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Comadres - Telecable

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salvado la vida. Recién nombrado, no había podido sin embargo evitar<br />

su muerte, así que no pudo negarse al velatorio.<br />

«Los padres eran ancianos, no sabían de aquel hijo hacía tiempo,<br />

pero les pareció que debía ser alguien muy importante o un terrorista,<br />

vete a saber, muere en la cárcel pero luego le tienen de cuerpo presente<br />

en un salón con riadas de gente desfilando día y noche, para ellos no tenía<br />

explicación. Helena los saludó, pero luego casi no volvió a verlos más que<br />

para llevarlos al tren. Se entregó, quería hacer un acto civil inolvidable,<br />

digno de su memoria. Se encerró en la biblioteca y estuvo seleccionando<br />

textos como una posesa, cuando salió tenía los ojos tan brillantes como<br />

fue su discurso. Había pedido leer unas palabras a los deudos y nos tuvo<br />

allí casi una hora, leyendo y llorando, llorando y leyendo. No creo que<br />

ninguno de los presentes haya olvidado ese día, todos llorábamos. Helena<br />

hablaba de la libertad, de la justicia, del amor, de los ideales… hasta que<br />

Manola saltó de entre el público, subió al estrado, le arrebató el micrófono<br />

y empezó a cantar la Internacional. Los asistentes, puestos en pie<br />

con el puño en alto, la siguieron. La policía irrumpió en el acto y desalojaron<br />

la tribuna entre los silbidos de los asistentes. ¡Se armó una buena,<br />

te podrás creer que no nos dejaron entrar al Ateneo durante meses!».<br />

Hilario, a quien Lola corrió a buscar en cuanto vio cómo a Manola,<br />

sentada a su lado, se le hinchaba la vena del cuello, tuvo mucho trabajo<br />

para que las dejaran salir de comisaría y dormir esa noche en casa. Mi<br />

pobre y querida Helena, para don Enrique nunca volvió a ser la misma.<br />

«Se le marcaron las ojeras, como una madonna, un ángel herido, una virgen<br />

atormentada» —le miré por si se estaba riendo— «se volvió más<br />

incrédula, a veces parecía hastiada, decía que no nos soportaba», tampoco<br />

me extrañaba, a mí me pasaría lo mismo. Don Enrique consideraba<br />

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