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Simeon Bar Joyai - Zohar 3de5 - Comunidad Israelita Bet Or

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comerá de él”. 901 Ya hemos señalado lo que significa “la hija del sacerdote”. Si fuera una<br />

“viuda” del primer cuerpo, “divorciada” no siendo capaz de penetrar en el atrio del Rey —<br />

porque quienes no están en la esfera del reino Masculino no tienen parte en él— “no teniendo<br />

hijo”, porque si tiene, no se hundiría en la esfera Femenina, “y ha vuelto a al casa de su<br />

padre”, es decir, al reino de la Femineidad, según se llama este reino, donde estuvo<br />

previamente, entonces si tiene mérito, “ella comerá de la comida de su padre”, es decir,<br />

participará en los gozos del reino Femenino, el alimento superior que baja desde arriba; pero<br />

ella es aún una “extraña”, no capaz de participar en el gozo contemplativo de los otros justos;<br />

ella no podrá comer de “las cosas santas”, 902 pero puede comer la Terumah, la vianda de la<br />

ofrenda pesada, porque ésta simboliza la esfera Femenina, y por eso ella sólo puede comer de<br />

noche. 903 Pues la comida santa que pertenece al mundo de la Masculinidad sólo puede<br />

comerse durante el día. Por eso “Israel era entonces santidad al Señor, la primicia de Sus<br />

frutos” 904 , el superior comienzo de toda la esfera de lo Masculino es santo, y su ulterior<br />

desarrollo en santidad es Israel. Cuando los espíritus vienen a visitar las tumbas, como lo<br />

hacen en ciertas estaciones, no visitan las tumbas de estos hombres, pues ellos no merecieron<br />

alcanzar a la región que se llama “santidad”, siendo solamente “extraños”'. Más aún, si ese<br />

espíritu no tuvo éxito en hacer su deber de engendrar hijos, en el período de la transmigración<br />

no puede comer ni la Terumah y se llama “extranjero” aun en el mundo inferior.<br />

Esto en cuanto a este misterio. ¡Viejo, viejo! Así como has partido a navegar por el<br />

gran mar, continúa atrevidamente en toda” las direcciones y enfrenta sus olas. Ahora he de<br />

revelar algo más. Dije que el “redentor”, cuando entra en el “navío”, deja que su espíritu<br />

adhiera a ese “navío”, de modo que nada se pierde, ni siquiera el aliento de la boca. Esto es<br />

completamente correcto. ¡Viejo, viejo! si has de revelar misterios, habla sin temor. —Qué hay<br />

de otros hombres, personas normales, que han procreado y luego desaparecieron de este<br />

mundo? Hemos dicho que el espíritu de un hombre (el absconditus sponsus) es dejado en la<br />

mujer que fue su esposa. Bien, ¿qué se hace de este espíritu? Suponiendo que ella vuelve a<br />

casarse, ¿es posible que dos espíritus diferentes de dos hombres residan en un cuerpo? Porque<br />

en este caso no es cuestión de un “redentor”, porque el primer marido ha tenido hijos.<br />

¿Entonces este espíritu se pierde enteramente? No, esto no puede ser. El mismo problema<br />

surge también cuando la viuda no vuelve a casarse. ¿Qué se hace del espíritu de su marido<br />

que adhiere a ella? Todo esto se ha de explicar. ¡Viejo, viejo! Ve lo que has hecho y lo que<br />

has tomado sobre tí. Levántate, oh viejo, y prosigue tu travesía. Levántate, viejo, y humíllate<br />

ante tu Amo. El entonces, continuó: “Oh Señor, no se ha ensoberbecido mi corazón, ni se han<br />

enaltecido mis ojos; y no ando en grandezas, ni en cosas demasiado maravillosas para mí”. 905<br />

Esto lo dijo el Rey David; el fue un gran rey, supremo sobre todos los reyes y gobernantes del<br />

<strong>Or</strong>iente al Occidente y, sin embargo, a su mente nunca se le ocurrió apartarse de la senda<br />

recta, porque siempre fue humilde ante el Señor. Guando estudiaba la Torá juntaba toda su<br />

fuerza como león, y sus ojos al mismo tiempo miraban abajo, a la tierra, desde el pavor de su<br />

Señor, y cuando andaba entre el pueblo no mostraba lactancia. Por eso dijo “no se ha<br />

ensoberbecido mi corazón, ni se han enaltecido mis ojos, aunque soy un rey poderoso, cuando<br />

estoy ante Ti estudiando la Torá, no ando en grandeza ni jactancia cuando ando entre el<br />

pueblo”. Y bien, si David fue tan humilde, cuánto más ha de serlo la gente común. Y yo,<br />

como he de estar ante el Rey Santo en humildad y con ojos que miran hacia abajo, lejos de mi<br />

el hincharme cuando trato con palabras santas de la Torá. Lloró y sus lágrimas rodaron hasta<br />

su barba. Dijo: Viejo, viejo, débil en fuerza, cuan bellas las lágrimas de tus mejillas, como “el<br />

901 Levítico XXII, 13.<br />

902 Levítico XXII, 10.<br />

903 Levítico XXII. 7.<br />

904 Jeremías II, 3.<br />

905 Salmos CXXXI, 1.<br />

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