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Simeon Bar Joyai - Zohar 3de5 - Comunidad Israelita Bet Or

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“Piedras preciosas y piedras a ser puestas al efod y para el pectoral”. Estas son piedras santas<br />

el cimiento del Santuario en carrozas santas. Fueron colocadas aparte en las vestiduras<br />

resplandecientes, para el Sumo Sacerdote, para mirarlas y recordarle las doce Tribus. Por eso,<br />

como ya se señaló, hubo doce piedras.<br />

Hay trece cosas enumeradas, fuera de las piedras, que, tomadas juntas, forman<br />

veinticinco en el misterio superior de la unión. En correspondencia a estas veinticinco, Moisés<br />

cinceló veinticinco letras al escribir el misterio de la Shemá: las veinticinco letras hebreas que<br />

contiene el versículo “Oye, Oh Israel, el señor nuestro Dios, el Señor es uno”. Jacob quiso<br />

expresar la unidad abajo y lo hizo en las veinticuatro letras de la respuesta a la Shemá:<br />

“Bendito sea el Nombre de Su glorioso Reino por siempre jamás”. No la elevó a veinticinco<br />

porque el Tabernáculo aún no estaba. Pero tan pronto como el Tabernáculo se completó y fue<br />

pronunciada allí la primera expresión Divina, contuvo veinticinco letras, para mostrar que el<br />

Tabernáculo lo fue según la pauta superior, como está escrito 1129 , en hebreo, en veinticinco<br />

letras: “Y el Señor le habló desde el tabernáculo de la congregación”. Así las veinticinco<br />

cosas para el Tabernáculo ponen de manifiesto al Santuario como un todo perfecto y<br />

armonioso de acuerdo con el misterio de las veinticinco letras, como tú, nuestro Maestro, nos<br />

has enseñado. Este es el misterio de la completitud de todo el Tabernáculo y de todo lo que<br />

pertenece a su construcción. El número veinticinco se corresponde con las veintidós letras del<br />

Alfabeto, a lo largo de la Ley, los Profetas y los Escritos, que forman todos una suma total y<br />

un misterio. Cuando los israelitas proclaman la Unidad, que se expresa en el misterio de las<br />

veinticinco letras de la Shemá y en las veinticuatro letras de la respuesta, y cada persona en la<br />

congregación lo hace con devoción, todas las otras letras se unen y ascienden como una<br />

unidad. Entonces se abren las cuarenta y nueve puertas que significan el misterio del Jubileo.<br />

Y cuando las puertas están abiertas, el Santo, Bendito Sea, considera a cada una de tales<br />

personas como si hubiera cumplido toda la Torá, la Torá que puede ser vista desde cuarenta y<br />

nueve aspectos. Así, es menester concentrar corazón y mente en unas y otras, en las<br />

veinticinco y en las veinticuatro letras y elevarlas con toda la fuerza de la intención a las<br />

cuarenta y nueve puertas, como lo hemos dicho.<br />

Por la concentración en esto, habrá concentración en la Unidad, pues nuestro Maestro<br />

nos ha enseñado que “Oye, oh Israel” y “Bendito sea el Nombre” son el resumen de toda la<br />

Torá. Feliz la suerte de quien así se concentra, porque éstas contienen verdaderamente la Torá<br />

en su integridad, arriba y abajo. Es el misterio del Hombre completo, Varón y Hembra, y es el<br />

secreto de toda la Fe. En los debates en las escuelas de Shamai y de Hilel acerca del recitado -<br />

de la Shemá, la primera sostuvo que la “Shemá” nocturna debía recitarse en una posición<br />

reclinada o acostada, y la “Shemá” matinal debía recitarse de pie. La razón que aducía era que<br />

en la noche el aspecto Femenino está incluido en la energía activa y el riñón, mientras que en<br />

la mañana reina exclusivamente el aspecto Masculino en el mundo superior, y por eso es<br />

necesario recitar la Shemá de pie, como se hace durante la Plegaria (Amidá) y todas ]as veces<br />

en que predomina el Masculino. La escuela de Hilel, por su parte, no hacía esta distinción. Si<br />

dichos aspectos (Varón y Hembra) fueran cada uno enteramente por sí mismo, sería necesario<br />

hacer así, pero como nosotros, con nuestra concentración e intención, los unimos en nuestra<br />

conciencia durante el recitado y la respuesta, en los cuarenta y nueve aspectos, y alzarlos<br />

hacia las cuarenta y nueve puertas, no necesitamos acentuar su separatividad, sino que más<br />

bien nos hemos de concentrar en el hecho de que ambos son uno, sin separación alguna: el<br />

Masculino en seis palabras, “Oye, oh Israel...”, y el Femenino, en seis, “Bendito es el<br />

Nombre...”. Y la regla es siempre da acuerdo a la escuela de Hilel.<br />

1129 Levítico 1,1.<br />

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