La superación del dogmatismo surrealista en los ... - Cybertesis

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15.05.2013 Views

en el quehacer humano, desde la modernidad y aun en estos tiempos post- modernos, post-industriales y globalizados. 40 Cuando las bellas artes no son puestas, de cerca o de lejos, en relación con ideas morales que, solas, llevan consigo una satisfacción independiente, su suerte es al fin, esa misma. Sirven entonces solo de distracción, de que mas se viene a estar necesitado cuanto mas se usa de ella, para echar fuera el descontento del espíritu consigo mismo, con lo cual se hace este aun mas inútil y más descontento de sí. En general, las bellezas de la naturaleza son, para aquella otra intención, las mas provechosas, cuando se ha acostumbrado uno a contemplarlas, juzgarlas y admirarlas. (Kant, 1958: 395) Kant confirma su apología del conocimiento de la naturaleza, al tratar de conocer verdades realmente importantes. Interesa que este emulo de Aristóteles, sea sucedido, como foco de irradiación intelectual, por el platónico Hegel, con exigencia lingüística y conceptual, culminación de la tradición idealista y metafísica occidental. 1.2.3 El concepto de estética en Hegel La Verdad, la Justicia, ciertamente Retornaran al hombre Y lucirán del iris el esmaltado anillo; Y estará en medio la Misericordia, En esplendor celeste entronizada, Con encendidos pies dando guía a las nubes; Como para una fiesta, De par en par el cielo, abrirá su palacio. John Milton 40 Como señalamos, los conceptos de idea y creación, conexión de lo religioso y lo estético, son claves, en nuestro trabajo. Apreciar que Kant, coloca la creación artística en una escala humana, decodificable –algo que Hegel, dogmático antecesor admirado de los surrealistas, poseído por su idealismo no lograra a cabalidad--. Con Kant (así como con Newton, Humboldt y Goethe), culmina el Siglo de las Luces. Por esta época, escribe Winckelmann, su Historia del Arte en la Antigüedad, Baumgarten, su Estética y Diderot ha sentado el inicio de la Crítica de Arte. 62

Para nuestro filósofo, lo bello solo lo es, en tanto participa del espíritu y es creado por él”: (…); si es cierto que el espíritu es el ser verdadero que en sí lo comprende todo, preciso es decir que lo bello no es verdaderamente tal, sino cuando participa del espíritu y es creado por él. En este sentido, la belleza natural no aparece sino como un reflejo de la belleza del espíritu, como una belleza imperfecta que, por su esencia, está comprendida en la del espíritu. (Hegel, 2002: 45) Hegel apreciaba por sobre todo la belleza “espiritual”, incluso antes que la natural. El espíritu humano participa de lo divino (recordemos el cristiano “a imagen y semejanza” distinto en su acepción judía) y es la espiritualidad del hombre, en una concepción antropocéntrica la que aporta el sentido de lo bello a la creación. Esta espiritualidad se manifiesta en la historia y se internaliza, creándose mediante el pensamiento y el lenguaje. Si las reacciones anti-hegelianas rebatirán dicho idealismo, una correcta lectura posterior incidirá en el aspecto lingüístico y textual. La definición de belleza se da desde el ámbito de la lengua. Desde este punto de vista, la belleza natural es solo un reflejo de la belleza del espíritu. En la vida ordinaria hay costumbre, ciertamente, de hablar de los bonitos colores, de un hermoso ciclo, de un lindo río o de flores bellas, de hermosos animales, y hasta de hombres guapos. No queremos de ningún modo poner en duda la justicia con que (…), en general, lo bello en la naturaleza no pueda ponerse en parangón con lo bello en el arte; pero es lícito sostener que la belleza artística es superior a la natural ¿no ha nacido, efectivamente, y nacido dos veces, en el espíritu. Ahora bien, es igual medida que el espíritu y sus creaciones son superiores a la naturaleza y sus productos, la belleza artística es superior a la natural. (Hegel, 2002: 45-46) 63

Para nuestro filósofo, lo bello solo lo es, <strong>en</strong> tanto participa <strong>del</strong> espíritu y es<br />

creado por él”:<br />

(…); si es cierto que el espíritu es el ser verdadero que <strong>en</strong> sí lo<br />

compr<strong>en</strong>de todo, preciso es decir que lo bello no es<br />

verdaderam<strong>en</strong>te tal, sino cuando participa <strong>del</strong> espíritu y es<br />

creado por él. En este s<strong>en</strong>tido, la belleza natural no aparece sino<br />

como un reflejo de la belleza <strong>del</strong> espíritu, como una belleza<br />

imperfecta que, por su es<strong>en</strong>cia, está compr<strong>en</strong>dida <strong>en</strong> la <strong>del</strong><br />

espíritu. (Hegel, 2002: 45)<br />

Hegel apreciaba por sobre todo la belleza “espiritual”, incluso antes que la<br />

natural. El espíritu humano participa de lo divino (recordemos el cristiano<br />

“a imag<strong>en</strong> y semejanza” distinto <strong>en</strong> su acepción judía) y es la espiritualidad<br />

<strong>del</strong> hombre, <strong>en</strong> una concepción antropocéntrica la que aporta el s<strong>en</strong>tido de lo<br />

bello a la creación. Esta espiritualidad se manifiesta <strong>en</strong> la historia y se<br />

internaliza, creándose mediante el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to y el l<strong>en</strong>guaje. Si las<br />

reacciones anti-hegelianas rebatirán dicho idealismo, una correcta lectura<br />

posterior incidirá <strong>en</strong> el aspecto lingüístico y textual. <strong>La</strong> definición de<br />

belleza se da desde el ámbito de la l<strong>en</strong>gua. Desde este punto de vista, la<br />

belleza natural es solo un reflejo de la belleza <strong>del</strong> espíritu.<br />

En la vida ordinaria hay costumbre, ciertam<strong>en</strong>te, de hablar de<br />

<strong>los</strong> bonitos colores, de un hermoso ciclo, de un lindo río o de<br />

flores bellas, de hermosos animales, y hasta de hombres guapos.<br />

No queremos de ningún modo poner <strong>en</strong> duda la justicia con que<br />

(…), <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, lo bello <strong>en</strong> la naturaleza no pueda ponerse <strong>en</strong><br />

parangón con lo bello <strong>en</strong> el arte; pero es lícito sost<strong>en</strong>er que la<br />

belleza artística es superior a la natural ¿no ha nacido,<br />

efectivam<strong>en</strong>te, y nacido dos veces, <strong>en</strong> el espíritu. Ahora bi<strong>en</strong>, es<br />

igual medida que el espíritu y sus creaciones son superiores a la<br />

naturaleza y sus productos, la belleza artística es superior a la<br />

natural. (Hegel, 2002: 45-46)<br />

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