Simeon Bar Joyai - Zohar 3de5 - Comunidad Israelita Bet Or

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ella” 638 . Y que Jetró tuvo hijos, es algo definitivamente asentado: “Y los hijos del Kenita, el suegro de Moisés...” 639 , y dejó sus hijos para que estuvieran con Moisés. Entonces R. Simeón expuso, en relación con este tema, las palabras del profeta Isaías “y muchos pueblos caminarán, y dirán, ‘venid y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob’” 640 . Dijo: Vendrá un tiempo cuando las naciones paganas andarán y serán traídas bajo las alas de la Shejiná. Dirán “Subamos”, pues todo paganismo es un descenso, y la adhesión al Santo es un ascenso “al monte del Señor”, es decir, el Dios de Abraham, el cual dijo: “En el monte del Señor se verá” 641 . Porque así como el monte es libre para todos, para que asciendan a él, así el lugar santo está abierto para recibir a todos los que vienen. El versículo continúa: “A la casa del Dios de Jacob”, porque Jacob llamó al mismo lugar '“una casa de Dios” 642 , o, más bien se llama “monte” y también se llama “casa”, aunque es la misma esfera de lo Divino, pues es un “monte” para las naciones del mundo que han de ascender si desean entrar bajo las alas de la Shejiná, pero es una “casa” para Israel, a quien la Shejiná apoya en la relación de una mujer a un marido, unidos en amor y gozo, revoloteando sobre Israel como una madre sobre sus hijos. De Jetró leemos: “Y Jetró... vino con sus hijos... a Moisés en el desierto”. Cuando dice “a Moisés”, ¿por qué agrega “en el desierto”? Porque en esto reside toda la significación de su venida; el “desierto” simbolizaba la “montaña del Señor”, el lugar de la recepción de prosélitos. En otras palabras, Jetró vino a Moisés con la intención de hacerse prosélito y entrar bajo las alas de la Shejiná. Cada uno que viene a la región llamada “Monte” se vuelve participante en este misterio y se lo llama “un prosélito de justicia”. Pero aunque está unido a esta Santa esfera superior, se lo llama “Guer”, una persona que vive fuera de su propio país, porque ha dejado a su pueblo y su parentela y toma su morada en un lugar nuevo. Más aún, mirarás en torno y, de entre todo el pueblo, elegirás hombres capaces. R. Isaac y R. Yose estaban un día estudiando la Torá en Tiberíades. R. Simeón pasó junto a ellos y les preguntó con qué se estaban ocupando. Se contestaron: De las palabras que hemos aprendido de ti, Maestro. ¿Cuáles?, preguntó él. Ellos contestaron: Surge del versículo: “Este es el libro de las generaciones del hombre, en el día cuando Dios creó al hombre, a semejanza de Dios lo hizo” 643 . Dijeron: Se nos ha enseñado que el Santo mostró al primer hombre todas las generaciones futuras de la humanidad; todos los jefes, todos los sabios de cada período. Además, se nos enseñó acerca del misterio qua contienen las palabras “este es el libro” que hay dos libros, un libro superior y uno inferior. El libro inferior es el “libro del recuerdo”, y al libro superior se lo llama “este”. Y para mostrar que los dos no están separados, sino que forman uno, está escrito “este es el libro”. Hay dos grados, masculino y femenino. Porque a todas las almas y espíritus que entran en los seres humanos se alude en las palabras “generaciones del hombre (Adán)”, porque todos salen del “Justo”, y ésta es la “irrigación del río que salió de Edén para irrigar el Jardín” 644 . Hay también otro “Adán”, inferior, al cual aluden las palabras “el día en que Dios creó al hombre (Adán)”, en el mismo versículo. Acerca del Adán superior, se alude a la unión de masculino y femenino primero sólo lejanamente con las palabras “este es el libro”, pero después de que produjeron descendencia se los llama abiertamente '“Adán”. Luego se dice que Dios hizo al hombre a “semejanza” de Dios. Pero la palabra “semejanza” la hemos de entender como una especie de espejo en el 638 Éxodo XVIII, 6. 639 Jueces I, 16. 640 Isaías II, 3. 641 Génesis XXII, 14. 642 Génesis XXVIII, 17. 643 Génesis V, 1. 644 Génesis II, 10. 120

cual las imágenes aparecen momentáneamente y luego pasan. Según otra explicación, la palabra “semejanza” se refiere a la unión de los órganos masculino y femenino, y así lo afirmó el Maestro. Además: “este es el libro de las generaciones del Hombre”, es decir, el libro que revela el sentido interno de los rasgos del hombre, de modo de enseñar el conocimiento de la naturaleza humana. El carácter del hombre se revela en el cabello, la frente, los ojos, los labios, los rasgos de la cara, las líneas de las manos y aun las orejas. Por estos siete se pueden reconocer diferentes tipos de hombres. Los colores de un ojo y el tipo al cual su poseedor se conforma están contenidos en el misterio de la letra He cuando se halla en las letras Zain y Sámej. Aquel cuyos ojos son de un color azul amarillento tiene locura en sus venas. Por eso sufre de megalomanía y es grandilocuente en su manera y en su lenguaje. En la discusión es fácilmente derrotado. No merece ser instruido en el sentido místico de la Torá, pues no lo acepta humildemente y se infla con su conocimiento. Este tipo pertenece al misterio de la letra He, que está incluida en la letra Zain solamente, estando muy alejada de la letra Sámej debido a su fatuidad. Cuando un hombre así habla, aparecen en su frente muchos surcos. Uno cuyos ojos son pálidos con una cierta mezcla de un matiz verdoso es de disposición irascible, pero también es a menudo de corazón bastante benigno. Pero cuando se enoja se vuelve cruel. No se le puede confiar un secreto. Pertenece a la señal de la letra He cuando está incluida en la letra Sámej. El hombre cuyos ojos son blanco y azul, con solamente un punto negro en ellos, es alguien a quien se le puede confiar secretos y hace buen uso de ellos. Si hace un buen comienzo en algo, continúa prosperando. Sus enemigos no pueden prevalecer contra él, no le pueden hacer daño y eventualmente él los somete del todo. El se encuentra bajo la señal de la letra Kaf cuando está incluida en la letra Sámej. Esto en cuanto a los misterios concernientes a los ojos, misterios revelados a los sabios. Los lineamientos del rostro. Para los maestros de la sabiduría interior, los rasgos del rostro no son los que aparecen exteriormente, sino los de adentro formados por fuerzas internas; porque los rasgos del rostro están modelados por la impresión del rostro interior que se oculta en el espíritu que en él reside. Este espíritu produce hacia afuera rasgos que los sabios reconocen, siendo los verdaderos rasgos discernibles desde el espíritu. El hombre tiene un espíritu en el cual las letras del alfabeto están diseñadas de cierta manera. Todas esas letras están encerradas en ese espíritu y durante un tiempo los diseños de esas letras entran en el rostro. Y cuando entran el rostro aparece con el diseño de estas letras sobre él. Pero esta semblanza sólo dura por un tiempo breve, salvo sobre los rostros de los adeptos de la sabiduría, en quienes es siempre visible. Hay un lugar que se llama “el mundo por venir”, desde donde sale el misterio de la Torá con su alfabeto de veinte y dos letras que es la esencia de todas las cosas. Y ese “río que sale de Edén” lleva todo esto consigo, de modo que cuando de allí emergen los espíritus y las almas, están todos sellados con la impronta de esas letras; las que cuando el espíritu de un hombre se encuentra así estampado por ellas, también hacen una cierta impresión en el rostro. (R. Simeón les dijo: si es así, la semejanza de la Madre no está impresa sobre la forma de ese espíritu. Ellos respondieron: Esta, Maestro, es la enseñanza que hemos oído de tus propios labios: El diseño de las letras proviene del lado que está arriba y la imagen de la Madre está impresa sobre el espíritu, mientras abajo la forma de la letra está oculta en el espíritu. El diseño de la Madre que se puede discernir exteriormente sigue a los cuatro prototipos, 121

cual las imágenes aparecen momentáneamente y luego pasan. Según otra explicación, la<br />

palabra “semejanza” se refiere a la unión de los órganos masculino y femenino, y así lo<br />

afirmó el Maestro. Además: “este es el libro de las generaciones del Hombre”, es decir, el<br />

libro que revela el sentido interno de los rasgos del hombre, de modo de enseñar el<br />

conocimiento de la naturaleza humana. El carácter del hombre se revela en el cabello, la<br />

frente, los ojos, los labios, los rasgos de la cara, las líneas de las manos y aun las orejas. Por<br />

estos siete se pueden reconocer diferentes tipos de hombres. Los colores de un ojo y el tipo al<br />

cual su poseedor se conforma están contenidos en el misterio de la letra He cuando se halla en<br />

las letras Zain y Sámej.<br />

Aquel cuyos ojos son de un color azul amarillento tiene locura en sus venas. Por eso<br />

sufre de megalomanía y es grandilocuente en su manera y en su lenguaje. En la discusión es<br />

fácilmente derrotado. No merece ser instruido en el sentido místico de la Torá, pues no lo<br />

acepta humildemente y se infla con su conocimiento. Este tipo pertenece al misterio de la letra<br />

He, que está incluida en la letra Zain solamente, estando muy alejada de la letra Sámej debido<br />

a su fatuidad. Cuando un hombre así habla, aparecen en su frente muchos surcos.<br />

Uno cuyos ojos son pálidos con una cierta mezcla de un matiz verdoso es de<br />

disposición irascible, pero también es a menudo de corazón bastante benigno. Pero cuando se<br />

enoja se vuelve cruel. No se le puede confiar un secreto. Pertenece a la señal de la letra He<br />

cuando está incluida en la letra Sámej.<br />

El hombre cuyos ojos son blanco y azul, con solamente un punto negro en ellos, es<br />

alguien a quien se le puede confiar secretos y hace buen uso de ellos. Si hace un buen<br />

comienzo en algo, continúa prosperando. Sus enemigos no pueden prevalecer contra él, no le<br />

pueden hacer daño y eventualmente él los somete del todo. El se encuentra bajo la señal de la<br />

letra Kaf cuando está incluida en la letra Sámej.<br />

Esto en cuanto a los misterios concernientes a los ojos, misterios revelados a los<br />

sabios.<br />

Los lineamientos del rostro. Para los maestros de la sabiduría interior, los rasgos del<br />

rostro no son los que aparecen exteriormente, sino los de adentro formados por fuerzas<br />

internas; porque los rasgos del rostro están modelados por la impresión del rostro interior que<br />

se oculta en el espíritu que en él reside. Este espíritu produce hacia afuera rasgos que los<br />

sabios reconocen, siendo los verdaderos rasgos discernibles desde el espíritu.<br />

El hombre tiene un espíritu en el cual las letras del alfabeto están diseñadas de cierta<br />

manera. Todas esas letras están encerradas en ese espíritu y durante un tiempo los diseños de<br />

esas letras entran en el rostro. Y cuando entran el rostro aparece con el diseño de estas letras<br />

sobre él. Pero esta semblanza sólo dura por un tiempo breve, salvo sobre los rostros de los<br />

adeptos de la sabiduría, en quienes es siempre visible.<br />

Hay un lugar que se llama “el mundo por venir”, desde donde sale el misterio de la<br />

Torá con su alfabeto de veinte y dos letras que es la esencia de todas las cosas. Y ese “río que<br />

sale de Edén” lleva todo esto consigo, de modo que cuando de allí emergen los espíritus y las<br />

almas, están todos sellados con la impronta de esas letras; las que cuando el espíritu de un<br />

hombre se encuentra así estampado por ellas, también hacen una cierta impresión en el rostro.<br />

(R. Simeón les dijo: si es así, la semejanza de la Madre no está impresa sobre la forma de ese<br />

espíritu.<br />

Ellos respondieron: Esta, Maestro, es la enseñanza que hemos oído de tus propios<br />

labios: El diseño de las letras proviene del lado que está arriba y la imagen de la Madre está<br />

impresa sobre el espíritu, mientras abajo la forma de la letra está oculta en el espíritu. El<br />

diseño de la Madre que se puede discernir exteriormente sigue a los cuatro prototipos,<br />

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