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Rafael Ortega Dominguez Parte 1 - Fiestabrava

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Apuntes biográficos y profesionales - I<br />

1950:<br />

Temporada 1950: desoreja por<br />

partida doble, en San Isidro, a un toro de<br />

Buendía. Recibe cornadas en Granada, y el<br />

8 de julio en Pamplona (gravísima).<br />

Abriendo la generación de los años<br />

1950 figura un diestro de la categoría y talla<br />

de <strong>Rafael</strong> <strong>Ortega</strong>: torero de toreros,<br />

profesional honesto y sincero, respetado por<br />

todos sus compañeros y tenido hoy, cuando<br />

más y mejor se le reivindica, como una de<br />

las más clásicas referencias de la pureza del<br />

torero. Pero aquel al que llamaron «el tesoro<br />

de la Isla» no fue en su tiempo, tal y como<br />

designa la generalidad del término, «figura del<br />

toreo.» <strong>Ortega</strong> fue ante todo, un buen<br />

capoteador, un templado ejecutor del pase<br />

natural más clásico, el de más difícil ejecución,<br />

y trazó además el pase de pecho con<br />

una enorme profundidad. Torero modélico,<br />

por tanto, dentro de la línea belmontina y<br />

heredero de esa sobria y arriesgada manera<br />

que impuso la escuela rondeña, que<br />

culminaba con la soberbia interpretación del<br />

volapié, en la que él fue un auténtico maestro.<br />

Pero también es clásico el debate<br />

para dilucidar, según Paco Aguado, las<br />

causas que le impidieron llegar a la cumbre<br />

contando con tan excelentes cualidades<br />

técnicas, haciendo un toreo de tan nítida<br />

calidad, de tan difícil y hermoso concepto. La<br />

mayoría aludió a un físico nada propicio: rala<br />

cabellera, como la de su homólogo El Gallo,<br />

y ostensible robustez cercana a la obesidad,<br />

como consecuencia de su tardío arranque en<br />

la profesión, de su madurez personal. Otros<br />

lo achacan también a ese rosario de graves<br />

cornadas que surcaron de cicatrices su<br />

amplia anatomía, aunque más bien cabría<br />

pensar que todas esas pruebas de sangre<br />

que superó una y otra vez con la misma<br />

determinación, y con el sólido valor que los<br />

toros le pusieron a prueba reiteradamente,<br />

fueran consecuencia, precisamente, de la<br />

torpeza de movimientos de su fornido físico.<br />

También es cierto que <strong>Ortega</strong> coincidió<br />

en su tiempo con otros toreros de mucho<br />

40<br />

<strong>Rafael</strong> <strong>Ortega</strong> Domínguez<br />

mejor atractivo popular –Luis Miguel<br />

Dominguín, Julio Aparicio, Miguel Báez (Litri<br />

III) y Antonio Ordóñez...- que le aventajaron<br />

en el escalafón y a los que no siempre pudo<br />

seguir el regular ritmo del éxito por causa de<br />

esos persistentes percances que tantas<br />

veces le sacaron del palenque y que le<br />

menguaron cotización. Porque, de una u otra<br />

forma, el toreo de <strong>Rafael</strong> <strong>Ortega</strong>, como el de<br />

todos los que torean con pleno y consciente<br />

asentamiento de plantas sobre la arena, era<br />

siempre una arriesgada apuesta, en la que la<br />

cornada siempre tenía un alto número de<br />

probabilidades de producirse. Pero a<br />

sabiendas de todo ello, en de la Isla, supo<br />

siempre pagar el precio de la honestidad y<br />

de la fidelidad a su concepto.<br />

Abril:<br />

Ciertamente, con los éxitos logrados<br />

por nuestro paisano en la Plaza de Toros de<br />

Madrid en la temporada anterior, ya estaba<br />

más que justificado el título de «Torero de<br />

Madrid», mas tras cortar una oreja en la<br />

corrida de inauguración de la temporada<br />

madrileña de 1950, se proclamó el máximo<br />

triunfador en la tradicional Feria madrileña de<br />

San Isidro, y a pesar del serio retraso que<br />

supuso para su carrera el gravísimo percance<br />

sufrido en la Plaza de Toros de Pamplona en<br />

julio de ese año, de la que se salvó milagrosamente,<br />

siguió triunfando en la Plaza de<br />

Toros madrileña de Las Ventas durante toda<br />

la década de 1950, en la que no hubo año en<br />

la que no obtuviera un rotundo éxito y, en<br />

muchas ocasiones, con durísimas corridas,<br />

sumando un balance de orejas cortadas y<br />

salidas a hombros, tan sólo superado por<br />

contadísimos diestros en toda la historia de<br />

la Plaza Monumental madrileña.<br />

Junio:<br />

08:<br />

Toreando <strong>Ortega</strong> en la Plaza de Toros<br />

de Granada, la tarde del (08-06-1950), sufrió<br />

una cogida infringida por un astado de la<br />

ganadería de D. Ramos Paúl, que fue<br />

El PUERTO de SANTA MARÍA

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