse en los espacios interdiarios y
empujar los tubérculos de Stahlenberg hacia la base del filete intrínseco de la
apófisis romuloide del maxilar en su porción tricuspídeo-abduccional, trayendo
como resultado una alteración de las cargas bisectrices sobre el tejido malacopalatal
y por consiguiente…
Aquí es donde usted, estimado lector, se levanta hecho una fiera ciega y
estrangula al dentista mientras le grita:
—¡Mire…, yo no quiero que usted me explique nada sino que me saque la
muela, o me mate, o lo que sea, carrizo!
¿Verdad que sí? Bueno, pues eso mismo es lo que le sucede a Caracas: esta
es una ciudad cuyos servicios públicos son un desastre, que carece de toda protección
con los elementos y nadie sabe a dónde diablos va. Pero así como es
cierto, no se puede negar que en materia de explicaciones Caracas marcha a la
cabeza del mundo. A ninguna ciudad en todo el orbe se le dan más explicaciones
que a ésta. La administración pública cuenta con verdaderas legiones de
explicadores siempre listos, como los boy scouts, para explicar a los ciudadanos
cualquier irregularidad. Cada vez que se produce un apagón —y esto es
Puerta de Caracas / 43

casi a diario— aparece en la televisión un doctor muy serio que explica detalladamente
las causas del mismo. Si repentinamente la ciudad se queda sin
agua, inmediatamente aparece el correspondiente doctor explicando que «la
actual sequía se debe a una ruptura en el conmutador paragógico del abductor
número 3-B del sistema semilisérgico Guacharaca-Lagartijo». Si se ligan todos
los teléfonos de Caracas, Maracay, Valencia y Barquisimeto, enseguida la
CANTV realiza una «transmisión conjunta» para explicar cómo la galleta fue
ocasionada por un accidente en los selenoides cuadrastáticos de quién sabe
cuál central telecursiva.
Un día la ciudad, como el lector, se verá obligada a levantarse de la silla y
agarrar por el pescuezo a las autoridades mientras les grita:
—¡Miren…, yo lo que quiero es agua, luz, teléfonos, transporte, no explicaciones,
carrizo!
CONSUMIDOR CONSUMIDO
21-06-1977
Si a un ciudadano se le nombra director de Acueductos, se supone en primer
lugar que la tarea de su cargo consiste en dar agua a la ciudad y en segundo
lugar que él lo sabe hacer. Si se le nombra director de Tránsito, lo mismo, e
igual para todos los cambures que componen la augusta mano de la
Democracia. De manera, pues, que los contribuyentes no tienen por qué asombrarse
ni mucho menos dar las gracias al director de Acueductos porque les dé
agua, ni al director de Tránsito porque dirija el tránsito ni etcétera, etcétera.
Eso es lo que sucede en los países que por el momento llamaremos normales:
si usted solicita un puesto de ingeniero agrónomo usted tiene que ser ingeniero
agrónomo, si usted busca un puesto de médico tiene que ser médico y así sucesivamente.
En Venezuela no: en Venezuela usted tiene que ser del partido o del ala
antigubernamental del partido o del ala gobiernera de la oposición y si encaja dentro
de cualquiera de las categorías el puesto es suyo sin discusión, con o sin título,
sirva o no sirva. Tiene que ser así porque el estado venezolano es un estado todero,
que de repente en lo externo puede estar a la izquierda de Cuba y en lo interno
a la derecha de Pinochet, que a las diez de la mañana recibe a Videla y a las tres
de la tarde saluda a la resistencia chilena. Todo venezolano que aspire a trabajar,
44 / A NÍBAL NAZOA

por lo tanto, debe prescindir de las capacidades que él supone haber adquirido
en sus estudios o en la vida y declararse todero a la espera de su designación.
Ese es el modus venezuelensis en general. Pero de pronto viene alguno y se
sale del orden, o sea que se resiste a ser todero y al hacerlo forma el zaperoco.
Tal es el caso del coronel Álvarez Beria, distinguido oficial de las Fuerzas
Armadas a quien una vez se puso al frente de la cuestión del Tránsito en la creencia
de que era un todero pero sabía tanto de la susodicha cuestión que fue
necesario removerlo, como se dijo en la ocasión. En la ocasión, por cierto,
como bien recordarán los que no tengan mala memoria, nosotros saludamos y
aplaudimos y seguimos saludando y aplaudiendo la actuación del mencionado
militar al cual repetimos que no conocemos ni hemos visto jamás pero admiramos
como se debe admirar en Venezuela a quien cumple con el deber que
nadie cumple. Álvarez Beria servía en Tránsito. Álvarez Beria servía en la
Superintendencia de Protección al Consumidor y por eso lo sacan de
Protección al Consumidor. Álvarez Beria a lo mejor sirve en la Sociedad de
Cargadores del Santo Sepulcro, lo sacarán en cuanto descubran que sirve. La
cuestión es botar a los que sirven, a los que saben, a los que cumplen, a los
honestos de donde quiera que estén. Todo por mandato de las roscas, de los
enroscaditos del Partido y de la Grande e Innombrable Rosca.
General Álvarez Beria, ¡salud!
FRÁGIL MEMORIA
30-06-1977
En Caracas, y en toda Venezuela se producen a cada rato hechos de esos que
en otras tierras se califican de insólitos pero que aquí, precisamente porque se
producen a cada rato, vienen a ser más bien sólitos. Y lo más sólito de tales
hechos es la rapidez y facilidad con que ellos son olvidados: se olvidan solitos,
sin que sus protagonistas hagan el menor esfuerzo por hacerlos olvidar.
Tomemos un ejemplo: no han pasado todavía tres días de pago desde que un
avión, autorizado a volar sobre Caracas a pesar de traer fallas en sus motores,
vino y aterrizó en el Distribuidor «La Araña», en pleno corazón de la ciudad,
descachapando varios automóviles y causando pánico y lesiones entre los
afortu nados testigos del feliz aterrizaje. La prensa dedicó sus mejores tintas a
Puerta de Caracas / 45

destacar elogiosamente la pericia del piloto, gracias a la cual «se pudo evitar
una tragedia de proporciones incalculables». Como si el hecho de que los habitantes
de una ciudad estén constantemente expuestos a que les caiga encima un
avión no fuera ya de por sí «una tragedia de proporciones incalculables».
Las consecuencias del pintoresco accidente o incidente no pudieron ser más
leves: al elogiadísimo as de la aviación le fue suspendida temporalmente la licencia,
se ordenó la investigación de rigor y no se habló más del asunto. Los destrozos
que causó su gran hazaña, las lesiones sufridas por algunos ciudadanos —muy
leves para ser tomadas en cuenta— y la monstruosidad misma de que una ciudad
sirva de campo de pruebas para que los «tigres voladores» demuestren su pericia,
todo fue olvidado con asombrosa rapidez. Más tarda un borracho en olvidar su
último ratón que toda una capital de casi tres millones de habitantes en olvidar un
atentado contra su propia integridad física como éste. Lo único que se recuerda de
todo el lío es la susodicha «pericia del piloto».
Pues bien, señores, si la cosa va a ser siempre así, es decir si los caraqueños
seguiremos viviendo bajo la amenaza de que en cualquier momento nos
caiga un avión en un ojo (pese a las suaves medidas tomadas por el gobierno
para el uso futuro del aeropuerto de La Carlota), recomendamos a nuestros
conciudadanos que se dispongan a demostrar ellos también sus habilidades en
la nueva modalidad del tránsito aeroterrestre. Para empezar, cada quien podría
emplazar en su carro un cañón de 105 milímetros y echarle plomo sin pestañear
a cualquier avión que se le venga encima, a ver si después la prensa y los
expertos comentan que «gracias a la pericia del artillero se pudo evitar una tragedia
de proporciones incalculables». Una por otra no es trampa.
NOMENCLATURA OBSOLETA
14-07-1977
Se nos quejan algunos amantes de la tradición, viejos en su mayoría a quienes
todavía les es dado privilegio de conversar con los fantasma de la vieja ciudad,
de la desaparición de las esquinas de Caracas por mandato del progreso,
léase de la necesidad de abrir caminos al automóvil que es el dueño absoluto
de la urbe.
46 / A NÍBAL NAZOA

Tal vez les sirva, tal vez no, pero a manera de consuelo expresamos ante los
quejosos nuestra modesta opinión de que, al fin y al cabo, la vieja nomenclatura
de Caracas no tiene ya razón de ser: como están las cosas ¿para qué tener
esquinas, y mucho menos con nombre? Veamos, así por encimita como se dice
popularmente el estado obsolescencia al que han llegado algunas de las esquinas
más populares de Caracas. Por ejemplo...
Peligro: ¿para qué poner ese nombre a una esquina determinada de una
ciudad donde todas las esquinas son peligrosas? Esquina de peligro, en todo
caso, es cualquier esquina de Caracas. Si no, pregúntenles por igual al hampa
y a los policías pedidores de cédula.
Lo mismo acontece con Pele el Ojo: ¿En cuál esquina de Caracas no hay
que estar hoy día con el ojo pelao?
El Hoyo: resulta un verdadero chiste de humor negro eso de hablar de una
esquina de El Hoyo en una ciudad donde cada calle es un rosario de huecos y
cuando se tapa uno, el acontecimiento es celebrado con copa de champaña,
rueda de prensa y condecoración al Ministro.
El Muerto: ¿la esquina de cuál Muerto? ¿Hay acaso alguna donde algún
ciudadano no haya sido aplastado por un auto, ametrallado por una banda de
atracadores o raspado por un policía «novato»?
Miseria: inútil tratar de dar con la esquina de Miseria en una ciudad que es
toda miseria de norte a sur y de este a oeste.
Doctor Díaz, Doctor Gonzáles, Doctor Paúl: sencillamente ridículo
poner nombres de doctores a las esquinas, porque el doctor nunca está y...
mejor así, por lo que cobra cuando está.
Curamichate, Padre Sierra: de nada nos sirve dar nombres de sacerdotes
a las esquinas, cuando sabemos que de todos modos en ellas moriremos sin
confesión gracias a los carros, el hampa y la policía.
Desbarrancado: el nombre de esta popular esquina pastoreña resulta sencillamente
absurdo hoy, cuando los urbanizadores fabrican un desbarrancado
en cada vuelta de cada cerro de Caracas.
Ánimas: ninguna esquina tiene el derecho de llevar semejante nombre en
una ciudad como esta, donde cada ciudadano está en todo momento a punto de
convertirse en ánima bendita del pulgatorio.
Misericordia: otro nombre absurdo: si hay algunas esquinas de Caracas
donde alguien tenga misericordia de alguien, que nos la señalen.
Delicias: no me hagan reír, que tengo el labio partido.
Horno Negro: por favor, señores: ¿cómo es eso de esquina Horno Negro?
Puerta de Caracas / 47

Gracias a la labor tesorera de los urbanizadores y los consejos municipales,
Caracas es toda un horno negro.
Palo Grande: otra ridiculez: dar nombre de Palo Grande a una esquina de
esta capital que en cada una tiene cuatro botiquines donde los parroquianos se
echan unos palos tamaños así.
La Cruz: para quienes sobrellevamos la de Caracas, los comentarios
sobran.
Sordo: en todo caso, si ya hay una de Gobernador, ¿para qué vamos a tener
una del sordo?
Pajaritos: pero ¿es posible que todavía quede algún pajarito en alguna
esquina de esta superurbanizada y supercontaminada Caracas?
Hospital: la única denominación que se justifica en la nomenclatura caraqueña,
porque son tan pocos, los hospitales con que cuenta la ciudad, que la
esquina donde haya uno bien merece ser distinguida con el nombre de Esquina
del Hospital.
UN CONSUELO
08-08-1977
En declaraciones a nuestra compañera Rosita Caldera, Hernán Valero, un
joven a quien no se puede llamar propiamente inválido aunque se desplace en
una silla de ruedas, puesto que trabaja y va a todas partes, denuncia una situación
indignante que esta Puerta precisamente estaba por denunciar: Caracas,
la asfixiante ciudad sólo-mata-gente que da todo al automóvil y nada al ser
humano, niega el derecho a la vida a las personas físicamente incapacitadas. Al
inválido caraqueño y venezolano en general se le hace objeto de una verdadera
persecución que lo obliga a vivir recluido en su casa. Se le rechaza en los
autobuses, los taxistas ni siquiera se molestan en decirles «no» cuando solicitan
sus servicios, en vez de trabajo se le ofrecen limosnas y no puede ir al cine
a menos que un alma caritativa lo busque a cabrito por las escaleras. Es otro
rasgo de inhumanidad de esta ciudad enemiga del hombre. Mientras en las
grandes Metrópolis como la envidiada e imitada Nueva York el inválido es más
bien un ciudadano privilegiado a quien se ofrece todas las facilidades para
hacerle más llevadera la existencia, aquí es una especie de animal estorboso
48 / A NÍBAL NAZOA

cuyo único derecho es el de inspirar lástima y servir de alcancía para que algún
ricacho temeroso deposite la moneda para pagar su entrada al Cielo. La peor
de todas las desgracias no es la de ser inválido, sino la de ser un inválido venezolano.
Mas por algo dice el dicho que Dios aprieta pero no ahorca. No hay desdicha,
por grande que sea, que no traiga aparejado su consuelo. El de Hernán
Valero y de todos los compatriotas con problemas similares al suyo es, precisamente
y aunque parezca paradójico, el hecho de que a él le toque vivir en esta
ciudad desalmada. Dirán por ahí que mal de muchos consuelo de tontos, pero
lo cierto es que los inválidos de Caracas podrían sonreír y hasta reír francamente
si se detuvieran un momento a pensar en las calamidades que deben
sufrir sus conciudadanos no impedidos y el destino que les está reservado gracias
a la eficacia de nuestra administración pública. Caracas es una ciudad
donde usted por evitar que lo aplaste un auto cae en un hueco sin fondo y se
fractura todo lo fracturable que tenga. Si lo que trata de esquivar es el hueco,
entonces es probable que se parta una pata el tropezar con un tocón de poste,
un pico de cabilla que sobresale de la acera, o que resbale en un charco de baba
verde y si no se muere del taparazo manquea de la infección. Si se ha salvado
de la baba verde, todavía tiene la oportunidad de partirse la espinilla al pisar
una alcantarilla floja o un albañal sin tapa, y si ha sido tan afortunado como
para salvarse de todos estos peligros, no cante victoria porque a lo mejor o a lo
peor al pasar por una de esas urbanizaciones que llaman «Colinas de
Nosecuantos» le cae encima un cerro con quintas y todo. De manera, pues, que
de acuerdo con el estado en que se encuentran las calles y demás áreas públicas
de esta ciudad, no está lejano el día en que Caracas esté poblada exclusivamente
por lisiados. Tal vez para entonces las autoridades puedan comenzar a
pensar que los inválidos también tienen derecho a la vida.
¡HORROR!
08-08-1977
La buena señora Hernández explicaba a su vecina, la señora de Rodríguez:
— …Pues sí, mijita: el comunismo es muy bonito en la teoría ¡si hasta
parece cristianismo! Pero en la realidad, ¡ay corazón! ¿Tú sabes lo que es un
Puerta de Caracas / 49

égimen donde tú no puedes comprar ninguna cantidad de nada sino la que te
imponga el estado, porque todo está racionando? Tú quieres preparar, por
ejemplo, una torta Reinacristina, que como tú sabes lleva cartón y medio de
huevos; o sencillamente te da la gana de comprar tres cartones de huevos porque
tienes con qué pagarlos, y cuando llegas al abasto te sale un policía y te
dice en dónde está tu carta de racionamiento y que no puedes comprar sino una
docena de ñemas mensuales. ¿Tú crees que eso es justicia? Si tú quieres comprar
jamón cocido te tienes que anotar en una lista para que te lo vendan quién
sabe cuándo, y así sucesivamente... No, mijita, eso no es conmigo. Si yo quiero
un kilo de esto y tres de aquello me lo venden o que me manden presa, porque
lo mío es la libertad, la democracia, mi real gana... La democracia es la
abundancia, el comunismo la escasez, ¿verdad que sí? Bueno, mi amor, te dejo
porque tengo que ir a hacer el mercado.
Y llega la señora de Hernández al lujoso automercado: lo primero que
advierte es un gran letrero que dice: «NO HAY CAFÉ». Sigue caminando y se
topa con otro: «NO HAY PLÁTANOS». Llega al primer congelador y toma
tres jugosos pollos. Más adelante echa mano a cuatro cartones de huevos, sigue
adelante y pela por cuatro hermosas piezas de lebranche, da la vuelta y ¡oh, sorpresa!
sus manos no encuentran el acostumbrado lomito entero.
Termina la señora de Hernández su compra y se dirige a la caja. Más que
muda, muerta de la sorpresa escucha las explicaciones de la cajera:
—Lo siento, pero tendrá que devolver dos pollos porque no podemos vender
sino uno a cada cliente; de los huevos va a tener que devolver dos porque
sólo hay dos para cada cliente, y de los lebranches le podemos vender uno solo.
La señora de Hernández no tiene palabras para demostrar su asombro: no hay
café, no hay plátanos, pollos, lebranche y los huevos están racionados... ¿qué es
esto, Dios mío? ¿No quedamos en que la democracia era la abundancia y que eso
del racionamiento era puro totalitarismo comunista? No entiendo, señor, no en -
tiendo, ¿cómo puede ser? Entonces quiere decir que la democracia...
Y la señora de Hernández salió a la calle desgreñada gritando ¡COMU-
NISMO, COMUNISMO!
Y le estropeó la campaña a Piñerúa.
50 / A NÍBAL NAZOA

CUAL BANDADA DE PALOMAS
06-10-1977
Nunca se ve tan bella a Caracas como el día del inicio de clases. Ese día, a
pesar de la incorporación al tránsito de millares de vehículos de «Transporte
Escolar» conducidos por otros tantos energúmenos en cuyas manos ponen los
padres inexplicablemente las vidas de sus retoños, la ciudad cambia su habitual
cara amarrada por la sonrisa de sus niños y el estruendo de los taladros
rompecalles por el bullicioso pajarero de las escuelas en plena actividad.
Aprovechando tan festivo ambiente para pulsar la opinión de los educandos,
este cronista se trocó en reportero y salió por estas calles de Dios, grabador en
mano, según ordenan los cánones del periodismo moderno, y se dedicó a charlar
brevemente con algunos chiquillos escogidos al azar en torno al feliz
momento del retorno a las aulas. A ver qué nos dicen los chipilines:
Juancito 9 años estudia para cuidador de carros en la Plaza Morelos.
Cuando le preguntamos cómo le va en sus estudios, nos responde con pícara
expresión:
—Bueno yo estoy muy contento y me gusta mucho lo que estoy aprendiendo
porque estoy muy adelantado y este año además de cuidar los carros
voy a aprender a lavarlos también.
Un postgrado, pues. Pero oigamos lo que nos dice este simpático chavalito
que se llama Fermincito, tiene seis años y se desempeña como pregonero en el
Callejón de la Puñalá de Sabana Grande:
—¿Que si toy contento? ¡No oh... contentísimo! Figúrese que ya toy vendiendo
hasta dieciocho bolos diarios. Lo malo es que los periódicos pesan
mucho y me hacen una ampolla en el lomo, pero este año aprendo a cargarlos,
no oh, y también voy a aprendé cómo le vende un periódico a un carro sin que
el chofer se vaya a uno con la cabuya en la pata.
Dejamos a Fermincito soñando con el día en que, gracias a las enseñanzas
que recibe ahora, será un próspero periodiquero con su kiosco propio en alguna
céntrica esquina de la capital, y entretanto nos aproximamos a Manuelito.
Manuelito (10) carga paquetes en un automercado y no se hace de rogar
para respondernos:
—Yo me siento feliz con lo que estoy aprendiendo, porque aquí uno se
divierte mucho corriendo con los carritos de llevar los paquetes hasta el carro
Puerta de Caracas / 51

y tiene la oportunidad de ver de cerca la carne, las galleticas, los chorizos, las
ñemas, el vino, la mantequilla y todas esas cosas que uno nunca puede ver en
su casa sino en la televisión, y usté sabe que en la televisión yo no sé, las cosas
se ven distintas, yo no sé, no como son de verdá verdá.
Si Manuelito es cargador, Belencita es cargadora:
—Pues muy contenta, cómo no. Por ahora no toy trabajando sino de ¿cómo
se llama?... bueno, cargándole el niño a la señora Lucrecia... ¿Qué cuántos años
tengo? Bueno, yo tengo once y ando en doce. Ahora este año me van a enseñar
a cocinar, a fregar, a planchar… usté sabe, todo eso… ¿La señora Lucrecia?
Bueno, ella de vez en cuando me tuerce un pellizco que me deja desmayá, pero
me enseña bastante.
Y así damos por terminada esta primaveral encuesta entre los niños de
Caracas, que nunca se ve tan bella como el día del inicio de clases, cuando la
chiquillería vuelve cual bandada de palomas a picotear la miga del saber y
cuando se siente en todo su vigor la hermosa realidad de nuestra Enseñanza
Gratuita Obligatoria...
TRADICIÓN RECUPERADA
01-11-1977
¿Recordáis, lectores, aquel tiempo feliz de las Misas de Aguinaldo? Hacía
ya muchos años que los caraqueños no salían en fresco madrugón a disfrutar
la alegría de aquella ingenua fiesta montada con el pretexto de algo tan serio
como es una misa, así en ella se entonaron los más regocijados villancicos.
Casi oxido la portátil con las lágrimas de la nostalgia cuando recuerdo tan buenos
ratos... ¡Ah, «Pacheco» en su mejor forma! ¡Ah las arepitas abombadas
como las cachuchas de los niños del libro Mantilla! ¡Ah el humeante cafecito
junto al improvisado fogón! ¡Ah, los parranderos con su ingenio a flor de
labios, su tufo a ron «Carona» también a flor de labios! ¡Ah los racismos de
mocetones y muchachas sobre sus patines en inocente bochinche sobre ruedas¡
¡Ah los muchachos traviesos de entonces, todavía no malandros, cuyas máximas
fechorías consistían en burlarse de las viejas, no sin cierto respeto hacia
sus víctimas o robarse un litro de leche en esta puerta y una bolsa de pan en la
de más allá. ¡Ah... ah.. ah, carrizo!
52 / A NÍBAL NAZOA

Mas no es cosa de andar con lloriqueos, señores: la Caracas que se fue se
fue, y ya está. Además, ¿quién dijo que esa Caracas se fue definitivamente?
¡Nada de eso! Algo de ella queda, o mejor dicho está regresando, lo que pasa
es que muchos de ustedes no lo han notado. Si lo quieren comprobar, levántense
tempranito y dirijan sus pasos hacia el Oeste de la ciudad, especialmente
hacia Catia y Caricuao. Allí podrán ver cómo resucita la bella tradición del
madrugón: desde las dos de la mañana todas las casas, apartamentos y ranchos
de esas dos zonas caraqueñas están iluminadas y sus habitantes en movimiento,
las calles llenas de gente que en apresurada romería desfila hacia el centro
de la ciudad... Bueno, claro que no hay arepitas, ni café, ni naranjas, ni suéteres
nuevos, mucho menos patines o bicicletas (¿para qué, si las calles están
absolutamente intransitables por los huecos, los montones de escombros y las
lagunas de agua putrefacta?), pero de que están levantados y de que el ambiente
es igualito al de las misas de aguinaldo, es igualito.
Todo gracias al Gobierno democrático, que obliga a los habitantes del
Oeste de Caracas a levantarse a esa hora si quieren llegar al trabajo aunque sea
a las nueve y media de la mañana. Gracias al Gobierno democrático, tan eficiente
y tan preocupado por el bienestar del pueblo y para el cual Caracas se
divide en dos sectores: el Este, donde vive la gente y el Oeste, donde vive el
pesaje. Cantemos, cantemos.
EL PUEBLO, SÍ
01-12-1977
¿Cuántas maneras de pasar un domingo hay en Caracas? Hay varias: se
puede pasar lavando el carro, puliendo el carro, entonando el motor del carro,
instalándole nuevos autoperiquitos al carro, adulando al carro, postrándose,
arrastrándose, sollozando de emoción ante el carro. Como se puede ver, son
muchas las maneras de pasar un domingo en Caracas y todas son en, de, con,
por, para, hacia, desde, hasta y ante el carro.
¿Olvidamos alguna preposición? Por supuesto: olvidábamos SIN. Resulta
que también se puede pasar ¡asombros, mortales! un domingo en Caracas
haciendo algo no relacionado óiganlo bien, No relacionado con el carro. Algo
Sin el carro. Nosotros mismos tuvimos la oportunidad de comprobarlo este
Puerta de Caracas / 53

domingo cuando vimos a los sincarristas de Caracas, es decir, al pueblo caraqueño,
que tiene algo más por qué preocuparse aparte del carro, reunirse en el
parque de Los Caobos para divertirse, demostrar sus admirables cualidades y
habilidades artísticas en torno al nombre de su poeta Aquiles Nazoa. Fue una
pacífica «toma» del parque por parte de los grupos culturales de los barrios
culturales de los barrios de Caracas («Todos Los Caobos para Aquiles») para
recabar fondos materiales y espirituales hacia el gran Encuentro por la Defensa
Nacional de la Cultura que se realizará en Barquisimeto a partir de mañana.
Desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde sin interrupción, sin un
minuto de tregua, estuvieron desfilando por la tarima instalada en el parque
cantantes, recitadores, grupos de teatro y de danza, orquestas de baile, parrandas
navideñas, todas las formas imaginables de la cultura popular. Todo sin una
gota de alcohol, a punta de guarapo de papelón, empanadas y amor, sobre todo
amor. Aquello no era precisamente una «romería» ni nada parecido: nunca
vimos una jornada más entusiasta, alegre, alborotada y a la vez ordenada y
decente. Ni una nota discordante, ni un momento de confusión, ni un niño
extraviado y no hallado al minuto, ni una riña, ni una cara amarrada, ni un sí ni
un no. Y no había un policía «ni para un remedio», que mejor porque de haberlo
habido quizás habría sido peor que la enfermedad y ni falta que hizo.
¿Qué demuestra esta maravillosa reunión del pueblo de Caracas en los
Caobos? No perdamos el tiempo en innecesarias demostraciones de la capacidad
infinita del pueblo de Caracas en Los Caobos. No perdamos el tiempo en
innecesarias demostraciones de la capacidad infinita del pueblo para la organización.
No caigamos en lugares comunes como el de «el pueblo es el dueño de
la alegría», etcétera, etcétera: digamos simplemente que el domingo en Los
Caobos quedó demostrada una vez más la profunda verdad que encierra el
dicho de Aquiles Nazoa: «Creo en los poderes creadores del pueblo». Quedó
demostrado que el pueblo es quien sabe que a la hora de escoger en cualquier
terreno, lo que vale es lo que sirve de título a la presente nota y que no es otra
cosa sino de la conocida obra del gran poeta norteamericano Carl Sanburg: El
pueblo, sí.
54 / A NÍBAL NAZOA

EN GRANDE SÍ
20-12-1977
Un Espíritu y un fantasma dominan la Navidad caraqueña: el Espíritu de la
Navidad y el Fantasma de la Buhonería. El espíritu está tranquilo, cómodamente
instalado en los grandes almacenes. El Fantasma recorre el mundo,
como su viejo colega de 1848. Espíritu rubicundo, sonriente, plácidamente
barrigón. Fantasma jipucho, canillón, peludo, harapiento, ojo pelao. Espíritu
protegido y protector, fantasma a salto de mata. Espíritu con mayúscula y fantasma
con minúscula, por si no lo habían notado. El Espíritu ofrece la muñeca
que pide tetero en inglés con títulos en español, el juego de policía con carros
dirigidos por el control remoto, guaquitiqui y esposas de verdad. El fantasma
ofrece el mejor regalo para su niño, lleve el patico cuá cuá, la escopeta de corchito,
la muñeca que no pide tetero muy económica y se mea el pañal made in
Hong Kong, la zaranda la zaranda la zaranda. Párame esa zaranda, calla la
muñeca, tuércele el cuello al patico y échale piernas que ahí viene el Espíritu,
digo la policía.
El Espíritu siente especial placer al jugar al fantasma. Se manifiesta entonces
a través de los buhoneros de postín, que cubren las urbanizaciones de
Caracas de verdaderos bosques de pinos de a trescientos bolos el más barato,
gigantescas estrellas de sopotocientos vatios y falsas chimeneas para la clase
media avergonzada de no haber nacido en el Norte. Y entre los perfúmenes de
los pinos y las velas de gran lujo, se levantan las pirámides de cohetes, cohetones,
triquitaquis, saltapericos, buscapiés, lo que usted quiera en materia de
explosivos navideños. No escondidos, no guillados, no racionados, nada de
«pase por aquí» ni «si usted quiere de aquello» sino públicamente, chisporroteantemente
ofrecidos por los pavos elegantes, jai, que atienden esos negocios.
Queda terminantemente prohibida la venta de detonantes, los infractores serán
fritos en aceite, la autoridad será inflexible, el infame comercio, padres no permitan...
bueno mi pana, ¿cuántos tumbarranchos quieres? Porque el buhonero
es un enemigo de la sociedad, el buhonero ensucia, el buhonero contamina, el
buhonero molesta, el buhonero estorba, el buhonero afea, el buhonero joroba...
¡Denle a este buhonero! Sobre todo, el buhonero atenta contra la seguridad y la
felicidad de la familia venezolana como vendedor que es de explosivos debidamente
prohibidos por la autoridad. Pero ¡mucho cuidado! Por favor, no confundir
al vulgar buhonero de El Silencio, carne de PTJ, con el buhonero elegante,
Puerta de Caracas / 55

chévere, bello de Altamira, La Castellana y Prados del Este: la pólvora de éste
non olet.
PRESO
10-02-1978
Lo agarraron por los lados de Carapita, merodeando cerca de una fábrica.
—Vámonos, las manos contra la pared, piernas abiertas.
Patada tobillo derecho, patada tobillo izquierdo «pa’ que abra bien», agarrón
y sacudida de tumusa, taparazo de la frente contra la pared, estrujones por
los costados, por el pecho, por la cintura, rápida sucesión de apretones en trasero
de hombre indefenso, Área Doce, entendido, un diecinueve en Cuarenta y
Reagan, clave dos, porque los policías venezolanos aprenden mucho con la
televisión, no saben dar una dirección pero eso sí son Koyak, Baretta, El
Caballero Azul.
—¡Cédula!
El hombre más bien flaco, ojos aguaparados de cansados párpados, barba
entrecana que despide unos extraños y sospechosos destellos como de dulce
abrillantado de Mérida, dignamente harapiento intenta volverse es nuevamente
apurruñado contra la pared:
—No tengo.
—¡Ajá! Indocumentado.
—¿Y tú qué andas haciendo por aquí?
Bueno, estaba calculando cuántos mangos, cuántos eucaliptus, cuántas acacias,
cuántos jabillos tendrían que tumbar para hacer esta fábrica.
—¡Ah, el hombre es botánico! Entonces tú... ¿cómo es la cosa? ¿a ti te
gusta más el monte que el progreso?, ¿no?
—No hombre, a ese lo que le gusta es el billete; ese lo que estaba calculando
era por dónde se le iba a meté a la fábrica.
—Señor, yo le juro...
—¿Qué vas a jurá tú, chico? Tú tás preso y yastá.
—¿Dónde tú trabajas? (este es un «enmendado» de Mayami).
—No hombre, ¡qué va a trabajá ese!... ¿Qué haces tú, loco?
—Bueno, yo... yo hago tantas cosas que la noche no me alcanza para explicarlas.
56 / A NÍBAL NAZOA

—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, despierto a los niños y a los adolescentes para que se pongan
los patines aunque ya no los puedan usar.
—¡Ay papá, le gustan los muchachos!
—También me ocupo de hacerle propaganda a diciembre como el mes de
los enamorados, el más conveniente para el casorio o lo que sea pero en todo
caso para disfrutar del toque de pie frío bajo la común cobija caliente.
—¿Ah, sí? ¿Entonces también le metes al alcahuete?
—Enciendo las estrellas de Caracas para que escolten a la de Belén y cuido
de que la compañía de la luz eléctrica no se meta en el asunto por aquello del
apagón...
—¡Ayayay¡ ¿Estrella de Belén, a esta hora? ¡Pero si hasta el Carnaval pasó
ya, chico!
¡Tú lo que estás es tostao...! ¡Nos salió loco, mi pana!
—¿Loco? ¡Yo te aviso! Deja la habladera de pistoladas, ponle las esposas
y vámonos!
Ya lo saben, pues, caraqueños: si pese a, los rumores de que el frío iba a
durar hasta marzo ya están empezando a sentir el calor de siempre y a verse
obligados a archivar suéters y chaquetas, no se alarmen. Lo que pasa es simplemente
que Pacheco está preso. Ya había andado demasiado tiempo suelto y
era preciso recapturarlo para tranquilidad de los urbanizadores y vendedores de
automóviles.
Cayó, como quien dice, en el repele o la octavita de la Operación Navidad,
de la cual él es el último preso y se chupa el año entero.
¡Adiós, pues, Pacheco, hasta tu próxima libertad bajo fianza!
FIN
17-02-1978
Según recordarán los pures, el general López Contreras sabía que hoy sus
enemigos de ayer habían olvidado, olvidado, olvidado por completo que él era
el continuador de Gómez, el heredero de Gómez, Gómez mismo flaquito y con
pescuezo de violín. Ni siquiera se acuerdan de que López era de los Setenta, y
a quienes osamos recordarlo se nos tuercen los ojos y se nos apartan como
Puerta de Caracas / 57

leprosos enemigos de la Democracia, que según el consenso de la Venezuela
«viviana» tuvo en él a uno de los fundadores, listo para el traslado al Panteón
y el consiguiente bronce. Yo que era para la época lopecista estaba chiquito ma
non troppo, sí recuerdo bastante como fue la cosa aquella de la demolición de
la Rotunda. El general, procediendo como un astuto pulpero de la época, decidió
aplicar a la situación el principio de «borrón y cuenta nueva» haciendo
desaparecer del paisaje caraqueño lo que debía ser conservado como símbolo
de la tiranía recién medio desaparecida....
¡Cuánto no hubieran dado los parisinos por conservar la estructura de la
Bastilla! El lóbrego presidio gomero, llamado a ser recordatorio del oprobio de
la época más sombría de la patria y monumento a los venezolanos que allí
sufrieron y ofrendaron sus vidas por la causa de la libertad, sencillamente desapareció
y fue después sustituido por una hermosa plaza que algunos estudiantes
de bachillerato de los tiempos inmediatamente posteriores llamábamos así
por que era la Plaza de la Hipocresía. La plaza del olvido, de la amnesia, de la
componenda, del arreglo, en una palabra la Plaza de la Concordia, que es sinónimo
de todos los patucos de las clases dominantes.
Como consuelo de tanta suciedad nos quedaba la belleza de la plaza, obra
de las más bellas del maestro Carlos Raúl Villanueva, refugio de frescura y
armonía en medio de la ciudad, retazo de felicidad para los caraqueños de hoy,
sobre las cenizas de los de ayer. Ahora, ni siquiera eso: La Concordia ya no es
Plaza de la Hipocresía, sino plaza del Se acabó. La nueva Plaza de la Concordia,
estacionamiento para sopotocientos carros acomodaditos por encima, es como
la palabra FIN sobreimpresa al happy end de las películas norteamericanas de
eras «románticas». La oligarquía venezolana cierra definitivamente la cuenta
que tenía consigo misma. Menos mal que por sobre este campo de soledad,
mustio collado sobresale todavía la obra de un artista venezolano y valioso
como Mateo Manaure.
En el solemne acto de la inauguración estuvieron presentes las Fuerzas
Vivas. Of course.
58 / A NÍBAL NAZOA

LA JAULA DE KING KONG
10-03-1978
Cuando yo era chico mi principal y casi única diversión dominical consistía
en recorrer con toda la familia el paseo de EL Calvario, con sus lugares
archiconocidos pero siempre nuevos para mí: las escalinatas, la gruta del
muchachito como yo que libera un pajarito, la redoma llevado de la mano por
papá, yo iba conociendo la historia del Manganzón, la capilla, la jaula de los
monos... A propósito, de cuando en cuando tocaba en vez de ir a El Calvario
visitar otos países maravillosos como Antímano, Gamboa o Los Palos Grandes
a bordo de la bicicleta de papá, prendido a sus cansados riñones de mensajero
y cobrador vitalicio de Tamayo & Cía., justamente como un monito aferrado
sin la menor consideración al lomo de su resignado padre... Pero volvamos a
El Calvario: la parte más emocionante del paseo venía cuando llegábavamos
ante la jaula de los monos llevado de la mano por papá, yo iba aprendiendo la
solidaridad con las demás especies y el odio a los toreros y nos dedicábamos a
obsequiar con maníes y cambures a nuestros graciosos y peludos primos.
Palabra que los sentíamos más inteligentes que nosotros, tan palabra que yo
todavía los respeto y les temo porque muy inteligentemente decidieron quedarse
a media evolución para no meterse en líos. Recuerdo bien el letrero que
adornaba aquella jaula, donde un jefecilismo benévolo advertía en letras que se
hacían incomprensibles a fuerza de cariño y barroquismo: «Se prohíbe
Y URUNGAR los monos». ¿Quién los iba a yurungar, si ellos eran con perdón
del lugar común, el alma de la fiesta, de aquella gran fiesta que disfrutábamos
los modestos chiquillos de El Guarataro de entonces, fiesta hoy fuera del alcance
de niños con muchos más recursos pero obligados a emigrar a
Disneylandia? ¡Ah!, chamos de ahora, ¿cuántos de ustedes pueden distinguir
entre una ceiba y un higuerote, entre un cucarachero y un canario de tejado?
Así eran las cosas entonces. Hoy, ya un poco vegetales y ciudadanos de la
Gran Venezuela, los caraqueños de ahora no nos podemos conformar con una
modestísima jaula de titíes, araguatos y chuchutos; necesitamos algo más fuerte,
más espectacular y más grande, sobre todo lo más grande: en vez de aquella
jaulita para tímidas especies criollas, la gran Jaula Transnacional de King
Kong. Con el tradicional desprecio hacia la opinión de la ciudadanía, el gobierno
levanta en El Silencio exactamente al pie de El Calvario un espantoso
armastote de hierro que el pueblo ha bautizado muy acertadamente «La jaula
Puerta de Caracas / 59

de King Kong». ¿A quién se ha consultado, cuál opinión ha sido solicitada
antes de proceder a erigir semejante coroto, a cuenta de qué se construye ese
bicho, señor Gobierno, quién le dijo a usted que esta ciudad se la regalaron a
usted para que hiciera con ella lo que la diera la gana? Preguntas que, por
supuesto, no obtendrán respuesta alguna, porque las formulamos nosotros los
animales, o sea los vecinos, que de todos modos da lo mismo, y por lo tanto
las retiramos.
Según dicen las informaciones de prensa, la Jaula de King Kong no es sino
la estructura de la superbarraca o maxigalpón que alojará a la «Exposición 78»
(cualquier relación entre esta «Expo» y las próximas «Elec» es, naturalmente,
pura «Coin»). Mientras tanto, me permito hacer notar que sea lo que sea lo que
el gobierno no va a exhibir allí, la jaula debe ser ciertamente para King Kong.
Porque el mono que el Gobierno y su partido, tienen con nosotros los gobernados
algo así como doscientos cincuenta mil millones de bolívares que no se
sabe en qué se han gastado, es mucho mayor que el gran Kong. Evidentemente,
semejante monote no va a caber en esa Jaula.
VAMPIRO VAMPIRO
14-04-1978
Silencio en la noche. En las lóbregas calles de la capital de los apagones y
los huecos reina una funérea, espesa paz, apenas perturbada de vez en cuando
por el alarido de algún trasnochador cosido a puñaladas, los cinco tiros recibidos
por un asaltado que no tenía dinero suficiente, el pepazo certero al coco del
transeúnte que no porta cédula o no quiso oír la voz de alto, el estruendo de dos
autos que chocan de frente u otra menudencia por el estilo; aparte de eso el
zumbido de las moscas y los zancudos, el chachachá de las cucarachas, el trote
de las ratas, el ronroneo de los gusanos entre los montones de basura, nada, los
rumores normales de la noche.
En medio de este silencio perfecto, pegada a las paredes, como emergiendo
de la calina cocinada por las lluvias del día, se desliza la figura siniestra del
vampiro. Chispas de un verde mortecino despiden sus ojos de lagarto malvado.
Al compás de la brisa halada su negra capa forrada en rojo imita el vuelo
60 / A NÍBAL NAZOA

ominoso del quiróptero. Los garfios de sus manos amarillentas avanzan hambrientos
hacia la nívea garganta de la doncella que duerme el sueño de su inocencia.
De pronto... de pronto surge una luz potente y justiciera y se rompe en
sortilegios.
¿Qué ha sucedido? Nada, sencillamente que ha llegado una radiopatrulla y
el vampiro ha quedado al descubierto. Y se ha comprobado ¡ay! que no se trata
de un vampiro de la Transilvania sino de un pobre aprendiz de vampiro de por
aquí, un infeliz de esos que cuando mucho llegan a vampiro. Un vampiro arrabalero
como aquel de la guaracha:
«Vampiro vampiro te lleva el vampiro...»
Este pobre vampiro, capturado no en las estribaciones de los Cárpatos sino
en el modestísimo cerro de La Silsa, no tiene el más remoto parentesco con el
Conde Drácula, ni siquiera con ninguno de los chupasangres nacionales que
forman nuestra «clase gerencial»: con decirles que para colmo de tristezas
hasta responde al plebeyo nombre de José Domingo. A los 25 años, tal vez cansado
de buscar trabajo honrado en este paraíso del «pleno empleo», José
Domingo decidió meterse a delincuente. Pero como no quería ser un delincuente
común y corriente escogió para cometer sus fechorías un equipo consistente
en la ya mencionada capa y un filoso cuchillo con el cual amenazaba
a sus víctimas mujeres, por supuesto con herirlas «porque necesitaba su sangre
para sobrevivir».
Hay en José Domingo una extraña mezcla de criminal de alta peligrosidad
y niño incomprendido, de antisocial violento y actor ingenuo. Es, en síntesis,
lo que los entendidos llaman una «personalidad psicópatica», o simplemente
psicópata. Eso está más o menos claro, pero queda por preguntar ¿de dónde
sacó José Domingo esa retorcida idea de presentarse como vampiro y pedir
sangre fresca en vez de actuar como cualquier asaltante, sin esa aparatosa mise
en scéne? ¿Quién lo indujo a cometer sus delitos en tan ridícula forma? Los
medios de comunicación tienen mucho que explicar al respecto. Tal vez si la
televisión venezolana no fuera lo que es, a estas horas José Domingo sería un
honesto trabajador y no el Vampiro de la Silsa.
Puerta de Caracas / 61

POR DEBAJO DE LA MESA
08-06-1978
Caracas es una ciudad donde un simple aguacero «es noticia», y noticia de
verdad, en grande, a la cual se dedican en la prensa espacios que en otros países
se reservan a grandes catástrofes tales como terremotos, erupciones volcánicas
o guerras civiles. Porque realmente en Caracas un simple aguacero ES
una gran catástrofe, porque Caracas es una ciudad mal hecha y peor administrada,
ciudad administrada por ineptos y hecha por media cucharas.
En Caracas, cuando el ciudadano sale de su casa lo hace apenas con la
esperanza de regresar vivo. A la vuelta de la esquina puede tropezar con un
tocón de poste que sobresale de la cera y entregar su alma al Creador por fractura
del cráneo; o por polifracturas, si en vez del tocón lo está esperando un
gigantesco albañal sin tapa que además le ofrece la hermosa posibilidad de
morirse no del trancazo sino de la infección. Y si lo pelan el tocón y el albañal,
siempre le queda la oportunidad de que un atracador le saque las tripas con un
cuchillo de este tamaño para quitarle los tres reales que lleva encima, o de que
un policía le administre una buena dosis de plomo porque no oyó la voz de alto
o no tenía cédula.
Caracas es posiblemente la ciudad donde los automóviles matan más
perros en el mundo (lo cual tal vez guarda relación con el número de tarados
al volante que tenemos) y en consecuencia, como no hay quién se ocupe de
recoger los perrunos despojos, las calles están literalmente alfombradas de
canes que van siendo primero aplastados, luego «alisados» hasta quedar reducidos
a algo así como lunares peludos del pavimento. Súmese a esto las espectaculares
pirámides de basura que se acumulan en los barrios, y ya se podrá
tener una idea de las proporciones del intercambio microbiano entre nuestras
crecidas «poblaciones» de moscas, ratas y cucarachas.
Lo siento mucho pero no hay otra manera de decirlo: Caracas es una ciudad
hedionda. A los olores de la basura y de las aguas negras se suman los del
«desarrollo», es decir los de las numerosas fábricas que vierten al exterior
todas sus pestes, sin que nadie pueda protestar porque quien lo haga estará
atentando contra el futuro industrial de la Patria.
62 / A NÍBAL NAZOA

En Caracas cualquier caimán que tenga unos reales escoge un cerro, lo trasforma
en un peladero cubierto de edificios con apartamentos a precios obscenos,
y en vez de ir a la cárcel va al «Hall de la Fama» de los Varones Ilustres y
en un descuido hasta lo condecoran.
Caracas es una ciudad que no vive sino averiguando un solo queso, investigando
una sola estafa, resolviendo un solo despelote, tapareando un solo
patuleco, protegiendo a muchos ladrones.
Caracas es una ciudad sucia, indecente, ennegrecida por la mugre de la
corrupción. Caracas no es una ciudad, es el cadáver de una ciudad cuyos asesinos
esperan proceso. Toda esta retahíla de males caraqueños, lugares comunes
por lo demás, la lanzo en respuesta a los muchos lectores y amigos en general
que me han preguntado (y pedido respuesta por escrito) por qué el Día del
Ambiente, que se celebró el pasado lunes en todo el planeta, en Caracas pasó por
debajo de la mesa... Pues bien, aquí tienen su respuesta por escrito:
—Gua, ¿por qué va a ser? Porque en Caracas, como lo han visto, no hay
ambiente para celebrar el Día del Ambiente.
RECTIFICACIÓN DE PARTIDA
22-09-1978
El caos del tránsito puede ser causa de la caída del gobierno en un cualquier
parte del mundo, señalaba en un mitin un dirigente político con quien estamos
plenamente de acuerdo porque Venezuela no es un país ni nada normal ni se
ubica en cualquier parte del mundo sino en la Dimensión Desconocida.
Una señora intentó dieciséis veces llamar a su casa desde un teléfono público.
El aparato se «tragó» seis medios, tres llamadas se «cayeron», dos contestó
un taller mecánico y otras dos una funeraria, una el 19, una la Dirección de
Ceremonial y Acervo Histórico y una la voz de un ruso que era seguramente
un cosmonauta o el que atiende las llamadas al teléfono rojo del Kremlin.
Entonces la señora se llevó las manos a la cabeza y gritó: «¡Señor, esto es el
caos!»
Después de pasarse hora y media en una cola para tratar de averiguar cuánto
era por fin el que él debía al INOS, un caballero pudo enterarse por boca del
taquillero correspondiente de que «eso no es aquí, vaya al Departamento de
Puerta de Caracas / 63

Cuentas Inmemoriables, Sección O O (Operaciones Olvidadas) y agarre la
cola de la taquilla 4» Cuando llegó a la taquilla 4 y le informaron que tampoco
ahí era eso y que pasara por la División de Monos Irreversibles, taquilla 2
para que le dieran una planilla que debía llenar y presentar en la Dirección de
Compaginación Subalterna, Taquilla 111, donde tampoco le dirían cuánto era
que él debía al INOS sino quién le podía informar acerca de la taquilla donde
tenía que preguntar para que le dijeran quién lo podía informar al respecto, el
caballero se echó a llorar mientras se cubría la cara con el sombrero y exclamaba:
«¡Oh, el caos, el caos, es el caos!»
Verdaderamente es el caos. El caos en los hospitales, en los retenes policiales,
en el correo, en las escuelas públicas, en el trasporte colectivo, en el
Aseo Urbano, en la Perrera Municipal, en las areperas, en todas partes. Se nos
viene entonces a la memoria un procedimiento jurídico llamado «Rectificación
de Partida» mediante el cual se pueden enmendar los errores cometidos en los
asientos legales del estado civil. Mediante un juicio de «rectificación de partida»
usted puede, por ejemplo, cambiar de nombre o apellido, aclarar que nació
el 11 de agosto de 1947 y no el 35 de febrero de 1947 o explicar que su esposa
no se llama Sócrates Berroterán sino Marta Josefina Sifontes; que así son
las erratas que acostumbran asentar los burros tradicionales de nuestros despachos
oficiales... A la luz de este procedimiento nos preguntamos: ¿no habrá
algún error en la partida de nacimiento de Caracas? Porque, francamente, una
ciudad que no es sino puro caos por donde usted la vea y para donde usted voltee,
en verdad no debería llamarse Caracas: aquí procede el juicio por «rectificación
de partida», pues esta ciudad como debería llamarse no es Caracas sino
Caracaos o Carácaos, ¿verdad?
LA CIUDAD Y SU UNIVERSIDAD
04-03-1980
Hace ya unos cuantos años, en el curso de una conferencia dictada en la
Universidad de los Andes, dije que «Mérida es una Universidad con ciudad
anexa». Se trataba, claro está, de una bella exageración, mas no propiamente
de una mentira, porque ciertamente Mérida es una ciudad que vive con su Uni -
versidad y se mueve en torno a su Universidad y ríe cuando ríe la Universidad
64 / A NÍBAL NAZOA

y llora cuando llora la Universidad. Si bien las cosas ya no son como eran hace
esos cuantos años, todavía se puede decir que Mérida y su Universidad son un
solo y robusto cuerpo montañés.
No se puede decir lo mismo de Caracas y la Universidad Central de
Venezuela, y con esto empezamos a responder al lector que se esté preguntando
porqué un cronista de cosas de la ciudad tiene que ocuparse de la
Universidad: si algo ha caracterizado a las universidades que funcionan en
Caracas, particularmente a la Central que es la Universidad caraqueña por
derecho y tradición, es lo poco que tienen que ver con la ciudad y con sus gentes
y lo poco que a la ciudad y sus gentes importan los destinos universitarios.
Salvo algunas iniciativas, más que todo individuales, de algunos profesores e
investigadores y aisladas muestras de solidaridad popular con el movimiento
estudiantil, lo cierto es que son débiles los vínculos entre ciudad y Universidad.
Se puede decir que en Caracas ni la Universidad sale a la calle ni el pueblo
entra en la Universidad, cuando lo más saludable es que exista un diálogo constante
entre el mundo ciudadano y el universitario, pues ni una ciudad es verdaderamente
culta y civilizada, si no mantiene un buen contacto con sus casas de
estudio ni una Universidad es verdaderamente universal si no conoce en profundidad
los problemas de la ciudad donde está enclavada ni participa activamente
en la búsqueda de sus soluciones.
Esta situación de aislamiento de la Universidad, de mutua indiferencia en
el trato entre ella y la ciudad, no se ha producido por casualidad sino que ha
sido buscada a través de planes perfectamente trazados y constituye parte de
una ideología bien definida: la ideología de una clase dominante a la cual le
conviene que la Universidad sea no sólo un recinto cerrado a los hijos del pueblo
sino también un invernadero de mediocridades, fábrica de doctores que
sólo sepan «cumplir con su deber», o sea con las funciones que se les asignen
dentro del cuadro de la división del trabajo para una mejor explotación del país
y de sus habitantes. Una Universidad viva, con sus puertas realmente abiertas
hacia la ciudad, no sólo haría de Caracas una ciudad mucho más importante de
lo que ahora es, sino una fortaleza de la libertad y del verdadero desarrollo sin
cuentos de «tecnócratas» y «politólogos» cuyas pobres actuaciones no han
hecho hasta el presente sino desprestigiar las facultades universitarias donde se
han formado. En estos momentos, precisamente, Caracas y la Universidad
Central tienen a su alcance una oportunidad para comenzar a construir esa
nueva, esa auténtica Universidad cuando se aproximan las elecciones para
escoger al rector de la UCV y entre las candidaturas presentadas aparece la de
Puerta de Caracas / 65

Edmundo Chirinos, respaldada por quienes siempre han puesto su prestigio
científico e intelectual al servicio del ideal de esa Universidad para el hombre,
no exclusivamente para el doctor, que Caracas y Venezuela necesitan y pueden
tener. Edmundo Chirinos es un gran conocedor de la problemática de la universidad,
pero también la el país donde ésta tiene su sede. Yo estoy seguro de
que si todos los caraqueños conscientes de la importancia de las relaciones
Universidad-Ciudad pudiesen votar en las elecciones universitarias, la mayoría
lo haría por Edmundo Chirinos.
OBSERVANDO AL PERSONAJE
18-08-1980
Un hombre joven —aunque hace ya bastante tiempo que dejó de ser un
pavo— y pobre aunque decorosamente vestido se ocupa de la limpieza del
lugar. Se da su tarea con verdadero cariño, con un entusiasmo poco común en
los de su oficio.
Una vez que ha barrido la calle minuciosamente, la contempla desde un
extremo para comprobar que no ha quedado ni una mota de sucio en el pavimento,
y si por casualidad descubre alguna camina, hasta ella derecho, sin quitarle
la vista y la recoge con un golpe maestro de escoba y pala, semejante a
ese último tijeretazo genial que dan los buenos barberos para completar su obra
y sigue la marcha hasta detenerse en el extremo opuesto, ese el cual repite el
cuidadoso examen. Entonces se viene al sitio donde acumuló la basura recogida
y se dedica a escogerla, a clasificarla con la habilidad de un cirujano y la
seriedad de un bibliotecólogo: latas de cerveza y refrescos por aquí, cartones de
leche por allá, para este lado las botellas, para aquél los zapatos viejos, para el
otro los envases plásticos. Lo demás va al pipote, menos los perros y gatos muertos
que él hace desaparecer por algún procedimiento cuyo secreto le pertenece en
exclusividad. Todo lo así recolectado y clasificado lo traslada luego a un espacio
que él mismo ha seleccionado, a un lado de la vía pero a distancia prudencial, y
allí lo reclasifica para colocarlo en el más estricto orden, formando pilas parejas,
armoniosas, perfectas en las cuales se puede ubicar cualquier pieza por su marca,
dimensiones, material de que esté hecha y estado de conservación. Hay una
hilera de latas de cerveza por las abolladas; una de las latas de cerveza Polar
66 / A NÍBAL NAZOA

intactas; una de latas de cerveza Zulia intactas y una de cerveza Zulia abolladas;
una de cartones de leche armados y una de cartones de leche descachapados,
y así sucesivamente hasta llegar al departamento de misceláneas, donde se
agrupan objetos que pudieran tener alguna utilidad o ser aptos para el reciclaje,
tales como ganchos para ropa, cauchos, tubos de escape y otras piezas de
automóvil, muñecas sin brazos ni piernas, licuadoras, etc.
Lo más notable en el trabajo de este singular artista de la limpieza es que
él lo realiza sin estorbar a nadie, sin ocasionar el menor contratiempo en el tránsito
(jamás se ha formado una cola, ni un chofer se ha visto obligado a dar un
frenazo o ejecutar una maniobra violenta por su culpa), sin levantar polvaredas
ni refunfuñar.
A todos estas, se preguntará el lector, ¿quién es este trabajador ejemplar,
este digno representante de su oficio que con elevado espíritu profesional y
apego a las normas de la ética cumple con sus obligaciones? Los jóvenes de la
urbanización que nos invitaron a verlo en acción nos dijeron que nadie conocía
su verdadero nombre. Lo llaman simplemente «El loquito del Túnel», porque
su lugar de trabajo es precisamente el túnel de la autopista que comunica
Prados del Este con la Trinidad. Los automovilistas que pasan por allí disminuyen
la velocidad a sus máquinas para divertirse observando al «loquito» en
su diaria y minuciosa labor. Algunos se detienen para hacerle alguna pregunta
chistosa o entregarle una lata vacía para que la coloque en su santo lugar, y no
faltan algunos que lo hacen para hacerle un pequeño obsequio: un sándwich,
unos caramelos, una camisa vieja… Pero todos lo hacen con el espíritu de
quien se acerca a la jaula del mono con la intención de divertirse un poco a sus
costillas.
Mientras todos esos buenos ciudadanos se divierten observando al personaje
yo me pregunto, ¿y quién será, en realidad, este «loquito»? ¿Será un auténtico
loco, un caraqueño que enloquecía de tanto contemplar el desastre de esta
ciudad siempre gobernada por sus enemigos, ciudad que se pudre y se cae a
pedazos sin remedio, devorada por la combinación invencible de la inmoralidad,
la desidia y la incapacidad? ¿O será simplemente un ciudadano normal
que se ha propuesto demostrar que sí se puede hacer de Caracas un lugar
decente, y por lo tanto también está loco o por lo menos merece que se le trate
como tal? Tal vez nunca se sepa a ciencia cierta quién era el Loquito del
Túnel… ¡Y pensar que a lo mejor, la solución está en tener unos cuantos loquitos
como éste y encerrar en el manicomio a los que dicen que saben!
Puerta de Caracas / 67

REFLEXIONES JUNTO AL RÍO
25-09-1980
Según García Márquez, en Macondo llovió cuatro años, once meses y dos
días. Pero Macondo no se acabó; en Caracas llovió cuatro horas y la ciudad casi
desapareció… ¡Ese Gabo si es embustero!
-o0o-
Aunque llegué ante el televisor cuando el distinguido funcionario de los acueductos
—un oficial de las Fuerzas Armadas— concluía sus declaraciones, alcancé
a escucharlo diciendo que los drenajes de la ciudad se hacen de acuerdo con
estadísticas y por lo tanto es antieconómico hacerlos de mayor capacidad, puesto
que los aguaceros como el que causó la gran inundación son «esporádicos».
-o0o-
¿Será antieconómico también construir edificios antisísmicos? Porque
como los terremotos también son «esporádicos»…
-o0o-
Los caraqueños ya somos como un pueblo primitivo que se echa a temblar
apenas ve una nube negra y se arrodilla cuando oye un trueno ¿Terminaremos
sacrificando vírgenes para aplacar al dios de la lluvia?
-o0o-
Ya llevamos veinte años oyendo al Gobierno hablar de la «imprevisión»
cada vez que Caracas se inunda. ¿Se puede saber cuándo va a comenzar la
«previsión»?
-o0o-
Yo nací en Caracas, crecí en Caracas y probablemente moriré en Caracas.
He visto llover y he escampado mucho en Caracas. De manera, señores del
Gobierno, que no me cuenten cuentos sobre la lluvia en Caracas. Porque si bien
68 / A NÍBAL NAZOA

yo aspiro a morir en Caracas, no quiero que sea ahogado en cuentos. En todo
caso, prefiero que sea en un «operativo».
-o0o-
Todo el mundo sabe que el alcantarillado, drenaje o como se llame de
Caracas, limpio o sucio, cuidado o descuidado, es malo e insuficiente «desde
los tiempos de Diego de Losada» como dice el gobernador Pérez Olivares.
¿Por qué? Es una pregunta que se debe hacer, me imagino, al Colegio de
Ingenieros y no al Veterinario o al de Farmacéuticos.
-o0o-
También se le podría preguntar al Colegio de Ingenieros por qué todas las
calles y carreteras de Venezuela están absolutamente destrozadas y por qué los
pavimentos venezolanos, aun los que milagrosamente están todavía intactos,
son de tan infame calidad y por qué en Venezuela se llama «autopista» a unas
cosas que no merecen ni siquiera el nombre de carreteras, y los ingenieros lo
saben muy bien. ¿Por qué ante éste y otros desatinos que indudablemente le
concierne, el Colegio de Ingenieros no hace oír su voz, no opina, no habla?
¿Será que los ratoncitos le comieron la lengua?
-o0o-
Un malagradecido es un caraqueño que cuando abre el chorro del lavamanos
de su casa y ve que no sale agua, se pone bravo en vez de dar gracias al
gobierno por salvarlo de la inundación.
-o0o-
Y un optimista es uno a quien se le inunda su casa y se ahoga pero muere
feliz creyendo que por fin le trajeron aquel camión de agua que le pidió al
INOS el año pasado.
-o0o-
San Isidro Labrador hace constar que él tampoco tiene ninguna responsabilidad
en las recientes inundaciones, porque él es un santo descontinuado.
Puerta de Caracas / 69

-o0o-
Cuando limpien las alcantarillas y las quebradas, no se olviden de los huecos,
que también ayudan.
-o0o-
En Caracas llueve tan fuerte que el ruido de la lluvia no nos permite oír crecer
la paja.
MEMORIA MUNICIPAL
08-01-1981
Un día de estos te voy a traer para que lo veas por dentro —me decía papá
señalándome el Teatro Municipal— mientras comíamos churros en La
Pilarica, después de haber saludado al paso triunfal de su carroza a su majestad
Olga I, reina del carnaval de quien me hubiera podido enamorar de no ser
porque estaba demasiado ocupado tratando de espantar el miedo que me daban
y todavía me dan los disfraces. Los disfraces propiamente dichos, los de carnaval,
digo yo, de los que ya quedan muy pocos, porque de los otros quedan
multitudes. Papá murió sin haberse podido dar el gusto de cumplir lo prometido
y yo tuve que esperar todavía algunos años para darme el primer champú
de terciopelo y oro. Mientras tanto me seguía deleitando con la vista exterior
del Municipal y aquel armonioso conjunto que él formaba con su plaza y el
Hotel Majestic para prestar a Caracas un aire de gran ciudad que ya nunca pudo
recuperar, sometida para siempre a los dictados de una burguesía campurusa
ensoberbecida que confunde gran ciudad con gran pueblote norteamericano.
Mi debut en el Municipal (como público, se entiende) tuvo lugar con motivo
de un concierto dedicado a los escolares de Caracas y a cargo de una niña
prodigio, colombiana si mal no recuerdo, ocasión que aprovecharon las maestras
para hablarnos de Teresa Carreño y propinarnos coscorronazos culturales
con el noble ejemplo de aquella pequeñuela que tocaba «Para Elisa» mientras
nosotros jugábamos pepa y palmo o nos jubilábamos para irnos a bañar en la
70 / A NÍBAL NAZOA

acequia de El Pinar, robarles las hortalizas a los chinos y cosas menos confesables.
Pese a lo cual me aficioné no sólo a la música por entonces llamada
«exquisita» sino al local. A partir de aquí se acumulan los recuerdos del
Municipal hasta llegar a este centenario que ahora estamos celebrando en la
intimidad de la familia. Lo celebramos como si fuese nuestro propio cumpleaños,
como si cada uno de nosotros estuviese cumpliendo sus cien primaveras,
pues para todo caraqueño el centenario del Municipal es un centenario vivido,
se trata de un siglo que efectivamente hemos visto transcurrir bajo el signo del
amor al arte y la fidelidad a la cultura. ¿Quién, que sea o se sienta un verdadero
caraqueño, no ha tenido su «gran noche» en el Municipal? Por su escenario,
de dimensiones más bien modestas, han desfilados prácticamente todos los
grandes artistas que en el mundo han sido desde la fecha de su inauguración,
de manera que para todos hay. Para unos habrá sido la de la gran borrachera
rítmica de Carmen Amaya, para otros aquélla en Desiré Defauw arrancó a la
Sinfónica en Los Pinos de Roma su más emocionante crescendo, o tal vez la
otra en que Todd Duncan, discriminado por negro en un hotel de Caracas, agradeció
la «atención» inundado el teatro con una canción venezolana en su poderosa
voz. Eso sin contar los encuentros con Menuhin. Segovia o Rubinstein, el
cálido recuerdo del violinista-con-fama-de-izquierdoso Albert Spalding y tantas
noches de los cuchillos largos en que la majestad del Municipal ha sido violada
por la mediocridad o el fastidio propiamente dichos. En la memoria de los
mayores se enciende aún como un fuego de San Telmo el sopio luminoso de la
Paviova y en la de los no tan mayores, aunque sí pures, sigue vibrando el color
lejano del Mood Indigo de Duke Ellington. Cada quien tiene su historia con el
Municipal. La mía es que fue allí donde por primera vez oí hablar ruso «en
vivo», cuando asistí a un acto en el cual tomó la palabra el primer embajador
soviético en Venezuela, excelentísimo señor de Fomá Trebin. Sonaban todavía
los últimos tiros locos de la Segunda Guerra Mundial y en las medallas del
embajador yo veía los fuegos heroicos del Stalingrado y allí mismo empecé a
rascar mi violín de Ingres que es el interés por las lenguas extranjeras. También
allí, viendo y oyendo el ballet hindú de Mrinalini Sarabhai, hace como trescientos
años, despertó mi afición a la música oriental y cuando en el mismo
recinto admiré a la bailarina antropóloga Katherine Dunham salí desesperado
a comprar discos de folklores de todo el mundo hasta el sol de hoy. Así cada
uno, cada caraqueño sensible, vayan a donde vayan sus inclinaciones artísticas
—teatro, melómano, balletófilo— de donde viene es del Teatro Municipal, ese
venerable dromedario cultural que es este desierto, el único sobreviviente de la
Puerta de Caracas / 71

gran Caracas que no terminó de nacer porque no se lo permitió la generación
del Cinco y Seis. El Municipal, sí, es un milagro de Caracas. Pero dejémonos
de artistiquerías y culturaleces y veamos las cosas como son: el municipal es
ante todo un milagro administrativo, y eso es lo que yo particularmente celebro:
el aniversario de un edificio que ha podido cumplir —aunque sea chingo—
cien años en esta ciudad donde aquellos de «apúrate, que esta casa hay
que terminarla hoy porque mañana la tumban» no es un chiste sino verdad.
Gracías, espíritu de Guzmán por el favor recibido.
CUERPO Y ALMA
Abril-1981
Lo que pasa es que estos intelectuales no entienden. Forman un zaperoco
por cualquier cosa y arremeten contra la democracia así como así nada más
porque la película que ellos quieren que sea A se la clasifican C, ¡usté no ve
que ellos confunden libertá con libertinaje?
Tiene razón los censores. Los intelectuales no entienden. No quieren comprender
que democracia también significa orden. No quieren comprender que
hay una moral, unas instituciones, un gentilicio, una lavativa que respetar. No
quieren comprender que tenemos una juventud, un pueblo, una nación ¿verdad?
Que espera pues de sus dirigentes una orientación y reclama una responsabilidad
y una seriedá y una cosa. No quieren comprender, carrizo, que eso no
es así y que aquí no va a venir cualquiera a decir que yo hago esto y quito y
pongo y dispongo y vuelvo y revuelvo a cuenta de oreja’e cochino… No señor,
¿quién dijo?
Esta es más o menos la versión popular de la catajarria de argumentos que
en forma elegante y sofisticada, pero no menos lugarcomunistas, esgrimen los
supremos doctores de la represión cultural para justificar sus atropellos. Para
prohibir y «reclasificar» películas, ejercer persecución política contra la gente
de cultura, y pichirriar los fondos destinados a verdaderos fines culturales,
mientras dispersan el tesoro público para encumbrar a señoras fastidiadas y
fastidiosas aficionada a la decoración de tortas o el juego de la inteligencia,
ellos se apoyan en el argumento maestro de la supuesta inferioridad mental de
los venezolanos. Como somos incapaces de hablar con citas de Teilhard de
72 / A NÍBAL NAZOA

Chardin y Gunnar Myrdal o de distinguir entre lo contingente y lo trascendente
o entre San Agustín y Marcano Trillo, naturalmente necesitamos una guía
espiritual. Alguien tiene que velar por nuestra salud mental, o mejor dicho espiritual,
porque tratándose de socialcristianismo del alma es que se trata. De
manera, pues, que esos censores y esos descamburadores y esos inquisidores
de la cultura venezolana no son ni más ni menos que los guardianes de nuestra
salud espiritual, los custodios de nuestras almas que en sus manos han de
estar en todo momento limpiecitas para cuando les toque la Comparecencia.
Es maravilloso, indudablemente, esto de tener a nuestro lado tan fieles guardianes
de la salud espiritual. No todas las almas son tan afortunadas. Sin embargo
—inconforme y mal cristiano que es uno— es muy difícil resistir la tentación
de preguntar y si se preocupan tanto por la salud de las almas ¿por qué no ponen
igual o parecido celo en el cuidado de la salud de los cuerpos? La piadosa administración
pública venezolana pone todo su empeño en proporcionarnos una
salud espiritual de hierro mientras la corporal se le echa literalmente a los cochinos.
La provisión de tijeras para cortar películas en los laboratorios de la censura
es fabulosa, pero en los hospitales «si hubiera inyectadoras se le podría poner
una penicilina, pero como tampoco hay penicilina…». Mientras el Estado se
ocupa de la salvación de las débiles mentes venezolanas, las aguas negras corren
por las calles, los excusados de las escuelas y liceos están rotos o tapados, las
ratas y las cucarachas devoran barrios enteros y el hambre ya le está mordiendo
los tobillos hasta a la pretensiosa clase media.
Conclusión: Los censores son la salvación de Venezuela, pero con una condición:
que se les coloque en el Ministerio de Sanidad y en los del gabinete económico.
Que se les exija respecto al cuerpo del venezolano una preocupación
siquiera aproximada a la que han demostrado respecto al cuerpo, y ya.
HABLEMOS DE COCHINADAS
18-06-1981
Esto no es literatura sino la pura realidad cotidiana: el año pasado, más o
menos por esta misma época, dos venezolanos que andaban tarabeteando por
Europa se encontraron, no recuerdo si en Inglaterra o en Alemania. Después de
los saludos de rigor, el brindis por el encuentro naturalmente, con la «bebida
Puerta de Caracas / 73

nacional» and soda decidieron apuntarse en un tour y escogieron uno que entre
otras atracciones especiales incluía a una granja porcina.
Mientras recorrían las instalaciones del enorme establecimiento, los turistas
criollos apenas prestaban atención a las explicaciones en ocho idiomas que
daba el guía, tan asombrados estaban ante aquella especie de metrópoli de los
cochinos. Pero el asombro se convirtió en estupefacción cuando llegaron a la
cochinera propiamente dicha: un recinto monumental dividido en secciones
perfectamente delimitadas, grades como el Poliedro de Caracas y tan elegante
que más que cochinera parecía una sala de conferencias del Parque Central.
Allí se alojaban los cochinos más hermosos, gordos y grandes que jamás se
hayan visto, verdaderos cochinodontes casi de la alzada de un caballo.
No fue, sin embargo, ni la amplitud y perfecta disposición ni la prestancia
de los corpulentos ejemplares de sonrosada piel, ni el correcto orden que guardaban
éstos, ni el respeto a la Urbanidad de Carreño que demostraban en el
acto de tomar el alimento y el agua lo que más asombró a nuestros paisanos:
si bien sus ojos se negaban a creer lo que veían, también sus narices se negaban
a creer lo que olían, o mejor dicho lo que no olían. Por primera vez en sus
llanerazas vidas podían acercarse a menos de diez kilómetros de una cochinera
sin caer desmayados por el hedor a excrementos. Por más que olfatearon,
ningún olor pudieron percibir allí. Al principio cada uno de ellos pensó que
había perdido el sentido del olfato. Trabajo les costó aceptar la increíble realidad
de los cochinos inodoros.
Poco después, ya pasado el susto, el primero de ellos que había recuperado
el dominio de sí mismo le dio un codazo a su compañero y le dijo en voz baja,
señalando a los cochinos con el clásico gesto de estirar la quijada y fruncir los
labios:
Compadre, acá entre nos, ¿usted cree que esa lavativa sepa a cochino?
Porque yo francamente, lo dudo.
Yo también respondió el otro. Esos bichos qué va, esos son como esos mangotes
injertos que hay ahora: muy grandotes, muy rosadotes, pero a mango no
saben. Cochino que no coma porquería no es cochino.
Esto es lo que llaman una conversación típica. La teoría zootécnica según
la cual el cochino se debe alimentar de desperdicios podridos y vivir en una
ciénega de excrementos es no sólo una de las invenciones más caras al alma
venezolana, sino uno de los rasgos que mejor nos definen como país subdesarrollado,
en este caso de un subdesarrollo rayando en salvajismo. Aunque todos
74 / A NÍBAL NAZOA

los técnicos y especialistas en la cría, explotación científica del cochino, incluyendo
a los venezolanos, sostienen que este animal es amigo de la higiene pese
a la leyenda negra que contra él han tejido los criadores machos criollos y vernáculos,
la cochinera inmunda domina en todo el territorio nacional. La propia
Caracas está rodeada por un cinturón de cochineras que envenenan su atmósfera
y contra las cuales no hay gobierno que pueda hacer nada . Muy poderosos han
de ser los propietarios de esos focos de infección, cuando se les permite que inunden
con los efluvios de su negocio la autopista Caracas-La Guaira, que es la puerta
por donde entran al país los visitantes extranjeros, quienes seguramente de
regreso en sus países no dirán ciertamente, como en aquella célebre obra teatral
presentada por El Morrocoy Azul, que «Venezuela huele a Oro».
Ahora bien, el hacerse pasar toda su existencia entre detritus es sólo uno
entre los muchos maltratos que el malagradecido venezolano hace al pobre
cochino, y el maltrato al cochino apenas un capítulo en la novela de horror que
constituye el maltrato a los animales en general en Venezuela.
Y hablando de maltratos, en El Nacional del lunes 8 de junio leemos el
impresionante relato de la maestra Damarys Josefina Pérez Aguilera, víctima
del Plan Unión:
«Fui detenida con mi hermano Eduardo, quien sufre trastornos mentales...
Luego de estar en la zona 2 de la PM, traté de comunicarme con mi padre. Una
mujer policía no me lo permitió... Luego llegaron tres funcionarios más y me
mandaron a desnudar, luego me echaron un gas en la cara y me dieron golpes...»
Entonces piensa uno: si así tratan en la democrática Venezuela a los seres
humanos, ¿a quién se le ocurre estar pidiendo buen trato para los cochinos?
PAGAR EL VIVIR
03-12-1981
La cosa empezó como empiezan todas las grandes tragedias venezolanas:
por una cosa inane (*), en este caso una factura del INOS. De setenta, ochenta,
vamos a decir hasta ciento cincuenta bolívares que venía tradicionalmente
pagando, la cuenta me brincó a novecientos ochenta y uno. Naturalmente, al
Puerta de Caracas / 75

ecibir tan inflado mensaje proferí la famosa exclamación de la baronesa indignada
y añadí el conocido repertorio de frases ad-hoc que solemos usar en estos
casos los venezolanos ingenuos, ilusos, caídos-de-la-mata, primocomulgantes
y asomados, que todavía tenemos arranques espasmódicos de credulidad
durante los cuales creemos en el estado de Derecho, la justicia distributiva y
demás zarandajas: esto no puede ser, aquí tiene que haber un error, ya van a ver
quién soy yo, esto no se queda así, qué irrespeto al contribuyente, pues no pago,
etc., etc. Incontinenti (mala palabra muy empleada por jueces y abogados) me
dirigí o mejor dirígeme a una de esas oficinas del INOS que nadie sabe por qué
se denominan «de atención al público», en la cual hice lo que ellos llaman
poner en reclamo o algo por el estilo el asunto que me concierne, vulgo mono.
En aquella oportunidad, después de los curucuteos de rigor, se me entregó una
nota que me condenaba a esperar exactamente un mes. Ese mes se cumplió justamente
el lunes de esta semana. El lunes, ni un día más ni un segundo menos,
estaba yo entero, firme, resignado, unido de toda la papelería que se necesita
para enfrentarse al INOS, aunque sólo sea para preguntar la hora: sin desayuno,
en fin, en homenaje a la puntualidad, haciendo mi cola a las puertas de la
oficina en cuestión.
La oficina en cuestión no es otra que la situada en el Boulevard de El
Cafetal o Raúl Leoni. Mas de una hora, tal vez hora y media estuve en la cola.
Más no vayan a creer que se trataba de una cola kilométrica como las que se
forman en la Plaza Roja de Moscú, para visitar el mausoleo de Lenin o en
Caracas para abordar la camioneta en hora-pico: se trataba de una escuálida
colita de diez o quince personas, si se puede llamar personas a los infelices
moluscos lamelibranquios que imploramos las dádivas del infinitamente misericordioso
Gobierno de los pobres. Una minicola, podríase decir, más una
minicola atendida por una augusta señorita, altiva ella, indiferente ella, displicente
ella, pava ella, zurda ella, que «atendía al público», según la muestra del
establecimiento, con una calma capaz de exasperar a la escultura del maestro
Narváez que se levanta unas cuadras más adelante. Se movía esta señorita
como un buzo, pero no como uno de esos aquanautas de ahora, demonios de
Cousteau, que compiten con los peces en el gracil ballet subacuático, sino
como uno de aquellos bravos héroes anónimos que se aventuraban brazas y
brazas bajo las aguas del capitán Nemo, embutidos en sus trajes-sarcófagos de
lona con zapatos de plomo. La señorita, de paso, se entretenía sosteniendo
interminables conversaciones telefónicas, mientras la cola aguardaba pacientemente…
La cosa se animó repentinamente cuando el caballero que me seguía
76 / A NÍBAL NAZOA

a mí en la misma, terminó por perder la paciencia y violar las reglas del juego.
Abriendo los brazos como el famoso Cristo de la Iglesia de Antímano, prorrumpió
en un lastimero.
—¡Señorita, por favor!
¡Más vale que no! La aludida asumió entonces su mejor actitud despectiva
y más barriéndolo que mirándolo desde la altura de su Pirámide, dijo a su desconocida
interlocutora telefónica:
—Bueno, gorda, voy a colgar, porque aquí hay un señor que está bra-vísimo
porque yo estoy hablando por teléfono… ¡Chau!
El insensato insistió:
—Yo nada más no, señorita, todo el mundo está bravo, porque usted es una
funcionaria pública…
Etcétera, etcétera. Y ella:
—Señor, yo estoy aquí trabajando desde las ocho de las mañana.
Y entonces yo, que hasta el momento no había abierto el pico por miedo a
perder mi sacrificio y en vista del silencio esclavo-Isauro del resto de la cola,
me atreví a argüir tímidamente:
—Bueno, pero ése es su trabajo…
Yo creo que ella ni me oyó, de lo asustado que lo dije. De todos modos yo
pido para ella, en este país de misses y reinados, dos títulos: por su lentitud el
de Miss Morrocoy. Y por lo demás, el de Miss Riñones.
Mientras todo esto sucedía adentro, afuera, a las propias puertas de la oficina
del INOS, de una enorme llave, válvula o como se llame, brotaba una verdadera
cascada de agua potable…
(*) Inane: «adj. Vano, fútil, inútil». Palabra que sólo existe en los crucigramas
y en el diccionario de la Real Academia.
ENSALADA DE AÑO NUEVO
02-01-1982
Entre Navidad y Año Nuevo se intercala una fiesta, hoy un tanto olvidada,
pero no por ello menos importante para la cristiandad: la de los Santos
Puerta de Caracas / 77

Inocentes, que este año estuvo especialmente dedicada a los izquierdistas venezolanos
que acompañan a Reagan y a Haig en su ardorosa defensa de la clase
obrera polaca.
Indudablemente, el muerto del año fue Rómulo Betancourt. Y el vivo del
año fue el gobierno copeyano, que lo utilizó para iniciar su campaña electoral
con un flechazo de oro al corazón adeco.
En España este año comenzó con Tejero y ojalá no termine en... reguero.
Hace unos cuarenta años, la llegada del nuevo año era anunciada oficialmente
en Caracas por el cañonazo de La Planicie. Ahora es anunciada por la
trasmisión del Himno Nacional a través de la radio y TV. Así que esta noche
serán muchos los venezolanos que no se darán por enterados, por haber apagado
distraídamente el televisor «mientras pasa el Himno».
Hoy como ayer, siguen siendo eminentemente pavosos en la Nochebuena
de Año nuevo:
* Los novios que están peleados pero se contentan a las 12 para darse el
abrazo y después siguen bravos.
* Las señoras que se niegan rotundamente a abrazar a persona alguna hasta
no haber abrazado a su esposo.
* Los venezolanos que se comen «las doce uvas del tiempo» al estilo español
porque hace treinta años estuvieron una semana en Madrid.
* Los izquierdosos y librepensadores a la antigua que conservan la vieja
costumbre de hacer que sus hijos les pidan la bendición al darles el abrazo, pero
no les contestan «Dios te bendiga» sino «Yo te bendigo».
* Los niños que se pasan la Nochebuena escurriendo los sobrados en las
copitas de Ponche Crema y haciéndose los borrachos.
Para mister Haig «Feliz Año» es una frase subversiva.
Aunque no quiere pecar de exageradamente optimista, esta Puerta desea a
su distinguida clientela y público en general que en el próximo año:
El teléfono sirva.
Cuando viajen en camioneta por puestos el chofer se limite a regañarlos y
no les pegue.
No los agarre el Plan Unión y si por desgracia los agarra, que salgan «negativos»
y vivos.
Si compran bombillos no estén quemados, no tengan la rosca chueca y les
duren por lo menos cuatro días.
Si compran frutas, legumbres y/o verduras, no estén prodridas.
78 / A NÍBAL NAZOA

Si compran repuestos para el carro, les alcancen para recorrer aunque sea
diez cuadras.
Si necesitan alguna medicina, la consigan en la farmacia y no tengan que
solicitarlas por televisión.
No se ahoguen en basura y aguas negras.
Cada vez que enciendan el televisor ya haya pasado esa cuña que dice «el
Presidente Herrera pone toda su voluntad al servicio del pueblo».
El mejor logro de la política exterior de Venezuela en el año que concluye
fue la instalación de una ducha en el avión presidencial. Las víctimas del distinguido
Ledezma, la doctora Raiza, los presos de la Modelo, los suscriptores
del INOS, CANTV, Aseo Urbano y demás servicios públicos, los pacientes de
todos los hospitales y contribuyentas en general, felicitamos al presidente
Herrera y le deseamos.
Un feliz año pa´ti.
Apreciados lectores: a pesar de todo (*) Feliz Año.
(*) Todo quiere decir Acción Democrática y Copei.
NUEVO GOBIERNO YA
02-02-1984
Desde hoy, dos de febrero de mil novecientos ochenta y cuatro a la diez de la
mañana (hecha la indispensable salvedad de las variables de la clásica «puntualidad
venezolana»), Venezuela tendrá un nuevo gobierno. Digo tendrá porque
estoy escribiendo para los que se levantan temprano y acompañan el primer cafecito
con la lectura del periódico, no para los que se acuestan bajo el «gobierno
anterior» y se levantan ya bien avanzada la gestión del nuevo gobierno para
empezar a rumiar en el desayuno casi almuerzo su próximo «voto castigo».
Figuran en todos los niveles del nuevo tren gubernamental distinguidos
amigos personales y en general personas a quienes considero, no solo capacitadas
para los cargos que se les han confiado sino, perfectamente dispuestos
para cumplir una buena labor al frente de los mismos. No los menciono, sin
embargo, ni siquiera me animo a dirigirles el acostumbrado telegrama de felicitación
a que obliga Carreño, de puro miedo que me da el verme confundido
Puerta de Caracas / 79

en la insólita marea de jalamecatismo que se ha desatado en el país, a penas
comparable en calidad y cantidad a la célebre aclamación de Cipriano Castro.
De todos modos ellos saben. Algún día nos encontraremos por ahí del messo
del camin di nostra vita y les daremos el correspondiente abrazo de amigo de
siempre a menos que...
Mas no era ese nuestro tema de hoy. No se trata de nuevo Gobierno
Nacional sino del nuevo gobierno de la ciudad además de Venezuela, también
Caracas cuenta desde hoy con un nuevo gobierno, y me perdonan la perogrullada.
Caracas, ciudad sin alcalde, sometida a la voluntad omnímoda de un
extraño funcionario que es miembro del Gabinete y la ejerce a través de un
policía llamado Prefecto del Departamento Libertador, ha cambiado de manos.
Y no estoy por cierto hablando en lenguaje figurado cuando hablo de cambio
de manos porque Caracas, más que una ciudad es un negocio o un botín que
efectivamente cambia de manos bajo la mirada imposible de un Consejo
Municipal que se limita a existir.
El nuevo Gobernador de Caracas no despierta mis simpatías ni mis antipatías
sino todo lo contrario, como dice una novedosa ciencia política: es el nuevo
Gobernador, y punto.
Pero bueno, y ¿qué piensas? Me pregunta un amigo, y le respondo: yo no
pienso. ¿Quién ha visto caraqueño con derecho a pensar? Aquí cada gobernador
manda a poner preso a quien quiera, pinta el Panteón del color que le dé la
gana, decreta o no decreta el Carnaval según su edad y resistencia sentimental
y lo que haya que tumbar lo tumba, manque se calienten los historiadores del
mundo.
Es bien poco, pues, lo que los caraqueños tengamos que decirle al nuevo
Pernalete (esto no va con él personalmente, va con la institución): le rogaremos
apenas que cambie de cuento. Que no anuncie una nueva campaña contra el
ruido, no prometa limpiar la ciudad hasta hacer de ella una tacita de plata, ni
prometa que «la seguridad personal será la primera prioridad de mi administración»,
ni que «rescataré la tradición de la ciudad cuna de Simón Bolívar» ni
que «los servicios públicos serán el gran motivo de mis desvelos».
Por favor, señor Gobernador eso ya se lo saben todos los caraqueños, es
cuento viejo y hasta se puede decir que podrido, refrito vergonzoso en la ciudad
mas burlada del mundo.
Por favor señor Gobernador ya sabemos de las buenas intenciones y todo lo
demás, pero por favor recuerde que en Caracas los bobos no somos mayoría.
Por favor, señor Gobernador, no diga, haga.
80 / A NÍBAL NAZOA

BAJO EL SIGNO DEL ÁVILA
01-03-1984
CREO QUE FUE AARON COPLAND quien dijo «Sí existe un sonido
más bello que el de cuatro cornos tocando al unísono, yo no lo he oído».
Imitando al gran compositor norteamericano se puede decir que «si existe un
paisaje más hermoso que el del Ávila en febrero, yo no lo he visto». Como se
puede decir sin imitar a nadie que no existe en el mundo ciudad alguna que
cuente con un monte guardián tan maravilloso, ni siquiera comparable al Ávila
de Caracas.
La belleza majestuosa del Ávila es privilegio de Caracas todo el año, todo
el día y a toda hora, pero lo es en especial durante los meses de diciembre a
febrero, particularmente en este último. En febrero el valle de Caracas compite
con el Anáhuac por el título de La región más transparente del aire. En esta
temporada la poesía es más fuerte que los reales de los señores contaminadores
que compran concejales y venden jaulas-edificios para presos voluntarios,
y entonces el Ávila se crece frente a un cielo impecable, cuyo azul acerado nos
obliga a nosotros los ateos a creer en el gran Ceramista del Universo, con perdón
de los arquitectos y de los masones.
Es precisamente el final de febrero, cuando el Ávila está en su máximo
esplendor, el momento que para despedirse de nosotros escoge Manuel Cabré:
sabio y feliz artista y hombre tan generoso que mientras descendía a la tierra
ejecutó para el respetable público —para los que no bajaran sino más bien
levantaran la vista— su últimas, gran obra, un admirable Ávila en Febrero
(adquirido, Pueblo de Caracas).
Manuel Cabré fue-es —un venezolano nacido en Cataluña, una de las
naciones más cultas de Europa, si bien no tuvo tiempo para ser catalán porque
el amor a Venezuela lo llamó desde tierna edad. El hombre levantó la vista
desde muy temprano y se encontró con el Ávila y en ese momento se firmó el
pacto entre el hombre y el cerro «Manuel Cabré, pintor, mayor (no, menor
todavía) de edad y de este domicilio...».
Se comprometió Manuel Cabré —y lo cumplió hasta el último día de sus
94 años de rica existencia— a ser fiel guardián de la integridad de la montaña
y a ejercer su guardia a través de cuadros que siempre serían —como en efecto
lo son— obras maestras.
Puerta de Caracas / 81

Entonces, pues, Manuel Cabré forma parte de la noble estirpe de los defensores
del Ávila. No es cuestión de comentar ahora la calidad indiscutible de su
obra sino más bien de reconocer su condición de verdadero confidente del
Ávila, de conocedor absoluto de todas sus prominencias y oquedades, de todas
sus luces y sombras, de todas sus esperanzas y suavidades, marañas y peladuras,
torrentes y remansos.
Para comentar la obra plástica de Cabré hay muchos especialistas, sabios,
eruditos. Para hablar de su enorme estatura ciudadana estamos todos los que
no somos sino simples caraqueños. Los que, conscientes de que no hay montaña
más amenazada que el Ávila, pedimos desde ahora los cuidados más delicados
para los Ávilas de Cabré, porque estamos seguros de que no está lejano
el día en que los reales terminen por triunfar y ya desaparecido el Ávila sólo
nos quedará Cabré ¿Pesimismo? No: economía política.
Lo cierto es que el Ávila es el cerro más amenazado del mundo, en la mira
criminal de las «Fuerzas Vivas» y sus nobles defensores se van ausentando. Ya
se fue Pittier, se fue Pedro Emilio Coll, se fueron Enrique Bernardo Núñez y
Aquiles Nazoa, ahora también nos deja Manuel Cabré. La computación, la técnica
moderna, el dólar a 4,30 para la deuda privada externa dan muy pocas
esperanzas para el hombre patriota y decente, o sea para el que realmente siente
la muerte de Cabré. De todos modos, por el y por todos los ilusos que en la
Naturaleza han creído, volvamos a recordar las palabras de Santiago Key Ayala
en Bajo el signo del Ávila:
«Nacidos del Ávila, a él vuelven. Bajo el signo del Ávila nacieron, y bajo
el signo triunfaron. Sea el signo del Ávila todavía por siglos, nuestro signo».
ACARICIANDO EL PENTAGRAMA
12-04-1984
Muchos fueron los lectores y amigos que nos expresaron su extrañeza y
hasta su disgusto por el hecho —para ellos lamentable— de que no hayamos
participado en el importante concurso para escoger la letra de la Marcha de
Caracas, promovido por el Consejo Municipal caraqueño y ganado en brillante
forma por el poetautor Chelique Sarabía.
82 / A NÍBAL NAZOA

La verdad es que si no llegamos a participar en tan hermoso certamen fue
por causas absolutamente ajenas a nuestra voluntad. Cuando el Cabildo capitalino
hizo la correspondiente convocatoria a los bardos de la ciudad, nadie se
mostró más entusiasmado que nosotros con la idea de dotar a la misma (la
misma ciudad, no la misma idea) con una Marcha que cantara sus glorias y la
acompañara en los momentos estelares de su heroico acontecer. Es más, en
nuestros sueños nos veíamos en el día del estreno, coronados de laureles, desfilando
por las rúas citadinas a los compases de nuestra propia composición,
entre el estallido de los cohetes y los gritos de la muchedumbre alborozada que
daba rienda suelta a su entusiasmo por las carreras de sacos, al palo ensebado,
el sartén ahumado y demás regocijos típicos alusivos a la memorable ocasión,
sin olvidar las multicolores e iridiscentes piñatas para la gente menuda, ávida
de almibarados dulzores.
Para confesario de una vez, si bien no llegamos a participar en el Concurso,
si hicimos el intento: apenas leímos en la prensa el anuncio del Consejo que
declaraba abierto el vistoso combate entre aedas y portaliras, pelamos por la
péñola y nos pusimos a trabajar en el asunto, orientando nuestros esfuerzos
hacia el logro de una especie de síntesis poético-musical de la historia de la
Capital circunscrita a los 26 años y pico de su flamante democracia. Para esto
nos proponíamos elaborar una composición basada en el espíritu de dos canciones
de contenido altamente simbólico: para el principio, aquella tierna
«Ruperta» de la desaparecida plaza López que obsequiaba a su amado con caldos
en botella, papas cubiertas y otras delicateses que le ponían la barriga como
un mismo tamborón. Y para el final, el encendido canto al optimismo que
empieza: «Oye la historia que contóme un día el viejo enterrador de la comarca...»
Pero sucedió lo que tenía que suceder: apenas nos enteramos (por una
indiscreción, naturalmente) de que Chelique Sarabia estaba concursando en la
lírica licitación ingeniosamente oculto bajo el misterioso seudónimo CHE-
SARO, el bombillo se nos apagó como por arte de mala magia. Habíamos
empezado muy bien:
Oh, Caracas! Gentíl damisela,
Semillero de dichas sin fin,
Capital de la Gran Venezuela,
Al teñir del broncíneo clarín...
Puerta de Caracas / 83

Ahí fue donde se nos trancó el serrucho. Al conjuro del nombre de
Chelique nos convencimos de que aquella era una empresa demasiado difícil
para gentes no avezadas en las lides erato-eutérpicos como confesamos serio,
y en consecuencia tiramos la toalla como suele decir el vulgo. A partir de ese
instante, como también suele decir el vulgo, no pegamos una. Por ejemplo,
para rimar con este genial verso que nos importó hora y media de denodado
esfuerzo mental:
Es tu cielo un zafiro redondo,
lo único que pudimos conseguir fue un lamentable
y tus huecos, abismos sin fondo.
Para este, que nos salió bien bonito.
Eres bella por todos los lados,
No se nos ocurrió ninguna otra rima sino
Los teléfonos siempre ligados,
Y así por el estilo... En fin, reconocemos humildemente que no somos precisamente
los más indicados para escribirle su marcha a Caracas. Cuando
mucho serviremos, tal vez, para escribirle la letra a la Marcha de los Sartenes
que se estrena hoy en nuestra querida Santiago de León, interpretada por una
Banda Marcial de Amas de Casa que promete tocar no propiamente un allegro
manon troppo sino más bien un areccio con brio.
¡Ah! Pero eso sí: cuando el Concejo Municipal abra un Concurso de
Acrósticos, en ese si vamos a participar con todos los hierros.
CUENTOS Y ESTACIONES
29-06-1984
LA SEQUÍA ES UNO DE LOS GRANDES temas de la literatura hispanoamericana
y le ha dado algunas de sus mejores producciones.
Mencionemos, por ejemplo, La Lluvia, el magistral cuento de Arturo Uslar
Pietri y Dos Presos de Agua, la impresionante narración de Juan Bosh. O recordemos
como dos Augustos enfocan con igual maestría un mismo episodio de
84 / A NÍBAL NAZOA

la Guerra del Chaco: Céspedes el boliviano en El Pozo y Roa Bastos el paraguayo
el Hijo de Hombre. En La Lluvia, los viejos Jesuso y Usebia, ya casi
abrazados por la sequía interminable, ven alegrar momentáneamente sus vidas
con la llegada de Cacique, el inesperado hijo adoptivo que desaparece apenas
caen los primeros goterones. En dos pesos de agua la vieja Remigia, enloquecida
por la sed, comete la imprudencia de encender dos pesos de velas y las
Animas Benditas del Purgatorio le despachan dos pesos de agua, suficientes
para producir la más espantosa de las inundaciones, que la arrastra por exagerada,
pues un peso era bastante. En El Pozo y en Hijo de Hombre los desdichados
hermanos, Pilas y Bolía, se matan como enloquecidos peleando por el
agua que cada bando se desespera por hallar en el pozo que en realidad está
horriblemente seco.
Esto fue lo que recordó el escritor venezolano mientras se daba martillazos
en la cabeza en busca de un tema para participar en el concurso de cuentos de
El Nacional, que ya se aproximaba galopando como los antílopes que huyen
del incendio en el acostumbrado documental sobre la fauna africana. Ya está:
¡la sequía, el gran tema que todos tenemos derecho a tratar! Un tema casi obligado
para el literato que vive en Caracas, la Perla del Desierto. Ya el hombre se
iba a poner a teclear alegremente mirando a los cerros reverberantes, oyendo
las lamentaciones de las sudorosas colas de gente casi moribunda con sus latas
y sus tobos, sintiendo el aliento de dragón del sol implacable lamiendo los
techos de zinc. Y cuando mas inspirado estaba, cuando más seguro se sentía y
más cerca de sus ojos revoloteaba el premio, se presentó el amigo.
El inoportuno amigo que viene a echar a perder todo con su condenada
visión materialista de la vida.
El amigo, por estos momentos más bien enemigo, habla de lo absurdo que
resulta que Caracas, una ciudad moderna con Metro y todo, de cuatro millones
de habitantes, capital de un país que se dice en vías de desarrollo, tiene que vivir
aterrorizada por el fantasma de la sed, bailando la danza de la lluvia y sacando a
pasear a los santos para suplicar al cielo unos centímetros cúbicos de agua. El
amigo dice que cuando disfrutábamos del bonche petrolero «no sabíamos en qué
gastar los reales» porque a nadie se le ocurrió que podíamos gastarlos en eso, en
agua, como —según dicen— nos habían aconsejado los organismos internacionales
especializados. Porque habiendo tanto whisky por comprar ¿quién iba a
estar pensando en agua? El amigo dice que el agua no falta únicamente porque
no llueva sino porque «no saben meter la totuma». O sea que los riscos más afilados
de nuestra sequía donde están es dentro de los cráneos de los ingenieros y
Puerta de Caracas / 85

administradores del INOS. Si no ¿cómo se explica, dice el amigo, que en Puerto
Ordaz, que está enclavado entre y junto a los dos ríos mayores del país, el Orinoco
y el Caroní, tampoco haya agua? Es para volverse loco, diría cualquier visitante
extranjero o cualquiera que no sepa cómo se gobierna a Venezuela.
Total, que mientras el amigo hacía sus observaciones las nubes se fueron
acumulando en el cielo caraqueño y cuando el escritor se sentó a la máquina
dispuesto a escribir su obra maestra, se desató sobre la ciudad el más formidable
aguacero de que se tenga memoria.
Entonces el escritor salió a la calle, abrió los brazos, y, casi ahogado por los
chuchazos de lluvia que lo envolvían, exclamó alborozado.
—¡Qué sequía ni que sequía, carrizo, eso quedará para el próximo concurso!
¡Ahora voy a escribir un cuento con el tema de las inundaciones!
BUSQUEN A ESE GENIO
12-07-1984
AQUELLOS QUE TODAVÍA se resisten a aceptar el hecho incontrovertible
de que Caracas NO ES una ciudad subdesarrollada y tercermundista, deberían,
si no cambiar de opinión, al menos detenerse a meditar un poco en torno
a la noticia del reciente descubrimiento de una central de espionaje telefónico
en las alturas de una urbanización caraqueña... ¡Nada menos que una central
privada operada por sapos particulares! Tendréis que convenir, caballeros, en
que semejante lujo no se lo pueden dar sino urbes muy grandes y muy modernas.
Era el toque de superdesarrollo que le faltaba a una ciudad que ya cuenta
con el Metro más moderno del mundo, está computarizado a tal punto que
tiene hasta areperas donde las cuentas de mondongo y empanadas de cazón se
llevan por computadora y por si fuera poco, es la única que posee —¡oh, la
arqueología del futuro!— unas autenticas ruinas del siglo veintiuno conocidas
mundialmente como el helicoide.
En Venezuela llevamos muchos años oyendo hablar de espionaje telefónico.
Ya en la época del primer gobierno de Rómulo Betancourt se tejían comentarios
de todos colores acerca de cierto «aparato de Miraflores» y cuando se
planteó el asunto en la asamblea constituyente del 46 de la bancada adeca hizo
86 / A NÍBAL NAZOA

circular por el hemiciclo una cuarteta impublicable —atribuida a Andrés Eloy
Blanco— en la cual se aludía burlonamente a quienes exigían una investigación
sobre la existencia de dicho aparato de control telefónico. Así, entre tímidos
reclamos y «mamaderitas de gallo» hemos aceptado la idea de que se viole nuestra
intimidad y aprendimos a hablar en clave para burlar la vigilancia de la oreja
gubernamental en vez de reclamar nuestros legítimos derechos telefónicos. Las
cosas han llegado a tal extremo que hoy se descubre toda una empresa de espionaje
telefónico armada de los más sofisticados equipos y seguramente administrada
por técnicos mejores que los del gobierno, ese no ha revelado hasta ahora
ni un solo nombre vinculado al negocio.
La aparición de esta empresa ha causado una verdadera conmoción en el
sector «espiable» de nuestra sociedad. El consumo de tranquilizantes ha
aumentado bruscamente entre las señoras de la «jai», los altos funcionarios
hablan en «cuti-tú» y no es grato que el hijo transporte conversaciones entre
importantes ejecutivos por el estilo de esta:
—Aló, ¿con el doctor García?
—A la orden ¿Quién habla?
—Es Ruperto... Te llamaba para comunicarte que de acuerdo con lo que
hablamos, el chigüire rosado se pasea por el conuco de la viuda y las margaritas
florecen bajo mi balcón.
—Entendido. Por aquí la gallineta de mi tía puso un huevo en el sombrero
de Dick Tracy. No hay crepúsculo en las Montañas Rocallosas. Cambio.
—Okey. El arsobispo de Querétaro se quiere desarzobispoqueretarizar
cuando las ranas paraguayas canten Acariciame en polaco. Cambio.
—Muy bien, pero por ahora no me mandes más chalecos de veterinario
inglés a la cabaña del Tío Tom. Hasta nueva orden, ¿oíste? Cambio y fuera.
¿Quién es el cerebro que dirige esta poderosa empresa dedicada a la compraventa
de secretos? La ciudadanía está inquieta. El gobierno está en la obligación
de mover todos sus resortes, sin escatimar esfuerzos, para dar con el jefe
de la central de espionaje telefónico. No, por cierto, para llevarlo a la cárcel,
sino para nombrarlo presidente de la CANTV. Un hombre y un equipo así son
los que necesita nuestra empresa telefónica: ¡Imagínese, una organización
capaz de controlar los teléfonos de Caracas, que son los más incontrolables del
mundo! Ni los equipos más perfectos, ni los mejores espías del mundo pueden
arrancar ningún secreto completo a unos teléfonos que siempre están ligados,
se les «caen» las llamadas, dan número equivocado o están tan débiles que la
voz del vecino que llama desde la casa de al lado se oye como si estuviera
Puerta de Caracas / 87

hablando desde Madagascar, y eso para no mencionar las horas, días, semanas
y meses que se pasan sin corriente. Por eso yo hasta ahora nunca he creído en
«teléfonos intervenidos» y hablo libremente sin tapujos. Para poder controlar
estos teléfonos hay que ser un verdadero genio como los que manejan la central-espía
de Alto Prado. La CANTV necesita a esos genios, urgentemente.
Hay que buscarlos donde estén y contratarlos pagándoles lo que pidan.
PALANCA, PALANQUINA Y PALANQUETA
21-03-1985
Dijo Arquímedes: Dos mol pou stó kal kinó ten gen (en griego, ¿cómo les
quedó el ophthalmós o sea ojo en el mismo idioma?: «dame un punto y moveré
la Tierra».
Tal fue la frase con el famoso geómetra enunció el principio de la palanca.
El mismo diccionario de donde la sacamos nos informa que Arquímedes era
un griego natural de Siracusa, Sicilia, isla que en la antigüedad pertenecía a
Grecia y todavía no formaba parte de los «vitales intereses de los Estados
Unidos» como la forma hoy junto con Centroamérica, Groenlandia, Tahití,
Luxemburgo, la Luna, Marte y San Juan de Perromojao, estado Portuguesa,
más la clásica parte de Paraguaná. Pero a decir verdad, como inventor de la
palanca bien pudiera haber sido venezolano; porque en ningún país, ni del
mundo antiguo ni del moderno ha sido su instrumento tan importante como en
Venezuela. Si por alguna razón fuera preciso cambiarle el nombre, nuestro país
no podría llamarse de otro modo sino Palancolandia, Palanquina o, si queremos
conservar algo del original, Palancuela, porque indudablemente esta es la
auténtica Tierra de la Palanca.
Venezuela se mueve casi exclusivamente fuerzas de palanca. La palanca y
el palanqueo son nuestra razón de ser. No se puede concebir un venezolano que
no tenga o por lo menos no está buscando una palanca, como no se puede concebir
un ave sin alas o un pez que viva fuera del agua. Quien no tenga palanca,
sencillamente, no tiene derecho a la vida. Para todo, absolutamente para
todo es indispensable tener palanca. Se necesita palanca para conseguir cama
88 / A NÍBAL NAZOA

en un hospital o cupo en un liceo, para que nos arreglen el teléfono, para obtener
copias de documentos, para cobrar salarios atrasados, para comprar cauchos,
para que nos inyecten un suero antiofídico, para recuperar el carro que
nos han robado, para sacar la cédula, para entrar, para salir, para subir, para
bajar, en algunos casos hasta para ir al baño. El delincuente culpable de un crimen
mayor puede salir en libertad en menos de un mes si tiene una buena
palanca, mientras el ciudadano honesto que ha cometido una pequeña falta si
no tiene palanca puede podrirse en una cárcel, así como el reo que ha cumplido
su sentencia pero no tiene palanca puede chuparse varios años más. En
materia de empleos, si usted no tiene palanca olvídese. Usted puede ser el científico
más brillante del país, y si no cuenta con su palanca, primero le otorgan
el Premio Nobel que un modesto cambur en la administración pública… y eso
para no hablar de becas, pensiones y otras mesadas que entre nosotros tiene
carácter de dádiva generosa.
En todas partes se conocen tres clases de palanca: la de primer género, la
de segundo género y la de tercer género; en Venezuela las hay de una infinita
cantidad de géneros, desde un simple portero hasta un ministro. La palanca
suprema es, por supuesto, el Presidente de la República, y quien no obtenga lo
deseado mediante el palanqueo presidencial se puede dar por muerto. En estos
días, por cierto, hemos visto entrar en acción la Primera Palanca de la
República: el Presidente Lusinchi, abiertamente, con la sinceridad que lo
caracteriza, ha dado un formidable golpe de palanca que la prensa del pasado
domingo recoge con verdadero júbilo. El beneficiario de este poderoso palancazo
presidencial no es ningún compañero de partido que va a estudiar Historia
de la Dactiloscopia en la Universidad de Yale, ni un copeyano a quien le van a
tapar la boca con el bozal de arepa de un permiso de construcción, ni nada por
el estilo; el palanqueado en esta ocasión es nada menos que el Ávila, el sufrido
cerro guardian de Caracas al cual hasta ahora ninguno de los Presidentes de
la democracia le había «tirado» nada, al menos tan directamente como el doctor
Lusinchi, cuya declaración de que «no va a tolerar que Caracas sea una
industria del rancho» y su anuncio de un gran programa de defensa del Ávila
nos han causado profunda emoción. «El Ávila —ha dicho el Primer
Magistrado— tiene que preservarse para las futuras generaciones».
No hay por qué adelantarse a pensar que al final del mandato de Lusinchi
esta va a resultar otra de las tantas promesas presidenciales que el Ávila y los
avileños estamos acostumbrados a oír. Tampoco es el momento para aclarar
que no son los ranchos los únicos enemigos que tiene el Ávila, enemigos de
Puerta de Caracas / 89

cartón mucho menos poderosos que los de concreto y cabilla que son sus verdaderos
destructores. Lo importante es tener presente que ahora, por primera
vez en veintisiete años de democracia, el Ávila tiene palanca. Nada menos que
palanca de primerísimo género. ¿Qué le van a tirar?
EL MURO
25-04-1985
¿Recuerdan la película «Rugido de ratón»? Pues no se asusten, que no se
la vamos a contar una vez más: La mencionamos únicamente porque deseamos
hacer notar a los lectores el notable parecido entre su argumento y la reciente
hazaña de los vecinos de La Floresta, quienes se han atrevido a desafiar nada
menos que a los Estados Unidos de América, y no en el cine sino en la vida
real. Los florestanos, o como se llamen, han osado enfrentarse al imperio más
poderoso de la historia, a la primera potencia del mundo, en defensa de su
minúsculo territorio que la Gran nación del Norte se dispone a invadir con un
muro según ella indispensable para la protección de su embajada.
El Concejo Municipal del Distrito Sucre, al recibir la solicitud del correspondiente
permiso de construcción, respondió afirmativamente. Lo hizo más
rápido que inmediatamente, firmando así una verdadera capitulación muy típica
de aquellos tiempos en que toda la América Latina era un «buen vecino»
siempre listo para acceder sin chistar al menor deseo del «Hermano Mayor»,
dándole incluso al superpatrón catire más de lo que estaba pidiendo. La construcción
del muro es, pues, un hecho. «Ad malorem yanquibus gloriam». Pero
los habitantes de la pequeña urbanización caraqueña son tercos e impertinentes,
duros e irreductibles como unos condenados sandinistas. Exponiéndose a
las iras de la todopoderosa administración Reagan, se han permitido calificar
de antipatriótica, «inconstitucional e indigna» la decisión de Consucre y han
proclamado abiertamente su intención de continuar en la lucha por el respeto
a la integridad de sus calles. A estas alturas, el Congreso de Washington debe
estar discutiendo la necesidad de aislar militarmente a la Floresta llegando
hasta la propia guerra si es preciso, iniciar maniobras en gran en la frontera con
90 / A NÍBAL NAZOA

Los Palos Grandes y aprobar urgentemente créditos para el otorgamiento de
ayuda encubierta a los contras del Concejo de Petare.
Tan grave es la situación planteada por este nuevo intento de establecer una
cabecera de playa cubano-soviética en el Este de Caracas, que según dijeron
los miembros de la Asociación de Vecinos, el propio Presidente de la República
y algunos de los ministros del gabinete intervinieron para exigir a Consucre la
rápida aprobación del permiso, de manera de evitar cualquier enturbamiento de
las relaciones con la susodicha nación del Norte.
Mientras los vecinos de la Floresta siguen adelante en su empeño de constituirse
en clara amenaza a los intereses vitales de los Estados Unidos, reflexionemos
fríamente sobre el problema planteado: Viendo las cosas con un criterio
realista, no se puede negar a la representación diplomática norteamericana
su derecho a defenderse de eventuales ataques. En este sentido, la verdad es
que no envidiamos a los norteamericanos. En todas partes su embajada en un
foco de peligro tan evidente que la gente no la llama Embajada de los Estados
Unidos sino simplemente la embajada y al nombrarla lo hace con cierto aire
conspirativo, y al pasar junto a ella todo el mundo apura el paso y se cambia
de acera, como quien pasa junto a un perro bravo o una bomba a punto de estallar.
Su bandera es la más quemada del mundo, a tal punto que el Departamento
de Estado debería solicitar la aprobación de una ley internacional en virtud de
la cual todas las banderas norteamericanas deberían ser fabricadas únicamente
con amianto u otra fibra incombustible. Cuando la libertad y la justicia están
por llegar a una nación, el primer indicio cierto de que la hora de la liberación
está muy cerca de la evacuación de los ciudadanos norteamericanos, y la primera
pregunta que se hace cualquier gobernante del mundo cuando piensa
tomar alguna medida progresista y favorable al pueblo no es si habrá presupuesto
para instrumentarla, o si la legislatura tardará mucho en aprobar o si
producirá algún desequilibrio político sino «¿y si a los americanos no les
gusta?». A los primeros síntomas de inquietud social en cualquier país de cualquier
mundo, a donde primero corren las tropas antimotines es a la embajada
norteamericana.
Tienen, pues, razón los norteamericanos de rodear a su embajada de muros y
muritos de la altura que lo deseen. Tienen razón y, repetimos, no los envidiamos.
Puerta de Caracas / 91

GARDEL EN CAÑO AMARILLO
27-06-1985
Con motivo del cincuentenario de la muerte de Carlos Gardel, la esquina
de Caño Amarillo se convirtió por un día en el corazón de Caracas; no en el
sentido geográfico, claro, sino en el sentimental. Allí, al pie del muy discutible
monumento el Zorzal Criollo, como si no hubiera pasado nada, como si no
fuera lunes 24 de junio sino jueves 25 de abril, los caraqueños se reunieron para
recibirlo y tributarle el homenaje que se merecía como astro máximo del tango
desde el principio y para siempre. Voces temblorosas volvieron a entonar Mi
Noche Triste, Volver, El día que me quieras y muchos ojos se aguaron cuando
la sonrisa de Carlitos apareció en la puerta de la estación, al compás de
aquel mediocre pero venerado Méripégui-Betivúdi de labios en flor.
Caño Amarillo volvió entonces a ser Caño Amarillo y el Metro volvió a ser
aquel viejo ferrocarril de La Guaira con sus abismos de vértigo que hacían tragar
grueso a los escasos turistas que se animaban a subir a Caracas por tren,
como lo hizo el Morocho del Abasto. Los mejores recuerdos de la infancia se
asocian a aquellos lugares que son como las estaciones de un sueño: Curucutí,
Peña de Mora, el Zigzag… Pero sobre todo Caño Amarillo, donde comenzaba
la emocionante travesía hacia aquel mar pedregoso y violento pero limpio.
Caracas, en aquella época, era una ciudad grata a pesar de un «pequeño inconveniente»
llamado Juan Vicente Gómez. Ciudad llena de placitas para corretear
entre los árboles, ciudad sin atracos ni «operativos» y —a propósito de Caño
Amarillo— ciudad bastante bien comunicada por vías férreas: de la estación
que vio llegar a Gardel partían por un lado el simpático y ruidoso tren eléctrico
hacia La Guaira y por el otro los asmáticos convoyes del Gran Ferrocarril
de Venezuela, con sus pintorescas estaciones que parecían casitas de cuentos
de hadas y a través de impresionantes túneles, floridos barrancos se extendía
hasta Valencia, donde el C.V.F. se enganchaba con el de Puerto Cabello. Al otro
lado de la ciudad, en Santa Rosa, estaba la estación de donde arrancaba el «F:C.
Central» para llegar a Santa Teresa del Tuy. Entre uno y otro lado y por toda la
ciudad rodaban los amables tranvías, «morrocoyes» o «trambueyes» y así teníamos
un mundo encantado, un mundo de libro primario entretejido de modestos
caminos de hierro que hacían las delicias de los chiquillos de entonces,
indudablemente más felices que los de ahora, porque quien se conoció el tren
no supo lo que era ser niño de verdad.
92 / A NÍBAL NAZOA

Entonces vinieron la democracia y el «modernismo» y tomaron cartas en
el asunto. Los trenes y los tranvías fueron abolidos y los rieles arrancados para
que no quedara ni el recuerdo, porque era necesario asegurar para siempre el
imperio de la gandola, eliminar cualquier posibilidad de desarrollo ferroviaro
para que no se pusieran bravos los fabricantes de automóviles. Se dijo que las
vías férreas debían ser eliminadas porque eran »obsoletas y periclitadas». Lo
que no se dijo nunca fue que los ferrocarriles, además de ser bellos, son antagonistas
de la dominación colonial y neocolonial y por lo tanto conviene hacerlos
desaparecer para que Venezuela siga perteneciendo al »área del dollar».
Esa es la historia. Los trenes y los tranvías fueron sacrificados al dioscamión.
Pero lo bailado no nos lo pueden quitar: por muchos esfuerzos que
hagan los vendedores de automóviles, el pueblo jamás olvidará que su ídolo,
su mayor cantor, no se rindió. Carlos Gardel no llegó en carro, sino en tren.
SILENCIO EN EL DÍA
22-08-1985
Por Puente Nuevo, por el Boulevard Penichez, por La Amargura —que se
conectaba con el siniestro recoveco de El Caraco— los portales advertían a
borrachos y parranderos desprevenidos: «Ojo Pelao-Casa de Familia». Más
arriba, ya en el cenizo, Calle Guinán o Guinand, hasta Paguita y el equívoco
callejón de Los Sauces, el mismo letrero: «Ojo Pelao-Casa de Familia». Unica
defensa de los «pobres pero honrados» contra la desgracia de vivir obligados
por la necesidad del purulento círculo de horror de El Silencio en sus buenos
tiempos no podrán evitar al recordarlo un barquinazo del estómago y un aflojamiento
de canillas, porque ese sí que es un recuerdo como para enfriarle el
alma a un cochino graduado summa cum laude en las cochineras más bravas
de Venezuela. El Silencio, según lo recordamos, era el barrio de prostitución
más infecto del mundo. Situado en pleno corazón de Caracas y a los propios
pies del Palacio de Miraflores, él fue el mejor retrato de la Venezuela gomecista
que vendió la dignidad de la patria por unos cuantos dólares hediondos,
así con «J» como se lo merece hasta la última generación de los gomeros. El
respeto a la náusea ajena nos impide cualquier descripción de sus colores, sus
olores, sus personajes, las voces impublicables que de él se levantaban: para
Puerta de Caracas / 93

decirlo en la forma más suave y benévola en que lo pueda decir un revolucionario,
El Silencio era el excremento del capitalismo. Eso era El Silencio. Un
día se apareció por ahí, con un pico en la mano, el ciudadano Presidente de la
República. Se trataba de un señor gordo, calvo, manso, bonachón, que en su
único gesto verdaderamente enérgico asestó el primer piquetazo a una pared
del barrio maldito. Tiempo después, el 25 de agosto de 1945, la asombrada
Caracas asistía a la inauguración de la Reurbanización de El Silencio.
El Silencio es, sin lugar a dudas, la obra maestra del gran arquitecto Carlos
Raúl Villanueva. Hoy, a cuarenta años de su inauguración, sigue siendo la mejor
expresión del urbanismo venezolano, bien distinto de eso que nos vende la picaresca
arquitectónica de ahora. Como adivinando lo que vembona en Puerto Rico
y soñaba para Caracas la grandeza de Tulsa Oklajóma, Villanueva ideó un modelo
urbanístico no reñido con la vida moderna pero tampoco divorciado de las
bondades del pasado colonial. En otras palabras, el bloque de concreto muy siglo
veinte pero con patio interior para descansar y corredor exterior para no mojarse
ni asolearse.
En vista de lo cual la democracia representativa, llaneraza y empirestática, decidió
tomar cartas en el asunto: menos de dos meses, después de la inauguración, el
18 de octubre, el Presidente Medina recibió el premio por su notable obra: la
Gloriosa Revolución de Octubre puso fin a su mandato y el único reconocimiento
que se hizo a El Silencio fue el de llamar «Bloque Ocho» a la mansión presidencial,
supuesto producto del peculado más modesto que la residencia del Secretario
de Actas del Partido en el Municipio chigüirito del distrito Porái de cualquier estado.
«descorrido el cortinaje del pasado bochornoso», El Silencio pasó a ser el
hábitat favorito y exclusivo de los próceres de la Segunda Independencia y para
conseguir un apartamento en la obra cumbre de la tiranía medinista era preciso presentar
por lo menos una concha de bala de la Gloriosa y una recomendación de
Gonzalo. Acción Democrática nunca ha podido ofrecer una explicación más o
menos convincente de su alianza con Pérez Jiménez para derrocar a Medina; a uno
se le ocurre que los compañeros de Partido dieron el golpe precisamente para «acomodarse»
en El Silencio, cuya Plaza O’Leary se convirtió —¡Oh, ironías del destino!—
en principal tribuna para los mítines donde los líderes adecos bramaban
denuestos contra los tumbaítos.
Han pasado cuarenta años y El Silencio sigue siendo el mejor ejemplo latinoamericano
de humanismo urbanístico si se puede decir así. El gran monumento
al Presidente Medina no es, por cierto, El Silencio sino el silencio en
94 / A NÍBAL NAZOA

torno al cuadragésimo aniversario de El Silencio. Porque El Silencio es inocultable
y, como no lo pueden dinamitar, pues se lo tienen que calar.
¡Salud General Medina!
MODERACIÓN ANTE TODO
19-12-1985
Diciembre, con su carga de dulzores, su atmósfera limpia y alegre entrecruzada
de aromas deliciosos e ingenuas melodías, sus poéticos colores y sus
llamados a la paz y la fraternidad en la voz susurrante de «Pacheco», es el mes
más bello del año. Eso nadie lo discute.
¿Nadie? Perdón, pero parece que si alguien que no sólo lo discute sino que
dedica sus mejores esfuerzos de aguafiestas a tiempo completo a convencernos
de que las cosas suceden en una forma totalmente contraria a nuestro pensamiento
navideño. Ese alguien, como ya lo habrá adivinado más de un lector, no
es otro que el médico. Mientras el común de los mortales deja que la alegría de
la Navidad se apodere de sus espíritus, el doctor está ahí, semicamuflado por la
blancura de su bata tras la falsa nieve del arbolito o entre las falsas peñas del nacimiento,
listo para amargarnos la temporada a la primera oportunidad que se le
presente. ¿Se relame usted de gusto pensando en la delicia que es el primer bocado
de la humeante hallaca preparada con tanto amor por su mamá? Pues ahí está
el doctor, estetoscopio en mano, para recordarle con voz especialmente cavernosa
que una hallaca es literalmente un bojote de colesterol que no está relleno de
sabroso cochino, aromáticas aceitunas y ricas hilachas de gallina sino con infartos
de miocardio, hipertensión arterial, ateroesclerosis y cien cosas más de nombres
horripilantes. Mientras saborea el fino cristal de una tajada de dulce de
lechoza, por ahí se acerca el doctor que viene a decirle: «no te olvides de que el
azúcar es un veneno, síguete hartando de dulce y ya nos veremos cuando la obesidad
te aplaste en un camastro y la diabetes melitus te está latiendo en la cueva».
Cada vez que vaya a levantar su copa para brindar por la felicidad de los amigos
o por lo que sea, vea disimuladamente hacia atrás, y con toda seguridad ahí
estará el doctor advirtiéndole en el severo lenguaje de su mirada implacable:
Puerta de Caracas / 95

«¿cuántos tragos te has echado hoy? Por si lo has olvidado, una vez más me permito
recordarte que la caña es el camino más directo hacia la cirrosis hepática, la
pancreatitis, la meningitis serosa, el delirio de Korsakoff y la moridera de
Straveinsky, y eso si esta misma noche no sales por ahí rascado y en un traspies
de esos te caes y te fracturas la base del cráneo». Cuando empuñe el cuchillo
para servirse una rodaja de pan de jamón, hágalo rápidamente, antes de que
aparezca el médico y le pare el trote con una impresionante conferencia acerca
de lo peligrosa para todo el organismo que resulta esa combinación de carbohidratos
y grasas saturadas, sin olvidar que también el sodio que contiene la
sal del jamón lo puede volver una verdadera ruina cardiovascular.
Todas estas reflexiones son el producto de la lectura de una información,
breve pero sustanciosa, publicada por este mismo diario y cuyo título, nada
más el título, es más que suficiente para quebrarle el espíritu navideño al mismísimo
Niño Jesús:
«Advierte el doctor Iván Soltero
Diciembre: más peligroso para la salud del corazón».
Una advertencia que no podemos dejar de tener en cuenta, porque bien
sabemos que, por siniestra que sea, tampoco se puede negar que el doctor la
formula con la mejor de la intenciones, a saber, la de proteger nuestra salud de
nuestra propia imprudencia. Pero una advertencia, también, a nuestro modo de
ver más o menos innecesaria, porque con los precios que hoy tienen manjares
y bebidas, y con el nivel de desempleo que ha alcanzado el país, el riesgo de
muerte y aún el de enfermedad por excesos en la mesa navideña es no digamos
ni siquiera mínimo, es insignificante, casi nulo.
El doctor Soltero, entonces, puede dejar de lado su preocupación por la salud
de los pacientes y disfrutar tranquilo su cena de Navidad… ¡Salud, doctor!
RECORDANDO EL AYER
16-01-1986
El observatorio fue uno de los barrios de mi infancia. Vivíamos, recuerdo
muy bien, de «Acequia a Observatorio letra Ch»; o más bien «marca Ch»,
como decía, jamás llegamos a saber por qué, el casero. Nuestra vivienda era un
96 / A NÍBAL NAZOA

ancho que, comparado con los de ahora, vendría a ser algo así como el castillo
normando del señor Pérez Dupuy: paredes de adobe, techo de zinc (no de
cartón ni de latas), piso —al menos en parte— de cemento. No tenía agua, pero
la «pila» quedaba a sólo tres cuadras. Tampoco tenía luz eléctrica, pero entonces
se fabricaban buenas lámparas y el carburo era muy barato. Ahora se acabó
el carburo, claro.
Aquella vida podía ser todo lo marginal que ustedes quieran, pero tenía
compensaciones que no tiene la actual. Por aquella época El Observatorio era
casi el campo. Desde la cumbre del cerro hasta abajo, es decir lo que ahora es
el barrio Los Eucaliptos, y por todo el lomo hasta Catia eran bosques (de ahí
el nombre de barrio) alternados con chiribitales de cariaquito y cují; todo propiedad,
creo, del Gran Ferrocarril de Venezuela y del Acueducto de Caracas.
Los chicos contábamos con diversiones diurna como jugar a los indios y
vaqueros o cazar lagartijos en los extensos matorrales o saludar el penacho de
humo del tren y nocturnas como sentarnos en el borde del barranco a ver los
juegos de luces del Coney Island de la avenida San Martín: vértigo blanco de
la Montaña Rusa, bailoteo multicolor de los caballitos (cuya música de Órgano
subía como un vaho amable hasta nuestros rostros), a veces gratis aunque
un poco lejos y a caballo regalado ya tú sabes, vuelos poéticos de trapecistas o
el salto escalofriante del Motociclista Suicida. Para ir a la escuela había que
bajar todo el cerro, arriesgar el pellejo propiamente dicho entre los alambres de
púas de la estación de Palo Grande —toda eucaliptos, acacias, gallitos y palo
maría— recorrer mas de media Avenida San Martín. Era largo el camino y de
allá para acá, además, en subida. Pero un paseo que ofrecía fragantes aventuras,
arbóreas entre cantos de chicharras.
Hay mucho más que contar. Otra vez será. Lo cierto es que en medio de
tanta pobreza, la vida era comparativamente tan grata que casi olvido decirles
porqué la estoy recordando, si se me permite el contrasentido: aquel
Observatorio de mi infancia viene a la memoria porque en estos primeros días
de 1986 he leído un reportaje de Euro Fuenmayor que nos cuentan como son
las cosas en el Observatorio de hoy. En él Alejandro Almeida, vecino del barrio
y cartero de Ipostel, se queja de los maltratos de la policía que «no nos deja en
paz con sus razzias represivas e indiscriminadas» y la administración pública
que en vez de atender a sus incontables necesidades, se limita a «maquillar» el
barrio frisando y pintando de blanco las paredes de las viviendas que dan hacia
la avenida San Martín, de manera de desde allá se vea «de lo más bonito» aquel
panorama de miseria y horror.
Puerta de Caracas / 97

Volviendo a mi viejo Observatorio, el único episodio francamente desagradable
que me tocó vivir por aquellos días fue el protagonizado por un pobre
hombre; un preso que se escapó de la cárcel de El Obispo y cometió el error
de correr cerro arriba y no cerro abajo. El pobre infeliz yacía en medio del
terreno con un tiro en una pierna, rodeado por media docena de policías. Reviví
la terrible imagen al ver, en este mismo periódico como la foto de un pequeño
delincuente que había perpetrado un arrebatón y estaba ahí caído, acurrucado
contra la acera como aquel acezante prófugo de El Obispo, también rodeado
de agentes del orden público: en total, ocho (8) policías contra un niño. Un niño
que, que en mis tiempos de El Observatorio, podía haber sido yo si por entonces
se hubiera usado el arrebatón que motivos para perpetrarlo no me faltaban.
Ocho (8) policías contra un carajito. Defendida por valientes tan de pelo en
pecho como estos, Caracas puede dormir tranquila. ¡Felicitaciones, mi Coman -
dante!
LA AREPA AL PODER
08-05-1986
Después de la brillante acción de Washington, conocida por la historia
patria como la Batalla del Refinanciamiento, el Gobierno Nacional se ha vuelto
a cubrir de gloria en el corto lapso de mes y pico. No importa si hemos
renunciado a todo lo renunciable y a lo irrenunciable también. No importa si
hemos aceptado sin chistar la jurisdicción de los tribunales norteamericanos
sobre nuestros propios asuntos, la posibilidad de que nos embarguen hasta los
calzoncillos y hasta la firma en español de un compromiso redactado en inglés.
No importa, la identidad está a salvo. Para acallar de una vez por todas la grita
vocinglera de los conspiradores y tumbaítos enemigos de la democracia, este
calumniado y acorralado gobierno del partido del pueblo acaba de cumplir un
acto ejecutivo otra vez, reafirma en forma terminante su inequívoca vocación
patriótica nacionalista.
Se trata, carrizo del Decreto por el cual se obliga a todos los restaurantes,
posadas y comedores en general establecidos en el territorio de la República a
acompañar los condumios que sirvan con las criollísimas arepas y hallaquitas.
98 / A NÍBAL NAZOA

Ahí tienen, pues, la respuesta valiente y venezolanista, firme pero sin alharaca,
a aquéllos que pretenden dar al traste con el Estado de Derecho etcétera, etcétera,
con el falaz argumento de un supuesto desmayo en la defensa de nuestro
perfil de pueblo criollazo mediante una no menos supuesta capitulación ante
interese foráneos.
Hacer obligatorio el consumo de nuestras vernáculas arepas y hallaquitas,
como la ejecución del Himno Nacional, ¿qué más quieren los malsines levantadores
de testimonios? Ningún país, ni de este Hemisferio ni del otro, ha sido
tan audaz en la defensa de lo suyo. La arepa y la hallaquita obligatorias representan
la cumbre de la claridad principista de defensa nacional.
Demás está decir que apoyaremos firmemente y con todo nuestro entusiasmo
la letra del decreto 548. Sin embargo, animados por ese mismo entusiasmo,
nos permitimos sugerir que aquél podría ser complementado por otros similares
dedicados a establecer la obligatoriedad no sólo de la presencia de ciertos alimentos
en las mesas nacionales sino de diversas expresiones propias de nuestro
orgulloso ser venezolano. Así, como por ejemplo, además de las arepas y hallaquitas
podría imponerme a los restaurantes la obligación de servir como postre
el bienmesabe y como refresco el delicioso guarapo fuerte, amén de ornamentar
cada mesa con nuestro clásico ajicero tapado con tusa. Así mismo, si sirven bistec
o chuletas, deberían acompañarlos obligatoriamente con lairén sancochado.
Esto en cuanto a los restaurantes. Por lo que toca a los hoteles y pensiones,
se le debería imponer la obligación de colocar en cada una de sus habitaciones
un chinchorro y una bacinilla. Una orden que se podría hacer extensiva a los
apartamentos en propiedad horizontal sería la de clavar una penca de zábila
detrás de su puerta principal .
Volviendo a los establecimientos donde se expenden alimentos, bien estaría
que por ley las fruterías vendieran frutos criollos como el guacimo, el caujaro,
el semeruco, la cajuba, el jobo, el manirote o catigüire, el huevo’e sapo y
la guama en sus variedades peludas y glabra. Los bares podrían ser obligados
a incluir en su lista de licores bebidas criollas como el berro, la fruta’burro, el
anís de mochilita, el torco y el zamurito. Las cigarrerías, por supuesto, tendrían
necesariamente que ofrecer junto con cigarros y tabacos el popular chimó
«Los Manguitos». En el mismo orden de ideas, los clubes nocturnos deberán
incluir en el repertorio de sus orquestas un número significativo de joropo que
las parejas no podrá, bailar sino única y exclusivamente con alpargatas y maracas
amarradas en los pies.
Puerta de Caracas / 99

Como un gobierno democrático no puede descuidar la salud pública en
función de defensa de la identidad nacional, las farmacias deberían ser obligadas
a expender aguardiente de alacrán, aceite de rayas y otro producto de la farmacopea
criolla. Y las clínicas y hospitales, por su parte, tendrían la obligación
de aplicar tratamientos de genuina raigambre nacional como curar la erisipela
pasándole un sapo y meter debajo de la camisa un periódico empapado con
aceite alcanforado calientico para las apretazones de pecho.
Para concluir, al tenor de otro decreto no se permitirá en los juegos de pelota,
boxeo y demás espectáculos deportivos otro grito de júbilo que no sea el que
cierra esta nota con fervor nacionalista:
¡Urpia, Dolores!
UN KAMBUR NÓRDICO
19-06-1986
El diputado Antonio José Herrera es el coordinador de una Comisión de
Legislación en cuyos hornos se está cocinando una nueva institución que vendrá
a sumarse a las muchas ya creadas por la democracia para velar por la felicidad
de los venezolanos. Se trata de Ombudsman o Defensor del Ciudadano.
Aunque su nombre pudiera sugerirlo, nos apresuramos aclarar que el
Ombudsman no es de ninguna manera una especie de fantasma que camina,
Batman o Tamakún el Vengador Errante, sino una figura de origen escandinavo,
un funcionario que vendría a actuar, según lo explica Antonio José, como
«el representante del (pueblo llano), del hombre común, que se encargará de
que las oficinas del gobierno y en algunos casos de los particulares con sus
deberes como prestadores de servicios públicos».
Herrera pone un ejemplo «Frente a la injusticia de un cobro excesivo en
cualquiera de los servicios públicos (agua, luz, teléfono) no se tendrá que pasar
por el calvario que ahora tienen los usuarios... Ese proceso... se reduciría a un
oficio que enviaría el defensor del ciudadano a esa oficina para que ella respondiera...».
Tal como se manejan las cosas en Venezuela, y dicho sea sin intención de
aguar la fiesta, ya nos parece ver al Ombudsman en acción: frente a la injusticia
de un cobro excesivo, etc., no se tendrá que pasar por ese calvario de las
100 / A NÍBAL NAZOA

oficinas de reclamos sino por el calvario de conseguir audiencia con el
Ombudsman. Nos parece ver a los traficantes vendiendo influencia para que el
Ombudsman les pare a los reclamantes. Nos parece ver el Ombudsman haciéndose
el sueco —Como corresponde a su origen escandinavo— y los cerros de
expedientes acumulados durante años sobre su escritorio y en todos los rincones
de su oficina. Nos parece ver, en el mejor de los casos, a un Ombudsman
diligente y cumplidor de sus obligaciones humillado ante las carcajada de una
administración pública que si no hace caso a las quejas de quince millones de
venezolanos, ¿cómo va a atender a las de un solo Ombudsman?
Todo esto, naturalmente, para no hablar de la forma en que sería designado
el Ombudsman y los manejos políticos en torno a tal designación: en el presente
periodo, por ejemplo, un Ombudsman adeco no daría curso sino a una de
cada cien mil demandas, como la haría un Ombudsman copeyano en el sexto
gobierno del Dr. Caldera. En el caso de que fuese electo, pero como parte de
una plancha al estilo de los concejales, entonces sería cosa de irse preparando
para arrimarle su ñereñere al Ombudsman cada vez que sea preciso utilizar sus
servicios, y hasta casos habrá en que será mejor no permitir ni siquiera que el
Ombudsman se entere del asunto y si se entera despedirlo con un «no me
defiendas, compadre».
No olvidemos, por último, que el Pacto Institucional todavía existe a pesar
del pleito del Congreso y lo más probable es que siga existiendo por que los
dos grandes partidos deben poner de lado las pasiones banderisas y dar su
cuota de sacrificio por la democracia, etcétera. En ese caso, el Ombudsman
sería como tantas figuras decorativas que existen sólo para dar a la administración
«una cierta elegancia escandinava».
O sea, en definitiva, que debemos ser muy cuidadosos a la hora de escoger
el Ombudsman si no queremos que venga a ser en realidad un Embustman.
LA NUEVA CAPERUCITA
31-07-1986
Esta era una vez una niña que se llamaba Caperucita, pero no era precisamente
la Caperucita Roja del famoso cuento de Charles Perrault. Tampoco era
una preciosa catirita de ojos azules y dorados bucles sino más bien una trigueñita
de pelo negrísimo y ojos aguarapados. Ni vivía en una linda aldea francesa
Puerta de Caracas / 101

junto a un bosque poblado de ardillas y ruiseñores a donde los niños van los
domingos a recoger fresas, zarzamoras, hongos comestibles y demás delicateses
propias del Primer Mundo. No: nuestra Caperucita habitaba en medio de la jungla
de cemento, horrorosamente tercermundista y apestosa conocida como ciudad de
Caracas y, últimamente, ella no se llamaba Caperucita Roja sino —observa con
cuidado la diferencia—, Caperucita Rojas, así con S. Este era por cierto, su verdadero
nombre porque a su papá, un tal Temístocles Rojas, le pareció muy gracioso
tener una hija con ese nombre y entonces de acuerdo con la costumbre típicamente
venezolana de ponerles nombres rebuscados a los hijos, le echó la vaina de bautizarla
así.
....Pues bien, un día sucedió.... lo que tenia que suceder: ese día, aprovechando
que Caperucita ya estaba de vacaciones (había pasado para segundo
grado pero no sabía dónde carrizo lo iría a estudiar porque su escuela se la
había llevado una quebrada en el último aguacero), su mamá le mandó a llevarle
a su abuelita (la abuelita de Caperucita, se entiende) unas cachapitas con
queso de mano, unas hallaquitas de chicharrón y un tolete de jalea de mango
de este color, tan pesado que uno se pone a pensar si esa señora no sería una
madre desnaturalizada que le encasquetaba semejante carga a una pobre chamita
tan flaquita a fuerza se comer puros troncohidratos mientras esperaba el
vaso de leche escolar que le habían ofrecido los adecos cuando estaban en kinder,
tal flaquita, pues, que apenas podía sostenerse sobre sus canillas de pajarito.
La señora acomodó los tentadores manjares en una cestica cubierta con un
pañito y se despidió de la nena con un besito y sus últimos consejos:
—Ya sabe, pues: vaya derechito, no se pare a ver vidrieras ni acepte colitas.
Tenga mucho cuidado en las esquinas y fíjese bien ante de cruzar las calles,
pele el ojo al semáforo y pase cuando los choferes estén descuidados; no crea
en la luz roja que usted sabe que esos en lo que ven que un peatón quiera pasar
le pisan la chancleta al carro y después a reclamar al caráfita... y no se olvide
pedirle la bendición a su abuelita.
Como el camino era lardo —Caperucita vivía en la quebrada Caraballo y
la abuelita en los bloques de Pedro Camejo— ella le pidió a su mamá tres bolos
para irse en camioneta, pero su mamá le respondió.
—No señor nada de eso: usted no se me monta sola en una bicha de esas.
Usted se me va a pie y por la sombrita, ¿okey?
Entonces Caperucita, que era una niña muy obediente con un suspiro de
resignación echo a andar, dando brincos y talariando el jingle de la última cuña
pornográfica que había visto diecisiete veces mientras pasaban Rambo.
102 / A NÍBAL NAZOA

No saben ustedes, mis queridos pitoquitos, caracha, que no había caminado
cuadras cuando se le apareció un lobo... Bueno. Ustedes dirán que en
Venezuela no hay lobos, pero ¿qué vamos hacer? Sin lobo no hay cuento...
digamos, pues, que era un lobo que cansado de pasar hambre se había escapado
del zoológico de Caricuao... Entonces viene el lobo y le dice a Caperucita:
—Mira, muchachita ¿tú no quieres jugar conmigo un juego bien bueno? Yo
me voy por aquí y tú te vas por allá...
Pero ella, que ya sabía lo que le había pasado a la caperucita europea, lo
atajo con un expresivo
—¡Mi!
Y echó a correr. Pero apenas doblo la esquina vio que a media cuadra había
una nube de policías pidiendo cédulas pistola en mano. Se devolvió a agarro
por otro lado, pero tuvo que frenar en seco cuando casi se tropezó con un policía
que le dijo con una sonrisa obscena mientras se tanteaba el revolver:
—¿No quieres venir conmigo, mija?
Caperucita se arriesgo a ser aplastada por un autobús para ganar la acera
opuesta, y cuando ya se creía a salvo un policía que conducía una elegante
radiopatrulla se le emparejó y le susurró:
—¿pa’donde vas, preciosa, ¿No quieres una colita?
—¡Mayor carrera que pego Caperucita! En eso vio a dos policías que corrían
detrás de un muchacho, cachimbo en mano; y uno de decía al otro: «tiralo;
que ese tiene antecedentes» y el otro le contestó: «y aquella carajita también».
Esto ya fue demasiado para la pobre Caperucita: salió como alma que lleva
el diablo para donde se había encontrado con el lobo y, en lo que lo vio, se tiro
al suelo y se le abrazo a las patas sollozando:
—¡Por diosito santo, señor lobo! ¡Cómame, pero no me deje en manos de
los pundonorosos cuerpos de seguridad del Estado!
DELICIAS DEL TRANSPORTE
30-10-1986
Hubo una época —ya perdida entre la niebla de los más lejanos recuerdos
juveniles— en que los caraqueños, cuando querían llamar loco a alguien, lo
hacían a través de la expresión «¡Manicomio a locha!». Esta frase, ya por
Puerta de Caracas / 103

entonces un tanto enigmática para los forasteros, hoy resulta absolutamente
incomprensible para las nuevas generaciones, aun para los nacidos y criados en
la capital. Para información de los chamos menores de cincuenta, «Manicomio
a locha» era una forma de indicar a quien suponíase que andaba mal de la azotea
la conveniencia de hospitalizarse informándole sobre lo que costaba el
pasaje del autobús hasta el barrio donde está ubicado el Psiquiátrico y hasta el
hospital mismo. Algo triplemente absurdo en nuestros días, porque en primer
lugar en ningún establecimiento psiquiátrico público venezolano hay cupo
donde lo hay… bueno, es mejor convertirse en loco de carretera; en segundo
lugar, ya no existe absolutamente nada que valga una locha y en tercer lugar,
ultimadamente, ya ni la propia locha existe.
La escalada de los pasajes de autobús comenzó precisamente por los días
de la gloriosa revolución de octubre y desde entonces no se ha detenido. Lo que
sí se ha detenido es el mejoramiento de la calidad del servicio: comparativamente,
aun en los duros años de la Segunda Guerra Mundial, cuando la limitación
de las importaciones nos obligaba a andar en unos autobuses que eran
verdaderos ranchos rodantes amarrados con cabuyas y montados sobre unos
cauchos que daban risa de tan absurdamente remendados hasta con tuercas,
había más respeto por los usuarios y preocupación por el mantenimiento de los
vehículos que hoy día. Hoy, después de haber pasado por el carnaval de la
bonanza petrolera, podemos decir sin exagerar que Caracas es una ciudad totalmente
carente de transporte colectivo, porque no puede recibir el nombre de tal
ese caos maloliente constituido por unos cuantos montones de chatarra pomposamente
denominados autobuses y el enjambre de pequeños infiernos portátiles,
las camionetas que no se sabe si fueron inventadas para torturar a los
que se ven obligados a viajar dentro de ellas o para aterrorizar a los que deben
enfrentárselas, en el gran circo del tráfico capitalino.
El último envión en la escalada de los pasajes ha llevado a los autobuses a
un nivel de dos bolívares con la «esperanza» de que suban aun más en un futuro
cercano. De nada sirvieron las promesas de los concejales de la oposición
(«¡ni un centavo más!») ni las «roscas» del hermano Lucas: los empresarios
dijeron que dos bolívares y dos bolívares son, porque para eso tenemos un
gobierno que no puede ver a un rico pisando a un pobre sin salir corriendo
inmediatamente a ofrecer su ayuda al rico para que el pobre no se les salga de
debajo del zapato ni le gaste demasiado sus suelitas.
Subir a dos bolívares el pasaje de unos armatostes que son una vergüenza,
cuando más bien se debería pagar a los usuarios por subir en ellos, en un abuso
104 / A NÍBAL NAZOA

incalificable que en otras latitudes provocaría las más airadas protestas. Pero
aquí, no. Aquí podemos estar tranquilos, que nadie protestará, nadie osará tocar
con el clásico pétalo de rosa a las venerables carcachas porque los venezolanos
ya hace mucho que abandonamos la fea costumbre de protestar cuando se nos
atropella. Nosotros somos, como bien se sabe, «un pueblo muy sano». Y no sin
razón, por cierto; porque, si a ver vamos ¿para qué va a estar uno protestando,
cuando segurito que la próxima semana se saca el loto, o pega un cuadro de
seis, o le toca el gordo de la que más da felicidad y podrá comprarse su carro
último modelo, y hasta otro más para el día de parada?
¡No hombre, si este país es tan democrática y representativamente feliz, que
al que venga a proponer marchas de protesta y cosas por el estilo contra el alza
de los pasajes, lo que hay que decirle es precisamente ¡Manicomio a locha!
PARÁBOLA BASÚRICA
15-02-1987
1987 encuentra en Caracas extrañamente florecida: aquí y allá, bajo el cielo
plomizo de un enero de nórdica tristeza, unas raras y enormes flores de hierro
elevan sus corolas desde los techos de la ciudad. No sabemos cuál será el nombre
de esta ostentosa especie nueva en nuestro ambiente, pero bien merece llamarse
Mayameria Imperialis o algo así, porque ella es la flor emblemática del
invencible mayamerismo venezolano que, lejos de haberse resignado al silencio
que nos impuso el Viernes Negro, ahora proclama su opulencia y algarabía
de pericos parabólicos. Creían que nos habíamos quedado limpios? —gritan
los ricos de esta tierra de gracia— pues ¡nada de eso, ahora es cuando hay real
aquí! Y para demostrarlo ya no se molestan en ir al norte a bebearse ante las
maravillas de Reagalandia sino que se traen la maravillas para acá para disfrutar
del babeamiento a domicilio. La antena parabólica ha realizado el milagro:
la montaña viene a Mahoma porque para eso Mahoma tiene con qué.
Una antena parabólica cuesta, según tenemos entendido, más de medio
millón de bolívares. Es cierto que quien adorna su techo con uno de esos artefactos
logra matar la envidia a muchos más miserables que los que hubiera
soñado uno de aquellos ricos de la remota antigüedad gomera, cuando se lanzaban
al techo las tripas de gallina para que los muertos de hambre supieran
Puerta de Caracas / 105

que en esa casa se comía fino. Cierto que al instalar la poncherota mágica el
rico venezolano colma su ideal de hacer de su residencia un pequeño Estado
Libre Asociado (¿verdad que está so ado?) y que es mucho cuanto recibir la
Palabra Divina en vivo y directo y antes que el resto de los mortales. Pero, aparte
estas innegables ventajas ¿qué más se gana a través de tan cuantiosa inversión
señores paraboleros, sentimos mucho desilusionarlos pero no creemos que
sea mucho: total, lo que van a recibir sintonizando directamente los canales de
la televisión norteamericana es exactamente lo mismo y tan enlatado como lo
ofrecen nuestros canales locales ¿O es que ustedes creen que la dosis de crimen,
estupidez, violencia, pornografía y fascismo recibida vía satélite es
«mejor» que la comprada en la taguara importadora local porque viene más
«fresca»?
Sinceramente, no hay por qué sentir demasiada envidia de los poseedores
de antenas parabólicas. Ellos y nosotros, los no privilegiados, comemos la
misma clase de basura. Que ellos la coman en ponchera parabólica y nosotros
en batea ordinaria, eso es lo de menos. Últimamente, por fin les ganamos una
porque nosotros nos empatucamos de lo mismo, pero mucho más barato. No
hay necesidad de gastar tanto para obtener el mismo resultado, las antenas
parabólicas no son sino un nuevo adorno para la Caracas «tábarata», que todavía
existe aunque haya cambiado de estilo.
Para quienes no tenemos con qué comprarlas, esas inmensas estructuras
figuran como manos que se elevan hacia el cielo implorando el perdón de la
deuda externa que todos debemos pagar para que sus propietarios puedan
seguir gozando. En compensación, los del perraje disfrutamos desde hace bastante
tiempo de unas antenas muchísimo mejores, diseñadas especialmente
para captar los discursos presidenciales: las antenas antiparabólicas.
TRISTEZA JUBILOSA
04-06-1987
En cierta ocasión, el reportero que me entrevistaba para no recuerdo cuál
periódico me preguntó si mi infancia había sido feliz. Sin titubear respondí que
sí, y que sí, volvería a responder si se me repitiera la pregunta. Sí, porque si
106 / A NÍBAL NAZOA

ien fue una infancia de niño pobre, casi lo que hoy se llama marginal y transcurrió
entre la dictadura de Juan Vicente Gómez y la ñapa ejercida por su heredero
López Contreras, la viví en una Caracas mas grata, más humana, más
«vivible» como se dice en el mazacotudo lenguaje de la sociología balurda.
Una Caracas con plazas para jugar, con cerros limpios para volar papagayos,
con una puya de alto poder adquisitivo, con Tío Nicolás y sin constante amenaza
de muerte. De tal ciudad, tal infancia. En aquella ocasión, por cierto, al
responder a la pregunta omití inexplicablemente lo más importante: la mía fue
una infancia con tren. El tren es el juguete más grande que ha inventado el
hombre. No el tren eléctrico del niño rico, sino el tren de verdad que pertenece
a todos los niños. El tren de salir a ver vacas —la vaca es un animal inventado
para ser visto desde el tren—, pastos, bosques, cascadas. Una infancia sin
tren es como una piñata sin caramelos. Por eso, porque no tuvieron tren cuando
niños, los venezolanos de hoy son tan duros y cegatos y faltos de imaginación.
Al nacer se les amputó el tren con un bisturí mayamero.
Yo sí tuve tren, pues, y por eso el pasado domingo fue para mí un día de
jubilosa tristeza, si cabe semejante contrasentido. Lo lamento mucho, pero así
es como llamo yo al sentimiento que me embarga cada vez que se me brinda
la oportunidad de recordar mi infancia, mi infancia con tren. Para mí, como
para Carmen Mannarino, mi hábitat infantil era Un mundo de rieles. Para mí,
como para ella «los rieles son mi inevitable recurrencia... Rieles, siempre rieles».
Digo todo esto ese domingo, 31 de mayo, experimenté ese misterioso sentimiento
gracias a la Gerencia de Relaciones Comerciales del Metro de
Caracas, cuya Oficina de Promoción Cultural me invitó a la inauguración de
la obra «Ritual de los Entrañables» de Colette Delozanne en la plaza adyacente
a la estación Caño Amarillo del Metro, en homenaje a Aquiles Nazoa,
«quien —como dice la propia Colette— fue mi amigo entrañable desde los
años sesenta, cuando lo conocí, hasta su muerte el 25 de abril de 1976».
«Ritual de los Entrañables» (Homenaje a Aquiles Nazoa) es una escultura
en bronce compuesta por dos firmas entrelazadas o abrazadas en medio de las
cuales está uno de los símbolos más frecuentes en la obra de Colette: la gruta,
con su sentido de refugio, de lugar misterioso. Árbol, esqueleto de animal
prehistórico, vivienda de otros mundos, de todo esto tiene el aire la estructura
que los niños, desde antes de la inauguración, escogieron como lugar y objeto
de sus juegos para trepar por sus rugosas extremidades y esconderse en sus
oquedades.
Puerta de Caracas / 107

Colette y El Metro no pudieron haber escogido mejor lugar para colocar
este «Ritual de los Entrañables» que la estación de Caño Amarillo, en el mismo
centro de los que fueron los andurriales de Aquiles durante su infancia y primera
juventud. A pocos pasos de allí, en El Cenizo, vivía la abuela que casi se
apropia de él, y por esos lados anduvo él aprendiendo inglés con los turistas.
Porque este Caño Amarillo del Metro es el mismo del Ferrocarril Caracas-La
Guaira, la misma a donde llegó Gardel según recuerda un grupo escultórico
que no es de mi agrado pero de todos modos tiene un gran valor sentimental.
Esos fueron también mis andurriales de la lejana infancia, de mi infancia
que transcurrió a la orilla del ferrocarril. Y al pie de El Calvario, lugar de mis
más hermosas correrías (ganas no me faltaron de subir un momento a dar maní
a los monos y jugar al aviador viendo a los transeúntes desde lo alto del
Viaducto).
Para completar este día de gratísimos recuerdos, no dejé de tener presente
el de Héctor Guillermo Villalobos, mi querido profesor de Castellano y
Literatura, el gran poeta que para mi orgullo y felicidad me enseñó a leer —en
el más noble y verdadero sentido de la palabra — en el liceo que está por allí
cerca, el aguerrido «Fermín Toro», el poeta del «Romance de la Madre
Campesina» de cuya desaparición se acaba de cumplir un año.
Demasiados recuerdos hermosos como para estarse tranquilo. Como decía
el gran poeta humorista colombiano Luis Carlos López «¡Qué diablos, si dan
ganas de llorar!».
Gracias, Colette. Gracias, señores del Metro, que también es un tren.
DE TOPÓNIMOS Y EPÓNIMOS
11-06-1987
Sintiéndolo mucho y «aunque me quede feo el decirlo», no se puede negar
que a la hora de bautizar los venezolanos nos distinguimos por una lamentable
falta de imaginación o, tal vez, por una no menos lamentable flojera mental. La
primera víctima de esta escasez imaginativa es la prole: Por ella, más que por
machismo (o hembrismo) es que a Juan cuando tiene un hijo no se le ocurre
otra cosa que ponerlo «Juan, como su papá», Juancito a su turno bautizará a su
hijo Juan «como su papá y su abuelo» y así tenemos en Venezuela familias
108 / A NÍBAL NAZOA

enteras en las cuales se repite el nombre del fundador por generaciones y generaciones.
Si se funda un barrio o un pueblo no cuesta mucho trabajo encontrarle un
nombre: si los fundadores ven por ahí cerca una mata, pues «La Mata» se llamará.
Y si más adelante surge otro barrio o pueblo, con toda seguridad será «La Matica».
Si se recorre una urbanización más o menos montañosa y se observará la fértil imaginación
de quienes pusieron nombre a los edificios: «Residencias La Cumbre»,
«Residencias La Cima», «Residencias La Mon taña», «Residencias El Pico»,
«Residencias El Cerro»... De repente surge un superimaginativo que decide ponerle
a su negocio «Parque Residencial Everest». Una arepera al borde de la carretera
debe llamarse forzosamente «La Gran Parada» ¿cuántos millares de «grandes paradas»
existen a lo largo de las carreteras venezolanas? La flojera mental nos obliga
a tener un país sembrado Buena Vista, San Juanes y Perros Secos. La cantidad de
quintas «Coromoto» es una pesadilla comparable sólo a la de quintas «Mi
Ranchito». Por no hacer un mínimo esfuerzo mental, y no por motivos patrióticos,
abusamos del nombre de Bolívar, llevando el verso de Neruda—todo lleva tu nombre
en nuestra morada Padre— a extremos de locura.
Creemos necesaria esta referencia a nuestra carencia de creatividad en materia
de toponimias y patronímicos a propósito de la reciente creación del Parque
Nacional de la sierra coriana —que saludamos y aplaudimos sin reservas— por
decreto que honra al gobierno del Presidente Lusinchi y a su Ministerio del
Ambiente. Ojalá sea simplemente por esa limitación mental de los bautistas, y no
por alguna otra oscura razón, que se ha dado a ese Parque el nombre de Juan
Crisóstomo Falcón. Bautizo demasiado difícil de explicar si se tiene en cuenta
que ya el Mariscal es epónimo de todo el Estado. Por otra parte, no podemos
comprender por qué se escoge para bautizar un Parque Nacional, fortaleza de la
defensa del ambiente, el nombre de un político maniobrero y comodón cuyo
único aporte al engrandecimiento de la patria fue la componenda de Coche por
la cual la oligarquía se volvió a repartir a Venezuela en arreglo menos que gatopartidista.
En todo caso, decimos, porque lo más apropiado para un Parque
Nacional, o lo que se entiende por tal, es el nombre de un héroe civil, de uno de
tantos hombres de ciencia que han luchado por la conservación de nuestro mal
tratado hábitat. Más correcto, hermoso y coherente con una política de patriotismo
ecológico hubiera sido dar a ese Parque, por ejemplo... mejor dicho, no por
ejemplo, sino porque así debería ser, necesariamente, el nombre de Francisco
Tamayo. Una vez mencionamos a Francisco Tamayo —y hoy lo mencionamos
de nuevo— como el último de los venezolanos a quienes se podía llamar
sabio y humanista sin riesgo de equivocarse. ¿Acaso no lo era?
Puerta de Caracas / 109

No creemos necesario resumir el extenso currículum de Francisco Tamayo,
lo cual sería hasta irrespetuoso porque sería suponer que no lo conoce ampliamente
el mundo científico venezolano. Conocedor como ninguno de la flora y
el ambiente venezolanos, descubridor de nuevas especies, escritor de elevadísimo
estilo y educador de cuyas manos salieron generaciones de los mejores
botánicos del país, poeta y luchador por la felicidad del pueblo, y sobre todo
estudioso y defensor inigualable de la región donde se ubica el Parque, negar a
éste el nombre Francisco Tamayo nos parece por lo menos mezquino.
CONTESTACIÓN PAGADA
16-07-1987
Quería, el pobre, poner un telegrama: Tía Chucha murió mediodía punto
entierro es mañana nueve am punto abrazos Modesto punto.
Le habían dicho, al pobre, que el telégrafo estaba en el Centro Simón
Bolívar, en la mezzanina entre las dos torres. Allá se encaminó Modesto a toda
prisa. Subió los escalones de tres en tres, para encontrarse con un local completamente
pelado, empolvado, cerrado, encadenado. Nada que indicara que
allí hubiera habido alguna vez una oficina postal telegráfica o algo por el estilo.
Cuando bajaba, descorazonado, se encontró con un generoso ciudadano
medio borracho que se había sentado en la escalera, seguramente descansando
para tomar impulso y poder llegar al próximo botiquín:
—Usted ¡hic! busca a Ipostel ¡hic! ¿no?
—Sí, necesito poner un telegrama.
—Bueno, eso ¡hic! eso lo mudaron.
—¿Para dónde?, hágame el favor.
—Gua, ¡hic! para el Bloque Uno... Usted ¡hic! sabe: allá enfrente... ¡hic!
¿Usted no vio el letrero?
Y le mostró, como para demostrar cuán cierto es aquello de que «borracho
y cochino no pierden tino» un pedacito de papel tamaño carta, pegado en un
rincón completamente oscuro y en el cual alguien había garrapateado con un
bolígrafo: «Mudado a El Silencio Uno, frente a Plaza O’Leary».
110 / A NÍBAL NAZOA

¡Pobre Modesto!, más pobrecito que nunca. No sabía él que aquello era lo
mismo que «Mudado a la tierra de nadie» No tardaría, sin embargo, en comprenderlo
cuando llegó a la Plaza O’Leary, si se le puede seguir dando semejante
nombre al caos en que el Metro ha transformado ese otrora hermoso espacio
caraqueño.
«Era de noche y sin embargo llovía». Sí llovía torrencialmente. Modesto,
empapado como un pollo infeliz, logró vadear la calle-río y llegar hasta la
esquina-laguna donde este desembocaba. El paso estaba interrumpido por una
altísima tapia metálica en uno de cuyos extremos, pensaba el muy ingenuo, se
hallaría la salida de aquel laberinto... ¡Pobrecito, otra vez! Pegado a la tapia
como un cucaracha baigonizada, con el agua más arriba de los tobillos, resbalando
en enormes plastas de barro melcochoso, sorteando pedazos de cabilla,
latas, fragmentos de concreto, y montones de granzón, bojotes sospechosos y
uno que otro perro muerto o rata viva, todo en la más desorientada penumbra,
terminó de recorrer la tapia para descubrir que al otro extremo no había salida,
ni siquiera un boquete por dónde colarse como vil alimaña. Regresó al punto
de partida, dio la vuelta al bloque y al fin, sin saber ni cómo, se encontró en la
plaza, pero todavía del lado de acá de la avenida San Martín. Como el semáforo
del lugar había sido eliminado, era cosa de gusto ver a los seres humanos
corriendo y saltando de la manera más grotescamente humillante para poder
alcanzar la acera opuesta cada vez que se descuidaba algún chofer en el torrente
de automóviles, ante la mirada indiferente de tres vigilantes de tránsito que,
cómodamente recostados en sus motos, en animada tertulia seguramente intercambiaban
datos para el Loto y el Cinco y Seis.
Ya tenemos a Modesto más o menos a salvo, en tierra no tan firme pero
manos seca: apenas lo podía creer, pero ya estaba en el verdadero, el propio, el
mismísimo, el mero, el auténtico Bloque Uno. Sólo le restaba caminar otros
treinta o cuarenta metros. Los recorrió con una sonrisa en los labios, el corazón
saltando más de gozo que de cansancio, el telegrama apurruñado en la
mano temblorosa. Al fin, allí estaba la ansiada meta de sus angustias: había llegado
a Ipostel.
Pero el gozo no le duró mucho: Ipostel, sí, estaba ahí; pero estaba cerrado.
Sí, cerrado a piedra y lodo (sobre todo a lodo) porque era sábado, y el pobrecito,
pobrecito, recontrapobrecito Modesto había olvidado que Venezuela es
uno de los, posiblemente, el único país del mundo donde el telégrafo no funciona
los sábados ni los domingos. Nunca llegó a saber, pues, ni siquiera se era
ahí a donde tenía que ir para despachar su telegrama... Total, para cuando él
Puerta de Caracas / 111

descubriera la manera de regresar a casa sin tanto sofoco, la tía Chucha ya estaría
enterrada. Además, se había ahorrado los reales del telegrama, que tal vez
le servirían para pagar la cuota inicial de una reina pepeada.
Por ahí lo vi comentado que eso de cerrar el telégrafo el sábado y el domingo
es muy de Tercer Mundo...¡Hum!... ¿No será más bien del Cuarto?
EL CARRO DE LA HISTORIA
13-08-1987
Nunca pensé yo que un día, así fuera por escasos minutos, iba a gozar de
los odiosos privilegios de la oligarquía gomecista. Pero así fue: el pasado
domingo tuvimos mi mujer y yo la oportunidad de dar un corto paseo en un
automóvil donde no se montaba cualquier bicho de uña: nada más y nada
menos que el Packard de Pérez Soto. Fue en la ocasión de nuestra primera visita
al Museo del Transporte, por gentil invitación de nuestro querido Guillermo
José Schael, Cronista de la Ciudad y, más que Director, ángel guardián de esa
simpática prolongación del parque del Este.
Entre árboles, mientras tomábamos un refrigerio en una réplica de la estación
Palo Grande (demolida por imperativo urbano-mayamerístico del progreso y el
desarrollo), retornamos a la edad dorada, imaginando que viajábamos en el tren
del Gran Ferrocarril de Venezuela, estacionado frente al andén. La ilusión se
completaba con la ayuda de un cassette ingeniosamente seleccionado y llevado
al equipo de sonido por Guillermo José, para deleite de los visitantes de nuestra
generación, que disfrutamos de la música a través de la impecable grabación de
«efectos sonoros»: tren llegando, tren a toda velocidad, tren llegando a la estación,
todo según lo oye el pasajero. Igualito a cuando íbamos a Cagua a visitar a
las tías viejas, y regresábamos, cansados, pero felices (imagínense aquel tronco
de viaje) con tan buenas compras: cambures de a tres por puya, lairén sancochado
de Turmero, mamones de La Villa... Los oídos estremecidos de chicharras, los
ojos ensamanecidos de verdes.
Pero volvamos al carro de Pérez Soto: es bien difícil de comprender esta
sociedad con su extraña carrolatría. La misma sociedad que niega el derecho a
112 / A NÍBAL NAZOA

la vida a quien no tenga carro; después que matas y robas para poderlo comprar
te acuña el día de parada para que no lo puedas sacar. La misma sociedad
que hace del automóvil un dios iracundo, da a su templo el trato más humillante.
Porque el Museo del Transporte, me imagino, debería ser el lugar de
adoración al dios Automóvil, pero de ninguna manera es así. El Museo del
Transporte aloja a la que no dudamos debe ser una de las mejores colecciones
de autos viejos de Latinoamérica. Hay allí un enorme capital invertido en vehículos
cuyo costo y mantenimiento —empezando por el mismísimo carro de
Juan Vicente Gómez— demandan un presupuesto bastante considerable. Un
tesoro como ese necesita para su cuido un personal y un equipo de primera, en
cantidad y calidad. Los cuarenta mil bolívares que se le asignan, que según nos
contó Guillermo José no son ni quincenales ni mensuales sino «cuandoseacuerdales»
—ahorita hace tres meses que no se le pagan— vienen a ser una
verdadera burla no sólo al personal sino al propio dios Automóvil.
Digamos la verdad: para mí nunca ha estado clara —y que me perdone el
Cronista— la necesidad de un Museo del Transporte en un país que no posee
una verdadera industria automovilística. Ni es parte activa en la historia de los
medios de transporte; pero ya que se hizo la inversión y está allí el Museo, pues
no vemos por qué dejarlo en estado de abandono. El Museo del Transporte
sobrevive, sin duda, gracias al cariño y la diligencia de su jefe. Si no fuera por
Schael, desde hace mucho habría desaparecido esta porción tan grata de la
Caracas dominical. En ese Museo, donde no hay ni quien limpie los corotos,
se dan milagros como el de la perfecta conservación del motorhome construido
en la década del 40 por el ilustre médico David Lobo; un armatoste superior
a los importados por los mayameros pre-viernes negro y tan bien cuidado
que en él nos dieron paseo maravilloso.
¿No se merece un trato más justo esa ñapa de parque de Este que bien
podría resolver su domingo a tantos caraqueños? El Museo de Transporte se
merece esa y mucho más: un buen restaurante, un cine donde se exhiban películas
con su retreta y pista de baile. ¡Por favor, si ya se gastaron los reales, no
dejen que se pierdan!
No lo pido ni siquiera en nombre del dios de los cristianos. Lo pido en nombre
del Ser Supremo del Mundo Feliz de Aldous Huzley: en el nombre de Ford.
Puerta de Caracas / 113

MÁS DE LO MISMO
13-08-1987
Cuando yo era chico, nada me divertía tanto como los cuentos de los viejos
que habían conocido la época feliz de los parihueleros. Algunos de ellos hasta
habían ejercido el oficio antes de que este desapareciera, arrollado por la moderna
tribu de los carretilleros. En aquellos tiempos las mudanzas, el acarreo de los
materiales de construcción y hasta el transporte de personas enfermas, se hacía
en parihuelas. Según contaban, Guinand, «Don Timoteo» y otros profesionales
del chiste radial, era cosa de gusto ver cómo una pareja de parihueleros constituía
un equipo cuyo funcionamiento era sencillamente perfecto.
El parihuelero de adelante, según contaban los veteranos, era ojos y oídos
del de atrás, cuya seguridad descansaba, por razones obvías, en su compañero,
un auténtico lazarillo parlante que iba describiendo con admirable exactitud los
accidentes del terreno, a fin de evitar a su colega posterior cualquier traspié que
pudiera ocasionar un catastrófico volcamiento de parihuela: Mientras avanzaba,
el parihuelero guía iba anunciando a voz en cuello: — hueco redondo en el centro…
hueco alargado una cuarta hacia la izquierda, concha de mango a la derecha,
tirando pa´l centro… guarataca grande y dos piedritas pequeñas a la
izquierda, más allaíta tabla con clavo y pocillo viejo… pupú de perro en todo el
centro de la mitad del medio… zanja de medio metro a todo el centro de la
mitad del medio… zanja de miedo metro a todo lo ancho… escalón seguido de
albañal destapado…
Rememorando estas sabrosas historias mientras nos desplazábamos por la
avenida Bolívar, llegamos a la conclusión de que el automovilista caraqueño lo
que necesita es justamente eso: un retorno al tiempo de la parihuela, o, mejor
dicho, de los parihueleros. En otras palabras, para acometer la siempre vista
aventura de manejar por la avenida Bolívar, cada conductor debería contar con
la asistencia de una especie de parihuelero de adelante que le vaya anunciando
los inmensos huecos, poporos, zanjas, costillares, piedregulleros, lomos de
perro y demás irregularidades topográficas que ponen su vida a no valer ni
medio. Esto, por supuesto, cuando se trata de la circulación diurna, porque de
noche la susodicha vía es una boca de lobo disque iluminada por unas lamparitas
amarillas, a manera de tizones o cabos de vela, de lo más elegantes, pero
más apropiadas para una «boite» que para una avenida de tránsito intenso. Y
114 / A NÍBAL NAZOA

eso para no mencionar la misteriosa construcción que ahora se levanta justamente
a la entrada del túnel, sin ninguna clase de señalización, y cuyo único
objeto al parecer no es otro sino el de reducir todos los canales de circulación
a uno solo, con la consiguiente tranca y riesgo de catástrofe.
La avenida Bolívar, desde el primer instante de su ser natural, ha sido uno
de los absurdos más increíbles de esta absurda ciudad y el obstáculo más sólido
que se ha atravesado en el camino de su desarrollo, pues para empezar dividió
para siempre a Caracas en dos países enemigos sin la menor esperanza de
reconciliación. Por si fuera poco, lo que ha significado como estorbo y eje de
todas las locuras de nuestro manicomio urbano, ahora la someten a un diabólico
régimen de destrucción y reconstrucción diaria de pavimento y las defensas,
que no se sabe si de los contratistas de obras o de los empresarios de pompas
fúnebres.
La pregunta entonces, es: ¿por qué insistir en dar a semejante desastre el
nombre de Bolívar? ¿Qué mal nos ha hecho el Padre de la Patria para que le
echemos esa varilla? Los adecos, tan aficionados a cambiar los nombres de
calles e instituciones, bien podrían reinagurar este peligro lecho de río cambiándole
el nombre de Bolívar por el de algún compañero de partido que se lo
merezca. ¿Por qué no rebautizarla, por ejemplo, avenida Manzo González, o
forzando un poquito la barra, avenida Ciliberto?
O, ultimadamente, para decirlo de una vez: ¿por qué no avenida Boves?
TIEMPO DE PROMESAS
23-06-1988
A mí, francamente, me da una pena horrible pensar en lo que será
Venezuela en el próximo período constitucional.
Porque sucede que soy persona modesta, enemigo de la ostentación y
opuesto a la acumulación de bienes en un mundo tan miserable como éste
donde nos ha tocado vivir.
Me avergüenzo de lo mucho que tengo, frente a lo poco o nada que tienen
los demás. Siento, entonces, una gran angustia cuando veo a mi país convertido
en opulento magnate en medio de la miseria y la tristeza de la humanidad
marginal.
Puerta de Caracas / 115

Que es más o menos, lo que será Venezuela de cumplirse las promesas electorales
de Acción Democrática y Copei. Dos grandes partidos históricos que a
la hora de prometer no se andan por las ramas.
Si uno promete arepas de caviar a dos bolívares, el otro promete quintas de
doce habitaciones con cuatro baños, piscina y garaje para cuatro Sierra.
Si uno promete docenas de trajes de lino (la tela que arruga con dignidad), el
otro promete terapias intensivas de lujo para las uñas encajadas de los electores.
Si uno promete becas para estudiar Corte y Costura en la Universidad de
Harvard, el otro promete relojes Rolex desechables.
Si uno promete abrigos de visón y de chinchilla, el otro promete viajes a
Europa para que se puedan usar los abrigos, porque en este calorón ¡imagínese¡
Si uno promete cavas enteras de salmón ahumado, el otro promete bodegas
de vino de las mejores cosechas.
Si uno promete yates con tripulación completa, equipados con radar y su
vajilla Rosenthal, el otro promete haras con caballos árabes.
Si uno promete chalets vacacionales con jacuzzi y circuito cerrado de televisión,
el otro promete plantaciones de peras y manzanas y haciendas de café.
Y así por el estilo. Eso sí, a ninguno de los dos se le ocurre prometer una
biblioteca o una discoteca, ni siquiera un libro o un disquito importado, porque
tampoco es cosa de estar haciendo promesas exageradas, y, además, eso de la
cultura ¡qué va!
Cualquiera de los dos que gane, pues, hará de Venezuela un país asquerosamente
envidiable.
Ahora bien, hablando en serio, da escalofrío ver con qué desparpajo prometen
estos señores salvar y hasta enriquecer al país que ellos mismos arruinaron
moral y materialmente.
Hablando más en serio, aún de las muchas promesas que hemos oído a esos
caballeros en lo que va de campaña electoral, la que más no ha entusiasmado
entre otras cosas porque es perfectamente real y susceptible de ser cumplida es
la que hizo «El Tigre» durante su visita pastoral a la parroquia El Valle. Ojalá
CAP la haga suya: Eduardo prometió que «durante mi gobierno el Metro llegará
a el Valle».
Ojalá. Así, gane «El Tigre» o gane «El Gocho», los caraqueños tendremos
siquiera en qué ir cómodamente a llorar a El Valle.
116 / A NÍBAL NAZOA

SOSPECHOSO
30-06-1988
En aquellos tiempos, pues, de mi feliz infancia con hambre pero sin televisión,
cuando los chamos estábamos obligados a tener imaginación y piernas para
echarle a la vida (una vida sencilla, no una perra vida como la de ahora), dos eran
mis juegos favoritos: uno, aquel guataco por las orejas, extraña combinación de
juego cultural con ejercicio salvaje que exigía un conocimiento detallado de todas
las frutas, tanto criollas como exóticas, y al mismo tiempo mucha fuerza verdaderamente
bruta para dar y recibir cuerazos y tirones de orejas.
El otro, mi verdadero favorito, era el de los clásicos policías y ladrones. Yo,
por cierto, preferiría alinearme siempre en el bando de los ladrones, tal vez por
mi innata ojeriza a la autoridad y mi simpatía por los perseguidos. Como se trataba
de «policía y ladrón librao», la máxima satisfacción la experimentaba
cuando se me ofrecía la oportunidad de «librar» a uno de mis compañeros para
hacer rabiar al carcelero, así fuera a costa de mi propio aherrojamiento.
Resulta más bien ridículo decirlo, pero juegos como esos no están al alcance
de los niños de hoy, pobres pajaritos de apartamento prisioneros de la violencia
televisada y el envenenamiento de la constante cuñamentazón tan vertiginosa que
no se sabe que envenena más, si las cuñas o las porquerías que ellas anuncian. No
están a su alcance por un número de razones demasiado crecido como para mencionarlas
aquí . El guataco, por ejemplo, no se puede jugar hoy día porque a los
actuales precios sólo algunos niños priviligeados de la jai tienen la posibilidad de
observar una que otra fruta por uno dos o tres minutos al año. En cuanto a los policías
y ladrones, basta hojear la prensa diaria para darse cuenta de que si los chicos
de nuestros días se pusieran a jugar a los policías y ladrones caerían en un estado
de confusión de consecuencias impredecibles. En otras palabras, a la hora de delimitar
los bandos no sabrían que decir quién es quién. Si en la «vida real», o sea
adulta, ya se han convertido en espectáculos rutinarios los atracos cometidos por
policías y en más de una ocasión ha habido casas y cuadras enteras que han sido
saqueadas por bandas de ladrones cuyo «campanero» era precisamente el policía
de punto y los supuestos agentes del orden público han caído hasta en el vulgar
arrebatón ¿cómo va un pobre chamito, por muy aguda que sea su tierna inteligencia,
a saber con toda exactitud cuáles serán sus deberes según el bando que
haya escogido, cuando el propio mundo de los papás ya no se sabe dónde termina
el policía y dónde comienza el hampón?
Puerta de Caracas / 117

Las cosas han llegado a tal extremo en el increíble ámbito de la democracia
venezolana, que cuando los empleados de un banco ven a un policía merodeando
por las inmediaciones del negocio, lejos de sentirse protegidos se ponen
«cabezones» y no resisten las ganas de descolgar el teléfono para llamar.... ¿a
quién? Pues quién sabe: a lo mejor, a la cueva de los ladrones. Por el camino que
llevamos, llegará el día en el que el honesto ciudadano a quien un policía se le
acerque demasiado, no tendrá más remedio que gritar solicitando el auxilio de un
atracador que reduzca al uniformado, lo introduzca a empellones en la ladropatrulla.
¿Los venados corriendo detrás de los perros? Tal vez. En todo caso, es
mejor saber cuál policía es policía, para uno saber a qué atenerse.
A propósito, según relata este mismo diario, en la residencia de la ex reina
de belleza donde robaron once milloncejos en joyas, había «un perro negro,
bastante agresivo» que guardó un inexplicable silencio mientras los cascos
actuaban. «Nadie sabe qué pasó esa noche con el animal, observa el periodista,
que se cansó ayer de ladrarle a los reporteros».
¿Cómo? ¿Qué nadie sabe qué pasó»? ¡Agarren ese perro y métanle un interrogatorio
bien apretado, que a lo mejor ese bicho es un perro policía y está en
la movida!
AVISOS ECONÓMICOS
25-08-1988
COMPRO O ALQUILO GALPÓN no menor de 40*25*14 con posibilidades
de ampliación y construcción de sótano o sótanos, fin guardar recibos cantv,
inos, etc. Única manera de sobrevivir en este país, único del mundo, donde «el
pago de los anteriores», pero cantv, inos, etc., tampoco saben cuánto se les debe,
de repente salen al suscriptor con una factura de agosto de 1912 y su lema es
«pague ahora» y «averigüe después» y el suscriptor debe pagar por su desorden,
ineptitud, pereza, subdesarrollo, irresponsabilidad, analfabetismo. Informese en
este mismo diario. Dirigirse a redacción Puerta de Caracas.
URGENTEMENTE SOLICITO ARQUEÓLOGO ESPECIALIZADO, en
localización y reactivación petroglifos, a ver si pueden ayudarme a descifrar el
muñuño de números y letras ilegibles que colocan las empresas pasteurizadoras
en la parte de los cartones de leche y demás productos donde se supone
118 / A NÍBAL NAZOA

debe ir la fecha de vencimiento de los mismos. Informan donde mismo.
EN UNA CAMIONETA PETARE-CARMELITAS SE HA PERDIDO un
sobre conteniendo pápeles sólo interesan a su dueño. Se ruega a quien los
hallare botarlos lo más lejos posible porque el dueño debe viajar todos los días
en esa bicha y si el camionetero los encuentra se puede poner bravo y quién
sabe lo que le puede pasar por haberle ensuciado su camioneta. No informar a
nadie, plis.
SE HA PERDIDO SIERRA 87, AMARILLO pollito, placas DDT007 en
un hueco de la Avenida Morán o Casalta no me acuerdo bien. Favor avisar si
ya llegó al Guaire o si pasó a chivera desmanteladora-matraca. Informa portero,
Caracas.
NO BOTE SU COLCHÓN VIEJO, déjelo a la puerta de su casa y aproveche
abundantes lluvias este año, confíe en esta ciudad sin desagües, la creciente se lo
lleva gratis y le ahorra trabajo. Igual con poncheras, cocinas, sillas desfondadas
y hasta alguna tía vieja que le esté sobrando.
MAGNÍFICA OCASIÓN, VENDO TAXI en buen estado, sólo cincuenta
millones de bolívares de recorrido, aproveche golilla del día de parada sin
transporte colectivo para sacarle otros cincuenta millones mansitos. Informa
señor Liberato, Distribuidor El Pulpo.
POR NO PODERLO ATENDER SU DUEÑO se vende un kilo de lomito.
Aceptase como parte de pago quinta en Prados del Este o apartamento en
Daytona Beach, Fla., ganadera en Barinas o Zulia, resto a convenir, Informa
Carnicería El Pellejo Integral, Sr. Canino.
EN ZONAS CHAGUARAMOS-SANTA MÓNICA se ha extraviado un
perrito salchicha marrón claro, atiende al nombre de chiguí, se ruega a quien
lo encuentre envenenarlo inmediatamente porque ese bicho ha arruinado a tres
amos, se niega a comer perrarina, traga puro bisté de solomo y arroz uno por
ciento granos partidos. Después no diga que no se le advirtió.
ADIÓS, PUES, CARACAS
01-12-1988
Bueno, pues, Caracas; será hasta la próxima. O mejor dicho, hasta el próximo
período constitucional. Con esta última puerta de la era de Lusinchi, si
Puerta de Caracas / 119

a ver vamos, el portero ni siquiera necesita despedirse: ¿para qué decir hasta
luego, si a fin de cuentas no hay ningún luego, sino la misma vaina con distinto
—ni tan distinto— reparto? y, claro, con el mismo portero.
Bueno, pues, Caracas: hasta aquí nos trajo el río lusinchista. Río de aguas
negras, ni menos negras que las del anterior, ni más blancas que las del venidero,
porque eso ya se sabe y se huele, es lo mismo que corre desde hace treinta
democráticos años. La semana que viene me leerás bajo el «nuevo» gobierno.
Salga «gocho» o salga «tigre», «nuevo», con las mismas comillas del tamaño del
montón de almanaques de pasividad que te separan de aquella Caracas arrechísima
del 19 de abril de 1810. Tus huecos serán los mismos, los mismos servicios
públicos manejados por monos locos, tus arcas arqueadas por los mismos vagabundos,
sometidos tus barrios a las mismas redadas, por los mismos malandros
uniformados, tus árboles y tus flores y tu oxígeno vendidos a los mismos negociantes
de las mafias elegantes.
Todo, pues, igual, Caracas. ¿Cómo dices? ¿qué algún estreno habrá? ¡Oh,
sí, por supuesto!: estarás estrenando embustes, trampas, engañifas. Porque no
hemos de olvidar que en Venezuela la campaña electoral comienza al día
siguiente de los libérrimos comicios. Este hueco es del gobierno anterior, pero
nosotros sí lo vamos a tapar. Lo que se han robado, no lo puedo devolver, pero
sí me comprometo a no robar (mucho) yo. Calma, compañero, no se me precipite,
que por ahí le viene su ñereñere. Después del milagro agrícola, yo haré
el milagro apícola: jalea real para todos. No pagaremos la deuda: ¡la cobraremos!
¡Pueblo, alégrate, que la felicidad está próxima, sólo faltan cuatro años y
trescientos sesenta y cuatro días, para las elecciones!
Ya sabes, pues, Caracas: ponte dura y curvera a la hora de votar. Es lo más
que te puedo decir porque, bien claro lo dice la ley, hasta las doce de esta noche
está permitido la propaganda electoral. Yo pensaba darte algunos consejos al
respecto, pero mejor lo dejamos de ese tamaño. Así como se puede convertir
pescadores en guerrilleros, y orificios de entrada, en orificios de salida, mucho
más fácilmente se puede adelantar el reloj para rasparlo a uno por estar haciendo
propaganda electoral durante el toque de queda política. Y si encima uno de
los que tienen —o tenemos— antecedentes, pues mira tú. El amigo Matías
Carrasco, cuya columna aparece los sábados, tenía preparada una, donde
hablaba del respeto a la constitución Nacional, de la necesidad de impedir el
saqueo del Tesoro público, de pedir castigo a los asesinos de El Amparo (y de
todos los que a diario matan y matan a ciudadanos, inocentes o no, en «enfrentamientos»),
de los crímenes ecológicos cometidos precisamente al amparo del
120 / A NÍBAL NAZOA

poder, del hambre del pueblo, como fuente de enriquecimiento de minorías
delincuentes «guapas y apoyadas»... en fin, del castigo de los culpables y la
absolución de los inocentes, y yo le pregunté:
—¿Para cuándo me dijiste que era esa nota?
Bueno para el sábado...
—¿Para el sábado? ¿Tú estás loco?
—¿Tú no sabes que a partir del jueves a las doce de la noche. no se puede?
—Per...
—No te hagas el bobo. Tú sabes perfectamente que eso es propaganda electoral.
Clarito, clarito que estás invitando a la gente a votar contra el gobierno.
Él comprendió.
MISTERIO
06-07-1989
De ida o de vuelta, de noche o de día, en el centro o en la periferia, al circular
a cualquier hora por calles o avenidas del Área Metropolitana siempre
nos tropezamos con el mismo fenómeno: la cola. Tres, cuatro, seis filas de
automóviles ronronean, no como gatos satisfechos, sino como tigres malhumorados.
Los motociclistas, como siempre, tejiendo el sebucán de su audacia
de lado a lado del caos. Los chóferes intercambian miradas donde el odio, la
resignación y otros sentimientos menos definibles se funden al calor de los
radiadores en ebullición. De vez en cuando estalla un histérico clamoreo de
cornetas que se apaga a los pocos segundos, como si el dios-Ford de Aldous
Huxley lo hubiera pasado de un manotazo. Un desesperado salta la isla en loco
intento por devolverse, y lo siguen cinco, diez, doce, hasta formar un amasijo
de frenazos y malas palabras en el centro de la vía. Pasa un vigilante en su
moto, tieso, como hipnotizado por la cháchara-chinga de su equipo de radio.
Al fondo, el ulular de una sirena hace que los chóferes se revuelvan en sus
asientos y se prendan frenéticos a los volantes con la esperanza loca de «colearse»
tras la sirena que grita y grita y no aparece.
Así pasan horas. Nadie sabe qué es lo que pasa: puede ser un choque, puede
ser una manifestación estudiantil, puede ser un incendio, puede ser… De pronto
se advierte cierto movimiento, casi imperceptible al principio, tempestuoso
Puerta de Caracas / 121

a los pocos momentos; algo así como una tímida canción de cuna que se
resuelve en la «Cabalgata de la Walkirias» de Wagner. Si nadie sabía qué era
lo que sucedía, ahora nadie lo sabe ni lo sabrá jamás: son las famosas colas fantasmas
de Caracas. Colas que se forman porque sí y desaparecen porque sí.
Usted, el conductor, viene atento para ver bien dónde estaba el choque o el
arrollamiento o la balacera o el hundimiento del terreno que provocó el desastre,
pero nunca llegará a saber nada. Cien metros más allá de lo más tramado
de la cola, el tráfico fluye ágil y flaco como en un Jueves Santo.
La existencia de esas inexplicables «colas fantasmas» tan características del
tráfico caraqueño, nos ha dado una idea para abrir una nueva fuente de trabajo:
¿por qué el Instituto Nacional de Tránsito no crea un Departamento de
Ciencias Ocultas que se ocupe de averiguar la causa de esas colas? Así daríamos
trabajo a tantos brujos y adivinos que, después de todo, también son venezolanos
y tienen derecho a ganarse la vida. Tal vez disponiendo de un buen
cuerpo de mediums y pitonisas, lleguemos a encontrar la solución a ese mal
crónico de esta ciudad, tan bien dotada en materia de distribuidores y demás
corotos circulatorios. A lo mejor un día descubrimos que las colas son causadas
por un choque entre el Carretón y el Cocho de Isidoro, o porque a algún
dignatario colonial se le accidentó la silla de manos camino del Cabildo, o porque
la Mula Manía se echó y ni el Alma del Tirano Aguirre la puede obligar a
levantarse… ¡Ave María Purísima!
ANTOJITOS CRIOLLOS
09-11-1989
Con un amigo a quien tropezamos en la nave central del automercado,
recordábamos (él es obstetra) aquella remota época en que todavía se usaban
los «antojos» de las mujeres embarazadas. Los padres de familia de las generaciones
anteriores recuerdan con terror los tiempos oscurantistas, cuando la
señora en estado, de repente se despertaba en la alta madrugada e incorporándose
en el lecho jamaqueaba al marido mientras le decía entre pucheros:
—Mi amor, tengo unas ganas locas de comer huevos de iguana con aceite
de linaza.
122 / A NÍBAL NAZOA

Y el pobre hombre tenía que levantarse y salir a recorrer la ciudad, arriesgándose
a todo con tal de conseguir lo que ella pedía, «para que el muchacho
no le naciera con la boca abierta». Para colmo de males, las gestantes de entonces
no se antojaban» de cosas sencillas y fáciles de obtener como una arepa con
diablito o una malta, sino de los más estrafalarios manjares, a tal punto que
llegó a existir una auténtica «gastronomía obstétrica» que exigía desde sesos de
cachicamo fritos en manteca de cacao hasta higos pasos con trementina y
asbesto molido.
La mujer contemporánea no tiene tiempo para «antojos». Hoy día tener
«antojos es algo tan pavoso y subdesarrollado como «marear» en un viaje por
carretera o creer que la leche con mamón es veneno. Sin embargo, todavía quedan
unas dos o tres señoras tradicionalistas que practican esa ridícula costumbre.
Eso decíamos a nuestro amigo y él, apoyándose en su incontestable autoridad
científica, nos respondió que eso era absoluta y totalmente falso, que acusarla
de tener antojos es una vil calumnia y un irrespeto a la dignidad de la
mujer venezolana.
—Yo — sostuvo, abandonando de repente el tono chistoso en que se venía
desarrollando la conversación— te aseguro que los antojos pertenecen al más
remoto pasado, gracias a los adelantos científicos y a la elevación del nivel cultural
que…
—Ahí lo dejamos. Nos despedimos con cualquier pretexto y nos alejamos
pensando que él podrá ser muy científico y muy especialista y muy lo que él
quiera, pero la triste realidad es que los antojos siguen tan vigentes como cuatro
generaciones atrás. Para colmo de tristezas, la situación ahora es peor porque
no se limita a las mujeres embarazadas, ni siquiera a las mujeres a secas.
También nos antojamos los hombres, y de cosas tan raras y costosas como las
caraotas, el arroz, el queso, la carne, los plátanos, la leche.
Así es: comer, simplemente comer es hoy día un mero antojo, al menos
para los que no tenemos «recadis» ni partidas secretas. Quién sabe cuántos
venezolanos de las próximas generaciones van a nacer con la boca abierta.
Puerta de Caracas / 123

¡DALE CANDELA!
01-02-1990
El «bicho» nos pasó al lado, raspando como un ventarrón que casi hizo a
nuestro taxista perder el control del volante, demostrando de paso que si aquél
tenía esos reflejo finos, finos de verdad, a nuestro corazón doblecosido no le
entra ni coquito. No hay palabras para describir la singular destreza con que
aquel demonio del volante pasó entre nosotros y un camión repartidor de
refrescos, se deslizó en dos ruedas junto a una mezcladora de concreto, se
comió media hectárea de rayas y una luz roja, le frenó en la misma parrilla a
un trío de motocicletas, se encaramó en la acera para trancar a un camionetero
tan diestro como él y finalmente se estacionó en el mero medio de la calle con
un propósito desconocido, tal vez tomarse un jugo de caña en el carrito de la
esquina o entregar alguna encomienda. O tal vez simplemente a fin de permitirnos
a nosotros leer el letrero que ostentaba en su parte posterior: Transporte
escolar …como si su color —bastante sucio, pero amarillo al fin— no hubiese
bastado para proclamar su pedagógica condición.
Cosas de nuestra sociedad injusta: ¡qué vergüenza, que un prodigio como
ése anda arrastrándose a bordo de un miserable autobús escolar en vez de estar
poniendo en alto el nombre del deporte venezolano en la Milla de Indianápolis
o en el circuito de La Mans! Lo único que contuvo nuestra indignación fue el
pensar que el camionetero, el refresquero y nuestro mismo taxista tienen iguales
méritos y tampoco ocupan el lugar que les corresponde en las pistas del
automovilismo internacional.
Hablando un poco más en serio, ¿qué clase de demonio posee a los conductores
de «transportes escolares» en Caracas? No es el momento para proponer
investigaciones teológicas, pero lo cierto es que algo grave acontece con
esos profesionales —que a ratos se comportan correctamente y de pronto vuelven
inexplicablemente a las andadas— y más grave aún lo que acontece a los
padres y representantes que a ellos confían las vidas de sus chamos.
Algo —y pronto— deben hacer las autoridades para poner fin a los desmanes
del «transporte escolar». No tanto por las molestias que causan a los demás
usuarios de la vía pública como en resguardo de la seguridad de sus pasajeros.
Después de todo, ellos deben vaciar el frasquito del lugar comunismo para recordar
que se les ha encomendado la carga más preciosa. No nos oponemos a que
124 / A NÍBAL NAZOA

se concedan ciertos privilegios al «T.E», pero que estos lo sean en sentido positivo.
Es decir, para los pasajeros y no para los transportistas.
Se trata, señores, de niños, y no de cochinos.
ATLETAS
22-02-1990
Fíjate cómo se prepara, cómo acumula energía, cómo se coloca en el justo
medio entre tensión y relax. Observa el movimiento respiratorio, acompasado,
ni superficial ni demasiado profundo, parece como si tuviera en cada pulmón
un cronómetro y un manómetro para no desperdiciar una molécula de oxígeno.
Ahora, atención a la posición de los brazos, en perfecto reposo, oscilando
ligeramente en un busca del exacto equilibrio. Y los pies, ¿no es una maravilla
ese estilacho con que se afirman en el suelo, y, sin embargo, cualquiera diría
que no lo tocan? ¡Eso e ballet, compadre! Pero échale ahora un vistazo al conjunto:
¿no es verdad que toda ella semeja una espiga vibrando, mecida por la
brisa?
El profesor de Educación Física estaba sencillamente extasiado. Ya iba a
dar rienda suelta a su inspiración de técnico poeta cuando de pronto:
—¡Atención! Ya está lista para arrancar… toma impulso… se balancea en
su terreno… flexiona las piernas, una, dos, tres. Cuatro, cinco… saca el
pecho… inspira profundamente… cierra los puños y… ¡ahí va, señoras y señores!
¡Qué coordinación, qué agilidad, qué elegancia! Es una gacela, una tigresa,
la Pavlova, todo a la vez. Es… es… ¡Es una viejita tratando de atravesar la
avenida Urdaneta!
Nosotros también presenciamos el espectáculo y quedamos sinceramente
impresionados por la magnífica performance cumplida por esta anciana señora,
cuya edad no bajaba de los sesenta años. Nos admiró sobre todo su capacidad
para asimilar insultos y cornetazos. Más de una vez la dimos por muerta
bajo el torrente de automóviles, pero segundos después la veíamos en mitad de
la calle, jugando gárgaro con los motociclistas y toreando los autos con todo el
temple, dominio y mando del mejor de los Girón.
Este espectáculo escalofriante se repite centenares, miles de veces, diariamente,
en cada esquina de Caracas, la ciudad que no concede al ser humano ni
Puerta de Caracas / 125

siquiera el derecho a que se le llame así, ser humano, porque aquí él no pasa
de ser un bicho molesto conocido peatón. Los semáforos son como unos locos
eléctricos puestos allí para que los chóferes se burlen de ellos. Hay una luz
verde para los carros que vienen por este lado, otra para los que vienen por el
otro y para las personas la Luz Perpetua si no tienen buenas piernas.
Humildemente recordamos a las autoridades del tránsito, una vez más, que
ese bicho despreciable, esa infracucaracha estorbosa que ensucia con su presencia
miserable el camino de Su Majestad el Automóvil, esa alimaña infeliz,
aparte de haber inventado su Majestad el Automóvil, también es contribuyente
y, por si tampoco lo recuerdan, quien les paga sus sueldos.
Escrito a petición de la viejita, quien resultó ser una apreciable amiga nuestra,
cuyo nombre nos reservamos por si las moscas… o por aquello de «raspe
la vieja».
GLORIAS DE BARINAS
08-03-1990
A los venezolanos angustiados por el incontenible deterioro de la nacionalidad,
causado por la corrupción interna y la deuda externa, los «dos ligaditos»
de nuestro derrumbe, les recomiendo una receta infalible, no para consolarse
sino para fortalecerse: leer a José León Tapia. Una de las más vigorosas figuras
de la literatura actual de Venezuela, este distinguido médico y escritor barinés
es un auténtico patriota que, en vez de venirse a la capital a disfrutar de los
altos dividendos que proporciona la próspera industria de la medicina, desde
sus inicios como profesional prefirió volver a su tierra llanera para ponerse al
servicio de «los más necesitados», como se suele llamar al pueblo en el lenguaje
cínico de las clases dominantes. Allá en su Barinas natal, José León se
desempeña como cirujano por partida doble: cirujano de los cuerpos, y de la
sociedad, que él explora con singular maestría como historiador y sociólogo.
Con obras como Por aquí pasó Zamora, Maisanta y El Tigre de Guaitó,
Tapia pone a nuestro alcance aquella parte de la historia venezolana que no
sólo suele encontrarse en los tratados, la historia nada menuda de la acción
cotidiana de los grandes personajes y la gran actuación de los hombres poco
conocidos, porque la historia oficial fue tacaña con ellos, pero a la hora de la
126 / A NÍBAL NAZOA

verdad fueron actores de primera importancia en el tejido de la historia verdadera.
El estilo de Tapia, despojado de rimbombancias y preciosísimos, es tan
claro y vivo que al leer sus obras se siente que no se trata de un simple cronista
o narrador, sino de un protagonista. Y su lenguaje no es otro que el del pueblo
llevado a las cumbres de la mejor literatura. La clave de tanta excelencia y
autenticidad la da el propio José León en la introducción a su Maisanta: «Nos
vamos a veces por los caminos de Barinas a conversar con la vieja gente y allí
hemos encontrado un filón de tradición popular».
Ese es su método y su secreto. Por eso es un historiador incomparable. Al
contar la historia a través de episodios rigurosamente históricos, pero presentados
a manera de anécdotas , tal vez se le podría comparar sólo a los mejores
momentos de Martín Luis Guzmán, de las Memorias de Pancho Villa.
Recientemente, con motivo de la presentación de sus obras editadas por
José Agustín Cátala, como homenaje de la Presidencia de la República al autor,
José León Tapia recibió la Orden del Libertador, una de las pocas condecoraciones
merecidas que hemos visto en los últimos tiempos. En su breve discurso
de agradecimiento el maestro barinés señaló, como siempre lo hace, las
injusticias y las truhanerías que aquejan a la Venezuela de hoy, ante la plana
mayor del gobierno y la crema de la intelectualidad. Como, concluido el acto,
tardará algo en bajar al brindis, alguien preguntó qué pasaría, y yo pensé, así
sin querer, con tanto resabio gomero y tanta corrupción triunfante sobre la justicia,
como hay en este país:
—¡HUMM¡… ¿No será que lo dejaron preso por hablar mal del gobierno?
MENS INSANA
05-08-1990
«Policía mata a mesonera porque sirvió primero a supuesto rival»… «Policía
mata a botiquinero porque se negó a servirle más aguardiente»… «Policía mata a
portugués porque no le quiso prestar un dominó»… «Policía mata…». Los motivos
por los cuales los policías venezolanos matan a sus semejantes con tan extrema
facilidad, se han ido haciendo cada vez más sutiles y refinados. Al principio,
el más socorrido era el motivo higiénico: el gendarme solía ultimar a su mujer
o a un amigo «mientras limpiaba el revólver». Las mujeres y amigos de los
Puerta de Caracas / 127

agentes, entonces, se pusieron mosca y cada vez que veían al tercio con un trapito
y una aceitera tres-en-uno en la mano se colocaban a prudente distancia…
Esto para no hablar de las «viejas rencillas» y la todavía vigente «voz de alto».
Todo esto pertenece al pasado y está entrecomillado porque proviene de
antiguas notas de esta misma columna. Ahora los policías matan y matan y
matan sencillamente porque les da la gana y ninguna autoridad se toma siquiera
la molestia de ofrecer alguna explicación. Nada de «trató de desarmarlo»,
«lo confundió con un hampón», u otra bobería por el estilo: ahora se informa
«muerto en enfrentamiento» y se acabó. Cuando el delito cometido por el policía
no es homicidio sino robo o violación, ni eso. Sería demasiado ridículo
decir que una mujer resultó violada en un encuentro o unos reales desaparecieron
por resistirse a la autoridad. En cuanto al autor del hecho punible (pero
rara vez punido), «pasó detenido a su comando» (o sea a su guarimba) o «fue
puesto a la orden de los tribunales» mientras se olvida el asunto y lo sueltan.
Pero la discusión sigue, porque la gente sigue siendo tonta y testaruda.
Porque es tonta y testaruda, la gente insiste en preguntarse por qué los policías
matan, como si lo hicieran por otra cosa que no fuera simple y llanamente porque
tienen licencia para hacerlo. Y porque somos tontos y testarudos, siempre
terminamos la discusión cayendo en el mismo planteamiento: es necesario
practicarles a los policías exámenes psiquiátricos serios y minuciosos.
Muy bien. Supongamos que logramos constituir una policía cuyos miembros
saquen veinte en el examen psiquiátrico: ¿dónde está el psiquiatra que se
atreva a curucutear los cerebros de los jefes de esos policías modelo? En otras
palabras, ¿quién puede responder por la salud mental del gobierno? Ahí queda
eso y mientras tanto, apreciado lector, ¿no te parece que a quien se debe practicar
cuidadosos y periódicos exámenes psiquiátricos no es a los policías sino
al resto de la población, que todavía se atreve a acercárseles sabiendo como son
ellos?
CALDO EN BOTELLA
19-10-1990
Temblé de pies a cabeza mientras tanteaba en el bolsillo mi veintiúnico
billetico de quinientos cuando, a la salida del teatro, el imprudente Dionisio
pronunció la frase terrorífica:
128 / A NÍBAL NAZOA

—¿Por qué no vamos a comer algo por ahí?
Sabiendo que él siempre tan limpio como yo, le dirigí la mirada más asesina
que tenía a mano, pero él no se dio por aludido. Cuando llegamos al restaurante
hice un nuevo intento, pero ni modo: ya el mesonero nos estaba presentando la
carta:
«Cóctel de mejillones a la panameña.
Ensalada de pulpo miñeira.
Coquilles Saint Jacques.
Suprema de rabipelado a la cocoroteña.
Mouton morcillairse a la mode de Strasbourg.
Costillistas de cochino en salsa madugradora.
Sirloin Steak con repollo neozelandés
Pollo frito en crema agria con caraotas rumanas.
Iguana en coco Dabajuro.
Pescuecitos de morrocoy a la Robespierre.
Arepas tociyanas.
Suero de Guardatinajas».
En materia de bebidas, la casa ofrecía desde whiskies variados hasta los
más exóticos cócteles de ron, y vinos desde los mejores de Francia hasta los de
más oscuras procedencias; brandy venezolano, más apropiado para matar
bachacos que para el consumo humano. Aquello tenía que ser horrorosamente
caro, como para atragantar del susto al mismísimo Rockefeller. En un descuido
de los otros dos comensales (es decir, los invitados), me incliné disimuladamente
hacia él y mascullé en su oído:
—¿Con qué vamos a pagar esto, burro?
Pero él sonriente, contramasculló en él mío:
—Tranquilo, no te preocupes.
No había, en realidad, por qué preocuparse. Me di cuenta cuando empezamos
a formular el pedido propiamente dicho, después de haber ordenado los
palos de ley. El primer convidado pidió coquilles y después del garcon casi me
hizo cosquillas:
—No hay.
Tampoco había suprema de rabipelado, ni iguana en coco, ni nada. De
bebidas sí habían bastantes: por lo menos diez marcas de whisky, ocho de ron
y gran variedad de lavagallos y garrapaticidas transnacionales.
Puerta de Caracas / 129

—Pero bueno inqurí, haciéndome el bravo pero contentísimo por dentro
¿qué es lo que hay, entonces?
Lo único que había era pabellón (a doscientos bolívares) y eso pedimos:
cuatro pabellones, y todos (sobre todo yo) contentos.
Este panorama de desolación gastronómica se repite en decenas, centenares
de establecimientos por toda la ciudad. Como no existe una ordenanza que
obligue a los restaurantes a servir por lo menos un porcentaje de los platos que
ofrecen, tenemos derecho a sospechar que el rótulo de restaurante no es sino
un truco para obtener la licencia de licores. ¿Por qué, entonces, el alcalde
Fermín no se dedica a investigar los botiquines disfrazados en vez de perder su
precioso tiempo recorriendo los que abierta y honestamente se anuncian como
bares?
Un pasapalito de sinceridad, por favor.
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ANTONIO
16-02-1991
Hace poco un antiguo compañero de estudios, hoy gran abogado y próspero
empresario, me invitó a almorzar en un lujoso restaurante del Este. Por el
camino me advirtió que había otros dos invitados, pero no me explicó que estos
eran nada menos que dos sindicalistas. No se trataba, por cierto, de miembros
del propio cogollo de la clase obrera, sino más bien de unos dirigentes medios
(por no decir mediopelo), no tanto como gente del montón, pero tampoco de
los de allá arribota. De todos modos le agradecí a mi amigo la oportunidad que
me ofrecía de alternar con tan encumbrado estamento social.
Me preparé, pues, para entablar conversación y recibir información de primera
mano acerca del estado actual de las luchas del proletariado venezolano
a través de dos de sus genuinos representantes, tan modestos que cada uno de
ellos se hacía acompañar apenas por el chofer y un solo guardaespaldas... Pues
bien, para no hacerles demasiado largo el cuento, les diré que en toda la tarde
no me atreví a abrir la boca —como no fuera para comer— y me limité a escuchar,
verdaderamente mareado ante el dominio del lenguaje financiero que
exhibían aquellos abnegados mártires. Para mí hablaban en chino, tal vez en
tibetano; de toda la charla sólo entendí que se trataba de decenas de millones,
130 / A NÍBAL NAZOA

centenares de millones de bolívares, de dólares, de marcos, de yenes. Era algo
tan árido y enrevesado que casi me arrepentí de haber aceptado la invitación.
Afortunadamente mi sacrificio fue premiado con el exquisito menú cetevista,
que incluía exquisiteces tales como langosta thermidor, escargote de
Bourcogme y ensalada endives con frutas, todo profusamente regado con vinos
del Rhin y del Mosela.
Acabo de recordar el episodio ahora, leyendo las declaraciones de Antonio
Ríos (28-01-91), a propósito del lío del Banco de los Trabajadores y los apartamentos
del Florida Cristal. En fulgurante cambio de look pasa Antoñito el
Cambiario de rapazuelo miserable que anda comiendo mango por las barriadas
de Caracas (cuando puede tumbar alguno) a magnate que proclama desafiante:
«Yo sí como en restaurantes de lujo porque soy una persona importante».
Por supuesto que es una persona importante, ¿quién ha dicho lo contrario?
Ya en los lejanos días de su ingreso en el movimiento sindical se vio claro que
él —carpintero, al fin— tenía madera de persona importante. En un país y un
mundo de oportunidades maravillosas como éste, donde un boxeador de un
solo carajazo se puede ganar lo que un profesor universitario no puede soñar
ganarse en toda su carrera docente; donde un nalgatorio bien meneado ante las
cámaras de la televisión produce más dinero y renombre que diez años de
investigación científica, y son los jueces quienes bajan la frente ante los ladrones,
¿no va ser persona importante un sindicalista que figura en un rollo de centenares
de millones de bolívares y con un sueldo de diez mil (más la ayudita de
los cien mil del Congreso), tiene apartamento de lujo, casa de veraneo y los
hijos estudiando en los Estados Unidos?
Mucho más que una persona importante: ¡casi una Divina Persona!
COMPLACIENDO PETICIONES
14-03-1991
«Y para nosotros, ni una sonrisa...», fue el comentario de un grupo de vecinos
de la urbanización Prados del Este ante el anuncio hecho por el presidente
de Cametro, de la próxima llegada del metrobús a La Trinidad. Prados del
Este, aparte de ser una de las zonas más congestionadas de esta preciosa ciudad
construida al ritmo del cuánto hay pa’eso y con un tránsito dirigido al
Puerta de Caracas / 131

inventor de los carritos chocones, cuenta con un «servicio» de transporte colectivo
que es la más convincente demostración de la infinita mansedumbre de
este pueblo, si los usuarios se decidieran a protestar por los atropellos que
sufren en esa ruta de camionetas, su calendario constaría de 365 veintisiete de
febrero al año.
Mas este problema —que denunciamos a petición de las víctimas, no es
exclusivo de Prados del Este. Cada vez que se plantea en reuniones familiares
o de amigos la tortura de la carencia de transporte colectivo en las zonas residenciales,
siempre algún tarado que argumenta: «bueno, pero es que ahí todo
el mundo tiene carro», sin caer en cuenta de que su «todo el mundo» son solamente
los afortunados propietarios de las residencias. Dentro de las urbanizaciones
de Caracas, tanto las auténticamente chic como las de mediopelo, se
mueve una multitud de trabajadores —criados, jardineros, cobradores y hasta
chóferes— que también son personas y necesitan medios de transporte, sin
contar los miles de ciudadanos que por una razón deben transitar por esas áreas
ocasional o periódicamente. Son los olvidados de los dioses del Olimpo municipal.
Para ellos no hay autobuses, sus vidas se arrastran cerro arriba y cerro
abajo «apáticamente», porque la ciudad poco le importa cuán cerca del infarto
estén los corazones proletarios o cuánto aire falta en los pulmones de la cachifa
cuando por fin llega al tope de la «lomita soñada» donde está su lugar de trabajo,
una quinta de lo más cuchi que por ironía se llama «Mi respiro» (el respiro
de la señora, claro, no el de la cachifa). La ciudad vende carros y el que
no tenga que vea cómo se las arregla. En todas las grandes ciudades —por lo
menos en las del primer mundo y en algunas del tercero— el transporte colectivo
es un servicio que se presta a la población sin distingos de ninguna clase.
En Caracas, el que necesita un colectivo es porque no tiene carro, el que no
tiene carro es porque no ha triunfado en la vida y el que no ha triunfado en la
vida debe pagar su culpa caminando. Hasta hemos oído decir a una dama
«urbanizada» que ella estaba dispuesta a oponerse con todas sus fuerzas al establecimiento
de un servicio de autobuses en sus dominios porque «eso afea la
urbanización».
Como le digo lo uno le digo lo otro: si nos olvidamos del metrobús, hasta
cierto punto tiene razón la doña. Porque si a las urbanizaciones las van a dotar
con autobuses como los que circulan repartiendo humo y asco por el casco de
la ciudad, mejor déjenlo así. Al fin y al cabo, uno no desea que la gente se
muera de la rabia ni de la infección.
132 / A NÍBAL NAZOA

EL ÚLTIMO SUSTO
25-09-1991
A riesgo de volverme fastidioso y de ganarme el título de «gran chef del refrito»
o algo por el estilo, voy a insistir una vez más en el tema del terror dominical
en la televisión venezolana. No se aterroricen: prometo que será la última, al
menos mientras esté vivo, pues no les garantizo que después de muerto no vaya
yo a sentir la tentación de salir por ahí a jalarles la cobija a los lectores con alguna
nota de ultratumba porque no crean, hasta uno mismo se contamina con ese
aguacerito blanco y esa dieta de diablito en las tres comidas.
A todo lo largo de la semana se dedican los canales del miedo a amenazarnos
con la espantosa programación que nos espera el domingo. Las cuñas
de la programación son a veces más horripilantes y siempre más escandalosas
que las culebras mismas:
—«Este domingo usted sencillamente se chorreará los calzones de sólo
prender el televisor cuando este canal empiece a transmitir «Cómete ese muerto»,
la más espantosa y babeante superproducción en los anales del cine de
horror!»
—«¿Usted se cree muy macho, no? Pues a ver si se atreve a ver este domingo
El ánima putrefacta... No la vez, huélala y después hablamos».
—«Puede el demonio salir despavorido al ver el bicho en que se transforma
una niñita mientras toca «Para Elisa» en las costillas de un esqueleto a
medio desenterrar?».
Todos los domingos, puntualmente, estalla entre los canales de la televisión
una guerra a muerte propiamente dicha, en la cual cada uno se esfuerza por presentar
los monstruos más horribles y asquerosos, las escenas más inmundas de
vampirismo y culto al demonio, las creaciones más nauseabundas de mentes
podridas en una pesadilla interminable con profusión de sangre, vómito y llamaradas
de todos los colores, alaridos ensordecedores y eructos estereofónicos,
todas en horario especialmente escogidos para que los niños «no se la pierdan».
Decía, pues, que iba a insistir en el tema a riesgo de volverme fastidioso,
pero en verdad lo hago corriendo un riego mucho peor: el de que los lectores
no se den cuenta de que en esta ocasión quiero hablar en serio, absoluta y enteramente
en serio.
En vista de que me ha cansado de decirlo en tono humorístico sin lograr que
ninguno de los supuestamente interesados me presten atención, paso a declarar
sin el menor asomo de intención humorística, que como ciudadano venezolano,
Puerta de Caracas / 133

como trabajador de la cultura, respetuoso de los derechos humanos y como
persona decente, protesto y expreso mi indignación ante una televisión que los
domingos se transforma en una repugnante letrina que conspira contra los más
elementales valores de la estética y contra la salud mental de los venezolanos.
¿Por qué precisamente un mismo día, concretamente el domingo, que es
día de descanso y de paz hogareña, los canales de la televisión venezolana se
ponen de acuerdo para ofrecer tan abyectos espectáculos? No lo sé, pero pienso
que semejante acuerdo no puede ser gratuito ni casual. Me atrevo a sospechar
que algo terriblemente oscuro y sucio se oculta tras este festival dominical
de la porquería.
Se me ocurre por ejemplo que a lo mejor los venezolanos estamos siendo
objeto, en calidad de conejillos de Indias, de algún puerco experimento de guerra
psicológica o de ablandamiento mental con fines coloniales por cuenta del
Pentágono y con la complicidad de hombres de ciencia vendidos al imperio y
la colaboración de una televisión que ya renunció a sus últimos pellejos de
moral.
Como ciudadano venezolano, en nombre de la salud mental y moral de
nuestro país, pido con urgencia del caso que el Congreso de la República, el
Fiscal General o quien sea a quien corresponda esta gestión, abra una investigación
para establecer el origen, las motivaciones y objetivos de esta campaña
de degradación evidentemente dirigida a envenenar el alma de la nación.
Ahora sí les dio miedo, ¿verdad?
DEL 1 AL 4
16-10-1991
1.- Resulta, pues, que el otro día me cortaron el gas. Sin previo aviso, y eso
que estaba al día porque yo pago por adelantado. Cuando vino la averiguación la
Compañía reconoció que me había cortado el resuello por error, a pesar de que
el error era de ellos yo tenía que pagar cincuenta bolívares por la reinstalación;
es lo que yo llamo robo porque no tengo a mano ningún eufemismo. Al día
siguiente, después de haberme dejado robar llamé a los señores ladrones para
preguntarles por qué no me habían restituido el servicio y muy amablemente me
contestaron que de acuerdo con «las normas» el servicio se restablece (aunque
134 / A NÍBAL NAZOA

el suscriptor no sea el culpable de la interrupción) en un plazo de 24 a 48 horas.
Para abreviar: me lo restablecieron a los cuatro días, o sea a las 72 horas.
2- Por quinta vez se rompe el ya famoso tubo de la Panamericana (a la altura
de Carrizal, creo) ocasionando la quinta tranca de tránsito y llevando por
quinta vez a este servidor a la conclusión de que tal vez el desastre en que el
adequismo ha convertido a este país no sería tan grave a no ser por el poder
desmedido que se ha dado a los imbéciles; es realmente pavorosa la cantidad
de cargos de alta responsabilidad encomendados a imbéciles en Venezuela. Por
si algún adeco ofendido sale por ahí a decirme que yo también soy un imbécil,
sin titubear le respondo que puede que sí, pero en todo caso yo soy un imbécil
cuya imbecibilidad no molesta a nadie ni mucho menos contribuye a la destrucción
de este país. Un imbécil inofensivo y sin mando, imbécil pero no
maluco.
3.- Se queja un ciudadano de que habiendo adquirido un boleto para viajar
en el vuelo tal y cual de la Línea Aeropostal Venezolana, pasada la hora indicada
para dicho vuelo se acercó a las taquillas de la línea para averiguar cuál
era el motivo del retraso y la señorita no le paró y él se tuvo que calar hora y
media de espera sin ninguna explicación; y eso que estaba en Maiquetía donde
la cosa es más llevadera y no es en Maracaibo como una vez me tocó a mí, en
un corredor sin aire acondicionado con todos los grados del mundo a la sombra
y no durante hora y media sino durante dos horas y cuarenta minutos.
4.- Según cuentan los periódicos un piquete de la Guardia Nacional irrumpió
en una casa de un barrio de Petare donde se expedían licores, no recuerdo
si legal o ilegalmente, y después de obligar a todos los parroquianos a ponerse
contra el suelo les cayeron a culatazos y patadas; en una de esas sonó un disparo
(accidental, según la Superioridad o sea de uno de los que son superiores
a todos los demás venezolanos aunque la Constitución diga que esto y lo otro)
a consecuencia del cual resultó muerto un ciudadano, como suelen ellos llamar
a sus víctimas o sea a todos los venezolanos que no somos guardias sino ciudadanos.
Después del disparo, según delatan los testigos, los guardias echaron
a correr y desaparecieron. Posteriormente el Comandante reconoció que los
efectivos le habían echado piernas pero en ausencia había sido breve. En cuanto
al muerto, quién sabe.
Puerta de Caracas / 135

5.- Mi amigo el Dr. Pedro Ortega Díaz, quien vive en Los Magallanes de
Catia a pesar de, reclamar que le cortaron la luz, a pesar de haber pagado cuatro
días antes de la fecha límite y en consecuencia se vio obligado a suspender
el modesto bonche con el cual pensaba celebrar la concesión a su persona de
la Orden Ciudad de Barcelona en vista de que los pasapalos y demás vituallas
habíanse podrido por falta de refrigeración, si bien homenajeantes y ojomeneado
pudieron sacarse el clavo comiendo porái en la calle.
Cumplo con informar. No es mi responsabilidad si algún espumarajo del
crema de la crema comenta:
¿Pedro Ortega Díaz? ¡Ay, papá, hágame usté el favor; Estos diplodocos de
los años sesenta, reclamando... ¡Qué bolas!
GASTRONOMÍA Y JUSTICIA
01-10-1991
Club Tanaguapire. Exclusivísimo. Tan exclusivo que en cierta ocasión le
negó el ingreso a un ministro porque se descubrió que un sobrino suyo había
tenido un hijo con una sirvienta trinitaria y le pasaba cuatro marrones cuando
se acordaba (al ministro ni siquiera le valió el argumento de que al fin y al cabo
una trinitaria es una persona de habla inglesa) y excluye automáticamente a los
socios que se acerquen al bar preguntando sí hay ron.
Ha terminado la hora del baño y los doctores se reúnen entorno a la botella
de Scotch legítimo y frente a las olas libidinosas del Caribe. Goteando la
deliciosa salmuera antillana que escurre por sus pellejos enrojecidos por
muchos días de ocio o perlan sus peludos pechos ejecutivos, los doctores trajinan
los temas del día: la gordura, la arteriosclerosis, el infarto y por supuesto,
el infaltable colesterol malo.
—Ah, Gilberto, ¿cuántas libras le estás poniendo al cauchito?
—Bueno, yo no sé, pero el tuyo es un jumbo, por si no te habías dado cuenta.
Si sigues así...
—No estés calumniando. Gilberto no come sino puro lomito a la plancha,
¿verdad, Carolina?
136 / A NÍBAL NAZOA

—Sí, es verdad; lo que pasa es que mientras espera el lomito a la plancha
él se come cinco arepas con nata y después se manda tremendo plátano sancochado
con queso de mano.
—¡Hum! Malo, malo. Según los últimos descubrimientos la carne de por
sí es mala, pero acompañada con los carbohidratos de la arepa es el propio
veneno.
—Yo por eso no como sino pescado...
¿Pescado? ¡Ay, mijita! Así como es bueno el aceite de pescado ¿tú no has
oído hablar de lo que le descubrieron los químicos de Florida al pescado propiamente
dicho? Bueno pues... con decirte que es mejor comerse un pernil de
cochino con cochino y todo que medio filet de pargo.
—¡No me digas! Y yo que como pescado casi todos los días... no, que va,
de ahora en adelante me meto a vegetariana.
—Depende. Porque ahora se sabe que los vegetales no son tan inocentes
como se creía. Ahora se sabe, por ejemplo, que el potasio de la zanahoria activa
una hormona yo-no-sé-qué-cosa fenildicloruro tetrabicholona alfa que es un
balazo para el páncreas.
—¿Y dónde me dejas la leche? Resulta que a los cartones de leche les van
a tener que poner un letrerito como el de las cajas de cigarros, porque se ha
comprobado que la leche y los productos lácteos dan la arteriosclerosis en
bruto, y cálculos y qué sé yo cuántas lavativas más.
—¡No me digas! ¿Entonces quiere decir que hay que dejar los quesos?
¡Con lo que me gusta el Camembert! Para mí es una verdadera catástrofe.
Pues mijita, así es. Y no sólo el Camembert y todos esos bichos madurados.
Si no te quieres morir como un pajarito en cualquier descuido, tienes que
dejar el paté de foie truffé, el caviar negro, los morrons glacés y ciertos vinos...
¡Ah, y por supuesto, nada de pavo!
—¿Ni siquiera una lasquita, de lo más magro?
—¡Nada!
—Pero todavía más: según me explicaba mi dietista en Boston,
Massachussetts, por cada kilo de chuleta (de res, porque la de cochino no se
puede ni nombrar) que tú te comas, tienes que caminar nueve kilómetros y
cuarto; por cada medio pollo asado (sin piel) seis kilómetros, y por cada 400
gramos de fresas con crema ¡muérete! Dieciséis kilómetros y medio... Te
advierto que yo lo hago, pero lo pongo en millas para hacerme la ilusión de que
es menos, además de que tiene sabor americano.
—¡Ay, Dios, pero eso es la esclavitud!
Puerta de Caracas / 137

—Exactamente, tú lo has dicho: la esclavitud. Y lo más grave es saber quiénes
son los esclavistas. Resulta, de acuerdo con las conclusiones de esa interesante
charla entre los doctores del Tanaguapire Yatching Club, que los verdaderos
amos de esta sociedad son los condenados pobres, que no comen caviar, ni churrasco,
ni pavo, ni beben leche ni ningún veneno de esos y además no viven sino
haciendo ejercicio cerro arriba y cerro abajo... ¡Qué odiosos privilegios, qué
mundo tan injusto, Señor! ¡Y qué peligro!
QUÍTATE DE LA ACERA
04-12-1991
«SI HAY UN HUECO en tu vida , llénalo con amor», dijo el poeta. «Sí
hay un amor en tu vida, llénalo de huecos», dice Claudio Fermín.
Y como él quiere tanto a Caracas, se fajó a romperla por todas partes.
¿Recuerdan aquellas superbombas de los aliados en la Segunda Guerra Mundial,
que redujeron a polvo a tantas ciudades alemanas... y también inglesas, porque
tenían su equivalente nazi? Bueno, pues precisamente como esos artefactos
(block-busters en inglés), así deberíamos llamar los caraqueños a nuestro chévere
alcalde: Rompemanzanas. Ese caballero con un taladro neumático en la mano
es tan peligroso como el clásico mono de hojilla. Después de batir todos los
récord del rastacuerismo tercermundista, lanzando su candidatura presidencial
desde Nueva York como para darle ciento y raya al propio Carlos Andrés, Claudio
emprendió con el mayor entusiasmo la Operación Cachicamo.
La Operación Cachicamo, también conocida como la Cabalgata de los
Picapiedras, la desarrolla Claudio quizá de campaña electoral y consiste en andar
por toda la ciudad abriendo huecos y raspando aceras para que la población sepa
no dónde le aprieta el zapato, sino dónde se le desguañanga el zapato, especialmente
las damas que con sus tacones altos se ven obligadas a recorrer las calles
practicando una especie de surf en seco sobre olas de cemento. Por mi parte yo,
que soy tan maluco, salgo los sábados a divertirme viendo las arriesgadas piruetas
que las pobres deben ejecutar para mantenerse más o menos erguidas y no
caerse de platanazo a menor descuido. Hace ya tiempo que perdí la cuenta de los
tobillos torcidos, las espinillas partidas y los zapatos destaconados, sin agregar
chillidos, frenazos y mentadas.
138 / A NÍBAL NAZOA

La piqueta de Claudio tiene especial preferencia por las aceras. Arremetió
contra las de la avenida Baralt con un ímpetu que ríanse del terremoto de 1812.
Podría bastar con este ejemplo de su eficiencia demoledora, pero si no están
conformes, acompáñenme a dar un paseo por la avenida Urdaneta. Contra las
aceras de ésta se lanzó el iracundo Claudio con una furia apenas comparable a
la cólera de Aquiles.
¿Por qué destrozó, literalmente arrancó Claudio esas elegantes aceras estilo
carioca, las únicas verdaderamente buenas y presentables que le quedaban a
Caracas, si estaban en perfecto estado de conservación a pesar del tradicional
abandono democrático y además eran las únicas hechas con material antirresbalante
en toda la ciudad? Nadie sabe pero yo sí: tal vez no hay ningún misterio
en este arrechudo de violencia claudina. A lo mejor el distinguido alcalde,
hombre de tan comedido verbo y tan sobrios ademanes, perdió la compostura
cuando se le revolvió el viejo reconcomio adeco contra las obras de Medina y las
de la dictadura, la herencia maldita de la democracia nacida el 18 de octubre del
’45 en aquel parto a dos tiempo que se completó el 24 de diciembre del ’48. Tal
vez recordó de pronto su obligación de cumplir con la política del partido de destruir
las obras de los «gobiernos anteriores», o por lo menos dejarlas que se
pudran hasta que se caigan solas como ha sucedido con la autopista Caracas-La
Guaira que, Dios no lo quiera, un día de estos nos va a dar un susto de prensa
mundial con su Viaducto 1. Después de haber tenido que pasar por la humillación
de tener que rehabilitar los túneles de la avenida Bolívar, simplemente levantando
el pegoste democrático, dejando al descubierto el pavimento que le había
hecho Pérez Jiménez —innegablemente bueno, por amarga que sea la memoria
del gordito para todos los venezolanos—, lo menos que podía hacer Claudio para
descargar su ira, era despellejar unas buenas acercas para dejarlas en condiciones
de pedir el susodicho pegoste por el amor de Dios.
La vanidad ha llevado a Claudio a cometer el desatino de declarar que los
disturbios que conmueven a Caracas y a toda Venezuela en estos momentos,
precursores quizás de un cataclismo sin gatopardo posible, no son sino una
maniobra para torpedear su candidatura a la Presidencia de la República,
maniobra, por supuesto, ineluctablemente condenada al fracaso porque como
él, qué va mijo; tas loco y to despeinado si crees que Claudio es derrotable.
Su palabra vaya adelante, mi apreciado alcalde, pero yo creo que en eso
usted se equivoca de medio a medio, los disturbios no son contra usted sino
todo lo contrario, es usted el que los promueve con su política de «mandarria
con esa ciudad». Porque dígame usted, así, con el corazón en la mano: con ese
Puerta de Caracas / 139

piedrero regado por todas partes ¿a quién no le van a dar ganas de caerle a
peñonazos a la policía? ¡Fíjese bien y tenga cuidado, mire que en una de esas
puede salir por ahí un adeco de esos que le pelean la candidatura y lo acusa de
ser el candidato de los encapuchados!
ALL VENEZUELAN
02-04-1992
Era yo el primero en la cola de los impacientes usuarios del único teléfono de
la urbanización que no estaba dañado (o sea inservible, como todo teléfono venezolano
que se respete). La señora que estaba utilizando el aparato —mono de trotar,
cachuchita con anteojos Rayban sobre la visera, zapatos Adidas, garrotico
para espantarse los perros— pro lo visto había introducido en la ranura no menos
de quinientos bolívares, a juzgar por la cotorra que montó cuando al quinto o
sexto intento le respondieron desde el otro lado de la cabuya... Bueno, no es que
yo practique la odiosa costumbre venezolana de esperar el turno no pegándose
sino literalmente encaramándosele encima, casi resollándole en la oreja a quien
está hablando, pero la presión de la cola me impedía mantener la distancia prudencial
que suelo guardar en estos casos, así que contra mi voluntad hube de
escuchar toda la conversación ajena:
—Aló, ¿Marjorie? Ah, perdóname Scarlet... ¿Me puedes llamar un
momento a Marjorie? ¿Cómo? Sí dile que es person to person, ¡ja, ja! Bueno,
hasta luego... Ajá, ¿Marjorie? ¿Cómo estás my dear? ¿Cómo, con Johnny? No,
chica; tú sabes que Johnny ya se fue para Boston... No, no; era con Arnold...
Sí, lo que pasa es que Johnny... ¿Qué qué? ¡No señor, yo se lo dije bien claro
antenoche allá en casa de Peter... ¡Sí, pero ya tú sabes cómo es él! Se ha puesto
bravísimo con Shirley porque Vanessa y que dijo que ella sí iba para el open
house pero con Archie... ¿Síii? ¡Ah, caramba! ¿Y tú vas a estar creyendo en los
chismes de Betty? ¡Por Dios, mi amor! Olvídate, ni ella ni Jackie saben nada
de eso... No, lo que pasa es que Dorothy creyó que Randolph fue el que le pegó
la pelota de chicle en el pelo... Sí, ¿no te acuerdas?, allá en casa de Stewart, la
noche de la performance? Me extraña, porque según Patsy... Bueno, sí, eso dice
Herbert pero... ¿Emily? ¡No, niña!, si quieres pregúntale a Richard José... ¿Ah?
Bueno, depende: si tú dices que Philip... No, a mí quien me lo dijo fue Danny...
140 / A NÍBAL NAZOA

Y entre paréntesis, ¿qué te parece la metida de pata de Peggy con Larry? Doña
Terry casi se muere, y con razón. ¡Caramba, téiquirisy, mijita! No te preocupes,
que de todos modos el party va y sí vamos a picar el cake, aunque el muérgano
de Franklin de Carmen se muera de la arrechera... Bueno, so so. Aunque
Vicky dice que... No, te juro que no, esas son vainas de Tommy... Bueno, chica,
te llamaba porque... No, yo estoy aquí en el automercado y me acabo de dar
cuenta de que dejé la chequera. A ver si me la puedes mandar con Raymond.
Yo creo que la dejé ayer en el hall cuando le hice el cheque a Harriet. Si no,
hazme el favor y me la buscas a ver si está en el cuarto de Liz... No, no creo,
porque yo estuve hasta bien tarde hablando con Clark y no entré al cuarto de
Montgómery... en todo caso, echa una buscadita en el estudio de Matthew o...
no, mejor pregúntale a Reginald o a Mike, ellos deben saber... Cuando la
encuentres, dile a Raymond que se apure. Si es posible que Lewis le preste la
moto... Bueno, pues, babe, so long...
Y mientras la señora colgaba, yo, antes de avanzar hacia el aparato, me
detuve un momento a pensar: «Caramba, con criollazos como estos, Venezuela
no necesita radares norteamericanos ni DEA ni Fuerza Interamericana ni transformar
su ejército en policía antinarcóticos».
MORAL Y LUCES
09-04-1992
Cada vez que se habla de la famosa mancha negra —esa especie de siniestro
chino petrolero que cubre la autopista Caracas-La Guaira— aparece algún
sabelotodo dueño de una fórmula infalible para eliminarla: que si lavarla con
una mezcla de carato de acupe y agua de Vichy, que si fregarla con un cepillo
de cocuiza empapado en ácido piñerúvico al 5%, que si someterla a un proceso
de electrocataplasmicosis térmica, que si el método de Lebranche-Bacieux,
que si quien sabe cuántos inventos más. Lo cierto es que se habla y se habla y
la mancha sigue ahí, tal vez engordando hasta que venga un compañero de partido
que agarre ese contratazo, le dé al piso una buena pasada de detergente con
estropajo de alambre y listo, se acabó el cuento. Precisamente en estos días previos
al éxodo demencial de la Semana Santa, además del peligro de la mancha
Puerta de Caracas / 141

negra los usuarios de la autopista deben arrostrar el de la oscuridad en el largo
túnel de Boquerón, algo aminorada por una placas de plástico reflectante que
se les ha colocado en las paredes, algo así como unos «stops» de camión, pero
todavía suficientemente grave como para ponerles los pelos de punta por lo
menos a quienes no tenemos ojos de lechuza. No hay angustia más espantosa
que la que se apodera de un automovilista cuando se encuentra de pronto sumido
en las tinieblas, en medio de una sólida oscuridad que absorbe las luces de
los faros y le hace pensar si no será que se ha quedado ciego.
El túnel oscuro, y la oscuridad en general, es un símbolo del desprecio por
la vida humana que caracteriza a la democracia cogollera de Venezuela, la más
brutal violación a los derechos humanos puesto que atenta contra el primero de
ellos. La oscuridad reina no sólo en el interior de los túneles sino en todas partes
incluidas las mentes de los gobernantes. Caracas, que en otro tiempo fue
una de las ciudades mejor iluminadas del mundo, por la noche es una boca de
lobo gracias a una administración que o no repone las lámparas quemadas o
deja que las buenas se vayan muriendo de mengua por desgaste del material
hasta quedar convertidas en unos tristes tizones antes de apagarse para siempre.
En materia de iluminación, por cierto, nada hay tan desconcertante como el
comportamiento de nuestras «tecnocráticas» autoridades. Con frecuencia se da
el caso, por ejemplo, de que en la mal llamada autopista Coche-Tejerías (típica
obra de ingeniería chimba de la cogollocracia) en pleno día estén encendidos
todos los faroles del primer tramo, desde Hoyo de La Puerta hasta el túnel de
Los Ocumitos, con gran desperdicio de energía, exactamente hasta la propia
boca del túnel, que está completamente a oscuras. Lo mismo suele acontecer en
la vía Petare-Guarenas, con el agravante de que allí el túnel es de tres canales,
para mayor espanto del infeliz a quien le toque ingresar por el central.
De vez en cuando aparece en la televisión algún alto funcionario tratando
de explicar las causas del blackout. Casi siempre dice que los túneles se quedan
sin luz porque alguien se roba las lámparas. Pero, encendiendo un fósforo
para ver mejor la cosa, uno se da cuenta de que el cuento está muy mal contado:
basta pasar por el túnel en alguno de los raros momentos en que éste se
encuentra aceptablemente iluminado para comprender que la única manera de
robarse las lámparas es hacerlo mientras el túnel, o al menos el canal correspondiente,
esté cerrado. Visto que el único que puede cerrar un túnel es el
gobierno, es fácil llegar a la conclusión de que el ladrón es probablemente el
mismo que está ofreciendo la explicación. Elemental, mi querido tribunal de
Salvaguarda. Si lo quiere comprobar, apreciado lector, vaya y trate de robarse
142 / A NÍBAL NAZOA

un bombillo de esos, a ver cómo le va. En las frecuentes ocasiones en que me
veo en el horrible trance de atravesar un túnel oscuro (como el de la recesión)
me acuerdo del Libertador. Pasado el susto, cuando salgo a la luz con el corazón
en la boca y asombrado de estar vivo, me afirmo en mi convicción de que
la actual situación de Venezuela es cuestión de moral y luces: moral para
enfrentarse a la tarea de lavar la mancha negra que cubre a la República desde
1958 y luces —en el sentido material y en el otro— para ver mejor el precipicio
y no caer en él. Por algo se dice que «el que va a caer no ve el hoyo». Me
refiero, por supuesto, al gobierno, porque el pueblo sí lo ve muy bien y sabe
que CAP nos está llevando a ese hueco que desgraciadamente sí es un hueco
con fondo: el Fondo Monetario Internacional. Felices vacaciones y pelen bien
los ojos.
LA PODEROSA PUYA
02-07-1992
Para darse una idea aproximada de cuán profundos son los cambios experimentados
por la economía nacional en estos tiempos, baste recordar cómo la
Cucarachita Martínez echó a volar la imaginación cuando tuvo la dicha de
encontrar un centavo. ¿Qué hacer con semejante fortuna? —se preguntaba la
Cucarachita al sentirse dominada por el vértigo de la riqueza súbita. En torno
a su mente giraban como platillos voladores conservas de coco, almidoncitos,
jaleas de guayaba, suspiros, huecas, catalinas, burritos, sabrosas porciones de
majarete, melcochas, gofios, temblorosos vasitos de gelatina, gofios, muñequitos
de melado... Trató de calmarse para poder pensar en frío cuál sería la
mejor inversión, pero inmediatamente se reanudaba el giro de caramelos de
miel, golfeados, coquitos y así hasta la locura. ¿Por qué? No comprar una sorpresa
para sacarse una sortija bien bonita? No, porque a lo mejor no trae una
sortija sino una cosa de varón como un gurrufio o un pito. ¿Qué tal un centavo
de harina con azúcar? No, porque a lo mejor me la lleva el viento o me
ahogo cuando me la trague. Tal vez sea mejor asesorarse, consultar a alguien
más experimentado como el Ratón Pérez —que, de paso, no está nada mal—
o Tío Conejo o Tío lagartijo; la Gallina la Jabada no, porque esa me come con
centavo y todo.
Puerta de Caracas / 143

Esto fue hace mucho, muchísimo tiempo como siempre suele suceder en
los cuentos infantiles. Hoy día, para poder ponerse a soñar la Cucarachita tendría
que encontrarse por lo menos una orquídea... no, qué orquídea, un billete
de a mil. ¿Para qué sirve en esta época un centavo, una puya, una nica, una
chiva, un cobre? Absolutamente para nada. El centavo ya hace mucho que dejó
de ser la unidad monetaria infantil. Ahora hasta los chamos lo ven simplemente
como un estorbo, un trocito de metal que cuando se nos cae, no vale ni el
esfuerzo de agacharse a recogerlo. Qué va a valer, si el propio bolívar ya es un
simple chiste metálico, una moneda de mentirijillas con la cual no se puede comprar
ni una caja de fósforos (Bs. 3,00), que en un tiempo la daban de ñapa a quien
compraba una caja de cigarros o una espiral antimosquitos, una risita del Fondo
Monetario Internacional, menos que una escupida de dólar. Para una sola cosa
sirve todavía el centavo; según la tradición, si uno se encuentra una puya está en
la obligación de recogerla y guardarla porque en ese caso es moneda de buena
suerte para quien la recoja y de mala suerte para quien la desprecie, pero óigase
bien, esto se refiere única y exclusivamente a la puya que aparezca tirada en el
suelo, no es válido para las halladas en sitios tales el cesto de los papeles, debajo
de los cojines del sofá, etc.
Esto estaba diciendo yo a unos niños del barrio que me vieron cara de abuelito
y me pidieron que les echara un cuento, cuando pasó por ahí un amigo economista
que al oír mi cháchara se detuvo y levantando la mano díjome:
—Un momento, párate ahí, que eso no es así.
Entonces me dio una explicación, más bien una charla que me dejó literalmente
boquiabierto: según él el centavo no es ninguna cosa despreciable,
mucho menos inexistente ni nada por el estilo. Paradójicamente, la puya no
vale nada para los pobres pero para los ricos tiene un valor considerable.
Aparentemente, la única función del centavo dentro del sistema monetario es
el que vulgarmente se llama ladillar, pero en la realidad no es así. No es por
mero afán de fastidiar que rara vez se nos presentan cuentas o se nos expiden
cheques por cantidades exactas, sino que las sumas correspondientes siempre
traen un «rabito» de «con tantos céntimos». Ahí es donde está la trampa en la
que siempre caen los tontos, es decir los limpios que no saben lo que vale una
puya. El cliente, sea en el automercado o en el banco, invariablemente, al recibir
el vuelto o el monto del cheque con sus correspondientes céntimos hace un
gesto despectivo y deja el menudo chichero en el mostrador o la taquilla... para
contentamiento del banquero o el supermercader, que no lo arroja a la basura
sino que lo reintegra cuidadosamente a la caja. ¿Por qué? Según me explicaba
144 / A NÍBAL NAZOA

mi amigo, puyita aquí, puyita allá, el desprecio de los clientes les reporta beneficios
por algo así como doce o catorce millones de bolívares al año. No estoy
seguro de que el monto se aproxime a la realidad, pero en todo caso basta con
observar por un rato el manejo de las puyas en cualquier banco o establecimiento
para darse cuenta de que bien gorda ha de ser la mascada.
La conclusión es bien sencilla: las puyas que se desprecian es dinero que
se regala a la empresa. Por lo tanto, dejárselas es juego no de Bolsa, sino de
bolsas. Lector amigo, retire sus centavos y si no se los dan reclámelos, no le dé
pena ni se preocupe si «lo ven feo», el todo es llevárselos aunque sea para
botarlos. Al fin y al cabo, es una manera de quitar a los ricos algo de lo que
ellos nos quieren quitar. Poquita cosa, pero un gusto es un gusto. Aunque no
más sea por amargarles el desayuno.
PEQUEÑECES
19-11-1992
Se aproxima el 2 de diciembre, fecha inaugural del «Nuevo Ideal
Nacional» que Pérez Jiménez acostumbraba celebrar precisamente con inauguraciones.
La dictadura era una empresa descomunal que tapaba la boca de
sus adversarios con grandes obras como autopistas que se perdían más allá del
horizonte, distribuidores que dejaban chiquitas a las más intrincadas montañas
rusas y edificios tan altos que podían causar la fractura del pescuezo a quien
intentara contarles los pisos. La democracia que no tiene 2 de diciembre sino
día de elecciones, procede muy de otra manera: más voraz que la dictadura, lo
que no se ha robado (dejando los robos del gordito para los muchachos) lo ha
despilfarrado sin dejar ni siquiera algún recuerdito concreto que valga la pena.
Su «cuánto hay pa’eso», que no le permite ser elefante poderoso capaz de
arrancar un árbol de raíz, la ha obligado a conformarse con ser humilde hormiguita
de las fábulas infantiles que se empeña en modestísimos trabajos con
el mismo entusiasmo que se pone en las portentosas creaciones de la ingeniería
y la arquitectura moderna. En épocas preelectorales, aplicando el sabio principio
de que «de mosquito pa’arriba todo es cacería», traduciendo las obras en
votos no hay para ella detalles insignificantes; siempre hay un menudo chichero
que no tiene porqué quedar olvidado en el mostrador. Ella ha aprendido
Puerta de Caracas / 145

de Estados Unidos y de las viejas democracias europeas cuán importantes son
los detalles. Ha visto cómo no hay ciudad europea donde un adoquín que falte
en las calles no sea repuesto inmediatamente y hasta en los más remotos pueblos
norteamericanos un bombillo del alumbrado público se quema y todavía
está caliente cuando ya viene a cambiarlo la Cadafe de allá. Pero esto no sucede
sino en vísperas de las elecciones, cuando se apodera del gobierno una locura
de tapar huecos que el léxico electoral designa con la palabra «bacheo».
Pero sucede que, por desgracia, es precisamente en la política de atención
a los detalles, el negocito al detal con aspiraciones de gran empresa, donde más
se notan las fallas de la democracia. Todavía apabullada por la «herencia de la
dictadura», al cabo de tres décadas de remiendos y blablablá todavía no ha
aprendido —al parecer ya no aprenderá— a administrar las miserables menudencias
de las que ha vivido. Los ejemplos sobran: en menos que canta un
gallo, empleando una impresionante máquina que es un cruce de aplanadora
con lanzallamas se asfaltan todas las calles de una parroquia, pero al mismo
tiempo se quema la vegetación o se dejan pegostes de asfalto por todas partes.
Cuando colocan «policías acostados» frente al domicilio de algún doctor del
partido para proteger su tranquilidad contra el exceso de velocidad de los vehículos
(lo cual agradecen los vecinos que no son doctores del partido pero se
benefician por carambola) mas no lo pintan sino que los dejan como simple
poporo invisible y entonces se multiplican los accidentes, no por exceso de
velocidad sino por descachapamiento en frenaje violento.
Los huecos menores de las vías se tapan con asfalto y piedrecillas, pero el
trabajo se hace en forma tan negligente y francamente miserable, que tres días
después de tapado el hueco está reabierto y rodeado de piedrecillas negras, de
manera que parece como si allí en vez de haberse efectuado una reparación se
hubiera botado un saco de caraotas o se hubiera congregado un rebaño de chivos.
A un costado de la vía de tránsito ultrarrápido colocan un tobogancito y
un columpio y a eso le ponen el nombre de «Parque Infantil Fulano de Tal
(algún héroe de la resistencia)», pero se les olvida construirle una pasarela, de
manera que los chamos usuarios no puedan disfrutar de la sana diversión que
les brinda el gobierno democrático en su política de protección a la infancia,
etcétera, etcétera, sin arriesgar sus tiernos pellejitos.
Mas volvamos al caso de los asfaltados totales, porque deseamos preguntar
a sus autores por cuál misteriosa razón sus equipos de repavimentación
acostumbran dejar las rejas de las alcantarillas por lo menos diez centímetros
por debajo del nivel del piso, lo cual las convierte en verdaderos «policías acos-
146 / A NÍBAL NAZOA

tados» al revés, profundas trincheras quiebra-resortes que causan estragos en
los oídos de los vecinos. La presente nota la estamos redactando precisamente
a solicitud de una dama que se nos acerca para pedirnos «una cuñita» sugiriendo
a los pavimentadores y repavimentadores, elevar el nivel de las alcantarillas
en obsequio del mejoramiento del lenguaje de los chóferes. Ella lo hace
en nombre de la Liga de la Decencia. Hablando de menudencias y detalles,
digo yo, uno también tiene derechos a dejarse de trascendentalismos y ocuparse
de las pequeñas cosas. Si la democracia se limita a la política del remiendito
en un país que se está cayendo a pedazos ¿por qué no voy a dedicar mi
columna al elemental acto de gentileza de complacer a una amiga? Al fin y al
cabo hoy es el aniversario de El Globo, que sí es un acontecimiento de verdadera
importancia, y quienes tenemos el privilegio de aparecer en sus páginas
bien podemos festejarlos permitiéndonos dejar por un día de exprimirnos el
coco en busca de algún tema de esos grandotes y proporcionando de paso una
pequeña satisfacción personal a una amable lectora.. En otras palabras, no propiamente
dejando de trabajar pero sí cumpliendo nuestra obligación semanal
«sin matarse mucho» porque es preciso apresurarse para el brindis.
¡Salud!
LA RISA AMARGA
26-11-1992
Me quejaba ayer del mal que cíclicamente afecta a los columnistas periodísticos,
particularmente a los que nos dedicamos a la crónica de humor: la
falta de tema. A punto estaba de gritar, desesperado «inspiración ¿dónde rayos
te has metido?», y nombrar a las musas sus nueve progenitoras cuando se apareció
el acostumbrado «amigo» que trata de hundirnos más en la desesperación
fingiendo venir en nuestra ayuda. El diálogo que entre él y yo se entabló fue el
de siempre, casi cotidiano:
—¿Qué hubo, qué te pasa que te veo así como achicopalado?
—Bueno chico, lo mismo de siempre; tú sabes, la falta de tema... No consigo
nada para la columna de hoy, le doy vueltas y vueltas al coco y nada que
se me prende el bombillo.
Puerta de Caracas / 147

—¿Falta de tema, dices tú? Caramba, falta de tema... falta de tema... Oye,
vale, tú me vas a perdonar pero no sé, chico, no te entiendo. Con la cantidad de
cosas que están pasando ahorita ¿tú dices que no tienes tema? Francamente...
además, ustedes los humoristas ¿no y que son especialistas en inventar los
temas cuando no los hay; en sacarle punta a una bola de billar como quien
dice? Me vas a perdonar otra vez, pero yo lo que creo s que tú eres medio flojón,
porque temas hay; que a ti no te gusten es otra cosa. Por ejemplo...
NO le dejé terminar y le puse una cara que lo ahuyentó sin más comentarios.
No le faltaba razón, por cierto, porque para hoy tenemos dos troncos de
temas a cual más humorístico: el desastre de La Vega y la matanza de La Pica.
Esta última es apenas una muestra del horror en que viven las víctimas del sistema
penitenciario venezolano, capaz de encogerles el corazón a los carceleros
más crueles de la Edad Media. No hay palabras para describir lo que está sucediendo
en las cárceles (y en los manicomios) de Venezuela, acaso no las tendrían
ni Pocaterra ni el mismísimo Marqués de Sade. La situación en que se
encuentran los seres recluidos en ese establecimientos es de tal gravedad que ya
ni siquiera se puede hablar de violación de los derechos humanos: los presos
venezolanos han sido sencillamente despojados de su condición de hombres para
ser tratados como animales, pero más infortunados que estos porque no cuentan
con la bondad de una Sociedad Protectora. Los venezolanos sensibles deberíamos
recurrir a las máximas instancias mundiales en materia de defensa de los
Derechos Humanos. Deberíamos exigir por lo menos la intervención de las
Naciones Unidas, si es que esta organización conserva todavía alguna autoridad
en el «mundo unipolar», en auxilio de las víctimas. En cuanto a la comunidad de
La Vega, en esta Caracas que más bien debería llamarse Ciudad Casabe que el
pasado lunes estuvo a punto de sucumbir a causa de un simple aguacero fuerte
se la puede considerar privilegiada por haber sido la primera en recibir —al instante,
se puede decir— la «ayuda» oficial en perdigones y plan de machete; la
famosa India (antes de El Paraíso, ahora del infierno) testigo de la celeridad y eficacia
con que cayó sobre los vegueros la nube de cuerpos represivos apenas
abrieron la boca para protestar contra la administración ciega, sorda, muda y
retardada mental que nunca ha hecho caso de sus advertencias respecto al desastre
que todos veían venir.
Es la moda actual la de añadir calificativos o cognomentos a la impresionante
palabra Estado, las más de las veces con la simple intención de inflar la
prosa de cada escribidor; así se habla del «Estado empresario», el «Estado educador»,
el «Estado policía», el «Estado encubridor». A la vista de aconteci-
148 / A NÍBAL NAZOA

mientos como los de La Pica y La Vega, cabría añadir al catálogo de «Estados»
una nueva categoría: el Estado delincuente o tal vez, mejor, el Estado bandido,
el Estado malandro. Eso, para no ir mucho más abajo hasta donde parecemos
dirigirnos: el Estado rata pelúa.
No se crea, sin embargo, que los temas tratados no tengan después de todo
su arista humorística: «qué otra cosa sino sana risa pueden producir en el público
lector o televidente las declaraciones del ciudadano gobernador reconociendo
a los vecinos de La Vega su derecho a protestar «con mucha razón» contra
el (su) gobierno que no les ha construido el prometido colector de aguas que
habría evitado la tragedia del lunes, o las del ministro de Justicia tronando contra
el hacinamiento de las cárceles y manifestando que hechos como el de La
Pica y otros similares que han producido doscientos muertes en los presidios
venezolanos en lo que va de año no le sorprenden? Claro, ¿cómo lo van a sorprender,
si él es uno de lo, por no decir el responsable de ellos? Si el señor ministro
se sintiera sorprendido sería como si el Dr. Cabrera Malo se sorprendiera por
la cantidad de pinos caribe que hay en Uverito. Estas declaraciones me traen a
la memoria aquellas de Rómulo Betancourt por los años sesenta, cuando ordenaba
«peinar» por la noche los barrios de Caracas y al día siguiente conmovía
a la prensa relatando cómo se le encurrujaba el corazón al oír «el latigazo de
las balas en la alta madrugada».
Otra cosa recuerdo en esta ocasión: aquella pavosísima sección de la revista
Selecciones titulada «La risa, remedio infalible» ...¡Ay, qué risa, María
Luisa!
EXPIRATION DANCE
04-03-1993
Llegué al automercado y me mantuve a prudente distancia para observar
los movimientos de aquel ciudadano que, armado de un cartón de leche, ejecutaba
una extraña danza cuyo significado tal vez no sería revelado jamás; el
sujeto, un hombre de mediana edad trajeado con bluyines y franela rojas y
tocado con una vieja cachucha de casimir, manejaba el cartón de leche como
si éste fuera un caleidoscopio, colocándoselo de punta sobre un ojo mientras
Puerta de Caracas / 149

cerraba el otro arrugando la cara; luego lo levantaba con las dos manos como
ofrendándolo a algún dios desconocido, lo movía en círculo ante su rostro, lo
sostenía apuntando hacia el frente como imitando a los soldados que presentan
armas o lo colocaba en el suelo y lo miraba perpendicularmente. Ora lo tomaba
entre el índice y el pulgar de una mano, como sopesándolo y observándolo
con el gesto de quien contempla una obra de arte, ora miraba hacia otro lado
para volverse bruscamente como para tomarlo por sorpresa. Mientras tanto, yo
me preguntaba quién sería aquel curioso personaje y el porqué de su baile. En
esto estaba cuando, para aumentar mi curiosidad y mi confusión, otras personas
—una anciana, un mocetón con casco de motorizado, una joven señora con
su bebé en brazos— vinieron a sumarse a la misteriosa coreografía. ¿Será un
grupo de pieles rojas bailando la danza de la lluvia, o simplemente unos artistas
de la televisión que vinieron a promover un nuevo baile llamado «cartonrock»,
«milky dance» o algo por el estilo? Cuando al fin me convencí de que
se trataba de personas inofensivas entregadas a una actividad absolutamente
pacífica, me atreví a acercarme para comprender que allí no estaba sucediendo
nada anormal: aquellas buenas gentes estaban, simplemente, tratando de
leer la fecha de vencimiento supuestamente impresa en sus respectivos cartones
de leche. Con vergüenza recordé que también yo había ofrecido el pintoresco
espectáculo hace mucho tiempo, hasta el día en que renuncié a la ardua
tarea de descifrar el jeroglífico lácteo: un día me dejé de bolserías y ya no volví
a jugar al Champolión; desde entonces agarro mi cartón sin mirarlo, dispuesto
a envenenarme o por lo menos perder mi dinero sin dar la cómica.
Las empresas envasadoras de productos lácteos y jugos de frutas, obligadas
por disposiciones sanitarias a estampar en los envases la fecha de expiración de
sus productos, cumplen con la obligación a medias, utilizando un «sello seco»
que deja sobre el cartón una tenue huella —una rayita, unos números y letras
apenas insinuados— cuya lectura resulta una tarea imposible para quien no
posea la visión superpotente de rayos X del difunto Superman. La intención de
esta sutil manera de indicar hasta cuándo está autorizada la venta del producto
no puede ser otra que la de confundir al consumidor, burlar la ley y prolongar
la vigencia de sus ganancias. No es raro que quien compra un litro de leche o
jugo supuestamente frescos, al destaparlo se encuentra con un litro de yogurt o
de guarapo fuerte, según el caso, y cuando trata de recuperar su dinero sólo
consigue una pelea con los avispados dueños del automercado, que invariablemente
se niegan a atender el reclamo. Así, pues, al cliente estafado no le queda
más recurso que dejar sobre el mostrador el cartón de la leche «maternizada»,
150 / A NÍBAL NAZOA

es decir, acompañada por una mentada para el lechero y otra para el abastero.
Mas eso no es lo grave: al fin y al cabo la leche piche es fácil de reconocer
y si no está demasiado putrefacta hasta puede servir para hacer dulce de leche
con ella. Lo grave, gravísimo, verdaderamente escandaloso es que lo mismo
suele suceder con muchos medicamentos, que traen la fecha de vencimiento
impresa con el mismo tipo de «sello seco» y además confundida en un muñuño
de signos incomprensibles, claves cuya traducción sólo conocen los fabricantes
y sus cómplices, amén de que el susodicho muñuño o acertijo es colocado
en los sitios más recónditos del envase. Cuando se trata de medicamentos
de uso delicado «que sólo deben ser administrados bajo estricta vigilancia
médica», como es fácil comprender el riesgo de quien consuma el producto
vencido no se limita a una simple cagantina o dolor de estómago sino que
puede llegar a la intoxicación y hasta la misma muerte, si no por envenenamiento
por la rabia que da el saber el realero que se ha perdido al adquirir una
medicina vencida... o el miedo que da ingerir un remedio con fecha de expiración
incierta.
El «sello seco» de los vendedores de leche, jugos y medicinas es tan peligroso
como el Consejo Supremo Electoral, que responde armando tremenda
galleta cada vez que se le pregunta cuándo expira el período constitucional de
un gobernador adeco.
LA MODA INTERNACIONAL
17-06-1993
Permítanme, apreciados lectores, descansar por hoy de la política y temas
conexos (basura, aguas negras, contaminación, etc.) para convencer a mi
amigo Pascual Bailón Guaracaro quien me pide una «palomita» para exponer
una de sus quejas que no muchas; tantas, que no cabrían en todas las páginas
de este diario. La cosa empieza así:
Pascual, mi compañero de Quinto Grado «B» hace cualquier cantidad
de décadas, calza treinta y ocho y medio, o sea que no es un fenómeno de circo
sino simplemente un hombre de pata chiquita. Pero cada vez que Pascual va a
comprar unos zapatos es la misma historia:
Puerta de Caracas / 151

—Caramba, lo siento, pero es que usted tiene el pie demasiado pequeño...
—No, lo sentimos mucho, pero lo más pequeño que tenemos es 41.
—¿Usted no ha probado en una zapatería para niños?
Porque resulta que en Venezuela, país donde el promedio de los hombres
calza entre 38 y 40, no se consiguen zapatos sino del 43 para arriba. La explicación
que dan en casi todas las zapaterías es casi siempre la misma:
—Es que ésta es horma americana.
Pascual murmura una maldición, se pregunta por qué carajo nosotros tenemos
que usar «horma americana» si no somos americanos (es decir, norteamericanos)
y entra en la tienda de al lado. Pide una camisa 15 y medio manga
32 y cuando se la mide ve que las mangas casi le arrastran. Pregunta por qué
le quedan tan exageradamente largas y la respuesta no se hace esperar:
—Es que esa talla es 32 americano.
Va a la barbería a cortarse el pelo, y al reclamarle al barbero por qué lo dejó
trasquilado, con una patilla más corta que la otra y un mechón parado en el
cogote, el fígaro le responde de lo más fresco:
—¡Ah! Es que ése es corte francés.
Dos cuadras más adelante, acosado por el hambre, se detiene un momento
en una cafetería para comerse un perro caliente: Lo pide «especial», según reza
la pizarra-menú y le sirven algo así como un rabo de lagartijo frito en aceite de
tártago y cuando pregunta si a él le han visto cara de cochino para servirle
semejante porquería, el portugués le explica con rostro severo:
—Nao, esh que ésa es salchicha polaca con salsa alemana.
V Pascual a una mueblería, porque necesita una silla para su oficina. Se
sienta en una para probarla y dice el mueblero:
—Caramba, perdóneme, pero yo le siento a esta silla una cosa... así como
un poporo que me molesta aquí en la rabadilla. ¿Usted no tendrá por ahí otra
que esté buena para...?
Y el mueblero inmediatamente:
—No, no, ése no es ningún defecto. Todas son así, porque es que éstas son
sillas de diseño japonés.
En un negocio de electrodomésticos se compra una afeitadora y cuando va
a reclamar que la bicha se le pegó como una ventosa y casi le arranca el cachete,
el vendedor se niega a devolverle su dinero o a cambiarle la máquina porque
«esa no está mala, lo que pasa es que hay que saberla manejar porque ésa
es una afeitadora con sistema de cuchillas húngaras».
152 / A NÍBAL NAZOA

Y así por el estilo. Si los pantalones tienen los bolsillos tan estrechos que
de meterle las manos éstas se quedan atascadas y no hay forma de sacarlas es
porque «ése es el corte italiano». Si la cerveza está caliente es porque «aquí servimos
el estilo inglés». Si el carro acabado de salir de la agencia se apaga y no
vuelve a prender más nunca la culpa es del comprador, por ignorar que «ese
motor trabaja con carburación danesa». Y si a medianoche le dan ganas de
hacer pipí y descubre que la pijama que se está estrenando no tiene huequito
por delante y es preciso bajarse el pantalón, no le quede la menor duda de que
se trata de un pijama de diseño noruego.
Pascual Bailón Guaracaro, todos los Pascuales de Venezuela, ¿a quién
reclamamos: a Protección al Consumidor, a Fedecámaras, al Ministerio de
Fomento? Tal vez lo mejor sería recurrir directamente a las Naciones Unidas.
RECESO GARDELIANO
24-06-1993
Hay muchos asuntos pendientes: el hospital en ruinas que cierra porque no
tiene ni una greñita de algodón; la policía convertida en pandilla de ladrones y
asesinos y el ministro listo para declarar cada vez que un policía o un guardia
comete un asesinato o una violación que «se trata de un caso aislado por el cual
no se puede culpar a toda la institución»; la escuela ahogada en aguas negras y
la madre desesperada porque en el instituto oficial no hay cupo y de dónde va
a sacar los veinte mil bolívares que le cuesta la matrícula de cada chamo en el
privado y el horror de las cárceles custodiadas por quienes deberían estar al
otro lado de las rejas porque son peores y la mortandad de niños a manos del
hampa y también de los cuerpos de «seguridad» y los delincuentes impunes
que siguen campaneando sus whiskies en las fiestas oficiales y sonriendo
desde las páginas sociales de la prensa y cuidado con el hueco y corre que ahí
viene el derrumbe y los servicios públicos que ya no son caóticos sino inexistentes,
en manos como están de imbéciles y pillos y... bueno, lo dicho: hay
muchos asuntos pendientes, pero hoy se impone un receso porque es un día
grande, un aniversario más de la muerte del Morocho del Abasto, que no puede
pasar así por debajo de la mesa de la ciudad más gardeliana del mundo después
Puerta de Caracas / 153

de Buenos Aires —naturalmente, para hacer un homenaje a la tierra adoptiva del
Zorzal— porque Gardel es el marcapasos del maltratado corazón de Caracas. A
tantos años de la tragedia de Medellín, casi no vale la pena amargarse la vida
recordando que Venezuela fue por desgracia el último país que visitó Gardel. Por
eso fue, aparte de la Argentina, el país más duramente golpeado por la terrible
noticia. Los venezolanos, agobiados por los hierros de la tiranía, hundidos en el
pozo de ignorancia y temor más negros, sin más esperanzas que lo sobrenatural,
se sintieron embargados por un sentimiento de culpa y empezaron a comentar
que lo habíamos empavado en castigo por haberle cantado a Gómez. Mejor dicho
no en castigo sino a manera de queja. No se lo decían ni siquiera como un reproche,
sino más bien como un reclamo a su ingenuidad de artista incauto, como
diciéndole: «Che, Carlitos, ¿cómo se te ocurre, por qué no tuviste más cuidado?
Y todos lamentaban en voz baja que no hubiera sido él el pavoso y Gómez el
muerto por el rayo de la pava. Hoy, cuando Gómez ya inicia con paso firme en
San Antonio del Táchira su marcha hacia el bronce y el Panteón y en un descuido
cualquier día vamos a buscar la Plaza Bolívar y nos encontramos la Plaza
Gómez, ¿quién se atrevería a reclamarle el nimio pecado de aquel «Pobre gallo
bataraz» cantado al gran encendedor de luces? ¡Qué pava ni qué pava! Si el
morocho resucitara, sería cosa de ver a las multitudes atropellándose para asistir
a sus conciertos en la Universidad Eustoquio Gómez o en la Biblioteca Nereo
Pacheco, que es para donde vamos por los vientos que me soplan.
Desde aquel 24 de junio del 35 se ha venido hablando del «mito Gardel»,
el «fenómeno Gardel», el «misterio Gardel». ¿Qué es, en fin, Gardel? Es todo
eso y nada eso: es sencillamente el pueblo. Él mismo lo dijo: «Yo no soy nadie.
Es el tango el que triunfa». Porque es «un sentimiento triste que se baila»,
según lo definió Enrique Santos Discépolo, el tango se apoderó del mundo, tan
triste y bailador; y como en palabras de Ernesto Sábato «Gardel —mas que el
mejor cantor de tangos— es el Tango mismo, con mayúscula», pues a él pertenece
el mundo. Lo demás son adornos que le ha colgado la literatura y que
poco importan. Lo importante es que lo que hacía bien, el pueblo lo admira y
por eso es inmortal, lo mismo que el tango. Como el tango, él venía de abajo.
No tanto como el tipo aquel de la «mala entraña» que pinta Pascual Contursi:
«Te criaste entre cafisbios,
malandrines y matones,
entre gente de avería
desarrollaste tu acción»,
154 / A NÍBAL NAZOA

Pero casi. Dejemos, pues, tranquilo a Gardel en este aniversario de su último
«Tomo y obligo». Limitémonos a recordar el momento amargo con el pucho de
la vida apretao entre los labios y a desearle el acostumbrado éxito en su próxima
presentación. Después de todo, como dice aquel tanguero a la pairusa: «batí mi
linda percanta/sí no es la vida un gotán».
POR SUS CARROS LOS CONOCERÉIS
27-08-1993
Andando por estas calles, cada vez que se atraviesa en mi camino —mejor
dicho, me atravieso yo en el camino de— una de esas tremendas camionetas
japonesas acabadas de comprar con vidrios oscuros, me pregunto ¿quién irá
dentro de esa bichota? ¿Será algún magnate que sale de incógnito a recorrer
sus dominios? ¿Será una estrella de la televisión que desea escapar al acoso de
sus admiradores? ¿O acaso algún terrorista de alto coturno, de ésos que ordena
el envío de sobres y carros-bomba? Mientras me aparto para evitar que el
imponente vehículo me aplaste cual infeliz ortóptero (no digo cucaracha por
salvar algo de mi autoestima), yo mismo me respondo: nada de eso, lo más probable
es que el ocupante del mitsubicho o toyotodonte ése no sea sino una bolsa
inflada de clase media medio-alto, en definitiva medio-medio y mediocre que
no cuenta con otro recurso para satisfacer su eguito de güelefrito ensoberbecido
y probablemente se lo pudo comprar porque se sacó un kino o por que le
quedaron unos centavos en alguna movida de corrupción. La gente le monta
vidrios ahumados a su carro por muchas razones, pero la fundamental es el
pantalleo, el gusto por hacerse el misterioso e interesante a falta de otros méritos;
naturalmente, no todo es faut de mieux, tras los negros cristales se pueden
ocultar hasta peligrosos delincuentes.
Precisamente pensando en la delincuencia las autoridades prohibieron el
uso de las ventanas oscuras en una fecha que ya se pierde en la noche de los
tiempos y como es costumbre en nuestro país, ni los usuarios hicieron caso a
la prohibición ni el gobierno se ocupó de hacerla respetar. En estos tiempos de
coches-bomba y ametrallamientos de viviendas, supongo que se estará pensando
reeditar la medida en dramático gesto de pantalleo policial. Mas no creo
Puerta de Caracas / 155

que sea necesario recurrir a este refrito coercitivo, pues los vidrios oscuros
están desapareciendo espontáneamente gracias a la aparición de una nueva
arma en la panolia del nouveauriche venezolano, más poderosa que cualquier
vidrio y de general aceptación por la colectividad pantallera: el teléfono celular.
Como es fácil comprender, vidrio ahumado y celular son incompatibles,
por la sencilla razón de que nadie va a ser tan tonto para usar su celular oculto
tras un condenado vidrio que no le permite exhibirse, que es para lo que lo
adquiere la inmensa mayoría de los suscriptores del servicio. ¿Para qué hacer
ese gasto tan considerable —a veces un verdadero sacrificio— si después
nadie lo va a ver a uno hablando por su celular, nadie se va a morir de la envidia
ni a pensar que uno es un chivo importantísimo y ocupadísimo? Se argumentará
que bastaría con bajar el vidrio cada vez que se vaya a usar el celular,
de manera que el usuario pueda ser observado por el infeliz perraje, mas téngase
en cuenta que, aparte de lo fastidioso que resultaría estar repitiendo la
maniobra para cada llamada, con el vidrio bajo se perdería benéfica acción del
aire acondicionado, otra de las prendas de riqueza que el telefonista está interesado
en exhibir. La única solución posible, entonces, es echarle uñas al papel
ahumado y pelar el vidrio para devolverle claridad original. Como diría un rastacueros
a la moda, «celular mata vidrio ahumado».
No creáis que se me ha olvidado el tercer elemento de la felicidad del propietario
de automóvil criollo (digamos más bien el propietario criollo de automóvil
importado): la alarma. Por lo regular el buen nuevorrico no hace instalar
una alarma en su vehículo una alarma en su vehículo con el objeto de evitar que
éste sea robado, sino con el objeto de que la alarma esté sonando a cada momento
para que él venga a apagarla, aprovechando así la oportunidad para impresionar
a los vecinos, obligados a enterarse de que él es el dueño de la ostentosa nave.
Dedico esta nota a un imbécil que vive en mi vecindario y que posee un
auto —seguramente superlujoso y acabado de comprar— cuya alarma no cesa
de chillar toda la santa noche y buena parte del día, de manera que yo no pueda
dormir ni practicar ninguna de mis modestas distracciones, como leer u oír
música, porque parece como si estuviera sincronizada con mis pobres sentidos:
en pleno Adagio de Albinoni, en lo mejor de una pieza de jazz clásico o en
medio del jamón más emocionante de mi teleculebra favorita, viene la maldita
alarma y me corta la nota casi con pescuezo y todo. Yo me imagino al dueño
del carro y de la alarma —fofo, con la nuca cubierta por una rodaja de manteca,
la pelambre yuppie cortada al estilo nazi— abordo de su carrote hablando
por su celular en medio de una monumental tranca de tráfico:
156 / A NÍBAL NAZOA

—Mi amor, ve descongelando el mondongo que ya voy para allá y me
estoy muriendo de hambre... ¡Ah, y si me llama Ronald del Carmen dile que
esta noche no voy a poder ir a jugar dominó porque mañana tengo una ternera
en la casa del Partido en Santa María de Ipire y tengo que madrugar... ¡Chao!
¡Carajo!, y pensar que ahora el mundo es unipolar!
MARTÍ EN CARACAS
09-10-1993
Nuevamente está entre nosotros aquel ilustre viajero que en 1881 llegó a
Caracas preguntando, no dónde se comía o se dormía sino dónde estaba la estatua
de Bolívar para ir a rendirle homenaje. José Martí que nos honró ofreciéndose
a Venezuela como hijo, no es, por cierto, un simple visitante. Martí siempre ha
estado y estará en Caracas como Bolívar en su casa habanera, inaugurada el 24
de julio del presente año. Hoy el Apóstol se hace presente en nuestra Universidad
Central de Venezuela para iluminar un importante evento que se desarrolla desde
el pasado jueves y hasta mañana domingo: el III Encuentro de Cátedras José
Martí de las Universidades Central, de Los Andes, de Carabobo, del Zulia y
Centro Occidental Lisandro Alvarado.
En la hora particularmente difícil que vive nuestra América, este encuentro
de cátedras martinianas está bien lejos de ser un mero ejercicio académico: el
solo nombre de Martí siempre convoca a torneos de la inteligencia americana
levantada contra el monstruo que él conoció tan cabalmente porque «le vivió en
las entrañas». Ningún pensador latinoamericano de su tiempo profundizó tanto
en la esencia del nuevo imperio que Bolívar vislumbró en el suyo ni lo combatió
con mejores armas teóricas y mayor arrojo cívico. Faltando poco para cumplirse
un siglo de su desaparición física, Martí sigue firme en el combate por la verdadera
independencia de nuestros países y su pensamiento, más vigente que nunca,
es pieza clave para comprender las relaciones de dominación entre los Estados
Unidos y la América Latina. Quizás por eso, precisamente, y porque no les queda
más recurso, los aliados del imperio en estas tierras no tienen el menor inconveniente
de reconocerlo como lo que es, un gigante de las letras hispanoamericanas,
al tiempo que hacen lo posible por ocultar o maniobrar para que se ignoren
sus escritos políticos, que son la parte esencial de su obra tanto cualitativa como
Puerta de Caracas / 157

cuantitativamente: el mismo tipo de conspiración que quiere reducir a Pablo
Neruda a los términos del poeta lírico de los Veinte poemas de amor y una canción
desesperada y a Aquiles Nazoa a los del amigo de las muñecas de trapo y
cantor de los amores de Hans y Jenny, escamoteando sus figuras de militantes
revolucionarios.
El III Encuentro de Cátedras Martinianas es un acontecimiento de singular
importancia que reúne a personalidades nacionales destacadas en el campo de
la literatura y el de las ciencias sociales, así como distinguidos invitados extranjeros
de muy alto rango. Entre los venezolanos se cuentan intelectuales de categoría
superior como Ramón Losada Aldana, coordinador del evento; Julio
Gerendas, director de la Escuela de Letras de la UCV; el profesor y crítico literario
Alexis Márquez Rodríguez, el historiador Federico Brito Figueroa y el
profesor Luis Navarrete. Entre los invitados se puede citar al hispanista Iván
Schulman, de los Estados Unidos; Paúl Estrade (Francia), Rafael Gutiérrez
Giradot (Alemania), Ángel Esteban (España) y por Cuba el escritor Roberto
Fernández Retamar. El temario del encuentro, inscrito entre los actos del 55°
Aniversario de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, no
puede ser más interesante:
Vigencia actual del pensamiento de José Martí.
Nexos entre la obra de José Martí y la de otros latinoamericanos
Recepción y significado de la obra de Martí en el mundo hispánico, especialmente
Latinoamérica y los Estados Unidos.
Martí y la problemática indígena contemporánea.
Martí y las relaciones interamericanas.
Martí y la cultura.
Martí y la Cuba de hoy.
Temas presentados a través de atractivas ponencias como las de Pedro
Beroes (Martí y las mujeres); Adalberto Ronda Varona (Emancipación y libertad
en el humanismo de José Martí); F. Brito Figueroa (Pensamiento y acción
de José Martí en el cuadro histórico del imperialismo planetario); Julio
Barroeta Lara (Martí en Caracas); Luis Navarrete (Martí en la lucha por la
emancipación intelectual de América Latina); Alexis Márquez Rodríguez
(Martí y Cecilio Acosta) y las de las Universidades Nacionales; Martí en los
Andes (ULA); Martí en Valencia (UC); Martí en la región centrooccidental
(Ucla) y Martí en el Zulia (LUZ).
En vista de que el encuentro no ha concluido aún, no quisiera adelantarme
a los acontecimientos para no verme obligado más tarde a presentar excusas.
158 / A NÍBAL NAZOA

Pero tampoco puedo dejar de expresar mi preocupación por el silencio en que
ha venido transcurriendo este foro de tan singular relieve, por lo que toca a la
participación de los medios de comunicación social: inútilmente busqué en la
prensa de ayer alguna reseña, siquiera breve noticia relacionada con el acto inaugural
y las primeras deliberaciones en tres importantes diarios caraqueños. Por
decir lo menos, me parece grave que a los medios de comunicación de la capital,
al menos la prensa escrita que se supone menos sometida a los dictados de
la frivolidad y el consumismo, no les haya merecido el menor comentario un
acontecimiento de esta magnitud. No quiero pensar que en este silencio pueda
haber algo de lo que ha señalado respecto a Neruda, Nazoa y el propio Martí.
Si hoy o mañana domingo veo en las páginas de la prensa las notas que todavía
espero, pues que me perdonen y den este último párrafo por no escrito.
MELODRAMA FAMILIAR
28-10-1993
En la casa todos odiaban al viejo; que ni viejo era si a ver vamos, aunque
así lo llamaban, pues era un hombre algo mayor pero entero, fuerte, digamos
comenzando la tercera edad... En fin, lo cierto es que por alguna recóndita
razón nadie lo tragaba y no perdían la oportunidad de molestarlo de cualquier
manera: lo tropezaban a propósito, le derramaban el café encima, casi no le
dirigían la palabra y lo hacían objeto de las más refinadas maldades. Así, por
ejemplo, una vez al cepillarse los dientes dejó olvidado el puente sobre el lavamanos
y se lo tuvieron escondido por cuatro días. En otra ocasión derramaron
una lata de pintura verde sobre su mejor traje y habían entrenado al perro para
que lo mordiera cuando llegaba del trabajo. En las raras ocasiones en que aceptaban
su conversación le respondían con insultos o con burlas, si no era que lo
provocaban para hacerlo rabiar y dejarlo luego con la palabra en la boca. Yo
francamente no entendía por qué jamás se les había ocurrido la idea de echar
a una persona cuya presencia les resultaba tan molesta, como tampoco por qué
no se iba él de una casa donde recibía tantos maltratos.
Una sola y curiosa excepción había en la forma desconsiderada en que
aquella gente trataba al tío Leoncio, que así se llamaba el infortunado, y era lo
referente al cuidado de su salud. Extrañamente aquellos seres tan inamistosos
Puerta de Caracas / 159

hacia su propio pariente, prestaban a la salud de éste unos cuidados verdaderamente
exquisitos: a la hora de la comida toda la familia insistían en que el tío
consumiera todos los alimentos y tomara sus medicinas. Si estaba lloviendo y
el tío llegaba de la calle algo mojado, inmediatamente lo hacían desvestirse y
envolverse en ropa abrigada y le ofrecían chocolate caliente. Jamás permitían
que Leoncio se bañara con agua fría ni anduviera descalzo por la casa. Puertas
y ventanas estaban bajo permanente vigilancia para impedir que el tío estuviera
expuesto a las corrientes de aire y jamás dejaban pasar un día sin cambiar su
ropa de cama. Cuando el tío Leoncio se acostaba a dormir, el volumen del televisor
se disminuía hasta un punto apenas audible y todo el trajín de la casa se
hacía de puntillas.
Así transcurría la vida de aquella familia cuyas relaciones con uno de sus
propios miembros, tanto llamaban mi atención. Mi extrañeza llegó al punto
máximo cuando me enteré de que Leoncio no era el tío rico ni nada parecido,
sino más bien un pobre empleadillo que vivía de su trabajo, lo que hacía más
inexplicable todavía los cuidados que se le dispensaban. El misterio se vino a
despejar de una manera fortuita: un día Ricardito, el menor y el más repelente
de los hijos de Ernestina, se plantó delante del pobre tío Leoncio y le gritó, después
de sacarle la lengua: ¡Ojalá te mueras! Inmediatamente Ernestina agarró
al chiquillo por los cabellos y le dijo: «¡Niño!, ¿qué es eso? ¿Cómo se le ocurre
a usted desearle la muerte a su tío, usted no sabe que eso es malo y no se
dice?». Aquella enérgica expresión de censura maternal no dejó de parecerme
una muestra de la más cínica hipocresía. Aun teniendo en cuenta el célebre
dicho de Luis Herrera Campins, «el que le pega a su familia se arruina», juzgué
ridícula, casi cómica, la actitud de esta señora que tan violentamente
reprendía a su hijo por expresar un deseo que seguramente ella compartía. La
explicación del incidente y de todo el extraño comportamiento de aquella familia
vino sola, diáfana y sencillísima, cuando Ernestina completó el regaño con
un comentario dirigido a mí:
—¡Míreme esto! ¿Cómo se le ocurre a este muchacho del cipote desearle
la muerte al tío, con lo que está costando ahorita un entierro?
Y jamaqueando nuevamente al chamaco por la pelambre:
¡Muérgano!, ¿tú como que nos quieres arruinar?
160 / A NÍBAL NAZOA

DAME RAZÓN…
10-02-1994
En Venezuela usamos todavía —aunque no con la misma frecuencia de
antes— una singular forma de preguntar por una persona a la que no hemos
visto desde hace cierto tiempo: en vez de preguntar cómo está o cómo le va a
Fulano pronunciamos una frase que tiene el aire de una orden: «dame razón de
Fulano», que no es exactamente el equivalente de un simple «¿cómo está?»
sino más bien el de un qué se hizo o qué ha sido, de mucho más inquisitivo. Se
pide razón de alguien que está desaparecido, quizás oculto y no simplemente
ausente, aunque en apariencia esa no sea la idea, y en algunos casos la frase
asume los caracteres de una verdadera requisitoria. Por ejemplo, cuando se
habla de agilísimo caballero del Banco Latino, todo el mundo comprende perfectamente
lo que significa «dame razón de Gómez López».
Olvidaba decir que el «dame razón de» también se aplica a las cosas e instituciones
y en este caso por lo regular significa qué pasó con. Ayer, precisamente,
oí la expresión en boca de un amigo, caraqueño viejo, que en tono de
reclamo me dijo:
—Oye, tú que escribes una columna llamada «Puerta de Caracas», dame
razón de La Pastora...
No supe qué responder. Hube de callar entre la sorpresiva demanda porque
realmente —lo confieso— hace varios que no visito la querida parroquia
donde transcurrió buena parte de mi vida. Un verdadero pecado de quien,
como este servidor, que aunque nativo de San Juan es pastoreño por muy bellas
razones, entre otras, la de haber conocido el primer amor y pasado los felices
años de bachillerato en La Pastora. En medio de mi silencio me vinieron a la
memoria de José Antonio Calcaño en el Foro en defensa de la ciudad:
«Histórico es todo lo que es testimonio del pasado. Las casas de La Pastora.
Las calles de La Pastora, sin históricas todas, porque son testimonio de la vida
de ayer, son tradición viva del alma de la ciudad (*)...»
Para mi vergüenza, no pude dar razón de La Pastora, cuyas golpeadas manzanas
no frecuento casi desde los tiempos de Adolfo Blanco Adrianza y su
Centro Meyrink enfrentándose a la «piqueta del progreso» al mando de los
vecinos... ¡Las casas de La Pastora! La última vez que las vi ya estaba bastante
avanzado el proceso de destrucción de la parroquia. Por entonces se había
puesto en práctica el sucio procedimiento que llamó de «asesinato con cuchi-
Puerta de Caracas / 161

llito de palo», de acuerdo con el cual las construcciones eran demolidas por
dentro, dejando en pie las fachadas para dar una apariencia de conservación
que distraía la vigilancia vecinal mientras actuaba libremente la ladronería
municipal: usted veía una vieja casa «muy bien conservada» y al acercarse y
mirar por el ojo de la cerradura se encontraba con la triste verdad del cascarón
lleno de monte.
Ahora, dice el amigo que me pidió razón de La Pastora, la situación es más
vergonzosa todavía: según me cuenta, quien vea por el ojo de la cerradura verá
algo decenas de veces peor que el solar enmontado: verá el cascarón transformado
en una especie de cárcel de Sabaneta con pretensiones de vivienda unifamiliar
donde se dan forma concentrada todos los horrores de la marginalidad
caraqueña, algo así como una ranchería compacta que resume todas las habilidades
de la arquitectura delictiva. Cada casa ha sido dividida en un número
increíble de estrechos «mini-apartamentos» y allí habitan cuatro, seis, diez,
quién sabe cuántas familias en las más deplorables condiciones sanitarias. En
su mayoría, según él, se trata de indocumentados provenientes de todas las
vecindades del país: colombianos, ecuatorianos, dominicanos, hasta chilenos.
El dueño o encargado, dice mi informante, por lo regular es un avispado
colombiano que administra el negocio sin la menor compasión por sus víctimas.
El tráfico de drogas es lo más leve que se puede hallar en esos antros,
donde opera el crimen organizado en forma tan terrible que espantaría a las
autoridades si a éstas se les ocurriera algún día acercarse siquiera por las proximidades
de la zona, cosa que jamás han hecho.
He aquí una nueva realidad de «Caracas la gentil» que habla por sí sola. Por
ahora se trata del testimonio de una persona de mi entera confianza, cuyo nombre
omito por razones obvias (razones obvias, ya se sabe, quiere decir miedo a
las represalias) a petición suya; pero bien pronto trataré de hacer una excursión
a ese peligroso territorio para comprobarlo por mis propios ojos y así poder a
mi regreso (si hay regreso) decirle al gobierno:
—Oye, dame razón de la democracia y los derechos humanos...
(*) Citado por María Luisa Herrera de Weisshaar en «Parroquia La Pastora
—estudio micro histórico— Caracas, 1979.
162 / A NÍBAL NAZOA

COLINAS VS. CERRO
11-08-1994
En el principio fue el cerro. Así como la conquista española primero y
luego el avance de los terratenientes criollos fueron empujando a los indios
hasta obligarlos a refugiarse en las profundidades de la selva, al comenzar el
petróleo a derramar sus beneficios sobre la burguesía caraqueña los habitantes
«menos favorecidos» de la ciudad fueron rechazados hacia los cerros.
Alpinistas a juro, los pobres tuvieron que aprender a dominar las alturas para
no estorbar a los prósperos de abajo. Surgió entonces una audaz ingeniería
popular que abrió caminos a uña limpia, equilibró ranchos sobre los riscos más
inaccesibles y talló escalinatas estilo Machu Picchu, allí donde el ingeniero
graduado no hubiera dado con otra solución que el teleférico o el helicóptero.
Entonces comenzaron los verdaderos problemas: al quedar plenamente establecido
el cinturón de miseria se empezó a notar la acumulación de años, de lustros,
de décadas de basura. Los cerros se desmoronan roídos por las aguas negras
y cuando llueve da gusto ver como bajan en fantástica regata desde perros muertos
hasta lavadoras y neveras. La ciudad de abajo, entretanto descansaba tranquila
y ni se ocupaba de volver los ojos hacia el infierno que la rodeaba, como no
fuera para decir de vez en cuando —sobre todo de noche— que «parece un nacimiento».
Mas pronto la situación cambió radicalmente: con la explosión del progreso,
el valle resultó estrecho para los usufructuarios del bienestar y estos ¿qué
hicieron? Pues, naturalmente, «coger el cerro» ellos también. Se inició una carrera
para ocupar las alturas que como era de esperarse ganaron los que contaban
con mejores recursos. La guerra fue de tractor contra machete, de teodolito contra
pepa de ojo, de policía contra sin-techo. Las clases altas pasaron a serlo en
sentido literal. Los cerros se cubrieron ya no de ranchos sino de quintas y cambiaron
de nombre porque usted comprenderá, doctor, que no puede arriesgarse a
que lo confundan con ese perraje de los cerros. Así aparecieron las «colinas» y
se operó el fenómeno inverso: los ricos arriba y los pobres para abajo, unos a
fuerza de papeles y otros a plan de machete. Porque también hay que considerar
doctor, eso afea la ciudad, qué dirán los turistas, hay que hacer algo. Y mientras
los tractores borraban del mapa los barrios marginales, el lujo y el confort iban
trepando por las laderas. Quinta Mi Cariño, Villa Claret, Ginger, La Rodriguera,
y el que venga atrás que arreé. Las «colinas que se han impuesto sobre los cerros
y ahora sí que parecen un nacimiento». Todo esto a costillas de la ciudad, que ha
Puerta de Caracas / 163

quedado rodeada de montañas semejantes a las de la Luna. Se arrasa con la vegetación,
se cortan las lomas según convenga a los propietarios, se fabrican peladeros
a gusto del consumidor. Donde había un bosquecito se planta un Centro
Comercial y un «Conjunto Residencial» reemplaza los últimos mogoticos que
quedaban en el cucurucho del cerro. Y los Concejos, ¿qué dicen? Ellos no dicen,
ellos firman... cuando hay quórum.
De pronto suceden cosas como las de Alto Prado. ¿La venganza del cerro?
¿Castigo de Dios? No lo creo: en Fuerte Tiuna no hay, que yo sepa, damnificados
de Alto Prado ni he visto subir para allá a la Guardia Nacional con sus
peinillas. O sea que la cosa no es precisamente como una película de Pedro
Infante, Los ricos también lloran o algo por el estilo, no señor. De todos modos,
en plena estación lluviosa no parece muy recomendable hablar del asunto. Para
cuando escampe, sin embargo, me gustaría volver sobre el tema de las permisologías
chimbas y un supuesto arrime de canoa gubernamental para cargar
con los daños que, de ser cierto, obligaría a terminar la presente nota con la
acostumbrada coletilla: «Cualquier parecido entre el derrumbe de Alto Prado
y el del Banco Latino es enteramente casual».
ESTRENANDO PARROQUIAS
06-10-1994
Caracas, la ciudad que «crece hacia adentro», cuenta desde la semana pasada
con dos nuevas parroquias, las de San Bernardino (la N° 20) y San Pedro (la
N° 21). No siendo vecino de ninguna de las dos flamantes parroquias, no puedo
lanzarme a opinar sobre las ventajas o desventajas de la nueva demarcación. Por
lo pronto, convengamos en que desde el punto de vista de las tradiciones, la ciudad
francamente sale ganando: no sólo tenemos dos jefes civiles más y dos jefaturas
con sus respectivos calabozos para recluir a los borrachitos y desordenados
(o a los detenidos «con clase» a quienes la autoridad se las designe para cumplir
arrestos) sino que se dan nuevas oportunidades para los regocijos populares. Así,
por ejemplo, habiendo dos nuevas iglesias parroquiales con sus respectivos
curas párrocos, es de suponer que en cada una se celebrarán por todo lo alto las
festividades de los cada santo patrón. Es posible incluso que la creación de las
dos parroquias anime a los parroquianos a organizar sus Juntas de Carnaval
164 / A NÍBAL NAZOA

para resucitar las fiestas del Rey Momo con la consiguiente alegría de la cual
estamos tan necesitados. Demás está decir, por supuesto, que siendo el
Domingo de Resurrección un festejo eminentemente parroquial, con este
aumento en el número de parroquias la cosa se pone mucho más sabrosa porque
ahora tendremos más Judas para quemar. Por cierto, y dicho sea sin alusiones
molestas, según informa la prensa, el Concejo Municipal deberá decidir
a la mayor brevedad sobre «el número de puestos por cada tolda política que
estarán representadas en cada una de las Juntas Parroquiales. Ya está: aparecieron
las «toldas» y con ellas el lío, la galleta, la trampa y el pleito llevados a
nivel parroquial. Empezó la minicampaña electoral.
La ordenación territorial nunca ha sido en Venezuela asunto en que la opinión
pública tenga mucho que decir. Se crean y se suprimen entidades, se cambia la
nomenclatura, se estiran y encogen las jurisdicciones sin preguntarle a nadie. Este
caso, al parecer, constituye una excepción en estos procederes porque según
tengo entendido existen unos comités de vecinos o algo parecido, que han actuado
como parteros en el nacimiento de las nuevas parroquias. Pero de todos
modos se ha aplicado el método por el cual se le han ido empatando a Caracas
parroquias y más parroquias sin mayores consideraciones respecto al plano general
de la ciudad y que los caraqueños tengamos la menor idea acerca del porqué
de tales empataduras. El resultado de la falta de entendimiento entre gobernantes
y gobernados, entre urbanistas y vecinos en un enredo mayúsculo cuyo mejor
ejemplo es precisamente Caracas, una ciudad surrealista con cuatro alcaldes, un
gobernador, un prefecto y un número-sorpresa de parroquias. Mucha agua—por
llamarla de alguna manera— ha corrido bajo los puentes del Guaire desde que
Caracas se componía de diez parroquias urbanas y cinco foráneas (y los chamos
de primaria se las tenían que aprender para recitarlas en la clase de instrucción
cívica), allá cuando Antímano y Sabana Grande eran el Interior de la República.
Por el año 1946 el entonces concejal Andrés Eloy Blanco se refería en el Concejo
Municipal a los inconvenientes que acarreaba para el desarrollo de Caracas la
estrafalaria disposición de las urbanizaciones del Este, situadas en el Estado
Miranda, y como solución al problema proponía que «Caracas venga a ser la
capital del Estado Miranda, con su municipio igual a los demás de la República».
Se quejaba Andrés Eloy —y no le faltaba razón— de la dualidad administrativa
del bloque Miranda-Distrito Federal, con «las dos burocracias: una en Caracas y
otra en Los Teques. Un gobernador en Caracas, con todo su tren de empleados,
un Presidente en Miraflores, con el mismo tren...».
Puerta de Caracas / 165

Mientras se extendía en estas consideraciones, el poeta-concejal seguramente
tenía en su mente la imagen de esta ciudad de tan extraña ubicación, atravesada
como una espina de pescado en el gaznate de Miranda, un estado que recuerda
al antiguo Pakistán, que antes de producirse la sucesión de la actual
Bangladesh se dividía en dos porciones, el Pakistán Oriental y el Pakistán
Occidental, separadas por más de 1.600 kilómetros de territorio indio.
Exactamente lo que les ocurre a los municipios de Miranda, con excepción de
los del antiguo Distrito Guaicaipuro, cuyos habitantes para poder llegar a la capital
de su estado tienen que atravesar toda Caracas y su área metropolitana... a
menos que prefieran dar la vuelta por el Llano para entrarle a Los Teques desde
Tejerías. Cómo será de loca nuestra ciudad, que según contaba el mismo Andrés
Eloy en otra de sus intervenciones en el Concejo Municipal, Caracas se convirtió
después de la Guerra Federal en la «Capital Provisional» de Venezuela, «prestada»
al gobierno mientras construía la nueva Capital Federal, al estilo de
Washington D.C.. Una provisionalidad que perdura hasta hoy, pues en ningún
momento Caracas ha sido proclamada oficialmente Capital de la República de
Venezuela. Definitivamente, García Márquez, ¡no has inventado nada!
NOTAS TV-OMITIVAS
27-10-1994
… Bueno, ya tengo todo listo: gorro estéril, guantes de goma, bata cerrada,
botas y sobrebota, tapaboca, máscara antigases... ¿Máscara antigases? ¡Un
momento! ¿Desde cuándo se usa máscara antigases en una operación quirúrgica?
¿O es que acaso voy a practicar una exhumación? Para empezar, no soy
cirujano, médico forense ni nada por el estilo. Pero tengan calma, que ya les
explicaré; mientras tanto, permítanme seguir adelante con la enumeración:
alcohol absoluto, creolina, formol, solución jabonosa de yodo, ácido muriático,
cal viva... Nada, señores, no es lo que ustedes se podrían estar imaginando;
soy un ciudadano común y corriente y sencillamente me dispongo a prender
mi televisor. Como habrán podido ver estoy bien equipado, pero aún así no
estoy seguro de que las precauciones que he tomado sean suficientes dada la
magnitud de la pudrición que estoy por destapar.
No exagero: la televisión venezolana ha alcanzado tal grado de putrefacción
que, me atrevo a apostar, si a manera de experimento encendiéramos el aparato
166 / A NÍBAL NAZOA

en una cochinera saldrían o en un relleno sanitario los cochinos saldrían corriendo
y los zamuros volando. Programas como el de Geraldo y Cristina desafían los
estómagos sólidos. Cuando en Venezuela se habla de una televisión descompuesta
debemos entender no que el televisor está echando a perder, sino que está
en estado de descomposición, o sea descompuesto en el sentido carroñístico de
la palabra.
Diariamente vemos precisamente en la televisión a especialistas en diversas
disciplinas científicas haciendo llamados desesperados a tomarse en serio el problema
de la prevención del delito, en vista de que la represión no ha logrado hasta
ahora sino agravar la ya asfixiante situación en que vivimos. Pero apenas calla el
especialista, tras un aguacero de cuñas de factura e intención abiertamente pornográficas,
entra en acción la desfachatada catira o alguno de sus congéneres
mayameros y abre su abanico de cochinadas, quedando así demostrado que en
Venezuela no se ha tomado justamente una de las primeras y más urgentes medidas
necesarias para la prevención del delito: pararle el trote a la televisión. Al
comienzo de ciertos programas las plantas televisoras advierten que «los menores
de 18 años que vayan a presenciar este programa deben ser orientados» por
personas adultas. Y a las personas adultas ¿quién las orienta? Los chamos no son
los únicos sensibles al constante aguacero de corrupción que la TV derrama
sobre los televidentes, como tampoco son los programas «OA» para mayores los
únicos que enrarecen son sus vahos la atmósfera del hogar venezolano. La mayor
parte de la programación «para todo público», incluidos muchos de los dirigidos
específicamente a los niños y hasta las propias «comiquitas» contienen horrores
de todo tipo en dosis no para adultos sino para caballos. Pero todo esto es, al fin
y al cabo, mero lugar común. La verdadera pregunta que debemos formular es
¿por qué la televisión goza de la más amplia impunidad para propalar sus inmundicias?
Me atrevo a decir que la única razón para tal impunidad es la procedencia,
la nacionalidad de casi todas sus producciones: sencillamente son norteamericanas
y como tales, intocables. El monopolio casi total, grosero monopolio que ejercen
las fábricas de enlatados yanquis sobre nuestra televisión es invencible, tan
invencible como los marines precisamente por eso, porque son yanquis y contra
los marines de la pantalla no hay autoridad nacional que valga, y esto vale también
para el cine. En los cines de Venezuela no se exhiben sino puras películas
norteamericanas, y las de otras nacionalidades sólo se proyectan a título de curiosidad
en las salas de «arte» o «experimentales». Se preguntará el lector si acaso
los norteamericanos no producen también, siquiera de vez en cuando, películas
que no sean de gángsteres o de adolescentes imbéciles. Lamento mucho decirles
Puerta de Caracas / 167

que al parecer no; a lo mejor todavía hay en Estados Unidos algún cine underground
que produce otro tipo de películas pero, en todo caso esas, si existen, no
llegan a Venezuela porque business is business y están enteramente equivocados
los dementes que piensan que el cine es un arte y no un negocio.
Pero esto se está poniendo sabroso y prefiero dejar para una próxima oportunidad
el resto de mis consideraciones en torno a la televisión norteamericana
como ingrediente de la diaria matazón en que vivimos los venezolanos.
Entre tanto, no se pierdan esta noche por su canal la tierna historia de una
madre que le come el hígado a su propio muchachito y después se tiene que
comer dos kilos de cebollas porque se le había olvidado comérselo encebollado,
cortesía de los condones «Resistex» y las toallas sanitarias «Lady-chipping»,
el dúo de la felicidad conyugal.
MEDIO SIGLO DE SILENCIO
07-07-1994
Este 5 de julio los caraqueños conmemoramos el 50° Aniversario de la
reurbanización de El Silencio. En la ocasión estuve recordando los años de la
Junta Revolucionaria, cuando Rómulo Betancourt tronaba contra la «Política
del cemento urbano» del recién derrocado presidente Medina Angarita: una
política que se expresaba en las obras como Grupos Escolares y liceos medinistas
y este Silencio viejo, ya de medio siglo pero novísimo como ejemplo de
urbanismo humano y democrático. Sólo quien conoció el antiguo barrio de El
Silencio en sus días de mugriento esplendor, puede tener una idea exacta de lo
que significó para esta ciudad la demolición de aquél, uno de los barrios de
prostitución más terribles del mundo, en el que todavía es uno de los mejores
espacios urbanos de la América Latina, la obra cumbre del arquitecto Carlos
Raúl Villanueva. En realidad Medina Angarita inició la verdadera —después
frustrada— transformación de Caracas en una verdadera ciudad moderna y a
la vez humana el 25 de julio de 1942, aquel Día de Caracas en que dio el primer
piquetazo para echar abajo aquellas manzanas malditas, hábitat de la
podredumbre donde reinaban la sífilis, el crimen y el alcohol de mala ley. A
cincuenta años de su inauguración, El Silencio —construido en el hoy inverosímil
lapso de 32 meses y en los difíciles años de la II Guerra Mundial— sigue
168 / A NÍBAL NAZOA

siendo la joya más brillante de Caracas, a pesar de los pesares. La inauguración
oficial tuvo lugar el 5 de julio de 1944, pero la verdadera inauguración de la
obra concluida la saludamos el 25 de agosto de 1945 ante el gigantesco y elegante
Bloque 1, frente a la Plaza O’Leary con las hermosas fuentes de
Francisco Narváez, las «toninas» que milagrosamente han sobrevivido a los 36
años de «cuánto hay pa’eso» y saqueo de cuello blanco. Faltaba entonces
menos de un mes para que el Partido del Pueblo aliado con Pérez Jiménez diera
a Medina el premio por su magnífica obra: el golpe con sus bien conocidas
resultas. Irónicamente, casi a partir del mismo 18 de octubre El Silencio pasó
a ser el acomodo favorito de los mismos que bramaban contra la «política del
cemento armado» y a nadie se adjudicaba un apartamento en sus bloques si no
era militante del Partido o por lo menos titular de una palanca de primer género
en el CEN. Así, pues, El Silencio vino a ser el antecedente histórico de El
Cafetal: para saber si alguien era o no era adeco bastaba preguntarle dónde
vivía y si respondía que en El Silencio, ya. Al mismo tiempo, la politiquería se
mudó del Nuevo Circo para la Plaza de El Silencio, mucho más espaciosa que
el viejo coso donde ya no cabían los alaridos de la socialdemocracia recién vestida.
Más irónicamente todavía, a los adecos no se les ocurrió una forma más
ingeniosa de agredir al presidente «tumbaíto» que bautizar «Bloque Ocho»
(los de El Silencio eran siete) a su residencia de La Quebradita, más bien
modesta comparada con el palacete que hoy tiene cualquier sindicalero sin más
mérito que su alta peligrosidad, sin contar con los chalets y apartamentos que
poseen en Miami, Orlando y demás Atenas de la cultura adeca.
Hablando de comparaciones ¿cabe alguna entre la Caracas que vio caer El
Silencio inmundo de Gómez y surgir en su lugar El Silencio admirable de
Medina y Villanueva, y la Caracas de hoy, toda huecos y mugre, dominada por
el hampa y amenazada por toda clase de catástrofe? Compárese el país de
Grupos Escolares y los Liceos, todavía en servicio al cabo de medio siglo, con
éste de las escuelas en ruina y los hospitales colapsados, todo inundado de
aguas negras, y ya veremos cuál es la memoria verdaderamente respetable.
En estos momentos se está levantando un movimiento que pide el traslado
de los restos del general Medina al Panteón Nacional. No me opongo, pero sí
me permito decirle al reurbanizador de El Silencio: sí, General, váyase para el
Panteón, pero espérese un rato a ver quién lo va a acompañar en el viaje.
Puerta de Caracas / 169

ÍNDICE
INTRODUCCIÓN… … … … … … … … … … … … … … … … VII
PRÓLOGO … … … … … … … … … … … … … … … … … … IX
SALUDO A LA AFICIÓN … … … … … … … … … … … … … 1
17-06-1972
SE VA SAN AGUSTÍN … … … … … … … … … … … … … … 2
14-11-1972
MÁS COMPARACIONES … … … … … … … … … … … … … 3
18-01-1973
TRAPOS AL SOL … … … … … … … … … … … … … … … … 5
22-01-1973
¿QUIÉN ESTÁ LOCO? … … … … … … … … … … … … … … 7
24-01-1973
LA CIUDAD DE DON DIEGO … … … … … … … … … … … 8
30-01-1973
EL HOMBRE ORQUESTA… … … … … … … … … … … … … 9
01-02-1973

EL NOMBRE ES LO DE MENOS … … … … … … … … … … 11
09-02-1973
LO SENTIMOS MUCHO … … … … … … … … … … … … … 13
20-02-1973
BELLO PASEO … … … … … … … … … … … … … … … … … 15
13-03-1973
SEAMOS JUSTOS… … … … … … … … … … … … … … … … 17
05-02-1974
UN PASEO REVELADOR … … … … … … … … … … … … … 18
13-02-1974
PESADILLA … … … … … … … … … … … … … … … … … … 19
18-04-1974
CINE—ÑAPA … … … … … … … … … … … … … … … … … 21
07-05-1974
PEDIMOS OTRA GUERRA … … … … … … … … … … … … 22
05-09-1974
¿DÓNDE ESTÁ LA TIERRA? … … … … … … … … … … … … 23
04-02-1975
LA ESCALADA DE LA AREPA … … … … … … … … … … … 25
13-02-1975
BUEN PROVECHO … … … … … … … … … … … … … … … 26
13-03-1975

LA GRAN OPORTUNIDAD … … … … … … … … … … … … 27
22-03-1975
BUENAS NUEVAS … … … … … … … … … … … … … … … 28
15-05-1975
ESTÉTICA Y RIÑONES … … … … … … … … … … … … … … 30
29-05-1975
IMPORTANCIA DE LA GRAMÁTICA … … … … … … … … 32
18-09-1975
HUEQUENPOLITIK … … … … … … … … … … … … … … … 33
11-11-1975
TORRE DE MARFIL … … … … … … … … … … … … … … … 34
14-10-1976
¿QUIÉN, YO? … … … … … … … … … … … … … … … … … 35
03-02-1977
OTRA VEZ SERÁ … … … … … … … … … … … … … … … … 37
15-03-1977
SUAVECITA … … … … … … … … … … … … … … … … … … 38
12-05-1977
MERECIDA RECOMPENSA … … … … … … … … … … … … 39
14-04-1977
NOTICIAS DEL FUTURO … … … … … … … … … … … … … 41
28-04-1977

LOS EXPLICADORES … … … … … … … … … … … … … … 43
26-05-1977
CONSUMIDOR CONSUMIDO … … … … … … … … … … … 44
21-06-1977
FRÁGIL MEMORIA … … … … … … … … … … … … … … … 45
30-06-1977
NOMENCLATURA OBSOLETA … … … … … … … … … … … 46
14-07-1977
UN CONSUELO … … … … … … … … … … … … … … … … 48
08-08-1977
¡HORROR! … … … … … … … … … … … … … … … … … … 49
08-08-1977
CUAL BANDADA DE PALOMAS … … … … … … … … … … 51
06-10-1977
TRADICIÓN RECUPERADA… … … … … … … … … … … … 52
01-11-1977
EL PUEBLO, SÍ… … … … … … … … … … … … … … … … … 53
01-12-1977
EN GRANDE SÍ … … … … … … … … … … … … … … … … 55
20-12-1977
PRESO … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 56
10-02-1978

FIN … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 57
17-02-1978
LA JAULA DE KING KONG … … … … … … … … … … … … 59
10-03-1978
VAMPIRO VAMPIRO … … … … … … … … … … … … … … 60
14-04-1978
POR DEBAJO DE LA MESA … … … … … … … … … … … … 62
08-06-1978
RECTIFICACIÓN DE PARTIDA … … … … … … … … … … … 63
22-09-1978
LA CIUDAD Y SU UNIVERSIDAD … … … … … … … … … … 64
04-03-1980
OBSERVANDO AL PERSONAJE … … … … … … … … … … 66
18-08-1980
REFLEXIONES JUNTO AL RÍO … … … … … … … … … … … 68
25-09-1980
MEMORIA MUNICIPAL … … … … … … … … … … … … … 70
08-01-1981
CUERPO Y ALMA … … … … … … … … … … … … … … … 72
Abril-1981
HABLEMOS DE COCHINADAS … … … … … … … … … … 73
18-06-1981

PAGAR EL VIVIR … … … … … … … … … … … … … … … … 75
03-12-1981
ENSALADA DE AÑO NUEVO … … … … … … … … … … … 77
02-01-1982
NUEVO GOBIERNO YA … … … … … … … … … … … … … 79
02-02-1984
BAJO EL SIGNO DEL ÁVILA… … … … … … … … … … … … 81
01-03-1984
ACARICIANDO EL PENTAGRAMA … … … … … … … … … 82
12-04-1984
CUENTOS Y ESTACIONES … … … … … … … … … … … … 84
29-06-1984
BUSQUEN A ESE GENIO … … … … … … … … … … … … … 86
12-07-1984
PALANCA, PALANQUINA Y PALANQUETA … … … … … … 88
21-03-1985
EL MURO … … … … … … … … … … … … … … … … … … 90
25-04-1985
GARDEL EN CAÑO AMARILLO … … … … … … … … … … 92
27-06-1985
SILENCIO EN EL DÍA … … … … … … … … … … … … … … 93
22-08-1985

MODERACIÓN ANTE TODO … … … … … … … … … … … 95
19-12-1985
RECORDANDO EL AYER … … … … … … … … … … … … … 96
16-01-1986
LA AREPA AL PODER … … … … … … … … … … … … … … 98
08-05-1986
UN KAMBUR NÓRDICO … … … … … … … … … … … … … 100
19-06-1986
LA NUEVA CAPERUCITA … … … … … … … … … … … … … 101
31-07-1986
DELICIAS DEL TRANSPORTE … … … … … … … … … … … 103
30-10-1986
PARÁBOLA BASÚRICA … … … … … … … … … … … … … 105
15-02-1987
TRISTEZA JUBILOSA … … … … … … … … … … … … … … 106
04-06-1987
DE TOPÓNIMOS Y EPÓNIMOS … … … … … … … … … … 108
11-06-1987
CONTESTACIÓN PAGADA … … … … … … … … … … … … 110
16-07-1987
EL CARRO DE LA HISTORIA … … … … … … … … … … … 112
13-08-1987

MÁS DE LO MISMO … … … … … … … … … … … … … … 114
13-08-1987
TIEMPO DE PROMESAS … … … … … … … … … … … … … 115
23-06-1988
SOSPECHOSO … … … … … … … … … … … … … … … … 117
30-06-1988
AVISOS ECONÓMICOS … … … … … … … … … … … … … 118
25-08-1988
ADIÓS, PUES, CARACAS … … … … … … … … … … … … … 119
01-12-1988
MISTERIO … … … … … … … … … … … … … … … … … … 121
06-07-1989
ANTOJITOS CRIOLLOS … … … … … … … … … … … … … 122
09-11-1989
¡DALE CANDELA! … … … … … … … … … … … … … … … 124
01-02-1990
ATLETAS … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 125
22-02-1990
GLORIAS DE BARINAS … … … … … … … … … … … … … 126
08-03-1990
MENS INSANA … … … … … … … … … … … … … … … … 127
05-08-1990

CALDO EN BOTELLA … … … … … … … … … … … … … … 128
19-10-1990
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ANTONIO … … … … … 130
16-02-1991
COMPLACIENDO PETICIONES … … … … … … … … … … 131
14-03-1991
EL ÚLTIMO SUSTO … … … … … … … … … … … … … … … 133
25-09-1991
DEL 1 AL 4 … … … … … … … … … … … … … … … … … … 134
16-10-1991
GASTRONOMÍA Y JUSTICIA … … … … … … … … … … … 136
01-10-1991
QUÍTATE DE LA ACERA … … … … … … … … … … … … … 138
04-12-1991
ALL VENEZUELAN … … … … … … … … … … … … … … … 140
02-04-1992
MORAL Y LUCES… … … … … … … … … … … … … … … … 141
09-04-1992
LA PODEROSA PUYA … … … … … … … … … … … … … … 143
02-07-1992
PEQUEÑECES … … … … … … … … … … … … … … … … … 145
19-11-1992

LA RISA AMARGA … … … … … … … … … … … … … … … 147
26-11-1992
EXPIRATION DANCE … … … … … … … … … … … … … … 149
04-03-1993
LA MODA INTERNACIONAL … … … … … … … … … … … 151
17-06-1993
RECESO GARDELIANO … … … … … … … … … … … … … 153
24-06-1993
POR SUS CARROS LOS CONOCERÉIS … … … … … … … 155
27-08-1993
MARTÍ EN CARACAS … … … … … … … … … … … … … … 157
09-10-1993
MELODRAMA FAMILIAR… … … … … … … … … … … … … 159
28-10-1993
DAME RAZÓN… … … … … … … … … … … … … … … … … 161
10-02-1994
COLINAS VS CERRO … … … … … … … … … … … … … … 163
11-08-1994
ESTRENANDO PARROQUIAS … … … … … … … … … … … 164
06-10-1994
NOTAS TV-OMITIVAS … … … … … … … … … … … … … … 166
27-10-1994
MEDIO SIGLO DE SILENCIO … … … … … … … … … … … 168
07-07-1994

Este libro se imprimió durante
el mes de marzo de 2007
en los Talleres Litográficos
Caracas - Venezuela

Puerta de Caracas / 183

184 / A NÍBAL NAZOA

Puerta de Caracas / 185