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Breton reivindica lo maravilloso y rechaza el realismo descriptivo de la literatura (y el arte) ejemplificado en el género novelístico. Solo si la imaginación altera el orden natural de las cosas –y por supuesto, su correspondencia en el orden lógico hay merito creativo. La idea y su creación no están sometidas al dictado de lo fáctico, se fundamentan en el libre ejercicio de la inteligencia. Como en el principio antrópico de la física, la realidad del universo es como es, pues estamos aquí para comprenderla, la realidad del arte es tal, meritoria, pues es producto de la imaginación, delimitado por los aspectos materiales/ técnicos propios de su quehacer. Esta sobrerrealidad lograda por el arte, es vigente, al mantener coordinación con la surrealidad que nos rodea: arte como objetivación –creada por y de la idea, síntesis del pensamiento, de su formación histórico-cultural. delimitado por los aspectos materiales/ técnicos propios de su quehacer. Esta sobrerrealidad lograda por el arte, es vigente, al mantener coordinación con la surrealidad que nos rodea: arte como objetivación –creada por y de la idea, síntesis del pensamiento, de su formación histórico-cultural. Lo maravilloso no siempre es igual en todas las épocas; lo maravilloso participa oscuramente de cierta clase de revelación general de la que tan solo percibimos los detalles: estos son las ruinas románticas, el maniquí moderno, o cualquier otro símbolo susceptible de conmover la sensibilidad humana durante cierto tiempo. Sin embargo, en estos cuadros que nos hacen sonreír se refleja siempre la irremediable inquietud humana, y por esto he fijado mi atención en ellos, (…) Y al decirlo, pienso en los patíbulos de Villon, en los griegos de Racine, en los divanes de Baudelaire. Coinciden con un eclipse del buen gusto que puedo soportar muy bien, por cuanto considero que el buen gusto es una formidable lacra. En el ambiente de mal gusto de mi época, me esfuerzo en llegar más lejos que cualquier otro. (Breton, 2002: 26) 146

Si solo existe realidad y ella, está compenetrada de lo maravilloso, “lo maravilloso” 120 es producto de la historia. 121 Para la realidad del francés, el periodo de entreguerras en el siglo XX, la situación francesa como modelo cultural europeo y, dadas las políticas colonialistas, ser receptora del saber universal, eran el contexto preciso para que la maravillosa realidad se expanda y sea vivida por el hombre moderno. Lo maravilloso como transvalorización de los valores capitalistas y mecanicistas. En aquellos tiempos, se intentaba implantar la seudo poesía cubista, pero esta había nacido inerme del cerebro de Picasso, (…) En esta época, un hombre que, por lo menos era tan pesado como yo, es decir, Pierre Reverdy, escribió: la imagen es una creación pura del espíritu. La imagen no puede nacer de una comparación, sino del acercamiento de dos realidades más o menos lejanas. Cuanto más lejanas y justas sean las concomitancias de las dos realidades objeto de aproximación, más fuerte será la imagen, más fuerza emotiva y más realidad poética tendrá… (Breton, 2002: 29) El teórico se rebela frente al capitalismo mecanicista, y su expresión congelada, el racionalismo burgués que pretendía establecer un canon que la vanguardia consideraba desfasado. Breton participo de Dadá y superó dialécticamente, el nihilismo de dicha propuesta, profundizando la idealidad de los conceptos, formulando un distanciamiento respecto de lo superfluo: el nuevo arte solo surgiría de la confrontación. Cierto es que si únicamente nos fijamos en los resultados, buen numero de poetas podrían pasar por surrealistas, comenzando por el Dante, y, también, en sus mejores momentos por el propio 120 Nota de Breton: Lo más admirable de lo fantástico es que lo fantástico ha dejado de existir; ahora solo hay realidad) (Breton, 2002: 24-25). 121 Recordemos que para Hegel, la historia de la cultura comienza en oriente, continua en la civilización greco-latina, asimilada por los bárbaros, y prosigue hasta su clímax, por sus descendientes germánicos (Lecciones sobre historia de la filosofía). 147

Breton reivindica lo maravil<strong>los</strong>o y rechaza el realismo descriptivo de la<br />

literatura (y el arte) ejemplificado <strong>en</strong> el género novelístico. Solo si la<br />

imaginación altera el ord<strong>en</strong> natural de las cosas –y por supuesto, su<br />

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la realidad <strong>del</strong> universo es como es, pues estamos aquí para compr<strong>en</strong>derla,<br />

la realidad <strong>del</strong> arte es tal, meritoria, pues es producto de la imaginación,<br />

<strong>del</strong>imitado por <strong>los</strong> aspectos materiales/ técnicos propios de su quehacer.<br />

Esta sobrerrealidad lograda por el arte, es vig<strong>en</strong>te, al mant<strong>en</strong>er coordinación<br />

con la surrealidad que nos rodea: arte como objetivación –creada por y de la<br />

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<strong>del</strong>imitado por <strong>los</strong> aspectos materiales/ técnicos propios de su quehacer.<br />

Esta sobrerrealidad lograda por el arte, es vig<strong>en</strong>te, al mant<strong>en</strong>er coordinación<br />

con la surrealidad que nos rodea: arte como objetivación –creada por y de la<br />

idea, síntesis <strong>del</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to, de su formación histórico-cultural.<br />

Lo maravil<strong>los</strong>o no siempre es igual <strong>en</strong> todas las épocas; lo<br />

maravil<strong>los</strong>o participa oscuram<strong>en</strong>te de cierta clase de revelación<br />

g<strong>en</strong>eral de la que tan solo percibimos <strong>los</strong> detalles: estos son las<br />

ruinas románticas, el maniquí moderno, o cualquier otro símbolo<br />

susceptible de conmover la s<strong>en</strong>sibilidad humana durante cierto<br />

tiempo. Sin embargo, <strong>en</strong> estos cuadros que nos hac<strong>en</strong> sonreír se<br />

refleja siempre la irremediable inquietud humana, y por esto he<br />

fijado mi at<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> el<strong>los</strong>, (…) Y al decirlo, pi<strong>en</strong>so <strong>en</strong> <strong>los</strong><br />

patíbu<strong>los</strong> de Villon, <strong>en</strong> <strong>los</strong> griegos de Racine, <strong>en</strong> <strong>los</strong> divanes de<br />

Bau<strong>del</strong>aire. Coincid<strong>en</strong> con un eclipse <strong>del</strong> bu<strong>en</strong> gusto que puedo<br />

soportar muy bi<strong>en</strong>, por cuanto considero que el bu<strong>en</strong> gusto es<br />

una formidable lacra. En el ambi<strong>en</strong>te de mal gusto de mi época,<br />

me esfuerzo <strong>en</strong> llegar más lejos que cualquier otro. (Breton,<br />

2002: 26)<br />

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