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Simeon Bar Joyai - Zohar 3de5 - Comunidad Israelita Bet Or

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daño para todos los mundos”. ¿Entonces, qué hizo El? Hizo que erraran sobre la superficie de<br />

la tierra de una nación a otra hasta que, en Egipto, cayeron en medio de la raza que los hizo<br />

esclavos, despreciaron sus costumbres y aborrecieron sus caminos, y no se mezclaron con<br />

ellos ni tenían parte en ello. Ambos, varón y hembra, entre los egipcios, los detestaron, y así<br />

todo el propósito Divino pudo completarse dentro de la simiente santa, mientras que al mismo<br />

tiempo la culpa de las otras naciones se completó, como está escrito: “En la cuarta generación,<br />

ellos (los hijos de Abraham) volverán aquí, porque hasta entonces la iniquidad de los<br />

Ameritas no habrá llegado a su colmo” 125 . Y cuando los israelitas salieron de la servidumbre<br />

de Egipto, salieron como seres puros y santos, según está dicho: “Las tribus del Señor, el<br />

testimonio de Israel” 126 .<br />

Entonces R. Simeón se acercó a su hijo, y besándolo, dijo: Permanece, hijo mío, de pie<br />

en este lugar, pues la hora te favorece. R. Simeón se sentó entonces, mientras R. Eleazar, su<br />

hijo, estuvo de pie y expuso misterios de la sabiduría. Y mientras él hablaba su rostro se<br />

iluminó como la irradiación del sol y sus palabras ascendieron a las grandes alturas y volaron<br />

atravesando el firmamento. Así continuaron durante dos días, sin comer y sin beber y sin advertir<br />

el día ni la noche. Luego se dieron cuenta de que no habían probado nada durante dos<br />

días. R. Simeón dijo: Se nos ha dicho que Moisés “estuvo allí con el Señor cuarenta días y<br />

cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua” 127 . Si nosotros que sólo por un breve lapso<br />

fuimos arrastrados en el rapto de la contemplación Divina, olvidamos el comer y el beber,<br />

¡cuánto más debió ocurrirle a Moisés!<br />

Cuando R. Jiyá apareció ante R. Judá el Santo y le relató este hecho, R. Simeón ben<br />

Gamliel, padre de R. Judá, dijo: R. Simeón ben Yojai es efectivamente un león y su hijo se le<br />

parece. Es diferente de todos los otros de su especie. De él está escrito: “El león ha; rugido,<br />

¿quién no temerá?” 128 . Y si aun los mundos superiores tiemblan ante- él, ¿cuánto más,<br />

entonces, nosotros? Un hombre que no necesita ayunar para proclamar sus deseos al<br />

Todopoderoso, y para tenerlos cumplidos, pues decide y el Santo, Bendito Sea, confirma su<br />

decisión; o el Santo, al decidir, revoca la decisión y es anulada. Como está dicho: “Habrá uno<br />

que gobierne sobre el hombre, un justo gobernando en el temor del Señor” 129 . El Santo gobierna<br />

sobre el hombre, ¿pero quién gobierna sobre el Santo? Seguramente, el Justo. Porque<br />

puede ocurrir de tiempo en tiempo que el Santo proponga y el justo disponga.<br />

R. Judá dijo: El Santo, Bendito Sea, se deleita más en la plegaria del justo que en<br />

cualquier otra cosa. Sin embargo, aunque a El le agrade más que toda otra cosa, no siempre<br />

otorga los requerimientos de los justos ni todo lo que ellos pidan. A veces rehusa satisfacer su<br />

deseo.<br />

Cuentan los discípulos que en una ocasión cuando había escasez de lluvia, R. Eleazar<br />

decretó que la congregación ayunara cuarenta días. Pero no cayó lluvia. Entonces oró R.<br />

Akivá, y cuando él dijo las palabras “Tú haces que el viento sople”, el viento sopló, y cuando<br />

dijo “que la lluvia caiga”, he aquí que cayó la lluvia. R. Eleazar estaba muy molesto frente a<br />

ello. R. Akivá vio sus sentimientos en su mirada, y se levantó y dijo a la congregación: Os<br />

contaré una parábola. R. Eleazar es como uno que es amigo y caro compañero del rey; cuando<br />

va al palacio para gestionar algún favor, no le es otorgado en seguida, pues el rey tanto se<br />

deleita en la presencia de su amigo que lo entretiene todo el tiempo que le es posible. Yo, en<br />

125 Génesis XV, 16.<br />

126 Salmos CXXXII, 4.<br />

127 Éxodo XXIV, 28.<br />

128 Amos III, 8.<br />

129 II Samuel XXIII, 3.<br />

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