Rafael Ortega Dominguez Parte 1 - Fiestabrava

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Apuntes biográficos y profesionales - I Viene de la página nº 74. oreja del encierro. Y es que en justicia se lo ganó a puritita ley el rejoneador de Puebla del Río, por su elegancia sobre sus caballos, por el dominio de los terrenos para salir de frente y cuartear muy atinadamente. El maestro del rejoneo clavó banderillas muy gallardamente y al colocar un par a dos manos, se inclinó tanto sobre el toro, que caballo y caballero perdieron el equilibrio y cayeron a la arena. Circunstancialmente, el banderillero Mota de la Isla, que se hallaba en callejón como espectador, saltó raudo y veloz al redondel e hizo el quite que evitó una desgracia, dando la vuelto al ruedo al final con el rejoneador, fundiéndose ambos en un fuerte y sentido abrazo en el centro del anillo. Rafael Ortega lanceó a su primero con cuatro verónicas a compás abierto, suerte que solía repetir. Se lució por chicuelitas y, brindando a los espectadores, inició la faena de muleta sentado en el estribo, para continuar con la derecha y un ceñido pase de pecho. Fueron las mejores «piezas» de su trabajo y en ambos toros se le aplaudió. Rafael Solano (Solanito), al que debemos decir que le tocaron los toros menos lidiables, para poderles dominar de frente, se encontró con que el primero era un tanto manso y, por ello, el diestro se apresuró a liquidarlo. La faena a su segundo aún estuvo más descafeinada, porque el toro estaba desganado para embestir, logrando aplaudirse sólo en las banderillas, aunque se le aplaudieron varios quites. A nuestro paisano de Puerto Real se le ovacionaron por todo lo alto una serie de temerarias y ajustadas gaoneras –la quietud fue su identidad torerar-, que recetó a su primero, al que también le dio dos ayudados, igualmente jaleados. Pero pronto la res se manifestó con recelos, se desganó en las acometidas y el singular diestro comenzó a desconfiar. Semejante actitud la llaman «de contra estilo» en el toreo, que no en la pintura, provocando las naturales discrepancias de caracteres en las personas. Acabó con su 76 Rafael Ortega Domínguez desganado enemigo de un pinchazo y estocada al cuarto de la tarde, contando con el de rejones. A su segundo, último del festejo, le hizo una buena faena, por sus medidos y poderosos doblones, y al que dio una serie de pases con ambas manos, sufriendo algunos derrotes, que como siempre, el de Puerto Real aguantó con valor, pero falló con la de acero. NOTA. Nueve días antes de la corrida, concretamente, el 15 de abril, se pintaron por primera vez las rayas de los picadores sobre el albero, por Orden del Ministerio de Gobernación. 1959: Mayo: 17: El sólo nombre de Rafael Ortega fue ornato de las ferias españolas más importantes. En el recuerdo están el rabo a un Miura en Sevilla en 1954 y la gran faena al toro, llamado Mariscal, marcado con el número 19 y de pelaje negro, de D. Clemente Tassara, el (17-05-1959), que inspiró al cronista del periódico ABC, Antonio Díaz- Cañabate, una de sus mejores crónicas. El mismo año, también durante el serial madrileño de San Isidro –sin duda en otra corrida-, el toro de nombre Rosaledo, también marcado con el nº 19, de pelaje negro, de la misma ganadería, obtuvo del premio al mejor toro de dicho serial, por su extraordinario comportamiento en los tres tercios de la lidia. Ocupó el décimo lugar de la lista y de los 46 toros premiados entre 1950 y 1996. La citada «lista» es como sigue: 1951: Rizador, nº 25, cárdeno, de don Felipe Pablo Romero. 1952: Cachiporra, nº 44, negro, de don Fermín Bohóquez Gómez. 1953: Escamillo, nº 44, negro, de don Antonio Urquijo. 1954: Italiano, nº 208, negro, de don Antonio Urquijo. 1955: Lunero, nº 74, negro bragado, de don Carlos Núñez. 1956: Farolero, nº 18, negro, de doña Eusebia Galache. 1957: Grasito, nº 26, negro, de don El PUERTO de SANTA MARÍA

Rafael Ortega Domínguez Antonio Pérez Tabernero Sanchón de San Fernando. 1958: Rosaledo, nº 21, cárdeno, de don Felipe Pablo Romero. 1959: Mariscal, nº 19, negro, de don Clemente Tassara. La Feria de San Isidro madrileña, repetimos, no sólo supone el ciclo más largo de corridas y, por tanto, el de mayor número de toros lidiados, acercándose durante los últimos años a los treinta festejos celebrados, sino también, en líneas generales, las de mayores exigencias sobre las condiciones que deben reunir los toros, aunque a veces, el desmedido celo de algunos grupos de aficionados por el tamaño de los toros, peso y armadura, más bien parecen que quisieran resucitar los ancestrales toros pintados en la cueva rupestre de Altamira. Y sin embargo, ya es bien sabido que los toros demasiado grande y pesados, no son siempre aptos para una lidia artística y, como se casan pronto, se dedican a defenderse dando cornadas. Agosto: 02: La reseña de la corrida celebrada en la Plaza Real de El Puerto de Santa María, la tarde veraniega del (02-08-1959), debe comenzarse, con todos los merecimientos, citando en especialmente al ganadero D. Juan Guardiola, porque encierro que nos envió, con divisa grana y oro –según el cronista- «… tuvieron el tratamiento de usía, ya que fueron todos de fina lámina, gran trapío y tuvieron entre cinco y seis años; es decir, que traían la madera de los toros de antes.» Pese a que estábamos en 1959, todos los espectadores conocedores comprendieron que esos toros eran los que hacían falta para llevar a la Fiesta por su antiguo y justo cauce. ¿Qué dirían de los de hoy? Porque los «guardiolas» tenían caras de pocos amigos y menos genas de fiesta populachera, así que acometieron con casta brava al percal y, además, como debía ser, «sobrados de patas», sin despegar las armaduras del peto, para llegar al último tercio «con el aplomo y desarrollando el comportamiento de su edad. El PUERTO de SANTA MARÍA Apuntes biográficos y profesionales - I Y la reseña de las actuaciones de los diestros la iniciamos con el cabeza de la terna, «El Torero de Isla», que reaparecía después de las dos cogidas –la de Madrid y la de Zaragoza-, se encontró de salida con un toro cuya presencia fue recibida con una gran ovación de los espectadores, y con Juan García (Mondeño). Este astado arrancó tres tablas de una barrera y rasgó dos capotes con la misma facilidad que se parte un papel de fumar, achuchando de salida al diestro a la salida de unos lances, rasgándole la taleguilla de tal forma que hubo de continuar la lidia con un pantalón blanco de «paisano» y sin chaquetilla, dejando ver su acrisolada veteranía y sus sobrados conocimientos con «aquellos de antaño.» Y como de costumbre, se entregó en cuerpo y alma toreras a la concurrencia, pese a lo sucedido. «Con la franela estuvo medido, justo y porfión.» A sus dos enemigos, que llegaron punteando en demasía, los remató de dos medias en su sitio, siendo ovacionado y teniendo que responder reiteradas veces a quienes le aclamaban desde los tendidos. Se rumoreaba que esa tarde era su penúltima corrida, la que hacía el número 15 de sus actuaciones en la Plaza Real –la onceava de Juan García (Mondeño) y la séptima de Antonio González-, pero fue la última de su primera etapa, pues reapareció en El Puerto siete años después, concretamente el (10- 07-1966), toreando dos tarde más ese mismo año, siendo su verdadera última corrida la tarde del (21-08-1966), habiendo actuado en la Plaza Real en 18 ocasiones. De Juan García (Mondeño) hay que decir, a juicio del cronista, que «… si genial estuvo en la última corrida (6, a pie de la página 78) en El Puerto, la de esta tarde la superó», ya que realizó su mejor faena desde que vistió el traje de luces. Los cuatro ayudados, los dados en redondo y los naturales de su firma, con su mágica cadencia y quietud, fueron además kilométricos por la manera de alargar el brazo, consiguiendo su magistral faena. Pero a la hora de la suerte suprema no le 77

Apuntes biográficos y profesionales - I<br />

Viene de la página nº 74.<br />

oreja del encierro. Y es que en justicia se lo<br />

ganó a puritita ley el rejoneador de Puebla del<br />

Río, por su elegancia sobre sus caballos, por<br />

el dominio de los terrenos para salir de frente<br />

y cuartear muy atinadamente. El maestro del<br />

rejoneo clavó banderillas muy gallardamente<br />

y al colocar un par a dos manos, se inclinó<br />

tanto sobre el toro, que caballo y caballero<br />

perdieron el equilibrio y cayeron a la arena.<br />

Circunstancialmente, el banderillero Mota de<br />

la Isla, que se hallaba en callejón como<br />

espectador, saltó raudo y veloz al redondel e<br />

hizo el quite que evitó una desgracia, dando<br />

la vuelto al ruedo al final con el rejoneador,<br />

fundiéndose ambos en un fuerte y sentido<br />

abrazo en el centro del anillo.<br />

<strong>Rafael</strong> <strong>Ortega</strong> lanceó a su primero<br />

con cuatro verónicas a compás abierto,<br />

suerte que solía repetir. Se lució por chicuelitas<br />

y, brindando a los espectadores, inició<br />

la faena de muleta sentado en el estribo, para<br />

continuar con la derecha y un ceñido pase<br />

de pecho. Fueron las mejores «piezas» de<br />

su trabajo y en ambos toros se le aplaudió.<br />

<strong>Rafael</strong> Solano (Solanito), al que<br />

debemos decir que le tocaron los toros<br />

menos lidiables, para poderles dominar de<br />

frente, se encontró con que el primero era un<br />

tanto manso y, por ello, el diestro se apresuró<br />

a liquidarlo. La faena a su segundo aún estuvo<br />

más descafeinada, porque el toro estaba<br />

desganado para embestir, logrando<br />

aplaudirse sólo en las banderillas, aunque se<br />

le aplaudieron varios quites.<br />

A nuestro paisano de Puerto Real se<br />

le ovacionaron por todo lo alto una serie de<br />

temerarias y ajustadas gaoneras –la quietud<br />

fue su identidad torerar-, que recetó a su<br />

primero, al que también le dio dos ayudados,<br />

igualmente jaleados. Pero pronto la res se<br />

manifestó con recelos, se desganó en las<br />

acometidas y el singular diestro comenzó a<br />

desconfiar. Semejante actitud la llaman «de<br />

contra estilo» en el toreo, que no en la pintura,<br />

provocando las naturales discrepancias de<br />

caracteres en las personas. Acabó con su<br />

76<br />

<strong>Rafael</strong> <strong>Ortega</strong> Domínguez<br />

desganado enemigo de un pinchazo y<br />

estocada al cuarto de la tarde, contando con<br />

el de rejones. A su segundo, último del<br />

festejo, le hizo una buena faena, por sus<br />

medidos y poderosos doblones, y al que dio<br />

una serie de pases con ambas manos,<br />

sufriendo algunos derrotes, que como<br />

siempre, el de Puerto Real aguantó con valor,<br />

pero falló con la de acero.<br />

NOTA. Nueve días antes de la corrida,<br />

concretamente, el 15 de abril, se pintaron por<br />

primera vez las rayas de los picadores sobre<br />

el albero, por Orden del Ministerio de<br />

Gobernación.<br />

1959:<br />

Mayo:<br />

17:<br />

El sólo nombre de <strong>Rafael</strong> <strong>Ortega</strong> fue<br />

ornato de las ferias españolas más<br />

importantes. En el recuerdo están el rabo a<br />

un Miura en Sevilla en 1954 y la gran faena al<br />

toro, llamado Mariscal, marcado con el<br />

número 19 y de pelaje negro, de D. Clemente<br />

Tassara, el (17-05-1959), que inspiró al<br />

cronista del periódico ABC, Antonio Díaz-<br />

Cañabate, una de sus mejores crónicas. El<br />

mismo año, también durante el serial<br />

madrileño de San Isidro –sin duda en otra<br />

corrida-, el toro de nombre Rosaledo, también<br />

marcado con el nº 19, de pelaje negro, de la<br />

misma ganadería, obtuvo del premio al mejor<br />

toro de dicho serial, por su extraordinario<br />

comportamiento en los tres tercios de la lidia.<br />

Ocupó el décimo lugar de la lista y de los 46<br />

toros premiados entre 1950 y 1996.<br />

La citada «lista» es como sigue:<br />

1951: Rizador, nº 25, cárdeno, de don Felipe<br />

Pablo Romero. 1952: Cachiporra, nº 44,<br />

negro, de don Fermín Bohóquez Gómez.<br />

1953: Escamillo, nº 44, negro, de don Antonio<br />

Urquijo. 1954: Italiano, nº 208, negro, de don<br />

Antonio Urquijo. 1955: Lunero, nº 74, negro<br />

bragado, de don Carlos Núñez. 1956:<br />

Farolero, nº 18, negro, de doña Eusebia<br />

Galache. 1957: Grasito, nº 26, negro, de don<br />

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