Simeon Bar Joyai - Zohar 3de5 - Comunidad Israelita Bet Or
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manera que los destruyera, anulando Mi pacto con ellos; por cuanto yo soy el Señor, su Dios”<br />
113 . Además, un corzo duerme con un ojo cerrado y el otro abierto, y así Israel dice al Santo,<br />
Bendito Sea, “Sé para mí como un corzo también en esto”. Pues he aquí que verdaderamente<br />
“el que guarda a Israel no dormita ni duerme” 114 .<br />
Oyendo todo esto, R. Jiyá dijo: He aquí que seres superiores están presentes en esta<br />
casa, y yo estoy afuera. Pobre de mí. Y comenzó a llorar. Pero R. Simeón al oirlo desde<br />
adentro, dijo: En verdad, la Shejiná está afuera. ¿Quién saldrá para traerla adentro? R. Eleazar<br />
su hijo dijo: Aunque yo arda, no arderé más que el fénix, porque la Shejiná está allí fuera. Que<br />
entre aquí, para que el fuego sea perfecto. Entonces oyó una voz: las columnas aun no han<br />
sido colocadas ni están todavía fijadas las puertas, y él es de aquellos que todavía son<br />
demasiado jóvenes para las especias del Edén que hay aquí. Y así R. Eleazar no salió. R. Jiyá,<br />
sentado aún afuera, recitaba: “Vuelve, Oh amado mío, sé como el corzo o como el cervato<br />
sobre las montañas escarpadas” 115 . Entonces se abrió la cortina divisoria, pero R. Jiyá no<br />
entró. R. Simeón levantó sus ojos y dijo: el que está afuera ha recibido una clara señal deque<br />
le estaba permitido entrar, ¿y nosotros permanecemos aquí? Se puso de pie y he aquí que un<br />
fuego rosado comenzó a moverse desde el lugar donde estaba parado al lugar donde se hallaba<br />
R. Jiyá. R. Simeón dijo: Una chispa de luz radiante está afuera y yo estoy aquí adentro. R.<br />
Jiyá no pudo abrir su boca. Cuindo entró baió sus ojos y no miró hacia arriba. R. Simón dijo a<br />
R. Eleazar su hijo: Levántate y pasa tu mano sobre su boca, porque no está acostumbrado a<br />
estos ambientes. R. Eleazar se levantó e hizo como se le dijera. Entonces R. Jiyá abrió su boca<br />
y dijo: Ahora ven mis ojos algo que no vieron antes. He alcanzado una altura como no la<br />
soñé. Es bueno morir en el fuego encendido por el buen oro, en lugar donde vuelan chispas a<br />
todos los lidos, cada una alcanzando a trescientas setenta agitaciones de ángeles, y cada uno<br />
de los cuales se extiende a miles y decenas de miles, hasta que alcanzan al Anciano de Días<br />
que está sentado sobre el Trono. El Trono tiembla, y su temblor penetra a través de doscientos<br />
y sesenta mundos hasta que alcanza un lugar que se llama “la delicia de los justos”, y se oye a<br />
través de todos los firmameotns. Entonces todos los que están arriba y los que están abajo se<br />
sienten muy confundidos y claman con una sola voz: “Este es R. Simeón ben Yojai, el<br />
estremecedor de mundos. ¿Quién puede permanecer ante él? Cuando él abre sus labios para<br />
exponer la Torá, escuchan su voz todos los tronos, todos los firmamentos, todas las huestes<br />
angelicales, todos los que alaban al Señor. Ninguna boca se abre. Todos están silenciosos y no<br />
se oye ningún sonido hasta que sus palabras atraviesan todos los firmamentos arriba y abajo.<br />
Pero cuando él termina, el canto y el regocijo de los que alaban al Señor es tal como nunca se<br />
oyó antes. Encuentra eco en todos los firmamentos del Cielo. Y todo esto es a causa de R.<br />
Simeón y su sabiduría. Ellos se inclinan ante su Amo. El perfume de las especias del Edén<br />
asciende en suavidad al Trono del Anciano de Días. Y todo esto es por R. Simeón y su<br />
sabiduría”.<br />
R. Simeón disertó aquí de la manera siguiente: En su descenso a Egipto, Jacob fue<br />
acompañado por seis grados angélicos, cada uno de los cuales consistía de diez mil miríadas.<br />
En correspondencia con ello, Israel fue constituido de seis grados, en correspondencia a los<br />
cuales, a su vez, hay seis pasos al Trono celestial superior, y en correspondencia a ellos hay<br />
seis pasos al Trono celestial inferior (Maljut). Observad que cada grado era un resumen de<br />
diez grados, de modo que juntos eran sesenta, es decir, idénticos con las “tres veintenas de<br />
hombres poderosos” que rodean a la Shejiná. Y estos sesenta a su vez, son las sesenta<br />
miríadas que acompañaron a los hijos de Israel en su salida del exilio y acompañaron a Jacob<br />
113 Levítico XXVI, 44.<br />
114 Salmos CXXI, 4.<br />
115 Cantar de los Cantares II, 17.<br />
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